De ISIS y OSIRIS
Plutarco
I ¡Oh, Clea! Es del todo preciso que los espíritus sensatos demanden para sí todos los bienes a los dioses y, especialmente, el conocimiento de la naturaleza de éstos, aplicando en ello toda la capacidad que humanamente es posible. Nada hay más grande para el hombre que la obtención de la verdad, pues es lo más noble que un dios puede conceder. El hombre obtiene todo cuanto necesita para satisfacer sus necesidades de dios, no obstante, concediéndoles la sabiduría y la inteligencia, les otorga un bien que le es propio a la divinidad y del que hace constante uso. Ni la plata ni el oro constituyen la felicidad divina; su poder no se basa en el rayo ni en el trueno, sino en la ciencia y en la sabiduría. Lo más hermoso que Hornero pronunció sobre los dioses, de entre lo mucho que dijo, fue: tanto uno como el otro tienen en común un mismo origen, mas Zeus nació antes, por cuanto su ciencia es mayor. Este autor nos muestra y nos da a conocer que la noble preeminencia de Zeus proviene exclusivamente de que, siendo él mismo anterior, su sabiduría es también anterior y más venerable. Asimismo, yo también creo que la felicidad de la eterna existencia, que es don de dios, radica en el conocimiento de que nada de cuanto existe puede escapar de su conocimiento. Si fuera privado de abastar todo el conocimiento, su eterna existencia dejaría de ser vida para ser mera duración de tiempo.
II Por eso, la aspiración al
conocimiento de la verdad, es la aspiración a la divinidad, sobre todo cuando la
verdad es referida a la verdad divina. Es ésta una aspiración que es, sin duda,
implícitamente sacra, puesto que nos guía y dirige inexorablemente hacia la
acción santa, más incluso que la sacerdotal o la purificadora, acción que es
especialmente grata a ojos de la diosa amante de la sabiduría, a la que tanta
estima guardas. Verdaderamente, su propio nombre parece indicarnos que nada hay
más afín a ella que el conocimiento y la sabiduría. Tan griega es la palabra
Isis como la palabra Tifón, su enemigo más acérrimo, puesto que en él está el
humo de la ignorancia, y su única pretensión radica en estropear y borrar la
palabra sagrada. No obstante, es prerrogativa de Isis el reunir dicha palabra en
su total integridad, y transmitida a los iniciados en sus ritos. A
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estos iniciados, mediante un régimen basado en la moderación, en la continencia
ante los manjares y los placeres de Afrodita, los acostumbra a sobrellevar la
austeridad de sus prácticas santas, cuyo último fin es el conocimiento del Ser
primero, aquel que tan sólo es accesible a la inteligencia del Ser que la diosa
Isis nos exhorta a indagar, pues se halla en su proximidad. El nombre del
templo, además, nos lleva a pensar que encierra el conocimiento y la ciencia de
dicho Ser. Su nombre es Iseión, que significa que es la casa en la que obtener
la ciencia del Ser si entramos en ella piadosa y atentamente.
III Son muchas las autoridades,
asimismo, que declaran que Isis era hija de Hermes, mientras otras muchas
aseguran que era hija de Prometeo. Los unos se sustentan diciendo que Prometeo
fue el creador de la sabiduría y de la previsión, mientras los otros atestiguan
que Hermes descubrió la escritura y la música. Por lo dicho, en Heliópolis, dan
el nombre de Isis a la primera de las musas, a la par que Justicia, puesto que
tiene en sí el conocimiento, y lo otorga a aquellos que merecen ser llamados
Higróforos y Hieróstulos. Los primeros eran los que, teniendo el conocimiento de
las doctrinas sagradas que referían a los dioses, las guardaban impolutas y
fuera del alcance de las supersticiones y la curiosidad; así pues, las portaban
como una arqueta en sus almas. Los segundos, los Hieróstulos, a fin de dar a
entender que la doctrina era a veces clara y brillante, y otras veces oscura y
envuelta en sombras, revestían a las estatuas de ropajes que mostraban esta
doble cara. Revisten también los cuerpos de los sacerdotes de Isis fallecidos,
con ropas parecidas a aquéllas, con lo que dan a entender que nada llevan
consigo en el camino hacia el otro mundo más que la palabra santa. Pues has de
saber, Clea, que ni poseer una gran barba, ni cubrir el cuerpo con un manto
viejo hace al filósofo, ni tampoco el vestir con lino o afeitarse la cabeza
convierte a nadie en sacerdote de Isis. El verdadero Isíaco es aquel que,
después de haber recibido por tradición legítima todo aquello que se enseña y se
practica en relación a estas divinidades, examina y medita profundamente a
través de la razón y de la filosofía toda la verdad que en ello hay.
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IV Es más, muchos son los hombres que ignoran el motivo por el que los
sacerdotes de Isis se rasuran la cabeza y portan ropas de lino, que en verdad
son las prácticas más corrientes. Los hay que simplemente no se cuestionan los
motivos, y los hay que opinan que es por el respeto que les tienen a las ovejas,
por cuanto no comen de su carne ni se visten con su lana. A esto añaden que se
afeitan la cabeza en muestra de luto y que la razón por la que visten de lino,
es por el color de la flor que crece en dicha planta, que es azul como el cielo
que nos envuelve. Pero ahora diré el motivo, que es uno y único. Como dice
Platón, no está permitido que lo puro roce lo impuro. El desperdicio sobrante de
los alimentos es lo que hace crecer las lanas, los cabellos y las uñas, por
tanto, sería una absurdidad que los sacerdotes de Isis, después de purificar su
cuerpo, rasurando su cabeza para alcanzar una mayor purificación, se cubriesen
después con la lana de la oveja. Dice Hesíodo: “Durante el tiempo de las comidas
de los dioses, no cortarás con hierro brillante lo seco de lo verde del árbol de
cinco ramas” Vemos aquí una advertencia que nos insta a guardar la máxima pureza
durante la celebración de las fiestas, y no servirnos del tiempo de tales
fiestas para purificarnos y deshacernos de las manchas producidas por las
secreciones superfluas. Por lo que al lino se refiere, es una planta que crece
en tierra inmortal, produciendo un fruto que es perfectamente comestible, y unas
vestiduras sencillas y pulcras, que se pueden utilizar en cualquier época del
año, y que, según se dice, jamás cría gusano alguno, mas éste es tema para otro
tratado, que no éste. V Tal es la aversión que los sacerdotes de Isis sienten
por cuanto es secretado, que incluso se abstienen de muchas de las legumbres, de
carne de cordero y de cerdo, porque provocan muchas secreciones, y lo que es
más, durante el tiempo de las fiestas se prohíbe el consumo de sal. Dicen, entre
sus motivos para no permitir el empleo de sal en los alimentos, que, dado que la
sal estimula el apetito, provoca un exceso en comidas y bebidas.
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La razón que dio Aristágoras para dicho tema de la sal, fue que, al cristalizar,
encierra en su interior una gran cantidad de animalillos pequeñísimos,
matándolos a todos. No obstante, esta última argumentación debe tenerse por una
mera tontería. También se dice que apartan del Nilo al buey Apis para darle de
beber en un pozo aparte. Esto no se hace porque crean, como algunos hacen, que
dicho cocodrilo causa impureza en las aguas, puesto que ningún animal es tan
venerado como éste entre los egipcios, sino porque opinan que el agua engorda y
produce gran obesidad, la cual cosa no la desean ni para el buey Apis ni para
ellos mismos. En su decir, lo más deseable es la ligereza y gracilidad, puesto
que no desean que la parte divina que en ellos hay se vea superada y ahogada por
la parte perecedera.
VI Los sacerdotes que sirven en el templo de Heliópolis no llevan jamás vino al templo, pues sería una verdadera inconveniencia el beberlo durante el día, es decir, mientras su señor y rey está observando. Los demás sacerdotes pueden beberlo, pero en cantidades menudas. Durante los tiempos de las purificaciones, que se dan en gran número y es cuando se dedican al estudio, a aprender y a enseñar las doctrinas de los dioses, está prohibido terminantemente el empleo del vino. Tal y como relata Hecateo, los propios reyes bebían una cantidad de vino limitada por las santas escrituras, pues tenían la consideración de sacerdotes a todos los efectos. Comenzaron a beberlo a partir de Psammético, y no antes, pues, lejos de considerarlo como algo del gusto de los dioses, entendían que era la sangre de los que en tiempos lejanos tomaron las armas contra los propios dioses, y que la vid era producto de la mezcla de sus fracasados cadáveres con la tierra. Por tanto, y según este discurso, tenían la opinión de que si la ingesta de vino los embriagaba, se debía a que entraba en ellos la sangre de sus antepasados. En decir de Eudoxo en su obra intitulada Itinerario, todo cuanto he dicho lo relataron los propios sacerdotes.
VII Los distintos habitantes de Egipto
tienen vedadas unas clases u otras de peces. Así, aquellos que habitan en
Oxirrinco, jamás comen peces que hayan sido pescados con anzuelo, pues tienen
una gran veneración por el pez llamado oxirrinco, y
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temen que por casualidad un anzuelo enganchara a uno de estos por error,
perdiendo así la pureza. Los habitantes de la tierra de Siena no se alimentan
nunca con el pez llamado pagro. Al parecer, la aparición de este pez siempre
precede a la subida del Nilo, por cuanto avisa a los pueblos de la inminente
buena nueva. Esta cualidad le convierte en mensajero, por lo que es intocable.
Los sacerdotes no ingieren ningún pez, sino que renuncian a todos ellos, de
forma que, llegado el día nono del mes primero, todos los egipcios se sientan a
las puertas de sus casas a comer pez asado, según manda la tradición, mas no así
los sacerdotes, que se privan, y quedan viendo cómo sus peces se consumen y
queman al fuego ante sus casas. Los sacerdotes tienen dos buenas razones para
comportarse de esta forma, la primera por cuestiones sagradas entre Isis y
Tifón, cuestión que más adelante relataremos ampliamente. La segunda razón es de
una obviedad palpable: el pescado no es ni imprescindible ni insubstituible. El
poeta Homero, una vez más, nos da muestra de lo dicho afirmando que tanto los
afeminados feacios, como los habitantes de Itaca, pueblo de isla, se abstenían
del pescado; incluso relata cómo los hombres de Ulises, salvo en las situaciones
de hambruna más desesperantes, nunca comían pescado mientras viajaban por alta
mar. En definitiva, según el parecer de los egipcios, el mar era una secreción
ígnea, y que nada tiene que ver con el resto de la tierra, sino que es una
especie de residuo superfluo, impuro y pernicioso.
VIII Pese y la opinión de algunos, no
hay en este pueblo ningún principio que no se halle basado en la razón por lo
que a sus ceremonias se refiere; no hay fábulas ni supersticiones banales, todo
tiene su fundamento y razón. Unas cosas se basan en motivos morales o de
utilidad, mientras otras se basan en una ingeniosa memoria histórica o natural.
Pongamos a modo de ejemplo la repulsión que sienten por la cebolla. Según narra
su tradición, Dictys, hijo de leche de Isis, cayó al río muriendo en él por
motivo de querer coger una cebolla, cosa que parece verdaderamente inconcebible.
Pero lo que sí es cierto es que la repulsión que sienten los sacerdotes por este
bulbo, se basa en que es el único que crece y se desarrolla durante el curso
lunar. Asimismo, es del todo inconveniente para
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quienes hacen abstinencia y para quienes celebran las fiestas, en el primer caso
porque su ingestión provoca sed, y en el segundo, porque hace llorar, que es del
todo impropio. También siente este pueblo una gran aversión por el cerdo, por
los siguientes motivos: el primero es que se aparean durante el transcurso del
cuarto menguante de la luna y, el segundo, porque la ingestión de su leche
provoca lepra y otras muchas enfermedades cutáneas. Una sola vez al año come
este pueblo carne de cerdo, y es durante la luna llena, con la explicación de
que Tifón, persiguiendo uno de estos animales durante una luna llena, dio con un
arcón de madera en el que se hallaba encerrado el cuerpo de Osiris. No obstante,
hay muchos que creen que ésta es una tradición mal interpretada por la falsedad,
como otras muchas. También se cuenta que los antiguos egipcios estaban privados
de toda comodidad, fasto y vida deleitosa, de tal forma que en el templo a Isis
erigido en la ciudad de Tebas, había una columna repleta de imprecaciones contra
el rey Minas. Según se dice, éste fue el primer rey que hizo abandonar a los
egipcios un modo de vida austero, sin riquezas ni pompas. Asimismo, según se
cuenta, Tenactis, padre de Bocoris, estando en campaña contra los árabes, quedó
avanzado a su bagaje, donde portaba su alimento. De esta forma, tomó de lo que
halló y así comió mucho y a gusto. Entonces, quedó sumido en un profundo sueño
sobre un montón de hojas. En aquel momento cambió su modo de vida, tomando la
vida frugal como mejor, y a partir de entonces pronunció algunos improperios
contra Minos, que mandó se grabasen en dicha columna. IX Este pueblo escogía a
sus reyes entre la clase guerrera o entre la clase sacerdotal. La primera gozaba
de gran estima por su valor, mientras la segunda era querida por su saber
sapiencial. No obstante, cuando un rey era escogido de entre la clase guerrera,
pasaba a entrar en la sacerdotal, donde era iniciado en la filosofía y los
misterios velados, pues estos misterios están ocultos entre oscuros pasajes
mitológicos y extrañas fórmulas que ocultan la verdad. Indudablemente, no
pretendían otra cosa cuando erigían esfinges en las entradas de sus templos,
sino dar a entender que la verdad de la doctrina sacra y la filosofía se hallaba
oculta entre enigmas. Véase así el templo alzado en Sais a Atenea, que,
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según algunos, es la misma Isis, en cuyo frontón podía leerse: Yo soy cuanto ha
sido, es, y será; y ningún mortal jamás ha podido alzar mi peplo. También hay
muchos que creen que Amón (que nosotros los griegos pronunciamos Ammón), es el
mismo Zeus en lengua egipcia. En decir de Manetón el Sebenita, dicho vocablo
significaría cosa oculta o acción de ocultar algo. Según Hecateo de Abdera, los
egipcios hacían uso de este vocablo con la función de llamar a alguien, es
decir, interpelativa. Así, por tanto, al dirigirse al Dios primero, que según su
decir está en el Universo, siendo oculto e invisible, le instan, llamándolo
Amón, a aparecer ante ellos, a manifestarse. Podéis ver con esto, cuán juiciosos
eran en lo referente a las cosas divinas. X Eminencias griegas de la talla de
Solón, Tales, Platón, Eudoxo, Pitágoras y, según dicen, Licurgo, también dieron
testimonio de esto. Todos ellos estuvieron en Egipto, gozando de una buena
relación con los sacerdotes. Se dice que Eudoxo asistió a las lecciones que
impartía Conufis de Menfis; que Solón escuchó las del saíta Sonchis; Pitágoras
las de Enufis de Heliópolis. Según parece, tan admirado quedó este último, que
adoptó para su propia filosofía el lenguaje simbólico y sus enseñanzas
enigmáticas. Verdaderamente se hallan grandes similitudes entre los jeroglíficos
egipcios y la doctrina pitagórica, como por ejemplo: No comer sobre un carro. No
sentarse encima de una fanega. No plantar palmeras. No avivar el fuego en casa
mediante una espada. Creo firmemente que, cuando los pitagóricos denominan a
Apolo como la mónada, a Artémis la díada, a Atenea la septenaria, y a Poseidón
el primer cubo, dieron en imitar cuanto hay construido sobre las sacras
edificaciones egipcias y, ¡por Zeus!, cuanto en ellas se practica. Hacen la
representación de Osiris mediante un ojo y un cetro, aunque no falta quien
afirma que dicho nombre significa aquel que posee muchos ojos, pues en el idioma
egipcio, os, significa muchos, e iri significa ojo. También hacen representación
del cielo, que nunca envejece debido a su eternidad, como un corazón bajo el
cual se halla un brasero, cuyo calor mantiene el ardor de dicho corazón. Se
hallaban en la ciudad de Tebas unas estatuas que representaban a
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unos jueces sin manos y a su superior sin ojos, con lo que se quería dar a
entender que la justicia no puede aceptar presentes ni ser obnubilada. Los
soldados portaban la efigie de un escarabajo en sus anillos, de modo que
recordaba que no existe el escarabajo hembra, sólo macho. Estos animales se
reproducen dejando su virtud seminal en una materia a la que dan forma de
esfera, cuya función era más la de crear descendencia que la de alimentarse.
XI Tomando cuanto se ha dicho más arriba a modo de ejemplo, cada vez que escuches la mitología egipcia y cuanto a sus dioses se refiere, como sus vagabundeos errantes, sus desmembramientos, y sus muchas penalidades, deberás recordar que no significa que las cosas hubieran pasado de la forma dicha. Así, cuando denominan a Hermes el perro, no lo entienden en un sentido literal, sino que se tiene en cuenta de este animal el sentido de la vigilancia, su guardia, la sagacidad que posee para distinguir a amigos de enemigos, reconociendo a unos y desconociendo a los otros, tal y como dice Platón, y así lo relacionan con el más sagaz de los dioses. Tampoco tienen la creencia de que el Sol, como si de un recién nacido se tratase, surgiera de la flor de loto, sino que es la forma de representar la salida de dicho astro, indicando que su acción proviene de la humedad. Asimismo, a Ocho, el más temible de los reyes persas por su crueldad, que después de matar infinidad de hombres, dio muerte al buey Apis y se comió su cuerpo en compañía de sus amigos, fue llamado Espada, y aún hoy se le nombra con tal apelativo en las listas de los reyes. Con este apelativo no quisieron manifestar la esencia propia de su ser, sino que quisieron comparar su inhumanidad y crueldad con dicha arma. Por tanto, si tomas y aceptas lo que se dice de los dioses proveniente de la interpretación que de ellos hacen quienes saben ver lo reverente y lo filosófico, si das cumplimiento a las ordenanzas sacerdotales cumpliendo todos los ritos, y con la creencia cierta de que nada podría ser de más agrado a los dioses que cumplir sus ritos desde el conocimiento verdadero, podrás evitar un mal que es incluso peor que el ateísmo: la superstición.
XII Te relataré ahora el mito
prescindiendo, con el mayor de los cuidados, de cuanto hay en él de superfluo e
inútil, a fin de que sea lo más breve posible. Según se
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cuenta, Rhea tuvo cierta unión secreta con Cronos, y el Sol, teniendo
conocimiento de su entendimiento, alzó una invectiva contra ella diciendo: No
darás a luz durante el mes ni durante el año. No obstante, estaba Hermes
enamorado de ella, y había tenido relación, por lo que se dirigió a la Luna, y
jugó con ella a los dados. Mediante el juego, le arrebató la septuagésima parte
de cada día de su aparición. A base de jugar, consiguió reunir cinco días, los
cuales los añadió a los trescientos sesenta. A estos cinco días, los egipcios
los llaman Epagómenos, que significa adicionales, y durante estos días celebran
el nacimiento de los dioses. En decir del pueblo egipcio, el primer día nació
Osiris y, mientras nacía, oyóse una voz que decía: El Señor de todo cuanto hay,
nace en la luz. En aquel tiempo había en Tebas cierto Pamylés que se hallaba
extrayendo agua de un pozo, cuando oyó una voz que le pedía que gritase con
todas sus fuerzas: El gran rey y benefactor Osiris acaba de nacer. Hecho esto,
Cronos depositó en sus brazos a Osiris, encargándole que se ocupase de su cría,
y que estableciese las fiestas llamadas Pamilias, que son verdaderamente
semejantes a nuestras Faleforias. En el día segundo, y según se cuenta, nació
Aruéris, semejante a Apolo, y que recibió el sobrenombre de Horus el viejo. El
tercer día nació Tifón, que no lo hizo según la forma común, sino rasgando el
flanco de su madre y lanzándose a través de él. En el día cuarto nació Iris
entre las tierras húmedas. Finalmente, durante el quinto día, nació Neftis, a la
que también llaman Teleuté, Afrodita, y otros Niké. También dicen que Osiris y
Aruéris tuvieron por padre al Sol, Isis tuvo a Hermes, y Tifón y Neftis a
Cronos. Por este motivo, los reyes tenían por día nefasto al tercero adicional,
por cuanto lo pasaban sin tomar ninguna decisión importante y sin ocuparse de
sus cuerpos hasta llegar la noche. No falta quien relata que Tifón tomó por
esposa a Neftis, que Isis y Osiris, enamorados, tuvieron unión incluso antes de
nacer, en el seno materno, y dicen también que Aruéris, también llamado Horus el
viejo, y Apolo por los griegos, fue resultado de esta unión. XIII En el momento
en que Osiris alcanzó el reinado, libró al pueblo egipcio de su existencia sin
recursos, basada en las bestias salvajes, y les mostró los frutos que la tierra
proporciona, enseñándoles las leyes y el respeto debido a los dioses. Después,
cruzó todas sus tierras a fin de civilizarla, para lo que en muy pocas ocasiones
tuvo necesidad de las armas, pues su sentido de la persuasión, de la
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argumentación, y la combinación de esto con el canto y la música, sedujo a la
mayoría de los hombres. Por este motivo, los griegos ven en Osiris al mismo
Dioniso. Durante el tiempo que Osiris estuvo viajando, Tifón no se atrevió a
preparar una sublevación, pues Isis le tenía estrechamente vigilado, manteniendo
el orden en la ausencia del dios, pero a su vuelta, se hizo Tifón con setenta y
dos cómplices que le ayudaron a organizar un complot, que estaba secundado por
una reina de Etiopía, Aso. Consiguió Tifón conocer las medidas exactas del
cuerpo de Osiris, y construyó según dichas medidas un cofre verdaderamente
hermoso y decorado de forma sublime que presentó en el festín. Quedaron todos
los invitados muy maravillados por la belleza de tan excelso cofre, y Tifón
prometió, hablando entre chanzas, regalarlo a aquel que acostándose en su
interior tuviera su exacta medida. Todos cuantos allí había, fueron intentando
uno por uno acomodarse en él, pero ninguno encontró su medida, hasta que,
finalmente, fue el turno de Osiris, que se acostó en su interior. De inmediato,
los cómplices de Tifón fueron a cerrar el cofre, unos cerraron la tapa, y otros
la sellaron con plomo fundido. Cuando hubieron acabado de sellarlo, lo tiraron
al río, que transportó el cofre hasta el mar a través de la boca Tanítica, que
aún hoy es aborrecida por los egipcios llamándola maldita. Se dice que estos
hechos acaecieron el día diecisiete del mes Atir, en el que, según dicen, el sol
pasaba por escorpión, durante el vigesimoctavo año del reinado de Osiris. Según
el decir de otros, este número corresponde a la edad del dios, y no a la de su
reinado.
XIV Vivían alrededor de la tierra de
Quemi los Panes y los Sátiros, por lo que fueron los primeros en difundir la
noticia. Por este motivo, todavía hoy, al pavor súbito de las muchedumbres, a
sus temores, se les da el nombre Panico, para conmemoración de este suceso. En
el preciso instante en que Isis tuvo conocimiento de la desdichada noticia, se
cortó un rizo de sus cabellos y vistióse de luto. Esto sucedió en el mismo lugar
en que ahora está emplazada la ciudad de Coptos, cuyo nombre significa
privación, pues también utilizan la palabra koptein en el sentido de privar.
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Entonces, Isis, sumida en la más profunda confusión, erró por todas partes
absorta en su angustia, acercándose a preguntar a todo el que veía. De tal forma
fue, que incluso paró a unos niños a preguntar por el paradero del cofre de
Osiris, y sucedió que aquéllos habían visto el lugar por el que los cómplices de
Tifón habían lanzado el cofre, y por donde había llegado hasta el mar. Por este
motivo, los egipcios tienen la creencia de que los niños tienen la voz
profética, de forma que, según su decir, anuncian presagios cuando juegan en los
templos, diciendo palabras según su ocurrencia. Tomó Isis conocimiento de que
Osiris, guiado por el error, tuvo relaciones con Neftis, su hermana, y tuvo por
prueba una corona de meliloto que halló junto a Neftis. Con tan indiscutible
prueba, Isis abandonó la búsqueda de Neftis, para buscar al hijo de esta unión,
pues la madre, por miedo a Tifón, lo ocultó tan pronto nació. Tomó perros para
la búsqueda y, finalmente, tras grandes penas y trabajos, lo halló. Isis lo tomó
a su cargo y diole el alimento necesario hasta que se convirtió en su guardián y
acompañante. Tuvo por nombre Anubis. Según se cuenta, su misión es la de guardar
a los dioses de igual forma que los perros guardan a los hombres.
XV Tiempo después de esto, llegó a Isis
la noticia de que el cofre, tras llegar al mar, entró en el territorio de Biblos,
y una ola lo llevó muy suavemente hasta un arbusto. El arbusto en cuestión
comenzó a crecer en poco tiempo de forma muy notable, abrazó el cofre y lo
guardó en su interior. El rey de aquel lugar, quedando muy admirado por el
extraordinario crecimiento de dicho arbusto, mandó que lo talasen, con el cofre
invisible en su interior, y lo pusiesen como columna en su palacio. Isis tuvo
noticia de todo esto, según se cuenta, mediante un viento divino, por lo que
viajó a Biblos. Una vez hubo llegado, se sintió verdaderamente exhausta, por lo
que, sin mediar palabra con nadie, se sentó junto a una fuente a llorar. Al
rato, dieron en pasar por aquel lugar las damas de la reina, a las que saludó, y
dio trato de gran cortesía, ofreciéndose a trenzar su cabello y a impregnar sus
cuerpos con el maravilloso perfume que de sí misma exhalaba. Cuando más tarde la
reina vio a sus damas, sintió gran deseo por la mujer venida de otras tierras,
pues
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su cabello y cuerpos exhalaban perfume de ambrosía. Ordenó, por tanto, llamar a
Isis, trabó gran amistad con ella, y la proclamó nodriza de su vástago. Según
cuentan, el nombre del rey de aquel país era Malcandro, y el de la reina,
Astarté, según unos, otros dicen que su nombre era Saosis, y aún otros dicen que
se llamaba Nemanus, Atenaíde para los griegos.
XVI Isis, para dar lactancia al niño, en vez del seno introducía un dedo en su boca, de forma que cada noche quemaba una parte de lo mortal que había en el niño. También se cuenta que Isis, convertida en golondrina, volaba por la noche alrededor de la columna que guardaba en su interior el cofre, lanzando grandes lamentos. La reina, a la que gustaba espiar a Isis, descubrió esto un día, y lanzó grandes gritos viendo como quemaba a su hijo, privándolo de su inmortalidad. Entonces, descubriendo Isis su verdadera esencia de diosa, demandó se le diera la columna que aquel techo aguantaba. La tomó sin el menor esfuerzo, y cortó la madera del arbusto. La cubrió entonces con fina tela y la ungió con perfumes; hecho esto, la confió al cuidado de los reyes. Aún en nuestros días, este trozo de madera se venera en el templo de Isis de Biblos. Cuando Isis halló el cofre, cayó sobre él sollozando grandes lamentos, y de tal manera fue, que el hijo menor del rey quedó como si hubiera muerto. El hijo mayor de los reyes la ayudó a cargar el cofre sobre un barco y marcharon hacia alta mar, pero en el río Fedros, como el viento soplaba con cierta violencia, la diosa se encolerizó y lo secó.
XVII Siguiendo su viaje,
se detuvo en el primer lugar desértico que halló y, a solas, abrió el féretro.
Llorando, puso su rostro sobre el de Osiris, y lo besó. El niño, se acercó por
detrás a fin de observar, pero Isis, cuando descubrió la presencia del niño,
lanzó una mirada tan iracunda sobre el pequeño, que éste murió al acto de
terror. Hay otros que dicen que no fue así como el murió el niño, sino que, por
la violencia del viento, cayó al río y se ahogó. En todo caso, sí es cierto que,
desde entonces, recibe honores por esta causa, pues los egipcios celebran
festines en su honor, llamándolo Maneros. Otros aseguran que el nombre del niño
fue Palestinos o Pelusios, y que la ciudad que la diosa fundó recibió su nombre.
Dicen, asimismo,
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que el dicho Maneros al que los egipcios dedican sus canciones, fue el inventor
del arte de la música. Hay aún otros que aseguran que este nombre no designa a
persona alguna, sino que es una simple expresión acuñada por los hombres que
beben y hacen banquetes para decir: Esté presente entre nosotros la medida. Éste
es, según dicen, el sentido que los egipcios dan a esta expresión cuando la
utilizan. De aquí debe provenir la costumbre extendida entre los egipcios, en el
momento del banquete, de sacar una figura humana en un féretro y pasearla
alrededor de los invitados; no se hace, como algunos creen, en memoria trágica
del féretro de Osiris, sino para recordar a los invitados que debe aprovecharse
el tiempo sin desperdiciar el momento presente, pues es cuestión de tiempo que
todos acaben como el muerto. Éste es el motivo de introducir a tan desagradable
invitado. XVIII Isis, antes de iniciar el viaje que le conduciría hasta su hijo
Horus, que había quedado en Buto educándose, guardó el cofre de Osiris en un
lugar sin tránsito. Acertó a pasar por allí Tifón, yendo de caza a la luz de la
luna, y encontrándolo y reconociendo el cuerpo que se hallaba en su interior, lo
cortó en catorce pedazos y los dispersó. Cuando Isis tuvo noticia de esto, tomó
un barco construido con papiro, y viajó en su busca navegando por todas las
marismas. Por este motivo, aquellos que viajan en barco de papiro, no deben
temer a los cocodrilos, pues no pueden ser dañados por éstos, ya sea por el
temor que causan en estos animales, o porque están forzados a respetar a la
diosa por mandato de Zeus. He aquí el motivo por el que hay tantos lugares en
Egipto con sepulcros de Osiris, porque la diosa erigía uno en cada lugar en que
encontraba un trozo. Hay quien, no teniendo por verdadera esta leyenda, afirma
que Isis modelaba imágenes de Osiris con cada trozo que hallaba, dándolas a las
ciudades como si se tratase del cuerpo entero. También, así, recibiría Osiris la
mayor cantidad posible de honores, además de que, si Tifón hubiera vencido a
Horus, no hubiera podido hallar el verdadero sepulcro de Osiris, equivocándose
ante la gran cantidad de éstos. Isis halló todos
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los pedazos de Osiris, mas no así el miembro viril, pues fue arrojado al río por
Tifón, donde se lo comieron el lepidoto, el pagro y el oxirrinco; aquí se
observa por qué no son apreciados estos peces. Hizo Isis una copia de dicho falo,
y lo consagró, y es ésta una fiesta que aún hoy ce1ebran los egipcios.
XIX
Después, Osiris regresó del Hades junto a Horus, y tomó la tarea de adiestrado
en el combate. Cuando pasó el tiempo, inquirió a Horus sobre cuál sería la
acción más hermosa de entre todas las acciones, a lo que éste respondió
diciendo: "Vengar al padre y a la madre cuando han sido tratados inicuamente.
Osiris le preguntó de nuevo pidiéndole que le dijese qué animal era mejor para
entrar en combate, a lo que aquél respondió: el caballo. Quedó Osiris extrañado
ante esta respuesta, pues no entendía por qué no había nombrado al león, a lo
que Horus le respondió: El león es útil para el hombre que necesita ayuda, pero
el caballo es útil para dispersar al enemigo y abatirlo cuando escapa. Quedó
Osiris verdaderamente admirado ante las respuestas dadas, y entendió que Horus
se hallaba listo para el combate. Según se dice, muchos fueron los egipcios que
a partir de entonces cambiaron de ejército, pasándose a las filas de Horus, y
que incluso Tueris, concubina de Tifón, traicionó a éste poniéndose del lado de
Horus. Vieron los seguidores de Horus que una serpiente perseguía a Tueris, y la
cortaron en pedazos; en recuerdo de este hecho, lanzan una cuerda entre sus
filas y la despedazan. El combate que se produjo duró muchos días y, finalmente,
Horus alcanzó la victoria. Tifón fue capturado y llevado ante Isis, pero ésta no
quiso matarlo, por lo que le quitó las cadenas que lo amarraban y lo liberó.
Este hecho encolerizó a Horus, que arrancó la diadema real que su madre portaba
en la frente. Hermes, ante esto, coronó su cabeza con un casco en forma de
cabeza de vaca. Tifón trató entonces de demostrar la bastardía de Horus, para la
cual cosa emprendió un proceso legal, pero Horus, con la ayuda de Hermes, fue
dictaminado como legítimo, y aún venció en dos batallas más a Tifón. Isis, por
su parte, tuvo unión con Osiris después de muerto, de cuya relación surgió un
niño muy débil nacido antes de tiempo que recibió por nombre Harpócrates.
16
XX He aquí narrados, someramente, los principales puntos que el mito relata. De
él he preferido eliminar los detalles más ofensivos, como podrían ser el
desmembramiento de Horus y la decapitación de Isis. Verdaderamente, los mitos se
sustentan en la naturaleza feliz e imperecedera, y no es conveniente representar
la esencia de la naturaleza divina de ninguna otra manera; siendo así, no hay
ninguna necesidad de apelar a la expresión de Esquilo: debemos rechazarlos
escupiendo, y limpiándonos después la boca. Estoy seguro, ¡oh Clea!, de que tú
misma rechazarás a aquellos que tienen sobre los dioses ideas anómalas y
bárbaras. Tampoco creo necesario decirte que la historia que acabo de narrarte
no guarda ninguna semejanza con esas fábulas absurdas, con esas narraciones
totalmente insostenibles que narran esos poetas y prosistas. Pues hacen éstos
como las arañas, que tejen y tejen expandiendo sus propias ideas sin basarse en
principio alguno, aunque muy bien sabes que contienen narraciones sobre funestos
hechos reales y verdaderos. Tal y como los matemáticos declaran cuando hablan
del arco iris diciendo que es la imagen del sol matizada y coloreada por la
refracción que los rayos sufren en las nubes, también el mito que acabo de
mostrarte es una imagen de cierta verdad que muestra a la mente diversos
pensamientos, pues eso es lo que nos indican los diversos ritos y sacrificios
con su luto y su tristeza, o las disposiciones arquitectónicas que puedes ver en
los templos; estos últimos presentan, por un lado, corredores amplios al aire
libre, suscitando las alas de la libertad y, por otro lado, se ocultan
subterráneamente presentando habitaciones tenebrosas que semejan tumbas a la par
que casas, habitaciones que tienen la función de vestidores de los dioses.
Aunque de forma menos evidente, lo mismo nos indica la multiplicidad de tumbas
de Osiris, pues se dice que su cuerpo está enterrado en múltiples lugares,
aunque se cita una pequeña ciudad, Dioquitos, como el lugar donde está la
verdadera tumba. Además, los más poderosos entre los egipcios, así como los más
afortunados, tienen la prerrogativa de ser enterrados en Abidos porque, en su
decir, es un gran honor el ser enterrados en las proximidades del lugar en que
se halla el cuerpo de Osiris.
17
También se dice que la tumba de Osiris se halla en Menfis, dónde se custodia al
buey Apis -símbolo del alma de dicho dios-, y pretenden algunos que el nombre de
esta ciudad signifique Puerto de los Buenos; de forma más conveniente, otros
hacen derivar su nombre de Tumba de Osiris. Según se cuenta, hay cerca de Filae
una pequeña isla absolutamente inabordable e impenetrable, a la que ni tan sólo
las aves pueden acceder y de la que los peces se mantienen alejados. No
obstante, en una época concreta, los sacerdotes se sumergen en el agua, y hacen
ofrendas y sacrificios fúnebres a la tumba que allí se halla, y que se encuentra
a la sombra de la planta en cuestión -que gana en altura a cualquier olivo-,
coronando entonces el sepulcro.
XXI En decir de Eudoxo, aunque son
verdaderamente numerosas las tumbas de Osiris que se dice que están por todo
Egipto, declara que la verdadera es la de Busiris, y que allí se encuentra su
cuerpo, y lo argumenta diciendo que aquélla está considerada la patria del dios.
No obstante, no es necesario poseer una extraordinaria sabiduría para refutar lo
anterior y demostrar que está en Tafosiris, ya que el propio nombre significa
Tumba de Osiris. No haré aquí comentario alguno sobre el cortar leña, romper el
lino y hacer abundantes libaciones, puesto que están estrechamente relacionados
con ritos mistéricos. Todos los sacerdotes, tanto de Isis y Osiris como de todos
los demás dioses que no son ni increados ni incorruptibles, aseguran que, tras
el fin de sus vidas, tienen cerca de ellos sus cuerpos y, asimismo, que sus
almas lucen como astros en la bóveda celeste. En su decir, el alma de Isis es la
estrella que los griegos refieren como el Perro, y para los egipcios Sotis. La
que corresponde a Horus es Orión, y la de Tifón es la Osa Mayor. También dicen
que hay una cantidad acordada entre los egipcios para dar veneración a las
tumbas de los animales sacros, salvo en Tebaida, porque no creen en ningún dios
mortal, sino en Knef, al que entienden por sempiterno e increado.
18
XXII Viendo la extensa diversidad de narraciones y monumentos de esta índole,
muchos piensan que en el trasfondo, son rememoraciones de grandes reyes y
tiranos que, por sus extraordinarias virtudes y sus poderosas acciones, han
alcanzado el rango de divinidad, pero que después cayeron ante los avatares de
una desdichada suerte. De esta forma, evitan con gran facilidad las dificultades
de los relatos, responsabilizando a los hombres de los actos deshonrosos para un
dios, y utilizando para sus fines las explicaciones que relatan los
historiadores. Así, por ejemplo, evitan hacer consideraciones sobre lo que
cuentan de Hermes, que tenía un brazo más corto que otro, que Tifón era rojo de
piel, que Horus era blanco y Osiris negro, como si fueran meros humanos por
naturaleza. Dicen también que Osiris tenía el apelativo del estratega, y a
Canopos el de piloto, de los que deriva el nombre del astro. Asimismo, aseguran
que la nave que los griegos llaman Argos hace referencia a la barca de Osiris, y
en su honra se ha situado en la bóveda cerca de Orión y del Perro. Estas
constelaciones las consagran los egipcios a Horus, la primera, y a Isis la
segunda.
XXIII No obstante, al adoptar el discurso precedente, temo mover cosas
que no deben ser movidas; temo, como dice Simónides, presentar batalla, no sólo
contra el largo tiempo, sino contra una multitud de razas de hombres, contra
infinidad de tribus unidas con la firmeza que proporcionan los sentimientos
religiosos a sus dioses; temo, verdaderamente, hacer descender la gloria de
estos hombres extraordinarios desde los cielos hasta la tierra; temo
profundamente aniquilar esta creencia, este culto que se halla arraigado en lo
más profundo de la mayoría de hombres desde el origen mismo de los tiempos,
abriendo así las puertas a todo el ateísmo atroz de León que reduciría la gloria
de los dioses al nivel y medida de los hombres, dando así el beneplácito a los
discursos mentirosos de Evémero de Mesenia. Este hombre escribió todo un relato
mitológico sin la menor base ni verdad y diseminó el descreimiento sobre la faz
de toda la tierra, llevando al olvido los verdaderos nombres de los dioses,
trocándolos por los de generales, almirantes y reyes que, según su decir,
existieron hace mucho tiempo, y están inscritos con
19
doradas letras en la isla de Panqueos; según parece, no obstante, salvo Evémero,
no hay bárbaro ni griego que haya estado jamás en Panqueos ni en Trifilos, pues
estos pueblos no están en ningún lugar, y no existen ni han existido nunca.
XXIV
Sin embargo, entre los asirios se honran y veneran con grandes cánticos las
extraordinarias obras de Semiramis; igualmente hacen en Egipto con las acciones
de Sesostris. Aún hoy, los frigios dan el nombre de mánicas a las acciones
sobresalientes y que causan admiración, en memoria de Manes, antiguo rey de esas
tierras que obró de forma bella por su virtud y poder. Otros hombres le dan el
nombre de Masnes. Ciro condujo al pueblo persa, y Alejandro a los macedonios, y
ambos alcanzaron un triunfo tras otro, hasta alcanzar prácticamente los lindares
de la tierra. No obstante, tales hombres tan sólo poseen el nombre y el recuerdo
para la posteridad de haber sido grandes caudillos. Utilizando las palabras de
Platón, los hombres que, henchidos de orgullo, llevados por su alma, tanto por
su juventud como por su falta de reflexión, se apropiaron de la excelencia de la
divinidad, haciendo que se les edificaran templos, tuvieron una fama efímera en
el tiempo. Más tarde, además de quedar endeudados por su vanidad, acabaron
pagando su descreencia y su desprecio por las leyes, llevados por muy prematura
muerte, hicieron a modo del humo, se elevaron y se desvanecieron. Y hoy día han
sido arrancados de sus santuarios y templos, como si de esclavos se tratase, de
forma que nada les queda salvo sus tumbas. De aquí proviene que, cuando Antígono
el Viejo escuchó en unas poesías hablar de cierto Hermódoto como Hijo del Sol y
dios, declaró: El esclavo que tengo al servicio de mi evacuatorio sabe tan bien
como yo que tales epítetos no se me ajustan. De igual forma, el escultor Lisipo
amonestó al pintor Apeles por realizar un retrato de Alejandro, porque puso
entre sus manos un rayo, cuando él mismo le había puesto una lanza, y le criticó
diciendo: Pase el tiempo que pase, la gloria que esta arma le dio, no
desaparecerá, pues, verdaderamente, ella ha sido su pertenencia y propiedad.
20
XXV Es, con mucho, preferible el pensamiento de quienes opinan que las
narraciones de las desdichas de Osiris, Isis y Tifón, no son avatares sucedidos
a dioses ni a hombres, sino a los daemons, aquéllos sobre los que Platón,
Pitágoras, Xenócrates y Crisipo, secundando a los teólogos más antiguos, dicen
que están provistos de una fuerza superior a la humana y de un poder más elevado
que el de nuestra naturaleza. No obstante, tampoco poseen la naturaleza divina
en su pureza, sino que participan de la naturaleza del alma a la par que de las
facultades sensibles de la percepción corporal. Por tanto, tienen en sí la
capacidad de percibir el placer, el dolor, y cualquier otra percepción sensible
que de ahí se derive, por lo que son capaces de sentir las molestias en mayor o
menor grado. Hay entre los daemons, como sucede con los hombres, diferencias en
cuanto a virtud o vicio. Las narraciones que los griegos cantan sobre las
hazañas de los Gigantes y los Titanes, algunos actos inicuos de Cronos, el
vagabundeo de Deméter, no son menores en absoluto a las historias de Osiris,
Tifón, y demás. Podríamos decir exactamente lo mismo en lo que respecta a los
secretos de las ceremonias mistéricas de iniciación, y de todo aquello que se
esconde a los ojos de la turba. XXVI Hallamos en Homero que, cuando se refiere a
mortales de gran mérito, dice de ellos que actúan como dioses, y que son
semejantes a los dioses, no obstante, cuando se sirve de la palabra daemon,
indica por igual a buenos y malos. Así, por ejemplo, dice: Ven aquí daemon, ¿por
qué causas tal pavor entre los Argivos? O también: Entonces, por cuarta vez, le
embistió semejando a un daemon. En otro punto dice: Tú, que estás poseída por un
daemon, ¿qué gran ofensa te han hecho Príamo y sus hijos como para que te
empeñes en destruir la bien construida plaza de Ilión? De este modo nos muestra
que los daemons no tienen una naturaleza simple, sino mixta y versátil. En la
misma línea se declara Platón cuando sitúa a los olímpicos dioses en el lado
izquierdo y les asigna el número impar, y lo contrario para los daemons. Afirma
Xenócrates que los días considerados nefastos, así como las fiestas y ritos que
conllevan ciertas flagelaciones o golpes en el pecho, o en que se
21
utilizan expresiones obscenas o de mal presagio, no son adecuadas ni
convenientes para honrar a los dioses ni a los buenos daemons. Según el decir de
este filósofo, en el espacio que nos envuelve se encuentran ciertas fuerzas
rudas e indomables que se deleitan con este tipo de veneraciones, y que cuando
las logran, dan a los hombres grandes males. Hesíodo, por otro lado, habla de
daemons buenos, puros y nobles a los que denomina guardianes de los hombres, y
de ellos dice: Ellos dispensan las riquezas a los hombres, pues gozan de ese
real privilegio. Platón se refiere a éstos diciendo que son intérpretes y
sirvientes, seres que se hallan a caballo entre hombres y dioses, conduciendo
hasta el cielo los ruegos y súplicas que los hombres hacen, y trayendo de allá
los oráculos y los dones que los dioses nos envían. En decir de Empédocles, los
daemons también sufren las penas por las faltas e incorrecciones que cometen.
Dice: El poder del éter los impele hacia el mar; el mar los escupe hacia la
tierra; la tierra los impulsa hacia los rayos del vigoroso sol, y éste los
impele de nuevo hacia el torbellino del éter. Unos lo reciben de otros, mas
todos los detestan. Todo esto perdura hasta que han pagado su justo castigo y
purificación, momento en el que recuperan el lugar y situación que la naturaleza
les asignó. XXVII Cuanto se ha dicho y otras cosas similares que se cuentan, son
equivalentes a las que se explican sobre Tifón, es decir, todo cuanto se dice
sobre que sus celos y hostilidad fueron las que le impelieron a cometer actos
tan atroces que lo convulsionaron todo, de forma que la tierra entera y el mar
se vieron repletos de males, por lo que luego pagó la expiación de sus malos
haceres. La justa venganza fue llevada a cabo por la hermana y esposa de Osiris.
Cuando hubo sofocado la terrible locura de Tifón, y hubo apagado su rabia, no
quiso permitir que los combates y guerras que sostuvo, sus viajes errantes, la
gran cantidad de sabiduría y de valor tuvieran por respuesta el olvido y el
silencio, sino que ella, mediante alegorías, ritos y representaciones, consagró
una doble lección, de piedad y de estímulo, para ejemplo de todos los hombres y
mujeres que pudieran sufrir adversidades análogas. Así, Isis y Osiris, siendo
daemons, alcanzaron por virtud el rango de dioses, tal y como más tarde les
sucedería a Heracles y a Dionisio, que reciben a la par los
22
honores de dioses y daemons, por cuanto ejercen el doble poder, es decir, sobre
la tierra y bajo ella. Dice Arquémaco de Eubea, entre otros, que Serapis no es
otro que Plutón, y que Isis no es otra más que Perséfone, tal como afirma
también Heráclito de Pontos cuando afirma que el oráculo de Canopis es el mismo
que el de Plutón. XXVIII Ptolomeo Sóter tuvo un sueño en el que se le aparecía
el coloso de Plutón en Sínope; nunca antes lo había visto, ignorando su forma, y
aun su existencia. Le dio orden, el dios, de que trasladara con la mayor
brevedad posible su figura hasta Alejandría. Ignoraba por completo, este hombre,
el lugar en que se hallaba dicha estatua, por cuanto, ante la dificultad, se
resolvió a relatar a sus amigos su sueño. Hubo entre estos un hombre, Sosibios,
que recordaba haber visto un coloso similar al del sueño en Sínope. Envió así el
rey Ptolomeo a Sóteles y a Dionisio a buscarla y, tras grandes fatigas, y no sin
contar con el favor divino, consiguieron llevársela furtivamente. Cuando la
exhibieron a la vista de todos, Timoteo el intérprete y Manetón el Sebenita,
dedujeron que no era otra más que la estatua de Plutón, mediante los emblemas de
Cerbero y la sierpe, y persuadieron a Ptolomeo de que aquélla no era otra sino
la imagen de Serapis. En su lugar de origen no poseía este nombre, pero llegada
que hubo a Alejandría, pasó a denominarse Serapis, puesto que éste es el nombre
que utilizan los egipcios para denominar a Plutón. Dice Heráclito el físico:
Hades y Dioniso son el mismo dios, y en su honor llegan hasta el delirio y
festejan los prensadores de uvas, y esto no hace sino confirmar la misma
opinión. Pretender que Heráclito se refiere al Hades apelando al cuerpo en el
que nuestra alma se convulsiona víctima del delirio, es dar una argumentación
muy pobre y sin ninguna base verdadera, tan sólo es una frívola alegoría. Parece
más congruente identificar a Osiris con Dioniso, y a Serapis con Osiris, nombre
que Osiris recibió cuando mudó su naturaleza. Por este motivo Serapis es nombre
común a todos los que sufren estos cambios, tal como Osiris, cosa que bien saben
todos aquellos que están iniciados en los Misterios Sagrados.
23
XXIX No es en absoluto conveniente, por tanto, que prestemos la mas mínima
atención a los textos frigios, en los que se narra que Isis era hija de Caropo,
que a su vez era hija de Prometeo; ni que Tifón era descendiente de Eaco, el de
Heracles. Cuando Filarco dice que Dionisio fue el primero en conducir dos bueyes
partiendo de la India para llegar a Egipto, de los que dice que uno llevaba por
nombre Apis y el otro Osiris, o cuando dice que Serapis, cuyo nombre proviene de
la palabra saírein, que algunos dicen que significa embellecer u ordenar, es
quien pone orden en el universo, no debemos entender sino que son meras
absurdidades que hemos de ignorar. En efecto, estas aserciones de Filarco no son
sino patrañas, y peores aún son las de aquellos que afirman que Serapis no
designa a ningún dios, sino que pretenden que signifique el féretro de Apis;
dicen estos mismos que en Menfis hay unas puertas de bronce que se llaman Leteo
y Cocito, y que, mientras duran los funerales de Apis, se abren produciendo un
ruido profundo y fuerte, y de aquí hacen provenir que pongamos la mano sobre las
cosas de bronce que producen algún sonido, para detenerlo. Algo más de sentido
tienen aquellos que afirman que Serapis deriva de seúesthai (precipitarse) y
sousthai (lanzarse), expresando así el movimiento universal. No obstante, la
gran mayoría de los sacerdotes egipcios, hacen provenir este nombre de la
composición de Osiris y Apis, queriendo mostrar así que Apis es la bella imagen
corporal del alma de Osiris. Particularmente opino que, si Serapis es nombre
egipcio, debe tener significado de regocijo y alegría, porque llaman a su fiesta
saírei, que es los días de regocijo y alegría. En decir de Platón, Hades, el
hijo de la clemencia, es así llamado porque quien a él acude, recibe
benevolencia y buen auspicio. Asimismo, los egipcios poseen gran cantidad de
nombres que también tienen una significación, como por ejemplo su forma de
referir el lugar subterráneo al que, en su decir, van las almas tras la muerte,
el Amentes, que quiere decir aquel que recibe y da. Por lo que respecta a la
diserción sobre si ésta es una de tantas palabras que fueron transferidas
antiguamente desde Grecia a Egipto, es algo que elucidaremos en su debido lugar.
Por lo pronto, continuaremos con el discurso que hasta aquí nos ha traído.
24
XXX Tal y como ya hemos dicho, Isis y Osiris mudaron de daemons a dioses. En lo
que respecta a Tifón, debilitado y sin fuerzas, no tiene poder para luchar
contra la muerte, y se agita y remueve en convulsiones, por lo que los egipcios
lo calman y sosiegan con sacrificios, o lo humillan en sus festejos,
ofendiéndole, insultando a los hombres de pelo rojo o, como hacen en Capto,
arrojando desde lo alto de un precipicio un asno, puesto que el aspecto de Tifón
era como el de un asno con su pelo rojizo. En la misma línea, los habitantes de
Busiris y los Licopolitanos, jamás utilizan clarines, pues dicen que su sonido
semeja el rebuznar de un asno. En definitiva, creen los egipcios que el asno es
un animal impuro y poseído por un mal daemon por su semejanza con Tifón. Por
este mismo motivo, en los festejos del mes Paini y los de Faofi, hacen unas
tortas en las que graban la imagen de un asno atado; en los sacrificios que
ofrecen al Sol, recomiendan no llevar objetos de oro sobre sí, y no dar de comer
a ningún asno. También los pitagóricos afirman que Tifón tiene el poder del
daemon, pues, en su decir, nació en la mitad del número par del que cada parte
igual representa cincuenta y seis. Siguiendo su decir, Hades, Dioniso y Ares
tendrían la naturaleza del triángulo; Rea, Afrodita, Deméter, Hestia y Hera la
del cuadrado; el dodecágono representaría la naturaleza de Zeus; y, como afirma
Eudoxo, el polígono de cincuenta y seis lados designa a Tifón. XXXI Puesto que
los egipcios consideran que Tifón era rojo, le ofrecen como sacrificio bueyes de
dicho color, y tan escrupulosos son en ello, que de tener un solo pelo de otro
color, blanco o negro, lo consideran como insacrificable. Creen que a los dioses
no hay que hacerles sacrificio de aquello que aman, sino al contrario,
sacrifican los animales que poseen las almas de los inicuos e injustos cuando
han transmigrado. Por dicho motivo, los sacerdotes, antiguamente, tras proferir
injurias sobre la cabeza del animal inmolado, echaban al río su cabeza; hoy día
se las venden a los extranjeros. Los Esfragistas marcaban con un sello a los
bueyes que habían de ser inmolados, y el sello en cuestión representaba a un
hombre postrado
25
de rodillas con las manos atadas a la espalda y una espada bajo su cuello, tal y
como relata Cástor. El asno, en su parecido a Tifón, tanto por su estupidez y
lascivia, como por la rojez de su pelo, sufre el castigo. Este parecido también
lo quisieron ver entre este animal y Ocos, aquel rey de Persia conocido y odiado
por su crueldad y malevolencia, y cuando éste lo supo, replicó: Este asno, no
obstante, se regalará con vuestro buey, y sacrificó a Apis, tal y como cuenta
Dión. Quienquiera que fuese el que añadió a la historia de Tifón que, tras el
combate, huyó montado en un asno, viajando sobre éste durante siete días y que
después procreó dos vástagos, Hierosólimo y Judeo, sin duda quiso añadir
elementos judaicos a la narración. XXXII Tales son las interpretaciones que
sugieren estos relatos. Pasaremos ahora a exponer las interpretaciones más
sencillas de quienes parecen explicar las cosas de forma más rigurosamente
filosófica. De igual manera que entre los griegos hay quien dice que Cronos
representa el tiempo, Hera el aire, y Hefesto significa con su nacimiento el
paso del aire al fuego, hay entre los egipcios algunos que sostienen que Osiris
es el Nilo, que se une con la tierra, Isis, y que Tifón sería la representación
del mar en el que el Nilo desaparece, aunque no todo el Nilo se dispersa en el
mar, sino que queda una parte que absorbe la tierra para su fecundación y
fertilidad. Hay también un lamento sagrado que se canta sobre el Nilo, diciendo
que Osiris nació en su lado izquierdo, yendo a morir a su lado derecho; y, en
verdad, para los egipcios, Oriente está considerado como la faz del mundo,
quedando al Norte la derecha y al Sur la izquierda. Así, siguiendo su decir, el
Nilo parte del Sur, es decir, de la izquierda, y se desliza hacia el Norte, que
es la derecha. Por el mismo motivo, los sacerdotes, en su sacro temor al mar, le
ofrecen sacrificios, y llaman a su sal espuma de Tifón, por cuanto se privan de
la sal en sus banquetes, así como tampoco dirigen jamás la palabra a los pilotos
de las naves, pues viven en el mar y del mar. También se sustenta en
26
esta idea su aversión por el pescado, de tal forma que la palabra odiar se
representa por un pez. Había en Sais, en el vestíbulo del templo consagrado a
Atenea, una inscripción grabada en la que se podía contemplar un niño, un viejo,
un halcón, un pez y, finalmente, un hipopótamo; esto significaba: Vosotros, los
que tenéis que nacer y morir, sabed que Dios odia la violencia insolente, porque
el niño es imagen del nacimiento, y el viejo de la muerte, indica el halcón a
dios, y el pez el odio, como ya he relatado, y el hipopótamo la violencia
insolente, pues dicen que este animal, después de dar muerte a su padre, tiene
unión con su madre; todo esto es según la forma de escribir de los egipcios.
Cuando los pitagóricos afirman el mar es una lágrima de Cronos, parece que
quieren indicar que el mar es impuro y ajeno al resto de la naturaleza. Todo
cuanto he expuesto hasta aquí, pertenece al decir de tradiciones vulgares y
comunes. XXXIII No obstante, los sacerdotes con más sabiduría, no se contentan
con llamar Osiris al Nilo y al mar Tifón, sino que amplían la idea otorgándole a
Osiris toda potencia y principio húmedo, pues, en su decir, éste es la causa de
toda generación y substancia de todo germen. Tifón sería el opuesto, es decir,
principio primero de la sequedad, así como de todo cuanto es ardiente, árido y
enemigo de la humedad. Dado que creen que su piel era roja y pálida, tratan de
evitar a la gente con estas características, pues no se hallan a gusto con
ellos. Cuentan las tradiciones que Osiris era de piel negra, basando esto en que
la acción del agua todo lo ennegrece -la tierra, los vestidos, y las nubes-, y
en que el negro del cabello que poseen los jóvenes proviene que tienen gran
cantidad de humedad. Por el contrario, el cabello cano aparece en los hombres
que están debilitados, es una especie de palidez que aparece en aquellos que
tienen mayor sequedad en sí. De la misma forma, la primavera es floreciente,
germinativa y fértil, mientras que el otoño, falto de humedad, es hostil y
nocivo para plantas y animales. El buey Mnévis, el más querido por los egipcios
después de Apis, y que es criado en Heliópolis, también es negro. Este buey está
consagrado a Osiris, e incluso hay quien afirma que es padre de Apis.
27
La propia tierra de Egipto es una de la más negras, tanto como la niña del ojo,
y la llaman Quemi, comparándola con un corazón, pues, al igual que éste, que se
halla en la parte izquierda del hombre, este país se encuentra en la zona
meridional del mundo habitado. XXXIV También afirman que el Sol y la Luna no
hacen su trayecto celeste en carros, sino en naves, dando a entender que
obtienen su principio y origen en la humedad. Sostienen, asimismo, que tanto
Homero como Tales tomaron su saber del pueblo egipcio, pues también consideran
el agua como principio primero y potencia productora de los seres. En verdad,
según dicen, el Océano es Osiris, y Tetis es Isis, diosa nodriza y sustentadora
de todo. Ciertamente, los griegos denominan la emisión de esperma apousía, y al
coito synousía; al hijo lo denominan hyiós, sustantivo derivado de hydor (agua)
y asimismo de Hysai (llover); finalmente, a Dioniso, señor de la naturaleza
húmeda, que efectivamente no es otro que Osiris, lo denominan Hyes (húmedo).
Hellanicos asegura que oyó a los sacerdotes egipcios nombrar a Osiris
pronunciando Hysiris, por lo que persevera en nombrarlo siempre de esta forma
debido a la naturaleza de este dios, y del descubrimiento que hizo. XXXV ¿Quién
puede conocer, ¡oh Clea!, mejor que tú, que Osiris no es otro más que Dioniso,
siendo tú la más eminente entre las Tíades de Delfos? ¡Tú, que fuiste por tu
padre y tu madre consagrada a los Misterios de Osiris! Si se nos demandan
pruebas, dejemos a un lado los misterios herméticos, y vayamos a las ceremonias
que los sacerdotes practican abiertamente, el entierro del buey Apis, el
traslado de su cuerpo sobre una almadía, no difieren en absoluto de las
procesiones báquicas. De igual forma, se revisten con pieles de corzo, portan
tirsos, profieren gritos, y se mueven y agitan como aquellos que están poseídos
por Dioniso en sus orgías. La misma identidad a la que nos referimos es la que
ha impulsado a gran cantidad de artistas griegos a representar a Dioniso en
forma de toro. En Elide, las mujeres que ruegan a Baco que se les acerque, lo
hacen suplicando que se les acerque con pie de toro. Los argivos dieron a
Dioniso el apelativo de Bougenes, es decir, el nacido de una vaquilla, y lo
invitan a salir del agua al son de los clarines, para lo cual, lanzan un cordero
al fondo del agua para el Guardián de las Puertas.
28
Los clarines en cuestión, los llevan ocultos en los tirsos, tal y como muy bien
señala Sócrates en su Tratado sobre las ceremonias santas. De igual manera, todo
aquello que se narra sobre los Titanes, las conmemoraciones nocturnas de las
fiestas báquicas, es equivalente a lo que se narra de Osiris, su
desmembramiento, su vuelta a la vida, y su renacer. También sobre sus sepulcros
se encuentran analogías. Tal y como ya se ha explicado, los egipcios contemplan
una gran cantidad de tumbas para Osiris y, de igual manera, los delfios aseguran
que los restos de Dioniso se hallan cerca de su oráculo, y los Hosías veneran
secretamente en el templo de Apolo cuando las Tíadas despiertan al Licnon. Sirva
Píndaro como testimonio de que los griegos consideran a Dioniso, no sólo como
dios del vino sino también de la naturaleza húmeda, cuando dice: Que haga
Dioniso crecer los árboles, resplandor del otoño. Aquí se halla el motivo por el
que los adoradores de Osiris tienen prohibido el destruir un árbol frutal, o
cegar un manantial. XXXVI Los sacerdotes de Osiris, no sólo consideran como
emanación de dicho dios al Nilo, sino también todo aquello cuanto posee una
naturaleza húmeda, por cuanto sus procesiones siempre van encabezadas por un
cubo de agua. La imagen de un junco les representa tanto la figura del rey como
la región meridional, y dicen que simboliza la irrigación y la gestación
universal, y en su naturaleza semeja al miembro generador. Durante las fiestas
de Pamilias, de las que ya se ha dicho que son fálicas, pasean a la vista de las
gentes una estatua con un miembro fálico tres veces mayor al normal; el motivo
es, a saber, que dios es el principio, y el principio, por su naturaleza
prolífica, multiplica cuanto proviene de él. Por efecto de la costumbre, cuando
deseamos expresar la idea de multiplicidad utilizamos el tres, así, decimos:
tres veces feliz y, triples fueron sus lazos inquebrantables .¡Por Zeus!, si no
es que a sido tomada por los antiguos en su más preciso sentido. La naturaleza
húmeda, siendo principio generador, produjo de sí tres substancias elementales:
tierra, aire y fuego. Así, cuando el relato nos explica cómo Tifón lanzó al río
el falo de Osiris, cómo Isis lo buscó sin éxito, y cómo realizó una réplica del
primero, ordenando que se venerase y llevase con toda pomposidad, enseña que el
principio generador
29
y productor adquirió su virtud generatriz en la humedad, y que a partir de dicha
humedad, se expandió mezclándose con el resto de elementos que naturalmente
tienen la capacidad de producir generación. En Egipto se añade un relato a este
mito, según el cual, Apopis, hermano del Sol, entró en pugna con Zeus. Acudió
presto Osiris a socorrer a Zeus, y con esta ayuda, Zeus venció a su adversario.
En pago a esta ayuda, Zeus adoptó a Osiris como hijo propio, y le dio por nombre
Dioniso. Verdaderamente, es muy elemental, y salta a la vista, la relación entre
este mito, y el orden de la naturaleza física. Para los egipcios, Zeus designa
al soplo de viento, el cual, a su vez, es enemigo natural de la desecación y el
fuego; aunque estos elementos no son propiamente el sol, sí están en estrecha
relación con él; la humedad, en tanto que atenuante del exceso de sequía,
acrecienta y fortalece las exhalaciones que alimentan al viento, vigorizándolo.
XXXVII En opinión del pueblo griego, la yedra es una planta consagrada a Dioniso;
por su parte, los egipcios, la llaman khenosiris, que significa planta de Osiris.
Según atestigua Aristón, redactor de la historia sobre la colonización
ateniense, halló una vez cierta misiva de Alexarco en la que se afirmaba que a
Dioniso -hijo de Zeus e Isis-, los egipcios no le llamaban Osiris, sino Arsafes
(con alfa), nombre que designa a la virilidad. También Hermaios parece secundar
el decir de Aristón, según se extrae del primer libro de su tratado sobre el
pueblo egipcio, pues en su decir, la palabra Osiris tiene el significado de el
poderoso. Pasaré aquí por alto la opinión de Mnaseas, que pretende una analogía
entre Epafos y Dioniso, y entre Osiris y Serapis, así como la opinión de
Anticlides, que asegura que Isis era hija de Prometeo y que tuvo ayuntamiento
con Dioniso. Todo cuanto hemos mencionado acerca de los festejos y ritos es
suficientemente clarificador y convence más que los testimonios. XXXVIII En lo
que a materia de astros se refiere, los egipcios relacionan a Sirio con Isis,
porque dicho astro trae el agua. Tienen asimismo una especial veneración por el
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León, y cuando el sol entra en León, adornan con fauces de león abiertas las
puertas de sus templos, porque es el tiempo en que el Nilo se desborda. De igual
forma, afirman que el Nilo es una emanación de Osiris, y la tierra el cuerpo de
Isis, pues no entienden que Isis sea toda la tierra, sino tan sólo la que es
regada y fertilizada por el desbordamiento del Nilo. De esta fecundación nace
Horus, por lo que ven en Horus la época en que la atmósfera es propicia para la
conservación y nutrición de todo. Según relatan, Horus fue criado por Leto en
las marismas que se encuentran cerca de Buto; dicen esto debido a que dichas
tierras, verdaderamente húmedas y empapadas, son mucho más nutritivas y mitigan
la sequedad y el calor agobiante. Además, este pueblo designa con el nombre de
Neftis a las tierras más extremas de Egipto, que son aquellas que se encuentran
en las laderas de las montañas y las tocantes al mar, por cuanto aplican a
Neftis el apelativo de extrema, y afirman que se une con Tifón. También, cuando
sucede que el Nilo, en su desbordamiento, toma contacto con dichas tierras
extremas, llaman a esto la unión de Neftis y Osiris, y de la manifestación de
dicha unión dan testimonio las plantas que de ahí nacen. El meliloto es una
planta que nace de dicha unión, por cuanto la narración afirma que Tifón
descubrió la traición hecha a su lecho hallando una corona de meliloto. Dicen
también que de esta forma Isis generó de forma legítima a Horus, pero no así
Neftis, que engendró a Anubis de forma ilícita. No obstante, en la escritura de
las dinastías reales se puede leer que Neftis, tras haber contraído matrimonio
con Tifón quedó estéril. Si este aserto no es referido a la mujer sino a la
diosa, quiere hacer referencia a la extremada esterilidad de la tierra, pues es
infecunda a causa de su gran dureza. XXXIX La malignidad y tiranía atribuidas a
Tifón, manifiestan que la fuerza de la sequía desvanecía toda la humedad que el
Nilo había producido tras su crecida. Cuando se narra sobre la reina etíope que
presta su ayuda a Tifón, se hace referencia a los vientos del sur, que provienen
de las tierras de Etiopía. En verdad, cuando la llegada de estos vientos
detienen a los etesios, que son los que impelen a las nubes, y retienen la caída
de la lluvia que ha de hacer crecer el Nilo, Tifón ejerce su dominio secándolo.
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Cuando tal cosa sucede, la tiranía de Tifón provoca que el Nilo, completamente
debilitado, se deslice semejando apenas un hilo de agua que fluye por un canal
hundido hasta el mar. Por lo tanto, el encierro de Osiris en el cofre, no parece
significar otra cosa más que la desaparición del agua del Nilo. Por eso cuentan
que Osiris desapareció durante el mes Atir _que es cuando los vientos etesios
cesan su empuje, y el nivel del río desciende desmesuradamente hasta no dejar a
la vista más que un lecho vacío. Durante esta época, las noches se alargan, por
cuanto se hacen más oscuras, y el poder de la luz queda exangüe, como vencido.
Los sacerdotes, entonces, entre funestos ritos, practican uno que consiste en
tomar una imagen dorada de una vaca (porque la vaca es imagen de Isis y de la
tierra), envolverla en lino negro, como símbolo de luto, y exponerla durante
cuatro días a partir del diecisiete del mencionado mes. Cada uno de estos cuatro
días trae consigo una lamentación, por lo que cada día se consagra a una de
ellas: el primero se consagra al descenso del Nilo y su desaparición; el segundo
al cese de los vientos norteños, vencidos por la fuerza de los vientos del sur;
el tercero a que la duración del día es menor a la de la noche; y en el cuarto
se lamenta la aridez y sequía de la tierra, así como la caída de las hojas de
los árboles. Cuando llega la noche del día decimonono bajan hasta el mar, donde
los estolistas y demás sacerdotes, portando un gran cesto que contiene el cofre
dorado, vierten el agua dulce que portan. En ese momento, se produce un
extraordinario griterío entre la multitud, manifestando la creencia de que
Osiris ha sido hallado. Seguidamente, tomando un pedazo de tierra fértil,
mezclándola con agua, y añadiéndole valiosas esencias, dan forma a una figurilla
que posee la imagen de la media luna; a continuación visten esta figurilla y la
adornan, para manifestar su creencia de que estas dos divinidades son la
sustancia de la tierra y del agua, Isis y Osiris. Una vez hubo Isis recuperado a
Osiris, y hubo posibilitado el crecimiento de Horus (mediante exhalaciones,
humedad y nubes), Tifón sufrió la derrota, pero no su destrucción. No podía
permitir la diosa, soberana de la tierra, la destrucción del principio
antagónico a la humedad; por tanto, liberando sus manos, dejó que huyera, pues
el mundo no podría estar completo faltando el principio ígneo, dado que tal cosa
significaría el desequilibrio entre las diversas fuerzas.
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Si bien aceptan esta explicación por tener buen fundamento, tampoco se debe
rechazar esta otra, que viene asimismo según la tradición. Se dice que Tifón
tenía la potestad sobre los dominios de Osiris, ya que, en otro tiempo, Egipto
era mar. Debido a esto, todavía hoy se hallan gran cantidad de conchas en las
minas y en las montañas. Hay una gran cantidad de fuentes y pozos cuya agua es
salada y amarga, en recuerdo del antiguo mar que aquí hubo. No obstante, con el
tiempo, Horus venció sobre Tifón, la cual cosa significa que, después de un
tiempo de grandes lluvias, el Nilo, se acrecentó haciendo retroceder al mar, así
que hizo aparecer las planicies y las rellenó con tierras de aluvión. Esto se
puede apreciar a simple vista, pues podemos apreciar que cuando el río crece,
hace aparecer nuevo limo e impele a la tierra con el agua, por lo que el mar se
retira y los aluviones dan la altura necesaria como para hacer desaparecer el
agua. Por el mismo motivo, aunque Homero cantaba que Faro se hallaba a un día de
distancia de Egipto, hoy se halla formando parte íntegra. Esto no se debe,
obviamente, a que la isla se moviese acercándose a tierra, sino que el espacio
que había entre la isla y la tierra firme se ha rellenado de tierra. Hallamos
aquí una semejanza con las respuestas teológicas dadas por los estoicos, que
dicen que Dioniso es el espíritu generador y nutritivo, Heracles es la unión y
la división, Amón quien recibe, Deméter y Coré quienes penetran en la tierra y
en los frutos, y Poseidón el espíritu que penetra en el mar. XLI Aquellos que
incorporan las explicaciones astronómicas a las físicas, asignan a Tifón el
mundo solar y a Osiris el mundo lunar. Siguiendo su decir, la emanación húmeda y
fértil de la luna es propicia a la generación de animales y plantas, y la
emanación solar, por su fogosidad y sequedad, quema las nuevas generaciones de
animales y los brotes vegetales, por lo que, el propio calor, convierte la mayor
parte de la tierra en zona inhabitable, triunfando enérgicamente sobre la luna.
Los egipcios, por todo lo dicho, dan el nombre a Tifón de Seth, que significa el
opresor, el tirano. También dicen que Heracles, que se estableció en el sol,
sigue las evoluciones con él, así como Hermes hace con la luna.
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Verdaderamente, el influjo lunar recuerda a la sabiduría y al razonamiento, y
las del sol, por otro lado, recuerdan a la fuerza física, a la violencia. En
decir de los estoicos, el sol fue encendido por el mar, y éste es el que lo
sustenta, no así las aguas de los manantiales y lagos, que emanan una virtud
dulce y suave a la luna. XLII Según narra la mitología egipcia, Osiris murió en
el decimoséptimo día de Athyr, en el cual, la plenitud de la luna se halla
bastante menguada. Los pitagóricos dan a este día el nombre de interposición, y
sienten por este numero una gran repugnancia absolutamente sagrada. Esto es
porque entre el número cuadrado 16 y el rectángulo 18, únicos números planos en
los que la medida de sus perímetros son idénticas a las de sus áreas, se
encuentra precisamente el 17, interponiéndose entre uno y otro, creando así una
división desigual de nueve y ocho. Hay quien afirma que veintiocho fueron los
años del reinado de Osiris, y hay quien afirma que éstos son los años que vivió,
pues este número es el correspondiente al ciclo lunar, es decir, el tiempo
durante el que ésta ilumina. En el tiempo consagrado a los funerales de Osiris,
toman leños y construyen una arqueta en forma de media luna, pues ésta es la
forma que adopta la luna cuando se aproxima al sol estando presta a hacer su
eclipse. Relacionan, asimismo, las catorce partes en que fue desmembrado con los
catorce días durante los cuales la luna mengua, desde la luna llena hasta la
luna nueva. Cuando ha quedado libre del sol, reapareciendo de nuevo, se la
denomina Bien imperfecto, dado que Osiris es benefactor en esencia, y su propio
nombre expresa su poder activo y bienhechor. De otra manera, Osiris es llamado
Omfis, que según afirma Ermeo, significa benefactor. XLIII Por otra parte, las
fases de la luna se corresponden con las crecidas del Nilo, así, llegando la
Elefantina alcanza su mayor subida, alrededor de veintiocho codos, que
corresponden a la medida mensual lunar. Su crecida menor, producida en Mendes y
Xois es de siete codos, que corresponden con los siete días necesarios para que
la luna alcance su cuarto creciente. La altura media, producida en torno a
Menfis, es
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de catorce codos, que se corresponden con los días necesarios para que la luna
alcance su plenilunio. Afirman también que Apis es la imagen viviente de Osiris,
y que su nacimiento se produce cuando la fértil luz de la luna fecunda a la
vaquilla en celo. También afirman, en relación a esto, que Apis tiene ciertas
semejanzas con la luna, pues su pelaje brillante está sombreado por manchas. Los
egipcios celebran una fiesta llamada La entrada de Osiris en la luna, durante la
luna nueva del mes Famenoth, que coincide con la llegada de la primavera, por
cuanto relacionan el poder de Osiris en la luna, y la fuerza generatriz de Isis.
Dan a Isis el nombre de madre del mundo, y dicen de ella que tiene una doble
naturaleza, macho y hembra, pues estando encinta del sol, disemina por todo el
mundo el principio generador. La fuerza destructiva de Tifón no impera
constantemente, sino que a menudo es derrotada y encadenada mediante la fuerza
del principio generador, que después es liberada, y pugna de nuevo contra Horus.
Horus, por su parte, es el mundo terrestre, y nunca se encuentra libre de los
principios de la destrucción y de la generación. XLIV Algunos pensadores ven en
este mito una alusión alegórica de los eclipses, pues la luna, estando llena,
sufre un eclipse, y cuando se halla en oposición con la tierra queda
ensombrecida por ella, que es tal y como ellos dicen que cayó Osiris en su
ataúd. A su vez, el sol es oscurecido por la luna cada treinta días, aunque no
completamente, como tampoco lo hizo Isis con Tifón. Cuando Neftis dio a luz a
Anubis, según se dice, Isis lo reconoció por propio, pues a Neftis pertenece
cuanto está bajo la tierra, sin verse, y por el contrario, Isis es cuanto se
halla sobre ésta y se ve. No obstante, la línea circular que atañe a ambos es el
horizonte, y recibe el nombre de Anubis, y se le representa bajo la imagen de un
perro, pues el perro puede hacer uso de su vista tanto de día como de noche. Por
dicho motivo, según parece, Anubis entre los griegos posee los mismos atributos
que Hécate entre los griegos, subterráneo y celeste a un tiempo. No falta quien
ve a Cronos en Anubis, por cuyo motivo, a saber, porque da nacimiento a todo de
sí y en sí mismo, recibe el apelativo de el Perro. Hay al respecto un cierto
misterio entre los adoradores de Anubis, y el perro recibió, tiempo ha, grandes
honores en
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Egipto. Más tarde, cuando Cambises dio muerte a Apis y lo lanzó al muladar,
ningún animal tuvo la osadía de acercarse ni de comer de su carne, a excepción
del perro que, mordiéndolo, perdió todos los honores de los que gozaba hasta
entonces, pues era el más honrado de todos los animales. Por último, hay quien
da a la sombra de la tierra el nombre de Tifón, creyendo que la luna, cuando
entra en eclipse, cae en ella. XLV A la vista de lo dicho hay que declarar que,
por separado, estas interpretaciones no parecen basadas en la certidumbre, pero
todas juntas tienen justicia y verosimilitud. Verdaderamente, no es que la
sequía, el viento, el mar o la oscuridad sean partes de Tifón, sino que todo
aquello que la naturaleza posee de nocivo y destructor es Tifón. Esto significa
que no se debe situar el principio primero en algo inanimado, tal y como fue
pretensión de Demócrito y Epicuro, ni tampoco se debe admitir una única razón
creadora de una materia sin propiedad que todo lo domine, tal y como pretenden
los estoicos. Si en Dios se halla todo principio primero, efectivamente no puede
hallarse mal alguno, así como tampoco se puede hallar bien alguno si Dios no es
causa de nada. En decir de Heráclito la armonía cosmológica procede de la
oposición de tensiones, tal y como sucede con un arco o con una lira. Dice
Eurípides: No es posible separar los males y los bienes, pues nuestro bienestar
procede de una combinación de ambos. Desde la época más remota, pasando a través
de poetas y pensadores, ha llegado hasta nosotros otra doctrina que se remonta a
los más antiguos teólogos y legisladores. Tiene un principio absolutamente
anónimo, pero su fuerza indeleble se halla entre griegos y bárbaros, y no sólo
en tradiciones y discursos, sino que también se encuentra en ceremonias
iniciáticas y sacrificios. Según reza esta doctrina, el universo no está
flotando en los aires azarosamente, sin sentido, inteligencia, ni guía; declara
que no hay tampoco una razón única que lo conduzca como un timón o lo frene,
sino que los bienes y los males se encuentran mezclados en él con la mayor
frecuencia o, por mejor decir, que todo aquello que el mundo provee lo hace a
partir de una mezcla.
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Como un tabernero, que teniendo dos barriles, nos diera la mezcla del licor.
Todo cuanto llega a nosotros, es fruto de dos principios opuestos, uno conduce
diestramente y en línea recta, la otra crea un círculo que nos hace dar la
vuelta y volver atrás. Por cuanto dicha mezcla es inherente a todo el cosmos, y
si no al cosmos, sí a nuestra esfera sublunar que está supeditada a la
irregularidad, la fluctuación y a toda clase de variaciones. Pues si tiene
necesidad de una causa, y el bien no puede ser causa del mal, es del todo
necesario que haya en naturaleza un principio del mal que le dé su origen, tal y
como también hay uno para el bien. XLVI Hay muchos sabios pensadores que tienen
esta opinión por buena, a saber, que existen simultáneamente dos dioses que
actúan de forma opuesta, siendo uno artífice del bien y el otro artífice del
mal. Algunos dan el nombre de dios al primero y de daemon al segundo, tal y como
hizo Zoroastro el mago, del que según se cuenta vivió cinco mil años antes de la
guerra de Troya. Éste daba el nombre de Oromaces al principio benéfico y
Arimanio al maléfico, y aseguraba que las cosas luminosas tenían cierto parecido
con Oromaces y que las tinieblas y la ignorancia tenían más afinidad con el
otro, mientras que en medio quedaba Mitra, por cuanto los persas llaman a Mitra
el mediador. Según Zoroastro, debían hacerse ceremonias de ofrendas y acciones
de gracia a Oromaces, y ceremonias lúgubres a Arimanio, a fin de evitar todo
mal. Los persas, en efecto, trituraban una planta llamada omomi, y hacían
invocaciones al Hades y a las tinieblas; mezclaban la planta con sangre de lobo
degollado, y lo situaban todo en algún lugar en el que nunca diera el sol.
Tienen la creencia de que algunas plantas son propicias al dios benéfico y otras
al dios maléfico, y así creían también respecto a los animales: tenían por
propicios al primero a los perros, pájaros y erizos terrestres; y a los ratones
de agua como propicios al segundo. Por este motivo, es considerado próspero el
hombre que mata a muchos de estos ratones. XLVII También este pueblo tiene gran
cantidad de historias mitológicas sobre sus dioses, como las siguientes: según
narran, Oromaces y Arimanio, el nacido de la luz y el nacido de la oscuridad
respectivamente, sostenían una guerra entre ellos. Oromaces dio origen a seis
dioses: el de la benevolencia, el de la verdad, el de la equidad, el
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de la sabiduría, el de la riqueza y, el sexto, tenía la prerrogativa de crear
los bellos placeres que proceden de las actividades virtuosas. Arimanio creó,
por otro lado, seis dioses antagónicos a los nombrados. Oromaces, entonces, tomó
por crecimiento el triple de su talla, alcanzando un tamaño tal que distaba del
sol tanto como éste lo hace de la tierra. Desde tal lugar acometió la tarea de
engalanar el firmamento con las estrellas, y dio a Sirio la potestad sobre todas
ellas, dándole en custodia a todas las demás; entonces creó veinticuatro dioses,
que guardó dentro de un huevo. No obstante, los dioses de Arimanio, que eran
iguales en número, agujerearon el huevo, y a partir de aquel momento, quedó
mezclado el bien con el mal. Pero el destino tiene señalado un día en el que
Arimanio, después de haber desatado la peste y el hambre, subyugado por sus
mismas plagas, morirá. Entonces, la tierra será plana y sin irregularidades, no
habrá más que un género de vida, un gobierno y una sola lengua, y los hombres
serán felices. Según afirma Teopompo de Quíos, dicen los magos que cada una de
estas divinidades reinará durante tres mil años, sucediéndose una a la otra, y
durante otros tres mil años pugnarán entre sí destruyendo mutuamente cuanto ha
creado el otro. Al fin, el propio Hades será destruido, y los hombres no tendrán
más necesidad de alimentarse; en ese tiempo los hombres ya no tendrán sombra.
Asimismo, dicen los magos, el dios que haya provocado cuanto ha sido dicho,
tomará su reposo y descansará, no demasiado tiempo, sino la medida de un hombre
que duerme. De esta forma hablan los magos, según su mitología. XLVIII Según
afirman los caldeos de los dioses que se encuentran en estrecha relación con los
planetas, dos son benéficos y dos maléficos, y otros tres participan de las dos
naturalezas. Para los griegos, cuya doctrina es conocida por todos, otorgan la
parte buena a Zeus Olímpico, y la maligna a Hades. También afirman que Afrodita
y Ares engendraron a Harmonía, de los que Ares es cruel y destructor, y Afrodita
dulce y generadora. Observa, oh Clea, la unicidad de opiniones que se dan entre
los pensadores próximos a esta doctrina. Heráclito dice de la guerra que es
reina y
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dominadora de todo. Homero se adhiere en su petición de que cese el conflicto
entre hombres y dioses. Heráclito dice que no se daba cuenta de que estaba
maldiciendo la generación de todo cuanto ha sido engendrado, pues todo tiene su
origen en la pugna y la oposición; y que el sol no podría sobrepasar los límites
que tenía asignados, pues, caso de hacerlo, las Erinas, defensoras de la
justicia, se lo impedirían. Empédocles da el nombre de amor y amistad, al
principio bienhechor, e incluso, algunas veces, lo llama armonía de tierna
mirada. A su oponente le da el nombre de odio nefasto y discordia sangrienta.
También los pitagóricos dan diversos nombres a estos principios. Al principio
del bien lo llaman la unidad, lo definido, lo constante, lo directo, lo impar,
lo cuadrado, lo igual, lo derecho, lo lumínico. Al del mal lo llaman lo dual lo
indefinido, lo inconstante, lo par, lo oblongo, lo desigual, lo izquierdo, lo
oscuro , entendiendo por cuanto se ha dicho los principios primeros de toda
generación. Anaxágoras da el nombre de Inteligencia al principio del bien, e
Infinito al del mal; Aristóteles los llama forma y privación; Platón, que a
menudo se expresa bajo velos y oscuridad, llama al primero lo mismo y al segundo
lo otro. En su obra Leyes, escrita más cercana a su vejez, y hablando con
palabras menos enigmáticas o simbólicas y más adecuadas, asevera que el
movimiento del mundo no procede de una sola alma, sino de muchas, al menos dos,
y de estas dos, con toda seguridad, una es benefactora y la otra antagónica.
Queda, entre estas dos, otra que no se encuentra privada de razón, ni de
movimiento propio, tal y como creen algunos, sino que, aunque depende de las
otras dos, tiene la aspiración siempre a lo mejor, deseándolo y persiguiéndolo.
Esto es lo que pretende demostrar la continuación de nuestro discurso, llegar a
un acuerdo entre la filosofía platónica y el mito egipcio. XLIX En verdad, el
principio y conformación del mundo proviene de una combinación de fuerzas
contrarias que no son idénticas en potencia, sino que la mejor siempre
predomina. No obstante, el principio del mal no puede quedar aniquilado
totalmente, pues se encuentra en la misma esencia del cuerpo y alma del mundo, y
siempre en continua lucha con el más excelente.
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Osiris es esta recta razón e intelecto que se encuentra en el alma del mundo.
Todo aquello que tiene una regla (tierra, viento, agua, cielo, astros), todo
aquello que hay de constante, las estaciones, las temperaturas, toda
periodicidad, proviene de Osiris. Por el contrario, todo aquello que es
apasionado, subversivo, irracional e impulsivo, así como cuanto es perecedero y
corpóreo, es Tifón. Los desórdenes causados por anormalidades estacionales, los
eclipses de sol, desapariciones de la luna, son emanaciones y manifestaciones de
Tifón. Todo esto queda expresado por el nombre de Seth, apelativo de Tifón,
porque significa opresor y tirano, lo que también viene a significar vuelta
atrás. El nombre Bebon, con el que también ha sido nombrado, hay quien dice que
es uno de los compañeros de Tifón; otros, como Manetón, aseguran que este nombre
alude al propio Tifón. Bebon significa obstáculo o impedimento, queriendo
significar que la fuerza de Tifón es obstáculo a cuantas cosas siguen su natural
ciclo, impidiendo que alcancen el fin al que deben tender. L Le ha sido asignado
entre los animales domésticos el más estúpido de todos ellos: el asno. Entre los
animales salvajes, se le han asignado el cocodrilo y el hipopótamo, los más
feroces. Ya hemos relatado cuanto refiere al asno; sobre el hipopótamo diremos
que, en Heliópolis, se encuentra una estatua que lo representa diciendo que es
la de Tifón. Sobre éste, se aprecia un halcón que pugna con una sierpe. El
halcón hace referencia a la autoridad que toma Tifón, a menudo mediante la
violencia, empleando la maldad y quedando él mismo perturbado por ella. Por este
motivo, el séptimo día del mes Tibi, día llamado de la llegada de Isis de
Fenicia, cuando se ofrecen los sacrificios, se moldea sobre las tortas la figura
de un hipopótamo encadenado. Una ley existente en Apolinópolis, obliga a todos
los habitantes a comer cocodrilo. Durante un día determinado, salen a cazar
cuantos pueden, los matan y los arrojan ante el templo de Apolo. Según afirman,
esta costumbre proviene de que Tifón tomo la forma de un cocodrilo para
ocultarse de Horus. Además, consideran todos
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los animales, plantas, sucesos malos y funestos como obra de Tifón, tanto partes
suyas como efecto de sus acciones. LI Por otro lado, Osiris es representado con
un ojo y un cetro. El ojo representa la previsión, y el cetro el poder. Cuando
Homero se refiere a Zeus diciendo que es supremo consejero, parece hacer
referencia con la palabra supremo al poder, y con el término consejero a su
recto juicio y sabiduría. A menudo, la representación de Osiris se hace mediante
un halcón, animal que se distingue por la fuerza de su mirada, la celeridad de
su vuelo, y por su peculiar naturaleza, que le permite subsistir con muy poco
alimento. Según se cuenta, este animal, cuando haya un cadáver sin enterrar,
echa tierra sobre sus ojos; también se dice que, cuando se acerca al río a
beber, mantiene alzada una de sus alas y, tras haber bebido, la pliega, para así
manifestar que se ha salvado del cocodrilo, pues de haber sido capturado por
dicho animal, el ala hubiera permanecido alzada. Por todo Egipto pueden hallarse
también gran cantidad de representaciones antropomórficas de Osiris con el falo
erecto, a fin de manifestar su virtud generadora y nutritiva. Además, las cubren
con una capa del color del fuego, pues consideran el sol como el cuerpo de la
potencia benéfica, el fulgor visible de la sustancia ininteligible. Según lo
dicho, podemos con justicia despreciar el pensamiento de aquellos que ven a
Tifón en el sol, pues nada de orden lumínico, ni armónico, ni creador, ni que
sea poseedor del sentido de la medida, podría tener su origen en Tifón, pues sus
atributos son exactamente los contrarios. Estos consideran la sequía como obra
del sol, sequía que aniquila a los animales y plantas, pero esta consideración
no está bien entendida; la sequía no proviene del sol, sino de los vientos y las
aguas, que no hacen la mixtura con la tierra y el aire de forma conveniente,
cosa que sucede cuando hace aparición el dominio intempestivo que provoca el
desorden y aviva las exhalaciones que debiera templar el sol.
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LII En los cánticos sagrados que se celebran para honrar a Osiris, apelan los
egipcios a Aquél que se oculta en los brazos del sol. La fiesta que llaman El
nacimiento de Horus, la celebran el día treinta del mes Epifi, momento en el que
el sol y la luna se sitúan en línea recta, viendo en este fenómeno el nacimiento
de los ojos de Horus, pues tienen la creencia de que sol y luna son el ojo y la
luz de Horus. Pasado el equinoccio de otoño, llegado el vigesimosegundo día del
mes Faofi, celebran la fiesta que llaman Nacimiento del bastón del sol,
indicando la ayuda y necesidad que tiene este astro, pues, en su declive y
alejamiento oblícuo, se encuentra falto de calor y de luz. Cuando llega el
solsticio de invierno toman una vaca y la llevan en procesión a dar siete
vueltas alrededor del templo del sol; a este rito le llaman Búsqueda de Osiris,
y manifiesta el deseo de la diosa por ver el agua que el sol produce, y que no
existe en tiempo de invierno. Las siete vueltas representan los siete meses que
el sol necesita a partir de este momento para alcanzar el solsticio de verano.
Asimismo, según se cuenta, Horus, hijo de Isis, fue el primero en ofrecer
sacrificios al sol, cosa que hizo, según cuentan los libros de Los aniversarios
del nacimiento de Horus, el cuarto día del mes. Por otra parte, hacen sahumerios
en honor del sol tres veces cada día: queman resina en su salida, mirra al
mediodía y kifi durante su puesta. También esto tiene su explicación, que daré
en el lugar conveniente. Tienen la creencia de que todas estas ceremonias honran
al sol alcanzando así su auspicio, pero, ¿hay alguna necesidad de explicar más
ejemplos de esta índole? En decir de muchos autores, Osiris es aquél a quien los
griegos llaman Sirio, y esta O que se añadió es el principio de la confusión
creada con este nombre. También declaran que Isis es la misma luna, y que por
tal motivo posee en sus representaciones cuernos que manifiestan los cuartos
crecientes, y sus negros velos, indican los oscurecimientos y ocultamientos
durante los cuales desea y persigue el sol. Por lo dicho, invocan a la luna para
solicitar su auspicio en sus negocios amorosos, pues, según Eudoxo, Isis tiene
el poder de decisión en tales cuestiones. Todo esto tiene cierta apariencia de
verosimilitud, pero aquellos que
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aseguran ver una relación directa entre Tifón y el sol, no merece la pena ni
escucharlos. Pero debemos continuar. LIII Por tanto, Isis manifiesta la
feminidad de la naturaleza, por cuanto es la virtud apta para recibir la
generación, y en este sentido se declara Platón cuando la denomina nodriza y
quien todo lo contiene. La gran mayoría la denomina la diosa de innumerables
nombres, dado que la fuerza de la razón le confiere infinitas formas y figuras.
Tiene, de forma innata, un amor por aquello que es principio primero y soberano,
que es idéntico al principio del bien, por lo que lo desea y lo persigue,
alejándose siempre de su principio contrario, el del mal. Aun siendo materia y
habitáculo para ambos, su tendencia natural la inclina siempre hacia lo mejor y
más benéfico, se ofrece mejor a ello para ser fecundada y recibir así su
emanación y semejanza, y así se regocija en su preñez y siente la felicidad que
la embarga. La generación es la imagen del ser en la materia, y aquello que
llegará a ser la imitación del ser generador. LIV Según lo referido, no es
cuestión baladí que los mitos narren que el alma de Osiris es imperecedera, que
su cuerpo es despedazado por Tifón en diversos trozos, y que Isis, errante por
todas partes, lo busque y lo recomponga. En verdad, el ser, en su carácter
inteligible y bueno, está por encima de todo tipo de corrupciones y mudanzas. Él
da la forma a la materia sensible; así como la cera recibe su forma del sello,
la materia recibe formas determinantes. Pero estas formas no son eternas, sino
que hace mella en ellas el principio del desorden, que ha sido expulsado de las
regiones celestes y enviado a este mundo. Este principio lucha contra Horus, que
es la imagen que Isis ha procreado como imagen de lo inteligible. He aquí el
motivo por el que, según el relato, Tifón acusa a Horus de bastardo, porque a
diferencia de su padre, que es razón pura y sin mezcla, y que por su substancia
simple en esencia es imposible que se produzca en él la pasión, Horus está
adulterado por la materia, debido a su entrada en el mundo corpóreo. Pero Horus,
con la ayuda de Hermes, que es la razón, obtiene la victoria, pues la razón
actúa como testigo de que la naturaleza reproduce el mundo inteligible tras una
43
transformación. Por este motivo también, el mito relata que Osiris e Isis, desde
el seno de Rea, dieron origen a Apolo, con lo que el pueblo egipcio pretende
mostramos que, antes de la formación del mundo sensible, antes de haber recibido
razón, viéndose la naturaleza incompleta por sí misma, recibió su primer
nacimiento. También por esto, los egipcios narran que el dios nació débil y
entre tinieblas, llamándolo Horus el viejo, pues no era el mundo, sino una
imagen de aquello que el mundo llegaría a ser.
LV La narración nos muestra que Horus, el terminado y perfecto, no destruyó completamente a Tifón, sino que le privó de su fuerza y actividad, por lo que se dice que la estatua de Horus que se puede encontrar en Copto, posee entre sus manos el miembro viril de Tifón. Siguiendo el hilo del mito, Hermes, cuando hubo quitado a Tifón sus nervios, los utilizó como cuerdas en su lira. El significado de esto es que la razón dio orden al mundo, trajo al mundo la armonía a partir de lo inarmónico, sin destruir la fuerza opuesta, sino dándole un orden. Quedando este principio mezclado con la tierra, se debilita, pues tiene mixtura con lo transformable y modificable, pero no deja de existir, y no deja de ser la causa de los terremotos y temblores que quiebran la tierra, de las sequías y de los vientos funestos, así como de las tormentas que aparecen con rayos y truenos. Extiende su maligna influencia hasta las aguas y el mismo aire que respiramos, alcanza a la luna y, causando mella en su esplendor, la oscurece. Cuando dicen que Tifón golpea a Horus en un ojo, o que se lo arranca, devorándolo y devolviéndolo al sol, quieren significar cuanto hemos dicho. Con el golpe quieren expresar de forma alegórica el menguante de la luna, y con la imagen de arrancarle el ojo, el eclipse, que queda remediado por el sol cuando la alumbra nuevamente una vez ha salido de la sombra terrestre.
LVI La naturaleza divina y más perfecta, por
tanto, se compone de tres principios: lo inteligible, la materia y la
combinación de ambos, que los griegos llaman cosmos organizado. La nomenclatura
utilizada por Platón es idea, modelo o padre para referirse al principio
inteligible; al principio de la materia lo denomina madre,
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nodriza o base de la generación; y al vástago de ambos, al producto de su unión,
le da el nombre de descendiente o engendrado. Parece plausible pensar que, para
los egipcios el triángulo rectángulo estuviera considerado como el más perfecto
de los triángulos, comparándolo con la figura del universo. Según parece,
también Platón lo utilizó en su República para dar imagen a su idea de
matrimonio. Se aprecia en dicho triángulo una vertical de tres unidades, una
base de cuatro y una hipotenusa de cinco; el cuadrado de esta hipotenusa tiene
el mismo poder que la suma de sus dos lados. Parece necesario, por tanto,
figurar el ángulo rectángulo como macho, la base como hembra y la hipotenusa
como el producto de uno y otro. Análogamente, consideraremos a Osiris como
principio, a Isis como la substancia receptiva y a Horus como el resultado de la
unión del primero y el segundo. Podemos apreciar asimismo que el tres es el
primer número impar, perfecto por tanto, cuatro el cuadrado del primer número
par, y cinco, la suma de dos y tres, tiene parte de su padre y parte de su
madre. La palabra pente (cinco) proviene de la palabra panta (todo) y para decir
contar, se emplea la expresión compuesta contar por cinco.
El cuadrado de cinco,
a su vez, da un número igual al número de letras del alfabeto egipcio, e igual,
asimismo, al número de años que vivió Apis. El pueblo egipcio da el nombre de
Min a Horus, que significa visto, porque el mundo es visible y sensible. A Isis
le dan a menudo el nombre de Mouth, Athiri o Mehver. La primera significa madre,
la segunda habitáculo terrestre de Horus, que es a lo que se refiere Platón
cuando le da el nombre de lugar o receptáculo de la generación, la tercera se
compone de lleno y causa de bien, por lo que la materia del mundo es llena y
relacionada con la causa del bien, el orden y la pureza. LVII También parece
probable que cuando Hesíodo refiere el principio primero a partir de Caos,
Tierra, Tártaro y Eros, no tuviese conocimiento de otros principios diferentes a
cuantos hemos tratado. Siendo así, substituiríamos Tierra por Isis, Eros por
Osiris, Tártaro por Tifón, y en lo que respecta al Caos, parece más apropiado
pensar que Hesíodo suponía un lugar conveniente, una región del universo.
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Cuanto hemos referido recuerda, en parte, al mito que Sócrates narra en el
Simposio de Platón sobre el nacimiento de Eros. En su decir, Penía (la pobreza),
deseando descendencia, se acostó con Poros (el recurso) aprovechando que éste
dormía. Quedando embarazada de él, dio a luz a Eros que, participando de ambas
naturalezas, es muy variable, puesto que nació de padre bueno, sabio y apto para
valerse por sus propios recursos, pero de madre torpe, sin recurso alguno, y
cuya carencia, la fuerza a aspirar siempre a cuanto le falta. Así, Poros, es el
primer amado, aquel que es deseado, principio perfecto que tiene en sí cuanto
necesita. Platón, en cambio, toma como materia a Penía, que es esencialmente la
falta del bien y que incluso saciada, siempre está dispuesta a recibir más de
él. Horus, el mundo, nace como fruto de ambos, no posee la eternidad ni la
incorruptibilidad, sino que está en continuo renacer, siendo siempre joven e
imposible de destruir.
LVIII El mito, por tanto, debe ser tratado según
verosimilitud, no como razones probatorias, sino tomando lo más conveniente para
conciliarlo con nuestro pensamiento. Así pues, no debemos dejarnos llevar por
aquellos filósofos que entienden la materia como un cuerpo inanimado, sin
actividad, e inerte en sí misma. De igual forma que llamamos aceite a la materia
de los perfumes, y oro a la de la estatua, pero no están desprovistas de toda
cualidad. También de esta manera debemos entender y considerar el alma y la
inteligencia del hombre, que son materias dispuestas a recibir la ciencia y la
virtud bajo la guía de la razón que debe darles orden y armonía, haciendo así
acuerdo con aquellos filósofos que afirman que nuestra alma debe recibir las
ideas como la arcilla la forma, predispuestas a tomar la huella de las cosas
inteligibles. Algunos pensadores dan en creer que el esperma, en el interior de
la mujer, no tiene fuerza de fecundación, sino que es alimento dispuesto para la
generación. Quienes tienen tal pensamiento, deben creer asimismo que la diosa
participa del dios, uniéndose a él por amor a los bienes y bellezas que proceden
de él y, por tanto, jamás le ofrece resistencia. Tal y como afirmamos que un
esposo justo y fiel, sigue amando y deseando a su esposa, y que una esposa
legítima y honrada
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continúa amando y deseando a su marido, también la diosa ama y desea a su
marido, aspirando a él para llenarse de la parte más perfecta y pura de su
esencia. LIX Por cuanto hemos referido dice el mito que, cuando Tifón se apodera
de las últimas emanaciones, la diosa queda muy entristecida, con lúgubre
aflicción, y busca las partes desmembradas de Osiris, para después hacerlo
renacer de ella misma. Las emanaciones y manifestaciones del dios que brillan en
el cielo, efectivamente, se fijan en los astros, pero las que quedan en los
elementos fluctuantes, la tierra, el mar, las plantas y los animales, sufren la
corrupción y la disolución para volver a manifestarse a través de un nuevo
nacimiento. Esto es lo que quieren decir los narradores de mitos cuando nos
explican que Tifón fue esposo de Neftis, y que Osiris se unió con ella en
secreto. Pues los últimos estados de la materia, que los egipcios llaman Neftis
y Teleuté, sufren mucho más el poder de destrucción, porque el germen de
conservación y de la fecundidad, las ha dotado muy débil y tenuemente, de forma
que Tifón causa su destrucción, salvo aquello que Isis ha salvado, ha nutrido y
ha rehecho.
LX En definitiva, el principio que subsiste siempre es el más
excelente, tal y como opinan también Platón y Aristóteles. El principio
generador y conservador de la naturaleza, tendiendo hacia él, tiende al ser; el
principio destructor y corruptor, tiende a alejarse de él, y tiende al no ser.
De ahí que la diosa Isis posea tal nombre, pues proviene de iesthai
(adelantarse) en el sentido que se adelanta y progresa hacia el conocimiento, la
ciencia, y porque su movimiento es animado y sabio. El nombre no posee origen
bárbaro, sino que deriva de dos palabras, como el resto de los tehoi (dioses),
cuyo nombre proviene de tehatón (contemplado), y théon (que corre); así, esta
diosa a partir de épistéme (conocimiento) y kínesis (movimiento), tanto nosotros
como los egipcios la llamamos Isis. También Platón atestigua que los antiguos
aclararon la palabra ousía (esencia) y la llamaban Isía. En la misma vía, la
inteligencia y el juicio toman el sentido de avance, un movimiento del alma que
tiende hacia delante. Asimismo, la
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comprensión, el bien y la virtud, provienen de ir, correr y fluir. Mediante la
antítesis, las palabras envilecen al mal, es decir, aquello que detiene, que
encadena, que impide el movimiento, palabras como kak-ía (perverso), aquello que
va mal, apor-ía (duda), falta de camino, deilía (cobardía), miedo a ir, an-ía
(desaliento), no ir.
LXI Osiris, que también es nombre compuesto, proviene de
hósios (santo), y hierós (sagrado). Ciertamente hay una correspondencia entre
las cosas que se encuentran en el cielo y las que se hallan en el Hades, y los
antiguos daban a las primeras el nombre de sagradas y a las segundas, santas.
Anubis es quien nos revela las cosas celestes, así como aquel que da razón a las
cosas para que asciendan, y a veces también es llamado Hermanubis. El primer
nombre, Anubis, manifiesta su relación con el mundo superior; el segundo,
Hermanubis, hace referencia a su relación con el inferior. Por esta dualidad,
los egipcios le hacían sacrificio de un gallo blanco unas veces, y de uno
azafranado otras, bajo la creencia de que las primeras cosas son puras y
lumínicas, y las segundas mezcladas y heterogéneas. No debe causar extrañeza
esta formación de palabras de composición griega, pues hay miles de palabras que
salieron con los emigrantes griegos, y que se propagaron por el extranjero,
palabras que todavía hoy se encuentran en uso. Muchas de estas palabras, las
consideran glosas, y acusan a los poetas de introducir barbarismos. Según
relatan los Libros de Hermes, haciendo referencia a los sagrados nombres, el
poder que ordena la circunvalación del sol es llamado Horus por los egipcios, y
por los griegos Apolo; la regulación del viento es Osiris para los primeros, y
Serapis para los segundos; el regulador de la tierra es llamado Sirio por unos,
y en lengua egipcia Sotis. Sotis significa kýesis (embarazo), por lo que con
mínima variación, los griegos la llaman kýon (el Perro), que es la estrella
correspondiente a Isis. Aunque no merece la pena obstinarse especialmente en el
tema de los nombres, a mi parecer, Serapis es preferible a Osiris. El primero es
bárbaro, el segundo griego; aunque ambos hacen referencia a un mismo dios y
poder.
48
LXII No obstante, algunos nombres egipcios parecen constatar la doctrina de los
nombres griegos, pues muy a menudo a Isis la llaman Atenea, que significa la que
se ha originado en sí misma, indicación del movimiento que obtiene de sí misma.
Ya hemos mencionado de Tifón que también recibe los nombres de Seth, Bebón, Smi,
nombres que indican violencia, oposición, obstáculo. Tal y como refiere Manetón,
llaman a la piedra imán hueso de Horus, y al hierro hueso de Tifón, pues, al
igual que el hierro es unas veces atraído por el imán y otras rechazado, así
también el movimiento del mundo, benefactor, saludable y ordenado según la
razón, se vuelve hacia Tifón, suavizándolo y persuadiéndolo, aquietándolo y
apaciguándolo, para después, replegándose sobre sí mismo, volver a caer en su
ilimitado estado. Los egipcios decían sobre Zeus, tal y como relata Eudoxo, que
nació con las piernas unidas, de forma que era incapaz de caminar, por la cual
cosa, por vergüenza, pasaba el tiempo en soledad; Isis, seccionó y separó sus
piernas, posibilitándole así el caminar. Este mito trata de mostrar que la
inteligencia y la razón residían en un principio en sí, en lo invisible e
impenetrable, proviniendo así la generación mediante el movimiento.
LXIII El
sistro nos indica que todos los seres deben ser agitados, sin detenerse jamás, y
deben ser empujados cuando da el efecto de que caen en la torpeza y en la
pereza. Así, los egipcios creían que Tifón era ahuyentado mediante la agitación
de los sistros, queriendo significar que cuando la destrucción y la corrupción
tratan de detener el curso de la naturaleza, el movimiento actúa como
restablecedor. La parte superior del sistro tiene forma redondeada, y esta
curvatura abraza las cuatro cosas que son cimbreadas. En verdad, la parte del
mundo engendrada y perecedera se encuentra rodeada por la esfera de la luna, y
todo cuanto se mueve, es movido por los cuatro elementos (fuego, tierra, agua y
aire). En la parte más alta del sistro, hay cincelada la imagen de un gato que
posee rostro humano, y en la parte inferior, por debajo de aquellas cuatro cosas
que son cimbreadas, encontramos el rostro de Isis a un lado, y el de Neftis al
otro. Esto manifiesta el
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nacimiento y la muerte, puesto que ambos son movimientos sometidos a los
elementos. El gato representa a la luna, debido a su variado pelaje, a su
actividad nocturna y a su fertilidad. Según se narra, este animal pare la
primera vez una cría, luego dos, tres, cuatro, cinco, y así va engendrando hasta
siete, de tal forma que, finalmente, todos suman veintiocho, el número de los
días de la luna. Verdaderamente, cuanto narraré a continuación no parece más que
una fábula, pero según se cuenta, las pupilas de los gatos se hinchan y dilatan
durante la luna llena, y se contraen durante el resto del ciclo. El rostro
humano que se le dibuja, hace referencia al elemento intelectual y racional de
dicho astro.
LXIV En resumidas cuentas, no es razonable creer que el agua, el
sol, la tierra, el firmamento, sean Osiris o Isis, así como tampoco lo es el
creer que el fuego, la sequía o el mar sean Tifón. Lo atribuible a Tifón es
cuánto está en estado de sin medida, sin orden ni armonía, por exceso o por
defecto. Todo cuanto es ordenado, bueno o útil, es atribuible a Isis, y debemos
reverenciarlo como imagen de Osiris. Si actuamos de esta forma, no sólo no
cometeremos yerro, sino que acabaremos con la incredulidad e incertidumbre de
Eudoxo, que no halla la explicación a por qué no participa en el cuidado del
amor Deméter sino Isis; por qué el poder que posee Osiris sobre las crecidas del
Nilo no lo posee Dioniso, así como tampoco reinar sobre los muertos. Según
nuestro razonamiento, Isis y Osiris tienen a su cargo todo cuanto hay de bien,
bueno y bello en la naturaleza de la forma siguiente: Osiris otorga los
principios, Isis los recibe y distribuye. LXV Siguiendo el hilo del discurso,
nos opondremos igualmente a las groseras ideas de quienes pretenden asociar la
actividad de estos dioses con las variaciones atmosféricas, con la producción de
los frutos, con la siembra y el cultivo agrícola. Según éstos, Osiris se halla
enterrado cuando la semilla se hunde en la tierra, y reaparece y vuelve a la
vida cuando dicho grano germina. Por el mismo razonamiento, aseguran que Isis,
cuando supo de su embarazo, se ató un amuleto, coincidiendo esto con el sexto
día del mes Faofi, y que, llegado el solsticio de invierno, dio a luz a
Harpócrates, que nació imperfecto y prematuro como los primeros brotes. Éste es
el motivo por el que se le consagran las primicias de las
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habas nacientes, y pasado el equinoccio de primavera celebran el parto de Isis,
ceremonia llamada purificación. Cuando el vulgo escucha tales interpretaciones,
les gustan y las creen, pues, viéndolas tan familiares y habituales, deducen que
hay en ellas verosimilitud.
LXVI Y nada habría en todo esto de oscuro, si Isis y
Osiris fuesen entendidos como propios, y no como exclusivos del pueblo egipcio,
y si algunos no se obstinasen en afirmar que tales nombres sólo pertenecen a las
tierras regadas por el Nilo, entendiendo que sólo sus pantanos y sus lotos son
obra divina, privando de tan extraordinarias divinidades a todos aquellos que no
viven en el país del Nilo, Bouto y Menfis. En efecto, aunque muchos los
conocieron con otros nombres, concediéndoles o no después los de Egipto, todos
los hombres han conocido y admitido a Isis y al resto de los dioses, han tenido
conciencia de su poder y les han ofrecido su devoción. Por otra parte, y hay que
prestar una especial atención a esto, pues si no se tiene cuidado pueden
disolverse las causas divinas reduciéndolas a meros vientos, aguas, semillas,
tareas agrícolas, cambios en la tierra, alteraciones en las estaciones, tal como
hacen aquellos que toman el vino por Dioniso y la llama por Hefesto. En esta
misma línea habla Cleantes cuando afirma que el soplo de viento que penetra en
los frutos y luego muere con ellos es Perséfone. También dice un poeta
refiriéndose a los segadores: Momento en el que, estos vigorosos hombres,
desmiembran a Deméter. Esta clase de personas son idénticas a las que confunden
las velas, aparejos y áncora con el piloto de la nave, o quienes ven en los
hilos y la tela al tejedor, o en las pociones y bebidas de leche y miel al
médico. Las opiniones de tales hombres han de ser consideradas como ateas e
impías, pues aplican los nombres de los dioses a objetos carentes de
sensibilidad, a objetos que están sometidos al hombre, que los destruye cuando
tiene necesidad de utilizarlos. No es posible tener a los dioses en tal
consideración.
51
LXVII Verdaderamente, Dios no puede estar desprovisto de inteligencia ni de
vida, ni subyugado a los hombres. Reconocemos la existencia de los dioses
mediante los frutos que nos proporcionan para nuestra existencia, frutos que
recibimos de forma constante y abundante, pero no consideramos que sean
distintos en las diferentes naciones, sean bárbaros o griegos, meridionales o
septentrionales. Esto es lo mismo que sucede con cosas como el sol, la luna, el
cielo, la tierra o el mar, que son comunes a todos, pero cada pueblo lo denomina
de una forma diferente, así, esta razón una y única que da orden al universo,
como los poderes que le prestan su ayuda, reciben diferentes homenajes y nombres
en función de las costumbres de cada pueblo; todos tienen sus símbolos sagrados,
aunque en unos son más ocultos que en otros, a fin de conducir la inteligencia
hacia la divinidad. No obstante, este camino no está exento de peligro, pues
caen unos en el falso camino de la superstición, mientras otros, huyendo de
ésta, se han precipitado sin darse cuenta en el pantano del ateísmo, como quien,
escapando precipitadamente, cae en un precipicio.
LXVIII Por lo tanto, es de
toda necesidad que, para tratar las santas cuestiones de las doctrinas y los
ritos, tomemos por guía a la razón secundada por la filosofía. Actuando de esta
forma, nos evitaremos aquello que decía Teodoro, que entregaba sus discursos al
auditorio con la mano diestra, y algunos lo recibían con la siniestra. No
vayamos a caer nosotros en el mismo error, es decir, interpretar de forma
diferente a la debida cuanto han establecido las leyes sobre las ceremonias y
festejos religiosos, por lo que debemos guiarnos siempre por la razón, e
inspirarnos en ella regulando nuestro pensamiento, para comprender cuanto
decimos. En efecto, durante la festividad de Hermes, que se celebra el
decimonono día del mes primero, comen miel e higos y dicen: Dulce es la verdad.
El amuleto que, según el decir de los mitólogos, pende del cuello de Isis,
significa Palabra verdadera. No hay que interpretar la figura de Harpócrates
como un dios imperfecto y niño, ni tampoco como grano sin germinar y encerrado
en su vaina,
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sino como conductor y guía de la razón inmadura, corrector de las nociones
equivocadas que los hombres tienen de los dioses; tal es el motivo de que lleve
el dedo en los labios en señal de silencio y discreción. Llegado el mes Misore,
los egipcios le ofrecen semillas de legumbres, y lo hacen diciendo: La lengua es
suerte, la lengua es daemon. Según se dice, entre las plantas que crecen en
Egipto, la persea está consagrada a Isis, pues su fruto semeja un corazón, y su
hoja semeja una lengua. En verdad, de entre todos los dones que el hombre ha
recibido, ninguno es tan excelente como la palabra, pues la palabra dirigida a
los dioses es la acción más decisiva para la felicidad del hombre. Por eso,
cuando alguien baja al oráculo, le instamos a que piense con santidad y
pronuncie palabras de buen augurio. No obstante, el problema estriba en que la
mayoría de hombres, tras proclamar grandes palabras, se comportan como necios en
las ceremonias y rituales, y piensan cosas inicuas e impías sobre los propios
dioses.
LXIX ¿Cómo se deben cumplir los sacrificios sombríos, tristes y lúgubres
si no es correcto omitir los ritos que la costumbre nos prescribe, ni tampoco
embrollar las opiniones sobre los dioses ni desconcertarlas con temores
absurdos? Hay muchos festejos que los griegos y los egipcios celebran de forma
semejante durante la misma época. De esta forma, por ejemplo, las mujeres
atenienses celebran las Tesmoforias sentadas en el suelo y haciendo riguroso
ayuno; los beocios mueven los hoyos de la Aquea durante la celebración de la
fiesta de la Aflicción, haciendo referencia a la aflicción que impulsó a Deméter
a bajar al mundo inferior en busca de su hija. Durante este mes hacen aparición
las Pléyades, y es mes de siembra; los egipcios lo denominan Atir, los
atenienses Pianepsión y los beocios Damatrio. Según narra Teopompo, las gentes
de poniente dan el nombre de Cronos al invierno, Afrodita al estío y Perséfone a
la primavera; creen, asimismo, que todos los seres provienen de Cronos y
Afrodita. Por su parte, los frigios, bajo la creencia de que su dios duerme en
invierno y despierta en verano, celebran extraordinarias bacanales para dormirlo
en una estación y para despertarlo en la otra. Según creen los Paflagones, su
dios permanece atado durante el invierno, deshaciendo sus ataduras y quedando
libre de movimiento en verano.
53
LXX Viendo las estaciones en que se celebran tales fiestas, acarrea la sospecha
de que su institución y su tristeza viene dada porque los frutos de la tierra
están ocultos, pues los antiguos consideraban los frutos, no como dioses, sino
como preciosos dones divinos cuya importancia estribaba en no vivir como bestias
salvajes. Cuando llegaba la época en que los árboles ya no poseían fruto alguno,
y que se veían obligados a sembrar con sus propias manos nuevas semillas,
cubriéndolas con tierra ante la incertidumbre de si llegarían o no a su
plenitud, celebraban ritos que recuerdan en gran medida a los ritos funerarios y
a los duelos. De la misma forma que cuando uno compra libros de Platón decimos
que ha comprado a Platón, o que cuando uno representa piezas de Meandro, decimos
que ha representado a Meandro, los antiguos no dudaron en nombrar aquellos
presentes divinos con los nombres propios de los dioses, así que honraban y
veneraban tales presentes debido a su necesidad. Con el tiempo, los
descendientes de aquellos hombres tuvieron una idea errónea de este hecho y,
debido a su ignorancia, transfirieron a los dioses las vicisitudes de los
productos agrícolas; viendo la aparición y desaparición de los frutos de la
tierra, no sólo les dieron el nombre de nacimientos y muertes de los dioses,
sino que llegaron a creer en tan absurdas creencias, llenándose de ideas que
saltan a la vista por su impiedad. Pronunció un buen juicio sobre los egipcios
Jenófanes de Colofón diciendo: Si creen en los dioses, no tienen motivo para
lamentarse; si se lamentan es porque no creen en los dioses. Es verdaderamente
una absurdidad llorar a los dioses para que hagan reaparecer los productos de la
tierra, para llorar otra vez cuando, por su uso, desaparezcan nuevamente.
LXXI
Pero no sucedía de esta manera, sino que lloraban la desaparición de los frutos,
implorando a quienes los producían y dispensaban a los dioses, para que los
produjeran de nuevo y ocupasen el lugar de los desaparecidos. De aquí procede el
buen decir de los filósofos que afirma que quien no conoce el sentido de los
nombres que poseen las cosas, no conoce su correcta utilización.
54
Por el mismo motivo, hay gran número de griegos que no han comprendido que las
estatuas de bronce, las pinturas y las efigies de los dioses, son imágenes y
dedicaciones en su honor, por lo que las llamaban dioses. Por tanto, tienen la
osadía de decir que Lacares había despojado a Atenas, que Dionisio había cortado
de la cabeza de Apolo los divinos rizos, o que Júpiter Capitolino había sido
quemado y aniquilado durante la guerra civil. Estos hombres no comprendieron que
aferrados a los nombres, arrastran consigo perversas creencias que además
adoptan. Los egipcios cometieron un especial yerro en el culto que dieron a los
animales. Al menos los griegos se expresan con corrección cuando dicen que la
paloma es animal consagrado a Afrodita, la sierpe a Atenea, el cuervo a Apolo,
el perro a Artemis, y así proclama Eurípides: Te convertirás en perro, imagen de
Hécate, la portadora de luz. No así los egipcios, que honran y tratan a los
animales como a los mismos dioses, absurda cosa que, no sólo ha significado la
irrisión y la chacota -mal menor en comparación al resto de la aberración-, sino
que han aportado a sus ritos un peligro que arroja a la superstición a los
espíritus más débiles, y lleva a los espíritus más osados y valerosos a la
impiedad y al ateísmo. Por tanto, no parece inapropiado someter a examen cuánto
hay de admisible en el culto que dan a los animales.
LXXII Eso que dicen sobre
los dioses, que por miedo a Tifón tomaron forma de animal, y así se ocultaron
bajo la forma de ibis, perros y halcones, sobrepasa todo mito, monstruosidad y
cuentos imaginables. Asimismo, es del todo increíble la idea de que las almas de
los difuntos que están llamadas a continuar viviendo, renazcan en los cuerpos de
dichos animales. Por lo que respecta a quienes pretenden dar una explicación de
cariz político a estos cultos, hay quien afirma que cuando Osiris realizó su
gran expedición, dividió sus fuerzas en varios contingentes (los griegos les dan
el nombre de compañías o destacamentos), haciendo a cada uno portador de un
estandarte con la imagen de un animal; según su decir, cada uno de éstos se
convirtió en objeto de culto para los miembros de cada contingente. Según
cuentan otros, los reyes que llegaron posteriormente, se presentaban ante éstos
con la cara encubierta por una máscara hecha de plata y oro que representaba
55
la imagen de un animal, a fin de causar el temor a sus enemigos. Aún otros
afirman que uno de los reyes enemigos, taimado y astuto, observó que el natural
de los espíritus egipcios era ligero e inclinado a las novedades, observó
asimismo que su gran número era la causa de su invulnerabilidad estando juntos.
Resolvió, por tanto, sembrar entre ellos un pretexto de discordia, y les mostró
la superstición. Así, prescribió la veneración de los diversos animales en cada
tribu, animales que son enemigos naturales entre sí, y que se alimentan los unos
de los otros. Cada grupo tomó como deber el defender a los suyos, no tolerando
su maltrato, por lo que se dejaron arrastrar inadvertidamente, debido al natural
de las fieras a luchar unos contra otros. Todavía hoy podemos ver esto en el
pueblo de los licopolitanos, que es el único en todo Egipto que come oveja, pues
así lo hace el lobo, y tienen a tal animal por dios. Los de Oxirrinco, viendo
que los cinopolitas comían pez oxirrinco, inmolaron un perro, y se lo comieron.
Tal suceso dio por resultado una guerra que causó grandes males a ambos pueblos;
y más tarde los romanos zanjaron el asunto castigándolos.
LXXIII Hay otros que
pretenden que la propia alma de Tifón fue dividida entre todos estos animales.
El mito parece querer mostrar con esto que las naturalezas salvajes y bestiales
participan de dicho mal daemon, y que a fin de apaciguar su ira, se rinde culto
a tales animales. Por cuanto se ha dicho, cuando han llegado sequías
extraordinarias que han acarreado consigo nefastas enfermedades, o alguna otra
calamidad, los sacerdotes escogen algunos de los animales a los que se les rinde
culto, y los llevan a algún lugar sosegado y silencioso en las tinieblas. Lo
primero que hacen es amenazarlos a fin de causar temor en ellos, pero si la
sequía subsiste, los inmolan degollándolos como víctimas, bien sea a modo de
castigo, o a fin de hacer expiación. Según cuenta Manetón, en la ciudad llamada
Ilitia, quemaban vivos a los hombres llamados Tifonianos, y después hacían
desaparecer sus cenizas aventándolas. Este rito se realizaba en público, durante
una época fija y concreta, en los días caniculares. Contrariamente a éste, el
rito de consagración de los animales se hacía de forma secreta, en épocas
variables, y dependiendo de las circunstancias. La mayoría de la gente no sabía
nada hasta el momento de los funerales, momento en el que los sacerdotes
escogían algunos de
56
los animales y los echaban en una misma fosa. Quedaban con esto convencidos de
que así perturbaban la alegría que sentía Tifón, viendo la muerte de los
animales sacros. Apis, al igual que otros animales, se considera consagrado a
Osiris, pero la gran mayoría de animales están consagrados a Tifón. Si estoy en
lo cierto respecto a la distribución de estos animales, nuestra investigación
deberá referirse a los animales que tienen en común, como es el ibis, el halcón,
el cinocéfalo, y al propio Apis, pues así denominan al macho cabrío que
conservan en Mendes.
LXXIV Hay además un valor respecto a su utilidad o
simbolismo, los hay que son útiles o simbólicos, y los hay que son ambas cosas.
Parece claro que el buey, la oveja y el icneumón fueron consagrados debido a la
utilidad que nos otorgan. Así hacen también los lemnios, que honran las alondras
porque encuentran los huevos de las langostas y los rompen. Los tesalios, por su
parte, veneran a las cigüeñas, pues éstas aparecieron cuando surgieron de la
tierra infinidad de sierpes y les dieron muerte a todas, por cuanto la ley de
los tesalios prescribe pena de muerte a quien matare una cigüeña. Los egipcios
veneran al áspid, a la comadreja y al escarabajo, pues ven en ellos imágenes
disipadas del poder de los dioses, como la del sol en una gota de agua. Aseguran
algunos que la comadreja concibe por el oído y da a luz por la boca, lo que
rememora la imagen de la generación de la palabra. Dicen de los escarabajos que
es una especie sin hembras, que todos son machos, y pretenden que tales animales
depositan su semilla en una materia a la que dan forma de esfera, empujándola
con las patas traseras, con lo que ven una imagen similar a la del sol que,
dirigiéndose de Occidente a Oriente, da el efecto de seguir un sentido contrario
al del firmamento. Sobre el áspid, visto que no envejece, y que, careciendo de
órganos de locomoción, se mueve con facilidad y ligereza, lo comparan con un
astro.
LXXV También la veneración del cocodrilo tiene su conveniente motivo. Se
considera a este animal como imagen de dios debido a que es el único que no
posee lengua,
57
pues, efectivamente, la divina razón no tiene necesidad de articular palabra, ya
que avanzando por un camino silencioso, dirige con equidad las cosas mortales. A
esto se añade el hecho de que, según se dice, es el único animal que, viviendo
bajo el agua, posee una membrana transparente que baja desde su frente cubriendo
sus ojos, de forma que puede ver sin ser visto, prerrogativa del primero de los
dioses. El lugar en el que la hembra deposita sus huevos es el límite de
crecimiento del Nilo, pues, no pudiendo poner en el agua, pero temiendo ponerlos
demasiado lejos, tienen un sentido exacto del porvenir. Mientras dura el periodo
de incubación, siguen viviendo en el río, y mantienen sus huevos en seco y a
resguardo de las crecidas. Ponen sesenta huevos, incuban otros sesenta días y,
aquellos que alcancen más edad, alcanzarán esa misma cantidad de años. Por dicho
motivo, el número sesenta es la primera unidad de medida de que se sirven
quienes se ocupan de los fenómenos celestes. Ya hemos hablado del perro cuando
mencionábamos los animales venerados por ser útiles y simbólicos, hablaremos
ahora del ibis. Este animal, además de destruir a los reptiles mortíferos, fue
el primero en mostrar el uso de la purgación curativa, viéndola hacerse a sí
misma lavativas y purgaciones. Los sacerdotes que son más escrupulosos tan sólo
utilizan para purificarse del agua que se sabe que ha bebido un ibis, porque
este ave jamás bebe aguas corrompidas ni malsanas, y ni siquiera se acerca a
ellas. La relación que toman sus patas entre sí con el pico, forman un triángulo
equilátero. Asimismo, la variedad y disposición que tiene con sus plumas blancas
superpuestas a las negras, recuerda la imagen de la luna en su primer cuarto. No
es de extrañar que los egipcios se hayan contentado con rasgos de parecido tan
leves, también los griegos han utilizado a menudo parecidos de esta índole por
cuanto refiere a sus imágenes pintadas o a sus esculturas. En Creta, a modo de
ejemplo, había una estatua de Zeus que no poseía orejas, pues se consideraba que
no estaba bien que el señor y soberano escuchase a nadie. Fidias añadió a una
estatua de Atenea un dragón, y a la estatua de Afrodita de Elides una tortuga,
para así significar que las vírgenes han de ser guardadas, y que para las
mujeres casadas conviene el silencio y la vida hogareña. El tridente de
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Poseidón simboliza la tercera región, el mar, después de la del sol y la de la
tierra; y de la palabra tritos provienen también Anfitrite y los Tritones. Por
otro lado, los pitagóricos dieron nombres de dioses a los números y a las
figuras geométricas. Dieron el nombre de Atenea, la nacida de la cabeza y
Tritogenia, al triángulo equilátero, porque parte de tres líneas perpendiculares
trazadas desde sus tres ángulos. Llaman Apolo al número uno, debido a su
simplicidad y a la negación de la multiplicidad. La díada recibió el nombre de
la Audacia y la Discordia, y el tres la Justicia, debido a que, entre cometer
injusticia y recibir injusticia, por exceso o por defecto, el punto medio es la
justicia, que es la igualdad. El número treinta y seis, llamado cuaternario, es,
como se sabe, su más sagrado juramento, y recibió el nombre de Cosmos. Su
formación proviene de la suma de los cuatro primeros números pares y sus cuatro
primeros números impares.
LXXVI Así pues, si los más grandes pensadores,
observaron en los objetos inanimados e inorgánicos hallando reminiscencias a lo
divino, y creyeron que nada debía descuidarse o pasarse por alto, cuánto más no
lo harían respecto a las criaturas sensibles, criaturas dotadas de alma y
sentimiento. Por lo tanto, debemos aprobar, no a aquellos que las veneran, sino
a aquellos que son capaces de ver lo divino a través de ellas, y que con justo
sentido, aprecian en ellas el ser los más claros espejos de la divinidad; por
tanto, debemos considerar a tales animales como instrumentos y obras de arte del
dios que dispone la armonía en todo. Además, es de justicia el que no demos
superioridad a lo inanimado sobre lo animado, ni a lo insensible sobre lo
sensible, ni aunque se reuniesen todo el oro y todas las esmeraldas de la tierra
en un punto. La residencia de lo divino no estriba en los colores, ni en las
formas distinguidas, ni en las superficies más pulidas, y aún diré más, todo
aquello que ni ha tenido vida, ni ha sido escogido para tenerla, debe tenerse en
menor estima que algo muerto.
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Por el contrario, una naturaleza que tiene vida, que tiene vista, que obtiene de
sí su propio movimiento, cuyo juicio le muestra qué le es propio y qué ajeno, ha
adquirido una emanación de la belleza y del intelecto que, tal y como narra
Heráclito, gobierna el universo. De lo dicho se deduce que, así como las
estatuas no han dejado de proceder de los hombres, la divinidad no ha dejado de
imprimir su semejanza en tales criaturas, pero lo divino de las estatuas, al
igual que en las criaturas, está debilitado. Respecto a cuanto se ha dicho de la
veneración de los animales, las cosas que encuentro más razonables son las
siguientes.
>LXXVII Las vestiduras de Isis poseen gran cantidad de colores
variados, dado que su poder se extiende sobre toda la materia, llegando a ser
todo y recibiendo de todo: luz y tinieblas, día y noche, fuego y agua, vida y
muerte, principio y fin. Por el contrario, la vestidura de Osiris, no tiene
variación, ni sombra, tan sólo un color, el de la luz, porque el principio es
virgen de toda mezcla, puro en esencia. Por dicho motivo, los sacerdotes,
poniendo una sola vez los vestidos a Osiris, los retiran y los guardan sin
tocarlos ni mostrarlos. En lo que respecta a los vestidos de Isis, se utilizan
muchas veces porque las cosas perceptibles y objeto de nuestros sentidos, dado
que son cosas de uso cotidiano, nos dan, en sus variaciones, infinidad de
manifestaciones y aspectos de sí mismas. En cambio, lo puro, lo santo, como el
relámpago que pasa a través de nuestra alma, no pueden percibirse más que una
sola vez. Por eso, tanto Platón como Aristóteles, llaman a esta filosofía
epóptica (contemplativa), para mostrarnos que aquellos que la han franqueado,
pasan a través de la razón pasando a la esencia primera, simple e inmaterial,
alcanzando sin ningún intermediario la verdad pura, y creen, tal y como sucede
con la iniciación, que han alcanzado el fin último de la filosofía.
LXXVIII Hay
otra creencia que en nuestros tiempos tiene aterrorizados a los sacerdotes, los
cuales intentan ocultarla y no revelarla, y es que Osiris es el dios de los
muertos, aquel que los griegos llaman Hades o Plutón. Dado que la mayor parte
desconoce cómo puede ser cierta tal cosa, la muchedumbre cree que Osiris, el
puro y santo,
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reside en la tierra y bajo ella, donde se entierran los cuerpos de quienes
parecen que han dejado de existir. No obstante, este dios se encuentra lejos de
la tierra, lejos de la podredumbre de la muerte, inalterable, incontaminado. Las
almas de los hombres, encerradas en estos cuerpos, sujetos a las pasiones, no
tienen posibilidad de participar del dios, salvo una visión velada que permite
la inteligencia por medio de la filosofía. Finalmente, cuando las almas quedan
libres de sus ataduras, cuando cambian su morada material por la morada
espiritual, invisible, pura y liberada, este dios pasa a ser su guía y rey;
entonces, le contemplan insaciablemente, deseando la belleza inefable e
incalificable para los hombres. Se trata de la misma belleza que, según el mito,
Isis desea y ama profundamente, pues ésta colma a todos los seres de este mundo
que participan de la generación, de todas las bellezas y todos los bienes. He
aquí la interpretación sobre estas cosas que más conviene a los dioses.
LXXIX Si
debo hablar ahora, tal y como prometí, sobre los perfumes que ofrendan cada día,
hay que observar el empeño que pone el pueblo egipcio en las prácticas
referentes a la salud. Pusieron especial énfasis en sus ritos, ceremonias y
demás prácticas, en lo que a la salud respecta, no menos que a la santidad.
Según su opinión, no era posible venerar al ser infinitamente puro, aquel que
está exento de contaminación, con cuerpos y almas enfermos. Así pues, puesto que
el aire que nos rodea y constantemente respiramos, no tiene siempre las mismas
cualidades sino que por la noche se densifica, oprimiendo el cuerpo con una
especie de neblina y causando desasosiego e inquietud, tan pronto se alzaban del
lecho, quemaban resinas. De esta forma, saneaban y purificaban el ambiente con
la emanación de dicho sahumerio, y creían que así hacían que el cuerpo saliera
del sopor en el que se encontraba, pues la virtud del perfume de la resina es
fuerte y estimulante. Llegado el mediodía, cuando la fuerza del sol extraía los
vapores de la tierra, vapores de naturaleza pesada y múltiple, quemaban mirra a
modo de ofrenda, pues el calor que ésta contiene disuelve y disipa las
emanaciones que, procedentes del cieno y el fango, se condensan en la atmósfera.
Además, los médicos creen que la
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forma de combatir las plagas contagiosas es encender hogueras, pues así aligeran
el aire, y cuanto más olorosas sean las maderas (ciprés, enebro o pino), más
ligero queda el aire. Según se cuenta, en la época en que una plaga violenta
asoló Atenas, el médico Acron adquirió gran fama ordenando que se encendieran
hogueras junto a los enfermos, y así curó a muchos. En decir de Aristóteles, las
fragancias olorosas de los perfumes, de las flores y de los prados, contribuyen
en gran medida en la salud a la par que sirven al placer, puesto que la
naturaleza cálida y suave da agrado al cerebro de natural frío y entumecido. De
ser cierto que los egipcios dan a la mirra el nombre de Bal, y si verdaderamente
su sentido es desvanecimiento de la locura, servirá de testimonio a la razón su
uso.
LXXX El kifi es un perfume compuesto de dieciséis substancias: miel, vino,
pasas, junicia, resina, mirra, aspálato y seselí; se le añade a esto lentisco,
brea, junco oloroso, romaza y, además, enebro gigante y enano (que son las dos
especies), cardamomo y cálamo. La composición de estos ingredientes viene
prescrita en los libros sacros, no se ordenan al azar, y se leen a quienes han
de prepararlo a medida que se mezclan los ingredientes necesarios. Respecto al
número, aunque parece estar escogido intencionadamente por ser el cuadrado, y el
único cuya figura proporciona una superficie igual a su área por tener todos los
lados iguales, no parece que esta cuestión afecte lo más mínimo al resultado. La
mayor parte de los ingredientes tienen una virtud aromática, por lo que
desprende un soplo dulce y benéfico, y así cambia el estado del aire, y el
cuerpo, agradablemente bañado por sus emanaciones, adquiere una temperatura que
lo arrastra al sueño. Los desasosiegos y tristezas cotidianas se aflojan como
cuerdas, y se disipan sin necesidad de embriaguez. La imaginación, receptora de
los sueños, se vuelve como un espejo bruñido, y los sueños se armonizan como las
cuerdas de una lira, por eso los pitagóricos la empleaban antes de acostarse.
Verdaderamente las fragancias olorosas solían reanimar el sentido desvanecido,
pero muchas otras, por su suavidad, lo adormecen y lo calman cuando sus
emanaciones se extienden a lo largo del cuerpo.
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El resultado era parecido a aquel que narran ciertos médicos, que aseguran que
el sueño sobreviene cuando las emanaciones de la comida trepan por los
intestinos, y en su contacto, producen una especie de suave cosquilleo. Los
egipcios hacen también uso del kifi para purificarse interiormente usándolo en
forma de mixtura, por motivo de su virtud laxante. Por otra parte, la resina y
la mirra son producidas por el sol, cuando hace exudar a los árboles mediante su
calor. De cuantos ingredientes componen el kifi, los hay que prefieren la noche,
pues su naturaleza demanda vientos fríos, sombra, rocío y humedad. La luz del
día es una y simple y, tal y como refiere Píndaro, vemos el sol a través del
yermo y del espacio. No así el aire nocturno, que es compuesto y mixtura de
diversas luces y fuerzas, influencias que provienen de todos los astros para
llegar a amalgamarse. Así, actúan bien los egipcios cuando queman durante el día
la resina y la mirra, pues estos perfumes son simples y tienen su principio en
el sol. Para la noche, por tanto, son más convenientes los perfumes que son
amalgama y mezcla de toda clase de cualidades.