LIBRO I
Capítulo
I: Prefacio. Primera parte. Finalidad que persigue Clemente en esta
obra. Necesidad de creer. La enseñanza escrita y oral
La plantación espiritual
1.1. [Falta el inicio] ... "para que los leas continuamente y puedas conservarlos" (Hermas, El Pastor, Visiones, 5,5; Platón, Fedro,
257 D). Pero ¿está permitido a todo el mundo legar escritos o
únicamente a algunos? En el primer caso, ¿qué tendría de provechoso la
escritura? Y en el segundo, ¿sólo se permitiría a los diligentes o
también a los que no lo son? En verdad, sería ridículo rechazar como
indignos los escritos de los hombres honrados, y admitir los libros de
quienes no lo son.
1.2. Además, ¿acaso se han de dar por buenos
los mitos y blasfemias que aparecen en Teopompo, Timeo, Epicuro -el
iniciador de la impiedad-, o igualmente los escritos que se atribuyen a
Hiponacte y a Arquíloco, y, en cambio, vamos a prohibir dejar algo de
provecho a la posteridad a quien proclama la verdad? Pienso yo que es
preferible dejar buenos hijos a la posteridad. En efecto, las palabras
son descendientes del alma, al igual que los niños lo son del cuerpo.
1.3.
Por eso llamamos padres a los que nos han catequizado, puesto que la
sabiduría es comunicativa y amiga de los hombres. Por ello, Salomón
afirma: "Hijo, si, recibiendo la expresión de mi precepto, la
escondieres dentro de ti, tu oído obedecerá sabiamente" (Pr 2,1-2). Esto
indica que la palabra es sembrada y enterrada, como semilla en la
tierra, en el alma del discípulo, y ésta es la plantación espiritual
(cf. Mt 13,8; 15,13).
Debemos salir de la ignorancia espiritual
2.1.
Por eso también añade: "Dirigirás tu corazón a la prudencia y lo
enderezarás para instrucción de tu hijo" (Pr 2,2). Así, por tanto, me
parece a mí que un alma que se une a [otra] alma y un espíritu a [otro]
espíritu, cuando se siembra la palabra, hacen crecer la semilla y
producen vida; y todo el que es educado viene a ser hijo del educador en
virtud de la obediencia. Dice [Salomón]: "Hijo, no olvides mis leyes"
(Pr 3,1).
2.2. Y aunque la gnosis no es [patrimonio] de todos,
como el tocar la lira para el asno, conforme afirman los amigos de
proverbios; sin embargo, los libros son para las multitudes. Por cierto,
los cerdos "prefieren revolcarse en el barro" (2 P 2,22) más que en el
agua limpia.
2.3. "Por eso -dice el Señor- les hablo en
parábolas, para que viendo no vean y oyendo no oigan ni entiendan" (Mt
13,13). El Señor no provoca en ellos la ignorancia -puesto que no sería
lícito pensar así-, sino que de manera profética les hace ver su actual
ignorancia, y les da a entender que son incapaces de comprender lo que
les anuncia.
El cristiano se sostiene en su fe por la gracia de Cristo Jesús
3.1.
He aquí cómo el Salvador mismo se presenta distribuyendo a los siervos,
conforme a la capacidad de quien recibe y que es necesario incrementar
con la práctica, sus riquezas de lo que le sobra. Y vuelve más tarde
para revisar cuentas (o: entablar razón; o: ajustar cuentas) con ellos. A
los que acrecentaron su dinero, los "fieles en lo poco" (Mt 25,21) les
aprueba y les promete "constituirlos en lo mucho" (Mt 25,23), y les
manda entrar "en la alegría del Señor" (Mt 25,23).
3.2. Por el
contrario, a quien enterró el dinero que se le había confiado para que
lo colocara a interés, y lo devolvió tal como lo había recibido,
improductivo, le dijo: "Siervo malo y perezoso, debías haber entregado
mi dinero a los banqueros, y al volver yo habría recobrado lo mío (Mt
25,26; Lc 19,12); y el siervo inútil será arrojado "a las tinieblas
exteriores" (Mt 25,30).
3.3. Así, tú también -dice igualmente
Pablo-, confirmado en la gracia de Cristo Jesús, lo que de mí has oído
ante muchos testigos, transmítelo a hombres fieles, que sean capaces
ellos mismos de enseñar a otros" (2 Tm 2,1-2).
3.4. Y de nuevo:
"Mira bien cómo presentarte ante Dios, como hombre probado, como obrero
que no tiene de qué avergonzarse, que distribuye rectamente la palabra
de la verdad" (2 Tm 2,15).
Importancia de la predicación
4.1.
Si dos [personas] anuncian la Palabra, una por escrito y otra
oralmente, ¿cómo no aprobar a ambas, puesto que por la caridad han hecho
operativa la fe (cf. Ga 5,6)? La responsabilidad de no escoger lo mejor
es de quien elige; Dios no es culpable (o: no es responsable). De ahí
que a unos les corresponda colocar a interés la palabra, y a otros
examinarla y elegirla o no; el juicio se juzga en ellos mismos.
4.2.
No obstante, la ciencia de la predicación es en cierta medida [tarea]
angélica y de cualquier forma que se realice, con la mano o mediante la
voz, es provechosa. "Porque quien siembra en espíritu, cosechará del
espíritu la vida eterna; no nos cansemos de hacer el bien" (Ga 6,8. 9).
4.3.
Por tanto, a quien le haya tocado, por divina Providencia, (la tarea de
enseñar), obtiene los mejores bienes(2): el comienzo de la fe, el deseo
de una conducta recta, el caminar hacia la verdad, el anhelo de la
investigación, la huella de la gnosis; por decirlo brevemente, se le
conceden los medios de salvación. Además, quienes se alimentan
auténticamente con las palabras de la verdad también reciben el viático
para la vida eterna y le conceden alas para volar al cielo.
4.4.
Por eso, el Apóstol afirma de la forma más admirable: "Mostrémonos en
todo cual servidores de Dios; como mendigos, pero enriqueciendo a
muchos; como quienes nada tienen, pero poseyéndolo todo: les abrimos
nuestra boca" (2 Co 6,4. 10. 11). "Te conjuro -dice escribiendo a
Timoteo- delante de Dios y de Cristo Jesús y de los ángeles elegidos,
que hagas esto sin prejuicios, sin parcialidad" (1 Tm 5,21).
Que cada uno asuma la responsabilidad que le corresponde
5.1.
Es necesario, por tanto, que entre ambos nos examinemos a nosotros
mismos, el que habla, si es digno de hablar y de dejar memorias
escritas, el que escucha, si merece escuchar y leer. Así, quienes
reparten la Eucaristía, según es costumbre, también encarecen a cada uno
de los asistentes que tomen la porción que les corresponde.
5.2.
De hecho, lo mejor para elegir o rehusar con [plena] seguridad es la
conciencia, cuyo sólido fundamento es una vida recta unida a la
conveniente doctrina. Pero, para [alcanzar] el conocimiento de la verdad
y practicar los mandamientos, lo mejor es seguir a otros que ya han
sido probados y que obraron con rectitud.
5.3. "Puesto que quien
come el pan o bebe el cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y
de la Sangre del Señor. Examínese, entonces, el hombre a sí mismo y
coma luego de ese pan y beba de ese cáliz" (1 Co 11,27-28).
Deberes del buen servidor de la palabra de Dios
6.1.
Igualmente es preciso que quien presta un servicio al prójimo examine
si no se ha lanzado a la enseñanza con audacia o por envidia; si no
ambiciona la fama [mediante la predicación] de la Palabra; si recoge
como único salario la salvación de los oyentes; y, si el que habla
mediante apuntes escritos evita el peligro de hacerlo por conquistar
favores (cf. Platón, Gorgias, 521 A) y para que no que se le acuse de corrupción.
6.2.
"Porque nunca hemos usado de lisonjas en discurso [alguno], como bien
saben -dice el Apóstol- ni hemos procedido por lucro, Dios es testigo;
ni hemos buscado la alabanza de los hombres, ni la de ustedes, ni la de
ningún otro. Pudiendo, como apóstoles de Cristo, hacer sentir nuestra
autoridad; sin embargo, fuimos bondadosos en medio de ustedes, como una
nodriza que cuida con ternura a sus hijos" (1 Ts 2,5-7).
6.3. Por
eso, quienes pretenden participar de las palabras divinas deben estar
muy atentos, no sea que indagando con curiosidad, como si se tratase de
visitar monumentos de una ciudad, consigan precisamente eso, es decir,
tener parte en las cosas mundanas, sabiendo a la vez que los consagrados
a Cristo no carecen jamás de lo necesario. Esos tales son hipócritas a
los que se debe dejar de lado. No obstante, si alguien "no quiere
parecer justo sino serlo" (Platón, República, II,362 A; Esquilo, Siete contra Tebas, 592), debe ser consciente de lo que es lo mejor para él.
El obrero siembra, y el Señor da el crecimiento
7.1.
Puesto que "la mies es mucha y los obreros pocos" (Mt 9,37-38; Lc
10,2), en realidad conviene pedir, de forma que tengamos gran abundancia
de trabajadores. Pero el cultivo es doble: uno sin escritura; el otro
con ella. De cualquier manera que el obrero del Señor siembre los granos
de trigo de buena calidad, haga crecer y sigue las espigas, resultará
un agricultor realmente divino.
7.2. "Trabajen -dice el Señor- no
por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la vida
eterna" (Jn 6,27). Ahora bien, la alimentación se consigue mediante el
pan y mediante las palabras (cf. Mt 4,4). Y, en verdad, son
"bienaventurados los pacíficos" (Mt 5,9), los que enseñan a los
[hombres] que en esta vida de errores son víctimas de la ignorancia(o:
que se han vuelto enemigos de un determinado género de vida y extravío
por ignorancia), y les conducen a la paz del Verbo y de la vida según
Dios, y alimentan con la distribución del pan a quienes tienen hambre de
justicia (cf. Mt 5,6).
7.3. También las almas tienen sus
alimentos propios: unas crecen mediante el conocimiento y la ciencia;
otras, en cambio, son apacentadas con la filosofía helénica, en la que,
al igual que en las nueces, no todo es comestible.
7.4. "El que
planta y el que riega -ministros de quien da el crecimiento- son uno
respecto al ministerio; y cada uno recibirá el salario conforme a su
trabajo. Porque nosotros somos cooperadores de Dios; ustedes son el
campo de Dios, el edificio de Dios" (1 Co 3,8. 9), según el Apóstol.
Estamos invitados a participar en el banquete de la fe
8.1.
No se ha de permitir, por tanto, a los oyentes poner a prueba la
doctrina mediante la comparación, ni exponerla al examen de quienes
están educados en toda clase de artificios humanos, y cuya alma está
llena de esos falsos sofismas de los que ni siquiera pretenden librarse.
8.2.
Por el contrario, cuando uno elige participar en el banquete de la fe,
pisa en firme (o: adquiere el juicio necesario) para recibir las divinas
palabras, porque posee la fe misma como criterio razonable de juicio.
Luego le viene, como sobreabundancia, la persuasión. Y eso mismo es lo
que significa aquel [dicho] profético: "Si no creen, no comprenderán"
(Is 7,9). "Por consiguiente, mientras tenemos tiempo, hagamos el bien a
todos, pero especialmente a los hermanos en la fe" (Ga 6,10).
8.3.
Que cada uno dé gracias salmodiando según el bienaventurado David:
"Rocíame con el hisopo y quedaré limpio, lávame y seré más blanco que la
nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, y saltarán de júbilo los huesos
quebrantados. Aparta tu rostro de mis pecados y borra mis iniquidades.
8.4.
Crea en mí un corazón puro, oh Dios, y renueva en mis entrañas un
espíritu recto. No me arrojes de tu presencia, y no apartes de mí tu
santo Espíritu. Devuélveme el gozo de tu salvación y confírmame con un
espíritu generoso" (Sal 50,9-14).
La palabra oral y la palabra escrita
9.1.
Ahora bien, quien habla delante de personas y, con tiempo, las somete a
examen, valora con juicio, y distingue al que es capaz de oír de los
demás, observando las palabras, el carácter, las costumbres, el modo de
vivir, los movimientos, las actitudes, la mirada, la voz, lo que es
crucial, el camino pedregoso, el camino trillado, la tierra fértil, la
cubierta de zarzales. Y también la que es fecunda, buena, bien labrada, y
que puede multiplicar la semilla (cf. Mt 13,3-8; Mc 4,3-8; Lc 8,4-8).
9.2.
Pero quien habla mediante escritos se purifica ante Dios, si proclama
estas cosas por escrito, sin ánimo de lucro ni por vanagloria; sin
dejarse vencer por el deseo de la pasión, ni esclavizar por el temor, ni
excitar por la voluptuosidad. Sino que sólo disfruta con la salvación
de sus lectores, de cuya recompensa ni siquiera él participa en el
presente, sino que aguarda con esperanza aquella otra que le será
otorgada por quien prometió dar a los obreros el salario merecido (cf.
Mt 20,4).
9.3. Tampoco debe desear la recompensa quien ha
alcanzado la edad adulta. Porque quien se gloría de su buen obrar, ¿no
ha recibido ya su compensación en la buena reputación? Y quien realiza
una buena acción para ser premiado, como el que obtiene un beneficio por
la buena acción realizada, o el que evita el castigo por [culpa] de una
mala acción, ¿no está dominado por el espíritu del mundo? Es necesario,
por tanto, imitar en lo posible al Señor.
9.4. Quien lo hiciere
cumplirá la voluntad de Dios, dando gratis lo que recibe gratuitamente
(cf. Mt 10,8), y acepta como digna recompensa su misma buena conducta
(lit.: la ciudadanía). Así dice [la Escritura]: "No entrará en el
santuario el salario de una meretriz" (Dt 23,19). Y también está
prohibido ofrecer en el altar del sacrificio "el precio de un perro" (Dt
23,19)(1).
(1) Sigo la opción adoptada por D. Mayor («op. cit»., p. 55), que coloca esta última cita al fina del párrafo 9.
El ojo del alma
10.1. Quien por mala alimentación y enseñanza tenga obstruido el ojo del alma (Platón, República,
VII,533 D), respecto a la luz que le es propia, diríjase a la verdad
que revela por la Escritura lo no escrito: "Los que tengan sed, acudan
al agua", dice Isaías (Is 55,1); y Salomón aconseja: "Bebe el agua de
tus depósitos" (Pr 5,15).
10.2. En Las Leyes, Platón, el
filósofo aleccionado (o: discípulo de) por los hebreos, prescribe a los
agricultores no regar ni tomar agua de otros, si antes no han cavado en
su propio terreno, hasta la llamada capa virgen y no han comprobado su
tierra sin agua (cf. Platón, Leyes, VIII,844 A-B).
10.3.
Porque aunque sea justo socorrer en la necesidad, sin embargo no es
bueno fomentar la pereza. Y aunque es razonable ayudar a uno a llevar su
carga, sin embargo no lo es ayudar a descargarla, dijo Pitágoras (cf.
Porfirio, Vida de Pitágoras, 42).
10.4.
La Escritura enciende al mismo tiempo el ardor vital del alma y orienta
el ojo interior a la contemplación, bien infundiendo un germen, como el
labriego que injerta, bien renovando lo ya existente.
10.5.
"Muchos, en efecto, hay entre nosotros enfermos y débiles, y bastantes
que están dormidos (= muertos), como dice el divino Apóstol. Si nos
juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados" (1 Co 11,30-31).
Capítulo I: Prefacio. Segunda parte. Qué son los Stromata
La verdadera tradición de la bienaventurada doctrina
11.1.
Esta obra no es un escrito compuesto con todas las reglas del arte para
la ostentación, sino que atesora memorias para mi vejez; y son un
remedio contra el olvido, sencillamente un reflejo (o: apunte) y esbozo
de aquellos brillantes y animados discursos que tuve el honor (lit.: fui
juzgado digno) de oír a bienaventurados y realmente dignos varones.
11.2.
De entre ellos, uno era el Jónico, que vivía en Grecia; otros dos
habitaban en la Gran Grecia (uno era oriundo de la bahía de Siria, otro
de Egipto); y otros [eran] de Oriente: uno de Asiria y otro de
Palestina, hebreo de nacimiento. Al encontrarme con el último (en
realidad era el primero por su capacidad), descansé tras hallarlo (lit.:
darle caza) en Egipto, donde estaba oculto. Realmente era como una
abeja siciliana que recogía (el néctar) de las flores del campo
profético y apostólico, y que engendró un fruto puro de "gnosis" en el
alma de sus discípulos (lit.: oyentes).
11.3. Estos [maestros]
conservan la verdadera tradición de la bienaventurada doctrina que
procede directamente de los santos Apóstoles Pedro, Santiago, Juan y
Pablo, al igual que un hijo recibe la herencia de su padre (aunque son
pocos los hijos que se parecen a sus padres [Homero, Odisea, II,276]); y llegaron con la ayuda de Dios, para depositar en nosotros aquellas semillas de sus antepasados y de los Apóstoles.
El Salvador siempre salva y continuamente actúa
12.1.
Bien sé que [los lectores] se alegrarán; y no por la forma con la que
yo me expreso, sino porque en ella sólo se conserva lo que ellos
prescribieron. Porque me parece que la acción de un alma, que, sin
perder nada, desea conservar la bienaventurada tradición, es la de
emprender semejante investigación: "El hombre que ama la sabiduría
alegrará al padre" (Pr 29,3).
12.2. Los pozos de los que se saca
agua con frecuencia, la tienen más limpia; en cambio, de los que no se
saca nada, se pudren. También el hierro conserva el brillo con el uso;
en tanto que la herrumbre es producida por el desuso. En términos
generales, el ejercicio engendra la buena disposición tanto de las almas
como de los cuerpos.
12.3. "Nadie enciende una lámpara y la
coloca debajo de un celemín" (Mt 5,15), sino sobre el candelero, para
que alumbre a los que han sido invitados (o: dignos [de participar]) al
banquete común (cf. Lc 14,24). ¿Para qué sirve una sabiduría que no hace
sabio a quien es capaz de entenderla? El Salvador siempre salva y
continuamente actúa, como ve [que hace] el Padre (cf. Jn 5,17 ss.; 9,4).
Cuando uno enseña es cuando más aprende, y al hablar uno se convierte
muchas veces en oyente de su propio auditorio. En efecto, "uno sólo es
el Maestro" (Mt 23,8), tanto del que habla como del que escucha; y uno
solo es también el que hace brotar tanto la inteligencia como la
palabra.
Los misterios de la fe se confían a la palabra
13.1.
De ahí que el Señor no prohibiera hacer el bien en sábado (cf. Mt
12,12), sino que permitió participar de los misterios divinos y de
aquella luz santa "a quienes pudieron comprender" (Mt 19,11).
13.2.
Y tampoco [el Señor] reveló a la mayoría lo que no estaba al alcance de
todos, sino a unos pocos, a aquellos a quienes Él sabía que convenía,
ya que podían entender y configurarse con aquellas cosas. Por eso los
misterios, como Dios mismo, se confían a la palabra y no a los escritos.
13.3.
Si alguno dijere que está escrito: "Nada hay oculto que no llegue a
descubrirse., ni secreto que no venga a conocerse" (Mt 10,26), nosotros
le diremos que el Verbo ha profetizado con esa sentencia que lo secreto
será revelado a quien lo escucha secretamente, y que le serán
manifestadas las cosas ocultas a quien sea capaz de recibir la tradición
veladamente; y que lo que está oculto para la mayoría será manifiesto
para unos pocos.
13.4. ¿Por qué no todos conocen la verdad? ¿Por
qué no es amada la justicia, si es patrimonio común de todos? No
obstante, los misterios se transmiten misteriosamente, para que estén en
la boca del que habla y en la del que escucha; o mejor aún, no en la
voz sino en el pensamiento (o: inteligencia; lit.: en el entender).
13.5.
"Dios dio a la Iglesia apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y
maestros para el perfeccionamiento de los santos, en orden a la
realización del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo" (Ef
4,11-12).
Clemente explica las limitaciones de su obra
14.1.
Conozco bien la fragilidad de estas notas escritas (o: colección de
memorias), en comparación con aquel espíritu lleno de gracia, a quien
tuvimos el honor de escuchar; podrán ser, no obstante, una imagen que a
quien haya sido herido por el tirso (= vara enramada) le avive el modelo
del ejemplar. "Porque quien hable a un sabio -dice [la Escritura]-,
también se hará más sabio" (Pr 9,9), y "al que tiene, se le dará más"
(Lc 19,26).
14.2. Pero, esto lo decimos no como quien interpreta
suficientemente los misterios, puesto que se necesitaría mucho más; sino
sólo para recordarlos, tanto en el caso de que los hayamos olvidado por
completo, como para que no los olvidemos. Sé muy bien que con el tiempo
se nos han olvidado muchas cosas, desvanecidas por no tenerlas
escritas. Para soslayar la debilidad de mi memoria, también me he
procurado un saludable remedio mnemotécnico: la forma de exposición
continuada mediante resúmenes, que es obligatoriamente la que
presentaremos en este [nuestro] proyecto.
14.3. En efecto, hay
cosas de las que no recordamos nada (pues aquellos bienaventurados
hombres tenían una extraordinaria capacidad [intelectual]); hay otras
que, por no tenerlas anotadas, las hemos recordado alguna vez, pero
ahora se nos han olvidado con el [paso del] tiempo; no obstante, las
[que escribo] no son otras que aquellas, que permaneciendo en mi memoria
casi habían desaparecido de la misma, puesto que no es fácil memorizar a
quien no está bien ejercitado; precisamente ésas [quiero] reavivar en
estas notas. Hay cosas que, escogiendo de lo conocido, tengo que pasar
por alto voluntariamente, ya que tengo miedo de poner por escrito
incluso aquello que reservamos al hablar, y no por envidia (pues no
sería lícito), sino por respeto para quienes las lean, no sea que se
precipiten [en ellas] de manera infundada, y venga a suceder que
tendamos una espada al niño, como afirman quienes gustan de proverbios.
14.4. "Porque es imposible que haya escritos que no lleguen a divulgarse" (Seudo Platón, Epístolas,
II,314 B), aunque yo no los haya dado a conocer [jamás]; sin embargo,
lo que va y viene anunciado de continuo y de modo uniforme por la sola
palabra escrita, no responde a un [posible] interrogador nada más que lo
que está escrito, puesto que carece de la obligada ayuda, tanto del
autor mismo como de cualquier otro que [anteriormente] haya recorrido el
mismo camino(1).
(1)"...
Quien se enfrenta a la lectura de cualquier escrito -dice Clemente- no
posee otra ayuda que su propia inteligencia para comprender lo que lee; o
sea, nadie podrá entender otra cosa distinta de lo que literalmente
puede leerse en dicho libro. Ya antes Platón había comparado la
escritura con la pintura, producciones que se presentan como seres
vivos, pero guardan el más solemne silencio a quien les interroga algo"
(FP 7, p. 101, nota 129).
La evangelización de la cultura
15.1.
Mi escrito aludirá a algunas cosas e insistirá en otras y sólo
mencionará unas pocas, pero procurará hablar de lo que permanece
olvidado; desvelará lo oculto e indicará lo secreto.
15.2.
También ofrecerá las opiniones de las sectas (o: herejías) más
importantes; contradecirá todo aquello que debe ser dispensado
providencialmente según la contemplación epóptica (o: contemplación
suprema) y que se refiere a la gnosis, la cual progresará en nosotros
conforme a la "gloriosa y venerable regla de la tradición" (Clemente de
Roma, Primera epístola a los Corintios,
7,2), al comenzar por el origen del mundo, y expondrá primeramente
aquellas ideas de la teoría física que hay que presuponer
necesariamente, y desechará aquellos obstáculo que se interpongan a la
concatenación de los pensamientos; y tendrá los oídos dispuestos para
recibir la tradición gnóstica, a la manera que un labrador limpia de
espinos y de toda clase de arbustos la tierra para plantar un viñedo.
15.3.
Efectivamente, el que prepara un combate también pelea, y los ritos
preparatorios de los misterios son ya misterios; por eso nuestra obra no
titubeará en utilizar los [mejores] recursos de la filosofía y de
cualquier otra propedéutica que nosotros recordemos.
15.4. No
sólo hay que hacerse judío en virtud de los judíos y de quienes están
bajo la Ley, como dice el Apóstol (cf. 1 Co 9,20-21), sino también
griego por los griegos, con el fin de ganarlos a todos.
15.5. Y
en la Epístola a los Colosenses escribe: "Amonestando a todo hombre e
instruyéndolo en toda sabiduría, para que sea presentado como hombre
totalmente perfecto en Cristo" (Col 1,28).
Importancia de la mediación humana
16.1.
Además, la cumplida elegancia de la cultura se ajusta perfectamente a
la forma de estas notas. La riqueza de la selección de textos es
precisamente como un condimento sobreañadido a la nutrición del atleta;
no del que es voluptuoso, sino de quien desea tener un buen alimento en
aras de la competición. Por eso, cantando, distenderemos armoniosamente
la tensión excesiva de nuestra gravedad en el hablar.
16.2. Al
igual que quienes desean hablar delante de una multitud, a menudo lo
hacen a través de un pregonero con el fin de que lo que dice sea mejor
oído; así también nosotros -puesto que a muchos debemos hablar antes de
tratar sobre la tradición misma- les acercaremos los pensamientos y los
términos que les son familiares, y con los que el auditorio se sentirá
más atraído.
16.3. En resumidas cuentas, ya que entre muchas
perlas pequeñas una sola es la [mejor], y en una pesca abundante uno es
el pez hermoso, con tiempo y esfuerzo la verdad resplandecerá, si
tenemos ayuda suficiente; en efecto, la mayoría de los bienes divinos
nos son comunicados a través de los hombres.
Un esbozo del plan de la obra
17.1.
Todos los que tenemos ojos contemplamos lo que se pone delante de
ellos, aunque de manera diferente unos de otros. Así, el cocinero y el
pastor no contemplan de igual manera el rebaño (o: las ovejas); el
primero observa si está gordo; el segundo, en cambio, mira la pureza de
su raza (cf. Jn 10,11. 14). Aquel, si necesita alimento, ordeña la leche
de las ovejas; el otro, no obstante, esquila la lana, si se encuentra
necesitado de ropa.
17.2. De igual manera, a mí me interesa el
fruto de la selección de los textos griegos. Pienso que en tales
circunstancias nadie titule de afortunado un escrito al que nadie
contradice; en cambio, deberá llamarse razonable aquel otro al que nadie
puede contradecir razonablemente. Hay que aceptar no la acción y la
doctrina que no reciben reproche alguno, sino aquellas a las que nadie
puede contradecir de manera razonable.
17.3. Aunque uno no pueda
realizar una empresa correctamente desde sus inicios, no puede decirse
que actúa indiscriminadamente, sino que explicará su actividad
inspirándose en la sabiduría de Dios o adaptándose [a ella]. Porque
quien posee ya la virtud no necesita de camino [alguno] para
conseguirla, como el que está sano [no tiene necesidad] de medicina.
17.4.
Lo mismo que los agricultores riegan la tierra antes [de sembrar], así
también nosotros regamos con el agua potable de los pensamientos
griegos, regamos la tierra que ellos son, para que reciban la semilla
espiritual que ha sido sembrada, y así pueda crecer [en ellos]
fácilmente.
Sobre la filosofía
18.1.
Por tanto, estos Stromata recorrerán la verdad mezclada a las
enseñanzas de la filosofía, o mejor, envuelta y oculta en ellas, como el
fruto comestible de la nuez; me parece que sólo a los labradores de la
fe corresponde el custodiar las semillas de la verdad.
18.2. No
se me ocultan tampoco las murmuraciones de algunos ignorantes timoratos
que dicen que es necesario ocuparse de lo más imprescindible, o sea, de
lo que contiene la fe, y prescindir, en cambio, de las cosas externas y
superfluas, que nos fatigan inútilmente y nos ocupan el tiempo sin
aportar nada al objetivo final.
18.3. Incluso hay quienes piensan
que la filosofía es mala, porque se ha introducido en la vida de los
hombres para su perdición por un malvado inventor.
18.4. Pero, yo
mostraré a lo largo de estos Stromata que el vicio (lit.: la maldad) es
de naturaleza mala, de la que ningún labrador puede jamás hacer crecer
nada bueno, e insinuaré de alguna manera que la filosofía también es
obra de la divina Providencia.
Capítulo II: Prefacio. Segunda parte. Qué son los Stromata (continuación)
Utilidad de la filosofía
19.1.
Además de estos recuerdos escritos, que incorporan en los momentos
precisos, la doctrina helénica, yo quisiera añadir a mis detractores lo
siguiente: en primer lugar, para suponer que la filosofía es inútil, al
menos sería útil establecer la afirmación de su inutilidad.
19.2.
En segundo lugar, tampoco se puede condenar a los griegos contentándose
con la mera mención de sus opiniones, sin adentrarse con ellos hasta
descubrir en profundidad los detalles de su pensamiento.
19.3.
Porque sólo es válida la refutación cuando se basa en la experiencia, ya
que la más perfecta demostración se manifiesta con el conocimiento de
lo refutado.
19.4. Hay muchas cosas, en verdad, que no
contribuyen al objetivo que prestigia al artista (o: al especialista);
además, la cultura general (o: erudición) viene en ayuda de quien expone
las verdades más importantes, está orientada a obtener la persuasión de
los oyentes y, engendrando admiración en los catecúmenos, les orienta
hacia la verdad.
La filosofía no separa de la fe
20.1.
Digna de confianza es una conducción de las almas mediante la cual, los
que gustan de aprender, reciben la verdad oculta, para que no piensen
que la filosofía perjudica por sí misma la vida, y que ha sido producida
por un demiurgo de falsas obras y acciones perversas, como algunos han
hecho observar; puesto que la filosofía es una imagen clara de la
verdad, un regalo divino concedido a los griegos.
20.2. Además,
no nos separa de la fe, como embaucados por un arte engañoso, sino que,
por decirlo de alguna manera, nos predispone con un más amplio bagaje,
que sirve como de gimnasia común en la demostración de la fe.
20.3.
Sí, también el contraste de opiniones provoca en sí mismo la verdad,
mediante la cual se alcanza la gnosis; porque la filosofía no se impone
por la razón anteriormente expuesta, sino gracias al fruto de la gnosis.
Nosotros adquirimos el seguro convencimiento de poseer la verdadera
ciencia de los significados ocultos.
20.4. No es necesario decir
que los Stromata, repletos de ingente sabiduría, pretenden ocultar
hábilmente las semillas de la gnosis.
El esfuerzo por alcanzar la verdad
21.1.
Porque al igual que el apasionado de la caza captura la presa después
de buscar, rastrear, seguir las huellas y azuzar a los perros, así
también la verdad se manifiesta como algo dulce, una vez buscada y
conseguida con esfuerzo.
21.2. ¿Por qué razón hemos preferido
este género literario para nuestras notas? Porque existe el gran peligro
de divulgar el contenido realmente misterioso de la verdadera filosofía
a quienes desean injustamente contradecirlo todo, desechando todas las
palabras y expresiones sin prudencia alguna, engañándose a sí mismos y
hechizando a sus seguidores.
21.3. Como dice el Apóstol: "Los hebreos piden milagros; pero los griegos buscan sabiduría" (1 Co 1,22).
Capítulo III: Contra los sofistas
Los sofistas: herejes gnósticos
22.1.
Pero, la gente de esa clase es numerosa. Algunos de ellos, esclavizados
por los placeres y decididos a no creer, se burlan de la verdad, que es
digna de todo respeto, y celebran lo bárbaro como cosa de niños.
22.2.
Otros, gloriándose de sí mismos, se esfuerzan en hallar acusaciones
falsas en nuestros discursos, procurando temas de discusión; buscadores
de palabras, abundan en hábiles argucias y "son pendencieros y
perturbadores", como afirma el mismo Abderita (Demócrito, Fragmentos, 68 B 150).
22.3.
"La lengua de los mortales es voluble, se dice, y mucha locuacidad hay
en ella, es pasto abundante en el que por doquier hay toda clase de
palabras. Además, cual sea la palabra que dices, así la oirás" (Homero, Ilíada, XX,248-250).
22.4.
Engreídos por esa técnica, los desdichados sofistas, son ingeniosos por
la sutileza que emplean acerca de la distinción de los términos, y
dedican su vida a una determinada manera en el modo de hablar, y también
se ocupan de tergiversarlo todo, mostrándose más locuaces que las
tórtolas.
22.5. Halagan y lisonjean de forma inhumana, me parece
a mí, los oídos de quienes desean ser halagados; son un río de palabras
sin más, pero sin una gota de inteligencia. Frecuentemente se olvida
que son como sandalias viejas, débiles y que hacen agua [por todas
partes], conservando únicamente la lengüeta.
La falsa y la verdadera sabiduría
23.1.
El ateniense Solón se explica magníficamente cuando escribe: "Atienden a
los discursos y a las palabras del hombre adulador. Cada uno de ustedes
camina por huellas de zorra, pero su pensamiento carece de toda
consistencia" (Solón, Fragmentos, 8,7. 5. 6).
23.2.
Eso mismo es quizá lo que da a entender aquella expresión del Salvador:
"Los zorros tienen madrigueras, pero el Hijo del hombre no tiene dónde
reclinar la cabeza" (Mt 8,20; Lc 9,58), A mí me parece que sólo en quien
cree, diferente en todo de aquellos que son llamados fieras en la
Escritura, descansa el Príncipe de los seres, el Verbo bueno y pacífico.
23.3. "El que caza (o: sorprende) a los sabios en su astucia;
porque sólo el Señor conoce cuan vanos son los razonamientos de los
sabios" (1 Co 3,19-20); sin duda, la Escritura llama sabios a los
sofistas, quienes sobreabundan en modos y técnicas de hablar superfluos.
Contra los vanos discursos
24.1.
Los griegos, por su parte, llaman indiferentemente sabios y sofistas,
porque derivan de la misma raíz, a los atareados y curiosos en cualquier
menester.
24.2. Por eso, Cratino, en los "Arquílocos" (o: Arquiloquios), después de mencionar a los poetas, dice: "¡Qué enjambre de sofistas han encontrado!" (Cratino, Fragmentos, 2 K).
24.3. Y como el cómico, también Jofonte (o: Iofonte) en la sátira Los Flautistas,
al referirse a los cantores ambulantes (lit.: rapsodas) y a algunos
otros, afirma: "En efecto, entró una muchedumbre de innumerables
sofistas bien preparados" (Jofonte, Fragmentos, 1).
24.4.
La Divina Escritura dice estupendamente de ellos y de otros semejantes,
especializados en vana palabrería: "Destruiré la sabiduría de los
sabios, y desecharé la, inteligencia de los prudentes" (1 Co 1,19).
Capítulo IV: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual
La habilidad del ser humano
25.1.
Homero llama sabio al artesano, y en el "Margites", si es de él,
escribe de la siguiente manera: "Cuando los dioses no lo habían hecho ni
cavador, ni labrador, ni tampoco sabio en algo, porque fallaba en toda
profesión" (Margites, Fragmentos, 2 C y 2 A).
25.2. Hesíodo dijo que Lino el citarista "poseía toda la sabiduría" (Hesíodo, Fragmentos, 306), y no duda en llamar sabio al marinero, cuando escribe: "... por nada soy experto en el arte de la navegación" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 649).
25.3.
Y el profeta Daniel dice: "Lo que el rey solicita es el misterio que ni
sabios, ni magos, ni astrólogos, ni adivinos son capaces de exponérselo
al rey; pero existe un Dios en el cielo que revela lo secreto" (Dn
2,27-28). También él llama sabios a los Magos de Babilonia (cf. Dn
2,24).
25.4. La Escritura llama sabiduría de igual manera a toda
ciencia y arte profano, porque muchas son las cosas inventadas por el
genio creador del hombre; y de Dios vienen tanto la técnica como la
sabia facultad de la inventiva, como se verá claramente con la siguiente
cita:
25.5. "El Señor habló a Moisés diciendo: "Sabrás que yo
llamo por su nombre a Beseleel, hijo de Urí, hijo de Or (o: Hur), de la
tribu de Judá; le he llenado del espíritu divino de sabiduría,
inteligencia y conocimiento en todo trabajo, para que proyecte y
construya; para que labre el oro, la plata, el bronce, el jacinto, la
púrpura, el carmesí, (para) el labrado de piedras y la talla de maderas,
y para que haga cualquier tipo de trabajo"" (Ex 31,1-5).
La "percepción" de quienes se ocupan de la educación
26.1.
Luego añade una expresión genérica: "He dado la inteligencia a todo
corazón inteligente" (Ex 31,6), es decir, al que es capaz de recibirla
con trabajo y ejercicio. Y también está escrito claramente en nombre del
Señor: "Tú hablarás a. todos los sabios en inteligencia, a los que he
llenado del espíritu de conocimiento" (Ex 28,3).
26.2. Los
"sabios en inteligencia" tienen un don natural especial; reciben de la
suprema Sabiduría un doble "espíritu de conocimiento", cuando se hacen
aptos para recibirlo.
26.3. En efecto, quienes practican oficios
manuales gozan de una peculiar sensibilidad: del oído, el vulgarmente
llamado músico; del tacto, el modelador. El cantor, de voz; el
perfumero, del olfato; el grabador de relieves en sellos, de la vista.
26.4. Pero quienes se ocupan de la educación gozan de una percepción (sunaísthesis:
sentimiento íntimo; percepción simultánea; sentido superior;
con-captación), gracias a la cual los poetas perciben la métrica, los
sofistas la dicción, los dialécticos los silogismos y los filósofos sus
respectivas doctrinas.
26.5. La percepción ingeniosa e inventiva
anima convincentemente a nuevos intentos, y ese ejercicio acrecienta la
inclinación a la ciencia.
La sabiduría de Dios
27.1.
Con razón el Apóstol dijo que la sabiduría de Dios es "multiforme" (Ef
3,10) y [ella] muestra su poder "de muchas maneras y repetidas veces"
(Hb 1,1) para nuestro bien mediante el arte, la ciencia, la fe y la
profecía, porque toda sabiduría viene del Señor y está con Él para
siempre" (Si 1,1), como dice [el libro de] la Sabiduría de Jesús.
27.2.
"Si invocas la sensatez y llamas con grande voz al conocimiento
superior y lo buscas como [se buscan] los tesoros de plata y sigues
resueltamente su camino, comprenderás el temor de Dios y hallarás el
conocimiento divino" (Pr 2,3-5); el profeta habla también [de sentido
divino] para diferenciarlo del sentido filosófico, y nos enseña a
buscarlo con una gran nobleza y generosidad para progresar hacia la
religión (o: temor de Dios; piedad para con Dios).
27.3. Le
contrapone la percepción religiosa, y alude a la gnosis cuando dice:
"Porque Dios da de su misma boca la sabiduría, y a la vez percepción e
inteligencia, y acumula, ayuda para los justos" (Pr 2,6. 7) En efecto,
para los justificados por la filosofía se les reserva como ayuda la
percepción superior que conduce a la religión.
Capítulo V: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (continuación)
"Dios es la causa de todos los bienes"
28.1.
Antes de la venida del Señor, la filosofía era necesaria para la
justificación de los griegos; ahora, sin embargo, es provechosa para la
religión, y constituye una propedéutica para quienes pretenden conseguir
la fe mediante demostración racional; por eso se dice: "Tu pie no
tropezará" (Pr 3,23), refiriendo a la Providencia lo que es bueno, tanto
griego como nuestro.
28.2. Ciertamente, Dios es la causa de
todos los bienes; de algunos de modo directo, como del Antiguo y del
Nuevo Testamento, de otros mediatamente, como de la filosofía.
28.3.
Quizás también la filosofía haya sido dada primitivamente a los griegos
antes de que el Señor les llamara a la fe, ya que también la filosofía
educaba a los griegos, al igual que la Ley a los hebreos, hacia Cristo
(cf. Ga 3,24). En verdad, la filosofía, abriendo camino, predispone al
que va a ser perfeccionado por Cristo.
28.4. Por eso dice
Salomón: "Haz acopio de sabiduría y te ensalzará, y te coronará con
diadema espléndida" (Pr 4,8. 9); una vez que tú la hayas fortificado con
la almena (lit.: coronación de un muro) de la filosofía y de toda clase
de bienes, la mantendrás inaccesible a los sofistas.
La conveniente preparación para recibir la palabra del Señor
29.1.
Porque uno solo es el camino de la verdad; pero, es como un río que
siempre fluye y en el que desembocan afluentes de acá y de allá.
29.2.
De ahí que por inspiración divina se diga: "Escucha, hijo mío, y recibe
mis palabras, para que se acrecienten los abundantes caminos de tu
vida. Te enseño los caminos de la sabiduría, para que no te falten los
manantiales" (Pr 4,10. 11. 23) que brotan de la misma tierra.
29.3.
Y no declaraba tan sólo que para un justo hay muchos caminos de
salvación, sino que añade otras muchas vías para muchos justos,
proclamando: "Los caminos de los justos brillan como una luz" (Pr 4,18).
Así también los mandamientos y las primeras instrucciones son caminos e
impulsos de vida.
29.4. "¡Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces
quise reunir a tus hijos como una gallina a sus polluelos" (Mt 23,37; Lc
13,34). Jerusalén significa visión de paz (cf. Ez 8,3; 13,16; 40,2).
Así, se hace visible de forma profética que, quienes son iniciados de
modo pacífico, han sido educados de muchas maneras para una llamada.
29.5.
Así, entonces, ¿qué? Verdaderamente quiso, pero no pudo. ¿Cuántas veces
y de qué manera? Dos veces, mediante los profetas y mediante la venida.
Por ello la expresión "cuántas veces" muestra que la sabiduría es
multiforme (cf. Hb 1,1), porque salva totalmente a algunos, conforme a
la cualidad y cantidad de cada uno, en el tiempo y en la eternidad,
"porque el espíritu del Señor ha llenado el universo" (Sb 1,7).
29.6.
Y si alguien forzare la frase: "No tomes a la mujer frívola, porque los
labios de la meretriz destilan miel" (Pr 5,3), aplicándola a la
educación griega, que escuche lo que sigue: "Ella unge oportunamente tu
garganta" (Pr 5,3), se dice; pero la filosofía no adula.
29.7.
¿A quién, entonces, se alude con la figura de la meretriz? La Escritura
lo dice con claridad: "Después de la muerte, los pies de la insensatez
hacen descender al Hades a quienes la utilizan, y sus pasos no son
seguros. Por consiguiente, camina, lejos del placer irracional, y no te
acerques a la puerta de su casa, para no arrojar tu vida a los extraños"
(Pr 5,5. 8-9).
29.8. Y añade también: "Luego te arrepentirás en
la vejez, cuando se consuman las carnes de tu cuerpo" (Pr 5,11). Porque
ese es el fin del placer insensato. Esto baste al propósito.
29.9.
Luego [la Escritura] dice: "No vayas frecuentemente tras los pasos de
la extraña" (Pr 5,20); en efecto, anima a utilizar la cultura mundana (kosmikē paideía),
pero no a permanecer e instalarnos en ella. Porque lo convenientemente
concedido a su debido tiempo a cada generación es una educación
preparatoria para la palabra del Señor.
29.10. "Ahora bien, hay
quienes, seducidos por los encantos de las esclavas, se han preocupado
poco de la señora, la filosofía, y han envejecido" (Aristón, Fragmentos, 350), unos con la música, otros con la geometría, otros con la gramática, y los más con la retórica.
Interpretación alegórica de la historia de Sara y Agar
30.1.
Al igual que el ciclo de estudios es útil para la filosofía, que es su
señora (o: reina), así también la misma filosofía contribuye a la
adquisición de la sabiduría. La filosofía es una práctica (o: búsqueda)
de la sabiduría; la sabiduría, en cambio, es la ciencia de las cosas
divinas y humanas y de sus causas. La sabiduría es la señora de la
filosofía, como ésta lo es de la propedéutica.
30.2. Si la
filosofía profesa templanza de la lengua, del vientre y de lo que está
por debajo de él; también es deseable por sí misma, y se muestra más
augusta y señora, si se practica por el honor Dios y por la gnosis.
30.3.
La Escritura presenta un testimonio de lo que decimos en lo que sigue:
Sara, estéril hacía tiempo, (era) esposa de Abraham. Al no poder dar a
luz, Sara entrega a Abraham su esclava, la egipcia de nombre Agar, para
que le diera descendencia (cf. Gn 11,30; 16,1-2).
30.4. La
sabiduría, conviviendo con el creyente (y Abraham fue reputado como
creyente y justo) [cf. Gn 15,6], era todavía estéril y no tenía hijos
por aquel entonces, puesto que todavía no había engendrado nada bueno
para Abraham; sin embargo, juzgaba conveniente, ya llegado el tiempo del
progreso, de unirse primero con la cultura mundana (ya que Egipto
simboliza el mundo); luego, acercándose a ella, conforme a la
providencia divina, engendró a Isaac.
Tipología de los nombres de los tres patriarcas de Israel
31.1. El mismo Filón interpreta Agar como "residencia en país extranjero" [Filón de Alejandría, De specialibus legis,
III,87,244] (porque se dice en el texto citado: "No te apasiones en
demasía de una extraña" [Pr 5,20]), en cambio, a Sara como "mi soberana"
(Filón de Alejandría, De specialibus legis,
III,87,244). Ciertamente, una vez pre-educados, es posible atender a la
sabiduría soberana por la que crece la raza de Israel.
31.2.
Esto prueba que la sabiduría es didáctica (o: es enseñable). Abraham la
obtuvo, pasando de la contemplación de los fenómenos celestiales (cf. Gn
15,5) a la fe y a la justicia según Dios.
31.3. En cambio, Isaac significa "el autodidacta" (Filón de Alejandría, De plantatione, 40,169). Por eso se manifiesta como figura (týpos:
prefiguración) de Cristo. (Isaac) mismo tuvo como única mujer a Rebeca,
que significa constancia (o: paciencia; cf. Rm 9,10-11).
31.4. Se dice que Jacob tuvo relación con varias mujeres, y su nombre es interpretado como el "el que se ejercita" [asketés]
(puesto que el ejercicio se consigue por medio de muchas y diversas
doctrinas); por eso también recibe el nombre de Israel (cf. Gn 35,9),
[es decir,] el de mirada penetrante (o: perspicaz; el que ve a Dios; cf.
Gn 32,30) puesto que era hábil (o: astuto; muy experimentado) y capaz
de ejercitarse (lit.: ejercitado).
31.5. Pero también podría
tener lugar otra interpretación acerca de los tres patriarcas: que el
sello de la gnosis es soberano, porque consta de naturaleza, aprendizaje
y ejercicio.
31.6. Otra imagen de lo que hemos dicho podría ser
Tamar, que sentada en la encrucijada y exhibiéndose en apariencia de
ramera, a quien tomó el deseoso de saber, Judá (que significa el que
puede), y que no dejaba nada sin descubrir y sin investigar, y "se
desvió hacia ella" (Gn 38,16), sin dejar de confesar a Dios (o: salvando
la confesión respecto a Dios).
Cristo es la Verdad
32.1.
Por eso, también el mismo Abraham, estando celosa Sara porque Agar la
superaba en honor, al elegir únicamente lo útil de la filosofía mundana,
le dijo: "Mira, en tus manos está la esclava, haz con ella lo que te
plazca" (Gn 16,6). Queriendo decir: "Me uno a la cultura mundana por ser
más joven y esclava tuya, pero también amo y venero la ciencia que
posees como perfecta señora de la casa.
32.2. "Y Sara la
maltrató" (Gn 16,6) que equivale a: reprendió y corrigió (o: amonestó).
Por cierto, rectamente se dice: "Hijo, no desprecies la enseñanza de
Dios ni estés enojado cuando te corrija. Porque el Señor corrige al que
ama, y aflige al que de verdad es hijo" (Pr 3,11-12; Hb 12,5-6).
32.3.
Sin duda, estos mismos pasajes de la Escritura, examinados bajo otros
aspectos, recuerdan la existencia de otros misterios.
32.4.
Manifestamos, por tanto, abiertamente desde ahora que la filosofía
consiste en la búsqueda de la verdad y de la naturaleza de los seres
(esa verdad de la que dijo el Señor mismo: "Yo soy la verdad" [Jn
14,6]); y además, la educación preparatoria del descanso en Cristo
ejercita el espíritu y despierta la inteligencia, generando la afición
investigadora mediante la verdadera filosofía. Es la que han descubierto
y tienen los iniciados, o mejor, la han recibido de la Verdad misma.
Capítulo VI: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (continuación)
Necesidad del trabajo sobre sí mismo
33.1.
Mediante los ejercicios preparatorios se consigue la mejor ayuda para
ver lo que es necesario. Ahora bien, las ideas constituyen la gimnasia
de la mente. La naturaleza de las ideas es triple, según sean
consideradas por la cantidad, el tamaño y por ambas a la vez.
33.2.
El razonamiento [que procede] de las demostraciones infunde una fe
segura en el alma del que lo sigue, de tal modo que no permite suponer
que lo demostrado sea de otra manera; además no da cabida a los errores
que tratan de insinuársenos.
33.3. Así, con estas lecciones el
alma es purificada de las impresiones sensibles y se reanima (o:
reaviva), para que, al fin, pueda discernir la verdad.
33.4.
"Porque una educación y la buena cultura, si es constante, producen
buenas naturalezas; y las buenas naturalezas, beneficiadas por esa
educación, llegan incluso a ser mejores que sus precedentes por razón de
la descendencia, como [sucede] también en los demás seres vivos"
(Platón, República, IV,424 A; VII,527 D-E).
33.5.
Por eso, también se dice: "Mira, perezoso, a la hormiga, y sé más sabio
que ella" (Pr 6,6), porque ella deposita alimento abundante y variado,
durante la cosecha, para la amenaza del invierno.
33.6. "Mira
también a la abeja y aprende cómo trabaja" (Pr 6,8). También ella se
extiende por todo el prado produciendo un solo panal de miel.
La administración del alma
34.1.
Si rezas en tu aposento, como el Señor enseñó (cf. Mt 6,6; Jn 4,24),
adorando en espíritu, no te preocupes sólo de la administración de la
casa, sino también de la del alma: lo que en ella se debe atesorar, cómo
y cuánto, lo que se debe guardar y atesorar dentro de sí, lo que debe
arrojar lejos, y por qué. Porque los hombres de bien no lo son por
naturaleza, sino por educación, al igual que los médicos y pilotos.
34.2.
Ciertamente, todos vemos comúnmente la viña y el caballo, pero el
agricultor sabe si el viñedo producirá buenos o malos frutos; y el buen
jinete distingue fácilmente al [caballo] torpe del veloz.
34.3.
Respecto de la virtud, algunos están mejor dotados por naturaleza que
otros, como lo demuestran las actitudes (o: actuaciones) de los así
dotados frente a los otros.
34.4. Pero lo más perfectamente
realizado conforme a la virtud no constituye una prueba demostrativa de
los mejor dotados, puesto que, cuando los peor dotados para la virtud
reciben la educación conveniente, consiguen de ordinario una conducta
intachable; y, por el contrario, enfrente están los convenientemente
dotados, que se hacen malos por abandono. Dios, no obstante, nos creó
sociables y justos por naturaleza.
Importancia de la enseñanza y del aprendizaje en la vida del cristiano
35.1.
De ahí no debe deducirse que la justicia se manifieste por el mero
hecho de estar depositada en nosotros, sino que se debe pensar que el
bien de la creación es reanimado gracias al mandato divino, para que el
alma, educada mediante aprendizaje, desee escoger lo mejor.
35.2.
Pero lo mismo que afirmamos que se puede ser fiel sin letras (cf. 1 Co
1,27), de igual manera confesamos que comprender la doctrina de la fe no
es posible sin aprendizaje. Ya que, en efecto, aceptar lo que se dice
con verdad, y rechazar lo ajeno [a la verdad] no se debe a la fe sin
más, sino a la fe relacionada con el aprendizaje.
35.3. Pero si
la ignorancia es falta de educación, al mismo tiempo es también falta de
conocimientos. La enseñanza engendra la ciencia de las cosas divinas y
humanas.
35.4. Y de la misma manera que es fácil vivir
rectamente en la penuria, también lo es en la abundancia; y confesamos
que la virtud se alcanza más fácilmente y más pronto con la educación
preparatoria, y no que no pueda ser alcanzada (o: cazada) de otra
manera, aunque ciertamente antes, por los que han tenido algún estudio
(o: hayan aprendido), y "por los que han ejercitado sus facultades" (Hb
5,14).
35.5. "Porque el odio ciertamente, dice Salomón, suscita
disensiones; pero la educación guarda los caminos de la vida" (Pr
10,12), a fin de no ser engañado, ni sorprendido por quienes profesan la
astucia para perjudicar a sus oyentes.
35.6. También dice:"La
educación sin reprensión, yerra" (Pr 10,17); así, es necesario
interesarse por la técnica de la refutación, para rebatir las opiniones
engañosas de los sofistas.
Los peligros de una vasta erudición
36.1. También Anaxarco, el feliz (Eydaimonikós),
escribe rectamente en el [tratado] "Sobre la Monarquía": "La mucha
erudición presta un gran servicio, pero también mucho daño al que la
posee; en efecto, sirve al que es hábil, pero daña a quien fácilmente
habla de todo y en cualquier sitio. Es necesario, por tanto, conocer las
reglas del momento; porque ésa es la definición de la sabiduría. Sin
embargo, cuantos cacarean un discurso a destiempo, aunque de alguna
manera lo proclamaren sensato, no son tenidos por sabios, sino como
necios" (Anaxarco, Fragmentos, 72 B 1).
36.2, Y Hesíodo: "... de las Musas, que hacen al hombre muy sagaz, inspirado y cantor..." (Hesíodo, Fragmentos,
310), llama muy sagaz al experto en razonamientos, cantor al que es
hábil, e inspirado al que es experto, filósofo e instruido de la verdad.
Capítulo VII: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (conclusión)
Cómo se define la filosofía
37.1.
Así, entonces, se hace evidente que la educación preparatoria griega,
juntamente con su filosofía, ha venido hasta los hombres por decreto
divino, no como guía, sino al modo como las lluvias irrumpen sobre la
tierra fértil, sobre el estiércol y encima de los edificios. Pero hace
germinar igualmente hierba y trigo; hace brotar también la higuera
silvestre junto a los sepulcros, y cualquier otra planta más lozana
todavía, y las salvajes crecen de igual manera que las buenas, ya que se
benefician igualmente de la misma facultad de la lluvia, pero no tienen
la misma lozanía que las que crecen en tierra fértil, y por eso se
secan o se arrancan.
37.2. También aquí es útil la parábola de
la siembra, que el Señor explicó (cf. Mt 13,3-8; Mc 4,2-8; Lc 2,5-8).
Efectivamente, uno es el cultivador de la tierra [que hay] en los
hombres: Aquel que desde la creación del mundo siembra las semillas
alimenticias, el que hace llover su palabra poderosa en cada ocasión;
sin embargo, son los tiempos y los lugares receptores quienes han
originado las diferencias.
37.3. Por otra parte, el agricultor
no siembra únicamente trigo (del que hay muchas especies), sino también
otras semillas: cebada, habas, guisantes, arvejas, semillas de árboles
frutales y semillas de flores.
37.4. También el cultivo de las
plantas es propio de esa labor del campo, al igual que el estar ocupado
en las mismas plantas, en los viveros, en los jardines, en las plantas
estacionales, en la producción y cuidado de toda clase de árboles.
37.5.
De igual manera, no sólo el pastoreo, sino también el apacentar bueyes,
criar caballos, perros y abejas tienen su arte propio; en una palabra,
el arte de apacentar rebaños y de cuidar su alimentación difieren más o
menos entre ellos, aunque todos son de vital utilidad.
37.6.
Pero, yo no llamo filosofía a la estoica, ni a la platónica, ni a la
epicúrea, ni a la aristotélica, sino a lo que en cada uno de esos
sistemas se dice convenientemente, y que enseña la justicia al mismo
tiempo que el saber piadoso; a todo ese conjunto ecléctico denomino
filosofía. Pero cuanto [los filósofos] han falsificado, producto de
razonamientos humanos, eso no lo llamaré jamás divino.
El camino y la puerta
38.1.
Consideremos ahora esta otra cuestión: si hay gente que sin ciencia
vive correctamente. En efecto, han venido a dar por casualidad en el
bien obrar, aunque algunos aciertan sagazmente en la doctrina de la
verdad. "Porque Abraham no fue justificado por las obras, sino por la
fe" (Rm 4,12. 16).
38.2. Porque si no tienen fe, las buenas obras del presente no encierran ninguna utilidad para ellos después de esta vida.
38.3.
Por eso, las Escrituras fueron traducidas a la lengua de los griegos, a
fin de que nunca pudieran excusarse ellos con pretexto de ignorancia,
pudiendo haberlas escuchado también de nosotros, si es que lo desean.
38.4.
Además, una cosa es que alguien hable sobre la verdad, y otra que la
verdad se explique a sí misma. Una cosa es la conjetura sobre la verdad,
y otra la verdad misma; una cosa es la semejanza, y otra [diferente] la
realidad misma; porque una se puede obtener por aprendizaje y esfuerzo,
la otra en cambio por virtud y fe.
38.5. La enseñanza de la
religión es un regalo (o: un don), mientras que la fe es una gracia.
Nosotros conocemos la voluntad de Dios haciendo su voluntad (cf. Jn
7,17). Dice la Escritura: "Abran, por tanto, las puertas de la justicia,
y entraré por ellas para, alabar al Señor" (Sal 117 [118],19).
38.6.
Pero los caminos [que llevan] hacia la justificación, porque Dios salva
de muchas maneras (puesto que es bueno), son numerosos y variados (cf.
Hb 1,1), y conducen hacia la puerta y el camino del Señor. Si buscas la
entrada regia y auténtica, se [te] dirá (u: oirás): "Ésta es la puerta
del Señor, los justos entrarán por ella" (Sal 117 [118],20).
38.7.
"Ahora bien, siendo muchas las puertas que están abiertas, [la puerta]
de la justicia está en Cristo; bienaventurados todos los que por ella
entraren y enderezan sus pasos en santidad" (Clemente de Roma, Carta a los Corintios, 48,4) gnóstica.
38.8.
A continuación, en la "Carta a los Corintios", Clemente dice
textualmente, al exponer las diferencias de los que son estimados en la
Iglesia: "Sea uno fiel, sea capaz de exponer ciencia (o: de exponer la
gnosis), sea sabio en la distinción de razones, sea casto en las obras"
(Clemente de Roma, Carta a los Corintios, 48,5).
Capítulo VIII: Contra la sofística
Definición de la sofística
39.1.
El arte de la sofística, que los griegos han practicado con ahínco, es
una fuerza (o: habilidad) de la imaginación, puesto que mediante
discursos pomposos hace aparecer como verdadero lo que es falso. En
efecto, ella da origen a la retórica para convencer, y a la erística
para vencer en las discusiones. Ahora bien, esas mismas artes, si no son
practicadas después de la filosofía, son las más perjudiciales para
cualquiera (o: resultarán muy dañinas para todos).
39.2. Platón mismo designa abiertamente a la sofística [como] "un mal arte" (cf. Platón, El Sofista, 226 A; Epicuro, Fragmentos, 51), y Aristóteles también la proclama como un determinado arte de robar (cf. Aristóteles, Topica,
IV,5,126 A), porque usurpa mediante persuasión toda la tarea de la
sabiduría, y promete una sabiduría de la que nunca se ha ocupado.
39.3.
Por decirlo en forma resumida, lo mismo que el principio de la retórica
es la capacidad de persuadir, su tarea es la argumentación, y su
finalidad convencer; así también, el origen de la erística es la
opinión, su tarea la disputa y su meta la victoria.
39.4. De
igual manera, el principio de la sofística es lo aparente, y su tarea es
doble: lo que se deriva de la retórica, que es lo aparente, y aquello
(que proviene) de la dialéctica, que es la habilidad para interrogar;
mientras que su finalidad es la admiración (o: estupor, desconcierto).
39.5.
Ahora bien, la dialéctica, tan alabada en las disputas, se manifiesta
como una gimnasia del filósofo en lo concerniente a lo verosímil (o:
renombrado), respecto de la habilidad de contradicción. Sin embargo, la
verdad no se halla en nada de eso.
Peligros de la elocuencia vacía
40.1.
Con razón el noble Apóstol, despreciando esas extraordinarias técnicas
en el hablar, dice: "Si alguno no se atiene a las saludables palabras,
sino a cualquier enseñanza, está engañado y nada sabe; es más, desvaría
en disputas y vanidades, de donde nace envidia, contienda, blasfemia,
suspicacias malignas, altercados de hombres de mentalidad corrompida y
privados de la verdad..." (1 Tm 6,3-5).
40.2. Mira cómo se
irrita (lit.: movido) contra ellos, llamando enfermedad su arte de la
elocuencia, por el que se vanaglorian quienes estiman o pregonan aquel
mal arte, sean sofistas griegos o bárbaros.
40.3. También
Eurípides el trágico dice bellamente en "Las Fenicias": "El discurso
injusto, enfermo en sí mismo, necesita de los sabios medicamentos"
(Eurípides, Phoenissa, 471-472).
40.4. En efecto, se llama
"sano" (1 Tm 6,3) al Verbo salvador, porque Él mismo es verdad, y lo
sano permanece siempre inmortal; sin embargo, la separación de lo sano y
de lo divino es impiedad y enfermedad mortal.
40.5. Ésos son
lobos rapaces, disimulados con pieles de oveja (cf. Mt 7,15), que
esclavizan a los hombres (cf. 1 Tm 1,10) y seducen con elocuencia a las
almas; engañan secretamente, pero en realidad son ladrones
desenmascarados (cf. Jn 10,8), que luchan para dominarnos engañosamente y
a la fuerza, a nosotros, que somos sencillos, y, por así decirlo,
indefensos.
Hay que valorar más las obras que las palabras
41.1.
"Muchas veces un hombre por falta de elocuencia, aunque diga cosas
justas, consigue menos que el que habla bien" (Eurípides, Fragmentos, 56). "Ahora con bocas desbordantes nos roban lo más verdadero, tanto que no parece lo que debería parecer" (Eurípides, Fragmentos, 439), dice la tragedia.
41.2.
Así son los aficionados a la discusión, quienes o siguen una secta
herética o practican también artísticas astucias dialécticas; son éstos
los que tiran los hilos y no tejen nada, dice la Escritura (?), y que
admiran el trabajo inútil, al que el Apóstol calificó de juego de azar y
habilidad humana, apropiado "para la maquinación del error" (Ef 4,14).
41.3.
"Porque, dice, hay muchos indisciplinados, charlatanes y embaucadores"
(Tt 1,10). Por consiguiente no se ha dicho a todos: "Ustedes son la sal
de la tierra" (Mt 5,13).
41.4. Hay algunos de los que escuchan a
la Palabra que se parecen a los peces en los mares, los cuales,
alimentados desde su nacimiento en agua salada, sin embargo, requieren
también el condimento (de la sal).
41.5. Yo, por tanto, también
acepto totalmente lo que dice la tragedia: "Oh niño, los discursos que
han sido bien hilvanados pueden ser engañosos, y vencen la verdad por su
elegante verborrea; pero la perfección mayor no reside en eso, sino en
su naturaleza y rectitud. En verdad, es hábil (lit.: sabio) quien vence
con su elocuencia, pero siempre estimo más las obras que las palabras"
(Eurípides, Fragmentos, 206).
41.6.
Nunca se debe aspirar a satisfacer a la muchedumbre. Nosotros no
practicamos lo que le agrada; al contrario, lo que nosotros sabemos se
encuentra lejos de sus gustos. Dice el Apóstol: "No seamos vanidosos,
provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros" (Ga 5,26).
Mantener la verdad, y juzgar de acuerdo a la realidad
42.1.
Por eso, el mismo Platón, amante de la verdad, dice como inspirado por
Dios: "Así, soy yo tal, que no me dejo persuadir por tal o cual
discurso, sino sólo por aquel razonamiento que, una vez examinado, se
manifieste como el mejor" (Platón, Critón, 46 B).
42.2.
Con eso él acusa a los que creen por simples opiniones, sin reflexión
ni ciencia, porque no es conveniente que los que se apartan de la razón
recta y buena (o: sana) crean al que participa de la mentira. Apartarse
de la verdad es malo; mantener la verdad y juzgar conforme a la realidad
es bueno.
42.3. Aunque los hombres sólo son privados contra su
voluntad de los bienes, también son despojados, o engañados, o
embaucados, o coaccionados, y porque no han tenido fe. [Otra traducción:
Ahora bien, cuando se trata de bienes, los hombres son privados contra
su voluntad, pero son privados a pesar de todo, cuando han sido presa o
del engaño o de la seducción o de la violencia, y que no han dado su
asentimiento].
42.4. Quien voluntariamente ha dado su
asentimiento, es evidente que es responsable de su propia ruina. Es
víctima de engaño quien cambia de parecer por olvido, porque el tiempo
se lleva a unos, el sofisma a otros, sin que se den cuenta. Con
frecuencia hay violencia cuando la pena y el dolor o incluso el ardor de
la discusión y la cólera hacen cambiar de parecer; y sobre todo, uno es
víctima de seducción bien por el encanto del placer o por temor del
miedo. Todos estos cambios son involuntarios, y la ciencia no recibirá
jamás nada de ellos.
Capítulo IX: La necesidad del estudio
Dirigir todos los esfuerzos hacia la verdad
43.1.
Algunos (= los gnósticos) que se creen de buenas condiciones estiman
que es inútil dedicarse tanto a la filosofía como a la dialéctica, ni
tampoco adquirir la ciencia natural, sino que se adhieren a la fe sola y
simple (o: desnuda), como si pensaran que se puede empezar en seguida a
recoger las uvas, sin haber tenido ningún cuidado de la viña.
43.2.
La "viña" (Jn 15,1) designa alegóricamente al Señor, del que es
necesario recoger su fruto después del cultivo y técnica de la
agricultura conforme a la razón. Es necesario podar, cavar, injertar y
hacer todo lo demás; se necesita, me parece, de la podadera, de la azada
y de los otros instrumentos agrícolas para cultivar la viña, a fin de
que nos proporcione el fruto comestible.
43.3. Lo mismo que en
la agricultura, así también en la medicina está bien instruido el que
posee los conocimientos más variados, para poder cuidar y curar mejor.
43.4.
Así, digo también que está mejor instruido quien dirige todos sus
esfuerzos a la verdad, recogiendo adecuadamente cuanto de útil tiene la
geometría, la música, la gramática, y la misma filosofía, para mantener
la fe libre de asechanzas. También es despreciado el atleta que, como se
ha dicho anteriormente (cf. I,16,1 ?), no se prepara para la
competición.
El Señor ha vencido la tentación de la ambigüedad
44.1. Al mismo tiempo, también alabamos al piloto que es gran experto y "vio ciudades de muchos hombres" (Homero, Odisea, I,3); y al médico que ha adquirido una gran experiencia. Por ella, algunos le llaman experto (o: empírico).
44.2.
El que utiliza [todo] con miras a la vida recta y toma prestados
argumentos tanto de los griegos como de los bárbaros, ése tal es un gran
experto rastreador de la verdad, y es realmente de "gran utilidad"
(Homero, Ilíada, I,331. 440;
III,200. 216); a modo de piedra de toque (como es la de Lidia, por la
que, según se cree, se distingue el oro verdadero del falso), ese
[hombre] también es capaz de distinguir al "que sabe mucho" (Homero, Odisea,
XV,459), de nuestro gnóstico; la sofística, de la filosofía; el arte de
adornarse (la cosmética), de la gimnasia; el arte culinario, de la
medicina; la retórica, de la dialéctica; y además de otras, en la
filosofía bárbara: la herejía, de la verdad misma.
44.3. ¿Cómo
no va ser necesario que quien desee tener consigo la fuerza de Dios
pueda, detalladamente y de manera filosófica, explicar las cosas
inteligibles? ¿Cómo no va a ser útil que sepa discernir los términos
ambiguos y los homónimos que cambian de sentido en los [dos]
Testamentos?
44.4. Mediante una ambigüedad, cuando fue tentado,
el Señor argumenta al diablo (cf. Mt 4,4; Lc 4,1); y desde entonces no
veo cómo el inventor de la filosofía y de la dialéctica, como algunos
pretenden, se deje engañar y perder por el método de la ambigüedad.
La acción del Espíritu Santo
45.1.
Los Profetas y los Apóstoles no conocieron ciertamente aquellas
técnicas con las que se practica los ejercicios filosóficos; no
obstante, también el pensamiento del Espíritu profético y didáctico,
hablando en términos obscuros, puesto que no pertenece a todos la
audición comprensiva (cf. 1 Co 8,7), reclama los métodos didácticos para
hacerlo evidente.
45.2. Los Profetas y los discípulos del
Espíritu conocieron claramente aquel pensamiento; porque el Espíritu
habló desde la fe y no para [ser comprendido] fácilmente; y tampoco para
ser conocido por quienes no han recibido instrucción alguna.
45.3.
Dice [la Escritura]: "Se escribieron dos veces los mandamientos para tu
voluntad y tu ciencia, a fin de que respondas palabras verdaderas a los
que te pregunten" (Pr 22,20-21).
45.4. Ahora bien, ¿cuál es la
ciencia (gnosis) de lo que hay que responder? Acaso sea también la del
preguntar, o sea, la dialéctica misma.
45.5. Pero, ¿qué? ¿No es
también el razonar una tarea, y el trabajar no nace de la razón? Sí,
porque si no actuamos con la razón, trabajamos irracionalmente. La tarea
razonable se realiza según Dios. [La Escritura] dice: "Y sin Él no se
hizo nada" (Jn 1,3), [o sea] sin el Verbo divino. O también, ¿no hizo
todo el Señor mediante la Palabra? (cf. Gn 1,3 ss.).
45.6.
También las bestias trabajan, pero obligadas por el temor de quien
castiga. ¿Y acaso, en verdad, los llamados de opinión recta han de
trabajar bien sin saber lo que hacen? (cf. Lc 23,34).
Capítulo X: Contra la sofística (tercer desarrollo)
Las Sagradas Escrituras: alimento esencial y diario
46.1.
Por eso el Salvador, después de tomar el pan, primero habló y dio
gracias (cf. Mt 26,26; Mc 14,22; Lc 22,19; 24,30; 1 Co 11,23-24). Luego,
partiendo el pan, lo ofreció para que comiéramos espiritualmente, y,
conociendo las Escrituras, nos condujéramos conforme a obediencia.
46.2.
Al igual que quienes tienen una conversación vil y en nada se
diferencian de los que realizan una mala obra (porque la calumnia es
servidora de la espada, y la blasfemia produce tristeza, causando los
trastornos de la vida: tales son los efectos del mal discurso), así
también quienes producen una buena palabra colaboran con los que hacen
buenas obras.
46.3. También la palabra (o: la actividad
racional) regenera al alma y la orienta hacia una conducta intachable;
pero dichoso quien se maneja bien en los dos campos (lit.: el
ambidextro). El que tiene el don de las buenas obras no debe
desacreditar al que es hábil en palabras, y quien tiene la capacidad de
hablar bien no debe menospreciar a quien está acostumbrado a obrar bien;
cada uno haga [aquello] para lo que ha nacido.
46.4. Así, lo
que muestra la acción, lo explica la palabra, preparando así el camino
del buen obrar y conduciendo a los oyentes a la práctica del bien. En
efecto, hay una palabra salvadora, como hay una obra salvadora. La
justicia, por tanto, no subsiste sin un pensamiento racional.
La verdadera sabiduría
47.1.
De la misma forma que se elimina la posibilidad de recibir un
beneficio, si quitamos la facultad de hacerlo, así también la obediencia
y la fe desaparecen, si no recibimos al mismo tiempo tanto el precepto
como el que explica el precepto.
47.2. Por eso, con la ayuda de
unos y otros, nosotros somos ricos en palabras y obras; pero hay que
rechazar completamente tanto el arte erístico como el sofístico, ya que
las expresiones mismas de los sofistas no sólo engañan y sorprenden a
muchos, sino que, en ocasiones, violentándolo han conseguido una
victoria cadmea.
47.3. Lo más verdadero de todo es aquél salmo:
"El justo vivirá hasta el fin, porque no verá la destrucción, sino que
verá cómo mueren los sabios" (Sal 48,10). Y ¿a quiénes llama sabios?
Escucha [el libro] de "La sabiduría de Jesús": "La sabiduría no es la
ciencia del mal" (Si 19,22). Llama [sabiduría] a esa que han concebido
la elocuencia y la dialéctica.
47.4. "Buscarás la sabiduría
entre los malvados y no la encontrarás" (Pr 14,6). Y si de nuevo se
preguntara: ¿Cuál es esa [sabiduría]? Te dirá: "La boca del justo
destila sabiduría" (Pr 10,31). Por el contrario, el arte de la sofística
es llamado sabiduría por homonimia con la verdad.
El arte de hablar mesuradamente
48.1.
En cuanto a mí, pienso que me conviene una vida conforme al Verbo y
comprender sus dictámenes, sin buscar jamás elegancias de lenguaje,
contentarme sólo con dar a entender mi pensamiento. Porque lo que yo
deseo exponer no me importa con qué expresión se designe. Sé bien que
para salvarme y ayudar a salvarse a los que lo desean es lo mejor, y no
el utilizar expresiones como bien adornadas.
48.2. Dice el
Pitagórico en "El político" de Platón: "Si cuidas de no preocuparte en
exceso de los nombres, te mostrarás como el más rico de inteligencia en
la ancianidad" (Platón, Político, 261 E).
48.3.
Y todavía encontrarás nuevamente en el "Teeteto": La habilidad en los
nombres y expresiones y el no observar críticamente muchas cosas, no es
indicio de ánimo vil; incluso lo contrario sería servilismo, aunque
alguna vez es necesario" (Platón, Teeteto, 184 C).
48.4.
Eso mismo es lo que dice la Escritura con gran concisión: "No te
extiendas en palabras" (Jb 11,3). En efecto, el estilo es como el
vestido sobre el cuerpo, pero lo importante son las carnes y los
nervios. No conviene cuidar más del vestido que de la salud del cuerpo
(cf. Mt 6,25; Lc 12,22-23).
48.5. Cuando se ha elegido la
verdadera vida debe mantener no sólo una conducta sencilla, sino también
un lenguaje modesto, ajeno a las superfluas minuciosidades, si de
verdad rehusamos la vida confortable, por ser engañosa y funesta, a
ejemplo de los antiguos espartanos que prescribían el perfume y la
púrpura, porque pensaban y declaraban, con razón, engañosos los vestidos
teñidos y los ungüentos. Tampoco es buena comida la que contiene más
especias que alimentos nutritivos; ni el ejercicio elegante de la
palabra vale más cuando divierte a los oyentes que cuando les es de
alguna utilidad.
48.6. Pitágoras aconseja que es mejor gustar de las Musas que de las Sirenas (cf. Porfirio, Vida de Pitágoras,
39), y enseña a practicar la sabiduría sin placer, rechazando por
completo como engañoso el encantamiento. Para navegar pasando frente a
las Sirenas bastó tan solo uno (= Ulises; cf. Homero, Odisea,
XII,142-200), y para responder a la Esfinge también uno (= Edipo) solo
fue suficiente, aunque, si están de acuerdo, ni siquiera uno (o: ninguno
valía nada).
La moderación del lenguaje
49.1.
No es, por lo tanto, conveniente "ensanchar las filacterias" (Mt 23,5)
cuando se desea vanagloria; al gnóstico le basta un solo oyente.
49.2.
Podemos escuchar lo que escribe Píndaro de Boecia: "No abras para todos
el archivo de la antigua palabra, los caminos del silencio son los más
seguros; la mejor palabra puede convertirse en espada de combate"
(Píndaro, Fragmentos, 180).
49.3.
El bienaventurado Apóstol con razón nos recomienda vivamente: "No
discutan sobre palabras, lo cual para nada sirve, sino para perdición de
los oyentes; y evita las profanas vacías charlas. Conducen, en efecto, a
una mayor impiedad, y su palabra se extenderá como una gangrena" (2 Tm
2,14. 16-17).
Capítulo XI: Contra la sofística (continuación). Saber usar y superar la filosofía
La fe de los cristianos se apoya en el poder de Dios
50.1.
Así, entonces, "la sabiduría del mundo es necedad ante Dios" (1 Co
3,19), y por ello "el Señor conoce los razonamientos de los sabios que
son vanos" (1 Co 3,20). Nadie se vanaglorie de sobresalir en
inteligencia humana.
50.2. En Jeremías está muy bien escrito: "No
se gloríe el sabio en su sabiduría, ni se gloríe el fuerte en su
fortaleza, ni se gloríe el rico en su riqueza, sino que el que se gloría
gloríese de esto: comprender y conocer que yo soy el Señor, que hago
misericordia, juicio y justicia sobre la tierra, porque en eso está, mi
voluntad, dice el Señor" (Jr 9,22-23).
50.3. "Para que no
confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los
muertos, dice el Apóstol, quien nos libró de tan grande muerte (2 Co
1,9-10), para que nuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres
sino en el poder de Dios" (1 Co 2,5). Porque el [hombre] espiritual todo
lo juzga, pero él mismo no es juzgado por nadie" (1 Co 2,15).
50.4.
Entiende, por tanto, lo que afirma: "Esto les digo, para que nadie los
engañe con lenguaje persuasivo" (Col 2,4), ni se deslice "el saqueador"
(Col 2,8).
50.5. Y de nuevo: "Miren que nadie entre ustedes les
esté robando mediante la filosofía y el vacío engaño de todo tipo,
conforme a la tradición de los hombres, según los elementos del mundo y
no según Cristo" (Col 2,8).
50.6. En verdad, denigra no a toda
filosofía, sino a la epicúrea, de la que también Pablo hace mención en
los "Hechos de los Apóstoles" (Hch 17,18), desacreditándola, porque
niega la Providencia y diviniza el placer, y también a cualquiera otra
que estime en gran medida las cosas visibles (o: los elementos) sin
anteponer la causa creadora que está por encima de esas cosas, ni da a
conocer al Demiurgo.
Los cristianos deben ser intrépidos y sabios
51.1.
Pero también los estoicos, de los que se hace igualmente mención, dicen
que Dios, siendo cuerpo, va y viene a través de la materia más
deleznable; no está bien.
51.2. Por eso [el Apóstol] llama
"tradición humana" (Col 2,8) a ese malabarismo intelectual (o.
charlatanería dialéctica). De ahí que ordene lo siguiente: "Huye de las
indagaciones juveniles" (2 Tm 2,22). En verdad, tales discusiones son
propias de muchachos. Dice el filósofo Platón: "La virtud no es cosa de
niños" (texto desconocido).
51.3. Conforme (dice) Gorgias de
Leontino, "nuestro combate requiere dos virtudes: audacia y sabiduría.
La audacia para enfrentar el peligro, sabiduría para descifrar el
enigma. Porque la palabra, como la proclamación en Olimpia, llama al que
quiere, pero premia al que puede (o: al que es capaz)" (Gorgias, Fragmentos, 82 B 8).
51.4.
Efectivamente, el Verbo no quiere que el creyente sea inerte (lit:
inmóvil) frente a la verdad, ni que sea perezoso. Así dice: "Busquen y
hallarán" (Mt 7,7; Lc 11,9), pero limita a la búsqueda al
descubrimiento, rechazando la charlatanería vacía, admitiendo la
contemplación (theorían) que robustece nuestra fe.
51.5.
"Digo esto para que nadie los engañe con sofismas" (Col 2,4), afirma el
Apóstol; para que los que han sido instruidos disciernan lo que les
dicen para engañarles y estén preparados frente a los ataques.
"La economía concerniente al Salvador"
52.1.
"Ahora bien, como han recibido al Señor Cristo Jesús, anden en Él,
arraigados y fundados en Él, consolidados en la fe" (Col 2,6-7); la
persuasión es la consolidación de la fe. "Miren que nadie los engañe"
(Col 2,8), respecto de la fe en Cristo, "mediante la filosofía y el
vacío engaño" (Col 2,8), que niega la Providencia, "según la tradición
humana" (Col 2,8)
52.2. Según la tradición divina, la Providencia
se mantiene en pie y se consolida por la filosofía, y quitada ésta la
economía concerniente al Salvador parece un mito, al ser nosotros
gobernados "según los elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2,8).
52.3.
La enseñanza que sigue a Cristo reconoce como Dios (lit.: mira como
divino) al Creador (Demiurgo), ve la Providencia hasta en los detalles,
sabe que la naturaleza de los elementos es creada y cambiante, enseña a
dirigirnos hacia la poderosa semejanza con Dios, y a aceptar la economía
[salvífica] como principio hegemónico de toda educación.
52.4.
Hay quienes adoran a los elementos: Diógenes al aire, Tales al agua,
Ippasso al fuego, y aquellos que sitúan los principios fundamentales en
los átomos, ocultándose bajo el nombre de la filosofía, ciertos
hombrecillos ateos y amigos del placer (= los epicúreos).
Aprender a examinarlo todo
53.1.
[El Apóstol] dice: "Por eso suplico que el amor de ustedes crezca más y
más en el conocimiento y en toda percepción, para que sepáis discernir
qué es lo mejor" (Flp 1,9-10). El mismo Apóstol afirma: "Cuando éramos
niños, vivíamos en servidumbre bajo los elementos del mundo (Ga 4,3).
Pero el niño, aun cuando sea heredero, no difiere en nada del siervo
hasta el tiempo prefijado por el Padre" (Ga 4,1. 2).
53.2. Ahora
bien, los filósofos son niños, a menos que se hagan hombres por (obra
de) Cristo. Porque "el hijo de la esclava no heredará con el hijo de la
libre" (Ga 4,30; cf Gn 21,10), sin embargo es linaje de Abraham, aunque
no según la promesa, y recibió como don su propio patrimonio.
53.3.
"Pero el alimento sólido es de los perfectos, de los que, en virtud de
la costumbre, tienen los sentidos ejercitados en discernir tanto del
bien como del mal (Hb 5,14). Porque todo el que se alimenta de leche
(es) inexperto en la palabra de justicia" (Hb 5,13); siendo todavía
niño, no conoce la Palabra, por la que cree y obra, sin poder siquiera
darse explicación de sí mismo.
53.4. "Examínenlo todo, dice el
Apóstol, y quédense con lo bueno" (1 Ts 5,21), refiriéndose a los
[hombres] espirituales, que examinan todo, y si se ajusta lo que se les
dice a la verdad o realmente se aparta de la verdad.
La verdad, no la palabra, es poderosa
54.1.
"Una educación sin reprensiones se equivoca (Pr 10,17), porque los
golpes y las reprensiones confieren una educación de sabiduría" (Pr
29,15); las reprensiones (se hacen) sin duda por amor. "Porque el
corazón recto busca el conocimiento (Pr 15,14), y quien busca a Dios
hallará conocimiento con justicia, y quienes le han hallado con rectitud
encuentran la paz" (cf. Pr 16,8).
54.2. Dice [el Apóstol]: "Y
conoceré, no la palabrería de los que se hinchan, sino [su] poder" (1 Co
4,19); escribe para fustigar a quienes parecen sabios y creen ser
sabios, pero en realidad no lo son.
54.3. "Porque el reino de
Dios no está en la palabra" (1 Co 4,20), no sólo en la que no es
verdadera, sino tampoco en la que parece que persuade, "sino en el
poder" (1 Co 4,20), se dice; efectivamente, sólo la verdad es poderosa.
54.4.
Y nuevamente: "Si alguno piensa saber algo, todavía no sabe como
conviene saber" (1 Co 8,2); porque la verdad nunca es una opinión, sino
que la conjetura del conocimiento "infla" (1 Co 8,1) y se llena de
vanidad; por el contrario, "la caridad edifica" (1 Co 8,1), porque no se
alimenta de la opinión, sino de la verdad. De ahí que se diga: Si uno
ama [a Dios], ése es conocido [por Él]" (1 Co 8,3).
Capítulo XII: Saber usar y superar la filosofía (continuación)
La grandeza del Verbo debe ser proclamada a los bien dispuestos
55.1.
Puesto que la tradición no es cosa vulgar y pública, al menos para
darse cuenta de la grandeza del Verbo, es preciso ocultar "la sabiduría
proclamada en el misterio" (1 Co 2,7), que enseñó el Hijo de Dios.
55.2.
También el profeta Isaías purificó la lengua con el fuego, para poder
explicar la visión (cf. Is 6,1-7); y no solamente la lengua, sino
también los oídos debemos purificar nosotros, si pretendemos al menos
ser partícipes de la verdad.
55.3. Estas cosas se me presentaban
como obstáculo para escribir; incluso ahora todavía tengo reparos, como
dice [la Escritura], "en arrojar las perlas a los cerdos, no sea que las
pisoteen con las patas y, volviéndose, los despedacen" (Mt 7,6).
55.4.
Porque en verdad es peligroso decir palabras puras y luminosas acerca
de la verdadera luz ante oyentes semejantes a los puercos e "ignorantes;
porque no hay relatos más ridículos para el vulgo que ésos, a la vez
que no hay nada más maravilloso y más inspirado para los bien
dispuestos" (Seudo Platón, Epístolas, II,314).
Para proclamar el mensaje cristiano hace falta un buen agricultor
56.1.
"El hombre psíquico no recibe lo que [viene] del Espíritu de Dios,
porque para él es una locura" (1 Co 2,14). "En cambio, los sabios no
dejan salir de la boca lo que se habla en el consejo" (Pr 24,7).
56.2.
Con todo, dice el Señor: "Lo que oyen al oído, proclámenlo sobre los
tejados" (Mt 10,27), exhortando a recibir las tradiciones ocultas de la
verdadera gnosis, interpretándolas de forma elevada y excelente, y, como
las escuchamos al oído, así también las hemos de transmitir a quien se
deba; pero no las hemos de publicar a todos sin más, explicando lo que a
ellos se les ha dicho en parábolas.
56.3. Pero, en realidad, la
exposición sumaria de estas notas contiene la verdad de una manera
desparramada y dispersa, como las semillas, de modo que no estén al
alcance de los que las picotean, como los cuervos. Pero si tienen la
suerte de encontrar un buen agricultor, cada grano germinará y mostrará
el trigo.
Capítulo XIII: Saber usar y superar la filosofía (conclusión)
La verdad dispersa en las filosofías griega y bárbara
57.1.
Ahora bien, la verdad es una -la mentira, en cambio, posee mil
desvíos-; al igual que las Bacantes, que desgarraron los miembros de
Penteo, así también las escuelas (o: sectas) filosóficas, la bárbara
como la griega, recibieron una parte cada una, aunque se gloríen de
[poseer] toda la verdad. Y es que, me parece a mí, todo se ilumina con
la salida de la luz.
57.2. En efecto, se puede demostrar que
todos juntos, griegos y bárbaros, en cuanto que aspiran a la verdad, han
participado del Verbo verdadero, unos más, otros menos, según el caso.
57.3.
La eternidad contiene en sí misma y en un instante el pasado, el
presente y el futuro; sin embargo, la verdad es más capaz de reunir sus
propias semillas que la eternidad, aunque hayan caído en tierra
extranjera.
57.4. En efecto, encontraríamos numerosísimas
opiniones en las escuelas (o: sectas) -aquellas que no están enteramente
embotadas ni tienen amputado el orden natural, por haber despedazado al
Verbo, como lo hace el harén con el pobre hombre-, aunque parezca que
son diferentes por otras cosas, sin embargo confiesan pertenecer a la
misma familia y tener toda la verdad. Forman un único todo como miembro,
como parte, como especie, o como género.
57.5. De igual manera,
la cuerda más alta [de la lira] se opone a la más baja, pero de ambas
resulta una única armonía musical; y como el número par es diferente del
impar, y sin embargo ambos se combinan en la aritmética; lo mismo que
han sido concebidos en la geometría el círculo, el triángulo, el
cuadrado y el resto de las diferentes figuras. También en el universo
las partes todas, aunque difieran unas de otras, conservan entre sí una
relación respecto al todo.
57.6. Así también, tanto la filosofía
bárbara como la griega constituyen un fragmento de la verdad eterna, no
la del mito de Dioniso, sino la de la teología del eterno Verbo. Pero
quien reúne de nuevo lo que se ha diseminado y reconstruye la unidad
podrá contemplar con seguridad al Verbo en su perfección, a la Verdad.
El verdadero gnóstico
58.1.
Está escrito en el Eclesiastés: "He acumulado sabiduría más que todos
los que han existido antes que yo en Jerusalén; y mi corazón ha visto
muchas cosas: sabiduría y gnosis, porque conoce las parábolas y la
ciencia. Porque también eso es voluntad del Espíritu, puesto que en la
abundancia de la sabiduría está la abundancia de la gnosis" (Qo
1,16-18).
58.2. Quien es versado en toda clase de sabiduría, ése
será gnóstico con pleno derecho. También está escrito: "La ventaja de la
gnosis (es que) la sabiduría da vida a quienes la poseen" (Qo 7,12).
58.3.
Y nuevamente, para consolidar aún más lo dicho, está la cita siguiente:
"Todo es accesible para los que comprenden (y "todo" se refiere a lo
griego y a lo bárbaro, porque lo uno sin lo otro no es "todo"), y recto
para los que quieren adquirir un conocimiento superior (o: la intuición
espiritual).
58.4. Prefieran la educación y no la plata, y la
gnosis al oro acrisolado; prefieran también el conocimiento (o: la
intuición espiritual) al oro puro; porque la sabiduría vale más que las
piedras preciosas, y todo lo valioso no puede compararse con ella" (Pr
8,9-11).
Capítulo XIV: Los siete sabios
La prehistoria de la filosofía
59.1.
Dicen los griegos que, después de Orfeo, Lino y los más antiguos
poetas, los primeros en ser admirados por su sabiduría fueron los
llamados Siete Sabios; de los cuales cuatro eran oriundos de Asia: Tales
de Mileto, Bías de Priene, Pitaco de Mitilene y Cleóbulo de Lindos
(Rodas); otros dos eran de Europa: Solón de Atenas y Quilón de Esparta;
unos afirman que el séptimo era Periandro de Corinto;
59.2. según
otros fue Anacarsis el Escita; o también Epiménides de Creta -a quien
se le conoce también como el profeta griego-, y que menciona el Apóstol
Pablo en la "Carta a Tito", diciendo: "Dijo uno de ellos, su propio
profeta: "Los cretenses siempre mentirosos, malas bestias y glotones
ociosos"; este testimonio es verdadero" (Tt 1,12-13).
59.3. ¿Ven
cómo atribuye también alguna parte de verdad a los profetas griegos y no
se avergüenza de escoger-para edificación y para reprensión- algunos
poemas de los griegos?
59.4. Cuando habla a los Corintios, porque
el (anterior) ejemplo no es el único, sobre la resurrección de los
muertos emplea un (verso) yámbico de la tragedia [griega], diciendo:
"¿Qué hay de provecho para mi? Si los muertos no resucitan, comamos y
bebamos, porque mañana moriremos (cf. Is 22,13). No se engañen: las
malas compañías corrompen las buenas costumbres" (1 Co 15,32-33).
59.5.
Algunos incluyeron a Acusilao de Argos entre los siete sabios; otros a
Ferécides de Siros. Platón incluye a Misón de Chenas en lugar de
Periandro (cf. Platón, Protágoras, 343 A), indigno de la sabiduría por haber sido un tirano.
"No es posible conocer las partes sin conocer la esencia del todo"
60.1.
Un poco más adelante (libro I, cap. 21) mostraré cómo los sabios de
Grecia son en verdad un poco posteriores a la época de Moisés. Vamos
ahora a examinar el estilo de su filosofía, (que es) enigmática, como la
hebrea.
60.2. Estos [filósofos] buscaban la concisión, propia
para exhortar, la más útil. También Platón dice que ese estilo nació
hace mucho tiempo, gracias al esfuerzo de todos los griegos,
especialmente de los espartanos (lit.: lacedemonios) y de los cretenses,
que tenían muy buenas leyes (cf. Platón, Las Leyes, I,641 E).
60.3.
Algunos atribuyen a Quilón (el dicho) "conócete a ti mismo"; en cambio,
Cameleón, en su "Tratado sobre los dioses", (lo atribuye) a Tales, y
Aristóteles a la Pitia.
60.4. (Esa máxima) pretende ser una
exhortación a alcanzar la gnosis. En efecto, no es posible conocer las
partes sin la esencia del todo; por ello es necesario ocuparse del
origen del mundo, mediante el cual será posible comprender la naturaleza
del hombre.
"Sucesión de filósofos"
61.1. También a Quilón de Lacedemonia refieren (el dicho) "nada en demasía"; pero Estratón, en el Tratado sobre los inventos,
atribuye el apotegma a Sodamos de Tegea; Dídimo lo atribuye a Solón, al
igual que a Cleóbulo la expresión "la medida es lo mejor" (cf. Diógenes
Laercio, Vida de los filósofos, I,6,4)
61.2.
Y el [proverbio] "sal fiador y te arruinarás", según Cleomenes en su
"Hesíodo", dice que fue enunciado por Homero bajo esta forma: "Las
garantías de los miserables son malas para ser recibidas como tales"
(Homero, Odisea, VIII,351). Según Aristóteles, algunos piensan que el dicho es de Quilón; en cambio Dídimo afirma que el consejo es de Tales.
61.3.
También los que siguen: "Todos los hombres son malos", o: "La mayoría
de los hombres son malos" (porque el apotegma es enunciado de esas dos
maneras), unos dicen que son de Bías, conforme a la opinión de Sotades
de Bizancio, y "todo lo consigue el trabajo", quiere atribuirlo de
Periandro, e igualmente establece la recomendación de Pitaco: "Aprovecha
la ocasión".
61.4. De otra parte, Solón legisló a los atenienses
y Pitaco a los de Mitilene. Sólo mucho tiempo después Pitágoras, el
amigo de Perecidas, se designó a sí mismo primer filósofo.
Las tres escuelas filosóficas
62.1.
Además de los hombres que hemos mencionado, hubo tres escuelas
filosóficas, denominadas según las regiones en que residieron: la
itálica, que es la de Pitágoras; la jónica, de Tales y la eleática, de
Jenófanes.
62.2. Pitágoras, hijo de Menexarco, era de Samos, como
dice Hipoboto; sin embargo, Aristoxeno (o: Aristógenes), en la "Vida de
Pitágoras", Aristarco (o: Aristóteles?) y Teopompo afirman que
[Pitágoras] era tirreno, pero según Neantes de Siria o de Tiro; de modo
que Pitágoras era, según la mayoría, de ascendencia bárbara.
62.3. Pero también Tales, como refieren Leandro y Heródoto, era fenicio; o como otros sugieren (o: suponen), era milesio.
62.4.
El mismo Tales parece que fue el único que se encontró con los profetas
egipcios; pero no se le atribuye ningún maestro, como Ferecides de
Siria, de quien fue discípulo Pitágoras.
Sócrates, Platón, Aristóteles. El Liceo y la Academia
63.1. No obstante, la filosofía pitagórica o itálica, permaneció hasta el final en el Metaponto de Italia.
63.2.
Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, sucede a Tales, y a éste le
sucede Anaxímenes de Mileto, hijo de Euristrato, y más tarde Anaxágoras
de Clazomenes, hijo de Hegesibulo. Precisamente éste trasladó la escuela
desde Jonia hasta Atenas.
63.3. A éste le sucede Arquelao, de
quien fue discípulo (u: oyente) Sócrates. "Después de ésos llegó el
pulidor de piedras, el que habla sin cesar de las leyes, el oráculo
(lit.: encantador, el que fascina) de los griegos", afirma Timón en "Los
Silos" (Sillois), por haber pasado de los temas físicos a los morales.
63.4. Antístenes, siendo discípulo de Sócrates, se hizo (filósofo) cínico; en tanto que Platón se retiró a la Academia.
63.5.
Aristóteles, después de estudiar filosofía al lado de Platón, se pasó
al Liceo y fundó la escuela peripatética. A éste le sucede Teofrasto; a
éste, Estratón; a éste, Licón; luego Critolao y más tarde Diodoro.
63.6.
Espeusipo sucede a Platón; a ése, Jenócrates; a éste, Polemón. Polemón,
a su vez, tuvo como discípulos a Grates y a Crantor, con quienes
terminó la Antigua Academia nacida [bajo la dirección] de Platón.
Crantor tuvo como discípulo a Arcesilao, bajo cuya dirección se fundó la
Academia Media que duró hasta Hegesinos.
Las escuelas estoica y eleática
64.1.
Después, a Hegesinos le sucede Carnéades y así los otros que siguen.
Zenón de Citia, el fundador de la escuela estoica, es discípulo de
Grates. A aquél le sucede Cleantes; a éste Crisipo y los posteriores.
64.2.
Jenófanes de Colofón fue el fundador de la escuela eleática, del que
Timeo dice que es contemporáneo de Hierón, tirano de Sicilia y del poeta
Epicarmo; no obstante, Apolodoro afirma que [Jenófanes] nació en la
Olimpiada cuarenta, y vivió hasta los tiempos de Darío y de Ciro.
64.3. Jenófanes tuvo como discípulo a Parménides y éste a Zenón, después a Leucipo y más tarde a Demócrito.
64.4.
Discípulos de Demócrito son Protágoras de Abdera y Metrodoro de Quíos; y
continúa: Diógenes de Esmirna, Anaxarco, Pirrón y Nausifanes. Hay
quienes afirman que éste tuvo como discípulo a Epicuro.
64.5.
Ésta es, en resumen, la serie de los filósofos griegos. Hemos ahora de
exponer seguidamente la cronología de los iniciadores de la filosofía,
para demostrar, por comparación de fechas, que la filosofía de los
hebreos es anterior en muchas generaciones.
Indicaciones cronológicas
65.1.
Ya se ha mencionado (cf. I,64,2) que Jenófanes fue el iniciador de la
filosofía eleática, pero Eudemo en su "Historia Astrológica", dice que
Tales predijo el eclipse de sol que tuvo lugar durante el día que duró
la batalla entre Medos y Lidios (= 28 de mayo de 585 antes de Cristo),
siendo rey de los Medos Ciaxares, padre de Astiages, y de los Lidios,
Aliate, padre de Creso. Heródoto, en el libro primero [de "Las Musas"]
coincide con Eudemo. Esta época tuvo lugar alrededor de la Olimpiada
cincuenta.
65.2. Pitágoras se encuentra en el reinado del tirano Polícrates hacia la Olimpiada sesenta y dos (= 529-526 antes de Cristo).
65.3.
Solón es nombrado maestro de Menesífilo, condiscípulo de Temístocles.
Así, entonces, Solón estuvo en plena actividad en la Olimpiada cuarenta y
seis (= 596-593 antes de Cristo).
65.4. Heráclito, hijo de
Blisón, convenció al tirano Melancomas para que abdicara. Y él mismo
desestimó la llamada del rey Darío, que lo invitaba a ir a Persia.
Capítulo XV: El origen bárbaro de la filosofía griega
Los sabios y filósofos griegos eran de origen bárbaro
66.1.
Éstos son los datos cronológicos de los sabios y filósofos más antiguos
entre los griegos. ¿Es necesario añadir que la mayoría de ellos fueron
de origen bárbaro y fueron educados por bárbaros, si Pitágoras era de
Tirrene o de Tiro, Antístenes de Frigia y Orfeo de Odrisa o de Tracia?
Homero es presentado por la mayoría como egipcio.
66.2. Tales era
fenicio de raza, como se dice, y estuvo relacionado con los profetas
egipcios; lo mismo que Pitágoras, quien se hizo circuncidar por ellos
para poder acceder a los santuarios secretos y aprender la filosofía
mística de los egipcios; y frecuentó igualmente a los Caldeos y a los
Magos más distinguidos, y lo que nosotros llamamos hoy iglesia está
prefigurado por su "sala común" (o: "asamblea común"; sala de
conferencias pitagórica).
66.3. Tampoco Platón niega haber
importado de los bárbaros lo mejor de su filosofía, y confiesa haber ido
a Egipto. En el "Fedón" afirma que el filósofo puede sacar provecho de
todo, al escribir: "Grecia es grande, oh Cebes, dice aquel; en ella hay
hombres muy buenos. Pero también es abundante la estirpe de los
bárbaros" (Fedón, 78 A).
El testimonio de Platón
67.1.
Así, Platón estima también que hay algunos filósofos entre los
bárbaros, en tanto que Epicuro sostiene que sólo los griegos son capaces
de filosofar.
67.2. Y en "El Banquete", elogiando a los bárbaros
como los únicos que de verdad practicaron las leyes de forma eminente,
Platón afirma: "También hay otros muchos [filósofos] en otras partes,
tanto entre los griegos como entre los bárbaros, en honor de los cuales
son muchos los templos que se han edificado por sus muchos hijos
[espirituales]" (El Banquete, 209 D-E).
67.3. Es evidente que los bárbaros estimaron de manera extraordinaria a sus legisladores y maestros, llamándoles dioses.
67.4.
Sostienen que las almas buenas, abandonando la región supracelestial,
como piensa Platón, sufren el descenso a este nuestro Tártaro y asumen
un cuerpo, y se hacen partícipes de toda clase de males y heridas de la
raza humana; éstas [almas] establecieron las leyes y pregonaron la
filosofía, "que es el mejor de todos los bienes que los dioses han
enviado y jamás enviarán a la raza humana" (Platón, Timeo, 47 B).
Admiración de Platón por los filósofos bárbaros
68.1.
Me parece que también comprenden el gran beneficio que les llega a
través de los sabios, cuya filosofía es oficialmente estudiada por los
Brahamanes todos, por los Odrisos y los Getos, y el pueblo egipcio hace
teología precisamente de sus opiniones (o: han estudiado cuidadosamente
sus libros), y también los Caldeos y los Árabes, denominados prósperos,
al igual que la región Palestina, y la mayoría del pueblo Persa, y otros
muchos miles de pueblos.
68.2 Es evidente que Platón admira
continuamente a los bárbaros; recuerda cómo él mismo y Pitágoras han
aprendido de los bárbaros las más numerosas y nobles de sus opiniones.
68.3. Por ello, al decir "pueblos bárbaros" (Platón, Fedro,
78 A) quiere decir pueblos de filósofos bárbaros; y así en el "Fedro"
(274 E) nos muestra que el rey egipcio es más sabio que [el dios]
Theuth, al que identifica con Hermes. Más aún, en el "Cármides" muestra
que él conoce a determinados tracios, quienes afirman la inmortalidad
del alma (PLatón, Cármides, 156 D).
Demócrito, discípulo de los sabios bárbaros
69.1.
Se refiere que Pitágoras fue discípulo de Sonchidis (o: Sonchis), el
primero de los profetas de los egipcios; Platón [fue discípulo] de
Sechnufis (Sechnoýphis) de Heliópolis, y Eudoxo de Gnido (Knídio) [fue discípulo] de Jenófanes (Kovoýphidi), también egipcio.
69.2.
En el "Diálogo sobre el alma", ... (¿hay una laguna en el texto?)
Platón muestra de nuevo que conoce la profecía, ya que admite un profeta
que da a conocer el dicho de Laques sobre la suerte de las almas y la
predicción del futuro (cf. PLatón, República, X, 617 D).
69.3.
También en el "Timeo" presenta al sapientísimo Solón aprendiendo del
bárbaro. He aquí lo que dice: "¡Oh Solón, Solón! Ustedes los griegos
siempre son niños; ningún griego es anciano, porque no tienen doctrina
encanecida por el tiempo" (Platón, Timeo, 22 B).
69.4.
Demócrito se apropió de las enseñanzas morales de los mismos
babilonios. Se dice, en efecto, que habiendo descifrado la estela de
Ahikar (o: Aquicar), la agregó a sus propios escritos y la presentó como
suya escribiendo: "Esto dice Demócrito".
69.5. En verdad, sobre
él mismo y vanagloriándose de su erudición, dice en alguna parte: "De
entre mis contemporáneos yo he sido el que ha recorrido más tierra, el
que ha investigado las cosas más remotas, el que ha conocido más climas y
continentes, el que ha escuchado a los hombres más elocuentes, y nadie
me ha superado en la composición de figuras [geométricas] acompañadas de
demostraciones, ni los llamados "arpedonáptos" (= agrimensores; lit.:
los ajustadores de cuerdas) de Egipto, con quienes yo he vivido en total
cinco años como vecino en tierra extranjera" (Demócrito, Fragmentos, 68 B 299).
69.6.
Efectivamente, visitó Babilonia, Persia, Egipto y fue discípulo de los
Magos y de los sacerdotes. Pitágoras mismo emuló a Zoroastro, el mago
persa, y los defensores de la secta de Pródico se glorían de poseer
libros secretos de aquel hombre.
Otros testimonios de la influencia de la sabiduría de los bárbaros sobre los griegos
70.1.
Alejandro, en (su libro) acerca de los "Símbolos Pitagóricos", relata
que Pitágoras fue discípulo de Zaratos el asirio -algunos le identifican
a éste con Ezequiel, pero no es así, como luego demostraré-, y pretende
que Pitágoras haya aprendido también de los Gálatas y de los
Brahamanes.
70.2. Clearco el peripatético dice que conoció a un judío, que frecuentó a Aristóteles.
70.3.
Heráclito, por su parte, dice que lo futuro se manifiesta a la Sibila
no humanamente, sino merced a Dios. Así, dice él, en Delfos, junto a la
sala del Consejo, se puede ver una piedra sobre la que, se dice, se
sentó la primera Sibila, después de haber salido del Helicón y de ser
alimentada por las Musas. Otros, sin embargo, afirman que vino del
[monte] Manlio y era hija de Lamia, a su vez hija de Poseidón.
70.4.
Sarapión dice en su poema que la Sibila no deja de profetizar incluso
después de muerta, porque lo que de ella se esfumó por los aires después
de su muerte andaba todavía vaticinando con señales y presagios; y de
su cuerpo, descompuesto en la tierra, crece una hierba, como es natural,
y escribe que cuantos animales, allegados sin duda a aquel lugar, la
comen, también predicen con exactitud la indicación del futuro a los
hombres por medio de las entrañas; y supone que el alma de la Sibila es
el rostro que aparece en la luna.
Los maestros de la filosofía bárbara
71.1.
Esto, acerca de la Sibila. Por su parte, Numa, el rey de los romanos,
que era pitagórico, aprendiendo en Moisés prohibió a los romanos
construir imágenes de Dios con figura humana o forma de animales. Así,
en los ciento setenta primeros años, cuando [los romanos] construyeron
templos no hicieron ninguna imagen esculpida ni pintada.
71.2.
También Numa les hizo comprender, veladamente, que no es posible
alcanzar el bien sumo si no es únicamente por el espíritu.
71.3.
Así, la filosofía, bien de gran utilidad, fue honrada desde antiguo
entre los bárbaros iluminando a las naciones; más tarde llegó también a
los griegos.
71.4. La expusieron públicamente los profetas de
Egipto, los caldeos de Asiria, los druidas de Galia, los samaneos de
Bactriana, los filósofos celtas, los Magos de Persia -quienes con su
ciencia preanunciaron el nacimiento del Salvador, siendo guiados por una
estrella en su caminar hacia el país de Judea (cf. Mt 2,1-6)-, los
gimnosofistas de India, y otros filósofos bárbaros.
71.5. Y éstos
[últimos] son de dos categorías: los llamados sarmanes y los brahmanes.
Los sarmanes, denominados habitantes de los bosques (u: hombres de
madera), no viven en ciudades ni tienen casas, sino que se visten con
cortezas de árboles, se alimentan con frutos silvestres y beben el agua
con las manos; no se casan ni tienen hijos, al igual que los ahora
llamados encratitas.
71.6. Entre todos los habitantes de India
hay quienes obedecen las prescripciones de Buda. A éste le honran como
dios por su excepcional dignidad.
Antigüedad del pueblo judío y de sus escritos
72.1. También Anacarsis, que era de Escitia, era considerado diferente de la mayoría de filósofos griegos.
72.2.
Igualmente Helánico refiere que más allá de los montes Rípeos (o:
Ripos; o: Rifeos) viven los Hiperbóreos, que se enseñan entre sí
justicia y no comen carne, sino que se alimentan de los frutos de los
árboles. A los sexagenarios los conducen fuera de las puertas de la
ciudad y los hacen desaparecer.
72.3. Entre los germanos existen
también las llamadas mujeres sagradas, quienes, observando los remolinos
de los ríos, los torbellinos y rumores de las corrientes, conjeturan y
predicen el futuro. Ésas son las que no permitieron a sus guerreros
librar la batalla contra César antes que saliera la luna nueva.
72.4.
Con mucho, el pueblo más antiguo de todos esos es el judío, y su
filosofía escrita es anterior a la filosofía griega, lo demuestran
ampliamente el pitagórico Filón y además el peripatético Aristóbulo, y
otros muchos; no me detengo a nombrarlos.
72.5. Con toda claridad
Megástenes, contemporáneo de Seleuco Nicator, en el tercer [libro]
sobre "Los índicos" escribe: "Realmente todo lo manifestado acerca de la
naturaleza por los ancianos [de Grecia], también fue dicho por los
filósofos de fuera de Grecia; en efecto, o por los Brahamanes de la
India, o por los llamados judíos en Siria" (Megástenes, Fragmentos, 715 F 3).
Heracles y Quirón
73.1.
Algunos afirman, un tanto fantásticamente, que los primeros sabios
nacieron entre los llamados Dáctilos Ideos, a quienes se atribuye el
descubrimiento de las letras llamadas efesias y de los ritmos musicales.
Por este motivo, entre los músicos existe el ritmo llamado dáctilo
(lit.: los dactilos han recibido la denominación entre los músicos).
Ahora bien, los Dáctilos Ideos eran frigios bárbaros.
73.2.
Herodoro cuenta que Heracles (= Hércules), siendo adivino y físico,
heredó de Atlante, bárbaro frigio, las columnas del universo; pero la
leyenda pretende decir que también aprendió la ciencia de las cosas
celestiales.
73.3. Hermipo de Berito llama sabio al centauro
Quirón, de quien dice el que escribió la "Titanomaquia", que fue el
primero que "condujo el linaje de los mortales hacia la justicia
enseñándoles juramentos, sacrificios sagrados y constelaciones del
Olimpo" (Titanomaquia, 6).
73.4.
Junto a éste [centauro] fue educado Aquiles, el que luchó en Troya;
Hipo, la hija del centauro, desposada con Eolo, le enseñó la
contemplación de la naturaleza, la ciencia de su padre.
73.5.
También Eurípides atestigua sobre Hipo de la siguiente manera: "Ella fue
la primera que vaticinó las decisiones divinas mediante claros oráculos
conforme a las salidas de los astros" (Eurípides, Fragmentos, 482).
73.6.
Este Eolo hospedó a Ulises después de la conquista de Troya. Presten
atención a estos datos, para comparar la época de Moisés con aquella
otra de la filosofía más antigua, contemporánea suya.
Capítulo XVI: Origen bárbaro de las invenciones
Invenciones de los pueblos bárbaros
74.1. Los bárbaros no sólo son los descubridores de la filosofía, sino también de casi todas las artes.
74.2.
Fueron los egipcios los primeros que descubrieron la astronomía (lit.:
astrología) a los hombres, al igual que los caldeos. También fueron los
egipcios los primeros que enseñaron a encender lámparas, dividieron el
año en doce meses, prohibieron unirse con mujeres en lugares sagrados y
prescribieron que no entraran en los templos antes de purificarse
quienes venían de (la relación) con una mujer; además, fueron los
inventores de la geometría.
74.3. Algunos afirman que fueron los carios quienes idearon el arte de pronosticar el futuro mediante los astros.
74.4.
Los frigios, por su parte, fueron los primeros que tuvieron en cuenta
los vuelos de las aves; los etruscos, vecinos de Italia, perfeccionaron
la ciencia de los sacrificios.
74.5. Isáuricos y árabes
practicaron la ciencia de la adivinación (o: de los augurios), al igual
que ciertamente los telmesios la mántica (o: adivinación) por medio de
los sueños.
74.6. Los tirrenos inventaron con mucho esfuerzo la trompeta, y los frigios la flauta. En efecto, Olimpo y Marsias eran frigios.
Más invenciones de los pueblos bárbaros
75.1.
Cadmo, el que inventó a los griegos su alfabeto, era fenicio, según
dice Éforo; de ahí que Heródoto escribe que las letras se siguen
llamando fenicias. Hay quienes afirman que los primeros en conocer (o:
inventar) el alfabeto fueron los fenicios y los sirios.
75.2. La
medicina dicen que la inventó, antes de la llegada de Io a Egipto, Apis,
egipcio autóctono, y después la desarrolló Asclepio.
75.3. Atlante el libio fue el primero que construyó una nave y navegó en el mar.
75.4.
Quelmis y Damnameneo, Dáctilos Ideos, fueron los primeros que
descubrieron el hierro en Chipre; mientras Délas, otro Ideo, aunque
según Hesíodo era escita, inventó la aleación (o: amalgama) del bronce.
75.5.
Sin duda alguna, los tracios fueron los primeros en descubrir la
llamada "harpe" -un cuchillo curvo-, y los primeros que utilizaron
escudos ligeros sobre los caballos.
75.6. De semejante manera también los ilíricos son los primeros en idear el llamado "parma" (= escudo liviano).
75.7.
También se dice que los toscanos inventaron el arte de modelar; Itano
(que era sainita) fue el primero que fabricó un escudo grande.
75.8. El fenicio Cadmo inventó el tallado de las piedras (litotomía) y descubrió las minas de oro junto al monte Pangeo.
75.9.
También otro pueblo, los capadocios, fueron los primeros en descubrir
la llamada "nabla" (instrumento de cuerdas), lo mismo que los asirios el
"dicorde" (de dos cuerdas).
75.10. Los cartagineses fueron los
primeros en construir la "tetreme" (nave de cuatro órdenes de remos), y
fue Bósporo, un autóctono, quien la construyó.
Contribuciones de los pueblos bárbaros al desarrollo de la música
76.1. Medea de Cólquida, hija de Eetes, es la primera que inventó la tintura de los cabellos.
76.2.
Los Nóropes (pueblo de Peonía que ahora se llama Nórico) fueron los
primeros que trabajaron el bronce y obtuvieron hierro puro.
76.3. Ámico, rey de los bébrices, fue el primero en descubrir las correas de los púgiles.
76.4.
Respecto a la música, Olimpo el misio practicó la armonía lidia. Los
llamados trogloditas descubrieron la sambuca, instrumento musical.
76.5.
Se dice también que Sátiro el frigio inventó la flauta traversa (lit.:
siringa oblicua); de la misma manera Agnis, también frigio, (inventó) un
"tricorde" (= instrumento de tres cuerdas) y la armonía diatónica.
76.6.
Igualmente Olimpo el frigio (ideó) los acordes (lit: la percusión de
las cuerdas), al igual que Marsias, de la misma región que los
precedentes, [inventó] la armonía frigia, la medio-frigia y medio-lidia;
y Tamiris, el tracio, inventó la [armonía] dórica.
76.7. Hemos
oído que los persas fueron los primeros que fabricaron un carro, una
cama y un escabel; y los sidonios aparejaron la nave trirreme.
76.8.
Los sicilianos, cerca de Italia, fueron los primeros en inventar la
"phorminx" (= lira o pequeña arpa), no muy distinta de la cítara, y
también las castañuelas.
76.9. Se dice que los vestidos de lino muy fino fueron descubiertos bajo Semirámis, rey de los egipcios.
76.10. Helánico dice que Atosa, reina de los persas, fue la primera que redactó cartas.
Las fuentes de las noticias sobre las invenciones de los pueblos bárbaros
77.1.
Han conservado (lit.: historiado) estas noticias Escamón de Mitilene,
Teofrasto de Eresos, Cídipo de Mantinea, y también Antifanes,
Aristodemo, Aristóteles, Filostéfano y Estratón el peripatético en los
[libros] "Sobre las Invenciones".
77.2. He citado unos pocos
ejemplos a fin de establecer la natural capacidad de los bárbaros para
las invenciones útiles para la vida; de ellos se han beneficiado los
griegos en sus actividades.
77.3. Si después de todo eso alguien
calumniara a la lengua bárbara, dice Anacarsis: "Para mí todos los
griegos hablan la lengua de los escitas" (Epístola, 1).
77.4. Él mismo, admirado por los griegos, dijo: "Mi vestido es una capa; mi alimento, leche y queso" (Anacarsis, Epístola, 5). Vean que la filosofía bárbara muestra obras, no palabras.
La enseñanza del lenguaje y la escritura
78.1.
El Apóstol dice: "Así también ustedes, si mediante la lengua no
profieren un discurso inteligible, ¿cómo se sabrá lo que dicen? Serían
como los que hablan al aire. Tantas clases de lenguas como hay en el
mundo, y no hay ninguna privada de sentido. Pero si no conociera el
poder de la voz, sería un bárbaro para el que habla, y éste, un bárbaro
para mí" (1 Co 14,9-11). Y también: "El que hable en [otra] lengua, ore
para poder interpretar" (1 Co 4,13).
78.2. Ahora bien, la enseñanza del lenguaje pasó bastante tarde a los griegos, y también la escritura.
78.3. Alcmeón de Crotona, hijo de Perítho, es el primero en componer un tratado de física (o: sobre la naturaleza).
78.4. Algunos refieren que Anaxágoras de Clazomenes, hijo de Hegesibulo, fue el primero en publicar un libro escrito.
78.5.
El primero que puso melodía a poemas y musicalizó los modos
lacedemonios (o: espartanos) fue Terpandro de Antisa; y Laso de Hermíone
descubrió el ditirambo; Estesícoro de Himera [ideó] el himno; el
lacedomonio Alcmán, la danza; Anacreonte de Teos, las eróticas; Píndaro
de Tebas, el canto rítmico (o: la pantomima); y Timoteo de Mileto fue el
primero que hizo cantar melodías a coro y con la cítara.
Los distintos procedimientos literarios
79.1. Arquíloco de Paros ideó el verso yámbico; Hiponacte el efesio, el coliambo (lit.: yambo cojo); Tespis de Atenas, la tragedia; Susarión de Icaria, la comedia.
79.2.
Los discípulos de los gramáticos transmiten la cronología de esos
[autores], pero sería muy largo examinarla, habiendo sido presentada por
Dioniso mismo, en honor del cual tienen lugar los espectáculos
dionisíacos, y que es posterior a Moisés, como se demostrará poco
después (cf. I,105,1).
79.3. También dicen que Antifón de
Ramnunte, hijo de Sófilo, inventó los discursos de la diatriba y los
procedimientos (o: las características) de la retórica; y fue el
primero, según dice Diodoro, que escribió por dinero un discurso
judicial; por su parte, Apolodoro de Cumas fue el primero que utilizó el
término de gramático frente al de crítico; otros afirman que fue
Eratóstenes de Cirene, después de publicar por él mismo dos libros
"Sobre gramática". Sin embargo, el primero en ser llamado gramático, tal
como ahora lo entendemos, fue Praxífanes de Mileto, hijo de
Dionisofanes.
79.4. Se refiere que Zaleuco de Locros fue el
primero que impartió leyes; otros en cambio, afirman que fue Minos, hijo
de Zeus, en tiempos de Linceo.
79.5. Este mismo [Linceo] nació
después de Dánao en la undécima generación después de Ínaco y Moisés,
como lo demostraremos un poco más adelante (cf. I,106,1-3).
79.6.
Licurgo, que nace bastante después de la conquista de Troya, legisló
para los espartanos ciento cincuenta años antes de las Olimpíadas.
Anteriormente ya hemos hablado de la cronología de Solón (cf. I,65,3).
La filosofía griega es imperfecta, pero no mala
80.1. Se sabe que Dracón, también legislador, nació alrededor de la trigésimo novena Olimpiada.
80.2.
Antíloco, que se ocupó de "Los hombres sabios", calcula en total cerca
de trescientos doce años desde la época de Pitágoras hasta la muerte de
Epicuro... [bajo el arcontado de Pitarato] (texto no seguro, ya que hay
una laguna en el original), que tuvo lugar en el décimo día del mes Gamelión (= 25 de enero).
80.3.
Se dice también que el hexámetro, verso heroico, lo descubrió Fanotea
(o: Panopea), mujer de Ícaro (o: Icario); pero otros dicen que fue
Temis, una de las hijas de los Titanes.
80.4. Dídimo, en el
[tratado] "Sobre la filosofía pitagórica", refiere que Teano de Crotona
fue la primera mujer que filosofó y escribió poemas.
80.5. La
filosofía griega, como (dicen) algunos, de alguna manera ha alcanzado la
verdad por aproximación (o: por conjetura), pero oscuramente y no
íntegramente; otros afirman que recibe su impulso del demonio. Hay
quienes sugieren que toda filosofía está inspirada por unas fuerzas
inferiores (o: subordinadas).
80.6. Pero aunque la filosofía
griega no llegue a alcanzar la verdad en su totalidad, y, además, no
posea en sí misma fuerza para cumplir los mandatos del Señor, al menos
prepara el camino para la enseñanza verdaderamente más regia, porque de
un modo u otro hace prudente [al hombre], modela el carácter, y
predispone a quien cree en la Providencia para la recepción de la
verdad.
Capítulo XVII: Origen e importancia de la filosofía
La filosofía es válida como preparación a la fe
81.1.
Sin embargo, dicen, que está escrito: "Todos los anteriores a la venida
del Señor son ladrones y bandidos" (Jn 10,8). Pero si por ese "todos"
del que se habla se entiende a todos (los hombres) que han precedido a
la Encarnación del Verbo, parece muy genérico.
81.2. Porque los Profetas, enviados e inspirados por el Señor, no son ladrones sino servidores.
81.3.
Así dice la Escritura: "La sabiduría mandó a sus servidores a pregonar
desde lo alto la invitación para beber de la copa de vino" (Pr 9,3).
81.4.
La filosofía no fue enviada por el Señor, sino que llegó -dicen-
mediante robo o regalo de un ladrón, un poder o un ángel que aprendiendo
alguna verdad e incapaz de permanecer con ella, debió de inspirarla o
la enseñó furtivamente, aunque no a espaldas del Señor, quien conoce las
finalidades de las cosas que van a suceder antes de la fundación del
mundo y la existencia de todas las cosas; tan sólo que no fue impedido.
81.5.
En efecto, en otro tiempo el robo hecho para los hombres tenía alguna
utilidad, no porque el ladrón mirase nuestro provecho, sino porque la
Providencia dirigió el resultado de esa audaz acción para [nuestra]
utilidad.
Contra los gnósticos valentinianos y marcionitas
82.1.
Sé que muchos se enfrentan (o: se encarnizan) continuamente con
nosotros, y afirman que el que no impide [un hecho] es causa [de él]. En
efecto, dicen que es causa de robo el que no vigila (o: toma
precauciones) y el que no impide [al ladrón]; como [es causa] del
incendio el que no apaga el fuego que se inicia, y del naufragio el
piloto que no pliega la vela.
82.2. Por eso la ley los castiga
en tanto que responsables. Puesto que al que puede impedir esas cosas,
por ello mismo también es tenido como responsable de lo sucedido.
82.3.
A nuestros adversarios les decimos que la causa hay que referirla al
hacer, actuar y realizar; pero no impedirla, en cuanto tal, es
inoperante.
82.4. Además, la causa mira a la realización, como
el armador a la construcción del barco y el albañil a la edificación de
la casa; al contrario, quien no impide, está fuera del hecho.
82.5.
Es preciso, entonces, concluir que el que puede impedir, no actúa ni
impide. Y ¿cómo interfiere en la acción el que no pone impedimento?
82.6.
El mismo razonamiento les impulsa al absurdo, porque harán responsable
de la herida, no a la flecha, sino al escudo que no ha impedido a la
flecha penetrar. Así, no acusarán al ladrón, sino al que no ha impedido
el robo.
Quien no es capaz de impedir, no es responsable
83.1.
Y también dirán que Héctor no incendió los barcos griegos, sino
Aquiles, porque pudiendo impedírselo a Héctor, no lo hizo. No obstante,
Aquiles a causa de su cólera -porque estaba en él encolerizarse o no- no
apagó el fuego, y por eso es corresponsable (cf. Homero, Ilíada, XV,716-731 y XVI,122-128)
83.2.
El diablo, dueño de sí y capaz de robar o no, es él mismo responsable
del robo, no el Señor que no lo impidió. Además, la dádiva no era
perjudicial, como para requerir el impedimento [divino].
83.3.
Si es necesario ser exacto respecto a los adversarios, han de saber que
quien no es capaz de impedir, como hemos dicho que sucede en el robo, no
es en absoluto responsable, sino que propiamente sólo el que puede
impedir está ligado a la inculpación de la causa.
83.4. En
efecto, quien protege a otro con su escudo es causa de que su protegido
no resulte herido, puesto que le impide ser herido; también para
Sócrates, el demonio era causa, no porque no le impidiera, sino porque
le desviaba, aunque no le estimulara activamente.
83.5. Ni las
alabanzas ni las injurias, ni los honores ni los castigos son justos,
cuando el alma no tiene la libertad de elegir o rechazar (lit.:
impulsión - repulsión), puesto que la maldad es involuntaria.
Los ladrones y los salteadores son los seudo-profetas
84.1.
Por lo cual, el que impide es responsable, pero el que no impide juzga
rectamente de la elección del alma; así, entonces, Dios no es
responsable en lo más mínimo de nuestra maldad.
84.2. Puesto que
la libre elección y el deseo son el origen de los pecados, y que
algunas veces nos domina una opinión totalmente equivocada, de la que,
por ignorancia y falta de conocimiento, nos ocupamos poco de alejarnos,
[Dios] tendría razón en castigarnos,
84.3. la fiebre es
involuntaria, pero cuando uno la contrae por sí mismo, por su
intemperancia, lo culpamos a él; lo mismo sucede cuando el mal es
involuntario.
84.4. Nadie elige el mal en cuanto mal, sino
atraído por el placer envolvente, que se supone que es un bien, y se
juzga como algo que hay que tener.
84.5. Siendo así esto,
depende de nosotros el librarnos de la ignorancia, de la elección de
cualidad inferior pero agradable, y sobre todo no admitir las imágenes
engañosas.
84.6. El diablo es llamado "ladrón y bandido" (Jn
10,8) porque mezcló los seudo-profetas entre los profetas, como cizaña
entre el trigo (cf. Mt 13,25).
84.7. Por eso, "todos los que han
venido antes del Señor son ladrones y salteadores" (Jn 10,8), no se
refiere a todos los hombres en absoluto, sino a todos los falsos
profetas y a todos aquellos que no han sido legítimamente enviados por
Él (= el Señor).
La multiforme sabiduría de Dios
85.1.
También los seudo-profetas tenían algo robado: el nombre de profetas,
porque eran profetas, pero no del Señor, sino del Mentiroso (= el
diablo).
85.2. El Señor dice: "Ustedes vienen de su padre el
diablo y quieren hacer los deseos de su padre. Él era homicida desde el
principio, y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no habita en
él. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo propio, porque es
mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44).
85.3. No obstante,
los falsos profetas decían algunas verdades en las mentiras, y realmente
profetizaban mediante éxtasis, como servidores del Apóstata.
85.4. También "el Pastor, el ángel de la conversión" (Hermas, Visión,
25,7) dice a Hermas acerca del seudo-pro-feta: "El dice algunas
palabras verdaderas; ya que el diablo le llena de su propio espíritu,
por si puede hacer pedazos a alguno de los justos" (Hermas, El Pastor, Mandamientos, 11,3).
85.5.
Todas las cosas están ordenadas desde lo alto hacia el bien, "para que
la multiforme sabiduría de Dios sea conocida por medio de la Iglesia,
según el designio eterno que se ha realizado en Cristo" (Ef 3,10-11).
85.6. Y nada resiste a Dios y nada se opone a Él, que es Señor y todopoderoso.
La obra de la sabiduría de Dios
86.1.
Mas aún, hasta los designios y facultades de quienes han apostatado,
aunque sean pequeños accidentes particulares, provienen de una mala
disposición, como las enfermedades del cuerpo; pero están orientados por
la Providencia universal hacia un fin saludable, incluso aunque se
trate de una causa enferma.
86.2. Lo grande de la divina
providencia es impedir que la maldad, nacida de una apostasía
voluntaria, quede inaprovechada e inútil, o que resulte totalmente
perjudicial.
86.3. Es obra de la sabiduría divina, de la virtud y
del poder no sólo hacer el bien -puesto que eso es propio de la
naturaleza misma de Dios, por decirlo así, como calentar del fuego, e
iluminar del fuego-, sino principalmente mediante los males ideados por
algunos, realizar algún fin bueno y útil, y aprovechar útilmente lo que
parece malo, y hacer de la prueba un testimonio.
Existe una base natural para el conocimiento de Dios
87.1.
También hay en la filosofía, robada como por un Prometeo, un pequeño
fuego que puede dar luz, si lo atizamos convenientemente, un vestigio de
sabiduría, un movimiento hacia Dios.
87.2. En este sentido
pueden ser llamados "ladrones y salteadores" (Jn 10,8) los filósofos
griegos que, antes de la venida del Señor, se apoderaron de parte de la
verdad de los profetas hebreos, no con un conocimiento perfecto, sino
apropiándoselas como doctrinas propias; y algunos, por ignorancia, la
han alterado y sofisticado desatinadamente; en fin, otros afirman que la
han descubierto ellos mismos, puesto que han sido dotados de "un
espíritu de inteligencia" (Ex 28,3).
87.3. También Aristóteles
está de acuerdo con la Escritura al llamar a la sofística el arte de
robar sabiduría, como hemos recordado anteriormente (cf. I,39,2).
87.4.
En efecto, el Apóstol dice: "No hablamos en el lenguaje que enseña la
sabiduría humana, sino en el que enseña el Espíritu" (1 Co 2,13).
87.5.
Igualmente se dice acerca de los Profetas: "De su plenitud todos
nosotros hemos recibido" (Jn 1,16), es decir, de Cristo. Por eso los
Profetas no son ladrones.
87.6. Y también dice el Señor: "Mi
enseñanza no es mía, sino del Padre que me envió" (Jn 7,16). Y acerca de
los ladrones afirma: "El que habla de sí mismo, busca su propia gloria"
(Jn 7,18).
87.7. Por eso los griegos son "egoístas y
jactanciosos" (2 Tm 3,2). Llamándoles sabios, la Escritura no ataca a
los que son realmente sabios, sino a los que aparentan ser sabios.
Capítulo XVIII: Origen e importancia de la filosofía (continuación)
La venida del Salvador ha forjado creyentes
88.1.
También se dice: "Destruiré la sabiduría de los sabios, y anularé la
inteligencia de los inteligentes" (1 Co 1,19; cf. Is 29,14). Y el
Apóstol añade: "¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el
disputador de este mundo?" (1 Co 1,20). Así distingue por oposición a
los escribas de los sabios (lit.: investigadores) de este mundo, (es
decir) a los filósofos gentiles.
88.2. "¿No ha hecho Dios necia
la sabiduría del mundo?" (1 Co 1,20). Así también indicó que era necia
(cf. 1 Co 1,20), y no verdadera, como ellos se imaginaban.
88.3. Y
si buscan la causa de su aparente sabiduría, responderá: "Por la dureza
de su corazón" (Ef 4,18). "Porque en la sabiduría de Dios, es decir, la
que fue anunciada por los profetas, el mundo no le conoció mediante la
sabiduría (divina), de la que hablan los profetas, y Dios decidió salvar
a los creyentes por la predicación de la locura" (1 Co 1,21), la que
tienen como insensatez los griegos.
88.4. "Porque los judíos,
dice, piden señales para creer, los griegos buscan sabiduría" (1 Co
1,22), es decir los razonamientos llamados coercitivos y los
silogismos;"pero nosotros predicamos a Jesucristo crucificado, escándalo
para los judíos", puesto que conociendo la profecía no creen en su
cumplimiento, "locura para los griegos" (1 Co 1,23),
88.5. ya que
los aparentemente sabios consideran mítico que el Hijo de Dios hable a
través de un hombre, que Dios tenga un Hijo y que además ese [Hijo] haya
sufrido. De ahí que su prejuicio les impide creer.
88.6. Por
tanto, la venida del Salvador no ha hecho locos, duros de corazón e
infieles, sino comprensivos, dóciles, y, además, creyentes (o: fieles).
88.7.
Pero los que no han querido obedecer a la llamada, separándose de los
que han respondido voluntariamente a la misma, son necios, infieles (o:
incrédulos) e insensatos (o: locos).
88.8. "Pero para los llamados, sean judíos o griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24).
Cristo vino a salvar a toda la humanidad
89.1.
Entonces, ¿sería mejor interpretar la expresión "no hizo Dios necia la
sabiduría del mundo" (1 Co 1,20) en el sentido de que no la hizo necia,
para que no parezca que Dios es la causa de la dureza del corazón de
aquellos, al hacer necia la sabiduría? Por el contrario, puesto que son
realmente sabios, se hacen responsables en mayor medida de no haber
creído el anuncio. Porque es voluntaria tanto la elección coma el
rechazo de la verdad.
89.2. También la frase "destruiré la
sabiduría de los sabios" (1 Co 1,19) dice que la sobreiluminaba con el
contraste de la menospreciada y desestimada filosofía bárbara, al modo
que la antorcha sobreiluminada por el sol se dice que perece al no
desarrollar igual energía.
89.3. Todos los hombres han sido
llamados, aunque reciben el nombre de "llamados" (cf. 1 Co 1,24)
únicamente aquellos que han querido obedecer. Porque no hay "injusticia
en Dios" (Rm 9,14). Por eso, quienes han creído, de uno u otro origen,
son "pueblo elegido" (Tt 2,14).
89.4. Y en los "Hechos de los
Apóstoles" se encuentra esta expresión: "Los que recibieron su palabra
fueron bautizados" (Hch 2,41); pero los que no se dejaron persuadir, es
evidente que ellos mismos se apartaron.
El Dios de los cristianos es bueno
90.1.
La profecía dice a ésos: "Si ustedes quieren y me escuchan, comerán los
bienes de la tierra", demostrando completamente que tanto la elección
como el rechazo están en nuestras manos. El Apóstol llamó "sabiduría de
Dios" (1 Co 1,24-25) a la enseñanza conforme al Señor, para mostrar que
la verdadera filosofía nos es transmitida mediante el Hijo.
90.2.
Pero quien se tiene por sabio también tiene algunas recomendaciones
exigidas por el Apóstol: "Revestir el hombre nuevo, creado según Dios en
la justicia y la santidad de la verdad. Por lo cual, abandonando la
mentira, hablen la verdad; no den entrada al diablo. El que roba, que no
robe más, antes bien esfuércese trabajando (en) lo bueno" (Ef 4,24-28).
90.3. Pero trabajar es esforzarse en la búsqueda de la verdad, a fin de que, juntamente con la beneficencia espiritual (logike), "tengan para compartir con el que está necesitado" (Ef 428), tanto de la abundancia mundana como de sabiduría divina.
90.4.
Es que quiere que la Palabra sea enseñada y que el dinero,
cuidadosamente verificado, sea depositado en los banqueros para que
produzca [sus] intereses.
90.5. Por eso añade: "No salga de su
boca palabra perniciosa" (Ef 4,29); la palabra perniciosa es la
[proveniente] de la presunción, "sino alguna [palabra] buena para
edificación del necesitado, a fin de comunicar la gracia a los oyentes"
(Ef 4,29). La palabra de un Dios bueno es necesariamente buena. Y ¿cómo
no va a ser bueno Aquél que salva?
Capítulo XIX: Origen e importancia de la filosofía (continuación)
Dios Creador
91.1.
Un testimonio más de que los griegos insinuaron algunas verdades se
puede averiguar por lo siguiente. En los "Hechos de los Apóstoles" se
constata que Pablo dijo a los areopagitas: "Veo que son muy religiosos.
91.2.
En efecto, al pasar y observar sus monumentos sagrados he hallado un
altar en el que está escrito: "Al Dios desconocido". Ciertamente a ése
que sin conocerle veneran, es el que yo les anuncio.
91.3. El
Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, ése que es el
Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano
humana, ni es servido por mano de hombres, como si necesitase de algo,
Él que da a todos vida, aliento y todas las cosas.
91.4. Él hizo
de un solo [hombre] todo el linaje humano, para poblar toda la
superficie de la tierra; Él definió los tiempos determinados y fijó los
confines de las tierras por ellos habitadas, para que busquen a Dios,
para que aún a tientas lo encuentren, ya que no está lejos de cada uno
de nosotros; porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, como algunos
de sus poetas han dicho: "Porque somos linaje suyo"" (Hch 17,22-28; cf.
Arato de Soles, Los Fenómenos, 5).
91.5.
Por ello está claro que, utilizando ejemplos poéticos [sacados] de "Los
Fenómenos", de Arato, el [Apóstol] aprueba lo bien dicho por los
griegos, y ha dado a entender que con "el Dios desconocido" ha sido
honrado por los griegos mediante una perífrasis el Dios creador, cuyo
reconocimiento es necesario recibir y aprender a través del Hijo.
El conocimiento del Padre mediante el Hijo
92.1.
"Por eso te enviaré a los gentiles, dice, para que les abras los ojos,
se vuelvan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios,
reciban el perdón de los pecados y la herencia con los santificados por
la fe en mí" (Hch 26,17-18).
92.2. Ahora bien, [la frase] "los
ojos de los ciegos que se abren" significa el reconocimiento del Padre a
través del Hijo; así se comprende la perífrasis griega; y el "volverse
del poder de Satanás" significa apartarse del pecado, por el cual nació
la esclavitud.
92.3. Con todo, no aceptamos sin más cualquier
filosofía, sino sólo aquella de la que Sócrates, según Platón, dice: "En
efecto, como afirman los iniciados en los misterios, son muchos los
portadores de tirso, pero pocos los bacantes" (Platón, Fedón, 69 C), dando a entender que son muchos los llamados, pero pocos los elegidos (cf. Mt 22,14; 20,16).
92.4.
Y añade expresamente: "Aquellos [bacantes] no son otros, en mi opinión,
que los que han practicado correctamente la filosofía. Por eso, yo, al
menos conforme a mis posibilidades, no he abandonado nada a lo largo de
la vida, sino que me he esforzado por todos los medios en acercarme [a
alguno de ellos]. Pero si nos hemos esforzado bien y hemos conseguido
algún provecho, lo sabremos claramente cuando vayamos allá dentro de
poco, si Dios quiere" (Platón, Fedón, 69 C-D).
La erudición no es sinónimo de poseer inteligencia
93.1.
¿No te parece que la revelación de la esperanza del justo para después
de la muerte proviene de la fe en las Escrituras hebreas? Así, en el
"Demódoco", si realmente lo escribió Platón, dice: "No, filosofar no
debe de ser pasarse la vida inclinado sobre libros de artes prácticas ni
acumulando erudición, sino un algo muy diferente, porque eso yo al
menos lo creería una injuria" (Seudo Platón, Amatores, 137 B).
93.2. Sabía, pienso yo, que "la erudición no enseña a tener inteligencia" según Heráclito (Fragmentos, 22 B 40).
93.3.
En el quinto [libro] de "La República" afirma: "¿Tendremos por
filósofos a todos esos aficionados y a otros de semejante actividad y
también a los (que se dedican a) las artes mediocres? De ninguna manera,
sino parecidos a filósofos. -Pero ¿a cuáles, replicó, llamas tú
verdaderos?- A los aficionados a contemplar la verdad, dije yo" (República, V,475 D-E).
93.4.
En efecto, la filosofía no se encuentra en la geometría, que implica
postulados e hipótesis; ni en la música, que se basa en conjeturas; ni
en la astronomía, que está repleta de razonamientos que fluyen y de
imágenes físicas; en cambio, [la filosofía] es la ciencia del bien en sí
mismo y de la verdad; aquellas otras [ciencias] son distintas del Bien,
y tan sólo son caminos de acceso al Bien.
93.5. Por eso, ni él
mismo (= Sócrates) afirma que el ciclo educativo contribuya a la
posesión plena del Bien, sino que contribuye a estimular y a ejercitar
el alma en la práctica intelectual.
Nuestro conocimiento de Dios es imperfecto
94.1.
Por consiguiente, bien se diga que los griegos profesaron
accidentalmente algo de la verdadera filosofía, ese accidentalmente es
economía divina (o: plan divino) -puesto que no se querrá divinizar lo
que acontece espontáneamente a nuestro gusto-; o bien [se diga que] por
coincidencia, esa coincidencia no es impremeditada (o: improvidencial).
94.2.
Por otra parte, si se dijera que los griegos tuvieron alguna razón
natural, sabemos que uno es el Creador de la naturaleza, lo mismo que ya
hemos definido (cf. I,34,4) como natural la justicia; o si [se dijera]
que tienen mente común (o: sentido común), entonces deberíamos examinar
quién es el padre de ese sentido, y el de la justicia que actúa en "la
distribución del sentido" (Platón, Leyes, IV,714 A).
94.3.
Y si uno hablara de predicción y se atribuye telepatía, está
mencionando formas de profecía. Hay quienes pretenden que esas cosas se
den en los filósofos por reflejo de la verdad.
94.4. Respecto a
eso, el divino Apóstol, refiriéndose a nosotros mismos, escribe: "Al
presente vemos como por un espejo" (1 Co 13,12); en cuanto que nos
conocemos a nosotros mismos según ese reflejo, y porque contemplamos,
cuanto es posible, la causa creadora a partir del elemento divino que
hay en nosotros.
94.5. Así, se dice: "Has visto a tu hermano, has visto a tu Dios" (cf. Gn 33,10; Ex 4,16; Mt 25,40; 1 Jn 4,20-21).
94.6.
Pienso que ahora es nuestro Salvador el designado como Dios; pero
después de habernos despojado de la carne [le veremos] "cara a cara" (1
Co 13,12); y entonces, cuando el corazón sea puro (cf. Mt 5,8), podremos
definirle y comprenderle.
94.7. Los filósofos griegos más
críticos veían a Dios por reflejo y transparencia. Tales son, a causa de
nuestra debilidad, las representaciones de la verdad: como un reflejo
sobre el agua, o como una imagen que se observa a través de cuerpos
transparentes y diáfanos.
La Sagrada Escritura es severa con los herejes
95.1.
También Salomón dice bellamente: "El que siembra justicia recogerá fe.
Pero quienes siembran sus propias riquezas las multiplican" (Pr 11,21.
24). Y de nuevo: "Cuida de lo que reverdece en el campo y cortarás
hierba, y recoge el pasto oportunamente para tener corderos que te
vistan" (Pr 27,25-26).
95.2. Ves que también de la protección y
guarda exterior hay que tener cuidado. "Conocerás exactamente la vida de
tu rebaño" (Pr 27,23).
95.3. "Cuando los gentiles, no teniendo
Ley, realizan por naturaleza lo que ordena la Ley, ellos mismos, no
teniendo Ley, son para sí mismos Ley" (Rm 2,14; cf. 2,26), según el
Apóstol, tanto antes de la Ley como antes de la venida [del Señor].
95.4.
El Verbo, al comparar a los que provienen de la filosofía con los que
llamamos herejes, dice muy claramente: "Mejor es amigo cercano que
hermano lejano" (Pr 27,10). "Quien se lanza sobre las mentiras,
apacienta vientos y persigue a las aves que vuelan" (Pr 9,12).
95.5.
Pienso que el Verbo no alude con ello a la filosofía, aunque en muchos
casos la filosofía se ocupe de lo que es probable y trate de convencer;
sino que fustiga a las herejías.
95.6. Por eso añade: "Abandonó
los caminos de su propia viña y se perdió por los senderos de su propia
tierra" (Pr 9,12). Esas son las [herejías], que han abandonado la
Iglesia desde el principio.
95.7. Por eso, quien cae en la
herejía "atraviesa un desierto sin agua" (cf. Jr 2,6), porque realmente
ha dejado de lado al verdadero Dios; vacío de Dios, busca agua donde no
la hay, y "llegando a una tierra deshabitada y árida (cf. Jr 2,6),
recoge en sus manos la esterilidad" (Pr 9,12).
Hay que apartarse de las herejías
96.1.
"Y a los que carecen de sentido les exhortó diciendo" (Pr 9,16), dice
la sabiduría, aludiendo a los herejes: "Tomen alegremente los panes
ocultos y el dulce agua robada" (Pr 9,17), poniendo de manifiesto que la
Escritura señala pan y agua no en razón de otros, sino de los herejes
que utilizan el pan y el agua en la oblación contrariamente a la norma
de la Iglesia. Porque hay quienes celebran la Eucaristía con agua sola.
96.2. "Pero apártate, no permanezcas en su lugar" (Pr 9,18). Llamó "lugar" homónimamente a la Sinagoga, no a la Iglesia.
96.3.
A continuación añade: "De esa manera atravesarás el agua extranjera"
(Pr 9,18), considerando el bautismo de los herejes como agua ajena,
falsa;
96.4. y "atravesarás el río extranjero" (Pr 9,18), el que
lleva y arrastra al mar, al que es echado quien se deja arrancar de la
solidez de la verdad, y se desliza de nuevo atropelladamente hacia las
olas paganas y desordenadas de la vida.
Capítulo XX: Origen e importancia de la filosofía (conclusión)
Las causas múltiples
97.1.
Al igual que son muchos los hombres que botan (o: arrastran) [en el
agua] un barco, y no se dice que las causas sean múltiples, sino que es
una única causa [compuesta] de muchos elementos -porque cada uno por sí
mismo no constituye la causa para botar (o: arrastrar) la nave, si no es
con la ayuda de los otros-, así también la filosofía contribuye a la
comprensión de la verdad, puesto que constituye una búsqueda de la
verdad, pero no es causa [única] de la comprensión, sino causa unida a
otras y colaboradora. Pero, quizás también la concausa es causa.
97.2.
Siendo una la felicidad, las causas que contribuyen son las múltiples
virtudes que la favorecen; y de igual manera que el sol, el fuego, el
baño y la vestimenta producen calor, así también la verdad es una,
aunque sean muchas las cosas que cooperen a su búsqueda; pero se
encuentra mediante el Hijo.
97.3. Según eso, veamos: la virtud es
una sola en cuanto a capacidad, pero unas veces se llama prudencia
cuando se manifiesta en determinadas obras; otras veces templanza,
fortaleza o justicia.
97.4. Así también, aunque la verdad es una,
en geometría la verdad es geométrica, en la música musical, y en la
correcta filosofía bien puede ser la verdad griega. Pero una sola es la
verdad soberana e inexpugnable, la que nos ha enseñado el Hijo de Dios.
La contribución de la filosofía a la búsqueda de la verdad
98.1.
Nosotros decimos que una sola y la misma dracma es llamada pasaje, si
es dada al propietario de una nave; impuesto, si es al recaudador;
alquiler, si es para el arrendador; honorario, si es para el maestro; y
fianza, si es para el vendedor. Cada virtud, como cada verdad, aunque
nombrada de forma sinónima, son causa de solo el efecto que les
corresponde a cada una de ellas.
98.2. Por la combinación de
todas esas [virtudes] es como se produce la vida feliz -puesto que no
seremos felices por la eficacia de los nombres-, sino que llamamos
felicidad a la vida recta, y dichoso al que tiene el alma adornada de
virtudes.
98.3. Sin duda, la filosofía contribuye, aunque sea a
distancia, a la búsqueda de la verdad, esforzándose de múltiples maneras
por estar unida estrechamente a la Verdad que nosotros reconocemos;
ella coopera ciertamente con quien se ha propuesto el intento de
alcanzar racionalmente (logikos) el conocimiento perfecto (gnoseos).
98.4.
La verdad griega es diferente de la nuestra, aunque también sea
designada con el mismo nombre; es distinta por la grandeza de la gnosis,
por una demostración más auténtica, por su fuerza divina y por otras
cosas parecidas. Porque nosotros, "enseñados por Dios" (1 Ts 4,9), somos
instruidos realmente en las sagradas letras por el Hijo de Dios. En
consecuencia, [los griegos] no estimulan (lit.: mueven) sus almas de
igual manera [que nosotros], sino mediante una enseñanza diferente.
La filosofía es una preparación, no indispensable, para la fe
99.1. Pero es necesario que hagamos todavía una precisión en razón de los que critican: al decir que la filosofía es concausa (syaition: causa unida) y cooperadora (synergon:
causa adyuvante) de la comprensión de lo verdadero, porque es
investigación de la verdad, proclamamos que es una propedéutica para el
gnóstico; y no estimamos como causa lo que sólo es concausa, ni lo que
ayuda (causa adyuvante) como lo que comprende [dicho fin], ni a la
filosofía como imprescindible para obtenerlo; ya que, casi todos sin
haber recibido el ciclo pedagógico, sin filosofía griega, y algunos casi
sin letras, estimulados por la filosofía divina y bárbara, hemos
recibido -"por una fuerza (divina)" (1 Ts 1,5)- la enseñanza acerca de
Dios mediante la fe, siendo educados por una Sabiduría que ha actuado
directamente (en nosotros).
99.2. Lo que obra unido a otro,
siendo incapaz de producir algo por sí mismo, le llamamos cooperador y
concausa, en cuanto que es autor con la causa; es llamado autor porque
se suma a la otra causa, al no ser capaz por sí solo de producir
resultados conforme a la verdad.
99.3. Por sí misma la filosofía
justificaba antaño a los griegos, aunque sin conducir a la justificación
total -para la cual se manifiesta como una ayuda, lo mismo que el
primer y segundo escalón para quien sube al piso superior, o como el
maestro de gramática para el que ha de filosofar-; incluso su
desaparición no acarrearía la ausencia completa de la razón o la
privación de la verdad; puesto que también la vista, el oído y la voz
colaboran a la verdad, pero el que la conoce propiamente es el espíritu.
99.4.
En verdad, unos colaboradores aportan más y otros menos. Así, la
claridad de estilo contribuye a la transmisión de la verdad, y la
dialéctica [ayuda] a no caer en las asechanzas de la herejía.
"Necesaria como el pan para la vida es la verdad según la fe"
100.1.
La enseñanza del Salvador es perfecta y nada le falta, porque "es
fuerza y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24); en cambio, la filosofía griega
con su aporte no hace más sólida (o: fuerte; poderosa) la verdad; pero,
haciendo impotente el ataque de la sofística e impidiendo las emboscadas
insidiosas contra la verdad, se dice que es con propiedad empalizada y
muro de la viña (cf. Mt 21,33 ss.; Mc 12,1 ss.; Is 5,1 ss.).
100.2.
Necesaria como el pan para la vida es la verdad según la fe. La
propedéutica (= la filosofía griega) se asemeja a lo que se come con el
pan y al postre: "La comida termina con una dulce golosina", según el
tebano Píndaro (Fragmentos, 124 C).
100.3.
La Escritura expresa claramente: "Más hábil será el hombre de bien que
comprende, pero el sabio recibirá la gnosis" (Pr 21,11). Y el Señor
dice: "El que habla de sí mismo busca su propia gloria, pero el que
busca la gloria del que le ha enviado, ese es veraz y no hay en él
injusticia" (Jn 7,18).
100.4. Por el contrario, comete una
injusticia quien usurpa un bien de los bárbaros y se gloría de eso mismo
como de algo propio, para aumentar su propia gloria y falsear la
verdad. Ese tal es calificado "de ladrón" (Jn 10,8) por la Escritura. Se
dice también: "Hijo, no seas mentiroso, porque la mentira conduce al
robo" (Didaché, 3,5).
100.5.
Pero de hecho el ladrón tiene verdaderamente lo que tiene por robo, sea
oro, sea plata, sea palabra (o: razonamiento), sea doctrina. Lo robado
es verdadero ciertamente, pero lo conocen sólo por aproximación, y por
fuerza de los razonamientos lógicos. Una vez instruidos comprenderán con
claridad meridiana.
Capítulo XXI: Cronologías
Cronología de Moisés
101.1.
Hablaremos un poco más tarde (cf. V,89 ss.) acerca de las ideas que
fueron sustraídas por los filósofos a los hebreos, pero antes, para
proceder con orden, es necesario hablar de la cronología de Moisés, a
fin de probar de manera irrefutable que la filosofía hebrea es la más
antigua de todas las sabidurías.
101.2. Han tratado este asunto
minuciosamente (o: críticamente) Taciano en (su libro) "Contra los
griegos" (ns. 38-39), y Casiano en (el libro) primero de sus
"Exegéticas" (o: "Explicaciones"). Empero mi desarrollo exige que
también nosotros recorramos lo que se ha dicho en esta materia (cf.
Eusebio de Cesarea, Preparación evangélica, X,12).
101.3.
Apión el gramático, apodado el Plistónico (= el de más victorias), en
el [libro] cuarto de la "Historia de los egipcios", y mal predispuesto
respecto a los hebreos, como egipcio que era, por lo que también
escribió un libro "Contra los judíos", hace mención de Amosis rey de los
egipcios y de sus gestas, basándose en el testimonio de Ptolomeo
Mendesio (o: Tolomeo de Mendes).
101.4. Sus palabras dicen así:
"Amosis, contemporáneo de Ínaco el argeo, excavó el [lago] Avaris, como
escribió Ptolomeo Mendesio en [su] "Cronología"". (Apión, Fragmentos, 1)
101.5.
Ptolomeo mismo, que era sacerdote, expuso las gestas de los reyes de
Egipto en tres libros completos, y dice que fue en tiempos de Amosis,
rey de Egipto, cuando los judíos salieron de Egipto conducidos por
Moisés; de ahí se deduce que Moisés estaba en plena actividad bajo el
mandato de Ínaco.
Otras informaciones sobre la época de la salida de Moisés de Egipto
102.1. La tradición más antigua de los griegos es la de Argos (Argoliká); me refiero a la que comienza con Ínaco, según enseña en su "Crónica" (o: Cronología) Dionisio de Halicarnaso (Fragmentos, 251 F).
102.2.
Posterior a ella en cuatro generaciones es la del Ática, desde Cécrope,
el de dos naturalezas, autóctono, según afirma textualmente Taciano; y
en nueve la de Arcadia desde Pelasgo, que también se dice autóctono.
102.3.
La historia de Ftiótida, a partir de Deucalión, es dos generaciones más
reciente. Desde Ínaco hasta la época de los troyanos se cuentan veinte o
veintiuna generaciones completas, lo cual hace, por así decirlo, más de
cuatrocientos años.
102.4. Y, si, según informa Ctesias, la
historia de los asirios es mucho más antigua que la de los griegos,
resultará que la salida de Moisés de Egipto -en tiempo del egipcio
Amosis y del argeo Ínaco- tuvo lugar el año cuatrocientos dos del reino
de los asirios, y el treinta dos de la dinastía de Beluco VIII.
102.5.
En Grecia, bajo el dominio de Foroneo, sucesor de Ínaco, tuvo lugar el
cataclismo de Ógigo y el reinado de Sicyón, con Egialeo I, luego Europe,
más tarde Telquines (o: Telquín), y el de Cres en Creta.
102.6.
Además, Acusilao afirma que Foroneo fue el primer hombre que nació; de
ahí que el poeta de la "Foronides" (o: Forónida) diga que él es "el
padre de los hombres mortales" (Fragmento anónimo, 1; ed. G. Kinkel, Epicorum graecorum fragmenta, Leipzig 1877).
Los griegos antiguos
103.1.
Por ello Platón, en el "Timeo" (22 A), siguiendo a Acusilao, escribe:
"Y una vez, habiendo decidido hablar sobre los viejos tiempos, comenzó a
narrar los acontecimientos más antiguos de aquella ciudad de Foroneo,
llamado el primer hombre, de Niobe, y del cataclismo que tuvo lugar
después".
103.2. "En tiempos de Forbas vivió Acteón, de ahí que
el Ática fuera llamada Actea, En tiempos de Triopas Prometeo [vivieron]
Atlas, Epimeteo, el biforme Cécrope e Io. Bajo Crótopo tuvo lugar el
incendio de Felón y el diluvio de Deucalión".
103.3. En tiempos
de Stenelo tuvo lugar el reinado de Anfiction, la venida de Dánao al
Peloponeso, y la fundación de Dardania por Dárdano, quien, -como afirma
Homero (Ilíada, XX,215)- es el primero que engendró Zeus, el que amontona las nubes, y el rapto de Europa desde Fenicia a Creta".
103.4.
"Bajo Linceo tuvo lugar el saqueo de Core, el establecimiento del
santuario consagrado a Eleusis, la [invención de la] agricultura por
Triptolemo, la venida de Cadmo a Tebas y el reinado de Minos".
103.5.
"En tiempos de Preto tuvo lugar la guerra de Eumolpo contra los
atenienses. En la época de Acrisio la travesía de Pélope desde Frigia,
la llegada, de Ion a Atenas, [el reino] de Cécrope II, y las gestas de
Perseo, Dioniso, Orfeo y Museo" (Taciano, Discurso contra los griegos, 39).
La conquista de Troya
104.1.
Troya fue conquistada en el año dieciocho del reinado de Agamenón, en
el año primero del reinado de Demofonte, hijo de Teseo, en Atenas, que
tuvo lugar el doce del mes Thargélion, como dice Dionisio de Argos.
104.2. Pero conforme a Agias y Dercilo32, en el tercero [de sus libros], tuvo lugar el día octavo antes de acabarse el mes de Panemo (= noveno mes); según Helánico, el doce del mes Thargélion
(= mayo, aproximadamente); y según algunos recopiladores del Ática, día
octavo antes de acabar el mismo mes (= el 23), en el último año del
reinado de Menesteo, con la luna llena. "La oscuridad ciertamente
disminuyó, dice el poeta de la Pequeña Ilíada, y salió la luna
resplandeciente" (Anónimo, Ilias parva, 12 B). Otros afirman que tuvo lugar el mismo día [veintitrés] del mes Scirophorión (junio).
104.3.
Teseo, émulo de Heracles, es anterior en una generación a la guerra de
Troya. En todo caso, Homero recuerda que Tlepólemo, hijo de Heracles,
combatió contra Troya (cf. Homero, Ilíada, II,653-658).
La antigüedad de Moisés
105.1.
Está, por tanto, demostrado que Moisés es anterior en seiscientos
cuatro años a la apoteosis de Dioniso, si ésta tuvo lugar en el año
trigésimo segundo del remado de Penteo, como afirma Apolodoro en las
"Crónicas".
105.2. Desde Dioniso hasta Heracles y los héroes que
acompañaron a Jasón en la nave de Argos se cuentan sesenta y tres años
completos. Asclepio y los Dioscuros estaban con ellos, como testifica
Apolonio de Rodas en los "Argonáuticas" (I,146-150).
105.3. Desde
el reinado de Heracles en Argos hasta la apoteosis del mismo Heracles y
de Asclepio se contabilizan treinta y ocho años, según el cronista
Apolodoro.
105.4. De ahí hasta la apoteosis de Cástor y Pólux,
otros cincuenta y tres años. Allí está muy próxima también la conquista
de Troya.
105.5. Pero si se puede confiar en el poeta Hesíodo,
escuchémosle: "Entonces Maya, hija de Atlante, dio a luz al ilustre
Hermes, heraldo de los inmortales, habiéndose subido al sagrado lecho. Y
Sémele, hija de Cadmo, dada al amor carnal, engendró un magnífico hijo,
el muy alegre Dioniso" (Hesíodo, Teogonía, 938-941).
Más argumentos en favor de la antigüedad de Moisés
106.1.
Cadmo, el padre de Sémele, llega a Tebas en tiempo de Linceo y es el
inventor de las letras griegas; Triopas es contemporáneo de Isis, siete
generaciones después de Inaco -Isis es llamada también Io, porque estuvo
errante por toda la tierra- y se dice que era hija de Prometeo,
conforme al [libro] de la "Colonización de los Egipcios" de Istros.
106.2.
Prometeo, que vivió bajo Triopas, es posterior a Moisés en siete
generaciones, de suerte que se demuestra también que Moisés tiene su
apogeo antes de la creación de los hombres conocida por los griegos.
106.3.
León, que trató sobre "Los dioses egipcios", dice que Isis es llamada
Demeter entre los griegos, y que nace, en tiempos de Linceo, once
generaciones después de Moisés.
106.4. Apis, rey de Argos, construye Menfis, como afirma Aristipo en el [libro] primero de "La Arcadia" (o: "Arcádicas"; Fragmentos, 317 F 1).
106.5. Aristeas de Argos dice que aquél fue llamado Sarapis y que es venerado por los egipcios.
106.6.
Por su parte, Ninfodoro de Anfípolis, en el [libro] tercero sobre "Las
costumbres de Asia", (afirma) que el toro Apis, muerto y embalsamado,
fue depositado dentro de un ataúd en el templo de la divinidad que se
adoraba [entonces], y que desde aquel momento fue llamado Soroapis, y
más tarde Sarapis por una costumbre del país (o: de los indígenas).
Ahora bien, Apis es el tercer sucesor de Ínaco.
Moisés es más antiguo que la mayoría de los dioses griegos
107.1. También Leto nace bajo Titio, "porque éste maltrat (o: violentó) a Leto, gloriosa esposa de Zeus" (Homero, Odisea, VI,580); y Titio fue contemporáneo de Tántalo.
107.2. Por eso el beocio Píndaro escribe: "En ese tiempo nació Apolo" (Píndaro, Fragmentos,
33b), y nada tiene de extraño, puesto que lo encontramos sirviendo a
Admeto juntamente con Heracles, "durante un año largo" (Plutarco, Moralia, 761 E).
107.3. Zeto y Anfión, inventores de la música, son de la época de Cadmo.
107.4.
Y si alguien nos dijera que Femónoe fue la primera que vaticinó en
Acrisis (o: Acrisio), conviene saber que veintisiete años después de
Femónoe vinieron Orfeo, Museo y Lino, el maestro de Heracles.
107.5.
Homero y Hesíodo son más jóvenes que los troyanos, tras los cuales
todavía son más jóvenes los legisladores griegos: Licurgo, Solón y los
Siete Sabios, juntamente con Ferecides de Siria y el gran Pitágoras, que
nacieron poco más tarde de las [primeras] Olimpíadas, como hemos
indicado (cf. I,59-65).
107.6. Hemos probado entonces que Moisés
es más antiguo que la mayoría de los dioses griegos, y no sólo de los
sabios y poetas mencionados.
Paréntesis sobre las Sibilas
108.1.
Y no es el único, sino que también la Sibila es más antigua que Orfeo.
Se dice que existen muchas explicaciones acerca del origen de su nombre y
de los oráculos que se le atribuyen: que era frigia, que era llamada
Artemis, y que llegando a Delfos vaticinó:
108.2. "Oh deíficos,
adoradores todos del flechador Apolo, yo he venido para vaticinar el
pensamiento de Zeus, portador de égida, encolerizada contra mi hermano
Apolo".
108.3. Existe también otra [Sibila] en Eritrea llamada
Herófila. Heráclides del Ponto la menciona en el "Sobre los oráculos".
Paso por alto la [Sibila] egipcia y la itálica, que vivió en la [Puerta]
Carmental de Roma, de quien era hijo Evandro, quien fundó en Roma el
templo de Pan, llamado Lupercio.
Capítulo XXII: Cronologías (continuación)
Cronología de los Judíos
109.1.
Llegados a este punto, vale la pena examinar atentamente la cronología
de los otros profetas hebreos posteriores a Moisés.
109.2.
Después de la muerte de Moisés, Josué recibe la jefatura del pueblo,
haciendo la guerra durante 65 años (otros leen: 5 años; el libro de
Josué dice: 45 años: cf. Jos 14,7-12) y permanece descansando otros
veinticinco en la tierra buena.
109.3. Como dice el libro de
"Josué", este jefe sucedió a Moisés durante 27 años (es un error; este
dato no se encuentra en el libro de Josué).
109.4. Después
pecaron los hebreos y fueron entregados a Cusacar (Cusán), rey de
Mesopotamia, durante ocho años, como refiere el libro de los "Jueces"
(cf. Jc 3,8).
109.5. Más tarde, al implorar a Dios, reciben como
jefe a Gotoniel, hermano menor de Caleb, de la tribu de Judá, quien,
muerto el rey de Mesopotamia, gobernó al pueblo durante cincuenta años
(cf. Jc 3,11: dice 40 años).
109.6. Y pecando [los hebreos]
nuevamente, fueron entregados a Eglón (o: Eglom), rey de los moabitas,
durante dieciocho años (cf. Jc 3,14); pero una vez arrepentidos, son
gobernados durante ochenta años por Aod, hombre ambidextro, de la tribu
de Efraín (cf. Jc 3,15: de la tribu de Benjamín). Es el mismo que mató a
Eglón (cf. Jc 3,21).
El período de los Jueces en Israel
110.1.
Muerto Aod y habiendo pecado [los hebreos] nuevamente fueron entregados
a Yabín, rey de Cañan, durante veinte años (cf. Jc 4,1-3). En este
tiempo profetiza Débora, esposa de Labidot, de la tribu de Efraín (cf.
Jc 4,4-5); y era sumo sacerdote Ozías, hijo de Riesú (o: Ozius, hijo de
Rieso).
110.2. Gracias a esa mujer, Barac, hijo de Benner, de la
tribu de Neftalí, asumió el mando del ejército combatiendo contra
Sisara, general de Yabín, y lo venció (cf. Jc 4,6-7); desde entonces
Débora gobernó al pueblo como juez durante cuarenta años (cf. Jc 5,31).
110.3. Muerta ésta y pecando nuevamente, el pueblo es entregado a los madianitas durante siete años (cf. Jc 6,1).
110.4.
Gedeón, de la tribu de Manases, hijo de Joás (cf. Jc 6,11. 15), lanzó
sobre ellos trescientos guerreros y mató a ciento veinte mil de aquellos
[madianitas] y gobernó durante cuarenta años (cf. Jc 7,7; 8,10. 28), y
después de él su hijo Abimélec [gobernó] durante tres años (cf. Jc 9,1
ss.; 9,22).
110.5. Le sucede Boleas, hijo de Beda, hijo de
Garran, de la tribu de Efraín, que gobernó durante veintitrés años (cf.
Jc 10,1-2; sin coincidencia con los nombres del texto bíblico). Después
de éste, pecando nuevamente, el pueblo es entregado a los amonitas
durante dieciocho años (cf. Jc 10,8).
Jefté, Sansón. El final del período de los jueces
111.1.
Después que los hebreos se convirtieron, Jefté el galaadita (cf. Jc
11,1), de la tribu de Manases, reinó durante seis años (cf. Jc 12,7);
después de él, Abatthán (o: Abesán) de Belén, de la tribu de Judá,
[reinó] durante siete años (cf. Jc 12,9). Más tarde Ebrón, hijo de
Zabulón [reinó] durante ocho años (cf. Jc 12,11, que dice 10 años).
Luego Eglón Efraín, otros ocho años (cf. Jc 12,13-14?). No obstante,
algunos suman los ocho años de Ebrón con los siete de Abatthán (cf. Jc
12,13-15: sólo habla de Abdón).
111.2. Después de éste, el
pueblo, pecando nuevamente, cayó bajo la dominación de los filisteos
durante cuarenta años (cf. Jc 13,1). Y cuando se convirtieron surge
Sansón, de la tribu de Dan (cf. Jc 13,2), que venció en la batalla a los
extranjeros (cf. Jc 15--16). El mismo gobernó durante veinte años (cf.
Jc 15,20).
111.3. A continuación de éste sobrevino la anarquía, y
el sacerdote Elí hace de juez del pueblo durante cuarenta años (cf. 1 S
4,18).
111.4. Le sucede el profeta Samuel quien les gobernó,
juntamente con Saúl, durante veintisiete años. El mismo ungió también a
David (cf. 1 S 16,13).
El inicio de la monarquía en Israel. Saúl y David
112.1.
Samuel murió dos años antes que Saúl, siendo sumo sacerdote Abimélec.
Aquél ungió rey a Saúl (cf. 1 S 10,1), que fue el primero que reinó en
Israel después de los Jueces (cf. 1 S 10,24), siendo el período total
hasta Samuel de cuatrocientos sesenta y tres años y siete meses.
112.2.
Después, conforme el primer libro de "Los Reyes", Saúl reinó veinte
años, una vez que se le restableció como rey (cf. 1 S 11,15).
112.3.
Después de la muerte de Saúl, David, hijo de Jesé, de la tribu de Judá,
establece el segundo reino en Jebrón (o: Hebrón) durante cuarenta años
(cf. 1 R 2,11), como describe el [libro] "II de los Reyes"; era sumo
sacerdote Abiatar (cf. 2 S 20,25), hijo de Abimélec, de la familia de
Elí (cf. 1 R 2,27); Gad (cf. 1 S 22,5) y Natán (cf. 2 S 12,1)
profetizaron bajo su mandato.
112.4. Así, desde Josué, hijo de
Nave, hasta el reinado de David, según algunos (cf. Hch 13,20), hay
cuatrocientos cincuenta años; pero según la cronología expuesta, se
cuentan quinientos veintitrés años y siete meses hasta la muerte de
David.
Salomón. Tiempo transcurrido desde la salida de Egipto
113.1.
Después reinó Salomón, hijo de David, durante cuarenta años (cf. 1 R
11,42; 2 Cro 9,30). Bajo su [mandato], Natán continúa profetizando (cf. 2
Cro 9,29) y le anima a construir el templo. Igualmente Ajías de Siló
también profetiza (cf. 1 R 11,29-39; 2 Cro 9,29), al igual que los dos
reyes, David y Salomón, eran profetas.
113.2. Sadoc fue el primer
sumo sacerdote que ofreció sacrificios en el templo que construyó
Salomón (cf. 2 S 8,17; 1 R 2,35; 4,2), siendo el octavo sumo sacerdote
desde Aarón, que fue el primero.
113.3. Ahora bien, el tiempo que
hay desde Moisés hasta Salomón, como afirman algunos, es de quinientos
noventa y cinco años; para otros, en cambio, es de quinientos setenta y
seis.
113.4. Si se añaden a los cuatrocientos cincuenta desde
Josué hasta David los cuarenta del mandato de Moisés y los otros ochenta
años que Moisés tenía antes de realizar la salida de los hebreos de
Egipto, y se añaden a esos los cuarenta años del reinado de David, suman
en total seiscientos diez años.
Fin del reinado de Salomón. División de su reino
114.1.
Nuestra cronología gana aún exactitud, si a los quinientos veintitrés
años y siete meses hasta la muerte de David añadimos los ciento veinte
años de Moisés y los cuarenta de Salomón. El total será así hasta la
muerte de Salomón seiscientos ochenta y tres años y siete meses.
114.2.
Jiram (o: Jirán; cf. 1 R 5,15; 9,11) entrega su hija [como esposa] a
Salomón, cuando, después de la batalla de Troya, tiene lugar la venida
de Menelao a Fenicia, como afirman Menandro de Pérgamo (cf. Fragmentos,
3) y Laitos en "La Historia de Fenicia" (Fragmentos, 784 F 1).
114.3.
Después de Salomón reina su hijo Roboán (o: Roboam) durante diecisiete
años (cf. 1 R 14,21), siendo sumo sacerdote Abimélec, hijo de Sadoc.
114.4.
Habiéndose dividido entonces el reino (cf. 1 R 12,1 ss.), en Samaría
reinó Jeroboam (o: Jeroboán) de la tribu de Efraín, siervo de Salomón
(cf. 1 R 11,16), y profetizaban aún Ajías de Siló (cf. 1 R 11,29; 14,2),
Semaya, hijo de Elami (cf. 1 R 12,22), y el que vino de Judá contra
Jeroboam y profetizó contra el altar del sacrificio (cf. 1 R 13,1-34).
Elías y Eliseo
115.1.
Después de (Roboam), reinó su hijo Abium durante tres años (cf. 1 R
15,2) e igualmente el hijo de éste, Asa, durante 41 años (cf. 1 R
15,10). Al tiempo de su vejez estuvo enfermo de los pies (cf. 1 R 15,24;
2 Cro 16,12); bajo su mandato profetiza Jehú, hijo de Ananías (cf. 1 R
16,1; 2 Cro 19,2). Le sucede su hijo el rey Josafat durante 25 años (cf.
1 R 15,24; 22,42; 2 Cro 20,31). En su tiempo profetizan Elías el
tesbita (1 R 17--19), Miqueas (1 R 22,1 ss.; 2 Cro 18), hijo de Jeblas, y
Abdías (1 R 18,3; 2 Cro 17,7), hijo de Ananías.
115.2. Bajo Miqueas también había un falso profeta: Sedecías de Canán (cf. 1 R 22,24).
115.3.
Siguió el reinado de Joram, hijo de Josafat, durante ocho años (cf. 2 R
8,16-17); en ese tiempo profetiza Elías, y después de Elías, Eliseo
hijo de Safat (cf. 1 R 19,16).
115.4. Bajo su reinado, los
[habitantes] de Samaría y sus propios hijos comieron excremento de
paloma (cf. 2 R 6,24-29). La época de Josafat se extiende desde el final
del tercer [libro] de los Reyes (cf. 1 R 22, 41 ss.) hasta el cuarto.
115.5.
En el reinado de Joram, Elías fue arrebatado [al cielo] (cf. 2 R 2,1
ss.), y empezó a profetizar, siendo de cuarenta años, Eliseo, hijo de
Safat (cf. 1 R 20,19); profetizó durante seis años. Después reinó
durante un año Ocozías (cf. 2 R 8,25-26), y Eliseo continuó profetizando
y, con él, Abdadonai.
Tiempo transcurrido desde la muerte de Salomón hasta la del profeta Eliseo
116.1.
Le sucede la madre de Ozías, Gotholía, que reina durante ocho años, una
vez que hubo asesinado a los descendientes de su hermano. Ésta era de
la familia de Acab. Pero la hermana de Ozías, Josaba, sacó furtivamente a
Joás, hijo de Ozías, y más tarde le hizo rey (cf. 2 R 11,1-3; 2 Cro
22,10-12; dicen: 6 años).
116.2. Eliseo profetiza igualmente en
tiempos de la misma Gotholía; después de ella reina, como se ha dicho
anteriormente (cf. I,116,1), Joás, salvado por Josaba, mujer del sumo
sacerdote Joda, y todo esto dura cuarenta años (cf. 2 Cro 24,1).
116.3.
Así, entonces, desde la muerte de Salomón hasta la del profeta Eliseo,
según algunos, hay ciento cinco años, y según otros ciento dos años;
pero, según prueba la presente cronología, desde el reinado de Salomón
hay ciento ochenta y un años.
Comparaciones con la antigüedad griega
117.1.
Desde los sucesos de Troya hasta el nacimiento de Homero, pasaron,
según Filócoro, ciento ochenta años, tiempo ya posterior a la
colonización jónica.
117.2. Pero Aristarco en las "Memorias sobre
los Arquiloquios" dice que Homero vivió en tiempos de la colonización
la colonización jónica, que tuvo lugar ciento cuarenta años después de
la guerra de Troya.
117.3. Apolodoro le coloca cien años después
de la colonización jónica, cuando Agesilao (murió en el 886 a. C.), hijo
de Doriso, era rey de los espartanos, de modo que Licurgo, el
legislador, coincide con él cuando era joven.
117.4. Eutimenes
dice en su "Cronología" que [Homero] floreció con Hesíodo, y que nace
bajo [el reinado de] Acasto en Quíos, alrededor de doscientos años
después de la conquista de Troya.
117.5. De esta opinión es
también Arquémaco en el libro III de la "Historia de Eubea"; para quien
tanto (Homero) como Hesíodo serían posteriores al profeta Eliseo.
117.6.
Y si se prefiere seguir al gramático Grates y decir que Homero nació
alrededor del retorno de los Heráclidas, esto es, ochenta años después
de la toma de Troya, se encontrará de nuevo que es aún posterior a
Salomón, porque, como se ha indicado anteriormente (cf. I,114,2), bajo
su reinado tiene lugar la llegada de Menelao a Fenicia.
117.7. Eratóstenes sitúa la época de Homero cien años después de la conquista de Troya.
117.8.
También Teopompo, en el libro cuarenta y tres de "Las Filípicas",
refiere que Homero nació quinientos años después de la expedición
militar contra Troya.
117.9. Euforión en el [tratado] sobre "Los
Alevades" estima que Homero nació en tiempos de Giges, quien comenzó a
reinar en la Olimpiada décimo octava, y dice que fue el primero en ser
denominado tirano.
117.10. Pero Sosibio de Laconia, en su
"Registro cronológico", sitúa a Homero en el año octavo del reinado de
Carilo, hijo de Polidectes. Ahora bien, Carilo reinó sesenta y cuatro
años, y después de él su hijo Nicandro treinta y nueve años; y [Sosibio]
afirma que en el reinado de éste, el año treinta y cuatro, tuvo lugar
la primera Olimpiada. Homero, por tanto, es noventa años anterior a la
fundación de las Olimpíadas (alrededor del año 866 a. C.).
Capítulo XXII: Cronologías (continuación)
Últimos reyes de Judá
118.1. Después de Joás hereda el reino su hijo Amasías (cf. 2 R 12,22)
durante treinta y nueve años (cf. 2 R 14,2: dice 29 años); a éste le
sucede también su hijo Ozías durante cincuenta y dos años, y murió de
lepra (cf. 2 R 15,1-2. 5; 2 Cro 26,21). Bajo su reinado profetizan Amós,
Isaías su hijo, Oseas el hijo de Beeri, y Jonás el hijo de Amitay (cf. 2
R 14,25), quien oriundo de Get Cober predicó a los ninivitas, después
de salir del cetáceo.
118.2. Más tarde reina Jonatán, el hijo
de Ozías, durante dieciséis años (cf. 2 R 15,32-33). Profetizan también
durante su mandato Isaías (cf. Is 1,1), Oseas (cf. Os 1,1), Miqueas de
Moreset (cf. Mi 1,1) y Joel, hijo de Batuel (cf. Jl 1,1).
Deportación de Israel
119.1. A éste [Jonatán] le sucede su hijo Acaz durante dieciséis años
(cf. 2 R 16,1-2; 2 Cro 28,1). En el año décimo quinto de su reinado
Israel fue deportado a Babilonia, y Salmanasar, rey de los asirios,
trasladó a los samaritanos hacia Media y Babilonia (cf. 2 R 18,9-11).
119.2. A su vez Oseas sucede a Acaz durante ocho años (cf. 2 R 17,1:
Oseas es rey de Israel, no de Judá, y el texto bíblico dice que reinó 9
años), y después Ezequías por veintinueve años (cf. 2 R 18,1-2). Según
Isaías, al final de su vida Dios le concede por su virtud vivir otros
quince años haciendo retroceder el sol (cf. Is 38,5-8).
119.3.
Isaías, Oseas y Miqueas continúan profetizando durante su [reinado]. Se
dice que éstos son posteriores a Licurgo, el legislador de los
espartanos (lit.: lacedomonios).
119.4. Dieuquidas en el libro
IV de las "Megaricas" coloca el momento culminante de Licurgo hacia el
año doscientos noventa después de la conquista de Troya.
119.5.
Isaías profetiza trescientos años después del reino de Salomón (970-931
a. C.), bajo el cual tiene lugar la llegada de Menelao a Fenicia, como
se ha demostrado (cf. I,114,2 y 117,6), e igualmente Miqueas, Oseas y
Joel, hijo de Batuel.
Josías
120.1. Después de Ezequías, su hijo Manasés reina durante cincuenta y
cinco años (cf. 2 R 21,1); más tarde el hijo de éste, Amós, reina dos
años (cf. 2 R 21,19); a continuación su hijo Josías, celoso observador
de la Ley, reina durante treinta y un años (cf. 2 R 22,1-2). Éste
amontonó los miembros de los hombres sobre los miembros de los ídolos
(cf. 2 R 23,14. 20), como está escrito en el "Levítico" (cf. Lv 26,30).
120.2. En el año dieciocho de su reinado se celebró la Pascua, que
desde Samuel no se había celebrado en todo ese tiempo (cf. 2 Cro
35,18-19). También entonces el sacerdote Jilquías, padre del profeta
Jeremías, encontró por casualidad el libro de la Ley y lo depositó en el
Templo (cf. 2 R 22,8); luego murió. En este tiempo profetizan Olda (cf.
2 R 22,14), Sofonías (cf. So 1,1) y Jeremías (cf. Jr 1,2).
120.3. En tiempos de Jeremías aparece también Ananías, un falso profeta
(cf. Jr 28,1 ss.). El mismo Josías, desobedeciendo al profeta Jeremías,
fue muerto junto al río Eufrates por Necao, rey de Egipto, cuando
marchaba contra los asirios (cf. 2 R 23,29).
Últimos reyes de Judá. Recapitulación
121.1. A Josías le sucede su hijo Jeconías, llamado también Joacaz,
durante tres meses y diez días (cf. 2 R 23,31; 2 Cro 36,1-2: 3 meses).
El rey de Egipto, Necao, le lleva encadenado a Egipto después de haber
hecho rey a su hermano Joaquim mediante un tributo del país, y [reinó]
durante once años (cf. 2 Cro 36,5-8).
121.2. Después de éste
reina su homónimo Joaquim durante un trimestre (cf. 2 R 24,8); luego
Sedecías, once años (cf. 2 R 24,18).
121.3. Jeremías permanece
profetizando hasta este [reinado], y con él profetizan también Buzi (cf.
Ez 1,3), Urías el hijo de Semaya (cf. Jr 26,20), y Habacuc (cf. Ha
1,6); y éste es el final de los reyes hebreos.
121.4. Así,
desde el nacimiento de Moisés hasta el destierro (587 a. C.) hay
novecientos setenta y dos años, según algunos (cf. Taciano, Discurso contra los griegos,
36); pero conforme a la cronología exacta hay mil ochenta y cinco años,
seis meses y diez días. Desde el reinado de David hasta la cautividad
impuesta por los caldeos hay cuatrocientos cincuenta y dos años y seis
meses; pero nuestra cronología exacta cuenta cuatrocientos ochenta y dos
años, seis meses y diez días.
La deportación a Babilonia
122.1.
En el año duodécimo del reinado de Sedecías (cf. I,121,2: serían los
últimos días del undécimo año), setenta años antes de la soberanía
persa, Nabucodonosor realizó una expedición contra fenicios y judíos,
como afirma Beroso en su "Historia de los caldeos".
122.2. Por
otra parte, Juba, en los "Escritos asirios", confiesa que obtuvo esa
historia de Beroso, atestiguando la veracidad del historiador.
122.3.
Entonces, Nabucodonosor deja ciego a Sedecías, le conduce a Babilonia y
deporta a todo el pueblo (el destierro dura setenta años), excepto unos
pocos que se refugiaron en Egipto (cf. 2 R 25,7; Jr 39,1 ss.; 43,7).
122.4.
Profetizaban, durante el reinado de Sedecías, Jeremías y Habacuc; y en
el año quinto de su reinado Ezequiel profetizaba en Babilonia (cf. Ez
1,2); y después el profeta Nahum y más tarde Daniel; después de Daniel
profetizaron Ageo y Zacarías durante dos años, bajo Darío I (cf. Ag 1,1;
Za 1,1), y finalmente el Mensajero (= Malaquías), uno de los doce
[profetas menores].
Durante la cautividad en Babilonia
123.1.
Después de Ageo y Zacarías, Nehemías, el copero mayor de Artajerjes e
hijo del israelita Aqueli (cf. Ne 1,1: Jakalías; y 2,1), construye la
ciudad de Jerusalén y restaura el templo.
123.2. Durante esa cautividad aparecen Esther y Mardoqueo, de quien habla un libro, como también de los Macabeos.
123.3.
Bajo esa cautividad, Misael, Ananías y Azarías, al no querer adorar una
imagen idolátrica, son arrojados a un horno ardiendo y son salvados por
la aparición de un ángel (cf. Dn 3,19 ss.).
123.4. Por entonces,
Daniel es arrojado, por culpa de un dragón, en una fosa de leones, y
alimentado durante siete días, gracias a la divina Providencia, es
salvado por Habacuc (cf. Dn 14,1 ss.).
123.5. Entonces también
ocurrió el milagro de Jonás (cf. Jon 2,1 ss.); y Tobías, por
intervención del ángel Rafael, tomó por esposa a Sara, una vez que el
destino matara a sus siete primeros pretendientes; después del
casamiento de Tobías, su padre Tobit recobró la vista (cf. Tb 6,12 ss.;
3,8; 11,11-13).
La restauración de Jerusalén. Recapitulación
124.1.
Zorobabel, habiendo vencido en sabiduría a sus contrincantes, recibe de
Darío, como recompensa por los servicios, la restauración de Jerusalén y
juntamente con Esdras vuelven a la tierra patria (cf. Esd 3,1 ss.).
124.2.
Por él tiene lugar el rescate del pueblo, el reconocimiento y la
renovación de los textos inspirados por Dios, se celebra la pascua
salvadora y se puso fin el matrimonio con extranjeras (cf. Esd 6,3 ss.;
9,1 ss.; Ne 8,1 ss.).
124.3. Además, Ciro proclama la vuelta de
los hebreos [a Palestina], y la promesa realizada bajo Darío es
celebrada mediante la fiesta de la Consagración del templo, al igual que
la del Tabernáculo (cf. Esd 6,3 ss.).
124.4. Todos esos años,
incluyendo los de la cautividad hasta la vuelta del pueblo, y desde el
nacimiento de Moisés, hacen un cómputo de mil ciento cincuenta y cinco
años, seis meses y diez días; y desde el reinado de David hay, según
algunos, quinientos cincuenta y dos años; aunque más exactamente hay
quinientos setenta y dos años, seis meses y diez días.
Capítulo XXII: Cronologías (continuación)
La profecía de Daniel
125.1.
Por lo tanto, desde la cautividad del tiempo del profeta Jeremías, que
tiene lugar en Babilonia, se ha cumplido lo anunciado por el profeta
Daniel, que dice así:
125.2. "Setenta semanas fueron prefijadas
sobre tu pueblo y sobre tu ciudad santa para poner fin al pecado, para
cancelar pecados y borrar las injusticias, para expiar y traer justicia
eterna, y sellar la visión y el profeta, y para ungir al santo de los
santos.
125.3. Entiende y comprende que desde la salida de una
palabra de respuesta y la edificación a Jerusalén hasta el mandato del
ungido habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; y se reedificarán
una plaza y una muralla, y los tiempos se terminarán (lit.: vaciarán).
125.4.
Y después de las sesenta y dos semanas será suprimido un ungido, y no
hay juicio para él. Y destruirá la ciudad y el santuario con el príncipe
que vendrá. Y serán destruidos en un cataclismo; y hasta el fin de una
guerra están decretadas desolaciones.
125.5. Y se afianzará una
alianza para muchos durante una semana; y a la mitad de la semana mi
sacrificio y libación serán suprimidos; y habrá en el santuario una
abominación desoladora, hasta que la ruina decretada por el tiempo venga
sobre el devastador.
125.6. Y en medio de la semana acabará el
perfume del sacrificio, hasta la destrucción total del pináculo del
templo, y habrá una orden de destrucción rápida" (Dn 9,24-27, según la
versión de Teodoción).
La realización de la profecía de Daniel
126.1.
Ahora bien, es evidente que el templo fue construido en siete semanas.
En efecto, está escrito en el [libro] de Esdras (no se encuentra ni en
Esdras ni en Nehemías; cf. Esd 3,7-12); y de igual manera existió un rey
ungido, que fue príncipe de los judíos, cuando se cumplieron las siete
semanas en Jerusalén; y durante las sesenta y dos semanas toda la Judea
gozó de paz y no hubo guerras.
126.2. Y Cristo nuestro Señor,
santo entre los santos, viniendo y cumpliendo la visión y el profeta,
fue ungido en la carne por el Espíritu de su Padre en aquellas sesenta y
dos semanas, como dijo el profeta (cf. Dn 9,24 ss.).
126.3. Y en
una semana, cuya primero mitad ocupó, reinando, Nerón estableció en la
ciudad santa de Jerusalén la abominación; y en la mitad de la semana fue
eliminado él, y Otón, Galba y Vitelio; Pero Vespasiano prevaleció y
arrasó a Jerusalén y destruyó el templo. Que esto es así, es manifiesto
para quien pueda entender, según dijo el profeta.
El fin de la cautividad en Babilonia
127.1.
Así, tras once años completos (cf. I,121,1-2), al principio del
siguiente, reinando Joaquín, tuvo lugar la cautividad de Babilonia, bajo
el rey Nabucodonosor, en el año séptimo de su reinado sobre los
asirios; por otra parte, Uafres (o: Vafre) era rey de los egipcios en el
segundo año; y Filipo era arconte de los atenienses en el primer año de
la Olimpiada cuadragésimo octava (587 a. C.).
127.2. La
cautividad duró alrededor de setenta años, hasta el segundo año de
Darío, hijo de Histaspes, siendo rey de persas, asirios y egipcios; en
su reinado, como ya he dicho con anterioridad (cf. I,122,4), eran
profetas Ageo, Zacarías y el Mensajero (= Malaquías), uno de los doce
[profetas Menores], siendo sumo sacerdote Jesús, hijo de Josedec (cf. Ag
1,1. 12; Si 49,12).
127.3. En el segundo año del reinado de Darío, que destruye, según Heródoto (cf. Historias,
III,79), el poder de los Magos, Zorobabel, hijo de Salatiel, es enviado
para levantar y decorar el templo de Jerusalén (cf. Ag 1,1. 12; Si
49,11-12).
Cronología de los pueblos vecinos
128.1.
Ahora bien, la cronología de los (reyes) persas se reseña de la
siguiente manera: Ciro [reinó] treinta años, Cambises diecinueve, Darío
cuarenta y seis, Jerjes veintiséis, Artajerjes cuarenta y uno, Darío
[II] ocho, Artajerjes [II] cuarenta y dos, Ocos ocho, Arsés tres.
128.2.
[laguna en el texto: Darío III, seis años] La serie de reyes persas
suma doscientos treinta y cinco años (la historia dice: 225). Alejandro
de Macedonia, una vez aniquilado Darío [III], comienza a reinar en el
año mencionado.
128.3. De igual manera, la cronología de los
reyes de Macedonia es la siguiente: Alejandro dieciocho años, Ptolomeo,
hijo de Lagos, cuarenta años, Ptolomeo Filadelfo veintisiete años, a
continuación el Evergetes veinticinco años, luego el Filopátor
diecisiete años, después de éste el [rey] Epífanes veinticuatro años.
128.4.
A éste le sucede el Filométor, que reina durante treinta y cinco años; a
éste [le sucede] Fiscón veintinueve años, a continuación Lathouros
treinta y seis años, después el apodado Dioniso veintinueve años.
Los profetas son más antiguos que los primeros sabios griegos
129.1.
A continuación de todos [ésos] reinó Cleopatra veintidós años, y
después de ella el reino de los hijos de Cleopatra [duró] dieciocho
días.
129.2. Así, en total, la cronología de los reyes de Macedonia fue de trescientos doce años y dieciocho días.
129.3.
Así, quienes profetizaron en tiempos de Darío, hijo de Histaspes, en el
segundo año de su reinado, fueron: Ageo, Zacarías y el Mensajero (=
Malaquías; cf. I,1224; 127,2 y 135,4), uno de los doce [profetas
Menores], que profetizaron en el año primero de la Olimpiada cuarenta y
ocho, y son más antiguos que Pitágoras, que es situado en la Olimpiada
sesenta y dos, y también que Tales, el más antiguo de los sabios
griegos, quien nació alrededor de la Olimpiada cincuenta.
129.4. Y contemporáneos a Tales fueron los denominados sabios, como afirma Andrón en su "Trípode" (Fragmentos, 3 M), También Pitágoras es anterior a Heráclito, puesto que lo menciona en su libro (cf. Heráclito, Fragmentos, 22 B 40).
Antigüedad de Salomón
130.1.
Es por tanto indiscutible que a la época de los antedichos profetas y,
juntamente, de los siete llamados "Sabios", precede la primera Olimpiada
(hacia 776 a. C.), que, como está demostrado (cf. I,113,3-4), es
posterior a la guerra de Troya en cuatrocientos siete años.
130.2.
Es, por tanto, fácil comprender que Salomón, viviendo bajo Menelao, que
intervino en lo de Troya, es muchos años anterior a los sabios griegos.
Respecto a cuántos años precede Moisés a ése [Salomón], ya lo hemos
indicado (cf. I,113).
130.3. Alejandro, de sobrenombre Polístor,
en su libro "Sobre los Judíos", reproduce unas cartas de Salomón a
Uafre, rey de Egipto, y al rey de Tiro en Fenicia y las de ellos a
Salomón, en las cuales se demuestra que Uafre le había enviado ochenta
mil hombres egipcios para la construcción del templo; y el otro (rey le
había enviado) otros tantos con un arquitecto tirio, de madre judía, de
la tribu de David, por nombre Hiperón, según allí se escribe (cf.
Alejandro, Fragmentos, 22 B 40).
Capítulo XXII: Cronologías (continuación)
Poetas y adivinos griegos
131.1.
El ateniense Onomácrito, de quien se dice que es el autor de los poemas
atribuidos a Orfeo, aparece bajo el mandato de los Pisistrátidas,
alrededor de la Olimpiada cincuenta; y Orfeo, que navegó junto a
Heracles, fue discípulo de Museo.
131.2. Anfión es anterior en
dos generaciones a la guerra de Troya; también, Demódoco y Femio después
de la conquista de Troya: uno con los feacios y el otro entre los
pretendientes, celebrados como citaristas.
131.3. También los
oráculos atribuidos a Museo se dice que son de Onomácrito; y "La
Caverna" [atribuida] a Orfeo es de Zopyro de Heraclea; y el "Descenso al
Hades" de Pródico de Samos.
131.4. Ion de Quíos cuenta en "Las Tríadas" ("Triagmois") que Pitágoras también atribuyó algunos [escritos] a Orfeo.
131.5.
Epígenes dice en los "Poemas de Orfeo" que el "Descenso al Hades" y la
"Palabra sagrada" son del pitagórico Cercops, y el "Peplo" y la "Física"
son de Brontino.
131.6. También algunos sitúan a Terpandro entre
los [poetas] antiguos; así, Helánico refiere que ése [Terpandro] vive
en tiempos de Midas; sin embargo, Fanias al situar a Lesques (o:
Lesches) de Lesbos antes de Terprando, hace a éste más joven que
Arquíloco, y (cuenta) que Lesques luchó ardientemente contra Arctino y
lo venció.
131.7. Janto de Lidia afirma que Tasos fue fundada
alrededor de la décimo octava Olimpiada -para Dionisio en la décimo
quinta-; y está de acuerdo con que Arquíloco ya era conocido después de
la Olimpiada vigésima. Se acuerda también de la destrucción de Magnesia,
que había tenido lugar hacía poco tiempo.
131.8. Simónides sitúa
[la destrucción de Magnesia] en tiempos de Arquíloco, y Calino no mucho
más antigua; puesto que Arquíloco menciona la destrucción de los
Magnesios, y Calino su prosperidad. Sin embargo, Eumelo de Corinto es
más antiguo porque habría tratado con Arquías, fundador de Siracusa.
Nombres de la mitología griega
132.1.
Hemos preferido decir todo lo anterior, porque se considera a los
poetas de este Período (o: ciclo) como los más antiguos de todos.
También se cuentan entre los griegos numerosos adivinos, como, los
Bacidas -uno de Boecia y otro de Arcadia-, que realizaron innumerables
predicciones a mucha gente.
132.2. Por el vaticinio del ateniense
Anfilito, reinó el tirano Pisístrato, a quien le señaló la ocasión
oportuna para el ataque.
132.3. Pasaré por alto a Cometes de
Creta, a Cíniras de Chipre, Admeto de Tesalia, Aristeo de Cirene,
Anfiarao de Atenas, Timóxenes de Corcira, Demeneto de Focia, Epigenes de
Tespis, Nicias de Caristo, Aristón de Tesalia, Dionisio de Cartago,
Cleofón de Corinto, Hipo, la hija de Quirón, Boio, Manto, y una multitud
de Sibilas: la de Sanios, de Colofón, de Cumas, de Eritrea, de Fito, de
Tarasandra, de Macedonia, de Tesalia, de Tesprocia, la de Calcante y
Mopso, que viven en la época de la guerra de Troya; sin embargo, la de
Mopso es la más antigua porque navegó con los Argonautas.
La adivinación
133.1.
Se dice que la [obra] llamada "Adivinación de Mopso" fue compuesta por
Bato de Cirene; en cambio, Doroteo en el [libro] primero de "La
Enciclopedia" (Pandektes), refiere que Mopso había sido instruida por un alción y una corneja.
133.2.
También el gran Pitágoras se aplicó siempre a predecir [el futuro], y
lo mismo Abaris el hiperbóreo, Aristeo de Proconeso, Epiménides de
Creta, que llegó a Esparta, Zoroastro el medo, Empédocles de Agrigento,
Formión de Laconia, e igualmente Pohárato de Tasos, Empedótimo de
Siracusa y, por encima de todos, el ateniense Sócrates.
133.3. Se
dice en el "Teages": Desde mi infancia poseo un sello inaudito
concedido por un destino divino que me guía; es decir, una voz que
cuando habla pone en práctica lo que pienso, pero nunca me empuja"
(Platón, Theages, 128 D).
133.4.
Excesto, tirano de los focios, llevaba dos anillos hechizados, y por el
ruido que hacían al unirlos discernía las buenas ocasiones para actuar;
pero con todo murió asesinado a traición, aunque el ruido le había
advertido, según dice Aristóteles en la "Constitución de los Focenses"
(cf. Aristóteles, Fragmentos, 599).
Nombres de varios adivinos
134.1.
También alguna vez entre los hombres egipcios se hicieron dioses por
gloria humana; así Hermes de Tebas, Asclepio de Menfis, Tiresías y Manto
en Tebas, como afirma Eurípides (cf. Fenicias, 834); Heleno, Laocoonte y Enone de Cebrión, en Troya.
134.2.
Crío, uno de los Heráclidas, tenía fama de adivino ilustre, y un tal
Yamo, en Elida (o: Élide), del que nacieron los yamidas (Iamídas); y
Polido (Polyido), en Argos y en Megara, es mencionado por la tragedia
(la obra perdida sería Polyida, de Sófocles y Eurípides).
134.3.
¿Para qué enumerar a Télemo, que, siendo adivino de los Cíclopes,
vaticinó a Polifemo el engaño de Ulises; o al ateniense Onomácrito, o
Anfiarao, que acompañó a los Siete que lucharon contra Tebas, una
generación anterior a la toma de Troya, según se dice, o a Teoclímeno en
Cefalenia o a Telmeso en Caria o a Galeon en Sicilia?
134.4.
Habría otros además de éstos: Idmón, el que acompañó a los Argonautas;
Femónoe de Delfos; Mopso, hija de Apolo y de Manto, en Panfilia y
Cilicia; Anfíloco, hijo de Anfiarao, en Cilicia; Alcmeón en Acarnania;
Anio (o: Anios) en Délos; Aristandro el de Telmeso, el que nació con
Alejandro. Igualmente Filocoro refiere en el [libro] primero de "La
Adivinación" que Orfeo fue adivino.
Los profetas hebreos
135.1.
Teopompo, Eforo y Timeo registran como un adivino a Ortágoras, lo mismo
que el samio Pitocles, en el libro cuarto de las "Itálicas" a Cayo
Julio Nepote.
135.2. En verdad, "todos son ladrones y
salteadores" (Jn 10,8), como dice la Escritura, puesto que la mayoría de
las predicciones están sacadas de la observación de los astros y de las
probabilidades, como los médicos y los charlatanes que juzgan (a las
personas) por su fisonomía; también hay otros que, dominados por los
demonios, son puestos en trance por influjo de algunas aguas, perfumes o
por determinados aires.
135.3. Pero entre los hebreos, los
profetas (hablaban) por el poder e inspiración de Dios; así, antes de la
Ley, antes de la Ley, Adán profetizó sobre su mujer y sobre la
denominación de los animales (cf. Gn 2,23. 20); Noé predica la
conversión (cf. 2 P 2,5; Gn 6,9); Abraham, Isaac y Jacob revelan con
claridad no pocos acontecimientos futuros y también inminentes.
135.4.
En el tiempo de la Ley, Moisés y Aarón, y más tarde [profetizaron]
Josué, el hijo de Navé, Samuel, Gad, Natán, Acías, Samaia, Jehú, Elías,
Miqueas, Abdías, Eliseo, Abdadonai, Amos, Isaías, Oseas, Jonás, Joel,
Jeremías, Sofonías, Bouzi, Ezequiel, Urías, Habacuc, Naún, Daniel,
Misael, él [que hizo] las alabanzas (cf. Dn 3,15-90), Ageo, Zacarías y
el Mensajero (= Malaquías; cf. I,122,4; 127,2; 129,3), uno de los doce
[profetas Menores].
Nueva recapitulación
136.1.
Todos ellos hacen un total de treinta y cinco profetas. Respecto a las
mujeres -también las hay que profetizaron-: Sara, Rebeca, María, Débora y
Oída... (posible laguna en el texto griego).
136.2. Después,
alrededor de la misma época, Juan profetiza hasta el bautismo del
Salvador; y luego del nacimiento de Cristo, [también profetizan] Ana y
Simeón. Zacarías, el padre de Juan también profetiza antes del niño,
como se lee en los Evangelios (cf. Lc 2,36-38. 25-35; 1,67-69).
136.3.
Ahora, partiendo de Moisés, resumamos la cronología relativa a los
griegos. Desde el nacimiento de Moisés hasta el éxodo de los judíos de
Egipto, ochenta años, y hasta su muerte otros cuarenta. El éxodo tuvo
lugar en tiempo de Ínaco, porque Moisés salió de Egipto trescientos
cuarenta y cinco años antes de la era Sotiaca.
136.4. Desde el
mandato de Moisés y de Ínaco hasta el cataclismo de Deucalión, entiendo,
que es el segundo diluvio, y hasta el incendio de Faetonte,
correspondiente a los tiempos de Crótopo, se contabilizan ocho (el
original dice: 40) generaciones. Ahora bien, tres generaciones equivalen
a cien años.
136.5. Desde el cataclismo hasta el incendio del
Ida, y el descubrimiento del hierro y a los Dáctilos Ideos, hay setenta y
tres años, según dice Trásilo. Y desde el incendio del Ida hasta el
rapto de Ganimedes hay sesenta y cinco años.
Cronología hasta la conquista de Troya y la Olimpíada de Ifito
137.1.
De aquí hasta la expedición de Perseo, cuando Glauco fundó los [juegos]
ístmicos en honor de Melicerte, hay quince años. Desde la expedición de
Perseo hasta la fundación de Troya hay treinta y cuatro años. Desde
entonces hasta la expedición de Argos hay sesenta y cuatro años.
137.2.
Desde esta [expedición] hasta Teseo y el Minotauro hay treinta y dos
años; después, hasta los Siete contra Tebas hay diez años; luego, hasta
los juegos olímpicos, que estableció Heracles en honor de Pélope, hay
tres años; y hasta la expedición de las Amazonas contra Atenas y al
rapto de Helena por Teseo hay nueve años.
137.3. De ahí hasta la
apoteosis de Heracles, once años, y hasta el rapto de Elena por
Alejandro cuatro años; después, hasta la conquista de Troya, veinte
años.
137.4. Desde la conquista de Troya hasta el regreso de
Eneas y la fundación de Lavinio diez años, y hasta el reinado de
Ascanio, ocho años; hasta el regreso de los Heráclidas sesenta y un
años; y hasta la Olimpíada de Ifito trescientos treinta y ocho años.
Hasta la muerte de Alejandro Magno
138.1.
Pero Erastóstenes reseña así la cronología: desde la conquista de Troya
hasta el regreso de los Heráclidas, ochenta años. Desde entonces hasta
la fundación de Jonia, sesenta años. Por lo que se refiere a los [años]
siguientes, hasta la administración de Licurgo, ciento cincuenta y nueve
años.
138.2. Y hasta el primer año de la primera Olimpiada,
ciento ocho años. Desde esa [primera] Olimpiada hasta la travesía de
Jerjes, doscientos noventa y siete años. Desde la [travesía] hasta el
comienzo de la guerra del Peloponeso, cuarenta y ocho años.
138.3.
Y hasta la destrucción y derrota de los atenienses, veintisiete años;
hasta la batalla de Leuctra (371 a. C.), treinta y cuatro años; desde
esa [batalla] hasta la muerte de Filipo, treinta y cinco años; y después
de dicha [muerte] hasta la sustitución de Alejandro, doce años.
138.4.
Nuevamente, desde la primera Olimpíada algunos dicen185 que hay que
contar veinticuatro años hasta la fundación de Roma. De ahí hasta la
derogación de la monarquía, cuando aparecen los cónsules, doscientos
cuarenta y tres años; y desde la derogación de la monarquía hasta la
muerte de Alejandro, ciento ochenta y seis años.
Emperadores romanos: desde Augusto hasta Cómodo
139.1.
Desde entonces hasta la victoria de Augusto, cuando se suicida Antonio
en Alejandría, doscientos noventa y cuatro años; por aquel entonces
Augusto ejercía el cuarto consulado.
139.2. Desde esta fecha
hasta la institución de los juegos por Domiciano en Roma, ciento catorce
años. Y desde el primero de estos juegos hasta la muerte de Cómodo,
ciento once años.
139.3. 3. Hay quienes desde Cécrope hasta
Alejandro de Macedonia cuentan mil doscientos veintiocho años (otra
lectura del original: 1828); desde Demofonte mil doscientos cincuenta
años (otra lectura del original: 850), y desde la toma de Troya hasta la
vuelta de los Heráclidas ciento veinte o ciento ochenta años.
139.4.
Desde ese [regreso] hasta el arcontado de Evéneto, bajo el cual se dice
que Alejandro pasó a Asia, según Fanias, setecientos quince años; pero
conforme a Eforo, setecientos treinta y cinco; según Timeo y Clitarco,
ochocientos veinte; según Eratóstenes, setecientos setenta y cuatro
(otra lectura del original: 770); según Duris, desde la conquista de
Troya hasta la travesía de Alejandro a Asia, mil años.
139.5.
Desde aquí hasta Egesías (el griego lee Evéneto), el arconte de Atenas,
bajo el cual muere Alejandro, once años. De ahí hasta la hegemonía de
Claudio César Germánico [pasan] trescientos sesenta y cinco años; a
partir de ese momento hasta la muerte de Cómodo se calculan fácilmente
los años; se hace la suma de todos.
Capítulo XXII: Cronologías (conclusión)
Comparación entre las cronologías griega y judía
140.1. Además (de la cronología) griega es necesario también tomar en cuenta la cronología bárbara en sus grandes líneas.
140.2.
Desde Adán hasta el diluvio se contabilizan dos mil ciento cuarenta y
ocho años y cuatro días; desde Sem hasta Abraham, mil doscientos
cincuenta años; desde Isaac hasta el reparto [de la tierra prometida],
seiscientos dieciséis años.
140.3. Luego, desde los Jueces hasta Samuel, cuatrocientos sesenta y tres años y siete meses.
140.4. Y después de los Jueces, [el período] de los Reyes: quinientos setenta y dos años, seis meses y diez días.
140.5.
Luego, los tiempos del dominio persa: doscientos treinta y cinco; y
desde (el reinado) macedónico hasta la muerte de Antonio, trescientos
doce años y dieciocho días.
140.6. A continuación, el dominio de los romanos hasta la muerte de Cómodo, doscientos veintidós años.
140.7.
Nuevamente, desde la cautividad de los setenta años y el
restablecimiento del pueblo en la tierra patria, hasta la cautividad de
los tiempos de Vespasiano, se cuentan cuatrocientos diez años;
finalmente, desde Vespasiano hasta la muerte de Cómodo hay que
contabilizar ciento veintiún años, seis meses y veinticuatro días.
Cronología judía
141.1.
Demetrio afirma en (el libro) "Sobre los Reyes de Judea" que las tribus
de Judá, Benjamín y Leví no fueron hechas prisioneras por Senaquerib,
sino que desde esa cautividad, hasta la última en la que Nabucodonosor
les sacó de Jerusalén, hay ciento veintiocho años y seis meses.
141.2.
Y desde que las diez tribus fueron llevadas cautivas desde Samaría,
hasta Tolomeo IV, hay quinientos setenta y tres años y nueve meses; y
desde la [deportación] de Jerusalén, trescientos treinta y ocho años y
tres meses.
141.3. También Filón mismo reseñó los reyes de los judíos, (pero) está en desacuerdo con Demetrio.
141.4.
Eupólemo, en la misma materia, dice que desde Adán hasta el quinto año
del reinado de Demetrio y el duodécimo del reinado de Tolomeo, rey de
Egipto, son cinco mil ciento cuarenta y nueve años.
141.5. Y
desde el tiempo en que Moisés condujo a los judíos fuera de Egipto hasta
el tiempo fijado anteriormente, hay dos mil quinientos ochenta años. Y
desde esa época hasta los consulados de Gneo Domicio y Asinio (40 a.
C.), en Roma, se cuentan ciento veinte años.
Sobre los "dialectos"
142.1. Éforo y otros muchos historiadores dicen que hay setenta y cinco naciones y lenguas (glossai),
obedeciendo a la palabra dicha por Moisés: "Todas las almas de la casa
de Jacob que bajaron a Egipto, eran setenta y cinco" (Ex 1,5).
142.2. Es manifiesto que los dialectos (dialektoi) existentes, según la verdadera cuenta, son setenta y dos, como enseñan nuestros escritos (cf. Seudo Clemente, Homilías, 18,4. 3); otras, que son la mayoría, están formados de la relación con dos, tres o también más dialectos.
142.3.
Dialecto es una forma de hablar que manifiesta el carácter propio de
una región; es un modo de hablar que revela un carácter especial o común
de una nación.
142.4. Los griegos dicen que hay entre ellos cinco dialectos: ático, jónico, dórico, eólico y, el quinto, la koiné; también [dicen] que las innumerables formas de hablar de los bárbaros no se llaman dialectos, sino lenguas.
Sobre los "dialectos" (continuación)
143.1.
Platón atribuye también a los dioses cierto dialecto, conjeturándolo de
los ensueños y los oráculos, y también, por otro lado, de los que están
poseídos por el demonio, que no profieren su propia voz ni lengua, sino
la de los demonios que se introducen en ellos.
143.2. Y cree que también los animales irracionales tienen sus dialectos, que entienden los de su misma especie.
143.3.
Así, un elefante que cae en el fango grita, y al llegar cualquier otro
[elefante] y contemplar el incidente, se vuelve atrás y aparece con él
no mucho después una manada de elefantes que salva al caído en el fango.
143.4.
Se dice también que en Libia, cuando un escorpión no consigue herir al
hombre, se marcha para volver luego con otros muchos [escorpiones]; y
colgándose uno de otro en forma de cadena se aprestan así a dar el
ataque; pero estos animales irracionales no se expresan por medio de
movimientos de cabeza, ni por expresiones corporales (schemati), sino -me parece a mí- por medio de un dialecto propio.
143.5.
Algunos otros dicen también que si un pez, al ser arrastrado, roto el
hilo, escapa, no se encontrará en ese mismo lugar y en todo el día otro
pez de su misma especie.
143.6. Los dialectos primitivos y
específicos (lit.: raciales) son bárbaros, pero tienen nombres
naturales; también los hombres reconocen (o: confiesan) que las
oraciones son más eficaces si se hacen en lengua (phone) bárbara.
143.7.
Y Platón, en el "Cratilo", al pretender explicar (el término) "fuego",
afirma que es una palabra (lit.: nombre) bárbara; y aduce el testimonio
de que los frigios así lo llaman "con una pequeña variante" (Platón, Cratilo, 410 A).
Cronología de los emperadores romanos
144.1. Pienso que no está fuera de lugar añadir la cronología de los emperadores romanos, para fijar el nacimiento del Salvador.
144.2.
Augusto [reinó] durante 43 años; Tiberio 22 años; Cayo 4 años; Claudio
14 años; Nerón 14 años; Galba un año; Vespasiano 10 años; Tito 3 años;
Domiciano 15 años; Nerva un año; Trajano 19 años; Adriano 21 años;
Antonino 23 años; de nuevo [M. Aurelio] Antonino y Cómodo, juntos 32
años.
144.3. En total, desde Augusto hasta la muerte de Cómodo,
suman 222 años; y desde Adán hasta la muerte de Cómodo, 5784 años, dos
meses y doce días.
144.4. Otros registran la siguiente cronología
de los emperadores romanos: Cayo Julio César, 3 años, 4 meses y 6 días;
tras él, Augusto reinó 46 años, 4 meses y un día; después Tiberio, 26
años, 6 meses y 19 días; a éste le sucede Cayo César [durante] tres
años, 10 meses y ocho días; luego Claudio, 13 años, 8 meses y 28 días;
Nerón, 13 años, 8 meses y 28 días; Galba, 7 meses y 6 días; Otón, 5
meses y un día; Vitelio, siete meses y un día; Vespasiano, 11 años, 11
meses y 22 días; Tito, 2 años y 2 meses; Domiciano, 15 años, 8 meses y 5
días; Nerva, 1 año, 4 meses y 10 días; Trajano, 19 años, 7 meses y 15
días; Adriano, 20 años, 10 meses y 28 días; Antonino, 22 años, tres
meses y 7 días; Marco Aurelio Antonino 19 años y 11 días; Cómodo, 12
años, 9 meses y 14 días.
144.5. Así, desde Julio César hasta la
muerte de Cómodo hay 236 años y 6 meses. La suma total desde Rómulo, el
fundador de Roma, hasta la muerte de Cómodo, es de 943 años y 6 meses.
Nacimiento de Jesucristo
145.1.
Nuestro Señor nació en el año vigésimo octavo del reinado de Augusto,
cuando se mandó hacer el primer empadronamiento (cf. Lc 2,1).
145.2.
Esto es verdad conforme al evangelio según Lucas, donde está escrito:
"En el año décimo quinto del emperador Tiberio, vino la palabra del
Señor sobre Juan, hijo de Zacarías" (Lc 3,1. 2). Y de nuevo en el mismo
[evangelio]: "Jesús, cuando fue bautizado, tenía 30 años" (Lc 3,23)
145.3.
Y que debía predicar durante un solo año, está escrito de la siguiente
manera: "Me envió para anunciar un año de gracia del Señor" (Lc
4,18-19). Y tanto el profeta como el evangelio dicen lo mismo (cf. Is
61,1-2; Lc 4,18-19).
145.4. Por tanto, quince años de Tiberio y quince de Augusto; así se completan los treinta años hasta la Pasión.
145.5.
Desde la Pasión hasta la destrucción de Jerusalén hay 42 años y 3
meses; desde la destrucción (lit.: catástrofe) de Jerusalén hasta la
muerte de Cómodo, 122 años, 10 meses y 13 días. Por tanto, desde el
nacimiento del Señor hasta la muerte de Cómodo hay en total 194 años, un
mes y 13 días.
145.6. Hay quienes con una curiosidad excesiva
señalan no sólo el año, sino también el día del nacimiento de nuestro
Salvador, y dicen que fue el año vigesimoctavo de Augusto, el
veinticinco del (mes) Pachón.
Otras fechas de la vida de Jesucristo
146.1. Los (discípulos) de Basílides también festejan el día de su bautismo, y pasan la noche anterior leyendo (en público).
146.2. Afirman que [aquel bautismo] sucedió el año décimo quinto de Tiberio César, el [día] 15 del mes Tybí (10 de enero); en cambio, otros [dicen que tuvo lugar] el [día] undécimo del mismo mes (6 de enero).
146.3. Respecto a su Pasión, algunos, queriendo precisar, la sitúan en el año décimo sexto de Tiberio César, el 25 del [mes] Phamenoth (21 de marzo); otros, el 25 del [mes] Pharmouthí (20 de abril); finalmente hay quienes dicen que el Salvador padeció el 19 del [mes] Pharmouthí (14 de abril).
146.4. Algunos dicen que nació el 24 ó 25 de Pharmouthí (19-20 de abril).
146.5.
Yo digo que es necesario añadir a esta cronología los días a que alude
Daniel desde la devastación de Jerusalén (cf. Dn 9,27): ... (hay una
laguna en el texto griego) los 7 años y 11 meses de Vespasiano, porque
(agregando los dos primeros años de su reino, anteriores a la
devastación) a los diecisiete meses y ocho días de Otón, Galba y
Vitelio,
146.6. se obtienen tres años y seis meses, o sea, "la mitad de la semana" (Dn 9,27; Teodoción), como dijo el profeta Daniel.
146.7. (Él dijo) que hay 2300 días desde que se implantó, por Nerón, la abominación en la ciudad santa hasta su destrucción.
146.8.
Eso demuestra el texto citado a continuación: "¿Hasta cuándo va a durar
la visión, el sacrificio abolido, el pecado de desolación, el poder y
el santuario pisoteados Y le respondió: "Hasta 2300 días, tardes y
mañanas, y será construido el templo"" (Dn 8,13-14).
146.9. Esos
2300 días forman 6 años y 4 meses; la mitad de ellos comprenden el
dominio de Nerón, y son la mitad de la semana; la otra mitad corresponde
a Vespasiano, juntamente con Otón, Galba y Vitelio.
146.10. Por
eso dice Daniel: "Feliz (o: bienaventurado) el que alcance hasta 1335
días" (Dn 12,12). En efecto, la guerra duró esos días; luego se acabó.
La genealogía del Señor. Conclusión de las cronologías
147.1.
Ese número se indica también por el versículo antes señalado, que dice
así: "Y desde el tiempo de la abolición del sacrificio perpetuo y de la
introducción de la abominación de la desolación, habrá 1290 días.
¡Dichoso quien resista y alcance hasta los 1335 días!" (Dn 12,11-12).
147.2.
El Judío Flavio Josefo, que escribió la "Historia de los Judíos", dice
que la cronología, desde Moisés hasta David, es de 585 años; desde David
hasta el año segundo de Vespasiano hay 1179 años (cf. Flavio Josefo, La guerra de los judíos, VI,10,437-440).
147.3.
Desde ése hasta el décimo año de Antonino, hay 77 años; siendo el
total, desde Moisés hasta el décimo de Antonino, de 1833 años.
147.4. Otros, contabilizando desde Moisés e Ínaco hasta la muerte de Cómodo, afirman que hay 1842 años; y otros, 1921.
147.5.
En el Evangelio según Mateo, la genealogía (comienza con) Abraham y
termina con María, la madre del Señor. "De Abraham, dice, a David hay 14
generaciones; desde David hasta el destierro de Babilonia, 14
generaciones;
147.6. y desde el destierro de Babilonia hasta
Cristo, hay igualmente otras 14 generaciones" (Mt 1,17): tres períodos
misteriosos, que completan seis semanas.
Capítulo XXII: La transmisión de la sabiduría hebrea a los griegos
La traducción griega de la Biblia
148.1.
Baste con lo examinado sobre la cronología estudiada por muchos de
distintas formas y expuesta por nosotros. Pero en lo que se refiere a la
traducción de la Escritura, tanto la de la Ley como la de los Profetas,
del hebreo a la lengua griega, se dice que fue realizada bajo el
reinado de Ptolomeo Lago o, según otros, del llamado Filadelfo (283-246
a. C.), quien puso un grandísimo empeño en ello; mientras que Demetrio
de Falerio organizaba minuciosamente el trabajo de traducción.
148.2.
Cuando los macedonios dominaban Asia, el rey, trabajando con empeño por
dotar con toda clase de libros a la biblioteca que había fundado en
Alejandría, solicitó también a los jerosolimitanos que tradujeran al
dialecto griego (o: lengua griega) sus propias profecías.
La versión de los LXX
149.1.
Estos [jerosolimitanos], todavía bajo la dominación macedonia,
eligieron a setenta ancianos renombrados y expertos en las Escrituras,
conocedores igualmente de la lengua griega, y después se los enviaron
[al rey] con los divinos libros.
149.2. Cada uno tradujo, por su
cuenta, todas las profecías, una a una, y todas las traducciones,
confrontadas, coincidieron tanto en el pensamiento y como en las
expresiones. En efecto, habían trabajado, por voluntad de Dios, para que
llegaran a oídos de los griegos.
149.3. Ciertamente no era algo
extraordinario que por inspiración de Dios, que era quien había dado la
profecía, influyera también en la traducción como una [especie de]
profecía griega; en tanto que, durante la cautividad de Nabucodonosor,
cuando las Escrituras fueron destruidas, en tiempos del rey de los
persas Artajerjes, el levita y sacerdote Esdras también fue inspirado y
restauró con nuevas profecías toda la antigua Escritura.
Platón discípulo de Moisés
150.1.
Aristóbulo en el [libro] primero de la obra dedicada a Filométor
escribe en estos términos: "También Platón siguió nuestra ley, y es
claro que estudió minuciosamente cada cosa de la que en ella se dicen.
150.2.
Anteriormente a Demetrio otros, antes de la dominación de Alejandro y
de los persas, también tradujeron lo que había sucedido durante el éxodo
de Egipto por parte de los hebreos nuestros conciudadanos, la
revelación, a ellos hecha, de todo lo que sucedió, la conquista de la
tierra [prometida] y la explicación de la entera legislación.
150.3.
Está, por tanto, bien claro que el filósofo anteriormente mencionado
[Platón] copió muchas cosas -porque un gran erudito-, al igual que
Pitágoras, quien trasladó muchas de nuestras cosas a su doctrina"
(Aristóbulo, Fragmentos, 737,3).
150.4.
El filósofo pitagórico Numenio escribe abiertamente: "¿Quién es Platón
sino un Moisés que habla en ático?" (Numenio de Apamea, Fragmentos, 9). Este Moisés fue teólogo y profeta, y, según algunos, fue intérprete de las leyes sagradas.
150.5.
La Escritura misma, que es fidedigna, ensalza el origen de Moisés, sus
obras y su vida; por ello, es preciso que nosotros hablemos de él,
aunque sea lo más brevemente posible.
Capítulo XXIII: Moisés
La vida de Moisés
151.1.
Moisés, caldeo de origen, nace en Egipto (cf. Ex 2,1-10), cuyos
antepasados habían llegado a Egipto desde Babilonia a causa de una
prolongada hambre. Nace en la séptima generación y es educado de forma
regia, esto fue lo que le sucedió.
151.2. Habiendo proliferado
extraordinariamente los hebreos en Egipto, dado su creciente número, el
rey de aquella tierra temió una insurrección (o: conjura; insidia) de
los que iban naciendo de los hebreos, y ordenó dejar (con vida) a las
mujeres, porque la mujer es débil para la guerra, pero que hicieran
perecer a los varones. Sospechaba de la juventud vigorosa.
151.3.
Durante tres meses sus padres alimentan en secreto al niño de noble
estirpe, siendo mayor el amor de la naturaleza que la crueldad del
tirano; no obstante, temiendo ellos morir juntamente con el niño,
hicieron una cestilla con papiro del lugar, metieron [en ella] al niño y
lo dejaron sobre la orilla pantanosa del río; pero la hermana del niño
permanecía a distancia para ver qué sucedía.
Moisés rescatado del Nilo
152.1.
Entonces la hija del rey, estéril desde hacía mucho tiempo, pero
deseosa de tener hijos, llegó aquel día río para tomar baños y
aspersiones, pero al escuchar los gemidos del niño manda que se le
traiga y, compadeciéndose, se puso a buscar una nodriza.
152.2.
Entonces corrió la hermana del niño dice que hay una mujer hebrea que ha
dado a luz no hace mucho tiempo y que podría ser la nodriza, si
quisiera. Estando de acuerdo, incluso lo suplicaba, presentó a la madre
del niño para que hiciese de nodriza, como a una extraña cualquiera,
conviniendo un salario.
152.3. Después la princesa dará al niño
el nombre de Moisés, que significa etimológicamente salvado del agua
-puesto que los egipcios llaman al agua "moy"-, al que había sido
expuesto para morir. También ellos llaman Moisés a quien muere en el
agua.
La educación de Moisés
153.1.
Es claro que ya antes, tras circuncidar al niño, sus padres le habían
puesto un nombre; se llamaba Joaquín. Tuvo además un tercer nombre en el
cielo, después de su asunción; como dicen los iniciados: "Melquí"
(según el apócrifo la Asunción de Moisés).
153.2.
Cuando llegó [Moisés] a la juventud fue instruido por distinguidos
egipcios en la aritmética, la geometría, la rítmica, la armonía, y
además en la métrica y la música, y también más tarde en la filosofía de
los símbolos, que los egipcios expresan mediante la escritura
jeroglífica. Los griegos le enseñaron en Egipto el otro ciclo
pedagógico, como si fuera hijo de reyes, según dice Filón en la "Vida de
Moisés";
153.3. luego, aprendió la gramática asiria y la
astronomía (lit.: ciencia de los cielos) junto a [maestros] caldeos y
egipcios; también se dice en los "Hechos [de los Apóstoles"] "que fue
educado en toda la sabiduría de los egipcios" (Hch 7,22).
153.4.
Eupolemo, en el [libro] "Sobre los Reyes de Judea", afirma que Moisés
fue el primer sabio y el primero que transmitió la escritura a los
judíos, y que de los judíos la tomaron los fenicios, y los griegos de
los fenicios.
153.5. En la edad adulta, [Moisés] desarrolló su
inteligencia; se entusiasmó con la cultura de su pueblo y de sus
antepasados, hasta el punto de golpear y matar a un egipcio que atacaba
injustamente a un hebreo (cf. Ex 2,11-12).
Diversas versiones sobre lo sucedido después que Moisés mató al egipcio
154.1.
Los iniciados dicen que mató al egipcio sólo con una palabra, al igual
que haría más tarde Pedro, como refieren los Hechos, quien mató con una
palabra a quienes habían sustraído del precio del campo y mentido (cf.
Hch 5,1-10)
154.2. Artapano, en su [tratado] sobre Los Judíos,
relata que Moisés, hecho prisionero de Jenefres, rey de los egipcios,
al reclamar la liberación de su pueblo respecto de Egipto, por la noche
salió de prisión, abierta por voluntad de Dios, y, penetrando en el
palacio, se presentó ante el rey, que dormía y le despierta;
154.3.
éste, atemorizado por el suceso, manda a Moisés que le diga el nombre
del Dios que le ha enviado, y [Moisés] se inclinó a su oído y se lo
susurró; pero el rey, al oirlo, cayó muerto sin voz, mas ayudado por
Moisés recobró la vida.
Cita del drama "Éxodo" del poeta hebreo Ezequiel (siglo III a. C.)
155.1.
Sobre la educación de Moisés concordará con nosotros el poeta trágico
de los judíos Ezequiel en el drama titulado "Éxodo" (Exagogé), escribiendo en persona de Moisés:
155.2.
"Miren que nuestra raza está aumentando sobremanera, y el Faraón
tramará contra nosotros toda clase de estratagemas; él castiga a
[nuestros] hombres a construir penosamente monumentos, a fortificar la
ciudad con torres defensivas, y todo ello es una desdicha para ustedes.
Después [el Faraón] promulgó para nosotros, raza hebrea, que arrojáramos
a los niños varones al agua profunda del río.
155.3. Cuando yo
[nací], mi madre me ocultó durante tres meses, como ella me contó, pero
al no poder pasar inadvertida me abandonó en secreto, envolviéndome
perfectamente, sobre la orilla del río en un espeso y profundo lugar
pantanoso.
115.4. Mi hermana Mariam me cuidaba a distancia, hasta
que un día, la hija del rey bajó [al río] para poner radiante mediante
cuidados baños su joven cuerpo. De repente me vio, me tomó [en sus
manos] y se dio cuenta de que yo era hebreo. Mi hermana Mariam,
presentándose ante la princesa, le dijo: "¿Quieres que te busque
rápidamente una nodriza hebrea para el niño?". Y la princesa apremió a
la muchacha.
155.5. Fue corriendo a decírselo a mi madre, y mi
madre, yendo rápida al lugar, me tomó en sus brazos. La hija del rey
[le] dijo: "Mujer, alimenta a este [niño], y yo te daré una
retribución". Y me puso por nombre Moisés, porque me había sacado de las
aguas del río, en la orilla.
155.6. Una vez pasado el tiempo de
mi infancia, mi madre me llevó al palacio de la princesa. Antes me había
referido y contado todo: la raza de mis antepasados y los dones
[recibidos] de Dios.
155.7. Así mientras permanecimos niños, se
me facilitó toda clase de instrucción y educación regias, como si yo
fuera [hijo] de sus entrañas; pero cumplido el ciclo de los días,
abandoné los aposentos reales".
Moisés abandona Egipto
156.1.
Después de relatar la lucha del hebreo y el egipcio y el enterramiento
del egipcio en la arena, dice así sobre la otra lucha:
156.2.
""¿Por qué golpeas a uno que es más débil que tú?". Y el otro respondió:
"¿Quién te ha mandado ser juez y árbitro entre nosotros? ¿Acaso quieres
matarme como al hombre de ayer?" Temeroso yo, le dije: "¿Cómo se ha
hecho público esto?"" (Ex 2,13-14).
156.3. Entonces (Moisés) huye
de allí y pastorea ovejas, ensayándose con el pastoreo para el
gobierno. Porque el pastoreo es una preparación (lit.: progymnasia)
regia, para quien ha de guiar el rebaño más manso, el de los hombres;
como para los guerreros lo es por naturaleza la caza. En adelante Dios
le pondría al frente de los hebreos.
El botín que los hebreos tomaron a los egipcios
157.1.
A continuación los egipcios son advertidos con repetidos avisos que no
comprendieron, mientras que los hebreos, cual espectadores de las plagas
que los otros [egipcios] sufren, aprenden sin peligro el poder de Dios
(cf. Ex 7-12).
157.2. Los egipcios, no queriendo escuchar los
efectos de ese poder [divino], pues tontos en su insensatez no creyeron,
porque, como suele decirse, los tontos sólo conocen el mal cuando ya
está hecho cf. Homero, Ilíada,
XVII,32 y XX,198); y más tarde, al salir, los judíos llevaron con ellos
un gran botín tomado de los egipcios, no por codicia, como algunos
acusadores afirman -puesto que Dios les inducía a no desear el bien de
los demás (cf. Ex 20,17; Dt 5,21)-,
157.3. sino fundamentalmente
como remuneración debida por los servicios prestados a los egipcios
durante todo el tiempo que les tuvieron dominados; y en cierto sentido,
también por una especie de represalia: para entristecer a los codiciosos
egipcios llevándose un botín, igual que los egipcios [habían
entristecido] a los hebreos con la servidumbre.
157.4. Ahora
bien, se puede considerar todo eso como un hecho de guerra; en tal caso
[los hebreos] se creyeron [autorizados] a llevarse las cosas de los
enemigos por la ley del vencedor, como sucede con los más fuertes
respecto a los débiles -ya que la causa de la guerra era justa, porque
los hebreos llegaron suplicantes a Egipto por causa del hambre, pero los
aquellos sometieron a los extranjeros y les obligaron a servirles como
prisioneros de guerra, sin darles ningún salario); y si [se considera
todo eso como sucedido] en tiempo de paz, entonces los hebreos tomaron
el botín de los egipcios como salario, que tanto tiempo rehusaron
pagarles e incluso se lo habían apropiado.
Capítulo XXIV: Moisés, guía de su pueblo
El arte real
158.1.
Nuestro Moisés es profeta, legislador; táctico [militar], estratega,
político y filósofo. Cómo era profeta, se dirá más adelante (cf.
IV,2,19; 93,1; V,88,4), cuando tratemos acerca de la profecía; la
táctica [militar] es parte de la estrategia, y la estrategia, del arte
real; también es parte del arte real la ciencia de la legislación, al
igual que la jurídica.
158.2. Por lo demás, el arte de gobernar
es [en un aspecto] divino; así, por ejemplo, comportarse conforme a Dios
y a su santo Hijo, de quienes nos vienen los bienes terrenos, los
externos [de la tierra] y la perfecta felicidad. "Pidan las cosas
grandes -se dice- y se les añadirán las pequeñas" (Mt 6,32; 13,,12;
25,29; Mc 4,25; Lc 8,18; 19,26).
158.3. Un segundo aspecto del
arte de gobernar, que viene después de la conducta puramente racional
(o: espiritual) y divina, es el usar en el ejercicio del poder sólo la
parte irascible del alma, que fue como reinaron Heracles de Argos y
Alejandro de Macedonia.
158.4. El tercer [aspecto] es únicamente
el deseo de vencer y conquistar -sin que preocupe el obtener bien o mal
la victoria-; así actuaron los persas en su campaña contra la Hélade
(=Grecia).
158.5. Únicamente es propio de la animosidad [por un
lado] el puro instinto de vencer, es decir, el remar por el hecho de
dominar, y [por otra parte] el amor de las cosas nobles, cuando el alma
se sirve de su parte irascible para lo bueno.
La táctica
159.1.
El cuarto modo de gobernar, el peor de todos, es el regulado conforme a
las pasiones, como el de Sardanapálo y de los que tuvieron como
objetivo el satisfacer lo más posible sus pasiones.
159.2. El
arte real, así del que triunfa con la virtud como del que lo hace con la
violencia, tiene por instrumento la táctica, que es diversa según la
naturaleza y la materia [en la que se ejercita].
159.3. Frente a
armamentos y animales guerreros, el alma y la inteligencia son quienes
determinan el orden de los medios vivos o los inertes; pero [para la
victoria] sobre las pasiones del alma, a las que vencemos con la virtud,
la táctica es la facultad de razonar, que impone el sello de la
moderación (o: continencia [enkrateia]) y la prudencia (o: templanza) mediante la piedad, y el conocimiento perfecto (lit.: una buena gnosis)
con la verdad, que conduce como fin a la piedad para con Dios (o:
refiriendo el fin [de la conducta humana] hacia la piedad para con
Dios).
159.4. Así, para quienes practican la virtud, la prudencia
es la ordenadora; en las cosas divinas, la sabiduría; en la humanas, la
política; y en todas, el arte real.
159.5. Rey, por tanto, es el
que manda según leyes, el que tiene la ciencia de mandar a quienes
voluntariamente lo aceptan de buen grado; así es el Señor, que recibe a
los que creen en Él y por Él.
159.6. En efecto, Porque todo lo
entregó y todo lo sometió Dios a Cristo nuestro Rey (cf. 1 Co 15,28),
"para que en el nombre de Jesús doble la rodilla todo cuanto hay en los
cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame que
Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre" (Flp 2,10-11).
La estrategia
160.1.
El arte del estratega comprende tres aspectos: seguridad, audacia, y la
unión (lit.: mezcla) de ambos. Cada uno de ellos se compone de tres
elementos: el que se ejerce mediante la palabra, mediante las obras, y
mediante ambas cosas a la vez.
160.2. Todo eso será posible
realizarlo con amplitud esto ya persuadiendo, ya violentando, ya
coaccionando mediante procedimientos ilegales, en propia defensa, o con
procedimientos legales, ya mintiendo, ya diciendo la verdad, ya
empleando a la vez varios de estos procedimientos en un mismo caso.
160.3.
Pero todos esos [procedimientos] y la manera conveniente de utilizar
cada uno de ellos sirvieron a los griegos, quienes los tomaron de
Moisés.
160.4. Como modelo mencionaré uno o dos ejemplos de
estrategia. En efecto, al sacar Moisés al pueblo, sospechó que los
egipcios les perseguirían, y abandonando el camino más corto, se desvió
hacia el desierto, e hizo durante la noche la mayor parte del viaje.
160.5. Además, tenía otro plan (oikomomia),
según el cual los hebreos, tras mucho desierto y largo tiempo, se iban
educando, acostumbrándose con una prudente paciencia a creer que sólo
Dios existe.
El mar aniquila a los egipcios que perseguían al pueblo de Dios
161.1.
Ahora bien, la estrategia de Moisés enseña que, ante los peligros, es
necesario prever qué es lo útil y sólo entonces lanzarse.
161.2.
Sin duda, sucedió lo que sospechaba: los egipcios les persiguieron con
caballos y carros, pero fueron aniquilados rápidamente por el mar, que
se había abierto, y les inunda juntamente con los caballos y los carros,
sin dejar ningún vestigio de ellos (cf. Ex 14,26-28).
161.3.
Después, una columna de fuego que iba delante de ellos les indicaba el
camino (cf. Ex 13,21), y [Moisés] condujo de noche a los hebreos por un
[lugar] intransitable; los adiestró y educó, entre cansancios y
caminatas, en el valor y la constancia, para que, después de la
experiencia de lo que les había parecido espantoso, también apreciaran
los bienes de la tierra hacia la que les conducía, sacándoles de aquella
región difícil.
Los griegos aprendieron de Moisés la estrategia
162.1.
Además, él hizo huir y exterminó a los enemigos que habitaban aquel
país, persiguiéndoles por un camino áspero y desértico -ésta era la
capacidad del estratega-. En efecto, una prueba de su experiencia y
estrategia era apoderarse de la tierra de los enemigos (cf. Ex
13,15-20).
162.2. Observando esto Milcíades, el estratego de los
atenienses, el que venció a los persas en Maratón, imitó este
procedimiento: condujo a los atenienses durante la noche avanzando por
caminos infranqueables y burlando a los bárbaros que los espiaban. En
efecto, Hipias, el ateniense desertor (apostas),
llevó a los extranjeros hacia el Ática y ocupando de antemano los
lugares estratégicos, conocedor como era de aquellos lugares, puso allí
su emplazamiento.
162.3. Así, era difícil permanecer oculto de
Hipias; por lo cual, como es lógico, Milcíades tuvo que caminar por
lugares privados de senderos y atacó por la noche a los persas,
conducidos por Datis, y consiguió la victoria con aquellos a quienes él
conducía.
Las columnas de luz
163.1.
Por otra parte, también Trasíbulo, cuando repatriaba a los exiliados de
File y queriendo pasar inadvertido, una estela le guiaba en su camino a
través de una ruta sin tránsito.
163.2. A Trasíbulo, de noche,
sin luna y poniéndose el tiempo tempestuoso, se le hizo visible una
llama conductora, que los guió sin percance hasta Munichia y allí los
dejó, donde ahora se ve el altar de Fósforo.
163.3. En
consecuencia, los griegos conocieron nuestras creencias, porque es
posible al Dios todopoderoso hacer que una columna de fuego conduzca por
la noche a los hebreos, aquella que les guiaba en el camino.
163.4. Y también se dice en un oráculo: "Dionisio, el de la abundante alegría, es una columna para los tebanos" (Fragmento de oráculo desconocido); y eso está sacado de la historia hebrea.
163.5.
También Eurípides, en su "Antíope", dice: "En el interior de las casas
de los boyeros hay una columna del dios Baco, coronada de yedra"
(Eurípides, Fragmentos, 37).
163.6.
La columna significa la imposibilidad de representar a Dios; la columna
iluminada representa, además de esa imposibilidad, la inmutabilidad y
presencia de Dios, su luz inmutable y sin figura.
El fuego de la zarza
164.1.
Tanto es así que antes de haber conocido con exactitud el carácter de
las estatuas, los antiguos levantaban columnas y las veneraban como
imágenes de Dios.
164.2. El autor de la "Foronida" escribe:
"Catitea, sacerdotisa de la reina del Olimpo, Hera de Argos, es la
primera que adornó con coronas y con flecos la gran columna de la
soberana" (Fragmento anónimo, 4; ed. Kinkel).
164.3.
También el autor de "Europia" refiere que la estatua de Apolo, en
Delfos, era una columna, porque [dice] así: "Durante cierto tiempo
suspendimos el diezmo y las primicias de los pilares sacratísimos y de
la alta columna" (Eumelo, Fragmentos, 11). Apolo, llamado misteriosamente como privación de multiplicidad, es el dios único.
164.4.
Ahora bien, el fuego aquel en forma de columna y el fuego (cf. Ex
13,21) a través de la zarza (cf. Ex 3,2) son símbolo de la luz santa
que, desde la tierra, cruza el espacio y llega también hasta el cielo a
través del madero [de la cruz], por el que nos es dado el mirar
espiritualmente.
Capítulo XXV: Moisés inspiró a Platón
La política y la legislación
165.1.
El filósofo Platón, sirviéndose de la legislación de Moisés, reprochó a
las constituciones de Minos y de Licurgo el que sólo tuvieran en cuenta
el valor guerrero; en cambio, aprobó como más preciosa la
[constitución] que proclama un único principio y tiende constantemente a
una sola doctrina. En efecto, él dice que es preferible que nosotros
filosofemos, en armonía con la excelsitud del cielo, con fortaleza,
dignidad y prudencia, sin arrepentimos jamás de ese pensamiento y sobre
los mismos argumentos (cf. Platón, Leyes, I,626 A; III,688 A; IV,705 D).
165.2. ¿No está interpretando la Ley, al mandar tener puesta la mira en un solo Dios y practicar la justicia?
165.3.
El habla de dos clases de política: la legislativa y la llamada
homónimamente política; insinúa que el político por excelencia es el
demiurgo, según el libro del mismo título (cf. Platón, Político,
307 B), y también da el nombre de políticos a quienes dirigen la mirada
hacia Él, y tienen una vida fructífera (lit.: activa o enérgica) y
justa, unida a la contemplación (cf. Platón, Gorgias, 508 A).
165.4.
En cambio, la llamada política, de igual manera que la legislación, se
subdivide en magnanimidad cósmica y en [capacidad de] organización
individual, que él llamó orden, armonía y prudencia (o: templanza); esto
sucede cuando los príncipes se ocupan de los súbditos, y los gobernados
son dóciles a los que mandan; ésta es la actividad que Moisés deseó con
empeño que sucediera.
La legislación
166.1.
Además, Platón aceptando que la legislación está relacionada con la
creación [de una sociedad], mientras que la política se preocupa más
bien de la amistad y la concordia, añadió a sus "Leyes" el filósofo de
la "Epínomis" (cf. Platón, Epinomís,
977 A), que conoce mediante los planetas el curso de toda generación. Y
añade finalmente a su "Política" otro filósofo, Timeo, que es astrónomo
y observador del movimiento acompasado de los astros y de la relación
de unos con otros (cf. Platón, Timeo, 27 A; Rm 8,22). [Posiblemente haya después una laguna en el texto original]
166.2.
Así, por tanto, pienso que la finalidad del político y del que vive
conforme a la ley es la contemplación. Por tanto, es necesario hacer
política rectamente, pero es mejor ser filósofo.
166.3. En
efecto, quien es inteligente vivirá toda su vida orientado hacia la
gnosis, y enderezando su vida con buenas obras, despreciando lo
contrario a esto, y buscará los conocimientos (o: las ciencias) que
ayudan a [descubrir] la verdad.
166.4. La ley no es sólo la
costumbre -tampoco lo que se ve constituye la visión-, ni cualquier
opinión -no lo es la perjudicial-; sino que la ley la es la opinión
buena, y la buena es la verdadera; y es verdadera la que descubre el ser
y lo alcanza. "El que es me envió" (Ex 3,14), dice Moisés.
166.5.
Algunos [los estoicos], siguiendo evidentemente esa opinión buena, han
definido la ley: "recta razón", porque prescribe lo que se debe hacer.
Pero prohíbe lo que no debe hacerse.
Capítulo XXVI: Los griegos y la Ley de Moisés
La Ley fue el pedagogo que nos condujo a Cristo
167.1.
Por todo ello, con razón se dice que la ley fue dada por Moisés (cf. Jn
1,17); ella constituye la norma de lo justo y de lo injusto. Y
legítimamente la deberíamos llamar institución divina (lit.: lo que se
establece: thesmos), porque ha sido transmitida por Dios a través de Moisés. Además contiene un camino hacia Dios.
167.2.
También Pablo dice: "La ley fue establecida por causa de las
transgresiones, hasta que viniera la descendencia a quien había sido
dada la promesa" (Ga 3,19). Luego, como desarrollando su pensamiento,
añade: "Antes de venir la fe estábamos custodiados encerrados bajo la
ley" (Ga 3,23); sin duda por el temor del pecado;"hasta que se revelara
la fe. De modo que la ley fue nuestro pedagogo [para conducirnos] hacia
Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe" (Ga 3,23-24).
167.3.
El legislador es el que asigna lo conveniente a cada cometido del alma y
a las obras asignadas a cada uno; en resumen, Moisés era una ley
viviente, gobernada por la bondad del Verbo (Logos).
La sabiduría legisladora
168.1.
Así, por tanto, [Moisés] suministró una buena política: la que
constituye una hermosa "educación de los hombres" (Platón, Menexeno, 238 C) [para vivir] en sociedad (koinonia). También practicó la jurisprudencia, que es una ciencia correctora de los errores, en vista de la justicia.
168.2.
Junto a ésta se encuentra la [legislación punitiva], que es la ciencia
de la medida en los castigos. Y un castigo justo constituye una mejora
del alma.
168.3. Toda la orientación de Moisés, por decirlo así,
es educativa respecto a los hombres susceptibles de hacerse virtuosos, y
captativa (lit.: cazadora) respecto a los similares a éstos, y, así,
viene a ser una estrategia. La capacidad de tratar como se debe a
quienes han sido conquistados (lit.: cazados) por la razón pertenece
ciertamente a la sabiduría legisladora (lit.: función legisladora); en
efecto, atraer y tratar es propio de esa [sabiduría], regia en sumo
grado.
168.4. En todo caso, los filósofos [estoicos] proclaman
que únicamente el sabio es rey, legislador, estratega, justo, santo, y
amigo de Dios. Si nosotros encontramos todo esto en Moisés, como se
demuestra por las Escrituras mismas, entonces podremos declarar, con
plena confianza, que Moisés realmente es sabio.
El arte de pastor y la ciencia de las leyes
169.1.
Lo mismo que llamamos arte de apacentar rebaños (o: ciencia pastoril) a
la acción de cuidar las ovejas, "puesto que el buen pastor da la vida
por las ovejas" (Jn 10,11), así también llamamos ciencia de las leyes el
formar la virtud de los hombres, reavivando, en lo posible, lo bueno
que hay en el hombre, guiando y cuidando el rebaño de los hombres.
169.2.
Y si la grey que menciona alegóricamente el Señor no es otra que el
rebaño de los hombres (cf. Jn 10,16), Él mismo será pastor y también
buen legislador del único rebaño de las ovejas que oyen su voz, el único
cuidador, el que busca a la [oveja] perdida (cf. Lc 15,4 ss.; 19,10; Mt
18,11 ss.), y la encuentra con la ley y la palabra, puesto que es "la
ley espiritual" (Rm 7,14), y la conduce a la felicidad; porque quien es
espiritual nace por el Espíritu Santo (cf. Jn 3,6).
169.3. Y es
realmente legislador quien no sólo promulga cosas buenas y bellas, sino
también quien las ha experimentado. Y su ley, que tiene ciencia, es un
mandamiento salvador, o mejor, la ley es un mandato [lleno] de ciencia,
"porque la Palabra de Dios es fuerza y sabiduría" (1 Co 1,24).
169.4.
Ahora bien, el intérprete de las leyes es aquel mismo a través del cual
"fue dada la ley" (Jn 1,17); él es el primer intérprete de los
mandamientos divinos, el Hijo Unigénito que nos revela el seno del Padre
(cf. Jn 1,17-18).
El verdadero origen de la legislación griega
170.1.
Desde entonces, quienes obedecen la ley, por el hecho de tener algún
conocimiento, no pueden no creer o desconocer la verdad; por el
contrario, los incrédulos, quienes de ningún modo se preocupan de las
obras, confiesan ellos mismos desconocer la verdad más que otros.
170.2.
¿En qué consiste, pues, la incredulidad de los griegos? En no querer
obedecer a la verdad, que proclama que la Ley es algo divino que nos ha
sido dada mediante Moisés, puesto que también ellos honran a Moisés en
sus propios escritos.
170.3. Platón, Aristóteles y Éforo cuentan
que Minos visitaba la gruta de Zeus y que recibía las leyes de Zeus cada
nueve años (otra traducción: ocho); y escriben que Licurgo iba con
frecuencia a Delfos, para ser educado por Apolo en el arte de dar leyes;
Camaileón de Heraclea, en el [tratado] "Sobre la embriaguez", y
Aristóteles, en su "Constitución de Locros", hacen notar que Zaleuco de
Locros recibía las leyes de Atenea.
170.4. Y quienes se alegran
porque poseen la legislación griega, como si fuera algo divino para
ellos, a semejanza del don profético de Moisés, son unos insensatos (o:
ingratos), porque no reconocen que de la misma fuente derivan tanto la
verdad, como el modelo de lo que cuentan en sus historias.
Capítulo XXVII: La pedagogía de la Ley
El castigo que cura el alma
171.1.
Por tanto, nadie ataque (lit.: profiera invectivas) a la ley por los
castigos, como si no fuera buena y honesta. En efecto, si el que cura la
enfermedad del cuerpo tiene fama de bienhechor, será mucho mejor
protector quien intenta alejar un alma de una injusticia, porque el alma
es más preciosa que el cuerpo.
171.2. A causa de la salud del
cuerpo soportamos amputaciones, quemaduras y tomamos medicamentos, y
quien suministra esos remedios es llamado salvador y médico. No es por
inquina para con el paciente ni por malevolencia el que, según lo
exigieren la razón y la técnica, ampute algunos miembros para que los
sanos no se contagien con ellos; y nadie acusará de maldad al médico por
su arte.
171.3. En cambio, ¿a causa del alma no soportaremos
igualmente, sea el destierro, sea el pagar multas, sea la cárcel, con
tal que uno adquiera, a cambio de la injusticia, la justicia?
171.4.
La ley, en efecto, es protectora de los dóciles, educa la religiosidad,
sugiere las obligaciones y aparta a cualquiera de los pecados,
imponiendo penas a sus [faltas] constantes; pero, cuando observa
igualmente que alguien parece incurable, porque camina hacia el más alto
grado de injusticia, entonces se preocupa de los otros, para que no se
corrompan al lado de aquel, como cuando se amputa un miembro del cuerpo
entero, así da muerte a ese tal y eso es lo más saludable.
Las enseñanzas de la Sagrada Escritura
172.1.
Dice el Apóstol: "Juzgados por el Señor, somos corregidos (lit.:
educados) para no ser condenados con el mundo" (1 Co 11,32).
172.2.
Y el profeta había anunciado: "Castigándome el Señor me educó, pero no
me entregó a la muerte" (Sal 117,18). Y dice: Te corrigió para que
aprendieras su justicia, te probó y te hizo pasar hambre y sed en el
desierto, para conocer todos sus juicios y decisiones (o: sentencias) en
tu corazón, los cuales yo te mando hoy, y comprendas en tu corazón que,
como un hombre educa a su hijo, así te educará el Señor nuestro Dios"
(Dt 8,2-3. 11. 5).
172.3. Pero puesto que el ejemplo hace a uno
prudente (o: sensato), dice [la Escritura] a continuación: "El
precavido, viendo un peligro, se protege, corrigiéndose a sí mismo con
fuerza, porque el temor del Señor es el origen de la sabiduría" (Pr
22,3-4).
El camino de la verdadera sabiduría
173.1.
El bien mayor y más perfecto es que uno pueda pasar del mal
comportamiento a la virtud y a la buena conducta, como manda la ley.
173.2.
Incluso también cuando alguien ha caído en un mal irremediable,
prisionero de la injusticia y de la ambición (o: avidez), recibirá un
beneficio con la condena a muerte.
173.3. Porque la ley es
bienhechora, al poder hacer a unos de injustos justos con solo que
quieran oírla, y a otros al librarlos de los males presentes.
173.4.
Promete también la inmortalidad a quienes han decidido vivir prudente y
justamente. "Conocer la ley es propio de buena inteligencia" (Pr 9,10).
Y también: "Los hombres malvados no conocen la ley; pero los que buscan
al Señor conocen todo lo buen" (Pr 28,10).
173.5. Es necesario
que la Providencia que gobierna sea soberana y buena. Porque con ambas
cosas su poder administra la salvación: por un lado, como soberana,
corrigiendo con el castigo; por otro, como bienhechora, regalándonos con
favores.
173.6. No hay que ser "hijo de desobediencia" (Ef 2,2;
5,6; Col 3,6), sino "pasar de las tinieblas a la vida" (1 Jn 3,14; cf.
Jn 5,24), y, prestando oídos a la sabiduría (cf. Pr 2,2), ser, primero,
un esclavo de Dios (cf. Nm 12,7), según ley, (y) luego hacerse un fiel
servidor (cf. Hb 3,5), temeroso del Señor Dios (cf. Sal 111,1); y si
alguien subiera más alto, será inscrito entre los hijos (cf. Ga 3,26),
cuando "la caridad cubra la muchedumbre de los pecados" (1 P 4,8)
entonces ése tal (o: ésos), introducido en la elegida filiación de los
amigos de Dios (cf. 2 Cro 20,7; Jn 15,14-15; St 2,23), habiendo crecido
en el amor, recibirá el cumplimiento de la bienaventurada esperanza; y
al punto suplicará, diciendo: "El Señor sea mi Dios" (Gn 28,21).
La Ley y el Evangelio
174.1.
Los bienes de la Ley nos los hizo ver el Apóstol en este pasaje
dirigido a los judíos, cuando escribe, si no me equivocó, así: "Si tú,
que llevas el nombre de judío y descansas en la Ley y te glorías en Dios
y conoces la voluntad de Dios y estimas lo mejor, instruido por la Ley,
y presumes de ser guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas,
preceptor de necios, maestro de niños, tienes en la Ley la esencia del
conocimiento y de la verdad" (Rm 2,17-20).
174.2. En efecto,
reconoce que la Ley tiene ese alcance. Otra cosa es que quienes no
adaptan su conducta a la Ley, se jacten de vivir en la Ley.
"Bienaventurado el varón que halló la sabiduría, el mortal que vio la
prudencia (Pr 3,13), y de su boca -es decir de la sabiduría- brota la
justicia, y lleva en su lengua la ley y la misericordia" (Pr 3,16).
174.3.
Obra de un único Señor, que es "fuerza y sabiduría de Dios" (1 Co
1,24), son la ley y el evangelio; y el temor que la Ley engendró es
misericordioso en orden (o: que conduce) a la salvación. "Que no te
falten compasión, fe y verdad, átalas alrededor de tu cuello" (Pr 3,3).
La finalidad de la ley es el amor
175.1.
De igual manera que en Pablo, la profecía echa en cara al pueblo el no
comprender la Ley: "Ruina y aflicción en sus caminos, y no conocieron el
sendero de la paz (Is 59,7-8); ni el temor de Dios está ante sus ojos"
(Rm 3,18; cf. Sal 36,2).
175.2. "Alegando ser sabios, se hicieron
insensatos (Rm 1,22). Porque sabemos que la Ley es buena si uno la usa
legítimamente; pero quienes queriendo ser maestros de la Ley, dice el
Apóstol, no comprenden ni lo que dicen, ni acerca de qué hacen
afirmaciones; porque la meta del precepto es el amor [procedente] de un
corazón puro, de una conciencia buena y de una fe no fingida" (1 Tm 1,8.
7. 5).
Capítulo XXVIII: Moisés es maestro de Platón también en la dialéctica
Las cuatro partes de "la filosofía mosaica"
176.1.
Ahora bien, la filosofía mosaica [= ley mosaica] se divide en cuatro
partes: una es la histórica, y la legislativa propiamente dicha, ambas
son específicas de la actividad ética; la tercera, en cambio, es la
litúrgica (lit.: perteneciente a las ceremonias religiosas), que es
propia de la teoría de la naturaleza;
176.2. y la cuarta, que está por encima de todas, es la parte teológica, la contemplación, como dice Platón (cf. Fedro, 250 C; Symposium, 209 E-210 A; Plutarco, Moralia, 382), de los misterios realmente grandes; no obstante, Aristóteles llama a esa parte metafísica.
176.3.
También, conforme afirma Platón en "El Político" (cf. 287 A), la
dialéctica es la ciencia de la manifestación de los seres; adquirida por
el sabio (o: prudente), no por razón de hablar o hacer algo de lo que
toca a los hombres, como lo practican ahora los dialécticos que se
ocupan de la sofística, sino por razón de poder decir lo agradable a
Dios y practicar todo cuanto le es grato con todas las fuerzas (cf.
Platón, Fedro, 273 E).
La prudencia dialéctica
177.1.
La verdadera dialéctica, combinada con la verdadera filosofía, al
examinar la realidad, sabe distinguir las Dominaciones y las Potestades
(cf. 1 Co 15,24; Ef 1,21); luego trasciende poco a poco hacia la esencia
suprema (o: soberana; lit.: mejor de todos), con ánimo (o: se atreve a)
de estar más allá, junto al Dios del universo; prometiendo, no un
conocimiento empírico de las cosas mortales, sino una ciencia de las
realidades divinas y celestiales, a la cual acompaña también el
(adecuado) manejo de las cosas humanas, en las palabras y en las
acciones.
177.2. Con razón, también la Escritura, queriendo que
nosotros seamos dialécticos de ese modo, aconseja: "Sean cambistas
acreditados (o: de buena reputación)" (texto desconocido; cf. Mt 25,27),
rechazando ciertas cosas y reteniendo lo bueno (cf. 1 Ts 5,21).
177.3.
En realidad, esta misma prudencia dialéctica es capacidad de
discernimiento respecto de lo inteligible, demostración de lo que
inconfundible (lit.: sin mezcla) y manifiestamente (lit.: puramente)
corresponde a cada ser (o: es la sustancia básica de cada ser); es una
facultad de distinguir los géneros de las cosas, que desciende hasta las
más particulares, logrando que cada ser aparezca en su particular
pureza.
Cristo nos revela al Padre del universo
178.1.
Por lo cual sólo ella nos lleva de la mano hacia la verdadera
sabiduría, que es una fuerza divina, conocedora de los seres en cuanto
seres, dotada de perfección, libre de toda pasión; todo ello no se hace
sin la ayuda del Salvador, quien, con la Palabra divina, ha disipado de
la vista de nuestra alma la tenebrosa ignorancia vertida sobre ella por
una mala conducta, y nos ha dado a cambio lo mejor: "que reconociéramos
bien quién es Dios y qué es el hombre" (Homero, Ilíada, V,127).
178.2.
Él es quien mostró realmente cómo conocernos a nosotros mismos; Él es
quien revela al Padre del universo a quien quiere, según es posible que
la naturaleza humana lo comprenda. "Porque, nadie conoce al Hijo sino el
Padre; y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se
lo revelare" (Mt 11,27).
Los cuatro modos de recibir la Ley
179.1.
Con razón el Apóstol dice que conoció "por revelación el misterio del
que escribí antes brevemente (lit.: en breve); en relación a lo cual,
leyendo, pueden darse cuenta de mi comprensión del misterio de Cristo"
(Ef 3,3,-4).
179.2. Dijo "en relación a lo cual pueden" (Ef
3,4), porque sabía que algunos habían tomado únicamente leche, y no
alimento sólido todavía, ni siquiera del todo leche (cf. 1 Co 3,2).
179.3.
De cuatro maneras podemos también comprender (o: aceptar; admitir) la
voluntad de la Ley: o nos muestra un modelo, o nos manifiesta un signo, o
nos impone un mandamiento para una conducta recta, o vaticina como una
profecía.
179.4. Sé bien que discernir y explicar (lit.:decir)
tales cosas es propio de adultos (lit. varones; hombres). En efecto,
comprender la Escritura en toda su extensión no es una Micono (= una de
las islas Cícladas), como dicen los aficionados a los proverbios. Hay
que acercarse a ella con dialéctica, lo más posible, si se desea
alcanzar el progreso de la enseñanza divina.
Capítulo XXIX: La ley proviene del Verbo
Las enseñanzas de los Griegos son nuevas
180.1.
De ahí que el sacerdote egipcio dijera bellamente en Platón: "Oh Solón,
Solón, ustedes, griegos, son siempre niños que no tienen la menor idea
antigua transmitida mediante una doctrina del pasado; no existe ningún
griego antiguo" (Platón, Timeo, 22 B).
180.2.
Al decir "ancianos", daba a entender, creo, los que conocen lo antiguo,
o sea, lo nuestro, como, al contrario, "jóvenes" los que conocen lo
nuevo y estudiado por los griegos, investigando lo producido ayer o
anteayer como si fuera viejo y antiguo.
180.3. Y añadió:
"Enseñanza encanecida por el tiempo", porque nosotros, conforme al
estilo bárbaro, usamos la metáfora de manera simplista y no claramente.
Generalmente, quienes son espirituales por naturaleza acceden sin
esfuerzo a todo el arte de la interpretación.
180.4. Y dice sobre los griegos que sus creencias no difieren mucho de "cuentos de niños" (cf. Platón, Timeo, 23 B), porque no hay que entender esto como cuentos de niños o hechos para los niños.
180.5.
Llama "niños" a las fábulas mismas, como si dijera que todavía no se
ven bien aquellos griegos que se creían sabios; y alude con la
"enseñanza encanecida" a la más antigua de los bárbaros. A esta verdad
opuso la expresión "cuento de niños", para mostrar el carácter mítico de
la tentativa de los más jóvenes [griegos], donde nada hay que no sea
inmaduro, propio de los niños, y haciendo ver que tanto sus cuentos como
sus discursos son infantiles.
La luz de la ley
181.1.
En efecto, la Potencia divinamente habla a Hermas en la revelación,
diciendo: "Las visiones y revelaciones existen a causa de los indecisos,
de los que discuten en sus corazones si estas cosas existen o no"
(Hermas, El Pastor, Visión 3,4).
181.2.
Igualmente, también se ayudan de una abundante erudición para reforzar
sus argumentos, y aseguran y fundamentan sus razonamientos apodícticos,
conforme a sus "ondulantes conocimientos" (cf. Homero, Ilíada, III,108) juveniles.
181.3.
Según la Escritura: "El buen precepto es una lámpara, y luz para el
camino es la ley; porque la educación muestra los caminos de la vida"
(Pr 6,23).
181.4. La ley es la reina de todos, mortales e inmortales, dice Píndaro (Fragmentos, 169).
181.5.
Pero yo deduzco de esas [palabras] al que dio la Ley y admito que
Hesíodo se refiera al Dios del universo, aunque el poeta lo haya dicho
tanteando, y no comprendiendo:
181.6. "El Cronida ha dispuesto
esta ley para los hombres; peces y fieras y aves voladoras: ¡que se
coman entre sí, puesto que no hay justicia entre ellos! Pero a los
hombres les dio la justicia, que es lo mejor de todo" (Los trabajos y los días, 276-279).
El Señor es Ley y Verbo
182.1.
Puede que aluda igualmente a la ley concedida con el nacimiento, o a la
ley que se nos ha dado a continuación, pero ambas, tanto la ley natural
como la aprendida, vienen de Dios, y es única; como dice Platón en el
"Político", el legislador es uno (cf. Platón, Político, 301 C y 309 C-D); y en "Las Leyes" [dice] que uno es el que comprende lo característico de los músicos (cf. Platón, Leyes, 658 E y 659 A); con ello enseña que el Verbon (Logos) es uno y que Dios es uno.
182.2.
Y Moisés aparece llamando al Señor "alianza", cuando dice: "He aquí mi
alianza contigo" (Gn 17,4). Antes también había hablado de "alianza":
"No buscarlo en ningún escrito" (cf. Gn 17,2).
182.3. Ahora
bien, es alianza porque el autor de todo, Dios, dispone -porque "theos"
dice relación a la "thesis"-, y él mismo realiza la disposición de todo
conforme a un orden. En la "Predicación de Pedro" se encuentra que el
Señor es llamado "Ley y Verbo"
LIBRO II
Capítulo I:
Prefacio
Programa del libro segundo
1.1. A continuación
conviene tratar por qué la Escritura ha definido a los griegos
"ladrones" (Jn 10,8) de la filosofía bárbara, como se podrá
demostrar brevemente. En efecto, no sólo expondremos los hechos
extraordinarios de nuestra historia que ellos han copiado y
puesto por escrito, sino que también les convenceremos de haber
sustraído y falsificado nuestros dogmas más importantes, porque
nuestras Escrituras son más antiguas, como ya hemos demostrado
(cf. I,21). Y todo ello por lo que se refiere a la fe y a la
sabiduría, a la gnosis y a la ciencia, a la esperanza y a la
caridad, a la penitencia y a la continencia, y particularmente
al temor de Dios -sencillo enjambre de virtudes auténticas (o:
verdaderas)-.
1.2. Trataremos todo cuanto la declaración
del asunto en cada caso exija, y en particular cómo los que con
sentido práctico han trabajado en la filosofía de los antiguos
(= autores del Antiguo Testamento), han emulado, sobre todo lo
misterioso de la filosofía bárbara, el estilo simbólico y
enigmático, que resulta ser muy útil, o más bien, totalmente
necesario al conocimiento perfecto (gnosis)
de la verdad
Presentación de conjunto del libro segundo
2.1.
Como consecuencia, pienso defenderme respecto de los puntos en
que los griegos nos atacan; recurriremos a algunos (textos) de
las Escrituras, y el judío, oyendo con un poco de serenidad,
podrá convertirse de lo que ha creído a lo que no ha creído.
2.2. En verdad, de ahora en adelante, la crítica dirigida a
los pensadores de noble raza estará impregnada de amor hacia su
vida y hacia las doctrinas originales que ellos han descubierto;
nosotros no pretendemos vengarnos de nuestros acusadores -todo
lo contrario, hemos aprendido a bendecir a quienes nos maldicen
(cf. Lc 6,28; Mt 5,44), aunque dirijan en vano contra nosotros
calumnias difamatorias-. Por el contrario, todo será finalmente
para su conversión, aunque hay algo que también les avergüenza,
llenos de sabiduría como están: ser corregidos por las críticas
de un bárbaro. De modo que puedan entender, tarde ciertamente,
de qué clase son realmente las enseñanzas que tratan de
conquistar con sus viajes de ultramar.
2.3. En cuanto a
que son ladrones, eso lo hemos de probar convincentemente,
despojándolos de su autosuficiencia; en cuanto a lo que es
objeto de su altivez, lo que ellos han descubierto
"investigándose a sí mismos" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 101),
de eso es la crítica. De ahí se deduce que debamos tener en
cuenta el llamado ciclo educativo, para ver su utilidad respecto
de la astrología, la matemática, y el arte mágico de las
encantaciones.
2.4. Precisamente de éstas se glorían
todos los griegos como de las ciencias más elevadas. "Pero quien
reprende con franqueza, proporciona paz" (Pr 10,10).
La práctica auténtica de la
filosofía
3.1. Hemos afirmado varias veces (cf.
I,11,1; I,48,1) que no nos interesa ni nos preocupa hablar bien
el griego (lit.: helenizar). Porque eso sólo sirve para apartar
a muchos de la verdad; en cambio, la práctica auténtica de la
filosofía ayudará a los oyentes a no hablar, sino a pensar.
3.2. Pero quien se preocupa por la verdad, no debe, creo yo,
ajustar su vocabulario con estudiada premeditación, sino que
debe tratar de expresar como pueda lo que desea; porque a
quienes están pendientes de frases y se ocupan de estas, se les
escapan las cosas.
3.3. Es propio de un jardinero el
alcanzar la rosa, que crece entre los espinos, sin hacerse daño;
y es propio del buscador especializado descubrir la perla oculta
entre la carne de la ostra.
3.4. También se dice que las
aves poseen mejor carne, no cuando el alimento es abundante y
está a su disposición, sino cuando ellas mismas deben
seleccionar la comida con esfuerzo, hurgando con las patas.
3.5. Por tanto, si alguien entiende la comparación y desea
alcanzar lo verdadero entre muchos y persuasivos tratados en
lengua griega, como si se tratara del verdadero rostro bajo la
máscara horrorosa, deberá esforzarse y capturará la presa. Así,
dice la Potencia a Hermas, cuando aparece en la visión: "Todo lo
que conviene que te sea revelado se te revelará" (Hermas,
El Pastor, Visión,
III,3,4).
Capítulo II: Sólo por la fe
podemos conocer a Dios
El temor de Dios consiste en
alejarse del mal
4.1. El libro de los
"Proverbios" dice: "No te apoyes en tu propia sabiduría, pero en
todos los caminos procura conocerla, para que enderece tus
caminos; así tu pie no tropezará" (Pr 3,5-6. 23). Con esto
quiere mostrarnos que las obras deben ser consecuentes con la
palabra, y poner de manifiesto que debemos elegir y retener lo
útil de toda educación (paideia).
4.2. Varios son, en efecto, los caminos de la sabiduría
que desembocan directamente en el camino de la verdad, y ese
camino es la fe. "Tu pie no tropezará" (Pr 3,6) se dice a
propósito de quienes parece que tienen la presunción de oponerse
a la única y divina providencia.
4.3. Por eso [la
Escritura] añade: "No te tengas por sensato (o: prudente, sabio)
frente a ti mismo" (Pr 3,7), es decir, conforme a los
razonamientos impíos que se oponen a la economía de Dios;"teme a
Dios" (Pr 3,7), que sólo Él es poderoso (cf. Mt 10,28); de lo
que se deduce que nada puede oponerse a Dios.
4.4. Pero
además enseña claramente a continuación que el temor de Dios es
apartarse del mal. Así dice [la Escritura]: "Apártate de todo
mal" (Pr 3,7). Esta es la educación de la Sabiduría: "El Señor
corrige al que ama" (Pr 3,12), haciéndolo sufrir para que entre
en razón, pero restableciéndolo después en la paz y en la
incorruptibilidad.
Los
cristianos confesamos un Dios cercano
5.1. Por
tanto, la filosofía bárbara que nosotros seguimos es realmente
perfecta y verdadera. Porque dice en el libro de la Sabiduría:
"Él me ha dado un conocimiento inequívoco de los seres, para
conocer la composición del mundo" (Sb 7,17), y lo que sigue
hasta "y las virtudes de las raíces" (Sb 7,20). En todo esto
sintetiza la contemplación (theoría)
de la naturaleza, es decir, de todas las cosas formadas en el
mundo sensible.
5.2. Y a continuación se encuentra una
alusión a los seres inteligibles, cuando añade: "Cuanto
permanece oculto y visible lo he conocido, porque la Sabiduría
me ha enseñado todo lo que ha hecho" (Sb 7,21).
5.3. He
aquí brevemente lo que promete nuestra filosofía. Su estudio,
practicado con una recta conducta, mediante la Sabiduría, que
todo lo ha hecho (Sb 7,21), nos lleva hasta el que es guía del
universo, difícil de comprender y capturar, porque siempre se
retira y se aleja del que va en su persecución.
5.4.
Pero ese mismo ser, aunque muy lejano, ha venido para estar muy
cerca de nosotros. ¡Maravilla inefable! "Yo soy un Dios cercano"
(Jr 23,23), dice el Señor; lejano por la esencia -¿cómo podría
acercarse lo engendrado al que es inengendrado?-; pero está muy
próximo por su poder, que contiene todo en su seno.
5.5.
Dicee [la Escritura]: "Si algo se hiciere a escondidas, ¿yo no
lo vería?" (Ex 33,13). En verdad, el poder de Dios está siempre
presente y nos alcanza con su fuerza vigilante, bienhechora y
educadora.
Dios está
por encima de todo lugar y tiempo
6.1. Por eso
Moisés, persuadido de que Dios jamás será conocido por sabiduría
humana, dice: "Manifiéstate tú mismo a mí" (Ex 33,13), y fue
forzado a entrar "en la oscuridad" (Ex 20,21), donde estaba la
voz de Dios, o sea, en los pensamientos inaccesibles y sin
imágenes acerca del ser; porque Dios no está la oscuridad o en
un lugar, sino por encima de todo lugar, tiempo y de lo que (es)
propio de las cosas creadas.
6.2. Por esa razón no se
halla jamás en una parte, ni como continente ni como contenido,
ni por delimitación alguna o división.
6.3. "¿Qué casa
podrían construirme?" (Is 66,1), dice el Señor. Ni siquiera Él
mismo se la ha construido, puesto que Él no necesita lugar (o:
no puede estar contenido en el espacio), aunque se diga que "el
cielo es su trono" (Is 66,1); pero no está contenido de esa
forma, sino que descansa contento con la creación.
6.4.
Para nosotros, por tanto, es claro que la verdad está escondida,
conforme hemos demostrado con ese solo ejemplo, y dentro de poco
lo estableceremos con otros ejemplos más.
La justicia verdadera
7.1. No pueden, por ende, no ser dignos de aprobación
aquellos que están dispuestos a aprender y son capaces, según
Salomón, "de conocer la sabiduría, y la disciplina, de
comprender palabras sensatas, de alcanzar la destreza del
razonamiento, de entender la justicia verdadera" (Pr 1,2-3)
-porque se entiende que hay otra (justicia), la que se enseña no
conforme a la verdad: la de las leyes griegas y la de los otros
filósofos-.
7.2. Y dice [la Escritura]: "Enderezar los
juicios" (Pr 1,3), no las sentencias de los tribunales, sino que
debemos tener, en nosotros mismos, un criterio sano y seguro (o:
sin error), "para conceder prudencia a los sencillos, y al joven
entendimiento y comprensión. Y un sabio que oiga estas cosas,
decidido a obedecer los mandamientos, será más sabio" (Pr 1,4-5)
según la gnosis; y
"quien sepa reflexionar adquirirá el arte de gobernar y
entenderá las parábolas, las palabras oscuras, las máximas y los
enigmas de los sabios" (Pr 1,6).
7.3. Los inspirados por
Dios y quienes de ellos proceden no proferirán palabras
engañosas, ni tenderán los lazos con los que la mayoría de los
sofistas enredan a los jóvenes, sin ocuparse para nada de lo
verdadero; al contrario, quienes poseen el Espíritu Santo
indagan "las profundidades de Dios" (1 Co 2,10), es decir, que
alcanzan el misterio que envuelve a las profecías.
7.4.
Pero está prohibido dar las cosas santas a los perros (cf. Mt
7,6), mientras que siguen siendo fieras. No conviene dar de
beber del manantial divino y puro, del agua viva (cf. Jn 4,10;
Ap 22,1), a la gente envidiosa, perturbadora, infiel y sin pudor
que ladra contra la investigación.
La fe de los cristianos
8.1. "No se te derramen las aguas fuera de tu fuente,
porque tus aguas han de llegar hasta tus plazas" (Pr 5,16). "La
mayoría de la gente no reflexiona sobre estas cosas; quienes por
casualidad se enfrentan con la realidad, aunque se les explique,
no la comprenden, sino que aparentan entenderla", según el noble
Heráclito (Fragmentos,
22 B 17).
8.2. ¿No te parece que también censura él a
quienes no creen? "Pero mi justo vivirá de la fe" (Ha 2,4), ha
dicho el profeta. Y otro profeta dice: "Si no tienen fe,
ciertamente no comprenderán" (Is 7,9).
8.3. En efecto,
¿cómo podrá un alma contemplar de manera sobrenatural esas
cosas, si rechaza en su interior el creer en la enseñanza misma?
8.4. Por el contrario, la fe que algunos griegos
calumnian como inútil (o: vana) y bárbara es una preconcepción
voluntaria, un asentimiento religioso, "una garantía de lo que
se espera, una prueba de las cosas que no se ven" (Hb 11,1),
según el divino Apóstol. Porque, principalmente "por ella los
antiguos fueron acreditados" (Hb 11,2). "Sin la fe es imposible
agradar a Dios" (Hb 11,6).
La voz de Dios
9.1. Otros han definido la fe como un asentimiento que nos une a
una realidad invisible, como la demostración es el asentimiento
dado sin duda a una realidad que se ignoraba.
9.2. Ahora
bien, si (la fe) es una elección deliberada (o: una
determinación), puesto que tiende hacia un objeto, tal deseo es
reflexivo, y si por otra parte la elección deliberada es el
principio de la acción, también la fe es principio de una acción
consciente, como si uno procurase anticipadamente la
demostración mediante la fe.
9.3. Además, es principio
de inteligencia seguir lo que es útil. Generalmente, una
indagación segura es de una gran ayuda para la [adquisición de
la] gnosis. Así, el
ejercicio de la fe genera una ciencia, basada en un fundamento
sólido.
9.4. Ahora bien, los discípulos de los filósofos
definen la ciencia como una condición que ningún razonamiento
puede conmover. ¿Hay, por tanto, otra postura tan verdadera como
la de la religión, que tiene para sí como único maestro al
Verbo? Pienso que no.
9.5. Teofrasto sostiene que la
sensación es el principio de la fe, puesto que por ella se
transmiten los principios hasta la razón y el pensamiento que
están en nosotros (Teofrasto,
Fragmentos, 13).
9.6. Por eso, quien cree en las
divinas Escrituras con un juicio firme, recibe como demostración
irrefutable la voz de Dios, que nos ha dado las Escrituras; por
ello, la fe no es algo que pueda apoyarse en la demostración.
"Bienaventurados los que no vieron y creyeron" (Jn 20,29).
9.7. Por otra parte, las solicitaciuones de las sirenas
manifiestan un poder sobrehumano e impresionan a quienes se
encuentran en sus proximidades, disponiéndoles a escuchar sus
cantos, aunque ellos mismos no quieran.
Capítulo
III: La fe en los sistemas de Basílides y Valentín
Los errores de los
gnósticos respecto de la fe
10.1. Los seguidores
de Basílides consideran que la fe es algo natural, porque la
atribuyen a la elección, al descubrir las doctrinas sin
demostración alguna, sino mediante una comprensión intelectual.
10.2. En cambio, los valentinianos nos asignan la fe a
nosotros, los simples, pero sostienen que la
gnosis reside en ellos,
que son salvados por su naturaleza, en conformidad con la
superioridad de su origen; y dicen que la
gnosis dista más de la
fe que lo espiritual respecto a lo psíquico.
10.3. Además
los basilianos afirman que la fe y la elección poseen su
respectivo espacio, según su categoría individual; y que
consecuentemente, de la elección supercósmica depende en toda
naturaleza la fe cósmica, y también que el don de la fe sería
proporcional a la esperanza de cada uno.
La fe implica una elección
11.1. Si eso es así, la fe no sería resultado de una libre
determinación, sino de un privilegio de la naturaleza; así
tampoco sería responsable el que no cree, ni merecería un
castigo justo; lo mismo que el creyente tampoco sería
responsable. De esta manera, cuanto hay de personal y diferente
realmente en nosotros por la fe o la incredulidad, no estará
sometido ni a alabanza ni a reproche para quien bien razona, ya
que todo se encuentra predeterminado por la necesidad natural,
surgida del que tiene poder universal. Y si nosotros estamos
gobernados por una fuerza natural, como por cuerdas, igual que
los objetos inanimados, lo voluntario y lo involuntario resultan
ser nociones superfluas, al igual que el impulso que los dirige.
11.2. En cuanto a mí, no puedo concebir un ser viviente cuya
capacidad impulsiva es resultado de una necesidad, instado por
una causa externa. Entonces, ¿dónde estaría la conversión del
incrédulo, por la que se obtiene el perdón de los pecados? Así,
tampoco sería ya razonable el bautismo, ni el sello bendito, ni
el Hijo, ni el Padre; sino que para ellos Dios viene a ser, me
parece a mí, la distribución de las naturalezas, sin el
fundamento de la salvación que es la fe voluntaria.
Capítulo
IV: Necesidad y preeminencia de la fe
Hemos creído en el Verbo
12.1. Pero nosotros que hemos recibido del Señor, mediante
las Escrituras, que a los hombres se les ha dado la facultad de
elegir y de rechazar libremente, apoyándose en la fe, como
criterio inmutable (o: infalible); demostramos que "el espíritu
está pronto" (Mt 26,41; Mc 14,38), porque hemos elegido la vida
y hemos creído a Dios mediante su voz. Y quien ha creído al
Verbo sabe que eso [que ha creído] es verdadero, porque el Verbo
es verdad (cf. Jn 14,6); por el contrario, quien no ha creído
(al Verbo) que habla, no ha creído a Dios.
12.2. Dice el
Apóstol: "Por fe entendemos que los mundos han sido formados
mediante la palabra de Dios, de modo que de lo invisible ha
tenido origen lo visible; por la fe Abel ofreció un sacrificio
mayor que Caín, y por ello fue declarado justo, dando Dios mismo
testimonio sobre sus ofrendas; y mediante la fe aquél, después
de muerto, habla todavía" (Hb 11,3-4), y lo que sigue hasta
"tener por algún tiempo el goce del pecado" (Hb 11,25). La fe
justificó a esas personas antes de la Ley y las hizo herederas
de la promesa divina (cf. Hb 6,12. 17).
"La fe descansa en la verdad"
13.1. Entonces, ¿para qué retomar en nuestras historias los
ejemplos de fe y aducirlos en testimonio? "Me faltaría tiempo
para recordar a Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y a
los profetas" (Hb 11,32), y lo que sigue.
13.2. Cuatro
son los elementos en que se fundamenta la verdad: sensación,
mente, ciencia y opinión (o: conjetura; suposición); en el orden
natural lo primero es la mente, pero para nosotros y en relación
a nosotros es la sensación; de la sensación y el entendimiento
se constituye la esencia de la ciencia; y común a la mente y a
la sensación es la evidencia.
13.3. Aunque la sensación
sea el peldaño de la ciencia, sin embargo la fe se hace primero
camino mediante las cosas sensibles, luego abandona la opinión,
aspira hacia lo que no es engañoso y descansa en la verdad.
13.4. Si alguien dice que la ciencia es una demostración
conforme a la razón, que sepa que los principios son
indemostrables, porque no son cognoscibles ni por la experiencia
(lit.: técnica) ni por el pensamiento. Éste concierne a los
seres que pueden ser de otro modo, mientras que aquella es sólo
para la acción, no para la contemplación.
"La fe es una gracia"
14.1. Por eso, sólo mediante la fe se puede alcanzar el
principio de todo. Porque toda ciencia puede enseñarse, y lo que
se puede enseñar procede de un conocimiento anterior.
14.2. Pero el principio del universo no era conocido con
anterioridad por los griegos; ni por Tales, que ponía el agua
como causa primera, ni por los otros físicos posteriores.
Anaxágoras fue el primero que puso el espíritu (noys;
o: la mente) por encima de las cosas; pero ni siquiera él le dio
el valor de ser causa creadora, describiendo (lit.: pintaba)
ciertos remolinos carentes de razón, juntamente con la
inactividad y la sinrazón del espíritu.
14.3. Por eso
también dice el Verbo: "No se den a ustedes mismos el título de
maestro sobre la tierra" (Mt 23,8. 9), porque la ciencia es un
estado que procede por demostración, mientras que la fe es una
gracia que hace subir de las cosas indemostrables hasta el ser
absolutamente simple, que no está unido a la materia, ni es
materia, ni deriva de la materia.
Un nuevo modo de conocer
15.1. Por lo que se ve, los incrédulos "arrastran todo desde
el cielo y de lo invisible a la tierra, arrancando sin más con
sus manos piedras y encinas, como dice Platón, pegados a todas
las cosas de ese género, sostienen que sólo existe cuanto ofrece
resistencia y [tiene] contacto; cuerpo y ser son para ellos la
misma cosa...
15.2. Y quienes discuten con ellos se
defienden con mucha precaución, desde lo alto, es decir, de los
lugares invisibles, obstinados en mantener que el verdadero ser
es el de las ideas ininteligibles e incorpóreas" (Platón,
Sofista, 246 A-B).
15.3. "He aquí que yo hago nuevas las cosas" (Is 43,19),
dice el Verbo, "cosas que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni
ascendieron al corazón del hombre" (1 Co 2,9; cf. Is 43,19;
65,17; Is 64,3; 52,15); todo lo visible, audible y que hay en el
corazón, con ojo nuevo, con nuevo oído y nuevo corazón, es
perceptible mediante la fe y la inteligencia, porque los
discípulos del Señor hablan, escuchan y obran de forma
espiritual.
15.4. Existe, en efecto, una moneda auténtica
y otra falsa, que no obstante engaña a los no entendidos, pero
no a los cambistas (o: banqueros), que saben, por la práctica,
separar y discernir la falsa de la verdadera (cf. Mt 23,8). Así,
el cambista dice, sin más, al no entendido que tal moneda es
falsa; cómo, sólo lo saben el cambista conocido y que está
preparado para ello.
15.5. Aristóteles dice que es fe el
juicio que sigue a la ciencia sobre la verdad de una cosa. Por
tanto, la fe es más importante que la ciencia, y constituye su
criterio.
No es
posible oponerse a Dios
16.1. La conjetura, en el
sentido de una frágil suposición, imita la fe, lo mismo que el
adulador imita al amigo y el lobo al perro. Ahora bien, como
vemos que el artesano (o: el carpintero) se hace técnico
aprendiendo ciertas cosas, y el piloto podrá pilotar si se ha
adiestrado en su arte, dándose cuenta de que no basta querer ser
(un hombre) bueno y honesto, sino que es necesario aprender con
docilidad.
16.2. Hacerse dócil frente al Verbo, al que
llamamos Maestro, quiere decir tener fe en Él sin oponernos en
nada. ¿Cómo es posible oponerse a Dios? Por tanto la gnosis se
hace fiel y la fe se hace gnóstica, según un orden y una
reciprocidad establecidas por Dios.
16.3. Por eso
Epicuro, que estimó el placer más que la verdad, también dice
que la fe es una prolepsis (o: prenoción; precaptación de la
mente); y, a su vez, define esa preconcepción como un fijar la
atención en una cosa evidente y en la clara inteligencia de un
objeto; así, no se puede indagar, ni dudar, ni mucho menos
concebir una opinión, ni refutar nada sin la prolepsis.
Feliz el que escucha
17.1. Porque de no tener alguno una prolepsis de lo que
desea ¿cómo podrá saber algo de lo que busca? Pero el que sabe,
ya hace que la prolepsis sea comprensión.
17.2. Pero, si
quien aprende lo hace mediante la prolepsis, que faculta la
elección según se ha dicho, es entonces cuando uno tiene el oído
abierto para escuchar la verdad: "Feliz quien habla a los oídos
de quienes escuchan" (Si 25,9); como, sin duda, es feliz también
quien escucha.
17.3. Pero, escuchar es comprender. Ahora
bien, si la fe no es otra cosa que una prolepsis del pensamiento
respecto a lo que se dice, y está definida como atención,
inteligencia y docilidad, nadie aprenderá sin fe, puesto que
nadie aprende sin prolepsis.
17.4. Así se manifiesta como
lo más verdadero lo que dice el profeta: "Si no tienen fe,
ninguno comprenderá" (Is 7,9). Eso mismo dijo Heráclito de
Éfeso, al parafrasear la sentencia: "Si no esperas lo
inesperado, no lo encontrarás, puesto que no se puede hallar y
es inaccesible" (Fragmentos,
22 B 18).
Los
cristianos son ungidos en Cristo
18.1. Además, el
filósofo Platón también escribió en "Las Leyes": "El que quiera
ser feliz y dichoso debe participar de la verdad desde el
comienzo, para que viva conforme a la verdad el mayor tiempo
posible; porque cree. Pero el que no cree, es quien ama
deliberadamente la mentira. De igual manera el que la ama sin
querer es un necio. Ninguna de estas dos actitudes es
envidiable, porque todo hombre sin fe e ignorante carece de
amigos" (Platón, Leyes,
V,730 B-C).
18.2. Y quizás esa [fe] es la que en el "Eutidemo"
él llama de manera misteriosa "sabiduría real" (Platón,
Eutidemo, 291 D). En el
"Político" dice expresamente: "La ciencia regia es la que
conviene al verdadero rey, y quien la posee, ya sea gobernante
ya particular, recibirá por ello el título de rey, por el
derecho mismo que le confiere su arte" (Platón,
Político, 259 A-B y 292
E).
18.3. Por eso cuantos han creído en Cristo son y se
definen como los ungidos, como regios, en cuanto que son objeto
de cuidado regio. Así, "como los sabios son sabios por la
sabiduría y los justos son justos por la justicia" (Platón,
Minos, 314 C), así
también los cristianos, (discípulos) de Cristo son regios
gracias a Cristo Rey (o: así también los ungidos son regios
gracias al Rey y cristianos por Cristo).
18.4. Y poco
después, [Platón] añade con claridad: "Lo que es recto sin duda
es legal, y la recta razón es ley, porque tal es por naturaleza,
no por ser redactada mediante escritos o de otra manera"
(Platón, Minos, 317
B-C). Y el extranjero de Élea define al hombre regio y político
como "ley viviente" (Platón,
Político, 295 E y 311 B-C).
El verdadero sabio
19.1. Tal es el que cumple la ley y "hace la voluntad del
Padre" (Mt 7,21; 21,31), y su nombre está inscrito delante de
todos sobre un madero altísimo, propuesto como ejemplo de virtud
divina para los que pueden ver claro.
19.2. Los griegos
saben que por ley los scitales
(despachos) de los efóros
(jefes) espartanos estaban grabados sobre palos; pero la ley de
la que yo hablo es regia y viviente, como se ha dicho; también
es la recta razón: "La ley es reina de todos, mortales e
inmortales", como dice Píndaro de Tebas (Fragmento,
169).
19.3. También Espeusipo en el [libro] primero "A
Cleofonte" parece expresarse, como Platón, en los siguientes
términos: "Si la realeza es cosa buena y si únicamente el sabio
es rey y soberano, también la ley, que es un discurso recto, es
buena" (Espeusipo, Fragmentos,
169). Y así es ciertamente.
19.4. Los filósofos estoicos
establecieron un principio que es la consecuencia de aquella
sentencia, cuando atribuyen tan sólo al sabio: la realeza, el
sacerdocio, la profecía, el poder de dar leyes, la riqueza, la
verdadera belleza, la nobleza y la libertad. Precisamente por
eso, ellos mismos reconocen que es muy difícil encontrar un
sabio.
Capítulo V:
Las maravillas de la fe
"El sabio es amado por Dios"
20.1. Todas esas doctrinas mencionadas aparecen difundidas
entre los griegos gracias al gran Moisés. Él enseña que todo
pertenece al sabio con estas palabras: "Y porque Dios tuvo
piedad de mí, todo es mío" (Gn 33,11).
20.2. Indica que
el sabio es amado por Dios cuando dice: "Dios de Abrahán, Dios
de Isaac, Dios de Jacob" (Gn 33,11; Ex 3,16). En efecto, se
constata que uno (= Abraham) es llamado abiertamente "amigo" (St
2,23; cf. Is 41,8; 2 Cro 20,7), mientras que el otro (= Jacob)
aparece con el nombre cambiado como "aquel que ve a Dios" (Gn
32,29-31); a Isaac en fin, presentándolo alegóricamente como
víctima consagrada (cf. Gn 22), se lo escogió para que nos sea
figura (lit.: tipo) de la economía salvadora (o: modelo de la
economía de nuestro Salvador).
20.3. También Minos es
celebrado entre los griegos como "el rey confidente de Zeus
durante más de nueve años" (Homero,
Odisea, XIX,179); éstos
supieron que Dios había conversado en otro tiempo con Moisés
"como si alguien hablara con su amigo" (Ex 33,11).
Cristo es el único sumo
sacerdote
21.1. Así, por tanto, Moisés fue sabio,
rey y legislador. Pero nuestro Salvador está por encima de toda
humana naturaleza (cf. Hb 3,3). Él es bello, por eso es el único
amado por los que aspiramos a la verdadera belleza, "porque él
era la luz verdadera" (Jn 1,9).
21.2. También Él es
proclamado rey por los niños ingenuos y por los judíos
incrédulos e ignorantes, y es anunciado por los profetas mismos,
como se ha demostrado (cf. Lc 19,38; Za 9,9; Sal 117,26).
21.3. Él es rico, hasta el punto de despreciar toda la
tierra y el oro que hay por encima y por debajo de ella, dones
ofrecidos por el adversario, junto con toda la gloria (cf. Mt
4,8-10).
21.4. ¿Es necesario decir que sólo Él es el sumo
sacerdote que conoce el servicio de Dios, "el rey de paz,
Melquisedec" (Hb 7,12), el más apto para dirigir al género
humano?
21.5. También es legislador, puesto que da la Ley
por boca de los profetas, prescribe muy claramente, y enseña lo
que se debe o no hacer.
La verdadera riqueza
22.1. ¿Por otra parte, quién puede haber más noble que Él,
cuyo único Padre es Dios? Y aquí mencionemos a Platón, que
aplica los mismos principios. Ya llamó rico al sabio en el
"Fedro": "¡Oh querido Pan, dice, y cuantos otros dioses están
por aquí: ojalá me concedan adquirir la belleza interior, y que
cuanto tengo en lo exterior esté en amistad con lo interior, y
que pueda tener por rico al sabio!" (Platón,
Fedro, 279 B).
22.2. En otro lugar, al reprochar a quienes pensaban que eran
ricos por poseer muchos bienes, el Extranjero de Atenas dice:
"Es imposible que sean verdaderamente ricos y buenos aquellos a
quienes la gente tiene por ricos, puesto que llaman así a
quienes, muy pocos, poseen bienes de muchísimo precio, que
también un hombre malvado puede poseer" (Platon,
Leyes, V,724 E).
22.3. Dice Salomón: "Todo el mundo entero de las riquezas es
del hombre de fe, pero del infiel ni un óbolo" (Pr 17,6
LXX). Tanto más es
necesario creer a la Escritura, cuando dice que "un camello
pasará por el ojo de una aguja" (Mt 19,24; Mc 10,25; Lc 18,25)
más rápido que (llegue a) filosofar un rico.
22.4. Llama
bienaventurados a los pobres (cf. Lc 6,20; Mt 5,3); como lo
comprendió Platón, al decir: "Es necesario considerar como
pobreza no la disminución de la propiedad, sino el crecimiento
de la insaciabidad" (Platón,
Leyes, V,736 E). En efecto, no es la pequeña fortuna,
sino el deseo insaciable, lo que el hombre honesto (lit.: bueno)
debe abandonar si quiere ser rico.
22.5. En el
"Alcibíades", [Platón] define el vicio como "cosa de esclavos",
y la virtud como "digna de los hombres libres" (Platón,
Alcibíades, I,135 C). Y
la Escritura dice: "Quiten de su espalda el yugo pesado y tomen
el suave" (cf. Mt 11,29), así como también los poetas llaman
"servil" al "yugo" (Esquilo,
Siete contra Tebas, 50). Y lo de: "Fueron vendidos a sus
pecados" (Is 50,1; Rm 7,14), está de acuerdo con las anteriores
expresiones. "Todo el que comete pecado es esclavo" (Jn 8,34).
22.6. Pero "el esclavo no permanece en la casa para siempre.
Pero si el Hijo los libera (Jn 8,35-36), serán libres, y la
verdad los hará libres (Jn 8,32).
22.7. El Extranjero de
Atenas, por otra parte, define como bello al sabio, cuando dice:
"Así, por tanto, si alguno quisiera mantener que los justos, por
deformes que sean en el cuerpo, son no obstante muy hermosos
debido a su carácter perfectamente justo, jamás sería exponerse
a dar la impresión de que sobrepasaba cualquier medida" (Platón,
Leyes, IX,859 D-E)
22.8. Y la profecía predijo: "Su aspecto era deforme, ante
todos los hijos de los hombres" (Is 53,3). Y Platón dijo en el
"Político" que el sabio es rey, y la frase está a la vista (cf.
II,18,2; Platón, Político,
259 A-B).
La
fe, madre de virtudes
23.1. Demostradas esas
cosas, volvamos de nuevo a nuestro tema sobre la fe. También
Platón expresa la necesidad universal de la fe con una auténtica
demostración, a la vez que elogia la paz:
23.2. "Fiel y
equilibrado en las disputas, uno no podrá jamás prescindir de
una perfecta virtud. Hombres luchadores, dispuestos a morir en
batalla, abundan mucho entre los mercenarios, pero éstos
resultan la mayoría desertores, injustos, violentos e
insensatos, a excepción de muy pocos. Si estas palabras son
válidas, todo legislador, que tenga un mínimo de habilidad,
establecerá las leyes teniendo en cuenta más que ninguna otra la
mayor de las virtudes" (Platón,
Leyes, I,630 B-C).
23.3. Y esa es la fidelidad que necesitamos en todo momento,
en la paz, en toda guerra y en cualquier circunstancia de la
vida; porque parece comprenderlas y abarcarlas a todas las
demás.
23.4. "Lo mejor, sin embargo, no es ni la guerra
ni la sedición. Es despreciable necesitar de ellas. Lo mejor es
la paz y la recíproca benevolencia" (Platón,
Leyes, I,628 C).
23.5. Por eso se manifiesta que la mayor aspiración, según
Platón, sea permanecer en la paz; pero madre principal de las
virtudes es la fe.
"La
sabiduría es inteligencia"
24.1. Correctamente, en
consecuencia, se dice en el libro de Salomón: "La sabiduría está
en la boca de los hombres de fe" (Si 34,8). Igualmente,
Jenócrates en el [libro] "Sobre la inteligencia" afirma que la
sabiduría es conocimiento de las causas primeras y de la esencia
inteligible; establece dos clases de inteligencia: la práctica y
la teórica; ésta sería precisamente la sabiduría humana (Jenócrates,
Fragmentos, 6).
24.2. Por eso la sabiduría es inteligencia, pero no toda
inteligencia es sabiduría. Y ya está aclarado que la ciencia del
principio del universo es la fe, y no la demostración.
24.3. En efecto, es absurdo que los seguidores de Pitágoras de
Samos refutaran las demostraciones de los problemas y
consideraran razón de fe la expresión "él lo ha dicho" (Diogeniano,
Paroemiae, III,19), y
se contentaran con esa única proposición para la certeza de
cuanto habían aprendido, mientras que otros, que "aman
contemplar la verdad" (Platón,
República, V,475 E), pretendan no creer a un Maestro
digno de fe, al único Dios salvador, y reclamen de Él las
pruebas de lo que ha dicho.
24.4. Pero Él dice: "Quien
tenga oídos para oír, que oiga" (Mt 11,15). Y ¿quién es Él?
Hable Epicarmo: "El espíritu ve, el espíritu oye; el resto es
sordo y ciego" (Epicarmo,
Fragmentos, 249).
24.5. Heráclito, al reprender a
ciertos "incrédulos, dice, que no saben ni escuchar ni hablar"
(Heráclito, Fragmentos,
22 B 19), ayudado sin duda por Salomón: "Si te gusta escuchar,
aprenderás; y si inclinas tu oído, serás sabio" (Si 6,33).
Capítulo VI: La fe, el arrepentimiento, la caridad, la gnosis
La palabra del Señor
25.1. Dice Isaías: "Señor, ¿quién creyó en lo que nosotros
oímos?" (Is 53,1). "Porque la fe viene del oír, y el oír,
mediante la palabra de Dios" (Rm 10,17), dice el Apóstol.
25.2. "¿Cómo invocarán al que no creyeron? Y ¿cómo creerán a
quien no oyeron? Y ¿cómo oirán si nadie les proclama? Y ¿cómo
proclamarán sin haber sido enviados? Según está escrito: "¡Qué
hermosos los pies de los anuncian buenas nuevas!"" (Rm 10,14-15;
Is 52,7).
25.3. ¿Ves cómo el [Apóstol] hace remontar la
fe, mediante el anuncio (lit.: el oír) y la predicación (lit.:
proclamación) de los Apóstoles, hasta la palabra del Señor,
hasta el Hijo de Dios? ¿Y aún no entendemos que la palabra del
Señor es demostración?
25.4. Así como el juego de pelota
no depende sólo del que según (las reglas) del arte tira la
pelota, sino que requiere además alguien que la reciba con el
debido ritmo, para que la gimnasia se realice según las reglas
(del arte) de la pelota; así también la enseñanza es digna de
crédito cuando la fe de los oyentes facilita el aprendizaje, que
es, por así decirlo, una especie de técnica natural.
Arrepentimiento y gnosis
26.1. También cuando un terreno es fecundo coopera con la
acción de la semilla. Por eso no hay provecho alguno en la
educación, aunque sea la mejor, sin la disponibilidad del
alumno; tampoco existe [provecho alguno] en la profecía, cuando
falta la docilidad de los oyentes.
26.2. Las pajas secas,
dispuestas para recibir la capacidad de ser quemadas, se
encienden más fácilmente; y la piedra que, bien conocida por
ello, atrae al hierro por semejanza de naturaleza, al igual que
la resina de ámbar amarillo atrae las pajas secas y el electro
remueve los montones de paja. Y las cosas que son atraídas les
obedecen arrastradas (o: atraídas) por un misterioso soplo, no
como causas, sino como concausas.
26.3. Existen dos
clases de maldad: la que actúa mediante engaño y simulación, y
otra que empuja y arrastra con violencia; ahora bien, el Verbo
divino ha lanzado su voz para llamar a todos los hombres,
apareciéndose principalmente a aquellos que no habían obedecido
(o: aún conociendo muy bien a aquellos que no le obedecerían);
pero, con todo, como en nuestra mano está el sí y el no
obedecer, para que no puedan algunos pretextar ignorancia, ha
lanzado justamente su llamada, y no exige sino lo que cada uno
puede.
26.4. Hay quienes poseen juntamente el querer y el
poder, al haber acrecentado sus dotes [personales] mediante el
ejercicio, y están purificados; otros, aunque todavía no pueden,
sin embargo poseen ya el querer. El desear una acción es propio
del alma, pero ponerla en práctica no es posible sin el cuerpo.
26.5. El valor de las acciones no solo se mide únicamente
por el resultado (lit.: el fin), sino que se juzga también por
la elección de cada uno, aunque realice su elección a la ligera,
y si está arrepentido de las faltas cometidas, si tiene
conciencia de los errores en los que ha caído, y si los
reconoce, es decir, los reconoce posteriormente. Porque el
arrepentimiento es un conocimiento (gnosis)
tardío, mientras que la ausencia de pecado es la
gnosis primera.
La esperanza nace de la fe
27.1. También la conversión es un éxito (o: un acto virtuoso
producido por) de la fe. Porque, si no se cree que es pecado la
actitud en la que se ha permanecido anteriormente, no se
convertirá. Y si no se cree que el que comete una falta merece
un castigo, y que existe una salvación para quien vive conforme
a los mandamientos, nadie se convertirá (lit.: cambiará). Por
eso, también la esperanza surge de la fe.
27.2. Tanto es
así que los seguidores de Basílides definen la fe como un
asentimiento del alma acerca de las cosas que no afectan a los
sentidos porque no le están presentes. Ahora bien, la esperanza
es expectativa de la posesión de un bien; pero la esperanza
necesariamente es fiel. Fiel es el que guarda cuidadosamente lo
que se le confía; y a nosotros se nos han confiado las palabras
que se refieren a Dios y las palabras divinas, los mandamientos
con la práctica de los preceptos.
27.3. Ese es el
"servidor fiel" (Mt 24,45; 25,21) alabado por el Señor. Y cuando
[el Apóstol] dice: "Dios es fiel" (1 Co 1,9; 10,13; 2 Co 1,18),
indica que, al revelarse, es digno de fe; pero es el Verbo
divino quien se revela, y ciertamente Dios mismo es digno de fe.
27.4. ¿Cómo, si creer es conjeturar (o: suponer), los
filósofos creen que sus propias ideas son firmes? Porque no es
una conjetura el asentimiento voluntario antes de una
demostración, sino un asentimiento a un fuerte (o: asentimiento
a una autoridad válida).
La benevolencia del Señor
28.1. ¿Pero quién es más poderoso que Dios? La incredulidad
es una conjetura débil (y) negativa de (la proposición)
contraria; lo mismo que la desconfianza es la actitud que acepta
con dificultad la fe. Y la fe es una conjetura voluntaria y una
sabia prolepsis (precaptación) anterior a la comprensión; y la
espera es la representación de algo futuro (o: una espera de
algo futuro); mientras que en otros casos la espera es una
opinión de lo incierto; pero la confianza es un juicio firme
sobre algo.
28.2. Por eso nosotros creemos en aquel en
quien hemos confiado, para gloria de Dios y salvación (nuestra).
Y hemos puesto nuestra confianza en el único Dios, porque
sabemos que Él no quebrantará las hermosas promesas que nos ha
hecho, y a lo que por causa de ellas ha creado y nos ha
concedido con benevolencia.
28.3. Ahora bien, la
benevolencia es un querer bienes para otro por ese otro mismo.
Porque Él no tiene necesidad de nada; la benevolencia y la
benignidad del Señor, se realiza en favor nuestro; son una
benevolencia divina, y son una benevolencia que tiene por
finalidad hacer el bien.
28.4. Si "a Abrahán que tuvo fe
(ésta) le fue reconocida por justicia" (Gn 15,16; Rm 4,3. 9. 22;
Ga 3,6; St 2,23), y nosotros somos descendencia de Abraham por
(la palabra) oída (o: por la predicación), también nosotros
debemos creer. Porque nosotros somos israelitas que obedecemos
no mediante signos, sino por la palabra oída (o: la
predicación).
28.5. Por ello se dijo: "Regocíjate,
estéril, que no has parido; entona un grito de alegría, tú, que
no has estado de parto; porque son más los hijos de la
abandonada que los de la que tiene marido" (Is 54,1; cf. Ga
4,27). "Has vivido para entrar en el recinto del pueblo, tus
hijos fueron bendecidos para entrar en las tiendas de los
padres" (cf. Is 54,2-3. 10).
28.6. Puesto que las mismas
moradas están prometidas por la profecía a los patriarcas y a
nosotros, es el mismo Dios el que se revela (lit.: muestra) en
los dos Testamentos.
Un
único Señor
29.1. En efecto, se añade más
claramente: "Has heredado el testamento de Israel" (cf. Is
54,10), aludiendo al llamamiento a los gentiles: a la mujer
antes estéril de ese marido que es el Verbo, abandonada
anteriormente por el novio.
29.2. "El justo vivirá de la
fe" (Rm 1,17); la fe según el [Nuevo] Testamento y los
mandamientos, porque éstos que son dos por el nombre y el
tiempo, habiendo sido concedidos por la divina economía,
teniendo en cuenta la edad y el progreso, en realidad tienen la
misma fuerza, el Antiguo y el Nuevo, y por medio del Hijo nos
vienen del único Dios.
29.3. Por eso, también en la
"Carta a los Romanos" el Apóstol dice: "La justicia de Dios se
manifiesta en Él, procediendo de fe a fe" (Rm 1,17); (así) nos
enseña que la única salvación, desde la profecía hasta el
Evangelio, se ha realizado por un único y mismo Señor.
29.4. También dice: "Este encargo te encomiendo, hijo Timoteo,
conforme a las profecías precedentes sobre ti: combate por ellas
la buena batalla, teniendo fe y buena conciencia; algunos, por
haberla rechazado, naufragaron en la fe" (1 Tm 1,18-19), porque
han mancillado con su incredulidad la conciencia que viene de
Dios.
La fe
basada en el amor es una realidad divina
30.1. Por
consiguiente, no es razonable acusar con facilidad a la fe de
ser cosa fácil, vulgar, y también de referirse a hechos
irrelevantes. Si su actividad fuese humana, como algunos griegos
supusieron, habría desaparecido (cf. Hch 5,38-39). Pero todavía
se propaga y no hay lugar en el que no exista.
30.2. Yo
afirmo que la fe, basada en el amor o en el temor, como
prefieren los detractores, es cosa divina, ya que no ha sido
desgarrada por otros afectos mundanos, ni se encuentra diluida
por temor presente alguno.
30.3. Porque la caridad con el
amor a la fe hace a los creyentes, y la fe, por su parte, es
fundamento de la caridad, correspondiendo así a su beneficio. Y
cuando el temor es el pedagogo de la ley, a partir del momento
que se cree, también la existencia del temor es objeto de fe.
30.4. Si el existir se demuestra con el actuar, lo que está
por venir y amenaza, pero no actúa ni está presente, es objeto
de fe; y si su existencia es objeto de fe, en cuanto tal no es
generador de fe, porque es la fe la que lo hace digno de
credibilidad.
La fe es
el fundamento de la verdad
31.1. Divino es ese
trueque (o: gran cambio), gracias al que un individuo pasa de la
incredulidad a ser creyente, y empieza a creer por la esperanza
y el temor. Así, la fe se presenta ante nosotros como la
navegación primera hacia la salvación; después de ella, el
temor, la esperanza y la conversión, que juntamente con la
continencia y la paciencia, nos conducen al amor y a la
gnosis.
31.2.
Con razón dice el apóstol Bernabé: "Estoy deseando entregarles
una parte de lo que he recibido, para que junto con su fe posean
también la gnosis perfecta. Son ayudas de nuestra fe el temor y
la paciencia; y nuestros aliados son la longanimidad y la
continencia. Esas virtudes, añade, cuando se mantienen puras
ante del Señor, se alegran con ellas la sabiduría, la
inteligencia, la ciencia y la gnosis" (Seudo Bernabé,
Epístola, 1,5; 2,2-3).
31.3. Así, por lo tanto, siendo como son las virtudes dichas
los elementos de la gnosis,
resulta ser más fundamental la fe, que es tan necesaria al
gnóstico, como al que vive en este mundo lo es respirar para
vivir; y lo mismo que sin los cuatro elementos no se puede
vivir, tampoco se puede conseguir (lit.: seguir) la
gnosis sin la fe. Ella
es el fundamento de la verdad.
Capítulo
VII: El temor de Dios
Dios, la ley y los seres
humanos
32.1. Quienes desprecian el temor atacan
la ley, y con la ley, también (rechazan) a Dios, que
evidentemente nos ha dado la ley. Al respecto, es necesario que
permanezcan estas tres cosas: el administrador, la
administración y lo administrado.
32.2. Ahora bien, si
por una hipótesis fuera eliminada la ley, sucedería que
cualquiera que se dejara llevar por las pasiones (lit.: deseos),
cayendo en el placer, descuidaría lo que es bueno (o: lo que
está bien), despreciaría a la divinidad, y (se convertiría) en
impío e injusto a la vez, sin temor a eludir la verdad.
32.3. Ciertamente, hay quienes dicen que el temor es una huida
irracional, y una pasión. ¿Qué dices? ¿Cómo puedes tú sostener
esa definición, cuando el mandato me ha sido dado por medio del
Verbo? El mandamiento prohíbe y, para su educación, suspende el
temor sobre la cabeza de los que así son susceptibles de ser
amonestados.
32.4. Por tanto, el temor no es irracional,
sino racional (o: es conforme al Verbo [logikòs]); y ¿cómo no lo
será cuando exhorta: "No matarás, no cometerás adulterio, no
robarás, no darás falso testimonio" (Ex 20,13-16)? Pero si
quieren alterar la verdad (lit.: sofisticar) con nombres, llamen
los filósofos al temor de la ley circunspección, porque es una
abstención razonable.
"El principio de la sabiduría es el temor del Señor"
33.1. Litigantes de palabras, les llamaba no sin razón
Critólao de Faselis. El mandamiento es agradable e incluso
aparece muy hermoso a nuestros acusadores, aunque expresado con
un nombre distinto.
33.2. Así se demuestra que la
circunspección es racional; siendo una huida de lo que entraña
daño, y de ella surge el arrepentimiento del mal cometido
anteriormente. "El principio de la sabiduría es el temor del
Señor, y buena inteligencia para todos los que lo practican" (Pr
1,7). Aquí se habla de la práctica de la sabiduría, que consiste
en el temor de Dios que abre camino hacia la sabiduría.
33.3. Pero si la ley produce (lit.: hace nacer) el temor, el
principio de la sabiduría es el conocimiento de la ley, y no hay
sabio sin ley. Por eso no son sabios quienes rechazan la ley, de
lo que se deduce que deben ser considerados como ateos.
33.4. La disciplina (lit.: educación) es principio de sabiduría.
"Pero los impíos despreciarán la sabiduría y la disciplina" (Pr
1,7), dice la Escritura.
La Ley no es mala
34.1. Veamos cuáles son las cosas que la Ley anuncia (o:
declara) temibles. Si se trata de todo aquello que está a mitad
de camino entre la virtud y el vicio, como la pobreza, la
enfermedad, la mala reputación, el origen humilde (o: la bajeza
de sentimientos), y cosas semejantes, también todo eso lo
formulan las leyes civiles (o: de la ciudad), y lo aprueban.
Esta opinión está en consonancia con los peripatéticos que
introducen tres clases de bienes y consideran los contrarios a
éstos como males.
34.2. Pero a nosotros la ley que se nos
ha dado nos ordena rechazar los verdaderos males: el adulterio,
el desenfreno, la pederastia, la ignorancia, la injusticia, la
enfermedad del alma, la muerte; no la separación del alma y del
cuerpo, sino la que separa el alma de la verdad. Esos son los
males verdaderamente temibles y terribles, lo mismo que sus
efectos.
34.3. Dicen los oráculos divinos: "No hay que
extender injustamente redes a las aves; porque quienes
participan en sus crímenes, atesoran para sí mismos males" (Pr
1,17-18 LXX).
34.4. ¿Cómo, entonces, puede tenerse
todavía a la Ley como mala (lit.: no buena) por parte de algunos
herejes, que invocan en su defensa al Apóstol que dice: "Por la
Ley tiene lugar el conocimiento del pecado" (Rm 3,20)? Les
responderemos: la Ley no ha creado (lit.: hecho) el pecado, sino
que lo ha mostrado. Al prescribir lo que se debe hacer, [la ley]
rechaza lo que no se debe hacer (cf. Rm 5,13; 7,7).
34.5.
Es propio de quien es bueno enseñar lo que es saludable, indicar
lo que es dañino, aconsejar la práctica de lo primero e invitar
a huir de lo otro.
La
Ley educa
35.1. Por eso, el Apóstol, a quien no
han entendido, ha dicho que los pecados se han manifestado a
(nuestro) conocimiento gracias a la ley, (pero) no que (ésta)
tenga su subsistencia de aquellos.
35.2. ¿Cómo no ha de
ser buena la ley que educa, que ha sido dada como "pedagogo
hacia Cristo" (Ga 3,24), para que, rectamente formados por el
temor, nos dirijamos hacia la perfección por medio de Cristo?
35.3. Dice [la Escritura]: "No quiero la muerte del pecador,
sino su arrepentimiento" (Ez 33,11; 18,23 y 32). Pero el mandato
es el que origina (lit.: hace) el arrepentimiento, impidiendo lo
que no debe hacerse y mandando las buenas obras.
35.4.
Pienso que llama muerte a la ignorancia. "Quien está cerca del
Señor está lleno de azotes" (Jdt 8,27). Quien se acerca a la
gnosis evidentemente experimenta (lit.: disfruta) peligros,
temores, aflicciones, tribulaciones por el deseo de la verdad.
"En efecto, el hijo bien instruido llegó a ser sabio, y el hijo
sensato huyó del fuego; el hijo prudente aceptará los
mandamientos" (Pr 10,4. 5. 8 LXX).
35.5. Y el apóstol
Bernabé citando antes (este texto): "¡Ay de los que se creen
inteligentes y dotados de ciencia ante sí mismos!" (Is 5,21),
añade: "Hagámonos espirituales, templo perfecto para Dios. En
cuanto está en nosotros, ejercitémonos en el temor de Dios y
luchemos para observar sus mandamientos, para que nos gocemos en
sus justificaciones" (Seudo Bernabé,
Epístola, 4,11). (Por
eso) se ha dicho de forma divina: "El principio de la sabiduría
es el temor de Dios" (Sal 110 [111],10; Pr 1,7).
Capítulo
VIII: Las opiniones de los gnósticos Valentín y Basílides sobre
el temor de Dios
Teorías de Basílides y
Valentín
36.1. Aquí, los seguidores de Basílides,
para explicar ese texto(1), dicen que el Arconte, al
oír la palabra del Espíritu en su función de ministro, se
espantó, evangelizado por lo que escuchó y por lo que vio, por
encima (de toda) esperanza; y este estupor suyo fue llamado
temor, concebido como principio de sabiduría que distingue (lit.:
apta para clasificar), discierne, perfecciona y reinstaura. En
efecto, el que está por encima de todo lo envía para separar no
sólo el mundo, sino también la elección.
(1)Se
refiere a: "El principio de la sabiduría es el temor de Dios"
(Sal 110 [111],10; Pr 1,7), citado al final del capítulo
precedente.
36.2. También parece que Valentín
pensaba algunas de esas ideas, cuando escribió en una carta
estas palabras textuales: "Y, como si un miedo se hubiera
apoderado de los ángeles ante aquella creatura cuando profirió
sonidos superiores a su condición creada, gracias a aquel que
había depositado en él invisiblemente una semilla de la esencia
de lo alto, y hablaba libremente.
36.3. También entre las
razas (o: generaciones) de los hombres del mundo (lit.:
cósmicos), los autores de imágenes sienten pavor ante sus obras
humanas, por ejemplo, estatuas, figuras y todo lo que crean las
manos en nombre de Dios.
36.4. Efectivamente, Adán,
plasmado en el nombre del Hombre, causó el temor del Hombre
Preexistente, como si residiera dentro de él; y [los ángeles] se
asustaron y rápidamente hicieron desaparecer su obra" (Valentín,
Fragmentos, 1).
El temor de Dios es un regalo
del Señor
37.1. Pero, al existir un único
principio, como luego se demostrará, aparece claramente que
estos hombres inventan gorjeos y susurros.
37.2. Cuando
le pareció bueno a Dios, por medio del Señor, hacer una
propedéutica (o: adiestramiento preliminar) de la Ley y los
profetas, dijo: ""El principio de la sabiduría es el temor de
Dios" (Sal 110 [111],10; Pr 1,7). Es un don del Señor, por
intermedio de Moisés, a los indóciles y duros de corazón, porque
a quienes no conquista la razón, les pacifica el temor.
37.3. Previendo esto desde el principio el Verbo educador
armonizó su instrumento (= el hombre) de esas dos maneras (=
mediante la Ley y los profetas), purificándolo de forma adecuada
para la piedad.
37.4. Ahora bien, el estupor es un temor
(por efecto) de una representación desacostumbrada o por una
representación inesperada, cual por una noticia; y el temor es
una admiración excesiva por lo que ya ha sucedido o existe.
37.5. Ellos no reconocen que el sumo Dios al que celebran
estaría dominado por las pasiones, al atribuirle estupor, y que
estaría (bajo el influjo) de la ignorancia, por lo menos antes
del estupor.
37.6. Pero si la ignorancia precede al
estupor, y el estupor y el temor se convierten en principio de
sabiduría, es decir, en temor de Dios, existe el peligro de que
la ignorancia como principio causal preceda a la sabiduría de
Dios, a la creación entera, y también a la reintegración (o:
restauración; apokatástasis)
de la elite misma.
Elucubraciones de los gnósticos
38.1. Pero, ¿esa
ignorancia tiene relación con el bien o con el mal (lit.: con
las cosas buenas o las cosas malas)? Si hace referencia al bien
(lit.: si de las cosas buenas), ¿por qué termina con estupor? Y
son superfluos el ministro (lit.: diácono), la predicación y el
bautismo. Pero si (se relaciona) con el mal (lit.: las cosas
malas), ¿cómo éste puede ser causa de las cosas más hermosas?
38.2. Si no precediera la ignorancia, el ministro no hubiera
descendido, ni el estupor hubiera engañado al
Arconte, como ellos
dicen, ni del temor habría salido un principio de sabiduría para
discernir entre los elegidos y los mundanos (lit.: cósmicos).
38.3. Pero si el temor del Hombre preexistente puso en
guardia a los ángeles contra su creatura, por contenerse
invisible en su obra la semilla de la esencia de lo alto,
entonces, o se pusieron celosos por una vana suposición, y es
increíble que los ángeles estuvieran condenados a una ignorancia
absoluta de la obra que se les había encargado ser autores, como
si se tratase de un hijo.
38.4. O bien fueron movidos a
un estado de completa presciencia; pero entonces no habrían
buscado insidiosamente el medio que usaron contra lo que
conocían por anticipado, ni se hubieran asombrado ante su propia
obra, porque hubieran reconocido, en virtud de la presciencia,
la semilla de lo alto.
38.5. O bien, finalmente, se
atrevieron a aquello confiando en su gnosis, lo cual es
imposible, puesto que sabían la enormidad (que era) conspirar
contra el Hombre del Pleroma,
y por ello también contra el que es "a imagen" (Gn 1,26), en el
que reside el arquetipo y es inmortal, en conformidad con el
resto de la gnosis.
La Ley y el temor
del Señor
39.1. Precisamente a éstos y a algunos
otros, especialmente a los seguidores de Marción, la Escritura
les grita, aunque ellos no oigan: "Quien me escuche descansará
en paz confiado, y estará tranquilo sin temer ningún mal" (Pr
1,33).
39.2. ¿Qué quieren que sea la Ley? No dirán que es
mala, sino justa, diferenciando lo bueno de lo justo.
39.3. Pero el Señor, al mandar temer el mal, no pretende
rechazar el mal con otro mal, sino que destruye lo contrario con
su opuesto. Y el bien se opone al mal, como lo justo a lo
injusto.
39.4. Ahora bien, si definió intrepidez el
alejamiento de los males que el temor del Señor procura, este
temor es un bien; y el temor proveniente de la Ley no sólo es
justo, sino bueno también, porque elimina al mal. Aunque se
consiga la ausencia de miedo con temor, no se logra la ausencia
de pasión mediante otra pasión (lit.: la impasibilidad;
apátheia); es la
disciplina (paideia) la
que engendra la moderación de las pasiones (o: el equilibrio de
las pasiones; metriopátheia).
39.5. Cuando oímos: "Honra al Señor y serás fuerte; no temas
a nadie más que a Él" (Pr 7,1), debemos entender que honrar a
Dios significa temer al pecado y obedecer los mandamientos dados
por Dios.
El cristiano
teme apartarse de Dios
40.1. Dios significa el
temor de lo divino. Pero, aun si el temor es una pasión, como
algunos quieren, porque el temor sea una pasión, no todo temor
es una pasión. La superstición es una pasión, porque es el temor
de los demonios no sólo sujetos a pasión, sino movidos por ella.
40.2. Por el contrario, el temor del Dios impasible es (un
temor) sin pasiones; porque uno no teme a Dios, sino apartarse
de Dios; y quien siente ese temor, teme caer en el mal, y esos
males le asustan; el que teme la caída pretende mantenerse
incorruptible y sin pasiones.
40.3. "El sabio temeroso
evita el mal; en cambio, el necio se entrega confiado" (Pr
14,16) dice la Escritura. Y también dice: "En el temor del Señor
se encuentra la esperanza de la fuerza" (Pr 14,26).
Capítulo
IX: Las virtudes y la fe
La caridad
41.1.
Ese temor conduce a la conversión y a la esperanza. La esperanza
es la espera de bienes o la confiada esperanza de un bien
ausente (o: lejano). Sin duda, también la tendencia a... (laguna
en el texto; podría ser: al arrepentimiento, o: la fe) se reduce
a esperanza, que sabemos conduce de la mano hacia el amor.
41.2. La caridad es concordia (o: unanimidad) en todo lo
relacionado con la palabra (o: la razón), la vida y las
costumbres, o, por decirlo brevemente, comunión de vida, o
perseverancia en la amistad y el cariño (o: afecto), unidos a la
recta razón en el trato con los amigos. El amigo (etairos;
o: compañero) es otro yo. Por eso también nosotros llamamos
hermanos a quienes están regenerados por el mismo Verbo (cf. Mt
23,8-9; 25,40).
41.3. Próxima al amor se encuentra la
hospitalidad, que es una cierta disposición en el trato con los
huéspedes (lit.: extranjeros). Y son huéspedes aquellos que
tienen por extranjeras (o: extrañas) los bienes mundanos.
41.4. Nosotros consideramos mundanos a los que ponen sus
esperanzas en la tierra y en los deseos de la carne. Dice el
Apóstol: "No se conformen a este mundo, sino transfórmense con
la renovación de la mente, para que sepan discernir cuál es la
voluntad de Dios; qué es lo bueno, lo que le agrada, lo
perfecto" (Rm 12,2).
41.5. La hospitalidad se refiere a
lo útil para los extranjeros, los extranjeros son huéspedes, los
huéspedes son amigos, los amigos son hermanos. (Así) dice
Homero: "Amigo hermano" (Ilíada,
IV,155; V,359; XXI,308).
41.6. Y tanto la filantropía,
por la que existe también la ternura, que es un modo amigable de
relacionarse con los hombres, como el afecto mismo, una especie
de disposición cordial hacia los amigos o familiares, acompañan
al amor.
"El fin de la
ley es Cristo"
42.1. Si el verdadero hombre que
está en nosotros es el espiritual, entonces la filantropía es el
amor fraterno hacia los que participan del mismo espíritu. Por
otra parte, el afecto consiste en conservar la benevolencia o el
amor; a su vez el amor es aceptación completa, y ser objeto de
amor (significa) ser querido contribuyendo y correspondiendo.
42.2. Se dejan conducir a la identidad (de intereses) por la
concordia de los sentimientos, que es una ciencia de los bienes
comunes; al igual que la unanimidad (lit.: el acuerdo) es una
sinfonía de pareceres (lit.: juicios).
42.3. Dice también
[el Apóstol]: "Nuestra caridad sea sincera; odien el mal,
adhiriéndonos al bien y al amor fraterno", y lo que sigue hasta:
"Si es posible por su parte, permanezcan en paz con todos los
hombres" (Rm 12,9-18). Y un poco más adelante dice: "No te dejes
vencer por el mal, sino vence el mal con el bien" (Rm 12,21).
42.4. El mismo Apóstol reconoce (poder) atestiguar para los
judíos, "que tienen celo por Dios, pero no según el conocimiento
profunda; porque ignorando la justicia de Dios y buscando
afirmar la propia, no se sometieron a la justicia de Dios" (Rm
10,2-3).
42.5. No conocieron, en efecto, ni pusieron en
práctica la voluntad de la Ley, sino, lo que ellos concibieron,
eso pensaron que quería la Ley. Ni tampoco creyeron a la Ley
como algo profético, sino que obedecieron a la pura letra y al
temor, no el sentido interior (lit.: disposición) [ni] la fe.
"Porque el fin de la Ley es Cristo, para justificación de todo
el que cree" (Rm 10,4), profetizado por la Ley.
La manifestación de la bondad
del Señor
43.1. Por eso les fue dicho por Moisés:
"Yo los haré celosos de un pueblo que no lo es; los enfureceré
por un pueblo insensato" (Dt 32,21; Rm 10,19); aludiendo sin
duda a aquel que se mostró disponible a escucharle.
43.2.
Y por Isaías dice: "Me he dejado ver a los que no me buscaban,
me he manifestado a los que no preguntaban por mí" (Is 65,1; Rm
10,20); se entiende antes de la venida del Señor; tras del cual
se dicen con toda propiedad a Israel aquellas (palabras)
proféticas: "Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo
desobediente y rebelde" (Is 65,2; Rm 10,21).
43.3. ¿Ves
cómo el profeta dice claramente que la desobediencia y rebeldía
(lit.: contradicción) del pueblo es causa de la vocación de los
paganos? Pero también la bondad de Dios se les manifiesta más
tarde.
43.4. En efecto, dice el Apóstol: "Pero por su
caída vino la salvación a los gentiles, para provocar los celos
de aquéllos" (Rm 11,11), y a que desearan arrepentirse.
43.5. "El Pastor" [de Hermas], como lo más obvio, cuando habla
de los difuntos, sabe que hay justos entre los gentiles y entre
los judíos no sólo antes de la venida del Señor, sino antes de
la Ley, que complacieron a Dios, como Abel, Noé y los otros
justos.
El descenso de
los apóstoles al infierno para bautizar a los justos del
paganismo
44.1. Por eso dice que los apóstoles y
maestros, que predicaron el nombre del Hijo de Dios y murieron,
predicaron con (su) poder y (su) fe, a los que habían muerto
antes.
44.2. Después añade: "Y ellos les dieron el sello
de su predicación. Descendieron con ellos al agua, y subieron de
nuevo. Pero éstos mismos descendieron vivos, y de nuevo subieron
vivos; en cambio, los que habían muerto anteriormente,
descendieron muertos, pero subieron vivos.
44.3. Así, por
ellos fueron vivificados y reconocieron el nombre del Hijo de
Dios. Por eso subieron con ellos y se unieron juntamente para la
construcción de la torre y, como piedras no talladas, entraron a
formar parte de la construcción; porque habían muerto en
justicia y en gran pureza; sólo no tenían ese sello" (Hermas,
El Pastor, Comparación,
IX,16,5-7).
44.4. "Porque, cuando los paganos, que no
tienen ley, cumplen los preceptos de la Ley [guiados] por la
naturaleza, ellos mismos, aún no teniendo la Ley, son para sí
mismos Ley" (Rm 2,14), según el Apóstol.
"La sabiduría es el poder de
Dios"
45.1. Por tanto, ¿es necesario repetir que
las virtudes están mutuamente implicadas (lit.: se acompañan)
unas con otras, como se ha demostrado ya que la fe (se basa) en
el arrepentimiento y en la esperanza, la circunspección en la
fe, y la perseverancia y la ascesis en esas virtudes, unidas al
estudio, se completan (lit.: terminan juntamente) en el amor y
éste se perfecciona con la
gnosis?
45.2. Además, se ha visto que sólo lo
divino es necesario concebirlo como sabio por naturaleza; por
eso también la sabiduría es el poder de Dios, que nos ha
enseñado la verdad. Ciertamente, aquí se encuentra la perfección
de la gnosis.
45.3. Porque el filósofo ama y estima la verdad; por eso ha
traído él la reputación de ser auténtico amigo en virtud del
amor (o: por eso tras ser fiel servidor, ha venido por la
caridad a ser considerado como amigo).
45.4. El comienzo
de esto (= del conocimiento de la verdad) reside en admirar las
realidades, como dice Platón en el "Teeteto" (155 D) y Matías en
las "Tradiciones" (apócrifo del Nuevo Testamento perdido), donde
exhorta: "Admira lo presente", y lo pone como fundamento de la
gnosis trascendente.
45.5. En el "Evangelio según los Hebreos" está escrito:
"Quien admire reinará, y el que reine tendrá descanso" (Fragmento,
3; apócrifo del Nuevo Testamento).
45.6. Por tanto, es
imposible que el ignorante, mientras siga siendo ignorante, sea
filósofo, puesto que no posee todavía el concepto de sabiduría,
mientras que la filosofía es la aspiración a lo que existe en
realidad y a los aprendizajes que tienden a ello.
45.7. Y
aún cuando se esté ya ejercitado, según algunos, para practicar
el bien, también es necesario esforzarse por conocer cómo nos
comportamos y actuamos, para así hacerse uno semejante a Dios,
me refiero al Dios Salvador, sirviendo al Dios del universo por
medio del Verbo, sumo sacerdote (cf. Hb 4,14), por el que se ve
lo verdaderamente hermoso y bueno. La piedad... (posible laguna
en el manuscrito) es un actuar que sigue y acompaña a Dios.
Capítulo X:
"la filosofía" cristiana
Las tres notas características
del verdadero cristiano
46.1. Nuestro filósofo (=
el verdadero cristiano) se caracteriza (lit.: tener fuertemente)
por estas tres notas: en primer lugar, por la contemplación (theoría);
segundo, por el cumplimiento de los mandamientos; y en tercer
lugar, por la formación de hombres honestos (lit.: buenos). La
integración de estos elementos constituyen al gnóstico. Pero si
falta alguno de ellos, la
gnosis estaría renga.
46.2. Por eso dice
divinamente la Escritura: "Y el Señor habló a Moisés, diciendo:
"Habla a los hijos de Israel y diles: Yo soy el Señor su Dios.
46.3. No harán lo que se hace en la tierra de Egipto, donde
han morado; ni harán lo que se hace en la tierra de Canaán, a
donde yo los llevo.
46.4. No seguirán sus costumbres.
Practicarán mis mandamientos y cumplirán mis decretos, para
caminar conforme a ellos. Yo soy el Señor su Dios.
46.5.
Observarán todos mis preceptos y los cumplirán. El hombre que
los cumpliere vivirá en ellos. Yo soy el Señor su Dios"" (Lv
18,1-5).
La más elevada
contemplación
47.1. Ahora bien, la tierra de
Egipto y de Canaán son símbolo del mundo y del engaño, de las
pasiones y de las maldades; el pasaje (citado) nos muestra
cuáles son las cosas de las que nos debemos abstener, y las que
debemos practicar, porque son divinas y no mundanas.
47.2. Y cuando dice: "El hombre que los cumpliere vivirá en
ellos" (Lv 18,5; Ga 3,12), significa que la corrección de los
hebreos mismos y la de sus vecinos, nosotros mismos, y la
ascesis (lit.: ejercicio; práctica en común) y el progreso (es)
vida para ellos y para nosotros.
47.3. "Porque los
muertos por los pecados son vivificados con Cristo" (Ef 2,5),
mediante nuestra alianza.
47.4. Y al insistir varias
veces la Escritura: "Yo soy el Señor su Dios" (Lv 18,2. 4. 5),
nos acicatea de la manera más eficaz enseñándonos a seguir a
Dios, que ha dado los mandamientos; y nos sugiere suavemente
buscar a Dios, esforzarnos por conocerlo cuanto se pueda, porque
esa es la más grande contemplación, la epóptica, la verdadera
ciencia, la que ningún razonamiento puede conmover. Esa es la
única gnosis de la sabiduría, de la que jamás se separa la
práctica de la justicia.
Capítulo
XI: La certeza de la fe
Fe y gnosis
48.1. "La gnosis" de
quienes se creen sabios, ya sean herejes bárbaros o filósofos
griegos, "infla", según el Apóstol (1 Co 8,1). Por el contrario,
la gnosis digna de fe
es una demostración científica de las (verdades) transmitidas
según la verdadera filosofía. Y diremos también que esa
gnosis es un
razonamiento que nos facilita la fe en aquello que dudamos a
partir de cuanto se admite como cierto.
48.2. Pero puesto
que la fe es doble: la derivada de la ciencia y la que proviene
de la hipótesis, nada impide hablar de una doble demostración:
la científica y la hipotética; al igual que se habla de otra
duplicidad: la gnosis y
la pre-gnosis; la
primera es perfecta en su naturaleza, y la otra imperfecta.
48.3. Puede que nuestra demostración sea la única verdadera,
en cuanto que suministrada por las divinas Escrituras, por los
libros sagrados y por la sabiduría "enseñada por Dios", según el
Apóstol (1 Ts 4,9).
48.4. También es un aprendizaje
obedecer los mandamientos, que es creer en Dios. Y la fe es un
poder de Dios, es la fuerza de la verdad.
La auténtica gnosis
49.1. En efecto dice [la Escritura]: "Si tuvieran fe como un
grano de mostaza, trasladarían el monte" (Mt 17,20) y también:
"Hágase conforme a tu fe" (Mt 9,29). Uno se cura, porque obtiene
la salud con la fe; otro, muerto, resucita por el poder de quien
ha tenido fe de que resucitaría (cf. Lc 18,42; Jn 11,21. 32).
49.2. La demostración hipotética, por el contrario, es
totalmente humana y procede de las argumentaciones retóricas y
de los silogismos dialécticos.
49.3. Porque la
demostración superior, que hemos denominado científica (cf.
II,48,2), genera la fe presentando las Escrituras y abriéndola a
las almas que anhelan aprender; ésa sería la
gnosis.
49.4. Si
se reciben como verdaderos los métodos de investigación
aplicados a la búsqueda de un objeto, como pueden ser los
argumentos que se apoyan sobre Dios y los profetas, es evidente
entonces que la conclusión inferida resulte en consecuencia
verdadera. Así, la gnosis
será para nosotros una auténtica demostración.
"Las tres medidas"
50.1. Cuando estaba mandado consagrar un recuerdo del
alimento celestial y divino en una urna de oro, se dice: "Un
gomer (o:
gomor, u
omer) era la décima
parte de tres medidas" (Ex 16,36). Ahora bien, con estas "tres
medidas" se significan en nosotros tres criterios: la
sensibilidad, para lo sensible; la razón, para lo que se dice
mediante nombres y expresiones; y el intelecto (o: el espíritu)
para las realidades inteligibles.
50.2. El gnóstico se
abstendrá, por tanto, de los pecados de palabra (o: de la
razón), de los de pensamiento, de los de los sentidos y de los
actos; habiendo oído que "quien mira con deseo ha cometido
adulterio" (Mt 5,28); él ha comprendido (lit.: recibido) en la
mente (o: espíritu): "Bienaventurados los puros de corazón,
porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8); él sabe igualmente que "no
es lo que entra por la boca lo que contamina al hombre, sino que
lo que sale de la boca es lo que hace contamina al hombre" (Mt
15,11);"del corazón proceden los malos pensamientos" (Mt 15,19).
50.3. Esta es, a mi parecer, la verdadera y justa medida
según Dios, con la que se mide lo que hay que medir, la decena
(o: década) que abarca (o: contiene) al hombre, y que de manera
resumida indicaron las tres medidas mencionadas.
50.4.
Constituyen la [decena]: el cuerpo, el alma, los cinco sentidos,
la facultad de hablar, la de la procreación y la facultad
intelectual o espiritual o como se la quiera llamar.
Las verdaderas "delicias"
51.1. Ahora, pasando por alto, por así decirlo, todo lo
restante, es necesario detenerse en la inteligencia (o:
espíritu); lo mismo que en el mundo superando las nueve partes
-primero aquella de los cuatro elementos colocados en un mismo
lugar por razón de su idéntica evolución; después las otras
siete esferas errantes, y la novena, la de (las estrellas)
fijas- se llega al número perfecto que está por encima de los
dioses, es decir, a la décima parte, a la
gnosis de Dios; en
resumen, es evidente que después de la creatura deseamos al
Creador.
51.2. Por eso, la décima parte del
efá (= medida egipcia)
y de las víctimas era ofrecida a Dios; y la fiesta de la Pascua
comenzaba el décimo día, que es la superación (lit.: el paso) de
toda pasión y de todo lo sensible.
51.3. El gnóstico
está, por tanto, firmemente establecido en la fe, mientras que
el que se cree sabio no alcanza la verdad, teniendo (sólo)
impulsos inestables y caprichosos.
51.4. Con razón está
escrito: "Caín, salió de la presencia de Dios, y habitó en la
tierra de Naíd, enfrentte del Edén" (Gn 4,16). Naíd significa
agitación, y Edén delicias.
51.5. Las delicias son fe,
gnosis, paz; quien las desobedece es rechazado; y quien se cree
sabio comienza por no querer ni siquiera prestar oídos a los
divinos mandamientos, sino cual un autodidacta, rebelde, se
lanza por su gusto a un mar agitado, descendiendo desde el
conocimiento del Inengendrado hacia los seres mortales y
engendrados, pasando continuamente de una opinión a otra.
51.6. "Quienes no tienen gobierno caen como las hojas" (Pr
11,14). La razón (o: reflexión; razonamiento; raciocinio) y la
parte conductora del alma que la dirige de manera infalible, son
llamados el timonel del alma, porque realmente por lo inmutable
se nos conduce a lo inmutable.
"Gustar realidades excelsas"
52.1. Por eso, "Abrabán permaneció de pie delante del Señor,
y acercándose habló" Gn 18,22-23); y a Moisés le dijo: "Pero tú
quédate aquí conmigo" (Dt 5,31).
52.2. También los
discípulos de Simón [el Mago; cf. Hch 8,9 ss.] quieren parecerse
en su comportamiento (o: modo de ser; conducta) al Ser inmutable
que ellos veneran.
52.3. Por ello la fe y la gnosis de la
verdad disponen al alma del que las ha abrazado (u: obtenido;
conseguido) para que esté siempre de una manera constante y
estable.
52.4. Cercanos a la mentira están el cambio, la
desviación y la separación (o: defección; abandono; separación),
al igual que (son afines) al gnóstico, la tranquilidad, el
reposo y la paz.
52.5. Del mismo modo que el orgullo y la
presunción han calumniado a la filosofía, así también la falsa
gnosis a la gnosis,
llamada con el mismo nombre, y sobre la que escribe el Apóstol:
"Oh Timoteo, dice, guarda el depósito, apartándote de las
profanas pláticas vanas y de las opiniones contradictorias de la
falsa gnosis, que algunos profesan, extraviándose de la fe" (1
Tm 6,20-21).
52.6. Puesto que esta palabra los acusa, los
herejes rechazan las "Epístolas a Timoteo".
52.7. Ahora
bien, si el Señor es "verdad" (Jn 14,6), "y sabiduría y fuerza
de Dios" (1 Co 1,24), como de hecho lo es, podremos demostrar
que el verdadero gnóstico es el que ha conocido a ese (Señor) y
a su Padre por medio de Él; porque puede comprender el dicho:
"Los labios de los justos conocen cosas excelsas" (Pr 10,21).
Capítulo XII: El doble objeto de la gnosis y de la fe. Sobre el
temor y el amor en el presente
Temor del Señor y fe
53.1. Al ser doble la fe, como el tiempo, podemos encontrar
dos virtudes que les conciernen a la vez. La memoria tiene como
objeto el tiempo pasado, mientras que la esperanza es
característica del futuro. Por la fe creemos que el pasado
existió y que el futuro existirá. Además, amamos, persuadidos
por la fe que lo pasado es como es, y sostenidos por la
esperanza en la expectación de lo que ha de venir.
53.2.
En efecto, por todas partes la caridad acompaña al
gnóstico, porque sabe
que Dios es uno "y he aquí que todo lo que Él ha creado es muy
bueno" (Gn 1,31), y lo contempla admirado (lit.: conoce y
admira); pero, la piedad confiere "larga vida" (Pr 3,2) y "el
temor del Señor acrecienta los días" (Pr 10,27).
53.3. Al
igual que los días son una parte de la vida que avanza, así
también el temor es principio de la caridad, en cuanto que viene
a ser incremento de fe, y luego amor.
53.4. Pero no de
igual manera a como yo temo la fiera, que también odio -por eso
el temor es doble-, sino como al padre, a quien temo y al mismo
tiempo amo. Por eso, cuando temo ser castigado, me amo a mí
mismo, eligiendo el temor; pero quien teme ofender al padre lo
ama.
53.5. Bienaventurado, por tanto, quien se hace
creyente, mediante una mezcla de amor y temor; la fe es una
fuerza (que conduce) a la salvación (cf. Rm 1,16), y un poder
para a la vida eterna.
El ámbito de la fe
54.1. También la profecía es
una pre-gnosis, pero la
gnosis es comprensión (noesis:
inteligencia de una cosa) de la profecía; o sea, es
gnosis de lo conocido
previamente por los profetas, gracias al Señor que lo manifiesta
todo con anterioridad.
54.2. La
gnosis de los sucesos
predichos muestra tres fases: la pasada hace tiempo, la presente
en la actualidad y la que ha de ser en lo porvenir.
54.3.
Por tanto, los extremos: lo que ya se cumplió o lo que se
espera, pertenecen (al ámbito) de la fe, mientras que la acción
presente procura una persuasión que corrobora ambos extremos.
54.4. En efecto, si en la unidad de la profecía, una parte
se cumple en el momento presente, y la otra ya está cumplida,
entonces lo que se espera es objeto de fe, y lo pasado es
verdadero.
54.5. Porque lo que antes era presente, ya es
pasado para nosotros; lo mismo que la fe relativa a los
acontecimientos ya pasados es comprensión de un pasado, también
la esperanza de sucesos futuros es la comprensión de un futuro.
Los asentimientos, no obstante, dependen de nosotros, como lo
afirman no sólo los platónicos, sino también los estoicos.
El perdón de los pecados y
el arrepentimiento
55.1. Toda opinión, juicio,
suposición acción de aprender, actos con los que vivimos y
continuamos siendo del género humano, son asentimiento. Y éste
no puede ser otro que la fe; incluso la incredulidad, en cuanto
que es apostasía de la fe, demuestra la posibilidad del
asentimiento y de la fe, porque no hay privación de lo que no
existe.
55.2. Si uno observa (o: examina, considera) lo
verdadero, encontrará que el hombre naturalmente está mal
dispuesto para el asentimiento al error, pero que está
capacitado para creer lo verdadero.
55.3. "La virtud que
mantiene unida a la Iglesia, como dice "El Pastor" [de Hermas],
es la fe, por la que se salvan los elegidos de Dios; la que
tiene una actitud viril es la continencia. Las siguen la
sencillez, la ciencia, la bondad, el decoro, el amor. Todas son
bijas de la fe" (Hermas, El
Pastor, Visión, III,8,3-5; no es una cita literal del
texto).
55.4. Y de nuevo: "La fe guía, el temor edifica,
pero perfecciona el amor";"Hay que temer al Señor, dice, para
edificar, pero no al diablo que trata de perdernos" [lit.: para
la catástrofe] (Hermas, El
Pastor, Mandamientos, VII,1-2; no es una cita textual).
55.5. Y también: "Es necesario amar y practicar las obras
del Señor, es decir, los mandamientos, pero temer y no hacer las
obras del diablo; porque el temor de Dios educa y restablece en
el amor, pero el de las obras del diablo trae consigo (o: tiene
como compañero) el odio" (Hermas,
El Pastor, Mandamientos,
VII,3-4; no es una cita textual).
55.6. Él mismo dice
también que el arrepentimiento es "un gran acto de inteligencia;
porque, arrepintiéndose de lo que se ha hecho, ni se hace ni se
dice ya más; y mortificando (lit.: atormentando, torturando) la
propia alma por las faltas cometidas, obra el bien" (Hermas,
El Pastor, Mandamientos,
IV,2,2). El perdón de los pecados difiere del arrepentimiento,
pero ambas muestran lo que depende de nosotros (cf. Hermas,
El Pastor, Mandamientos,
IV,3,1).
Capítulo
XIII: Arrepentimiento y responsabilidad
La penitencia después del
bautismo
56.1. "Por consiguiente, quien ha
recibido el perdón de los pecados no debe pecar jamás" (Hermas,
El Pastor, Mandamientos,
IV,3,2). Porque además de la primera y única penitencia de los
pecados -ésta, de seguro, es la de los que llevaban una primera
vida pagana, me refiero a la pasada en la ignorancia-, se ofrece
igualmente a todos los elegidos otra penitencia (lit.:
conversión), que purifica el interior (lit.: el lugar) del alma
de sus errores, para asentar sobre cimientos la fe.
56.2.
Por que siendo el Señor "conocedor de los corazones" (Hch 15,8)
y preconociendo lo futuro, ha previsto anticipadamente desde el
principio la mutabilidad del hombre, al igual que la astucia y
malicia del diablo, que tiene envidia del hombre por el perdón
de los pecados, y procura, con malicia sagaz, algunas ocasiones
para hacer pecar a los siervos de Dios, a fin de hacerlos caer
juntamente con él.
La
segunda penitencia
57.1. Dios, infinitamente
misericordioso, ha dado a quienes, incluso en la fe, han caído
en algún error, una segunda penitencia, para que, si alguno
fuera tentado después de la llamada, por violencia y engaño,
obtuviera la posibilidad de "una penitencia inalterable" (2 Co
7,10).
57.2. "Porque si pecamos voluntariamente después
de haber recibido el conocimiento pleno de la verdad, no queda
ya más sacrificio por los pecados, sino únicamente la tremenda
expectación del juicio y el ardor del fuego, que va a consumir a
los rebeldes" (Hb 10,26-27; cf. Is 26,11).
57.3. Pero
esas continuas y alternantes conversiones de los pecados, en
nada se diferencian del no haber llegado a creer, sino tan sólo
en la conciencia de pecar. Yo no sé cual de las dos situaciones
es peor: pecar con plena conciencia o, después de haber hecho
penitencia de los pecados, claudicar de nuevo.
57.4. En
efecto, el pecado se manifiesta por una doble prueba de
culpabilidad: por una parte, porque al perpetrarse es condenado
por el obrador de la iniquidad; de otra parte, porque conociendo
de antemano que lo que va a hacer es malo, (igualmente) lo
realiza. Y puede suceder que ceda ante la ira e incluso al
placer, sin desconocer ante lo que cede; pero el que se
arrepiente de aquello en que había cedido, y después recae
nuevamente en el placer, se une al que desde el principio peca
voluntariamente. Porque, al realizar de nuevo el acto del que se
había arrepentido, hace voluntariamente aquello que había
condenado.
El verdadero
arrepentimiento
58.1. Por tanto, quien ha accedido
a la fe ha obtenido de una vez el perdón de los pecados, al
apartarse de los gentiles y de esa anterior existencia. Ahora
bien, quien ha pecado también después, y luego se arrepiente,
debe sentir vergüenza, aunque haya obtenido el perdón, no
[pudiendo] lavarse ya más para la remisión de los pecados.
58.2. Porque no sólo debe abandonar los ídolos que antes
divinizaba, sino también las obras de la vida precedente, quien
ha sido regenerado "no por la sangre ni la voluntad de la carne"
(Jn 1,13), sino en el Espíritu.
58.3. Esto sería
arrepentirse sin caer en el mismo error; por el contrario,
arrepentirse a menudo es desear los pecados, y es también una
inclinación a la volubilidad por falta de ascesis.
El Señor es compasivo
59.1. Es una apariencia de penitencia, no penitencia, el
pedir muchas veces perdón de las faltas que cometemos
repetidamente. "La justicia abre caminos irreprochables" (Pr
13,6), clama la Escritura. Y también: "La justicia del inocente
le enderezará su camino" (Pr 11,5; 13,6)
59.2.
Ciertamente: "Como un padre es compasivo con sus hijos, así el
Señor es compasivo con los que le temen" (Sal 102 [103],13),
escribe David.
59.3. Así, "los que con siembran con
lágrimas, cosecharán con júbilo" (Sal 125 [126],5): [se dice] de
los que se confiesan en la penitencia;"bienaventurados todos los
que temen al Señor" (Sal 127 [128],1).
59.4. ¿Ves la
bienaventuranza semejante a la del Evangelio? "No temas, dice,
cuando un hombre se enriquece y acrecienta la gloria de su
propia casa; porque a su muerte nada se llevará consigo, ni le
seguirá su gloria" (Sal 48 [49],17-18).
59.5. "Pero yo
entraré en tu casa por tu misericordia, y me postraré ante tu
santo templo, en tu temor. Señor, guíame, en tu justicia" (Sal
5,8-9).
59.6. Un impulso es un movimiento del pensamiento
hacia algo o por algo; una pasión es un impulso excesivo o que
sobrepasa los limites de la razón20; o bien un impulso
desencadenado y desobediente a la razón. Por eso, las pasiones
son un movimiento del alma en contra de la naturaleza por su
desobediencia a la razón -y esta retirada, alejamiento y
desobediencia depende de nosotros, al igual que depende de
nosotros la obediencia; por eso son juzgados los actos
voluntarios-. Ahora bien, si uno recorriere cada una de las
pasiones, encontrará que son deseos irracionales.
Capítulo XIV: Los actos
involuntarios
Las diversas acciones
involuntarias
60.1. La acción involuntaria no
está sometida a juicio -y esto por dos motivos: o por ignorancia
o por necesidad-. En efecto, ¿cómo podría establecerse una
sentencia contra los que, se dice, pecan de manera involuntaria?
60.2. Porque, si uno ha perdido el conocimiento de sí
mismo, como Cleómenes o Atamante (Athamas) que se volvieron
locos.
60.3. O si no sabe lo que hace, como Esquilo -al
manifestar (lit.: declarar) en el escenario los misterios,
juzgado en el Areópago, fue absuelto por demostrar que él no
estaba iniciado-.
60.4. O uno desconoce lo que se hace,
como cuando deja escapar al adversario y mata a un familiar en
vez del enemigo.
60.5. O bien con qué está haciendo la
acción, como el que ejercitándose con jabalinas (o: lanzas
pequeñas) provistas de protección (lit.: redondeadas), mata a
alguien porque su jabalina ha perdido la protección.
60.6. O bien (ignora) el modo, como el que en un estadio mata al
rival -cuando no luchaba por matar, sino por vencer-.
60.7. O (no sabe) cuál es el resultado, como el médico que mata
a uno al darle una medicina saludable, siendo así que no la dio
con ese fin, sino con el de salvarlo.
Se juzgan los actos
deliberados
61.1. Antiguamente la ley también
castigaba a quien mataba involuntariamente (cf. Nm 35,22-25; Dt
19,5), como al que padecía involuntariamente derrames seminales
(cf. Lv 15,16; 22,4), pero no del mismo modo que al que (obraba)
voluntariamente.
61.2. No obstante, será también
castigado como por un acto voluntario todo el que relacione la
pasión con la verdad; así, debe castigarse en realidad al que no
retiene la palabra llena de vida, porque esa pasión es algo
irracional del alma, cercana al veneno de la charlatanería: "El
fiel prefiere guardar las cosas sin decir nada" (Pr 11,13). En
efecto, son los actos deliberados los que se juzgan.
61.3. "El Señor examina los corazones y las entrañas" (Sal 7,10;
cf. Jr 11,20; 17,10); y "quien mira deseando" (Mt 5,28) (ya)
está juzgado. Por eso dice: "No desearás" (Ex 20,17), y "Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de
mí" (Is 29,13; cf. Mt 15,8; Mc 7,6).
61.4. Porque Dios
observa la intención en sí misma; también a la mujer de Lot, que
únicamente había mirado para atrás voluntariamente hacia la
maldad del mundo, El [Señor] la dejó insensible, presentándola
como una piedra de sal y la dejó clavada en el suelo (cf. Gn
19,26; Lc 17,31-32), para que no caminara ya más; no como una
estatua estúpida e inútil, sino destinada para preparar e
incitar a quien es capaz de ver espiritualmente.
Capítulo XV: Los actos
voluntarios
Pecado, infortunio e
injusticia
62.1. El acto voluntario, por el
contrario, está relacionado con el deseo, la libre elección o el
pensamiento. Igualmente están íntimamente relacionados con
ellos: el pecado, el infortunio y la injusticia (o: la
iniquidad).
62.2. Y así se dice que es un pecado vivir
en libertinaje (lit.: sensualidad) e impúdicamente; infortunio
es golpear a un amigo como enemigo por ignorancia; y una
injusticia es profanar un sepulcro o un templo.
62.3. El
pecado (o: la falta) proviene de juzgar con ignorancia acerca de
la manera necesaria de actuar o no actuar, como sucede cuando
uno cae en un pozo, bien porque no sabe que existe, o bien
porque no pudo evitarlo por incapacidad física.
62.4. No
obstante, en nosotros está tanto el disponernos a ser educados
como a obedecer los mandamientos.
El peligro de entregarse a las
pasiones
63.1. Si no queremos participar de esa
(conducta), pero nos entregamos a la ira y cedemos ante las
pasiones, pecaremos; o mejor, cometeremos una injusticia contra
nuestra propia alma.
63.2. El famoso Layo dice en la
tragedia: "No se me oculta nada de eso que tú me reprendes,
pero, aun teniendo consciencia, la naturaleza me hace violencia"
(Eurípides, Crisipo,
fragmento 840). Esto significa que se entrega a la pasión.
63.3. Por su parte, Medea grita en la escena: "Comprendo los
males que voy a cometer; pero la pasión es más fuerte que mis
decisiones" (Eurípides, Medea,
1078).
63.4. Tampoco Áyax (o: Ayante) guarda silencio,
sino que, estando para suicidarse, grita -es que ninguna pena
carcome tanto el alma de un hombre libre como el deshonor-: "Así
sufría, y me atormentaba desde lo íntimo la profunda enfermedad,
desesperándome con amargos impulsos de furor" (Anónimo,
Fragmento, 110).
El infortunio
64.1. La ira hace trágicos a esos hombres; a otros muchos la
concupiscencia (o: el deseo; la pasión), como a Fedra, Antea,
Erifila "que aceptó oro a cambio de su querido marido" (Homero,
Odisea, XI,327).
64.2. También el célebre comediante Trasónida dice en otra
escena: "Una vil joven esclava me ha hecho esclavo" (Menandro,
Fragmentos, 338).
64.3. Infortunio es un pecado irracional, el pecado
involuntario es una injusticia, y la injusticia voluntaria es
maldad. Por tanto el infortunio es un acto involuntario mío(1).
(1)Otra
traducción: "El pecado (o: la falta) es una injusticia
involuntaria; injusticia es una maldad voluntaria. Es, por
tanto, el pecado (o: la falta) una cosa mía involuntaria"
64.4. Por eso también se dice: "El pecado no tendrá dominio
sobre ustedes, porque no están bajo la Ley, sino bajo la gracia"
(Rm 6,14), esto se dice respecto a los que ya han creído,
"porque hemos sido curados por sus llagas" (Is 53,5).
64.5. Infortunio también es una acción involuntaria de otro
contra mí; pero sólo la injusticia, mía o ajena, debe ser
interpretada (lit.: aparece) como voluntaria.
Dios quiere la salvación del
género humano
65.1. El salmista se refiere
concretamente a esa diferencia de los pecados, cuando llama
bienaventurados a los que Dios perdonó las iniquidades y
encubrió los pecados; unas no las imputó, y perdonó las
restantes.
65.2. "En efecto, está escrito:
"Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades fueron perdonadas y
cubiertos los pecados. Feliz el hombre a quien no impute el
Señor el pecado, y no hay engaño en su boca" (Sal 31 [32],1-2).
Esta bienaventuranza fue concedida a los elegidos por Dios a
través de Jesucristo, nuestro Señor" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
50,6-7).
65.3. "El amor cubre la multitud de los
pecados" (1 P 4,8). Y los borra aquel "que prefiere el
arrepentimiento del pecador a su muerte" (Ez 18,23. 32: no es
una cita textual).
Un solo Dios bueno
66.1. Lo que no se realiza por libre decisión no es
imputable; porque dice: "Quien ha deseado ha cometido ya
adulterio" (Mt 5,28: cita no textual).
66.2. El Verbo
que ilumina (cf. Jn 1,9) perdona los pecados. "Y en ese tiempo,
dice el Señor, buscarán la injusticia de Israel, y no existirá,
y los pecados de Judá y no los encontrarán" (Jr 50,20; LXX:
27,20);"porque ¿quién como yo? ¿Y quién me podrá hacer frente?"
(Jr 50,44; LXX: 27,44).
66.3. Mira que es anunciado un
solo Dios bueno, que retribuye conforme a los méritos y perdona
los pecados.
66.4. También Juan en la Epístola más larga
enseña con claridad la diferencia entre los pecados de la
siguiente manera: "Si alguno ve a su hermano cometer un pecado
que no lleva a la muerte, ore y le dará vida; a los que cometan
pecados que no son de muerte", dijo:
66.5. "Porque hay
un pecado de muerte, y no es éste por el que digo yo que se
rece. Toda injusticia es pecado, pero hay un pecado que no es de
muerte" (1 Jn 5,16-17).
Interpretación del Salmo
primero
67.1. Pero también David y, antes que
David, Moisés dan a conocer la gnosis de los tres principios con
estas (palabras): "Dichoso el hombre que no sigue el consejo de
los impíos" (Sal 1,1), igual que los peces van a oscuras hasta
la profundidad; es decir, los que no tienen escamas, que Moisés
prohíbe tocar (cf. Lv 11,10. 12; Dt 14,10), pastan en el fondo
del mar.
67.2. "Ni se detiene en camino de pecadores"
(Sal 1,1), como quienes parecen temer al Señor, pero pecan como
el cerdo, que hambriento gruñe, pero saciado no reconoce más a
su dueño (cf. Seudo Bernabé,
Epístola, 10,3).
67.3. "Tampoco se sienta en la
cátedra de la pestilencia" (Sal 1,1), al igual que las aves de
rapiña. En cambio, Moisés recomendó: "No coman cerdo, ni águila,
ni buitre, ni cuervo, ni pez alguno que no tenga escamas sobre
él" (Lv 11,7. 13. 15; Dt 14,8. 10. 12). Eso [dice] Bernabé (cf.
Seudo Bernabé, Epístola,
10,1).
67.4. Además yo he oído de un hombre sabio lo
siguiente: "El consejo de los impíos designa a los paganos,
"camino de pecadores" a la creencia judía, y "la cátedra de la
pestilencia" la interpretaba (como) las herejías.
Interpretación del Salmo
primero (continuación)
68.1. Algún otro afirmó
más exactamente que la primera bienaventuranza se refiere a la
de aquellos que no siguen las opiniones perversas, que se alejan
(lit.: apostatan) de Dios; la segunda, a los que no se detienen
en el camino ancho y espacioso (cf. Mt 7,13; Lc 13,24), bien
porque fueron educados en la Ley, o también porque se
convirtieron del paganismo. "La cátedra de la pestilencia
indicaría los teatros y los tribunales, o mejor, la adhesión a
los poderes malvados y dañinos, y la participación en sus obras.
68.2. "Pero su voluntad está en la ley del Señor" (Sal
1,2). Pedro en su "Predicación" llamó al Señor "ley y logos" (Kerigma
Petri, fragmento 1: obra apócrifa atribuida al apóstol
Pedro).
68.3. También parece que el legislador enseña de
otro modo cómo se evitan tres clases de pecados: los de la
palabra, por los peces mudos, porque es mejor permanecer en el
silencio que en la palabra: "Hay también un premio sin peligro
para el silencio" (Simónides de Quíos,
Fragmentos, 66). Los
pecados cometidos mediante la acción (son figurados) por las
aves rapaces y carnívoras... (laguna en el texto). El cerdo "se
goza en el fango" (Heráclito,
Fragmentos, 13) y en el estiércol; y es necesario no
tener "la conciencia manchada" (1 Co 8,7).
Interpretación del Salmo
primero (conclusión). Los verdaderos y los falsos pastores
69.1. Con razón dice el profeta: "No así los impíos,
sino que son como paja que arrebata el viento de la faz de la
tierra. Por eso no se levantarán los impíos en el juicio" (Sal
1,4-5) -ellos ya están condenados, porque "quien no cree está ya
juzgado" (Jn 3,18)-, "ni los pecadores en el consejo de los
justos -ellos ya han sido condenados por no unirse a quienes han
vivido sin faltas-, porque el Señor conoce el camino de los
justos, y el camino de los impíos será destruido" (Sal 1,5-6).
69.2. De nuevo el Señor revela abiertamente que nuestros
errores y fallos dependen de nosotros, al sugerir los modos
correspondientes de curar las pasiones, y quiere que seamos
corregidos por los pastores, acusando por boca de Ezequiel a
algunos de ellos, me parece a mí, porque no observaron los
mandamientos:
69.3. "No confortaron al débil", y lo que
sigue hasta: "No había nadie que lo buscase y lo hiciera volver"
(Ez 34,4-6). "Porque la alegría del Padre es grande cuando un
sólo pecador se salva" (Lc 15,7. 10; la cita no es textual) dice
el Señor.
69.4. ¡Cuánto más es de alabar Abrahán, que
"procedió conforme le había dicho el Señor" (Gn 12,4).
"Viendo a tu hermano ves a
Dios"
70.1. Sacándolo de ahí, uno de los sabios
griegos expresó la sentencia: "Sigue a Dios" (Diogeniano,
Paroemiae, III,31).
Isaías dice: "Los piadosos deliberaron con sabiduría" (Is 32,8).
70.2. La deliberación es buscar cómo comportarnos con
rectitud en las presentes circunstancias; (y) buena deliberación
(es) la prudencia en las decisiones.
70. 3. ¿Pero qué?
¿Acaso Dios, después del perdón de Caín, no recibe seguidamente
a Enoc (cf. Gn 4,15; 5,24), que poco después se arrepentiría,
para indicar que el perdón engendra naturalmente la conversión?
El perdón no se entiende de la remisión, sino de la curación. Lo
mismo sucede también respecto a la construcción del becerro por
parte del pueblo bajo (el mandato de) Aarón (cf. Ex 32,1 ss.).
70.4. De ahí (dedujo) uno de los sabios griegos (la
sentencia): "El perdón es mejor que el castigo" (Diógenes
Laercio, Vidas de los
filósofos, I,76); como sin duda el dicho: "Sal fiador y
te arruinarás" (Diógenes Laercio,
Vidas de los filósofos,
I,73; IX,71) deriva de la frase de Salomón que dice: "Hijo, si
sales fiador de tu amigo, entregarás tu mano al enemigo; porque
son una trampa fuerte para el hombre sus propios labios, y es
prisionero de las palabras de su propia boca" (Pr 6,1-2).
70.5. Más misterioso es el "conócete a ti mismo" (cf.
I,60,3), porque deriva de este versículo: "Viendo a tu hermano,
ves a tu Dios" (cf. I,19,94).
El amor del Señor
71.1. Así, por tanto, "amarás al Señor tu Dios con todo el
corazón y tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22,37. 39); con ello
dice que de estos mandamientos dependen y están estrechamente
unidos toda la ley y los profetas.
71.2. Concuerda con
esto aquello otro: "Les digo esto para que mi alegría sea
completa. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como
yo los amé" (Jn 15,11-12).
71.3. "El Señor es clemente y
compasivo" (Sal 110 [111],4), y "el Señor es bueno para con
todos" (Sal 144 [145],9). Aconsejando de modo más claro el
"conócete a ti mismo", Moisés dice con frecuencia: "Atiende a ti
mismo" (Gn 24,6; Ex 10,28; Dt 4,9).
71.4. "Con limosnas
y obras de fe se purifican los pecados; pero con el temor del
Señor todo hombre se aparta del mal" (Pr 16,6). "El temor del
Señor es educación y sabiduría" (Pr 15,33; Si 1,27).
Capítulo
XVI: La misericordia de Dios
Limitaciones de la naturaleza
humana para hablar de Dios
72.1. De nuevo surgen
aquí los acusadores (= los estoicos) cuando dicen que la alegría
y la tristeza (o: la pena; el dolor) son pasiones del alma. En
efecto, definen que la alegría es exaltación razonable y el
estar alegres es regocijarse por las cosas bellas. Mientras que
la compasión es un dolor por quien sufre de forma inmerecida (lit.:
indigna); ambas son movimientos y pasiones del alma.
72.2. Pero nosotros, al parecer, no nos apartamos de eso mismo
al entender carnalmente la Escritura, y cuando somos llevados
por nuestras pasiones, interpretando la voluntad de Dios, no
sujeto a pasiones, conforme a nuestros propios movimientos.
72.3. Y si pensáramos que las cosas son en realidad como
nosotros las conocemos, entonces nos equivocaríamos de forma
impía respecto al Todopoderoso.
72.4. En efecto, no es
posible hablar de la divinidad tal como es en realidad, sino tal
como a nosotros nos es posible comprender, aprisionados (o:
encadenados) por la carne; así nos hablaron los profetas,
adaptándose el Señor a la debilidad humana para nuestra
salvación.
Un Dios rico
en misericordia
73.1. Por eso es voluntad de Dios
salvar al que obedece a los mandamientos y se arrepiente de los
pecados; y nosotros estamos alegres por nuestra salvación; el
Señor, al hablar por los profetas, ha hecho suya nuestra
capacidad de alegría, como cuando por amor al hombre dice en el
Evangelio: "Tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me
dieron de beber; porque lo que hicieron con uno de esos más
pequeños, conmigo lo hicieron" (Mt 25.35. 40).
73.2. Al
modo que se alimenta no siendo alimentado, cuando se alimenta a
uno como Él quiere, así también se goza sin inmutarse, cuando
uno se alegra al convertirse como Él quería.
73.3. Dios
posee sobreabundancia de compasión, porque es bueno y nos da los
mandamientos mediante la Ley y los profetas, y de una manera más
próxima, mediante la venida del Hijo, nos salva y se compadece,
como se ha dicho (cf. Ex 33,19; Rm 9,15; 1 P 2,10), de los que
son objeto de su misericordia; porque tiene compasión quien es
superior respecto al inferior; y un hombre no será jamás
superior a otro hombre, puesto que tiene la misma naturaleza
humana, pero Dios es superior al hombre en todo; si, por tanto,
el superior se compadece del inferior, únicamente Dios tendrá
compasión de nosotros.
73.4. En efecto, un hombre está
dispuesto a ser solidario en razón del sentido de justicia, y
reparte lo que ha recibido de Dios, bien por natural
benevolencia y disposición, bien por los mandamientos que
obedece.
Los seres
humanos no son de la misma sustancia que Dios
74.1. Pero Dios no tiene con nosotros ninguna relación de
naturaleza, como pretenden los fundadores de las herejías -ni si
nos ha hecho de la nada, ni si nos ha fabricado de la materia,
porque una no existe y la otra es totalmente distinta de Dios-;
a no ser que alguien se atreva a decir que nosotros somos parte
de Él y consubstanciales a Dios.
74.2. Y no sé cómo
soporta uno oír esto, conociendo a Dios, mirando nuestra vida,
sumergida en tantos males.
74.3. Si fuera así, cosa que
no es lícito decir, Dios tendría parte en los pecados, si es que
las partes de un todo son partes integrantes del todo, porque
son integrantes, no serían partes.
74.4. Sin embargo, por
naturaleza "Dios es rico en misericordia" (Ef 2,4), y por su
bondad cuida de nosotros, que no somos ni partes de Él, ni hijos
por naturaleza.
Dios
nos llama a la adopción filial
75.1. La mayor
prueba de la bondad de Dios es precisamente ésta: que siendo en
verdad nosotros totalmente "extraños" (Ef 4,18) a Él por
naturaleza, con todo se preocupa de nosotros.
75.2. Es
natural que los animales tengan ternura con sus hijos, y que la
amistad nazca de la vida en común entre los que tienen los
mismos sentimientos; pero si Dios es rico en misericordia para
con nosotros, no es porque tengamos una relación con Él en lo
concerniente, digo, a nuestra esencia o naturaleza, o la
potencia propia de nuestro ser, sino sólo porque somos obra de
su voluntad. Y el que voluntariamente, mediante la ascesis y la
enseñanza, se ha elevado al conocimiento (gnosis)
de la verdad, Él lo llama a la adopción filial, que es la meta
más alta de todas.
75.3. "Las iniquidades aprisionan al
hombre, cada uno queda atado con los cadenas de los propios
pecados" (Pr 5,22); y Dios no es responsable (o: culpable). En
verdad, "bienaventurado el hombre que se humilla en todas las
cosas por temor de Dios" (Pr 28,14; cf. Hb 12,28:
eylabeia: devoción).
Capítulo
XVII: El conocimiento y la voluntad humanas
La ciencia
76.1.
Como la ciencia es una disposición apta para instruirse, porque
por ella nos ha sido concedida la capacidad de saber, y su
certeza constante no puede ser cambiada por razonamiento, así
también la ignorancia es una representación incierta y cambiante
por la acción del razonamiento; ahora bien, lo que cambia, como
lo elaborado mediante un razonamiento, depende de nosotros.
76.2. Al lado de la ciencia están la experiencia, la
capacidad de discernir (eidesis;
lit.: conocimiento), la comprensión (o: entendimiento;
synesis), la
abstracción intelectiva (o: reflexión;
noesis) y la
gnosis.
76.3. La
capacidad de discernir puede llamarse ciencia de los seres
universales, según su especie. En cambio, la experiencia es una
ciencia que tiene capacidad de recibir datos (o: comprensiva),
de tal forma que hace posible el estudio particular de cada uno
de ellos. La abstracción intelectiva es ciencia de lo
inteligible. La comprensión es ciencia de lo relacionable, o
sea, una aptitud coherente para fijar relaciones o capacidad
comparativa en lo relativo a lo que es objeto de pensamiento y
de ciencia, bien se trate de una cosa particular o de varias
bajo un único razonamiento. La gnosis es la ciencia del ser en
sí mismo, o ciencia que se refiere a lo que tiene posibilidad de
ser. La verdad es la ciencia de lo verdadero; y la posesión de
la verdad es la ciencia de las cosas verdaderas.
La voluntad
77.1. La ciencia, por tanto, se constituye (o: consolida)
mediante la razón y no puede ser cambiada por otra razón (lit.:
es inmutable por otra razón). [En este punto se ocupa de la
gnosis (frase que
parece ser un añadido)].
77.2. Lo que no hacemos, o es
porque no podemos o porque no queremos, o por ambas cosas.
77.3. Por ejemplo, no volamos porque ni podemos ni queremos;
sin embargo, no vamos a nadar, en un momento determinado,
porque, aún pudiendo, no queremos. Pero no somos como el Señor,
porque, aunque queramos, no podemos.
77.4. "No está el
discípulo por encima del maestro, es suficiente que seamos como
el maestro" (Mt 10,24), no esencialmente (lit.: según la
esencia), porque es imposible que lo que es por adopción sea
igual cuanto a la existencia a lo que es por naturaleza, pero
llegaremos a ser eternos, conoceremos la contemplación de los
seres, seremos llamados hijos y así mediante lo que le es propio
(= el Hijo) podremos ver al Padre solo.
77.5. Y lo que
precede a todo eso es la voluntad (o: el querer), porque las
facultades racionales son naturalmente servidoras de la
voluntad. Dice el [Señor]: "Si quieres, podrás" (cf. Jn 5,6; Mc
1,40). La voluntad, el juicio y la ascesis del gnóstico son la
misma cosa.
77.6. Porque, si sus fines (u: objetivos;
intenciones) son los mismos, sus principios y sus juicios son
los mismos, de modo que sus palabras, su vida y su conducta
serán consecuentes con su estado. "El corazón recto busca
conocer" (Pr 27,21) y permanece atento. "Dios me ha enseñado la
sabiduría y conocí la gnosis de los santos" (Pr 30,3; cf. Sb
10,10).
Capítulo
XVIII: La Ley de Moisés
Las virtudes cardinales
78.1. Ahora bien, se puede demostrar también que todas las
otras virtudes mencionadas por Moisés han ofrecido a los griegos
el fundamento de todo su orden ético; me refiero a la fortaleza,
templanza, prudencia, justicia, tolerancia, paciencia, modestia,
continencia y principalmente la piedad religiosa.
78.2.
Es de todos sabido que la piedad enseña a venerar y honrar al
supremo y más antiguo principio.
78.3. La ley misma nos
dispone educándonos en la justicia y en la prudencia, mediante
el abandono de los ídolos sensibles y el acercamiento al Creador
y Padre del universo; y de esta disposición mental, como de una
fuente, mana toda inteligencia.
78.4. "Los sacrificios de
los impíos son abominados por el Señor, pero las oraciones de
los que obran rectamente son agradables junto a Él" (Pr 15,8).
Por otro lado, "es más agradable a Dios la justicia que el
sacrificio" (Pr 16,7).
Las definiciones estoicas de las virtudes
79.1. De
forma parecida el texto de Isaías: "¿Qué me importan la
muchedumbre de sus sacrificios? Dice el Señor" (Is 1,11), y toda
la perícopa [dice]: "Desata todo lazo de injusticia, porque el
sacrificio agradable a Dios es un corazón contrito y que busca a
su Creador [o: Plasmador]" (Is 58,6 y Sal 50 [51],19).
79.2. "La balanza falsa es abominable ante Dios, pero el peso
justo le agrada" (Pr 11,1). De ahí que Pitágoras aconseje (o:
recomiende): "No desequilibrar (lit.: pasar por encima) la
balanza" (Pitágoras,
Fragmentos, 6).
79.3. La promesa de los herejes
está definida como falsa justicia, y "la lengua de los injustos
perecerá, pero la boca de los justos destila sabiduría" (Pr
10,31). Pero "llaman insensatos a los sabios y a los prudentes"
(Pr 16,21).
79.4. Sería muy extenso traer testimonios
sobre esas virtudes; toda la Escritura las alaba (o: celebra).
79.5. Puesto que definen (= los estoicos) la fortaleza como
la ciencia de las cosas temibles, no temibles e intermedias; y
la templanza como una actitud (o: capacidad) que, en la elección
o el rechazo, observa los dictámenes (lit.: salva los juicios)
de la prudencia; a la fortaleza se suman la paciencia, que es
llamada constancia, ciencia de lo que se debe o no soportar; la
magnanimidad, ciencia que domina los acontecimientos; y a la
templanza, la circunspección, que es una huida racional.
Las relaciones de las virtudes
entre sí
80.1. Guardar los mandamientos, al ser
una indefectible observancia de los mismos, significa la
adquisición de la seguridad de la vida. Lo mismo que no se puede
ser constante sin fortaleza, tampoco se puede ser sobrio sin
templanza.
80.2. Las virtudes están recíprocamente unidas
(cf. II,45,1), y quien posee la compañía de las virtudes, tiene
también la salvación, que es la conservación del buen estado.
80.3. De igual manera, tratando separadamente estas
virtudes, podremos hacer, respecto de todas, esta constatación:
quien tiene una virtud, al modo que la posee el gnóstico, las
posee todas por la recíproca interdependencia.
80.4. Ante
todo, la continencia es una disposición de no sobrepasar lo que
aparece ser conforme a recta razón. El que es continente domina
los impulsos que se extralimitan de la recta razón, de modo que
no se deje impulsar fuera de la recta razón.
80.5. La
templanza, por tanto, no existe sin fortaleza, porque de los
mandamientos nacen la prudencia que sigue a Dios ordenador (de
todas las cosas) [texto hipotético ya que hay una laguna en el
griego], y la justicia, imitadora de las divinas disposiciones,
por la que somos continentes, y tendemos hacia la piedad
religiosa y hacía una conducta de total adhesión a Dios; nos
parecemos al Señor tanto cuanto nos es posible, incluso
permaneciendo mortales por naturaleza.
Exigencias de la vida virtuosa
81.1. Esto significa "llegar a ser justo y santo con
prudencia" (cf. Platón,
Teeteto, 176 A-B). La divinidad no tiene necesidad de
nada, ni tiene pasiones; por eso, propiamente, no es ni siquiera
continente, porque no está sujeta jamás a pasión alguna, de
manera que luego tenga que dominarla. En cambio, nuestra
naturaleza, sujeta a pasiones, necesita la continencia, mediante
la cual se ejercita uno en tener necesidad de pocas cosas y se
esfuerza por aproximarse, mediante una habitual disposición, a
la naturaleza divina.
81.2. En efecto, el hombre virtuoso
necesita de pocas cosas; en la frontera entre una naturaleza
inmortal y otra mortal, necesitado por causa de su cuerpo y de
su mismo nacimiento; pero instruido, gracias a la continencia
racional, a no tener necesidad de muchas cosas.
81.3.
¿Cuál es la razón por la que la Ley prohíbe al varón usar un
vestido de mujer (cf. Dt 22,5)? ¿No querrá, quizás, que nosotros
nos comportemos como varones, sin afeminarnos ni en el cuerpo,
ni en las acciones (u: obras), ni en la mente, ni en la palabra?
81.4. Quiere en efecto que quienes se dedican a la verdad,
se robustezcan en la paciencia, en la fortaleza, en la vida, en
las costumbres, en las palabras, en la ascesis día y noche, y,
aun si lo sorprende la necesidad de dar testimonio (martyrion),
con el derramamiento de la sangre.
La Ley es humanitaria
82.1. De nuevo, si alguien, dice [la Escritura], habiendo
construido una casa no ha tenido tiempo de habitarla, o habiendo
trabajado una viña nueva no ha cosechado fruto, o, prometiéndose
a una muchacha, todavía no se ha casado con ella, a todos esos
la Ley con espíritu humanitario (philantropos)
les exime del servicio militar (cf. Dt 20,5-7).
82.2. Lo
hace estratégicamente, para que no prestáramos servicio en
guerra sin entusiasmo, arrastrados por nuestras concupiscencias
-porque sólo se exponen sin miramientos a los peligros los que
están libres de cualquier impulso-.
82.3. Pero también es
humanitaria, porque tiene en cuenta que uno no pierda los frutos
de su propio esfuerzo, y que otro recoja sin esfuerzo los frutos
del trabajo ajeno, ya que los acontecimientos de la guerra son
inciertos.
Las mujeres
madianitas
83.1. Además, la Ley parece que
manifiesta también la fortaleza del alma, al establecer que
quien ha plantado debe recoger, y quien ha edificado una casa
debe habitarla, y el novio debe casarse; por tanto no convierte
en estériles las esperanzas de quienes se han ejercitado según
la enseñanza (lit.: razón) gnóstica.
83.2. "No perece la
esperanza del hombre bueno, ya muerto" (Pr 11,7), ya vivo. "Yo,
dice la Sabiduría, amo a los que me aman, y los que me buscan
encontrarán paz" (Pr 8,17), y lo que sigue.
83.3. ¡Pero
qué! ¿Las mujeres de los madianitas no sedujeron con su belleza
a los soldados hebreos, llevándoles de la templanza a la
impiedad? (cf. Nm 25).
83.4. Primeramente se hicieron sus
amigas, luego les sedujeron con su belleza arrastrándolos de su
austera ascesis a los placeres de las cortesanas, hasta hacerlos
sacrificar a los ídolos y unirse con mujeres extranjeras. Así,
dominados por las mujeres y los placeres, se apartaron de Dios y
se alejaron de la ley; y poco faltó para que todo el pueblo,
mediante aquella estratagema femenina, cayera en manos del
enemigo; hasta que el temor [de Dios], amonestándolos (o:
reprendiéndolos), los detuvo ante el peligro (cf. Nm 25).
"El temor de Dios da la
vida"
84.1. En seguida los restantes,
valientemente, emprendieron la lucha en favor de la piedad
religiosa, dominando a los enemigos. "La piedad, por
consiguiente, es principio de sabiduría, la consideración por
las cosas santas es inteligencia, conocer la ley es (propio) de
una mente buena" (Pr 9,10)
84.2. Por eso, quienes suponen
que la Ley suscita un temor provocado por las pasiones (o:
afectado por las pasiones:
empathos), ni se comportan bien ni en realidad comprenden
la Ley. "En efecto, el temor de Dios da vida. Por el contrario
quien se equivoca sufrirá penas que la
gnosis no verifica" (Pr
19,23; la segunda parte de esta cita es desconocida).
84.3. Dice Bernabé ciertamente en sentido místico: "Dios, que es
Señor del universo entero, les conceda sabiduría, inteligencia,
ciencia, conocimiento de sus justas disposiciones y paciencia.
Sean discípulos de Dios, tratando de descubrir lo que el Señor
quiere de ustedes, para que sean encuentren en el día del
juicio" (Seudo Bernabé,
Epístola, 21,5-6). Aquellos que consiguen el objetivo les
llamó, en sentido gnóstico, "hijos del amor y de la paz" (Seudo
Bernabé, Epístola,
21,9).
84.4. Sobre la distribución y a la participación,
de las muchas cosas para decir, baste tan sólo una: la Ley
prohíbe prestar a interés a un hermano (cf. Ex 22,24; Lv
25,36-37) -y llama hermano no sólo al que ha nacido de los
mismos padres, sino también al que es de la misma tribu, de la
misma creencia, y que participa del mismo Verbo (Logos)-;
no teniendo como justo percibir intereses sobre un capital
(prestado), sino que a los necesitados se les regala con mano y
ánimo desprendidos.
84.5. Dios es el creador de esa
gracia; y quien da así, recibe intereses considerables, los más
preciados entre los hombres: mansedumbre, bondad, magnanimidad,
renombre gloria.
Enseñanzas sobre la justicia contenidas en la Ley
85.1. ¿No te parece lleno de humanidad (philantropia)
ese precepto, lo mismo que este otro: "Pagar cada día el salario
del pobre" (Dt 24,15)? Enseña [la Escritura] que se debe pagar
sin demora el salario por los servicios. En efecto, yo creo que
la diligencia del pobre para futuros servicios se debilita
cuando no tiene qué comer.
85.2. Por otra parte, añade,
el acreedor no debe acercarse a la casa del deudor, para recibir
una garantía a la fuerza, sino que debe invitarle a traerla
afuera; y si la tiene, no debe sustraerse (cf. Dt 24,10-11).
85.3. En el tiempo de la recolección [la ley] prohíbe a los
propietarios recoger lo que cae de las gavillas sin cortar, al
igual que manda dejar, durante la siega, un poco de grano sin
cosechar (cf. Lv 19,9-10); de este modo enseña muy bien a los
propietarios a compartir con generosidad, dejando algo de lo
propio para los necesitados, y procura a los pobres un medio de
subsistencia.
La Ley es
buena y maestra de justicia
86.1. ¿Ves cómo la
legislación proclama tanto la justicia como la bondad de Dios,
que generosamente suministra a todos el alimento?
86.2.
(La Ley) prohíbe en la vendimia volver, mientras se cosecha, a
lo que se dejado y recoger las uvas caídas; lo mismo prescribe a
los que recogen aceitunas (cf. Lv 19,10; Dt 24,20-21).
86.3. En verdad, también el diezmo de frutos y ganados enseñaba
a ser piadoso para con la divinidad y a no ser avaro hasta el
extremo, sino a dar con humanidad parte de los bienes propios al
prójimo (cf. Lv 27,30 y 32; Nm 18,21 y 24). Ciertamente de estas
primicias, me parece, vivían los sacerdotes.
86.4.
¿Comprendemos ahora por qué somos educados por la Ley en la
piedad, la solidaridad, la justicia, la benevolencia (o: amor al
hombre; humanidad:
philantropia)? ¿No es verdad?
86.5. ¿Acaso [la
Ley] no prescribe dejar en reposo la tierra un año cada siete,
invitando así a los pobres a disfrutar sin temor de los frutos
producidos por obra de Dios, haciendo la naturaleza de
cultivadora para quien lo deseaba (cf. Ex 23,10-11; Lv 25,4-6.
24)? ¿Cómo decir, entonces, que la Ley no es buena y no es
maestra de justicia?
86.6. De nuevo, cada cincuenta años
manda hacer lo mismo que en el año séptimo; restituyendo a cada
uno su propiedad (cf. Lv 25,8-13), si durante ese tiempo
intermedio hubiera sido privado de ella por alguna
circunstancia; delimitando así, al establecer un periodo
concreto para usufructo, la avidez de aquellos que desearían
apropiársela; porque no quiere que sean castigados por toda la
vida quienes han estado sometidos, por una larga pobreza, a
deudas justas.
86.7. "Limosna y verdad son las guardianas
del rey" (Pr 20,28);"bendición sobre la cabeza de quien
comparte" (Pr 11,26), "y será bienaventurado quien tiene piedad
de los pobres" (Pr 14,21), porque manifiesta el amor hacia su
semejante en virtud del amor para con el Creador del género
humano.
El amor
87.1. Lo que se ha dicho, respecto al reposo [de los campos]
y a la recepción de la herencia, admite otras interpretaciones,
más naturales, pero no es este el momento de decirlo.
87.2. El amor es entendido de varias formas: como benignidad,
como bondad, como paciencia, como falta de envidia o de celos,
como ausencia de odio, como olvido de las ofensas; y eso en
todos los casos sin división, sin distinciones, solidario
(koinonike; cf. 1 Co
13).
87.3. Dice también [la Escritura]: "Si ves
vagabundear en el desierto a un animal de carga, que pertenece a
vecinos o amigos o, en una palabra, a un hombre que conoces,
recondúcelo y devuélvelo. Y si por casualidad el dueño estuviera
ausente por largo tiempo, mantenla con tus animales hasta que
aquél vuelva; entonces se lo devolverás" (Ex 23,4-5: no es una
cita textual). Mediante una solidaridad natural [la Escritura;
o: la Ley] enseña a considerar como depósito lo que se encuentra
y a no guardar rencor al enemigo.
Capítulo XVIII: La Ley de
Moisés (continuación)
Preceptos humanitarios de la
Ley
88.1. "Un mandato del Señor es fuente de
vida", en verdad, "hace escapar de la trampa de la muerte" (Pr
14,27). Pero, ¿qué? ¿No ordena [la Ley] a amar a los
extranjeros, no sólo como amigos y parientes, sino como a uno
mismo, en cuerpo y alma? (cf. Ex 22,21; 23,9; Lv 19,33-34; Nm
15,14-16).
88.2. También la Ley ha honrado incluso a los
paganos, y no alimenta odio respecto a quienes actúan mal. Por
eso dice claramente: "No abominarás al egipcio, porque has sido
extranjero en Egipto" (Dt 23,8); se llama "egipcio" al pagano o
de forma general a todo lo mundano.
88.3. Aunque los
enemigos ataquen las murallas, amenazando tomar la ciudad, [la
Ley quiere] que no sean tenidos como enemigos hasta que,
enviándoles embajadores (lit.: heraldos), los inviten a la paz
(cf. Dt 20,10).
88.4. Manda incluso no cometer violencia
con una prisionera, sino "permítele, dice, llorar treinta días a
los que quiere; al día siguiente hazle cambiar los vestidos y
convive con ella como con una esposa legítima" (Dt 21,10-14).
Porque no desea casamientos (realizados) por violencia ni por
compra, como las cortesanas, sino sólo las relaciones
matrimoniales para la procreación de los hijos.
La Ley defiende la continencia
89.1. ¿Ves el humanitarismo y la continencia juntos? [La
Ley] no permite al amante dueño de la cautiva ceder al deseo,
sino que trunca la concupiscencia imponiendo un determinado
intervalo de tiempo, y además ordena rasurar los cabellos a la
cautiva para impedir la atracción a un amor lujurioso; porque si
la reflexión indujera [al amo] a casarse, lo mismo se uniría
aunque no fuera bella.
89.2. Además, si alguno, saciado
el placer, no quisiera convivir más con la cautiva, [la Ley]
ordena que no puede venderla, pero tampoco retenerla como
esclava, sino que desea que sea libre y se la mantenga separada
de la servidumbre, para que, si es remplazada por otra mujer, no
tenga que sufrir los implacables desaires de la envidia (cf. Ex
21,10).
La Ley nos
enseña a ser bondadosos
90.1. ¿Qué más? El Señor
manda también aliviar y aligerar los animales de carga de
nuestros enemigos (cf. Ex 23,5; Dt 22,4); enseñándonos desde
hace largo tiempo a no aceptar satisfacción por el mal ajeno, ni
alegrarnos a costa de nuestros enemigos; así nos enseña, a que
ejercitados en aquellas acciones, oremos por los enemigos.
90.2. En efecto, ni es bueno ser envidioso y entristecerse
por el bienestar del prójimo, ni experimentar placer por sus
desgracias (lit.: males). Dice [la Escritura]: "Si encuentras
perdido un animal de carga de un enemigo, abandona, la parte de
eso que fomenta el fuego de la rivalidad, condúcelo y
devuélveselo" (Ex 23,4; cf. Dt 22,1). Efectivamente, al perdón
sigue la bondad, y a ésta la disolución de la enemistad.
90.3. Así nos disponemos a la concordia que conduce a la
felicidad. Y si tienes a alguien habitualmente como tu enemigo y
descubres que va perdiendo el uso de la razón por la
concupiscencia o la ira, conviértelo a la bondad.
La Ley es pedagoga
91.1. Entonces, ¿no aparece humana y bienhechora la Ley que
conduce (paidagogon)
hacia Cristo (cf. Ga 3,24), y (no aparece) Dios mismo bueno con
justicia, ocupándose de cada generación, desde el principio y
hasta el fin, para llevarla a la salvación?
91.2. Dice
el Señor: "Sean misericordiosos para alcanzar misericordia;
perdonen para ser perdonados; como obren, así se obrará con
ustedes; como den, se les dará; como juzguen serán juzgados;
como sean bondadosos, serán bondadosos con ustedes; con la
medida que midan, serán medidos" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
13,2).
91.3. Por otra parte, [la Ley] prohíbe deshonrar
(o: despreciar) a quienes han realizado trabajos serviles para
vivir (lit.: por el alimento); y a quienes han sido esclavos por
causa de las deudas les concede, cada siete años, una tregua
total (cf. Ex 21,2; Lv 25,39-41; Dt 15,12).
91.4.
También prohíbe que sean castigados los pordioseros (lit.:
suplicantes). La más verdadera de todas es esta sentencia: "Como
se prueba el oro y la plata en el crisol, así el Señor prueba
los corazones de los hombres" (Pr 17,3).
91.5. "El varón
misericordioso es magnánimo, en el que es solícito hay
sabiduría; en efecto, habrá solicitud en el hombre inteligente,
y, al ser reflexivo, buscará la vida. Y el que busca a Dios
encontrará gnosis con justicia, y quienes le buscan rectamente
encuentran paz" (Clemente de Roma,
Epístola primera a los
Corintios, 13,2; se trata de una cita compuesta: Mt 5,7;
6,14-15; Lc 6,38; Mt 7,1-2; Lc 6,37-38).
Respeto a la vida de los
recién nacidos
92.1. A mí me parece que Pitágoras
también tomó de la Ley la mansedumbre para con los animales
irracionales (cf. Ex 23,19; 34,26; Dt 14,20; Plutarco,
Moralia, 993 A). [La
Ley], por ejemplo, prohíbe sacar provecho inmediato de los
animales pequeños nacidos en rebaños de ovejas, cabras y vacas,
ni siquiera como pretexto de sacrificio; y esto por las crías
mismas y por sus madres; educando así al hombre en la
mansedumbre, partiendo de abajo, de los animales irracionales.
92.2. "Deja al pequeño, dice, con la madre durante los
siete primeros días" (Ex 22,29). Porque si nada se produce sin
causa, y la leche fluye en las que han dado a luz para alimentar
a sus crías, el que separa al recién nacido de la administración
(lit.: oikonomias,
economía) de la leche ultraja a la naturaleza.
92.3.
Avergüéncense, entonces, los griegos y cualquier otro que ataque
la Ley; ésta es benigna incluso con los animales irracionales,
en cambio aquellos llegan hasta exponer a los recién nacidos de
los hombres; desde hace tiempo y proféticamente, la Ley
rechazaba su salvajismo mediante el mandato anteriormente
indicado.
92.4. Si la Ley prohíbe separar a las crías
irracionales de sus madres antes de la lactancia, mucho más
previene entre los hombres esa disposición cruel y salvaje, para
que no desprecien los principios que han aprendido, aunque
(desprecien) la naturaleza.
La filantropía hacia los seres
humanos
93.1. Está permitido saciarse de cabritos
y corderos, y ésa es quizás una excusa para quien separa al hijo
de su procreadora (cf. Lv 22,28). Pero ¿la exposición del niño
qué causa tiene? Por el contrario, sería mejor, en principio,
que nadie se casara, si no se desea tener hijos, antes de
convertirse en infanticida por intemperancia del placer.
93.2. Además, la Ley, benigna, prohíbe sacrificar juntamente
el mismo día a la cría y a la madre. Por eso también los
romanos, si una mujer encinta era condenada a muerte, no
permitían que sufriera la pena antes de haber dado a luz (cf.
Plutarco, Moralia, 552
D).
93.3. También la Ley prohíbe explícitamente matar a
cualquiera de entre los vivientes que esté encinta, hasta que no
hayan parido; desde hace mucho tiempo la Ley ha tratado de
refrenar la tendencia a hacer daño al hombre.
93.4. Ha
extendido de tal modo la clemencia (o: la equidad) entre los
animales irracionales, para que ejercitándonos en los seres
distintos a nosotros, actuemos con mayor humanitarismo hacia
nuestros congéneres.
Evitar la discriminación arbitraria
94.1. Pero
quienes patean el vientre de los animales antes del parto, para
comer la carne empapada con leche, hacen de la matriz, creada
para la generación, una tumba de fetos; en cambio la legislación
ordena en términos precisos: "Nadie cocerá el cordero en la
leche de su madre" (Dt 14,21; Ex 23,19).
94.2. Que no se
convierta el alimento del viviente en condimento del animal
matado, dice, ni lo que es causa de la vida coopere a la
consumación (o: perdida, destrucción) del cuerpo.
94.3.
La misma Ley prescribe: "No poner bozal al buey que trilla" (Dt
25,4); porque también es necesario "considerar digno del
alimento al obrero" (Mt 10,10).
94.4. Además prohíbe
uncir un buey y un asno a la vez, para labrar la tierra (cf. Dt
22,10); quizá apuntando la disparidad de los animales, pero
mostrando, al mismo tiempo, a no cometer una injusticia, ni a
poner bajo el yugo a ningún hombre diferente de nosotros, cuando
no se le pueda imputar otra cosa que el ser de raza diversa,
porque eso no constituye culpabilidad alguna, ni maldad, ni
consecuencia de una falta.
94.5. A mí me parece también
que la alegoría significa que no se debe admitir a la
agricultura del Verbo al puro y al impuro igualmente, al fiel y
al infiel (o: creyente e incrédulo), porque uno, el buey, es
animal puro; pero el asno es contado entre los impuros (cf. Lv
11,1-46).
La Ley ayuda
a usar correctamente la creación
95.1. Rico en
humanidad, el Verbo bondadoso enseña que no conviene talar
ningún árbol de cultivo, ni cortar las espigas para hacer daño
antes del tiempo de la cosecha, ni tampoco arrancar por completo
el fruto del cultivo, ni de la tierra, ni del alma; tampoco
permite devastar el terreno de los enemigos (cf. Dt 20,19-20).
95.2. También los labradores sacan provecho de la Ley,
porque les manda tener cuidado durante tres años consecutivos de
las plantas jóvenes (cf. Lv 19,23), podar los brotes superfluos,
para que no sean oprimidas por el peso y no se debiliten por
falta de un alimento demasiado repartido; cavar y escardar en
torno, para que ninguna hierba impida su crecimiento.
95.3. Tampoco permite recoger frutos todavía imperfectos de
árboles imperfectos, sino sólo después de tres años, para
dedicar luego, en el cuarto, las primicias a Dios, una vez que
el árbol ha conseguido su forma perfecta (cf. Lv 19,23-24).
"Sembrar los beneficios de
Dios"
96.1. Esta imagen de la agricultura puede
significar una forma de enseñanza, por la cual aprendemos que es
necesario podar las ramificaciones de los pecados y la
vegetación inútil del pensamiento que brota juntamente con los
frutos verdaderos, hasta que el retoño de la fe llegue a la
perfección y a la solidez.
96.2. Porque al cuarto año,
puesto que se necesita un tiempo para ser instruidos sólidamente
en la catequesis, la tétrada de las virtudes es dedicada a Dios;
y la tercera etapa limita con la cuarta, que es el descanso del
Señor.
96.3. Un sacrificio de alabanza vale más que los
holocaustos (cf. Sal 49 [50],23; 50 [51],17-18). Porque "Él,
dice (la Escritura), te dará la fuerza para ejercitar tu poder"
(Dt 8,18). Si tus acciones son iluminadas, cuando hayas recibido
y adquirido fuerza, ejercita tu poder en la
gnosis.
96.4.
Así, en aquellas palabras se manifiesta que los bienes y dones
nos son dados por Dios y que nosotros, una vez llegados a ser
servidores de la divina gracia, debemos sembrar los beneficios
de Dios, preparando (a ser) buenos y honestos a los que nos se
nos acercan; el temperante, puesto que puede más, debe hacer
perfectos a los moderados, y también el fuerte a los generosos,
el prudente a los inteligentes, y el justo a los justos.
Capítulo XIX: El gnóstico desea imitar al Señor
Es necesario armonizar la vida
97.1. El gnóstico es "a imagen y semejanza" (Gn 1,26),
porque imita a Dios en lo posible, sin omitir nada para hacer
realidad esa semejanza; es temperante (o: continente, puro) y
paciente, vive conforme a justicia, domina las pasiones, da de
lo que tiene y, tal como es, beneficia de palabra y de obra.
97.2. Dice [la Escritura]: "Es muy grande en el reino el que
hace y enseña" (Mt 5,19), imitando a Dios en hacer el bien,
porque los dones de Dios son para común utilidad.
97.3.
"Pero quien hace algo con orgullo, provoca a Dios" (Nm 15,30),
dice; porque la arrogancia (o: jactancia) es un vicio del alma;
y de éste como de los otros vicios [la Escritura] exhorta a
arrepentirse, armonizando nuestra vida, cambiándola de
discordante a otra mejor, por medio de tres (instrumentos):
boca, corazón, manos.
La "nobleza" de Adán
98.1. En verdad, esto
simbolizaría lo siguiente: las manos, la acción; el corazón, la
voluntad (o: intención); y la boca, la palabra (cf. Dt 30,14). A
propósito de los que se arrepienten, está bien dicho
expresamente aquel versículo: "Has elegido hoy a Dios para que
sea tu Dios, y el Señor te ha elegido hoy para que seas su
pueblo" (Dt 26,17. 18). Por que el que se esfuerza por servir de
manera suplicante al Ser, Dios se le hace familiar.
98.2.
Y aunque es uno numéricamente, es honrado como si fuera un
pueblo; porque, al ser parte del pueblo, viene a ser lo que le
completa, una vez reintegrado en su lugar, puesto que el todo
toma también el nombre de la parte.
98.3. Esa nobleza se
manifiesta en elegir y poner en práctica lo mejor (o: lo más
hermoso). ¿Pero qué provecho obtuvo Adán de tal nobleza? No
tenía padre mortal; más bien él fue padre de los hombres que son
engendrados.
98.4. Sin embargo, eligió con gusto el mal
(o: lo feo), siguiendo a la mujer, y despreció (o: menospreció)
lo verdadero y lo bueno (o: hermoso). Cambió una vida inmortal
por una mortal, aunque no para siempre.
La economía salvífica
99.1. Noé, por el contrario, que no nació como Adán (cf. Gn
6,9; 7--8), fue salvado por una ayuda divina; porque se ofreció
consagrándose a Dios. Y a Abrahán, que tuvo hijos de tres
mujeres no por gozar del placer, sino porque ya desde el
principio esperaba, pienso yo, multiplicar la raza, le sucede
como heredero de los bienes paternos uno solo [de los hijos];
los otros permanecieron separados de la parentela (cf. Gn 16,1
ss.).
99.2. De él nacieron dos gemelos (o: mellizos), el
más joven agradó al padre, heredó y recibió las bendiciones; en
cambio, el mayor fue su esclavo (cf. Gn 27,1 ss.); por lo demás
para un hombre miserable (o: malvado) es verdaderamente un gran
bien no ser independiente.
99.3. Esta economía es a la
vez profética y prefigurativa (typike).
Que todo pertenece al sabio, [la Escritura] lo indica claramente
diciendo: "Porque Dios tuvo piedad de mí, todo me pertenece" (Gn
33,11). Así enseña que es necesario tender a sólo aquel por
quien todo existe, y concede [sus] promesas a los que son
dignos.
La Ley
llama a la semejanza con Dios
100.1. Al (hombre)
honesto (o: virtuoso) que ha llegado a ser heredero del reino,
lo inscribe también, mediante la divina sabiduría, como
conciudadano de los justos antiguos, que antes de la Ley
vivieron en plena conformidad a la Ley, y cuyas acciones han
llegado a ser ley para nosotros.
100.2. De nuevo, al
enseñar que el sabio es rey, hace decirle a aquellos que son de
otra clase: Tú eres rey para nosotros de parte de Dios" (Gn
23,6), y los súbditos con voluntaria decisión obedecen al hombre
honrado por emulación virtuosa (lit.: el celo de la virtud).
100.3. El filósofo Platón, proponiendo como fin la
felicidad, dice que ella es "la semejanza a Dios en lo posible"
(Platón, Teeteto, 176
B; cf. Gn 1,26); pero, o bien coincide con la doctrina de la
Ley, -"porque los espíritus grandes [lit.: las grandes
naturalezas] y despojados de pasiones de algún modo consiguen la
verdad" [Filón, Sobre la vida
de Moisés, I,5,22], como dice el pitagórico Filón
interpretando Moisés-, o bien recibió la enseñanza de alguno de
los sabios contemporáneos, porque estaba siempre sediento de
aprender.
100.4. En efecto, la Ley dice: "Caminen tras
el Señor su Dios, y cumplan mis mandamientos" (Dt 13,5). La Ley
llama seguimiento a la semejanza [con Dios]; y el hecho de
seguirlo hace semejante en lo que se puede. El Señor dice: "Sean
misericordiosos y compasivos como su Padre celestial es
compasivo" (Lc 6,36).
Los tres géneros de amistad
101.1. De aquí también
han afirmado (lit.: dogmatizado) los estoicos que el fin (del
hombre) es vivir conforme a la naturaleza; invirtiendo
desacertadamente los nombres de Dios y de naturaleza, puesto que
la naturaleza se extiende a plantas, semillas, árboles y
piedras.
101.2. Por eso se dice claramente: "Los hombres
malvados no entienden la ley, pero los que aman la ley se
protegen con un muro" (Pr 28,5. 4). Porque "la sabiduría de los
astutos (o: cautos, hábiles, inteligentes) conocerá sus caminos,
pero la multitud de los necios [permanecerá] en el error" (Pr
14,8). "¿A quien miraré sino no al manso y tranquilo, y al que
tiembla ante mis palabras?", dice la profecía (Is 66,2).
101.3. Se nos ha enseñado que hay tres clases de amistad: la
primera y la mejor es la que se basa en la virtud; porque firme
es el amor (que procede) de la razón. La segunda, que está en el
medio, se basa en el intercambio, (es) comunicativa, generosa y
útil para la vida; porque esta amistad [procede] de la común
benevolencia. La tercera y última decimos que (proviene) de la
convivencia; pero otros [afirman] que es cambiante y mudable,
según el placer.
Justo
y compasivo
102.1. Y me parece que muy
hermosamente el pitagórico Hipodamo escribe: "Entre las
amistades, una nace de la ciencia de los dioses, otra de la
generosidad de los hombres, y la tercera, del placer de los
animales" (Hipodamo de Mileto,
Fragmentos, 39,1). Así, una es la amistad del filósofo,
otra la del hombre, y otra la del animal.
102.2. En
realidad el hombre es imagen de Dios en cuanto que es
benefactor, y con ello recibe él mismo un beneficio; es como el
piloto, que a la vez salva y es salvado. Por eso, cuando alguien
suplica y obtiene, no dice a quien le da: "Has dado bien", sino
"has recibido bien" (cf. Hch 20,35). Así, el que recibe da y
quien da recibe.
102.3. "Los justos se apiadan y se
compadecen" (Pr 21,26);"los buenos serán los habitantes de la
tierra, y los inocentes permanecerán en ella; mas los impíos
serán exterminados" (Pr 2,21-22).
102.4. Y me parece que
Homero, al decir: "Da a un amigo" (Homero,
Odisea, XVII,345 y
415), anunció por anticipado al creyente. Hay que ser generoso
con un amigo para llegar a ser todavía más amigo; y hay que
ayudar al enemigo para que ya no permanezca enemigo; porque la
ayuda une estrechamente con la benevolencia y desata la
enemistad.
102.5. Pero "si también hay buena voluntad,
conforme a lo que uno tiene, es aceptable, no conforme a lo que
no tiene. Porque no para que otros tengan abundancia y ustedes
aflicción, sino igualdad en la presente circunstancia" (2 Co
8,12-14), y lo que sigue. "Es generoso, dio a los pobres; su
justicia permanece para siempre" (2 Co 9,9; cf. Sal 111
[112],9), dice la Escritura.
102.6. Porque "a imagen y
semejanza" (Gn 1,26), como hemos dicho más arriba (cf. II,97,1),
no se refiere a lo relativo al cuerpo, porque no se puede
asemejar lo que es mortal a lo inmortal, sino a lo que es según
el espíritu y la razón; en lo que el Señor pone adecuadamente el
sello de la semejanza, en relación tanto a su bondad como a su
autoridad.
102.7. La superioridad no depende de la
cualidad de los cuerpos, sino de los juicios del pensamiento:
"Con los consejos de los hombres (santos) se gobiernan bien las
ciudades, y también una casa" (Eurípides,
Antíope, fragmentos,
200).
Capítulo
XX: Sobre la ascesis
La paciencia
103.1. La constancia, además de imprimir también un impulso para
la semejanza con Dios, mediante la paciencia obtiene la ausencia
de pasiones (apátheia);
basta tan sólo tener vivo el recuerdo de los relatos sobre los
amigos de Ananías, uno de los cuales fue el profeta Daniel,
lleno de fe divina (cf. Dn 1,1-17).
103.2. Daniel vivía
en Babilonia, como Lot en Sodoma, y Abrahán, que sería llamado
poco después "amigo de Dios" (Gn 12,13; cf. Is 41,8; St 2,23),
en la tierra de los caldeos.
103.3. El rey de los
babilonios hizo descender a Daniel en una fosa llena de fieras;
pero el rey del universo, el Señor fiel, le sacó sano y salvó
(cf. Dn 6,17-23).
103.4. Esta es la paciencia que ha de
adquirir el gnóstico en cuanto gnóstico; bendecirá al ser
probado, como el noble Job (cf. Jb 1,21).
El verdadero gnóstico
104.1. Como Jonás, rezará si es devorado por un cetáceo, y
la fe le devolverá a la vida para profetizar a los ninivitas
(cf. Jon 2,3-10; 3,2-4). Y si fuera encerrado con leones,
amansará a las fieras (cf. Dn 6,17 ss.); y si fuera arrojado al
fuego, será cubierto de rocío, y no perecerá quemado (cf. Dn
3,19 ss.). Dará testimonio de noche, dará testimonio de día; en
la palabra, en la vida, en las costumbres dará testimonio.
104.2. Cohabitando con el Señor, permanecerá "confidente" (Seudo
Platón, Minos 319 A;
cf. Homero, Odisea,
XIX,179) y comensal suyo según el espíritu; puro en la carne,
puro en el corazón (cf. Mt 5,8), santificado en la palabra (o:
en el pensamiento).
104.3. "El mundo para él, dice [el
Apóstol], está crucificado y él para el mundo" (Ga 6,14). El
gnóstico, llevando cerca (o: llevando alrededor) la cruz del
Salvador, sigue al Señor, "tras las huellas como las de un dios"
(Homero, Odisea,
II,406; cf. Lc 9,23; Platón,
Fedro, 266 B), deviniendo santo entre los santos.
La continencia
105.1. La Ley divina, recordatorio de toda virtud, unge
especialmente al hombre para la continencia; ella misma se pone
como fundamento de las virtudes, y precisamente nos da una
educación preliminar para la adquisición de la continencia,
(comenzando) por el uso de los animales: nos prohíbe comer de
todos aquellos que por naturaleza son grasos, como la especie
del cerdo, muy carnosa. El uso de esos animales (o: de esas
carnes), en efecto, es dejado para los que viven
voluptuosamente.
105.2. Por otra parte, se dice que un
filósofo (= Cleantes[?],
Fragmentos, 516) afirmaba que la etimología del término
hys [cerdo] es
thys, como apropiado
sólo para el sacrificio (thysis)
y la inmolación (o: degüello); puesto que a ese animal no le es
dada la vida para otra finalidad que para la exuberancia de las
carnes.
105.3. De manera parecida, para limitar nuestros
deseos, [la Ley] prohibió comer los peces que no tienen aletas
ni escamas (cf. Lv 11,9-12; Dt 14,9-10), porque estos tienen
carne y grasa más abundante que los otros peces.
Necesidad de imponerse ciertas
privaciones
106.1. Me parece que de ahí deriva la
prohibición de tocar en las ceremonias de iniciación no sólo a
ciertos animales, sino que también hay partes de los (animales)
sacrificados que reservaron (o: separaron, quitaron), por
razones que los iniciados en los misterios conocen.
106.2. Si hay que dominar el vientre y lo que está por debajo
del vientre, es evidente que desde el principio hemos recibido
del Señor, mediante la Ley, (el precepto) de amputar la
concupiscencia (cf. Ex 20,17; Dt 5,21; Mt 5,28). Y eso se
conseguirá completamente si condenamos sin hipocresía lo que
enciende la concupiscencia, o sea, el placer.
106.3.
Afirman algunos (= Aristipo de Cirene y los Cirenaicos), que el
placer viene definido como un movimiento suave y agradable (o:
dulce), unido a determinadas sensaciones.
106.4. Esclavo
del placer, dicen que Menelao, después de la guerra de Troya, se
sentía inclinado a matar a Elena, que había sido la causa de
tantos males; pero no tuvo fuerza para realizarlo, porque estaba
dominado por la belleza [de Elena], que le había traído el
recuerdo del placer.
Los peligros de dedicar la propia existencia a buscar los
placeres
107.1. Por eso, los poetas trágicos
burlándose de él le lanzan estas injurias: "Pero tu, apenas
viste el seno, arrojaste la espada, recibiste un beso,
acariciando a la perra traidora" (Eurípides,
Andrómaca, 629). Y
también: "¿Por qué ante la belleza permanecen enfundadas las
espadas?" (Eurípides, Orestes,
1287).
107.2. Por lo que a mí respecta, apruebo a
Antístenes, cuando dice: "Si capturase a Afrodita, la
acribillaría a flechazos, porque ha corrompido a muchas de
nuestras hermosas y honestas mujeres" (Antístenes,
Fragmentos, 109 A).
107.3. Él dice que el amor es un vicio de la naturaleza; los
desdichados que se dejan dominar, llaman dios a esa enfermedad.
Porque demuestra con sus palabras que los más inexpertos son los
que se dejan vencer por la ignorancia del placer, que, por otra
parte, no se debe aceptar, aunque sea llamado un dios; es decir,
aunque nos sea dado por Dios para la procreación.
107.4.
También Jenofonte claramente sostiene que el placer es un vicio,
diciendo: "Oh desgraciado, ¿qué cosa buena conoces tú o qué cosa
bella miras? Tú no esperas el deseo de las cosas agradables;
comes antes de tener hambre, bebes antes de tener sed; corres
tras los cocineros para comer con placer;
107.5. te
procuras vinos magníficos para beber con placer y, en el verano,
corres por todas partes para buscar nieve. Para dormir
agradablemente no sólo te preparas una cama blanda, sino también
los soportes para las camas" (Jenofonte,
Memorabilia, II,1,30).
"El que pierda su vida la
salvará"
108.1. Por eso, como dijo Aristón:
"Contra toda esa sinfonía de cuatro tonos (lit.: tetracordio),
placer, dolor (o: aflicción), temor, deseo, es necesario mucho
ejercicio y combate" (Aristón,
Fragmentos, 370). "Porque estas [pasiones], éstas,
penetran dentro hasta las vísceras y perturban el corazón del
hombre" (Anónimo, Fragmentos,
110 A, de una tragedia desconocida).
108.2. "Porque
también a los que se creen serios, el placer les hace de cera el
corazón", según Platón (Las
Leyes, I,633 D); porque "cada placer y dolor clava el
alma al cuerpo" (Platón, Fedón,
83 D), de quien no se separa de las pasiones y no se defiende
con una barrera.
108.3. Dice el Señor: "Quien pierda su
vida, la salvará" (Lc 9,24; Mt 10,39; Mc 8,35); bien sea
entregándola con denuedo por el Salvador, como Él hizo por
nosotros, bien sea liberándola de la comunión con la vida
habitual.
108.4. En efecto, si quisieras liberar,
apartar, separar -porque eso significa la cruz- tu alma de los
encantos y placeres de esta vida, la poseerás "encontrada" (Mt
10,39) en la anhelada esperanza y en descanso.
El modo en que se deben usar
las cosas
109.1. "En eso consistirá la meditación
de la muerte" (Platón, Fedón,
81 A): conformarnos sólo con los deseos naturales, que no se
extralimitan más allá de lo natural, o contra la naturaleza,
porque de ahí nace la culpabilidad (o: el pecado).
109.2.
"Es necesario, por tanto, revestirnos de la armadura, de Dios
para poder hacer frente a las asechanzas del Diablo" (Ef 6,11),
porque las armas de nuestra milicia no son carnales,, sino
poderosas por Dios para derribar fortalezas; destruyendo los
sofismas y toda altanería que se levante contra el conocimiento
(gnosis) de Dios; y
hacemos prisionero todo pensamiento a la obediencia de Cristo"
(2 Co 10,4-5), dice el divino Apóstol.
109.3. Hace falta
un hombre que sin admiración ni confusión (o: perturbación) use
de las cosas de las cosas de las que se originan las pasiones,
como riqueza y pobreza, gloria y deshonra, salud y enfermedad,
vida y muerte, esfuerzo (o: pena, trabajo) y placer.
109.4. Porque para usar indiferentemente de las cosas que son
indiferentes, necesitamos una gran superioridad, puesto que nos
encontramos ya deteriorados por una gran debilidad y hemos
disfrutado de la anterior perversión de una mala conducción y
educación, unidas a la ignorancia.
Capítulo
XX: Sobre la ascesis (continuación)
El combate espiritual
110.1. La doctrina evidente (o: sencilla, clara) de nuestra
filosofía dice que todas las pasiones son marcas impresas (lit.:
impresiones) en el alma blanda y sin resistencia (o:
complaciente); y son como sellos impresos de las potencias
espirituales, contra las cuales "es nuestra lucha" (Ef 6,12).
110.2. Porque creo que es obra de las potencias maléficas
intentar producir algo de su propio estado, para vencer y
esclavizar (o: apropiarse) a quienes han renunciado a ellas.
110.3. Se sigue que algunos son vencidos; pero otros
afrontan la lucha como verdaderos atletas, luchan por todos los
medios y llegan hasta la corona. Y las mencionadas potencias
entre tanta sangre y polvo (lit.: sangre mezclada con polvo),
ceden (o: se resignan) llenas de admiración ante los vencedores.
110.4. Entre los seres que se mueven, algunos como los
animales lo hacen por instinto y representaciones; otros por
translación, como los inanimados. Dicen que entre los
inanimados, también las plantas se mueven por translación para
crecer, si les concede que las plantas son inanimadas.
La fuerza de la razón
111.1. Ahora bien las piedras participan de un estado, las
plantas de una naturaleza, los animales irracionales de
instinto, fantasía y de las otras dos condiciones mencionadas.
111.2. Pero la fuerza de la razón, propia del alma humana,
no está obligada por el instinto como en los animales
irracionales, sino que discierne las imaginaciones sin dejarse
arrastrar.
111.3. Así, entonces, las potencias de las que
hemos hablado proponen a las almas inclinadas a ello: bellezas,
glorias, adulterios, placeres y otras fantasías seductoras de
ese género, como los que para conducir el ganado agitan ramas
verdes; después de engañar a quienes no son capaces de discernir
el deleite verdadero del falso, la belleza caduca y vituperable
de la santa, les conducen a la esclavitud.
111.4. Ese (lit.:
cada) engaño, al permanecer impreso en el alma, marca (o: forma)
en ella su representación. Y el alma no advierte que lleva
consigo (o: por todas partes) la imagen de la pasión; por eso la
culpabilidad nace a la vez de la seducción y de nuestro
consentimiento.
Afirmaciones erradas de los gnósticos
112.1. Los
seguidores de Basílides acostumbran llamar apéndices a las
pasiones, porque son unos espíritus adheridos substancialmente
desde el comienzo al alma racional, por causa de un desorden y
confusión original (o: substancial); después, se adhirieron a
ellos (= los apéndices), como parásitos, otras naturalezas
bastardas y heterogéneas de espíritus, propios de un lobo,
simio, león y macho cabrío; diciendo [los basilidianos] que la
peculiaridad de esos (apéndices) es que aparecen en torno al
alma, y así hacen a los instintos (del alma) semejantes a los de
los animales.
112.2. Porque quien lleva las propiedades
de uno, también imita sus obras; y no sólo nos familiariza con
los instintos y las representaciones de los animales
irracionales, sino que sienten envidia también por los
movimientos y la belleza de las plantas, al llevar nosotros
adheridas las peculiaridades de las plantas.
Afirmaciones de los gnósticos
Basílides e Isidoro
113.1. Incluso las propiedades
de constitución (o: estáticas; lit.: hábito; facultad,
capacidad), como la dureza del diamante.
113.2. Pero
contra esta doctrina discutiremos más tarde, cuando tratemos
sobre el alma (en una obra que no poseemos). Por ahora, sea
suficiente observar que el hombre, según Basílides, conserva la
imagen de cierto caballo de madera (= el de Troya), según el
mito poético; tiene dentro de su cuerpo un ejército de muy
diferentes espíritus.
113.3. Sea como fuere, el mismo
hijo de Basílides, Isidoro, en (el libro) sobre "El alma
adventicia (o: advenediza)", compartiendo esta doctrina, como si
se acusara a sí mismo, dice textualmente:
113.4. "Si hay
alguno persuadido de que el alma no es simple y que las malas
pasiones nacen en virtud de la violencia de los apéndices, los
más malos de lo hombres tendrán un pretexto, y no pequeño, para
decir: "He sido forzado, arrastrado, me he movido a pesar mío,
actué sin querer", cuando en realidad ellos mismos están
dispuestos a tomar la iniciativa de las malas pasiones, sin
oponerse a la violencia de los apéndices" (Isidoro,
Fragmentos, 5).
Lo que dice el gnóstico
Valentín
114.1. "Es necesario que seamos más
fuertes gracias a la facultad de la razón, de esta manera nos
mostremos dueños de la criatura inferior que hay en nosotros"
(Isidoro, Fragmentos,
5).
114.2. También éste (= Isidoro) supone dos almas en
nosotros, como los pitagóricos; luego lo examinaremos.
114.3. Valentín, al escribir a algunos, dice textualmente de los
apéndices: ""Uno sólo es Bueno" (Mt 9,17), cuya libertad de
expresión se manifiesta mediante el Hijo, y sólo gracias a Él
puede el corazón hacerse puro, una vez expulsado del corazón
todo mal espíritu" (Valentín,
Fragmentos, 2).
114.4. "Porque muchos espíritus
habitan en él, no permitiéndole purificarse; antes bien, cada
uno de ellos realiza sus propias obras y frecuentemente le
insultan con deseos inconvenientes" (Valentín,
Fragmentos, 2).
114.5. "Me parece a mí que al corazón le sucede lo que a una
posada: es maltratada, deteriorada y con frecuencia está llena
de suciedad de hombres que paran desvergonzadamente allí y no
tienen consideración al lugar, como que les es ajeno" (Valentín,
Fragmentos, 2).
114.6. ""De igual modo, el corazón hasta que no es alcanzado por
una [especial] providencia, permanece impuro, como morada de
muchos demonios" (Seudo Bernabé,
Epístola, 16,7). Pero
cuando el único Padre bueno le visita, queda santificado y
resplandece de luz. Y así es bienaventurado quien tiene tal
corazón, porque "verá a Dios" (Mt 5,8)" (Valentín,
Fragmentos, 2).
"La salvación se obtiene por
un cambio debido a la obediencia, no por naturaleza"
115.1. Entonces, ¡que nos digan cuál es la causa por la que
un alma no es objeto de la Providencia desde el principio! En
verdad, o porque no es digna -¿y cómo la Providencia le
sobreviene, como por un arrepentimiento?-; o, como él (=
Valentín) quiere, se salva de manera natural; y necesariamente
esa (alma) desde el principio, mediante una connaturalidad
querida por la Providencia, no dará entrada alguna a los
espíritus impuros, a menos que sea objeto de violencia y deba
reconocer su debilidad.
115.2. Porque si acepta que ella
(= el alma) arrepentida escoge lo mejor, convendrá, a pesar
suyo, en lo que nuestra verdad afirma: que la salvación se
obtiene por un cambio debido a la obediencia, no por naturaleza.
115.3. En verdad, al igual que los vapores de la tierra y de
los pantanos forman neblinas y acumulaciones de nubes, así
también las emanaciones de los deseos carnales comunican al alma
una mala disposición, desplegando las imágenes (lit.: ídolos)
del placer ante el alma.
La fe en Dios es la luz que
ilumina nuestra vida
116.1. Así oscurecen la luz
intelectual, al atraer al alma las exhalaciones de la
concupiscencia y hacer compactos los ejércitos de las pasiones
con el continuo placer.
116.2. No se extrae de la tierra
un lingote de oro, sino que cocido, purificado, después se llama
oro puro, tierra purificada. "Pidan y se les dará" (Mt 7,7; Lc
11,9), se ha dicho a los que pueden por sí mismos elegir lo
mejor.
116.3. Cómo decimos nosotros que los influjos (o:
las fuerzas) del diablo y de los espíritus impuros siembran en
el alma del pecador (cf. Mt 13,25), no hacen falta más palabras
mías; sea suficiente el testimonio apostólico de Bernabé -que
fue uno de los setenta y colaborador de Pablo-.
116.4. Él
dice textualmente: "Antes que nosotros creyéramos en Dios, la
habitación de nuestro corazón era corruptible y débil, como un
templo realmente construido por manos (de hombre), porque estaba
repleta de idolatría y era morada de demonios, puesto que
obrábamos cuanto era contrario a Dios" (Seudo Bernabé,
Epístola, 16,7).
Cristo nos ha recreado
117.1. Dice, por tanto, que los pecadores realizan las
acciones que corresponden a los demonios, pero no dice que los
espíritus mismos habiten en el alma del incrédulo.
117.2.
Por eso añade: "Pongan atención para que el templo del Señor sea
edificado de manera gloriosa. ¿Cómo? Aprendan: recibido el
perdón de los pecados y esperando en su nombre, hagámonos
(hombres) nuevos, recreados de nuevo desde el principio (u:
origen)" (Seudo Bernabé,
Epístola, 16,8).
117.3. Porque no expulsamos
nosotros a los demonios, sino que se perdonan los pecados que
antes de creer, dice, cometíamos nosotros igual que ellos.
117.4. Con razón contrapone lo que sigue: "Porque en nuestra
casa, en nosotros, habita en verdad Dios, ¿Cómo? (Habita) su
Verbo objeto de la fe, la llamada de su promesa, la sabiduría de
sus juicios, los mandamientos de su doctrina" (Seudo Bernabé,
Epístola, 16,9).
117.5. Yo recuerdo (lit.: Yo sé) haberme encontrado con una
herejía, cuyo jefe decía que combatía el placer mediante la
práctica del placer. ¡Desertor; pasado al placer con una lucha
ficticia, ese noble gnóstico! -porque se declaraba a sí mismo
como gnóstico-.
117.6. Además decía que no es una gran
cosa abstenerse del placer sin haberlo probado, sino estando en
él no ser vencido; por ello se ejercitaba en el placer por el
placer.
Controlar
nuestro cuerpo con la ascesis
118.1. Pero no se
daba cuenta, el desdichado, de que se dejaba enredar por su
propia arte refinada de placer.
118.2. Evidentemente a
esta opinión del sofista, que se gloriaba de la verdad, se
acercaba también Aristipo de Cirene. Cuando se le reprochaba el
que frecuentara asiduamente a la meretriz de Corinto, decía:
"Soy yo quien poseo a Lais, no ella a mí" (Diógenes Laercio,
Vidas de los filósofos,
II,75).
118.3. Así también los que se llaman seguidores
de Nicolás aducen, como dicho memorable de ese hombre, pero
desviado en el sentido: "Es necesario abusar de la carne" (cf.
Ireneo de Lyon, Adversus
haereses, I,26,3; Ap 2,6 y 15).
118.4. Pero ese
hombre noble enseñaba (o: mostraba, manifestaba) que es
necesario cercenar los placeres y las concupiscencias, y
exterminar (o: extenuar) con esta ascesis los impulsos y los
ataques de la carne.
118.5. Ellos, por el contrario, se
abandonan al placer como machos cabríos; injuriando, por así
decir, su cuerpo, viven en la molicie; no saben que el cuerpo se
deshace, porque es naturaleza caduca, mientras su alma es
precipitada en un fango de vicio, puesto que esos siguen la
doctrina del placer, no la de aquel hombre apostólico (=
Nicolás).
118.6. En efecto, ¿algunos en qué se
diferencian de Sardanápalo? Este es el epigrama que explica la
vida: "Tengo todo lo que comí, injurié y los placeres amorosos
que probé; pero aquellas cosas vanas, tantas y felices, quedaron
atrás. Porque yo soy ceniza, habiendo sido rey de la gran
Nínive" (Sardanápalo,
Epigramas, 325 s.).
118.7. En conclusión, no es
necesario experimentar el placer (lit.: la pasión del placer);
sino una consecuencia de ciertas necesidades naturales (o:
físicas): hambre, sed, frío y matrimonio.
Capítulo
XX: Sobre la ascesis (conclusión)
Errores del epicureísmo
119.1. Si al menos fuera posible beber o tomar alimento o
tener hijos sin placer, quedaría probado que él no tiene ninguna
otra razón de ser.
119.2. El placer no es efectivamente
ni una actividad ni una disposición, ni mucho menos una parte de
nosotros; sino que entra en la vida como un ayudante, como la
sal, para facilitar, se dice, la digestión de los alimentos.
119.3. Pero, sublevándose y dominando la casa, primeramente
engendra la concupiscencia, que es un impulso y un deseo
irracional hacia lo que le agrada; y eso indujo a Epicuro a
colocar el placer como fin del filósofo.
119.4. Es decir,
que él diviniza "la condición estable de la carne y la confianza
segura en torno a ella" (Epicuro,
Fragmentos, 68).
119.5. ¿Y qué otra cosa es la voluptuosidad sino la avidez
de lo que deleita, un exceso indiscreto de gente que está
abandonada a una vida de molicie?
119.6. Diógenes
escribió expresamente en una tragedia: "Quienes están saturados
en el corazón, gracias a los placeres, por la voluptuosidad
afeminada y repugnante, no desean sufrir, ni siquiera un
poco..." (Diógenes de Sinope,
Fragmentos, 1), con las palabras que siguen, dichas
ignominiosamente, pero dignas de los voluptuosos.
El auxilio del temor en la
lucha contra las pasiones
120.1. Por esto, me
parece, que la ley divina necesariamente lleva adherido el
temor, para que el filósofo adquiera y conserve con precaución y
atención la tranquilidad, y permanezca en todo sin error y sin
culpa.
120.2. Puesto que no se consigue de otra manera.
Paz y libertad son el fruto (o: el resultado) de una incesante e
infatigable lucha contra los ataques de nuestras pasiones.
120.3. Porque estos rivales poderosos y olímpicos, son más
punzantes que las avispas, por así decirlo; y sobre todo, no
sólo de día sino también de noche, en los sueños nos amenazan
seduciéndonos con su encanto y nos muerden.
120.4. ¿Cómo,
entonces, los griegos pueden estar en lo justo cuando atacan la
ley, enseñando también ellos que el placer se domina con el
temor?
120.5. Al menos, Sócrates exhorta a estar en
guardia de todo lo que invita a comer cuando no se tiene hambre,
a beber cuando no se tiene sed, y de las miradas y de los besos
de los amantes (lit.: bellos), porque son capaces de infiltrar
un veneno más peligroso que el de los escorpiones y el de las
tarántulas (cf. Jenofonte,
Memorabilia, I,3,6 y 12-13).
La ascesis de los estoicos
121.1. Antístenes prefirió la locura al placer. El tebano
Crates dice: "Refrénalo con el brío de la fuerza del alma, no
esclavizada ni por el oro, ni por los amores que consumen, ni
por cualquier petulancia que te acompañe"; y, en definitiva,
resume: "Los no esclavizados ni doblegados por el placer servil,
aman un reino y una libertad inmortal" (Crates de Tebas,
Fragmentos, 352).
121.2. El mismo escribe en otro lugar sin rodeos que el
remedio (lit.: cataplasma) para el incontenible impulso del
placer sexual es el hambre, o si no el lazo [o: la cuerda para
estrangular] (cf. Crates de Tebas,
Fragmentos, 14). Sobre
la enseñanza del estoico Zenón, ciertamente atestiguan los
(poetas) cómicos burlándose (o: censurándolo) de esta forma:
"Filosofa una filosofía nueva: enseña (a tener) hambre y hace
discípulos. Un pan, un higo seco para acompañar, agua para
beber" (Filemón, Fragmentos,
85).
La utilidad de la
circunspección
122.1. Por tanto, todos éstos no se
avergüenzan de reconocer claramente la utilidad de la
circunspección (o: discreción). Pero la verdadera sabiduría, no
la irracional, no confía en simples palabras u oráculos, sino en
los mandamientos divinos, corazas invulnerables y misterios
(corrección del griego que lee: medios de defensa) eficaces (lit.:
drásticos), practica ejercicios y ascesis, (y así) recibe una
fuerza divina en esa parte suya inspirada por el Verbo.
122.2. He aquí, por otra parte, la descripción de los poetas de
la égida de Zeus: "Terrible: a la que toda alrededor coronan el
Terror, la Discordia, la Fortaleza, la Persecución que congela;
después la cabeza de la Gorgona, monstruo temible, espantoso y
tremendo, prodigio de Zeus que lleva la égida" (Homero,
Ilíada, V,739-742).
El camino angosto
123.1. A quienes saben distinguir rectamente lo que es
saludable, no sé si alguna cosa puede parecer más querida que la
seriedad (o: gravedad, dignidad) de la ley y de su hija, la
circunspección.
123.2. Pero se dice que (la ley) canta
con tono demasiado fuerte (o: alto), como también (lo hace) el
Señor para algunos que lo buscan con ardor, a fin de que no
canten fuera de tono y de la armonía, yo lo entiendo no como que
sea demasiado fuerte, sino para quienes no quieren cargar el
yugo divino (cf. Mt 11,29), para ésos es un tono demasiado
fuerte (o: alto). Pero lo mesurado a los débiles (o: flojos) y
enfermos les parece un tono demasiado fuerte, y a los injustos
el deber (les parece) una justicia demasiado rigurosa.
123.3. Porque aquellos que, por apego a sus pecados, se dejan
conducir por la indulgencia, toman la verdad como crueldad, la
austeridad como inhumanidad (o: brutalidad), y (como)
inmisericorde al que no se de hace cómplice del pecado ni se
deja arrastrar por él.
Los ejemplos que nos propone la Ley
124.1. La
tragedia dice justamente sobre el Hades: "Te diré hacia qué
divinidad acudes" (Sófocles,
Fragmentos, 703). "A aquella que no conoce clemencia ni
favor alguno. Ella ama tan sólo la pura justicia" (Plutarco,
Moralia, 17,761 s.).
124.2. Porque si aún no somos capaces de hacer lo que manda
la ley, al menos observando los bellísimos ejemplos que se nos
proponen en ella, podremos alimentar y aumentar el amor de la
libertad; y de aquí sacaremos provecho, para que con mayor
ardor, (seamos) estimulados, o imitadores, o avergonzados (otra
traducción: "y esto puede ayudarnos a desarrollar nuestro
fervor, en la medida de nuestras fuerzas, ya sea estimulados, ya
sea [como] imitadores, ya sea confundidos").
124.3.
Porque tampoco los antiguos justos, que vivieron conforme a la
ley, procedían "de una encina antigua ni de una piedra" (Homero,
Odisea, XIX,163); sino
que, deseando filosofar auténticamente, se entregaron a sí
mismos totalmente consagrándose (u: ofreciéndose) a Dios y
"fueron adscritos a la fe" (Gn 15,6; Rm 4,3. 9).
Testigos de Cristo
125.1. Bien decía Zenón, sobre los Indios (= habitantes de
la India), que deseaba ver un solo indio abrasarse a fuego lento
antes que aprender todas las doctrinas acerca del dolor [o:
sufrimiento] (cf. Zenón,
Fragmentos, 241).
125.2. Pero nosotros cada día
tenemos ante los ojos abundantes fuentes de mártires, que
contemplamos abrasados, crucificados (lit.: empalados),
decapitados (lit.: con las cabezas cortadas).
125.3. A
todos esos el temor inspirado por la ley los ha conducido (como
un) pedagogo hacia Cristo, quien les ha enseñado a manifestar su
piedad aún con la sangre.
125.4. "Dios está en la
asamblea de los dioses, en medio (de ellos) juzgará a los
dioses" (Sal 81 [82],1). ¿Quiénes son esos dioses? Son los que
dominan (o: más fuertes) el placer, los que vencen las pasiones,
los que saben cada cosa que hacen, los gnósticos, los más
grandes que el mundo.
125.5. Y de nuevo: "Yo dije: "Son
dioses, e hijos del Altísimo todos"" (Sal 81 [82],6). ¿A quién
habla el Señor? A los que repudian, en lo posible, a todo lo
humano.
125.6. También el Apóstol dice: "Ustedes ya no
están en la carne, sino en el espíritu" (Rm 8,9). Y de nuevo
dice: Estando en la carne, no militamos según la carne" (2 Co
10,3), porque "la carne y la sangre no pueden heredar el reino
de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción" (1 Co
15,50). "He aquí que mueren como hombres" (Sal 81 [82],7), ha
dicho el Espíritu para confundirnos.
La templanza
126.1. Es necesario, por lo tanto, ejercitarnos en la
circunspección frente a todo lo que proviene de las pasiones;
evitando (o: huyendo), como los auténticos filósofos, los
alimentos lascivos, la fácil laxitud del lecho, la voluptuosidad
y las pasiones que a ella conducen... (hay una laguna en el
texto griego). Para otros será una lucha penosa, pero no para
nosotros; porque la templanza (o: dominio de sí mismo) es el más
grande regalo de Dios.
126.2. Porque "él mismo ha dicho:
"No te dejaré ni te abandonaré"" (Hb 13,5), mediante una
elección te ha juzgado digno.
126.3. Así, esforzándonos
en adelantar en la piedad, nos recibirá "el yugo suave" (Mt
11,30) del Señor, único auriga que nos hará progresar "de fe en
fe" (Rm 1,17) a cada uno de nosotros hacia la salvación, para
que recibamos el fruto de la bienaventuranza según nuestros
méritos (lit.: conveniente).
126.4. Pero hay, según
Hipócrates de Cos, una ascesis no sólo del cuerpo, sino también
del alma, "una sala diligencia ante la fatiga y la
insaciabilidad de alimento" (Hipócrates,
Epidemiae, VI,4,18).
Capítulo XXI: Diversos pareceres de los filósofos sobre el fin y
la suprema felicidad del ser humano
Epicuro y los cirenaicos
127.1. Epicuro ponía la felicidad en no tener hambre, ni
sed, ni frío, pronunciando la frase: semejante a dios, diciendo
impíamente que en esto rivalizaría con Zeus padre, como si
estableciese la feliz victoria de los cerdos que comen
excrementos, y no la (de hombres) razonables y filósofos. Entre
los que ponen como principio el placer... [están] los cirenaicos
y Epicuro.
127.2. Aquellos dicen en términos precisos que
el fin [del hombre] es vivir placenteramente y el único bien
perfecto es el placer. Epicuro dice también que el placer es la
supresión del dolor, y afirma que se debe elegir en primer lugar
lo que atrae de sí hacia sí, y sin ninguna duda (esto) se
muestra en un movimiento.
127.3. Deinómaco y Califón
dijeron que el fin consiste en hacer todo lo que hay en nosotros
para alcanzar y gozar del placer; para Jerónimo el peripatético
el fin consiste en vivir sin trastorno, y el único bien perfecto
como fin es la felicidad. Diodoro, proveniente de la misma
escuela, declara que el fin (consiste) en vivir sin trastorno y
bien.
Los aristotélicos
128.1. Epicuro, por tanto, y los cirenaicos dicen que el
primer impulso es el placer; porque afirman que, introducida por
causa del placer, la virtud engendró (o: trajo) el placer.
128.2. Pero, según los discípulos de Califón, la virtud se
introdujo ciertamente por causa del placer; sin embargo, más
tarde al examinar su propia belleza (o: la belleza que la
rodeaba; o: aureolaba), se presentó a sí misma en igual valor
respecto a su principio, es decir, al placer.
128.3. Los
aristotélicos enseñan que el fin consiste en vivir conforme a la
virtud, pero ni la felicidad ni el fin los consiguen todos los
que poseen la virtud; porque el sabio si es probado y cae en
accidentes involuntarios, y por eso quiere escapar gozosamente
de la vida, no es dichoso ni feliz.
128.4. Porque la
virtud también necesita de un determinado tiempo; puesto que no
se consigue en un solo día, aunque se trate de un hombre adulto
(lit.: de perfecta constitución), por cuanto no hay un niño,
como se dice, que sea feliz; y tiempo perfecto puede entenderse
(toda) la vida de un hombre.
128.5. La felicidad viene
constituida por tres clases de bienes. No lo es (el hombre)
indigente u obscuro (o: no glorioso), ni el enfermo, ni el que
es esclavo, según aquellos... (laguna en el texto; podría
leerse: puede ser feliz).
Los estoicos y académicos
129.1. A su vez también el estoico Zenón piensa que el fin
consiste en vivir conforme a la virtud; Cleantes considera que
es vivir de acuerdo con la naturaleza; Diógenes puso el fin en
razonar bien, lo cual, según él explicaba, consiste en la
elección de lo que es conforme a la naturaleza.
129.2.
Antípatros, discípulo de ése, sostiene que el fin consiste en
elegir continua y constantemente lo que está acorde con la
naturaleza, rechazando lo que es contrario a la naturaleza.
129.3. Arquedemo explicaba que el fin se obtiene (lit.: es)
eligiendo los bienes más grandes e importantes según la
naturaleza, no pudiendo superarla.
129.4. Además de
estos, Panecio demostró (o: sostuvo) que el fin es vivir según
los impulsos que nos da la naturaleza. Después de todos, para
Posidonio (el fin) es vivir contemplando la verdad y el orden
del universo, y a realizarlas en lo posible, sin dejarse
arrastrar de manera alguna por la parte irracional del alma.
129.5. Algunos de los estoicos más recientes han establecido
que el fin es vivir conforme a la constitución del hombre.
129.6. ¿Para qué catalogarte a tí, Aristón? Él dijo que el
fin es la indiferencia, pero lo indiferente lo dejó simplemente
indiferente.
129.7. O ¿debería sacar a la luz [la
opinión] de Herilo? Pone Herilo como fin el vivir según la
ciencia.
129.8. Pero los académicos más recientes,
algunos ponen el fin en el dominio estable frente a las
fantasías.
129.9. Ciertamente, el peripatético Licón
decía que el fin está en la verdadera alegría del alma; como
Leucimo la (alegría) ante las cosas bellas.
129.10. Y
Critolao, peripatético también, hablaba de una perfección de
vida que se desarrolla (lit.: corre) conforme a la naturaleza,
designando la triple perfección constituida (o: completada) por
las tres clases (de bienes).
Opiniones de los presocráticos
y de otras escuelas
130.1. Por consiguiente, sin
contentarnos con esos, nos esforzaremos por presentar lo mejor
posible las doctrinas de los físicos al respecto.
130.2.
Anaxágoras de Clazomenes, según se dice, proclamaba que el fin
de la vida es la contemplación y la libertad que de ella deriva;
Heráclito de Éfeso, la satisfacción (o: complacencia).
130.3. Sobre Pitágoras, Heráclides del Ponto recuerda que enseñó
que la felicidad es la ciencia de la perfección de los números
del alma.
130.4. Pero también los abderitas enseñan la
existencia de un fin; para Demócrito ciertamente, en (el libro)
"Sobre el fin", (es) el buen ánimo (o: equilibrio espiritual), y
que él llamó bienestar -y frecuentemente explica: "El placer y
la tristeza son limitaciones... para quienes han alcanzado el
vigor de la edad" (Demócrito,
Fragmentos, 68 B 188 y 215).
130.5. Hecateo (pone
el fin) en bastarse a sí mismo; Apolodoro de Cízico, en la
conducción del alma; lo mismo que Nausifanes en la
imperturbabilidad (o: impasibilidad), porque decía que ésta era
llamada intrepidez (o: impavidez) por Demócrito.
130.6.
Además de estos, Diótimo afirmó que el fin es la perfección de
los bienes, que llamaba bienestar.
130.7. Por otra parte,
para Antístenes (el fin era) la modestia; a su vez los llamados
annicerianos, de la escuela (lit.: los sucesores) cirenaica, no
pusieron ningún fin determinado de toda la vida, sino que
(sostuvieron) que el fin es algo propio de cada acción
particular, es el placer que nace de la misma acción.
130.8. Estos cirenaicos rechazan la definición del placer de
Epicuro, es decir, la supresión de lo que produce dolor,
llamándola estado cadavérico. Porque nosotros no gozamos
únicamente por los placeres, sino también por las relaciones
sociales y por los honores.
130.9. Pero Epicuro piensa
que toda alegría del alma nace por una anterior afección de la
carne.
131.1. Metrodoro, en el [libro] "Sobre la gran
importancia, que para la felicidad tiene la causa que depende de
nosotros más que de las causas externas", dice: "El bien del
alma ¿qué otra cosa es si no un estable equilibrio de la carne y
la segura confianza respecto de él?" (Metrodoro,
Fragmentos, 5).
Capítulo XXII: El bien supremo
El fin y la felicidad según
Platón
131.2. Ciertamente el filósofo Platón dice
que el fin es doble: uno que puede ser participado y está ante
todo en las ideas en sí, y al que él llama lo bueno; el otro,
que participa de aquél y que de él recibe la semejanza, y se da
en los hombres transformados por la virtud y la filosofía
verdadera.
131.3. Por ello, también Cleantes, en el
[libro] segundo "Sobre el placer", dice que Sócrates en toda
ocasión enseñaba que el hombre justo se identifica con el feliz,
y maldecía al primero que había hecho diferencia entre lo justo
y lo que es útil, como a quienes habían hecho una obra impía,
porque en verdad son impíos quienes separan lo útil de lo que es
justo según la ley.
131.4. Platón mismo dice que la
felicidad consiste en tener bien el ingenio (daimon),
llama ingenio la parte que guía a nuestra alma, y la felicidad
es el bien más perfecto y completo (cf. Platón,
Timeo 90 C).
131.5. A veces la llama vida en armonía y sinfonía (consonancia
consigo mismo), y a veces la perfección en la virtud; pero pone
esta perfección en la ciencia del bien y en la semejanza con
Dios, declarando que tal semejanza (consiste) en "ser justo y
santo con sensatez" (Platón,
Teeteto, 176 B).
131.6. ¿No es así como algunos de
los nuestros interpretan que el hombre recibe al principio el "a
imagen" con el nacimiento, pero después recibe en la perfección
el "a semejanza"? (cf. Gn 1,26; Ireneo de Lyon.
Adversus haereses,
III,22,1; V,6,1 y 16,2)
La humildad y la
circunspección
132.1. Luego, Platón enseñando que
esa semejanza le viene al (hombre) virtuoso junto con la
humildad, interpreta aquello de: "Todo el que se humilla será
ensalzado" (Lc 1,11: 18,14).
132.2. Por eso en "Las
Leyes" dice: "El Dios que, según el antiguo adagio, rige el
principio, el medio y el fin de todas las cosas, se dirige
directamente a su fin cumpliendo su natural movimiento circular;
y siempre lo acompaña lo que es justo, verdugo de los que
abandonan la ley divina" (Platón,
Las Leyes, IV,716 A).
132.3. ¿Ves cómo también pone la circunspección (junto) con
la ley divina? En efecto, añade: "Quien desee ser feliz debe
unirse (a la justicia) y seguirla con humildad y moderación"
(Platón, Las Leyes,
IV,715 E).
132.4. Después, agregando lo relacionado con
esto y amonestar con el temor, prosigue: "¿Qué es, por tanto,
actuar conforme a Dios y lo que le es grato? Una sola cosa,
expresada en una sentencia antigua: lo semejante será amigo de
semejante si es mesurado, pero las cosas fuera de medida (no son
amigas) entre sí ni con las que son mesuradas. Por tanto, quien
desee ser amado por Dios debe asemejarse a Él en el mayor grado
posible" (Platón, Las Leyes,
IV,716 D).
Las virtudes
y la felicidad
133.1. "Y según ese principio aquel
de entre nosotros que sea temperante es amigo de Dios, porque es
semejante a Él; pero quien no sea temperante es desemejante y
diferente (u: hostil)" (Platón,
Las Leyes, IV,716 D).
133.2. Al decir que esta doctrina es antigua, [Platón] alude
a la enseñanza recibida de la Ley.
133.3. Y en el "Teeteto",
concediendo que el mal "necesariamente da vueltas en torno a la
naturaleza mortal y a este lugar (o: a esta tierra)", añade:
"Por lo cual también es necesario esforzarse en huir de ahí
hacia allá lo más pronto posible; y la huida, (consiste) en la
semejanza con Dios en cuanto es posible, y semejanza es devenir
justo y santo con sensatez" (Platón,
Teeteto, 176 A-B).
133.4. Espeusipo, sobrino de Platón, dice que la felicidad
es un estado habitual perfecto en aquello que es conforme a la
naturaleza, o un estado habitual de los buenos; todos los
hombres aspiran a ese estado, pero los buenos tienden a la
tranquilidad. Y las virtudes serán las artífices de la
felicidad.
133.5. Jenócrates de Calcedonia atribuye la
felicidad a la adquisición (o: posesión) de la virtud apropiada
(a cada uno) y de los medios (o: facultades) que están a su
servicio.
133.6. Después, como para decir dónde reside
(la felicidad) indica con claridad que en el alma; y por qué
medios se realiza, las virtudes; de qué (se compone) como
partes, las bellas acciones y los hábitos buenos, las
disposiciones, los movimientos y las actitudes; sin las cuales
no existen las condiciones corporales y exteriores.
133.7. Polemón, discípulo de Jenócrates, muestra que quiere
poner la felicidad en la autosuficiencia (autarkeia)
de todos los bienes, o al menos de la mayor parte y de los más
grandes. Por cierto, sostuvo que sin virtud jamás habrá
felicidad, aunque separadamente de (las condiciones) corporales
y exteriores, la virtud es suficiente (lit.: autosuficiente)
para la felicidad.
La meta de los cristianos
134.1. Y basta ya de estas cosas; la refutación de las
mencionadas opiniones se hará a su tiempo; pero nosotros nos
proponemos alcanzar un fin sin fin, si obedecemos los
mandamientos, es decir, a Dios, y vivimos, según ellos,
irreprochable y sabiamente, mediante la gnosis de la voluntad
divina.
134.2. Nuestro fin es asemejarnos al Verbo
verdadero, en la medida de lo posible, y el restablecimiento de
la perfecta adopción filial por medio del Hijo (cf. Ef 4,13),
glorificando siempre al Padre por medio del sumo Sacerdote (lit.:
gran pontífice), que se ha dignado llamarnos "hermanos" (Hb
2,11) y "coherederos" (Rm 8,17).
134.3. El Apóstol al
describir brevemente el fin, en la "Carta a los Romanos", dice:
Pero ahora, habiendo sido liberados del pecado y hechos siervos
de Dios, tienen por fruto la santificación y por fin la vida
eterna" (Rm 6,22).
134.4. Así, sabiendo que la esperanza
es doble: una que se aguarda, otra que ya se ha obtenido, enseña
que el fin, ahora, es el cumplimiento de la esperanza. Dice:
"Porque la paciencia produce una virtud probada, y la virtud
probada, la esperanza. Y la esperanza no defrauda, porque el
amor de Dios ha sido derramado en los corazones mediante el
Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rm 5,4-5). Por medio de ese
amor viene también el restablecimiento en la esperanza, que,
dice en otra parte, nos está reservada como descanso (cf. Hb
4,9-11; Sal 94 [95],11).
Grandeza de Dios
135.1. Podrías encontrar también (textos) semejantes en
Ezequiel, tales como el siguiente: "El alma que peca morirá. Y
el hombre que sea justo y practique juicio y justicia, no coma
en los montes y no alce los ojos a los ídolos de la casa de
Israel, y no deshonre a la mujer del vecino y no se acerque a
una mujer en la separación de su impureza" (Ez 18,4-6) -porque
no quiere que la simiente de un hombre sea ultrajada-;"Y, dice,
el hombre que no haga mal a nadie, y devuelva al deudor su
prenda, no robe, dé su pan al hambriento,
135.2. y vista
al desnudo, no preste a usura su dinero, no reciba un fruto
excesivo, aparte su mano de la injusticia, haga verdadero juicio
entre un hombre y su vecino, camine según mis preceptos y
observe mis preceptos para obrar con verdad: ése es justo y
vivirá, dice Adonai el Señor" (Ez 18,7-9).
135.3. E
Isaías, invitando al creyente a la seriedad de vida y al
gnóstico a la vigilancia (o: a progresar), no siendo la virtud
de Dios y la del hombre la misma; además dice:
135.4.
"Busquen al Señor y, al encontrarlo, llámenlo. Cuando se
acerque, abandone el impío sus caminos, el hombre sin ley sus
sendas y conviértase al Señor y hallará misericordia", hasta:
"Los pensamientos de ustedes lejos de mi pensamiento" (Is
55,6-9).
El objetivo y
el fin de la fe
136.1. "Nosotros, según el noble
Apóstol, aguardamos por la fe la esperanza de la justicia.
Porque en Cristo ni la circuncisión ni la incircuncisión valen
nada, sino la fe que obra por el amor" (Ga 5,5-6).
136.2.
"Deseamos que cada uno de ustedes muestre la misma solicitud en
orden a la plena seguridad de la esperanza...", hasta:
"constituido sumo sacerdote para siempre según el orden de
Melquisedec" (Hb 6,11. 20).
136.3. Lo mismo que dice
Pablo, dice también la muy virtuosa Sabiduría: "El que me
escucha descansará confiadamente en la esperanza" (Pr 1,33);
pero el restablecimiento (o: realización;
apokatástasis) de la
esperanza se dice homónimamente esperanza.
136.4. Por
eso, al verbo "descansará" añade muy bien "confiadamente",
señalando que descansa aquel que ha alcanzado la esperanza que
aguardó; por eso también agrega: "Y vivirá tranquilo sin temor
de ningún mal" (Pr 1,33).
136.5. Abiertamente en la
"Primera a los Corintios" el Apóstol dice términos precisos:
"Sean imitadores míos, como yo de Cristo" (1 Co 11,1), para que
se produzca esta relación: si ustedes de mí, yo de Cristo,
ustedes devienen imitadores de Cristo, y Cristo de Dios (=
porque Él nos revela al Padre).
136.6. Así, propone como
objetivo (skopos: meta,
propósito) de la fe "la semejanza con Dios, en cuanto es posible
llegar ser justo y santo con sensatez" (Platón,
Teeteto, 176 B), y como
fin (telos), la
realización (apokatástasis)
de la promesa, (fundada) sobre la fe. De todo esto brotan las
fuentes de las teorías sobre el fin [del hombre], de la que
antes se habló. Pero basta ya de esto.
Capítulo
XXIII: Fines y leyes del matrimonio
¿Es necesario casarse?
137.1. Puesto que el matrimonio parece que cae bajo el
placer y la concupiscencia, también se debe discutir
separadamente sobre él. El matrimonio es la unión de un hombre y
una mujer, en un principio conforme a la Ley, para la
procreación de hijos legítimos.
137.2. Por eso el cómico
Menandro dice: "Para la generación de hijos legítimos, te doy mi
propia hija" (Menandro,
Fragmentos, 682).
137.3. Pero nosotros
investigamos si hay que casarse, lo que es parte de las cosas
que son nominadas por la determinación a un fin. ¿Quién debe
casarse y en qué condición, con quién y en qué disposición? ¿Qué
mujer puede casarse y en qué condiciones? Porque no todos deben
casarse, ni en todo tiempo, sino en el tiempo conveniente, y hay
una persona que conviene y una edad límite hasta la cual
(conviene).
137.4. Tampoco cualquiera debe casarse con
cualquier (mujer) ni en todo tiempo, pero tampoco de cualquier
modo y a ciegas (lit.: con abandono); por el contrario, (debe
casarse) quien posee determinadas condiciones, con la mujer que
debe y cuando debe; y para tener hijos; y que la mujer le
corresponda en todo y que no ame a la fuerza o por necesidad al
hombre que la quiere.
Opiniones de Platón y otras escuelas filosóficas
138.1. Por todo eso Abrahán dice sobre su mujer, pretextando que
es su hermana: "Es hermana mía de padre, pero no de madre, y la
tomé también como esposa" (Gn 20,12); de esta forma enseña que
no se debe esposar a las hermanas de madre.
138.2. Pero
recorramos brevemente la historia. Platón pone el matrimonio
entre los bienes externos, organizando la inmortalidad de
nuestra raza como si (fuera) una continuidad, al igual que una
antorcha que se transmite de hijos a hijos (cf. Platón,
Las Leyes, IV,721 C,
VI,775 E; 776 B; El Banquete,
207 D, 208 B).
138.3. Por el contrario, Demócrito rechaza
el matrimonio y la procreación en virtud de las innumerables
molestias y distracciones de (las tareas) más necesarias.
138.4. Se alinean con él Epicuro y cuantos ponen el bien en
el placer y en la tranquilidad (aochlesía),
pero también en la ausencia de pena (alypía).
138.5. Para los estoicos el matrimonio y la crianza de niños
es indiferente; por el contrario, son un bien para los
peripatéticos.
138.6. En resumen, aquellos expresaron sus
teorías por hablar, esclavos de los placeres, unos frecuentaron
a las concubinas, los otros a las cortesanas, y los más a las
jovencitas. Y aquel famoso sabio cuarteto, en el jardín,
juntamente con la cortesana, rendía honor al placer con actos.
Opiniones en favor del
matrimonio
139.1. No escaparán a la maldición de
Búciges cuantos piensan que algunas cosas no son útiles para
ellos, invitando a que otros las realicen, o viceversa.
139.2. Esto sí lo ha manifestado brevemente la Escritura,
diciendo: "Lo que odias, no lo hagas a otro" (Tb 4,15; cf. Hch
15,29).
139.3. Quienes aprueban el matrimonio dicen: "La
naturaleza nos ha hecho aptos para el matrimonio" (Aristóteles,
Política, VII,16, 1334b
29 ss.), como lo muestra la conformación de los cuerpos,
masculinos y femeninos; y proclaman continuamente: Crezcan y
multiplíquense" (Gn 1,28).
139.4. Pero si esto es así,
sin embargo mantienen lo vergonzoso que es que el hombre, creado
por Dios, sea más intemperante que los animales irracionales,
los cuales no hacen el apareamiento entre muchos y sin
moderación, sino con uno solo y de la misma especie, como las
ovejas de Pelíades, las palomas, la especie las tórtolas, y
otras semejantes.
139.5. Además, dicen que el que no
tiene hijos carece de la perfección según la naturaleza, puesto
que no ha previsto establecer en su lugar a su propio sucesor.
Porque es perfecto el que ha originado de sí a un semejante,
pero incluso mejor cuando puede ver que también ese ha hecho lo
mismo, o sea, cuando ha establecido al engendrado en la misma
condición natural que el que lo engendró.
Ventajas del matrimonio
140.1. Por tanto, es necesario en cualquier caso casarse, a
causa de la patria, de la sucesión de los hijos, y del
perfeccionamiento del mundo en cuanto depende de nosotros;
también los poetas deploran un matrimonio "incompleto" (Homero,
Ilíada, II,701), sin
hijos, mientras llaman dichoso al "que florece por todas partes"
(Homero, Ilíada,
XXII,496).
140.2. Principalmente, las enfermedades
físicas muestran la necesidad del matrimonio; porque el cuidado
de la esposa y la permanente atención parecen superar el
espíritu de perseverancia de los otros familiares y amigos, en
la medida en que ella se empeña en distinguirse por su compasión
y estar cerca (o: asiduidad), más que otros, verdaderamente es
"la ayuda" (Gn 2,18) necesaria, según la Escritura.
El matrimonio es importante en
la vida de los seres humanos
141.1. Según esto, el
cómico Menandro, atacando el matrimonio, contrapone por otra
parte las ventajas, respondiendo a quien dice: "Estoy mal
dispuesto para la tarea. - Porque la afrontas equivocadamente".
Y añade: "Ves en ello lo desagradable y lo molesto; pero no
miras las ventajas" (Menandro,
Fragmentos, 276), y lo que sigue.
141.2. El
matrimonio es una ayuda también para los de edad avanzada,
poniéndoles al lado a una esposa atenta y que cría a sus hijos,
quienes cuidan de los ancianos (o: padres).
141.3. "Los
hijos son motivo de gloria para un hombre muerto: al igual que
los corchos mantienen la red y salvan el hilo de lino de las
aguas profundas" (Esquilo,
Choephoroe, 505-507), según [dice] Sófocles el trágico
(se trata de una error de Clemente ya que la frase es de
Esquilo).
141.4. Y los legisladores no permiten a los no
casados aspirar a los cargos más altos. Por ejemplo, el
legislador de los espartanos imponía una pena (o: castigo) no
sólo al que no se casaba, sino también al mal casado y al que se
casaba tarde y al que vivía solo.
141.5. El noble Platón
también prescribe que quien no está casado pague al estado el
alimento (propio) de una mujer y remita a los jefes (de la
ciudad) los gastos correspondientes. Porque al no casarse, no
procrean hijos, y ocasionan, por lo que a ellos se refiere, una
disminución de varones y arruinarán las ciudades y el mundo (que
está constituido) por ellas.
El matrimonio y los hijos
142.1. Eso es impío, destruyendo la generación, (obra) de
Dios. Y es una cobardía y debilidad huir de la convivencia con
una mujer y con niños.
142.2. Porque cuando la pérdida es
un mal, generalmente la adquisición de ello (= lo perdido) es
enteramente un bien. Esto es así también en las otras cosas.
Pero la pérdida de los hijos, dicen, es ciertamente uno de los
mayores males. Por tanto, tener hijos es un bien; por eso
también (lo es) el matrimonio.
142.3. "Pero sin padre,
dice, nunca habrá un hijo; y sin madre tampoco (existe) la
concepción de un hijo" (Cita anónima. El primer verso es de
Eurípides, Orestes,
554; cf. Menandro, Fragmentos,
939; 1085).
Dignidad
del matrimonio
143.1. El matrimonio hace al padre,
como un marido a la madre. Y Homero hace la mayor oración
(cuando pide) "un marido y una casa"; pero no de cualquier
manera, sino "con buena concordia" (Homero,
Odisea, VI,181 s.).
Porque el matrimonio de los otros es un acuerdo con miras al
placer; pero el de los filósofos (= cristianos) conduce a la
concordia según el Verbo; por eso ordena a las mujeres no
adornar la figura, sino las costumbres (cf. 1 Tm 2,9-12; 1 P 3,3
s.); y manda a los maridos no tratar a las esposas como amantes,
proponiéndose como finalidad el abuso de los cuerpos, sino
conservar el matrimonio como una ayuda para toda la vida y como
el mejor ejercicio de la templanza.
143.2. Porque más
precioso, creo yo, que las semillas de trigo y de cebada
plantadas en tiempo oportuno, es el semen del hombre, por el que
todos (los seres) germinan; e incluso esas semillas son
esparcidas por los agricultores con cautela.
143.3. Así,
por tanto, hay que mantener puro al matrimonio de cualquier
costumbre sucia (o: vil) y perversa, para que no se nos reproche
que el apareamiento de los animales irracionales está más en
consonancia con la naturaleza que el connubio humano, según la
definición generalmente aceptada.
No sucumbir ante las pasiones
144.1. Sucede en realidad que algunos animales, después de
la unión en el momento determinado, se separan de repente,
dejando a la providencia la obra de la creación.
144.2.
Los trágicos nos describen a Políxena cuando es degollada, pero
aún "muriendo, tenía mucha prisa por caer con decencia,
ocultando lo que debe ocultarse a las miradas masculinas"
(Eurípides, Hecuba,
568-570). Porque el matrimonio fue para ella una desgracia.
144.3. Sucumbir y ceder ante las pasiones es esclavitud
extrema, como sin duda dominarlas es la única libertad.
144.4. Así la divina Escritura dice que los que han dejado de
lado los mandamientos se han vendido a los extranjeros (cf. Ba
4,6; Is 50,1; Jc 2,11 y 14), esto es a los pecados contrarios a
la naturaleza, hasta que arrepentidos se convierten.
La Escritura aconseja el
matrimonio
145.1. Debemos, por tanto, custodiar
puro el matrimonio como una imagen sagrada, protegiéndolo de lo
puede mancharlo; despertándonos del sueño con el Señor e ir a
dormir con acciones de gracias y oraciones, "sea al acostarte,
sea cuando la sagrada luz del día vuelva" (Hesíodo,
Opera et dies, 339),
deberíamos ser testigos del Señor durante toda nuestra vida,
poseyendo la piedad en el alma y prolongando la templanza hasta
el cuerpo.
145.2. Porque es realmente agradable a Dios
que llevemos de la mano la honestidad de la lengua a las obras,
pero el camino para la desvergüenza es la conversación obscena,
y el término de ambas, la acción obscena.
145.3. La
Escritura aconseja casarse y no consiente separar jamás la unión
conyugal, legislándolo directamente: "No repudiarás a la esposa
excepto por motivo de fornicación" (Mt 5,32); y considera
adulterio casarse viviendo uno de los dos separado.
La fidelidad conyugal
146.1. Lo que muestra que una mujer está exenta de toda
sospecha (es) el hecho de que no se adorne ni se arregle (o:
embellezca) más de lo conveniente, y que se dedique con
diligencia a la plegaria y a las oraciones (cf. 1 Tm 5,5),
cuidando no salir muchas veces de su casa, evitando en lo
posible ser vista por extraños, considerando más ventajoso que
las charlatanerías inoportunas el cuidado de la casa.
146.2. Dice [la Escritura]: "Quien toma a una mujer repudiada
comete adulterio" (Mt 19,9: la cita no es textual), porque "si
uno repudia a su mujer comete adulterio respecto a ella" (Lc
16,18: la cita no es textual), es decir, la obliga a cometer
adulterio.
146.3. Pero no sólo el que repudia se hace
responsable de esta culpa, sino también el que la recibe,
ofreciendo a la mujer ocasión de pecar; porque si no la recibe,
volverá al marido.
La
Sagrada Escritura rechaza el adulterio
147.1. ¿Qué
(dice) la Ley? Para reprimir la inclinación a las pasiones,
manda ejecutar (lit.: hacer desparecer) a la mujer adúltera,
culpable de ese (delito); si es (mujer) de un sacerdote, manda
condenarla a la hoguera. El adúltero también es lapidado, pero
no en el mismo lugar, para que ni la muerte le sea común (cf. Lv
20,10; 21,9; Dt 22,22. 24).
147.2. Porque la Ley no está
en desacuerdo (lit.: combate) con el Evangelio, sino que
concuerda con él. ¿Y cómo no va a estarlo siendo el único Señor
autor (lit.: choregos:
jefe de coro) de ambos? Porque la que se prostituye, vive en el
pecado, pero está muerta por los mandamientos, mientras que la
que está arrepentida, como regenerada por la conversión de su
conducta, renace a la vida; está muerta la vieja prostituta, y
ha vuelto a la vida la que ha nacido mediante el
arrepentimiento.
147.3. Da testimonio de lo dicho el
Espíritu, diciendo por Ezequiel: "No deseo la muerte del
pecador, sino que se convierta" (Ez 33,11).
147.4. En
efecto, [los adúlteros] son lapidados como muertos a la ley, a
la que no obedecen, por la dureza de su corazón; a la mujer del
sacerdote se le aumenta el castigo porque "a quien se le ha dado
mucho, más se le pedirá" (Lc 12,48).
147.5. Terminemos
también aquí nuestro segundo
Stromata, en razón de la longitud y el número de los
capítulos.
LIBRO III
Capítulo I:
Sobre la castidad
Opiniones de los gnósticos
valentinianos y basilidianos
1.1. Los seguidores
de Valentín aceptan el matrimonio porque hacen venir desde
arriba las parejas a partir de las emanaciones divinas. Pero
(los discípulos) de Basílides dicen: "(Cuando) los apóstoles
preguntaron si no sería quizás mejor no casarse", afirman que el
Señor respondió: "No todos comprenden este lenguaje: porque hay
quienes son eunucos de nacimiento, y otros por necesidad" (Mt
19,11-12).
1.2. Y explican el pasaje más o menos así:
"Algunos por naturaleza, desde el nacimiento, sienten aversión a
la mujer; con esa disposición natural, hacen bien en no
casarse".
1.3. Dicen que "éstos son los eunucos de
nacimiento. En cambio, (los eunucos) por necesidad son los
ascetas teatrales, que se dominan a sí mismos por el atractivo
de la gloria. Aunque también son eunucos por necesidad los
mutilados por un accidente. Todos éstos son eunucos por
necesidad, no por una decisión razonable".
1.4. "Ahora
bien, (hay) quienes se han hecho eunucos a sí mismos por el
reino eterno, pero toman esa decisión, dicen, a causa de las
consecuencias del matrimonio, temiendo (tener que) ocuparse en
procurar lo necesario (para la vida; o: para la familia)".
Lo que dicen los
basilidianos
2.1. Y con (la expresión) "mejor es
casarse que abrasarse" (1 Co 7,9), dicen que el Apóstol
(entendiese): No arrojes tu alma al fuego resistiendo día y
noche, y por miedo no caigas en la incontinencia; porque el alma
totalmente ocupada en resistir se aleja de la esperanza.
2.2. También dice literalmente Isidoro en los "Tratados de
ética": "Aduéñate de una mujer fogosa para fin de no apartes de
la gracia de Dios; y cuando hayas desahogado el fuego de la
lujuria (lit.: el semen), reza con conciencia tranquila".
2.3. "Además, dice, cuando tu acción de gracias pase (o:
presente) a la súplica y pidas (lit.: estés de pie) en lo futuro
no comportarte perfectamente, sino sólo no resbalar, cásate".
2.4. "Pero si alguien es joven, pobre o débil (lit.: sumido,
hundido), y no está quiere casarse, según la palabra [del
Apóstol], ése tal que no se aleje del hermano, diciendo: "Yo he
entrado en el santuario, nada más puedo padecer (o: puede
pasarme)"".
2.5. "Si tuviera alguna sospecha, diga:
"Hermano, impónme la mano, para que no peque"; y recibirá una
ayuda espiritual y sensible. Quiera cumplir sólo lo bueno y lo
conseguirá".
Errores de los basilidianos
3.1. "Algunas veces
decimos con la boca: "No queremos pecar"; pero el pensamiento se
empecina (lit.: hace presión) en pecar. Uno, por temor, no hace
lo que quiere, para que no se le imponga (o: administre) un
castigo".
3.2. "La naturaleza humana tiene algunas cosas
(como) necesarias y naturales, pero otras sólo (como) naturales.
Tiene por necesario y natural el vestirse, y por natural, pero
no necesario, el placer carnal (o: venéreo)" (Basílides,
Fragmentos, 7).
3.3. He presentado estos textos para refutar a los basilidianos
que no viven rectamente; al parecer, ellos tendrían licencia aún
para pecar gracias a su [supuesta] perfección, o serían salvados
totalmente por naturaleza, aunque ahora pequen, por causa de una
elección innata; por lo demás, ninguno de los primeros maestros
(o: fundadores) de sus doctrinas aprueba tales cosas.
3.4. Aunque tomen (o: se revistan) el nombre de Cristo, no
introducen (o: imprimen) sino una blasfemia contra dicho nombre,
viviendo más desenfrenadamente que los más intemperantes
paganos. "Estos son seudo apóstoles, obradores de maldad",
hasta: "su fin será según sus obras" (2 Co 11.13 y 15).
La continencia
4.1. La continencia (o: templanza) es el desprecio del cuerpo,
según la confesión hecha a Dios. Porque la templanza no sólo se
refiere a los placeres del amor, sino también a las otras
(pasiones) por las que el alma alimenta los malos deseos, no
bastándole lo indispensable.
4.2. Hay también una
continencia en la lengua y en la adquisición y en el uso de (los
bienes), y en la concupiscencia (o: el deseo). No sólo enseña a
ser temperantes, sino que también nos procura la templanza (o:
moderación), que es poder y gracia divina.
4.3. Por
tanto, debemos decir cuál es el parecer de los nuestros al
respecto; nosotros llamamos bienaventurada la condición de los
eunucos, puesto que les ha sido dada por Dios; pero también
admiramos (o: apreciamos) la monogamia y la dignidad del
matrimonio único, diciendo que es necesario tener los mismos
sentimientos (sympaschein),
y "sobrellevar mutuamente las cargas" (Ga 6,2), no sea que
alguno, pensando mantenerse bien derecho, también caiga" (1 Co
10,12). Respecto a un segundo matrimonio, "si te abrasas,
cásate" (1 Co 7,9), dice el Apóstol.
Capítulo
II: Sobre los carpocratianos
Epífanes
5.1.
Los discípulos de Carpócrates y de Epífanes consideran que las
mujeres deben ser tenidas en común; de ellos (o: de ahí) se
propagó la blasfemia más grande contra los cristianos (lit.:
contra el nombre).
5.2. Ese Epífanes, cuyos escritos se
conservan, era hijo de Carpócrates y la madre se llamaba
Alejandría; era alejandrino por parte de padre y de Cefalonia
por parte materna; sólo vivió diecisiete años, y se le venera
como dios en Same de Cefalonia, donde le construyeron y
consagraron (o: dedicaron) un templo de piedras talladas (lit.:
extraídas), altares, tabernáculos y un museo; y los cefalonios
se reúnen en el templo, el primer día del mes, para ofrecer
sacrificios a Epífanes en la apoteosis de (su) día natalicio, y
hacen libaciones, celebran banquetes y cantan himnos.
5.3. Fue educado en la escuela paterna en el ciclo de estudios y
en (la doctrina platónica), fundando la
gnosis monádica; y de
él nace la herejía de los carpocratianos.
Lo que afirma Epífanes
6.1. Ahora bien, él dice en el "Sobre La Justicia": "La
justicia de Dios es una especie de comunidad con igualdad.
Ciertamente, el cielo, extendido de igual forma por todas
partes, envuelve toda la tierra circularmente; la noche muestra
del mismo modo todas las estrellas; y el sol, principio del día
y padre de la luz, desde arriba Dios lo ha difundido por igual
sobre la tierra toda, para los que pueden ver, y todos ven de
igual modo (lit.: en común);
6.2. porque (Él) no hace
distinción entre rico o pobre, súbdito o príncipe, necios o
sensatos, varones o mujeres, libres o esclavos (cf. Mt 5,45; Col
3,11). Ni siquiera con los seres irracionales tampoco obra
contra esa (norma), sino que a todos los animales desde arriba
lo ha derramado por igual y en común, a buenos y malos,
afianzando la justicia, no pudiendo tener más ni quitar (algo)
al vecino, para tener lo del otro, duplicando la luz propia.
6.3. El sol hace crecer alimentos comunes para todos los
animales, distribuyéndose a todos por igual la común justicia; y
por esto la especie bovina se encuentra de forma equitativa en
cada bovino, la del porcino en cada porcino, la de los ovinos en
cada ovino, y así todas las restantes; porque la comunidad
aparece en ellos como justicia.
6.4. Además, según la
comunidad, todos son igualmente inseminados (lit.: sembrados)
según su especie; un común alimento brota para todo animal que
pace en la tierra, y de igual modo para todos; y no está sujeto
a ley alguna, sino que, por la generosidad de quien lo da y
ordena, está dispuesto con armónica justicia para todos.
Rechazo de la Ley por parte de
los gnósticos
7.1. Ni siquiera lo concerniente a
la generación posee una ley escrita (porque se habría
modificado); ellos por el contrario procrean (lit.: siembran) y
engendran del mismo modo, por una comunidad que poseen innata
gracias a la justicia. El creador y padre de todos los seres
(cf. Platón, Timeo, 28
C), legislando con la justicia que le es propia (lit.: que es de
él), dio en común a todos por igual el ojo para ver, sin
distinguir mujer o varón, ni racional o irracional; en una
palabra, sin diferenciar ningún ser de otro ser; repartiendo con
igualdad y comunidad, con una sola orden ha dado a todos por
igual la facultad de ver.
7.2. Pero las leyes, dice, no
pudiendo castigar la ignorancia de los hombres, enseñan a
transgredirlas; porque el carácter propio de las leyes destruye
y carcome la comunidad de la ley divina" (Epífanes,
Fragmentos, 1). No
comprende lo dicho por el Apóstol que afirma: "Por la ley he
conocido el pecado" (Rm 7,7).
7.3. Y dice que "lo mío y
lo tuyo" fue introducido por las leyes; y ya no se gozan más en
común la tierra ni los ganados que son comunes, ni tampoco el
matrimonio.
7.4. "Porque creó en común para todos las
viñas, que no se niegan ni a un gorrión ni un ladrón, lo mismo
que el trigo y los otros frutos. Pero la violación de la ley de
la comunidad y de igualdad dio origen al ladrón de ganados y de
frutos.
Los dos
Testamentos son una unidad que se refieren al único Dios
8.1. Por consiguiente, Dios ha hecho todo en común para el
hombre y ha unido en común a la mujer con el varón, e igualmente
ha unido estrechamente a todos los animales; mostrando que la
comunidad (es) justicia con igualdad.
8.2. Pero los que
sin más rechazan la común unión que los engendró y dicen: "El
que (tenga) una (mujer) en matrimonio que la retenga, pudiendo
ser común para todos, como el resto de los otros animales hacen
abiertamente"" (Epífanes,
Fragmentos, 1).
8.3. Dicho esto (Epífanes), de
nuevo con el mismo estilo, añade estas palabras: "Porque la
concupiscencia (Dios) la puso más fuerte e impetuosa en los
varones para la conservación de las especies; y ni la ley, ni la
costumbre, ni ninguna otra cosa del mundo puede suprimirla,
puesto que es una decisión (dogma) de Dios" (Epífanes,
Fragmentos, 1).
8.4. ¿Y cómo examinar en nuestro discurso al que así
abiertamente destruye la Ley y el Evangelio? Aquella dice: "No
cometerás adulterio" (Ex 20,13); y (el Evangelio) dice: "Todo el
que mira con concupiscencia, ya cometió adulterio" (Mt 5,28).
8.5. Ciertamente el "no desearás" (Ex 20,17; cf. Dt 5,21)
proclamado por la Ley demuestra que el único Dios lo proclama
mediante la Ley, los profetas y el Evangelio; porque dice: "No
desearás (la mujer) de tu prójimo" (Ex 20,17).
8.6. Pero
el prójimo no es el judío respecto al judío, puesto que son
hermanos y tienen en común el mismo espíritu; llama, por tanto,
prójimo al de otra raza. En efecto, ¿cómo no va a ser prójimo el
que participa del Espíritu? Porque Abrahán no es padre sólo de
los hebreos, sino también de los gentiles.
Carpócrates y Epífanes luchan
contra Dios
9.1. Si la mujer adúltera y el que ha
fornicado con ella son castigados con la muerte (cf. Lv 20,10;
Dt 22,12), (es) evidente sin duda que el mandamiento que dice
"no desearás la mujer del prójimo" (Ex 20,17), se prescribe para
los gentiles, para que, según la Ley, se abstenga uno de la
mujer del vecino y de la hermana (hebrea?), y oiga directamente
la palabra del Señor: "Pero yo digo: no desearás" (Mt 5,28). Y
la partícula "yo" añadida muestra con fuerza la validez del
mandamiento,
9.2. y que tanto Carpócrates como Epífanes
combaten contra Dios. En el mismo célebre libro, me refiero al
de "Sobre la justicia", (Epífanes) añade literalmente lo
siguiente:
9.3. "De donde hay que escuchar como ridícula
esa palabra del legislador que dijo "no desearás"; y más
ridículo el agregado "las cosas de tu prójimo". Porque quien ha
puesto la concupiscencia como medio para conservar la
generación, manda que sea rechazada, sin impedírsela a ningún
animal. Incluso con lo de "la mujer del prójimo", obliga a que
lo que es común (se convierta) en privado, lo cual es más
ridículo todavía" (Epífanes,
Fragmentos, 1).
Excesos de los carpocratianos
10.1. Estos son los
dogmas de los célebres carpocratianos. Se dice que éstos, y
algunos émulos de idénticos males, se reúnen a cenar -porque no
llamaré banquete eucarístico (agápe)
su reunión- hombres y mujeres juntos, después de hartarse -"en
la saciedad se encuentra Cipris [= Afrodita o Venus]"
(Eurípides, Fragmentos,
895), como suele decirse-, dando vuelta la lámpara, ponen lejos
la luz que deshonra su justicia impúdica, uniéndose como quieren
y con las que quieren. Después de practicar lo comunitario en
semejante banquete, una vez amanecido exigen a las mujeres, que
han sido su pareja, sumisión a las leyes de Carpócrates, puesto
que no se puede llamar ley divina. Pero estas (leyes) las
debería haber legislado Carpócrates, pienso yo, para la lascivia
de los perros, de los puercos o de los machos cabríos.
10.2. Me parece que él también entiende mal a Platón cuando dice
en la "República" (cf. V,449 C y 457 D) que las mujeres deben
ser tenidas en común por todos; comunes, sí, antes del
matrimonio, de los que vengan a pedirlas, como si dijera que el
teatro es común para los espectadores; pero después cada una es
de aquél que la ha elegido primero, y la que se ha casado no es
ya común.
El testimonio
de la epístola de Judas
11.1. Por otra parte,
Janto en el tratado sobre "Los Magos" dice: "Los Magos se unen
con las madres, las hijas, y las hermanas, y que las mujeres son
de todos, no mediante violencia o engaño, sino por
consentimiento de ambos, cuando uno desea tener relaciones
matrimoniales con la (mujer) de otro" (Janto,
Fragmentos, 765 F 31).
11.2. Sobre éstas y otras herejías parecidas había hablado
proféticamente Judas en su "Epístola": También éstos soñadores"
(Judas 8) -porque no se aplican despiertos a la verdad-, hasta:
"Y su boca habla cosas arrogantes" (Judas 16).
Capítulo
III: Los marcionitas
Un creador justo, pero no
bueno
12.1. Por otra parte, el mismo Platón y los
pitagóricos, como también después los discípulos de Marción, han
mantenido que la generación (o: procreación) es mala -estaban
por consiguiente lejos de favorecer que las mujeres fueran
compartidas-; pero los marcionitas (sostienen) que la naturaleza
es mala, porque proviene de una materia mala y de un demiurgo
justo.
12.2. Por esa razón, no queriendo poblar el mundo
creado por el demiurgo (cf. Gn 1,28), desean abstenerse del
matrimonio; se oponen a su Creador, y se apresuran hacia el Dios
bueno que les ha llamado, pero no hacia el Dios que, dicen,
tiene otro carácter; por lo cual no quieren dejar aquí nada que
les pertenezca, viviendo la continencia, no por un deliberado
propósito, sino por odio contra el Creador, no queriendo
utilizar sus criaturas.
12.3. Pero además, saliendo de
los pensamientos conforme a la naturaleza por esta impía lucha
contra Dios, menosprecian la longanimidad y bondad de Dios (cf.
Rm 2,4) y no quieren contraer matrimonio, pero usan los
alimentos creados, y respiran el aire del Creador; son obra suya
y permanecen entre sus criaturas (lit.: en las cosas de él) y
son evangelizados en una gnosis nueva (o: extraña, insólita),
según dicen; por ello deberían estar agradecidos al Señor del
universo, aunque sólo fuera por haber sido evangelizados.
A los filósofos pertenecen
las teorías erróneas de los marcionitas
13.1. Pero
discutiremos con minuciosidad con ellos cuando tratemos el
discurso sobre "Los principios". Los filósofos que hemos
mencionado, de quienes los marcionitas han aprendido impíamente
que la generación es mala y se jactan como de una doctrina
propia, (esos filósofos) no pretenden que (la generación) sea
mala por naturaleza, sino por el alma, que ha visto claramente
la verdad.
13.2. Porque ellos hacen descender el alma,
que es divina, hacia abajo, al mundo, como a un lugar de
suplicio, y, según ellos, el alma introducida en los cuerpos
debe purificarse.
13.3. Y esta teoría no es de los
marcionitas, sino de quienes afirman que las almas fueron
introducidas en los cuerpos, encerradas y trasvasadas; contra
éstos habrá que hablar en otra ocasión, cuando tratemos sobre
"El alma".
Lo que dicen
diversos escritores sobre la procreación
14.1.
Ciertamente Heráclito maltrata la generación (o: procreación),
cuando dice: "Nacidos, desean vivir y encontrar la muerte (o:
tener hados de muerte), como el mejor reposo; y dejan hijos
destinados a la muerte" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 20).
14.2. Evidentemente concuerda con él también Empédocles,
diciendo: "Llantos y gemidos, al ver un paraje insólito"
(Empédocles, Fragmentos,
31 B 118), y también: "De los vivos (hacía) muertos, cambiando
de aspecto" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B 125). Y de nuevo: "¡Oh grandes dioses,
oh pobre estirpe de los mortales, oh infelices! ¡De cuáles
contiendas y gemidos han nacido" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B 124).
14.3. Y la Sibila dice: "Hombres mortales y carnales, que
son nada" (Oráculos Sibilinos,
Fragmentos, 1,1). Al
igual que el poeta, que escribía: "La tierra no produce nada más
débil que el hombre" (Homero,
Odisea, XVIII,130).
Pesimismo frente a la vida
15.1. Sin duda, también Teognis señala que la generación es
un mal cuando dice: "De todas las cosas para los que viven sobre
la tierra la mejor es no haber nacido, no ver los rayos del
penetrante sol; pero una vez nacidos, atravesar en seguida las
puertas del Hades" (Teognis,
Elegías, 425-427).
15.2. De acuerdo con estos
(versos), también escribe el poeta trágico Eurípides: "Nosotros
deberíamos, reunidos, llorar por el que nace, por tantos males a
los que viene; y, al contrario, deberíamos congratularnos al
acompañar fuera de casa, al muerto, que ha dejado de sufrir"
(Eurípides, Fragmentos,
449).
15.3. En otras ocasiones dice de forma parecida:
"¿Pero quien sabe si el vivir es morir y el morir vivir?"
(Eurípides, Fragmentos,
638).
El cuerpo como
sepulcro del alma
16.1. De manera análoga también
Heródoto parece hacer decir a Solón: "¡Oh Creso! Todo hombre es
un infortunio (o: una desgracia)" (Heródoto,
Historias, I,31). Y su
fábula (o: mito) sobre Cleobis y Bitón (cf. Heródoto,
Historias, I,32)
claramente no significa para él otra cosa sino condenar la vida
y aprobar (o: alabar) la muerte.
16.2. "Como la
generación de las hojas así es también la de los hombres", dice
Homero (Ilíada, VI,146)
.
16.3. Platón en el "Cratilo" atribuye a Orfeo la
doctrina del castigo del alma en el cuerpo. He aquí sus
palabras: "Y algunos dicen que (el cuerpo) es tumba del alma;
como que en el ahora presente está sepultada (en él).
16.4. Y por eso mediante (el cuerpo) el alma significa todo lo
que significa, y en ese sentido (el cuerpo) es justamente
llamado tumba. Sin embargo, parece que los órficos habían usado
este nombre más que ningún otro, porque (el alma paga en el
cuerpo) el castigo por aquello que debe pagar" (Platón,
Cratilo, 400 B-C)..
Lo que dice Platón
17.1. Vale la pena también recordar la frase de Filolao. Por
que así dice el pitagórico: "Los antiguos teólogos y adivinos
atestiguan que el alma está unida al cuerpo por determinados
castigos y se encuentra sepultada como en una tumba" (Filolao,
Fragmentos, 44 B 14).
17.2. También Píndaro, hablando sobre los misterios de
Eleusis, añade: "Dichoso quien sea enterrado habiendo visto
estos (misterios): conoce en verdad el fin de la vida, pero
conociendo el mandato dado por Zeus" (Píndaro,
Fragmentos, 137).
17.3. Por eso Platón, en el "Fedón", no duda en escribir lo
siguiente: "Y quienes han establecido las iniciaciones
(mistéricas), ninguna otra cosa [dicen]", hasta "habitará con
los dioses" (Platón, Fedón,
69 C).
17.4. Y cuando dice: "Mientras tengamos el cuerpo
y nuestra alma esté mezclada con tan grande mal, jamás podremos
poseer adecuadamente el objeto de nuestro deseo" (Platón,
Fedón, 66 B), ¿no se
refiere a la generación como causa de los peores males?
17.5. También en el "Fedón" atestigua: "Porque cuantos se
arriesgan a alcanzar verdaderamente la filosofía no hacen otra
cosa que practicar la muerte y morir, pero sin que otros lo
adviertan" (Platón, Fedón,
64 A).
El
desprecio del cuerpo
18.1. Y de nuevo:
"Ciertamente también aquí el alma del filósofo desprecia al
máximo el cuerpo, huye de él y busca estar aislada en sí misma"
(Platón, Fedón, 65
C-D).
18.2. Y piensa si no concuerda con el divino
Apóstol, que dice: "Yo soy un hombre miserable; ¿quién me
librará de este cuerpo de muerte?" (Rm 7,24). A no ser que llame
figuradamente "cuerpo de muerte" al conjunto unánime de los que
se dejan arrastrar al mal.
18.3. También la unión carnal
siendo principio de generación es rechazada, incluso antes de
Marción, por Platón, lo que se manifiesta en (el libro) primero
de "La República".
18.4. Porque alabando la vejez, añade:
"Sepan bien que para mí, en la medida que disminuyen los otros
placeres, los del cuerpo, otro tanto crecen el deseo y el placer
de la cultura" (Platón, La
República, I,328 D). Y mencionando la experiencia
amorosa: "¡Silencio (o: piensa bien), hombre! He escapado,
contento, como si hubiera escapado de un déspota cruel y salvaje
(o: rabioso)" (Platón, La
República, I,329 C).
Platón no dice que la materia
sea mala
19.1. De nuevo, denigrando en el "Fedón"
la generación, escribe: "El discurso que se dice en lo secreto
es que los hombres nos hallamos como en una prisión" (Platón,
Fedón, 62 B).
19.2. Y más adelante: "Los que tienen reputación de ser
distintos por vivir santamente, son los que saben librarse y
alejarse de esos lugares terrestres como de una prisión,
llegando allá arriba, a la mansión pura" (Platón,
Fedón, 114 B-C).
19.3. Pero teniendo esta disposición, [Platón] percibe el
buen gobierno, y dice: "No es necesario desligarse absolutamente
de esta (prisión), ni tampoco huir" (Platón,
Fedón, 62 B).
19.4. En resumen, no da ocasión a Marción de considerar mala la
materia, porque él dice piadosamente sobre el mundo lo
siguiente:
19.5. "Desde el punto de vista del hacedor,
(el mundo) todo lo tiene bueno; pero es de la condición
precedente de la que trae cuanto de malo e injusto hay en el
cielo y lo reproduce en los vivientes" (Platón,
El Político, 273 B).
Las exigencias de la vida
humana
20.1. Y añade más claramente todavía: "Pero
la causa de todo esto para (el mundo) es la corporeidad de su
conformación (o: constitución), congénita a la primitiva
naturaleza, porque participaba de un gran desorden, antes de
unirse al mundo actual" (Platón,
El Político, 273 C).
20.2. Pero no menos deplora el género humano en "Las Leyes",
diciendo: "Los dioses, compadecidos de la estirpe humana, nacida
para sufrir, establecieron como tregua de sus fatigas la
alternancia de las fiestas?" (Platón,
Las Leyes, II,653 C-D).
20.3. En el "Epínomis" expone también las causas de la
compasión y dice esto: "Como desde el principio el nacer es
difícil para todo viviente, -primero, participar de la condición
de feto, después nacer, y ser criado y educado-, todo eso se
realiza mediante muchos trabajos, según todos decimos" (Seudo
Platón, Epínomos, 973
D).
Los marcionitas
tergiversan las enseñanzas de Platón
21.1. ¿Qué
más? ¿No llama también Heráclito muerte al nacimiento, alegando
a Pitágoras y a Sócrates en el "Gorgias", cuando dice: "Muerte
es todo lo que vemos despiertos, lo mismo que es sueño (lo que
vemos) cuando dormimos" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 21).
21.2. Pero basta de esto. Cuando tratemos sobre "Los
principios" entonces examinaremos también estas contradicciones
que los filósofos traducen en hipótesis (lit.: dicen con
palabras ocultas) y los marcionitas en dogmas. Pienso, en todo
caso, que ya hemos demostrado claramente que Marción ha tomado
de Platón, ingrata e ignorantemente, los temas de esos extraños
dogmas.
Lo que afirman
los poetas
22.1. Prosigamos con el discurso sobre
la continencia. Decíamos que los griegos muchas veces hablaron
contra la generación de los hijos, por temor a las molestias;
los discípulos de Marción aceptaron impíamente estos (puntos de
vista), ingratos para con el Creador.
22.2. Así, la
tragedia dice: "Es preferible para los hombres no nacer que
nacer. Por tanto doy a luz hijos con dolores amargos de parto.
Trae el parto, si son necios me lamento inútilmente al verlos
malos, y porque no son buenos, aunque los tenga sanos, consumo
mi pobre corazón de temor. ¿Qué ventaja hay en todo esto? ¿No es
suficiente penar por un alma sola como para añadir otras penas?"
(Eurípides, Fragmentos,
908).
22.3. Y también, de igual manera: "Ahora mismo yo
pienso que como antaño: los hombres no deberíamos jamás
engendrar hijos, al considerar a cuántos sufrimientos los
engendramos" (Anónimo,
Fragmentos, 111).
22.4. En este otro texto también
relaciona con claridad la causa de esos males con sus
principios, diciendo así: "Oh tú, nacido para ser infeliz y
vivir desgraciadamente, naciste hombre, y la desgracia de la
vida la recibiste de allí, de donde comenzó a nutrir a todos
este éter (o: cielo), que distribuye a todos los mortales la
respiración. Mortal, no ignores ahora las cosas mortales"
(Anónimo, Fragmentos,
112).
Textos de
Eurípides
23.1. Y también reproduce un pensamiento
parecido lo siguiente: "Ningún mortal es dichoso, ni feliz:
porque nadie ha nacido sin dolor" (Eurípides,
Ifigenia en Áulide,
161-163).
23.2. Y también de nuevo: "¡Ay! ¡Ay! Cuántas
las desdichas de los dolores humanos; tantas formas, que nadie
puede señalar su fin" (Eurípides,
Fragmentos, 211).
23.3. Y de manera parecida: "Pero entre los mortales no es
posible ser feliz hasta el fin" (Eurípides,
Las suplicantes,
269-270).
Costumbres de
los pitagóricos
24.1. Por esto también se dice que
los pitagóricos se abstenían de los placeres carnales. Por el
contrario, a mí me parece que se casan para procrear, pero
queriendo dominar el placer carnal después de la procreación.
24.2. De ahí la misteriosa prohibición de nutrirse con
habas, no porque esa legumbre produzca ventosidad o sea
indigesta o cause el desorden de los sueños, ni tampoco porque
el haba se asemeje a una cabeza humana, según aquel versículo:
"Es igual devorar habas que cabezas de genitores" (Plutarco,
Moralia, 635 E), sino
fundamentalmente porque las habas hacen estériles a las mujeres
al comerlas.
24.3. De hecho, Teofrasto refiere, en el
libro quinto sobre las "Causas de las Plantas", señala que las
vainas de las habas, puestas junto a las raíces de los árboles
jóvenes, secan la planta; y las gallinas domésticas, si las
comen con frecuencia, se vuelven estériles.
Capítulo
IV: Sobre la interpretación de los textos bíblicos por parte de
los gnósticos
Sobre Felipe y Nicolás
25.1. Hemos mencionado a
los provocadores de la herejía de Marción del Ponto que, por
oposición al Creador, rechaza el uso de los bienes del mundo.
25.2. Porque para él la causa de la continencia, si es que
se la puede llamar continencia, (es) el Creador mismo, contra
quien este gigante que lucha contra Dios pretende hacer frente,
y guarda la continencia forzadamente, yendo contra la creación y
la plasmación.
25.3. Usan la palabra del Señor que dijo a
Felipe: "Deja que los muertos entierren a, sus muertos; tú
sígneme" (Mt 8,22; cf. Hechos
de Felipe, 22), pero consideran que también Felipe
llevaba la misma plasmación de la carne, no siendo un cadáver
contaminado.
25.4. ¿Cómo, entonces, teniendo (un cuerpo
de) carne no tenía un cadáver? Porque resucita de la tumba del
Señor que da muerte a las pasiones y lo hace revivir en (o:
para) Cristo.
25.5. También hemos mencionado la comunidad
ilícita (o: impía) de las mujeres según Carpócrates, pero al
tratar sobre la declaración de Nicolás (cf.
Strom. II,118,3) hemos
omitido lo que sigue.
25.6. Teniendo, se dice, una bella
mujer, después de la ascensión del Salvador, al ser reprendido
como envidioso por los Apóstoles, él condujo a su mujer en medio
de ellos e invitó a casarse con ella a quien quisiera.
25.7. Porque, dicen, que esa praxis es coherente con célebre
sentencia: "Es necesario abusar de la carne" (Eusebio de Cesarea,
Historia Eclesiástica,
III,29,2-4; cf. Strom.
II,118,3). Y, por coherencia con ese suceso y con este dicho,
sencilla y desvergonzadamente, los seguidores de su herejía se
abandonaron sin freno a la fornicación.
La verdad sobre Nicolás.
Matías
26.1. Por el contrario, me he informado que
Nicolás no tuvo relaciones con ninguna otra mujer que con la que
se había desposado; y de sus hijos, las mujeres envejecieron
vírgenes, y el hijo permaneció sin mancharse.
26.2. Así
las cosas, el mandar a la envidiada mujer en medio de los
Apóstoles era un rechazo de la pasión; y la continencia de los
placeres más ansiados enseñaba cómo (o: el significado) se debe
"abusar de la carne". Porque no quería, a mi parecer, conforme
al mandato del Salvador, "servir a dos señores" (Mt 6,24), al
placer y a Dios.
26.3. Por lo demás también se dice que
Matías enseñó lo mismo (cf.
Evangelio de Matías,
Fragmentos, 2): combatir la carne y menospreciarla, sin
conceder ninguna licencia al placer, sino a fortalecer el alma
con la fe y la gnosis.
Intentos de sacralizar la
promiscuidad
27.1. Pero hay quienes interpretan a
la vulgar (o: pública) Afrodita como una mística comunión,
ultrajando incluso este nombre.
27.2. Se dice que se
trabaja cuando se hace algo malo, lo mismo que cuando se hace
algo bueno; también el compartir es un bien cuando se reparte a
otros dinero, comida, vestidos; pero también han llamado
impíamente comunión a cualquier unión lujuriosa.
27.3.
Por eso se dice que uno de ellos se acercó a virgen nuestra
hermosa de ver y le dijo: "Está escrito da a todo el que te
pida" (Lc 6,30: incorrectamente interpretado), pero ella no
captó la desvergüenza de aquel hombre respondiendo con toda
honestidad: "Para el matrimonio habla con mi madre" (cita de
origen desconocido).
27.4. ¡Oh impiedad! También las
palabras del Señor adulteran estos compañeros del libertinaje,
hermanos de la lujuria que deshonran no sólo la filosofía, sino
toda la vida; ellos son falsificadores, o mejor, sepultureros (lit:
desgarradores) de la verdad, en cuanto pueden.
27.5.
Porque esos desgraciados consagran la promiscuidad de la carne y
del sexo, y piensan que ésta les va a conducir al reino de Dios.
Las enseñanzas del apóstol
Pablo
28.1. La promiscuidad les conduce hacia los
burdeles, y les hace partícipes con los puercos y los machos
cabríos; y junto a ellos obtienen las mayores esperanzas las
prostitutas, que admiten libremente en el burdel a todos los que
quieren.
28.2. Pero ustedes no han conocido (lit.:
aprendido) así a Cristo, si es que han oído hablar de él y en él
han sido enseñados conforme a la verdad en Cristo Jesús;
despójense, en cuanto a su vida anterior, del hombre viejo que
se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias.
28.3. Renuévense en el espíritu de su mente, revístanse del
hombre nuevo, creado según Dios en justicia y santidad
verdaderas" (Ef 4,20-24), por asimilación (o: semejanza) con lo
divino.
28.4. "Sean, por tanto, imitadores de Dios, como
hijos queridos, y caminen en el amor como Cristo nos amó y se
entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio a Dios en olor de
suavidad.
28.5. La fornicación y toda impureza o codicia
ni siquiera se mencione entre ustedes, como conviene a los
santos; y nada de indecencia o necedad" (Ef 5,1-4).
28.6.
Porque también el Apóstol enseña a ejercitarse en la pureza
comenzando por las palabras, y escribe: "Tengan esto bien
entendido: ningún fornicario", hasta "antes bien, denúncienlas"
(Ef 5,5. 11).
Intemperancia de los carpocratianos
29.1. En
realidad, su doctrina deriva de algún apócrifo; pero también
expondré la cita que es la madre de su insolencia. Y bien sea
que ellos mismos hayan compuesto el libro -¡mira qué necedad! Se
lo atribuyen a Dios por su intemperancia-, bien sea que lo hayan
encontrado junto a otros, lo han entendido de forma incorrecta,
equivocándose al idear aquella hermosa doctrina.
29.2.
Así dice el texto: "Todas las cosas eran Uno, pero cuando a su
Unidad le pareció no estar más sola, salió de Él una
Inspiración; y ésta se unió con Él y creó al Amado. Y de éste
salió otra Inspiración y se unió y creó la Potencia, imposible
de ver ni oír, hasta cada, una con su nombre propio" (cita de un
autor anónimo).
29.3. Igualmente, si hubiesen propuesto
también uniones espirituales, como los seguidores de Valentín,
su opinión se podría quizá aceptar; pero reconducir a profecía
sagrada una promiscuidad de violencia carnal es propio de quien
no ha reconocido la salvación.
Afirmaciones de Pródico y sus
seguidores
30.1. Estas son las opiniones también
proclaman los seguidores de Pródico, que falsamente se denominan
gnósticos, diciendo que son hijos por naturaleza del Dios
Primero. Pero abusan de tal nobleza y libertad para vivir como
quieren, pretendiendo vivir entregados al placer, convencidos de
que ellos no están sujetos a nadie, como si fueran señores del
sábado (cf. Mt 12,8; Mc 2,28; Lc 6,5), y por encima de todo
linaje, hijos nacidos de un rey; y para un rey, dicen, no existe
ley escrita.
30.2. Pero en realidad, ante todo no hacen
todo lo que quieren, porque tienen muchos impedimentos contra
sus deseos e intentos y lo que hacen, no como un rey lo hacen,
sino obligados, porque cometen sus adulterios de manera oculta,
y recelosos de ser atrapados en el acto, tratan de evitar la
condena y temen el castigo.
30.33. ¿Cómo la intemperancia
y las palabras obscenas pueden ser libertad? "Todo, dice, el que
peca es un esclavo" (cf. Rm 6,16; Jn 8,34), afirma el Apóstol.
Errores de los seguidores
de Pródico
31.1. Pero, ¿cómo puede vivir conforme
a Dios el que se abandona a todo deseo, cuando el Señor dice:
"Pero yo en cambio les digo: no deseen" (Mt 5,28)?
31.2.
¿Cómo se pretende pecar de manera voluntaria y poner como un
dogma el adulterio, vivir disolutamente y arruinar los
matrimonios ajenos, cuando nosotros nos compadecemos también de
los que pecan involuntariamente?
31.3. Aunque el mundo al
que han llegado es para ellos extraño, si no son fieles con lo
ajeno (cf. Lc 16,11-12) no poseerán la verdad.
31.4.
¿Acaso un forastero puede enfrentarse contra los habitantes de
un país y ofenderles, cuando posee lo necesario como extranjero
(cf. 1 P 2,11-12), o por el contrario no debe pasar la vida
manteniendo una conducta irreprensible para con esos ciudadanos?
31.5. ¿Cómo dicen que sólo ellos han conocido a Dios, cuando
se comportan del mismo modo que los que son odiados por los
paganos, por no practicar lo mandado por las leyes, como los
injustos, los incontinentes, los prepotentes y los adúlteros?
31.6. Sería necesario que vivieran rectamente, aunque se
encuentren entre forasteros, a fin de mostrar en verdad su
carácter regio.
Coherencia de vida
32.1. No obstante, se enemistan
con los legisladores humanos y con la ley divina, puesto que han
adoptado una vida contraria a la ley. Por lo general, quien
rechaza el adulterio es bendecido por Dios en (el libro) de los
Números (cf. Nm
25,8-13).
32.2. Y Juan dice en la
Epístola: "Si decimos
que estamos en comunión con Él, es decir con Dios, y caminamos
en tinieblas, somos mentirosos y no obramos conforme a la
verdad. Pero si caminamos en la luz, como Él mismo está en la
luz, estamos en comunión con El y la sangre de su Hijo Jesús nos
purifica del pecado" (1 Jn 1,6-7).
El camino que se debe seguir
33.1. ¿Pero qué hacen para ser mejores que los del mundo,
aquellos hacen tales cosas y son semejantes a los peores
(hombres) mundanos? Me parece que quienes hacen las mismas cosas
tienen una naturaleza semejante.
33.2. Pero quienes
pretenden ser mejores en nobleza deben ser también mejores en el
modo de vivir, a fin de evitar ser recluidos en la cárcel.
33.3. En realidad, como dice el Señor, "Si la justicia de
ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no
entrarán en el reino de Dios" (Mt 5,20).
33.4. En cuanto
a la abstinencia de los alimentos, se habla claro en "Daniel"
(cf. Dn 1,10-16). Y, para decirlo brevemente, sobre la
obediencia dice David en "Los Salmos": "¿Cómo el joven guardará
recto su camino?, y en seguida responde (lit.: oye): "Guardando
tu palabra de todo corazón" (Sal 118 [119],9-10).
33.5. Y
Jeremías afirma: "Esto dice el Señor: "No caminen por los
senderos de los paganos"" (Jr 10,2).
Los "antitactas"
34.1. Partiendo de aquí ciertos hombres malvados y
despreciables dicen que el hombre ha sido plasmado (o: formado)
por distintas potencias; y las partes que llegan hasta el
ombligo son de hechura divina, pero las que están debajo son de
factura inferior, y por eso se tiene el instinto del
apareamiento.
34.2. Pero olvidan que la parte superior
también desea el alimento y algunos experimentan lujuria; además
se enfrentan a Cristo, quien ha dicho a los fariseos que el
mismo Dios ha creado en nosotros el hombre "interior" y el
hombre "exterior" (Lc 11,40). Pero la concupiscencia no es
propia sólo del cuerpo, aunque actúe por medio del cuerpo.
34.3. Otros, que denominamos antitactas (o: lo que resisten,
opuestos, contrarios), dicen que el Dios del universo es nuestro
Padre por naturaleza y todo lo que ha hecho es bueno. Pero uno
de los seres engendrados por Él esparció la cizaña (cf. Mt
13,25) y generó la naturaleza del mal (lit.: de los males); por
su culpa nos ha envuelto a todos nosotros y nos ha enfrentado al
Padre.
34.4. Y por eso nosotros nos enfrentamos contra él
para vengar al Padre, actuando contra la voluntad del segundo (=
del que esparció la cizaña). Por consiguiente, como aquél ha
dicho: "No cometerás adulterio" (Ex 20,13), nosotros, afirman
los [antitactas], cometemos adulterio para abolir su mandato.
Capítulo IV: Sobre la interpretación de los textos bíblicos por
parte de los gnósticos (continuación)
Refutación de los errores de
los gnósticos
35.1. A ésos les responderemos
también que a los seudo profetas y a todos los que simulan la
verdad hemos aprendido a conocerlos por sus obras (cf. Mt 7,16).
Son desenmascarados por las obras; ¿cómo podrán decir que
sostienen la verdad?
35.2. Ciertamente, o no existe el
mal, ni tampoco merece reproches aquél que acusan como contrario
a Dios, ni ha sido creador de mal alguno -de esta manera se
quita con el [fruto] malo, también el árbol-; o bien, si existe
realmente lo malo, nos dirán qué piensan de los mandamientos
establecidos respecto a la justicia, la templanza, la paciencia,
la resignación, y otras cosas parecidas, ¿son buenas o malas?
35.3. Y si es malo el mandato que prohíbe realizar la mayor
parte de las acciones deshonestas, quiere decir que el mal
legisla contra sí mismo, para su propia destrucción; lo cual es
imposible. Si, por el contrario, (es) bueno, entonces
enfrentándose a los mandamientos buenos, ellos deben confesar
que se oponen al bien y obran el mal.
Prosigue la refutación
36.1. A partir de esto también el Salvador mismo, a quien
únicamente pretenden obedecer, nos ha prohibido odiar e insultar
(o: injuriar) [cf. Mt 5,44; Lc 6,27-28], y dice: "Mientras
caminas con tu enemigo, procura reconciliarte con él y hacerte
amigo" (Lc 12,58; cf. Mt 5,25. 44).
36.2. Por eso, o se
rechaza la exhortación de Cristo, enfrentándose al enemigo, o
bien se hacen sus amigos y no se defienden de él.
36.3.
¿Pero qué? ¿No saben, nobles señores -hablaré como si los
tuviera delante- que quien combate los preceptos que son buenos
se opone a su propia salvación? Porque no destruyen lo útilmente
prescrito, sino a ustedes mismos.
36.4. El Señor también
dijo: "Brillen sus buenas obras" (Mt 5,16); en cambio, ustedes
sacan a la luz sus costumbre disolutas.
36.5. Además, si
quieren anular los mandamientos del legislador, por qué
precisamente intentan anular por la intemperancia de ustedes lo
de: "No cometerás adulterio" (Ex 20,13) o "no corromperás a los
jóvenes" (Seudo Bernabé,
Epístola, 19,4), y todos los que se refieren a la
templanza; ¿por qué no destruyen el invierno, por Él generado,
para producir (lit.: hacer) el verano en medio del invierno? ¿Y
por qué no hacen navegable la tierra y caminable el mar, como
afirman los historiadores que lo intentó el bárbaro Jerjes? (cf.
2 M 5,21; Herodoto, Historias,
VII,54).
Errores en la
interpretación bíblica de los gnósticos
37.1. ¿Por
qué no rechazan todos los mandamientos? Porque si (Él) ha dicho:
"Crezcan y multiplíquense" (Gn 1,28; 9,1), ustedes que lo
rechazan, no deberían ni siquiera practicar la unión carnal; y
si (Él) dijo: "Les lo he dado todo para alimento y que lo gocen"
(Gn 1,28; 9,1), ustedes no deberían disfrutar de nada.
37.2. Pero si también dijo: "Ojo por ojo" (Ex 21,24), ustedes no
deberían devolver ataque por ataque; también ordenó al ladrón
restituir el cuádruplo (cf. Ex 21,24), en cambio ustedes incluso
deberíais hacer un regalo al ladrón (cf. Ex 22,1).
37.3.
De igual manera, si ustedes se oponen al mandato: "Amarás al
Señor" (Dt 6,5), tampoco deberían amar al Dios del universo; y
de nuevo, cuando dijo: "No harán imagen esculpida o fundida" (Dt
27,15), ustedes, para ser consecuentes, (deberían) incluso
adorar las imágenes esculpidas.
37.4. ¿Cómo no va a ser
impía la actitud de ustedes si, como dicen, se enfrentan al
demiurgo, compitiendo con acciones semejantes a las de las
prostitutas y los adúlteros?
37.5. ¿No se dan cuenta que
hacen más fuerte a quien consideran más débil, si es verdad que
hacen lo que él quiere, y no lo que el Dios bueno quiso? Al
contrario, por su parte, demuestran inferior a su padre, como lo
llaman.
Los gnósticos
añaden frases propias a la Escritura divinamente inspirada
38.1. Éstos, por lo demás, eligen de algunas perícopas
proféticas frases que recogen y recomponen (o: remiendan)
malamente, tomado según a la letra lo dicho en forma alegórica.
38.2. Así dicen que está escrito: "Resistieron a Dios y se
salvaron" (Ml 3,15). Pero algunos añaden también: "Al Dios
impudente", e interpretan esta sentencia como un mandato
sancionado; y piensan que resistir al demiurgo es su propia
salvación.
38.3. En realidad no está escrito "al Dios
impudente"; pero, aunque así fuera, oh insensatos, denominen
"impudente" al que se llama diablo, como calumniador del hombre,
o acusador de los pecadores, o apóstata.
38.4.
Ciertamente el pueblo, al que se refiere la perícopa, al ser
educado lo soportaba mal y lamentándose murmuraba la mencionada
frase, porque los otros pueblos obrando inicuamente no eran
castigados; sólo ellos eran castigados por cada una de sus
acciones, como también Jeremías había dicho: "¿Por qué prospera
el camino de los impíos?" (Jr 12,1). Lo mismo ocurre con la
expresión de Malaquías citada anteriormente: "Resistieron a Dios
y se salvaron" (Ml 3,15).
38.5. Porque los profetas,
divinamente inspirados, no sólo dicen lo que oyen de parte de
Dios, sino que también ellos mismos aparecen transmitiendo una
réplica a lo que el pueblo murmura, como cuestiones propuestas
por los hombres; una de éstas es también la referida.
Los gnósticos tuercen el
sentido de los textos bíblicos
39.1. Y quizás,
refiriéndose a ellos, escribe el Apóstol en la "Carta a los
Romanos": "¿Y no como somos calumniados, y como dicen algunos
que nosotros decimos: "Hagamos males para que vengan bienes"? La
condenación de esos tales es justa" (Rm 3,8).
39.2. Ellos
son los que con la entonación de la voz de la lectura tuercen
las Escrituras a su gusto, y con un cambio de acentuación y
puntuación tuercen, conforme a sus lujurias, aquellos sabios y
útiles mensajes.
39.3. Dice Malaquías: "Ustedes irritan a
Dios con sus palabras; y dicen: "¿En qué lo irritamos?". Cuando
dicen: "Todo el que hace el mal es bueno ante el Señor, y Él se
complace en ésos"; y "¿Dónde está el Dios de la justicia?"" (Ml
2,17).
Capítulo V:
Nuevos argumentos contra los gnósticos
¿Es lícito cualquier género de
vida?
40.1. Para no examinar con un cuidado muy
minucioso el tema haciendo mención de muchas herejías absurdas,
y para no estar obligados a sufrir la vergüenza de hablar de
cada una de ellas, prolongando demasiado nuestras notas,
dividamos todas las herejías en dos grupos para refutarlas.
40.2. Porque, o enseñan a vivir en la indiferencia moral (lit.:
indiferentemente), o bien, tendiendo al exceso, proclaman una
continencia (que es efecto) de la impiedad y de la malignidad.
40.3. Primero hay que discutir la primera parte. Si se puede
elegir cualquier (tipo de) vida, evidentemente también el de la
continencia; y si cualquier clase de vida no encierra peligro
para quien lo elige, en verdad con mayor razón no encerrará
peligro la que es conforme a la virtud y la templanza.
40.4. Porque si se permitió al Señor no estar obligado a guardar
el sábado (cf. Mt 12,8; Mc 2,28; Lc 6,5), en el caso en que
hubiera vivido licenciosamente, mucho más quien se ha comportado
honestamente no estará sujeto a guardarlo.
40.5. "Porque
todas las cosas son lícitas, pero no todas convienen" (1 Co
6,12; cf. 10,23), dice el Apóstol. Y si todo es lícito,
evidentemente también ser temperante.
El ser humano no es esclavo de
la necesidad
41.1. De la misma manera que es digno
de alabanza el que con libertad adopta una conducta virtuosa,
así también mucho más digno de venerar y adorar es Aquél que nos
ha dado la libertad plena y soberana, y nos ha concedido el
vivir como queramos. Él no ha permitido que nuestras elecciones
y fugas fueran esclavas de la necesidad.
41.2. Y aunque
una y otros están sin temor, tanto el que ha elegido la
intemperancia como el que ha preferido la continencia, sin
embargo el valor (o: la dignidad) no es el mismo. Porque quien
va a la deriva de los placeres es complaciente con el cuerpo;
pero el temperante libera de las pasiones al alma, que es la
señora del cuerpo.
41.3. Y si dicen que nosotros "estamos
llamados a ser libres", sólo procuremos no "ofrecer la libertad
como incentivo a la carne" (Ga 5,13), según el Apóstol.
41.4. Pero si hay que tolerar la concupiscencia y considerar
vida indiferente lo (que es) infame, como ellos dicen, entonces
o es necesario obedecer totalmente a las concupiscencias y,
según eso, hacer todo lo más impúdico e impío, siguiendo a lo
que estas persuaden;
41.5. o bien deberemos evitar
algunas de las concupiscencias y no vivir en la indiferencia
moral (lit.: indiferentemente), ni hacernos esclavos sin medida
de nuestros miembros más despreciables, vientre y partes
pudendas, que adulan mediante la concupiscencia a nuestro
cadáver (= nuestro cuerpo).
41.6. Pero la concupiscencia
se alimenta y se reaviva cuando se la satisface; como, al
contrario, contenida, se consume.
Debemos seguir al Verbo
42.1. ¿Cómo es posible asemejarse al Señor o tener la gnosis
de Dios si nos dejamos vencer por los placeres del cuerpo?
Porque de todo placer es principio la concupiscencia, y la
concupiscencia es cierta molestia y solicitud que apetece por
necesidad alguna cosa.
42.2. Por tanto, quienes han
emprendido ese género de vida no me parece que les pueda tocar
sino: "Además de la vergüenza, sufrir dolores" (Hesíodo,
Los trabajos y los días,
211);"atrayendo hacia ellos mismos un mal" (Homero,
Odisea, XVIII,73) como
se dice, para ahora y para después.
42.3. Si todo fuera
lícito y si no tuviéramos ningún temor de perder la esperanza
por las malas acciones, quizás ellos tendrían algún pretexto
para una vida deshonrosa y miserable.
42.4. Pero ya que
una vida bienaventurada nos ha sido indicada mediante los
mandamientos, es necesario que todos sigamos no desatendiendo
nada de lo que ha sido prescrito (o: comunicado), sin descuidar
ni el más mínimo de nuestros deberes. Es necesario seguir al
Verbo donde quiera conducirnos; si nos equivocamos en eso,
necesariamente caeremos "en un mal eterno" (Homero,
Odisea, XII,18).
42.5. Pero quien sigue la divina Escritura, por el camino de
los creyentes, se asemejará en lo que pueda al Señor; por eso no
se debe vivir en la indiferencia moral (lit.: indiferentemente),
sino hacer lo posible por purificarse de los placeres y de las
concupiscencias y ocuparse del alma; ésta debe tan sólo
permanecer junto a la divinidad.
42.6. Porque el
espíritu, cuando está puro y libre de toda maldad, puede recibir
la fuerza de Dios, ya que se levanta en él la divina imagen.
Dice [la Escritura]: "Todo el que tiene esta esperanza en el
Señor se purifica, tal como Él es puro" (1 Jn 3,3).
Conresucitados con Cristo
43.1. Pero adquirir gnosis
de Dios por parte de quienes aún son guiados por las pasiones es
imposible; y los que no se han procurado alguna
gnosis de Dios no
podrán en absoluto alcanzar ninguna esperanza. Quien equivoca
ese fin es claramente acusado de su ignorancia de Dios; y el
ignorar a Dios viene provocado por la manera de vivir.
43.2. Porque es totalmente imposible ser sabio y, por otra
parte, no avergonzarse de adular al cuerpo, ni es compatible
pensar que el placer es un bien, o que sólo el placer es bello,
y a la vez que sólo el Señor es bello y sólo es bueno y sólo es
amable Dios.
43.3. "Fueron circuncidados en Cristo con
una circuncisión no hecha por mano de hombre, por el
despojamiento del cuerpo carnal, en la circuncisión de Cristo"
(Col 2,11).
43.4. "Por tanto, si fueron conresucitados
con Cristo, busquen las cosas de arriba" (Col 3,1);"piensen en
las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque están
muertos y la vida de ustedes ha sido escondida con Cristo en
Dios" (Col 3,2-3), pero no la prostitución que (aquellos)
practican.
43.5. "Den muerte a los miembros que tienen
sobre la tierra, la fornicación, la impureza, la pasión, la
concupiscencia, por las que viene la ira (Col 3,5-6). Depongan
también ellos "la cólera, la ira, la maldad, maledicencia, la
conversación obscena de la boca de ustedes. Despójense del
hombre viejo con sus concupiscencias, y revístanse del nuevo que
es renovado para alcanzar un conocimiento perfecto, según la
imagen de su Creador" (Col 3,8-10).
La coherencia entre las
palabras y las obras
44.1. El modo de comportarse
claramente pone a prueba a quienes han conocido los
mandamientos, ya que cual es la palabra, tal es la vida; al
árbol se le conoce por los frutos (cf. Mt 7,16; 12,33; Lc 6,44),
no por las flores ni por los pétalos (u: hojas).
44.2.
Así la gnosis (es
reconocida) por el fruto y el modo de vivir, no por la palabra y
la flor.
44.3. Porque no decimos que la
gnosis es una palabra
vacía, sino una ciencia divina y aquella luz que nace (o: se
enciende) en el alma por la obediencia a los mandamientos,
haciendo muy claro todo lo que existe por generación,
disponiendo al hombre para conocerse a sí mismo, y le enseña a
colocarse en condición de alcanzar a Dios. Porque lo que es el
ojo en el cuerpo, eso mismo es la
gnosis en el espíritu.
44.4. Y no digan que es libertad la esclavitud del placer;
(sería) como (decir) que la hiel es dulce. Nosotros hemos
aprendido que la libertad es aquella por la que nos ha hecho
libres sólo el Señor, desatándonos de los placeres, de la
concupiscencia y de las otras pasiones.
44.5. "El que
dice: "He conocido al Señor", y no guarda sus mandamientos, es
un mentiroso y la verdad no está en él" (1 Jn 2,4), dice Juan.
Capítulo VI: Contra los encratitas
Es necesario refutar los
argumentos de los gnósticos
45.1. Pero con el
eufemismo de la continencia, otros cometen impiedad contra la
creación y el santo Creador, el único Dios omnipotente, y
enseñan que no se debe admitir el matrimonio y la procreación,
ni traer al mundo a otros (seres) desgraciados, ni suministrar
alimento a la muerte. A éstos principalmente hay que decirles lo
de Juan:
45.2. "Y ahora han surgido muchos anticristos;
por lo cual conocemos que ésta es la última hora. De nosotros
han salido, pero no eran de los nuestros, porque si hubieran
sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros" (1 Jn
2,18-19).
45.3. Además hay que refutarles, retorciendo
(los argumentos) de sus adictos, de esta manera: cuando Salomé
pregunta al Señor: "¿Durante cuánto tiempo tendrá poder la
muerte?" (Evangelio egipcio,
Fragmentos, 1). Sin entender la vida como un mal y la
creación como algo perverso, le respondió: "Mientras ustedes,
las mujeres, sigan engendrando" (Evangelio
egipcio, Fragmentos, 1; cf.
Oráculos Sibilinos,
2,162 s.); con ello quería enseñar la causalidad de la
naturaleza (lit.: la consecuencia física): porque a la
generación sigue siempre la corrupción nacimiento sigue una
muerte.
La pureza
interior
46.1. La Ley ha sido ordenada para
hacernos salir del libertinaje y de todo desorden; y este es su
objetivo: conducirnos de la injusticia a la justicia,
haciéndonos elegir con sensatez el matrimonio, la procreación de
los hijos y una conducta honesta.
46.2. Porque el Señor
"no viene a abolir la Ley, sino a completarla" (Mt 5,17); pero a
completarla no como insuficiente, sino para llevar cumplimiento
las profecías de la Ley con su venida; ya que las normas de una
vida de recta conducta eran predicadas mediante el Verbo incluso
a los que vivieron como justos antes de la Ley (cf. Rm 2,14-15).
46.3. No obstante, la mayoría no sabía qué era la
continencia, viviendo para el cuerpo, no para el espíritu (cf.
Ga 5,25). Pero el cuerpo sin espíritu es "polvo y ceniza" (Gn
18,27). Y desde luego el Señor juzga el adulterio conforme a la
intención (cf. Mt 5,28).
46.4. Pero ¿qué? ¿No es
necesario quizás usar del matrimonio con templanza y no tratar
de separar "lo que Dios ha unido" (Mt 19,6; Mc 10,9)? En efecto,
eso es lo que enseñan los disociadores del matrimonio, por lo
que también el nombre [de cristiano] es difamado (cf. Is 52,5;
Rm 2,24).
46.5. Diciendo que la unión carnal es una
impureza (cf. Lv 15,18), cuando en realidad han recibido la vida
por una unión ¿cómo no van a estar impuros? Pero también el
esperma de los que han sido santificados (es) santo, me parece a
mí.
Lo que nos enseña
el Señor
47.1. Es necesario, por tanto, que sean
santificados en nosotros no sólo en el espíritu, sino también
las costumbres, la vida y el cuerpo. De otro modo, ¿con qué
sentido dice el apóstol Pablo que la esposa es santificada por
el marido o el marido por la esposa? (cf. 1 Co 7,14).
47.2. Y ¿qué significa lo que el Señor respondió a los que le
preguntaban sobre el divorcio, si era lícito repudiar a la
mujer, puesto que Moisés lo había permitido? "Por la dureza de
su corazón, dice, Moisés escribió esto. ¿Pero ustedes no han
oído lo que Dios dijo al primer hombre: "Serán los dos una sola
carne?". Por tanto aquél que repudia a la mujer, sin culpa de
fornicación, la expone al adulterio" (Mt 19,4-9: con variaciones
en el orden de los versículos).
47.3. Pero, "después de
la resurrección, dice, ni se casan ni se dan en casamiento" (Mt
22,30; Mc 12,25; Lc 20,35). Y sobre el vientre y los alimentos
se ha dicho: "Los alimentos son para el vientre y el vientre
para los alimentos, pero Dios también destruirá a este y a
aquellos" (1 Co 6,13). De esta manera fustiga a quienes creen
poder vivir como padrillos o machos cabríos (cf. Lv 16,10), para
que no se abandonen sin freno a comer y a la lujuria.
La continencia es una virtud
48.1. Ahora bien, si aceptan la resurrección, como dicen
ellos mismos, y por eso rechazan el matrimonio, ¡que no coman ni
beban! Porque el Apóstol ha dicho que en la resurrección el
vientre y los alimentos serán destruidos (cf. 1 Co 6,13).
48.2. ¿Cómo, entonces, experimentan el hambre, la sed, (las
necesidades) de la carne y lo demás que no sufrirá el que por
Cristo reciba la perfecta esperada resurrección? Pero también
los idólatras se abstienen al mismo tiempo de los manjares y de
los placeres del amor.
48.3. "El reino de Dios no
consiste en comida ni en bebida" (Rm 14,17) dice [el Apóstol].
Ciertamente, está también en la solicitud de los Magos, que
adoran ángeles y demonios (cf. Col 2,23), abstenerse del vino e
igualmente (de la carne) de vivientes y de los placeres del
amor. Pero como la humildad es mansedumbre, no miseria del
cuerpo, así también la continencia es virtud del alma, que no se
da a conocer, sino que (permanece) oculta.
El Señor "no era un hombre
común"
49.1. Hay algunos que dicen sin rodeos que
el matrimonio es fornicación, y opinan que ha sido establecido y
enseñado por el diablo. Pero los arrogantes de ellos dicen que
imitan al Señor, quien no se casó ni poseía nada en el mundo; y
se glorían de haber entendido el evangelio mejor que los demás.
49.2. Para ellos la Escritura dice: "Dios resiste a los
soberbios, pero a los humildes les da su gracia" (Pr 3,34; 1 P
5,5).
49.3. Además, ellos no conocen la causa por la que
el Señor no se casó. Ante todo Él tenía su propia esposa, la
Iglesia; pero además, no era un hombre común que tuviera
necesidad de una ayuda según la carne. Tampoco le era necesario
procrear hijos, porque vive eternamente y es el Hijo único de
Dios. Él mismo, el Señor, dice: "Lo que Dios ha unido no lo
separe el hombre" (Mt 19,6; Mc 10,9).
49.4. Y de nuevo:
"Como en los días de Noé, estaban casándose y dándose en
casamiento, construían casas, plantaban, y como en los días de
Lot, así será la venida del Hijo del Hombre" (Mt 24,37-39).
49.5. Y puesto que no se dirige a los paganos, dice: "Cuando
venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?" (Lc
18,8).
49.6. Y: "¡Ay de las mujeres gestantes y de las
que críen en aquellos días!" (Mt 24,19; Mc 13,17; Lc 21,23).
Ciertamente también estas (expresiones) son alegóricas. Por
consiguiente, tampoco determinó los tiempos "que el Padre puso
por su autoridad" (Hch 1,7), para que el mundo permanezca por
generaciones.
La
enseñanza de Jesús
50.1. Respecto a: "No todos
tienen capacidad para esta palabra. Porque hay eunucos que
nacieron así, hay eunucos que fueron hechos eunucos por los
hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por
el reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda" (Mt
19,11-12).
50.2. No saben que, después de la palabra
sobre el divorcio, algunos le preguntaron: "Si esa es la
condición (o: causa, culpa) de la mujer, no le conviene al
hombre casarse" (Mt 19,10), y el Señor responde: "No todos
aceptan esta palabra, sino aquellos a quienes les ha sido dado"
(Mt 19,11).
50.3. Porque los que preguntaban querían
saber si permitía, una vez condenada por prostitución y echada
la mujer, podían casarse con otra.
50.4. También se dice
de no pocos atletas que se abstenían de los placeres del amor,
practicando la continencia por medio de la ascesis corporal,
como Astilo de Crotona y Crisón de Himera. El citarista Amebeo,
recién casado, se mantuvo alejado de la esposa.
El celibato por amor a Dios
51.1. Tan sólo Aristóteles de Cirene despreció a Lais, que
realmente lo amaba. Le había jurado a la cortesana que la
llevaría a su patria si le ayudaba de alguna manera contra los
enemigos (lit.: antagonistas); y una vez conseguido, cumplió el
juramento con ingenio: pinta una imagen suya que se le parecía
muchísimo y la hace colocar en Cirene, como refiere Istro en el
libro "Sobre la naturaleza de las contiendas". Por tanto, el
hacerse eunuco no es virtuoso, si no se nace del amor a Dios.
51.2. También el bienaventurado Pablo dice de aquellos que
aborrecen el matrimonio: "En los últimos tiempos algunos se
apartarán de la fe, atendiendo a espíritus embaucadores y a
enseñanzas de los demonios, que prohíben casarse y hacer uso (lit.:
abstenerse) de (ciertos) alimentos" (1 Tm 4,1. 3).
51.3.
Y de nuevo afirma: "Que nadie los prive del premio por
superstición de humildad" (Col 2,18), "y severo trato del
cuerpo" (Col 2,23). Y el mismo escribe: "Estás ligado a una
mujer? No busques la separación. ¿Estás libre de mujer? No
busques mujer" (1 Co 7,27). Y también: "Tenga cada uno la propia
mujer" (1 Co 7,2), "para que Satanás no los tiente" (1 Co 7,5).
Los antiguos justos
52.1. Pero ¿qué? ¿No participaban con agradecimiento del uso
de las cosas creadas los antiguos justos? Ellos en el
matrimonio, con dominio de sí mismos, tuvieron hijos. Y a Elías
los cuervos le llevaban para alimento pan y carne (cf. 1 R
17,6). Y el profeta Samuel reservando un muslo de lo que él
comía, lo tomó llevándolo a Saúl para que lo comiera (cf. 1 S
9,23-24).
52.2. Pero los que dicen ser superiores por su
conducta y vida, no pueden compararse con las acciones de
aquellos.
52.3. Por tanto "quien no come no menosprecie
al que come; el que come no juzgue al que no come, porque Dios
le recibió" (Rm 14,3).
52.4. Pero también el Señor
hablando de sí mismo dice: "Vino Juan, que no comía ni bebía y
dicen: "Tiene un demonio". Vino el Hijo del hombre, que come y
bebe, y dicen: "Es hombre un comilón, y un bebedor de vino,
amigo de cobradores de impuestos y pecadores"" (Mt 11,18-19; Lc
7,33-34). ¿Acaso tratan también de descalificar a los apóstoles?
52.5. Porque Pedro y Felipe tuvieron hijos; incluso Felipe
dio a sus hijas a unos varones.
El reino de Dios
53.1. Y Pablo no titubea (o: duda) en saludar en una carta a
su cónyuge (cf. Flp 4,2-3; pero también: 1 Co 7,8), que no
llevaba consigo para aligerar su ministerio (cf. 1 Co 9,5).
53.2. Y dice en una carta;"¿No tenemos el derecho a llevar
una hermana mujer, como también los demás apóstoles?" (1 Co
9,5).
53.3. Pero como convenía a su ministerio,
atendiendo a la predicación sin distracción (cf. 1 Co 7,35),
(éstos) llevaban consigo las mujeres no como esposas, sino como
hermanas para que fueran condiaconisas con las mujeres amas de
casa; gracias a ellas la doctrina del Señor podía penetrar
incluso en el gineceo, sin dar motivos de calumnia.
53.4.
Porque sabemos también lo que el noble Pablo dispone en la
segunda (lit.: la otra) "Carta a Timoteo", sobre las mujeres
diaconisas. Ahora bien, él mismo clama que "el reino de Dios no
es la comida ni la bebida" (Rm 14,17), ni tampoco la abstinencia
del vino y de la carne, "sino justicia, paz y alegría en el
Espíritu Santo" (Rm 14,17).
53.5. ¿Quién de aquellos
[herejes] circula usando una piel de oveja (lit.: melota) y un
cinturón de cuero como Elías (cf. 2 R 1,8)? ¿Quién se ha vestido
de con una tela grosera de piel de cabra (lit.: saco), desnudo y
descalzo como Isaías (cf. Is 20,2). ¿O tan sólo un delantal de
lino como Jeremías (cf. Jr 13,1)? Y el modo gnóstico de vida de
Juan (cf. Mt 3,4; Mc 1,6), ¿quién lo imitará? Pero aún viviendo
así, los bienaventurados profetas daban gracias al Creador.
La auténtica justicia
54.1. Pero la justicia de Carpócrates y de cuantos como él
desean la comunidad sin freno se destruye del siguiente modo. Al
mismo tiempo que dice "Da a quien te pida" (Mt 5,42), añade: "Y
a quien quiera pedirte un préstamo no le vuelvas la espalda" (Mt
5,42); ésta es la comunidad que enseña, no una comunidad
libidinosa.
54.2. ¿Pero cómo el que pide, recibe y toma a
préstamo, no habiendo quien tenga, le dé y le preste?
54.3. Porque el Señor dice: "Tuve hambre y me dieron de comer,
tuve sed y me dieron de beber, era peregrino y me recibieron,
(estuve) desnudo y me vistieron" (Mt 25,35-36). Y luego añade:
"En la medida que lo hicieron a uno de estos los más pequeños, a
mí me lo hicieron" (Mt 25,40).
54.4. ¿No se dan las
mismas normas en el Antiguo Testamento? "Quien da a un mendigo
(o: a un pobre), presta a Dios" (Pr 19,17); y: "No niegues hacer
el bien al pobre" (Pr 3,27), se dice.
Compartir por amor
55.1. Y de nuevo dice: "Misericordia y fidelidad no te
abandonarán" (Pr 3,3). "La pobreza humilla al hombre, pero las
manos de los hombres diligentes enriquecen" (Pr 10,4). Y añade:
"Mira un hombre que no ha dado su dinero con usura, se hace
agradable" (Sal 14 [15],5); y: "Rescate del alma (o: de la vida)
de un hombre se juzga riqueza propia" (Pr 13,8); esto ¿no lo
aclara abiertamente? Del mismo modo que el mundo está compuesto
de contrarios, así como de calor y de frío, de seco y de húmedo,
así también de los que dan y los que reciben.
55.2.
También cuando dice: ""Si quieres ser perfecto vende lo que
tienes y dalo a los pobres" (Lc 18,22), refuta a quien se
vanagloriaba de "haber observado todos los mandamientos desde la
juventud" (Lc 18,21); pero no había cumplido el "amarás a tu
prójimo como a ti mismo" (Mt 19,19). Entonces, perfeccionado por
el Señor, aprendía a repartir por amor.
La solidaridad cristiana
56.1. Por tanto, no ha prohibido hacerse rico honradamente,
sino ser rico de injusta e insaciablemente. Porque, "una
propiedad adquirida inicuamente se disminuye" (Pr 13,11). Puesto
que "hay quienes, sembrando, multiplican, y hay quienes,
recogiendo, poseen menos" (Pr 11,24). Sobre aquellos está
escrito: "Distribuyó, dando a los pobres: su justicia permanece
para siempre" (Sal 111 [112],24).
56.2. "El que siembra y
cosecha más" (Pr 11,24) es el que repartiendo de lo terreno y
pasajero (o: siendo generoso en la tierra y en el momento
oportuno) gana lo celestial y lo eterno. Pero el otro no ha dado
nada a nadie, sino que vanamente "atesora en la tierra donde la
polilla y la herrumbre lo hacen desaparecer" (Mt 6,19) -y sobre
él se ha escrito: "Recogiendo los salarios, los echó en una
bolsa agujereada" (Ag 1,6)-.
56.3. Por eso dice el Señor
en el evangelio que al producir mucho un campo y queriendo los
frutos, (un hombre) mandó construir graneros más grandes, y se
dijo a sí mismo como en una prosopopeya: "Tienes muchos bienes
almacenados para muchos años; come, bebe, alégrate. Insensato,
dice, esta misma noche te reclamarán el alma. Entonces, las
cosas que preparaste, ¿de quién serán?" (Lc 12,19-20).
Capítulo
VII: Sobre la continencia cristiana
La continencia cristiana es
una gracia de Dios
57.1. Ahora bien, la
continencia humana, me refiero (lit.: digo) a la de los
filósofos griegos, declara combatir con perseverancia contra la
concupiscencia y no prestarle servicio en las obras (o:
acciones); pero la nuestra consiste en no tener concupiscencia,
no sólo para mantenerse firme ante la concupiscencia, sino para
que también pueda abstenerse de la concupiscencia (cf. Mt 5,27).
57.2. Esta continencia no se puede conseguir sino mediante
una gracia de Dios. Por esto [el Señor] dice: "Pidan y se les
dará" (Mt 7,7).
57.3. Esta gracia es la que recibió
también Moisés, aun revestido de un débil cuerpo, para no sufrir
ni hambre ni sed durante cuarenta días (cf. Ex 24,18; 34,28).
57.4. Como es mejor estar sano que, estando enfermo, hablar
sobre la salud, así también el ser luz es mejor que hablar sobre
la luz, y (es mejor) la continencia conforme a la Verdad que la
enseñada por los filósofos.
57.5. Porque en donde (hay)
luz, allí no (hay) tinieblas. Pero donde está arraigada la
concupiscencia, encontrándose sola, aunque inmóvil cuanto a la
actividad (lit.: energía) del cuerpo, está unida por la memoria
con lo que no está presente.
La luminosa guía del Señor
58.1. Avancemos ahora con nuestro discurso en general sobre
el matrimonio, el alimento, y lo demás; (nosotros no deberíamos)
hacer nada por concupiscencia, sino querer sólo aquello
necesario. Porque no somos hijos de la concupiscencia, sino de
la voluntad (cf. Jn 1,13).
58.2. Y quien se casa para la
procreación debe ejercitar la continencia, al punto (lit.: como
que) de no desear a la propia esposa, a la que debe amar;
procreando con seria (o: digna, honesta) y prudente voluntad.
Porque no hemos aprendido "la prudencia de la carne para
satisfacer sus concupiscencias" (Rm 13,14), sino a proceder
decentemente como en pleno día" (Rm 13,13), para Cristo, en la
luminosa guía del Señor, "no en orgías y borracheras, no en
lujurias y libertinajes, no en contiendas ni celos" (Rm 13,13).
La continencia cristiana
no se limita a un único aspecto de la vida humana
59.1. Porque no hay que aceptar confinar la continencia a una
sola especie (o: forma), es decir, la de los placeres venéreos,
sino también (considerar) las otras cosas que nuestra alma desea
sensualmente, y no contenta con lo necesario se entrega a la
molicie en exceso.
59.2. Continencia es el menosprecio
del dinero, desdeñar delicadezas, posesiones, apariencias,
dominar la lengua (lit.: boca), ser dueño de los malos
pensamientos. Sucedió también que algunos ángeles,
incontinentes, prisioneros de la concupiscencia, se precipitaron
desde el cielo a este mundo (lit.: a este lugar) [cf. Gn 6,2].
59.3. Valentín, en la "Carta a Ágatópodo" dice:
"Soportándolo todo Jesús era temperante, actuando de manera
divina; comía y bebía de peculiar no evacuando los alimentos.
Tanta era la fuerza de su continencia, que incluso el alimento
en Él no se corrompía, por cuanto Él no tenía corrupción"
(Valentín, Fragmentos,
3).
59.4. Nosotros, por tanto, abrazamos la continencia
por el amor que tenemos al Señor y por su belleza misma,
santificando el templo del Espíritu (cf. 1 Co 3,16-17). Porque
es hermoso "hacerse eunuco por el reino de los cielos" (Mt
19,12) respecto a toda concupiscencia, y "purificar la
conciencia de las obras muertas, para rendir culto al Dios
viviente" (Hb 9,14).
Costumbres de la India
60.1. Pero ellos (= los
filósofos paganos) por odio hacia la carne, desean a librarse de
la unión conyugal y de la necesidad de nutrirse de los alimentos
convenientes; ingratos, necios y ateos, practican la continencia
irracionalmente, como la mayor parte de los otros paganos.
60.2. Por ejemplo, los Brahamanes no comen animales ni beben
vino. Algunos de ellos aceptan alimento cada día como nosotros,
pero otros cada dos días, como narra Alejandro Polístor en la "(Historia)
Indiana"; desprecian la muerte, estiman en nada la vida;
aceptan que existe reencarnación; pero algunos veneran a
Heracles y a Pan.
60.3. Los llamados Venerables de
(entre) los Indios, pasan toda la vida desnudos. Ejercitándose
en la verdad, hacen presagios sobre el futuro y dan culto a una
pirámide, bajo la cual creen que reposan los huesos de un dios.
60.4. Pero ni los gimnosofistas, ni los llamados Venerables
han tenido relaciones con mujeres; consideran que es antinatural
y contra la ley, razón por la que se mantienen castos; también
las (mujeres) Venerables se mantienen vírgenes. Parece que
observan los (cuerpos) celestiales y mediante sus señales
presagian las cosas futuras.
Capítulo
VIII: Falsas interpretaciones de los textos del apóstol Pablo
Errónea lectura de un
pasaje de la Carta a los Romanos
61.1. Pero
quienes introducen la indiferencia, forzando algunos pocos
(textos) de la Escritura, defienden la causa del placer con esos
(pasajes), sobre todo aquello de: "Porque el pecado no será
dueño de nosotros, puesto que no están bajo la ley, sino bajo la
gracia" (Rm 6,14) -y algunos semejantes que no estoy dispuesto a
recordar, porque equiparé la nave de un pirata-; pero anulemos
brevemente el intento de ellos.
61.2. Porque el noble
Apóstol con lo que añade a lo antes dicho resuelve la objeción:
"¿Qué entonces? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino
bajo la gracia? ¡De ningún modo! (Rm 6,15). Así, por inspiración
divina y proféticamente al instante destruye el sofístico arte
del placer.
Llamados a
una vida nueva
62.1. Ellos no comprenden, como se
ve, que "todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de
Cristo, para que cada uno reciba, según lo que hubiere hecho
mediante el cuerpo, o bueno o malo" (2 Co 5,10), para que cada
uno reciba lo que ha hecho mediante el cuerpo.
62.2. "De
suerte que si alguien (está) en Cristo (es) una nueva criatura",
no más pecadora, "las cosas viejas pasaron", estamos lavados de
la vida antigua (o: hemos lavado la vida antigua);"han sido
hechas nuevas todas las cosas" (2 Co 5,17); la castidad en vez
de fornicación, temperancia por intemperancia, justicia en lugar
de injusticia.
62.3. "Porque ¿qué asociación entre
justicia e iniquidad? ¿Qué comunión entre luz y tinieblas? ¿Qué
acuerdo entre Cristo y Belial? ¿Qué parte (tiene) un creyente
con un incrédulo? ¿Qué concordia entre el templo de Dios y los
ídolos?" (2 Co 6,14-16). "Puesto que tenemos tales promesas,
purifiquémonos nosotros mismos de toda contaminación de carne y
de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2
Co 7,1).
Capítulo
IX: Contra quienes quieren imponer la obligatoriedad de la
continencia
El
Señor no miente
63.1. Pero los que se oponen a la
creación de Dios por una eufemística continencia aducen lo dicho
a Salomé, mencionado anteriormente (cf. III,45,1-3); se
encuentra, me parece, en el "Evangelio según los Egipcios".
63.2. Se dice que el mismo Salvador dijo: "He venido a
destruir las obras de la mujer" (Evangelio
según los Egipcios, Fragmentos, 2), donde "de la mujer"
(sería) la concupiscencia, "las obras": la generación y la
corrupción. ¿Qué nos pueden decir? ¿Que esta economía ha sido
disuelta? No lo podrán decir, porque el mundo permanece por esa
misma economía.
63.3. Pero el Señor no mintió; porque en
realidad Él destruye las obras de la concupiscencia: avaricia,
ambición, vanagloria, locura por las mujeres, pederastía,
glotonería, libertinaje y cosas semejantes; pero la generación
de todo eso es la ruina del alma, si nos convertimos en
"cadáveres por los delitos" (Ef 2,5). Y esa "mujer"
(significaba) intemperancia.
63.4. Pero la generación y
la corrupción que hay primigeniamente en la creación es
necesario (que existan) hasta la completa distinción y
realización definitiva (o: reintegración; reinstauración) de la
elección, por ellas también las sustancias confusamente
mezcladas en el mundo se ubicarán en su originario lugar.
El orden del mundo
64.1. De donde con razón indicando el Logos el fin del
mundo, Salomé dice: "¿Hasta cuándo van a morir los hombres?" (Evangelio
según los Egipcios, Fragmentos, 3). Y la Escritura habla
"hombre" en dos sentidos: el (hombre) visible y (su) alma; y en
otro sentido, el que se salva y el que no (se salva). Y el
pecado es llamado muerte del alma. Por eso, el Señor señala con
exactitud: "Mientras las mujeres den a luz" (Evangelio
según los Egipcios, Fragmentos, 3), es decir, mientras
obren las concupiscencias.
64.2. "Por esto, así como por
un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la
muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos
habían pecado, y la muerte reinó desde Adán hasta Moisés" (Rm
5,12. 14), dice el Apóstol. Por necesidad natural de la economía
divina al nacimiento sigue la muerte, a la unión del alma y el
cuerpo acompaña su disolución.
64.3. Pero si la
generación existe por causa de la instrucción y del
conocimiento, la disolución (está) para la reintegración. Y como
la mujer es considerada causa de muerte porque da a luz, así
también por la misma razón será llamada guía de la vida.
El verdadero amor a Dios
65.1. Ante todo la iniciadora (o: causa primera) de la
trasgresión fue llamada "vida" (cf. Gn 3,20), por ser la causa
de la sucesión de los que serían engendrados y que pecarían;
ella es la madre tanto de los justos como de los injustos, y a
cada uno de nosotros le corresponde justificarse a sí mismo o,
por el contrario, constituirse desobediente.
65.2. De
donde en cuanto a mí, no creo que el Apóstol aborreciera la vida
en la carne cuando decía: "Pero con entera libertad, como
siempre, también ahora Cristo será glorificado en mi cuerpo, ya
sea mediante la vida, ya sea mediante la muerte. Porque para mí
la vida es Cristo y el morir una ganancia. Pero si vivir en la
carne es para mí trabajo fructuoso, todavía no sé qué elegir.
Por ambas panes me siento apremiado, deseando partir y estar con
Cristo, porque es mucho mejor; pero permanecer en la carne es
más necesario por causa de ustedes" (Flp 1,20-24)
65.3.
Porque demostró a las claras con esas (palabras), pienso yo, que
el amor a Dios es la culminación del éxodo del cuerpo, pero
(acepta) con paciencia agradecida la presencia en la carne por
los necesitados de salvación.
El matrimonio coopera en la
creación
66.1. Pero, ¿por qué no añaden también lo
que sigue a las palabras dichas a Salomé, ésos que (hacen) todo
menos seguir la verdadera regla evangélica? (cf. Ga 6,16).
66.2. Porque ella dice: "Por tanto, hice bien en no dar a
luz" (Evangelio según los
Egipcios, Fragmentos, 4), como (estimando) inconveniente
aceptar la procreación (o: generación), y el Señor le responde
diciendo: "Puedes comer toda clase de hierba, pero la que es
amarga no la comas" (Evangelio
según los Egipcios, Fragmentos, 4).
66.3.
Significando que dependen de nosotros, no de la necesidad, según
la prohibición de un mandamiento, tanto la continencia como el
matrimonio, y explicando claramente que el matrimonio coopera en
la creación.
La
libertad humana
67.1. Por tanto, no es pecado el
matrimonio hecho según la razón (o: el Lógos), si no piensa que
(es) amarga (o: desagradable) la crianza de los niños -por el
contrario, para muchos lo más doloroso es la carencia de hijos-,
pero por otra parte, la prole puede parecer a alguno amarga por
apartar de las cosas divinas, por las indispensables
ocupaciones; pero si uno no soporta fácilmente la vida
solitaria, aspire (lit.: desee) al matrimonio, porque lo que
agrada, (tomado) con moderación, es inocuo, y cada uno de
nosotros es dueño (lit.: señor) en la elección de procrear
hijos.
67.2. Pero yo veo que, de cualquier manera, el
matrimonio es un pretexto; unos se abstienen del matrimonio,
pero no según la santa gnosis, y se deslizan en la misantropía y
pierden el amor; otros, sometidos y llevando una vida de placer,
con la licencia de la ley, como dice el profeta, "se han hecho
semejantes a las bestias" (Sal 48 [49],13 y 21).
Capítulo X:
Contras los marcionitas
El matrimonio y la procreación
no son despreciables
68.1. ¿Y quiénes son los dos
o tres que están reunidos en el nombre de Cristo y en medio de
los cuales se encuentra el Señor (cf. Mt 18,20)? ¿No alude con
esos "tres" al marido, a la mujer y al hijo, puesto que la mujer
se une al marido (por querer) de Dios (cf. Gn 2,22)?
68.2. Pero si uno desea estar disponible (lit.: ágil, presto),
aceptando no engendrar hijos por las dificultades de engendrar
hijos, "permanezca célibe como yo" (1 Co 7,8), dice el Apóstol.
68.3. Pero dicen (= los marcionitas) que el Señor quiere
explicar que el demiurgo, el Dios autor de la generación, está
con la mayoría, pero con el uno (= el hombre no casado, el
solitario), el elegido, (está) el Salvador, evidentemente Hijo
por naturaleza del otro Dios, (del Dios) bueno.
68.4.
Pero no es así, sino que Dios por medio del Hijo está con los
esposos honestos y que han engendrado hijos, pero también el
mismo Dios (es) el que está con el que ha elegido la continencia
perfecta según criterios racionales (o: según el Verbo).
68.5. Pero también podrían ser "los tres" el irascible, el
concupiscible y el inteligible (o: racional); o también, la
carne, el alma y el espíritu, según otra explicación (cf. 1 Ts
5,23).
La auténtica
vida gnóstica
69.1. Pero quizás la mencionada
triada también aluda (primero) a la vocación, segundo, a la
elección y, tercero, al linaje reservado para el máximo honor
(cf. Mt 22,14); con éstos se encuentra el poder de Dios que lo
ve todo, indivisiblemente dividido.
69.2. Ahora bien,
quien debidamente usa según la naturaleza las energías del alma
desea lo que le conviene y odia lo que le perjudica, como
prescriben los mandamientos: "Bendecirás, dice, al que bendice y
maldecirás al que maldice" (Gn 12,3; 27,29).
69.3. Y una
vez superados también el irascible y la concupiscencia, amará
efectivamente la creación en nombre por el Dios creador del
universo; vivirá gnósticamente, conservando puro el hábito de la
continencia a semejanza del Salvador, y unificará gnosis, fe y
caridad.
69.4. Siendo él uno en su juicio, será
verdaderamente espiritual, totalmente y en todo no admitiendo
los pensamientos de la ira y de la concupiscencia: hombre
perfecto, consumado, "a imagen" (Gn 1,26) del Señor, por obra
del Artífice mismo; digno ya de ser llamado hermano por el Señor
(cf. Hb 2,11), amigo suyo e hijo. Por esto, "los dos o tres" (Mt
18,20) se congregan en el mismo: el hombre
gnóstico.
El nuevo pueblo
70.1. De otra parte, la concordia de muchos puesta en el número
tres, con los que está el Señor, (significaría) la única
Iglesia, el único hombre y la única estirpe.
70.2. O
también, al Señor cuando daba la ley y estaba con el único
[pueblo] judío, y enviaba a Jeremías no sólo a profetizar en
Babilonia (cf. Jr 50-51?), sino también para llamar a los
paganos por medio de la profecía, reuniendo a los dos pueblos
(cf. Ef 2,15). Pero de los dos crearía al tercero hacia un
hombre nuevo, en medio del cual camina (cf. 2 Co 6,16) y que
habita en la misma Iglesia.
70.3. La Ley juntamente con
los profetas y el Evangelio en el nombre de Cristo se unen para
una única gnosis.
70.4. Por tanto, quienes no se casan por odio o por la
concupiscencia abusan de la carne con indiferencia no están
ciertamente en el número de los salvados, con los que está el
Señor (cf. Mt 18,20).
Capítulo
XI: Enseñanzas de la Ley y el Evangelio
No desearás
71.1. Después de estas pruebas, presentemos aquellos textos de
la Escritura que se oponen a esos sofistas herejes, indicando la
regla de la continencia que se alcanza de forma racional (o: que
debe graduarse según el Verbo).
71.2. Pero el que
entienda a cada una de las herejías en particular opondrá la
Escritura, usándola a su tiempo para refutar a los que
dogmatizan contra los mandamientos.
71.3. Desde antiguo
la Ley (prescribe), como hemos dicho (cf. III,9,1), "no desearás
la mujer de tu prójimo" (Ex 20,17), proclamando antes que la
palabra (o: la voz) del Señor, cercana, según la Nueva Alianza,
a lo que dice en propia persona: "Oyeron que la ley dice: "No
cometerás adulterio". Pero yo les digo: "No desearás"" (Mt
5,27-28).
71.4. Porque la Ley ha querido que los hombres
tuvieran con sus esposas relaciones moderadas en los deseos (o:
sobrias) sólo para la procreación, lo que se demuestra por (el
hecho de que) prohíbe al soltero unirse inmediatamente con la
prisionera; pero, una vez que la desea, le permitirá treinta
días de duelo, con el cabello rapado; si aún así la
concupiscencia no se debilita, entonces engendrará hijos con
ella (cf. Dt 21,10-13); dado que según el tiempo previsto (o:
fijado) el deseo que domina (lit.: señorea) ha devenido (lit.:
hacia) un deseo racional.
La abstención de las
relaciones conyugales
72.1. Así, no podrás
demostrar que alguno de los Ancianos (= los justos del AT) se
haya acercado a una mujer encinta, según la Escritura; sino que
encontrarás que sólo después de la gestación y del
amamantamiento del recién nacido las mujeres vuelven a ser
conocidas (= tener relaciones conyugales) por los hombres.
72.2. Encontrarás también esta limitación observada por el
padre de Moisés, que, interponiendo un trienio, después de la
gestación de Aarón engendró a Moisés (cf. Ex 7,7).
72.3.
Y la tribu de Leví, que observaba esa norma natural dada por
Dios, entró en la tierra prometida con un número inferior que
las otras (cf. Nm 3,39).
72.4. Porque una estirpe no
crece fácilmente en gran cantidad, si procrean los hombres que
se comprometen con un matrimonio legítimo, esperando no sólo
durante el embarazo, sino también durante la lactancia.
De quienes deben apartarse los
cristianos
73.1. De donde con razón Moisés, para
hacer progresar un poco a los judíos en la continencia, ordenó
que se abstuvieran "durante tres días" (Ex 19,15) consecutivos
de los placeres del amor, para escuchar las palabras divinas.
73.2. "Puesto que nosotros somos templos de Dios, como dijo
el profeta: "Habitaré y caminaré entre ellos y seré su Dios y
ellos serán mi pueblo"" (2 Co 6,16), si vivimos según los
mandamientos, tanto cada uno de nosotros individualmente, como
la Iglesia toda.
73.3. "Por eso salgan de en medio de
ellos y apártense, dice el Señor; y no toquen cosa impura; y yo
los acogeré y seré su padre, y ustedes serán mis hijos e hijas,
dice el Señor todopoderoso" (2 Co 6,17-18).
73.4. Él
ordena proféticamente que nos separemos no de las personas
casadas, como (ellos) dicen, sino de los paganos que todavía
viven en la prostitución, y de las mencionadas herejías, como
impuras e impías que son.
Lo que enseña el apóstol Pablo
74.1. Por lo que también Pablo, dirigiendo su discurso a
tales gentes, dice: "Teniendo estas promesas, amados,
purifiquemos los corazones de toda mancha de la carne y del
espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Co
7,1). "Porque estoy celoso por ustedes, con el celo de Dios,
puesto que los he desposado con un solo hombre, para
presentarlos como una virgen pura a Cristo" (2 Co 11,2).
74.2. La Iglesia no se casa con otro, ya tiene esposo, pero cada
uno de nosotros tienen la libertad de casarse con la que quiera,
conforme a la Ley, me refiero al primer matrimonio.
74.3.
"Pero temo que de algún modo, como la serpiente engañó a Eva con
su astucia, también los pensamientos de ustedes sean seducidos
de la sencillez que conduce a Cristo" (2 Co 11,3); el Apóstol lo
dice con mucha circunspección y didácticamente.
Directivas de los apóstoles
Pedro y Pablo
75.1. Y también el admirable Pedro
dice: "Amados, les ruego que como extranjeros y peregrinos se
abstengan de los deseos carnales, los cuales combaten contra el
alma; tengan entre los paganos una conducta buena" (1 P
2,11-12).
75.2. "Porque así es la voluntad de Dios, que,
haciendo el bien, hagamos enmudecer la obra de los hombres
insensatos, como libres y no como quienes tienen la libertad
como cobertura de la maldad, sino como siervos de Dios" (1 P
2,15-16).
75.3. De manera semejante escribe Pablo en la
"Carta a los Romanos": "Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo
viviremos aún en él?" (Rm 6,2). "Nuestro hombre viejo ha sido
crucificado con él, para que igualmente fuera destruido el
cuerpo de pecado" (Rm 6,6), hasta: "No den sus miembros como
armas de iniquidad para el pecado" (Rm 6,13).
El mismo Dios es el que habla
en el Antiguo y en el Nuevo Testamento
76.1. Y
llegados aquí no (se puede) omitir sin señalarlo, me parece a
mí, que el Apóstol proclama un mismo Dios (operante) mediante la
Ley, los profetas y el evangelio. Porque el "no desearás" (Mt
5,28) escrito en el evangelio, lo atribuye a la Ley en la "Carta
a los Romanos", puesto que sabe que el que habló por la Ley y
los profetas, y el Padre del que anunciaba la buena noticia son
el mismo.
76.2. Por eso dice: "¿Qué diremos? ¿Que la Ley
es pecado? De ningún modo. Pero no conocí el pecado sino por la
Ley, porque yo no conocería la concupiscencia si la Ley no
dijera: "No desearás"" (Rm 7,7).
76.3. Y si los
adversarios heterodoxos (= "antitactas") sostienen que Pablo
dijo por desprecio al Creador lo siguiente: "Porque sé que no
habita en mí, es decir, en mi carne, lo bueno" (Rm 7,18);
examinen no obstante lo dicho antes y lo subsiguiente.
76.4. Porque había dicho: "El pecado que habita en mí" (Rm
7,17), por lo cual era lógico que dijera: "En mi carne no habita
lo bueno" (Rm 7,18).
El
cuerpo: templo y sepulcro
77.1. Pero por
consiguiente añade: "Si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo,
sino el pecado que habita en mí" (Rm 7,20), que "luchando contra
la ley de Dios, dice, y de mi mente, me encadena a la ley del
pecado, que está en mis miembros. ¡Miserable hombre (soy)!
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Rm 7,23-24).
77.2. Y de nuevo -porque no se cansa de hacer el bien de
cualquier forma que sea- no duda en añadir: "La ley del espíritu
me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte" (Rm 8,2),
porque, mediante el Hijo, "Dios condenó al pecado en la carne,
para que las prescripciones de la ley se cumpliesen en nosotros,
los que no andamos según la carne, sino según el espíritu" (Rm
8,3-4).
77.3. Y para aclarar todavía más lo que había
dicho antes, exclama: "El cuerpo está muerto a causa del pecado"
(Rm 8,10), haciendo ver que el cuerpo no es templo, sino
sepulcro del alma (cf. 1 Co 3,16; 6,19; Platón,
Cratilo, 400 B-C).
Porque cuando es santificado por Dios "el Espíritu del que
resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, y
también El vivificará sus cuerpos mortales por medio de su
Espíritu que inhabita en ustedes" (Rm 8,11).
El verdadero y único Padre
78.1. De nuevo [Pablo], reprendiendo a los libertinos (o:
voluptuosos) añades aquellas (palabras): "Porque la manera de
pensar de la carne es muerte" (Rm 8,6);"quienes viven según la
carne ponen su mente en las cosas de la carne" (Rm 8,5), "y la
mentalidad de la carne es enemistad contra Dios, porque no se
somete a la ley de Dios. Los que están en la carne no pueden
agradar a Dios" (Rm 8,7. 8), no como algunos enseñan, sino como
antes dijimos.
78.2. Por eso, para distinguirla de
aquellos dice a la Iglesia: "Pero ustedes no están en la carne,
sino en el espíritu, si es que de verdad el Espíritu de Dios
habita en ustedes. Pero si alguno no tiene el espíritu de
Cristo, entonces no es de él. Pero si Cristo está en ustedes,
ciertamente el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el
espíritu es vida a causa de la justicia" (Rm 8,9-10).
78.3. Así, entonces, hermanos no somos deudores de la carne,
para vivir según la carne. Porque si viven según la carne,
morirán; pero si por el espíritu hacen morir las obras del
cuerpo, vivirán. Porque los que son guiados por el Espíritu de
Dios, éstos son hijos de Dios" (Rm 8,12-14).
78.4. Y
contra la nobleza de origen y la libertad despreciables
introducidas por los heterodoxos que se jactan de su libertinaje
prosigue diciendo: "Porque no recibieron el espíritu de
esclavitud para recaer en el temor, sino que recibieron el
espíritu de adopción, por el que clamamos: "¡Abba
Padre!"" (Rm 8,15).
78.5. Es decir, que lo recibimos para
conocer al que adoramos (u: oramos o invocamos), al verdadero
Padre, al único Padre del universo (o: de los seres), que nos
educa para la salvación, y que como padre amenaza con el temor.
Capítulo XII: Sobre el matrimonio contra Taciano
Obligaciones del matrimonio y
del celibato
79.1. La unión conyugal (o: sexual),
"cuando de común acuerdo se dedica por algún tiempo se consagra
a la oración" (1 Co 7,5), es lección de continencia. Por eso se
añade: "De común acuerdo", para que nadie disuelva el
matrimonio; y "por algún tiempo", no sea que el casado, al
practicar la continencia por necesidad, se deslice en el pecado,
absteniéndose de la propia unión sexual (o: conyugal), pero
seducido por el deseo de lo ajeno.
79.2. Por la misma
razón decía también que si alguien juzga indecente la educación
de una doncella (o: mantener en casa a una hija virgen), haría
muy bien en dar su hija en matrimonio (cf. 1 Co 7,36).
79.3. La resolución de cada uno, sea que se haya hecho eunuco o
se una en matrimonio para procrear, debe mantenerse firme para
evitar caer en lo peor.
79.4. Porque si uno es capaz de
elevar (el nivel moral) de su vida, conseguirá para sí un mayor
mérito delante de Dios, por haber ejercitado la continencia (o:
haberse abstenido) pura y racionalmente; pero si sobrepasa la
norma buscada para mayor gloria, decaería (respecto) a la
esperanza.
79.5. Porque como el que se hace eunuco,
también el matrimonio comporta sus propios deberes y
obligaciones (lit.: liturgias y diaconías) respecto al Señor; me
refiero al cuidado de la esposa y de los hijos. Puesto que el
vínculo matrimonial, según me parece, deviene ocasión de honor
para quien viva el matrimonio perfectamente, cargando con todas
las obligaciones de la casa común.
79.6. Así, por
ejemplo, dice [el Apóstol] que se debe constituir obispos, para
presidir a toda la Iglesia, a los que han cuidado (bien) su
propia casa (cf. 1 Tm 3,4-5).
79.7. Por tanto, "cada uno
en la condición en la que fue llamado" (1 Co 7,24) cumpla su
servicio, "para ser libre en Cristo" (1 Co 7,22) y pueda recibir
el salario conforme a su servicio.
La institución del matrimonio
no es obra del diablo
80.1. En otra ocasión
discurriendo sobre la Ley, haciendo uso de la alegoría dice: "La
mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste
vive" (Rm 7,2), y lo que sigue. Y también: "La mujer está ligada
a su marido mientras él viva; pero si se muere éste, queda libre
para casarse, pero sólo en el Señor. No obstante, será más feliz
si permanece así, según mi parecer" (1 Co 7,39-40).
80.2.
En la primera perícopa citada dice: "Ustedes han muerto a la
Ley", no al matrimonio, para que llegasen a ser de otro que
resucitó de los muertos" (Rm 7,4); a una esposa e Iglesia, que
debe ser pura tanto de pensamientos internos contra la verdad,
como de las tentaciones externas; es decir, de los que siguen
(o: buscan) a las herejías, y la persuaden (para traicionar) con
la fornicación al Único Esposo, al Dios todopoderoso, "para que
como la serpiente engañó a Eva" (2 Co 11,3), que quiere decir
"vida" (Gn 3,20), también nosotros, (engañados) por la ávida
astucia de las herejías, transgredamos los mandamientos.
80.3. El segundo pasaje instituye la monogamia. Porque no hay
que suponer, como algunos explicaron, que el vínculo de la mujer
con el hombre signifique la unión de la carne con la corrupción;
por el contrario, se opone a la interpretación de los hombres
impíos, que atribuyen directamente al diablo la institución del
matrimonio, porque se corre el peligro de denigrar al
legislador.
Lo que dice
Taciano
81.1. Me parece a mí que fue Taciano el
sirio quien se atrevió a formular semejante doctrina (lit.: a
dogmatizar tales cosas). Ciertamente en (el libro) "Sobre la
perfección según el Salvador" escribió textualmente: "El
consentimiento (lit.: la sinfonía) permite la oración, pero la
comunidad con la corrupción anula la eficacia mediadora (o: ¿la
oración? Cf. 1 Tm 4,5). En todo caso [Pablo] pone límites mucho
más severos en la concesión que hace.
81.2. Porque al
admitir que podían volver a unirse, sobre todo por causa de
Satanás y de la intemperancia, declaró que quien se deje
persuadir servirá a dos señores (cf. Mt 6,24): mediante el
consentimiento (lit.: sinfonía), a Dios; mediante el
disentimiento, a la intemperancia, a la fornicación y al diablo"
(Taciano, Fragmentos,
5).
81.3. Esto dice explicando al Apóstol; pero falsifica
la verdad construyendo la mentira (o. lo falso) con la verdad.
81.4. Intemperancia y fornicación son pasiones diabólicas,
también nosotros lo admitimos; pero en el matrimonio temperante
el consentimiento es mediador, porque unas veces conduce en la
continencia a la oración, otras veces une a los esposos para la
procreación con dignidad.
81.5. Tanto es así que el
momento de la procreación es llamado gnosis por la Escritura,
allí donde dice: "Adán conoció a su esposa Eva; y ella concibió,
dio a luz un hijo y le puso por nombre Set;"porque Dios me ha
dado otro descendiente en lugar de Abel"" (Gn 4,25).
81.6. ¿Ves contra quienes blasfeman los que detestan la
procreación honesta y atribuyen la generación al diablo? Porque
no se ha dirigido simplemente a una divinidad el que ha puesto
delante el artículo para designar al Todopoderoso.
El bautismo
82.1. El agregado del Apóstol: "Y vuelvan a unirse por causa de
Satanás" (cf. 1 Co 7,5), tomando la delantera, tiende a impedir
el peligro de descarriarse en el deseo de otras personas. Porque
el acuerdo temporal no elimina completamente los deseos de la
naturaleza, reprimiéndolos severamente; por eso reanuda la
convivencia (o: unión) del matrimonio; no por intemperancia,
fornicación o por obra del diablo, sino propiamente para no caer
bajo la intemperancia, la fornicación y el diablo.
82.2.
Taciano también distingue entre el hombre viejo y el hombre
nuevo (cf. Rm 7,2), pero no lo entiende como nosotros. Estamos
de acuerdo con él cuando decimos que el hombre viejo (representa
a) la Ley, y el nuevo al Evangelio, pero no según él quiere,
aboliendo la Ley como (si fuera) de otro Dios.
82.3. El
mismo Hombre y Señor que vuelve nuevo lo antiguo (cf. Is 43,19;
2 Co 5,17) no permite la poligamia -que las circunstancias
exigían cuando era necesario que la humanidad creciese y se
multiplicara (cf. Gn 1,28)-, sino que instituye (o: introduce)
la monogamia para la procreación y el cuidado de la casa; para
esto la mujer fue dada [al varón] como "ayuda" (Gn 2,18).
82.4. Y si por indulgencia el Apóstol "concede" (1 Co 7,6) a
alguien las segundas nupcias (cf. 1 Co 7,39), a causa de la
intemperancia y el ardor, éste no peca según el (Antiguo)
Testamento -porque eso no está prohibido por la Ley-, pero no
cumple tampoco con aquella más completa perfección el
comportamiento conforme al Evangelio.
82.5. Pero se gana
gloria celestial si permanece célibe (lit.: solo consigo), y si
conserva incontaminada cualquier unión que ha sido disuelta por
la muerte, y si obedece de buen grado al divino designio que lo
ha querido dedicado al servicio del Señor "sin distracción" (1
Co 7,35).
82.6. Además, la divina Providencia por medio
del Señor tampoco ordena que después del coito matrimonial tenga
uno que hacer ahora las abluciones igual que antes (cf. Lv
15,18). Porque no se trata de obligaciones con las que el Señor
aparta de la procreación a los creyentes, puesto que los ha
lavado totalmente, mediante el único bautismo (cf. Mt 3,15),
para (todas) las uniones; y reúne los muchos (baños) de Moisés
en un solo bautismo.
La
Ley es espiritual
83.1. Desde antiguo la ley
profetizaba nuestra regeneración mediante la generación carnal,
prescribiendo la ablución tras la emisión del esperma para la
generación, no porque aborreciera la generación humana. Porque
lo que manifiesta un hombre, (una vez) engendrado, es la
potencialidad que reside en el esperma.
83.2. No las
muchas relaciones matrimoniales fecundan, sino que la recepción
por parte de la matriz manifiesta la concepción; en el taller
natural el semen modela el embrión.
83.3. ¿Pero cómo el
antiguo matrimonio (es) único e inventado por la ley, distinto
del matrimonio conforme al Señor, conservando nosotros el mismo
Dios?
83.4. "Porque lo que Dios ha, unido que no lo
separe el hombre jamás" (Mt 19,6) está bien dicho; y mucho más
lo que el Padre ha mandado lo observará también el Hijo. Si el
Legislador y Evangelista son el mismo, entonces no lucha contra
sí mismo.
83.5. Porque la Ley vive porque es espiritual
(cf. Rm 7,14), entendiéndose
gnósticamente. Pero nosotros "estamos muertos a la Ley
por el cuerpo de Cristo, para llegar a ser de otro, del que
resucitó de los muertos, el que fue profetizado por la Ley,
"para que fructifiquemos para Dios" (Rm 7,4).
"Lo que nace del Espíritu es
espíritu"
84.1. Por tanto, "la Ley es santa, y el
precepto es santo, justo y bueno" (Rm 7,12). Ahora bien, que
estemos muertos respecto a la Ley equivale a decir al pecado,
puesto de manifiesto por la Ley, que lo revela, no lo crea (o:
engendra; cf. Rm 7,7); y mediante la prescripción de lo que se
debe hacer y la prohibición de lo que no se debe hacer, la Ley
desenmascara el pecado subyacente, "para que se revele pecado" (Rm
7,13).
84.2. Si el matrimonio conforme a la Ley es
pecado, no sé cómo alguien dirá que conoce a Dios, diciendo que
el mandamiento de Dios es pecado. Pero si la Ley es santa (cf.
Rm 7,12), también el matrimonio es santo. Por ello el Apóstol
refiere este misterio a Cristo y a la Iglesia (cf. Ef 5,32).
84.3. De la misma manera que lo que nace de la carne es
carne, y lo que (nace) del Espíritu es espíritu (cf. Jn 6,3), no
sólo en el parto, sino también en la adquisición del saber. Así
también "los hijos son santos" (1 Co 7,14) y también las
satisfacciones, puesto que las palabras del Señor han desposado
el alma con Dios.
84.4. Además, prostitución y matrimonio
son distintos, al igual que el diablo dista mucho de Dios. "Y
ustedes están muertos a la Ley por el cuerpo de Cristo, para que
lleguen a ser de otro, que ha resucitado de los muertos" (Rm
7,4), porque se debe comprender a la vez que nos hemos hecho
obedientes inmediatamente, aunque conforme a la verdad de la Ley
obedecemos al mismo Señor, que nos exhorta desde antiguo.
Capítulo XII: Sobre el matrimonio contra Taciano (continuación)
Contra los encratitas
85.1. Tal vez, a propósito de esos (herejes) precisamente,
"el Espíritu dice abiertamente que en los últimos tiempos
algunos se apartarán de la fe, atendiendo a espíritus
engañadores y a enseñanzas de demonios, en la hipocresía de los
mentirosos, que han sido cauterizados en la conciencia, que
prohíben casarse, absteniéndose de alimentos que Dios creó para
que los fieles, que han conocido plenamente la verdad, los
reciban con acción de gracias. Porque toda criatura de Dios es
buena y nada hay reprobable tomado con acción de gracias, puesto
que es santificado con la palabra de Dios y la oración" (1 Tm
4,1-5).
85.2. Así, no es necesario prohibir el
matrimonio, ni el comer carne o beber vino, porque está escrito:
"Lo bueno es no comer carne ni beber vino" (Rm 14,21), si
comiendo se escandaliza. Y "es mejor permanecer como yo" (1 Co
7,8); pero tanto el que se casa (lit.: usa) "con acción de
gracias" (Rm 14,6), como el que no se casa (lit.: usa), también
"con acción de gracias" (Rm 14,6), viva con temperancia gozosa
según la razón.
"Comunión en la participación"
86.1. En
consecuencia, todas las cartas del Apóstol enseñan realmente la
templanza y la continencia respecto al matrimonio, a la
procreación de los hijos y a la administración de la casa;
contienen numerosas prescripciones y en ninguna parte rechazan
el matrimonio casto; al contrario, salvando la coherencia (o: la
sucesión) de la Ley con el Evangelio aceptan tanto al que con
acción de gracias a Dios usa castamente del matrimonio, como al
que vive en estado célibe (lit.: de eunuco), como el Señor
quiere (cf. Mt 19,12), mediante una elección que no da pasos en
falso y perfecta, según "cada uno ha sido llamado" (1 Co 7,20).
86.2. "La tierra de Jacob era alabada más que toda la
tierra" (So 3,20), dice el profeta, glorificando al receptáculo
de su espíritu.
86.3. Pero hay quien va contra la
generación diciendo que (es) corruptible y caduca, y violentando
(los textos) dice que el Salvador se refiere a la procreación
(cuando afirma): "No atesoren sobre la tierra, donde la polilla
y la herrumbre los hacen desaparecer" (Mt 6,19), y no se
avergüenzan de añadir a éstas las palabras del profeta: "Todos
ustedes se gastarán como un vestido y la polilla los carcomerá"
(Is 50,9).
86.4. Pero tampoco nosotros contradecimos a la
Escritura (acerca) de que nuestros cuerpos son corruptibles y
caducos por naturaleza; y tal vez les profetizaba la ruina a
aquellos con quienes hablaba, en cuanto pecadores (cf. Mt
23,33). Sin embargo, el Salvador no habla sobre la procreación
de los hijos, sino que exhorta a la comunión en la participación
a quienes sólo pretenden adquirir abundancia de riquezas, pero
no quieren socorrer a los necesitados.
Tenemos un solo Padre
87.1. Por eso dice: "Trabajen no por el alimento perecedero,
sino por el alimento que permanece hasta la vida eterna" (Jn
6,27). Pero igualmente [los herejes] aducen también otro texto:
"Los hijos del siglo ni se casan ni se dan en matrimonio" (Lc
20,35).
87.2. Pero si uno reflexiona en la pregunta sobre
la resurrección de los muertos y en los que preguntan (o: buscan
saber; cf. Lc 20,33), encontrará que el Señor no rechaza el
matrimonio, sino que alerta frente a la esperanza del deseo
carnal para después de la resurrección.
87.3. Pero lo de
"los hijos del siglo" no lo dijo para distinguirlos de los hijos
de cualquier otro siglo, sino como si dijera: cuantos vienen al
mundo en este siglo; son hijos por generación, que engendran y
son engendrados, porque nadie entrará jamás en esta vida si no
es por generación; sin embargo, esta generación, implicada en la
misma corrupción, no permanece para quien se ha separado ya de
esta vida.
87.4. "Uno solo es nuestro Padre, el que está
en los cielos" (Mt 23,9), pero también Padre de todos, por su
creación. "No llamen padre de ustedes a nadie sobre la tierra"
(Mt 23,9), dice, para que no (piensen) que el que los ha
sembrado con la semilla carnal es causa del ser de ustedes, sino
que es concausa de la generación o, mejor todavía, ministro (diácono)
de la generación.
La santidad es posible tanto
en el matrimonio como en la virginidad
88.1. Así,
quiere que nosotros volvamos a ser como niños (cf. Mt 18,3), que
han reconocido al que es verdaderamente Padre, regenerados por
medio del agua, que es otra simiente que la de la creación.
88.2. En verdad, dice: "El célibe cuida de las cosas del
Señor; en cambio, el casado, de cómo agradar a la mujer" (1 Co
7,32. 33). ¿Pero qué? ¿No está permitido (vivir) según Dios
agradando a la esposa, dando gracias a Dios? ¿No está permitido
al casado preocuparse de las cosas del Señor junto con su
esposa?
88.3. Pero igual que "la mujer soltera se
preocupa de las cosas del Señor, para ser santa en el cuerpo y
el espíritu" (1 Co 7,34), así también la casada se preocupa, en
el Señor, de las cosas del marido y del Señor, "para, ser santa
en el cuerpo y en el espíritu"; porque ambas son santas en el
Señor, una como esposa, la otra como virgen.
88.4. Pero
el Apóstol, habla con coherencia (lit.: armoniosamente) en voz
alta para vergüenza y rechazo de quienes se inclinan por las
segundas nupcias, e inmediatamente dice: "Todo pecado está fuera
del cuerpo, pero el que fornica peca contra el propio cuerpo" (1
Co 6,18).
El matrimonio
tiene como finalidad la procreación
89.1. Pero si
alguien se atreve a decir que el matrimonio es fornicación, de
nuevo blasfema atacando contra la Ley y el Señor. Porque lo
mismo que la avaricia es llamada fornicación por oponerse al
saber contentarse (lit.: bastarse a sí mismo), e idolatría en
cuanto que se reparte al Uno en muchos dioses, así también la
fornicación es el deslizarse del único matrimonio en muchos.
Porque como hemos dicho, fornicación y adulterio (o: toman)
asumen en el Apóstol tres significados (cf. Ef 5,5).
89.2. Sobre esto dice el profeta: "Fueron vendidos por sus
pecados" (Is 50,1); y de nuevo: "Te has contaminado en tierra
ajena" (Ba 3,10), considerando impura la comunión perpetrada con
otro cuerpo y no con el concedido en el matrimonio para procrear
hijos.
89.3. Por eso también el Apóstol dice: "Quiero,
por tanto, que las jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen sus
casas y no den al enemigo ningún pretexto de maledicencia;
porque algunas ya se descarriaron en pos de Satanás" (1 Tm
5,14-15).
La llamada de
Dios y el matrimonio no se oponen
90.1. Por otra
parte, aprueba plenamente al hombre, sea presbítero, diácono o
laico, casado con una sola mujer (cf. 1 Tm 3,2. 12; Tt 1,6), que
usa del matrimonio de modo irreprensible: "Puesto que se salvará
por tener hijos" (1 Tm 2,15).
90.2. En otro lugar el
Salvador, llamando a los judíos "generación malvada y adúltera"
(Mt 12,39), enseña que no han conocido la Ley como la Ley
quiere, sino que siguiendo la tradición de los ancianos y
preceptos humanos (cf. Mt 15,2-9; Mc 7,5. 7; Is 29,13),
adulteran la Ley, porque no les han recibido como "esposo y
dueño de su virginidad" (Jr 3,4).
90.3. Pero también (Él)
sabe, quizás, que eran esclavizados por extrañas
concupiscencias, por las que se hacían continuamente esclavos de
los pecados vendiéndose a los extranjeros (cf. Is 50,1; Ba 4,6);
puesto que entre los judíos no existían de manera oficial
mujeres públicas, sino que también estaba prohibido el
adulterio.
90.4. Pero el que dijo: "He tomado mujer y no
puedo ir" (Lc 14,20) al banquete divino, era un ejemplo para
amonestar a los que se alejan de los mandatos divinos por causa
de los placeres; puesto que por esa misma razón, ni los justos
anteriores a la venida del Señor, ni los que se han casado
después de la venida, aunque sean apóstoles, se salvarían.
90.5. Como también dice el profeta: "Me encuentro envejecida
en medio de todos mis adversarios" (Sal 6,8), entendiendo por
adversarios a los pecados. Pero el pecado es uno: no el
matrimonio, sino la fornicación; en caso contrario, digan
también que es pecado la generación y el Creador de la
generación (o: vida).
Capítulo
XIII: Contra Julio Casiano encratita
Afirmaciones de Julio Casiano
91.1. El iniciador (exarca) del docetismo, Julio Casiano,
también aduce argumentos semejantes. Así, en el tratado "Sobre
la continencia" o "El estado del célibe" (lit.: de eunuco) dice
textualmente: "Y nadie afirme que, puesto que tenemos esos
órganos, porque la mujer está conformada de un modo y el varón
de otro, ella para recibir y el para sembrar la semilla, la
unión (matrimonial) ha sido aprobada por Dios.
91.2.
Porque si semejante disposición viniese de Dios, hacia el cual
tendemos, (Él) no habría llamado dichosos a los eunucos (cf. Mt
19,12), ni el profeta hubiera afirmado que ellos no son un árbol
estéril (o: que no dan frutos; Is 56,3), pasando del árbol al
hombre que por previa elección de un ideal (lit.: una idea) se
hace eunuco" (Julio Casiano,
Fragmentos, 1).
Julio Casiano y los valentinianos
92.1. Y luchando
por la impía (lit.: atea) opinión añade: "¿Pero cómo no
imputárselo ciertamente al Salvador, si nos transformó, nos
liberó del error y de la relación (lit.: comunión) de los
órganos, de las partes viriles y de las panes pudendas" (Julio
Casiano, Fragmentos,
2). En esto dogmatiza de acuerdo con Taciano. Pero éste
(¿Casiano o Taciano?) había frecuentado la escuela de Valentín.
92.2. Por eso dice Casiano: "Preguntando Salomé cuándo se
conocerían estas cosas de las que hablaba, dijo el Señor:
"Cuando pisen la vestidura del pudor y cuando los dos vengan a
ser una misma cosa, y el varón, junto con la mujer, no sea ya ni
varón ni mujer" (Evangelio de
los Egipcios, Fragmentos, 5).
Dónde se encuentra la
verdadera doctrina cristiana
93.1. Ante todo, no
encontramos esa declaración en los cuatro Evangelios
transmitidos a nosotros, sino en el "(Evangelio) de los
Egipcios". Luego, me parece que Casiano ignora que se habla del
impulso masculino aludiendo a la ira y del femenino (para
referirse) a la concupiscencia; arrepentimiento y pudor van tras
esas actuaciones (lit.: energías).
93.2. Ahora bien, no
perdonamos ni al irascible ni al concupiscible, que crecen por
costumbre y por mala educación y entenebrecen y obscurecen la
razón (o: la mente, el pensamiento); sino despojémonos de la
oscuridad que producen, humillándonos con el arrepentimiento
(cf. Gn 3,21), unamos espíritu y alma en la obediencia a la
razón; entonces, como también dice Pablo, "no habrá más en
nosotros ni varón ni hembra" (Ga 3,28).
93.3. Pero
separada de ese esquema por el que se distinguen varón y hembra,
el alma va (o: se transforma) hacia la unidad, que no es ni lo
uno ni lo otro. Pero aquel ilustre (= Julio Casiano) sostiene de
manera muy platónica que el alma, siendo divina y afeminada por
la concupiscencia, desciende de lo alto hasta aquí para la
generación y la muerte (o: corrupción).
Capítulo
XIV: Contra los encratitas
El Señor vino a salvarnos
94.1. Inmediatamente violenta a Pablo a decir que la
generación proviene de un engaño, donde [Pablo] dice: "Pero temo
que como la serpiente engañó a Eva, sus pensamientos se
corrompan lejos de la sencillez que lleva Cristo" (2 Co 11,3).
94.2. Pero también el Señor vino, como todos confiesan, a
[salvar] a los que estaban perdidos (cf. Mt 18,11; Lc 19,10);
pero no porque haya bajado de lo alto [para salvar] la perdida
generación de aquí (abajo) -porque la generación ha sido creada
y es creación del Todopoderoso, que no haría caer al alma de (un
estado) mejor a otro peor-.
94.3. Pero el Salvador vino
por nosotros, extraviados por los pensamientos, corrompidos por
la desobediencia a los mandamientos y por la voluptuosidad.
Quizás porque nuestro
protoplasmador (protoplastos
= Adán) anticipó el tiempo, deseando antes del momento (lit.:
hora) el placer del matrimonio, y pecando; porque "todo el que
mira a una mujer para desearla, ya comete adulterio con ella"
(Mt 5,28), no aguardando el tiempo establecido (lit.: de la
voluntad).
Hemos sido
creados por voluntad de Dios
95.1. Era el mismo
Señor el que también entonces juzgaba la concupiscencia que
anticipa el matrimonio. Así, cuando el Apóstol dice: "Revístanse
del hombre nuevo, que ha sido creado según Dios" (Ef 4,24), lo
dice para nosotros, plasmados como hemos sido, modelados por
voluntad del Todopoderoso; y habla de viejo y de nuevo no en
relación a la generación y la regeneración, sino a la vida en
obediencia o desobediencia.
95.2. "Con túnicas de pieles"
(Gn 3,21), llama Casiano a los cuerpos; más tarde demostraremos
que está equivocado él y cuantos piensan (lit.: dogmatizan) como
él, cuando demostremos la generación del hombre como una lógica
prosecución de lo que se ha dicho con anterioridad. También
dice: "Aquellos que están sujetos a los reyes de la tierra
engendran y son engendrados" (Mt 20,25), pero nuestra patria
está en el cielo, de donde esperamos el Salvador" (Flp 3,20).
95.3. Y nosotros sabemos que esto está bien dicho, por eso
debemos comportarnos como "huéspedes y peregrinos" (Hb 11,13),
los casados como los no casados, los que poseen como los que
nada tienen, los que engendran hijos como padres de seres
mortales, como los que deben abandonar las riquezas (cf. 1 Co
7,29-31), como quienes están dispuestos a vivir sin esposa, si
fuera necesario; sin usar apasionadamente de las cosas creadas
(o: de la creación), sino "con toda gratitud (lit.: acción de
gracias)" (1 Tm 4,4), y teniendo altos ideales.
Capítulo
XV: Contra los encratitas
La acción del enemigo contra
quienes viven rectamente su matrimonio
96.1. De
nuevo, cuando [el Apóstol] dice: "Bueno es para el hombre no
tocar mujer; pero por evitar la fornicación, tenga cada uno su
mujer" (1 Co 7,1-2), añade en seguida, como si diera una
explicación: "Para que no los tiente Satanás" (1 Co 7,5).
96.2. Porque no dice: "A causa de la incontinencia" (1 Co
7,5) por los que honestamente usan del matrimonio sólo para de
procrear, sino por cuantos desean traspasar el límite de la
procreación, para que el enemigo no les excite mucho encrespando
el deseo de placeres extraños (o: ajenos).
96.3. Quizás,
porque se opone y ataca por envidia a quienes viven honestamente
(o: justamente), quiere con ello ponerlos bajo su mando,
intentando procurarles ocasiones (de pecado) mediante una
continencia fatigosa.
Errores de la interpretación bíblica de los herejes
97.1. Por eso con razón [el Apóstol] dice: "Mejor es casarse
que arder" (1 Co 7,9), de forma que el marido dé el débito a la
mujer y la mujer al marido, y no se priven mutuamente (cf. 1 Co
7,3. 5) de la ayuda dada por la economía divina para la
generación.
97.2. Dice [el Señor]: "Pero el que no
aborrece al padre y a la madre, a la esposa e hijos, no puede
ser mi discípulo" (Lc 14,26).
97.3. No invita a odiar a
la familia, porque dijo: "Honra a tu padre y a tu madre para que
vivas bien (o: te vaya bien)" (Ex 20,12), sino que (quiere)
decir: no te dejes llevar por impulsos irracionales ni te
conformes con las costumbres de la ciudad. Una casa está
constituida por una familia, y una ciudad por casas, como dijo
también Pablo a los que se ocupan del matrimonio "tratando de
agradar al mundo" (1 Co 7,33).
97.4. En otra ocasión dice
el Señor: "El que ha tomado mujer que no la repudie, y el célibe
no se case" (cf. 1 Co 7,10; Mt 19,3-12); es decir, el que por
resolución de castidad (lit.: eunuco) ha decidido no casarse,
que permanezca soltero (o: célibe).
La paternidad espiritual
98.1. Tanto a los unos como a los otros el mismo Señor les
ofrece respectivamente promesas diciendoles a través del profeta
Isaías: "Que no diga el eunuco: "Soy un árbol seco". Así dice el
Señor a los eunucos: "Si guardan mis sábados y hacen todo lo que
yo mando, les daré un lugar mejor que el de hijos e hijas"" (Is
56,3-5).
98.2. Porque el celibato del eunuco no justifica
por sí sólo, ni tampoco el sábado del eunuco, si no se cumplen
los mandamientos.
98.3. Y añadiendo, para los casados,
les dice: "Mis elegidos no se fatigarán en vano, ni tendrán
hijos destinados a la maldición, porque son semilla bendecida
por el Señor" (Is 65,23).
98.4. Porque quien ha
procreado, criado y educado en el Señor, conforme al Verbo, lo
mismo que quien ha engendrado según la verdadera catequesis, les
está reservado un premio, el mismo que a la semilla elegida.
98.5. Pero otros interpretan la procreación (como) una
maldición, y no comprenden que la Escritura habla contra ellos
mismos. Porque los elegidos verdaderamente por el Señor no
enseñan opiniones (lit.: no dogmatizan), ni engendran la
maldición, como las herejías.
El verdadero sentido del
estado de eunuco
99.1. Eunuco no se refiere, en
efecto, al que ha sido mutilado de las partes pudendas ni
tampoco al célibe, sino al que no engendra verdad. Ese era antes
"árbol seco", pero si obedece al Verbo y "observa los sábados" (Is
56,2), con la abstención de pecados y cumpliendo los
mandamientos, será más estimado que los que son educados sin una
recta conducta y sólo por las palabras.
99.2. Dice el
Maestro: "Hijitos, aún estaré con ustedes un poco" (Jn 13,33).
Por eso mismo dice también Pablo, escribiendo a los Gálatas:
"Hijitos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta
que Cristo se forme en ustedes" (Ga 4,19).
99.3. Y de
nuevo escribiendo a los Corintios: "Porque aunque tengan muchos
pedagogos en Cristo, sin embargo no tienen muchos padres; porque
yo los he engendrado en Cristo por medio del Evangelio" (1 Co
4,15).
99.4. Por tanto, "no será admitido en la asamblea
de Dios un eunuco" (Dt 23,1), el estéril y que no da fruto en
obras y palabras (lit.: en vida y en palabra); pero "los que se
han hecho a sí mismos eunucos, evitando todo pecado, por el
reino de los cielos" (Mt 19,12), son bienaventurados porque
ayunan del mundo.
Capítulo
XVI: Contra los encratitas
La transmisión del pecado
original
100.1. "Maldito el día en que nací, y no
sea bendito" (Jr 20,14), dice Jeremías; no diciendo
sencillamente que la generación sea maldita, sino porque está
disgustado por los pecados y desobediencia del pueblo.
100.2. Así, añade: "¿Por qué fui engendrado, para ver fatigas y
dolores, y acabar mis días en el oprobio?" (Jr 20,18). En
efecto, todos los que pregonaban la verdad eran perseguidos y
corrían peligro por la desobediencia de los que escuchaban.
100.3. El profeta Esdras dice: "¿Por qué el vientre de mi
madre no fue mi sepulcro, para no ser la aflicción de Jacob y la
angustia de la estirpe de Israel?" (del apócrifo
IV libro de Esdras,
5,35).
100.4. "Nadie está limpio de inmundicia, dice Job,
aunque un solo día sea su vida" (Jb 14,4-5).
100.5. ¡Qué
nos digan cómo ha fornicado el niño recién nacido, o cómo pudo
caer bajo la maldición de Adán el que no ha realizado acto
alguno!
100.6. Ya (lit.: pero) sólo les queda decir,
según parece, que la generación es mala; no únicamente la del
cuerpo, sino también la del alma, por la cual existe también el
cuerpo.
100.7. Y cuando David dice: "En pecados fui
concebido, y en maldades me concibió mi madre" (Sal 50 [51],7),
proféticamente llama madre a Eva; pero "Eva fue madre de los
vivientes" (Gn 3,20); y si fue concebido en pecado, no por eso
él (está) en pecado, ni él mismo (es) pecado.
El verdadero combate cristiano
101.1. Pero también todo el que se convierte del pecado a la
fe se separa de la costumbre pecaminosa, como de la madre, para
la vida, me lo testimonia uno de los doce profetas, al decir:
"Si doy mi primogenitura a cambio de la impiedad, y el fruto de
mis entrañas por el pecado de mi alma" (Mi 6,7).
101.2.
No acusa al que dijo: "Crezcan y multiplíquense" (Gn 1,28), sino
que llama "impiedad" a los primeros impulsos posnatales (o:
después de la generación), por los que no reconocemos a Dios.
101.3. Pero si por esto alguno llama mala a la generación,
también es un bien por aquello otro que ella tiene: el conocer
la verdad. "Despiértense, como conviene, y no sigan pecando,
porque algunos tienen desconocimiento de Dios" (1 Co 15,34);
evidentemente los pecadores. Porque no tenemos un combate contra
la sangre y la carne, sino contra los principados espirituales,
los dominadores del mundo de las tinieblas" (Ef 6,12), que
pueden tentarnos; por eso las concesiones (o: perdones,
indulgencias; cf. 1 Co 7,5-6).
101.4. Por eso dice
también Pablo: "Yo castigo mi cuerpo y lo reduzco a esclavitud"
(1 Co 9,27), porque "todo el que lucha ejercita el propio
dominio" (1 Co 9,25) -en vez (de decir) moderado (o: continente)
para todo, no absteniéndose de todo sino usando moderadamente lo
que juzga (debe usar)-;"ellos para recibir una corona
corruptible, nosotros, por el contrario, una incorruptible" (1
Co 9,25); queremos vencer en la lucha, pero no ser coronados sin
esfuerzo.
101.5. Por otra parte, algunos, en aras de la
continencia, anteponen la viuda a la virgen, porque mira con
desdén el placer que ya ha experimentado.
Capítulo
XVII: Contra diversos herejes
Contra Casiano, Marción y
Valentín
102.1. Pero si la generación es un mal,
digan esos blasfemos que en el mal (estaba) el Señor, al
participar de la generación, (y) en el mal (estaba) la Virgen
que lo engendró.
102.2. ¡Ay de mí qué males! Blasfeman la
voluntad de Dios y el misterio de la creación al atacar la
generación.
102.3. De aquí el docetismo de Casiano y de
Marción; de aquí el cuerpo psíquico de Valentín, porque dicen:
"El hombre se asemeja a las bestias" (Sal 48 [49],13 y 21),
llegando a la unión carnal. Pero, cuando verdaderamente lleno de
pasión (lit.: apasionado) desea asaltar el lecho de otro,
entonces realmente ese (hombre) se animaliza (o: bestializa).
"Se convirtieron en caballos locos por las mujeres; cada uno
relincha tras la mujer del prójimo" (Jr 5,8).
102.4. Y
después, la serpiente habría tomado de los animales irracionales
la habilidad (o: la práctica) para conspirar, persuadiendo (o:
engañando) poco a poco, con éxito, a Adán para que consintiera a
la unión con Eva, como si los primeros padres (protoplastos)
no hubieran usado de ésta según la naturaleza, como algunos
pretenden. De esta forma de nuevo se calumnia (lit.: blasfema)
la creación que habría hecho a los hombres más deficientes (lit.:
débiles) por naturaleza que a los animales irracionales, a los
que se habrían asimilado los primeros modelados (protoplastos)
por Dios.
La
generación es santa
103.1. Pero si la naturaleza
los estimuló como a los irracionales a la procreación, sin
embargo, ellos se dejaron provocar antes de lo conveniente, como
jóvenes que eran, seducidos por un engaño; (y) fue justo el
juicio de Dios contra los que no esperaron pacientemente (su)
voluntad. Pero la generación es santa, porque por ella ha sido
creado (o: constituido) el mundo, las esencias, las naturalezas,
los ángeles y las Potencias, las almas, los mandamientos, la
Ley, el Evangelio, y la gnosis
de Dios.
103.2. "Y toda carne es hierba y toda gloria del
hombre como flor de hierba. Se seca la hierba, se cae la flor,
pero la palabra del Señor permanece" (Is 40,6-8); (palabra) que
ha ungido al alma y la ha unido al Espíritu.
103.3. ¿Pero
cómo sin el cuerpo podía alcanzar (su) fin la economía para
nosotros en la Iglesia? Cuando también él mismo, cabeza de la
Iglesia (cf. Ef 1,22; 5,23), vino a la tierra en carne, aunque
deforme y feo, enseñándonos a dirigir la mirada hacia (la
naturaleza) invisible e incorpórea de la Causa divina.
103.4. Dice el profeta: "Porque árbol de vida es el deseo
cumplido" (Pr 13,12; cf. Jn 1,13), enseñando que los deseos
limpios y puros (son los que están) en el Señor viviente.
La gnosis de la verdad
104.1. Pero algunos ahora quieren que la unión matrimonial
del varón y la mujer, llamada conocimiento (cf. Gn 4,1), sea
pecado, puesto que eso significa el comer del árbol del bien y
del mal (cf. Gn 2,9. 17), enseñando la violación de un
mandamiento mediante el uso (del verbo) conocer (Gn 4,1).
104.2. Pero si esto es así, entonces también la
gnosis de la verdad es
un "comer del árbol de la vida" (Gn 2,9; 3,33). Es, por tanto,
una participación en este árbol el matrimonio temperante.
104.3. Hemos dicho anteriormente (cf. III,96,2) cómo puede
usarse el matrimonio bien o mal; y eso es el árbol del
conocimiento: no transgredir (las leyes) del matrimonio.
104.4. Pero ¿qué digo? ¿Acaso el Salvador no curaba las pasiones
del alma como las del cuerpo? Por tanto, si la carne fuera
enemiga del alma, no habría fortificado a esa enemiga por medio
del restablecimiento de la salud.
104.5. "Pero yo les
digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el
reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción" (1 Co
15,50); porque el pecado, que es corrupción, no puede tener nada
en común con la incorruptibilidad, que es justicia. Dice: "¿Tan
insensatos son? Habiendo comenzado en Espíritu, ¿ahora acaban en
la carne?" (Ga 3,3).
Capítulo
XVIII: Contra los herejes
El mundo es creado
105.1. Por tanto, siendo la justicia y la armonía de la
salvación venerable y firme, algunos la han extendido
excesivamente, como hemos demostrado (cf. III,40,2-3; 45,1;
63,1), interpretando la continencia (de forma) blasfema y con
toda impiedad; (sin embargo), habrían podido escoger el celibato
(lit.: eunuquía),
conforme a la recta norma, con piedad, agradeciendo la gracia
concedida y sin odio a la creación ni desprecio por las
(personas) casadas. Porque el mundo (es) creado y creado es el
celibato (o: eunuquía),
y ambos dan gracias por la condición en la que han sido creados,
si conocen también el fin para el que han sido creados (o:
dispuestos).
105.2. Pero los que, desenfrenándose, se han
convenido en insolentes; verdaderamente se convirtieron en
"caballos locos que relinchan por las mujeres de los vecinos" (Jr
5,8); incapaces de ponerse freno a sí mismos, y persuadiendo al
prójimo a la voluptuosidad mediante su desdichada interpretación
de aquel (texto) de la Escritura: "Te llevarás tu parte con
nosotros, procurémonos todos una bolsa común, una pequeña bolsa
habrá para nosotros" (Pr 1,14).
El cristiano "vive en la fe
del Hijo de Dios"
106.1. Por eso el mismo profeta
aconsejándonos dice: "No te pongas en camino con ellos, aparta
tu pie de sus senderos. Porque es injusto tender redes a los
pájaros; puesto que, ellos partícipes de la sangre, atesoran
para sí males" (Pr 1,15. 17-18); es decir, reivindican la
impureza y enseñan lo mismo al prójimo; pendencieros, según dice
el profeta, que golpean con sus colas (cf. Ap 9,10. 19), a las
que los griegos llaman kerkos.
106.2. A ellos estaría aludiendo esa profecía; sin voluntad,
inmoderados, belicosos con sus colas, "hijos de la ira" (Ef 2,3)
y de las tinieblas, manchados de sangre, suicidas y homicidas
del prójimo.
106.3. "Expurguen el viejo fermento, para
ser una masa nueva" (1 Co 5,7), nos grita el Apóstol. Y de
nuevo, enojado con tales (hombres), manda "no mezclarse con
quien se llama hermano siendo fornicario, codicioso, idólatra,
difamador, borracho o estafador; ni tampoco comer con ése" (1 Co
5,11).
106.4. "Yo por la misma Ley he muerto a la Ley,
dice, a fin de vivir para Dios. He sido crucificado con Cristo,
y ya no vivo yo, como viviendo según las pasiones, sino que
Cristo vive en mí" (Ga 2,19-20), viviendo casta y felizmente por
la obediencia a los mandamientos. Por tanto, antes vivía
carnalmente en la carne, "pero lo que ahora vivo en la carne,
(lo) vivo en la fe del Hijo de Dios" (Ga 2,20).
Deberes de los esposos
107.1. "No vayan por los caminos de los paganos y no entren
en una ciudad de samaritanos" (Mt 10,5), dice el Señor, para
disuadirnos de la forma de vida contraria, porque "la catástrofe
de los hombres inicuos es terrible. Así son los caminos de todos
los que realizan la iniquidad" (Pr 1,18-19).
107.2. "¡Ay
de aquel hombre!", dice el Señor: "Mejor le sería no haber
nacido, antes que haber escandalizado a uno solo de mis
elegidos. Más le valdría atarse una piedra de molino y hundirse
en el mar, antes que pervertir a uno de mis elegidos" (Clemente
de Roma, Epístola a los
Corintios, 46,8; cf. Mt 26,24 y 18,6). "Puesto que por su
culpa es blasfemado el nombre de Dios" (Rm 2,24).
107.3.
Por eso el noble Apóstol afirma: "Les escribí en la carta que no
se mezclaran con fornicarios" (1 Co 5,9), hasta: "El cuerpo no
es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el
cuerpo" (1 Co 6,13).
107.4. Y puesto que el matrimonio no
(es) una fornicación añade diciendo: "¿No sabéis que quien se
junta con una meretriz es un cuerpo con ella?" (1 Co 6,16). ¿O
se dirá que una virgen es meretriz antes de casarse?
107.5. "No se priven el uno del otro, dice, a no ser de acuerdo
por un tiempo" (1 Co 7,5), dando a entender con el término
"privarse" el débito del matrimonio, la procreación, como lo
había aclarado anteriormente, diciendo: "El marido pague a la
mujer el débito, e igualmente también la mujer al marido" (1 Co
7,3).
El templo
del Señor
108.1. Pagado ese (débito), (ella) ayuda
mediante la guarda de la casa (cf. Gn 2,18) y la fe en Cristo. Y
aún dice más claramente: "A los casados ordeno, no yo, sino el
Señor, que la mujer no se separe del marido -pero si se separa,
permanezca sin casarse o se reconcilie con el marido-, y que el
marido no abandone a la mujer. A los demás les digo yo, no el
Señor, que, si algún hermano..., hasta y ahora son santos" (1 Co
7,10-12. 14).
108.2. Pero, ¿qué pueden decir los que
profieren invectivas contra la ley y el matrimonio? ¿Acaso se
permitió sólo por la Ley, pero no según el Nuevo Testamento?
¿Qué pueden decir contra estas normas aquellos que abominan del
acto conyugal (lit.: la seminación) y de la generación? Además,
también [el Apóstol] establece que el obispo, "que gobierna bien
la propia casa" (1 Tm 3,4), gobierne la Iglesia, y la unión con
"una sola mujer" (Tt 1,6) constituye el templo al Señor.
El falso bautismo
109.1. "Todo es limpio para los limpios, dice, pero para los
impuros e infieles nada hay puro, porque su mente y su
conciencia están contaminadas" (Tt 1,15).
109.2. Pero
sobre el placer contra las normas (lit.:
cánones) dice: "No se
dejen engañar; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los
adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los
avaros, ni los ladrones, ni los ebrios, ni los difamadores, ni
los estafadores heredarán el reino de Dios. Nosotros estamos
lavados" (1 Co 6,9-11), porque fuimos como aquellos (o: porque
estuvimos con aquellos); pero los que lavan para la disolución,
bautizan para ir desde la templanza a la prostitución,
dogmatizando que hay que complacer a los placeres y a las
pasiones, enseñando a ser incontinentes en vez de sobrios;
uniendo la esperanza a la desvergüenza de sus miembros (cf. Ef
3,19); preparando a sus seguidores para que sean desheredados
del reino de Dios, no inscritos en él (cf. Ap 20,12 y 15;
21,27); bajo la denominación de "falsa
gnosis" (1 Tm 6,20) han
emprendido el camino hacia las tinieblas exteriores (cf. Mt
8,12; 22,13; 25,30).
109.3. "Por lo demás, hermanos,
consideren lo que es verdadero, honorable, justo, puro, amable,
laudable, virtuoso y digno de alabanza; y practiquen lo que han
aprendido, recibido, oído y visto en mí, y el Dios de la paz
estará con ustedes" (Flp 4,8-9).
Conclusión del libro tercero
110.1. También Pedro en su carta dice lo mismo: "De modo que
la fe y la esperanza de ustedes estén en Dios, porque han
purificado sus almas en la obediencia a la verdad" (1 P
1,21-22).
110.2. "Como hijos obedientes, no se amolden a
las apetencias de antes, cuando estban en la ignorancia; sino
conforme al que los llamó que es santo, también ustedes sean
santos en toda su conducta, porque está escrito: "Serán santos
porque yo soy santo"" (1 P 1,14-16; cf. Lv 11,44; 19,2; 20,7).
110.3. Pero basta ya, puesto que la controversia necesaria
con los hipócritas falsificadores de la gnosis nos ha llevado
más allá de lo indispensable, y ha alargado mucho el discurso.
Por causa de los cual el tercer
Stromata de nuestras
notas (o: memorias) gnósticas
según la verdadera filosofía aquí tiene su final.
LIBRO IV
Capítulo I:
Introducción
Plan del libro cuarto
1.1. Se sigue, pienso yo,
que se debe tratar sobre el martirio y (sobre) quién es el
[hombre] perfecto; temas que incluirán, según las exigencias del
discurso, los que vengan como consecuencia, y cómo deben
filosofar igualmente el esclavo y el libre, sean del género
masculino o femenino.
1.2. Después, cuando hayamos
terminado lo referente a la fe y a la investigación, expondremos
el género simbólico; para que, habiendo terminado rápidamente (lit.:
con una incursión), la exposición moral, recapitulemos la
utilidad que se ofrece a los griegos desde la filosofía bárbara.
1.3. Después de ese esbozo, se presentará brevemente una
explicación de las Escrituras tanto a griegos como a judíos; y
cuanto en los Stromata anteriores no se pudo abarcar, (y) que
según la introducción de (nuestro) proemio nos propusimos
desarrollar en un solo libro, impedidos por la abundancia de los
temas.
La autoridad de
la Sagrada Escritura
2.1. Después de esto,
realizada lo mejor posible la exposición según nuestros fines,
deberemos investigar las teorías físicas (lit.: cosas de la
naturaleza) sobre los principios, según las opiniones que han
llegado hasta nosotros desde los griegos y otros bárbaros (=
herejes); buscando conocer y discutir lo más importante de lo
ideado por los filósofos.
2.2. A estas cosas deberá
seguir, después de la incursión teológica, una explicación
detallada de la transmisión de la profecía, como también que las
Escrituras, en las que creemos, tienen autoridad absoluta del
Todopoderoso, mediante ellas podremos demostrar sucesivamente a
todas las herejías que el Dios único y Señor todopoderoso es el
anunciado por la Ley y los profetas, y también por el
bienaventurado Evangelio.
2.3. Pero nos aguardan muchas
confrontaciones con los herejes (lit.: heterodoxos); nos
esforzaremos por refutar lo que han publicado en escritos,
persuadiéndolos, aún a pesar suyo, avergonzándolos mediante las
Escrituras mismas.
La
física (o fisiología) gnóstica
3.1. Una vez
finalizada nuestra exposición, si el Espíritu quisiere, en las
notas (o: memorias) proveeremos para la necesidad urgente
-porque hay mucho de utilidad que decir por necesidad de la
verdad-; entonces pasaremos a la fisiología realmente
gnóstica, iniciándonos
en los pequeños misterios antes (de llegar) a los grandes, de
manera que nada impida el ministerio sagrado (lit.:
hieronfantía), en
verdad divino, porque habremos sido purificados e informados de
lo que previamente se debe narrar y transmitir.
3.2. En
todo caso, la fisiología de la tradición
gnóstica según el canon
de la verdad, o mejor la contemplación, depende del tratado
sobre la cosmogonía, elevándose desde allí mismo al género
teológico.
3.3. Por ello, daremos comienzo a la
transmisión a partir del origen profetizado; a la vez también
expondremos (las opiniones) de los herejes (lit.: heterodoxos) e
intentaremos, en cuanto nos sea posible, refutarlas.
3.4.
Pero eso se escribirá, si Dios quiere y como nos lo inspire;
ahora hay que afrontar lo propuesto y completar (o: terminar) el
discurso ético.
Capítulo
II: Introducción (continuación)
Sobre los "Stromata"
4.1. Nuestras notas serán, como muchas veces hemos dicho
(cf. I,18,1; 55,1. 3; 56,3), en razón de los que se acerquen a
leerlas libremente (o: sencillamente) sin experiencia,
abigarradas, como su nombre lo indica, pasando continuamente de
una cosa a otra, y en la sucesión de las discusiones, indicando
una cosa pero mostrando otra (cf. I,14,3).
4.2. "Porque
los buscadores de oro", dice Heráclito, "cavan mucha tierra y
encuentran poco" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 22); pero los que (son) de la raza de
oro, al explorar lo que les es afín, encontrarán mucho en poco.
Porque (este) escrito hallará uno solo que lo comprenda.
4.3. Ciertamente, los Stromata
de estas notas ayudan a la memoria en el esclarecimiento (o:
manifestación) de la verdad a quien está dispuesto a buscar con
la razón.
4.4. Pero también nosotros deberemos
esforzarnos y aportar (o: imaginar, inventar) otras ayudas,
puesto que a los que van por un camino que no conocen les basta
la sola indicación que les conduzca a él.
Busca y encontrarás
5.1. Pero después tendrán que proseguir y descubrir por
ellos mismos lo que falta [del camino], del mismo modo que dicen
que respondió la Pitonisa a un esclavo que deseaba un oráculo
sobre cómo complacer a [su] señor: "Si buscas, [lo] encontrarás"
(cita desconocida; cf. Mt 7,7).
5.2. Es realmente
difícil, según parece, descubrir lo hermoso que está escondido,
puesto que "la virtud se consigue mediante sudor (o: el sudor
acompaña a la virtud), y largo y empinado es el sendero que a
ella conduce, y áspero al comienzo. Pero cuando se llega a la
cumbre, entonces resulta fácil, por fatigoso que sea" (Hesíodo,
Los trabajos y los días,
289-292).
5.3. Porque en verdad, "estrecho y angosto es
el camino" (Mt 7,14) del Señor; y "el reino de Dios es de
quienes se esfuerzan" (Mt 11,12); por ello dice: "Busca y
hallarás" (Mt 7,7; Lc 11,9); permaneciendo en el camino
realmente regio uno no se desvía.
La variada obra de la abeja:
comparaciones de los "Stromata"
6.1. Ciertamente
abundante es la semilla fecunda en lo poco de las enseñanzas (lit.:
dogmas) contenidas en esta obra, "como toda la hierba del campo"
(Jb 5,25), dice la Escritura.
6.2. También los
Stromata de estas notas
poseen el título apropiado, según aquella antigua ofrenda
florecida sin artificio, sobre la que Sófocles escribió:
6.3. "Había un vellón de lana, una libación del jugo de las
vides, y el racimo guardado cuidadosamente; había también
diversos frutos mezclados con granos de cebada; y pingüe aceite,
y la variada obra de la rubia abeja modelada (o: plasmada) con
cera" (Sófocles, Fragmentos,
366).
Prosiguen las
comparaciones
7.1. En efecto nuestros "Stromata",
conforme al campesino del cómico Timocles, producen "higos
frescos, aceite, higos secos y miel" (Timocles,
Fragmentos, 36), como
un terreno fértil.
7.2. Y ante esa abundancia de frutos,
añade: "¡Te refieres a un
eiresión (= ramo de procesión), no a un campo de
cultivo!" (Timocles,
Fragmentos, 36).
7.3. Por eso, los atenienses
tenían la costumbre de exclamar: "El
eiresión lleva higos
frescos, gruesos panes, miel en una taza y aceite para ungirse"
(Plutarco, Teseo, 22).
7.4. Es necesario, por tanto, como quien criba, agitar y
lanzar al aire muchas veces la mezcla de semillas para elegir o
seleccionar el trigo.
Capítulo
III: La grandeza del ser humano
Abstenerse del mal
8.1. La mayoría de los hombres tienen un modo de ser
semejante al régimen (lit.: disposición) del invierno (o: de las
tormentas), inestable e imprevisible.
8.2. "La
desconfianza ha ocasionado muchos bienes, y la fe males"
(Anónimo, Fragmento,
113).
8.3. Epicarmo dice: "Acuérdate de desconfiar: (ahí
están) las coyunturas del espíritu" (Fragmentos,
22 B 13).
8.4. De hecho, lo mismo que no creer en la
verdad acarrea la muerte, así también creer, la vida; pero, por
el contrario, creer en la mentira desconfiando de la verdad
lleva a la perdición.
8.5. Puede decirse lo mismo sobre
la continencia y la incontinencia; porque en verdad abstenerse
de hacer el bien es obra del mal, pero alejarse de la injusticia
es inicio de salvación.
8.6. Así, me parece que el sábado
(= descanso sabático), elogiando la abstinencia mediante la
abstención de las cosas malas, (da a entender) también con ello
en qué el hombre se diferencia de los animales.
8.7.
Ahora bien, los ángeles de Dios son más sabios: "Lo hiciste
-dice [la Escritura]- poco inferior a los ángeles" (Sal 8,6).
Este texto no se refiere al Señor -aunque también Él tuviera
carne-, sino al [hombre] perfecto y
gnóstico, inferior a
los ángeles por el tiempo y la vestimenta [de carne].
8.8. Por consiguiente, no digo que la sabiduría [angélica] es
otra cosa distinta que el saber [humano], puesto que no difieren
en el modo de vida, porque el vivir es común a la naturaleza
mortal, es decir, al hombre, y al que ha sido juzgado digno de
inmortalidad (= el ángel), sino que se diferencian una de otra
por el estado de contemplación y de continencia.
El ser humano tiene alma y
cuerpo
9.1. Por ello, me parece que también
Pitágoras dice que sólo Dios es sabio -y además, el Apóstol, en
la Carta a los Romanos,
escribe: "Se dio a conocer a todas las gentes para obediencia de
fe, al Dios único sabio por medio de Jesucristo" (Rm 16,26-27)-,
(siendo) él mismo filósofo por su amistad con Dios. Al menos,
"Dios hablaba a Moisés -dice- como de amigo a amigo" (Ex 33,11).
9.2. Lo verdadero (es) evidente para Dios. Él engendra la
verdad, y el gnóstico
ama la verdad. "Debes ir, perezoso, donde la hormiga -dice [la
Escritura]-, y hazte discípulo de la abeja" (Pr 6,6 y Si 11,3),
afirma Salomón.
9.3. Porque si una es la tarea específica
de cada naturaleza, como la del buey, e igualmente la del
caballo y del perro, ¿cuál diremos que es la tarea propia del
hombre?
9.4. Se parece, pienso yo, al centauro,
plasmación tesálica, porque está compuesto de [elemento]
racional e irracional, de alma y cuerpo; pero el cuerpo trabaja
la tierra y corre hacia la tierra;
9.5. mientras que el
alma se despliega hacia Dios, educada mediante la verdadera
filosofía, para que se apresure hacia a sus familiares de
arriba, una vez desligada de las concupiscencias del cuerpo, y
de la fatiga y del temor. En verdad, ya hemos explicado que (es
característica del hombre) bueno la paciencia y el temor.
9.6. Porque si, "mediante la ley existe el conocimiento del
pecado" (Rm 3,20), como dicen los impugnadores de la ley,
nosotros les responderemos cantando que "también antes de la ley
existía el pecado en el mundo" (Rm 5,13), pero "sin la ley el
pecado está muerto" (Rm 7,8).
9.7. Puesto que, cuando
suprimas la causa del temor, el pecado, habrás suprimido el
temor, e incluso mucho más el castigo, una vez desaparecido lo
que por naturaleza origina la concupiscencia, "ya que no hay ley
dispuesta para el justo" (1 Tm 1,), dice la Escritura.
El amor al prójimo
10.1. Bien dice Heráclito: "No conocerían el nombre de
justicia, si no hubieran sucedido estas cosas" (Fragmentos,
22 B 23); y Sócrates: "La ley no se ha hecho en favor de los
buenos".
10.2. Pero los acusadores no lo supieron, como
el Apóstol dice, porque "quien ama al prójimo no causa ningún
mal, porque lo de: No matarás, no cometerás adulterio, no
robarás y cualquier otro mandamiento se resume en esta única
palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Rm 13,10. 9).
10.3. Por eso [se] dice en alguna parte: "Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y amarás a tu prójimo como a ti mismo"
(Lv 19,18; Dt 6,5; Mt 22,37. 39; Lc 10,27). Pero si el que ama
al prójimo no obra mal, y si todos los mandamientos se resumen
en el de amar al prójimo, [entonces] los mandamientos que se
establecieron sobre el temor, disponen el amor, no el odio.
"La Ley es santa"
11.1. Por tanto, la ley no engendra el temor como una
pasión. "Por eso la ley es santa" (Rm 7,12) y realmente
"espiritual" (Rm 7,14), según el Apóstol.
11.2. Es
necesario, como se ve, haber examinado con profundidad la
naturaleza del cuerpo y la esencia del alma, para encontrar la
finalidad de cada uno, y no creer que la muerte es un mal.
11.3. "Porque, cuando eran esclavos del pecado, dice el
Apóstol, eran libres respecto a la justicia. ¿Qué frutos daban
entonces? Aquellos por los que ahora se avergüenzan, puesto que
su fin es muerte. Pero ahora habiendo sido liberados del pecado
y hechos esclavos de Dios, poseen el fruto para la santificación
de ustedes y por fin la vida eterna. Porque el salario del
pecado es la muerte, pero la gracia de Dios es vida eterna en
nuestro Señor Jesucristo" (Rm 6,20-23).
La vida verdadera es la que se
aparta del pecado
12.1. Por tanto, está demostrado
que la muerte es la comunión del alma pecadora en un cuerpo, y
el alejamiento (o: la separación) del pecado (es) vida.
12.2. Muchas son las empalizadas ante los pies y las fosas de la
concupiscencia, los abismos de la ira y del furor, que
necesariamente debe saltar, y evitar toda la destrucción de las
maquinaciones quien desee la
gnosis de Dios no (sólo) "a través de un espejo" (1 Co
13,12).
12.3. "Mitad de la virtud arrebata el retumbante
Zeus, cuando sobre aquél cuelga el día de la esclavitud"
(Homero, Odisea,
XVII,322-323).
12.4. Pero la Escritura llama esclavos a
los que se están bajo el pecado y vendidos a los pecados (cf. Rm
6,17. 20; 7,14), a los amantes del placer y a los amantes del
cuerpo -más animales que hombres (cf. Sal 48 [49], 13. 21)-, a
los parecidos a las bestias, caballos locos por las hembras que
relinchan por las de los vecinos (cf. Jr 5,8). Asno insolente es
el [hombre] desenfrenado, lobo salvaje el ambicioso, y serpiente
el mentiroso.
12.5. Ciertamente, la separación del alma
(respecto) del cuerpo, meditada a lo largo de la vida, provee al
filósofo un celo (o: diligencia, ardor)
gnóstico para poder
llevar fácilmente la muerte física, que es la disolución de las
ataduras del alma respecto del cuerpo.
12.6. "Porque el
mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo" (Ga 6,14),
dice [el Apóstol]; y estando todavía en la carne, vivo como
ciudadano en el cielo (cf. Ga 2,20; Flp 3,20).
Capítulo
IV: Elogio del martirio
Cómo debe comportarse el
mártir cristiano
13.1. Con razón cuando el
gnóstico es llamado,
obedece sin dificultad, y a quien le solicita el cuerpecito se
acerca para entregárselo (cf. Lc 6,29), incluso con sus
pasiones, de las que antes había despojado al pedacito de carne,
sin injuriar al tentador, sino para educarlo, pienso yo, y
demostrarle "qué honor y qué amplia felicidad", como dice
Empédocles (Fragmentos,
31 B 119), alcanza (o: ha dejado), viviendo así entre los
mortales.
13.2. También da testimonio verdaderamente ante
sí mismo de ser auténticamente fiel para con Dios; lo mismo ante
el tentador [testimonia] que en vano tiene envidia del (que es)
fiel por amor; así también [da testimonio] ante el Señor de que
obedece su doctrina por una fuerza divina, de la que no
apostatará por temor a la muerte; al contrario, confirmará
también con su conducta la verdad del
kerigma, demostrando
que Dios, hacia quien se apresura a correr, es poderoso.
13.3. Admirarás su amor, permaneciendo unido con agradecimiento
con el que está emparentado (= Dios mismo). Pero no sólo (eso),
sino que también "con la sangre preciosa" (1 P 1,19) avergonzará
a los incrédulos.
La
alegría de entregar la vida por la confesión de fe
14.1. Ahora bien, (el mártir) evita negar a Cristo, según el
mandato (cf. Mt 10,33; Lc 12,9), no por temor, porque entonces
sería mártir por temor. Tampoco traiciona (o: vende) la fe por
la esperanza de los dones prometidos, sino que por amor al
Señor, con gran alegría se librará de esta vida; e igualmente
será agradecido con quien le procuró la ocasión de partir de
aquí y con el que haya urdido conscientemente la acechanza;
posee una razonable oportunidad, que él mismo no preparó, de
demostrar quién es él, por su paciencia, ante aquél [acusador],
y ante el Señor por el amor que le testimonia, que ya era
manifiesto al Señor y que conocía, incluso antes de nacer, la
elección del mártir.
14.2. Confiado se dirige a un amigo,
al Señor (cf. Jn 15,14), por el que entregó conscientemente no
sólo el cuerpo, sino también el alma, como los jueces esperaban,
escuchando de nuestro Salvador, según el poeta, "querido
hermano" (Homero, Ilíada,
IV,155; V,359; XXI,308), por la semejanza de vida.
14.3.
En verdad, llamamos perfección al martirio, no porque el hombre
alcance el fin de la vida como los demás, sino porque ha dado
prueba de una obra perfecta de amor (cf. St 1,4).
14.4.
También los antiguos griegos celebraban el fin de los caídos en
la guerra, no porque aconsejaran la muerte violenta, sino porque
quien muere en combate muere sin temor a la muerte: desprendido
del cuerpo y sin sufrimientos ni debilidades (lit.:
ablandamientos, afeminamientos) en el alma, como los hombres que
padecen enfermedades, que mueren conduciéndose como mujeres y
deseosos de vivir.
El
sacrificio que deben hacer quienes son justos y magnánimos
15.1. Por eso no liberan el alma purificada, sino que se
llevan consigo las concupiscencias, cual masas de plomo; a no
ser que algunos de esos [enfermos] se distingan en la virtud.
15.2. Pero también hay quienes mueren en la guerra entre
concupiscencias, sin diferenciarse de los que también se
marchitan en la enfermedad.
15.3. Si, por tanto, el
martirio es la confesión de fe (omología)
respecto a Dios, toda alma que haya vivido pura reconociendo a
Dios y escuchando (u: obedeciendo) los mandamientos, es mártir
con la vida y la palabra, sea cual fuere su salida (o:
liberación) del cuerpo, porque derrama su fe, igual que la
sangre, durante toda la vida hasta la partida (lit.: éxodo).
15.4. Ahora bien, dice el Señor en el Evangelio: "Quien
dejare padre o madre o hermanos", y lo que sigue, "por causa del
Evangelio y de mi nombre" (Mt 19,29-30; Mc 10,29-30; Lc 18,29),
bienaventurado ése, porque no presenta un martirio común, sino
el gnóstico, como quien se comportó conforme a la norma (canon)
del Evangelio por amor al Señor.
15.5. Porque el
reconocimiento del Nombre y la comprensión del Evangelio
significan gnosis, no
una mera denominación; por eso [conviene] abandonar la familia
terrena, abandonar la hacienda y toda posesión, para vivir sin
pasiones (lit.: con indiferencia). La madre y la nodriza
significan alegóricamente la patria que alimenta; en cambio, los
padres, las leyes del Estado.
15.6. Pero eso es lo que el
[hombre] justo y magnánimo debe sacrificar con agradecimiento
para devenir amigo de Dios y conseguir la parte derecha (cf. Mt
25,33) del santuario, como también hicieron los Apóstoles.
Lo que afirman
algunos herejes sobre el martirio
16.1. Además,
Heráclito dice: "Dioses y hombres honran a los muertos en
combate" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 24); y Platón, en el libro quinto de la
"República", escribe: "De entre los muertos en una campaña
militar el que ha terminado de manera honrosa, ¿no diremos
primero que es de estirpe áurea? ¡Mucho más que a los demás!"
(Platón, República,
V,468 E).
16.2. Pero la estirpe áurea proviene de los
dioses del cielo y de la esfera estable, que ante todo poseen la
hegemonía de la Providencia sobre los hombres.
16.3. No
obstante, algunos herejes (¿valentinianos?), comprenden mal al
Señor, aman la vida impía y cobardemente al mismo tiempo,
diciendo que el verdadero martirio que realmente existe es la
gnosis de Dios, lo cual también nosotros lo confesamos,
pero [dicen también] que quien le confiesa mediante la muerte es
asesino de sí mismo y suicida; y divulgan entre la gente otros
sofismas de la cobardía. A éstos se les responderá cuando lo
requiera el momento, porque difieren de nosotros en cuanto a los
principios.
Contra los
marcionitas
17.1. Pero también nosotros censuramos
a quienes se precipitan a la muerte. Porque hay algunos que sin
ser de los nuestros, sólo (tienen) en común el nombre, se
apresuran a entregarse a sí mismos por odio al Creador:
¡miserables suicidas!
17.2. Afirmamos que éstos se
suicidan sin martirio, aunque sean oficialmente castigados.
17.3. Porque no salvan el carácter del testimonio creyente,
y en realidad no conocen a Dios (cf. Jn 11,25; 14,6),
entregándose ellos mismos a una muerte vacía, al igual que los
gimnosofistas indios en un fuego inútil.
17.4. Pero,
puesto que esos de falso nombre (lit.: seudónimo) deshonran el
cuerpo, que aprendan bien que la armonía del cuerpo ayuda al
pensamiento para el buen equilibrio.
La armonía de cuerpo y alma
18.1. Por eso, en el tercer [libro] de la "República",
Platón, a quien aclaman como el mejor testigo cuando censuran la
generación, dijo que por razón de la armonía del alma había que
cuidar el cuerpo (cf. Platón,
República, III,410 C; IV,443 D, IX,591 D), por el cual
puede vivir, y vivir rectamente, el que anuncia el mensaje de la
verdad; porque por medio de la vida y la salud hacemos nuestro
camino aprendiendo la gnosis.
18.2. Pero a quien no es posible de ninguna manera alcanzar
la cumbre sin tener que ocuparse de las cosas necesarias, y
mediante éstas hace todo el esfuerzo para dirigirse a la
gnosis, ¿no elegiría
vivir bien?
18.3. En todo caso, viviendo se lleva a buen
término vivir bien, y se dirige hacia un estado de eternidad el
que por medio del cuerpo se ejercita en vivir virtuosamente.
Capítulo V: Sobre el desprecio del dolor y de la pobreza
Soportar el sufrimiento
19.1. Son dignos admirar algunos de los estoicos que dicen
que el alma no está condicionada en absoluto por el cuerpo, ni
inclinada hacia el mal por la enfermedad, ni la virtud por la
salud, sino que dicen que ambas cosas son indiferentes.
19.2. Y en verdad también Job (cf. Jb 1), por su extraordinaria
continencia y su extraordinaria fe, cuando de la riqueza pasó a
la pobreza, de la fama al desprecio, de la hermosura a la
deformidad y de la salud a la enfermedad, se nos ha propuesto
como hermoso ejemplo, confundiendo al tentador, bendiciendo al
Creador, sobrellevando lo segundo como lo primero, enseñando
perfectamente que el gnóstico puede comportarse bien en todas
las circunstancias.
19.3. Y puesto que las antiguas
proezas son imágenes (o: modelos) propuestas para nuestra
corrección, el Apóstol manifiesta: "De modo que mis cadenas han
sido mostradas en Cristo en todo el pretorio y a todos los
demás, y que la mayoría de los hermanos en el Señor, confiados
en mis cadenas, se atreven mucho más sin temor a hablar la
palabra de Dios" (Flp 1,13-14), porque los martirios
gloriosamente santificados son también ejemplos de conversión.
19.4. (También) dice: "Todo cuanto ha sido escrito, para
nuestra enseñanza ha sido escrito, para que mediante la
paciencia y el consuelo de las Escrituras tengamos la esperanza
del consuelo" (Rm 15,4).
Cómo proceder ante la llegada
del dolor
20.1. Pero parece que ante la llegada de
un sufrimiento, el alma se aparta de él y considera que debe
liberarse de la pena presente. Sin duda, en ese tiempo se
despreocupa de las enseñanzas, también porque se descuidan las
otras virtudes.
20.2. Y en verdad, no decimos que la
virtud misma padezca -porque la virtud nunca enferma-, pero
quien participa de ambas, de virtud y de enfermedad, está
presionado por la opresión. Y si no goza de valerosos
sentimientos, quien aún no tiene práctica del hábito de la
continencia se deja dominar, y el no resistir equivale a huir.
Sobre la pobreza
21.1. Pero el mismo discurso [vale] asimismo sobre a la
pobreza, porque también ésta violenta al alma para que se
distraiga de las cosas necesarias, digo de la contemplación y de
la pureza de ausencia de pecado, forzando [al alma] a gastar el
tiempo en procurarse medios a quien no se ha consagrado por
entero a Dios por amor; como, por el contrario, la salud y la
abundancia de lo necesario conservan libre y sin trabas al alma
que sabe usar bien de lo presente.
21.2. Porque dice el
Apóstol: "Quienes son como esos, tendrán tribulación en la
carne, pero yo se [las] ahorro. Puesto que quiero que ustedes
estén sin preocupaciones para (servir) honesta y asiduamente al
Señor sin distracción" (1 Co 7,28. 32. 35).
Optar sabiamente
22.1. Hay, por tanto, que cuidar de todas esas cosas, no por
ellas mismas, sino por el cuerpo; pero la solicitud por el
cuerpo radica es por (causa) del alma, a la cual hace
referencia.
22.2. Porque es preciso que quien se comporta
de forma gnóstica
aprenda lo que conviene; reconociendo que el placer no es un
bien, por el hecho de que algunos placeres son malos. Por esa
razón, lo bueno aparece malo, y lo malo bueno.
22.3. Pero
además, si elegimos algunos placeres, huimos de otros, porque no
todo placer es bueno.
22.4. Lo mismo habría que decir
respecto a los sufrimientos, de los cuales soportamos algunos,
pero huimos de otros; ahora bien, la elección y el rechazo se
hacen conforme a ciencia.
22.5. De modo que la ciencia es
lo bueno, no el placer, porque por a ella también se puede
elegir en tal ocasión tal placer.
Riqueza y pobreza
23.1. Igualmente, el mártir elige un placer en esperanza
mediante el sufrimiento presente. Pero si el sufrimiento se
percibe en la sed y el placer en la bebida, el dolor que precede
es la causa eficiente del placer. Pero el mal no es causa
eficiente del bien; por ello ni lo uno ni lo otro (son) un mal.
23.2. En verdad, Simónides, como también Aristóteles,
escriben: "Para el hombre, lo primero es la salud" (Aristóteles,
Retórica, II,21,1394, b
13), "lo segundo, ser de hermosa presencia, y en tercer lugar,
la riqueza sin fraude" (Simónides de Quíos,
Fragmentos, 7).
23.3. También Teognis de Megara [escribe]: "Hay que huir de la
pobreza, Cirno, y, desde las escarpadas rocas, arrojarse hasta
los abismos profundos del mar" (Teognis,
Elegías, I,175-176).
23.4. En cambio el cómico Antífanes, más bien contrario,
dice: "La riqueza recibiendo a los que ven, los hace ciegos" (Antífanes,
Fragmentos, 259).
Peligros de las riquezas
24.1. Por eso (la riqueza) es cantada por los poetas ciega
de nacimiento:
24.2. "Ella le engendró un hijo que nunca
vio sol", dice Euforión de Calcis (Fragmentos,
110).
24.3. "Mala educadora de valentía han sido para los
hombres la riqueza y la mucha voluptuosidad", ha versificado
Eurípides en el "Alejandro" (Eurípides,
Fragmentos, 54).
24.4. Y se ha dicho: "La pobreza obtuvo en suerte sabiduría
por su parentesco" (Eurípides,
Fragmentos, 641,3).
24.5. Pero el amor al dinero,
no sólo ha arruinado (o: derrotado) a Esparta, sino también a
cualquier ciudad.
24.6. "Ciertamente la moneda para los
mortales no es sólo la de plata brillante o de oro, sino la
virtud", como afirma Sófocles (en realidad: Eurípides,
Fragmentos, 542).
Capítulo VI: Sobre las bienaventuranzas
"Bienaventurados los
perseguidos por practicar la justicia"
25.1.
Nuestro Salvador, el Santo, dispuso la pobreza, la riqueza y
otras cosas parecidas, tanto (en relación) con lo espiritual
como con lo sensible; porque diciendo: "Bienaventurados los
perseguidos por causa de la justicia" (Mt 5,10), nos enseña
claramente a buscar el testimonio (lit.: martirio) en toda
circunstancia.
25.2. Si el pobre por la justicia
testimonia que la justicia que ha amado es un bien, y si
(padeciere) hambre y sed por la justicia, da testimonio que la
justicia es lo mejor.
"Bienaventurados los pobres"
26.1. Pero de igual
manera, también quien llora y se aflige por la justicia (cf. Mt
5,4; Lc 6,21) testimonia que la mejor ley es buena (o: hermosa).
26.2. Por eso, tanto a los perseguidos cuanto a los que
tienen hambre y sed por la justicia los llama bienaventurados
(cf. Lc 6,21) quien ha aceptado el legítimo deseo que ni
siquiera el hambre pudo cortar.
26.3. Y si tienen hambre
de la justicia misma, (serán) bienaventurados. "Bienaventurados
también los pobres" (Mt 5,3: Lc 6,20), tanto en espíritu como en
riquezas, por la justicia, evidentemente.
26.4. Ahora
bien, no (llama) bienaventurados simplemente a los menesterosos,
sino a los que han querido hacerse pobres por causa de la
justicia, a los que desprecian con grandeza de ánimo (o: con
sentimientos valerosos) los honores de aquí abajo por procurar
el bien.
26.5. De igual modo, también a los que han
llegado a ser hermosos de carácter y de cuerpo por la castidad,
a los nobles e ilustres, que por la justicia han avanzado hacia
la adopción filial y, por ello, han conseguido "el poder ser
hijos de Dios" (Jn 1,12), y "caminar sobre serpientes y
escorpiones" (Lc 10,19), y vencer a los demonios y al ejército
del Adversario (cf. 2 Ts 2,4; 1 T 5,14).
La inmortalidad
27.1. Y en general, la ascesis del Señor aleja el alma del
cuerpo con agradecimiento, si bien también ella misma se va
separando con esfuerzo según se va convirtiendo.
27.2.
"Porque el que encuentra su alma la perderá y quien la pierde la
encontrará" (Mt 10,39; Mc 8,35 y Lc 9,24 dicen "la salvará), con
tal que unamos nuestra fragilidad a la incorruptibilidad de
Dios. Pero es voluntad de Dios el conocimiento de Dios, que eso
es comunión de su inmortalidad.
27.3. Según la lógica de
la conversión, quien reconoce que su alma es pecadora, la hará
morir al pecado, del que ha sido arrebatado; pero, al haberla
perdido, la encontrará, por la obediencia, resucitada a la fe,
aunque muerta al pecado (cf. Rm 6,4. 2. 10). Esto es encontrar
el alma: conocerse a sí mismo.
Seguir las enseñanzas de
Cristo
28.1. Pero los estoicos dicen que la
conversión hacia lo divino (lit.: las cosas divinas) se realiza
mediante un cambio, una transformación del alma hacia la
sabiduría.
28.2. En cambio, Platón (dice) que es por
medio de una evolución del alma hacia lo mejor y un alejamiento
de cierto día tenebroso (cf. Platón,
República, VII,512 C;
525 C, 532 B).
28.3. Por lo demás, también los filósofos
(= los estoicos) conceden al [hombre] virtuoso una salida
razonable, si algo le privase de actuar, no quedándole esperanza
alguna de actividad.
28.4. Pero el juez que obliga a la
fuerza a renegar de quien nos ha amado, me parece, que separa al
que (es) amigo de Dios y al que no lo (es).
28.5. De esta
manera no hay comparación posible entre lo que uno debe rechazar
y lo que hay que preferir: una amenaza humana o el amor de Dios.
28.6. También la abstención de acciones malas viene a ser
una disminución y extinción de los vicios (lit.: males), porque
la falta de ejercicio (o: la inacción) abate la actividad de los
mismos; esto es "vende tus posesiones y dalas a los pobres, y
después sígueme" (Mt 19,21); es decir, sigue las palabras del
Señor.
El
desprendimiento de los bienes materiales
29.1.
Pero con "lo que hay" (= hacienda, riquezas), algunos dicen que
(el Señor) quiso decir las posesiones, lo que (hay) de extraño
en el alma, y no pueden decir cómo hay que distribuir eso a los
pobres. Pero Dios reparte todo a todos según el mérito (de cada
uno), porque su economía
es justa.
29.2. Menospreciando entonces, dice, las
posesiones que Dios reparte por medio de tu magnificencia (o:
generosidad), sigue mis enseñanzas, apresurándote hacia la
ascensión del Espíritu, no sólo justificado por la sola
abstinencia de males, sino también perfeccionado por la
beneficencia (según) el Señor.
29.3. Así, a quien se
vanagloriaba de haber cumplido perfectamente los mandatos de la
ley, [el Señor] le reprochó no haber amado al prójimo (cf. Mt
19.20-21; Mc 10,20; Lc 18,21). Pero la buena acción está
ordenada por el amor, que es señor del sábado (cf. Mt 12,8; Mc
2,28; Lc 6,5), conforme al ascenso
gnóstico.
29.4.
Pero pienso que no conviene acercarse a la Palabra salvadora
(cf. Mt 19,21) ni por temor al castigo, ni por alguna promesa de
regalo, sino por el bien mismo.
Los tres grados de la verdad
30.1. Quienes (se comportan) así se encuentran a la derecha
del santuario (cf. Mt 25,33). Pero los que piensan permutar la
inmortalidad mediante el regalo de lo corruptible son llamados
"mercenarios" (Lc 15,17) en la parábola de los dos hermanos; y
la expresión "a imagen y semejanza" (Gn 1,26) se excluye aquí;
en efecto, aquéllos se comportan a semejanza del Salvador, pero
los otros han sido colocados en el lado izquierdo, conforme a la
imagen de los segundos (lit.: aquellos).
30.2. También
son tres los grados que (derivan) de la verdad (= el Salvador,
el gnóstico, los otros
imitadores), teniendo como fundamento todos una raíz; pero la
elección no es igual o, mejor, la diferencia en la elección no
(es) la misma.
30.3. Y elegir por imitación, pienso que
es distinto de elegir por
gnosis; al igual que lo encendido y lo iluminado por el
fuego y por la luz. Según la Escritura, luz de semejanza es
Israel, y lo demás (= los filósofos griegos) es imagen.
30.4. Pero, ¿qué quiere el Señor con la parábola de Lázaro (cf.
Lc 16,19-25), al mostrar la imagen del rico y del pobre? ¿Qué
(significa) "nadie puede servir a dos señores, a Dios y a Mamón"
(Mt 6,24; Lc 16,13), como el Señor llama al amor al dinero?
La avaricia y la
preocupación excesiva por las cosas materiales
31.1. Así, los avaros invitados al banquete no aceptan la
invitación (cf. Mt 22,2-3; Lc 14,16), no por tener posesiones,
sino por tenerlas de forma apasionada.
31.2. "Las zorras
ciertamente tienen madrigueras" (Mt 8,20). Llamó zorras a los
hombres pervertidos y terrenales, ocupados en excavar y extraer
riquezas.
31.3. Así también (se refirió) a Herodes:
"Vayan y digan a esa zorra: "Mira, expulso demonios y hago
curaciones hoy y mañana, y al tercer día habré llegado al fin""
(Lc 13,32).
31.4. Porque llamó "aves del cielo" (Mt 6,26)
a los que (volando por) el cielo se diferencian de otros
pájaros, realmente puros, que pueden volar (o: son capaces de
volar) hacia la gnosis
del Verbo celestial.
31.5. Porque no sólo implican
innumerables preocupaciones la riqueza, la fama y el matrimonio,
sino también la pobreza para quien no la soporta; y quizás en la
parábola de la cuádruple siembra dio a entender esas
preocupaciones, al decir que la semilla de la palabra, caída
entre espinos y empalizadas, fue sofocada por ellos y no pudo
fructificar (cf. Mt 13,7. 22; Mc 4,7. 19; Lc 8,7. 14).
Obrar rectamente
32.1. Por tanto, es necesario aprender cómo conviene
comportarse en cada una de las circunstancias, como para
ejercitarse mediante una gnóstica vida virtuosa al estado de
vida eterna.
32.2. Porque dice: "Vi al impío orgulloso y
presuntuoso como los cedros del Líbano, y al pasar, habla la
Escritura, he aquí que ya no existía. También lo busqué y no se
encontró su lugar. Guarda la inocencia y observa la rectitud (lit.:
mira rectamente), porque existe una posteridad para el hombre
pacífico" (Sal 36 [37], 35-37).
32.3. Pero éste será el
que sin hipocresía de todo corazón cree y con toda el alma está
en paz (o: serenísimo).
32.4. "Porque el otro pueblo
honra con los labios, pero su corazón está lejos del Señor" (Is
29,13). "Me bendicen con su boca, pero con su corazón me
maldicen" (Sal 61 [62],5).
32.5. "Lo amaron con su boca,
y con su lengua le mintieron. Pero su corazón no era sincero
para con Él, ni creyeron en su alianza" (Sal 77 [78],36-37).
Peligros de la excesiva
preocupación por las cosas materiales
33.1. "Por
eso, enmudezcan los labios engañosos, que hablan injusticia
contra el Justo" (Sal 30 [31],19). Y de nuevo: "Extermine el
Señor todos los labios engañosos y la lengua jactanciosa, de los
que dicen:
33.2. "Exaltaremos nuestra lengua, nuestros
labios en nosotros están. ¿Quién es nuestro dueño"" (Sal 11
[12],4-5). "Por la miseria de los pobres y por los gemidos de
los menesterosos, ahora me levantaré, dice el Señor. Estableceré
la salvación, hablaré abiertamente en él" (Sal 11 [12],6).
33.3. "Porque Cristo es de los humildes, no de los que se
ensalzan sobre su rebaño" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
16,1).
33.4. "Por tanto no atesoren para ustedes tesoros
sobre la tierra, donde polilla y la herrumbre los hacen
desaparecer y ladrones perforan y roban" (Mt 6,19), dice el
Señor, quizás para reprender a los avaros o quizás también a los
que están simplemente preocupados y solícitos, y también a los
amantes del cuerpo.
33.5. Poque amores, enfermedades, y
los razonamientos inútiles (o: insignificantes) "perforan" la
razón y al hombre entero; pero nuestro verdadero tesoro (cf. Mt
6,21; Lc 12,34) se encuentra en lo congénito de [nuestro]
espíritu.
33.6. Además, nos transmite lo comunional de la
justicia, mostrando que conviene devolver a la costumbre de la
antigua conducta (cf. Ef 4,22) lo adquirido por ella para
nosotros, y a recurrir a Dios implorando misericordia.
33.7. Ésta es en realidad "la bolsa que no envejece", viático de
la vida eterna, "tesoro inagotable en el cielo" (Lc 12,33),
"porque compadeciéndome, me apiadaré de quien me apiade" (Ex
33,19; Rm 9,15), dice el Señor.
Buscar primero el reino de los
cielos
34.1. Pero estas cosas las dice también
para quienes desean ser pobres por la justicia (cf. Mt 5,3).
Porque han escuchado por medio del mandamiento que "ancho y
espacioso es el camino que lleva a la destrucción, y son muchos
los que transitan por él" (Mt 7,13; cf. Lc 13,24).
34.2.
No se refiere a otra cosa sino al libertinaje, al amor por las
mujeres, al amor de la gloria, del poder y a pasiones parecidas.
"¡Insensato!", puesto que así decía, "porque reclamarán tu alma
esta misma noche. Pero lo que le almacenaste, ¿para quién será?"
(Lc 12,20).
34.3. Y el mandato dice textualmente:
"Guárdense de toda avaricia, porque la vida de uno no está en
abundarle las riquezas" (Lc 12,15).
34.4. Porque ¿en qué
será beneficiado un hombre si ganase el mundo entero, pero su
alma se pediera? O ¿qué dará el hombre a cambio de su alma?" (Mt
16,26; cf. Mt 6,25; Mc 8,36; Lc 9,25).
34.5. "Por eso
digo: "No se preocupen por su alma (o: vida), por lo qué
comerán, ni por el cuerpo, qué vestirán; porque el alma (o:
vida) es más que la comida, y el cuerpo más que el vestido"" (Lc
12,22-23; cf. Mt 6,25).
34.6. Y de nuevo: "Porque su
Padre sabe que necesitan de todo eso. En cambio, busquen primero
el reino de los cielos y la justicia, porque éstas son las cosas
grandes y las pequeñas" (Mt 6,32; cf. Lc 12,30-31); y las
relativas a la vida, ésas "se les darán por añadidura" (Mt 6,33;
cf. Lc 12,30-31).
Capítulo
VI: Sobre las bienaventuranzas (conclusión)
Cristo educador del alma
35.1. En verdad, ¿no nos llama abiertamente a practicar (o:
seguir) la vida gnóstica,
exhortándonos con obras y palabras a buscar la verdad? Cristo,
el educador del alma, no considera rica la dádiva, sino la
voluntad (o: la elección).
35.2. Así, Zaqueo, pero que
otros llaman Matías (=Mateo), jefe de los recaudadores, al oír
que el Señor se había dignado dirigirse a él, dijo: "Mira, doy
la mitad de mis bienes como limosna, y si a alguien he
defraudado en algo, le devuelvo el cuádruplo" (Lc 19,8; cf. Nm
5,6-7). En favor suyo también dijo el Señor: "El Hijo del hombre
al venir hoy ha encontrado lo que estaba perdido" (Lc 19,10).
35.3. De nuevo, viendo que un rico había echado en el
gazofilacio una ofrenda proporcionada a su riqueza, pero la
viuda [sólo] dos monedas de cobre, [el Señor] dijo que la viuda
había echaado más que todos, porque (el rico) había contribuido
de lo que le sobraba, pero ella, de lo que necesitaba (cf. Lc
21,1-4; Mc 12,41-44).
Bienaventurados los mansos
36.1. Pero puesto que
todo lo dirigió a la educación del alma, dice: "Bienaventurados
los mansos, porque ellos poseerán la tierra" (Mt 5,5).
36.2. Ahora bien, mansos son los que han puesto fin en el alma a
la implacable batalla contra la ira, la concupiscencia y (las
pasiones) subordinadas (o: debajo) a ellas. Pero alaba a los que
son mansos por voluntad, no por necesidad.
36.3. Porque
junto al Señor hay muchas recompensas y moradas (cf. Jn 14,2),
según la analogía de las vidas.
36.4. "Porque quien
reciba a un profeta por el nombre de profeta, dice, recibirá
recompensa de profeta; y el que reciba a un justo por el nombre
de justo, recibirá recompensa de justo; y el que honre a uno de
estos pequeños discípulos, no perderá la recompensa" (Mt
10,41-42).
36.5. En otra ocasión (indicó) las distintas
recompensas, nobles compensaciones de la virtud, mediante el
desigual número de las horas [de trabajo]; pero mediante la paga
igual dada a cada uno de los obreros -esto es, la salvación
significada por el denario-, ha indicado el derecho equitativo
respecto a los que trabajaron diferentes horas (cf. Mt 20.1-16).
Bienaventurados los que
lloran
37.1. En verdad, al ser colaboradores de la
inefable economía y liturgia, trabajaron según las moradas
correspondientes (lit.: análogas) a los premios de que han sido
juzgados dignos.
37.2. Dice Platón: "Pero los estimados
con mayor dignidad por vivir con pureza, ésos son los que,
liberados de las cosas terrenas y huidos como de cárceles, sin
embargo alcanzan arriba una morada pura" (Platón,
Fedro, 114 B-C).
37.3. Así, claramente dice lo mismo de este modo: "De entre
éstos, los que están suficientemente purificados por la
filosofía, viven absolutamente sin cuerpos para siempre (lit.:
para todo el tiempo)" (Platón,
Fedro, 114 C), aunque [Platón] les asigne ciertas figuras
(lit.: esquemas), unas de aire y otras de fuego.
37.4.
Después añade: "Y llegan a moradas todavía más bellas que éstas,
que no son fácilmente descriptibles, ni ahora (hay) tiempo
suficiente para ello" (Platón,
Fedro, 114 C).
37.5. De ahí con razón,
"bienaventurados los que afligidos (o: lloran), porque ellos
serán consolados" (Mt 5,5).
37.6. Porque los que se han
convertido de haber vivido mal (lit.: de aquello en que hayan
vivido mal) estarán presentes a la llamada; esto es ser
consolado.
37.7. Pero hay dos modos de arrepentirse (o:
convertirse): uno, más común, (es) el temor por lo realizado; el
otro, más específico, es la vergüenza, que la conciencia siente
sobre sí misma, tanto aquí como en otra parte, porque ningún
lugar (está) desierto de los beneficios de Dios.
Bienaventutados los
misericordiosos
38.1. También dice:
"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia" (Mt 5,7). Pero la misericordia no es lo que
algunos filósofos han pensado: tristeza por las desgracias
ajenas, sino que es algo mucho mejor, como dicen los profetas:
"Misericordia quiero, dice, y no sacrificio" (Os 6,6; cf. Mt
9,13; 12,7).
38.2. Pero quiere que sean misericordiosos
no sólo los que practican misericordia, sino también los que
desean practicar la misericordia, aunque no puedan: los que
tengan la voluntad de hacerlo.
38.3. Porque a veces
queremos hacer misericordia mediante un donativo (o: regalo) de
dinero o un servicio personal (lit.: corporal), como socorrer a
un necesitado, ayudar a un enfermo o asistir a quien se
encuentra en una dificultad; y nosotros estamos impedidos por la
pobreza, la enfermedad o la ancianidad -porque también ésta (es)
una enfermedad de la naturaleza-, de prestar nuestro ministerio
donde nos proponíamos cumplirlo, no pudiendo llevar a término lo
que hubiéramos querido.
38.4. Los que han querido
participarán del mismo honor que quienes hayan podido, porque su
intención era la misma, aunque otros hayan tenido mayores
recursos.
Bienaventurados los puros de corazón
39.1. Pero
puesto que se encuentran dos caminos que conducen a la
perfección de la salvación, obras y gnosis, [el Señor] dijo:
"Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a
Dios" (Mt 5,8).
39.2. Si consideramos la verdad de esta
realidad, la gnosis es
la purificación de la parte hegemónica (o: rectora, directiva)
del alma, y es una buena actividad (lit.: energía).
39.3.
En efecto, algunas cosas (son) buenas por sí mismas, otras por
participación de las buenas, como lo decimos de las bellas
acciones; pero sin las cosas intermedias, que tienen función de
materia, no se dan acciones ni buenas ni malas; así menciono la
vida, la salud y otras cosas necesarias o accidentales.
39.4. Por tanto, [el Señor] los quiere puros en los deseos
corporales y santos en los pensamientos que llegan al
conocimiento de Dios, para que la facultad hegemónica no tenga
nada espurio (o: falso) que interfiera su acción.
Bienaventurados los pacíficos.
La impasibilidad
40.1. Así, cuando alguien se
ocupa en la contemplación, dialogando puramente con la
divinidad, participando gnósticamente de esa cualidad santa,
deviene más cercano al estado de impasibilidad (apátehia),
de modo que ya no tendrá ciencia y poseerá gnosis, sino que [él
mismo] es ciencia y gnosis.
40.2. Por tanto, "bienaventurados los pacíficos" (Mt 5,9).
Los que han domesticado y civilizado la ley que milita contra la
sabiduría de nuestro espíritu (cf. Rm 7,23): las amenzas de la
cólera, las seducciones de la concupiscencia y las otras
pasiones que hacen la guerra a la razón, (y) los que han vivido
conforme a la ciencia, con obras buenas y con verdadera razón,
serán restablecidos en la más amorosa adopción filial.
40.3. Pero la perfecta pacificación parece ser aquella que en
toda circunstancia conserva inmutable la disposición pacífica,
proclama santa y buena la divina providencia, y está establecida
en la ciencia de las cosas divinas y humanas, por las que
considera las contadicciones del mundo (como) la más hermosa
armonía de la creación.
40.4. Pero también pacifican a
los que en este mundo son atacados (o: combatidos) por las
estratagemas del pecado, enseñándoles a buscar la fe y la paz.
Bienaventurados los
perseguidos por causa de la justicia
41.1. Pero
pienso que la cima de toda virtud (se encuentra) cuando el Señor
nos enseña que por el amor a Dios debemos despreciar la muerte
de una manera más gnóstica.
41.2. "Bienaventurados, dice, los perseguidos por causa de
la justicia, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5,10
y 9), o como dicen algunos que cambian los Evangelios:
"Bienaventurados los perseguidos por encima de la justicia
[humana], porque ellos serán perfectos. Y bienaventurados los
perseguidos por mi causa, porque tendrán un lugar donde no serán
perseguidos".
41.3. "Y bienaventurados serán cuando los
odien los hombres, cuando los expulsen, cuando proscriban el
nombre de ustedes como infame por causa del Hijo del hombre" (Lc
6,22).
41.4. Con tal de que no injuriemos evidentemente a
los perseguidores, y soportemos sus castigos, sin odiarlos,
pensando que la prueba nos ha sobrevenido más tarde de lo que
esperábamos; al contrario, sabiendo que toda prueba es ocasión
de martirio.
Capítulo VII: El martirio por
amor
El
verdadero creyente
42.1. Después, el que se
engaña y se demuestra a sí mismo infiel, y se pasa al ejército
del Diablo, ¿en qué desgracia (lit.: mal), diremos, está?
42.2. Ciertamente, quien no cree en Dios engaña al Señor, o
más bien, engañará su propia esperanza. Y no cree quien no obra
lo que (Él) ha mandado.
42.3. Pero ¿qué? ¿No niega al
Señor quien se niega a sí mismo? ¿Porque no suprime al dueño de
la autoridad quien también se priva a si mismo de la
familiaridad con Él? Por tanto, quien niega al Salvador niega la
vida, porque "la luz era la vida" (Jn 1,4).
42.4. A esos
no los llama de poca fe, sino incrédulos e hipócritas (cf. Mt
6,2; 17,17; 23,13), aunque ostentan el nombre (de cristianos),
niegan ser creyentes. Por el contrario, fiel se llama al que es
siervo y amigo (cf. Mt 24,45).
42.5. De modo que, si
alguien se ama a sí mismo, ama al Señor, y confiesa la salvación
para salvar el alma
La
obediencia a Dios
43.1. Y en verdad, si mueres
por amor del prójimo y piensas que nuestro prójimo (es) el
Salvador -porque el que salva es llamado "Dios que se acerca" (Jr
23,23; Dt 4,7) respecto al que es salvado-, morirás al elegir la
muerte por la vida y padecerás más por ti mismo que por Él (otra
versión: tu prójimo). Y por esto es llamado hermano (cf. Mt
12,48-50).
43.2. Porque quien padece por amor a Dios
padece por su propia salvación; al contrario, quien muere por la
propia salvación sufre por amor del Señor. Porque también El,
siendo vida, quiso padecer por lo que padeció, para que
viviéramos por su pasión.
43.3. Dice: "¿Por qué me
llaman, Señor, Señor, y no hacen lo que digo?" (Lc 6,46). En
verdad, el pueblo que ama con los labios, pero tiene el corazón
lejos del Señor es extranjero (cf. Is 29,13; Mt 15,8; Mc 7,6),
ha obedecido a otro, y a ese mismo se ha vendido voluntariamente
(lit.: espontáneamente).
43.4. Pero cuantos cumplen los
mandamientos del Salvador, son mártires en cada acción, haciendo
lo que (Él) quiere, invocando consecuentemente al Señor, y dando
testimonio mediante las obras que obedecen al que es,
crucificando la carne con las concupiscencias y las pasiones
(cf. Ga 5,24).
43.5. "Si vivimos por el Espíritu
avancemos también por el Espíritu" (Ga 5,25), dice. "El que
siembra para su propia carne, cosechará corrupción de la carne;
pero quien siembra en el espíritu, cosechará del Espíritu la
vida eterna" (Ga 6,8).
La vida después de la muerte
44.1. Pero los hombres miserables piensan que el
martirio de sangre por el Señor es la muerte más violenta; no
saben que esta puerta de la muerte es realmente el principio de
la verdadera vida. Y no quieren comprender ni los premios que
hay después de la muerte para los que han vivido santamente, ni
los castigos para quienes se han comportado injusta e
impúdicamente; no refiero sólo a que no deseen escuchar a
nuestras Escrituras -puesto que casi todos sus preceptos señalan
estas cosas-, sino que ni a sus propios oráculos quieren
obedecer.
44.2 En efecto, la pitagórica Teano escribe:
"Porque la vida sería realmente una fiesta para los malos, una
vez cometidos sus crímenes pueden morir, si el alma no fuera
inmortal" (Teano, Fragmentos,
5).
44.3. "La muerte sería una ganga -dice Platón en el
"Fedón"-, si la muerte fuera una liberación total, ciertamente
sería una ganga" (Platón,
Fedón, 107 C), y lo que sigue.
No se debe vivir bajo los
dictámenes de la carne
45.1. Por tanto, no hay
que pensar, según el "Télefo" de Esquilo, que "el camino que
lleva al Hades (es) más sencillo" (Esquilo,
Fragmentos, 239),
porque son muchos los caminos (cf. Hb 1,1) que a él conducen los
pecados que extravían por doquier.
45.2. Como parece,
ésos son los incrédulos que Aristófanes ridiculiza: "Vayan
(dice), varones sin brillo (lit.: oscuros), semejantes a la
generación de hojas, débiles, figuras de cera, ejércitos de
sombra, inconsistentes, privados de alas, efímeros"
(Aristófanes, Aves,
684-686).
45.3. También Epicarmo [dice]: "Esta
naturaleza es la de los hombres: (ser) odres hinchados" (Epicarmo,
Fragmentos, 23 B 12).
45.4. Pero el Salvador nos ha dicho: "El espíritu está
pronto, pero la carne es débil" (Mt 26,41); porque la tendencia
de la carne es el odio hacia Dios -explica el Apóstol-, puesto
que no se somete a la ley de Dios, ni puede. Y los que son
carnales no pueden agradar a Dios" (Rm 8,7-8).
45.5. Y
prosiguiendo la explicación añade, para que nadie, como Marción,
desagradecidamente entienda que la creación es mala. "Pero si
Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del
pecado, pero el espíritu es vida por la justicia" (Rm 8,10).
45.6. Y de nuevo: "Si viven según la carne, van a morir.
Porque pienso que los sufrimientos del tiempo presente no son
comparables con la gloria que va a ser revelada en nosotros;
porque si padecemos con (Él), también seremos conglorificados
con (Él), como coherederos de Cristo" (Rm 8,13. 18 y 17).
La esperanza cristiana
46.1. "Pero sabemos que a los que aman a Dios todo les
ayuda hacia el bien, a los que son llamados conforme a su
designio. Porque a los que de antemano conoció, también los
predestinó a ser conformes a la imagen de su Hijo, para que Él
sea primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a
éstos también los llamó; mas a los que llamó también los
justificó; pero a los que justificó, también los glorificó" (Rm
8,28-30). Mira cómo ha enseñado el martirio por amor.
46.2. Y si quieres ser mártir por recompensa de (esos) bienes,
oirás de nuevo: "Porque en esperanza estamos salvados; pero
esperanza que se ve no es esperanza; porque lo que uno ve, ¿cómo
esperarlo también? Pero si esperamos lo que no vemos, por la
paciencia lo aguardamos" (Rm 8,24-25).
46.3. "Y si
también padecemos por la justicia, seremos bienaventurados" (1 P
3,14), dice Pedro. "Y no tengan miedo de ellos, ni se turben,
sino santifiquen a Cristo Señor en sus corazones; siempre
dispuestos a dar respuesta de la esperanza de ustedes a todo el
que se los pidiere; pero háganlo con mansedumbre y respeto,
teniendo buena conciencia, para que en lo que son calumniados,
sean avergonzados los que denigran vuestra su buena conducta en
Cristo. Porque, si lo quiere la voluntad de Dios, mejor es
sufrir haciendo el bien que haciendo el mal" (1 P 3,14-17).
Participar en los
sufrimientos de Cristo
47.1. Y si alguno,
ofendiendo con burlas, dijere: ¿cómo es posible que la carne,
que es débil (Cf. Mt 26,41; Mc 14,38), resista frente a las
fuerzas y a los espíritus de las potestades?
47.2. Pero
téngase en cuenta que podremos resistir a los príncipes de las
tinieblas (cf. Ef 6,12) y a la muerte, confiando en el
Todopoderoso y en el Señor.
47.3. Dice [la Escritura]:
"Cuando todavía estás hablando, dirá: "Heme aquí"" (Is 58,9).
Mira al defensor invencible, a nuestro protector.
47.4.
"Por tanto, no se sorprendan, dice Pedro, por el incendio
suscitado entre ustedes para prueba, como si algo extraño les
sucediera; al contrario, alégrense en la medida en que son
partícipes de los padecimientos de Cristo, para que también en
la manifestación de su gloria exulten de gozo. Bienaventurados
si en nombre de Cristo son ultrajados, porque el Espíritu de la
gloria y el de Dios reposa sobre ustedes" (1 P 4,12-14).
47.5. "Como está escrito, puesto que por ti somos entregados
a la muerte todo el día, hemos sido considerados como ovejas de
matanza" (Sal 43 [44],23). "Pero en todas estas cosas vencemos
mediante el que nos ha amado" (Rm 8,36-37).
"Con el corazón se cree"
48.1. "Pero quieres saber mi pensamiento, ni aunque me
quemes, ni aunque me hagas bajar una temible cumbre, desde lo
alto hasta la extremidad de los pies, lo sabrás, ni aunque [me]
ates con muchas cadenas" (Anónimo,
Fragmentos, 114), dice
sin miedo una mujer varonil, en la tragedia.
48.2. Y
Antígona, despreciadando el anuncio de Creonte, con atrevimiento
dice: "Porque no fue Zeus quien me anunció esas cosas"
(Sófocles, Antígona,450).
48.3. Pero Dios nos lo proclama y hay que creerle.
"Porque con el corazón se cree para [tener] justicia, pero con
la boca se confiesa para la salvación. Porque dice Escritura:
"Todo el que cree en Él, no será confundido"" (Rm 10,10-11; Is
28,16).
48.4. Así, escribe con razón Simónides: "Esto se
dice, que la Virtud habita sobre rocas inaccesibles, pero la
acompaña (o: la rodea) rápido casto coro de ninfas. No es
visible a los párpados de todos los mortales, sino a quien un
sudor que roe el alma le salga de dentro y llegue hasta la cima
del valor" (Simónides de Quíos,
Fragmentos, 74).
Confesar la esperanza
49.1. También [dice] Píndaro: "Las inquietudes de la
juventud, desarrolladas con esfuerzo, alcanzan la gloria, y con
el tiempo resplandecen sus acciones que brillan en el éter"
(Píndaro, Fragmentos,
227).
49.2. Y Esquilo, apoderándose de ese pensamiento,
dice: "A quien se esfuerza, los dioses le deben el hijo de su
esfuerzo, el renombre" (Esquilo,
Fragmentos, 315).
49.3. "Porque los más grandes obtienen una parte más grande"
según Heráclito (Fragmentos,
22 B 25).
49.4. "¿Quién es esclavo, si la muerte no le
preocupa?" (Eurípides,
Fragmentos, 958).
49.5. "Porque Dios no nos dio
un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino de
fortaleza, amor y templanza. Por tanto, no te avergüences del
testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero" (2 Tm
1,7-8), escribe [Pablo] a Timoteo.
49.6. Ese tal será el
que se adhiera al bien, según el Apóstol, el que se aparte del
mal y tenga un amor sin hipocresía (cf. Rm 12,9).
49.7.
"Porque quien ama al prójimo ha cumplido la ley" (Rm 13,8). Pero
si "el Dios de la esperanza" (Rm 15,13) es aquel por quien somos
mártires, como es en realidad, confesamos nuestra esperanza al
apresurarnos hacia la esperanza: los "llenos de bondad, dice,
han sido colmados de toda
gnosis" (Rm 15,14).
Una vida recta
50.1. Los filósofos indios dicen al macedonio Alejandro:
"Deportarás [nuestros] cuerpos de un lugar a otro, pero no
conseguirás que nuestras almas hagan lo que no queremos. El
fuego es el mayor tormento para los hombres, pero nosotros lo
despreciamos" (Filón de Alejandría,
Quod omnibus probus liber sit,
14,96).
50.2. Y de ahí que Heráclito eligiera la buena
fama a todo lo demás; pero confiesa que a muchos se les concede
"hartarse como animales" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 29).
50.3. "Porque la mayoría de las miserias (son) a causa
del cuerpo; por su causa hemos inventado mansiones cubiertas, el
extraer del suelo la plata blanca, el sembrar la, tierra, y las
otras labores que conocemos con sus nombres" (Anónimo,
Fragmentos, 115).
Humillaciones que debe
soportar el cristiano
51.1. Ciertamente, para
muchos este trabajo inútil es lo deseable, pero a nosotros nos
dice el Apóstol: "Conociendo que nuestro hombre viejo ha sido
crucificado [con Cristo], para destruir el cuerpo del pecado, ya
no seamos más esclavos del pecado" (Rm 6,6).
51.2.
¿Acaso el Apóstol no muestra claramente la humillación de la fe
para muchos con lo que sigue? "En efecto pienso que Dios, a
nosotros los apóstoles, nos ha concedido ser los últimos, como
condenados a muerte, porque hemos venido a ser como espectáculo
para el mundo, ángeles y hombres" (1 Co 4,9).
51.3.
"Hasta la hora presente también pasamos hambre y sed, estamos
desnudos, somos abofeteados, andamos errantes, y nos fatigamos
trabajando con nuestras manos. Insultados, bendecimos;
perseguidos, aguantamos; difamados, consolamos. Hemos llegado a
ser como desecho del mundo" (1 Co 4,11-13).
La divina Providencia todo lo
gobierna
52.1. También esto mismo se encuentra en
la "República" de Platón: aunque el justo sufra tormentos,
aunque le arranquen los ojos, será feliz" (cf. Platón,
República, II,361 E).
52.2. Así, por tanto, el
gnóstico no tiene
puesta su meta en el azar, sino que de él dependerá el ser
feliz, y ser también amigo bienaventurado y regio de Dios.
52.3. Y aunque sea condenado al deshonor, al destierro, a la
confiscación y a cualquier muerte, jamás será separado de la
libertad y amor señorial para con Dios; [amor] "que todo lo
aguanta y todo lo soporta" (1 Co 13,7).
52.4. El amor
está convencido de que la divina Providencia lo dispone todo
convenientemente. "Los exhorto a que se hagan imitadores míos"
(1 Co 4,16), dice.
La
caridad es la perfección
53.1. En verdad, el
primer grado de la salvación (es) la instrucción con el temor
[de Dios], mediante la cual nos mantenemos lejos de la
injusticia; en cambio, el segundo es la esperanza, por la que
aspiramos a lo mejor; pero la caridad (alcanza) la perfección,
como conviene, porque nos educa
gnósticamente.
53.2. Porque no sé cómo los griegos, atribuyendo los
acontecimientos a una necesidad (o: a un destino) irracional,
confiesan que hay que doblegarse ante ella de mala gana.
53.3. Así, dice Eurípides: "Acepta lo que te sugiero, mujer.
No hay ningún mortal que no sufra: entierra hijos, engendra a
otros nuevos, y él mismo muere. Y esto es lo que padecen los
mortales" (Eurípides,
Hypsipyles fragmentos, 757,5-8).
53.4. Luego
añade: "Es necesario aguantar lo que por naturaleza hay que
soportar; nada de lo necesario debe ser temido por los mortales"
(Eurípides, Hypsipyles
fragmentos, 757,5-8).
La caridad es el fundamento de
la gnosis
54.1. Pero a quienes se esfuerzan hacia
a la perfección se les propone la
gnosis espiritual (o:
racional), cuyo fundamento es la santa tríada: "fe, esperanza y
amor; pero la mayor de ellas es el amor" (1 Co 13,13; cf. Col
3,12. 14-15).
54.2. "Ciertamente, todo (es) lícito, pero
no todo conviene; todo es lícito, pero no todo edifica" (1 Co
10,23), dice el Apóstol. "Y nadie busque únicamente lo suyo
propio, sino lo del otro" (1 Co 10,24), de modo que a la vez
pueda hacer y enseñar, poniendo los cimientos y construyendo
encima.
54.3. Porque, en verdad, "del Señor es la tierra
y cuanto la llena" (Sal 23 [24],1; 1 Co 10,26), lo confiesa,
pero la conciencia del débil se hunde (cf. 1 Co 8,10).
54.4. "Pero digo conciencia, no por la de ti mismo, sino por la
del otro. Pues, ¿por qué ha de juzgarse mi libertad por la
conciencia ajena? Si yo participo por gracia, ¿por qué he de ser
censurado por lo que yo doy gracias? Por tanto, ya coman, ya
beban, ya hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de
Dios" (1 Co 10,29-31).
54.5. "Porque aunque caminemos en
carne, no militamos según la carne; puesto que las armas de
nuestra milicia no son carnales, sino poderosas por Dios para
derribar fortalezas, destruyendo razonamientos y toda altanería
que se levante contra la
gnosis del Señor" (2 Co 10,3-5).
La meta del gnóstico
55.1. Pertrechado con esas armas, el
gnóstico dice: Señor,
dame una ocasión y recibe la demostración; que venga ese
peligro, porque desprecio los riesgos por tu amor.
55.2.
"Porque la virtud es lo único de los humanos que no recibe de
fuera recompensa, sino que ella tiene en sí misma el premio de
los esfuerzos" (Anónimo,
Fragmentos, 116).
55.3. "Como elegidos de Dios,
santos y amados, revístanse de entrañas de misericordia, de
bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, pero por encima de
todo eso, el amor, [que] es el vínculo de la perfección.
55.4. Y la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual
han sido llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos" (Col
3,12. 14-15), los que aún viven en un cuerpo, gozando, como los
antiguos justos, de la impasibilidad y tranquilidad (ataraxía)
del alma.
Capítulo
VIII: La corona del martirio por Cristo
Valiente conducta de algunos
hombres de la antigüedad
56.1. No sólo los esopios
(o: etíopes [los de color de fuego]; o: los que imitaban la
paciencia esópica; o: los beocianos), los macedonios y los
espartanos cuando eran torturados (se mantenían) firmes, como
dice Eratóstenes en [el libro] sobre "Los bienes y los males",
sino también Zenón de Elea, obligado a revelar un secreto,
resistió los tormentos sin confesar nada, y finalmente
cortándose la lengua la escupió al tirano, a quien unos llaman
Nearco y otros Démilo.
56.2. Lo mismo hicieron el
pitagórico Teodoto y Praulo, el discípulo de Lacides, como dice
Timoteo de Pérgamo en el [libro] "Sobre el valor de los
filósofos" y Acaico en la "Ética".
56.3 Pero también el
romano Postumo, arrestado por Peucetión, no sólo no reveló
ningún secreto, sino que también, poniendo la mano sobre el
fuego, la dejó derretirse como bronce, con un dominio de sí
mismo perfectamente impasible.
56.4. Guardo silencio de
lo de Anaxarco que, cuando era machacado con las mazas de hierro
del tirano, gritaba: "Machaca la bolsa de Anaxarco, porque no
(es) a Anaxarco a quien machacas" (Anaxarco,
Fragmentos, 72 A 1 y
13).
La amistad divina:
fortaleza en las pruebas
57.1. Ahora bien, ni la
esperanza de la felicidad, ni el amor a Dios soportan con
dificultad las humillaciones, sino que permanecen libres, aunque
caigan bajo las fieras más feroces, o del fuego que todo lo
devora, o asesinados por torturas tiránicas, pendientes de la
amistad divina, libres (lit.: no esclavos) en lo alto, y
entregan el cuerpo a quienes pueden adueñarse sólo de él (cf. Mt
10,28).
57.2. Pero los getas, pueblo bárbaro, no faltos
del gusto de la filosofía, eligen cada año un embajador (para
enviar) un héroe a Zamolsis. Y Zamolsis era un conocido de
Pitágoras.
La muerte
por Cristo
58.1. Así, es degollado el juzgado más
digno [entre ellos], ciertamente con tristeza de los que han
filosofado, pero que no han sido elegidos porque son indignos de
realizar un servicio tan feliz.
58.2. Porque toda la
Iglesia está llena de los que toda su vida se han estado
ejercitando para la muerte que vivifica por Cristo, tanto
mujeres como hombres virtuosos.
58.3. Así, al que se
comporta como nosotros, también sin letras le es posible
filosofar, sea bárbaro o griego, esclavo, anciano, niño o mujer.
58.4. Porque la templanza es común a todos los hombres que
la elijan. Y nosotros confesamos que la misma naturaleza, según
cada género, posee también la misma virtud.
Igualdad de naturaleza de la
mujer y el hombre
59.1. Por eso, respecto a la
naturaleza humana, la mujer no parece tener una naturaleza y
otra [distinta] el varón, sino que siendo (la naturaleza) la
misma, como también (idéntica) virtud.
59.2. Pero si la
virtud del varón (es) sin duda la templanza, la justicia y las
llamadas consecuentes de esas, ¿acaso sólo concierne al varón
ser virtuoso, y en cambio a la mujer ser intemperante e injusta?
Pero el decir eso (es) inconveniente.
59.3. Ahora bien,
deben cuidar de la templanza, de la justicia y de cualquier otra
virtud tanto la mujer como el varón, el libre como el esclavo,
ya que una e idéntica es la virtud que ha correspondido a la
misma naturaleza.
59.4. En verdad, no decimos que la
naturaleza femenina, en cuanto a la feminidad, sea idéntica a la
masculina; porque debe existir alguna diferencia en cada una de
ellas, puesto que ciertamente una ha nacido femenino y la otra
masculino.
59.5. Así, decimos que el concebir y el dar a
luz corresponden a la mujer, en cuanto (es) hembra, no en cuanto
ser humano; además, si no existiera diferencia entre varón y
mujer, cada uno de ellos harían y experimentarían lo mismo.
Las diferencias corporales
entre el hombre y la mujer
60.1. También por lo
que tiene de igual, por el alma, alcanzará la mujer la misma
virtud; mientras que por lo que es diferente, por las
propiedades del cuerpo, está destinada a las gestaciones y al
cuidado de la casa.
60.2. Dice el Apóstol: "Quiero que
ustedes sepan que la cabeza de todo varón es Cristo, pero la
cabeza de la mujer es el varón. Porque no procede el varón de la
mujer, sino la mujer del varón. Ni la mujer sin el varón, ni el
varón sin la mujer en el Señor" (1 Co 11,3. 8. 11).
60.3.
En efecto, lo mismo que decimos que el varón debe ser temperante
y más fuerte que los placeres, así consideramos que la mujer sea
igualmente temperante y ejercitada en luchar contra los
placeres.
60.4. El mandato apostólico aconseja: "En
cambio, les digo: anden en espíritu (o: en el Espíritu) y no
consumarán el deseo de la carne; porque la carne desea contra el
espíritu, pero el espíritu contra la carne. Porque ambos se
oponen" (Ga 5,16); no como el mal frente al bien, sino como
(elementos) que pugnan por la preeminencia.
Los frutos de la acción del
Espíritu Santo
61.1. Entonces añade: "Para que no
hagan lo que quieran" (Ga 5,17). "Las obras de la carne son
manifiestas, las cuales son fornicación, impureza, lascivia,
idolatría, hechicería, enemistades, discordias, celos, iras,
rivalidades, litigios, divisiones, envidias, embriagueces,
orgías y otras parecidas; de ello los prevengo, como antes dije,
porque quienes tales cosas hacen no heredarán el reino de Dios.
Pero el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia,
bondad, continencia, benignidad, fe y mansedumbre" (Ga 5,19-23).
Pienso que [el Apóstol] ha llamado "carne" a los pecadores, al
igual que "espíritu" a los justos.
61.2. Sí, ciertamente
hay que adquirir el valor para (tener) coraje y paciencia, de
modo que a quien nos golpee sobre una mejilla le ofrezcamos la
otra, y a quien nos quite el manto le concedamos también la
túnica (cf. Mt 5,48; Lc 6,29), gobernando la ira con fuerza.
61.3. Porque no ejercitamos a las mujeres a (ser) amazonas
valientes en la guerra, puesto que también queremos que los
hombres sean pacíficos.
Fortaleza de la mujer
62.1. Yo he oído que las mujeres saurómatas hacen la guerra
no menos que los varones, y que otras [mujeres] sáquidas,
mientras fingen huir, tiran flechas hacia atrás igual que los
varones.
62.2. Sé también que las mujeres de la región de
Iberia realizan obras y trabajos varoniles; incluso aunque estén
próximas a dar a luz, no abandonan lo que hay que hacer, sino
que muchas veces la mujer, en el esfuerzo del trabajo, da a luz,
recoge al recién nacido y lo lleva a casa.
62.3. Además,
también las perras, no menos que los perros, cuidan la casa,
cazan y custodian los rebaños. "Gorgo, la perra cretense, corrió
tras las huellas del ciervo" (Antípatro de Tesalónica, en
Antología Palatina,
IX,268 1).
62.4. Por tanto, también las mujeres deben
filosofar, de manera semejante a los varones; aunque los
varones, al llevar la preeminencia en todo, (son) mejores, si no
se afeminan (o: se ablandan).
¿En qué el hombre es superior
a la mujer?
63.1. Educación y virtud (son)
indispensables a todo el género humano, si buscan con ardor la
felicidad.
63.2. Y quizás no en vano escribe Eurípides de
varias maneras: ciertamente, una vez: "Toda esposa (es) peor que
el marido, aunque el peor [de los maridos] despose a la de buen
renombre" (Eurípides,
Fragmentos, 546).
63.3. Pero, otras veces: "Porque
la mujer virtuosa es siempre esclava de su marido; pero la no
virtuosa supera en necedad a su cónyuge" (Eurípides,
Fragmentos, 545).
63.4. "Porque no hay nada preferible y mejor que, cuando
posean una casa, marido y mujer (tengan) los mismos sentimientos
(y) pensamientos" (Homero,
Odisea, VI,182-184).
63.5. Ahora bien, la cabeza
es lo hegemónico. Pero si "el Señor es cabeza del varón y el
varón es cabeza de la mujer" (1 Co 11,3), el varón es señor de
la mujer, "siendo [él] imagen y gloria de Dios" (1 Co 11,7).
Lo que dice el apóstol
Pablo de la relación entre la mujer y el hombre
64.1. Por eso también escribe [Pablo] en la Carta a los Efesios:
"Sométanse [unos] a otros en el temor de Dios: las mujeres a los
propios maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la
mujer, como también Cristo es cabeza de la Iglesia, y él (mismo)
Salvador del cuerpo. Pero como la Iglesia está sometida a
Cristo, así también las mujeres a sus propios maridos en todo.
64.2. Los maridos amen a las esposas como también Cristo amó
a la Iglesia; así también los maridos deben amar a sus esposas
como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa se ama a sí
mismo; porque nadie aborreció jamás a su propia carne" (Ef
5,21-25. 28-29).
La
vida familiar
65.1. También en la [Carta] a los
Colosenses dice: "Mujeres, sométanse a los maridos, como
conviene en el Señor. Maridos, amen a las esposas y no sean
amargos con ellas. Hijos, obedezcan a los padres en todo, porque
eso es grato al Señor. Padres, no irriten a sus hijos, para que
no se desanimen.
65.2. Siervos, obedezcan en todo a sus
amos según la carne, no sirviendo cuando son vistos, como quien
busca agradar a los hombres, sino con sencillez de corazón,
temiendo al Señor. Y todo lo que hagan, háganlo desde el alma,
como sirviendo al Señor y no a los hombres; sabiendo que
recibirán del Señor la recompensa de la herencia. Sirvan,
entonces, a Cristo, el Señor; porque el injusto recogerá lo que
haya obrado injustamente, porque no hay [en Él] acepción de
personas.
65.3. Amos, provean a los siervos lo justo y lo
equitativo, sabiendo que también ustedes tienen un Señor en el
cielo" (Col 3,18-4,1),
65.4. "donde ya no hay griego ni
judío, circuncisión e incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo
ni libre, sino que Cristo lo es todo también en todos (o: Cristo
[es] todo y en todos)" (Col 3,11).
La paz de Cristo
66.1. La Iglesia terrestre es imagen de la del cielo, por
eso pedimos que se haga la voluntad de Dios en la tierra como en
el cielo (cf. Mt 6,10).
66.2. "Revístanse de entrañas de
misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia,
soportándose unos a otros y perdonándose mutuamente, si alguno
tuviere una queja contra otro. Como Cristo nos ha perdonado, así
también nosotros.
66.3. Pero por encima de todas esas
cosas, el amor, que es vínculo de perfección. Y la paz de Cristo
reine en sus corazones, a la cual han sido llamados en un solo
cuerpo; y sean agradecidos" (Col 3,12-15).
66.4. Porque
nada impide repetir varias veces la misma Escritura para
vergüenza de Marción, para que se convierta, persuadiéndose que
el fiel debe ser agradecido a Dios creador, que nos ha llamado
y, en un cuerpo, nos anunció el Evangelio.
La mujer y el hombre tienen
los mismos derechos
67.1. Con todas estas cosas
(hemos precisado) con claridad la unidad que (proviene) de la
fe, y se ha declarado quién es el [hombre] perfecto; de manera
que, aunque algunos no quieran y se opongan obstinadamente, y
aunque el marido o el amo amenacen con castigos, tanto la mujer
como el siervo han de filosofar.
67.2. Sí, ciertamente,
aunque un [hombre] libre fuera amenazado de muerte por un
tirano, aunque fuera conducido a los tribunales y arrastrado a
los mayores peligros, aunque tuviera que perder toda su
hacienda, no se abstendrá de ningún modo de la piedad para con
Dios.
67.3. Tampoco deberán claudicar jamás la esposa que
viva con un marido perverso, ni el hijo que tuviere un padre
cruel, o el siervo un mal amo: asidos noblemente de la virtud.
67.4. Pero igual que para un hombre es hermoso morir por la
virtud, por la libertad, por sí mismo, también (lo es) para una
mujer. Porque esto no es prerrogativa (lit.: propio) de la
naturaleza masculina, sino de la de los buenos.
Obedecer los mandatos del
Señor
68.1. Así, por tanto, también el anciano, el
joven y el siervo vivirán y, si es necesario, morirán
obedeciendo fielmente los mandamientos; lo cual sería alcanzar
la vida mediante la muerte.
68.2. Por cierto, sabemos que
niños, siervos y esposas muchas veces llegaron a ser mejores con
disgusto de padres, amos y maridos.
68.3. Por
consiguiente, no conviene disminuir la buena voluntad a quienes
desean vivir piadosamente, aun cuando parezca que algunos tratan
de impedírselo; sino que, me parece, hay que esforzarse mucho
más y luchar al máximo, para no ser vencidos y decaer de los
mejores y más necesarios ideales.
68.4. Porque no creo
que haya comparación entre hacerse partidario del Omnipotente o
elegir las tinieblas de los demonios.
68.5. Puesto que lo
que hagamos en favor de otros lo hemos de hacer siempre [como]
para nosotros, tratando de tener en cuenta a aquellos por los
que actuamos, y hemos de hacerlo teniendo como medida lo que les
agrada; pero lo que hacemos más por nosotros mismos más que por
otros, lo hemos de realizar con igual celo, aunque parezca
gustar o no a algunos.
Testimonio de Epicuro sobre la importancia de filosofar
69.1. Pero si de las cosas indiferentes alguna merece tal
importancia como para parecer ser preferida, a pesar (lit.: a
disgusto) de algunos se debe considerar mucho más necesario el
luchar por la virtud, sin mirar otra cosa que la posibilidad de
realizar aquel bien, guste o no a otros.
69.2. Por eso
bellamente escribe Epicuro a Meneceo: "El que es joven no espere
más para filosofar, y quien sea anciano destacado no se canse de
filosofar. Porque nadie es demasiado inmaduro o maduro para
recobrar la salud del alma.
69.3. Pero quien dice que
todavía no es tiempo o ha pasado ya el tiempo de filosofar; es
semejante al que dice que no ha llegado todavía a la edad de ser
feliz o que ya no hay tiempo.
69.4. De manera que tanto
el joven como el anciano deben filosofar; el uno para que cuando
envejezca se mantenga joven en las cosas buenas, mediante la
alegría de lo ya realizado; en cambio, el otro para que sea al
mismo tiempo joven y anciano mediante la falta de miedo ante el
futuro" (Epicuro, Carta a
Meneceo, 3,122).
Capítulo
IX: Textos sobre el martirio. Conductas equivocadas frente al
martirio
Lo que
dice Cristo sobre aquellas y aquellos que confiesan su Nombre
70.1. El Señor ha hablado en términos preciso sobre el
martirio; ordenaremos lo escrito en diferentes lugares: "Pero yo
les digo: todo el que se declare por mí delante de los hombres,
también el Hijo del Hombre declarará por él delante de los
ángeles de Dios; pero a quien me negare delante de los hombres,
será negado delante de los ángeles" (Lc 12,8-9).
70.2.
"Porque cualquiera que se avergüence de mí o de mis palabras en
esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre
se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con
sus ángeles" (Mc 8,38).
70.3. "Todo el que me confiese
delante de los hombres, también yo lo confesaré delante de mi
Padre que está en los cielos" (Mt 10,32).
70.4. "Cuando
los lleven a las sinagogas, a los magistrados y a las
autoridades, no se preocupen de cómo responderán o de qué dirán;
porque el Espíritu Santo les enseñará en aquella hora lo que se
debe decir" (Lc 12,11-12; cf. Mc 13,11).
Lo que dice el valentiniano
Heracleón
71.1. Explicando este pasaje, Heracleón,
el más notable de la escuela de Valentín, dice textualmente que
existe una confesión por la fe y la conducta de vida, y otra
confesión por la palabra.
71.2. "La confesión por la
palabra también se hace ante de las autoridades, dice, (y) es la
única que la mayoría tiene por confesión, pero (esto) no es
correcto; porque también los hipócritas pueden hacerr la misma
confesión.
71.3. Sin embargo, esa misma palabra (cf. Mt
10,32-33; Lc 12,8-9) se encontrará que no fue dicha de forma
general; porque no todos los salvados han realizado la confesión
por medio de la palabra, y salieron [de esta vida]; entre ellos
(están) Mateo, Felipe, Tomás, Leví (cf. Mt 9,9; Mc 2,14) y otros
muchos.
71.4. Y la confesión por medio de la palabra no
es universal, sino particular (o: parcial). Pero llama universal
a la actual, la de las obras y las acciones conformes a la fe
para con Él. Pero a esta misma confesión acompaña también la
particular que se hace delante de las autoridades, si es
necesario y la razón [lo] exige. Porque éste confesará también
con la palabra, cuando antes haya confesado rectamente antes con
la conducta de vida (o: buena disposición)".
Prosigue el texto de Heracleón
72.1. "Y sobre aquellos que lo confiesan, ha dicho bien "en
mí", mientras que, sobre los que lo niegan, añadió "a mí".
Porque éstos, aunque lo confiesen con la palabra, lo niegan, no
confesándolo con la conducta.
72.2. Pero confiesan en Él
sólo quienes viven conforme a Él en la forma de vida y en la
práctica; también en éstos Él mismo confiesa, porque les ha
asumido (lit.: les ha envuelto) y es poseído por ellos. Por esto
podrán renegar de Él (cf. 2 Tm 2,13); pero los que no están en
Él lo niegan (o: rechazan).
72.3. Porque no dijo quien
renegare "en mí", sino "a mí"; puesto que nadie, estando en Él,
lo negará jamás.
72.4. Lo de "delante de los hombres"
(vale) también para los salvados y para los gentiles: para
aquellos, con la conducta; para estos otros, con la palabra. Por
eso, jamás podrán negarlo; pero lo niegan quienes no están en
Él" (Heracleón, Fragmentos,
50).
El martirio de los
cristianos asombra a los paganos
73.1. Estas cosas
[dijo] Heracleón. También manifiesta otras cosas que están de
acuerdo con nosotros sobre esta perícopa, pero en esto no fijó
la atención: que si algunos no confesaron a Cristo delante de
los hombres con la conducta y la vida, sin duda al confesarlo
mediante la palabra en los tribunales y no negarlo entre las
torturas hasta la muerte, muestran haber creído con buena
disposición.
73.2. Pero la buena disposición que se
confiesa, y sobre todo la que ni siquiera huye ante la muerte
produce instánteneamente la ruptura (lit.: amputación) de todas
las pasiones nacidas de la concupiscencia corporal.
73.3.
Porque, por así decirlo, al final de la vida está toda junta la
penitencia (o: la conversión;
metánoia), de obra, y la verdadera confesión en Cristo,
testificada por la palabra.
73.4. Pero si "el Espíritu
del Padre" (Mt 10,20) testimonia en nosotros, ¿cómo podrán (ser)
hipócritas aquellos que [Heracleón] ha dicho que sólo dan
testimonio con la palabra?
73.5. Pero a algunos se les
concederá, si fuera útil, defenderse (o: hacer apología de la
fe), para que mediante el martirio y la confesión todos (=
cristianos y paganos) se beneficien; así, se consolidarán los
que ciertamente (están) en la Iglesia, y se admirarán los
gentiles atraídos a la fe, que se esforzarán por la salvación, y
los demás permanecerán estupefactos.
Confesión y apología de la fe
74.1. Por tanto, es del todo necesario el confesar [la fe],
puesto que está a nuestro alcance; pero no es del todo
[necesario] defenderse (o: hacer apología de la fe), porque no
está también a nuestro alcance. "Pero el que haya perseverado
hasta el final, este será salvado" (Mt 10,22; 24,13).
74.2. Además, ¿quién de los sean sensatos no elegirá el reinar
en Dios y no ser esclavo?
74.3. "Ahora bien, algunos
confiesan conocer a Dios, según el el Apóstol, pero lo niegan
con las obras; son abominables, desobedientes e incapacitados
para toda obra buena" (Tt 1,16); pero otros, aunque sólo
confiesen eso, han realizado al final una obra buena. Se puede
pensar, entonces, que el martirio es una purificación con
glorioa de los pecados.
74.4. Precisamente por eso "El
Pastor" [de Hermas] dice: "Escaparán a la acción (o: a la
fuerza) de la fiera salvaje, si el corazón de ustedes deviene
puro e irreprensible" (Hermas,
El Pastor, Visiones, IV,2,5). También el Señor mismo
dice: "Satanás los ha reclamado para zarandearlos, pero yo he
intercedido" (Lc 22,31-32).
Sufrir por Cristo
75.1. Porque el Señor sólo bebió el cáliz (cf. Mt 20,22;
26,39) por la necedad de quienes conspiraban contra Él y por la
purificación de los incrédulos. A imitación suya, los Apóstoles,
como verdaderamente gnósticos y perfectos, padecieron por las
Iglesias que habían fundado.
75.2. Así, también los que
caminan tras las huellas apostólicas deben ser gnósticos, sin
pecado y, por amor al Señor, amar también al prójimo para que,
si la circunstancia lo exigiera, soportando sin escandalizarse
sus tribulaciones por la Iglesia, beban el cáliz (cf. Is 51,17.
22; Mt 26,39; Mc 14,36; Lc 22,42; Jn 18,11; Mt 20,22; Mc 10,38).
75.3. Pero cuantos dan testimonio con obras (lit.: con la
obra) durante la vida y con la palabra ante un tribunal, aun
admitiendo una esperanza o estando frente a un temor (o: mirando
con desconfianza un peligro), ésos son mejores que los que
confiesan la salvación únicamente con la boca.
75.4. En
cambio, si alguno subiera también hasta el amor (agápe),
ése es en realidad bienaventurado y auténtico mártir, porque ha
hecho confesión perfectamente respecto de los mandamientos y de
Dios por medio del Señor, a quien ha amado y le ha reconocido
hermano, entregándose por completo él mismo por el amor (agápe)
hacia Dios; igual que al restituir generosamente y
afectuosamente el depósito reclamado: el hombre.
Capítulo X:
Contra el martirio espontáneo
Cuándo se debe huir
76.1. Pero al decir de nuevo: "Cuando los persigan en una
ciudad, huyan a otra" (Mt 10,23), no recomienda huir como si la
persecución fuera algo malo, ni ordena evitar la muerte huyendo
por temor a ella.
76.2. Por el contrario, no quiere que
nosotros nos hagamos causantes ni cómplices de mal alguno con
nadie; ni con nosotros mismos, (ni) para con el perseguidor o el
verdugo. Porque de cierta forma manda evitar (la confrontación);
pero el que desobedece es un arrogante y un temerario.
No se debe provocar a los
perseguidores
77.1. Pero si el que mata a un
"hombre de Dios" (1 Tm 6,11; 2 Tm 3,17; cf. 1 S 2,27; 1 R 13,1)
peca contra Dios, también el que se presenta a sí mismo ante el
tribunal se hace reo de quien le mata. Ahora bien, ése será el
que no trata de evitar la persecución, puesto que se entrega
temerariamente él mismo para ser arrestado. Éste, en lo que a él
atañe, se hace cómplice en la maldad del perseguidor; pero si
también la excita aún más, es plenamente la causa, provocando a
la fiera salvaje.
77.2. Del mismo modo, si quien (es) una
causa de lucha, de castigo, de odio o de acusación, engendra un
pretexto para la persecución.
77.3. Por eso se nos ha
ordenado no aferrarnos a ninguna cosa de las de esta vida, sino
que a quien nos quite el manto le demos también la capa (cf. Lc
6,29), para que no sólo permanezcamos libres de pasiones, sino
también para que, al no oponer resistencia a quienes nos acusan,
(no) les enfurezcamos contra nosotros mismos, y por nuestra
causa les incitemos a la blasfemia contra el Nombre (cf. 1 P
4,16).
Capítulo
XI: Respuesta a la objeción: ¿por qué son perseguidos y
castigados los cristianos si Dios cuida de ellos?
Dios no desea que los
cristianos sean perseguidos
78.1. Sin duda, dicen,
si Dios cuida de ustedes, ¿por qué son perseguidos y asesinados?
¿Acaso El mismo los entrega a esos (males)? Pero nosotros no
pensamos que el Señor quiera que caigamos en (tales) percances,
sino que ha predicho proféticamente que sabía lo que iba a
suceder, como el que seríamos perseguidos, asesinados y
empalados (o: crucificados) por su nombre (cf. Mt 10,22-23;
5,11).
78.2. De manera que no ha querido que nosotros
fuéramos perseguidos, sino que nos indicó de antemano lo que
habríamos de padecer, ejercitándonos, mediante el preanuncio de
lo que habría de suceder, en la paciencia a la que prometía la
herencia. Y no (seremos) castigados nosotros solos, sino con
(otros) muchos. Pero aquellos, se dice, puesto que (son)
malhechores, sufren justamente el castigo.
Injusta persecución contra los
cristianos
79.1. Ahora bien, sin quererlo
involuntariamente testimonian de mala gana la justicia en
nosotros, que somos castigados injustamente a causa de la
justicia. Pero ni lo injusto del juez toca a la Providencia.
Porque conviene que el juez sea dueño de su propia sentencia, no
movido por cuerdas al modo de instrumentos (u: objetos)
inanimados, empujado sólo por una causa externa.
79.2.
Por cierto será juzgado en lo que decida, como también nosotros
por la elección de las decisiones y por la paciencia. Aunque no
cometamos injusticias, sin embargo, el juez nos mirará como
injustos; porque no conoce lo que nos concierne ni quiere
conocerlo, sino que se moverá por un prejuicio sin fundamento y
por lo cual también será juzgado.
79.3. No nos persiguen
porque encuentran que somos injustos, sino porque suponen que
por el mero hecho de ser cristianos injuriamos a la vida, al
comportarnos nosotros de esa manera y al exhortar a otros a
elegir la misma vida.
Los cristianos sufren el
martirio por amor
80.1. Pero dicen: ¿por qué no
somos socorridos cuando se nos persigue? Porque, ¿en qué somos
perjudicados en cuanto a nosotros mismos, (cuando) por la muerte
somos liberados para el Señor, lo mismo que también soportamos
el cambio de vida como un cambio la edad? Pero si lo pensáramos
bien, estaríamos agradecidos a los que nos han dado la ocasión
de una rápida partida, siempre que fuéramos martirizados por
amor.
80.2. Pero si la gente no nos estimara como hombres
malos, y si también ellos conocieran la verdad, todos
ciertamente se lanzarían en nuestro camino (cf. Hch 9,2; 19,9),
y no habría elegidos (¿de Dios o de los hombres?).
80.3.
Pero puesto que nuestra fe "es luz del mundo" (Mt 5,14), censura
la incredulidad.
80.4. "Porque Anito y Meleto me podrán
matar, pero no me dañarán de ninguna manera. Puesto que me
parece que no está permitido que lo más virtuoso reciba daño de
lo peor" (Platón, Apología,
30 C-D).
80.5. De suerte que cada uno de nosotros puede
decir con confianza: "El Señor es mi ayuda, no temeré. ¿Qué me
hará un hombre?" (Sal 117 [118],6). "Porque las almas de los
justos están en las manos de Dios y jamás les alcanzará el
tormento" (Sb 3,1)[1].
Nota:
Este capítulo es el punto culminante del libro
IV. En el capítulo siguiente (XII), Clemente refuta los
argumentos del gnóstico Basílides contra el martirio, y hace la
transición a la segunda parte de este libro; la cual está
dedicada a tratar sobre el cristiano perfecto (cf.
Fuentes Patrísticas, n.
15, Madrid, Editorial Ciudad Nueva, 2003, p. 163, nota 8).
Capítulo XII: Afirmaciones de Basílides contra el martirio
Lo que dice el gnóstico
Basílides
81.1. Pero Basílides, en el [libro]
veintitrés de las "Exegéticas" sobre los castigados con el
martirio, dice estas palabras:
81.2. "Porque digo que
cuantos caen maltratados en las llamadas tribulaciones,
ciertamente por haber cometido faltas sin darse cuenta, son
conducidos a este bien por bondad del que los conduce; siendo
injuriados realmente de unas cosas consecuentes de otras, para
que no padezcan como declarados culpables por los males
confesados, ni sean acusados como adúlteros o asesinos, sino por
haber nacido cristianos (cf. 1 P 4,15-16)... (el texto original
parece tener aquí una laguna); esto les fortificará hasta
parecer que no sufren.
81.3. Pero si alguno, sin haber
pecado en absoluto, cosa rara ciertamente, es llevado al
tormento, no sufrirá por premeditación de alguna autoridad, sino
que padecerá como padece también el niño pequeño que parece no
haber cometido pecado" (Basílides,
Fragmentos, 2).
Prosigue lo dicho por
Basílides
82.1. A continuación, más abajo, de
nuevo añade: "Por tanto, como el niño pequeño que no ha pecado
antes ni ha pecado efectivamente, pero tiene en sí mismo la
posibilidad de pecar; cuando es expuesto al padecimiento, recibe
un beneficio, aprovechando las muchas cosas desagradables; así
también, si un [hombre] perfecto sin haber cometido pecado de
obra sufre, lo que padezca, lo padecerá de manera semejante al
niño pequeño. Porque en verdad, teniendo en sí mismo la
capacidad de pecar, pero no habiendo tenido la ocasión de pecar,
no ha pecado. Por tanto, no hay que atribuirle a él no haber
pecado.
82.2. Porque como quien desea cometer adulterio
es ya adúltero (cf. Mt 5,28), aunque no encuentre la ocasión de
adulterar, y quien desea cometer un asesinato es homicida,
aunque no pueda asesinar, de la misma manera también al que digo
que no ha pecado, si veo que padece, y aunque no haya hecho nada
malo, diré que es malo por pecar. Porque diré todo antes que
decir que la Providencia es mala" (Basílides,
Fragmentos, 2).
Continúa la cita de Basílides
83.1. Después, más abajo, también habla abiertamente sobre
el Señor como de un hombre: "Ciertamente, si dejando de lado
todos estos argumentos vas a llenarme de confusión con (el caso)
de algunas personas, diciendo: "Ese tal sin duda ha pecado,
porque ha padecido"; responderé, si me permites: "En verdad ese
tal no ha pecado, pero (era) como el niño pequeño que sufre". Si
todavía me fuerzas con más vehemencia el argumento, yo diré que
cualquiera sea el hombre que nombres, cualquiera que sea al que
te refieras, es hombre, y que Dios es justo. "Nadie está limpio
de mancha" (Jb 14,4), como alguno ha afirmado" (Basílides,
Fragmentos, 2).
83.2. Pero la hipótesis de Basílides dice que el alma, habiendo
pecado en la otra vida, soporta el castigo aquí; la elegida,
honrosamente mediante el martirio; pero las otras, son
purificadas con el castigo apropiado. Y, ¿cómo puede ser
verdadero eso, dependiendo de nosotros confesar y ser castigados
o no? Porque, según Basílides, el que reniega disuelve la
Providencia.
Respuesta
de Clemente a los argumentos de Basílides
84.1.
Además, yo le pregunto [a Basílides], cuando uno confiesa [su
fe] y es arrestado, ¿dará testimonio y será castigado según la
Providencia o no?. Porque si renegara, no sería castigado.
84.2. Pero si por el resultado también dijera que aquél (=
el mártir) no debería ser castigado, dará testimonio a pesar
suyo de que la perdición de los que reniegan (es) por la
Providencia.
84.3. Pero ¿cómo puede estar reservado en el
cielo el premio más glorioso para el que ha dado testimonio por
haber dado testimonio (cf. Mt 5,11)? Pero si la Providencia no
permitió al pecador que llegara a pecar, sería injusta por dos
razones: y por no sacar [del peligro] al que por la justicia es
arrastrado al castigo, y por preservar al que quería ser
culpable (o: injusto); puesto que al haberlo realizado por
haberlo querido, sin embargo, [la Providencia] al impedir la
obra, tampoco trató con justicia al pecador.
El martirio es consecuencia de
la confesión de la fe
85.1. Pero, ¿cómo no es
impío (lit.: ateo) [Basílides] al divinizar al diablo y
atreverse a decir que el Señor es un hombre que puede pecar?
Porque el diablo tienta sabiendo lo que somos, pero no sabiendo
si resistiremos. Pero tienta queriendo apartarnos de la fe y
someternos a él, puesto que también es lo único que se le ha
concedido; por una parte, porque nosotros debemos salvarnos por
nosotros mismos, apoyándonos en los mandamientos; por otra
parte, porque (experimenta) la humillación del tentador y del
que engaña, o también por la confirmación de los que (están) en
la Iglesia, o por la conciencia de los que admiran la
perseverancia.
85.2. Pero si el martirio fuera una
recompensa por medio del tormento, también la fe y la doctrina,
porque el martirio se produce a causa de ellas. En consecuencia,
si éstas (son) concausas del castigo, ¿qué otra cosa puede haber
más absurda?
85.3. Pero sobre esas teorías (lit.:
dogmas), sobre si el alma transmigra y sobre el diablo, se
hablará a su debido tiempo; pero ahora añadamos a lo ya dicho
también esto: ¿dónde (se queda) la fe si el martirio acontece
conforme a la expiación de los pecados anteriormente cometidos?
¿Dónde el amor a Dios, perseguido y probado mediante la verdad?
¿Dónde la alabanza de quien ha confesado o el reproche de quien
ha renegado? ¿Para qué servirán la conducta virtuosa o la
rectitud, mortificar las concupiscencias (cf. Col 3,5) y no
odiar a ninguna de las criaturas?
La bondad y la Providencia de
Dios
86.1. Pero si, como el mismo Basílides dice,
consideramos que el amar a todas las cosas es una parte de la
llamada voluntad de Dios, porque todas las cosas conservan su
relación con el todo, pero otra [parte] sería no desear nada, y
una tercera el no odiar nada, también serán por voluntad de Dios
los suplicios (o: castigos). Lo cual (es) impío pensarlo.
86.2. Porque ni el Señor padeció por voluntad del Padre, ni
los perseguidos son perseguidos por voluntad de Dios; puesto
que, una de dos: o una persecución ha de ser buena por voluntad
de Dios, o fueron inocentes los que lo disponen y torturan.
86.3. Pero nada (sucede) sin la voluntad del Señor del
universo. Entonces falta por decir brevemente que todo eso
sucede porque Dios no lo impidió. En verdad, sólo esto es lo que
salva tanto a la Providencia como a la bondad de Dios.
La pedagogía de la divina
Providencia
87.1. No se debe pensar (o: creer) que
Él produce las tribulaciones; porque eso no debemos ni siquiera
pensarlo; sino que conviene persuadirse de que no ha impedido a
los que las causan, y que aprovecha para bien la audacia de los
adversarios -"así, dice, derribaré la cerca y quedará para ser
pisoteada" (Is 5,5).
87.2. Una Providencia tal tiene una
función educativa (lit.: técnica pedagógica): cuando se trata de
la mayoría de las almas, nos instruye sobre los pecados
personales de cada uno; cuando se trata del Señor y de los
apóstoles, nos instruye sobre los nuestros.
87.3.
Precisamente, el divino Apóstol dice: "Porque esta es la
voluntad de Dios, la santificación de ustedes; que se abstengan
de la fornicación y que cada uno de ustedes posea su propio vaso
en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los
gentiles que no conocen al Señor; para no sobrepasarse y engañar
a su hermano en la práctica, porque el vengador es el Señor de
todas esas cosas, como también se los hemos dicho y testificado
solemnemente.
87.4. Dios no nos ha llamado a impureza,
sino en santificación. Por consiguiente, quien rechaza [estos
preceptos] no rechaza a un hombre, sino a Dios que también les
dio su Espíritu Santo" (1 Ts 4,3-8). Por eso, para nuestra
santificación, no fue impedido que padeciera el Señor.
Contra la fatalidad
88.1. Por otra parte, si alguno de esos [herejes], para
defenderse, dijera que el mártir es castigado por los pecados
cometidos antes de ser revestido corporalmente (ensomatósis:
encarnación), pero que más tarde recogerá el fruto de su
conducta en esta vida, porque así se ha dispuesto, le
preguntaremos si la recompensa proviene de la Providencia.
88.2. Porque si no fuere por disposición divina, desaparece
la economía de las purificaciones y se derrumba su hipótesis;
pero si las purificaciones son por la Providencia, también los
suplicios (son) por la Providencia.
88.3. Ahora bien, si
la Providencia comienza a moverse a partir del Arconte, como
afirman, no obstante, aquella fue sembrada en las sustancias (oysía)
junto con la generación de las sustancias por el Dios del
universo.
88.4. Siendo así, es necesario que ellos
confiesen o que el suplicio no es injusto -y proceden con
justicia quienes condenan y persiguen a los mártires-, o que
incluso las persecuciones son producidas por voluntad de Dios.
88.5. Por tanto, el sufrimiento y el temor -como ellos
mismos afirman (cf. Basílides, Fragmentos, 9)- ya no sobrevienen
a las acciones, como la herrumbre al hierro, sino que surgen en
el alma por propia voluntad.
Capítulo
XIII: Contra las afirmaciones del gnóstico Valentín
Lo que sostiene Valentín
89.1. Y ciertamente sobre estas cosas (sería) larga la
discusión, que se reserva para examinar más tarde, cuando se
presente la ocasión.
89.2. Pero Valentín escribe en una
homilía textualmente: "Desde el principio (= antes de la
creación del mundo) son inmortales, son hijos de la vida eterna;
y han querido compartir la muerte entre ustedes, para consumarla
y destruirla (cf. 1 Co 15,26. 54), para que la muerte muera
entre ustedes y por ustedes.
89.3. Porque cuando
disuelvan el mundo, pero sin que sean ustedes disueltos,
dominarán sobre la creación y sobre toda destrucción" (Valentín,
Fragmentos, 4).
89.4. Porque también éste, como Basílides, supone una raza (o:
linaje) que se salva por naturaleza; pero que esa raza superior
(o: diferente) vendría hasta nosotros aquí desde arriba para
destruir la muerte, pero el origen (lit.: generación) de la
muerte sería obra del creador del mundo.
89.5. Y por eso
[Valentín] interpreta así aquella Escritura: "Ninguno que vea el
rostro de Dios vivirá" (Ex 33,20) como si (Dios) causara la
muerte.
89.6. Acerca de este Dios hace alusión
escribiendo con estas palabras: "Cuanto menor es la imagen al
rostro viviente, tanto el mundo es inferior al eón viviente"
(Valentín, Fragmentos,
5).
Elucubraciones de
los valentinianos
90.1. "¿Cuál (es), entonces, la
causa de la imagen? La majestad del rostro ha proporcionado el
modelo al pintor; para que sea honrado por su nombre el modelo.
Porque no se encontró de manera auténtica (lit.: auténticamente)
una forma, sino que el nombre llenó lo que faltó en la
plasmación. Pero también lo invisible de Dios (cf. Rm 1,20)
contribuye a la fe de lo plasmado" (Valentín,
Fragmentos, 5).
90.2. Porque así denomina al Demiurgo, nombrado como Dios y
Padre, imagen y profeta del Dios verdadero; pero (llama) pintor
a la Sabiduría, cuya plasmación (es) la imagen, para gloria del
Invisible (cf. Gn 1,26; Col 1,15); puesto que lo que procede de
una pareja son plenitudes, pero lo que procede de uno, imágenes.
90.3. Pero puesto que lo que aparece (o: se manifiesta) de
él no es el alma intermedia, viene entonces lo superior (o:
diferente), el soplo del espíritu superior, y que se insufla
todo entero en el alma (cf. Gn 2,7), en la imagen del espíritu;
y en general, lo dicho sobre el Demiurgo, hecho a imagen (cf. Gn
1,26 y 2,7), dicen ellos que en el "Génesis" está profetizado
eso mismo en forma de imagen sensible sobre la generación del
hombre.
90.4. Y precisamente ellos se aplican a sí mismos
la semejanza (cf. Gn 1,26), enseñando que la comunicación del
espíritu superior les ha llegado sin que lo supiera el Demiurgo.
Cristo verdaderamente
destruye la muerte
91.1. En verdad, cuando
tratemos sobre la unidad de Dios, proclamada por la Ley, los
profetas y el Evangelio, discutiremos también esta cuestión (=
la ignorancia del Demiurgo) -porque el Verbo es lo primordial-,
pero hay que ir al encuentro de lo que apremia.
91.2. Si
la raza superior viene para disolver la muerte, (entonces)
Cristo no destruyó la muerte (cf. 2 Tm 1,10; 1 Co 15,25. 54), si
no se dice que también Él era consubstancial a ellos; pero si Él
la destruyó como para que no tuviera contacto con la raza
superior, no aniquilan la muerte ésos, los falsificadores del
Demiurgo, los del alma intermedia, los que insuflan en su propia
imagen la vida de arriba, según esta doctrina herética, aunque
digan que esto sucede a través (o: por intermedio) de la madre
(= Sofía).
91.3.
Pero aunque digan que con Cristo luchan en contra de la muerte,
confiesan la doctrina (lit.: el dogma) que ha permanecido
oculta, con que se atreven a atacar el divino poder del
Demiurgo, rectificando su creación como mejores que aquél,
tratando de salvar la imagen psíquica que (el Demiurgo) no pudo
librar de la corrupción.
91.4. Pero también el Señor
sería mejor que el Dios creador. Porque el Hijo nunca podrá
luchar contra el Padre, y esto (por ser) dioses.
Buscar lo que es de Cristo
92.1. Pero que Él es el Padre del Hijo, el Creador del
universo, el Señor omnipotente, lo dejamos para la reflexión en
la que prometimos discutir sobre las herejías, demostrando que
el [Padre] es el único predicado por el [Hijo].
92.2.
Ahora bien, el Apóstol escribiendo sobre la paciencia en las
tribulaciones, nos dice: "Y esto viene de Dios: porque a ustedes
les dada la gracia por Cristo, no sólo de creer en Él, sino
también el padecer por Él; teniendo el mismo combate que vieron
en mí y ahora oyen de mí (lit.: oyen en mí).
92.3. Si hay
algún consuelo en Cristo, algún estímulo de amor, si alguna
comunión de espíritu, si hay afecto entrañable y compasión,
completen mi gozo, pensando lo mismo, teniendo el mismo amor,
siendo de una misma alma, pensando una sola cosa" (Flp
1,28--2,2).
92.4. Si el Apóstol se derrama en libación
"sobre el sacrificio y el servicio de la fe" (Flp 2,17),
alegrándose y congratulándose con aquellos a quienes escribe,
los filipenses, llamándoles copartícipes de la gracia (cf. Flp
2,17; 1,7; 2,2; Ef 3,6; 5,7), ¿cómo les dice de idénticos
sentimientos (cf. Flp 2,2) y psíquicos?
92.5. De igual
modo, cuando escribe sobre sus relaciones con Timoteo, dice:
"Porque a nadie tengo con los mismos sentimientos, que
genuinamente se interese de lo de ustedes. Porque todos buscan
sus propios intereses, no los de Cristo Jesús" (Flp 2,20-21).
La caridad
cristiana
93.1. Así, los mencionados [herejes], y
también los frigios (= discípulos del hereje Montano), no nos
llamen psíquicos, como una infamia. En efecto, también éstos
[frigios] llaman psíquicos a quienes no obedecen a la nueva
profecía; discutiremos con ellos en los [escritos] "Sobre la
profecía".
93.2. Ahora bien, es necesario que el [hombre]
perfecto practique el amor y desde de allí se apresure hacia la
amistad divina, cumpliendo los mandamientos por amor.
93.3. Pero amar a los enemigos, dice [la Escritura] (cf. Mt
5,44; Lc 6,27. 35), no es querer el mal, ni la impiedad, el
adulterio o el robo, sino [amar] al ladrón, al impío, al
adúltero, no en cuanto que pecan y que con tales acciones
manchan la denominación de hombre, sino en cuanto que son hombre
y obra de Dios. Sin duda el pecar consiste en una acción, no en
una sustancia; por eso no (es) obra de Dios (cf. Rm 8,7; St
4,4).
El buen uso de
las cosas
94.1. Los pecadores son llamados
enemigos de Dios, (son) además enemigos de los mandamientos, a
los que no obedecen al igual que son amigos [de Dios] los que
los obedecen, llamados así por elegir éstos (ser) familiares (de
Dios), aquellos por apartarse (de Él).
94.2. Nada es la
enemistad ni el pecado sin enemigo y sin pecador. Y el [precepto
de] no desear no enseña a no tener deseo alguno (cf. Ex 20,17;
Dt 5,21; Rm 7,7; 13,9), como si las cosas deseables [nos] fueran
extrañas, como dejan deslizar los que dogmatizan que el Creador
es distinto del Dios primero, ni como que la generación fuera
abominable y mala.
94.3. Estas opiniones son impías, pero
nosotros llamamos extrañas a las cosas del mundo, no como
absurdas, ni como no pertenecientes a Dios, Señor de todo, sino
porque, no permanecemos en ellas toda la eternidad, son extrañas
por posesión, y pasan por sucesión a otras manos, pero respecto
a su utilidad son propias de cada uno de nosotros, para quienes
también fueron hechas; sólo que hay que aproximarse a ellas en
la medida de lo necesario.
94.4. Así, según el apetito
natural hay que hacer buen uso de lo que no está prohibido,
evitando toda exageración y complacencia (desordenada).
Capítulo
XIV: La bondad de Dios
El diablo es enemigo del
género humano
95.1. ¡Pero qué grande (es) también
la bondad! Dice [el Señor]: "Amen a sus enemigos, bendigan a los
que los maldicen, y rueguen por los que los ultrajan" (Mt 5,44;
Lc 6,27-28), y cosas parecidas. A las que añade: "Para que sean
hijos de su Padre que está en los cielos" (Mt 5,45), aludiendo a
la semejanza respecto con Dios.
95.2. Pero de nuevo dice:
"Ponte de acuerdo con tu adversario, mientras estás con él en el
camino" (Mt 5,25). El cuerpo no es el adversario, como quieren
algunos, sino el diablo -y los que se asemejan a él-, que camina
con nosotros por el camino mediante los hombres que en esta vida
terrena imitan sus obras.
95.3. Ciertamente, es imposible
que no padezcan lo más odioso quienes confiesan ser ellos mismos
de Cristo, pero están ocupados (lit.: establecidos) en las obras
del diablo. Porque está escrito: "Para que no te entregue al
juez, y el juez al ejecutor" (Mt 5,25) del reino del diablo.
El mártir gnóstico
96.1. "Porque estoy persuadido que ni la muerte", que traen
los perseguidores, "ni la vida", la de este mundo, "ni los
ángeles", los apóstatas, "ni los principados" -principado es
para Satanás la vida que eligió; porque tales son sus
principados y las poderes de la tiniebla (cf. Ef 6,12)-, "ni las
cosas presentes", en las que nos encontramos durante el tiempo
de la vida, como la esperanza del soldado y la ganancia del
comerciante,
96.2. "ni altura ni profundidad, ni alguna
otra criatura" -según la actividad propia del hombre que ha
decidido oponerse a la fe; pero se dice creación y actividad
como sinónimos de obra nuestra-; tal actividad "no podrá
separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rm
8,38-39). Ahí tienes una síntesis del mártir
gnóstico.
Capítulo
XV: El cristiano debe obrar para la gloria de Dios
La gnosis que enseña el
apóstol Pablo
97.1. "Sabemos que todos nosotros
tenemos gnosis" (1 Co
8,1), la común en los [cristianos] comunes y la de que Dios es
uno; así [el Apóstol] escribía a los fieles. Por lo cual añade:
"Pero no en todos hay gnosis"
(1 Co 8,7), la que se transmite a pocos. Pero hay quienes
afirman que la gnosis
"sobre los sacrificios a los ídolos" (1 Co 8,1), no está en
todos (cf. 1 Co 8,7)..., "no sea que nuestra autoridad llegue a
ser tropiezo para los débiles" (1 Co 8,9);"porque el débil se
pierde por tu gnosis"
(1 Co 8,11).
97.2. Y si además dijeran: "Hay que comprar
todo lo que se vende en el mercado de carne" (1 Co 10,25),
añadiendo en tono interrogativo: "¿Sin averiguar nada?", igual
que si lo preguntaran, propondrían una exégesis ridícula.
97.3. Porque el Apóstol dice: "Compren en el mercado de la
carne todas las otras cosas sin preguntar nada" (1 Co 10,25), a
excepción de lo prescrito según la epístola general (lit.:
católica) de todos los
Apóstoles, con la aprobación del Espíritu Santo, que ha sido
escrita en los "Hechos de los Apóstoles", pero distribuida entre
los fieles por el ministerio del mismo Pablo. Porque indicaron
"que era necesario deber abstenerse de lo sacrificado a los
ídolos, de la sangre de (los animales) estrangulados y de la
fornicación; si se guardan de eso, harán bien" (Hch 15,28-29).
97.4. Otra cosa es lo dicho por el Apóstol: "¿Acaso no
tenemos derecho a comer y a beber? ¿No tenemos derecho a llevar
una mujer hermana [en la fe], como los demás apóstoles y los
hermanos del Señor y Cefas?" (1 Co 9,4-5). Y dice: "Pero no
hemos hecho uso de ese derecho, sino que todo lo soportamos,
para no poner obstáculo al Evangelio de Cristo" (1 Co 9,12).
97.5. Llevando cargas, debiendo estar libres de todo y
queriendo ser ejemplo para quienes desean ser continentes, al no
estar edificados para comer libremente lo que se ofrece, y
tratar a una mujer de cualquier manera (cf. 1 Co 8,10). Pero
conviene sobre todo que a los que "se les ha confiado una
economía" (1 Co 9,17) tan importante sean propuestos como
ejemplo irreprochable para los que aprenden.
Abstenerse por el bien de los
demás
98.1. Dice [el Apóstol]: "Porque siendo
libre de todos, yo mismo me he hecho esclavo para todos, para
ganarlos a todos" (1 Co 9,19); y "todo el que lucha en todo
practica la continencia" (1 Co 9,25). Pero "del Señor (es) la
tierra y su plenitud" (1 Co 10,26; Sal 23 [24],1).
98.2.
"Por causa de la conciencia" (1 Co 10,27), por tanto, hay que
abstenerse de lo que hay que abstenerse. "Pero no digo
conciencia de ti mismo, que es
gnóstica, sino de la del otro" (1 Co 10,29), para que por
ignorancia no se edifique de mala manera, imitando lo que no
conoce, siendo despreciador, en vez de magnánimo.
98.3.
"¿Por qué ha de juzgarse mi libertad por otra conciencia? Si yo
participo con agradecimiento, ¿por qué soy censurado por aquello
por lo que yo doy gracias? Todo lo que hagan, háganlo para
gloria de Dios" (1 Co 10,29-31): todo lo manda hacer bajo la
regla de la fe.
Capítulo
XVI: La norma de vida del gnóstico
Bendecir a quien nos persigue
99.1. "Ciertamente, con el corazón se cree para la justicia,
pero con la boca se confiesa para la salvación. Porque la
Escritura dice: "Todo el que crea en Él no será avergonzado" (Is
28,16; Rm 10,10-11). Esta es la palabra de la fe que
proclamamos, porque si confiesas con tu boca que Jesús es Señor,
y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos,
serás salvo" (Rm 10,8-9).
99.2. Abiertamente subraya la
perfecta justicia, cumplida en la práctica y en la contemplación
(teoría). "Bendigan a
los que los persiguen; bendigan y no maldigan" (Rm 12,14).
99.3. "Porque ésta es nuestra jactancia, el testimonio de
nuestra conciencia, que en santidad y sinceridad" reconocemos a
Dios, indicando mediante esa pequeña ocasión la obra del amor,
porque "nos condujimos en el mundo no en sabiduría carnal, sino
con gracia de Dios" (2 Co 1,12).
La fe y la gnosis
100.1. Esto [dice] el Apóstol sobre la
gnosis; y en la "Carta
a los Corintios", llama "olor de
gnosis" (2 Co 2,14) a
la enseñanza común de la fe.
100.2. "Porque, hasta el día
de hoy, para la mayoría el mismo velo sobre la lectura del
antiguo pacto permanece, no siendo descubierto" (2 Co 3,14), en
vistas a la conversión hacia el Señor (cf. 2 Co 3,16).
100.3. Por eso [el Señor] les mostró una resurrección a quienes
pueden distinguir la vida que todavía en carne se arrastra sobre
el vientre (cf. Gn 3,14). De donde, también llamó "engendros de
víboras" (Mt 3,7; 12,34; 23,33) a los amantes de los placeres, a
los esclavos del vientre (cf. Rm 16,18) y del sexo, a los que se
cortan recíprocamente las cabezas "con las concupiscencias
mundanas" (Tt 2,12).
100.4. "Hijitos, no amemos de
palabra ni con la lengua, dice Juan, enseñando a ser perfectos,
sino en obra y de verdad. En esto conoceremos que somos de la
verdad" (1 Jn 3,18-19).
100.5. Pero, si "Dios (es) amor"
(1 Jn 4,16), también (es) amor la piedad. "No hay temor en el
amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor" (1 Jn
4,18). "Este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos"
(1 Jn 5,3).
100.6. A su vez, para el que desea devenir
gnóstico, está escrito
también: "Pero hazte ejemplo para los fieles en palabra, en
comportamiento, en amor, en fe y en pureza" (1 Tm 4,12); por
ello, pienso que la fe perfecta se distingue de la fe común.
El canon del
gnóstico
101.1. Y el divino Apóstol establece la
norma (canon) del
gnóstico mediante esas
cosas escribiendo esto: "Yo he aprendido a estar contento en
(las circunstancias) en que estoy. Sé pasar necesidad y sé vivir
en la abundancia; en todo y en todas las circunstancias he sido
iniciado: para ser saciado y pasar hambre, para vivir en la
abundancia y sufrir necesidad. Para todo tengo fuerza en el que
me da el poder" (Flp 4,11-13). Y, dialogando con otros para
cambiarles el modo de pensar, no duda en decir:
101.2.
"Pero recuerden continuamente los días anteriores, en los que,
habiendo sido iluminados, soportaron una gran lucha de
sufrimientos. Unas veces, con ultrajes y tribulaciones expuestos
públicamente; otras, solidarios de los que así eran tratados.
Porque sufrieron (lit.:
simpatizaron) con mis cadenas, y aceptaron con alegría la
confiscación de sus bienes, sabiendo que ustedes mismos tenían
una posesión mejor y permanente.
101.3. No pierdan, por
tanto, su confianza, la cual tiene una gran recompensa. Porque
necesitan tener paciencia, para que, cumpliendo la voluntad de
Dios, obtengan la promesa. Puesto que, aún un poco, un poco (de
tiempo y) el que viene llegará y no se retrasará (Ha 2,3-4).
Pero mi justo vivirá de fe, y si se vuelve atrás, no se
complacerá mi alma en él (Is 26,20-21). Pero nosotros no somos
de retirada para destrucción, sino de la fe para conservación
del alma" (Hb 10,32-39).
Los justos de la Antigua
Alianza
102.1. Después te presenta un enjambre de
ejemplos divinos (cf. Hb 11). ¿Acaso no es por la fe, dice,
mediante la paciencia, que tuvieron éxito "quienes recibieron
burlas y azotes, cadenas y cárcel? Fueron apedreados,
torturados, muertos con golpe (lit.: asesinato) de espada,
anduvieron de acá para allá en pieles de oveja y de cabra,
pasando necesidad, atribulados, maltratados, indignos del mundo,
errantes por los desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de
la tierra.
102.2. Y todos, martirizados por la, fe, no
alcanzaron la promesa de Dios" (Hb 11,36-39). Falta por entender
el "ellos" solos que se dice según preterición.
La salvación en Cristo
103.1. Y añade: "Porque Dios, que era bueno, había previsto
algo mejor para nosotros, para que sin nosotros no fuesen
[ellos] perfeccionados" (Hb 11,40). "Por eso, también nosotros,
teniendo alrededor una nube santa y luminosa de testigos,
despojados de todo impedimento y del pecado que [nos] asedia,
mediante la paciencia, corramos a la lucha puesta delante,
fijando la mirada en el autor y consumador de la fe, Jesús" (Hb
12,1-2).
103.2. Por eso, dice que hay una sola salvación
en Cristo para los [antiguos] justos y para nosotros; en verdad,
ya lo había dicho claramente antes; y no menos lo añade al
referirse a Moisés: "Teniendo por mayor riqueza el oprobio por
Cristo que los tesoros de Egipto, porque miraba fijamente la
recompensa. Por la fe abandonó Egipto, sin miedo a la ira del
rey. Porque perseveró como si viera al Invisible" (Hb 11,26-27).
103.3. La divina sabiduría dice sobre los mártires: "A los
ojos de los insensatos parecían morir, y su partida fue
entendida como desdicha y su marcha de entre nosotros un
exterminio. Pero ellos están en paz. Y aunque a la vista de los
hombres fueran castigados, su esperanza está llena de
inmortalidad" (Sb 3,2-4).
El martirio como purificación
104.1. A continuación, enseñando que el martirio es una
gloriosa purificación, añade: "Y con una pequeña corrección,
recibirán grandes bienes, porque Dios los probó" (Sb 3,5); es
decir, permitió que fueran puestos a prueba y quien los puso a
prueba quedara a descubierto y confundido, "y los halló dignos
de sí mismo" (Sb 3,5), evidentemente (dignos) de ser llamados
hijos (cf. Mt 5,9).
104.2. "Como oro en el crisol los
probó y fueron recibidos como holocausto de sacrificio. Y
brillarán el tiempo de su tribulación, y correrán como chispas a
través del cañaveral. Juzgarán naciones, serán dueños de pueblos
y su Señor reinará por los siglos" (Sb 3,6-8).
Capítulo
XVII: Pasajes de la "Primera Carta a los Corintios" de Clemente
de Roma
El
testimonio de Clemente de Roma
105.1. Ciertamente,
en la "Carta a los Corintios", al describir un modelo (typos)
del gnóstico, el
apóstol Clemente dice:
105.2. "Porque ¿quién de los que
permanecieron algún tiempo entre ustedes no aprobó su fe muy
virtuosa y firme? ¿Quién no admiró su sensata (o: temperante) y
equilibrada (o: moderada) piedad en Cristo? ¿Y no proclamó la
magnífica (o: generosa) costumbre de la hospitalidad de ustedes?
¿Y no celebró la gnosis
perfecta y firme?
105.3. Porque todo lo hacían sin
acepción de personas y caminaban en las leyes de Dios" (Clemente
de Roma, Carta primera a los
Corintios, 1,2-3), y lo que sigue.
105.3. Después,
[dice] más abiertamente: "Pongamos nuestros ojos en los que de
una manera perfecta sirvieron a su magnífica gloria. Tomemos a
Henoc que, hallado justo en la obediencia, fue llevado al
[cielo]" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios, 9,2-3; cf. Gn 5,23-24);"y
a Noé, que se salvó por haber haber creído" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
9,4; cf. Gn 6,8); y a Abraham, que por fe y hospitalidad, fue
llamado amigo de Dios y fue padre de Isaac" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
10,1. 7; 17,2).
105.4. "Por hospitalidad y piedad Lot fue
salvado de Sodoma" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
11,1; cf. Gn 19). "Por fe y hospitalidad fue salvada la ramera
Rahab" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios, 12,1; cf. Jos 2). Por
paciencia y fe anduvieron vestidos de pieles de oveja y de
cabra, con vestidos tejidos de piel de camello, predicando el
reino de Cristo; nos referimos a los profetas Elías, Eliseo,
Ezequiel y Juan [el Bautista] (cf. Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
17,1 y Hb 11,37).
La
humildad
106.1. Porque Abraham, que por su fe
libre fue llamado amigo de Dios, no se exaltó por esa gloria,
sino que con moderación (o: sencillez; modestia) dijo: "Pero yo
soy tierra y ceniza" (Gn 18,27; cf. Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
17,2).
106.2. "Sobre Job está escrito así: "Job era justo
e irreprensible, veraz, piadoso, exento de todo mal"" (Jb 1,1;
Clemente de Roma, Carta
primera a los Corintios, 17,3).
106.3. Él mismo
venció por la paciencia al tentador, fue mártir y al mismo
tiempo recibió testimonio de Dios; resiste por la humildad y
dice: "Nadie está limpio de mancha, ni aunque su vida sea de un
día" (Jb 14,4-5; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
17,4).
106.4. Moisés, "el fiel servidor en toda su casa"
(Clemente de Roma, Carta
primera a los Corintios, 17,5; cf. Nm 12,7; Hb 3,2. 5),
al que le vaticinaba desde la zarza le dijo: "¿Quién soy yo para
que me envíes? Yo soy de voz débil y lento en el hablar"
(Clemente de Roma, Carta
primera a los Corintios, 17,5; cf. Ex 3,11; 4,10), para
transmitir la voz del Señor con lenguaje humano. Y de nuevo: "Yo
soy vapor de una olla" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
17,5). "Porque Dios resiste a los soberbios, pero da la gracia a
los humildes" (Pr 3,34; St 4,6; 1 P 5,5; cf. Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
30,2).
Reconocer el
propio pecado
107.1. De otra parte está David, de
quien testimonia el Señor y dice: "He hallado un varón según mi
corazón, David, hijo de Jesé; lo he ungido con óleo santo"
(Clemente de Roma, Carta
primera a los Corintios, 18,1; cf. Sal 88 [89],21; 1 S
13,14; Hch 13,22).
107.2. "Pero también él dice a Dios:
"Ten piedad de mí, oh Dios, según tu gran misericordia, y por la
abundancia de tu compasión borra mi delito.
107.3. Lávame
aún más (o: por entero) de mi iniquidad y purifícame de mi
pecado; porque yo conozco mi iniquidad, y mi pecado está siempre
delante de mí"" (Sal 50 [51],3-6; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
18,2-3).
107.4. Después, aludiendo al pecado que no cae
bajo la ley, con sencillez (o: modestia)
gnóstica añade: "Contra
ti solo he pecado y he hecho lo malo delante de ti" (Sal 50
[51],6; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios, 18,4).
107.5.
"Porque dice la Escritura en cierto lugar: "El espíritu del
Señor es luz que escruta los escondrijos de las entrañas"" (Pr
20,27; Clemente de Roma, Carta
primera a los Corintios, 21,2).
107.6. Y uno,
cuanto más gnóstico
deviene por la práctica de la justicia, tanto más se le aproxima
el Espíritu luminoso (o: iluminador).
107.7. Así se
aproxima el Señor a los justos, "y no se le oculta ninguno de
los pensamientos y raciocinios que hacemos" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
21,3).
107.8. Me refiero, al Señor Jesús, que con su
omnipotente voluntad escruta (epískopos)
nuestros corazones, y "cuya sangre fue consagrada (o:
santificada) por nosotros" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
21,6).
Como
debiera ser la vida del cristiano
108.1.
"Respetemos, por tanto, y veneremos a quienes nos preceden;
honremos a los ancianos; eduquemos a los jóvenes en la educación
de Dios" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios, 21,6).
108.2.
Bienaventurado quien enseñe y practique dignamente las cosas del
Señor; (ése) tiene un espíritu magnánimo y contemplativo de la
verdad.
108.3. "Dirijamos a nuestras esposas hacia el
bien; muestren, dice, la amable costumbre de la pureza; den
pruebas de su sincera voluntad de comprensión; hagan manifiesto
el decoro de su lengua mediante el silencio; (y) ofrezcan su
amor no por inclinaciones (cf. 1 Tm 5,21), sino santamente y de
igual manera para con todos los que temen a Dios.
108.4.
Nuestros hijos participen de la educación en Cristo: aprendan la
fuerza de la humildad ante Dios, lo que puede el amor puro ante
Dios, cuán hermoso y grande es el temor de Dios, que salva a
todos los que se vuelven santamente a Él con un corazón puro.
108.5. Porque [Él] es escrutador de los pensamientos e
intenciones; su aliento (o: soplo) está en nosotros, y cuando
quiere lo quita (o: hace desaparecer)" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
21,6-9).
El misterio
gnóstico de los números siete (hebdómada) y ocho (ogdóada)
109.1. "Pero la fe en Cristo afianza todas esas cosas.
"Vengan, hijos, dice el Señor; escúchenme: yo les enseñaré el
temor del Señor. ¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea
ver días felices"" (Sal 33 [34],12-13; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
22,1-2).
109.2. Luego añade el misterio gnóstico de la
hebdómada y de la ogdóada: "Preserva tu lengua del mal y tus
labios de hablar con engaño. Aléjate del mal y haz el bien;
busca la paz y síguela" (Sal 33 [34],14-15; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios, 22,4-5).
109.3. Porque
alude a la gnosis
mediante el alejamiento del mal por una parte y con la acción
del bien por otra, enseñando que hay que ser perfectos en obra y
palabra. "Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos
escuchan su súplica. Pero el rostro del Señor, contra los que
hacen lo malo, para eliminar de la tierra su memoria" (Sal 33
[34], 16-17; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios, 22,6).
La misericordia del Señor
rodea al cristiano
110.1. "Gritó el justo y el
Señor lo escuchó y lo libró de todas las tribulaciones. Puesto
que muchos (son) los azotes de los pecadores, pero la
misericordia rodeará a los que esperan en el Señor" (Sal 33
[34],18; 31 [32],10; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
22,7-9). Dice que el que espera sinceramente está envuelto por
una gran cantidad de misericordia.
110.2. Porque está
escrito en la "Carta a los Corintios": "Por Jesucristo, nuestra
mente, necia y oscurecida, florece de nuevo a la luz. Por medio
de Él quiso el Soberano que gustásemos de la
gnosis inmortal"
(Clemente de Roma, Carta
primera a los Corintios, 36,2).
110.3. Mostrando
también, más expresivamente, lo característico (idioma:
propiedad) de la gnosis,
añadió: "Puesto que esas cosas son ya evidentes para nosotros, y
habiendo penetrado en la profundidad de la
gnosis divina, debemos
hacer con orden todo lo que el Soberano [nos] ha prescrito
cumplir, según los tiempos establecidos" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
40,1).
110.4. "Por tanto, el sabio demuestre su sabiduría
no sólo con las palabras, sino en buenas obras; el humilde no dé
testimonio de sí mismo, sino que deje que otro dé testimonio de
él, y el casto en la carne no se vanaglorie, reconociendo que es
otro el que le concede la continencia (o: templanza)" (Clemente
de Roma, Carta primera a los
Corintios, 38,2).
110.5. "Miren, hermanos, que
cuanto mayor es la gnosis
con que hemos sido honrados, tanta mayor es la responsabilidad a
la que estamos obligados" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
41,2).
Capítulo
XVIII: Sobre la caridad
El amor cristiano
111.1. Así entonces, la venerable y pura educación (o:
conducta) de nuestra filantropía, según Clemente, busca el bien
común (cf. Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios, 48,1. 6), o padeciendo el
martirio, o educando con obra y palabra, la cual (es) doble:
oral y escrita.
111.2. Esto es el amor: amar a Dios y al
prójimo (cf. Mt 22,37-39); este [amor] lleva hacia la altura
inenarrable.
111.3. "El amor cubre multitud de pecados"
(1 P 4,8: cf. St 5,20);"el amor todo lo sufre, todo lo aguanta"
(1 Co 13,7);"el amor nos une a Dios, todo lo hace en concordia.
Todos los elegidos de Dios se hicieron perfectos en el amor; sin
amor nada es agradable a Dios" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
49,5).
111.4. "No hay explicación (lit.: exégesis) que
exprese su perfección" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
50,1), dice. "¿Quién es capaz de ser encontrado en él, sino
aquellos a los que Dios juzgue dignos?" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
50,2).
111.5. Lo mismo dice el apóstol Pablo: "Si
entregase mi cuerpo, pero no tengo amor, soy bronce que resuena
y címbalo que retiñe" (1 Co 13,3 y 1); así -dice-, si no es
mediante una libre decisión, por un amor gnóstico, yo sería
mártir, pero por temor.
El cristiano debe llevar una
vida coherente
112.1. Si es que confieso al Señor
golpeando con los labios en testimonio del Señor por el premio
esperado, soy un hombre común; hago eco al Señor, no lo conozco.
Porque también está el pueblo que ama con los labios (= los
judíos), y hay otro que entrega el cuerpo para ser quemado (=
los gimnosofistas; cf. II,125,11).
112.2. "Y si
repartiese todas mis posesiones" (1 Co 13,3), dice, no según la
razón de la comunión del amor, sino según la recompensa bien del
hombre beneficiado bien del Señor que la ha prometido.
112.3. "Y si tengo toda la fe hasta para trasladar las montañas"
(1 Co 13,2) y eliminara las pasiones que ofuscan el juicio, si
no fuera fiel al Señor por el amor, "nada soy" (1 Co 13,2),
porque en comparación del que da testimonio gnósticamente, soy
contado como uno más y en nada diferente.
112.4. "Pero si
todas las generaciones desde Adán hasta el día de hoy han
pasado; sin embargo, los perfectos en el amor poseen, según la
gracia de Dios, el lugar de los piadosos; ellos se manifestarán
en la visita del reino de Cristo" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
50,3).
Dios es bueno
113.1. El amor no permite pecar. Y aunque uno cayere
involuntariamente en alguna mala situación por culpa de los
ataques del enemigo, imitando a David salmodiará:
113.2.
"Confesaré al Señor, y le agradará más que un novillo nuevo que
echa cuernos y pezuñas. Lo verán los pobres y se alegrarán" (Sal
68 [69],31-33; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
52,1).
113.3. Porque dice: "Sacrifica a Dios un
sacrificio de alabanza y cumple tus votos al Señor. E invócame
también en el día de tu tribulación y te libraré y me
glorificarás. Porque un sacrificio para Dios es un espíritu
quebrantado" (Sal 49 [50],14-15; 50 [51],19; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
52,3-4).
113.4. También Dios es llamado amor, siendo
bueno (cf. 1 Jn 4,8. 16). "El amor (a Él) no hace mal al
prójimo" (Rm 13,10), ni causa injusticia ni se venga nunca, sino
que hace el bien a todos sin distinción, a imagen de Dios.
113.5. "El amor es la plenitud de la ley" (Rm 13,10), lo
mismo que Cristo; es decir, la venida del Señor que nos ama y,
según Cristo, nuestra enseñanza y nuestra conducta amorosa (o:
conforme al amor).
113.6. Así, con el amor se
perfeccionan el no fornicarás y el no desearás (la mujer) de tu
prójimo (cf. Ex 20,14. 17 y 19; Rm 13,9), que antes se reprimían
por temor. La misma acción entraña una diferencia según que se
haga por miedo o se cumpla por amor, y si se realiza por fe o
también gnósticamente.
Falsa interpretación de un
pasaje del evangelio de Mateo
114.1. También es
lógico que las recompensas de esas [disposiciones] (sean)
distintas. En efecto, para el
gnóstico está preparado "lo que ni ojo vio, ni oído oyó,
ni subió a corazón humano" (1 Co 2,9); pero al que ha creído con
sencillez le certifica el céntuplo de lo que ha abandonado (cf.
Mc 10,30), agregando que esta promesa sería entendida por la
inteligencia humana.
114.2. Llegado aquí, me acuerdo de
uno que se decía gnóstico
(= ¿Pródico?); porque explicando: "Pero yo les digo: el que mira
a la mujer con deseo, ya cometió adulterio" (Mt 5,28), juzgaba
que no se condenaba el simple deseo, sino que por el deseo el
acto, yendo más allá del deseo, fuese consumado en la mujer (lit.:
en ella); porque si en un sueño [el deseo] se vale de la
imaginación (o: fantasía), también se vale entonces del cuerpo.
La historia de
Bóccoris
115.1. Los que han compuesto las
historias del justo Bóccoris (= mítico rey de Egipto) refieren
el siguiente juicio: al enamorarse un joven de una cortesana,
por una retribución (o: paga) determinada, convence a la joven
para estar con él al día siguiente (en su casa).
115.2.
Adelantado inesperadamente el deseo hacia la muchacha en sueños,
y una vez saciado, aleja del vestíbulo a la amada que había
llegado conforme a lo convenido; pero ella, enterada de lo
sucedido, reclama la retribución, diciendo que de alguna manera
ella había satisfecho el deseo del amante.
115.3. Así,
llegaron al juez. Éste ordenó al joven que pusiera delante la
bolsa con la retribución, pero al sol; y ordenó a la cortesana
que tomara la sombra [de la bolsa], decidiendo, con gracia, que
se pagara con una apariencia de dinero por una apariencia de
abrazo.
Mirar lo
hermoso con amor limpio
116.1. Por tanto, uno
sueña cuando el alma asiente a la fantasía, pero sueña despierto
el que mira con deseo (o: concupiscencia), no sólo -como decía
aquel aparente gnóstico-,
si al tiempo que ve a la mujer concibe en el pensamiento la
unión (o: comunión; omilían)
con ella -porque esto es ya una acción del deseo en cuanto
deseo-; pero si uno contempla sólo la belleza del cuerpo, dice
el Verbo, y la carne le parece que es bella por el deseo,
entonces es juzgado por mirar carnalmente y pecaminosamente lo
que ha admirado.
116.2. Porque, por el contrario, quien
mira lo bello con amor limpio, no considera bella la carne, sino
el alma; admira el cuerpo, pienso yo, como una estatua, por cuya
belleza lo conduce a él mismo al Artífice y a lo realmente
bello, demostrando a los ángeles que inspeccionan en la
ascensión un símbolo santo, el carácter luminoso de la justicia,
[me] refiero a la unción de la [divina] complacencia, a la
cualidad de la disposición impresa en el alma conforme a la
inhabitación del Espíritu Santo.
El justo
117.1.
El pueblo no era capaz de mirar a esa gloria que resplandecía
sobre el rostro de Moisés, y por eso echó un velo sobre la
gloria ante los que miraban de forma carnal (cf. Ex 34,29-35).
117.2. Porque a los que llevan consigo algo del mundo, los
detienen los que exigen el tributo, (al verlos) cargados con los
intereses de las pasiones; pero al desnudo ciertamente de lo
sometido a tributo, lleno de gnosis y de la justicia de las
obras, le felicitan y le dejan pasar, proclamando bienaventurado
al hombre junto también a su obra.
117.3. "Y su hoja no
caerá" del árbol de la vida, que crece junto "a las corrientes
de agua" (Sal 1,3; Ap 22,2).
117.4. El justo es comparado
a los árboles ricos en frutos, no sólo por el sacrificio de lo
que asciende hasta el cielo (= texto original defectuoso y de
difícil lectura)... También existían, según la ley, los
inspectores de las cosas sagradas para las oblaciones de los
sacrificios.
117.5. Ahora bien, los expertos, distinguen
el apetito del deseo; y éste lo refieren a los placeres y a la
intemperancia, movimientos irracionales; pero el apetito,
movimiento racional, a las necesidades naturales.
Capítulo
XIX: Tanto las mujeres como los hombres deben tender hacia la
perfección
Moisés y Judit
118.1. Esta misma perfección pueden
compartirla por igual tanto el varón como la mujer.
118.2. Así, no fue sólo Moisés el que escuchó de Dios: "Te he
hablado una y dos veces, diciendo: "He mirado a este pueblo y
veo que es de dura cerviz; déjame que los destruya y borre su
nombre de debajo del cielo, y te haré un pueblo grande y
admirable y mucho mejor que este"" (Dt 9,13-14).
118.3.
Le responde [Moisés], rogando [a Dios] que no se fije en él
mismo, sino en la salvación común: "De ningún modo, Señor;
perdona el pecado a este pueblo, o de otro modo bórrame del
libro de los vivientes" (Ex 32,32; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
53,3-5). ¡Que gran perfección de quien quiso morir con el pueblo
antes que ser salvado él solo!
118.4. Pero también Judit,
perfecta entre las mujeres, estando dentro de la ciudad sitiada,
a ruego de los ancianos, sale al campamento de los extranjeros,
despreciando todo peligro, entregándose ella misma a los
enemigos en favor de su patria, con la fe puesta en Dios. En
seguida recibe el premio de su fe: al ser una mujer vencedora
del enemigo por su fe, se apoderó de la cabeza de Holofernes
(cf. Jd 8--13; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
55,4-5).
Esther, Susana
y la hermana de Moisés
119.1 También Esther,
perfecta en fe, libró a Israel del poder del tirano y de la
crueldad del sátrapa, fue la única mujer que, extenuada por los
ayunos, se levantó contra innumerables manos armadas,
deshaciendo mediante su fe el decreto tiránico.
119.2. Y
después en verdad lo amansó a [Asuero], desbarató a Amán y salvó
intacto a Israel mediante su perfecta súplica a Dios (cf. Est
2,1--8,17; Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios, 55,6).
119.3. Pero
calló a Susana y a la hermana de Moisés; lugarteniente del
ejército con el profeta (cf. Ex 15,20-21), siendo la primera de
todas las mujeres insignes en sabiduría entre los hebreos; pero
aquella, llegando hasta la muerte por su extraordinaria dignidad
(o: gravedad), siendo condenada por amantes lujuriosos,
permaneció mártir inconmovible de la pureza (cf. Dn 13).
Valor de algunas mujeres
griegas
120.1. En efecto, también el filósofo Dión
refiere que una mujer, Lisídice, por exceso de pudor se bañaba
con túnica; y que Filotera, cuando iba a entrar en el baño, se
subía gradualmente la ropa, mientras el agua recubría lentamente
las [partes] desnudas, y luego, al salir, de nuevo se iba
vistiendo poco a poco.
1202. ¿Acaso la ateniense Leena no
soportó también virilmente torturas? Cómplice ella misma, junto
a Harmodio y Aristogitón, en lo referente a la conjura contra
Hiparco, no declaró absolutamente nada, a pesar de ser
violentamente torturada.
120.3. Pero se dice también que
las argólicas, conducidas por la poetisa Telesila, con su única
presencia hicieron huir a los fuertes soldados espartanos, y
aquellas enfrentaron con audacia (o: intrepidez) la muerte.
120.4. Y algo semejante dice también el que ha compuesto la
"Danaida" acerca de las hijas de Dánao: "Entonces las hijas de
Dánao se armaron rápidamente frente al río de hermosas
corrientes, el Nilo rey" (Dánao,
Fragmentos, 1), y lo
que sigue.
Prosigue la
lista de mujeres griegas valerosas
121.1. Pero los
demás poetas celebran la rapidez de Atlanta en la caza, la
ternura de Anticlea, el amor conyugal de Alcestes, el valor de
Macaria y de las [hijas] de Hiacinto.
121.2. Y ¿qué?
¿Acaso Teano, la pitagórica, no consiguió tan grande filosofía
que, a quien la observaba con indiscreción y le dijo: "¡Bonito
brazo!", ella respondió: "Pero no (es) público?" (Teano,
Fragmentos, 3).
121.3. De esta misma dignidad se dice aquel apotegma: Preguntada
una mujer sobre cuántos días debe pasar una esposa desde la
unión con su marido hasta poder bajar al templo de Deméter,
dijo: "Si se trata del propio [marido], inmediatamente; pero si
es con un extraño, nunca" (Teano,
Fragmentos, 4).
121.4. También Temisto, hija de Zoilo de Lampsaco y esposa de
Leonteo de Lampsaco, filosofaba las [doctrinas] epicúreas, lo
mismo que Muya, hija de Teano, las [doctrinas] pitagóricas, y
Arignote, quien escribió sobre Dionisio.
121.5. Porque
las hijas de Diodoro, de sobrenombre Cronos, todas ellas fueron
dialécticas, como dice el dialéctico Filón en el "Menexeno",
citando sus nombres: Menexene, Argía, Teognis, Artemisia,
Pantaclea.
121.6. Me acuerdo también de una [de la
escuela] cínica llamada Hiparcas de Maronea, esposa de Crates,
con la que también consumó, en el Pecile (Poikíle:
el pórtico de Atenas), el matrimonio cínico (kynogámia).
Filósofas,
poetisas y pintoras
122.1. Areta, la [hija] de
Aristipo de Cirene, educó a [su hijo] Aristipo, llamado el
"enseñado por su madre" (metrodídaktos).
122.2. Lastenia de Arcadia y Axiotea de Fliunte filosofaban
con Platón.
122.3. Porque de Aspasia de Mileto, sobre la
que cuentan tantas cosas los cómicos, se aprovechó Sócrates para
la filosofía y Pericles para la retórica.
122.4. Dejo de
lado a otras por la longitud del discurso; así no menciono a las
poetisas Corina, Telesila, Muía y Safo, ni a las pintoras como
Irene, la hija de Cratino, y Anaxandra, la [hija] de Nealces, a
las que menciona Dídimo en "Los Banquetes" (Symposiakós).
La mujer prudente
123.1. La hija del sabio Cleóbulo, monarca de Lindo, no se
avergonzaba de lavar los pies de los huéspedes paternos; también
Sara, la bienaventurada esposa de Abrahán, preparó ella misma
los panes cocidos bajo las cenizas (egkryphías)
para los ángeles (cf. Gn 18,6); y entre los hebreos, las hijas
de los reyes pastoreaban los ganados (cf. Gn 29,6-9; Ex 2,16);
de donde también en Homero, Nausica iba a los lavaderos (cf.
Homero, Odisea,
VI,186).
123.2. Así, (la mujer) prudente debería
proponerse en primer lugar persuadir al marido para que
compartiera con ella lo que conduce a la felicidad; pero, si eso
fuera imposible, corra (o: apresúrese) ella sola hacia la
virtud, obedeciendo en todo al marido, de manera que no haga
nada contra la voluntad de aquél, excepto en lo que se considera
fundamental para proseguir hacia la virtud y la salvación.
123.3. Pero también, si alguien apartara de esa disposición
a la esposa o a una esclava, que con sinceridad (o: sin
simulación) la desea, ése tal entonces no parece hacer otra cosa
que desear apartarlas de la justicia y de la templanza,
queriendo procurar al mismo tiempo para su propia casa lo
injusto y lo licencioso.
El don de la prudencia
124.1. En verdad, no hay varón o mujer notable en cosa
alguna, si no se ha dedicado al estudio, a la práctica (o:
ejercicio) y a la ascesis; pero decimos que la virtud, que es de
todos, no (depende) de otros, sino sobre todo de nosotros
mismos.
124.2. Ciertamente algunas cosas puede uno
impedírnoslas con los ataques, pero de ningún modo lo que
depende de nosotros, por mucho que presione. Porque (es) un don
concedido por Dios y no sometido a ningún otro.
124.3. De
ahí que la intemperancia no se suponga que es un mal de alguien
distinto al intemperante, pero la prudencia es un bien de quien
puede tener dominio de sí mismo.
Capítulo XX: La mujer perfecta
El amor
matrimonial
125.1. La mujer que ama al marido,
Eurípides la describe con respeto (lit.: gravedad), advirtiendo:
"Si [él] habla, debe pensar que habla bien, aunque no sea verdad
(lit.: no lo diga), y [ella] debe esforzarse por hablar para
agradar al marido" (Eurípides,
Fragmentos, 909,7-8).
125.2. Y de de nuevo en el
mismo sentido: "Es bueno que, en caso de acontecer algún mal, la
esposa se aflija y participe en común [con el marido] de la pena
como del placer" (Eurípides,
Fragmentos, 909,9-10).
125.3. Y así, mostrando de
algún modo lo afable y tierno en los infortunios, agrega:
"Cuando tú enfermes, yo misma sufriré estar enferma contigo y
compartiré tus males, porque nada me es desagradable"
(Eurípides, Fragmentos,
909,11-12). Puesto que con los que aman "es necesario ser feliz
y ser desgraciado. Porque, ¿qué es la amistad sino eso?"
(Eurípides, Fragmentos,
909).
Cuál es el
matrimonio verdaderamente feliz
126.1. Ahora bien,
un matrimonio se santifica perfeccionándose según el Verbo (o:
según la palabra) [cf. 1 Tm 4,5], si la unión está sometida a
Dios y se practica "con sincero corazón en plenitud de fe,
purificando los corazones de conciencia mala y lavando el cuerpo
con agua pura, y manteniendo la confesión de la esperanza,
porque fiel es el que lo prometió" (Hb 10,22-23).
126.2.
Pero se debe juzgar feliz el matrimonio no por la riqueza ni por
la belleza, sino por la virtud.
126.3. Dice la tragedia:
"A ninguna aprovechó la belleza en la relación con a su marido;
pero la virtud aprovechó a muchas; porque toda buena esposa,
unida a su marido, sabe ser prudente" (Eurípides,
Fragmentos, 909,1-3).
126.4. A continuación, como dando recomendaciones, dice:
"Ciertamente, esto es lo primero de todo: si el marido es feo,
debe parecer hermoso a la (esposa) sensata, porque no es el ojo
el que juzga, sino que el espíritu es quien ve" (Eurípides,
Fragmentos, 909,4-6), y
lo que sigue.
126.5. Porque con mucha autoridad dijo la
Escritura que la mujer es dada por Dios al varón como una ayuda
(cf. Gn 2,18).
La
amistad con Dios es la meta de la vida cristiana
127.1. Creo, por tanto, evidente que ella preferirá en el
cuidado de la casa curar persuasivamente con una palabra (o:
según el Verbo) cada uno de los sucesos molestos causados por el
marido.
127.2. Pero si [el marido] no escuchase, entonces
ha de procurar, en la medida de lo posible a la naturaleza
humana, llevar una vida sin pecado, aunque tenga que vivir o
morir con el Verbo, considerando que Dios es protector y
compañero de esa situación, el verdadero asistente y salvador en
el presente y el futuro; ella le ha constituido estratega y guía
de cualquier situación, al considerar como tarea la templanza y
la justicia, pero teniendo como objetivo su amistad con Dios.
Enseñanzas del apóstol
Pablo
128.1. También, con gracia, el Apóstol en la
"Carta a Tito" dice que conviene que "las ancianas en su porte
(sean) reverentes, no sean calumniadoras, ni esclavizadas por el
mucho vino, para que entrenen a las jóvenes a ser amantes de sus
maridos e hijos, sensatas, puras, dedicadas a las tareas de la
casa, buenas y sumisas a los propios maridos, para que no sea
blasfemada la palabra de Dios" (Tt 2,3-5).
128.2. "Más
bien, dice, persigan la paz con todos y la santidad, sin las
cuales nadie verá al Señor; vigilando para que ninguno sea
fornicario o profanador, como Esaú que a cambio de una sola
comida se desprendió de sus derechos de primogenitura; y que
ninguna raíz amarga, al brotar hacia arriba cause disturbios y
por ella sean contaminados muchos (o: los demás)" (Hb 12,13-15.
16. 15; cf. Gn 27,28-40).
La perfección: meta tanto de
la mujer como del hombre
129.1. Después, como
poniendo colofón a la cuestión sobre el matrimonio, añade:
"Honroso (sea) el matrimonio en todos, y la unión conyugal sin
mancha; porque Dios juzgará a los fornicarios y adúlteros" (Hb
13,4).
129.2. Una vez demostrado que, tanto el hombre
como la mujer tienen lo perfecto como único objeto y fin, Pedro
dice en su "Carta":
129.3. "Ahora sufren un poco, si es
necesario, en diversas pruebas, para que la prueba de la fe de
ustedes, mucho más valiosa que el oro que se corrompe y es
probado por el fuego, sea hallada digna de alabanza y gloria en
la manifestación de Jesucristo.
129.4. A quien sin haber
visto aman, a quien todavía no han visto, pero creyendo se
alegran con un gozo inefable y pleno de gloria; obteniendo la
meta de la fe, que es la salvación de las almas" (1 P 1,6-9).
129.5. Por eso también Pablo se gloría de haberse encontrado
por causa de Cristo "en trabajos sin cuento, en azotes sin
medida, en peligro de muerte muchas veces" (1 Co 11,23).
Capítulo XXI: La perfección
cristiana
La completa perfección no es
posible en la vida presente
130.1. Entonces
encuentro que lo perfecto se entiende de diversos modos, según
la virtud en que cada uno se destaque. Así, uno llega a ser
perfecto en cuanto prudente, paciente, templado, laborioso,
mártir y gnóstico.
130.2. Pero perfecto en todo a la vez no sé si existe algún
hombre, mientras es hombre, excepto únicamente aquél que se
revistió de hombre por nosotros (cf. Flp 2,7). En verdad también
uno sería perfecto según la mera Ley, que prescribe la
abstinencia del mal; pero (la Ley) es camino que conduce tanto
al Evangelio como a las buenas obras.
130.3. Pero
ciertamente perfección del que conoce la Ley es la aceptación
gnóstica del Evangelio,
para que se haga perfecto (quien vive) según la Ley. Porque
profetizó (o: predijo) Moisés, según la Ley (cf. Dt 18,15), que
era necesario escuchar, para que recibiéramos a Cristo, plenitud
de la Ley, según el Apóstol (cf. Rm 10,4; 13,10; Mt 5,17).
130.4. Pero el gnóstico
progresa desde ahora en el Evangelio, no sólo usando la Ley como
peldaño, sino comprendiéndola e interpretándola como el Señor la
transmitió a los Apóstoles, al darles los [dos] Testamentos.
130.5. Pero si también se comportara rectamente -tan pronto
como es imposible que la
gnosis siga a un mal comportamiento-, deviniendo mártir
al confesar por amor con la mayor rectitud, gozaría de la mayor
dignidad entre los hombres. Pero ni siquiera así llegará a ser
llamado perfecto [mientras viva] en la carne, puesto que la
terminación de la vida es requisito para esa privilegiada
denominación; entonces, al llegar el mártir
gnóstico, mostrará y
presentará con señorío la obra perfecta mediante el amor
gnóstico, entregando el
espíritu (y) dando gracias (a Dios) con la sangre.
La perfección cristiana
consiste en vivir rectamente ante Dios
131.1.
Desde ese momento será bienaventurado y justamente será
proclamado perfecto, "para que la excelencia del poder sea de
Dios y no de nosotros" (2 Co 4,7), como dice el Apóstol.
Salvemos sólo el libre arbitrio y el amor (= nuestra libertad y
nuestro amor), "atribulados en todo, pero no aplastados;
perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no
desamparados; derribados, pero no destruidos" (2 Co 4,8-9).
131.2. Porque según el mismo Apóstol, es necesario que
quienes aspiran a la perfección "no den motivo alguno de
escándalo, sino que en todo se recomienden a sí mismos" (2 Co
6,3-4), no (ante) los hombres, sino ante Dios (cf. Col 3,23).
131.3. Como consecuencia, hay que obedecer también a los
hombres; porque también es razonable obedecerles (hasta) por las
calumnias.
131.4. Pero la recomendación está "en mucha
paciencia, en las aflicciones, necesidades, apremios, azotes,
prisiones, sediciones, fatigas, desvelos, ayunos, y en castidad
(o: pureza), gnosis,
longanimidad, bondad, en Espíritu Santo, en amor sin hipocresía,
en palabra de verdad, en poder de Dios" (2 Co 6,4-7), para que
seamos templos de Dios (cf. 1 Co 3,17), purificados "de toda
contaminación carnal y espiritual" (2 Co 7,1).
131.5. "Y
yo, dice, los acompañaré y seré para ustedes padre, y ustedes
serán para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso" (2 Co
6,17-18).
131.6. "Perfeccionemos, por consiguiente, la
santidad en el temor de Dios" (2 Co 7,1), dice. Porque si el
temor también produce tristeza, dice [el Apóstol]: "Me alegro,
no porque fueron contristados, sino porque fueron contristados
para la conversión; porque fueron contristados según Dios, para
que en nada sufran daño de nosotros. Porque la tristeza según
Dios es conversión para salvación, que no produce pesar; pero la
tristeza del mundo produce muerte.
131.7. Vean que eso
mismo que los entristece según Dios les ha causado un gran
fervor, defensa, impaciencia, temor, deseo, celo y reparación.
En todo han demostrado que ustedes mismos están limpios en este
punto" (2 Co 7,9-11).
Anhelemos la plenitud de Cristo
132.1. Estos son
los ejercicios de la ascesis
gnóstica. Y por eso, Dios omnipotente, "Él mismo
constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros
evangelistas, a otros pastores y maestros, para la perfección de
los santos, para obra del ministerio, para edificación del
cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe
y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a
la estatura de la edad de la plenitud de Cristo" (Ef 4,11-13),
apresurándonos a ser hombres
gnósticos y tender a la perfección lo más posible, aunque
permanezcamos en la carne, y partiendo de una perfecta
concordia, ocupémonos de concurrir con la voluntad de Dios en la
reintegración realmente perfecta de nobleza y afinidad hacia la
"plenitud de Cristo" (Ef 4,13), consumada perfectamente desde la
reconciliación (o: purificación).
132.2. Veamos ahora
dónde, cómo y cuándo el divino Apóstol habla sobre el perfecto y
cómo manifiesta diferencias entre los perfectos.
132.3.
De nuevo [dice]: "A cada uno se le otorga la manifestación del
Espíritu para común utilidad. Porque a uno le es dada por el
Espíritu la palabra de sabiduría; a otro, la palabra de
gnosis, según el mismo
Espíritu; a otro, la fe en el mismo Espíritu; a otro, carismas
de curaciones en el mismo Espíritu; a otro, obras de milagros; a
otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, don
de lenguas; a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas
cosas las obra el único y el mismo Espíritu, que lo distribuye a
cada uno como quiere" (1 Co 12,7-11).
Los justos y la profecía
133.1. Siendo así las cosas, ciertamente los profetas
son perfectos en profecía, los justos en justicia, los mártires
en la confesión (de la fe), y otros en la predicación; no
estando exentos de las virtudes comunes, tienen éxito en aquello
que se les ha asignado. Por tanto, ¿quién, con sano juicio, no
llamará justo al profeta? Pero ¿qué? ¿Acaso los justos como
Abrahán no profetizaron también?
133.2. "Porque dios
concede a uno las gestas bélicas, pero a otro la danza, a otro
la cítara y el canto", dice Homero (Ilíada,
XIII,730-731).
133.3. "Pero cada uno recibe de Dios su
propio carisma; éste, uno; aquel, otro" (1 Co 7,7); pero los
apóstoles fueron colmados en todos.
La fe en Cristo es la plenitud
de la Ley
134.1. Ahora bien, encontrarás, si lo
deseas, entre sus acciones y escritos: su
gnosis, vida,
predicación, justicia, castidad, el don de profecía.
134.2. Además, hay que saber también que, aunque Pablo es [más]
joven en tiempo porque floreció después de la ascensión del
Señor, sin embargo sus escritos dependen del Antiguo Testamento;
de allí toman inspiración sus palabras.
134.3. Porque la
fe en Cristo y la gnosis
del Evangelio son exégesis y plenitud de la Ley.
134.4.
Por eso se dijo a los hebreos: "Si no creyeren, no entenderán" (Is
7,9); es decir, si no creyeren al que ha sido profetizado
mediante la Ley y vaticinado mediante la Ley, no comprenderán el
Antiguo Testamento que Él mismo ha explicado con la propia
parusía [en la tierra].
Capítulo XXII: La perfección
del gnóstico consiste en la práctica del bien
"Hacer el bien por amor"
135.1. En verdad el
gnóstico es el que comprende y penetra [las Escrituras].
Pero su tarea no consiste en la abstención del mal -porque éste
es un escalón para un mayor progreso-, tampoco hacer ciertamente
el bien (o: lo bueno) por temor.
135.2. Porque está
escrito: "¿A dónde huiré, en dónde podría esconderme de tu
rostro? Si subiera al cielo, allí estás tú. Si me alejara a los
confines del mar, allí está tu derecha. Si bajara a los abismos,
allí está tu espíritu" (Sal 138 [139],7-10; cf. Clemente de
Roma, Carta primera a los
Corintios, 28,3).
135.3. Pero tampoco [hacer el
bien] por la esperanza de un premio prometido -porque se ha
dicho: "He aquí al Señor y su salario ante su rostro: dar a cada
uno según sus obras" (Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
34,3; cf. Is 40,10; 62,11; Sal 61 [62],3; 24 [25],12; Rm 2,6; Ap
22,12)-, "lo que ojo no vio y oído no oyó, y no ascendió al
corazón del hombre, (es) lo que Dios ha preparado para quienes
lo aman" (1 Co 2,9; cf. Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios,
34,8)-;
135.4. pero sólo hacer el bien por amor o por el
mismo bien, (es) lo deseable para el
gnóstico.
El gnóstico ama y busca la
contemplación
136.1. Además, el Señor ha dicho en
nombre de Dios: "Pídeme, y te daré las gentes como heredad" (Sal
2,8; cf. Clemente de Roma,
Carta primera a los Corintios, 36,4); enseña Él a
solicitar la petición digna de un rey: la salvación gratuita de
los hombres, para que nosotros heredemos y poseamos al Señor.
136.2. Porque, por el contrario, aspirar a la ciencia acerca
de Dios por cualquier utilidad, para que suceda o no suceda una
determinada cosa, no es propio del
gnóstico; le basta como
causa de la contemplación la
gnosis misma.
136.3. Porque me atrevería a decir
que no elige la gnosis
por querer salvarse quien persigue la
gnosis por la misma
ciencia divina.
136.4. Porque el pensar se intensifica
por el ejercicio hasta el pensar siempre; y el continuo pensar,
esencia del cognoscente, por concomitancia (anákrasis;
lit.: mezcla) ininterrumpida, deviene también una contemplación
perpetua, sustancia viviente que permanece.
136.5. Por
tanto, si, por hipótesis, alguien propusiera al
gnóstico preferir entre
la gnosis de Dios o la
salvación eterna, si ambas cosas fueran separables -aunque se
encuentran totalmente en una identidad absoluta-, elegirá sin
dudarlo un instante la gnosis
de Dios, porque juzgaría preferible esa propiedad de la fe por
la que mediante el amor se remonta hasta la
gnosis misma.
El gnóstico hace el bien sin
buscar recompensa
137.1. Así, esta es la primera
acción buena del [hombre] perfecto: cuando no realiza una cosa
por un motivo útil que le convenga a él mismo, sino juzgando que
es bello hacer el bien; la acción intensa realizada en toda obra
hace el bien siempre, no en unas ocasiones sí y en otras no,
puesto que se encuentra fundamentada en la costumbre de hacer el
bien, no por la gloria o, como dicen los filósofos, por la fama,
ni por el premio, sea de los hombres sea también de Dios. Así
culminará la vida "a imagen y semejanza" (Gn 1,26) del Señor.
137.2. Y si al que hace el bien le ocurriere alguna
contradicción, como insensible abandonará sin resentimiento la
venganza, y no estará afectado por ninguna pasión; será justo y
bueno para con "justos e injustos" (Mt 5,45).
137.3. A
estos dice el Señor: "Lleguen a ser como el Padre de ustedes
(que es) perfecto" (Mt 5,48). La carne está muerta para él,
viviendo solamente con él mismo (cf. Ga 2,20), habiendo
consagrado el sepulcro como templo santo para el Señor (cf. 1 Co
3,17), convirtiendo a Dios su antigua alma pecadora.
El gnóstico hace buenas obras
138.1. Él no sólo es temperante, sino que se ha
constituido en estado de impasibilidad, esperando pacientemente
ser revestido de configuración (o: de forma; de figura;
schéma) divina (cf. 2
Co 5,2. 4).
138.2. Si das limosna, dice [la Escritura],
que nadie lo sepa; y si ayunas, perfúmate, para que el único
Dios lo conozca, pero ningún hombre (cf. Mt 6,2. 4. 16-18); ni
siquiera el mismo que hace la limosna debe saberlo, porque, de
lo contrario, a veces será compasivo y otras veces no.
138.3. Pero al hacer habitualmente obras buenas (o:
beneficencia), se identificará con la naturaleza del bien; así
esta disposición será (a la vez) una naturaleza y también un
ejercicio.
138.4. Pero no es necesario que cambien de
conducta los que progresan, sino que los caminantes lleguen
adonde deben, recorriendo todo el camino estrecho (cf. Mt
7,13-14; Lc 13,24). Porque esto es el ser atraídos por el Padre
(cf. Jn 6,44), devenir digno de recibir de Dios la fuerza de la
gracia y subir corriendo sin obstáculos.
138.5. Y si
algunos odian al [gnóstico]
elegido, éste conoce la ignorancia de ellos (y) los compadece
por la sin razón del juicio de ellos.
El gnóstico debe estar siempre
vigilante
139.1. Justamente, entonces, esta
gnosis ama, enseña y
educa a los ignorantes para que estimen toda la creación del
Dios omnipotente.
139.2. Si ha aprendido a amar a Dios,
el [gnóstico] no tendrá
la virtud de ningún modo (como) despreciable, ni despierto ni
dormido, ni por imaginación (lit.: fantasía) alguna; puesto que
el hábito no se sale de sí mismo nunca, dejando de ser hábito;
ahora bien, así es la gnosis,
llámese hábito o disposición natural.
139.3. Por ello,
para que no se introduzcan furtivamente alguna vez pensamientos
diversos, la parte que guía (hegemonikón)
permanece inmutable, no admitiendo ninguna variedad (lit.:
ningún cambio o transformación) de fantasías, soñando sobre las
imaginaciones de los movimientos diurnos.
139.4. Por eso,
también el Señor exhorta a vigilar (cf. Mt 24,4), para que
nuestra alma no sea jamás perturbada durante el sueño, sino que
también ordena custodiar la conducta de la noche, como en acción
en el día: pura y sin mancha. Porque esta es la semejanza con
Dios en cuanto es posible: mantener el espíritu en el estado que
le es propio.
139.5. Pero ése es el estado del espíritu
como espíritu, mientras que la disposición cambiante nace en la
inclinación por las cosas materiales.
La noche: apta para el
ejercicio de la prudencia
140.1. Me parece que por
esto se ha llamado a la noche "la bienhechora" (eyphróne),
porque es el tiempo en el que el alma, libre de las sensaciones,
se repliega en sí misma y participa mejor de la prudencia.
140.2. Pero también las ceremonias de iniciaciones
mistéricas tienen lugar preferentemente durante la noche,
indicando la contracción (systolé)
del alma respecto del cuerpo en la noche.
140.3. "Por
consiguiente, no durmamos como los demás, sino que velemos y
seamos sobrios. Porque los que duermen, de noche duermen, y
quienes se embriagan, de noche se embriagan. Pero, nosotros,
siendo del día, seamos sobrios, revestidos de la coraza de la fe
y del amor, [teniendo] por yelmo la esperanza del Salvador" (1
Ts 5,6-8).
En
qué condiciones acercarse a los ritos sagrados
141.1. Pero además, lo que se dice sobre el sueño debe
entenderse también de la muerte. Porque ambos manifiestan el
abandono del alma, una en mayor medida, aquel otro en menor
grado, lo cual se encuentra también en Heráclito:
141.2.
"El hombre (es) luz en la noche benéfica: muere porque percibe
para sí mismo, cierra los ojos, pero está vivo; percibe la
muerte al estar dormido con los ojos cerrados; el que está
despierto percibe aunque duerma" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 26).
141.3. Porque (son) bienaventurados "los que conocen el
tiempo presente, según el Apóstol, porque (es) hora de que sean
levantados del sueño; puesto que la salvación está ahora más
cerca de nosotros que cuando creímos. La noche ha avanzado, el
día se acerca. Desechemos, por tanto, las obras de la oscuridad
y vistámonos las armas de la luz" (Rm 13,11-12).
141.4.
Pero llama de forma alegórica día y luz al Hijo, y también
metafóricamente armas de luz a las promesas. Así, se dice que es
necesario (acercarse) lavados, puros y diáfanos (o: brillantes,
límpidos), a los ritos sacrificiales y a las oraciones.
El verdadero bautismo
142.1. También el estar adornados y purificados en lo
externo es una expresión simbólica: "Pureza es tener
pensamientos castos" (Epigrama
del templo de Epidauro [420 a. d. C.];
Anthologia Palatina, Apéndice,
99); también podría ser imagen del bautismo aquella que,
(tomada) de Moisés, fue transmitida por los poetas de este modo:
142.2. "Después de bañada, revestido el cuerpo con ropa
limpia" (Homero, Odisea,
IV,750. 759; XVII,48. 58), Penélope se marchó a la oración. Y
Telémaco, "tras lavarse las manos en el espumoso mar, rezaba a
Atenea" (Homero, Odisea,
II,261).
142.3. Esta costumbre (existía) entre los
judíos, como el bañarse varias veces después del coito. Bien,
por tanto, se ha dicho aquello: "Sé limpio no por un baño, sino
en el espíritu" (Anónimo,
Epigramas, 183,1).
142.4. Porque la pureza
perfecta, me parece, es la de la mente, la de las obras y la de
los pensamientos; y también la pureza de las palabras y, por
último, la inocencia en las visiones.
La estabilidad del gnóstico
143.1. Pero una penitencia rigurosa y firme es
conveniente purificación para un hombre, pienso yo, si,
enojándonos con nosotros mismos por lo que hicimos
anteriormente, avanzamos hacia adelante, al comprender eso y
quitamos la mente de los placeres sensibles y de las faltas
pasadas.
143.2. Por otra parte, si es necesario dar una
etimología a la ciencia, y hay que tomar su significado de la
fijeza (stásis) de su
atención (epibolé),
"porque sostiene nuestra alma sobre las cosas" (Platón,
Cratilo, 437 A;
Aristóteles, Problemata,
30,14,956 B 40, Física,
VIII,3,427 B 11), cuando antes (era) llevada de acá para allá.
143.3. Lo mismo que también la etimología de la fe (es) la
estabilidad de nuestra alma en torno al Ser (o: a lo que es).
143.4. Pero nosotros deseamos conocer a quien siempre y en
todo (es) justo, (y) permanece justo no porque tema un castigo
de la ley, ni por evitar la severidad de aquellos con los que
convive y persiguen las ofensas, ni porque recele del peligro
que proviene de los mismos que sufren injusticias.
143.5.
Porque quien se abstiene de cometer cualquier injusticia por
alguna de esas razones no (es) bueno espontáneamente, sino bueno
por miedo.
143.6. También Epicuro dice a quien es sabio
según él que no quiera cometer injusticia por provecho alguno,
puesto que no puede tener confianza en permanecer oculto. De
manera que, si pudiera estar seguro de permanecer oculto,
cometería una injusticia, según él (Epicuro,
Fragmentos, 582). Y
éstas son las doctrinas de las tinieblas.
La esperanza
144.1. Pero si uno se abstuviera de cometer injusticia por la
esperanza de la recompensa reservada por Dios para los justos,
tampoco ése sería voluntariamente bueno; porque como a aquél el
temor lo haría justo, así también a éste la recompensa; pero se
demuestra que (es) mejor ser justo más que parecerlo.
144.2. Pero la esperanza posterior a la muerte, no sólo los que
profesan la sabiduría bárbara saben que es honorable para los
buenos y lo contrario para los inicuos, sino también los
pitagóricos. Porque éstos proponían la esperanza como fin para
los que filosofan; lo mismo que también Sócrates dice en el "Fedón"
que las almas hermosas parten de aquí "con una buena esperanza"
(Platón, Fedón, 67 C);
y también cuando dirige reproches a los malos, diciendo por
oposición: porque viven "con una mala esperanza" (Platón,
República, I,331 A).
144.3. Se ve que también Heráclito
concuerda con eso, cuando reflexionando sobre los hombres dice:
"A los hombres, una vez muertos, les aguarda cuanto no esperan
ni imaginan" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 27).
La esperanza cristiana no
defrauda
145.1. Así, divinamente escribe con
claridad Pablo a los romanos: "La tribulación (o: aflicción)
produce paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud
probada, esperanza; y la esperanza no defrauda" (Rm 5,3-5).
Porque, por la esperanza futura (se produce) la paciencia; pero
bajo el mismo nombre de esperanza se encuentra tanto la
retribución y la realización (apokatástasis)
de la esperanza, que "no defrauda", porque no está sometida a
injuria.
145.2. Pero quien escucha la llamada, tal como
ha sido llamado, se entrega a la
gnosis no por miedo ni
por placeres. Porque no considera si algo externo es provechoso
para él, sea lucro o goce, sino que vive religiosamente,
arrastrado por el amor del que realmente es amable, y movido por
el deber.
El gnóstico
obra según la recta razón
146.1. De ahí que, si
por hipótesis recibiera de Dios facultad para hacer las cosas
prohibidas, permaneciendo no obstante impune, y si recibiese la
promesa de obtener como premio los bienes de los
bienaventurados, aunque si también estuviera convencido de
ocultar sus acciones a Dios, cosa imposible, ni aun así estaría
dispuesto jamás a hacer nada contra la recta razón, habiendo
elegido una vez para siempre lo que realmente es hermoso y
elegible por sí mismo, y por ello amable. "Porque lo bueno no
está en el alimento del vientre" (Eurípides,
Supplices, 865-866), se
nos ha dicho.
146.2. Aquel hombre (= Eurípides) había
escuchado que "un alimento no nos hará recomendables" (1 Co
8,8), ni el matrimonio ni la abstención del matrimonio (cf. 1 Tm
4,3) en ignorancia, sino la acción virtuosa
gnóstica; de lo
contrario, dígase que es continente el perro, animal irracional,
que teme al que le levanta el bastón y por eso se abstiene del
alimento preparado al fuego.
146.3. Bien has de saber que
si se quita la promesa anunciada, se remueve el temor amenazante
y cesa el peligro inminente, entonces se hacen reprochables las
acciones (de esos tales).
Capítulo
XXIII: Sobre la meta del gnóstico
La obediencia a Dios
147.1. Porque esos [hombres] no están familiarizados con la
naturaleza misma del asunto como para entender de una manera
realmente gnóstica que
es hermoso todo cuanto se creó para nuestra utilidad, como el
matrimonio, ya se ha dicho, y la procreación cuando se realiza (lit.:
se recibe) con templanza; pero por encima está lo mejor: devenir
impasible y virtuoso mediante la semejanza con Dios.
147.2. Pero conducidos por las cosas útiles o inútiles de fuera,
se apartan de algunas, pero no de otras. Sin embargo, también se
apartan de algunas mostrando que las odian, despreciando la
creación y al Demiurgo; y aunque parezca que viven habitualmente
conforme a la fe, poseen un criterio impío.
147.3. El "no
desearás" (Ex 20,17; cf. Ex 2,13; Dt 5,21) no necesita de la
obligación que proviene del temor, obligándonos a abstenernos de
lo que agrada, ni del premio prometido que persuade a reprimir
los instintos (o: impulsos).
147.4. Tampoco los que han
obedecido (o: escuchado) a Dios por causa de la promesa eligen
obedecer por el mandato sino por la promesa, como seducidos por
un señuelo de placer.
Debemos glorificar al Creador
148.1. Así, tampoco
la aversión de lo sensible realiza consecuentemente la comunión
con lo inteligible; al contrario, la comunión con lo inteligible
es por naturaleza una separación del mundo sensible para el
gnóstico que ha elegido
gnósticamente lo bueno
por una elección entre las cosas honestas (u: honorables);
admira la generación, glorifica al Hacedor (cf. Mt 6,9) y
santifica la semejanza con lo divino.
148.2. "Por lo
demás, yo me libraré" (Homero,
Ilíada, X,378) de la concupiscencia, dirá [el
gnóstico], mediante la
comunión contigo, Señor. Hermosa (es) la economía de lo creado y
todo es bien administrado; nada acontece sin razón y conviene
que yo me ocupe de tus cosas, oh Todopoderoso (cf. Lc 2,49).
Aunque permanezca aquí, estoy cerca de ti. Y quiero estar sin
temor, para poder estar junto a ti y contentarme con poco,
meditando tu justa elección entre lo que es bueno y lo que
parece serlo.
La
recreación y renovación del ser humano
149.1. De
manera sumamente mística y santa, el Apóstol nos enseña que la
elección verdaderamente agradable [a Dios] (es) la que se
realiza no mediante el rechazo de las cosas como malas, sino a
hacer lo mejor y no simplemente lo bueno; lo ha recordado,
diciendo:
149.2. "Así tanto el que casa a su hija
doncella hace bien, y el que no la casa hace mejor, para servir
honesta y asiduamente al Señor sin distracción" (1 Co 7,38. 35).
149.3. Nosotros sabemos que Dios ha dispuesto benignamente
que lo innecesario sea difícil [de conseguir], y que en cambio
lo necesario sea fácil.
149.4. Por eso dice bien
Demócrito que "la naturaleza y la enseñanza son semejantes"
(Demócrito, Fragmentos,
68 B 33). Y da brevemente la causa: "Porque la enseñanza
transforma al hombre, pero la naturaleza al transformarse lo
hace" (Demócrito, Fragmentos,
68 B 33), y no hay diferencia entre ser plasmado por la
naturaleza de alguna manera y ser transformado con el tiempo
mediante la enseñanza.
149.5. Pero el Señor nos ha
procurado ambas cosas; una según la creación, otra según la
regeneración (o: recreación) y la renovación de la Alianza.
149.6. Pero hay que elegir lo que conviene para lo más
importante, y lo mejor de todo (es) la inteligencia.
149.7. Así, a quien lo realmente hermoso (o: bueno) se le
presenta como lo mejor (o: lo más agradable), de él mismo puede
procurar el fruto que desea, la firmeza (eystátheia:
estabilidad, equilibrio) del alma.
149.8. "Quien me
escucha, dice [la Escritura], descansará en paz porque ha
confiado y estará seguro sin temor de todo mal" (Pr 1,33).
"Confía en Dios con todo tu corazón y tu mente" (Pr 3,5). De
esta manera es como el
gnóstico puede llegar a ser un dios: "Yo les he dicho:
"Son dioses e hijos del Altísimo"" (Sal 81 [82],6).
Dios no es responsable de la
caída de Adán
150.1. Pero también Empédocles dice
que las almas de los sabios llegan a ser dioses, cuando escribe
así: "Finalmente adivinos, himnógrafos y médicos son los
principales entre los hombres de la tierra; de ahí florecen
dioses estimadísimos en honores" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B 146).
150.2. Ciertamente, el hombre en cuanto tal es plasmado
generalmente según la idea del espíritu innato, porque no se
produce creación alguna sin imagen y sin forma en el taller de
la naturaleza (= útero de la mujeres), donde se realiza
misteriosamente la génesis del hombre, mediante la unión de la
técnica y la naturaleza; pero el hombre concreto (o: individual)
es caracterizado por la impronta producida en el alma, respecto
de lo que habrá de elegir.
150.3. Por eso, decimos que
también Adán fue perfecto en su plasmación, porque no le faltó
nada de lo que caracteriza la idea y la forma del hombre.
150.4. Cuando fue hecho recibió la perfección y se fue
justificando por la obediencia (o: la escucha); y poseía libre
albedrío y debía hacerse adulto en cuanto dependía de él. Dios
no es responsable de la actuación del que eligió, y mucho menos
al elegir lo prohibido. Doble es la génesis: una la de los seres
que son engendrados, otra la de los seres que se van haciendo
[perfectos].
El
gnóstico anhela al encuentro con Dios
151.1. La
fortaleza (o: el valor) del hombre, sometido a las pasiones
-dicen (= los basilidianos)- naturales, hace intrépido e
invencible a quien participa de ella; y el coraje en la
paciencia, en la constancia y en cosas parecidas es escudo del
espíritu; por encima de la concupiscencia se ubican la templanza
y la salvadora prudencia; pero Dios está exento de pasiones, de
ira y de concupiscencia (o: es sin ira y sin concupiscencia).
151.2. Y no (es) sin temor en el sentido de que [Dios] evite
los peligros, ni es moderado en el sentido de que venza (o:
domine) la concupiscencia, porque la naturaleza de Dios no puede
correr peligro alguno, ni Dios huye por temor, como tampoco
siente concupiscencia, para poder vencer la concupiscencia.
151.3. Así, también místicamente se nos dijo a nosotros el
[dicho] pitagórico: "Es necesario que también el hombre llegue a
ser uno" (Pitágoras, Symbola,
71), puesto que Él mismo es el único Pontífice, y el único Dios
por el inmutable hábito que corre siempre hacia lo bueno (cf.
Platón, Cratilo, 397
C-D).
La semejanza con
Dios
152.1. Ahora bien, el Salvador destruye
también con la concupiscencia la ira, que es el deseo de
venganza; porque en general lo pasional alcanza a toda clase de
concupiscencia, pero el hombre que se diviniza hasta la ausencia
de pasiones (apátheia)
se hace inmaculadamente uno (lit.:
monádico).
151.2. Al igual que quienes están en el mar, cuando tiran con
fuerza del ancla, no la arrastran a ella, sino que son atraídos
por ella; así también los que según la vida gnóstica desean
seguir a Dios, sin darse cuenta, son ellos arrastrados hacia
Dios; porque quien sirve a Dios, se sirve a sí mismo.
151.3. Por tanto, en la vida contemplativa uno tiene cuidado de
sí mismo mediante el culto que tributa a Dios y, mediante la
propia purificación contempla santamente a Dios, que es santo.
Porque la templanza, meditando en el retiro, al examinarse y
contemplarse continuamente (o: sin interrupción) a sí misma, se
asemeja a Dios en lo que puede (o: según lo que puede).
Capítulo XXIV: Sobre el castigo divino
El pecado y el castigo
153.1. Ahora bien, en nosotros está el poder hacer aquello
de lo que somos dueños, y también su contrario; como el
filosofar o no, creer o no creer. Así, por ser nosotros dueños
por igual de cada uno de los opuestos, podemos investigar.
153.2. De igual manera también podemos cumplir los
mandamientos o no, a lo que sigue lógicamente alabanza o
reprobación; y los que son castigados por causa de los pecados
que han cometido, por ellos solos son castigados. Porque lo que
se ha hecho en el pasado y lo que se hiciere [en el futuro], si
alguna vez se hace, no será algo que se pierda (o: porque lo
hecho ha pasado, y nunca será no hecho lo hecho).
153.3.
En todo caso, los pecados [cometidos] antes de la fe son
perdonados por el Señor, no porque no se hayan cometido, sino
como no existentes.
153.4. Por otra parte, Basílides dice
que no todos son perdonados, sino sólo los involuntarios y
[cometidos] por ignorancia; como si un hombre, y no Dios,
concediera tan gran regalo. A ése le responde la Escritura: "Has
supuesto, inicuo, que seré igual que tú" (Sal 49 [50],21).
153.5. Pero, si también somos castigados por los [pecados]
voluntarios, no es porque no se hayan hecho los que se han
cometido, sino que somos castigados porque fueron realizados.
153.6. El castigo no favorece al que ha pecado por hacer
como que no hubiera pecado, sino para que no peque en adelante,
y para que ningún otro caiga en [pecados] parecidos.
Las causas por las que Dios
nos corrige
154.1. Ciertamente, el buen Dios
corrige (o: educa) por estas tres causas: en primer lugar, para
que el corregido se mejore a sí mismo; en segundo lugar, para
que los que pueden salvarse, amonestados por los ejemplos, se
contengan; y en tercer lugar, para que el que sufre injusticia
no sea menospreciado o incluso expuesto a ser ultrajado.
154.2. Pero dos (son) también los métodos de la rectificación:
el instructivo y el punitivo, que hemos llamado correctivo.
154.3. En realidad, hay que saber que son corregidos los que
caen en los pecados después del bautismo; porque los cometidos
con anterioridad se perdonan, pero los cometidos posteriormente
se purgan.
154.4. Respecto de los impíos (o: infieles;
los que no creen) se ha dicho: "Son tenidos como polvo que agita
el viento sobre la faz de la tierra" (Sal 1,4), "y como gota de
un cántaro" (Is 40,15).
Capítulo XXV: ¿En qué consiste
la verdadera perfección?
El alma que anhela estar
siempre con Cristo
155.1. "Feliz quien posea la
enseñanza de la historia, y no incite al perjuicio de los
conciudadanos ni a las obras injustas, sino que contempla el
mundo de la naturaleza inmortal, que no envejece, y cómo por
dónde y de qué modo se constituyó. En estos [hombres] jamás se
asienta la inquietud de las acciones vergonzosas" (Eurípides,
Fragmentos, 910,8-9).
155.2. Por consiguiente, con razón dice Platón que el que
contempla las ideas vivirá como un dios entre los hombres (cf.
Platón, El Sofista, 216
A-B); el intelecto es el lugar de las ideas, y Dios es intelecto
(cf. Aristóteles, De anima,
III,4 429 a 27; Filón; De
Cherubim, 49). En efecto, definió dios viviente entre los
hombres al que contempla al Dios invisible.
155.3. Y en
"El Sofista", Sócrates denominó dios al extranjero de Elea,
porque era dialéctico (cf. Platón,
El Sofista, 216 A-B);
tales son los dioses que visitan las ciudades "bajo la figura de
huéspedes extranjeros" (Homero,
Odisea, XVII,485).
155.4. Porque cuando un alma, remontándose por encima de la
creación (o: de lo generado), está a solas consigo misma y
frecuenta las ideas, como el "corifeo" (Platón,
Teeteto, 173 C) en el "Teeteto",
entonces es como un ángel (cf. Mt 22,30; Lc 20,36; Ga 4,14);
estará siempre con Cristo (cf. Flp 1,23), en contemplación,
examinando siempre la voluntad de Dios, y realmente "ella será
la única que entiende, mientras que los otros [muertos]
revolotearán como sombras" (Homero,
Odisea, X,495); porque
los muertos entierran a sus propios muertos (cf. Mt 8,22; Lc
9,60).
155.5. Por eso Jeremías dice: "La llenaré de
cadáveres terrenos, a los que hirió mi ira" (Jr 33,5).
El Hijo
156.1.
Puesto que Dios (es) indemostrable, no es objeto de ciencia (epistemonikós);
pero el Hijo es sabiduría, ciencia, verdad y todo lo que está
unido a esto, y por ello es susceptible de demostración y de
explicación. Todas las potencias del Espíritu, que se sintetizan
en una sola cosa, confluyen en eso, en el Hijo, pero Él no puede
ser definido (aparémphatos:
término usado por los gramáticos para el indicar el modo
infinitivo de los verbos) mediante la noción de cada una de sus
potencias.
156.2. Pero tampoco el Hijo es sencillamente
uno en cuanto uno, ni múltiple en cuanto [compuesto] de partes,
sino uno como totalidad. Por eso (es) también la totalidad.
Porque Él mismo (es) el círculo de todas las potencias
ensambladas y unificadas.
La fe unifica al ser humano
157.1. Por eso el Verbo es llamado "alfa y omega" (Ap
1,8; 21,6; 22,13); de Él solo es propio que el término se haga
principio y nuevamente termine en el principio anterior, sin
tener jamás interrupción (o: intervalo, pausa).
157.2.
Por eso, creer en Él y por Él es hacerse uno (monadikós)
[con Él], unido en Él "sin distracción" (1 Co 7,35); por el
contrario, no creer es duplicarse, separarse y dividirse.
157.3. "Por eso el Señor dice así: Todo hijo extranjero es
un incircunciso en el corazón e incircunciso en la carne" (Ez
44,9), o sea, impuro en el cuerpo y en el espíritu;"ninguno
procedente de los extranjeros entrará en el santuario, en medio
de la casa de Israel, sino sólo los levitas" (Ez 44,10). Pero
llamó extranjeros a los que no quisieron creer, sino que
prefirieron ser infieles.
Los verdaderos sacerdotes de
Dios
158.1. Únicamente, por tanto, los que viven
con pureza son en realidad sacerdotes de Dios. De todas las
tribus circuncidadas, fueron consideradas más santas las que
ungían a los sumos sacerdotes, reyes y profetas (cf. 1 S 10,1).
158.2. De ahí que se les prescribiese no tocar cadáveres ni
acercarse a los muertos, no porque el cuerpo esté contaminado,
sino porque el pecado y la desobediencia, siendo obras de la
carne están ligadas al cuerpo y al cadáver, y por ello
execrables.
158.3. Ahora bien, solamente se permitía al
sacerdote acercarse al padre, madre, hijo e hija fallecidos (cf.
Ez 44,25), porque sólo ellos eran del mismo origen familia de
carne y semilla, por los que también el sacerdote recibió la
causa inmediata de su entrada en la vida.
158.4. Pero
también aquellos [sacerdotes] debían purificarse durante siete
días, porque durante ese tiempo se realiza la creación; porque
en el séptimo se celebra el descanso, y en el octavo [el
sacerdote] ofrece un sacrificio propiciatorio (o: propiciación),
como está escrito en Ezequiel (cf. Ez 44,26-27); sacrificio
propiciatorio por el que se puede recibir la promesa.
La perfecta
purificación del cristiano se realiza por la obediencia
159.1. La purificación perfecta es, me parece, la fe
en el Evangelio mediante la Ley y los profetas; pero
propiciación es la pureza alcanzada mediante una total
obediencia, unida también a la renuncia de las cosas del mundo
hasta la gozosa restitución de la tienda terrestre (o: del
cuerpo humano; skénos;
cf. 2 Co 5,14) (que realiza) el alma con agradecimiento.
159.2. Ya sea entonces el tiempo en que, contados los siete
períodos (cf. Lv 25,8), hace reposo en el más perfecto descanso,
ya sean también los siete cielos (cf. 2 Co 12,2), que algunos
cuentan ascensionalmente, ya sea también que se llame octavo (ogdoás)
al espacio estable próximo al mundo inteligible, en todo caso
dice que el gnóstico
debe salir hacia afuera de la creación y del pecado.
159.3. Así, después de los siete días se ofrecen sacrificios por
los pecados, porque todavía (está) el temor del cambio y la
relación con la séptima esfera.
El bautismo cristiano
160.1. Dice el justo Job: "Yo mismo desnudo salí del
vientre de mi madre y desnudo volveré allí" (Jb 1,21), desnudo
no de posesiones, -porque eso sería poca cosa y ordinario-, sino
como el justo que está desnudo de maldad, de pecado y de esa fea
figura que acompaña a los que han vivido de manera injusta.
160.2. Porque esto es lo se dijo: "Si no cambian y se hacen
como niños" (Mt 18,3), puros en la carne y santos en el alma por
la ausencia de malas obras; así demostramos que [Dios] quiere
que nosotros mismos seamos tal cual nos ha engendrado de la
matriz del agua (= el bautismo cristiano).
160.3. Porque
una generación que sigue a otra generación quiere (alcanzar) la
inmortalidad mediante un progresivo avance, "pero la lámpara de
los impíos se extinguirá" (Jb 21,17).
Alegoría sobre Rebeca. La
gloria de Dios
161.1. En verdad, la pureza del
cuerpo y del alma que el
gnóstico persigue, fue significada de modo notable por el
sapientísimo Moisés al servirse de la repetición, señalando la
integridad tanto del cuerpo como del alma de Rebeca,
escribiendo: "La virgen era hermosa, era virgen y no la había
conocido ningún varón" (Gn 24,16).
161.2. Rebeca se
interpreta como gloria de Dios, y la gloria de Dios es la
incorruptibilidad. Ésta es la justicia verdadera: no codiciar lo
de otro sino ser por entero templo santo del Señor (cf. 1 Co
3,17). Justicia es, entonces, la paz de la vida y la estabilidad
(del alma); a ella invitaba el Señor diciendo: "Vete en paz" (Mc
5,34; Lc 7,50; 8,48).
161.3. Porque Salem se interpreta
paz, por la que nuestro Salvador es descripto (como) rey, del
que dice Moisés: "Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios
altísimo" (Gn 14,18; Hb 7,1-2), el que ofreció el vino y el pan
santificado como símbolo de la eucaristía. Y Melquisedec se
interpreta: rey justo, pero por sinonimia entre la justicia y la
paz.
El Salvador nos
inicia en los misterios de nuestra fe
162.1.
Basílides supone que la justicia y su hija la paz (son)
fundamentos que permanecen ordenados en la
Ogdóada.
162.2.
Pero hay que pasar desde lo que se refiere más a lo físico hasta
alcanzar lo más manifiesto: lo ético; porque el discurso sobre
lo físico seguirá al trabajo [que tenemos] entre manos.
162.3. El mismo Salvador nos inicia sencillamente en los
misterios, según dice la tragedia: "Viendo a los que ven,
también les concede los ritos secretos (órgia)"
(Eurípides, Las Bacantes,
470). Y si preguntas: "Pero esos ritos ¿qué carácter tienen para
ti?" (Eurípides, Las Bacantes,
471). De nuevo oirás: "Son secretos para no los conozcan los
mortales no iniciados (lit.: no bacantes)" (Eurípides,
Las Bacantes, 472).
162.4. Y si algún curioso trata de saber cómo son, escuche
todavía: "No te es lícito oírlos, aunque sean dignos de
conocerse: los ritos divinos exasperan al que practica la
impiedad" (Eurípides, Las
Bacantes, 474 y 476).
162.5. Pero Dios es sin
principio (ánarchos),
principio absoluto de todo, hacedor del principio. En cuanto
esencia es principio de la parte física; como bien, es principio
de la ética; en cuanto que es intelecto, (es principio) de la
parte lógica y de la crítica. De donde también que el Verbo sea
el único maestro, Hijo de la mente del Padre, el educador del
hombre (otra variante del texto: De donde también el Verbo es el
único maestro, de un Padre Altísimo y Santo, pedagogo del
hombre).
Capítulo XXVI: Sobre el modo en
que el gnóstico debe tratar su cuerpo
La perfección se alcanza
gracias a la reconciliación concedida por el Salvador
163.1. Por consiguiente, los que sin razón profieren
invectivas contra la creación y censuran al cuerpo, no ven que
la constitución del hombre ha sido dispuesta en posición erecta
para contemplar el cielo, y que la organización (organopoiía:
fabricación de instrumentos) de los sentidos está dirigida a la
gnosis y que los
miembros y las partes [del cuerpo] están bien dispuestos hacia
la belleza, no al placer.
163.2. De donde, este
habitáculo que puede contener el alma, preciosísima para Dios,
es juzgada digna del Espíritu Santo, por la santificación del
alma y del cuerpo, y llevada a perfección por la reconciliación
del Salvador (cf. 1 Ts 5,23).
163.3. Pero también la
recíproca correspondencia de las tres virtudes se encuentra en
el hombre gnóstico,
ocupado ética, física e intelectualmente de lo divino.
163.4. Ciertamente la sabiduría (es) la ciencia de las cosas
divinas y humanas, la justicia, sinfonía de las partes del alma
y la santidad, el servicio a Dios (cf. Ef 4,24).
163.5.
Pero si alguno calumniase la carne y, por ella, a la creación,
aduciendo la cita de Isaías que dice: "Toda carne (es) hierba y
toda gloria humana como flor del campo; se secó la hierba y la
flor se marchitó, pero la palabra del Señor permanece por
siempre" (Is 40,6-8; cf. 1 P 1,24-25), escuche al Espíritu que
por medio de Jeremías lo explica: "Y los dispersaré como maleza
que se despliega por el viento hacia el desierto.
La "síntesis" humana
164.1. Tal es la herencia y la parte de la
desobediencia de ustedes, dice el Señor. Como te olvidaste de mí
y pusiste tu confianza en la mentira, también yo revelaré lo que
hay detrás de ti en tu propia cara, y se verá tu deshonor, tus
adulterios, tu relincho" (Jr 13,24-27), y lo que sigue.
164.2. Porque esto (es) "la flor del campo" (Is 40,6; cf. St
1,10; 1 P 1,24), y "el caminar según la carne" (2 Co 10,2) y
"ser carnal" (1 Co 3,3), según el Apóstol, permaneciendo en el
pecado (cf. 1 Co 15,17).
164.3. Está, por tanto, admitido
que el alma es lo superior del hombre, y el cuerpo lo inferior.
Pero ni el alma es buena por naturaleza, ni tampoco por
naturaleza malo el cuerpo; nada de lo que no es bueno (es) por
eso inmediatamente malo.
164.4. Porque existen algunas
cosas intermedias, e incluso entre ellas hay cosas que son
preferibles y cosas que son rechazables.
164.5. Era
necesario que el compuesto humano (lit.: la síntesis del
hombre), siendo de las cosas sensibles, estuviera constituido de
elementos diversos, pero no contrarios, (como) cuerpo y alma.
La unidad de Dios
165.1. Las buenas acciones, en cuanto mejores,
siempre hay que atribuirlas a la parte superior, la espiritual;
pero las libidinosas y pecaminosas se asignan a la parte
inferior, a la que puede pecar.
165.2. Ahora bien, el
alma del sabio y del gnóstico,
cual huésped en el cuerpo, se comporta con él grave y
respetuosamente, no con pasión; cuanto que todavía no abandona
la tienda, hasta que llame la hora de la partida.
165.3.
"Yo soy un extraño, dice [la Escritura], en esta tierra" (Sal
118 [119],19), "y un extranjero entre ustedes" (Gn 23,4; cf. Sal
38 [39],13). Y de ahí que Basílides juzgara decir que la
elección es extraña al mundo, como si fuera supramundana por
naturaleza.
165.4. Pero eso no es así. Porque todo
(pertenece) al único Dios, y no hay nadie por naturaleza ajeno
al mundo (cf. Hb 11,13), y una es la esencia y uno es Dios; pero
el elegido se comporta como extranjero, sabiendo que todo se
puede adquirir y todo se puede perder.
Tratar el cuerpo con respeto
166.1. Los peripatéticos quieren que los bienes sean de tres
clases, y se sirven incluso también del cuerpo, como uno que al
partir para un viaje largo (se sirve) de los albergues y las
posadas del camino; se cuida también por las cosas mundanas, por
el lugar allí donde se hospeda, pero abandona con indiferencia
la casa y la posesión y su uso, dispuesto a seguir con
diligencia al que lo saca de la vida, sin volver jamás atrás
(cf. Gn 19,26; Lc 17,31) por ningún motivo; agradeciendo el
éxodo, bendiciendo la marcha y recibiendo amigablemente la
morada celestial.
166.2. "Porque sabemos que, si la
tienda de nuestro habitáculo terrestre es desecha, tenemos de
Dios un edificio, una casa eterna no hecha por mano alguna en
los cielos. En esta tienda [terrena] gemimos, anhelando ser
revestidos de la habitación del cielo, siempre que seamos
hallados vestidos, no desnudos. Porque caminamos por fe, no por
medio de visión" (2 Co 5,1-3. 7), como dice el Apóstol.
166.3. "Pero nos complacemos más en salir del cuerpo y morar
junto a Dios" (2 Co 5,8). El "más" (se encuentra) en una
comparación, y la comparación es propia de las cosas que ofrecen
[alguna] semejanza; como el que (es) más valiente es más
valiente que los valientes, y (es) más valiente entre los
cobardes.
Dios conduce
a toda la creación hacia un final perfecto
167.1.
Así, añadió: "Por lo cual ambicionamos, ya ausentes, ya
residentes, serle gratos" (2 Co 5,9): evidentemente al Dios
único, de quien todo es obra y creación, el mundo y las cosas
supramundanas.
167.2. Admiro a Epicarmo quien dice
claramente: "Habiendo sido piadoso en la mente no sufrirás
ningún mal de la muerte, el espíritu permanece arriba en el
cielo" (Epicarmo, Fragmentos,
23 B 22).
167.3. Y al poeta lírico que canta: "Las almas
de los impíos revolotean sobre la tierra bajo el cielo en
sangrientos dolores, bajo el yugo de inevitables males; pero las
[almas] de los piadosos viven en el cielo celebrando con himnos
melodiosos al gran Bienaventurado" (Píndaro,
Fragmentos, 132;
falsamente atribuido).
167.4. Así, el alma no es enviada
del cielo a este lugar para algo peor, porque Dios dirige todo a
[un fin] mejor; puesto que, (el alma), que ha elegido la vida
mejor que (proviene) de Dios y de [su] justicia, se cambia de la
tierra al cielo.
Permanecer en la gnosis
168.1. Así, Job, llegando a la gnosis, dijo con
razón: "Ahora sé que lo puedes todo y que nada te es imposible.
¿Porque quién me anuncia cosas que yo no sabía, cosas grandes y
maravillosas que yo no comprendía? Yo me he despreciado a mí
mismo, considerándome tierra y ceniza" (Jb 42,2-3. 6).
168.2. Porque quien permanece en la ignorancia es pecador,
incluso tierra y ceniza; pero quien permanece elevado en la
gnosis, asemejándose a
Dios en la medida de lo posible, es ya espiritual y, por eso,
elegido.
168.3. Pero la Escritura llama tierra a los
necios y desobedientes, (como) lo hace con claridad por medio
del profeta Jeremías cuando dice de Joaquín y de sus hermanos:
"¡Oh tierra, tierra, escucha la palabra del Señor! Escribe a ese
varón, un hombre desterrado" (Jr 22,29-30).
Interpretación alegórica de
cielo y tierra
169.1. Y otro profeta dice:
"Escucha, cielo, y presta oído, tierra" (Is 1,2); llama "oído"
al entendimiento y "cielo" al alma del
gnóstico, que ha
asumido la contemplación del cielo y de las cosas divinas y ha
devenido israelita.
169.2. Porque, al contrario, llamó
"tierra" a quien ha elegido la ignorancia y la dureza de
corazón; y la expresión "presta oído" la tomó de los órganos de
la audición, de las orejas, asignando las características
carnales a los que se dedican a las cosas sensibles.
169.3. Son aquellos de los que el profeta Miqueas dice:
"Escuchen, pueblos, la palabra del Señor, los que viven en medio
de aflicciones" (Mi 1,2. 12).
169.4. Y Abrahán dijo: "Que
jamás, Señor, seas el que juzgue a la tierra" (Gn 18,25), porque
"quien no cree ya está juzgado" (Jn 3,18), según la sentencia
del Salvador.
El
Todopoderoso es bueno
170.1. Pero también están
escritos en ("el Libro) de los Reyes" el juicio y la sentencia
del Señor en estos términos: "Dios escucha a los justos, pero no
salva a los impíos, puesto que ellos no desean conocer a Dios.
Porque el Todopoderoso no realizará cosas absurdas (o: malas)"
(no en el Libro de los Reyes,
sino en Jb 36,10. 12; 34,12; 35,13).
170.2. ¿Qué dirán
entonces las herejías contra esta sentencia, cuando la Escritura
proclama al Todopoderoso Dios bueno, y no es culpable de maldad
ni de injusticia, si es que la ignorancia nace por no conocer y
Dios no hace nada absurdo?
170.3. "Porque Ése es, dice
[la Escritura], nuestro Dios y no hay quien salve fuera de Él" (Is
45,21), puesto que "no existe injusticia junto a Dios" (Rm
9,14), según el Apóstol.
170.4. Pero también el profeta
enseña claramente la voluntad de Dios y el progreso
gnóstico con las
siguientes [palabras]: "Y ahora Israel, ¿qué es lo que te pide
el Señor tu Dios, sino que temas al Señor tu Dios, y andes por
todos sus caminos, amándolo y sirviéndole a Él solo?" (Dt
10,12). Esto pide de ti, que tienes la facultad de elegir la
salvación.
El gnóstico
debe imitar a Dios cuanto pueda
171.1. ¿Qué es,
entonces, lo que querían los pitagóricos cuando ordenaban rezar
con sonido de voz? No era, a mi parecer, que Dios no pudiera oír
a quienes hablaban en silencio, sino que querían que las
oraciones fueran justas, que uno no se avergonzara de hacerlas
en presencia de muchos.
171.2. Pero sobre la oración,
nosotros la trataremos a su tiempo, conforme proceda el
discurso; pero, debemos tener obras que clamen, "como caminando
en (pleno) día" (Rm 13,13).
171.3. "Resplandezcan (lit.:
alumbren) así tus obras" (Mt 5,16). "Y he aquí a un hombre, y
sus acciones están delante de su rostro. He aquí a Dios y sus
obras" (Is 40,10; 62,11; Ap 22,12). Es necesario que el
gnóstico imite a Dios
cuanto pueda.
171.4. Pero me parece que también los
poetas a sus elegidos parecen designarlos parecidos a los
dioses, divinos, semejantes a dioses y émulos de Zeus en la
prudencia, "teniendo pensamientos parecidos a los de los dioses
y semejantes a los dioses" (Homero,
Odisea, XIII,89. 131),
mordisqueando (lit.: roer) lo de "a imagen y semejanza" (Gn
1,26).
Conclusión del
libro cuarto
172.1. Ciertamente Eurípides dice:
"(Tengo) alas de oro en la espalda y encantadores ritmos de
Sirenas en los pies; subiré por el inmenso éter para abrazar y
permanecer junto a Zeus" (Eurípides,
Fragmentos, 911).
172.2. Pero rogaré que el Espíritu de Cristo me dé alas para
volar a mi Jerusalén. Porque también dicen los estoicos que el
cielo es realmente una ciudad, pero que las de aquí, en la
tierra, no son todavía ciudades; porque se llaman [ciudades],
pero no lo son; porque la ciudad es algo serio y el pueblo (es)
una sociedad honesta, una multitud de hombres administrada bajo
ley, al igual que la Iglesia bajo el Verbo: ciudad sobre la
tierra inexpugnable, no gobernada por tiranos; voluntad divina
sobre la tierra como en el cielo (cf. Mt 6,10).
172.3.
También los poetas crean imágenes de esta ciudad cuando
escriben. Porque las ciudades de los Hiperbóreos y de los
Arimaspos, y los Campos Elíseos son estados de justos (o: son
gobernadas por los justos). Pero también sabemos que la ciudad
de Platón tiene su paradigma en el cielo.
LIBRO V
Capítulo I: Fe y conocimiento
No hay
verdadera gnosis sin fe
1.1. Una vez [dichas] esas
cosas relativas al gnóstico
como a la carrera, continuemos ahora sobre lo que falta, pues
hay que observar atentamente de nuevo la fe. En efecto, hay
quienes separan nuestra fe en el Hijo, y la
gnosis referente al Padre.
1.2. Pero olvidan que
es necesario en verdad creer en el Hijo, que es Hijo y que vino
[a este mundo], y cómo y para qué, y sobre su pasión; pero
(también) es necesario conocer quién es el Hijo de Dios.
1.3. Además no existe la
gnosis sin fe, ni la fe sin
gnosis, lo mismo que no
existe el Padre sin Hijo; porque igual que el Padre es padre del
Hijo, también el Hijo es verdadero maestro acerca del Padre.
1.4. Y para que alguien crea en el Hijo es necesario que
conozca al Padre, a quien (hace referencia) también el Hijo (cf.
Jn 1,1). Y a su vez, para que conozcamos al Padre hay que creer
al Hijo, porque (así) lo enseña el Hijo de Dios (cf. Jn 1,18);
porque desde la fe [se va] a la
gnosis, al Padre por
medio del Hijo. Pero la gnosis del Hijo y del Padre, conforme a
la regla gnóstica, la
realmente gnóstica, es
una aprehensión y discernimiento de la Verdad por medio de la
Verdad (cf. Jn 14,6-7).
1.5. De esta forma, nosotros
somos los creyentes en el que no se cree y los
gnósticos en el
desconocido; es decir,
gnósticos en el que es desconocido y no creído para una
mayoría (o: para todos), pero creído y conocido para unos pocos.
Y (somos) gnósticos no
de palabra porque describamos obras, sino por la contemplación
misma.
Fe y audición
2.1. "Bienaventurado quien habla a los oídos de
quienes escuchan" (Si 25,9). La fe es el oído (o: los oídos) del
alma, y a esa misma fe se refiere el Señor, diciendo: "El que
tenga oídos para oír que oiga" (Mt 11,15), para que habiendo
creído entienda lo que dice, (y) cómo lo dice [el Señor].
2.2. Por otra parte, también Homero, el más antiguo de los
poetas, empleó escuchar por comprender, lo específico por lo
genérico: "Y aquellos le oían perfectamente", escribe (Homero,
Odisea, VI,185). Porque el conjunto, la armonía y la sinfonía de
la fe en ambos se establecen en un fin: la salvación.
2.3. Testigo veraz para nosotros es el Apóstol, que dice:
"Porque deseo verlos, para comunicarles algún carisma espiritual
que los consolide; y esto es para ser juntamente animados entre
ustedes, mediante la fe común, la de ustedes y la mía" (Rm
1,11-12). Y más adelante añade: "Porque la justicia de Dios se
revela en Él de fe en fe" (Rm 1,17).
2.4. Parece, por
tanto, que el Apóstol proclama una doble fe, o mejor una sola,
que va recibiendo aumento y perfección.
2.5. Porque la fe
común está establecida como fundamento (cf. Ef 2,20; 1 Co
3,10-12), -así, a los que querían ser curados moviéndose por la
fe, el Señor les decía: "Tu fe te ha salvado" (Mt 9,22)-.
2.6. Pero (la fe) superior, edificada sobre (la primera), se
perfecciona en el creyente y se completa con la que deriva del
estudio y del cumplimiento de los preceptos del Verbo; así eran
los Apóstoles, de quienes se dice que su fe podía trasladar
montañas (cf. Mt 17,20; 1 Co 3,2) y trasplantar árboles (cf. Lc
17,6).
La fe no es un
privilegio natural
3.1. Así, percibiendo de la
grandeza de ese poder, pedían les aumentase la fe, que como "un
grano de mostaza" (Lc 17,6) arraigase beneficiosamente en el
alma y creciera grandemente en ella (cf. Mt 13,31-32; Mc
4,31-32; Lc 13,19), como para que reposaran en ella las palabras
sobre las realidades más elevadas.
3.2. Porque si alguien
por naturaleza conoce a Dios, como piensa Basílides, a la
inteligencia está próxima la fe superior y al mismo tiempo el
reino y la creación de los bienes, por ser condición de la
esencia de quien inmediatamente las ha hecho, porque [Basílides]
interpreta la fe como una esencia, no como una facultad (o:
libertad), como una naturaleza y una sustancia, como una no
limitada belleza de una creación insuperable; y dice que la fe
no es un asentimiento razonable de un alma libre.
3.3.
Así, sobran los mandamientos, tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento, al salvarse uno por naturaleza, como quiere
Valentín, o al ser uno creyente o elegido por naturaleza, como
admite Basílides. Además, sería posible que sin la venida
temporal del Salvador, la naturaleza, en algún tiempo, pudiera
resplandecer.
3.4. Pero si declaran necesaria la llegada
del Señor, entonces tienen que desaparecer para ellos las
propiedades de la naturaleza, porque los elegidos serán salvados
por el estudio, la purificación y la práctica de las buenas
obras; pero no por naturaleza.
Los errores de Marción
4.1. Por eso, Abrahán, escuchando, creyó a la voz que
le prometía bajo el árbol de Mambré: "A ti y a tu descendencia
daré esta tierra" (Gn 17,8); entonces, ¿era elegido o no? Pero
si no lo era ¿cómo creyó tan rápido, que parecía natural? Pero
si era elegido, la hipótesis se disuelve para aquellos
[herejes], encontrándose una elección antes de la venida del
Señor, e incluso también una salvación: "Porque le fue contada
para justicia" (Gn 15,6; Rm 4,3).
4.2. Porque si alguien,
siguiendo a Marción, se atreve a decir que el Demiurgo salva a
quien ha creído en Él, salvándose la elección aun antes de la
venida del Señor, con una salvación propia de aquél,
despreciaría con ello el poder del [Dios] Bueno, que, tarde y
después del Demiurgo alabado por ellos mismos, llegaría para
salvar, o mediante la enseñanza o la imitación de éste
[Demiurgo].
4.3. Pero, aunque el [Dios] Bueno también
salve de esa manera, según ellos, no dirige su salvación ni a
los suyos, ni en conformidad con el que hizo la creación, sino
mediante violencia y engaño.
4.4. ¿Y cómo va a ser bueno
el que es tal y posterior? Pero si el lugar es diferente y la
morada del Omnipotente es distinta de la morada del Dios bueno,
entonces la voluntad del que salva, puesto que ha sido dispuesta
antes, no viene después del [Dios] Bueno.
Fe e investigación
5.1. Por lo que hemos demostrado se pone de manifiesto que
los incrédulos son unos necios;"porque sus caminos son tortuosos
y no conocen la paz" (Is 59,8), dice el profeta. El inefable
Pablo aconsejó "evitar las cuestiones necias e insensatas,
porque originan altercados" (2 Tm 2,23). Esquilo ha gritado: "No
trabajes en vano lo que nada aprovecha" (Esquilo,
Prometeo encadenado,
44).
5.2. Porque sabemos que la mejor investigación es la
que va pareja con la fe, edificando la magnífica gnosis de la
Verdad sobre el fundamento de la fe.
5.3. Pero, sabemos
igualmente que no se investiga ni lo que es evidente -como, si
es de día cuando es de día-, ni lo invisible y que jamás
aparecerá claro -como, si las estrellas son pares o impares-; ni
tampoco lo que es recíproco -y es recíproco lo que se puede
defender de la misma manera por los que lanzan un discurso
contrario, como si el feto es un ser vivo o no-. Hay una cuarta
cuestión, cuando se propone un pensamiento indestructible e
irrefutable por cada una de las partes.
5.4. Si se
elimina la causa del investigar en todas las cuestiones, la fe
se mantiene estable. Porque les proponemos [a los adversarios]
algo incontestable, que es Dios mismo el que habla y responde
por escrito cada cosa de las que investigo (lit.: busco).
La Palabra del Padre
6.1. Así, ¿puede haber un ateo que, sin creer en
Dios, reclame de Dios demostraciones como de los hombres?
Además, algunas investigaciones necesitan de los sentidos, como
cuando uno investiga si el fuego es caliente o la nieve es
blanca; pero otras (son dignas) de reprensión y reprimenda, como
dice Aristóteles (cf. Topica,
I,11,105 a 3-9); como aquella pregunta de si se debe honrar a
los padres. Pero hay otras también merecedoras de castigo (o:
corrección), como es exigir demostraciones sobre si existe una
Providencia.
6.2. Ahora bien, puesto que la providencia
existe, (es) impío pensar que toda profecía y la economía
salvífica que se ha realizado en el Salvador no se cumplen
conforme a providencia; e igualmente tampoco es necesario
intentar demostrar tales cuestiones, porque la divina
providencia se manifiesta por el espectáculo de todas las cosas
visibles: obras artísticas y sabias, de las que unas se realizan
con orden y otras se manifiestan ordenadamente.
6.3. Pero
quien nos ha dado parte del ser y la vida nos ha hecho también
partícipes del Verbo, queriendo igualmente que nosotros tengamos
una vida razonable (logikós)
y buena. Porque el Verbo del Padre del universo no es el
proferido (prophorikós),
sino que es sabiduría y bondad muy manifiestas de Dios, también
fuerza omnipotente y en realidad divina, no (es) inconcebible
aún para quienes no la confiesan, voluntad todopoderosa.
Capítulo I: Fe y conocimiento
(conclusión)
El Salvador nos guía hacia el
verdadero bien
7.1. Pero como unos son incrédulos
y otros aficionados a las discusiones, no todos alcanzan la
perfección del bien. Porque no es posible alcanzarla sin una
elección libre, ni tampoco depende totalmente de nuestra
voluntad, como lo que está por venir.
7.2. "Porque
estamos salvados por gracia" (Ef 2,5), (y) no en realidad sin
las obras buenas, sino que es necesario, habiendo sido
engendrados para el bien, tender hacia él con algún esfuerzo.
7.3. Pero es necesario también tener la intención recta (o:
el pensamiento sano), inalterable en la búsqueda del bien; para
ello necesitaremos sobre todo de la gracia divina, de una recta
enseñanza, de una docilidad sincera (o: pura), y de la atracción
(cf. Jn 6,44) del Padre [que nos lleve] hacia Él.
7.4.
Porque abandonados al cuerpo terrestre, recibimos las
sensaciones mediante el cuerpo, pero únicamente asimos lo
inteligible mediante la capacidad racional.
7.5. Pero si
alguien se propusiera comprender todo con los sentidos,
sucumbiría lejos de la verdad. El Apóstol, sobre el conocimiento
de Dios y espiritualmente (= por la acción del Espíritu),
escribe: "Porque ahora vemos como en un espejo, pero entonces
veremos cara a cara" (1 Co 13,12).
7.6. Porque la visión
de la verdad es dada a unos pocos. Por eso dice Platón también
en el "Epínomis": "Digo que no es posible que todos los hombres
sean felices y dichosos, sino algunos pocos; afirmo eso, en
tanto que vivamos; pero quien haya muerto tendrá la hermosa
esperanza de poseerlo todo" (Platón,
Epínomis, 973 C).
7.7. Esto mismo es lo que quiere (decir) Moisés: "Nadie verá
mi rostro y vivirá" (Ex 33,20). Porque es evidente que nadie,
durante el tiempo de la vida, puede comprender a Dios
claramente. "Pero los limpios de corazón verán a Dios" (Mt 5,8),
cuando alcancen la perfección final.
7.8. Puesto que el
alma es poco fiable para la comprensión de las realidades,
necesitamos de un divino maestro: el Salvador es enviado aquí
abajo, maestro y guía en la adquisición del bien, inefable y
santa manifestación de la gran Providencia.
El hombre, que tiene
entendimiento, puede asemejarse a Dios
8.1.
"¿Dónde el gramático? ¿Dónde el que se entrega a discusiones de
este mundo? ¿No hizo Dios necedad la sabiduría de este mundo?"
(1 Co 1,20; cf. Is 29,14), dice. Y de nuevo: "Yo destruiré la
sabiduría de los sabios y rechazaré la inteligencia de los
inteligentes" (1 Co 1,19), de los que presumidos y de esos
aficionados a la discusión.
8.2. Ya bellamente dice
Jeremías: "Esto dice el Señor: Deténganse en los caminos y
busquen por las sendas eternas cuál es el buen camino y sigan
por él, y encontrarán expiación (o: purificación) para sus
almas" (Jr 6,16).
8.3. "Busquen", dice, e infórmense de
quienes saben sin espíritu de disputa y sin contiendas. E
instruidos, sigamos sin desfallecer por el camino recto de la
verdad, hasta que obtengamos aquello que deseamos.
8.4.
Con razón el rey de los romanos -llamado Numa-, pitagórico, fue
el primero de todos los hombres que erigió un templo de la Fe y
de la Paz.
8.5. "Pero a Abrahán, le fue contada justicia,
porque había creído" (Gn 15,6). Era llamado Abram, que significa
padre sublime, al dedicarse a la elevada filosofía concerniente
a los fenómenos celestiales y a los movimientos del cielo.
8.6. Pero luego, mirando al cielo (cf. Gn 15,5), puede que
viera al Hijo en el espíritu, como algunos explican, o a un
ángel glorioso, o que de alguna otra manera él reconociera que
Dios está por encima de la creación y de todo el orden que hay
en ella, y recibiendo el alfa, la
gnosis del solo y único
Dios, y se llama Abrahán (cf. Gn 17,5), pasase de conocedor de
la naturaleza, a ser sabio y amigo de Dios.
8.7. Porque
ciertamente la traducción (lit.: interpretación) (de ese nombre
es): "Padre elegido de un eco" (o: sonido), puesto que la
palabra posee sonido, pero su padre es el entendimiento, y
elegido es el entendimiento del honrado (o: virtuoso).
Testimonios de los filósofos
griegos
9.1. Y me importa mucho ensalzar al poeta
de Agrigento, que canta a la fe de esta manera: "Amigos, sé que
hay verdad en las palabras que voy a decir; pero el impulso de
la fe es muy difícil de aceptar por los hombres y contrario a su
inteligencia" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B 114).
9.2. Por eso también
exhorta el Apóstol "para que nuestra fe no esté en la sabiduría
de los hombres", quienes prometen convencer, sino en el poder de
Dios" (1 Co 2,5), el único que puede salvar sin demostraciones
mediante la fe sencilla (o: simple).
9.3. "Porque el más
notable de los pensadores conoce lo que hay que guardar; y sin
duda también la justicia alcanzará a los artífices y testigos de
mentiras" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 28), dice el de Éfeso.
9.4.
Puesto que también él conoce, aprendiéndolo de la filosofía
bárbara, la purificación por el fuego de los que han vivido mal
y que más tarde los estoicos llamaron conflagración (ekpyrosis).
(Según Heráclito), también éstos dogmatizan que (el hombre)
cualificado será restablecido (o: resucitado); por ello insinúan
la resurrección.
9.5. Pero Platón dice que la tierra fue
purificada por el fuego y el agua en algunos tiempos, de la
siguiente manera: "Muchas y grandes destrucciones han
sobrevenido y vendrán a los hombres. Las peores por medio del
fuego y del agua; otras más breves por otros muchísimos medios"
(Platón, Timeo, 22 C).
9.6. Y añade un poco después: "Pero lo cierto es que hubo un
movimiento alternativo (de los seres) alrededor de la tierra y
del cielo, y mediante grandes espacios de tiempo tiene origen
(o: sucede) la destrucción de todo lo que hay sobre la tierra,
por el fuego" (Platón, Timeo,
22 D).
9.7. Luego añade sobre el diluvio (lit.:
cataclismo): "Pero, cuando a su vez los dioses, para purificar
la tierra con agua la sumergen mediante un diluvio, quienes
(están) en las montañas, boyeros (y) pastores, se salvan, pero
(los habitantes) de nuestras ciudades son arrastrados por los
ríos hacia el mar" (Platón,
Timeo, 22 D-E).
Los caminos de la revelación para los griegos
10.1. Hemos establecido en el primero de los "Stromata" que los
filósofos griegos (eran) llamados ladrones, porque plagiaron de
Moisés y de los profetas sus principales opiniones sin
agradecimiento.
10.2. Pero ahora añadiremos cómo unos
determinados ángeles, recibiendo la herencia de arriba (y)
cayendo en placeres, dijeron a las mujeres cuantos secretos
habían llegado a su conocimiento; en cambio, otros ángeles los
ocultaron o, mejor, los reservaron para la parusía del Señor. De
aquí deriva la doctrina de la Providencia y de la revelación de
los fenómenos celestiales.
10.3. Pero transmitida la
profecía a los poetas griegos, tuvo lugar el trabajo dogmático
entre los filósofos: algunas veces conforme a la verdad,
(cuando) conjeturando daban en el blanco, otras veces errando,
cuando no llegaban a comprender el sentido oculto de la alegoría
profética; también es preferible el hablar brevemente [de eso],
para abordar lo que apremia.
La investigación debe ayudar a
la fe
11.1. Por tanto decimos que no conviene que
la fe progrese ociosa y sola, sino con (ayuda) de la
investigación. Porque no digo que no haya que buscar nada;
puesto que [la Escritura] dice: "Busca y encontrarás" (Mt 7,7,;
Lc 11,9).
11.2. "Lo que se busca, es fácil de obtener,
pero lo que se descuida, se escapa" (Sófocles,
Edipo rey, 110-111),
según Sófocles.
11.3. Y el cómico Menandro dice algo
parecido: "Todo lo que se busca requiere preocupación, sostienen
los más sabios" (Menandro,
Fragmentos, 164).
11.4. Pero ciertamente es
necesario que el discernimiento del alma se aplique a la
búsqueda, quite los obstáculos, y rechace por completo el
espíritu polémico, la envidia y la discordia, que debe terminar
vergonzosamente aniquilada de entre los hombres.
11.5.
Timón de Fliunte escribe bellamente: "Entre graznidos merodea la
pestífera Discordia, hermana y jornalera homicida de la Riña; y
como ciega, da vueltas en todos los sentidos, pero luego se
lanza hacia el rostro mortal y le lanza hacia la esperanza"
(Timón, Fragmentos,
795).
11.6. Y un poco más adelante añade: "¿Quién los
unió para luchar con perniciosa riña? El vulgo inseparable del
Eco; ella, irritada por los silenciosos, envió a los hombres la
peste de la charlatanería, y muchos perecían" (Timón,
Fragmentos, 796); (esto
es) sobre los argumentos que niegan con mentira y del cornudo (=
nombre dado en la antigüedad a ciertos argumentos), del huidizo,
del cocodrilo (= sofisma en forma de dilema capcioso), del
sorites, del oculto, y de las ambigüedades y sofismas.
Buscar a Dios evitando la
discordia
12.1. Pero el investigar acerca de Dios,
mientras no tienda a la discordia, sino a la búsqueda, es
saludable. Porque en David está escrito: "Comerán los pobres y
se hartarán, y alabarán al Señor los que le buscan; su corazón
vivirá por los siglos de los siglos" (Sal 21 [22],27).
12.2. Porque los que investigan según la verdadera búsqueda,
alabando al Señor, serán colmados del don de Dios, esto es, de
la gnosis, y vivirá su
alma; puesto que "corazón" significa alegóricamente el alma, que
es la que otorga la vida, porque el Padre se da a conocer
mediante el Hijo (cf. Mt 11,27; Lc 10,22).
12.3. Tampoco
es necesario prestar oído fácil y absolutamente a todos los que
hablan o escriben, porque las copas que son tomadas por muchos
por las asas, se manchan, pierden las asas y acaban rompiéndose
también ellas mismas.
12.4. Porque, de igual manera, los
que manchan con muchas necedades (o: charlatanerías) la pura
audición de la fe, haciéndose sordos finalmente a la verdad,
devienen inútiles y caen por tierra.
"Dios es amor"
13.1. Ciertamente no sin razón recomendamos a los niños besar
(o: abrazar) a sus familiares tomándolos de las orejas, porque
con esto pretendemos decir que el sentimiento del amor nace por
medio de la audición; pero "Dios es amor" (1 Jn 4,16), el que es
conocido por los que le aman; como también "Dios es fiel" (1 Co
1,9; 10,13), el que se entrega a los fieles mediante el estudio.
13.2. Y (es) necesario que nos familiaricemos con Él por
medio del amor divino, para que contemplemos lo semejante con lo
semejante, escuchando sin malicia (o: sin dolo) y con pureza la
palabra de la verdad, del mismo modo que los niños que nos
obedecen.
13.3. Y eso era también lo que quería decir
indirectamente el que escribió, fuera quien fuera, en el pórtico
del templo de Epidauro: "Es necesario que sea puro quien entra
en un templo que perfuma el incienso; y la pureza es pensar
cosas santas" (Epigrama del
templo de Epidauro [420 a. d. C.];
Anthologia Palatina, Apéndice,
18).
13.4. "Y si no se hacen como estos niños, no
entrarán -dice [el Señor]- en el reino de los cielos" (Mt 18,3).
Porque así se manifiesta el templo de Dios, asentado sobre el
triple fundamento de la fe, la esperanza y la caridad.
Capítulo II: Testimonios de
Platón, Empédocles y Parménides
Afirmaciones de Platón
14.1. Sobre la fe hemos presentado suficientes testimonios
de escritos griegos; pero como para no extendernos demasiado y
vanagloriándonos de reunir muchos más acerca de la esperanza y
del amor, baste sólo mencionar algunos. Así, Sócrates en el "Critón"
anteponiendo al vivir el vivir y morir bien, cree tener alguna
esperanza de otra vida después de la muerte (cf. Platón,
Critón, 48 B).
14.2. Y porque también en el "Fedro", dice que únicamente el
alma, cuando se abandona en sí misma, puede recibir la verdadera
sabiduría y mejor que el poder humano, cuando el deseo de aquí
abajo le da alas para [lanzarse] hacia el cielo, y por el amor
filosófico, dice, alcanza el término de la esperanza, puesto que
recibe el principio de la otra vida, la eterna (cf. Platón,
Fedro, 249 C).
Lo que dicen Platón,
Empédocles y Parménides
15.1. En el "Banquete"
afirma que en todos los seres existe el deseo natural de la
procreación de otro igual [a uno mismo]; y en los hombres
únicamente de hombres, pero en (el hombre) de bien, del parecido
a él (cf. Platón, El Banquete,
206 C; 207 ACD; 208 B).
15.2. Pero, es imposible que (el
hombre) virtuoso pueda hacer eso a no ser que posea perfectas
las virtudes, con las que educará a los jóvenes que se acerquen
a él y, como se dice en el "Teeteto", entonces engendrará y
producirá hombres (cf. Platón,
Teeteto, 150 B-C)..
15.3. Porque unos dan a luz
según el cuerpo, otros según el alma; y entre los filósofos
bárbaros el catequizar e iluminar es llamado también
reengendrar, y por eso el gran Apóstol dice en algún sitio: "Yo
los he engendrado en Cristo Jesús" (1 Co 4,15).
15.4. Y
Empédocles incluye entre los principios a la amistad,
entendiéndola como un amor que une: "Tú, mírala con la mente, y
no permanezcas con ojos atónitos" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B 17).
15.5. Pero también Parménides dice lo mismo sobre la
esperanza en aquel poema suyo, cuando deja entender: "Mira que
lo ausente se hace sólidamente presente por la mente; porque así
no se separará la realidad de aquello que la conserva, ni aún
cuando se difunda de mil maneras por el mundo entero, ni aún
cuando se contraigas" (Parménides,
Fragmentos, 28 B 4).
Capítulo III: Sobre la búsqueda
de lo inteligible
Al reino de Dios sólo se llega
con una vida recta y una oración constante
16.1.
Porque también el que espera, como el que cree, ve con la
inteligencia lo comprensible y lo futuro. Ahora bien, si decimos
que algo es justo y ddecimos que también es bello, e incluso
decimos que algo es verdad, no obstante, ninguna de esas
realidades las hemos visto con los ojos, sino sólo con la
inteligencia; pero el Verbo de Dios dice: "Yo soy la verdad" (Jn
14,6); según eso, el Verbo puede ser contemplado por la mente.
16.2. ""¿A quiénes llamas tú, dice, verdaderos filósofos?".
Yo respondí: "A los que aman la contemplación de la verdad""
(Platón, La República,
V,475 E).
16.3. Platón, en el "Fedro", dará a conocer lo
relativo a la verdad, hablando de las ideas (cf. Platón,
Fedro, 246 A). Y la
idea es un pensamiento de Dios, a lo que los bárbaros han
llamado Verbo de Dios.
16.4. Y esto dice textualmente:
"Es necesario decir abiertamente lo que es verdadero,
especialmente cuando alguien habla sobre la Verdad; porque es
esencia realmente incolora y carente de figura, intangible, y
visible únicamente para el piloto del alma, el entendimiento"
(Platón, Fedro, 247 C).
16.5. El Verbo procedente (lit.: que va delante) (es) causa
de la creación; después, engendrándose a sí mismo (= no fue
determinado por ninguna creación, sino que se encarnó por propia
voluntad), el Verbo se hace carne para poder ser contemplado.
16.6. Por tanto, el justo buscará un hallazgo (lleno) de
caridad, (y) esforzándose hacia ello es afortunado; porque dice
[el Señor]: "A quien llama se le abrirá; pidan y se les dará"
(Mt 7,8. 7).
16.7. Porque quienes arrebatan el reino han
sido llamados "violentos" (cf. Mt 11,12), no porque lo arranquen
violentamente con los discursos erísticos, sino por la
perseverancia de una vida recta (y) por las oraciones
ininterrumpidas (cf. 1 Ts 5,17), borrando las manchas de los
pecados anteriores.
16.8. "En verdad, es posible tomar la
maldad y en masa" (Hesíodo,
Los trabajos y los días, 287). "Pero, Dios ayuda a quien
se esfuerza" (Eurípides,
Hippollytus Prior Fragmentos, 432). "Porque no permanecen
en cualquier sitio los regalos inexpugnables de las Musas para
que se los lleve cualquiera" (Baquílides,
Fragmentos dudosos,
55).
Las
lámparas de las vírgenes prudentes
17.1. Por lo
tanto, abordar la ignorancia es la primera lección para quien
camina según el Verbo. Alguien que era ignorante investigó (o:
buscó), y al investigar encontró al Maestro, y encontrado creyó
en Él, y creyendo esperó, (y) amando se hizo semejante al amado,
procurando ser lo que había comenzado a amar.
17.2. Este
determinado método le muestra Sócrates a Alcibíades, cuando es
interrogado así: ""¿No crees que yo no puedo conocer de otra
manera lo que es justo?". "Sí, ciertamente, si la encuentras".
"Pero, ¿piensas que yo no puedo encontrarla?". "Ciertamente que
sí, si la buscas". "¿Y no crees que yo debería buscarla?".
"Seguramente, si piensas que no sabes"" (Platón,
1 Alcibíades, 109 E).
17.3. A esto también [se refieren] las lámparas de las
vírgenes prudentes, que por la noche permanecen encendidas en la
amplia oscuridad de la ignorancia, que la Escritura ha designado
como noche. Almas prudentes, puras como vírgenes, que sabedoras
de que ellas mismas permanecen en ignorancia mundana, encienden
la luz, despiertan también la inteligencia, iluminan la
oscuridad, destierran la ignorancia, buscan la verdad y aguardan
la aparición (o: manifestación:
epifanía) del Maestro
(cf. Mt 25,1-13).
17.4. "Es, por tanto, imposible, digo
yo, que una muchos se hagan filósofos" (Platón,
La República, VI,494
A). "Son muchos ciertamente los portatirsos, pero son pocos los
bacantes", según Platón (Fedón,
69 C).
17.5. "Porque muchos son los llamados, pero pocos
los elegidos" (Mt 22,14);"y no en todos, dice el Apóstol, está
la gnosis" (1 Co 8,7). "Pero oren para que seamos librados de
los hombres perversos y malvados; porque no de todos (es) la fe"
(2 Ts 3,1. 2).
17.6. También la poética filosofía del
estoico Cleantes escribe cosas parecidas de esta manera: "No
busques la opinión, tratando ser sabio rápidamente, y no temas
la opinión sin juicio e implacable de la masa. Porque la
multitud no posee un juicio sensato, justo, ni hermoso; sino que
eso lo encontrarás en pocos varones" (Cleantes,
Fragmentos, 518).
La fe es el fundamento de
la salvación
18.1. Y el cómico [dice] muy
sabiamente con brevedad: "Es vergonzoso juzgar las cosas bellas
con mucho ruido" (Anónimo,
Fragmentos, 518).
18.2. Porque escucharon, me
parece, aquella hermosa sabiduría que nos dijo: "En medio de los
insensatos, preserva el tiempo; pero, entre los prudentes,
demórate" (Si 27,12).
18.3. Y de nuevo: "Los sabios
ocultarán [su] ciencia" (Pr 10,14); porque la muchedumbre
reclama una garantía de la verdad a la demostración, no contenta
con la sola salvación (que proviene) de la fe.
18.4.
"Pero es muy propio de los malos desconfiar de los poderosos;
pero, como mandan las garantías de nuestra Musa, conócelo en tu
interior discerniendo lo que se dice" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B 4).
Porque los malos tienen esa costumbre, dice Empédocles, de
querer apoderarse de lo verdadero mediante la incredulidad (lit.:
no creer).
18.5. Pero los griegos reconocerán, mediante
un examen muy atento de este discurso a través de lo que sigue,
que nuestras doctrinas también son célebres y dignas de fe;
porque nosotros aprendemos lo semejante por lo semejante. Por
eso, "responde al necio con su misma necedad" (Pr 26,5), dice
Salomón.
18.6. Por lo cual, también a quienes solicitan
la sabiduría (cf. 1 Co 1,22) que ya tienen hay que darles lo que
les es familiar, como para que lleguen por lo que les es propio
y con facilidad a la fe de la verdad.
18.7. "Porque me
hice todo con todos, dice [el Apóstol], para ganarlos a todos"
(1 Co 9,22); puesto que también la lluvia de la gracia divina
cae sobre justos e injustos (cf. Mt 5,45).
18.8. "¿Acaso
es sólo Dios de los judíos? ¿No es también de los gentiles? Sí,
también de los gentiles, ya que (hay) un solo Dios" (Rm
3,29-30), grita el noble Apóstol.
Capítulo IV: Filosofía y
teología entre los griegos y entre los bárbaros
El velo del templo
19.1. Pero como no quieren creer justamente ni al bien, ni a
la gnosis relativa a la
salvación, nosotros mismos, teniendo por propio lo que es de
ellos, puesto que todo es de Dios, y sobre todo porque lo
hermoso le llegó a los griegos desde nosotros, les argumentamos
(lit.: les tomamos en mano) como están acostumbrados a escuchar
(cf. Mc 4,33); porque la inmensa muchedumbre valora lo que es
inteligente (o: prudente) o justo, no desde la verdad sino desde
lo que les impresiona.
19.2. Y no suelen gustar de otra
cosa sino de lo que se les asemeja. Porque quien todavía
permanece ciego y también sordo, no teniendo inteligencia ni la
intrépida y aguda mirada del alma amiga de la contemplación, que
sólo el Salvador infunde, quien todavía es como un no iniciado
en los misterios, o sin arte en las danzas, y aún no está limpio
y digno de la verdad pura, sino desentonado, indisciplinado y
corpóreo, ése es necesario que todavía permanezca fuera del coro
divino.
19.3. Porque nosotros juzgamos lo espiritual
mediante cosas espirituales (cf. 1 Co 2,13). Por eso, el método
de la interpretación (o: de la significación oculta), divino en
verdad y muy necesario para nosotros, por ser el Verbo realmente
sagrado puesto en reserva en el santuario de la verdad, ha sido
llamado por los egipcios templo inaccesible para ellos, y los
hebreos lo denominan por medio del velo (cf. Hb 9,3-4).
19.4. A través de él únicamente estaba permitido pasar a los
consagrados, o sea, los dedicados a Dios, los circuncidados
respecto a las concupiscencias de las pasiones por el amor hacia
el único Dios. Porque a Platón le parecía no ser lícito a lo
impuro tocar lo puro (cf.
Fedón, 67 B).
La
escritura de los egipcios
20.1. Por eso las
profecías y los oráculos hablan por medio de los enigmas (=
símbolos) y los misterios no son manifestados libremente a
cualquiera, sino después de ciertas purificaciones e
linstrucciones preliminares.
20.2. "Porque la Musa no era
aún ávida de ganancia, ni mercenaria; ni se vendían dulces,
suaves cantos de Terpsícora, de faz plateada, cantos de voz
armoniosa" (Píndaro, Isthmia,
2,5-8).
20.3. Ahora bien, quienes son educados por los
egipcios aprenden primero el método de todos los gramáticos
egipcios, el llamado epistolográfico; después el hierático,
empleado por los hierogramáticos; pero el último y final (es) el
jeroglífico, que se divide en el lenguaje propiamente dicho (ciriológico),
por medio de los primeros caracteres, y en el simbólico. Pero el
simbólico, o se expresa con significado propio, pero a
imitación, o se escribe como figuradamente, o abiertamente (se
expresa) con clara alegoría según ciertos enigmas.
20.4.
Así, queriendo escribir un sol, hacen un círculo, y para la luna
una figura con forma de media luna, según el modo ciriológico.
20.5. Pero graban de modo figurado cambiando y modificando
el sentido propio, unas veces mutilando y otras transformando de
múltiples maneras.
La
escritura de los egipcios (continuación)
21.1.
Así, inscriben, mediante relieves, los panegíricos de los reyes,
refiriéndolas con mitos (relativos) a los dioses.
21.2.
Pero respecto a los enigmas del tercer género valga este
ejemplo: representaban a los otros astros mediante el andar
sinuoso de las serpientes; pero al sol mediante lo
característico del escarabajo, puesto que, formando una figura
redonda de estiércol vacuno, da vueltas alrededor de sí mismo.
21.3. Y dicen también que este animal vive seis meses bajo
tierra, y el resto del año sobre la tierra, (y) que deposita su
semilla en la bola [del estiércol] y engendra, sin que exista
escarabajo hembra.
21.4. Por tanto, podría decirse que
todos los que han tratado acerca de Dios, bárbaros y griegos,
han ocultado los comienzos de las cosas, pero han enseñado la
verdad con enigmas y símbolos, con alegorías, metáforas y otras
figuras parecidas; así eran los oráculos entre los griegos, y
por eso Apolo de Delfos es denominado el Loxias (= por la
ambigüedad de sus oráculos y símbolos).
Las máximas de los sabios
griegos
22.1. Ciertamente los apotegmas de los
llamados sabios griegos pretendían mostrar con pocas palabras
algo importante, como sin duda el "cuida (o: mide, ahorra) del
tiempo" (Zenón, Fragmentos,
323), que quiere decir o que la vida es breve y no conviene
gastar inútilmente este tiempo, o, por el contrario, que hay que
ahorrar de los gastos propios, para que si vives muchos años,
dice, no te falte lo necesario (cf. Filón de Alejandría,
Sobre la vida contemplativa,
2,16).
Otras máximas de
los griegos
23.1. De igual manera el "conócete a
ti mismo" (cf. I,60,3) es explicado de múltiples formas: que
eres mortal y has nacido hombre; o también, en comparación con
otras excelencias de vida, que no tienes importancia alguna,
diciendo que eres famoso o rico; o por el contrario, si eres
rico y famoso, no te vanaglories de una prerrogativa no
permanente. Conoce para qué has nacido, dice, y de quién eres
imagen y cuál tu esencia, tu creación y tu parentesco divino y
otras cosas parecidas.
23.2. Pero también el Espíritu
dice a través del profeta Isaías: "Te daré tesoros ocultos,
secretos" (Is 45,3). Ahora bien, tesoros de Dios y riqueza
inagotable (cf. Lc 12,33) es la sabiduría difícil de obtener.
Sentencias de los
poetas griegos
24.1. Pero también los poetas,
habiendo aprendido la teología de estos profetas, filosofan
muchas cosas mediante conjeturas; me refiero a Orfeo, Lino,
Museo, Homero, Hesíodo y a los sabios de esa índole.
24.2. Pero para la mayoría el encanto poético (es) un velo. Los
sueños y los símbolos que permanecen totalmente obscuros para
los hombres, no por envidia [de Dios] -puesto que no es lícito
suponer a Dios con pasiones-, sino para que la búsqueda,
introducida en el sentido de los enigmas, se lance al
descubrimiento de la verdad.
24.3. Por eso mismo,
Sófocles, el poeta trágico, dice en alguna parte: "También yo sé
perfectamente que Dios es así; que siempre anuncia lo enigmático
a los sabios, pero es maestro mediocre (o: defectuoso, malo) e
insignificante para los torpes" (Sófocles,
Fragmentos inc., 704),
tomando mediocre (en el sentido) de sencillo.
La Sagrada Escritura y las
parábolas
25.1. Ahora bien, sobree toda nuestra
Escritura se dice en los "Salmos" que está escrita en parábolas
(= símbolos): "Escuchen, pueblo mío, mi ley, inclinen el oído a
las palabras de mi boca; abriré mi boca en parábolas y
proclamaré enigmas desde el comienzo" (Sal 77 [78],1-2).
25.2. Y lo mismo dice de esta forma el noble Apóstol: "Hablamos
sabiduría entre los perfectos, pero una sabiduría que no es de
este mundo, ni de los jefes de este mundo, que van
desapareciendo; sino que hablamos sabiduría de Dios, sabiduría
escondida en el misterio, que Dios predestinó antes de los
siglos para nuestra gloria, que ninguno de los príncipes de este
mundo ha conocido; porque si la hubieran conocido, no habrían
crucificado al Señor de la gloria" (1 Co 2,6-8).
25.3.
Pero los filósofos no actuaron para injuriar la venida del
Señor. Por tanto, sólo queda pensar que el Apóstol fustiga la
presunción de los sabios judíos.
25.4. Y por eso añade:
"Pero predicamos, como está escrito, dice, lo que ojo no vio, y
oído no oyó, y no subió al corazón del hombre, lo que Dios ha
preparado a los que lo aman. Porque nos lo ha revelado Dios por
el Espíritu, puesto que el Espíritu lo sondea todo, incluso las
profundidades de Dios" (1 Co 2,9-10).
25.5. Porque sabe
que es espiritual y gnóstico el discípulo del Espíritu Santo,
provisto por Dios, el que es el pensamiento de Cristo. "Pero el
hombre animal no admite las cosas del Espíritu, porque para él
es una locura" (1 Co 2,14).
Lo que enseña el Apóstol sobre
la fe y el conocimiento
26.1. Ahora bien, el
Apóstol llama a la fe común, para diferenciarla de la perfección
gnóstica, unas veces
fundamento, otras leche, escribiendo de este modo: "Hermanos, no
pude hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a
niños en Cristo. Les he dado a beber leche, no alimento sólido;
porque todavía no eran capaces. Pero tampoco ahora son capaces,
porque todavía son carnales. Puesto que mientras haya entre
ustedes celos y contiendas, ¿no son carnales y caminan según el
hombre?" (1 Co 3,1-3).
26.2. (Esas) son las elecciones de
los hombres pecadores, pero los que se abstienen de esas cosas
aspiran a (las realidades) divinas y participan del alimento del
gnóstico.
26.3.
"Según la gracia, dice, que me ha sido dada, como sabio
arquitecto puse el cimiento, pero otro construye encima (o:
sobreedifica) con oro, plata, y piedras preciosas" (1 Co 3,10.
12).
26.4. Estas sobreedficaciones gnósticas están
cimentadas en el fundamento de la fe en Jesucristo; pero lo que
levantan los herejes es "paja, leña y heno" (1 Co 3,12). "Pero
el fuego revelará lo que es la obra de cada uno" (1 Co 3,13).
26.5. Y en la "Carta a los Romanos", aludiendo a la
construcción gnóstica,
dice: "Porque anhelo verlos, para comunicarles algún carisma
espiritual que los fortalezca" (Rm 1,11). Pero no era posible
exponer con claridad y enviar por carta lo relativo a los
carismas.
Capítulo V: Sobre los símbolos
pitagóricos
Pitágoras depende de la
filosofía bárbara
27.1. También los símbolos
pitagóricos están ligados muy secretamente a la filosofía
bárbara. Así, el de Samos recomienda: "No tener golondrina en
casa" (Pitágoras, Symbolica,
7), o sea, no recibir [en casa] al hombre locuaz, maldiciente y
hablador, que no puede guardar lo que se le comparte.
27.2. "La golondrina, la tórtola y los pajarillos del campo
conocen los tiempos de sus éxodos" (Jr 8,7), dice la Escritura,
y no conviene cohabitar nunca con lenguaje frívolo.
27.3.
Sí, con razón se expulsa de la casa a la tórtola que murmura,
divulgando la desagradecida queja de la crítica;"para que no
murmuren de mí sentados unos junto a otros" (Homero,
Ilíada, IX,311).
27.4. Pero la golondrina, que alude al mito de Pandión, es
justo que sea purificada de las pasiones que sobre ella se
murmuran, las que padeció Tereo, y que nosotros también hemos
oído que cometió. Pero también persigue a las cigarras músicas,
por eso (es) justo rechazar al perseguidor del Verbo.
27.5. "Sí, (gracias) a Hera portadora del cetro y que mira desde
arriba el Olimpo, yo tengo sobre la lengua un tesoro fiel"
(Esquilo, Fragmentos inciertos,
626), dice la poesía.
27.6. Y Esquilo: "Pero tengo
también sobre mi lengua una llave que guarda" (Fragmentos
inciertos, 626).
27.7. Pitágoras, de nuevo,
prescribía que "cuando se saca la olla del fuego, no se deje la
señal en la ceniza, sino que se remueva"; también: "Remover el
cobertor de la cama, una vez levantado del lecho" (Pitágoras,
Symbolica, 10 y 33).
27.8. Porque así insinuaba que no sólo es necesario destruir
el humo de la vanidad, sino también haber abandonado [todo]
vestigio de cólera; y cuando cesa de hervir, detenerse y borrar
todo rencor.
27.9. "No se ponga el sol sobre nuestro
enojo" (Ef 4,26), dice la Escritura. Y quien dijo: "No desearás"
(Ex 20,17), eliminó todo rencor.
27.10. Porque la ira
resulta ser un impulso de la concupiscencia del alma pacífica
que apetece con desmedida una venganza irracional.
Enseñanzas de Pitágoras que ya
estan presentes entre los bárbaros
28.1. De igual
manera se recomienda también que se remueva la cama como para
que nadie recuerde durante el día alguna polución nocturna, ni
el sueño, ni siquiera el placer tenido en la noche.
28.2.
Pero quizás también diera a entender que es necesario disipar
(o: mezclar) la fantasía obscura con la luz de la
verdad;"Enójense y no pequen" (Sal 4,5), dice David, enseñando
que no es necesario asentir a la fantasía, ni pasar a la acción
aduciendo la ira.
28.3. De nuevo: "No navegar por tierra"
(Pitágoras, Symbolica,
68) es un símbolo pitagórico, y significa que es necesario
rechazar tanto las recaudaciones como los pagos de salarios,
siendo cosas perturbadoras e inestables. Por eso el Verbo dice
que los recudadores difícilmente se salvarán (cf. Mt 19,23; Mc
10,23; Lc 18,24).
28.4. Y de nuevo recomienda Pitágoras:
"No llevar anillo ni grabar en ellos imágenes de dioses"
(Pitágoras, Symbolica,
27. 28), lo mismo que mucho tiempo antes Moisés legisló en
términos precisos: no se debía hacer imagen o reproducción
esculpida, fundida, modelada o grabada (cf. Ex 20,4; Lv 26,4; Dt
4,15-17), para que no nos apeguemos a lo sensible, sino que
pasemos a las cosas inteligibles.
28.5. Porque la
costumbre de la mirada escudriñadora (o: decidida) desprecia la
majestad de lo divino, y venerar la esencia inteligible mediante
la materia es deshonrarla por la sensación.
28.6. Por eso
también los más sabios sacerdotes egipcios determinaron (poner)
al aire libre la estatua de Atenea, como los hebreos edificaron
el templo sin imágenes. Pero hay quienes dan culto a Dios,
adorando una copia del cielo, que contiene los astros que ellos
han fabricado.
Pitágoras y Platón entrevieron la verdad
29.1.
Ciertamente dice la Escritura: "Hagamos al hombre a nuestra
imagen y semejanza" (Gn 1,26); también considero digno citar a
continuación la voz del pitagórico Euriso, en el "Sobre la
Fortuna", quien, una vez dicho que el creador hizo al hombre
tomándose a sí mismo como paradigma, añade:
29.2. "La
tienda (o: envoltura = cuerpo) es semejante a la de los demás
(seres), como hecha de la misma materia, pero ha sido trabajada
por el mejor artesano, que la ha hecho poniéndose a sí mismo
como paradigma" (Euriso,
Fragmentos, 1).
29.3. Y en general, Pitágoras y
sus discípulos, con Platón, estuvieron más familiarizados que
los demás filósofos con el Legislador (= Moisés), como se deduce
de sus doctrinas.
29.4. Mediante un dicho oracular
certero (cf. Platón, Las leyes,
VII,792 D), no sin ayuda divina, coincidiendo con algunas voces
proféticas, [ellos] distinguieron la verdad conforme a una parte
y aspectos exteriores (o: forma, apariencia), expresándola con
terminología no exenta de luminosidad ni orientada fuera de la
manifestación real de los hechos: habían recibido una
significación (émphasis)
próxima a la verdad.
29.5. De ahí que la filosofía griega
se parezca a una lámpara de mecha, que los hombres encienden,
"robando con arte la luz al sol" (Anónimo,
Fragmentos, 395). Pero,
una vez proclamado el Verbo, esta santa luz todo lo ha
iluminado.
29.6. Así, el hurto [de la luz] es útil de
noche en las casas, pero de día es resplandece el fuego, y toda
la noche es iluminada por ese mismo sol de luz inteligible (cf.
Jn 1,9).
Pitágoras resume lo anteriormente dicho por Moisés
30.1. También, Pitágoras ha hecho un resumen de lo que dijo
Moisés sobre la justicia, diciendo: "No sobrepasar la balanza"
(Pitágoras, Symbolica,
2), o sea, no pasar por alto la igualdad en lo relativo a los
repartos, respetando la justicia,
30.2. "que siempre une
amigos con amigos, ciudades con ciudades, aliados con aliados;
porque la igualdad es costumbre entre los hombres; pero, lo que
es mas pequeño se presenta siempre polémico con lo mayor, y
comienzan los días de odio" (Eurípides,
Fenicias, 563-540),
según la gracia poética.
30.3. Por eso dice el Señor:
"Carguen mi yugo, porque es suave y ligero" (Mt 11,29. 30). Y a
los que discuten acerca de los primeros puestos, les prescribe
la igualdad junto con la sencillez, diciendo que es necesario
que se comporten como los niños (cf. Mt 18,3).
30.4. De
idéntica forma también el Apóstol escribe que, en Cristo, nadie
es esclavo ni libre, griego o judío (cf. Ga 3,28); porque en
Cristo hay una nueva creación sin disputas, ni avaricia (cf. 2
Co 5,17; Ga 5,20; 6,15), y equitativamente justa.
30.5.
"Porque la envidia queda fuera del coro divino" (Platón,
Fedro, 247 A), y la
emulación y la tristeza (cf. Ga 5,20), por la que los iniciados
también prohiben "comerse el corazón" (Pitágoras,
Symbolica, 4), y así
enseñan que el alma jamás debe morderse y devorarse por
angustias y penas relativas a acontecimientos involuntarios. En
verdad, es desagraciado aquel que, dice también Homero,
caminando errante, en solitario carcome su espíritu (cf. Homero,
Ilíada, VI,202;
XXIV,129).
Leyendas
paganas y enseñanzas cristianas
31.1. A su vez,
tanto el Evangelio como los Apóstoles, al igual que todos los
profetas, suponen dos caminos: a uno le llaman "estrecho y
angosto" (Mt 7,13-14; Lc 13,24), porque está defendido por los
mandamientos y prohibiciones; y al otro, al que conduce a la
perdición lo llaman "ancho y espacioso" (Mt 7,13), porque no
pone trabas a placeres y pasiones; y decían: "Bienaventurado el
varón que no anda en consejo de impíos, y no se detiene en la
senda de los pecadores" (Sal 1,1).
31.2. Y el mito de
Pródico de Ceos sobre la virtud y el vicio viene a ser lo mismo,
y Pitágoras no duda en desaconsejar "el andar por las calles"
(Pitágoras, Symbolica,
14), ordenando que no es conveniente seguir las opiniones
acríticas e incoherentes de la muchedumbre.
31.3. Y
Aristócrito, a su vez, en el primer de los [libros] "Contra
Heracleodoro" hace mención de una carta que dice así: "El rey de
los escitas, Atoyas, al pueblo de Bizancio: No estorben mis
entradas, para que mis caballos no beban el agua de ustedes" (Aristócrito,
Fragmentos, 493 F 6).
Porque simbólicamente el bárbaro dejaba entender la guerra que
preparaba contra ellos.
31.4. Y de manera semejante el
poeta Euforión presenta a Néstor diciendo: "Quienes aún no hemos
abrevado en el Simoente caballos aqueos" (Euforión,
Fragmentos, 66).
31.5. Por esto también los egipcios colocan las esfinges
delante de los templos, para indicar que el discurso sobre Dios
es enigmático y obscuro; pero acaso también, porque se debe amar
y temer lo divino (cfr. Dt 10,20; 11,1); amarlo, ciertamente,
como benévolo y bondadoso y propicio para los piadosos, pero
temerlo como inexorablemente justo para los impíos. Porque la
esfinge al mismo tiempo insinúa enigmáticamente la imagen de una
fiera y de un hombre.
Capítulo VI: Simbolismo de los
diversos elementos cultuales judíos
Las murallas, el velo y las
cortinas del templo. La vestidura sacerdotal
32.1.
Sería excesivo recorrer todos los [escritos] proféticos y de la
Ley para explicar lo que han dicho mediante enigmas. Porque casi
toda la Escritura contiene tales oráculos. Pero bastan para
quien posea inteligencia, me parece, algunos pocos paradigmas
para probar lo propuesto.
32.2. Así, manifiesta (lit.:
reconoce o confiesa) la significación oculta de las siete
murallas alrededor del antiguo templo, referida entre los
hebreos; o la disposición del vestido talar (del sacerdote) [cf.
Ex 28,4-5], que por medio de distintos símbolos relacionados con
cosas visibles, insinuaba la composición (del cosmos) desde el
cielo hasta la tierra (cf. Sb 18,24).
32.3. El velo y las
cortinas [del templo] estaban bordados con jacinto y púrpura,
con escarlata y lino (cf. Ex 26,1; 36,8); insinuaban, como lo
comporta la naturaleza de los elementos, la manifestación de
Dios; porque la púrpura (viene) del agua, el lino de la tierra,
y el jacinto, que es sombrío, se asemeja al aire, al igual que
la escarlata al fuego.
Límites de los sentidos humanos
33.1. En medio del
velo y de las cortinas (del templo), allí donde podían entrar
los sacerdotes (cf. Ex 30,1-10), se encontraba un incensario
(cf. Ex 37,25 ss.), símbolo de la tierra, colocada en medio de
este mundo, desde la que (brotan) las exhalaciones (o:
evaporaciones).
33.2. Pero en medio estaba también el
espacio aquel situado más allá de las cortinas, donde únicamente
podía entrar el gran sacerdote en días señalados (cf. Ex 30,10;
Lv 16,12; Hb 9,7); y el atrio que le circundaba externamente,
accesible a todos los hebreos. Por eso decían que era lo más
intermedio del cielo y la tierra. Pero otros dicen que era
símbolo del mundo inteligible y del sensible.
33.3. En
efecto, el velo, defensa para la infidelidad popular, estaba
extendido delante de las cinco columnas (cf. Ex 26,36-37),
separando a los del recinto del círculo externo.
33.4.
Así, con sentido muy místico, (se alude) a los cinco panes
repartidos por el Salvador y que multiplicados fueron
suficientes para la muchedumbre de los oyentes (cf. Jn 6,9).
Porque son muchos los que se aferran a lo sensible, como si
fuera lo único que existiese.
33.5. "Mira en derredor
tuyo, dice Platón, no sea que alguno de los no iniciados
escuche. Y son esos que piensan que sólo existe lo que pueden
aferrar con sus manos; pero las acciones y producciones, y todo
aquello que es invisible, no lo admiten como parte de la
realidad" (Platón, Teeteto,
155 E).
33.6. Porque tales son los que atienden
únicamente a los cinco sentidos. Pero la noción de Dios es
inaccesible a los oídos y sus homogéneos.
Las cuatro alianzas y el
Tetragama
34.1. Por ello, el Hijo es llamado
rostro del Padre (cf. Sal 23 [24],6; Mt 18,10), y se encarnó (sarkophóro)
para ser percibido por los cinco sentidos: el Verbo, el
revelador del carácter propio del Padre.
34.2. "Si
vivimos en espíritu, conformémonos según el espíritu" Ga 5,25).
"Nosotros caminamos en fe, no en visión" (2 Co 5,7), dice el
noble Apóstol.
34.3. En efecto, la diaconía sacerdotal se
ocultaba tras la parte interior del velo, que separaba mucho a
los que actuaban dentro de él respecto de los que permanecían
fuera.
34.4. De nuevo, el velo de la entrada al santo de
los santos: había allí cuatro columnas (cf. Ex 27,16), recuerdo
de la santa tétrada de las antiguas alianzas.
34.5. Pero
(existía) también el tetragrama, nombre místico, que sólo era
llevado por quienes podían acceder al santuario (cf. Ex
28,36-38); y se lee "Yahwé", que se interpreta como el que es y
el que será (cf. Ex 3,14; Ap 1,4).
34.6. Ciertamente,
también entre los griegos el nombre "dios" está compuesto de
cuatro letras.
34.7. Pero sólo el Señor, hecho Sumo
Sacerdote, entrará en el mundo inteligible, (al penetrar) por
medio de la pasión (cf. Hb 9,11-12), introduciéndose en la
gnosis del Inefable y elevándose por encima de "todo nombre" (Flp
2,9) que se expresa con fonema.
34.8. Sí, ciertamente, el
candelabro estaba colocado en la parte sur del incensario (cf.
Ex 25,30-32; 26,35), por el que se hacían visibles los
movimientos de los siete luceros que realizan sus
circunvoluciones en la parte sur.
34.9. Porque en cada
lado del candelabro surgían tres brazos, y en cada uno de ellos
las lámparas; ahora bien, también el sol, como el candelabro,
situado en medio de los otros planetas, envía luz a los que
están por encima y por debajo de él, según una divina música
(cf. Filón de Alejandría,
Sobre la vida de Moisés, II,102-103; Platón,
La república, X,617B).
Simbolismo del candelabro,
de los panes de la propisición y del arca santa
35.1. Pero también el candelabro de oro contiene otro enigma: el
signo de Cristo (= la cruz), no sólo por la figura, sino también
porque ilumina "de muchas maneras y en diversos modos" (Hb 1,1)
a quienes creen en Él, esperan en Él y vuelven hacia Él su
mirada con motivo de la diaconía de los primeros (los
protoktístoi: los siete
ángeles superiores).
35.2. Y se dice también que "siete
ojos" (Za 4,10) tiene el Señor, "los siete espíritus" (Ap 3,1;
4,5; 5,6) que reposan sobre la rama que florece "de la raíz de
Jesé" (Is 11,1).
35.3. Y en la parte norte del incensario
estaba la mesa sobre la que se hacía la proposición de los panes
(cf. Ex 26,35; Nm 4,7), porque los vientos del norte son los más
fecundos (cf. Filón de Alejandría,
Cuestiones sobre el Éxodo,
II,21,104).
35.4. Pero también (podría significar) las
diversas mansiones de las iglesias que concurren a un solo
cuerpo y a una sola asamblea (cf. Rm 12,4-5; Ef 4,4).
35.5. Lo que se cuenta del arca santa designa las cosas del
mundo inteligible, escondido y cerrado a las muchedumbres.
35.6. También aquellas estatuas de oro de seis alas cada una
de ellas (cf. Ex 25,18-20), o indican las dos osas (=
constelaciones de estrellas), como algunos quieren, o lo que es
mejor, los dos hemisferios, pues el nombre de los Querubines
quiere expresar conocimiento abundante.
35.7. Pero ambos
[Querubines] tienen doce alas, y, mediante el ciclo del zodíaco
y el tiempo que dura alrededor de sí mismo, indican el mundo
sensible.
Simbolismo
del arca y de los Querubines
36.1. Me parece que
sobre esto también la tragedia, hablando de las cosas naturales,
dice: "Un tiempo incansable y entero se engendra a sí mismo,
circulando alrededor de una eterna corriente, y ambas
constelaciones (lit. osas), con rápidos golpes de las alas,
vigilan el polo Atlántico" (Critias,
Fragmentos, 88 B 18).
36.2. Pero Atlante (lit.: Atlas), el polo que no sufre,
puede ser ciertamente la esfera que no se mueve, pero es mejor
concebirlo como eternidad inmóvil.
36.3. Pienso que es
mejor (atribuir) al arca, cuyo nombre hebreo es "thébôtd", otra
significación. Se interpreta ciertamente como uno por uno de
todos los lugares. Ahora bien, tanto si indica la ogdóada y el
mundo inteligible, o también a Dios, que contiene en sí mismo
todas las cosas, que no tiene forma y es invisible, pasémoslo
ahora por alto. Por lo demás, indica el descanso de los
espíritus glorificadores que los Querubines dan a entender.
36.4. Porque no es creíble que quien nunca aconsejó hacer
siquiera una imagen grabada (cf. Ex 20,4), Él mismo hiciera una
estatua de los (seres) santos; en el cielo no existe un viviente
compuesto y perceptible por los sentidos que sea así; pero
rostro es símbolo de un alma racional, y las alas son las
liturgias y las actividades que ejercen las potencias de derecha
e izquierda (cf. 1 R 22,19); pero la voz es una gloria de
agradecimiento en incesante contemplación.
Simbolismo de la vestimenta
del sumo sacerdote
37.1. Sea suficiente haber
alcanzado la interpretación mística. El vestido talar (lit.: que
llega hasta los pies) del sumo sacerdote es símbolo del mundo
sensible (cf. Sb 18,24), y los siete planetas (están
simbolizados) en las cinco piedras y los dos carbones encendidos
(cf. Ex 28,17-20) (representan) a Cronos y a la Luna; porque
aquél es meridional, húmedo, terreno y pesado; pero ésta es
semejante al aire (o: áerea). Por eso algunos la llaman Arternis,
porque corta el aire, aunque (éste sea) oscuro.
37.2. A
los que colaboran en el nacimiento de las cosas se les coloca en
los planetas, conforme a la divina providencia, y con razón
están situados sobre el pecho y los hombros [del sacerdote] (cf.
Ex 28,12. 17-20), puesto que por ellos se produce la acción
creadora, que (tiene lugar) en la primera semana. El pecho es la
morada del corazón y del alma.
37.3. Pero también las
piedras preciosas (serían) las formas de salvación: unas
colocadas en las partes altas de todo el cuerpo salvado, y otras
en las partes inferiores.
37.4. Y las trescientas sesenta
campanillas que cuelgan del vestido talar (cf. Ex 28,33-34) son
la duración del año, "el año de gracia del Señor" (Is 61,2; Lc
4,19), que proclama y catequiza la gran epifanía del Salvador.
37.5. Pero también la tiara de oro que se pone encima (cf.
Ex 28,36-37) indica la autoridad regia del Señor, porque el
Salvador es "la cabeza de la Iglesia" (Ef 5,23).
Símbolos de la majestad de
Cristo
38.1. Así, la tiara que está por encima es
señal de hegemonía absoluta. Por otra parte, hemos oído, como se
dice: "Dios es la cabeza de Cristo" (1 Co 11,3), y "Padre de
nuestro Señor Jesucristo" (2 Co 1,3; 11,31; Rm 15,6; Ef 1,3).
38.2. Por cierto, el pectoral que contiene el "efod" (cf. Ex
28,28), es símbolo del trabajo, y del "logión" -esto alude al
Verbo-, establecido por Él, y es imagen del cielo hecho por el
Verbo, que está sometido a la cabeza de todos, a Cristo (cf. 1
Co 11,3; Ef 1,22), y que se mueve del mismo modo.
38.3.
Así, por tanto, las piedras de esmeralda resplandecientes sobre
el "efod" significan el sol y la luna, colaboradores de la
naturaleza.
38.4. Pero un hombro, me parece, (es) el
principio de la mano. Y las doce piedras colocadas en cuatro
filas sobre el pecho (cf. Ex 28,17-20) nos trazan el círculo del
zodíaco, según las cuatro estaciones (lit.: movimientos) del
año.
38.5. Por otra parte, es conveniente que estén
sometidos a la cabeza del Señor la Ley y los profetas, porque
por ellos están representados los justos de ambos Testamentos.
Puesto que nosotros bien podemos llamar profetas y justos a los
Apóstoles, porque un solo y mismo Espíritu Santo actúa en todos
(cf. 1 Co 12,11).
38.6. Pero como el Señor está por
encima del mundo entero, incluso mas allá del inteligible, así
también era digno que estuviera grabado en la placa de metal
(cf. Ex 28,36) el nombre "que está por encima de todo principio
y potestad" (Ef 1,21; Flp 2,9), grabado en razón de los
mandamientos escritos y mediante la presencia sensible.
38.7. Y se llama Nombre de Dios. Además, el Hijo actúa tal como
ve la suma bondad del Padre (cf. Jn 5,19), y es llamado Dios
Salvador, principio de todas las cosas (cf. Col 1,18), que es
copia "del Dios invisible" (Col 1,15), la primera y antes de
[todos] los siglos, y que modeló todas las cosas nacidas después
de ella (cf. Col 1,15-16).
Simbolismo de la entrada en el
santuario
39.1. También el "logión" manifiesta la
profecía que grita por el Verbo, y que proclama el juicio
futuro, porque es el mismo Verbo quien profetiza, juzga y
discierne cada cosa.
39.2. Y se dice también que el
vestido, que llega hasta los pies, profetiza la economía según
la carne (= la encarnación del Verbo), mediante la cual fue
visto más cercano al mundo.
39.3. Por eso, una vez
quitada la túnica santificada (cf. Lv 16,4), el sumo sacerdote
-pero el mundo y la creación en el mundo han sido santificados
por quien ha aprobado como buenas las cosas que se hicieron (cf.
Gn 1,31)- se lava y se reviste con otra [túnica], santa de lo
santo, por así decir, la que le acompaña [para entrar] en el
santuario (cf. Lv 16,23-24)
39.4. Me parece que se
refiere al levita y gnóstico
como superior a los otros sacerdotes, porque éstos se lavan con
agua, son revestidos de la sola fe y reciben la única mansión
(que les es) propia; aquél [levita y
gnóstico] discierne las
cosas inteligibles de las cosas sensibles, apresurándose en su
ascensión, respecto de los otros sacerdotes, hacia la entrada de
lo inteligible, es lavado de las cosas de aquí abajo no con
agua, como antes era purificado el enrolado en la tribu de Leví
(cf. Nm 8,7), sino ya por el Verbo
gnóstico.
Pureza del gnóstico
40.1. En efecto, teniendo totalmente puro el corazón (cf. Mt
5,8), manteniendo muy erguida la conducta hasta lo más alto,
creciendo muy por encima del sacerdote, santificado
sencillamente en la palabra y la vida, revestido con el
esplendor de la gloria, recibiendo de aquel varón espiritual y
perfecto la inefable herencia, "que ni ojo vio, ni oído oyó, ni
al corazón del hombre subió" (1 Co 2,9), hecho hijo y amigo,
"cara a cara" (1 Co 13,12), se llena de insaciable
contemplación. Pero nada hay como escucharlo del mismo Verbo,
que da una inteligencia más plena mediante la Escritura.
40.2. Porque dice así: "Y se quitará la vestidura de lino que se
había puesto al entrar en el santuario, y la dejará allí. Y
lavará su cuerpo con agua en lugar sagrado y se pondrá su
vestido" (Lv 16,23-24).
40.3. Por otra parte, me parece a
mí que el Señor se desviste y se vuelve a vestir cuando
desciende (o: baja) [al mundo] sensible; de otra manera: quien
ha creído gracias a Él se desviste y se reviste el vestido
santificado, como indicó también el Apóstol (cf. 2 Co 5,2-4; Ef
4,22-24).
40.4. De ahí que, a imagen del Señor, se
elegían como sumos sacerdotes a los más notables de la tribu
santificada, y los elegidos eran ungidos para ser reyes y
profetas.
Capítulo VII: Simbolismos de
los egipcios
Enigmas de los egipcios:
semejantes a los de los hebreos
41.1. Por ello
también los egipcios no confiaban sus misterios a los que
encontraban por casualidad, ni comunicaban a profanos el
conocimiento de las cosas divinas, sino que la reservaban para
los únicos que estaban destinados a la realeza, y de entre los
sacerdotes a los que juzgaban eran más aptos por la crianza, la
educación y el linaje.
41.2. Ahora bien, parecidos
enigmas, por la significación oculta, a los de los egipcios
(tienen) los hebreos. Entre los egipcios unos representan al sol
sobre una nave, otros sobre un cocodrilo.
41.3. Y
significan que el sol, pasando a través de un aire dulce y
húmedo, engendra el tiempo, significado por el cocodrilo, según
otra historia sacra.
41.4. Así, también en Dióspolis de
Egipto, sobre la llamada puerta sagrado, se encontraban grabados
un niño, símbolo de la generación, y un anciano, [signo] de la
corrupción, y también el halcón, [símbolo] de Dios, como el pez
[que es signo] del odio, y nuevamente el cocodrilo que significa
en otro sentido la desvergüenza.
Diversos símbolos egipcios
42.1. Sintetizado, todo el símbolo junto manifestaba
lo siguiente: "¡Oh ustedes que han nacido y han muerto! Dios
odia la desvergüenza" (Plutarco,
Moralia, 363 F).
42.2. Los que fabrican oídos y ojos con materia preciosa y
los consagran a los dioses, ofreciéndolos en los templos, sin
duda dan a entender como que Dios lo ve y lo oye todo.
43.3. También para aquellos [egipcios] el león es símbolo de
fuerza y de vigor. Al igual que el buey ciertamente (lo es) de
la tierra misma, de la agricultura y de la alimentación; el
caballo de la valentía y atrevimiento, y la esfinge, que tiene
el cuerpo entero de león, pero con rostro humano, [es símbolo]
de fuerza y a la vez de la inteligencia.
43.4. De igual
manera, el hombre, esculpido en los templos, indica
conocimiento, memoria, fuerza y arte.
Afrimaciones de los tracios
43.1. En seguida, en las que ellos llaman procesiones
con objetos sagrados de los dioses, llevan imágenes de oro: dos
perros, un halcón y una ibis
(= ave sagrada de egipto), y llaman a las cuatro imágenes
idolátricas mediante cuatro letras.
43.2. Ahora bien, los
perros son símbolo de los dos hemisferios, que de forma
semejante realizan su circunvolución y están de guardia. El
halcón [es símbolo] del sol, porque es ígneo y destructor; por
eso ellos atribuyen al sol las enfermedades contagiosas. La
ibis [es símbolo] de la
luna, porque comparan sus alas negras a la oscuridad, y las
blancas a la parte luminosa [de la luna].
43.3. Pero hay
quienes quieren indicar mediante los perros a los trópicos,
porque custodian y cierran el paso del sol hacia el sur y hacia
el norte. Pero el halcón indica lo equinoccial, que es elevado y
tórrido, al igual que la ibis
la elipsis; porque entre todos los animales, la
ibis parece que fue la
que más sugirió a los egipcios el principio de la noción del
número y de la medida, lo mismo que la elipsis (u: oblicuidad)
de los ciclos.
Capítulo VIII: Simbolismos de
los escitas y de los griegos
El control de la lengua
44.1. Pero no sólo se preocuparon del aspecto simbólico los
más intelectuales de los egipcios, sino también aquellos otros
bárbaros, que pretendieron alguna filosofía.
44.2. Y así,
se dice que Idantura, rey de los escitas, según refiere
Ferecides de Siros, al amenazar con una guerra a Darío, porque
había atravesado el Istro, le envía en vez de una carta un
símbolo: un ratón, una rana, un pájaro, una flecha y un arado.
44.3. Pero al surgir la cuestión, como es natural, sobre el
significado, el quiliarca Orontopatas dijo que (los escitas)
entregaban el mando, al reconocer por indicios las casas por
medio del ratón, las aguas por la rana, el aire mediante el
pájaro, las armas por la flecha, y el país mediante el arado.
44.4. Pero Xifodres lo interpretó de otro modo, porque dijo:
Si no volamos como pájaros, o nos introducimos (lit.:
sumergimos) bajo tierra como ratones, o bajo el agua como ranas,
no escaparemos a sus flechas, puesto que no somos los dueños del
país (cf. Ferecides,
Fragmentos, 113).
44.5. Se dice también que
Anacarsis el escita, él mismo, al dormir, tenía tomadas las
partes pudendas con la mano izquierda, y con la derecha la boca,
dando a entender que ambas cosas son necesarias, pero que
importa más (dominar) la lengua que el placer.
Los griegos también recurrieon
a los sinbolismos
45.1. Pero ¿para qué insistir
sobre los bárbaros, cuando es posible mostrar que los mismos
griegos utilizaron largamente la significación oculta?
45.2. En efecto, Androcides el pitagórico dice que las llamadas
letras efesias, famosas para muchos, tienen categoría de
símbolos; y Askion (lit.:
sin sombra) significa la oscuridad, porque no tiene sombra.
Puesto que Katáskion (lit.:
sombreado) [significa] luz, ya que ilumina la sombra.
Lix es la tierra, según
un antiguo epónimo, y Tetrax
(lit.: el cuarto) el año, por las [cuatro] estaciones;
Damnameneo (lit.:
domninador) es el sol porque domina, y la
Aisia (lit.: lo que
toca) el fonema verdadero.
45.3. Y así, el símbolo
significa que las cosas divinas han sido dispuestas con orden,
al igual que la obscuridad respecto a luz, el sol con relación
al año, y la tierra respecto a la generación variada de la
naturaleza.
45.4. Pero también el gramático Dionisio, el
tracio, en el "Sobre la declaración", respecto del símbolo de
las ruedas, dice textualmente: "Así, algunos designaban las
acciones no sólo mediante expresiones, sino también por medio de
símbolos; mediante palabras como las llamadas máximas délficas:
"Nada en demasía", "conócete a ti mismo", y otras parecidas;
mediante símbolos como la rueda, que hacían girar en los templos
de los dioses, usada (lit.: arrastrada) por los egipcios, y (el
símbolo) de los ramos que se dan a los adoradores.
45.5.
Porque Orfeo, el tracio, dice: "Obras de ramos son las que
ocupan a los mortales en la tierra, nada tiene un solo destino
en los corazones, sino que todo gira alrededor; y no está
permitido pararse, según eso, en medio, sino que, al comenzar,
cada uno tiene igual parte de carrera" (Orfeo,
Fragmentos, 52).
45.6. Los ramos pueden ser el símbolo de la primera
alimentación, o para que la multitud sepa que los frutos
prosperan y crecen permanentemente y considerablemente, mientras
que (los hombres) mismos han recibido por suerte poco tiempo de
vida; algunos quieren dar esa interpretación a los ramos, pero
también para que sepan que, al igual que esos ramos son
quemados, así también les es necesario abandonar pronto esta
vida y (ser consumidos) por obra del fuego" (Dionisio de Tracia,
Fragmentos, 52).
El "bedy"
46.1. En efecto, la práctica de la interpretación
simbólica es muy útil para muchas cosas: para colaborar a la
verdadera teología, para la piedad, para demostrar la
inteligencia, para ejercitarse en la concisión y como prueba de
sabiduría.
46.2. "Porque lo característico del sabio es
usar hábilmente el lenguaje simbólico", dice el gramático
Dídimo, "y conocer lo que está indicado por medio de él"
(Dídimo, Fragmentos,
9).
46.3. Sí, ciertamente la enseñanza elemental de los
niños incluye la interpretación de los cuatro elementos.
46.4. Porque se dice que los frigios llaman "bedy" (= vocablo
frigio de origen desconocido; dios de la antigua Macedonia) al
agua, como también Orfeo: "Y el
bedy de las ninfas
destila un agua límpida" (Orfeo,
Fragmentos, 219).
46.5. Por su parte también Dión, el sacerdote (o: el
sacrificador), manifiesta lo mismo, escribiendo: "Y tomando el
bedy, hazlo correr
sobre las manos, y vuélvete para examinar las víctimas sagradas"
(cita de autor desconocido).
46.6. Pero, el cómico
Fililio reconoce "el bedy" en el aire, puesto que es
vivificante, según estas palabras: "Ruego yo atraer el
bedy salutífero, que es
el mejor ingrediente de la salud, atraer el aire puro, no el
viciado" (Fililio, Fragmentos,
20).
Simbolismo del "Zaps" (fuego)
47.1. De esa
misma opinión participa también Neantes de Cícico al escribir
que los sacerdotes de los macedonios invocan en sus oraciones al
"bedy", para que les sea propicio a ellos y a sus hijos, al cual
interpretan como aire.
47.2. Y
Zaps (es) el fuego,
porque algunos manifestaron sin saber que derivaba de "zesis" (lit.:
ebullición); pero así es llamado el mar, como [dice] Euforión en
sus "Réplicas a Teodóndas": "Y
Zaps, destructora de naves, destroza contra los escollos"
(Euforión, Fragmentos,
3).
47.3. De igual manera [dice] Dionisio Yambo: "Con la
agitación del mar, el zaps
salado se lamenta" (Dionisio Yambo,
Fragmentos, 1).
47.4. Lo mismo [dice] el cómico Cratino el Joven: "El
Zaps produce camarones
y pececillos" (Cratino el Joven,
Fragmentos, 13).
47.5. Y Simias de Rodas: "El salado
Zaps fue madre de los
ignetos (o: ignetes) y de los telquines (= primeros pobladores
de Rodas)" (Simias de Rodas,
Fragmentos, 11).
47.6. Y
Kthon (= la superficie
de la tierra) es la tierra extendida por un gran espacio. Y
Plectro (= instrumento
para golpear) para unos es el polo, y para otros el aire que
golpea todas las cosas y las impulsa hacia la naturaleza y al
crecimiento, o porque llena todas las cosas.
Símbolos del Lógos
48.1. Pero éstos no han conocido (o: leído) bien al filósofo
Oleantes, quien llama abiertamente
plectro al sol; puesto
que apoyando los rayos en la aurora, como si golpeara al mundo,
conduce la luz en marcha armónica (cf. Cleantes,
Fragmentos, 502). Y a
partir del sol explica los restantes astros.
48.2. Pero
Esfinge (lit.: la que
aprieta) no es la cohesión de todos los seres ni el movimiento
circular del mundo, según el poeta Aratos (cf.
Fenómenos, 22-24), sino
quizás sea la tensión (lit.: el tono) espiritual que penetra y
mantiene unido al mundo.
48.3. Pero mejor es comprender
que el éter mantiene unidas y apretadas todas las cosas, como
también dice Empédocles: "Bien, yo te diré ante todo que el sol
es el principio, de donde ha surgido todo lo que ahora es
contemplado, la tierra y el mar de innumerables olas, y el aire
húmedo, y el Titán éter que encierra todo en un círculo"
(Empédocles, Fragmentos,
31 B 38).
48.4. Y Apolodoro de Corcira dice que esos
versos fueron declamados por el adivino Branco, al purificar de
la peste a los de Mileto. Porque rociando a la muchedumbre con
ramos de laurel, repetía el himno siguiente: "Canten, niños, al
protector y a la protectora" (cita de autor desconocido).
48.5. Y el pueblo respondía a coro, diciendo: "Bedy,
Zaps, Kthon, Plectro, Esfinge, Knaxzbich, Thyptes, Phlegmó,
Drops" (cita de autor desconocido). Calímaco recuerda
esta historia en yambos (cf.
Fragmentos, 194,28).
48.6.
Knaxzbich es la
enfermedad, por derivación de rascar y de matar (o: destruir,
corromper), y thypsai
[quemar; lit.: echar humo, humear)] es consumir con el rayo.
48.7. Sin duda el trágico Tespis dice que esas (palabras
tienen) otro sentido escribiendo: "Mira, te derramo el blanco
knaxzbich exprimiendo
cardos lechosos; observa tú el
thyptes, el queso mezclado con miel roja, sobre tus
altares, oh Pan bicorne, los ofrezco sobre los sagrados altares.
Mira que yo libo para ti el ardiente
phlegmón [licor] de
Bromio" (Tespis, Fragmentos
inciertos, 4).
48.8. Me parece que da a entender
el primer alimento lechoso del alma (cf. 1 Co 3,2) por medio de
las veinticuatro letras, al que sigue después la leche cuajada,
que (es) alimento (cf. Jn 6,53-56); y, finalmente, enseña "el
vino ardiente" (Homero, Ilíada,
I,642), la sangre de la viña del Verbo (cf. Jn 15,1. 4-5), el
gozo de la acción educativa que conduce a la perfección.
48.9. Y Drops (es) el
Verbo activo (o. emprendedor, eficaz), que desde la primera
catequesis inflama e ilumina al hombre hasta el desarrollo del
varón, "hasta la medida de la madurez" (Ef 4,13).
Simbolismos infantiles
49.1. Pero también se presenta un tercer modelo
infantil: "Marpte, sphinx,
klops, zbychthedón" (cita de autor desconocido, que
contiene las 24 letras del alfabeto griego). Y significa, pienso
yo, que debemos hacer el camino desde los elementos y
organización del universo hasta la gnosis de los más perfectos,
ya que la salvación eterna se alcanza con violencia y esfuerzo
(cf. Mt 11,12).
49.2. Porque
marpsai (es) el captar,
la sphinx es la armonía
del mundo, zbychthedón
recuerda la dificultad,. y
klops manifiesta al mismo tiempo la
gnosis escondida (cf. 1
Co 2,7) y el día del Señor (cf. 1 Ts 5,2. 4; 2 P 3,10).
49.3. Pero, ¿acaso Epígenes en "Sobre la poesía de Orfeo", al
exponer lo peculiar de Orfeo, no dice: "Con lanzaderas
encorvadas (o: curvas)" (Orfeo,
Fragmentos, 1 B 22),
para referirse a los arados;"con tramas (o: urdimbres) de
tejedor" para expresar los surcos? "Hilo" (significa)
alegóricamente la semilla, y "lágrimas de Zeus" indican la
lluvia;"Parcas" son las fases de la luna: el día treinta [del
mes], el décimo quinto y el novilunio; de ahí que Orfeo las
llame "vestidos blancos", porque son partes de luz.
49.4.
Nuevamente "manantial" (se llama) a la primavera por [el brotar
de] la naturaleza;"ociosa" la noche por el reposo;"Gorgona" (=
diosa de cara redonda) [indica] la luna en razón de la cara que
se ve en ella, y "Afrodita" es el tiempo en el que se debe
sembrar, según al teólogo (= Orfeo).
Los pitagóricos también
utilizaban símbolos
50.1. También los pitagóricos
usaban estos enigmas, cuando llamaban alegóricamente perros de
Perséfone a los planetas, y lágrimas de Cronos al mar.
50.2. Y encontraríamos miles y miles entre los filósofos y
poetas que hablan por medio de enigmas, y también libros enteros
donde exponen de forma secreta la voluntad del escritor, como el
"Sobre la naturaleza" de Heráclito, quien, también por eso, es
llamado el Obscuro.
50.3. Parecido a ese libro (es)
también la teología de Ferecides de Siros. Porque Euforión el
poeta, "Las Causas" de Calímaco, el "Alejandra" de Licofrón, y
otras semejantes a éstas están a disposición de los gramáticos
como ejercicios de exégesis.
Capítulo VIII: (continuación):
El lenguaje simbólico en la Sagrada Escritura. "Filosofía
bárbara" y filosofía griega
Los preceptos de Moisés en la
"Epístola" del Seudo Bernabé. Simbolismos de los hebreos
51.1. Por tanto, no es imposible que también la
filosofía bárbara, sobre la que nos corresponde hablar,
profetice en algunas cosas de forma secreta y mediante símbolos,
como se ha demostrado.
51.2. De igual manera, Moisés
también exhorta eso mismo, respecto a lo común (= lo que
concierne a todos sin excepción): "No coman cerdo, ni águila, ni
buitre (lit.: el de alas rápidas), ni cuervo" (Seudo Bernabé,
Epístola, 10,1; cf. Lv
11,7. 13-14; Dt 14,8. 12-13).
51.3. Porque el cerdo
indica la concupiscencia de alimentos, amiga del placer e
impura, la avidez de placeres amorosos y la sucia intemperancia.
Siempre rascando su materialidad y tendido en el fango,
engordando para el degüello y la destrucción.
51.4. Pero,
el contrario, ordena comer el animal de pezuña hendida y
rumiante, lo que significa, dice Bernabé, que es necesario
juntarse con "quienes temen al Señor y meditan en el corazón la
exacta deifición de la palabra que han recibido, a quienes
tienen en su boca los juicios del Señor y los observan, a
quienes saben que la meditación es una acción gozosa, y a
quienes rumian la palabra del Señor.
51.5. Pero, ¿(qué
significa el animal) de pezuña hendida ? Que el justo también
camina en este mundo y espera la eternidad santa" (Seudo
Bernabé, Epístola,
10,11; cf. Lv 11,1-7).
51.6. Luego añade: "Vean cómo
Moisés legisló hermosamente. Sin embargo, ¿de dónde les vino a
aquellos el pensar y comprender esto? Nosotros justamente
comprendiendo los mandamientos, hablamos como el Señor quiso.
Por eso nos ha circuncidado los oídos y los corazones: para que
comprendamos esas cosas" (Seudo Bernabé,
Epístola, 10,11-12).
Testimonios del Seudo
Bernabé y de Clemente de Roma
52.1. Ciertamente
cuando dice: "No comas el águila, ni el buitre, ni el milano, ni
el cuervo (cf. Lv 11,13-16; Dt 14,12-16); no te asocies, dice,
ni te parezcas a esos hombres, que no saben procurarse el
alimento mediante el trabajo y el sudor, sino que viven en la
rapiña y la injusticia" (Seudo Bernabé,
Epístola, 10,4).
52.2. Porque el águila indica la rapiña, el buitre la
injusticia, y el cuervo la codicia.
52.3. Y está escrito:
"Con el varón inocente serás inocente, con el elegido serás
elegido, y con el astuto (o: torcido), sagaz" (Sal 17
[18],26-27). Conviene, por tanto, asociarse a los santos,
"porque los que están unidos a ellos se harán santos" (Clemente
de Roma, Epístola primera a
los Corintios, 46,2).
52.4. Por eso escribe
Teognis: "Porque de los virtuosos aprenderás la virtud; pero, si
te mezclas con los malos, perderás incluso la sensatez que
tengas" (Teognis de Megara,
Fragmentos, 35-36).
52.5. Cuando [Moisés] dice en
la oda: "Puesto que gloriosamente se ha mostrado, precipitando
en el mar al caballo y al jinete" (Ex 15,1); a la pasión de
muchas patas, animalesca (o: brutal) e impetuosa, la
concupiscencia, juntamente con el auriga que la monta, soltando
las riendas hacia los placeres "los arrojó al mar", lanzándolos
a las marejadas del mundo.
La historia de José y sus
hermanos
53.1. Así también Platón en el [tratado]
"Sobre el alma" dice que el auriga y el caballo rebelde -la
parte irracional, que se divide en dos, la ira y la
concupiscencia- cayeron (se trata en realidad del
Fedro, 247 B y 248 C).
Así, también el mito da a entender que Faetón cayó del carruaje
por la intemperancia de los potros.
53.2. Y he aquí
también lo referente a José: los hermanos tuvieron envidia de
este joven, porque veía hacia delantemás por su gnosis;"lo
despojaron de su túnica multicolor y tomándolo lo arrojaron a un
pozo, pero el pozo estaba vacío y no tenía agua" (Gn 37,23-24).
53.3. Arrojando la florida
gnosis que el virtuoso [joven] (tenía) gracias a su
esfuerzo, o contentándose con la mera fe según la Ley, arrojaron
(la gnosis) en el pozo
vacío de agua, para venderlo a Egipto, desprovisto (lit.: yermo)
del Verbo divino. El pozo estaba vacío de ciencia; en él,
arrojado [José] y desvestido de la
gnosis, el sabio
desconocido (o: ignorado) parecía igual que los hermanos,
desnudo de gnosis.
53.4. Según otra intrepretación, el vestido multicolor sería
la concupiscencia que conduce a un abismo sin fondo.
53.5. "Si uno abre o cava un pozo, dice [la Escritura], y no lo
cubre, y cayere en él un ternero o un asno, el dueño del pozo
pagará en dinero y se lo dará a su vecino, pero el animal muerto
será para él" (Ex 21,33-34).
El discernimiento es necesario
para quienes enseñan
54.1. Proclame yo aquí
aquella profecía: "El buey conoció a quien lo compró, y el asno
el pesebre de su amo, pero Israel no me ha entendido" (Is 1,3).
54.2. Por consiguiente, sé prudente, dice, en el uso de la
palabra, no sea que alguno de éstos (= que carecen de
gnosis), cayendo sobre
la gnosis que tú
enseñas, e incapaz de retener la Verdad, la entienda mal y
caiga; y a los que se aproximen de manera irracional, ciérrales
la fuente profunda del agua viva (cf. Jr 2,13), pero da de beber
(cf. Ap 22,17) a los que tienen sed de la verdad.
54.3. Y
cierra el pozo ocultándolo a los que no son capaces de recibir
"la profundidad de la gnosis"
(Rm 11,33).
54.4. Porque el dueño del pozo, el
gnóstico mismo, será
castigado, dice [la Escritura], porque es responsable (o: la
causa) de haber escandalizado a alguien o ahogado en el abismo
de la Palabra, al ser aún de pequeño espíritu; o bien, porque
quiso llevar al trabajador hacia la contemplación, y lo desvió
con alegatos de la fe espontánea. "Pagará en dinero" (Ex 21,34)
y deberá dar razón y rendir cuenta ante la voluntad del
Todopoderoso.
Juan
Bautista señaló al Mesías
55.1. Ese mismo es el
modo de ser (týpos) de
la Ley y de los Profetas hasta Juan (cf. Mt 11,13; Lc 16,16);
pero éste en verdad habló más claramente como quien ya no
profetizaba, sino que mostraba ya como presente al que desde el
principio era anunciado simbólicamente; igualmente dice: "No soy
digno de desatar la correa de la sandalia del Señor" (Jn 1,27;
cf. Mc 1,7; Lc 3,16).
55.2. Porque confiesa que él no es
digno de bautizar a tan gran Poder, puesto que es necesario que
los que purifican desaten el alma del cuerpo y de sus pecados,
como al pie de la correa (cf. Mc 1,7).
55.3. Pero también
[da a entender] la acción última del Salvador por nosotros, la
inmediata, dice, la de la
parusía (= la encarnación), oculta en el enigma de la
profecía. Porque quien mostró lo vaticinado mediante la visión
directa (cf. Jn 1,29), indicando la
parusía ya presente que
desde mucho tiempo caminaba hacia la manifestación plena,
realmente ha desatado el fin de los oráculos de la economía
(salvífica), revelando el significado de los símbolos.
55.4. También se hacía esto entre los romanos respecto a los
testamentos que ordenaban una disposición: aquellas balanzas,
(signo) de justicia, las monedas, las emancipaciones (de los
esclavos), y los toques de las orejas; lo uno para dar a
entender la equidad, lo otro designaba la distribución de los
bienes (conformne a su valor), y el resto para que el que
interviniera, como si se le impusiera una carga, puesto de pie,
escuchara y desempeñara la función de mediador.
Capítulo IX: "Filosofía
bárbara" y filosofía griega
El ocultamiento que resalta la
belleza
56.1. Pero, al parecer, llevado por el
deseo de probar, he ido más allá de lo conveniente. Porque la
vida no me sería suficiente para enumerar la multitud de los que
filosofan mediante símbolos.
56.2. Ayudar a la memoria, a
la concisión y a la verdad, esos (son los fines) de los escritos
de la filosofía bárbara (otra traducción: los escritos de la
filosofía bárbara han empleado esos mismos [símbolos] por razón
de la memoria, la concisión y el interés por la verdad).
56.3. Porque quieren en realidad que la auténtica filosofía y la
verdadera teología estén a disposición solamente de quienes las
practican frecuentemente, y de los que dan prueba conforme a la
fe y a la vida.
56.4. Eso sí, quieren que necesitemos un
exégeta y un guía (o: preceptor, maestro); porque también se
estudiarían más y serían útiles a los dignos de ellas, y
estarían menos expuestos al error, al recibirlas de los
competentes como es debido.
56.5. Por otra parte, todo lo
que se transparenta a través de un velo muestra la verdad de un
modo más grande y digno. Al igual que los frutos vistos a través
del agua, y las formas que mediante velos permiten adivinar
algunos encantos en ellas. Porque (las formas) resplandecientes
de luz se hacen por eso mismo convincentes, y las manifiestas
son conocidas de manera uniforme.
Es necesario custodiar el
secreto
57.1. Ahora bien, se puede hacer uso de
varias interpretaciones, como nosotros lo hacemos, de lo que se
dice veladamente. De esta manera, el inexperto e ignorante
vacila, pero el gnóstico
comprende.
57.2. (Las Escrituras) no querían que todo
fuera entregado inconsideradamente a los primeros que lleguen,
"ni que los bienes de la sabiduría sean comunicados a quienes no
purifican el alma ni en sueños; pues no está permitido
manifestar a cualesquiera los bienes obtenidos después de tan
grandes luchas, ni exponer a los profanos los misterios del
Verbo" (Jámblico, Vida de
Pitágoras, 17,75).
57.3. Se dice también que
Hiparco el pitagórico, siendo responsable de haber puesto por
escrito abiertamente los [misterios] de Pitágoras, fue expulsado
de la escuela pitagórica, y que le fue puesta una estela, como a
un muerto (Hiparco, Vida de
Pitágoras, 75,8).
57.4. Por eso, también en la
filosofía bárbara se llaman muertos (cf. Rm 6,11; Ef 2,1) a los
que han apostatado de los dogmas y han sometido completamente la
inteligencia a las pasiones animales.
57.5. "Porque, ¿qué
asociación existe entre la justicia, y la iniquidad, según el
divino Apóstol, o qué comunidad entre la luz y la oscuridad?
¿Qué acuerdo entre Cristo y Beliar ¿O qué parte (tiene) el
creyente con el incrédulo?" (2 Co 6,14-15). Diversos son los
honores de los del Olimpo y los de los muertos (cf. Platón,
Las Leyes, IV,717 B;
V,727 B).
57.6. "Por lo cual salgan de en medio de ellos
y apártense, dice el Señor, y no toquen cosa inmunda; y yo los
acogeré y seré su padre, y ustedes serán mis hijos e hijas" (2
Co 6,17-18).
El secreto
entre los griegos
58.1. No sólo (fueron) los
pitagóricos y Platón los únicos que ocultaron muchas cosas, sino
que también los epicúreos dicen que ellos tienen sus propios
secretos y que no está permitido a todos acceder a esos
escritos.
58.2. Pero también los estoicos dicen que Zenón
fue el primero que (compuso) algunos escritos, que no permitían
conocer a fondo fácilmente a los discípulos, a no ser que
previamente hubieran dado pruebas de filosofar correctamente .
58.3. Y (los discípulos) de Aristóteles dicen también que
algunos de sus escritos son esotéricos, y otros, comunes y
exotéricos.
58.4. Por otra parte, también los fundadores
(o: iniciadores) de misterios, siendo filósofos, cubrieron sus
dogmas con mitos, para que no fuesen manifiestos a todos.
58.5. Si quienes velaban las opiniones humanas impidieron
que los ignorantes tuvieran acceso a ellas, ¿no convenía que la
contemplación santa y bienaventurada de la auténtica realidad
esté velada más que cualquier otra cosa?
58.6. Pero ni
los [dogmas] de la filosofía bárbara, ni los mitos pitagóricos,
ni siquiera los platónicos de Er el armenio en la "República"
(X,614 B), de Eaco y Radamantis en el "Gorgias" (524 A), ni el
de Tártaro en el "Fedón" (112 A), ni el de Prometeo y de
Epimeteo en el "Protágoras" (320 D), ni el de la guerra de los
atlantes y de los atenienses en el "Atlante" (o: Atlántico; cf.
Platón, Timeo 25 B-D y
Critias, 108-110),
deben ser simplemente entendidos alegóricamente palabra por
palabra (lit.: según todas las palabras), sino solamente (las
ideas) que significan (semántica)
el pensamiento en general, y así podremos descubrir, mediante
símbolos, las cosas que se indican bajo el velo de la alegoría.
Los grados de los
discípulos entre los griegos
59.1. Y ciertamente
también la escuela de Pitágoras y las dos comunidades de
discípulos llamaban oyentes a los más numerosos, e instruidos a
algunos otros, los que se apoderaban con nobleza de la
filosofía, insinuaba "que unas cosas se decían, pero otras se
ocultaban" (Homero, Odisea,
XI,443) a la mayoría.
59.2. Y de la misma manera, entre
los peripatéticos, aquellos dos géneros, llamados en los
discursos probable y científico, no estaba lejos de distinguir
la opinión, respecto de la notoriedad y de la verdad.
59.3. "No te forzarán las flores del honor de la celebridad a
buscar entre los mortales lo que sólo la piedad permite"
(Empédocles, Fragmentos,
31 B 3).
59.4. Por cierto, las musas de Jonia dicen en
términos precisos que la muchedumbre y los que se creen sabios
siguen a los cantores del pueblo y observan sus reglas, sabiendo
que (son) muchos los malévolos, y pocos los buenos, pero que los
mejores persiguen la gloria.
59.5. "Porque los mejores,
dice, prefieren una cosa: la gloria eterna de los mortales; pero
la muchedumbre se ha saciado como animales" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 29),
"haciendo de su estómago y de sus vergüenzas y de lo que hay más
vil en nosotros su felicidad" (Demóstenes,
De corona, 296).
59.6. Y el gran Parménides de Elea propone una enseñanza de
dos caminos, cuando escribe: "Uno es el corazón inquebrantable
de la verdad persuasiva, otro las glorias de los mortales, en
las que no hay verdadera fe" (Parménides,
Fragmentos, 28 B 1).
Capítulo X: Los misterios y la
iniciación
Testimonio del apóstol Pablo
sobre los grados de la iniciación
60.1. Con razón,
entonces, el divino Apóstol dice: "Conforme a la revelación me
ha sido dado a conocer el misterio que antes he expuesto (lit.:
escribí) brevemente; en relación a o cual leyendo pueden darse
cuenta de mi comprensión del misterio de Cristo, que no fue dado
a conocer en otras generaciones a los hijos de los hombres, como
ahora fue revelado a sus santos Apóstoles y a los profetas" (Ef
3,3-5).
60.2. Porque existe una enseñanza de los
perfectos, sobre la cual dice al escribir a los colosenses: "No
cesamos de orar y pedir por ustedes, para que sean llenados del
conocimiento pleno de su voluntad, en toda sabiduría e
inteligencia espiritual, para caminar de manera digna del Señor,
para agradarle en todo, dando frutos en toda obra buena y
creciendo en el conocimiento pleno de Dios, capacitados en toda
virtud (lit.: todo poder) conforme al poder de su gloria" (Col
1,9-11).
60.3. Y de nuevo: "Según la economía salvífica
de Dios que me fue confiada para ustedes, para cumplir la
palabra de Dios, el misterio escondido desde los siglos y desde
las generaciones, ahora manifestado a sus santos, a quienes Dios
quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de ese
misterio entre los paganos" (Col 1,25-27; cf. Rm 16,25-26; Ef
3,9).
El fundamento de
la vida cristiana: fe y esperanza en Cristo
61.1.
Pero unos son los misterios ocultos hasta los Apóstoles y que
han sido transmitidos por ellos como los recibieron del Señor
-escondidos en el Antiguo Testamento-, los cuales "ahora han
sido revelados a los santos" (Col 1,26), y otra es "la riqueza
de la gloria del misterio entre los paganos" (Col 1,27), que es
la fe y la esperanza en Cristo, a lo que ha llamado en otra
parte "fundamento" (1 Co 3,10, cf. Hb 6,1).
61.2. Y de
nuevo, como deseando poner de relieve la
gnosis, escribe así:
"Amonestando a todo hombre en toda sabiduría, para presentar a
todo hombre perfecto en Cristo" (Col 1,28).
61.3. No se
refiere simplemente "a todo hombre", puesto que nadie (sería
infiel); ni tampoco a todo creyente "perfecto en Cristo", sino
"a todo hombre", como para decir el hombre entero, santificado
en cuerpo y alma, puesto que añade expresamente que "no en todos
(hay) gnosis" (1 Co
8,7).
61.4. "Unidos en el amor y (destinados) para toda
la riqueza de la plena inteligencia, para el conocimiento pleno
del misterio de Dios en Cristo, en quien están escondidos los
tesoros de la sabiduría y de la
gnosis" (Col 2,2-3).
"Perseveren en la oración, velando en ella con acción de
gracias" (Col 4,2).
61.5. Pero la acción de gracias no
(tiene lugar) únicamente por el alma y los bienes espirituales
(= bienes sobrenaturales), sino también por el cuerpo y los
bienes corporales.
Testimonio de la "Carta a los Hebreos" sobre los diversos grados
de la fe
62.1. Y más sabiamente aún da a entender
que la gnosis no
pertenece a todos (cf. 1 Co 8,7), añadiendo: "Orando igualmente
también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para
anunciar el misterio de Cristo, por causa del cual he sido
atado, para que manifieste lo que es necesario" (Col 4,3-4).
Porque algunas cosas no habían sido trasmitidas por escrito.
62.2. Lo mismo dice a los hebreos: "Porque también los que
debían ser maestros en razón del tiempo, como que habían
envejecido en el Antiguo Testamento, de nuevo necesitan que
alguien les enseñe los primeros rudimentos de los oráculos
divinos, y han llegado a ser tales, que tienen necesidad de
leche, no de alimento sólido.
62.3. Puesto que todo el
que se alimenta de leche es inexperto de la palabra de la
justicia, porque es niño" (Hb 5,12-13), a quien se le han
confiado las primeras enseñanzas.
62.4. "Pero el alimento
sólido es propio de los perfectos, de quienes en virtud de la
costumbre tienen las facultades ejercitadas para el
discernimiento tanto del bien como del mal. Por lo cual, dejando
a un lado la enseñanza elemental acerca de Cristo, seamos
llevados a lo más perfecto" (Hb 5,14--6,1).
El testimonio del Seudo
Bernabé
63.1. Pero también Bernabé, el mismo que
acompañó al Apóstol para proclamar la palabra según el
ministerio de los gentiles (cf. Hch 13,1-4), dice: "Les escribo
con sencillez, para que comprendan" (Seudo Bernabé,
Epístola, 6,5).
63.2. Luego continúa mostrando más claramente una señal de la
tradición gnóstica,
dice: "¿Qué les dice Moisés, el otro profeta?
63.3. He
aquí lo que dice el Señor Dios: "Entren en la buena tierra, que
con juramento (prometió) el Señor Dios, el Dios de Abrahán, de
Isaac y de Jacob, y recibidla en herencia; tierra que mana leche
y miel" (cf. Ex 33,1. 3; Lv 20,24).
63.4. ¿Qué dice la
gnosis? "Aprendan.
Esperen, dice, a Jesús que se les manifestará en carne. Porque
el hombre es tierra que sufre; puesto que Adán fue hecho del
limo de la tierra".
63.5. ¿Qué significa eso: la tierra
buena, que mana leche y miel? Bendito sea nuestro Señor,
hermanos, quien ha depositado en nosotros la sabiduría e
inteligencia de sus secretos.
63.6. Porque dice el
profeta: "¿Quién comprenderá la parábola del Señor, si no (es)
sabio, entendido y ama a su Señor?" (cf. Pr 1,6; Is 40,3)" (Seudo
Bernabé, Epístola,
6,8-10). Porque de pocos es el captar estas cosas (cf. Mt
19,11).
63.7. En algún evangelio se dice: "Porque no es
por envidia que el Señor amonesta" (Is 24,16, según la versión
de Teodoción; o: ¿Evangelio de
los Egipcios?): "Mi misterio es para mí y para los hijos
de mi casa" (cf. Is 24,26, Mc 4,11), y coloca la selección (=
sus elegidos) en un lugar seguro y tranquilo, para que habiendo
obtenido lo que les es propio a los elegidos, estuvieran por
encima de la envidia.
63.8. Porque, en efecto, el que no
posee gnosis de lo
bueno es malo, ya que "uno sólo (es) bueno" (Mt 19,17), el
Padre; pero ignorar al Padre es la muerte, como conocerlo (es)
"la vida eterna" (Jn 17,3; 12,50) por la participación del poder
incorruptible. Y no corromperse es participar de la divinidad;
pero apostatar de la gnosis
de Dios trae la corrupción.
La "iluminación cristiana"
64.1. De nuevo [dice] el profeta: "Y te entregaré los
tesoros escondidos, obscuros, invisibles, para que conozcan que
yo soy el Señor Dios" (Is 45,3).
64.2. Y David salmodia
también algo parecido a eso: "Mira, porque amaste la verdad, me
has manifestado las cosas que no se ven y los secretos de tu
sabiduría" (Sal 50 [51],8).
64.3. "El día anuncia el
mensaje al día, es lo que se ha escrito abiertamente, y la noche
a la noche anuncia la gnosis,
la que está oculta místicamente, y no hay discursos ni palabras,
cuyas voces no se oigan" (Sal 18 [19],3-4), respecto de Dios,
que dice: "¿Quien [hará] cosas ocultas que yo no lo vea?" (Jr
23,24).
64.4. Por eso se llama "iluminación" (2 Co 4,4.
6) a la enseñanza, porque ha manifestado lo que estaba oculto;
el único Maestro ha desvelado la cubierta del arca; por el
contrario, los poetas dicen que Zeus cierra el tonel (o: la
jarra) de los bienes y abre el de los males (cf. Homero,
Ilíada, XXIV,527-533).
64.5. "Yo sé que al llegar a ustedes, dice el Apóstol,
llegaré en la plenitud de la bendición de Cristo" (Rm 15,29), el
carisma y la tradición
gnóstica, que desea comunicarles presentándose en persona
(cf. Rm 1,11-13) -ya que por carta no podía recordarles esas
cosas-, llamándolos "plenitud de Cristo" (Rm 15,29);
64.6. "según la revelación del misterio, tenido secreto (lit.:
silenciado) en los tiempos eternos, pero manifestado ahora
mediante los escritos proféticos, conforme a la disposición del
Dios eterno, que se dio a conocer a las gentes todas para,
obediencia de la fe" (Rm 16,25-26); es decir, a los paganos que
crean que existe; pero descubre a algunos de ellos lo que se
encierra (lit.: está) en el misterio.
Platón y Pablo recuerdan que
se debe enseñar con prudencia
65.1. Con razón,
también Platón al tratar en las cartas sobre Dios, dice: Te voy
a explicar mediante enigmas, para que si la tablilla para
escribir padeciera algo con los pliegues del mar o de la tierra,
el que lo lea no lo comprenda" (Seudo Platón,
Epístolas, 312 D).
65.2. Porque el Dios del universo que está por encima de
toda palabra, de todo pensamiento y de todo concepto, no puede
ser transmitido mediante escritura, ya que por su propio poder
es inefable.
65.3. También Platón lo ha indicado
diciendo: "Por eso cuidando estas cosas sé prudente, no tengas
que arrepentirte un día de lo que ahora se divulga de manera
indigna; pero la garantía (es) el no escribir, sino aprenderlo;
porque es imposible, imposible que los escritos no se divulguen"
(Seudo Platón, Epístolas,
II,314 B-C).
65.4. El santo apóstol Pablo dice cosas
parecidas (lit.: hermanas) a éstas, salvando el secreto
profético y realmente antiguo, a partir del cual se han
difundido las hermosas enseñanzas a los griegos.
65.5.
"Pero hablamos de una sabiduría entre los perfectos; pero una
sabiduría que no (es) de este mundo, ni de los jefes de este
mundo, los que van desapareciendo; sino que hablamos una
sabiduría de Dios en el misterio, escondida" (1 Co 2,6-7).
El alimento que nos da el
Verbo divino
66.1. Luego, más adelante, enseña la
precaución para comunicar las palabras a la muchedumbre: "Y yo,
hermanos, no he podido hablarles como a espirituales, sino como
a carnales, como a niños en Cristo; les di a beber leche, no
alimento sólido; porque aún no eran capaces; porque ni aun ahora
son capaces; porque todavía son carnales" (1 Co 3,1-3).
66.2. Si el Apóstol ha llamado leche al alimento de los
infantes, y manjar sólido al de los perfectos (cf. Hb 5,13-14),
por leche habrá que entender la catequesis que viene a ser el
primer alimento del alma; y por manjar sólido la contemplación
epóptica (= intuitiva):
la carne y la sangre del Verbo (cf. Jn 6,53); esto es, la
comprensión de la potencia y la esencia de Dios.
66.3.
"Gusten y vean qué bueno es el Señor" (Sal 33 [34],9), dice [la
Escritura]. Porque Él hace partícipes de sí a quienes más
espiritualmente reciben ese alimento, por la que el alma se
alimenta a sí misma, según Platón, el amigo (o: amante) de la
verdad (cf. Seudo Platón,
Epístolas, VII,341 C-D). Porque la comida y la bebida del
Verbo divino es la gnosis
de la esencia divina.
66.4. Por eso también dice Platón
en el libro segundo de la "República": "A los que han
sacrificado no un cerdo, sino una víctima mayor e inaccesible"
(Platón, La República,
II,378 A), es necesario que busquen lo referente a Dios.
66.5. Y el Apóstol escribe: "Nuestra Pascua inmolada es Cristo"
(1 Co 5,7), víctima verdaderamente inaccesible, Hijo de Dios
sacrificado por nosotros.
Capítulo XI: Sobre la
purificación que conduce al conocimiento
El conocimiento de Dios exige
la renuncia a las pasiones
67.1. El sacrificio
agradable a Dios (lit.: que Dios recibe; cf. Flp 4,18)
(consiste) en la separación impenitente del cuerpo y de sus
pasiones. Esa es realmente la verdadera piedad.
67.2. Y
por eso la filosofía es llamada por Sócrates con razón ejercicio
de muerte; porque quien en la reflexión no se sirve de la vista
ni se deja arrastrar por ningún otro sentido, sino que en sus
relaciones con las cosas utiliza (sólo) la inteligencia pura,
busca la filosofía verdadera.
67.3. Por ello también
Pitágoras prescribía (o: aconsejaba) a los discípulos un
silencio de cinco años, para que, desprendidos de los objetos
sensibles, contemplaran lo divino con la desnuda inteligencia.
De Moisés (tomaron) estas mismas cosas los filósofos griegos más
eminentes.
67.4. Porque él ordena "dividir en partes los
animales sacrificados, después de haberlos desollado" (Lv 1,6);
una vez desnuda el alma gnóstica de su envoltura material, lejos
de las charlatanerías carnales y de todas las pasiones que
engendran las opiniones vacías y falsas, y desnuda de las
concupiscencias carnales (cf. 1 P 2,11), es necesario que se
consagre para la luz.
Dios nos ha colmado de dones
68.1. Pero la mayor
parte de los hombres, protegiéndose en lo mortal como los
caracoles, y envueltos en sus intemperancias como los erizos,
tienen acerca del Dios bondadoso e incorruptible opiniones
semejantes a las que tienen sobre ellos mismos.
68.2. Y
pasa inadvertido para ellos, aunque se encuentren muy cerca de
nosotros, cómo Dios nos ha dado innumerables cosas, de las que
Él no participa: un nacimiento, siendo inengendrado; un
alimento, no necesitándolo; un crecimiento, siendo siempre
igual; una buena vejez y una muerte feliz, siendo inmortal y no
envejeciendo.
68.3. Por eso, manos, pies, boca, ojos,
entradas y salidas, cóleras y amenazas (o: arrogancias), no son
mencionadas entre los hebreos como pasiones de Dios; de ningún
modo, sino (que es necesario pensar) que estos nombres (tienen)
una significación alegórica más santa, que aclararemos, al hilo
del discurso, en el momento oportuno.
68.4. "La sabiduría
es el fármaco que cura todos los males", escribe Calímaco en los
"Epigramas" (46,4).
68.5. "Pero un sabio [deriva] de
otro, antaño y ahora", dice Baquílides en los "Peanes": "Porque
no es lo más fácil encontrar las puertas de las palabras
misteriosas" (Baquílides,
Fragmentos, 5).
Sin comprenderla, los griegos honran igualmente la vida gnóstica
69.1. De igual manera Isócrates [dice] bellamente en
el "Panatenaico": ¿A quiénes llamo educados? (Y) explicando
agrega: "En primer lugar, a los que actúan bien en los asuntos
que encuentran cada día, a los que tienen opinión certera de las
circunstancias, y, por encima de todo, a los que tienen
capacidad de acertar en lo que interesa".
69.2. "En
segundo lugar, a los que tratan siempre conveniente y justamente
con sus vecinos, y soportan dulce y fácilmente las molestias e
inoportunidades de los otros, a la vez que ellos mismos se
muestran lo más complacientes y moderados que pueden con los que
les rodean".
69.3. "Y también a los que dominan a los
placeres, y no se dejan vencer más de lo conveniente por las
desgracias, sino que se conducen en ellas varonilmente y de modo
digno a la naturaleza que compartimos".
69.4. "En cuarto
lugar, que es lo más importante, a los que no son corrompidos
por la buena fortuna, ni están trastornados, ni devienen
orgullosos, sino que se mantienen en los límites de la
prudencia".
69.5. Luego añade el colofón del discurso: "A
los que no sólo poseen una sola de aquellas, sino todas a la vez
en una única armonía del alma, éstos, digo yo, son los
prudentes, los varones perfectos, y que tienen todas las
virtudes" (Isócrates,
Panatenaico, 30-32,239 A-C).
69.6. ¿Ves cómo
también los griegos, aun no comprendiendo como se debe, deifican
la vida gnóstica? Pero,
qué sea la gnosis, ni
en sueños la conocen.
Cristo es la víctima inmolada por nuestra salvación
70.1. Si, por tanto, se está de acuerdo con nosotros en que
la gnosis es un
alimento espiritual (lit.: alimento lógico; otra traducción:
"alimento [que viene] del Verbo"), "bienaventurados", realmente
según la Escritura, "los que tienen hambre y sed" (Mt 5,6) de la
verdad, porque serán saciados de un alimento eterno.
70.2. Sin duda, concuerda admirablemente con lo que hemos dicho
el filósofo de la escena, Eurípides, que, no sé cómo, insinúa al
Padre y al Hijo al mismo tiempo:
70.3 ."A ti, que riges
todas las cosas, ofrezco una libación sacrificial, Zeus o Hades,
como prefieras ser llamado. Recibe tú mi sacrificio excepcional,
pleno y que contiene todos los frutos" (Eurípides,
Fragmentos inciertos,
912).
70.4. Porque Cristo fue una ofrenda total por
nosotros (cf. Lv 5,10), sacrificio insuperable. Y que habla del
Salvador mismo sin saberlo, lo hace con claridad, añadiendo a
continuación:
70.5. "Porque tú, de entre los dioses de
los cielos, tienes en tus manos el cetro de Zeus, participando,
entre los seres que están bajo tierra, del poder de Hades"
(Eurípides, Fragmentos
inciertos, 912).
70.6. Después dice abiertamente:
"Envía hacia la luz las almas de los muertos, a los que desean
conocer de antemano los combates, de dónde surgen, cuál es la
raíz de los males, a quién de los bienaventurados hay que
ofrecer sacrificios para encontrar descanso de los sufrimientos"
(Eurípides, Fragmentos
inciertos, 912).
70.7. Por tanto, no sin razón
también entre los griegos los misterios comienzan con las
purificaciones, como entre los bárbaros con el bautismo (lit.:
baño).
Las etapas de la
contemplación
71.1. Después de esto (tienen lugar)
los pequeños misterios, que tienen como finalidad la enseñanza y
preparación de lo que debe seguir; pero los grandes [misterios]
(son) sobre todas las cosas, donde ya no queda nada que
aprender, sino contemplar epópticamente y comprender la
naturaleza y las realidades.
71.2. Y podremos conseguir
el método catártico por la confesión [pública de la fe], y el
epóptico por el
análisis progresando hacia la inteligencia primera; partiendo,
por el análisis, desde las cosas que están subordinadas a ese
principio, abstraemos las cualidades físicas del cuerpo, y
eliminamos las dimensiones de profundidad, luego de anchura, y
también de longitud. El signo que queda es la unidad que tiene
una posición, por decirlo de alguna manera, y si de ella
quitamos la posición, (se tiene) la compresión de la unidad.
71.3. Si, entonces, quitando todo lo que se encuentra en los
cuerpos y en lo que se llama incorporal, nosotros mismos nos
lanzamos hacia la grandeza de Cristo, y desde allí avanzamos con
santidad hacia el abismo (o: vacío); nos introduciremos de
alguna manera en la comprensión del Todopoderoso, conociendo no
lo que es, sino lo que no es.
71.4. No hay que pensar en
absoluto en figura, movimiento, reposo, trono, lugar, derecha o
izquierda del Padre del universo, aunque todo eso esté escrito.
Pero qué significan cada una de esas (palabras) será mostrado
abiertamente en el lugar apropiado.
71.5. La Causa
primera no está en un lugar, sino que está por encima de lugar,
tiempo, nombre y comprensión (cf. Ef 1,21). Por eso también dice
Moisés: "Manifiéstate a mí tú mismo" (Ex 33,13), insinuando muy
claramente que Dios no puede ser enseñado ni expresado por los
hombres, sino que sólo puede ser conocido gracias a su propio
poder. Porque la investigación es informe e invisible, pero la
gracia de la gnosis
(procede) de Él por medio del Hijo (cf. Mt 11,27; Lc 10,22).
La enseñanza de las
Sagradas Escrituras sobre el conocimiento de Dios
72.1. Salomón nos lo testimoniará más claramente, cuando dice:
"No hay en mí prudencia humana, pero Dios me da la sabiduría; y
he conocido cosas santas" (Pr 30,2-3).
72.2. En efecto,
interpretando alegóricamente la Inteligencia divina, Moisés la
llamó "árbol de vida" (Gn 2,9; 3,22; Ap 22,2) plantado en el
paraíso; pero dicho paraíso puede ser también el mundo, en el
que se ha producido todo lo referente a la creación.
72.3. También en ese [mundo] floreció (cf. Sal 91 [92],13) y dio
su fruto el Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14), y vivificó a
quienes han gustado de su bondad (cf. Sal 1,3; 33 [34],9; Jn
1,14; 1 P 2,3); sin el árbol, es imposible que alcancemos la
gnosis. Porque nuestra
vida fue crucificada (lit.: estuvo suspendida; cf. Dt 21,23;
28,66) para nuestra fe.
72.4. Y Salomón dice nuevamente:
"Es un árbol de inmortalidad para quienes la consiguen" (Pr
3,18; cf. 30,2-3).
72.5. Por eso dice [la Escritura]:
"Mira, pongo ante tu rostro la vida y la muerte, el amar al
Señor Dios, seguir sus caminos, escuchar su voz y creer en la
vida. Pero si transgreden las órdenes y preceptos que les he
dado, perecerán con ruina [segura]. Porque esto (es) la vida y
la pervivencia de tus días: amar al Señor tu Dios" (Dt
30,15-20).
La
iniciación en los misterios de la fe
73.1. Además:
"Levantándose Abrahán hacia el lugar que Dios mismo le había
dicho, y levantando los ojos al tercer día, vio de lejos el
lugar" (Gn 22,3-4).
73.2. Porque el primer día es el de
la vista de lo bello; el segundo el del deseo del alma por las
cosas mejores; pero en el tercero es cuando la inteligencia
discierne lo espiritual (cf. Ef 1,18), porque los ojos del
entendimiento han sido abiertos por el Maestro resucitado al
tercer día. Pero los tres días también podrían ser el misterio
del sello, mediante el que se cree en aquel que es realmente
Dios.
73.3. Es, por tanto, natural que [Abrahán] vea el
lugar desde lejos (cf. Gn 22,4), puesto que la región de Dios es
difícil de acceder, a la que Platón llamó región de las ideas
(cf. Filón de Alejandría,
Sobre los sueños, I,64-66; Platón,
Sofista, 235 D;
Fedro, 247 C 4),
tomando de Moisés que Él es un lugar en cuanto que contiene
todas las cosas y el universo.
73.4. Pero es verosímil
que Abrahán lo vea desde lejos, porque se encuentra en proceso
(o: en un devenir), y también es iniciado en los misterios poco
a poco por un ángel (cf. Gn 22,11-12).
Dios es invisible e
incircunscrito
74.1. Por eso dice el Apóstol:
"Ahora vemos como mediante un espejo, pero entonces [veremos]
cara a cara" (1 Co 13,12), según aquellas únicas aprehensiones
puras e incorpóreas de la mente.
74.2. "Pero también es
posible conjeturar algo de Dios mediante el uso de la
dialéctica, si uno consiguiera lanzarse hacia lo que es en sí
cada cosa, sin ninguna de las sensaciones, para elevarse por
encima de lo que existe y no desertar de los seres hasta
remontarse a lo que está más arriba. Después se llega al término
mismo de lo inteligible", según Platón (República,
VII,532 A-b).
74.3. Moisés, de nuevo, no permitió que se
edificasen altares y templos en muchos lugares, sino que
construyó un único templo de Dios, y de esa manera anunciaba el
mundo unigénito, como dice Basílides, y el Dios único, lo cual
ya no le parece bien a Basílides.
74.4. Y porque el
gnóstico Moisés no
encerraba en un lugar al incircunscrito (o: no circunscrito),
tampoco introdujo en el templo ninguna estatua para venerar,
mostrando que Dios es invisible e incircunscrito, pero
conduciendo a los hebreos a que se hicieran una idea de Dios
mediante la estima del Nombre (presente) en el templo.
74.5. Por tanto, al oponerse el Verbo a las construcciones de
lugares sagrados y a cualquier sacrificio, deja entrever que el
Todopoderoso no está en un lugar, cuando dice: "¿Qué casa me
edificarán?, dice el Señor. El cielo es mi trono" (Is 66,1),
etc.
74.6. Sobre los sacrificios [dice] igualmente: "No
quiero sangre de toros ni grasa de corderos" (Is 1,11), y todo
lo que después de eso el Espíritu Santo prohíbe por medio del
profeta.
El culto en
espíritu y en verdad
75.1. Así, hermosamente está
de acuerdo con eso Eurípides, cuando escribe: "¿Qué mansión,
hecha por carpinteros, podría encerrar dentro de sus muros a la
persona divina" (Eurípides,
Fragmentos, 1130).
75.2. Y sobre los sacrificios
dice del mismo modo: "Porque Dios, si realmente es Dios, no
necesita, de nada; de poetas son estas miserables palabras"
(Eurípides, Hércules,
1345-1346).
75.3. Porque Dios no ha hecho el mundo por
necesidad, para recibir honores de los hombres, de otros dioses
y de los démones, dice Platón, como si se propusiera conseguir
alguna ganancia de la creación, humos (sacrificiales) de nuestra
parte, o los servicios litúrgicos de los dioses o de los démones"
(= texto que no aparece entre las obras de Platón; cf. Teodoreto
de Ciro, Terapéutica de la
enfermedades helénicas, IV,34; VII,48).
75.4. Muy
instructivo, en efecto, es lo que dice Pablo en los "Hechos de
los Apóstoles": "El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en
él, ése, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en
templos hechos por mano de hombres, ni por manos humanas es
servido, como si necesitase de algo, siendo Él mismo quien da a
todos el aliento, la vida y todas las cosas" (Hch 17,24-25).
Los griegos también
prohibían los ídolos
76.1. Y también Zenón, el
fundador de la escuela estoica, en el libro sobre la "República"
dice que no se deben hacer ni templos ni estatuas, puesto que no
hay ninguna construcción digna de los dioses, y no teme escribir
estas expresiones: "No será necesario construir edificios
sagrados, porque no se debe llamar sagrado a lo que de ninguna
manera es digno ni santo. En absoluto es digna y santa una obra
de albañiles y obreros" (Zenón,
Fragmentos, 264).
76.2. Con razón también Platón, sabiendo que el mundo es
templo de Dios, mostraba a los ciudadanos el lugar de la ciudad,
donde habían de erigirse para ellos los ídolos, pero les
prohibió que tuvieran en particular estatuas de los dioses.
76.3. "Nadie, entonces, dice, consagre algo sagrado a los
dioses; porque el oro y la plata son en otras ciudades, tanto en
las casas particulares como en los templos, riquezas que
suscitan la envidia. El marfil, por tratarse de un cuerpo que ha
perdido su alma, no es una buena ofrenda. El hierro y el bronce
son instrumentos de guerra. Pero de madera, y sólo de madera,
que cada uno ofrezca lo que quiera a los templos públicos, e
igualmente de piedra" (Platón,
Las Leyes, XII,955 E-956 A).
Testimonio de Sofonías
77.1. Con razón, en la carta grande, dice: "Porque no
es comunicable como las otras ciencias, sino que del abundante
trato con la realidad misma y de la convivencia, de repente una
luz que brota de un fuego chispeante es producida en el alma y
[esa luz] se alimenta por sí misma" (Seudo Platón,
Cartas, VII,341 C-D).
77.2. ¿Acaso estas cosas no son parecidas a las que dice el
profeta Sofonías? "Y el Espíritu me subió y me llevó al quinto
cielo y contemplaba ángeles que eran llamados señores, y la
diadema estaba puesta sobre ellos en Espíritu Santo y el trono
de cada uno de ellos era siete vez más [brillante] que la luz
del sol que sale; habitaban en templos de salvación y entonaban
himnos al supremo Dios inefable" (Apocalipsis;
sólo conocido por este fragmento).
Capítulo
XII: Sobre el conocimiento de Dios
Platón, Moisés y Orfeo
coinciden sobre la inaccesibilidad del conocimiento de Dios
78.1. "Es trabajoso descubrir al Padre y Creador de todo y,
una vez descubierto, es imposible darlo a conocer (o:
declararlo) a todos" (Platón,
Timeo, 28 C). "Porque en modo alguno se puede decir como
en las demás ciencias" (Seudo Platón,
Cartas, VII,341 C),
dice Platón, el amigo de la verdad.
78.2. Porque ha oído
muy bien que Moisés, el que todo lo sabe, cuando subió a la
montaña (cf. Ex 19,12. 20) -mediante la santa contemplación
hasta la cima de lo inteligible- ordenó obligatoriamente a todo
el pueblo que no subiese con él (cf. Ex 19,23; 19,12. 21. 24).
78.3. Y cuando la Escritura dice: "Moisés entró en la nube
donde estaba Dios" (Ex 20,21), indica, a los pueden comprender,
que Dios es invisible e inefable, pero que una oscuridad,
realmente la incredulidad e ignorancia de muchos, es colocada
delante del resplandor de la verdad.
78.4. También el
teólogo Orfeo saca provecho de ahí diciendo: "El es uno,
perfecto en sí; del uno fructifica todo como hijos", -o son por
naturaleza, porque así también está escrito-, (y) añade: "Ningún
mortal lo ha visto, pero él los ve a todos" (Orfeo, Fragmentos,
245,8-10).
78.5. Y agrega con mayor claridad: "Pero yo no
lo veo; puesto que se ha establecido en torno a una, nube. Los
hombres todos tienen pupilas mortales en los ojos, pequeñas,
porque carnes y huesos las mantienen adheridas" (Orfeo,
Fragmentos, 245,14-16).
La visión de Pablo.
Testimonio de Platón
79.1. "Testimoniará en favor
de lo dicho el Apóstol, diciendo: "Sé de un hombre en Cristo que
fue arrebatado hasta el tercer cielo" (2 Co 12,2), y desde allí
"hasta el paraíso, el cual oyó palabras inefables que el hombre
no puede proferir" (2 Co 12,4); dando a entender así la
inefabilidad de Dios, añadiendo "no puede proferir", no por una
ley o por temor de algún precepto, sino para indicar que la
divinidad es inefable para el poder humano; porque si comienza a
hablar por encima del tercer cielo, como (es) costumbre, (es)
con los que allá inician en los misterios a las almas elegidas.
79.2. Porque yo sé que también en Platón -puesto que los
ejemplos de la filosofía bárbara son muchos, los dejo de lado
por ahora en mi escrito, y aguardo el momento oportuno, según lo
he prometido anteriormente- se distinguen muchos cielos.
79.3. Preguntándose, en efecto, en el "Timeo", si hay que
considerar muchos mundos o solo éste, no distingue respecto a
los nombres, empleando como sinónimos mundo y cielo. Y
expresamente habla de la siguiente manera:
79.4. "¿Es
preferible que hablemos de un solo cielo o es más correcto
hablar de varios o de infinitos? De uno, puesto que ha debido
ser creado según el modelo" (Platón,
Timeo, 31 A).
El conocimiento de Dios por la
fe
80.1. También en la carta de los romanos a los
corintios se ha escrito: "El océano (es) ilimitado para los
hombres, y los mundos más allá de él" (Clemente de Roma,
Carta primera a los corintios,
20,8).
80.2. De nuevo el venerable Apóstol exclama
consecuentemente: "Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría
y de la gnosis de Dios"
(Rm 11,33).
80.3. Y quizás esto era lo que ibndicaba el
profeta al ordenar hacer "panes ácimos cocidos bajo ceniza" (Ex
12,39), dando a entender que la palabra de la iniciación,
verdaderamente sagrada, sobre el Inengendrado y sus potencias,
debe ser mantenida en secreto.
80.4. Confirmando estas
cosas, el Apóstol, en la "Carta a los Corintios" dijo
abiertamente: Hablamos una sabiduría entre los perfectos;
sabiduría que, sin embargo, no es de este mundo, ni de los jefes
de este mundo, los que van desapareciendo; sino que hablamos una
sabiduría de Dios en el misterio, escondida" (1 Co 2,6-7).
80.5. Y de nuevo en otro lugar dice: "Para el conocimiento
pleno del misterio de Dios en Cristo, en quien se hallan
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la
gnosis" (Col 2,2-3).
80.6. Ratifica estas cosas nuestro mismo Salvador, cuando
dice así: "Porque a ustedes se les ha dado conocer el misterio
del reino de los cielos" (Mt 13,11).
80.7. Y de nuevo
dice el Evangelio, cómo nuestro Salvador anunciaba la palabra a
los Apóstoles en misterio. Porque también la profecía dice sobre
Él: "Abrirá su boca en parábolas y difundirá las cosas ocultas
desde la fundación del mundo" (Mt 13,35; cf. Sal 77 [78],2).
80.8. Y ciertamente, el Señor revela lo oculto, mediante la
parábola de la levadura, porque dice: "Es semejante el reino de
los cielos a la levadura que toma una mujer y la esconde en tres
medidas de harina, hasta que toda (la masa) ha fermentado" (Mt
13,33; Lc 13,20-21).
80.9. Porque el alma, en sus tres
partes, es salvada por la obediencia, por la fuerza espiritual
escondida en ella mediante la fe, o porque la fuerza de la
Palabra que nos ha sido dada, siendo vigorosa y poderosa, atrae
hacia sí secreta e invisiblemente a todo el que la recibe, y la
guarda dentro de sí y conduce hacia la unidad todo su conjunto.
Cristo nos ha dado a
conocer al Padre
81.1. Muy sabiamente ha escrito
Solón estas cosas sobre Dios: "Es muy difícil conocer la medida
de la inteligencia invisible, la única que contiene los límites
de todas las cosas" (Solón,
Fragmentos, 16).
81.2. "Porque lo divino, dice el
poeta Agrigento, no es accesible para alcanzarlo con nuestros
ojos ni tomarlo con las manos, ya que es el mas grande camino de
convicción que acontece en el espíritu humano" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B 133).
81.3. Y el apóstol Juan [dice]: "A Dios nadie lo ha visto
jamás; el Dios unigénito, el que está en el seno del Padre, ése
lo dio a conocer" (lit.: explicó; Jn 1,18)); y llamó seno de
Dios a lo invisible e inefable. Y de allí que algunos lo han
llamado abismo, porque rodea y contiene todo, siendo Él
inaccesible y sin límite.
81.4. Ciertamente este discurso
sobre Dios es el más difícil de tratar. Porque tan pronto (como)
es difícil encontrar el principio de cualquier cosa, mucho más
difícil (es demostrar) el primer y más antiguo Principio, que es
la causa del nacer y del existir de todas las otras cosas.
81.5. Puesto que ¿cómo puede expresarse lo que no tiene
género, ni diferencia, ni especie, ni individuo, ni número, ni
siquiera accidente, ni lo que es susceptible de accidente?. No
sería correcto llamarle Todo; porque el todo (es) del orden de
la magnitud y [Dios] es Padre de todo.
81.6. Tampoco se
puede hablar de partes en Él; porque el Uno es indivisible, y
por ello también infinito (o: ilimitado), no según la extensión
imposible de entender, sino según una extensión sin límites, y,
en consecuencia sin figura ni nombre.
Para el conocimiento del Dios
verdadero necesitamos el auxilio de la gracia divina
82.1. Y si lo nombramos alguna vez, no es sino de manera
impropia, pues al llamarle Uno, Bien, Inteligencia o el propio
Ser, Padre, Dios, Demiurgo o Señor, no lo decimos como quien
profiere su nombre, sino que por la dificultad nos servimos de
nombres hermosos, para que la mente, sin andar errante sobre
otras cosas, se apoye en ellos.
82.2. Porque cada
(nombre) por sí mismo no es lo propio de Dios, sino que todos
reunidos dan a entender la potencia del Omnipotente. Porque los
predicados o se profieren por lo que tienen de propio con las
mismas cosas, o por la relación de unas cosas con otras; pero
nada de esto cabe suponer sobre Dios.
82.3. Pero tampoco
[Dios] está al alcance de la ciencia demostrativa; porque ésta
consta de elementos anteriores y más conocidos; sin embargo,
nada preexiste al Inengendrado.
82.4. Sólo queda conocer
lo Incognoscible con la gracia divina y mediante el Verbo (que
procede) de Él; y por eso Lucas en los "Hechos de los Apóstoles"
recuerda lo que dice Pablo: "Varones Atenienses, veo cómo son en
todo sobremanera religiosos. Porque, al pasar y observar los
objetos de su culto he hallado un altar en el cual está escrito:
"Al dios desconocido". Al que sin conocerlo veneran, es a quien
yo les anuncio" (Hch 17,22-23).
Capítulo
XIII: El conocimiento es un don de Dios
El alma recibe "una gracia
extraordinaria"
83.1. Ahora bien, todo lo que es
susceptible de ser nombrado es engendrado, se quiera o no. Bien
porque el Padre mismo atraiga hacia sí (cf. Jn 6,44) a todo el
que ha vivido con pureza y ha avanzado hasta la noción de la
naturaleza bienaventurada e incorruptible, o bien porque la
libertad, en nosotros, llegando a la
gnosis del bien, salta
y brinca sobre el foso, como dicen los gimnastas; pero no es sin
una gracia extraordinaria como el alma recibe alas para levantar
vuelo y levantarse por encima de lo que la supera, una vez
despojada de todo peso y entregándola al que le es familiar (cf.
PLatón, Fecro, 246 C; 247 B; 255 C-D).
83.2. Platón dice
también en el "Menón" que la virtud es un don de Dios, como lo
muestran estas palabras: "Así, según ese razonamiento, oh Menón,
es manifiesto para nosotros que por una disposición divina la
virtud viene a quienes ha venido" (Platón, Menón, 100 B).
83.3. ¿No te parece que la "disposición divina" designa
indirectamente la actitud
gnóstica que no viene a todos?
83.4. Y añade con
mayor claridad: "Pero si ahora en todo este discurso hemos
dirigido bien nuestra investigación, la virtud no será ni algo
natural, ni la consecuencia de una enseñanza, sino que es dada
por una disposición divina a los que la poseen, no sin
intervención de la inteligencia" (Platón,
Menón, 99 E).
83.5. La sabiduría, entonces, es un don divino, es una fuerza
del Padre (cf. 1 Co 1,24) que empuja nuestra libertad, recibe la
fe y recompensa el inicio de la elección con la comunión
suprema.
Los verdaderos
testigos de las realidades divinas
84.1. Y también
les voy a citar al mismo Platón que recomienda expresamente
creer a los hijos de Dios. Porque una vez que ha tratado en el "Timeo"
sobre los dioses visibles y engendrados, dice: "En cuanto a las
otras divinidades, decir y conocer su origen es una tarea que
nos sobrepasa, pero conviene confiar en los que han hablado
antes, porque son descendientes de dioses, como dicen, y conocen
a la perfección, sin duda, a sus progenitores. Es, por tanto,
imposible no creer a los hijos de los dioses, aunque hablen sin
argumentos verosímiles ni necesarios" (Platón,
Timeo, 40 D-E).
84.2. Pienso que los griegos no pueden dar un testimonio más
claro sobre que nuestro Salvador y los que han recibido la
unción profética, declarados hijos de Dios, y el Señor, siendo
Hijo por naturaleza; esos son los verdaderos testigos de las
cosas divinas; y por eso es necesario creer, añadió [Platón], a
los que están inspirados por Dios.
3. Y si alguno dijera
más trágicamente no creer: "Porque no es Zeus quien me anunció
estas cosas" (Sófocles,
Antígona, 450), que sepa que Dios mismo, por medio del
Hijo, ha proclamado las Escrituras. Y es digno de fe el que
comunica las cosas propias, puesto que "nadie, dice el Señor,
conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo
revelare" (Mt 11,27; Lc 10,22).
La fe y la confianza hay que
ponerlas en el Señor
85.1. Así, también según
Platón es necesario creer en Él, aunque se proclame y se hable,
"sin argumentos verosímiles ni necesarios" (Platón, Timeo, 40
E), por medio del Antiguo y del Nuevo Testamento. "Porque si
ustedes no creen, dice el Señor, perecerán en sus pecados" (Jn
8,24). Y al contrario: "El que cree tiene vida eterna" (Jn
3,15-16. 36; 5,24). "Bienaventurados todos los que confían en
Él" (Sal 2,12).
85.2. La confianza es más que la fe.
Cuando uno sabe que el Hijo de Dios es nuestro maestro, confía
en que su enseñanza es verdadera.
85.3. Y de la misma
manera que, según Empédocles, "el estudio hace crecer la
inteligencia" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B 17), así también la confianza en el
Señor aumenta la fe.
85.4. Decimos, por tanto, que es de
los mismos que censuran la filosofía, atacar la fe, aprobar la
injusticia y tener por feliz la vida según la concupiscencia.
Cristo es la puerta de la
verdad
86.1. Pero aunque la fe sea un asentimiento
voluntario del alma, sin embargo es artífice de las cosas buenas
y fundamento de la práctica de la justicia.
86.2. Si
Aristóteles enseña en las disertaciones técnicas que el hacer
(es propio) de los seres irracionales e inanimados, y que el
obrar es propio de sólo los hombres (Aristóteles,
Ética a Eudemo,
II,6,1222 b 20; II,8,1224 a 28;
Ética a Nicómaco,
VI,4,1140 a 1), corrija a los que llaman a Dios Hacedor del
universo (cf. Platón, Timeo,
28 C). Pero lo que se hace o es bueno o es necesario, dice (cf.
Aristóteles, Política,
VII,14,1333 a 32). Así, el ser injusto no es bueno -porque nadie
comete una injusticia si no es en relación con un fin ulterior-,
y nada de lo voluntario es necesario (cf. Aristóteles,
Ética a Nicómaco,
X,5,1175 b 26). Ciertamente, la injusticia es voluntaria, de
modo que no es una necesidad.
86.3. Y los virtuosos se
diferencian de los malos preferentemente por las elecciones y
deseos moderados. Porque toda perversidad del alma está (ligada)
a la intemperancia, y quien obra con intemperancia lo hace por
falta de dominio y por maldad.
86.4. Así me ocurre a mí
al mirar cada día aquella expresión divina: "En verdad, en
verdad les digo que el que no entra por la puerta en el redil de
las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y
salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las
ovejas; a éste le abre el portero" (Jn 10,1-3). Luego,
explicándose el Señor, dice: "Yo soy la puerta de las ovejas" (Jn
10,7).
La intuición de
un único Dios
87.1. Por tanto, para salvarse es
necesario aprender la verdad por medio de Cristo, aunque hayan
alcanzado la sabiduría en la filosofía griega. Porque ahora se
ha mostrado visiblemente que "lo que no fue dado a conocer en
otras generaciones a los hijos de los hombres, ahora se ha
revelado" (Ef 3,5).
87.2. La intuición de un Dios único,
Todopoderoso, (es) siempre natural en todos los sensatos, y es
mayoría la que, sin haber perdido totalmente el pudor frente a
la verdad, ha reconocido el eterno favor de la providencia
divina.
87.3. Así, Jenócrates de Calcedonia (cf.
Fragmentos, 21) no excluye del todo la idea de lo divino,
incluso en los animales irracionales; y Demócrito, aunque no lo
quiera, lo tendrá que confesar por la coherencia de sus teorías:
puesto que ha supuesto que idénticas formas vienen a los hombres
y a los seres irracionales de la naturaleza divina (cf.
Demócrito, Testimonia, 68 A 79).
87.4. Es necesario que
esté privado casi totalmente de la idea divina el hombre, de
quien está escrito en el "Génesis" que también participa del
soplo [divino] (cf. Gn 2,7) y participa de una sustancia más
pura que los otros vivientes.
El Espíritu Santo nos es dado
a los creyentes
88.1. De ahí que los pitagóricos
digan, lo mismo que confiesan Platón y Aristóteles, que la
inteligencia llega a los hombres por una disposición divina.
88.2. Pero nosotros decimos que el Espíritu Santo es
inspirado en el creyente; sin embargo, los platónicos establecen
la inteligencia en el alma (cf. Platón,
Timeo, 30 B; 69 C; 89
E), resultando una emanación de la disposición divina, y el alma
en el cuerpo.
88.3. Porque está dicho muy claramente por
Joel, uno de los doce profetas: "Y sucederá después de esto;
derramaré mi espíritu sobre toda carne, y profetizarán sus hijos
y sus hijas" (Jl 3,1). Pero el Espíritu no está en cada uno de
nosotros como una parte de Dios.
88.4. Pero cómo tiene
lugar esa distribución y qué es el Espíritu Santo, lo
mostraremos en los [libros] "Sobre la profecía" y "Sobre el
alma".
88.5. No obstante, "buena desconfianza es ocultar"
las profundidades de la gnosis
(cf. Rm 11,33), según Heráclito, "porque la desconfianza evita (lit.:
escapa) darse a conocer" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 86).
Capítulo XIV: El robo de los
griegos
Afirmaciones de los estoicos sobre Dios
89.1. A
continuación hay que añadir y mostrar ahora con más claridad el
robo griego desde la filosofía bárbara.
89.2. Porque los
estoicos dicen que Dios es cuerpo y espíritu por esencia, como
ciertamente también el alma. Todas estas cosas las encontrarás
con claridad en las Escrituras. Y no pienses ahora en el sentido
alegórico (de las Escrituras), como transmite la verdad
gnóstica, mostrando
algo, pero indicando (otra cosa), al igual que los sabios
luchadores.
89.3. Pero (los estoicos) dicen que Dios
penetra a través de toda la esencia; y nosotros le llamamos
único Hacedor, y hacedor por el Verbo (cf. Jn 1,3).
89.4.
Les ha seducido lo que se dice en la "Sabiduría": "Penetra y se
difunde por doquier mediante la pureza" (Sb 7,24), porque no
entendieron que estas cosas se decían acerca de la Sabiduría, la
primera creación de Dios.
89.5. Sí, dicen, pero los
filósofos ponen la materia entre los principios; así los
estoicos, Platón y Pitágoras, lo mismo que Aristóteles el
peripatético, pero no como un único principio.
89.6.
Porque deberán saber que lo que se llama materia, y ellos dicen
que carece de cualidad y de forma, también es denominada más
audazmente por Platón como no-ser.
89.7. Y (puede) que
[Platón] supiera lo que es más misterioso: que uno sola es la
sustancia que realmente existe, y dice estas expresiones en el "Timeo":
"Pero ahora, éste es nuestro pensamiento: el principio o
principios de todas las cosas, o como se prefiera denominar, no
es algo para tratar ahora, no por otra razón que la dificultad
que entraña el método de exposición que ahora se utiliza"
(Platón, Timeo, 48 C).
Las penas después de la
muerte
90.1. Además aquella expresión profética:
"La tierra era invisible y estaba confusa" (Gn 1,2), fue
interpretada por aquellos [filósofos] como una sustancia
material informe.
90.2. Sí, ciertamente, (la idea) de la
introducción automática le vino a Epicuro por no haber
comprendido la expresión siguiente: "Vanidad de vanidades, todo
vanidad" (Qo 1,2).
90.3. Y Aristóteles, el hacer bajar la
providencia hasta la luna deriva de aquello del "Salmo": "Señor,
tu misericordia está en el cielo y tu verdad llega hasta las
nubes" (Sal 35 [36],6). Porque antes de la venida del Señor aún
no se había revelado el sentido de los misterios proféticos.
90.4. En cuanto a los castigos posteriores a la muerte y al
castigo por medio del fuego, toda la musa poética, al igual que
la filosofía griega, lo ha sustraído de la filosofía bárbara.
90.5. Así, Platón, en el último [libro] de la "República"
dice con estos mismos términos: "Hay, por tanto, hombres
salvajes, que se ven envueltos en fuego, presentes allí, que
examinan con cuidado el lenguaje, llevando consigo a cuantos
apresan; pero a Arideo y a los otros que atan las manos, los
pies y la cabeza, los derriban y los desuellan, (y)
arrastrándolos a la orilla del camino, los desgarran sobre
retamas espinosas" (Platón,
República, X,615 E-616 A).
90.6. Porque los
varones envueltos de fuego quieren representar para él a los
ángeles que se adueñan de los injustos para castigarlos: "Él
hace, dice [la Escritura], a sus ángeles espíritus, y a sus
ministros fuego ardiente" (Sal 103 [104],4).
Los ángeles
91.1. De estas cosas se deduce que el alma es inmortal. Porque,
teniendo sensaciones, es castigado o educado, está vivo, aunque
se diga que padece.
91.2. ¿No conocía Platón los ríos de
fuego y la profundidad de la tierra cuando, a la llamada por los
bárbaros Gehenna (cf. Lc 12,5), la denomina poéticamente
Tártaro, o cuando designa Cocito, Aqueronte y Piriflegetonte, y
otros lugares de castigos semejantes para educar y reprimir?
91.3. Pero, él también menciona a los ángeles de los
pequeños y de los menores (cf. Mt 18,10; 25,40. 45) que, según
la Escritura, ven a Dios al igual que la solicitud que desciende
sobre nosotros por mediación de los ángeles dispuestos para esta
tarea (cf. Hb 1,1), y no teme escribir:
91.4. "Una vez
que todas las almas eligieron sus vidas, se acercaban como por
suerte en orden a Láquesis, y ella daba a cada una el genio (daímon)
que había preferido, para que fuera el guardián de la vida y el
garante de las elecciones" (Platón,
República, X,620 D-E).
91.5. Quizás también en Sócrates el genio (o: demonio)
insinuaba esto mismo.
El diablo
92.1.
Sí, en verdad, tomándolo de Moisés, los filósofos han
dogmatizado que el mundo fue creado.
92.2. También Platón
dijo abiertamente: "¿Existía, sin tener comienzo alguno, o bien
fue creado comenzando a partir de algún principio? Fue creado,
porque siendo visible es tangible, y al ser tangible tiene
cuerpo" (Platón, Timeo,
28 B).
92.3. Y también, cuando dice que "es trabajoso
descubrir al Creador y Padre de todo" (Platón,
Timeo, 28 C), no sólo
indica que el mundo ha sido creado, sino que también señala que
ha nacido de Dios como de un hijo, y por eso es llamado Padre
suyo, para dar a entender que ha nacido únicamente de Él y no de
una materia existente.
92.4. Y también los estoicos
aceptan que el mundo ha sido creado.
92.5. Sobre el
Diablo mencionado por la filosofía bárbara, que es el príncipe
de los demonios, Platón, en el [libro] décimo de las "Leyes",
dice que es un alma maléfica, en estos mismos términos:
92.6. ¿No es necesario decir también que esa alma, que
administra y gobierna a los que se mueven por todas partes, rige
también el cielo? Sí, ciertamente. ¿Será un alma o muchas?
Muchas, respondo por ustedes. Y no estimamos menos de dos: una
bienhechora y otra que hace lo contrario" (Platón,
Leyes, X,896 D-E).
Mundo inteligible y mundo
sensible
93.1. Y de manera semejante en el "Fedro"
escribe esto: "Existen, sin duda, también otros males, pero
cierta divinidad (daímon)
puso en la mayor parte de ellos un gozo momentáneo" (Platón,
Fedro, 240 A-B).
93.2. Pero también en el [libro] décimo de las "Leyes"
menciona abiertamente aquella idea apostólica: "No es nuestra
lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados,
contra las potestades, contra los espíritus que están en los
cielos" (Ef 6,12).
93.3. Así como [Platón] escribe:
"Porque nosotros mismos reconocemos que el cielo está lleno de
muchas cosas buenas, también de las contrarias, y que (son) las
más abundantes, y la lucha entre ellas, decimos, es interminable
y exige una extraordinaria vigilancia" (Platón,
Leyes, X,906 A).
93.4. Por otra parte, la filosofía bárbara conoce el mundo
inteligible y el sensible; aquél es arquetipo, (el otro) imagen
del que es denominado paradigma. El primero es referido a la
unidad (mónada), en
cuanto que es inteligible, pero el sensible (lo atribuye) al
número seis. Porque entre los pitagóricos el seis es llamado
matrimonio, porque es un número generativo.
93.5. Y en la
unidad (mónada) reúnen
el cielo invisible, la tierra informe y la luz inteligible. Dice
[la Escritura]: "En el principio hizo Dios el cielo y la tierra;
pero la tierra era invisible" (Gn 1,1-2).
El ser humano es imagen y
semejanza de Dios
94.1. Y añade a continuación: "Y
dijo Dios: hágase la luz; y se hizo la luz" (Gn 1,3). Y en la
creación del mundo sensible (cosmogonía) crea un cielo sólido
-pero lo sólido es sensible-, una tierra visible y la luz
visible (cf. Gn 1,6-9. 14-17).
94.2. ¿No te parece que
Platón (depende) de este (pasaje) cuando coloca las ideas de los
seres vivos en el mundo inteligible y produce las formas
sensibles según los géneros inteligibles?
94.3. De igual
manera dice Moisés que el cuerpo, al que Platón llama tienda
terrena (cf. Seudo Platón,
Axiochus, 365 E-336 A), fue plasmado de la tierra, pero
que el alma racional fue insuflada desde lo alto por Dios en el
rostro (cf. Gn 2,7).
94.4. Porque allí mismo está
establecido lo que llaman hegemónico, interpretando la entrada
por medio de los sentidos, la entrada del alma, en el
protoplasmado, por eso también el hombre fue creado "a imagen y
semejanza" (Gn 1,26).
94.5. Porque imagen de Dios es el
Verbo divino y regio, hombre impasible; pero la inteligencia
humana es imagen de la imagen.
94.6. Pero si se quiere
expresar la semejanza con otro nombre, encontrarás en Moisés que
es llamada seguimiento divino. Porque dice: "Tras del Señor, su
Dios, marcharán y guardarán sus mandamientos" (Dt 13,4). Pero
pienso que los seguidores y servidores de Dios son todos los
virtuosos.
Capítulo
XIV: El robo de los griegos (continuación)
La verdadera amistad exige la
bondad entre los amigos
95.1. Los estoicos dijeron
que el objetivo de la filosofía (es) una vida conforme a la
naturaleza, pero para Platón (es) la semejanza con Dios (cf.
Teeteto, 176 A-b) -como
hemos establecido en el segundo (libro) de los "Stromata"- (cf.
II,100,3-4).
95.2. Zenón el estoico, tomándolo de Platón,
pero que (lo saca) de la filosofía bárbara, dice que todos los
hombres buenos son amigos unos de otros (cf. Zenón,
Fragmentos, 233).
95.3. Porque en el "Fedro", Sócrates dice que "no está
predeterminado que el malo sea amigo del malo, ni que el bueno
no sea amigo del bueno" (Platón,
Fedro, 255 B), como
demostró suficientemente en el "Lisis", ya que en la injusticia
y en la maldad no puede subsistir la amistad (cf. Platón,
Lisis, 214 A-D).
95.4. Y el extranjero de Atenas dice lo mismo, "que existe
una conducta amiga y seguidora de Dios, contenida en una frase
antigua: que lo semejante es amigo de lo semejante, si guarda la
medida; pero lo desmesurado no lo es ni de lo desmesurado ni de
lo mesurado. Pero Dios es para nosotros la medida de todas las
cosas" (Platón, Leyes,
IV,716 C).
Dios conoce
los corazones de los seres humanos
96.1. Y un poco
más adelante añade de nuevo: "Porque todo hombre bueno es
semejante al bueno, según esto, y siendo parecido a Dios, (es)
amigo de todo (hombre) bueno y de Dios" (Platón,
Lisis, 214 D).
96.2. Ahora hago memoria de aquello. Puesto que al final del "Timeo"
dice: "El pensante debe parecerse a lo pensado, según la antigua
naturaleza, y al hacerse semejante, alcance la realización
perfecta de la vida, objetivo que los dioses han propuesto al
hombre para el tiempo presente y el futuro" (Platón,
Timeo, 90 D).
96.3. Porque eso puede ser lo mismo que esto: "Quien busca no
cese de buscar hasta que encuentre. Y una vez haya encontrado,
quedará admirado; admirándose reinará, y reinando descansará" (Evangelio
de los Hebreos, Fragmentos, 16).
96.4. Pero ¿qué?
¿Acaso aquello de Tales no está unido a esto? [Tales] da a
entender abiertamente lo que se dice entre nosotros: que Dios es
glorificado por los siglos de los siglos (cf. Rm 16,27; Ga 1,5;
1 Tm 1,17) y que "es conocedor de los corazones" (Hch 1,24;
15,8: kardiognóstos).
Interrogado sobre lo que es la divinidad, Tales dijo: "Lo que no
tiene principio ni fin" (Tales de Mileto, Fragmentos, 1,137). Y
preguntado por otro, si lo que un hombre hace permanece oculto a
la divinidad, dijo: "¿Cómo? ¡Ni siquiera los pensamientos!"
(Tales de Mileto, Fragmentos,
1,134),
96.5. En verdad, la filosofía bárbara sabe que
sólo lo hermoso es bueno, y que la virtud es autosuficiente (lit.:
que se basta a sí misma) para la felicidad, y por eso afirma:
"Mira, he puesto ante tus ojos el bien y el mal, la vida y la
muerte. Elige la vida" (Dt 30,15. 19).
96.6. Porque llama
vida al bien, y hermoso a la elección (del bien); pero es malo
la elección de lo contrario. Y el único fin de lo bueno y de la
vida consiste en devenir amigo de Dios. "Porque ésta es tu vida
y tu longevidad" (Dt 30,20), amar lo que conduce a la verdad.
El amor a Dios y al
prójimo: plenitud de la Ley y los profetas
97.1.
Pero hay algo más claro. Porque el Salvador, al prescribir el
amor a Dios y al prójimo, dice que en esos dos mandamientos se
contienen toda la ley y los profetas (cf. Mt 22,37. 39-40).
97.2. Los estoicos repiten sin cesar estas afirmaciones, y,
antes de ellos, en el "Fedro", Sócrates suplica: "Oh Pan y demás
dioses, concédanme ser hermoso en mi interior" (Platón,
Fedro, 279 B).
97.3. Y en el "Teeteto" dice expresamente: "Porque el que habla
hermosamente (es) bello y bueno" (Platón,
Teeteto, 185 E).
97.4. Y en el "Protágoras" confiesa ante los compañeros de
Protágoras que ha encontrado a uno más hermoso que Alcibíades,
si lo más sabio es más hermoso (cf. Platón,
Protágoras, 309 C-D).
97.5. Decía también que la virtud es la belleza del alma,
pero que la maldad es la deformidad del alma (cf. Platón,
República, IV,444 D-E),
.
97.6. Ahora bien, el estoico Antípatro, que escribió
tres libros sobre, según Platón, "que únicamente lo hermoso es
bueno" (cf. Seudo Platón,
Hipias mayor, 297 C), demuestra que, conforme (a Platón),
la virtud es autosuficiente para la felicidad, y presenta muchos
otros dogmas acordes con los estoicos (cf. Antípatro de Tarso,
Fragmentos, 56).
97.7. Pero Aristóbulo, del tiempo de Tolomeo Filométer, a
quien recuerda la epítome de los Macabeos (cf. 2 M 1,10; 2,23),
escribió bastantes libros con los que se demuestra que la
filosofía peripatética depende de la ley mosaica y de los otros
profetas.
Afirmaciones de Platón que presentan referencias a la vida
cristiana
98.1. Y sobre eso permanezcamos así.
Pero somos hermanos, como que pertenecemos al Dios único y al
único Maestro (cf. Mt 23,8-9; 25,40), lo manifiesta en algún
sitio Platón exhortando de esta manera:
98.2. "Porque
todos los que están en la ciudad (son) hermanos, les diremos
según la fábula; pero, Dios, al plasmar, ha mezclado oro en el
nacimiento de los aptos para gobernar, por eso son los más
estimados; en cambio, plata al preparar a los auxiliares; bronce
y hierro (al hacer surgir) a los labradores y otros artesanos"
(Platón, República,
III,415 A).
98.3. De aquí "ha surgido la necesidad, dice,
por la que unos abrazan y aman aquello de lo que es objeto la
gnosis, pero otros
aquello de lo que (es) objeto la opinión" (Platón,
República, III,479 E).
98.4. Porque predice esa naturaleza elegida deseosa de
gnosis, si no (es) que
por una hipótesis se refiere a tres naturalezas, tres formas de
vida, como algunos han supuesto; así la plata [se refiera] a la
de los judíos; la tercera a la de los griegos; y la de los
cristianos en la que está mezclado el oro real, el Espíritu
Santo.
98.5. Y escribe con exactitud la vida de los
cristianos, al manifestar en el "Teeteto": "Hablemos sobre los
corifeos. ¿Qué podría decir alguien a los que simplemente pasan
el tiempo en la filosofía?".
98.6. Esos no conocen el
camino del agora, ni
dónde está la sede de la justicia, ni la sala de consejos, ni
cualquier otra sala de deliberación comunitaria; ni leen ni
escuchan las leyes y los decretos que se escriben.
98.7.
Organizaciones de partidos, reuniones y festines junto a las
flautistas, ¡ni en sueños se les ocurre frecuentar! Si algo
bueno o malo ha sucedido en la ciudad, o que alguien haya
recibido algún inconveniente de los antepasados, les pasa más
inadvertido que los llamados toneles del mar.
98.8. Y no
saben que no lo saben, si no que en realidad su cuerpo permanece
y vive allí, pero él mismo anda volando, según Píndaro (Fragmentos,
292), observando por encima de las tierras y por encima de los
astros del cielo, e investigando por doquier toda naturaleza"
(Platón, Teeteto, 173
C-174 A).
La palabra creadora de Dios
99.1. De
nuevo, a la sentencia del Señor "sea el sí de ustedes, sí, y su
no, no" (Mt 5,37; cf. St 5,12), se puede comparar aquello otro:
"Pero a mí jamás me es permitido admitir la mentira y hacer
invisible la verdad" (Platón,
Teeteto, 151 D).
99.2. Sobre la prohibición de
jurar concuerda la expresión del [libro] décimo de las "Leyes":
"Cesen la alabanza y el juramento sobre cualquier cosa" (Platón,
Leyes, XI,917 C).
99.3. "Y en conjunto Pitágoras, Sócrates, y Platón, dicen
escuchar la voz de Dios, cuando contemplan la constitución del
universo, cuidadosamente producida por Dios y mantenida
perpetuamente; porque lo han conocido de lo que dijo Moisés:
"Dijo [Dios], y fue hecho" (Gn 1,3), describiendo que la palabra
de Dios es acción" (Aristóbulo, según Eusebio de Cesarea,
Preparación evangélica,
XIII,13,21).
99.4. Además, estableciendo la plasmación
del hombre del polvo de la tierra (cf. Gn 2,7), por ello los
filósofos proclaman en toda ocasión al cuerpo como terreno (cf.
Seudo Platón, Axiochus,
365 E y 366 A).
99.5. Y Homero no duda en emplear como
imprecaciones (o: maldiciones) lo que sigue: "Pero ustedes
todos, conviértanse en agua y tierra" (Ilíada,
VII,99).
99.6. Como al decir de Isaías: "Písenlos como
barro" (Is 41,25 y 10,6).
Capítulo XIV: El robo de los
griegos (continuación)
Testimonios de los escritores
griegos sobre Dios
100.1. Calímaco escribe con
términos precisos: "Era aquel año, en el que el pájaro y el que
vive en el mar y el cuadrúpedo también emitían sonidos, como el
barro de Prometeo" (Calímaco,
Fragmentos, 192,1-3).
100.2. Y en otro lugar él
mismo dice: "Sí, Prometeo te plasmó, y no has nacido de otro
barro" (Calímaco, Fragmentos,
493).
100.3. Hesíodo dice sobre Pandora: "Y ordenó al
ilustre Hefesto que lo más pronto posible mezclara tierra con
agua, y le infundiera voz humana e inteligencia" (Hesíodo,
Los trabajos y los días,
60-62).
100.4. En efecto, los estoicos definen al fuego
como un artista que avanza por un camino para producir la
naturaleza. Pero fuego y luz se llaman alegóricamente a Dios y a
su Verbo, según la Escritura (cf. Ex 3,2; Dt 4,24; Jn 1,4; 1 Jn
1,5).
100.5. Pero, ¿qué? ¿Homero no parafrasea también la
separación del agua de la tierra, que revela (y) manifiesta la
tierra firme (cf. Gn 1,7-9), (cuando) dice sobre Tetis y el
Océano: "Porque durante mucho tiempo se privan ya el uno al otro
del lecho y del amor"? (Homero,
Ilíada, XIV,206-207).
100.6. También los más elocuentes griegos atribuyen a Dios
un poder universal; así, Epicarmo -que era pitagórico- dice:
"Nada escapa a la divinidad. Es necesario que tú sepas eso; Dios
mismo es nuestro vigilante y nada le es imposible" (Epicarmo,
Fragmentos, 23 B 23).
Testimonios de los
escritores griegos sobre Dios (continuación)
101.1. Y el poeta lírico [dice]: "Para Dios es posible hacer
surgir la luz inmaculada de la tenebrosa noche, y cubrir con
tinieblas obscuras el límpido resplandor del día" (Píndaro,
Fragmentos, 108 b). -El
único que puede establecer la noche en el pleno día, haber
hecho, dice, es Dios mismo-.
101.2. Y Aratos, en los
llamados "Fenómenos": "Y comencemos por Zeus, dice, a quien
nosotros, varones, nunca debemos dejar silenciado. De Zeus están
llenas todas las calles, todas las plazas de los hombres, llenos
los mares y puertos. Todos y en todo necesitamos de Zeus"
(Aratos, Fenómenos,
1-6).
101.3. Y añade: "Porque de él también somos linaje
(cf. Hch 17,28)", en cuanto creación;"y él, benévolo con los
hombres, da signos favorables, anima a los pueblos al trabajo.
Porque él mismo ha fijado esos signos en el cielo distinguiendo
los astros. Él preparó para el año las estrellas, que ante todo
significarían para los hombres los trabajos de las Estaciones,
para producir constantemente frutos. Y siempre suplican a él,
primero y último: "¡Salve, Padre, gran maravilla, gran ayuda
para los hombres!"" (Arato,
Fenómenos, 10-15).
101.4. Y antes de éste, Homero,
sobre el escudo trabajado por Hefesto (o: Vulcano),
reproduciendo la creación del mundo según Moisés, dijo: "Grabó
en él la tierra, el cielo, el mar y todas las constelaciones,
que coronan el cielo" (Homero,
Ilíada, XVIII,485). Porque el mismo Zeus celebrado por
los poetas y los escritores de prosa eleva el pensamiento hacia
Dios.
Testimonios de
Platón sobre Dios Creador y Trino
102.1. Pero ya
Demócrito escribe "a plena luz" (cf. Platón,
Fedro, 268 A), por así
decir, que son "pocos los hombres que elevan las manos hacia el
que los griegos llamamos ahora aire, y dicen: Zeus lo medita
todo y es el que lo sabe todo, y lo da y lo quita, y es el rey
de todas las cosas" (Demócrito,
Fragmentos, 68 B 30).
102.2. Y más misteriosamente, Píndaro de Boecia, siendo
pitagórico, (dice): "Una es la raza de los hombres y una la de
los dioses; ambas respiran gracias a una única madre" (Píndaro,
Nemea, 6,1-2), de la
materia; y transmite que hay un único Demiurgo de ellos (=
dioses, ángeles y hombres), al que llama "padre excelente
obrero" (Píndaro, Fragmentos,
57), y que concede, según el mérito, avanzar hacia la divinidad.
102.3. Haré guardar silencio a Platón. Él, abiertamente en
la "Carta" a Erasto y Corico, muestra al Padre y al Hijo,
inspirado, no sé cómo, por los escritos de los hebreos,
exhortando textualmente:
102.4. "A los que juran con
seriedad, no sólo con grosería, y con jovialidad, hermana de la
seriedad, a los que juran a Dios causa de todas las cosas y
padre señor del guía y de la causa, a quien, si filosofan
correctamente, conocerán" (Seudo Platón,
Epístolas, VI,323 D).
102.5. Y en el discurso al pueblo en el "Timeo" llama Padre
al Demiurgo, cuando dice así: "Dioses de dioses, de los que yo
soy el padre y Demiurgo de [sus] obras" (Platón,
Timeo, 41 A).
Los escritores griegos y la
resurrección
103.1. Así, también cuando dice:
"Todo está alrededor del Rey del universo, todo existe a causa
de Él y es la causa de todo lo bello; y en torno al Segundo se
encuentran las cosas segundas, y en torno al Tercero, las
terceras" (Seudo Platón,
Epístolas, II,312 E), yo mismo no oigo otra cosa que la
que recuerda a la Trinidad santa. Porque el Tercero es el
Espíritu Santo, el Segundo es el Hijo, por quien "todo fue
hecho" (Jn 1,3), según la voluntad del Padre.
103.2. El
mismo (Platón) recuerda, en el décimo [libro] de la "República",
a Er, (hijo) de Armenio, natural de Panfilia, que es Zoroastro.
103.3. Ahora bien, el mismo Zoroastro escribe: "Esto he
escrito (yo), Zoroastro, (hijo) de Armenio, natural de Panfilia,
muerto en batalla, cuanto aprendí de los dioses cuando estuve en
el Hades" (cf. Apócrifo de
Zoroastro en: Proclo,
In Platonis rem publicam commentarii, II,111,12-13).
103.4. Platón dice que este Zoroastro, yaciendo muerto sobre
la pira de fuego durante doce días, revivió (cf. Platón,
República, X,614 B).
Tales cosas quizás insinúan la resurrección, quizás aquello de
que el camino para la ascensión de las almas es por medio de los
doce signos del zodíaco; pero también el mismo (Platón) dice que
idéntico (es el camino) que tienen [las almas] en el descenso
para el nacimiento (cf. Platón,
República, X,612 B).
103.5. Con ello hay que entender también que los trabajos de
Heracles (o Hércules) fueron doce, tras las cuales el alma
alcanza la liberación de todo este mundo.
103.6. No
dejaré de lado tampoco a Empédocles, quien recuerda así el
restablecimiento de todas las cosas físicamente, cuando un día
tenga lugar la transformación de todo en la sustancia del fuego
(cf. Empédocles, Fragmentos,
31 A 31).
Afirmaciones
de Heráclito sobre las mutaciones del cosmos
104.1. Con toda evidencia, Heráclito de Éfeso es de esta misma
opinión; ha reconocido que hay un mundo eterno, pero otro que se
corrompe, y sabe que éste no es otro distinto, según el orden
cósmico, que el otro que es de otra manera.
104.2. No
obstante, que él sabía que el mundo, hecho especialmente de toda
sustancia, era eterno, lo pone de manifiesto diciendo esto: "Al
mundo, que es el mismo para todos, no lo hizo ninguno de los
dioses ni de los hombres, sino que existía siempre, y es y será
fuego vivificador, que está sujeto a medidas y se extingue con
medidas" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 30).
104.3. Pero que también
dogmatizaba que ese (mundo) había nacido y era corruptible, lo
indica lo siguiente: "Mutaciones del fuego (son) al principio el
mar, pero del mar una mitad (era) tierra, la otra mitad
torbellino de fuego" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 31).
104.4. Porque viene a decir que el fuego, bajo el gobierno
del Verbo y de Dios que (organiza) el universo, es cambiado por
el aire en humedad, que es como el germen de la disposición del
mundo, y que él llama mar. Del éste nacen a su vez la tierra, el
cielo, y lo que contienen.
104.5. Pero, cómo de nuevo se
restablece y se enciende, lo muestra claramente por esto: "El
mar se disuelve y se transforma (lit.: se mide) en la misma
proporción, igual que antes de hacerse tierra" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 31). Y
cosas semejantes dice sobre los demás elementos.
Los estoicos y "la
permanencia" del alma humana
105.1. Los más
renombrados estoicos establecen cosas parecidas a eso, cuando
dogmatizan sobre la conflagración del cosmos, y sobre la
disposición del universo, sobre lo característico del mundo y
del hombre, y sobre la permanencia de nuestras almas.
105.2. De nuevo Platón, en el [libro] séptimo de la "República"
ha designado nocturno (cf. Platón,
República, VII,521 C)
-pienso yo que por "los príncipes de este mundo de tinieblas" (Ef
6,12)- al día de aquí; pero también sueño y muerte al descenso
del alma en el cuerpo (cf. Platón,
Georgias, 493 A;
Fedón, 95 D), lo mismo
que para Heráclito (cf.
Fragmentos, 22 B 21).
105.3. Y quizás esto sea lo
que vaticinó el Espíritu sobre el Salvador por medio de David
diciendo: "Yo me acosté y me dormí; desperté porque el Señor
cuida de mí" (Sal 3,6).
105.4. Porque no llama
alegóricamente despertarse de un sueño a la sola resurrección de
Cristo, sino también llama sueño al descenso del Señor en la
carne.
¿Platón predijo
la resurrección?
106.1. En efecto, el Salvador
mismo recomienda: "Velen" (Mt 24,42), o sea, procuren vivir y
esfuércense en separar el alma del cuerpo (cf. Platón,
Fedón, 67 D; 80 E; 81
A).
106.2. Al día del Señor, Platón, en el décimo [libro]
de la "República", lo vaticina con esto: "Después de que hayan
pasado siete días para cada uno de los que están en la pradera,
conviene que al octavo, levantándose de ahí, marchen y lleguen
en cuatro días" (Platón,
República, X,616 B).
106.3. Ciertamente, por
pradera hay que entender la esfera estable, como un lugar
apacible y dulce, y sitio de los santos; pero por los siete
días, [hay que entender] cada uno de los movimientos de los
siete [planetas] y todo el trabajo eficaz que busca con ardor la
perfección del reposo.
106.4. Pero el viaje más allá de
los planetas conduce hasta el cielo, es decir, al movimiento y
al octavo día. Y dice que las almas se desplazan durante cuatro
días, significando el viaje a través de los cuatro elementos.
Los griegos hablan de un
séptimo día sagrado
107.1. Y no sólo los hebreos
conocen que el séptimo día es sagrado, sino también los griegos,
porque según ese [día] gira todo el mundo de los seres animados
y el de todas las plantas que crecen (Aristóbulo según Eusebio
de Cesarea, La preparación
evangélica, XIII,12,13).
107.2. También Hesíodo
dice lo mismo acerca de ese (día): "Los días primero, cuarto y
séptimo del mes son sagrados" (Hesído,
Los trabajos y los días,
770). Y también: "La luz del sol brillará en el día séptimo"
(Hesíodo, Fragmentos,
362).
107.3. Y Homero: "Después apareció un día sagrado
en el séptimo (día)" (cita desconocida). Y: "El (día) séptimo
era sagrado" (cita desconocida). Y también: "Era el séptimo día
y en él se perfeccionaba todo" (cita desconocida; cf. Homero,
Odisea, V,262). Y
nuevamente: "En la séptima aurora abandonamos la corriente del
Aqueronte" (Homero, Odisea,
V,262).
107.4. Y también el poeta Calímaco escribe: "Pero
en la séptima aurora lo llevó todo preparado" (Seudo Calímaco,
Fragmentos, 145). Y de
nuevo: "El (día) séptimo está entre los buenos, y la séptima
generación" (Seudo Calímaco,
Fragmentos, 145). También: "El (día) séptimo está entre
los principales y el séptimo (día) es perfecto" (Seudo Calímaco,
Fragmentos, 145). Y:
"En el cielo estrellado todo está compuesto de siete,
mostrándose en ciclos conforme giran los años" (Seudo Calímaco,
Fragmentos, 107).
A Dios no se le puede ver
con los ojos
108.1. Pero también las elegías de
Solón divinizan muy bien el (día) séptimo (cf. Solón,
Fragmentos, 19).
108.2. Pero ¿qué? ¿Acaso también no es semejante a lo dicho
en la Escritura: "Suprimamos al justo de en medio de nosotros,
puesto que nos es incómodo" (Sb 2,12), lo que Platón, en el
segundo [libro] de la "República", casi profetizando la economía
del Salvador, dice:
108.3. "Si el justo es así, será
azotado, torturado, encadenado, se le amputará el ojo, y luego
de haber sufrido todo mal, será empalado"? (Platón,
República, II,631 E-362
A).
108.4. Y el socrático Antístenes, parafraseando aquel
dicho profético afirma: ""¿A quién me compararán? Dice el Señor"
(Is 40,18. 25; 46,5), que Dios no se parece a nadie, porque
nadie puede conocerlo a partir de una imagen" (Antístenes,
Fragmentos, 24).
108.5. Lo mismo dice expresamente Jenofonte de Atenas:
"Quien todo lo hace temblar y lo hace estar quieto, es
manifiesto que se trata de alguien grande y poderoso; pero qué
forma tiene, es invisible. Tampoco el sol, que parece ser
visible a todos, permite que se le vea; mas si alguno lo mira
imprudentemente, quedará sin vista" (Jenofonte,
Memorabilia,
IV,3,13-14).
108.6. "¿Porque, qué carne con sus propios
ojos puede mirar al celestial, inmortal y verdadero Dios, que
habita en el polo? Pero ni siquiera los hombres, nacidos
mortales, pueden pararse frente a los rayos del sol" (Oráculos
Sibilinos, Fragmentos, 1,10-13), dijo antes la Sibila.
Capítulo XIV: El robo de los
griegos (continuación)
Testimonios de Jenófanes sobre
Dios, uno e incorpóreo
109.1. Muy bien dice (lit.:
añade) Jenófanes de Colofón, enseñando que Dios es uno e
incorporal: "El único Dios, el más grande entre los dioses y los
hombres, no se parece a los mortales ni en cuerpo ni en
pensamiento" (Jenófanes,
Fragmentos, 21 B 23).
109.2. Y de nuevo: "Pero los
mortales piensan que los dioses son engendrados, que tienen el
vestido, la voz y el cuerpo propios de ellos" (Jenófanes,
Fragmentos, 21 B 14).
109.3. Y de nuevo: "Pero si los bueyes o los leones tuvieran
manos, como para dibujar con ellas y para realizar obras como
varones, los caballos pintarían figuras de dioses parecidas a
caballos, los bueyes a bueyes, y harían cuerpos parecidos a los
que ellos mismos tienen" (Jenófanes,
Fragmentos, 21 B 15).
Testimonios de un poeta y
un filósofo acerca de Dios
110.1. Oigamos de nuevo
ahora a Baquílides, el poeta lírico, hablando sobre la
divinidad: "Los que están libres de la miseria (o: vergüenza) de
las enfermedades son también inocentes, y no son semejantes a
los hombres" (Baquílides,
Fragmentos, 23).
110.2. También el estoico
Cleantes, en un poema, ha escrito esto sobre Dios: "¿Me
preguntas cómo es lo bueno? Escucha ahora: ordenado, justo,
santo, piadoso, dueño de sí mismo, servicial, hermoso, recto,
austero, severo, siempre benéfico, intrépido, inofensivo,
provechoso, inocuo, ventajoso, agradable, seguro, amigable,
estimado, reconocido, afamado, modesto, diligente, manso,
enérgico, perdurable, irreprochable, siempre perseverante" (Cleantes,
Fragmentos, 557).
Testimonios de Cleantes,
Anfión y Sófocles contra la idolatría
111.1. El
mismo [Cleantes], atacando silenciosamente la idolatría de la
mayoría, añade: "No es libre todo el que busca cualquier opinión
favorable, como para conseguir algún bien de ella" (Cleantes,
Fragmentos, 560).
111.2. No hay que pensar acerca de lo divino según lo hace
la opinión de la mayoría.
111.3. "Porque yo no pienso
que, secretamente, imitando las actitudes de un hombre criminal,
Zeus haya venido a tu lecho como un hombre" (Eurípides,
Antiopes fragmenta, 31
y 210), dice Anfión al Antíope.
111.4. Y Sófocles escribe
sin rodeos: "Porque Zeus tomó por esposa a la madre de éste, no
recubierto de oro ni revestido de pluma de cisne, como cuando
fecundó a la joven pleuroniana, sino como varón auténtico"
(Sófocles, Fragmentos,
1026).
111.5. Luego, avanzando también añadió: "Y el
adúltero se ha acercado rápido a los umbrales del lecho nupcial"
(Sófocles, Fragmentos,
1026).
111.6. Además de todo esto, refiere más claramente
la incontinencia del Zeus mitológico, cuando dice así: "Pero,
él, sin tocar comida ni jofaina, avanzó hacia el lecho
mordiéndose el corazón; y se lanzó [en la lujuria] toda aquella
noche" (Sófocles, Fragmentos,
1026).
111.7. Así las cosas, abandona tú las locuras de
los teatros. Heráclito dice inequívocamente: "Respecto de la
razón eterna, los hombres son siempre ignorantes, antes de
escucharla y después de haberla escuchado" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 1).
Testimonios de otros
poetas y filósofos sobre la divinidad
112.1. El
poeta lírico Melanípides cantando dice: "Escúchame, oh padre,
maravilla de los mortales, que cuidas las almas de quien vive
eternamente" (Melanípides,
Fragmentos, 6).
112.2. Y el gran Parménides, como
dice Platón en el "Sofista", escribe así acerca de la divinidad:
"Muchos indicios hay de un ser inengendrado e imperecedero,
íntegro, único, inmóvil e inengendrado" (Parménides,
Fragmentos, 28 B 8,3-4;
cf. Platón, Sofista,
237 A).
112.3. Pero también Hesíodo dice: "Porque él es
rey de todo y soberano de los inmortales, ningún otro poder se
ha enfrentado con él" (Hesíodo,
Fragmentos, 195).
112.4. Ciertamente, también la tragedia, desde los ídolos,
enseña a levantar la mirada hacia el cielo.
Testimonio de Sófocles sobre
Dios
113.1. Sófocles, como dice Hecateo al
componer la historia en el [libro] "Sobre Abrahán y los
egipcios", grita públicamente sobre la escena:
113.2.
"Uno en las cosas verdaderas, uno es Dios, que fabricó el cielo
y la tierra inmensa, la brillante ola del mar y la fuerza de los
vientos. Pero la mayoría de los mortales tenemos descarriado el
corazón, y hemos establecido el alivio de los sufrimientos (o:
desgracias) en unas estatuas de piedra de los dioses, o figuras
de bronce, hechas de oro fundido o de marfil. Honrándoles con
sacrificios y malas asambleas populares, pensamos así que
obramos con piedad" (Hecateo de Abdera,
Fragmentos, 94).
El "autoengedrado"
114.1. Y Eurípides, en la misma escena trágica, dice:
"¿Ves en lo alto a ese éter ilimitado, y que rodea la tierra
teniendo los brazos húmedos? Piensa que ése (es) Zeus,
considéralo dios" (Eurípides,
Fragmentos, 941).
114.2. Y el mismo [Eurípides] en
el drama "Pirito" también dice en forma de tragedia esto: "A ti,
que naces de ti mismo, que en el movimiento circular del éter
entrelazaste la naturaleza de todas las cosas, al que la luz, la
noche obscura y de colores varios, y la multitud indefinida de
astros rodean sin cesar (lit.: bailan alrededor continuamente)"
(Eurípides, Peirithus
fragmenta, 593; cf. Critias,
Fragmentos, 88 B 19).
114.3. Porque aquí al "autoengendrado" le ha llamado
inteligencia creadora, y lo que sigue se refiere al mundo, en el
que también tienen lugar los contrastes de luz y tinieblas.
113.4. Esquilo, (hijo) de Euforión, dice solemnemente y con
precisión sobre Dios: "Zeus es éter, Zeus es tierra, Zeus es
cielo. Sí, Zeus (es) el universo y lo que está por encima de él"
(Esquilo, Fragmentos inciertos,
105a).
Un único
principio
115.1. Yo sé también que Platón da
testimonio de lo que escribió Heráclito: "Uno, sabio y único
quiere y no quiere que ser llamado (con) el nombre de Zeus"
(Heráclito, Fragmentos,
22 B 32).
115.2. Y otra vez: "Ley (es) también obedecer
la voluntad del uno" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 33).
115.3. Y si quieres aducir aquel dicho: "El que tenga oídos
para oír, que oiga" (Mt 11,15; Lc 14,35), lo encontrarás así
enseñado por el Efesio: "Los que escuchan sin entender se
parecen a los sordos. El dicho da testimonio de que estando
ellos presentes están ausentes" (Heráclito,
Fragmentos, 22 B 34).
115.4. Pero, ¿quieres escuchar más claramente que, según los
griegos, hay un solo principio? Timeo de Lócride, en su "Tratado
de física", me lo testimonia textualmente: "El único principio
de todas las cosas es inengendrado. Porque si fuera engendrado,
no sería ya principio, sino aquello de donde nació el principio"
(Timeo de Locro, Testimonia,
7).
115.5. Porque de allí deriva la opinión verdadera:
"Escucha Israel, dice [la Escritura], el Señor tu Dios es uno, y
a Él sólo servirás" (Dt 6,4. 13).
115.6. "Miren, Él mismo
resulta evidente para todos, infalible" (Oráculos
Sibilinos, Fragmentos, 1,28), como dice la Sibila.
¿Homero llegó a intuir al
Dios verdadero?
116.1. Pero ya también Homero
muestra al Padre y al Hijo, gracias a una intuición
adivinatoria, diciendo: "Si, en efecto, nadie te hace violencia
a ti, que eres único, no es posible escapar de la enfermedad
mandada por el gran Zeus. Porque los Cíclopes no se preocupan de
Zeus portaégida" (Homero,
Odisea, IX,410-411. 275).
116.2. Y antes de él,
Orfeo, hablando de lo anteriormente establecido, dijo: "Oh hijo
del gran Zeus, padre de Zeus portaégida" (Orfeo,
Fragmentos, 338).
116.3. Y Jenócrates de Calcedonia, llamando a Zeus "el
supremo", pero a otro "más joven" (cf. Jenócrates,
Fragmentos, 18), deja
entrever el reflejo del Padre y del Hijo.
116.4. Y lo que
es más extraordinario, Homero manifiesta conocer la divinidad,
aunque introduzca a los dioses con pasiones humanas. Ni aún así
Epicuro le respeta.
Dios no se puede percibir corporalmente
117.1.
Dice [Homero]: "¿Por qué, hijo de Peleo, me persigues con pies
rápidos, siendo tú mismo un mortal, a [mí] dios inmortal?
Todavía no sabes que yo soy dios" (Homero,
Ilíada, XXII,8-10).
117.2. Porque ha manifestado que la divinidad no puede ser
aprehendida ni comprendida por un mortal, ni con los pies, ni
con las manos, ni con los ojos, ni tampoco en absoluto con el
cuerpo.
117.3. Dice la Escritura: "¿A quien compararán al
Señor? ¿ Con qué imagen lo han equiparado?" (Is 40,18).
117.4. "No a una imagen hecha por artífices, o ¿acaso un orfebre
que ha fundido oro para recubrirlo?" (Is 40,19), y lo que sigue
a esto.
Capítulo XIV: El robo de los
griegos (continuación)
Sobre el Lógos
118.1. El cómico Epicarmo habla en la "República" con claridad
del Verbo: "La vida humana necesita totalmente de reflexión y de
número. Y por número y reflexión vivimos. Porque esto salva a
los mortales" (Epicarmo,
Fragmentos, 23 B 56).
118.2. Después añade en
términos precisos: "La razón gobierna a los hombres, y salva
debidamente".
118.3. A continuación, si "un hombre tiene
reflexión, también hay una palabra divina: ella ha nacido en el
hombre, al entrar en la vida; y la palabra divina acompaña en
las artes a todos, enseñándoles siempre lo útil que conviene
hacer. Porque no descubre el hombre la técnica, sino es Dios
quien la trae. Pero la palabra humana ha nacido gracias al verbo
divino" (Epicarmo, Fragmentos,
23 B 57).
Nuestro Dios
es un Dios cercano
119.1. En verdad, mediante
Isaías, el Espíritu ha gritado: "¿Qué me importa la muchedumbre
de los sacrificios?, dice el Señor. Estoy harto de los
holocaustos de carneros, y no quiero grasa de corderos ni sangre
de toros" (Is 1,11); y poco después añade: "Lávense,
purifíquense, quiten de sus almas las maldades" (Is 1,16), y lo
que sigue a eso.
119.2. El cómico Menandro escribe con
estas mismas expresiones: "Si alguien ofreciendo un sacrificio,
oh Pánfilo, de muchos toros y cabritos, o, por Zeus, de otros
semejantes, u objetos fabricados, clámides hechas de oro o de
púrpura, o figurillas de marfil o de esmeralda, piensa inducir a
la benevolencia a Dios, ése se ha engañado y tiene pensamientos
ligeros. Porque es necesario que el hombre fructifique lo mejor,
que no corrompa a las doncellas y (no) sea adúltero, ni ladrón y
que no mate por motivo de riquezas. Ni codicies siquiera la
hebra de una aguja, Panfilo. Porque Dios, que está presente en
todo, te observa" (Seudo Menandro,
Fragmentos, 683; Seudo
Justino, De monarchia,
IV,136).
119.3. "Yo soy Dios cercano y no un Dios lejano.
¿Qué hombre hará algo a escondidas que yo no lo vea?" (Jr
23,23-24), dice por medio de Jeremías.
Una conciencia recta
120.1. Y de nuevo Menandro, parafraseando aquella
(palabra) de la Escritura: "Ofrezcan un sacrificio de justicia y
esperen en el Señor" (Sal 4,6), escribe de la siguiente manera:
120.2. "Ni una aguja ajena, oh queridísimo, jamás has de
desear; porque Dios se complace con las obras justas, y no con
las injustas; pero permite al que trabaja mejorar la propia
vida, labrando la tierra día y noche. Pero, siendo justo, ofrece
a Dios sacrificios perfectos no tan brillantes en clámides como
en el corazón. Si escuchas un trueno, no huyas, Él sabe que nada
le afecta, al que es soberano. Porque Dios, que está cerca, te
observa" (Seudo Menandro,
Fragmentos, 683; Seudo Justino,
De monarchia, IV,136).
120.3. "Cuando tú estés hablando, diré: "Heme aquí"" (Is
58,9), dice la Escritura.
Dios es el dueño de todo y
justo juez
121.1. De nuevo, el cómico Dífilo
reflexiona así sobre el juicio: "¿Opinas tú, Nicerato, que los
muertos que han gozado en vida de todo libertinaje escapan de la
divinidad furtivamente? Hay un ojo de Justicia que lo ve todo.
Porque legislamos también que hay dos sendas para ir al Hades,
una (es) la de los justos, (y) otro es el camino el de los
impíos" (Seudo Justino, De
monarchia, 3). También (dice): "Si la tierra ocultara a
los dos en todo tiempo, el que ha muerto saquee, robe, despoje,
revuelva. ¡No te engañes! En el Hades existe también un juicio;
sí, lo hará Dios, que es señor de todo, cuyo nombre es temible y
yo no me atrevo ni a mencionar. Es el que concede a los
pecadores una vida larga" (Seudo Filemón,
Fragmentos, 246).
121.2. "Pero si algún mortal piensa que, haciendo el mal
cada día, permanece ignorado a los dioses, piensa mal y así será
condenado, cuando la Justicia tenga tiempo para actuar"
(Eurípides, Fhrixos fragmenta,
835).
121.3. "Miren, los que piensan que Dios no existe.
Existe, en efecto, existe. Y si alguien es feliz, siendo malo,
que aproveche el tiempo. Porque con tiempo él mismo pagará más
tarde el castigo" (Eurípides,
Fragmentos dudosos, 1131).
121.4. La tragedia
concuerda con eso mismo en los versos: "Porque vendrá, vendrá
aquel tiempo eterno, cuando el éter dorado rasgue el tesoro
lleno de fuego y la llama devoradora abrase furiosa todo (lo que
haya) sobre la tierra y en el espacio" (Seudo Sófocles,
Fragmentos dudosos,
1027).
Cómo alcanzar la
eterna bienaventuranza
122.1. Y un poco después
añade de nuevo: "Pero, cuando todo falte, todo oleaje de abismos
habrá desaparecido, y la tierra estará desierta de moradas, y ni
siquiera el aire, incendiado, transportará las razas aladas; y
luego salvará todo lo que antes había destruido" (Seudo
Sófocles, Fragmentos dudosos,
1027).
122.2. Cosas parecidas a esas encontramos en los
[poemas] Órficos, donde está escrito: "Puesto que ocultando a
todos, de nuevo los sacó a la luz de la alegría desde el corazón
sagrado, haciendo cosas terribles" (Orfeo,
Fragmentos, 21a).
122.3. Pero si pasáramos la vida santa y justamente,
entonces (seremos) bienaventurados, y más felices tras la
partida de aquí, porque no tendremos felicidad por un tiempo
determinado, sino que podremos descansar eternamente, "habitando
con los otros inmortales, sentados a sus mesas, libres de
sufrimientos humanos, indestructibles" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B 147),
dice poéticamente el filósofo Empédocles.
122.4. Nadie
habrá, según los griegos, tan grande que predomine sobre la
justicia, ni tan pequeño que pase inadvertido.
Sólo Abraham pudo conocer a
Dios
123.1. Y el mismo Orfeo dice también esto:
"Mirando hacia la palabra divina, ocúpate asiduamente de ella,
dirige la cavidad intelectual del corazón. Marcha bien por el
sendero, y contempla al único rey del mundo inmortal" (Orfeo,
Fragmentos, 246).
123.2. Por otra parte, sobre Dios, dice que es invisible, y
afirma que ha sido conocido por uno solo, de linaje caldeo,
refiriéndose a Abrahán y a su hijo, mediante estas [palabras]:
"Al menos una porción unigénita de la antigua raza de los
caldeos; pues era conocedora de la marcha astral, y cómo realiza
alrededor de la tierra el movimiento de la esfera, girando
circularmente por igual alrededor de su propio eje, y [cómo]
guía los vientos en torno al aire y al mar" (Orfeo,
Fragmentos, 246).
Dios es todopoderoso
124.1. A continuación, como parafraseando lo del
"cielo es mi trono, y la tierra escabel de mis pies" (Is 66,1),
añade: "Él está sentado sobre el gran cielo en un trono de oro,
y la tierra está colocada bajo los pies. Y extendió la mano
derecha sobre los límites del océano, y el cimiento de los
montes tiembla con furor interior, no puede soportar la furia
vehemente. Y en todo es Él celestial y lleva a cabo todo sobre
la tierra, teniendo el principio, el medio y el fin. No está
permitido que tú hables de otra manera; tiemblo de miedo con
[ese] pensamiento. Actúa desde la altura" (Orfeo,
Fragmentos, 246), y lo
que sigue.
124.2. Por esas palabras ha designado todas
aquellas [otras] proféticas: "Si rasgaras el cielo, el monte se
estremecería ante ti y se fundiría, como se funde la cera frente
al fuego" (Is 63,19-64,1).
La soberanía absoluta de Dios
125.1. También a. través de Isaías: "¿Quién midió el
cielo con el palmo, y toda la tierra con el puño?" (Is 40,12;
48,13). Y nuevamente dice [Orfeo]: "Soberano del éter y del
Hades, del mar y de la tierra., que sacudes con truenos al
resistente palacio del Olimpo. Ante quien se estremecen los
daímones y teme la
asamblea de los dioses. Al que las diosas del destino obedecen,
aún siendo implacables.
125.2. Indestructible, madre y
padre a la vez (metropátor),
cuya ira todo lo agita. Que mueves los vientos, recubres todas
las cosas con nubes, y rasgas el anchuroso éter con torbellinos
de fuego; el orden en los astros corre por tus mandatos
inmutables.
125.3. Ante tu trono de fuego se mueven
mensajeros laboriosos, que cumplen con cuidado todo lo referente
a los mortales. Tu primavera brilla nueva con flores purpúreas.
Tu invierno llega con gélidas nubes. Tuya es la estación de los
frutos báquicos que Bromio distribuyó (o: que Bromio en una
orgía báquica distribuyo)" (Orfeo,
Fragmentos, 248).
El vocablo "metropátor"
126.1. Luego agrega, llamando expresamente a Dios
Todopoderoso: "Indestructible, inmortal, pronunciable sólo para
los inmortales. Ven, el más grande de todos los dioses, con
poderosa necesidad (o: fatalidad), temible, invencible, grande,
inmortal, a quien el éter corona" (Orfeo,
Fragmentos, 249).
126.2. En verdad, por el [término]
metropátor (= madre y
padre a la vez), no indicó sólo la creación a partir de la nada,
sino que también ha dado pretexto a los que introducen las
emanaciones, para pensar una unión matrimonial de Dios.
126.3. Y parafrasea aquellos escritos proféticos, y uno de
Oseas: "Yo doy fuerza al trueno y creo el viento" (Am 4,13, no
Oseas), cuyas manos han fundado el ejército del cielo; y el
[dicho] de Moisés:
126.4. "Vean, vean que soy yo, y que
no hay otro Dios fuera de mí. Yo condenaré a muerte y daré la
vida. (Yo) heriré y yo curaré. No hay quien se libre de mis
manos" (Dt 32,39).
126.5. "Y Él hace salir para los
mortales el mal del bien, y la guerra escalofriante y los
sufrimientos que hacen llorar", según Orfeo (Fragmentos,
246).
"El Señor ha
hecho la tierra"
127.1. Y Arquíloco de Paros dice
esto mismo: "Oh Zeus, padre Zeus, a ti el imperio del cielo,
pero tú ves las obras de los hombres, las malvadas y las justas"
(Arquíloco, Fragmentos,
177).
127.2. De nuevo cante para nosotros el tracio
Orfeo: "Y extendió la mano derecha por doquier hasta el confín
del océano, y ha puesto la tierra bajo los pies" (Orfeo,
Fragmentos, 246).
127.3. Estas cosas están manifiestamente sacadas de aquello:
"El Señor salvará las ciudades habitadas, y tomará con la mano,
como a un nido, todo el orbe habitado" (Is 10,14). "El Señor ha
hecho la tierra con su propio poder, como dice Jeremías, y en su
sabiduría enderezó el orbe habitado" (Jr 10,12).
127.4.
Además de esto, Focílides, que llama a los ángeles
daímones, a unos los
presenta buenos y a otros malos, incluso también nosotros hemos
oído hablar de que algunos son apóstatas: "Pero, hay daímones de
uno y otro sentido para los hombres. Algunos liberan a los
hombres cuando se presenta el mal" (Focílides,
Fragmentos de las Sentencias,
16).
Testimonios de
escritores griegos contra la idolatría
128.1.
También el cómico Filemón destruye hermosamente la idolatría
mediante estas palabras: "No existe para nosotros ninguna diosa
Fortuna, no existe; sino que lo que sucede espontáneamente, como
por fortuna a cada uno, es llamado fortuna" (Filemón,
Fragmentos, 137).
128.2. Y Sófocles, el poeta trágico, dice: "A ningún dios le
sucede todo como quiere, excepto a Zeus, porque él tiene el
principio y el fin" (Seudo Sófocles,
Fragmentos dudosos,
1028).
128.3. Y Orfeo: "Hay una fuerza, un solo daimon
inmenso que enciende el cielo; uno solo ha formado todas las
cosas, en él se mueve todo: el fuego, el agua y la tierra"
(Orfeo, Fragmentos,
168), y lo que sigue a eso.
Dificultad de la mente humana
para entrar en el misterio de Dios
129.1. Píndaro,
el poeta lírico, como transportado en delirio báquico, dice
abiertamente: "¿Qué es Dios? El que lo (es) todo" (Píndaro,
Fragmentos, 140).
129.2. Y de nuevo: "Dios (es el que) hace todo para los
mortales" (Píndaro, Fragmentos,
141).
129.3. Y cuando dice: "¿Qué sabiduría esperas? Poco
tiene un varón sobre otro. (Es) difícil para la mente humana,
nacida de una madre mortal, escrutar los designios de los
dioses" (Píndaro, Fragmentos,
61), sacó su pensamiento de aquí:
129.4. "¿Quién ha
conocido el pensamiento del Señor? O, ¿quién ha sido su
consejero?" (Is 40,13; cf. Rm 11,34).
129.5. Pero también
Hesíodo concuerda con lo anterior, cuando escribe: "Ningún
adivino hay entre los hombres terrestres que conozca el
pensamiento de Zeus portaégida"
(Hesíodo, Fragmentos de
Melampodia, 303).
129.6. De igual manera Solón el
ateniense, en las "Elegías", siguiendo a Hesíodo, escribe: "La
mente de los inmortales (es) en todo invisible a los hombres"
(Solón, Fragmentos,
17).
Capítulo XIV: El robo de los
griegos (conclusión)
Dios es bueno
130.1. Moisés, a su vez, profetiza que la mujer daría a luz con
fatigas y penas (cf. Gn 3,16-17), por la transgresión, (y) un
poeta no desconocido escribe: "Nunca (durante) el día
descansarán del trabajo penoso y de sufrir, ni por la noche de
sus angustias. Y los dioses [les] darán dolorosas inquietudes"
(Hesíodo, Los trabajos y los
días, 176-178).
130.2. También Homero, al decir:
"El padre mismo ha extendido la balanza de oro" (Homero,
Ilíada, VIII,69; 209),
recuerda que Dios es justo.
130.3. El cómico Menandro,
interpretando que Dios es bueno, dice: "Un
daimon acompaña a cada
hombre desde su nacimiento, como buen iniciador (mistagogo)
de la vida. Porque no es necesario pensar que hay un
daimon malo, que
perjudique la vida honrada" (Menandro,
Fragmentos, 714).
130.4. También añade: "Pero todo dios es bueno" (Menandro,
Fragmentos, 714),
diciendo o que todo (es) un dios bueno, o que, como (es) mejor,
Dios es bueno en todo.
Dios altísimo
131.1. También el trágico Esquilo,
presentando el poder de Dios, no duda en pregonarlo también
altísimo con estas palabras:
131.2. "Aparta a Dios de los
mortales y no pienses que tiene una carne como tú mismo. Tú no
lo conoces; alguna vez se aparece como fuego, ímpetu
inaccesible; otras como agua; otras como tiniebla. También él se
asemeja a las fieras, al viento, a la nube, al relámpago, al
trueno y a la lluvia.
131.3. El mar y las rocas están a
su servicio, todo manantial y las masas de agua. Tiemblan
montes, tierra, abismo enorme del mar y la gran cima de los
montes, cuando ven el ojo terrible del soberano. Porque todo lo
puede la gloria del Dios altísimo" (Esquilo,
Fragmentos inciertos,
464).
131.4. ¿No te parece que parafrasea aquello de
"ante el rostro del Señor tiembla la tierra" (Sal 113 [114],7)?
La gloria de Dios
132.1. Además, por encima de éstos, Apolo, el mayor
adivinador, dando testimonio de la gloria de Dios, se ve
obligado a decir sobre Atenea, cuando los medos marchaban contra
la Hélade, que, como temiese, suplicó a Zeus en favor del Ática.
132.2. El oráculo dice así: "Palas no puede apaciguar a Zeus
Olimpo, rezando con muchas palabras y con prudente ingenio; dará
un fuego violento a muchos templos de los inmortales, que ahora
están bien asentados, casi chorreando sudor y temblando de
miedo" (Herodoto, Historias,
VII,141 y 140), y lo que sigue a eso.
La fe en un ser supremo es
necesaria para el ser humano
133.1. Teáridas en su
[libro] "Sobre la naturaleza" escribe: "El principio de los
seres, el principio realmente verdadero (es) uno; porque está en
el principio uno y único" (Teáridas,
Fragmentos, 201).
133.2. "Y no existe ningún otro fuera del gran rey" (Orfeo,
Fragmentos, 246), dice
Orfeo.
133.3. Siguiendo a éste, el cómico Dífilo dice lo
más conocido de todo: "Al padre de todos (los seres) hónralo, a
él sólo hasta el fin, al inventor y creador de tantos bienes" (Seudo
Dífilo, Fragmentos,
138).
133.4. Con razón también Platón acostumbra "a que
las naturalezas de mejor condición alcancen el conocimiento, que
antes hemos dicho que es el mejor, contemplar el bien y avanzar
en aquella ascensión" (Platón,
República, VII,519, C-D).
133.5. "Pero esto, al
parecer, no consiste en dar una media vuelta a una vasija de
barro, sino [en] un giro del alma desde cierto día nocturno
hacia la verdadera ascensión al ser, de la cual diremos que es
auténtica filosofía" (Platón,
República, VII,521 C).
133.6. Y a los que
participan de ella les juzga como linaje de oro, diciendo: "En
verdad todos ustedes son hermanos" (Platón,
República, III,415 A),
pero los del linaje de oro juzgan con total exactitud y de
manera completa.
133.7. En efecto, todos los seres toman
naturalmente y sin aprender (una idea) de todo del Padre y
Creador del universo: los seres inanimados tienen los mismos
sentimientos que los vivientes; y de los seres animados: unos,
ya inmortales por las obras realizadas cada día; y otros,
mortales, en el temor porque todavía son llevados en el seno
materno, o [los que se encuentran] en el autoejercicio (lit.:
dominio de sí) de la reflexión; y así todos los hombres, sean
griegos o bárbaros.
133.8. Ningún linaje en ninguna
parte, ni los agricultores, ni los nómadas, ni los que habitan
en ciudades pueden vivir sin estar poseídos por la fe del ser
supremo.
133.9. Por eso, todo pueblo de oriente a
occidente, y todo (pueblo) de norte a sur, todos tienen una y la
misma noción previa (prolepsis)
sobre [Dios], quien ha establecido su hegemonía, puesto que lo
más universal de su actividad se extiende por igual a todo.
El auténtico conocimiento
de Dios
134.1. Pero, mucho más entre los que están
ocupados en muchos asuntos entre los griegos, los filósofos,
impulsados por la filosofía bárbara, atribuyeron la providencia
al invisible, al único, al más poderoso y hábil, al que
constituye la causa primera de toda belleza, pero no saben lo
que acompaña a todo eso, si no son catequizados por nosotros,
(y) tampoco alcanzan a conocer a Dios en su ser, sino
únicamente, como ya lo hemos dicho en repetidas ocasiones,
mediante una verdadera circunlocución (perífrasis).
134.2. Con razón el Apóstol dice: "¿Acaso Dios es sólo de
los judíos? ¿No lo es también de los griegos?" (Rm 3,29). No
sólo afirma proféticamente que los griegos creyentes del
helenismo habían de conocer a Dios, sino que indica esto: en
potencia el Señor es también Dios de todos y realmente
todopoderoso, pero según la
gnosis no (es) Dios de todos (cf. 1 Co 8,7).
134.3. Porque [los griegos] no saben quién es Él, ni cómo es
Señor, Padre y Creador, ni la restante economía (salvífica) de
la verdad, a no ser que hayan sido instruidos por ella misma.
Testimonios de Isaías y de
Jonás sobre los pueblos que, aún sin tener fe, dirigen el
pensamiento hacia Dios
135.1. También las
profecías tienen la misma fuerza que la palabra apostólica.
Isaías afirma: "Si dicen: "Hemos confiado en el Señor, nuestro
Dios; mézclense ahora con mi señor, rey de los asirios" (Is
36,7-8). Y añade: "Y ahora, ¿no hemos subido sin el Señor a esta
región para luchar contra ella?"" (Is 36,10).
135.2. Y
Jonás, que es otro profeta, insinúa lo mismo cuando dice: "Y se
acercó a él el capitán y le dijo: "¿Cómo es que tú roncas?
Levántate, invoca a tu Dios, para que nos salve y no
perezcamos"" (Jon 1,6).
135.3. Porque dijo "tu Dios" a
quien sabe mediante conocimiento; pero, "para que nos salve
Dios" hace ver la conciencia de los pueblos que dirigen el
pensamiento hacia el Todopoderoso, sin haber creído todavía.
135.4. Y de nuevo el mismo [Jonás dice]: "Y les respondió:
"Yo soy siervo del Señor y yo temo al Señor, Dios del cielo""
(Jon 1,9).
Dios es
justo y no es el causante de los males de la humanidad
136.1. De nuevo, el mismo [Jonás]: "Y dijeron: "De
ningún modo, Señor; que no perezcamos por la vida de este
hombre"" (Jon 1,14).
136.2. El profeta Malaquías
manifiesta abiertamente que Dios dice: "No aceptaré sacrifico de
sus manos, porque desde la salida del sol hasta su ocaso mi
nombre es glorificado entre las naciones, y en todo lugar se me
ofrece un sacrificio" (Ml 1,10-11).
136.3. Y de nuevo:
"Porque yo soy un Rey grande, dice el Señor Todopoderoso, y mi
nombre es glorioso entre las naciones" (Ml 1,14). ¿Qué nombre?
Entre los que han creído, el Hijo revela al Padre; y entre los
griegos, el "Dios hacedor" (Platón,
Timeo, 28 C).
136.4. Y Platón explica el libre albedrío con estas palabras:
"La virtud no tiene dueño, y al estimarla o desestimarla, cada
uno participa de ella más o menos. La responsabilidad es propia
de quien elige; Dios no tiene responsabilidad" (Platón,
República, X,617 E).
Porque Dios no (es) nunca el responsable de los males (cf.
Platón, República,
II,379 B-C. 380 B).
136.5. "Oh Troyanos, amigos de Ares
(= Marte), dice el lírico, Zeus soberano, que todo lo ve, no es
responsable de los grandes sufrimientos para los mortales; sino
que está en medio para alcanzar a todos los hombres la Justicia
santa, acompañante de la pura Equidad y de la prudente (o:
sabia) Temis. Hijos dichosos los que la han encontrado para que
viva con ellos" (Baquílides,
Dithyrambi, 15,50-56).
El peligro de vanagloriarse en
la humana sabiduría
137.1. Pero, Píndaro introduce
claramente a Temis cohabitando con el salvador Zeus, rey,
salvador justo, interpretando así: "Las Parcas (o: las diosas
del destino) conducían primeramente con caballos de oro a la
prudente (y) celestial Temis desde la fuente del Océano hacia la
augusta escalinata del Olimpo por un camino espléndido, para ser
anciana esposa de Zeus salvador; y ella dio a luz a las
auténticas Horas, con cofias de oro y de hermosos frutos"
(Píndaro, Fragmentos,
30) .
137.2. Ahora bien, quien no obedece a la verdad,
sino que se enorgullece con una enseñanza humana, es un
desdichado (cf. 1 Tm 6,3-4) y un miserable, y según Eurípides:
"El que mira estas cosas no conoce a Dios, sino que
precipitándose en los fenómenos meteorológicos, engañando con
comentarios insidiosos, con los que una funesta lengua conjetura
sobre cosas oscuras, sin tener conocimiento alguno" (Eurípides,
Fragmentos inciertos,
913).
Lo que prometen
algunos filósofos a quienes buscan la verdad
138.1. En todo caso, recurriendo al aprendizaje de la verdad,
quien lo desee, escuche a Parménides de Elea que promete: "Y
conocerás la naturaleza etérea y todos los signos en el éter, y
la pura luz (lit.: lámpara) inmaculada del sol y las obras
resplandecientes (lit.: las obras destructoras), y cuál es su
origen, aprenderás las obras, llevadas por todas partes, de la
luna de cara redonda (ciclópea),
y su naturaleza; y conocerás también el cielo que está
alrededor, de dónde, en efecto, nació y cómo la Necesidad, que
lo conduce, le ató a contener los límites de los astros"
(Parménides, Fragmentos,
28 B 10).
138.2. También Metrodoro, aunque epicúreo, dijo
de forma inspirada estas cosas: "Recuerda, Menéstrato, que,
nacido mortal y llevando una vida limitada, has subido con el
alma hasta la eternidad y has contemplado la infinitud de las
cosas, "las que sucederán y las que han acontecido" [Homero,
Ilíada, I,70]" (Metrodoro,
Fragmentos, 37).
138.3. "Cuando en compañía de un coro dichoso, como dice
Platón, lleguemos a la contemplación de un beatífico y divino
espectáculo, en procesión nosotros detrás de Teus, pero los
demás tras otros dioses, celebrando, si es lícito decirlo, el
más bienaventurado de los misterios, que festejaremos íntegros y
sin haber sufrido [ninguno] de los males que nos aguardan en un
tiempo posterior, sino iniciados también para visiones íntegras,
sin temblar y contemplándolas en su puro resplandor; puros y sin
la marca de esto que ahora llevamos a nuestro alrededor y
llamamos cuerpo, encarcelados a la manera de una ostra" (Platón,
Fedro, 250 B-C).
La herencia que da el
Señor
139.1. Y los pitagóricos llaman al cielo la
anti-tierra (lit.: tierra opuesta a la nuestra), tierra de la
que [dice] Jeremías: "Te contaré entre los hijos y te daré una
tierra elegida, heredad de Dios todopoderoso" (Jr 3,19), la cual
heredarán los que reinen sobre la tierra (cf. Sal 36 [37],11; Mt
5,3. 5. 9. 10).
139.2. También me fluyen miles y miles de
miles de cosas para exponer, pero por causa de la justa
proporción (simetría)
hay que poner fin al discurso, si no queremos sufrir también
aquello del poeta trágico Agatón: "Tratando lo secundario como
cosa principal, y trabajando lo principal como accesorio"
(Agatón, Fragmentos inciertos,
11).
Es necesario
concluir la exposición sobre el hurto de los griegos
140.1. Una vez demostrado claramente, como pienso, en qué
sentido se dijo lo que se oye a cierta distancia del Señor sobre
que los griegos eran unos usurpadores (cf. Jn 10,8), omito
deliberadamente las doctrinas de los filósofos.
140.2.
Porque si examináramos también sus escritos, no tardaríamos,
recogiendo gran cantidad de recuerdos, en demostrar que toda la
sabiduría griega está sacada de la filosofía bárbara.
140.3. Nada de esa teoría trataremos sino más tarde, en la
medida de lo necesario, cuando reunamos las opiniones que tenían
los griegos sobre los principios.
140.4. Pero también lo
que hemos establecido nos permite mirar tranquilamente cómo debe
actuar quien, con quien con fuerzas para nadar a través de las
olas, se encuentre con los libros griegos.
140.5. Según
parece, como decía Empédocles: "Feliz quien ha conseguido
riqueza de pensamientos divinos, pero despreciable quien guarda
opiniones tenebrosas sobre los dioses" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B 132).
Él mostró divinamente que la
gnosis y la ignorancia son los límites de la felicidad y
de la desgracia.
140.6. "Porque es necesario que los
filósofos sean varones instruidos en muchísimas cosas", según
Heráclito (Fragmentos,
22 B 35), y es realmente necesario que "se equivoque mucho quien
desea ser bueno" (Focílides,
Fragmentos de las Sentencias, 13).
Conclusión del libro quinto
141.1. Ahora, entonces, por lo dicho, es claro para
nosotros cómo la beneficencia de Dios es eterna y que la
justicia natural es absolutamente igual para todos desde un
principio sin principio, al haber surgido según el mérito de
cada raza, sin tener principio alguna vez.
141.2. Porque
Dios, que siempre es el que es, nunca comenzó a ser Señor y a
ser bueno, y no cesará jamás de hacer el bien, incluso cuando
haya llevado cada una de las cosas a (su) término.
141.3.
Y cada uno de nosotros participa de esa beneficencia hasta donde
quiere, puesto que la diferencia la han producido la elección
junto con la práctica (o: ejercicio) del alma, (según su)
dignidad.
141.4. Así, también ahora demos por terminado
nuestro quinto "Stromata" (lit.: colcha o tapiz) de los
recuerdos gnósticos
según la verdadera filosofía (= la verdad cristiana).
LIBRO VI
Capítulo I: Introducción.
Finalidad de la obra
El gnóstico no es ateo, sino
que cree en el verdadero Dios
1.1. Y ahora el
sexto e igualmente nuestro séptimo libro de los
Stromata de estos
recuerdos gnósticos
según la verdadera filosofía, van a presentar lo mejor posible y
desarrollar en estas (páginas) el discurso ético, establecerán
después cómo es el gnóstico
en su vida; luego tratarán de demostrar a los filósofos que (el
gnóstico) de ninguna
manera (es) un ateo, como (ellos) han supuesto, sino que es el
único realmente piadoso, exponiendo sumariamente la práctica
cultual del gnóstico,
en cuanto es posible dejarlo grabado sin peligro en un escrito
conmemorativo.
1.2. Porque el Señor nos ha ordenado
trabajar por el alimento que
permanece para la eternidad (Jn 6,27), y el profeta dice
en alguna parte:
Bienaventurado el que siembra junto a toda agua, donde pisan el
buey y el asno (Is 32,20), (es decir), el pueblo de la
Ley y el de los gentiles reunidos en una única fe (cf. Lv 11,3;
Ef 4,13). Pero quien es débil
que coma verduras (Rm 14,2), según el insigne Apóstol.
1.3. Y antes nuestro
Pedagogo, dividido en tres libros, ha presentado la
educación y la crianza (lit.: alimentación) desde la infancia
(cf. Pedagogo,
I,3,2-3); es decir, la forma de vida cristiana (politeía)
que crece junto con la fe por medio de la catequesis, y que
prepara el alma virtuosa de los adultos inscritos para recibir
la ciencia gnóstica.
1.4. Por consiguiente, cuando los griegos aprendan
claramente por lo que digamos en estos recuerdos cómo ellos son
los que se comportan injustamente de manera impía al perseguir
al que es amigo de Dios, entonces es cuando progresaremos en
estas memorias según el carácter (o: estilo) de los
Stromata, (y) se
resolverán las dudas tanto de los griegos como de los bárbaros
(= los que no son paganos griegos) sobre la venida del Señor.
Los "Stromata"
2.1. Las flores de varios colores que crecen en el prado y
los árboles frutales en el parque (lit.: paraíso; jardín) no se
encuentran separados (o: distribuidos) según la diversidad de
cada una de sus especies -así también se han escrito
simultáneamente antologías variadas, misceláneas para instruir
(llamadas): "Prados", "Helicones"(1), "Panales" y
"Peplos" (= bordados o mantas)-. Y volviendo a tomar los
recuerdos, sin arreglar el orden ni la redacción (o: elocución),
sino dispersos en un conveniente desorden, nuestros
Stromata siguen un
orden variado, como un prado.
(1) De
Helicón: montaña de Beocia donde se decía habitaban las Musas.
2.2. De esta forma estos recuerdos pueden reanimar el fuego
(de mi memoria)(2), y para quien le es familiar la
gnosis, si por
casualidad los encuentra, le generarán una búsqueda hacia lo
útil y beneficioso, no sin sudor.
(3)
Cf. Platón, República, 527 D-E
2.3. Porque no es justo pensar que es trabajo sólo la
alimentación, sino también, (y) mucho más, la
gnosis, para quienes
son conducidos por el camino
estrecho y angosto (Mt 7,14) del Señor y que
verdaderamente conduce a la eterna y bienaventurada salvación.
2.4. Pero nuestra gnosis
y nuestro paraíso (cf. Gn 3,1-2) espiritual son el mismo
Salvador en el que estamos plantados (cf. Rm 11,17), cuando
fuimos trasladados y transplantados desde la antigua vida a la
buena tierra. Y el trasplante de los árboles frutales contribuye
a la abundancia de los frutos. Ahora bien el Señor es la luz
(cf. Jn 1,4; 8,12) y la verdadera
gnosis en el que hemos
sido transplantados.
La verdadera gnosis. Misión
del gnóstico
3.1. Pero también se dice que (hay)
una doble gnosis: la
común, que se manifiesta por igual en todos los hombres, y que
(es) la facultad de percibir por los sentidos, según el
conocimiento común a todos, cada uno de los objetos. No sólo las
potestades racionales, sino también las irracionales participan
igualmente (de ella); a ésta yo la llamaría jamás
gnosis, porque se
adquiere por naturaleza mediante lo sentidos.
3.2. Pero
la llamada gnosis por
excelencia se caracteriza por la facultad de conocer (o.
reflexión) y por la razón; únicamente por ella las potestades
(cf. Ef 1,21; 1 P 3,22) racionales devienen capacidades
cognoscitivas, y son las se aplican absolutamente a lo
inteligible, según la energía exclusiva del alma.
3.3.
Dice David: Bueno es el varón
que se compadece (Sal 111 [112],5) de los que perecen en
el error, y el que presta,
repartiendo la palabra de la verdad, no como al azar, sino
porque administra sus palabras
con juicio, con profunda reflexión;
éste es el que distribuyó y
dio a los pobres (Sal 111 [112],9).
Capítulo II: El hurto de los
griegos. Los plagios que cometieron entre sí
Finalidad del presente
capítulo
4.1. Pero antes de comenzar lo propuesto
hay que añadir, a modo de proemio, lo que falta para acabar (el
libro) quinto de los Stromata.
4.2. Porque una vez que hemos establecido que el género
simbólico es antiguo y ha sido utilizado no solamente por
nuestros profetas, sino también por la mayoría de los antiguos
griegos y por no pocos de los otros pueblos bárbaros (= por
ejemplo, egipcios y escitas), es necesario tratar también de los
misterios de los iniciados. Difiero hacer ver claramente estas
cosas hasta que refutemos a fondo las opiniones de los griegos
sobre los principios; porque probaremos asimismo que los
misterios tienen relación con esta teoría.
4.3. Y hemos
establecido que el énfasis (o: significación, expresión,
apariencia) del pensamiento griego ha sido iluminado por la
verdad que se nos ha dado a nosotros por medio de las
Escrituras; según hemos demostrado que el denunciado hurto de la
verdad, si no es inoportuno decirlo, ha pasado hasta ellos.
Daremos a conocer que los griegos mismos son testigos del hurto
efectuado al plagiarse entre ellos mismos.
4.4. Porque
quienes se roban unos a otros sus propias cosas abiertamente,
manifiestan claramente que son ladrones, y de la misma manera, a
pesar suyo, evidentemente muestran también que han usurpado
secretamente la verdad que procede de nosotros para
(comunicársela) a sus congéneres. Puesto que si no ponen reparos
(lit.: se privan) en los suyo propio, mucho menos en lo nuestro.
Plagios entre los poetas y
otros escritores de diversas épocas
5.1. Guardaré
silencio sobre los dogmas filosóficos; porque los mismos
filósofos confiesan por escrito estar divididos en escuelas, y
(admiten), para no ser acusados de ingratos, haber tomado de
Sócrates los dogmas más importantes.
5.2. Y aduciendo
algunos testimonios de los varones más conocidos (lit.: bien
recibidos) y estimados entre los griegos, demostraré la forma de
su propio robo, usándolos sin tener en cuenta las épocas, a
continuación volveré sobre ello.
5.3. Así, Orfeo había
escrito: "No hay nada más terrible (lit.: más perro) que la
mujer" (Fragmentos,
234; Orfeo es posterior a Homero).
5.4. Homero dice
abiertamente: "No hay cosa más tremenda y peor (lit.: más perro)
que la mujer" (Odisea,
XI,427).
5.5. Museo había escrito: "El arte es siempre
mejor que la fuerza" (Fragmentos,
2 B 4).
5.6. Homero dice: "La habilidad es lo que hace
mejor a un carpintero, no la fuerza" (Ilíada,
XXIII,315).
5.7. De nuevo Museo escribió: "Como las hojas
nacen de una tierra fecunda, aunque algunas se marchitan en los
fresnos, pero otras germinan, así también gira la generación y
la raza de los hombres" (Fragmentos,
2 B 5).
5.8. Homero copia (lit.: transcribe de otra
forma): "Las hojas son esparcidas por el viento sobre la tierra,
pero el denso bosque las hace nacer cuando llega la primavera.
Así también las generaciones de los hombres: una nace y otra
muere" (Ilíada,
VI,147-149).
5.9. Otra vez Homero había escrito: "No es
lícito jactarse de hombres muertos" (Odisea,
XXII,412).
5.10. También Arquíloco y Cratino escriben; el
primero (dice): "Porque no es noble injuriar a hombres muertos"
(Fragmentos, 73 D).
5.11. Y Cratino, en Los
Lacones: "He aquí algo terrible para los hombres:
vanagloriarse en exceso de guerreros muertos" (Fragmentos,
95 K).
Homero plagiado
por diversos escritores griegos
6.1. De nuevo
Arquíloco, cambiando aquello de Homero: "Me equivoqué, no lo
niego; y además muchas veces" (Ilíada,
IX,116),
6.2. escribe de esta manera: "He errado, y
quizás esta fatalidad ha alcanzado a algún otro" (Arquíloco,
Fragmentos, 73 D).
6.3. Lo mismo que también aquel verso: "Imparcial es Enialio
(= dios de la guerra), y mata al homicida" (Homero,
Ilíada, XVIII,309),
6.4. que él (= Arquíloco) cambió y presentó así: "Yo lo haré
porque realmente Ares (es) imparcial para los hombres" (Fragmentos,
38 D).
6.5. Además parafraseó aquel (verso): "Para los
hombres la victoria se encuentra en la acción de los dioses"
(Homero, Ilíada,
VII,102; XVII,514),
6.6. como es claro por este yambo:
"Da ánimo a los jóvenes, pero las cuerdas las tienen los dioses"
(Arquíloco, Fragmentos,
57 D).
Plagios
cometidos por Eurípides
7.1. Homero también había
dicho: "Sin lavarse los pies, duermen en el suelo" (Ilíada,
XVI,235),
7.2. y Eurípides escribe en el
Erecteo: "Duermen sobre
el suelo desnudo, y no lavan los pies en las fuentes" (Fragmentos,
367).
7.3. De forma parecida había dicho Arquíloco: "Pero
uno cura el corazón del otro" (Fragmentos,
41 D),
7.4. conforme al (verso) homérico: "Porque un
hombre goza en unas obras, otro en otras" (Odisea,
XIV,228),
7.5. y Eurípides dice en el
Eneo: "Pero uno se
complace más en unas costumbres, otro en otras" (Fragmentos,
560).
7.6. Y he oído que Esquilo ciertamente dice: "(El
hombre) verdaderamente feliz debe permanecer en casa, y a quien
le van mal las cosas también debe permanecer allí" (Fragmentos,
317),
7.7. y Eurípides clama de manera parecida en la
escena: "Dichoso el afortunado que permanece en casa" (Fragmentos,
793);
7.8. pero también Menandro (dijo) en una comedia:
"Es necesario permanecer en casa (y) ser libre; de otro modo no
es posible ser gloriosamente feliz" (Fragmentos,
132).
Eurípides también
fue plagiado
8.1. A su vez Teognis había dicho:
"Para el exiliado (lit.: el que huye) no hay amigo ni compañero
fiel" (Fragmentos, 332
A),
8.2. y Eurípides compuso el verso: "Al pobre que
huye, le huyen lejos todos los amigos" (Medea,
618).
8.3. Epicarmo había dicho: "¡Cuántas desdichas,
hija! Cohabitas con un joven, siendo tú vieja" (Fragmentos,
298), y añade: "Porque él por cierto se procura otra más joven,
y ella por su parte ciertamente se procura otro" (Epicarmo,
Fragmentos, 298);
8.4. Eurípides escribe: "Es malo que una joven se una con un
joven, porque él desea conquistar el lecho de otra; y ella,
necesitada de éste, tiene malos deseos" (Fragmentos,
914).
8.5. A su vez, Eurípides había dicho en
Medea: "Los regalos de
un hombre malo no traen utilidad" (Medea,
618),
8.6. y Sófocles en el
Ayante (665) que lleva
látigo (mastigophóros),
dice aquel yambo: "Los regalos de los enemigos no son regalos ni
son provechosos".
8.7. Y Solón compuso este verso: "La
saciedad engendra desmesura, cuando acompaña mucha riqueza" (Fragmentos,
5,9 D),
8.8. y Teognois escribe abiertamente: "La
saciedad genera desmesura, cuando la riqueza acompaña a un
malvado" (Fragmentos,
153).
8.9. De ahí que también Tucídides en las
Historias dijo:
"Acostumbran muchos hombres, mayormente los que inesperadamente
y por poco tiempo les llega la fortuna, a inclinarse a la
desmesura" (Historias,
III,39,4).
8.10. Y Filisto de manera parecida imita eso
mismo diciendo: "Pero la mucha fortuna según la razón es más
segura para los hombres que la suerte (o: gloria) y la
desgracia" (aquí parece haber una laguna en el original griego).
Porque sobre todo los que están acostumbrados a la celebridad de
manera inesperada suelen derivar hacia la desmesura" (Fragmentos,
556 F 67).
Diversos
poetas y autores de teatro que se plagiaron unos a otros
9.1. De nuevo Eurípides cantó: "Son mejores los hijos
(lit.: los engendrados) de un padre y una madre que se obligan a
un género de vida rígido" (Fragmentos,
525,4-5),
9.2. y Critias escribe: "Pero yo comienzo por
la generación del hombre. ¿Cómo podrá nacer con el cuerpo más
perfecto y fuerte? Si el progenitor hace gimnasia, come de forma
austera (lit.: fuerte) y trabaja el cuerpo, y si la madre del
futuro niño robustece el cuerpo y hace gimnasia" (Fragmentos,
88 B 32).
9.3. Otra vez Homero había dicho del escudo
fabricado por Hefesto: "En él dispuso la tierra, el cielo y el
mar; allí grabó la gran fuerza del río Océano" (Ilíada,
XVIII,483 y 607),
9.4. y Ferecides de Siros dice: "Zeus
hace un manto grande y hermoso, y en él pinta de diversos
colores la tierra, a Ogeno (= Océano) y los palacios de Ogeno" (Fragmentos,
7 B 2).
9.5. Homero había dicho: "La honra perjudica
mucho a los varones" (Ilíada,
XXIV,45),
9.6. y Eurípides en el
Erecteo escribe: "Pero
yo tengo dificultad para juzgar sobre la honra, porque es
necesaria pero también es un gran mal" (Fragmentos,
356).
Capítulo II: El hurto de los
griegos. Los plagios que cometieron entre sí (continuación)
Plagios
entre escritores de la misma época
10.1. También
se pueden tomar como ejemplos de plagio (lit.: robo) los pasajes
paralelos entre contemporáneos y antagonistas.
10.2. Así
en el Orestes (211) de
Eurípides (se dice): "Oh querida dulzura encantadora del sueño,
remedio contra la enfermedad",
10.3. Y Sófocles en el
Erifile: "Aléjate; el
sueño estimula la curación de la enfermedad"
(Fragmentos, 201g).
10.4. Y Eurípides en
Antígona: "Lo ilegítimo es despreciable de nombre, pero
su naturaleza (es) igual" (Fragmentos,
168).
10.5. Y Sófocles en el
Aléadas: "Todo lo que
es útil tiene la misma naturaleza" (Fragmentos,
84,2).
10.6. Nuevamente Eurípides, en el
Témenos: "Porque Dios
también ayuda al que se fatiga" (Fragmentos,
432,2; en realidad es un fragmento del
Hipólito).
10.7.
Y Sófocles en el Minos:
"La fortuna no se alía con quien no trabaja" (Fragmentos,
374).
10.8. Por cierto, Eurípides en el
Alejandro (dice): "Y el
tiempo demostrará cómo eres: con su testimonio aprenderé y
conoceré si eres bueno o malo" (Fragmentos,
60),
10.9. y Sófocles en el
Hipono: "No ocultes
nada, porque con el tiempo, que todo lo ve y todo lo oye,
descubrirá todas las cosas" (Fragmentos,
280).
Poetas que se
plagiaron entre sí
11.1. Pero recorramos
igualmente otros (pasajes). Porque del canto de Eumelo: "Nueve
(son) las hijas de Mnemosina y de Zeus Olímpico" (Eumelo,
Fragmentos, 16),
11.2. Solón comienza así su elegía: "Oh espléndidas hijas de
Mnemosina y de Zeus Olímpico" (Fragmentos,
1,10).
11.3. A su vez, parafraseando el verso homérico:
"¿Quién eres y de dónde? ¿Cuál es la ciudad y tus padres?"
(Homero, Odisea, I,170
y XIV,187),
11.4. Eurípides utiliza en el
Egeo estos yambos:
"¿Qué tierra diremos que has abandonado, hasta hospedarte en
esta ciudad? ¿Cuál es el límite de tu patria? ¿Quén te engendró?
¿A quién proclamas tu padre?" (Fragmentos,
1).
11.5. ¿Y qué? (Acaso) Teognis no dijo: "Beber vino
abundantemente es malo. Pero para quien lo toma moderadamente no
es malo sino bueno" (Elegías,
1,509-510).
11.6. Panyasis escribe: "El vino es el mejor
regalo de los dioses a los mortales, si se bebe con medida, pero
con exceso es lo peor" (Fragmentos,
14,1 y 5).
También los
autores de teatro se imitaron unos a otros
12.1.
Pero también de lo que dice Hesíodo: "En vez de fuego yo te daré
un mal, con el que todos se sacian" (Los
trabajos, 57-58).
12.2. Eurípides canta: "Pero en
vez del fuego nació otro fuego más grande y difícil de combatir:
las mujeres" (Fragmentos,
429).
12.3. Además de eso, Homero dijo: "No es posible
satisfacer el vientre ávido, funesto, que da muchos males a los
hombres" (Odisea,
XVII,286-287),
12.4. Eurípdes canta: "Me vence el deseo,
y ese vientre que acabará siniestramente, del que provienen
todos los males" (Fragmentos,
915).
12.5. También al cómico Calias que escribió: "Con
los que están locos, todos deben alocarse por igual" (Fragmentos,
20),
12.6. se parece Menandro diciendo en los
Vendidos: "No en todas
partes conviene que esté presenta la sensatez; y en algún caso
conviene también alocarse" (Fragmentos,
354 K).
12.7. De lo que dijo Antímaco de Teos: "Porque
los regalos acercan muchos males para los hombres" (Fragmentos,
1),
12.8. Agrias cantó: "Porque los regalos engañan la
mente y las obras de los hombres" (Fragmentos,
8).
Plagios
entre poetas y autores de teatro
13.1. Sobre lo
que había dicho Hesíodo: "Un varón no puede conquistar nada
mejor que una buena mujer; y nada peor que una esposa mala" (Los
trabajos, 702-703),
13.2. Simónides dijo: "Un
varón no puede conquistar nada mejor que una mujer buena, ni
nada peor que una mala" (Fragmentos,
6).
13.3. De nuevo, dijo Epicarmo: "El mucho o poco
tiempo y cómo has de vivir (es) lo que debes saber" (Fragmentos,
23 B 24).
13.4. Eurípides escribe: "Alguna vez caminamos
en una felicidad no segura, ¿por qué no vivimos dulcemente sin
sufrir?" (Fragmentos,
196,4-5).
13.5. Del mismo modo, dijo el cómico Dífilo:
"La vida del hombre es inconstante" (Fragmentos,
118),
13.6. y Posidipio (dice): "Nadie ha pasado la vida
libre de sufrimiento, ningún hombre ha permanecido hasta el
final, sin (caer) de nuevo en la desgracia" (Fragmentos,
30).
13.7. Y cosas parecidas te dice Platón cuando
escribe sobre la vida del hombre como inconstante (cf. Seudo
Platón, Epístolas,
XIII,360 D).
13.8. A su vez Eurípides dijo: "¡Oh muy
afligida subsistencia de los mortales, totalmente incierta! Tan
pronto creces como pereces y no hay término alguno estable que
los mortales puedan alcanzar, excepto cuando sobreviene, enviado
por orden de Zeus, el fin gélido de la muerte" (Fragmentos
inciertos, 916).
13.9. Dífilo escribe: "No hay
vida que no coseche males, dolores, preocupaciones, hurtos,
tormentos, enfermedades. La muerte presentándose como un médico
pone fin a quienes sufren (lit.: se encuentran) esos (males) con
el descanso del sueño" (Fragmentos, 88).
Plagios entre los autores de
teatro
14.1. También Eurípides había dicho:
"Múltiples son las formas de los demonios, y muchas veces los
dioses obran inesperadamente" (Alcestis,
1159-1160; Las Bacantes,
1388-1389; Hécuba,
1688-1689);
14.2. de forma semejante el trágico Teodecto
escribe: "La fortuna de los humanos no es estable" (Fragmentos,
16,3).
14.3. Baquílides había dicho: "A pocos mortales
les dio un ser divino (lit.: demonio) actuar durante todo el
tiempo, hasta llegar con éxito a la ancianidad canosa, sin
encontrarse con una desdicha en (ese) tiempo" (Fragmentos,
25),
14.4. y el cómico Mosquión escribe: "El más feliz de
todos es aquel que llega hasta el fin de su vida practicando una
vida uniforme" (Fragmentos,
10).
14.5. Y puedes indagar también que Teognis había
dicho: "No conviene entregar una doncella a un varón anciano,
porque no obedece al timón de la barca" (Elegías,
1,457-458),
14.6. y lo que escribe el cómico Aristófanes:
"(Es) vergonzoso para una mujer joven un varón anciano" (Fragmentos,
600).
14.7. Porque Anacreonte cantó: "Celebro con canto
al hermoso Eros, cubierto de cintas, lleno de flores (y) de
cantos. Éste (es) dueño de los dioses, éste también somete a los
mortales" (Fragmentos,
65,1-5);
14.8. y escribe Eurípides: "Porque Eros no ataca
sólo a los hombres y a las mujeres, sino que también agita las
almas de los dioses del cielo y llega hasta el mar" (Fragmentos,
431,1-3).
Un griego
confirma el hurto de sus congéneres
15.1. Pero
para no alargar mucho el discurso al empeñarnos en demostrar la
inclinación de los griegos a plagiar palabras y doctrinas,
traigamos el testimonio explícito para nosotros del sofista
Hipias de Elea, que presenta el mismo discurso sobre el tema que
me he propuesto investigar; si no nos equivocamos, él dice:
15.2. "De estos mismo (conceptos) algunos han sido dichos
por Orfeo, otros por Museo, de una u otra manera por cada uno de
ellos; y otros por Hesíodo, por Homero, por otros poetas, o
escritos (en prosa) tanto por griegos como por bárbaros. Y yo,
reuniendo de todos ellos los más importantes y afines, compondré
este nuevo y variado discurso" (Fragmentos,
86 B 6).
Capítulo II: El hurto de los
griegos. Los plagios que cometieron entre sí (conclusión)
Plagios
entre los escritores de prosa
16.1. Y para no
excluir a la filosofía y a la historia, ni tampoco a la
retórica, presentaremos algún argumento semejante, también para
que el razonamiento vaya acompañado de algunos pocos (ejemplos).
16.2. Porque de las palabras de Alcmeón de Crotona: "Es más
fácil resguardarse de un enemigo (lit.: de un hombre enemigo)
que de un amigo" (Fragmentos,
24 B 5),
16.3. Sófocles cantó en
Antígona (651-652):
"¿Puede haber mayor desgracia que un mal amigo?".
16.4. Y
Jenofonte ha dicho: "A los enemigos no se les puede infligir
mayor daño que fingirse su amigo" (Ciropedia,
V,3,9).
5. En el Télefo,
había dicho Eurípides: "Nosotros, griegos, ¿seremos esclavos de
los bárbaros?" (Fragmentos,
719).
6. y Trasímaco en el
Sobre los Larisanos
dice: ¿Nosotros, griegos, vamos a ser esclavos de un bárbaro,
Arquelao?" (Fragmentos,
85 B 2).
Plagios entre
filósofos
17.1. Orfeo había cantado: "El agua es
alma, pero es muerte para las aguas; del agua (sale) la tierra y
de la tierra nuevamente el agua; y de ésta (deriva) el alma que
cambia todo el éter" (Fragmentos,
226);
17.2. y Heráclito, componiendo de aquí sus teorías,
escribió así: "Para las almas (es) muerte devenir agua; y para
el agua, (es) muerte llegar a ser tierra; pero de la tierra
brota, el agua, y del agua el alma" (Fragmentos,
22 B 36).
17.3. También el pitagórico Atamante había
dicho: "Así todo es engendrado (lit.: inengendrado) y tiene
cuatro principios y raíces: fuego, agua, aire y tierra; porque
de éstos proceden las generaciones de los seres (o: de lo
engendrado)" [único fragmento de este autor],
17.4. y
Empédocles de Agrigento cantó: "Escucha en primer lugar que
(son) cuatro las raíces de todo: fuego, agua, tierra y la
inconmensurable altura del éter. De ellas [proceden] cuantas
cosas han sido, son y también serán" (Fragmentos,
31 B 6,1; 17,27; 21,13).
17.5. Y sobre lo que dice
Platón: "Por eso también los dioses, sabedores de las cosas
humanas, a los que más estiman, les apartan más rápido de la
vida" (Seudo Platón, Axiochus,
367 B-C), Menandro lo celebró:
17.6. "Aquél a quien los
dioses aman, muere joven" (Fragmentos,
111).
Plagios entre
oradores y escritores de teatro
18.1. Y lo que
Eurípides escribe en el Enomao:
"Reconocemos por indicios lo desconocido por lo presente" (Fragmentos,
574);
18.2. y en el
Fénix: "Lo desconocido se alcanza racionalmente por
señales" (Fragmentos,
811),
18.3. Hiperides lo dice así: "Los que enseñan deben
examinar lo que es desconocido por los indicios y argumentos" (Fragmentos,
195).
18.4. A su vez, había dicho Isócrates: "Es
necesario conjeturar el futuro por lo pasado" (Panegírico,
IV,141).
18.5. Andócides no duda en decir: "Porque es
necesario servirse de lo sucedido antes como indicios de lo que
sucederá en el futuro" (Sobre
la paz, III,2,7).
18.6. También Teognis había
cantado: "La falsificación del oro y de la plata (es) un crimen
tolerable, oh Cirno, y es fácil descubrirlo para el hombre
experto. Pero si el pensamiento de un varón amigo se ha ocultado
en su interior, es mentiroso y tiene en su interior un corazón
engañoso, eso es lo peor que un dios ha hecho para los mortales,
y el conocerlo es lo más doloroso de todo" (Elegías,
I,119-124).
18.7. Y Eurípides escribe: "¡Oh Zeus, ¿por
qué (has concedido) siempre signos claros a los hombres para
(conocer) el oro falso, pero cuando es necesario distinguir al
malo entre los hombres, no (hay) un carácter (o: marca) adherido
al cuerpo por la que se pueda descubrir al malvado entre los
varones?" (Medea,
516-519).
18.8. Y También el mismo Hiperides dice:
"Ninguna marca hay sobre el rostro de los hombres acerca del
pensamiento" (Fragmentos,
196).
Plagios entre
historiadores
19.1. De nuevo Estasino había
versificado: "Es necio el que mata al padre y deja vivos (lit.:
libres) a los hijos" (Cantos
de Chipre, fragmentos, 25);
19.2. y dice
Jenofonte: "Porque igual me parece ahora haber hecho como si
alguien, matando al padre, tiene consideración por la salud de
sus hijos" (es un pasaje de Heródoto,
Historias, I,155,5-7).
19.3. Y Sófocles, en el
Antígona (911-912), versificó: "Llegados al Hades padre y
madre, no habrá hermano que pueda nacer",
19.4. Heródoto
dice: "(Puesto que) mi padre y mi madre ya no existen, no tendré
otro hermano" (Historias,
III,119,25-26).
19.5. Sobre lo que versificó Teopompo:
"Los ancianos son dos veces niños, a decir verdad" (Fragmentos,
69);
19.6. y anteriormente a él, Sófocles, en el
Peleo: "Yo sola llevo
la casa del eácida Peleo, guió al anciano y lo educo de nuevo,
porque el varón que envejece viene a ser otra vez niño" (Fragmentos,
447).
19.7. el orador Antifón afirma: "Porque el cuidado
de un anciano es como educar a un niño" (Fragmentos,
87 B 66);
19.8. y el filósofo Platón: "Por lo que parece,
el anciano deviene otra vez niño" (Leyes,
I,646 A).
Plagios entre
oradores y filósofos
20.1. En verdad Tucídides
dice: "En Maratón, ellos solos se expusieron al peligro" (Historia
de la guerra del Peloponeso, I,73,4).
20.2.
(Mientras que) Demóstenes había dicho: "A los que en Maratón se
expusieron al peligro" (Sobre
la corona, 208).
20.3. Tampoco dejaré pasar por
alto aquellos [ejemplos]: Cratino, en
Pitine (la botella),
había dicho: "Tal vez conozcan las intrigas (o: los
preparativos)" (Fragmentos,
185).
20.4. Y el orador Andócides dice: "¡Señores jueces,
todos reconocen de cerca la intriga (o: la preparación) y el
ardor de mis enemigos!" (Sobre
los misterios, 1,1).
20.5. Así también Lisias, en
(el alegato) Sobre el depósito
contra Nicias dice: "¡Señores jueces, miren el engaño y el ardor
de los adversarios!" (Fragmentos,
35).
20.6. Y tras él Esquines dice: "¡Varones atenienses,
miren la intriga (o: la preparación) y el orden de batalla" (Contra
Ctésiphon, III,1).
20.7. En otra ocasión
Demóstenes había dicho: "Pienso, varones atenienses, que todos
ustedes más o menos habrán experimentado cuánto esfuerzo y
(cuántas) intrigas hubo por este pleito" (Sobre
la falsa embajada, 1).
20.8. Y lo mismo Filino:
"¡Oh señores jueces, pienso que ninguno de ustedes ignora
cuántos esfuerzos y formación en orden de batalla hubo en este
debate judicial!" (Fragmentos,
4)
Plagios entre
historiadores y autores cómicos
21.1. De nuevo, a
lo dicho por Isócrates: "Como si fuera parienta de los bienes, y
no de él" (Discursos [Aegineticus],
XIX31,
21.2. Lisias en Los huérfanos dice: "Y se puso de
manifiesto que él era pariente no de las personas, sino de sus
bienes" (Fragmentos,
84).
21.3. Y después versificó Homero: "¡Oh amigo mío, si
huyendo de esta guerra, pudiéramos vivir siempre sin envejecer
ni morir, tampoco yo combatiría en primera fila, ni te enviaría
a, la gloriosa batalla. Pero ahora, porque en todo caso se nos
presentan miles de destinos de muerte, de los que a un mortal no
es posible huir ni escapar, vamos, por si damos gloria a alguno
o alguien a nosotros" (Ilíada,
XII,322-328),
21.4. Teopompo escribe: "Porque si una vez
escapados del peligro presente fuera posible pasar todo el
tiempo restante sin limitaciones, no debería asombrar el amor a
la vida; pero ahora son tantas las fatalidades unidas a, la
vida, que parece ser muy preferible la muerte en las batallas" (Fragmentos,
115 F 287).
21.5. ¿Y qué? ¿El sabio Quilón no enunció la
sentencia: "Sal fiador y te arruinarás" (Estobeo,
Anthologium, 3,1, la
atribuye a Tales),
21.6. y Epicarmo pronunció la misma
sentencia con otro nombre, diciendo: "La ruina, es hija de la
fianza, y la fianza es hija de la condena" (Fragmentos,
23 B 25)?
Plagios de Eurípides y de algunos oradores
22.1.
Pero también [hay una cita] del médico Hipócrates: "Hay que
considerar la época, el lugar, la edad y las enfermedades" (Aforismos,1,2),
22.2. de la que Eurípides escribe en algún hexámetro la
expresión que dice: "El buen médico debe observar las
enfermedades después de examinar las dietas de los que habitan
en la ciudad y su tierra (= el clima de la tierra en que
habitan)" (Fragmentos,
917).
22.3. Homero también versificó: "Afirmo que ningún
hombre vivo ha huido jamás del destino" (Ilíada,
VI,488).
22.4. Y Arquino dice: "Para todos los hombres es
obligado el morir antes después" (Fragmentos,
3 B 738)..
22.5. Y Demóstenes [afirma]: "Porque la muerte
(es) para todos los hombres el fin de la vida, aunque uno
procure encerrarse en un cuartito" (Sobre
la corona, 97,6-7).
Plagios de autores cómicos y
de un poeta
23.1. Heródoto por su parte, en el
relato sobre el espartano Glauco, dice que la Pitia respondió
que para Dios procurar algo y hacerlo es lo mismo (cf. Heródoto,
Historias,
VI,86,54-56).
23.2. Y Aristófanes dijo: "Porque para Él
(es) igual poder hacer algo que pensarlo" (Fragmentos,
691),
23.3. y antes de esto Parménides de Elea: "Porque
lo mismo es pensar que ser" (Fragmentos,
28 B 3).
23.4. ¿Acaso También Platón no había dicho:
"Nosotros deberíamos decir, quizás no sin razón, el amor es la
vista, y la esperanza debilita la pasión, pero la memoria de las
relaciones íntimas la cuidan" (cf. Platón,
Fedro, 249 D; 250 C-D;
251 C)?
23.5. Y el cómico Dilemón escribe: "Primero todos
miran, más tarde se admiran, después contemplan con intensidad,
luego caen en la esperanza; así nace de esto el amor" (Fragmentos,
138).
23.6. Pero también Demóstenes había dicho: "Todos
nosotros somos deudores de la muerte" (Adversus
Leptinem, 97), etc.,
23.7. y Fanocles en
Amores o
Hermosos escribe: "Pero
la trama de las Parcas (es) insoluble, no es posible huir para
todos los que vivimos en la tierra" (Fragmentos,
3 D).
Plagios de un
historiador, Eurípides y Epicuro
24.1. Y
encontrarás también que Platón dijo: "El brote primero de toda
planta impulsada convenientemente a la perfección, es útil para
que llegue al fin de su propia naturaleza" (Leyes,
VI,765 E).
24.2. (Así), el historiador Éforo escribe:
"Pero ninguna de las plantas salvajes es naturalmente apta para
ser domesticada cuando ha pasado la edad más joven" (Fragmentos
inciertos).
24.3. Y aquello de Empédocles: "Porque
anteriormente yo devine niño y niña, arbusto, ave y mudo pez de
mar" (Fragmentos, 31 B
117),
24.4. lo parafrasea Eurípides en el Crisipo: "Nada
de lo que nace muere, sino que una cosa, diferenciándose de
otra, presenta una forma distinta" (Fragmentos,
839,12-14).
24.5. Platón en la República, dijo de las
mujeres son comunes;
24.6. y Eurípides en el Protesilao:
"Porque el lecho de la mujeres debe ser comunitario" (Fragmentos,
653).
24.7. Pero Eurípides escribió: "Por otra parte, a
quienes son sabios les basta lo necesario" (Fenicias,
554),
24.8. y Epicuro dijo abiertamente: "El bastarse a
sí mismo (aytárkeia)
(es) la mayor riqueza de todas" (Fragmentos,
476).
24.9. También Aristófanes escribió: "Si eres justo,
tendrás una vida estable; vivirás bien, sin turbación ni miedo"
(Fragmentos, 899);
24.10. y Epicuro dice: "La imperturbabilidad (ataraxía) es
el mayor fruto de la justicia" (Fragmentos,
515).
Plagios de obras
enteras
25.1. Estas son las formas del hurto
intelectual de los griegos, suficientes por su evidencia, para
dar un ejemplo claro a quien pueda ver. Pero no sólo se robaron
ideas y expresiones que ellos sustrajeron y parafrasearon, como
se ha visto, sino que también se probará que realizaron (lit.:
tienen) abiertamente robos totales.
25.2. Porque han
plagiado arbitrariamente (las obras) de otros exhibiéndolas como
propias; así Eugamón de Cirene copió íntegro el libro de Museo
Sobre los Tesprotos, y
Pisando de Camiro la Heraclea
de Pisino de Lindos, y Panyasis de Halicarnaso la
Toma de Escalia de
Creófilo de Samos.
Plagios de obras enteras (continuación)
26.1. Y
también encontrarán que el gran poeta Homero sustrajo aquello
que dijo: "Como un hombre alimenta un retoño lozano de olivo" (Ilíada,
XVII,53), y lo que sigue, literalmente trasladado desde Orfeo en
La desaparición de Dionisio.
26.2. En la
Teogonía, Orfeo, sobre
Cronos, versificó: "Yacía reclinado con el fuerte cuello de
lado, y el sueño, que todo lo domina, lo vencía" (Fragmentos,
149); éstos (versos son) los que Homero trasladó al Cíclope (cf.
Odisea, IX,372-373).
26.3. Hesíodo versificó sobre Melampo: "Pero es grato
también aprender cuanto los inmortales han hecho por los
mortales; clara señal de miserables y de buenos" (Fragmentos,
164), y lo que sigue, tomándolo textualmente del poeta Museo.
26.4. El cómico Aristófanes, en las primeras
Tesmoforías, trasladó
versos de Los quemados
de Cratino.
26.5. Y el cómico Platón y Aristófanes en el
Dédalo, se plagian el
uno al otro.
26.6. Ciertamente el Cócalo, compuesto por
Áraros, hijo de Aristófanes, (fue trasladado), aunque cambiado,
por el cómico Filemón en la comedia
El supuesto.
26.7. Los historiadores Eumelo y Acusilao cambiaron a prosa
relatos de Hesíodo, y los presentaron como propios.
26.8.
De Meleságoras robaron los historiadores Gorgias de Leontino y
Eudemo de Naxo, y además de esos Bión de Proconeso, quien
también transcribió (la historia) de Cadmos el Anciano
resumiéndola; y también Anfíloco, Aristocles, Leandrio,
Anaxímenes, Helánico, Hecateo, Androción y Filócoro; Dieuquidas
de Megara cambió el principio de su obra respecto de la
Deucalionía de Helánico.
Conclusión del capítulo
segundo
27.1. Y guardo silencio sobre Heráclito de
Éfeso, que tomó gran parte de Orfeo.
27.2. Y Platón
también sacó la doctrina de la inmortalidad del alma de
Pitágoras, y éste (la tomó) de los egipcios.
27.3. Muchos
(autores) de la escuela platónica han compuesto escritos donde
se demuestra que la mayor parte y los más importantes doctrinas
tanto de los estoicos, como dijimos al principio (cf. VI,5,1;
VI,26,8), y de Aristóteles las han tomado de Platón.
27.4. Pero también Epicuro elaboró sus principales doctrinas a
partir de Demócrito.
27.5. Quede esto así. Porque
faltaría vida si pretendiera recorrer, refutando uno a uno
individualmente, el hurto egoísta de los griegos, y cómo usurpan
para sí el hallazgo de sus mejores doctrinas, (pero) que han
tomado de nosotros.
Capítulo III: Plagios de los
griegos a los textos bíblicos
Introducción
28.1. Pero ya no sólo son acusados de haber sustraído sus
doctrinas de los bárbaros, sino también de haber imitado además
las maravillas realizadas para nuestra conversión desde lo alto
(lit.: arriba), por divino poder, mediante los que han vivido
santamente, contando cosas extrañas en [su] mitología griega.
28.2. Así también nosotros les preguntaremos si esas cosas
que ellos relatan son verdaderas o falsas. Pero no dirán que son
falsas -porque así voluntariamente se condenarán a sí mismos al
escribir falsedades, lo que (sería) la mayor necedad-; pero
confesarán necesariamente que son verdaderas.
28.3. Y
entonces, ¿cómo les puede parecer todavía increíble lo mostrado
prodigiosamente por Moisés y los otros profetas? Porque Dios
omnipotente, que cuida de todos los hombres, les conduce a la
salvación a unos con mandamientos y a otros con amenazas, a unos
con señales prodigiosas y a algunos con buenas promesas.
28.4. Ahora bien, se dice que, sobreviniendo en cierta ocasión
una prolongada sequía extrema, arruinó la Hélade y persistiendo
la esterilidad de los árboles frutales (lit.: la agonía de los
frutos), los hambrientos griegos que sobrevivieron fueron
suplicantes a Delfos y preguntaron a la Pitia cómo podrían
liberarse del castigo.
28.5. Ella les respondió que sólo
había un remedio para la desgracia: acudir a las oraciones de
Eaco (= dios de la mitología griega). Se dejó persuadir por
ellos Eaco, subió al monte Helénico, extendió sus manos puras
hacia el cielo, invocó al dios padre de todos y le suplicó que
tuviera piedad de la agotada Hélade.
28.6. Tan pronto
como hubo rezado, resonó un trueno extraordinario y todo el aire
en torno se cubrió de nubes; y cayeron torrenciales y continuas
lluvias, que inundaron toda la región. Como consecuencia llegó
una abundancia de frutos (para la tierra), fecundada por las
oraciones de Eaco.
La
Sagrada Escritura nos enseña cómo Dios escucha a quienes creen
en Él
29.1. Dice [la Escritura]: Samuel llamó al
Señor, y en día de recolección el Señor le dio truenos y lluvia"
(1 S 2,18).
29.2. ¿Ves cómo hay un solo Dios, "que hace
llover sobre justos e injustos" (Mt 5,45) mediante los poderes
que le están sometidos?
29.3. Y toda nuestra Escritura
(está) llena de cómo Dios escucha las oraciones de los justos y
cumple una a una las peticiones de los que suplican.
29.4. También los griegos cuentan que una vez, habiendo cesado
los vientos etesios, Aristeo (= divinidad mitólogica de los
griegos) ofreció un sacrificio a Zeus Icmeo en Ceos. Porque la
calamidad era grande, puesto que todo ardía por el ardor del sol
y además porque no soplaban los vientos que de ordinario
refrescaban los frutos; pero (Zeus) llamándolos (los hizo
retornar) fácilmente.
29.5. Y cuando Jerjes marchaba
sobre la Hélade, la Pitia anunció a los délficos: "¡Oh délficos,
rueguen a los vientos y les irá mejor!" (Oráculos
de Delfos, fragmentos, 113); ellos hicieron un altar y un
sacrificio a los vientos y éstos les socorrieron. Porque
soplando fuertemente alrededor del cabo (o: promontorio) Sepíade
hicieron añicos toda la escuadra naval del [rey] Persa.
Los griegos tomaron de la
Biblia la convicción de que los justos obran maravillas
30.1. Empédocles de Agrigento fue llamado el que detiene los
vientos. En efecto, se dice que soplando desde las montañas de
Agrigento un viento abrumador y pestilente para los habitantes,
y que además era causa de esterilidad para sus mujeres,
[Empédocles] hizo que cesara el viento.
30.2. Por eso él
mismo también escribe en sus poesías: "Calmarás el ardor de los
vientos infatigables que, levándose sobre la tierra, devastan
los sembrados de los mortales; y de nuevo, si quieres,
establecerás su soplar binhechor" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B
111,3-5).
30.3. Y decía que le acompañaban "unos
necesitados de adivinaciones y otros que estaban afligidos
durante mucho tiempo por penosas enfermedades" (Empédocles,
Fragmentos, 31 B
112,10. 12).
30.4. Sin duda, [los griegos] han creído,
por nuestras Escrituras, que los justos realizaban curaciones,
prodigios y milagros. Porque si algunos poderes son capaces de
remover los vientos y distribuir las lluvias, no obstante
escuchen lo del Salmo: "¡Cuán amables son tus moradas, Señor de
los ejércitos!" (Sal 83 [84],2).
30.5. Éste es el Señor
de los ejércitos, de los principados y de las potestades, sobre
el que Moisés dice, para que permanezcamos unidos a Él:
"Circunciden la dureza de su corazón y no endurezcan más su
cuello; porque el Señor su Dios, Él es Señor de los señores,
Dios de los dioses, el Dios grande y fuerte" (Dt 10,16-17), y lo
que sigue a eso.
30.6. E Isaías dice: "Alcen a lo alto
sus ojos y miren: ¿Quién ha manifestado todo eso?" (Is 40,26).
Las intervenciones divinas
en los fenómenos naturales
31.1. Pero algunos
dicen que las pestes, granizadas, tormentas y cosas semejantes
suelen acontecer no sólo por las perturbaciones de la materia,
sino también por la ira de algunos seres divinos (lit.:
demonios) o también de ángeles no buenos.
31.2. Así, se
dice que en Cleonas (= ciudad de Grecia) los magos examinando
los fenómenos celestiales de las nubes a punto de granizar,
apartaron con cantos (lit.: odas) y sacrificios la amenaza de la
ira.
31.3. Y si por algún motivo les faltaban víctimas,
se hacían sacar sangre del dedo y así mantenían el sacrificio.
31.4. Con los sacrificios que los atenienses habían ofrecido
antes de la peste, Diótirna de Mantinea (= sacerdotisa
ateniense) difirió la epidemia diez años, al igual que los
sacrificios de Epimémdes de Creta les valieron a los atenienses
para retrasar por igual período de tiempo la guerra persa. Y
piensan que no (hay) diferencia en llamar dioses o ángeles a
estas personas (lit.: almas).
31.5. Ahora bien, los
expertos en la materia, al edificar han colocado en muchos
templos, y aún en casi todos, monumentos de los muertos;
llamando daímones a sus almas, y enseñando que deben recibir
honores divinos por parte de los hombres, ya que por la
integridad de su vida han obtenido por divina providencia el
poder de recorrer la tierra en torno para servicio de los
hombres. Porque sabían que algunas almas estaban naturalmente
dominadas en el cuerpo.
Demócrito. La epifanía del
monte Sinaí
32.1. Pero sobre estas cuestiones
trataremos en el momento oportuno, en el tratado sobre los
ángeles (= obra desconocida), siguiendo nuestros escritos.
32.2. Demócrito, por las muchas predicciones que hizo a
partir de la observación de los fenómenos atmosféricos, fue
apodado "Sabiduría". Una vez recibido con benevolencia por el
hermano Dámaso y haciendo conjeturas [por la posición] de los
astros, le predijo que habría un gran diluvio. Así, los que
confiaron en él recogieron los frutos -puesto que era verano, y
estaban aún en el campo (lit.: en las eras)-; pero los otros lo
perdieron todo, porque se desencadenó una lluvia imprevista y
torrencial.
32.3. ¿Cómo, entonces, los griegos no creerán
en la epifanía divina del monte Sinaí, cuando el fuego ardía sin
consumir ningún arbusto de los que crecen en la montaña (cf. Ex
3,2), y se difundía un sonido de trompetas sin que nadie soplase
instrumento alguno (cf. Ex 19,18-19)?
32.4. Porque, según
se dice, aquella denominada bajada de Dios sobre el monte es una
manifestación del poder divino que inunda todo el mundo y
proclama la luz inaccesible (cf. 1 Tm 6,16). Porque ésa (es) la
alegoría de la Escritura.
32.5. Pero, como dice
Aristóbulo: "Veían el fuego, y toda la multitud, no menos de un
millón de personas sin (contar a) los niños, se reunía alrededor
del monte; y se necesitaban no menos de cinco días para recorrer
el perímetro de la montaña" (Aristóbulo,
Fragmentos, 2; citado
por Eusebio de Cesarea,
Preparación evangélica, VIII,10,12-17).
Relatos de los griegos
semejantes a los de la epifanía del Sinaí
33.1. "Y
se veía, arder el fuego en todos los sitios de la aparición y
por todos los que estaban alrededor, como si estuvieran
acampados, y su descendimiento no estuvo limitado a un solo
lugar, puesto que Dios está en todas partes" (Aristóbulo,
Fragmentos, 2; citado
por Eusebio de Cesarea,
Preparación evangélica, VIII,10,12-17).
33.2. Los
que componen historias dicen que en la costa de la isla
Británica existe una cueva a los pies de un monte y una abertura
sobre la cima. Cuando el viento penetra por la cueva y choca
contra las paredes de la cavidad, se oye una resonancia de
címbalos golpeados armoniosamente.
33.3. Muchas veces
también en los bosques, cuando los arbustos son movidos por
repetidas ráfagas de viento: se oye un sonido semejante a un
canto de pájaros.
33.4. También los que han compuesto [la
historia de] los "Persas" refieren que en los lugares más altos
de la región de los Magos (= Capadocia) hay tres montes
seguidos, en una gran llanura. Los que atraviesan ese lugar,
cuando llegan al primer monte, oyen una voz confusa, como de
varios miles de personas que gritan igual que (un escuadrón) en
orden de batalla. Y alcanzada la cima [del monte] del medio,
oyen también un estrépito más fuerte y a la vez más claro. Y
sobre el final sienten cantar como cantos de fiesta de
vencedores.
33.5. Pienso que la causa de todos esos
sonidos es la llanura del lugar y las concavidades (de allí).
Por eso el viento que entra choca dentro y (es) rechazado de
nuevo al mismo lugar, resonando con mayor fuerza.
Conclusión del capítulo
tercero
34.1. Las cosas son así. Pero Dios
todopoderoso, también sin soporte alguno, puede producir sonidos
y representaciones auditivas, cuando desea mostrar su grandeza
más allá de cuanto se suele confiar al orden físico, con miras a
la conversión del alma que todavía no cree a la recepción del
mandamiento dado.
34.2. Existiendo una nube y un monte
elevado, ¿cómo no era posible escuchar diversos sonidos, al
levantarse (lit.: moverse) el viento por la causa que lo
produce? Por eso también dice el profeta: "Ustedes oyeron voces
de palabras, y no vieron imagen de rostro" (Dt 4,12; lit.: no
vieron la semejanza; cf. Jb 28,22).
34.3. Mira cómo la
voz del Señor (es) el Verbo sin figura; porque el poder del
Verbo (es) la palabra luminosa del Señor, la verdad que ha
descendido desde lo alto del cielo sobre la reunión (o:
asamblea) de la Iglesia, actuando mediante el servicio directo y
luminoso.
Capítulo IV: Plagios de los
griegos a los egipcios y a los habitantes de la India
Introducción. Las
procesiones de los egipcios
35.1. Encontramos
también otro testimonio corroborando que los más excelentes de
los filósofos usurparon de nosotros las más hermosas doctrinas y
se vanagloriaron (de ellas) como propias; y de los otros
bárbaros tomaron ciertas flores que inspiraban a algunas de las
escuelas, principalmente la de los egipcios; entre otras,
también la doctrina sobre la transmigración del alma en los
cuerpos.
35.2. Porque los egipcios van detrás de una
filosofía propia; así lo demuestra ante todo su venerable
práctica religiosa.
35.3. Porque en primer lugar avanza
delante el cantor, llevando alguno de los símbolos de la música.
Dicen que éste debe llevar dos libros de Hermes, uno de los
cuales contiene himnos de los dioses, y el otro un cómputo de la
vida del rey.
35.4. Después del cantor (va) el astrólogo
que lleva los signos de la astrología en la mano: un reloj y una
palma. Éste debe tener siempre en la boca los tratados de
astrología de los libros de Hermes, que son cuatro en número:
sobre las disposiciones de las estrellas que aparecen fijas;
sobre el curso del sol, de la luna y de los cinco planetas;
sobre los eclipses (o: conjunciones) e iluminaciones del sol y
de la luna; y el último, sobre los nacimientos (de los mismos).
Las procesiones de los
egipcios (continuación)
36.1. Sigue después el
escriba sagrado, llevando plumas sobre la cabeza, un libro en la
mano y un cesto, que contiene la tinta de escribir y el junco
con el que escriben. Debe conocer los llamados jeroglíficos, lo
relativo a la cosmografía y la geografía del curso del sol, de
la luna y de los cinco planetas, la topografía de Egipto y el
plano del Nilo, la catalogación de los objetos sagrados y la de
los lugares en que ellos consagran con sus medidas y de todo lo
que se utiliza para el culto sagrado.
36.2. Detrás de los
arriba mencionados viene el encargado del vestuario, llevando la
balanza de la justicia y (el vaso) a las libaciones. Éste conoce
todo lo referente a la disciplina y a lo que se denomina "moschosphragistika"
(= el arte de preparar los sacrificios). Y diez [libros] son los
que se refieren al culto de sus dioses y abarcan toda la piedad
de los egipcios: lo relativo a sacrificios, primicias, himnos,
oraciones, fiestas y cosas semejantes.
Las procesiones de los
egipcios (conclusión)
37.1. Al final de todos
viene el profeta que aprieta contra el pecho visible a la
hidria (= vaso
agujereado que representaba en Egipto al dios del agua), al que
siguen los encargados de llevar los panes.
37.2. Éste,
como superintendente del templo, aprende los diez libros
llamados sacerdotales -que tratan sobre las leyes, los dioses y
todo lo relativo a la educación de los sacerdotes-. Porque entre
los egipcios el profeta es también el encargado de la
distribución de los tributos.
37.3. Así entonces, los
libros de Hermes son cuarenta y dos, y totalmente necesarios. De
ellos, los mencionados (funcionarios) se aprenden de memoria
treinta y seis, que contienen toda la filosofía de los egipcios;
y los restantes seis (competen) a los "pastóforos" (= los que
llevaban la estatua de un dios en una urna), y tratan sobre la
medicina: sobre la condición del cuerpo, las enfermedades, los
instrumentos, las medicinas, las afecciones de los ojos y, por
último, sobre la ginecología.
La sabiduría de la India
38.1. Tratando de ser breve, esto es lo que se
refiere a los egipcios. Pero también la filosofía de los indios
ha sido muy consolidada por ellos.
38.2. Alejandro de
Macedonia capturó diez gimnosofistas de la India, los que
parecían mejores y más concisos en los discursos, a quienes
propuso unas cuestiones (lit.: problemas), con la amenaza de que
mataría a quien no respondiera atinadamente, y ordenó al más
anciano de ellos que fuera juez al respecto.
38.3. El
primero, preguntado si pensaba que eran más los vivos que los
muertos, respondió que eran los vivos; porque los muertos no
existen.
38.4. Al segundo se le preguntó si era la tierra
o el mar lo que produce animales más grandes, y respondió que la
tierra; puesto que efectivamente el mar es parte de ella.
38.5. Al tercero, cuál es el más astuto de los seres vivos
que todavía no ha sido completamente conocido, y dijo que el
hombre.
38.6. El cuarto, preguntado por qué razón habían
incitado a sublevarse a Sabbas, siendo su jefe, respondió:
"Queríamos que él viviese o muriese con honor (lit.: bien,
hermosamente)".
38.7. Interrogado el quinto sobre quién
había nacido antes, el día o la noche, respondió: "La noche un
día antes. Porque de preguntas insolubles (o: imposibles) es
necesario que sean insolubles también las respuestas".
38.8. Preguntado el sexto cómo (un hombre) podría hacerse amar
más, dijo: "Si es el más fuerte, no haciéndose más temible".
38.9. Preguntado el séptimo sobre cómo un hombre puede
devenir un dios, respondió: "Si hiciera lo que para un hombre no
es posible".
38.10. Interrogado el octavo si es más
fuerte la vida que la muerte, respondió que la vida, porque trae
muchos males.
38.11. El noveno, interrogado respecto de
hasta cuándo es viva, dijo que hasta que no piense que es mejor
morir que vivir.
38.12. Y cuando Alejandro ordenó al
décimo que hablara, porque era el juez, dijo: "Cada uno ha
respondido peor que el otro". Y dijo Alejandro: "Entonces, ¿no
deberías morir tú el primero, si juzgas así?". Y aquél
respondió: "¿Cómo puede ser verdad, oh rey, si has dicho que
matarías primero al que hubiera respondido peor?"(1).
(1)
"Lógicamente debería morir el segundo sabio en primer lugar,
puesto que es el primero en responder peor que el precedente.
Condenando al más anciano, Alejandro no respeta los términos de
la prueba. Por tanto, todos debían salvarse" (SCh 446, p. 139,
nota 1).
Capítulo V: La universalidad de
la salvación
La veneración de Dios
39.1. Y que ciertamente los griegos son convictos de
robar toda la Escritura, se ha demostrado suficientemente,
pienso yo, mediante numerosas pruebas. Por otra parte, los
griegos más notables no conocen a Dios con conocimiento cierto
(o: profundo; cf. Rm 10,2), sino según circunlocución (o:
perífrasis); lo dice Pedro, en el
Kerigma (= escrito
apócrifo):
39.2. "Sepan que hay solo Dios, que hizo (o:
creó) el principio de todas las cosas, y tiene la potestad de
(su) fin.
39.3. Él es [el Dios] invisible, el que lo ve
todo; no tiene lugar y Él lo contiene todo; no necesita de nada
y de Él tienen necesidad todos los seres y por Él existen;
inefable (o: inasible, incomprensible), eterno, incorruptible,
increado, que todo lo ha hecho con la palabra de su poder" (Kerigma
Petri, 2; cf. Hb 1,3; 1 Co 1,24), de la Escritura
gnóstica, esto es, del
Hijo (o: [lo que designa] al Hijo en la Escritura [comprendida]
gnósticamente).
39.4. Después añade: "Veneren a ese Dios, pero no como los
griegos" (Kerigma Petri,
3); porque evidentemente nosotros damos culto al mismo Dios que
los sabios griegos, pero [éstos] no con un conocimiento
profundo, completo, que no han aprendido mediante la tradición
del Hijo.
39.5. Ciertamente no dice: "No veneren al Dios
que veneran los griegos, sino no como los griegos"; (desea)
cambiar el modo del culto a Dios, pero no proclamar otro [Dios].
El culto de los paganos no
es auténtico
40.1. Qué es ese "no como los
griegos" lo esclarece el mismo Pedro al agregar: "Porque se
dejan llevar por la ignorancia y no conocen a Dios como
nosotros, según la perfecta
gnosis de las cosas que Él había puesto a su disposición,
para su uso -maderas y piedras, bronce, hierro, oro y plata-, de
materia puesta para su servicio, (sino que) han elevado la
materia, venerándola;
40.2. también veneran a los
animales que Dios les había dado como alimento: las aves del
cielo, los peces del mar, los reptiles de la tierra y las fieras
salvajes, juntamente con los ganados cuadrúpedos del campo (cf.
Gn 1,26), las comadrejas, ratones, gatos, perros y monos; y les
ofrecen como sacrificio los alimentos propios de los mortales, y
presentan como ofrenda cadáveres a cadáveres (o: muertos a
muertos), como a dioses; ingratos para con Dios, porque mediante
estas cosas niegan que Él exista" (Kerigma
Petri, 3).
Tampoco el culto de los judíos es auténtico
41.1.
Y puesto que se dice que tanto los griegos como nosotros mismos
reconocemos al mismo Dios, aunque no del mismo modo, por eso
añade de nuevo poco después:
41.2. "Tampoco den culto
como los judíos; porque también ellos, pensando que son los
únicos que conocen a Dios, no lo conocen, porque dan culto a
ángeles y arcángeles, a los meses y a la luna.
41.3. Y si
la luna no sale, no celebran el sábado, llamado el primero;
tampoco celebran el novilunio, ni los ácimos, ni la fiesta (de
los tabernáculos), ni el gran día [de la expiación]" (Kerigma
Petri, 4).
41.4. Después añade el colofón a su
investigación: "Por tanto, también ustedes aprendan con santidad
y justicia lo que les transmitimos, custódienlo y den culto a
Dios de forma nueva por medio de Cristo.
41.5. Porque en
las Escrituras encontramos lo mismo que el Señor dice: "He aquí
que les entrego una nueva alianza, no como la transmitida a sus
padres en el monte Horeb" (Jr 38 [31 hebr.],31-32).
41.6.
Él ha establecido con nosotros una [alianza] nueva; porque las
[establecidas] con los griegos y los judíos son anticuadas, y
nosotros, los cristianos de la tercera generación, damos culto a
Dios de una manera nueva" (Kerigma
Petri, 5).
41.7. Porque me parece que [Pedro]
demostró con claridad que el solo y único Dios es conocido por
los griegos de forma pagana, por los judíos en forma judía, y
por nosotros de una forma nueva y espiritual.
Dios les regaló a los griegos
la filosofía
42.1. Y también sugirió que el mismo
Dios es el autor (lit.:
chorégos: jefe del coro) de los dos Testamentos, y dio a
los griegos la filosofía helénica, por la cual el Todopoderoso
es glorificado entre los griegos. Y esto también (es) claro por
lo que sigue.
42.2. En efecto, los que (proceden) de la
cultura (paideía) griega, como los que (vienen) del linaje de la
Ley (y) los que acceden a la fe, están reunidos en el pueblo que
se salva, y no son tres pueblos diferenciados (o: divididos) en
el tiempo, para que se deba pensar que sus naturalezas son tres
[distintas], sino que son educados con diversas alianzas por el
único Señor, (y) existen por la palabra de un único Señor.
42.3. De la misma manera que Dios quiso salvar a los judíos
dándoles los profetas, así también suscitó entre los más
ilustres griegos profetas en su propia lengua, al estar (en
condiciones) de recibir la acción benéfica de Dios,
distinguiéndoles del resto de los hombres del vulgo, como lo
demostrará, además de la "Predicación de Pedro", el apóstol
Pablo diciendo:
Una
sola salvación y un solo Dios
43.1. "Tomen también
los libros griegos. Conozcan a la. Sibila, cómo manifiesta que
hay un solo Dios y los acontecimientos futuros, y tomando a
Histaspes (= sabio persa), reconocerán y encontrarán que está
descrito de manera muy luminosa y clarísima el Hijo de Dios, y
cómo muchos reyes se levantarán en orden batalla contra Cristo,
porque le odian a Él y a quienes llevan su nombre, a, los que le
creen, a su paciencia y a su venida" (cita de origen incierto,
¿procede de los Acta Pauli?).
43.2. Después con una palabra nos pregunta: "¿Pero todo el
mundo y lo que (hay) en el mundo de quién (es) ¿No es de Dios?"
(cita de origen incierto, ¿procede de los
Acta Pauli?).
43.3. Por eso Pedro afirma que el Señor había dicho a los
apóstoles: "Si alguno de Israel quisiera arrepentirse y creer en
Dios por mi nombre, se le perdonarán los pecados. Después de
doce años salgan por el mundo. Que nadie diga: "No hemos oído""
(Kerigma Petri, 2).
Capítulo VI: La universalidad
de la salvación
Testimonio del profeta Isaías
44.1. Al igual que ahora, a su tiempo, ha llegado la
predicación [del Evangelio], así a su tiempo fueron dados la Ley
y los profetas a los bárbaros, y a los griegos la filosofía,
habituando los oídos para la predicación.
44.2. "Así dice
el Señor que salvó a Israel: En el tiempo favorable te escuché,
en el día de la salvación te ayude y te puse como alianza de Los
pueblos para ocupar la tierra y para heredar la herencia del
desierto, diciendo a los que están prisioneros: "Salgan"; y a
los que están en la tiniebla: "Vengan a la luz"" (Is 49,7-9).
44.3. Porque si los prisioneros (son) ciertamente los
judíos, de los que el Señor también dijo: "Salgan de las
cárceles los que quieran" (Agraphon,
n. 88), hablando de los que estaban voluntariamente encadenados
y "que se habían colocado encima pesos insoportables" (Mt 23,4;
Lc 11,46) [dice] por una inútil imposición humana, es evidente
que "los que están en las tinieblas" serán los que tienen
sepultada en la idolatría la parte del alma que hace de guía (hegemonikón;
cf. Platón, República,
VII,533 D).
44.4. Porque a los justos según la Ley
todavía les faltaba (cf. Lc 18,22) la fe en el Señor; y por eso,
a los que curaba, el Señor les decía: "Tu fe te ha salvado" (Mt
9,22; Mc 5,34; Lc 7,50; 8,48; 17,19; 18,42); pero a los justos
según la filosofía no sólo les faltaba la fe en el Señor, sino
también el abandono de la idolatría.
44.5. Ahora,
revelada la verdad, también ellos se arrepintieron de lo
realizado anteriormente. Por eso el Señor también evangelizó a
los que se encontraban en el Hades (cf. 1 P 3,19).
Resumen del libro segundo de
los "Stromata"
45.1. Así dice la Escritura: "Llama
el Hades a la perdición: "Su belleza no la vimos, pero oímos su
voz"" (Jb 28,22; Dt 5,24).
45.2. Y no fue el lugar el que
al captar la voz dijo lo anteriormente escrito, sino los que
habían bajado al Hades, y que se entregaron a sí mismos a la
perdición, como arrojados voluntariamente de una nave al mar;
ésos son los que sintieron la voz y el poder divinos.
45.3. En efecto, ¿quién estando cuerdo juzgaría que las almas de
los justos y las de los pecadores merecen la misma condena,
insinuando que la Providencia es injusta?
45.4. ¿Y qué?
¿No muestran [las Escrituras] que el Señor evangelizó a los que
murieron en el diluvio (lit.: cataclismo; cf. Gn 7,21), y sobre
todo a los encadenados (cf. 1 P 3,19-20) y a los retenidos con
custodia y guardia?
45.5. Ya se ha demostrado en el
[libro] segundo de los "Stromata" (II,44,1-3) que los apóstoles,
siguiendo al Señor, evangelizaron también a los que se
encontraban en el Hades. Porque era necesario, creo yo, que al
igual que aquí (en la tierra), también allí los mejores de los
discípulos fueron imitadores del Maestro (cf. Mt 10,25); para
que al igual que Él (lo hizo) con los hebreos, así también
aquellos [apóstoles] condujeran a convertirse a los gentiles, es
decir, a aquellos que permanecían en justicia según la Ley y la
filosofía, pero no habían vivido de modo perfecto, sino que
habían pasado la vida en pecado.
45.6. Porque convenía a
la divina economía que los que tenían más méritos en la justicia
y que habían permanecido preferentemente (en ella), y se habían
convertido de sus faltas, aunque se encontraran en otro lugar (=
el Hades) para confesarlo, estando entre aquellos que pertenecen
al todopoderoso Dios (cf. Lc 1,49), pudieran salvarse cada uno
según la propia gnosis.
Testimonio de "El Pastor"
de Hermas
46.1. El Salvador actúa, pienso yo,
puesto que su obra es salvar (cf. Jn 3,17; 5,17; 9,4). Y eso,
pues, es lo que hizo: atrajo hacia la salvación (cf. Jn 6,44) a
los que quisieron creer en Él mediante la predicación, en
cualquier lugar que se encontraran.
46.2. Por eso, si el
Señor no descendió al Hades sino para evangelizar, como
(efectivamente) descendió, o evangelizó a todos o sólo a los
hebreos.
46.3. Ciertamente si [evangelizó] a todos,
entonces se salvarían todos los que creyeran, aunque provinieran
de los gentiles, puesto que allí abajo confesaron la fe; además,
los castigos salvadores y educativos de Dios conducen a la
conversión, y prefieren más el arrepentimiento del pecador que
la muerte (cf. Ez 18,23; 33,11; 1 Tm 2,4); y por ello, cuando
las almas están liberadas de los cuerpos, pueden ver con mayor
pureza, y aunque estén oscurecidas por las pasiones, ya no están
adheridas a la carne.
46.4. Pero si [el Señor] evangelizó
sólo a los judíos, a quienes faltaba el pleno conocimiento y la
fe mediante el Salvador, entonces es evidente que, no teniendo
Dios acepción de personas (cf. Hch 10,34; Rm 2,11; 1 P 1,17),
también los apóstoles, como aquí, también allí evangelizaron a
los gentiles dispuestos a la conversión, y así se dice
bellamente en "El Pastor" [de Hermas]:
46.5.
"Descendieron, por tanto, con ellos al agua, pero éstos
descendieron vivos y subieron vivos; pero aquellos que
permanecían dormidos en la muerte descendieron muertos y
subieron vivos" (Hermas, El
Pastor, Sim., IX,16,6).
La omnipresencia de Dios
47.1. Pero también dice el Evangelio que ciertamente
resucitarán muchos cuerpos de los que habían dormido (cf. Mt
27,52); claramente pasarán así a un mejor estado. Se ha
producido un movimiento universal y un cambio según la economía
del Salvador.
47.2. Así, entonces, un justo en cuanto
justo no difiere de otro justo, aunque pertenezca a la Ley o sea
griego, porque Dios no es sólo Señor de los judíos, sino de
todos los hombres (cf. Rm 3,29; 10,12), pero más inmediatamente
(es) Padre de los que le reconocen (cf. Jn 17,25).
47.3.
Si, por tanto, vivir rectamente también es vivir conforme a la
Ley (cf. Rm 7,21), y si vivir razonablemente es vivir conforme a
la Ley, los que vivieron rectamente antes de la Ley fueron
contados entre los creyentes y juzgados justos (cf. Gn 15,6; Rm
4,3; 9,30), porque es claro que también los que estaban fuera de
la Ley y gracias a la naturaleza peculiar de su alma vivieron
rectamente, aunque se encontraran en el Hades y bajo custodia, y
al escuchar la voz del Señor, bien la auténtica bien aquella
otra que actuaba por medio de los apóstoles, se convirtieron
rápidamente y creyeron. Porque recordamos que el Señor es poder
de Dios (cf. 1 Co 1,24), y ese poder jamás se debilitará.
47.4. Así, me parece, se demuestra que Dios es bueno y que
el Señor es poderoso para salvar con justicia y equidad a los
que se convierten aquí o en otro lugar. Porque no sólo aquí [en
la tierra] se muestra el poder que actúa, sino que se está por
todas partes y actúa siempre (cf. Jn 5,17).
Testimonio del "Kerigma Petri"
48.1. En la "Predicación de Pedro", el Señor dice a
los discípulos después de la resurrección:
48.2. "Los he
elegido a ustedes doce, (porque) los he juzgado discípulos
dignos de mí -los que el Señor prefirió-, y los he estimado
apóstoles fieles, para enviarlos por el mundo a evangelizar a
los hombres de todo el universo, para que conozcan que hay un
solo Dios, y manifestar las cosas futuras por la fe en mí, el
Cristo, a fin de que los que escuchen y crean se salven, pero
los que, habiendo escuchado, no crean darán testimonio también,
porque no podrán excusarse diciendo: "No hemos oído"" (Kerigma
Petri, 7).
48.3. ¿Y qué? ¿No ha habido también en
el Hades la misma economía? Allí también las almas todas que
escucharen la predicación mostrarán el arrepentimiento o
confesarán que es justo el castigo por no haber creído.
48.4. Sería un acto de clara iniquidad que los que han partido
antes de la venida del Señor, sin haber sido evangelizados, y,
por ello, sin tener responsabilidad alguna en creer o no creer,
tuvieran salvación o castigo.
48.5. Porque no es justo
que ésos sean condenados sin juicio, y que sólo gocen de la
justicia divina los que han existido después de la venida [de
Cristo].
48.6. A todas las almas dotadas de razón se les
ha dicho desde lo alto: "Todo lo que cada uno de ustedes haya
realizado en [estado de] ignorancia, y no haya conocido
claramente a Dios, si, una vez reconocido, se arrepiente, a ese
le serán perdonados todos los pecados" (Kerigma
Petri, 8).
48.7. "Miren dice [la Escritura]: He
puesto ante ustedes la muerte y la vida para que elijan la vida"
(Dt 30,15. 19); Dios dice que les han sido puestas para comparar
y elegir, no que las haya hecho a las dos.
Testimonio de la Escritura
49.1. Y en otro pasaje de la Escritura dice: "Si me
escuchan y quieren, comerán los bienes de la tierra; pero si no
me escuchan ni quieren, una espada los devorará, puesto que lo
ha dicho la boca del Señor" (Is 1,19-20).
49.2.
Nuevamente y con claridad David, o mejor el Señor en la persona
del santo -puesto que es uno mismo desde la fundación del mundo,
todo ha sido salvado por la fe y será salvado en las diversas
épocas-:
49.3. "Exultó mi corazón y se alegró mi lengua.
Incluso también mi carne descansará en esperanza, dice, porque
no abandonarás mi alma, en el Hades, ni permitirás que tu fiel
vea la corrupción. Tú me has hecho conocer el camino de la vida;
me llenarás de alegría, tu presencia" (Sal 15 [16],11; cf. Hch
2,26-28).
"De fieras a
hombres de Dios"
50.1. Lo mismo que el pueblo era
apreciado para el Señor (cf. Ex 19,5), así todo el pueblo santo
se halla (lit.: está con) con el judío, y el convertido de los
gentiles, el que fue profetizado como el prosélito (=
extranjero; cf. Is 14,1; 43,12; 56,3. 6; 60,10; 61,5; Dt 28,43).
50.2. Por eso dice justamente la Escritura que el buey y la
osa pacerán juntos (cf. Is 11,7). Se llama buey al judío (por
semejanza) con el animal uncido en el yugo de la Ley; (también)
es juzgado puro, porque el buey tiene la pezuña hendida y rumia
(cf. Lv 11,3).
50.3. Pero (el pueblo) gentil es
representado por la osa, animal impuro y salvaje. Engendra la
cría como una carne informe, y con la lengua va dando figura
hasta darle semejanza de animal. Porque el gentil que se
convierte (de la gentilidad) es formado por el Verbo hasta
abandonar la vida animal, y una vez domesticado también él se
santifica como el buey.
50.4. He aquí lo que dice el
profeta: "Me bendecirán las sirenas y las hijas de las
avestruces y todas las fieras del campo" (Is 43,20).
50.5. Hay que re conocer que las fieras del campo -es decir del
mundo- es (lo propio) de los animales impuros; llama fieras a
los salvajes respecto a la fe, groseros en cuanto a la vida y no
purifica dos en la justicia según la Ley.
50.6. Ahora
bien, de fieras pasan a ser hombres de Dios por la fe en el
Señor; desde su deseo inicial de cambiarse progresan hasta
devenir [otros].
50.7. Porque el Señor ciertamente
exhorta a unos, pero a los que ya están dispuestos a actuar les
tiende la mano y los lleva hacia arriba (cf. Jn 6,44), "porque
el Señor de todos no se somete a nadie ni se inmuta ante poder
[alguno], puesto que Él ha hecho al pequeño y al grande, y
provee a todos de igual manera" (Sb 6,7).
El Señor es justo y ama la
justicia
51.1. Y David dice: aunque también
"cayeron las gentes en la perdición que habían preparado, y
enredaron sus pies en la red oculta que se tendieron" (Sal
9,16), sin embargo "el Señor es refugio para el oprimido,
auxilio en el momento oportuno y en la tribulación" (Sal 9,10).
51.2. En efecto, los que estaban en tribulación fueron
evangelizados oportunamente. Por eso también dice: "Evangelicen
entre los pueblos sus proezas" (Sal 9,12), para que no sean
juzgados injustamente.
51.3. Si evangelizó a los que
todavía (permanecían) en la carne, para que no fueran condenados
injustamente, ¿como no iba a evangelizar también por la misma
causa a cuantos habían salido de la vida [terrena] antes de su
venida?
51.4. "Porque el Señor es justo y ha amado la
justicia, su rostro ha contemplado la rectitud" (Sal 10 [11],7).
"Pero el que ama la injusticia odia, su propia alma" (Sal 10
[11],5).
Dios quiere
educar y salvar al ser humano
52.1. Por tanto, si
en el diluvio (lit.: cataclismo) pereció toda carne pecadora
(cf. Gn 7,21), estando el castigo enderezado a la corrección de
aquellos, en primer lugar hay que creer que la voluntad de Dios
(es) educadora y una fuerza capaz de salvar a los que se
convierten; y en seguida, también el alma, la parte más sutil,
no (podría) sufrir nada grave por parte del agua, que (es) más
densa; tampoco podría ser vencida mediante la sutileza y
simplicidad por las que es calificada (como) incorpórea.
52.2. Por otra parte, si fuera pesada, permaneciendo pesada por
el pecado, sería arrojada juntamente con el espíritu carnal que
alimenta deseos contra el alma (cf. Ga 5,17).
52.3. Y
también Valentín, el corifeo de quienes recomiendan la vida en
comunidad, escribe textualmente en la homilía "Sobre los
amigos":
52.4. "Mucho de lo que se ha escrito en los
libros públicos se encuentra escrito en la Iglesia de Dios;
porque las cosas comunes son las palabras del corazón, la ley
escrita en el corazón (cf. Jr 38,33 [hebr. 31,33]). Éste es el
pueblo del amado, el amado [por Él] y el que le ama" (Valentín,
Fragmentos, 4; se trata
del maestro del gnosticismo heterodoxo).
Testimonio del gnóstico
Isidoro
53.1. Porque llama libros públicos tanto a
las Escrituras judías como a las de los filósofos: (ambas) dan a
conocer la verdad.
53.2. Isidoro, hijo y a la vez
discípulo de Basílides, en el libro primero de las "Exegéticas
del profeta Parcor" escribe textualmente:
53.3. Los
áticos afirman que a Sócrates le fueron mostradas cosas, porque
le acompañaba, un daímon; y Aristóteles dice que todos los
hombres tienen necesidad de los daímones, que les acompañan
durante el tiempo de su entrada en los cuerpos; tomó esta
enseñanza profética y la incluyó entre sus libros, sin confesar
de dónde había tomado esa idea" (Isidoro,
Fragmentos, 8).
53.4. Y de nuevo en el libro segundo de la misma obra escribe
así: "Y no piense nadie que cuanto decimos como propio de los
elegidos, haya sido dicho eso mismo antes por algunos filósofos.
Porque no se trata de una invención de éstos, sino que,
apropiándoselo de los profetas, lo atribuyen a alguno que según
ellos mismos no era sabio" (Isidoro,
Fragmentos, 9).
53.5. De nuevo, en el mismo (libro) [dice]: "Porque también me
parece que los que pretenden filosofar tienen que aprender lo
que es la encina alada y el manto policromado que lo recubre;
cosas todas que teologizó Ferecides con alegorías, tomando como
hipótesis la profecía de Cam" (Isidoro,
Fragmentos, 10; cf. Gn
9,20-22, Ferecides de Siros,
Fragmentos, 2 D-K;
Stromata, V,9,4).
Capítulo VII: La verdadera
filosofía
Definición de la verdadera
filosofía
54.1. Como hace tiempo hemos indicado
(cf. Stromata,
I,24,1--25,5; 37,1; 117,1; VI,5,1,), no hablamos de la actividad
de cada escuela, sino de lo que realmente es filosofía, una
sabiduría exactamente técnica que procura la experiencia sobre
las cosas de la vida; y [hablamos] de la sabiduría que es un
conocimiento firme de las cosas divinas y humanas, (y) de una
comprensión segura y constante que abarca lo que es, lo que ha
sido y lo que será (cf. Sb 7,18; 8,8); lo que nos enseñó el
Señor por medio su venida y por medio de los profetas. ¿Y es
constante (por obra) del Verbo o transmitida por sí misma?
54.2. Aquella (= la comprensión) también es totalmente
verdadera, por voluntad [divina], como conocida mediante el Hijo
(cf. Col 2,3).
54.3. Aquélla es eterna, pero ésta sólo
conveniente en el tiempo; aquélla una e idéntica, las demás
muchas y distintas; y aquélla prescinde de cualquier movimiento
pasional, pero la otra (está unida) al apetito pasional; aquélla
(es) perfecta, la otra necesitada.
Los verdaderos filósofos
55.1. La filosofía desea aquella sabiduría, de la
rectitud del alma y de la razón, y de la pureza de vida; la que
se esfuerza amorosa y amigablemente hacia la sabiduría y hace
todo lo necesario para obtenerla.
55.2. Y entre nosotros
llamamos filósofos a los enamorados de la sabiduría del Creador
y Maestro de todos, es decir, de la
gnosis del Hijo de
Dios; pero entre los griegos (son filósofos) los que se ocupan
en discusiones sobre la virtud.
55.3. (Serían), por
tanto, filosofía las doctrinas irreprochables de cada una de las
escuelas -digo a las filosóficas-, de acuerdo con la vida que
confiesan, y reunidas mediante una selección.
55.4. Y
esas mismas (doctrinas), sustraídas a la gracia divina (cf. Rm
12,3. 6) concedida a los bárbaros, han sido adornadas con
palabra griega. Porque unas las robaron, otras incluso las
entendieron mal. En otros casos las expresaron moviendo ideas,
pero no lo realizaron con perfección; y algunas otras (las han
expresado) mediante conjetura y cálculo humano, y también en eso
se equivocan. Ellos mismos están ilusionados de haber alcanzado
perfectamente la verdad. Pero [sólo la alcanzan] parcialmente,
como nosotros lo hemos comprendido.
El orgullo: causa de todos los
pecados
56.1. Así, ni siquiera conocen mejor este
mundo. Y, en efecto, como la geometría se ocupa de las medidas,
magnitudes y figuras mediante el dibujo en las superficies, o
que la pintura muestra toda la perspectiva (lit.: óptica) de un
lugar mediante lo representado (lit.: escenografía), pero
engañando con ella la vista al utilizar, según (las reglas) del
arte, signos en perspectiva de los contornos ópticos que
describe -así se recuerdan (o: conservan) superficies,
bajorrelieves, objetos a plena luz, y mientras unas cosas
parecen sobresalir, otras se hunden, y el resto se lo imaginan
de otra manera en la superficie plana y lisa-; y así también los
filósofos, a manera de pintura, imitan la verdad.
56.2. Y
el orgullo es en cada caso y para cada uno la causa de todos los
pecados (cf. Si 10,12. 15; St 4,6). Por ello no hay que
ambicionar la gloria (siendo) orgulloso ante los hombres (cf. Mt
6,2), sino amante de Dios para devenir realmente "santo con
prudencia" (Platón, Teeteto,
176 B).
Todo ser creado
necesita un maestro para aprender
57.1. Por tanto,
si tal vez uno acepta lo que es particular como universal, y
estima lo servil como señor y principal, se engaña sobre la
verdad sin comprender lo que dice David a manera de confesión:
"Comía tierra y ceniza como si fuera pan" (Sal 101 [102],10).
57.2. La soberbia y la presunción son para él tierra y
error. Pero, si esto es así, la
gnosis y la ciencia
(provienen) del aprendizaje. Y si existe aprendizaje, es
necesario buscar al maestro.
57.3. Porque ciertamente,
Cleantes inscribe [como maestro suyo] a Zenón, Teofrasto a
Aristóteles, Metrodoro a Epicuro y Platón a Sócrates. Pero
también si me remontara yo a Pitágoras, Ferecides, Tales y a los
primeros sabios, me detendría buscando a sus maestros; y si
mencionas a los egipcios, a los indios, a los babilonios, y a
los mismos magos, no cesaré de reclamar a sus maestros; y te
llevaré también hasta la primera generación de los hombres, y
allí comenzaré a preguntar: ¿Quién fue el maestro?
57.4.
Ningún hombre, en efecto, porque ninguno había aprendido; ni si
quiera un ángel (cf. Hch 7,53; Ga 3,19; Hb 2,2), porque los
ángeles, en cuanto ángeles, no hablan a la manera como oyen los
hombres, ni tienen lengua ni orejas como nosotros. Y si nadie
puede otorgar a los ángeles órganos de voz, quiero decir labios
y las partes adyacentes, y faringe, tráquea, caja torácica (o:
pulmón), aliento y vibración (lit.: golpear) del aire.
57.5. Mucho menos que Dios necesite gritar, en su inaccesible
(cf. 1 Tm 6,16) santidad y separado de los arcángeles mismos.
Pero sabemos que tanto los ángeles como sus príncipes han
aprendido la verdad; porque han sido engendrados.
Cristo es el maestro de
todos los seres engendrados
58.1. Ahora bien,
falta que ascendamos poco a poco para desear al maestro de
éstos. Y puesto que uno es el Ingénito, Dios todopoderoso, y uno
es el Primogénito, por el que "todo fue hecho y sin Él nada, se
hizo" (Jn 1,3) -"porque Dios es realmente uno, quien ha creado
el principio de todo" (Kerigma
Petri, 2), escribe Pedro, revelándonos al Hijo
Primogénito, porque comprende con exactitud la expresión: "En el
principio creó Dios el cielo y la tierra" (Gn 1,1)-; y puesto
que Él es llamado sabiduría por todos los profetas, Él mismo es
el maestro de todos los engendrados, el consejero de Dios que
conocía de antemano todas las cosas (cf. Rm 8,29; Is 40,13; Rm
11,34).
58.2. Él es el que desde el principio de la
creación del mundo (cf. Ef 1,4), "muchas veces y de muchas
maneras" (Hb 1,1) [nos] ha educado y perfeccionado. Por eso con
razón se ha dicho: "No les llamen maestro sobre la tierra" (Mt
23,8-9). Mira, entonces, dónde tiene el asidero la verdadera
filosofía.
58.3. Aunque la Ley fue imagen y sombra de la
verdad (cf. Hb 8,5; 10,1; Col 2,17), al menos la Ley fue sombra
de la verdad; pero el orgullo de los griegos proclama maestros a
algunos hombres.
El
Señor enseña a obrar bien
59.1. Ciertamente, como
toda paternidad (cf. Ef 3,15; Col 1,15) se remonta al Dios
creador, así también [se remonta] al Señor la enseñanza del
bien, que también justifica, conduce hacia él y ayuda a
conseguirlo.
59.2. Y si al recibir las semillas de la
verdad de una forma o de otra algunos no las hicieron
productivas, sino que, al entregarlas a una tierra estéril y sin
agua, siendo ahogadas por las hierbas salvajes (cf. Mt 13,3-7),
se apartaron, al igual que los fariseos, de la Ley introduciendo
furtivamente enseñanzas humanas (cf. Is 29,13; Mt 15,9), de ello
no tiene culpa el Maestro, sino quienes prefirieron entender
mal.
59.3. Pero quienes de ellos están convencidos de la
venida del Señor y de la claridad de las Escrituras, alcanzan el
conocimiento perfecto de la Ley; al igual también que (los que
provienen) de la filosofía, mediante la enseñanza del Señor, se
encuentran establecidos en el conocimiento de la verdadera
filosofía.
59.4. "Porque las palabras del Señor son
palabras santas, son plata depurada en el crisol, siete veces
purificada de tierra" (Sal 11 [12],7).
El verdadero gnóstico debe ser
purificado
60.1. Ciertamente el justo es
purificado, como plata, varias veces puesto a prueba, hasta
devenir moneda del Señor, mostrando el sello real (cf. 2 Co
1,22; Ef 1,13; 4,30); o, como también Salomón dice que "la
lengua del justo es como plata acrisolada al fuego" (Pr 10,20),
mostrando que la enseñanza probada y sabia es digna de elogio y
aceptable, cuando esté muy bien purificada de la tierra, o sea,
cuando el alma gnóstica
sea santificada de múltiples modos (cf. Hb 1,1) absteniéndose de
los ardores terrenos.
60.2. Y también es santificado el
cuerpo en el que ella mora apropiándoselo, consagrado a la
pureza (como) un templo santo (cf. 1 Co 3,16-17). Pero la
primera purificación del alma es en el cuerpo, (es) abstenerse
del mal, y que algunos consideran como la perfección; también es
la propia del creyente sencillo, sea judío o griego: la
perfección misma.
60.3. Pero la justicia del
gnóstico, además de la
perfección que otros reconocen, avanza hacia la practica del
bien; y en él progresa la tensión a la justicia, hacia el bien
obrar, y la perfección permanece en él como estado inmutable de
bien obrar a semejanza de Dios. Porque quienes (son)
descendencia de Abrahán, todavía siervos de Dios, ésos son los
llamados; en cambio los hijos de Jacob (son) sus elegidos (cf.
Mt 22,14; 20,16), los que golpearon en el talón a la fuerza del
mal (cf. Gn 25,26; 27,36).
La meta del sabio es la
contemplación
61.1. Si a Cristo mismo le llamamos
sabiduría (cf. 1 Co 1,24. 30) y a su fuerza [desplegada] por
medio de los profetas, y por la que se aprende la tradición
gnóstica, como Él mismo
enseñó a los santos apóstoles durante su venida, entonces la
gnosis es sabiduría,
ciencia y comprensión segura e inequívoca del presente, del
futuro y del pasado, como que ha sido transmitida y revelada por
el Hijo de Dios.
61.2. Y también si la finalidad del
sabio es la contemplación, el que aún (se encuentra) entre los
filósofos trata de alcanzar la ciencia divina, pero todavía no
la alcanza. No [consigue] la voz profética aclarada para él con
la enseñanza recibida, mediante la cual encuentra lo presente,
lo futuro y lo pasado, tal como sucede, sucederá o ha sucedido.
61.3. Pero esta misma
gnosis, transmitida por sucesión desde los apóstoles, ha
llegado a unos pocos sin escritura. Entonces es necesario
practicar la gnosis o
sabiduría, hasta [alcanzar] un estado eterno e invariable de
contemplación.
Capítulo VIII: El gnóstico y el
estudio
Testimonio de san Pablo sobre el valor de la filosofía
62.1. En las cartas Pablo no censura abiertamente la
filosofía, sino que pretende que quien ha alcanzado la altura
del gnóstico no
conviene que retorne ya más a la filosofía griega, llamándola
alegóricamente "elementos del mundo" (Ga 4,3; Col 2,8), porque
es algo elemental e instrucción preliminar de la verdad.
62.2. Por es cuando también escribe a los hebreos que desde la
fe se pasaban a la Ley, dice: "Nuevamente necesitan que se les
enseñe cuáles son los elementos del comienzo de los oráculos de
Dios, y han llegado a tener necesidad de leche, no de alimento
sólido" (Hb 5,12). E igualmente a los colosenses que se
convertían desde el helenismo:
62.3. "Miren que no los
esté robando el saqueador mediante la filosofía y el vacío
engaño conforme a la tradición de los hombres, según los
elementos de este mundo y no según Cristo" (Col 2,8),
seduciéndoos con halagos para que vuelvan de nuevo a la
filosofía, la enseñanza elemental.
62.4. Y si alguien
dijere que la filosofía ha sido .descubierta para (o: por) los
griegos con la inteligencia humana, yo encuentro, no obstante,
en las Escrituras la afirmación de que la inteligencia es un
regalo de Dios.
Testimonios bíblicos sobre la filosofía
63.1. El
salmista, por ejemplo, piensa que la inteligencia es un gran
regalo, y suplica diciendo: "Yo soy tu siervo; hazme comprender"
(Sal 118 [119],125).
63.2. Y David, no pidiendo la amplia
experiencia de la gnosis,
escribe: "Enséñame bondad, educación y
gnosis, porque he
creído en tus mandamientos" (Sal 118 [119],66).
63.3.
Confiesa que los testamentos tienen autoridad (divina) y son
concedidos a los más dignos.
63.4. Por eso nuevamente el
salmo dice sobre Dios: "No hizo así a ningún pueblo, ni les
manifestó sus juicios" (Sal 147 [148],20). Con (las palabras)
"no hizo así" (quiere decir) que "hizo", pero no "así". Ahora
bien, el "así" estableció una comparación con la supremacía a
nosotros reservada. Y, sin duda, el profeta podía haber dicho
simplemente "no hizo", sin la añadidura de "así".
63.5.
También Pedro, en los "Hechos [de los apóstoles]", dice:
"Comprendo ciertamente que Dios no tiene acepción de personas,
sino que en toda nación es aceptado por Él quien lo teme y
practica la justicia" (Hch 10,34-35).
Dios es bueno
64.1. La no acepción de personas de Dios no reside en el tiempo,
sino que es eterna; ni su beneficencia ha tenido jamás comienzo,
ni tampoco está circunscrita a lugar alguno o a personas
determinadas; porque tampoco su propensión a la beneficencia
(es) parcial.
64.2. "Ábranme las puertas de la justicia
-dice- y al entrar por ellas confesaré al Señor. Ésta es la
puerta del Señor; los justos entrarán por ella" (Sal 117
[118],19-20).
64.3. Explicando el dicho del profeta,
Bernabé añade: "De las muchas puertas que están abiertas, la
misma que está en la justicia está en Cristo; bienaventurados
todos los que por ella entran" (no Seudo Bernabé, sino Clemente
de Roma, Carta primera a los
Corintios, 48,4).
64.4. De este mismo pensamiento
se ocupa aquel otro dicho profético: "El Señor (está) sobre la
inmensidad de las aguas" (Sal 28 [29],3), no sólo de los
distintos testamentos, sino también de los diversos modos de
enseñanza que tanto entre los griegos como entre los bárbaros
conducen hacia la justicia.
64.5. Y David, dando también
un claro testimonio con la verdad (cf. Jn 18,37), canta (lit.:
salmodia): "¡Que se vuelvan los pecadores al Hades!, todas las
naciones que se olvidan de Dios" (Sal 9,18).
64.6. Y
ciertamente se olvidan los que anteriormente recordaban, y
desdeñan al que conocían antes de olvidarlo. Entonces existía un
confuso conocimiento de Dios también entre los gentiles.
El gnóstico debe estudiar
65.1. Demos también por finalizado este argumento.
Pero es necesario que el
gnóstico sea de gran saber y, puesto que los griegos, con
Protágoras al frente, dicen que todo argumento tiene su
contrario, conviene que se hable de cómo hay que prepararse
frente a esos mismos argumentos.
65.2. Porque la
Escritura dice: "Quien mucho habla, también tendrá que escuchar"
(Jb 11,2). "¿Quién va a entender la parábola del Señor sino el
sabio, el inteligente y el que ama a su Señor?" (Seudo Bernabé,
Epístola, 6,10).
65.3. (Y) ese mismo "sea fiel, sea capaz de exponer la
gnosis, sea sabio en la
distinción de razonamientos, sea impetuoso en acciones, sea
puro. Porque debe ser tanto más humilde cuanto parece ser
mayor", dice Clemente en la "Carta a los Corintios" (48,5-6).
65.4. Ese tal deberá obedecer aquel mandato: "Y arrebaten a
aquellos del fuego, pero compadezcan a los que dudan" (Judas 23.
22).
65.5. Sin duda, la podadera (o: la hoz) ha sido
hecha fundamentalmente para podar, pero también con ella
desenredamos los sarmientos cuando están enredados y cortamos
los espinos, cuyo contacto no es fácil, cuando crecen junto a
las vides. Todas estas cosas tienen relación con la poda.
65.6. También el hombre ha nacido esencialmente para [tener]
un conocimiento (profundo) de Dios, aunque también sea
agricultor, geómetra y filósofo (cosas que sirven) para vivir,
otra para vivir bien, y la tercera para generar los argumentos
probatorios.
La
filosofía no procede del diablo ni es falsa
66.1.
Pero los que dicen que la filosofía ha salido del diablo, sepan
que, porque lo dice la Escritura, el diablo se transforma en
"ángel de luz" (2 Co 11,4), y ¿para qué lo hace? Muy claramente
para profetizar.
66.2. Y si profetiza como "ángel de
luz", por consiguiente dirá la verdad. Si ha de profetizar cosas
angélicas, luminosas y cosas útiles, si se transformara conforme
a semejanza de la actividad [del profeta], aun (cuando es) en
verdad otro, según el fundamento de la apostasía.
66.3.
¿Cómo podría engañar a alguien, si no engañase mediante cosas
verdaderas al amante del saber haciéndoselo familiar y así más
tarde arrastrarlo a la mentira?
66.4. Precisamente
también se descubrirá que es conocedor de la verdad, y si no
comprensivamente (o: completamente), sin embargo no es un
ignorante de la misma.
66.5. Por tanto, la filosofía no
(es) falsa, puesto que el ladrón y el mentiroso (cf. Jn 10,1;
8,44), disfrazándose (lit.: transformándose) de su actividad,
dice cosas verdaderas; ciertamente, puesto que no se debe
condenar previamente con ignorancia lo que se dice a causa del
que habla, ni tampoco se debe estar en guardia respecto a los
que se dicen profetas ahora; sino que se ha de examinar lo que
dicen, (por) si contiene algo de verdad.
La filosofía les fue dada a
los griegos como alianza
67.1. Y no erramos,
hablando en general, si decimos que todo lo necesario y útil
para la vida nos viene de Dios, y que la filosofía también fue
dada a los griegos como una alianza propia para ellos,
constituyendo la base de la filosofía según Cristo, aunque los
filósofos griegos se hagan los sordos ante la verdad, desdeñando
la voz de los bárbaros o temiendo también el peligro de muerte
que pende sobre el que es fiel, según las leyes políticas.
67.2. E igual que en la filosofía bárbara, así también en la
griega fue sembrada la cizaña por el propio agricultor de la
cizaña (cf. Mt 13,24-39). De ahí que entre nosotros hayan
crecido las herejías junto con el trigo legítimo; (y) los que
esparcieron la impiedad y el placer de Epicuro, y todas las
otras cosas proclamadas en la filosofía griega al margen de la
recta razón, son los que constituyen los frutos espurios de la
siembra (o: agricultura) regalada por Dios a los griegos.
La ciencia perfecta
68.1. A esa [filosofía] voluptuosa y egoísta (es) a
la que el Apóstol llama "sabiduría de este mundo" (1 Co 2,6),
como si sólo enseñara lo que (es) de este mundo y lo que se
refiere a él, dependiendo consecuentemente de los poderes que
dominan aquí abajo. Por eso también esta filosofía parcial es
algo elemental, mientras que la ciencia verdaderamente perfecta
va más allá del mundo y se refiere a las realidades inteligibles
e incluso más espirituales que éstas, "las que ni ojo vio, ni
oído oyó, ni subió al corazón de los hombres" (1 Co 2,9), hasta
que el Maestro nos iluminó la razón de todo ello, revelándonos
lo santo de los santos y lo que en la escala ascensional es más
santo aún, a los herederos legítimos, no falsos, de la adopción
divina del Señor.
68.2. Porque también nosotros nos
atrevemos a decir -puesto que aquí está la fe
gnóstica- que el
gnóstico es en realidad
conocedor de todo y el que lo comprende todo, sirviéndose de una
comprensión segura incluso de las cosas para nosotros
inexplicables (o: imposibles); así (eran) Santiago, Pedro, Juan,
Pablo y los demás apóstoles.
68.3. Porque la profecía
está llena de gnosis,
en cuanto dada por el Señor e iluminada también por el Señor a
los apóstoles. Y ciertamente la
gnosis es una propiedad
del alma racional que se ejercita para ser inscrita en la
inmortalidad precisamente por medio de la
gnosis. Porque ambas,
la gnosis como su
impulso son fuerzas del alma.
Sobre la gnosis
69.1. Pero encontramos que el impulso es un una movimiento
después de un consentimiento. Porque quien ha tomado impulso
para alguna acción tiene antes la
gnosis de lo que ha de
hacer, y después el impulso.
69.2. Pero reflexionemos
ahora sobre esto: puesto que el aprender es anterior al obrar
-porque naturalmente quien realiza lo que quiere hacer, lo
conoce con anterioridad-, y la
gnosis ciertamente (procede) del aprendizaje, el actuar
(deriva) del impulso, lo mismo que la
gnosis del aprender;
así se deduce que a la ciencia sigue el impulso y después viene
la acción. La gnosis es
principio y creadora (demiurga)
de toda acción racional; por eso es lógico que la característica
específica del alma racional sea caracterizada sólo (por la
gnosis).
69.3.
Porque en realidad, el impulso, como la
gnosis, es un
movimiento frente a las cosas, pero la
gnosis, concretamente,
es una visión del alma respecto de un ser o de algunos; pero
cuando es perfecta, lo (es) de todos en conjunto.
"El discípulo de la Sabiduría"
70.1. En verdad, algunos dicen que el hombre sabio
está persuadido de que hay algunas cosas incomprensibles, como
que también tiene cierta comprensión de esas cosas, porque
comprende que las cosas incomprensibles permanecen
incomprensibles.
70.2. Lo cual es común en las personas
que pueden ver poco ante sí (o: poco perspicaces); cualquiera de
ellas podría afirmar que existen cosas incomprensibles. Pero
aquel gnóstico sobre el
que hablo, él mismo comprende las cosas que a los otros parecen
incomprensibles, porque cree que nada es incomprensible para el
Hijo de Dios, y por ello, nada que no se pueda enseñar. Puesto
que quien padeció por amor nuestro no ocultaría nada relativo a
la enseñanza de la gnosis.
70.3. Esta fe, por tanto, genera una demostración segura,
porque la verdad va unida a las cosas transmitidas por Dios.
70.4. "Pero si también alguno desea una rica experiencia,
[ella] conoce el pasado y conjetura el porvenir, reconoce las
falacias de los discursos y las soluciones de los enigmas,
interpreta los signos y prodigios, y los resultados de las
estaciones y de los tiempos" (Sb 8,8), tal es el discípulo de la
Sabiduría.
Capítulo IX: La purificación
del gnóstico
Cualidades del gnóstico
71.1. En efecto, el
gnóstico (es) ese que se somete (o: se inclina) a las
únicas pasiones originadas para la permanencia del cuerpo, como
el hambre, la sed y otras semejantes.
71.2. Pero respecto
al Salvador sería ridículo pensar que el cuerpo, en cuanto
cuerpo, reclamase los necesarios servicios para [su]
permanencia; (sería) ridículo que comiese por causa del cuerpo,
porque era sostenido por un poder santo; sino para que no se les
ocurriera a los acompañantes pensar equivocadamente respecto de
Él (cf. Jn 21,1-14), como sucedió después a algunos que pensaron
que Él se manifestó sólo en apariencia. Pero Él en general era
impasible (apathes),
ningún movimiento pasional se introducía furtivamente en Él, ni
placer ni dolor.
71.3. Y los apóstoles, dominando
gnósticamente por la
enseñanza del Señor la ira, el miedo y la concupiscencia, y los
movimientos .pasionales que parecen buenos, como el coraje, la
emulación, el gozo, la confianza, tampoco se ataron a ellos,
sino que, por la firme disposición de la intención,
permanecieron siempre inalterables; al contrario, se mantuvieron
inmutables en un estado de ascesis después de la resurrección
del Señor.
71.4. Porque si alguien aceptara que las
mencionadas (pasiones) son buenas, aunque lo sean por razón del
fin, pero no es admisible para el [hombre] perfecto, que no
tiene que ser atrevido -porque ni se encuentra en peligro, ni
considera peligroso nada (de lo que hay) en la vida ni nada de
ella le puede separar del amor a Dios (cf. Rm 8,38-39)-, ni está
necesitado de confianza -porque no cae en el dolor, persuadido
de que todo sucede para bien-, y tampoco se irrita -puesto que
nada hay que lo mueva hacia la irritación, amando siempre a Dios
y dedicado totalmente a Él solo, y por eso tampoco odia a
ninguna de las criaturas de Dios-.
71.5. Pero tampoco
tiene envidia -porque nada necesita para la semejanza con el que
es Bello y el Bueno-. Y, en efecto, no ama a nadie con una
amistad común, sino que ama al Creador por medio de las
criaturas.
Cualidades
del gnóstico (continuación)
72.1. Y no está
afectado por la concupiscencia o el deseo, ni está necesitado de
otras cosas respecto del alma, puesto que por el amor está ya
con el Amado, con quien ha llegado a una intimidad por su
elección, y por la práctica de la ascesis se acerca a Él cada
vez con mayor intimidad, feliz por la abundancia de bienes; de
modo que por todas esas cosas se esfuerza en asemejarse al
Maestro hacia la ausencia de pasiones (impasibilidad,
apatheia).
72.2.
El Verbo de Dios (es) inteligente, gracias a Él sólo en el
hombre puede verse la imagen de la Inteligencia, y por la cual
el varón bueno tiene forma y semejanza divinas en el alma, y a
su vez Dios tiene forma humana (cf. Gn 1,26). Porque la manera
de ser de cada uno (es) la inteligencia, por la que nos
caracterizamos. Por ello también quienes pecan contra el hombre
(son) sacrílegos e impíos.
72.3. Puesto que también es
una tontería afirmar que el gnóstico y el perfecto no deben
apartarse de la ira o de la insolencia, como si no fuera capaz,
sin ellas, de enfrentarse a las adversidades ni soportar los
peligros.
El amor en la
vida del gnóstico
73.1. Pero si también le
quitásemos la confianza, como totalmente trastornado por las
aflicciones, también por ello debe morir de la forma más
miserable. Y si además no tuviese (espíritu) de emulación, como
enseñó alguno, no aspiraría a hacer lo que es propio de personas
buenas y rectas.
73.2. Ahora bien, si toda la
familiaridad con lo bueno se consigue mediante un deseo, ¿cómo
puede permanecer impasible, afirman, quien tiende al bien?
73.3. Pero ésos [hombres] no conocen, según parece, lo que
el amor (tiene) de divino (cf. 1 Jn 4,8; Ef 3,19; 1 Co 13,13).
En efecto, el amor no es ya un deseo del que ama, sino una
familiaridad del amante, que restituye al
gnóstico "en la unidad
de la fe" (Ef 4,13), sin que tenga ya necesidad de tiempo ni de
lugar.
73.4. Porque el que ya está, por el amor, donde ha
de estar, poseyendo la esperanza mediante la
gnosis, no desea nada,
como teniendo aquello mismo que desea.
73.5. Con razón
quien ama gnósticamente
permanece en el único estado inmutable, y no deseará jamás
parecerse a la belleza, poseyendo por el amor la Belleza (o: no
deseará entonces parecerse a [los hombres] buenos, poseyendo por
el amor la Bondad).
73.6. Y además, ¿qué necesidad tiene
él de valor o de deseo, si ha conseguido la familiaridad,
proveniente del amor, con el Dios impasible, y se encuentra
inscrito él mismo entre los amigos por el amor?
"La gnosis produce ascesis"
74.1. Así, entonces, debemos apartar al
gnóstico y perfecto de
toda pasión del alma. Porque la
gnosis (produce)
ascesis, la ascesis (produce) hábito y disposición, pero el modo
de ser (o: carácter) produce impasibilidad (apatheia),
no sólo moderación en las pasiones. Puesto que la amputación de
toda concupiscencia tiene como fruto la impasibilidad.
74.2. Pero el gnóstico
ni siquiera participa de aquellos clamorosos bienes, es decir,
de los bienes sensibles relacionados con las pasiones; digo al
de la alegría -relacionada con en el placer-, al de la tristeza
-unida al pesar-, al de la cautela (o: temor) -sometida al
miedo-, y ni siquiera al del valor -que toca la ira-; aunque
algunos digan que éstos nunca son males, sino precisamente
bienes.
Las verdaderas
alegrías del gnóstico
75.1. Porque es imposible
que quien ha sido perfeccionado una vez por el amor y ha
banqueteado eternamente e insaciablemente con la imperecedera
alegría de la contemplación (cf. Hb 6,4), todavía se deleite en
las cosas pequeñas y terrenas.
75.2. ¿Qué causa razonable
le queda aún para volverse hacia los bienes mundanos, a aquel
que ha recibido "la luz inaccesible" (1 Tm 6,16), y no según el
tiempo y el lugar, sino por aquel amor
gnóstico al que sigue
la herencia y la reintegración completa (apokastástasis),
ya que el Remunerador (cf. Hb 11,6) le confirma aquello que el
gnóstico, por causa de su elección hecha
gnósticamente, se ha
asegurado por el amor?
75.3. ¿No es cierto que
ausentándose para (estar) con el Señor (cf. 2 Co 5,8) por su
amor hacia Él, aunque su habitáculo (cf. Sb 9,15; 2 Co 5,1. 4)
se vea en la tierra, no se sale él mismo de la vida -porque no
le ha sido concedido-, y en vida, tras dar muerte a las
concupiscencias (cf. Col 3,5), y sin servirse ya más del cuerpo,
sólo le permite usar lo indispensable, para no ofrecerle la
causa de su disolución?
El gnóstico no puede dejarse
arrastrar por las concupiscencias
76.1. ¿Cómo, por
tanto, va a tener necesidad de valor, no habiendo peligro para
el que no se encuentra presente, sino que está ya por completo
junto al amado?
76.2. ¿Quién tiene necesidad de templanza
si no va a usar de ella? Porque tener tales deseos, como el
necesitar de la templanza para tener el dominio de esos deseos
es propio de quien no está todavía limpio, sino sujeto a
pasiones, porque el valor se asocia al miedo y a la cobardía.
76.3. Porque no es decoroso que el que es ya amigo de Dios,
al que Dios predestinó antes de la creación del mundo para ser
inscrito en la suma adopción filial (cf. Ef 1,4-5), caiga en los
placeres o temores y se encuentre ocupado en la contención de
pasiones.
76.4. Porque me atrevería a decir que, de igual
manera que ya está predestinado por lo que realiza y cuándo lo
alcanzará, así también él mismo, porque está predestinado, posee
al que ha amado mediante el conocimiento, no teniendo que
conjeturar con dificultad el futuro, como la mayoría, viviendo
entre conjeturas, sino habiendo recibido mediante la fe
gnóstica lo que para
los demás es incierto.
El Señor no defraudará al gnóstico
77.1. Así,
mediante el amor él tiene presente ya el futuro. Porque él ha
creído, tanto por la profecía como por la venida [del Señor], al
Dios que no miente (cf. Tt 1,2) y quien ha creído tiene y es
dueño de la promesa -y el que ha prometido es la Verdad (cf. Jn
14,6; Hb 10,23; 11,11)-, y ha recibido firmemente, por ciencia,
el cumplimiento de la promesa por la fidelidad de quien lo ha
prometido.
77.2. Y sabiendo él que donde se encuentra es
comprensión segura del futuro, por el amor se adelanta al
futuro.
77.3. Así, no suplica obtener los bienes de aquí
abajo el que está persuadido de obtener los bienes de verdad,
sino que está siempre asido a la fe que alcanza su objeto y es
feliz.
77.4. Además de esas cosas pedirá que muchas
personas lleguen a ser lo más parecidas a él, para gloria de
Dios (cf. Flp 3,17); (gloria) que tiene su perfección según el
conocimiento perfecto.
77.5. Porque (es) salvador quien
se parece al Salvador, en cuanto la ley de la naturaleza humana
permita la imagen, manteniendo inviolablemente lo que concierne
a los mandamientos; así, uno da culto a Dios mediante la
verdadera justicia con obras y
gnosis.
"El
gnóstico ha alcanzado la gnosis de todas las cosas"
78.1. Por eso Señor no espera la voz del
gnóstico en la oración,
sino que dice: "Pide y [te] haré; piensa y [te] daré" (Mt 7,7;
Jn 14,13-14).
78.2. Por lo general, es imposible que lo
inmutable encuentre solidez y estabilidad en lo que cambia; y
siendo inestable la parte hegemónica (del alma), en una continua
mutación no se salva la fuerza del hábito.
78.3. Porque
lo que siempre cambia por las circunstancias que atacan y
asaltan desde fuera, ¿cómo podrá estar alguna vez en un estado
constante y, resumiendo, en posesión de ciencia? Incluso los
filósofos sostienen, que las virtudes (son) hábitos,
disposiciones y ciencias.
78.4. Pero como la
gnosis no es connatural
a los hombres, sino adquirida, y, al principio, su aprendizaje
requiere atención, educación y crecimiento, y después con el
ejercicio continuo se convierte en hábito, de esta manera,
perfecta en el hábito místico, permanece inmutable por el amor.
78.5. Porque no sólo habrá comprendido la causa primera y la
causa generada por ella misma, y posee seguridad sobre ello, al
haber adquirido establemente pensamientos estables, inmutables e
inalterables, sino también sobre el bien y el mal, sobre la
génesis de todo y, resumiendo, posee la verdad más exacta sobre
lo que ha dicho el Señor desde la fundación del mundo hasta el
fin (cf. Ef 1,4), aprendiéndolo de la Verdad misma; no porque
algo parezca convincente o necesario según la expresión griega
lo va a anteponer a la Verdad misma, sino que recibe exacta y
claramente lo dicho por el Señor.
78.6. Y si para otros
todavía (algo) permanece escondido, el [gnóstico]
ha alcanzado ya la gnosis
sobre las cosas. Y las palabras que se nos han profetizado
(hablan) sobre las cosas presentes tal como son, de las futuras
tal como acontecerán, y sobre las pasadas tal como han sucedido.
El gnóstico sabe obrar
adecuadamente
79.1. Sobre las cosas científicas él
solo, dotado de ciencia, esclarecerá y dominará lo relativo al
bien, consagrado siempre a lo inteligible, derivando de aquellos
arquetipos (superiores) el gobierno de sí mismo en las cosas
humanas, al igual que los marineros también dirigen la nave
observando la estrella; estando disponible para realizar con
prontitud todo lo que conviene; acostumbrado a despreciar todas
las molestias y peligros, cuando haya que soportarlos; no hará
nunca nada precipitadamente o a destiempo, ni para sí mismo ni
para el bien común; inflexible a los placeres ya en vigilia, ya
en sueños.
79.2. Habituado por la templanza a un régimen
de vida sencillo y suficiente, se presenta ágil y a la vez
digno; sin ocuparse de las cosas superfluas, sólo necesita pocas
cosas, indispensables para vivir, y tampoco las estima como
importantes, sino como necesarias para la vida normal en la
permanencia de la carne, tal como se necesita. Porque lo
importante para él es la
gnosis.
LIBRO SEXTOCapítulo
X: El gnóstico y las ciencias
Lo que el gnóstico aprende de
cada ciencia
80.1. Y en consecuencia, él se
consagra a lo que lo ejercita para la
gnosis, tomando de cada
disciplina su contribución a la verdad.
80.2. Así, persigue la proporción (lit.:
analogía) en las
armonizaciones de la música; en la aritmética observa los
aumentos y disminuciones de los números, las disposiciones entre
unos y otros y cómo la mayoría de las cosas se encuentran
sometidas a cierta proporción aritmética (o: numérica); en la
geometría contempla la esencia misma en cuanto tal, y se
acostumbra a concebir una distancia ininterrumpida (o: un
espacio continuo) y una esencia inmutable, distinta de la de los
cuerpos de aquí abajo.80.3. Por otra parte, desde la astronomía,
levantándose de la tierra con el entendimiento se eleva al cielo
y gira al mismo tiempo alrededor de la bóveda celestial,
descubriendo siempre las cosas divinas y la sinfonía entre
ellas; desde estas cosas partió Abrahán para remontarse hacia la
gnosis del Creador (cf.
Gn 15,5).
80.4.
Pero también el gnósticose
servirá de la dialéctica, apropiándose de la distinción de los
géneros en especies y alcanzará la diferenciación de los seres.
Hasta tocar lo primero y simple.
80.5. Pero muchos temen a la filosofía griega como
los niños ante los espantajos, no sea que les engañe.La
alegría de buscar al Señor
81.1. Pero si así es para ellos la fe -porque
no la llamaré gnosis-,
que se disuelve ante un lenguaje persuasivo, ¡que desaparezca!;
con ello confiesan sobre todo que no poseen la verdad. Puesto
que la verdad, se dice, es invencible (cf. Estobeo,
Antología, V,105); sólo
la falsa opinión se diluye. En efecto, nosotros distinguimos una
púrpura de otra púrpura comparándolas.
81.2. Por tanto, si alguien confiesa no tener el
corazón bien articulado, tampoco tiene la mesa del cambista ni
criterio (acerca) de las ideas. Porque, ¿cómo puede considerarse
banquero quien no puede valorar y distinguir la moneda auténtica
de la falsa? (cf. Mt 12,45-51; Lc 16,1-8; 1 Ts 5,21).
81.3. Pero David
gritó: "Porque el justo jamás vacilará" (Sal 111 [112],6); ni
por un discurso engañoso, ni por un placer seductor, ni tampoco
será desbancado de su propia herencia.
81.4. "No temerá oír
algo malo" (Sal 111 [112],7). Ni por una vana calumnia, ni por
la falsa opinión sobre él mismo; tampoco tendrá temor a los
discursos malvados el que puede discernirlos para preguntar y
responder correctamente. Porque la dialéctica es como una cerca
para que los sofistas no pisoteen la verdad.
81.5. Puesto que es necesario a los celebrados en el
nombre santo del Señor, según el profeta, regocijarse en el
corazón buscando al Señor.
81.6. "Búsquenle, por tanto, y serán fortalecidos;
busquen siempre su rostro" (Sal 104 [105],3-4), de cualquier
modo. Porque Él ha hablado "muchas veces y de diversas formas"
(Hb 1,1), no se le conoce de una manera sola.
El
gnóstico sabe utilizar correctamente sus conocimientos
82.1. Ciertamente nuestro gnósticono estará muy instruido utilizando esas [ciencias] como virtudes, sino como colaboradoras; y al distinguir lo común y lo propio aceptará la verdad. Porque es causa de todo error y falsa opinión no poder discernir cómo se relacionan unos seres con otros y de que modo se diferencian.
82.2. Y si no argumenta uno el discurso según las distinciones, confundirá sin darse cuenta lo general y lo específico; y cuando sucede esto, cae necesariamente en la desviación (lit.: un camino intransitable) y en el error.
82.3. Pero la distinción de los nombres y de las cosas, incluso en las Escrituras mismas, hace nacer una gran luz en las almas. Es necesario, por tanto, comprender los muchos significados de los vocablos y a lo que eventualmente tienen de semejantes. Por lo cual se conseguirá responder correctamente.
82.4. Por lo cual hay que rehuir la excesiva inutilidad, distraída en lo que no conviene; pero el gnóstico aprovecha (sus) conocimientos, aprendidos como ejercicios preparatorios, que contribuyen a la tradición exacta y sólida de la verdad, en cuanto se puede alcanzar, y a prevenir las malas artes de los argumentos que mutilan la verdad.
La verdad en su sentido pleno conduce a la virtud83.1. [El gnóstico], en efecto, no se quedará detrás de quienes hacen progresos respecto a las ciencias cíclicas (= curso completo de los estudios en las escuelas griegas) y a la filosofía griega, pero no en virtud de una causa superior, y aunque necesaria, secundaria y circunstancial. Porque lo que utilizan de forma perversa quienes trabajan para las herejías, el gnósticopor el contrario lo utilizará como es debido.
83.2. Mientras la verdad que nos manifiesta la filosofía griega es parcial, la verdad en sentido pleno hace ver toda seductora argumentación sofística; como el sol pone al descubierto, irradiándolos, los colores: el blanco y el negro, tal y como es cada uno de ellos.
83.3. Con razón, entonces, también dijeron antes
los griegos: "¡Oh Verdad soberana, principio de una gran
virtud!" (Píndaro, Fragmentos,
205,1-2).
Capítulo XI: El gnóstico y las
ciencias (continuación)
La aritmética. El ejemplo de
Abraham
84.1. Lo mismo que tenemos a Abrahán como
modelo respecto a la astronomía, igualmente sobre la aritmética
[tenemos] al mismo Abrahán.
84.2. Porque cuando escuchó
que Lot había sido hecho prisionero, alistó a trescientos
domésticos suyos y atacando se apoderó de un gran número de
enemigos (cf. Gn 14,14-15).
84.3. Ahora bien, dicen que
la letra que significa trescientos es, en cuanto a su forma,
tipo del signo del Señor (= la cruz), y la iota y la eta
significan el nombre del Salvador(1).
(1)
La letra tau equivale
a 300, unida a las vocales iota y eta, que
equivalen a 18, suman 318. Además, la tau simboliza la
cruz de Cristo, y las vocales iota y eta son
las dos primeras letras del nombre "Iesoys".
84.4.
Así se indica que (los hombres) de la casa de Abrahán estaban en
relación con la salvación, porque habiendo recurrido signo y al
nombre [del Señor], devendrían señores de los prisioneros y de
la multitud de gentes infieles que les seguían.
84.5.
Además, el número trescientos es una tríada de centenas; el
(número) diez es reconocido como absolutamente perfecto.
84.6. El ocho, el primer cubo, es la igualdad en todas las
dimensiones: longitud, anchura y altura (= 2x2x2).
84.7.
"Los días de los hombres serán ciento veinte años" (Gn 6,3),
dice [la Escritura]. Y esta cifra es la suma desde el uno al
quince; y la luna llega al plenilunio el día décimo quinto [del
mes].
Sobre el número
ciento veinte
85.1. El número ciento veinte,
llamado también número triangular, resulta igualmente de otra
forma: del número par de cifras que sumadas forman el número
sesenta y cuatro, cuyas sumas parciales generan los cuadrados:
uno, tres, cinco, siete, nueve, once, trece y quince; y de la
desigualdad de cincuenta y seis, siete (números) pares a partir
del dos, (son) los que engendran los no cuadrados: dos, cuatro,
seis, ocho, diez, doce y catorce.
85.2. Porque según otra
interpretación, el número ciento veinte se forma con cuatro
números: primero, el triangular, el quince; segundo, el
cuadrado, el veinticinco; tercero, el pentágono, el treinta y
cinco; y cuarto, el hexágono, el cuarenta y cinco.
85.3.
Puesto que el cinco es empleado según la misma proporción (lit.:
analogía) en cada serie (lit.: especie o forma); porque el
quince es el quinto de los triangulares a partir del uno (lt.:
mónada), el veinticinco es el quinto de los cuadrados; y
análogamente el resto.
85.4. Ahora bien, el número
veinticinco, que es el quinto a partir de la mónada, se dice que
es símbolo de la tribu de Leví (cf. Nm 8,24); y el treinta y
cinco se obtiene de la progresión (lit.: diagrama) aritmética,
geométrica y armónica de los números dobles: seis, ocho, nueve y
doce, cuya síntesis genera el treinta y cinco. En estos días
dicen los judíos que se forman los fetos sietemesinos. El
cuarenta y cinco (está) en la progresión de los números triples:
seis, nueve, doce y dieciocho, cuya síntesis da cuarenta y
cinco; también durante esos [días] dicen que se forman los fetos
de nueve meses.
Sobre
la geometría
86.1. Esto es un ejemplo sacado de la
aritmética. Pero sobre la geometría, valga como testimonio la
construcción de la tienda (cf. Ex 26,1-37; 36,8-38) y la
fabricación del arca (cf.. Gn 6,14-16), construidas con unas
proporciones (lit.: analogías) muy lógicas (o: racionales), con
ideas divinas, según un don de la inteligencia que nos
transporta desde las cosas sensibles a las inteligibles, o
mejor, de éstas a las cosas santas y al Santo de los santos.
86.2. Porque "las tablas cuadradas" (cf. Gn 6,14-16) indican
la solidez, puesto que la forma cuadrada, de ángulos rectos, ha
sido establecida por todos lados en todos los sentidos. La
longitud de la construcción (era) de trescientos codos, la
anchura de cincuenta y la altura de treinta (cf. Gn 6,15); el
arca iba estrechándose desde la base plana hasta terminar arriba
en un codo (de largo), a modo de pirámide, símbolo de los que
están purificados y probados con el fuego (cf. Gn 6,16; 1 P
1,7).
86.3. Esta misma proporción geométrica es ofrecida
para llevarnos a aquellas sagradas moradas, cuyas diferencias se
encuentran indicados por los diferentes números que las
sustentan.
La
mesa del santuario
87.1. Y las razones semejantes
son séxtuplos, como trescientos respecto a cincuenta; décuplos,
como trescientos respecto de treinta: diez veces treinta; y de
un entero y dos tercios: como cincuenta respecto de uno y dos
tercios con treinta.
87.2. Hay quienes dicen que los
trescientos codos son símbolo del signo del Señor (= la cruz), y
que los cincuenta son símbolo de la esperanza y del perdón que
se da en Pentecostés (cf. Jn 20,23), y los treinta o los doce,
como algunos (manuscritos) refieren, indican la predicación,
porque el Señor comenzó a predicar a partir de los treinta años
(cf. Lc 3,23), y doce eran los apóstoles; la construcción
terminaba por un codo, porque el progresivo avance del justo
termina en una unidad, "en la unidad (mónada) de la fe" (Ef
4,13).
87.3. Y la mesa en el templo era de seis codos,
las cuatro patas de un codo y medio (cf. Ex 25,23-30; 37,10-16).
Así suman en total doce codos, en sintonía según el ciclo anual
con la rotación de los doce meses, durante los cuales la tierra,
acomodada a las cuatro estaciones, produce todo y lo lleva hasta
su madurez.
87.4. A mi parecer, la mesa representa una
imagen de la tierra, porque se apoya sobre cuatro patas: verano,
otoño, primavera e invierno, a través de las cuales transcurre
el año. Por eso dice [Moisés] también que la mesa tiene unas
ondulaciones redondeadas (cf. Ex 25.24; 37,11), bien porque todo
gira circularmente en unos periodos de tiempo, o también,
quizás, para indicar que la tierra está bañada (o: circundada)
por un océano.
Sobre la
música
88.1. Todavía (como) paradigma de la música
hay que proponer a David, que salmodiaba y a la vez profetizaba,
(cantando) armoniosamente himnos a Dios. El género enarmónico (=
gama de acorde perfecto) combina muy bien con la armonía dórica,
y el diatónico con la frigia, como dice Aristógenes (cf.
Fragmentos, 84).
88.2. Ahora bien, la armonía del salterio bárbaro, que se
manifiesta por la nobleza de la melodía que se tiene como
antiquísima, es el mejor ejemplo para Terpandro que celebra con
himnos (lit.: himnodia) a Zeus conforme a la armonía dórica, de
esta forma: "Zeus es principio de todo y guía de todo; Zeus, a
ti te dirijo este inicio de los himnos" (Terpandro,
Fragmentos, 1 D).
88.3. Si el salmista tuviera una cítara (cf. Sal 56 [57],8)
que encerrara una alegoría, en primer lugar, sería señalado el
Señor; y en segundo lugar, los que afinadamente pulsan las almas
(bajo la dirección) del Señor, jefe de las Musas.
88.4.
También si el pueblo salvado es llamado cítara, es porque,
pulsado para la fe en el Verbo, se escucha musicalmente cuando
da gloria según la inspiración del Verbo y el conocimiento de
Dios.
88.5. Pero también de otra forma podrías tomar por
música la sinfonía eclesial al mismo tiempo de Ley, profetas y
apóstoles con el Evangelio, y, en un modo secundario, el canto
simultáneo de cada profeta según los cambios de personas.
Importancia de la música
en la formación del ser humano
89.1. Pero, según
parece, la mayoría de los inscritos con el nombre [de
cristianos], al igual que los compañeros de Ulises (lit.:
Odiseo; cf. Homero, Odisea,
XII,165-167), van en busca del Verbo rústicamente; pasando por
alto no las sirenas, sino también el ritmo y la melodía,
tapándose los oídos por ignorancia (cf. Sal 57 [58],5), puesto
que saben que, una vez que han dado oídos a las ciencias
griegas, no se puede regresar.
89.2. Pero para quien
recoge lo necesario para provecho de los catecúmenos, y
especialmente si son griegos -"del Señor es la tierra y su
plenitud" (Sal 23 [24],1; 1 Co 10,26)-, no debe abstenerse del
amor al saber, a la manera de los animales irracionales, sino
sobre todo debe recoger lo que más puede ayudar a los oyentes.
89.3. Además, no se debe ocupar en ello, sino únicamente en
cuanto sea útil para aquellos (= catecúmenos u oyentes), de
manera que, recogiéndolo y apropiándoselo, pueda retornar a
casa, a la verdadera filosofía, procurando a su alma una
convicción firme (y) estable que (saca) de todas partes.
89.4. Por tanto, es necesario (ocuparse) de la música para
ordenar y afinar el carácter.
Capítulo XI: El gnóstico y las
ciencias (continuación)
Sobre la astronomía
90.1. Ciertamente también en los banquetes bebemos a la
salud unos con otros salmodiando; ensordeciendo nuestra
concupiscencia y glorificando a Dios por el abundante regalo de
las delicias humanas, y de los alimentos suministrados
eternamente para el crecimiento tanto del cuerpo como del alma.
90.2. Pero hay que rechazar la música sobreabundante, que
debilita las almas y las precipita en una variedad (de
emociones) tanto dolientes, como licenciosas y voluptuosas, que
la hacen agitarse y enloquecer.
90.3. El mismo
razonamiento vale también respecto de la astronomía. Porque
ésta, después de la información sobre que está en el cielo (y)
sobre la configuración de todo [el universo], el curso del cielo
y el movimiento de los astros, haciendo al alma más próxima al
poder creador, enseña a tener facilidad de comprensión del ciclo
de las estaciones, del cambio del aire y de la salida de los
astros. Además, también de esta ciencia sacan mucha utilidad la
navegación y la agricultura; lo mismo que de la geometría, la
arquitectura y la construcción.
90.4. Este estudio
confiere al alma mucho entendimiento, la capacidad de percibir
lo verdadero y discernir lo falso, el ingenio para las
semejanzas y analogías, hasta el punto de cazar la semejanza en
lo diferente; y nos induce a descubrir una longitud sin anchura,
una superficie sin profundidad, un punto sin partes, y nos
traslada de las cosas inteligibles a las sensibles.
Filosofía y ciencias
91.1. Las ciencias son, por tanto, colaboradoras de
la filosofía, y la filosofía misma discurre sobre la verdad. Por
ejemplo, un vestido (lit.: clámide) primero era lana, después de
cardada devino hilo y trama; más tarde tejido.
91.2. Así,
en efecto, es necesario preparar el alma y trabajarla de varias
formas, si ha de quedar muy bien establecida; porque la verdad
está en el conocimiento (lit.: lo
gnóstico) y en la
acción, pero fluye de la contemplación; se necesita ejercicio,
mucha práctica y experiencia.
91.3. Pero también la
contemplación es algo relativo a los demás y algo relativo a uno
mismo. De ahí que sea también necesario a la educación
prepararse y ajustar ambos aspectos.
91.4. En efecto,
quien haya aprendido suficientemente el conjunto de lo que
conduce a la gnosis,
(puede) permanecer por lo que resta descansando tranquilamente,
enderezando las acciones a la contemplación.
91.5. Pero
respecto al provecho de los prójimos, de los que se dedican a la
Escritura (lit.: de los que vienen sobre las Escrituras) y de
los que se preparan para transmitir al Verbo, es útil la cultura
en general, (y es) necesaria la lectura de las Escrituras del
Señor para demostrar lo que se dice, y principalmente si los
oyentes provienen de la cultura griega.
El gnóstico debe asimilar
cosas antiguas y nuevas
92.1. Esta es la Iglesia
que describe David: "La reina se presentó a tu derecha, con
vestido de oro, ataviada con múltiples brocados" (Sal 44
[45],10), con los griegos y los demás;"con flecos de oro,
ataviada con múltiples brocados" (Sal 44 [45],14). "La verdad
(viene) a través del Señor" (Jn 1,17).
92.2. "Porque,
dice [la Escritura], ¿quién conocerá tu voluntad, si Tú no le
das sabiduría y no ha sido enviado tu santo Espíritu desde las
alturas? Así fueron enderezados los senderos de los que están
sobre la tierra y los hombres fueron enseñados en las cosas que
a Ti te agradan y por la Sabiduría fueron salvados" (Sb
9,17-18).
92.3. Porque el
gnóstico, según la Escritura, "asimila lo antiguo y el
futuro, conoce los giros de las palabras y la resolución de los
enigmas, prevé los signos y prodigios, y el desenlace de las
épocas y los tiempos" (Sb 8,8), como ya hemos indicado (cf.
VI,70,4).
Sobre la
utilidad del conocimiento
93.1. ¿Ves cómo la
fuente de las ciencias mana de la Sabiduría (cf. Jr 2,13)? Pero
a los que replican: "¿Qué utilidad trae el conocer, dímelo, las
causas de cómo se mueve el sol y los restantes astros, o indagar
los teoremas geométricos, los dialécticos o cualquiera de las
restantes ciencias, porque de nada sirven esas cosas para
explicar (o: enseñar) lo conveniente, esas cosas no ayudan nada
(y) la filosofía griega es conocimiento humano, puesto que no es
capaz de enseñar la Verdad?". A éstos hay que decirles en primer
lugar que se equivocan sobre lo más importante, es decir, en la
facultad de elegir del espíritu [humano].
93.2. Porque
dice [la Escritura], "quienes guardan santamente lo santo, se
santificarán; y quienes han aprendido esas cosas encontrarán una
defensa" (Sb 6,10). Puesto que únicamente el
gnóstico, como es
lógico, realizará santamente todo lo que se debe hacer, como ha
aprendido según la enseñanza del Señor, transmitida por medio de
hombres.
93.3. De nuevo también se puede escuchar:
"Porque en su mano (estamos), es decir, en el poder y sabiduría
(cf. 1 Co 1,24), y también nuestras palabras y toda prudencia y
ciencia de las cosas prácticas" (Sb 7,16). "Porque, nada ama el
Señor, excepto al que convive con la sabiduría" (Sb 7,28).
93.4. Porque [ésos] no han leído lo dicho por Salomón. Al
tratar sobre la construcción de una nave dice claramente: "La
sabiduría de un técnico la ha construido; pero tu providencia,
Padre, es la que la gobierna" (Sb 14,2-3).
El verdadero valor de la
filosofía
94.1. Y, ¿cómo no (será) ilógico pensar
que la filosofía es inferior que el arte del carpintero (o: del
arquitecto) y el de construir naves?
94.2. Quizás también
cuando el Señor sació a aquella gran muchedumbre recostada (cf.
Lc 9,14; mismo vocablo griego) sobre la hierba frente al lago
Tiberíades con dos peces y cinco panes de cebada (cf. Jn
6,9-13), aludía a la enseñanza preliminar de los griegos y de
los judíos, antes del divino trigo, el alimento cultivado según
la Ley.
94.3. Porque la cebada es más temprana que el
trigo en el tiempo de la cosecha. Pero los peces indican la
filosofía griega, nacida y llevada arriba de la ola pagana,
siendo dados en copioso alimento a los que todavía estaban
recostados en el suelo.
94.4. Aunque no aumentaron como
los trozos de los panes, sin embargo, participando de la
bendición del Señor (cf. Jn 6,11), (aprendieron) por inspiración
la resurrección (cf. Mt 22,23: anástasis) de la divinidad por el
poder del Verbo.
94.5. Pero si también eres amigo de
inquirir, tienes que aceptar que uno de los dos peces significa
la enseñanza cíclica, y el otro aquella filosofía que la
trasciende; ambas en verdad son compañeras del Verbo del Señor:
"El coro de los peces mudos resonaba" (Sófocles,
Fragmentos inciertos,
695), ha dicho alguna vez la musa de la tragedia.
94.6.
"Es necesario que yo disminuya, para crecer" (Jn 3,30), y de
ahora en adelante sólo [en] el Verbo del Señor, en quien se
completa la Ley (cf. Rm 10,4), dijo el profeta Juan [el
Bautista].
Cristo es
"la piedra angular"
95.1. Entiéndeme ya el
misterio de la verdad, disculpándome, si voy más allá de lo
pretendido, al proclamar tan sólo esto: "Todas las cosas fueron
hechas por Él y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3).
95.2.
Ciertamente es llamado "piedra angular, en la que todo el
edificio bien conjuntado crece hasta (ser) templo santo de Dios"
(Ef 2,20-21), según el divino Apóstol.
95.3. Callaré
ahora la parábola evangélica que dice: "El reino de los cielos
es semejante a un hombre que arrojó al mar una red e hizo una
selección de los mejores peces capturados" (Mt 13,47-48).
95.4. Pero nuestra sabiduría también pregona abiertamente
las cuatro virtudes, de manera que también su fuente la han
recibido los griegos de los hebreos. Así se puede aprender por
lo que sigue: "Y si alguien ama la justicia, sus penas son las
virtudes: porque ella enseña templanza y prudencia, justicia y
fortaleza; nada hay más útil que ellas en la vida para los
hombres" (Sb 8,7).
95.5. Por encima de todo es necesario
que ellos sepan que por naturaleza hemos nacido para la virtud;
no ciertamente que la tengamos de nacimiento, sino (como) aptos
para adquirirla.
Capítulo XII: El ser humano puede adquirir la virtud
Dios quiere la salvación
de los hombres
96.1. Con este razonamiento se
resuelve la dificultad que nos lanzan los herejes: ¿Adán fue
plasmado perfecto o imperfecto? Ahora bien, si imperfecto, ¿cómo
va a ser imperfecta la obra de un Dios perfecto, y sobre todo el
hombre? Pero si (fue creado) perfecto, ¿cómo transgredió los
mandatos?
96.2. Escuchen también de nosotros que no fue
hecho constitutivamente perfecto, sino apto para recibir la
virtud. Porque hay mucha diferencia en ser apto para la virtud
hasta su posesión. Pero [Dios] quiere que seamos salvados desde
nosotros mismos. En efecto, la naturaleza del alma (es) a partir
de sí misma que saca el anhelo. Además, siendo nosotros
racionales, y siendo racional la filosofía, tenemos una cierta
afinidad con ella. Y la aptitud es propensión hacia la virtud,
pero no la virtud.
96.3. Ahora bien, como ya he dicho,
todos han nacido para la adquisición de la virtud; pero hay
quien avanza más y otro menos, tanto en el aprendizaje como en
la ascesis (cf. Platón,
Protágoras, 323 D); y por lo cual algunos se han
ejercitado hasta la virtud perfecta, otros han llegado hasta un
cierto punto, e incluso otros, descuidándose, se han desviado en
dirección opuesta, aunque hayan sido bien dotados por la
naturaleza.
96.4. Y mucho más difícil de adquirir es la
gnosis, que sobrepasa a
todas las ciencias en grandeza y verdad, y se obtiene con un
gran esfuerzo.
Sobre la
metánoia
97.1. Pero, según parece, "no conocieron
los misterios de Dios, puesto que Dios creó al hombre para la
incorruptibilidad y lo hizo a imagen de su propia identidad" (Sb
2,22-23); y conforme a la identidad del que lo conoce todo, el
gnóstico, "justo y
santo y con prudencia" (Platón,
Teeteto, 176 B), se
esfuerza por alcanzar la medida de la edad perfecta (cf. Ef
4,13).
97.2. Pero puesto que para el
gnóstico no sólo son
puras (o: se purifican) las acciones y los pensamientos, sino
también las palabras, dice (la Escritura): "Apreciaste mi
corazón y me visitaste de noche; me pasaste por el fuego y no se
encontró en mí injusticia, puesto que mi boca no ha hablado las
obras de los hombres" (Sal 16 [17],3-4).
97.3. Y ¿qué
significa "las obras de los hombres"? Reconoce el pecado mismo,
no el referido al arrepentimiento -porque ese [reconocimiento]
también es común en los otros fieles-, sino lo que es pecado.
Puesto que no condena el [pecado] de uno, sino sencillamente a
todo pecado; ni tampoco la maldad que alguno ha hecho, sino lo
que no debe hacerse.
97.4. Y de esto se deduce un doble
arrepentimiento: uno general, por la falta cometida; otro el
que, conocida la naturaleza del pecado, persuade a abstenerse de
pecar por una razón superior, a lo que sigue el no pecar.
Los verdaderos bienes
98.1. No se diga, por tanto, que el que comete
injusticia y peca comete una falta por incitación de los
demonios para así ser inocente; sino que cuando elige el pecar
lo mismo que los demonios, también el hombre se hace demoníaco:
inestable, voluble e inconstante en los deseos; como los
demonios.
98.2. En efecto, ciertamente, el malo por
naturaleza, está inclinado a pecar por maldad, se ha inclinado a
lo vil, teniendo la maldad que ha elegido espontáneamente. Y al
estar inclinado al pecado, peca también en lo que hace. Por el
contrario, el que es bueno obra rectamente (cf. Sal 111
[112],5).
98.3. Por eso, nosotros llamamos bienes no sólo
a las virtudes, sino también a las acciones buenas; y sabemos
que algunos bienes son elegibles por sí mismos, como la
gnosis -porque no
perseguimos de ella, una vez en su presencia, otra cosa que su
presencia misma, y nosotros estamos en una contemplación
ininterrumpida y luchamos en pos de ella y a causa de ella-;
pero otros [bienes son elegibles] por otras (razones), como la
fe, por la que se evita el castigo y se obtiene el beneficio de
la recompensa [divina]. Porque el temor es para la mayoría una
causa para no pecar; y la promesa es el punto de partida para
observar la obediencia, por la cual tiene lugar la salvación.
La alegría del gnóstico
99.1. Así entonces, la
gnosis, el bien más
perfecto, es elegible por sí misma; y también, en consecuencia,
los bienes que se derivan de ella.
99.2. Y el castigo
para el que es sancionado es causa de corrección, pero para los
que pueden verlo de lejos deviene un ejemplo, por el cual se
libran de caer en las mismas penas.
99.3. Recibamos, por
tanto, la gnosis no
desando los bienes que trae, sino abrazándola por el hecho mismo
de conocer. Porque el primer beneficio (es) el estado
gnóstico, que procura
placeres sin peligro y con gozo, ahora y para después.
99.4. Se dice que el gozo es alegría, teniendo conciencia (o:
reflexión) de la virtud según la verdad mediante algún festín y
esparcimiento del alma.
99.5. Y las obras que participan
de la gnosis son las
acciones buenas y honestas (lit.: hermosas). Porque la verdadera
riqueza es la superabundancia de acciones conformes a la virtud;
pero la miseria (o: indigencia, pobreza) es la carencia de
deseos prudentes.
99.6. Porque la cualidad de la posesión
y el uso de las cosas necesarias no encierran perjuicio, sino la
medida sin medida.
El
gnóstico aspira a la perfección en Dios
100.1. Por
eso el gnóstico
delimita los deseos respecto a la posesión y a la utilización,
no sobrepasando el límite de lo necesario.
100.2. En
efecto, considerando necesaria la vida aquí (abajo) para
acrecentar la ciencia y adquirir la
gnosis, lo que más
desea no (es sólo) de vivir, sino vivir según lo mejor; sin
preferir hijos, ni matrimonio, ni padres, al amor a Dios y a la
justicia en esta vida.
100.3. Y para él la esposa, una
vez nacidos los hijos, es considerada (lit.: juzgada) una
hermana, y como nacida del mismo padre; y ella se acuerda del
marido sólo cuando mira a los hijos, (puesto que) en realidad
será como una hermana después del abandono de la carne, que
divide y diferencia la gnosis
de los espirituales por la propiedades de las formas corporales.
Porque las almas en sí mismas son iguales; las almas no tienen
sexo (lit.: de género neutro), no son masculinas ni femeninas
(cf. Ga 3,28), cuando ni toman esposa ni son dadas en matrimonio
(cf. ; Lc 20,34-35; Mc 12,25; Mt 22,30). Así, quizás, la mujer
se transformará en varón, porque perdiendo su femineidad deviene
igualmente varonil y perfecta.
Sobre Abraham, Sara y Ana,
madre de Samuel
101.1. Esto (significaba) entonces
la risa de Sara cuando le fue dada la buena noticia del
nacimiento de un hijo (cf. Gn 18,12); ella no sólo no creyó al
ángel, me parece a mí, sino que se avergonzó [de tener]
nuevamente aquella relación por la que devendría madre de un
hijo.
101.2. Y tal vez desde entonces, Abrahán, cuando a
causa de la belleza de Sara corría peligro ante el rey de
Egipto, la llamó propiamente hermana, e hija del mismo padre,
aunque no de la misma madre (cf. Gn 12,10-20; 20,1-13).
101.3. En efecto, a los que se han convertido de los pecados
pero no han creído firmemente, Dios les concede lo que necesitan
por las peticiones; pero a quienes viven sin pecado y
gnósticamente, sólo con
pensarlo se lo concederá.
101.4. Por ejemplo, a Ana, con
sólo pensar en un hijo, se le concedió la concepción de Samuel
(cf. 1 S 1,9-20). Dice la Escritura: "Pide y lo haré. Piénsalo y
te lo daré" (cf. Mt 7,7).
101.5. Porque se nos ha
transmitido que Dios es "conocedor de los corazones" (Hch 1,24;
15,8; Ap 2,23), no que conjeture por un movimiento del alma,
como nosotros, los hombres, ni tampoco por lo que acontece
-puesto que (sería) ridículo pensarlo- ni, como el arquitecto
alaba la obra hecha, y tampoco Dios, cuando hizo la luz, dijo
que era bella (cf. Gn 1,3-4) después de haberla visto.
101.6. Él, incluso antes de haberla hecho, la alabó, porque
sabía cómo iba a ser. Y lo que iba a ser bueno (o: bello) por el
poder del que lo hizo, desde el principio fue hecho bueno (o:
bello) por la acción (del Hacedor), mediante su designio eterno.
101.7. Por tanto, lo que habría de ser ya lo había predicho
como bueno, aunque ocultara la verdad por la inversión (hipérbaton)
de la frase.
Orar en
todo momento. El ayuno
102.1. El
gnóstico, por tanto, reza también a toda hora (cf. Lc
18,1; Ef 5,20) con el pensamiento, familiarizado con Dios por el
amor. En primer lugar pedirá para sí mismo el perdón de los
pecados; después, el no pecar jamás; en seguida, poder hacer el
bien y comprender toda la creación y la
economía [salvífica]
según el Señor;
102.2. para llegar a ser limpio de
corazón (Mt 5,8; cf. Sal 23 [24],4), y mediante el
reconocimiento del Hijo de Dios, ser iniciado en la
bienaventurada contemplación "cara a cara" (1 Co 13,12; cf. Gn
32,31; Ex 33,11), escuchando a la Escritura, que dice: "El ayuno
con la oración es bueno" (Tb 12,8; cf. Mc 9,28).
102.3.
Los ayunos indican la abstención de todos los males en general:
de obra, palabra y del pensamiento mismo.
102.4. Como se
ve, entonces, la justicia es cuadrada, igual por todas partes y
adecuada en palabra, en obra, en abstención del mal, en hacer
bien, en perfección gnóstica;
de ninguna manera cojea por ninguna parte, para no aparecer
injusta e inicua.
102.5. Cuando uno es justo, también
(es) totalmente fiel; pero si (es) fiel no por ello (es) también
justo, y digo la que progresa y se hace perfecta, por la que el
gnóstico es llamado
justo.
El ejemplo del
teñido de la lana
103.1. Por ejemplo, Abrahán,
porque se hizo fiel, "le fue reconocido como justicia" (Gn 15,6;
Rm 4,3), porque había progresado hacia lo mejor y más perfecto
que la fe.
103.2. Porque no es justo quien sólo porque se
abstiene de la mala acción, si no añade el bien obrar y el
conocer por qué causa hay que evitar ciertas cosas y hacer
otras.
103.3. El Apóstol dice que el justo es conducido
hacia la suma cumbre "mediante las armas de la justicia de
derecha e izquierda" (2 Co 6,7), defendido por unas, pero
también usando otras.
103.4. Porque no basta la
protección de la armadura, y la abstención de los pecados no es
suficiente para alcanzar la perfección, si no asume también la
tarea de la justicia, la práctica de hacer el bien.
103.5. Entonces sí, nuestro hábil (lit.: ambidextro)
gnóstico se manifiesta
en la justicia cuando ya ha sido glorificado en este mundo como
Moisés [manifiesta] en el rostro (cf. Ex 34,29-35; 2 Co 3,7-18)
del alma; lo cual, ya lo hemos dicho antes (cf. IV,117,1), es
una característica propia del alma justa.
103.6. Porque
como al fijarse la tintura en la lana, permaneciendo (ésta
invariable), le procura una característica y una diferencia
respecto al resto de las lanas, así también sobre el alma, el
esfuerzo pasa, pero permanece la hermosura y deja lo agradable,
mas se limpia lo vergonzoso.
103.7. Éstas son las
cualidades características de cada una de las almas, por las que
una es reconocida glorificada y otra, en cambio, condenada.
El gnóstico por acción de
la gracia deviene "portador de Dios"
104.1.
Ciertamente, como en Moisés, que por su justa conducta y por su
continuo diálogo con Dios que le hablaba (cf. Ex 33,11; 34,29),
se fijó en su rostro un brillo de gloria, así también el alma
justa, alguna fuerza divina de bondad, ungiéndola por una visita
(o: solicitud), por la profecía y por la actividad de gobierno,
deja impreso cual un resplandor intelectual, mostrando algo como
el calor del sol, un magnífico (epifánico)
"sello de justicia" (Rm 4,11), una luz que se une al alma por un
amor continuo, portador de Dios y llevado por Dios.
104.2. En este punto aparece para el
gnóstico la semejanza
con Dios Salvador y, en cuanto le (es) permitido a la naturaleza
humana, deviene perfecto, "como el Padre que está en los cielos"
(Mt 5,48), dice (la Escritura).
104.3. Él mismo es el que
ha afirmado: "Hijitos, todavía estoy un poco con ustedes" (Jn
13,33), porque también Dios, no porque sea bueno por naturaleza,
permanece bienaventurado e incorruptible, "no sin hacer nada y
sin condescender con nadie" (Epicuro,
Sentencias, 1), sino
haciendo el bien que lo caracteriza, siendo realmente Dios y
Padre bueno, también (se manifiesta) en el incesante hacer el
bien, y permaneciendo inmutable en la identidad de su bondad.
Porque, ¿para qué sirve un bien, si no actúa y no beneficia?
Capítulo XIII: El gnóstico
aspira a la perfección
El gnóstico "se apresura hacia
la santa morada"
105.1. Quien ha moderado
primeramente sus pasiones, practicando la impasibilidad y
creciendo en la caridad de la perfección
gnóstica, [ése] (es)
"como un ángel" (Lc 20,36) ciertamente ya aquí mismo. Luminoso y
brillante como el sol (cf. Mt 13,43) por su acción caritativa,
se apresura con la justa
gnosis, mediante el amor de Dios, hacia la santa morada,
como los apóstoles; y llegaron a ser apóstoles, porque fueron
elegidos, no por una característica extraordinaria (o: superior)
de su naturaleza, ya que también Judas fue elegido junto con
ellos (cf. Mt 10,4), sino que llegaron a ser apóstoles, porque
fueron elegidos por el que prevé también el final.
105.2.
Así Matías, que no fue elegido juntamente con ellos, mostrándose
digno de ser apóstol, será puesto en lugar de Judas (cf. Hch
1,23. 26).
El auténtico
presbítero
106.1. Ciertamente, también hoy es
posible estar inscrito entre los apóstoles, a los que han
practicado los mandamientos del Señor, viviendo perfecta y
gnósticamente según el
Evangelio (cf. Mt 5,19; Hch 1,1).
106.2. Y es realmente
presbítero de la Iglesia y verdadero ministro de la voluntad de
Dios el que hace y enseña las cosas del Señor (cf. Mt 5,19); no
es elegido por mano humana ni considerado justo por ser
presbítero (cf. Hch 14,23), sino que, por ser justo, es elegido
por el consejo de los presbíteros. Y aunque aquí sobre la tierra
no sea estimado para una el primer lugar (cf. Mt 23,6; Mc 12,39;
Lc 11,43; 20,46), se sentará, para juzgar al pueblo, sobre uno
de los veinticuatro tronos, como dice Juan en el "Apocalipsis"
(cf. Ap 4,4; Mt 19,28; Lc 22,30).
106.3. Porque en
realidad uno solo es el testamento salvador que se ha venido
hasta nosotros desde el principio del mundo (cf. Ef 1,4), aunque
su regalo se haya interpretado según la diversidad de
generaciones y de épocas.
106.4. Porque,
consecuentemente, es uno solo e inmutable el regalo de la
salvación (cf. Rm 11,29) por parte del único Dios, mediante un
único Señor, [regalo] que "de muchas maneras" (Hb 1,1) fue
provechoso; por cuya causa es suprimido el "muro medianero" (Ef
2,14) que separa al griego del judío en aras de un pueblo
elegido.
Quien
aspira a la perfección camina tras las huellas de los apóstoles
107.1. Y de esta manera ambos llegan "a la unidad de
la fe" (Ef 4,13), y de los dos (resulta) una única elección.
107.2. Y entre los elegidos, dice (el Señor [cf. Mt 19,28;
Lc 22,30]), son más selectos los que según la perfecta
gnosis han sido
considerados como flores de la Iglesia misma, y han sido
honrados con la más espléndida gloria; procediendo igualmente de
griegos como de judíos, son jueces y administradores (cf. 1 P
4,10), los veinticuatro (cf. Ap 4,4), la gracia por duplicado
(cf. Rm 5,15. 20). Además, también en la Iglesia de aquí abajo
los grados progresivos de obispos, presbíteros y diáconos,
alcanzan -pienso yo- las imitaciones de aquella gloria angélica
de la economía [salvífica] de la que hablan las Escrituras,
esperando a cuantos han marchado (o: se han mantenido) tras las
huellas de los apóstoles, en justa perfección, según el
Evangelio.
107.3. El Apóstol escribe que éstos, elevados
"en las nubes" (1 Ts 4,17), en primer lugar serán diáconos,
luego serán inscritos en el presbiterio, según los grados
ascendentes de gloria -puesto que una gloria difiere de otra
(cf. 1 Co 15,41)-, y crecerán "hasta el varón perfecto" (Ef
4,13).
Capítulo XIV: El gnóstico
aspira a la perfección (continuación)
Los puros de corazón son los
verdaderos israelitas
108.1. Esos tales, según
David, "descansarán en el monte santo de Dios" (Sal 14 [15],1;
cf. 23 [24],3), en la Iglesia de lo alto (o: del cielo), donde
se reúnen los filósofos (= cristianos auténticos) de Dios, los
verdaderos israelitas, "los limpios de corazón" (Mt 5,8), en los
que no hay engaño (cf. Jn 1,47); éstos no permanecen en el
descanso del día séptimo (cf. Gn 2,2; Ex 20,8), sino que
asimilados a Dios por una buena conducta son elevados a la
heredad benéfica del día octavo, elevándose a la pura
contemplación de una visión insaciable.
108.2. "Pero hay
otras ovejas -dice el Señor- que no son de este redil" (Jn
10,16), retenidas (dignas) de otro redil y de otra (lit.:
análoga) morada (según la medida) de (su) fe.
108.3.
"Pero mis ovejas oyen mi voz" (Jn 10,27), comprendiendo
gnósticamente los
mandamientos; pero se deben entender elevada y dignamente, con
la retribución de las obras y con la recíproca consecuencia.
108.4. Lo mismo que cuando escuchamos las palabras: "Tu fe
te ha salvado" (Mt 9,22; cf. Mc 5,34; 10,52; Lc 7,50; 17,19;
18,42), no entendemos que Él dice simplemente que los que crean
de cualquier modo serán salvados, a no ser que también sigan las
obras correspondientes.
108.5. Precisamente (Él) dijo esa
frase sólo a los judíos que habían caminado bajo la Ley
irreprensiblemente, faltándoles sólo la fe en el Señor.
"Buena es la justicia de Dios
y justa es su bondad"
109.1. Ahora bien, si uno no
es creyente por su intemperancia, y no ha abandonado la carne,
debe liberarse de las pasiones, para poder ir hacia la morada
propia.
109.2. Es mejor tener
gnosis que fe, al igual
que es mejor ser tenido digno de la estima más alta, una vez
salvados, que el hecho mismo de ser salvados.
109.3.
Nuestro creyente, por tanto, despojándose de las pasiones
mediante una larga educación, pasa a una morada mejor que la
precedente, sufriendo un gravísimo castigo, característico del
arrepentimiento (metanoia),
por lo que ha pecado después del bautismo.
109.4. Así,
también le aflige más el no haber conseguido ya, o jamás en
absoluto, lo que ve que los otros han alcanzado.
109.5.
Pero también se avergüenza de las faltas, que son el mayor
castigo para el creyente. Porque buena es la justicia de Dios y
justa es su bondad.
109.6. Y aunque luego cesen los
castigos, de alguna manera, con la satisfacción de la pena y la
purificación por cada una [de las prevaricaciones], los
encontrados dignos de otro redil llevan una más grande aflicción
sobre sí, al no encontrarse juntamente con los glorificados por
la justicia (cf. Rm 8,30).
Dios es previsor
110.1. Precisamente Salomón dice que el
gnóstico (es) sabio
respecto a cuantos admiran la excelencia de su morada: "Porque
verán el fin del sabio y no comprenderán lo que el Señor ha
querido de él, ni para qué lo ha guardado" (Sb 4,17).
110.2. (Y) sobre su gloria: "Dirán: "Éste era al que alguna vez
tomamos a risa y como ejemplo (parábola)
de nuestro escarnio (o: insulto), [nosotros] los insensatos.
Nosotros juzgamos su vida como locura, y su final como deshonra.
¿Por qué es contado entre los hijos de Dios y su heredad está
entre los santos?"" (Sb 5,3-5).
110.3. No sólo el
creyente, sino también el gentil es juzgado con toda justicia.
Puesto que Dios, previsor como es, ya sabía que éste [gentil] no
creería; de todos modos, para que alcanzara al menos su propia
perfección, le concedió por un lado la filosofía antes que la
fe, y por otro lado le concedió el sol, la luna, y los astros
para adorar a la divinidad; Dios hizo estas cosas para los
gentiles, dice la Ley (cf. Dt 4,19), para que no fueran por
siempre ateos y para que no perecieran totalmente.
110.4.
Pero ellos, mostrándose (lit.: deviniendo) ignorantes a este
mandato, volviéndose hacia ídolos esculpidos (cf. Dt 4,16), no
se arrepintieron, siendo juzgados; unos, ciertamente, porque
pudiendo, no quisieron creer en Dios; pero otros también porque,
queriendo, no se esforzaron lo suficiente por ser creyentes.
Las acciones del gnóstico
111.1. Sí, ciertamente aquellos, por la veneración de
los astros, no se remontaron hasta su Hacedor. Porque éste era
el camino concedido a los gentiles para elevarse hacia Dios
mediante la veneración a los astros.
111.2. Pero ellos,
no quisieron (lit.: queriendo) atenerse a los astros que se les
concedía, sino que también se volvieron hacia piedras y maderos
(cf. Jr 2,27), y "fueron estimados -dice [la Escritura]- como
polvo" (Sal 1,4) y "como gota de cántaro" (Is 40,15),
inservibles respecto (o: para) a la salvación, expulsados del
cuerpo (=del cuerpo que forman los cristianos).
111.3.
Como el salvar simplemente es (propio) de las cosas intermedias,
sin embargo (el salvar) recta y convenientemente es una buena
acción, así también toda acción del
gnóstico es una acción
perfecta; pero la del simple creyente hay que llamarla una
acción intermedia: todavía no está realizada según la razón, ni
es conducida rectamente con reflexión. Pero toda (acción) del
gentil es pecaminosa (cf. Rm 14,23). Porque las Escrituras
instan no a realizar simplemente el bien, sino a hacer las
acciones con un fin determinado y a realizar lo que conviene
conforme a la razón.
Los peligros de la ignorancia
112.1. Así como los inexpertos en tocar la lira no
(deben) tocarla, tampoco ciertamente los inexpertos (deben)
tocar la flauta, así en modo alguno (deben) ocuparse en
(ciertas) cuestiones quienes no poseen la
gnosis y no saben en
absoluto cómo usar de ellas durante toda la vida.
112.2.
Ahora bien, los atletas de la guerra no sólo pelean la lucha de
la libertad en los campos de batalla (cf. 1 Co 9,25), sino que
también los ungidos por el Verbo [pelean] en las reuniones (simposios),
en el lecho y en los tribunales (dicasterios),
avergonzándose de devenir prisioneros del placer: "No, jamás
cambiaré la virtud por una ganancia injusta" (Anónimo,
Fragmentos, 104 B; cf.
Píndaro, Pítica,
IV,140).
112.3. Y ganancia injusta (son) claramente el
placer y el dolor, la codicia (lit.: el deseo), el miedo y, por
decirlo resumidamente, las pasiones del alma, siendo (su) gozo
inmediato dolor para el futuro. Dice (el Señor): "¿Qué aprovecha
que ganes el mundo, si pierdes el alma?" (Mt 16,26; Mc 8,36; Lc
9,25).
112.4. Es claro que quienes no realizan obras
buenas no conocen lo que les aprovecha. Y si eso (es) así, esos
tales no piden rectamente para recibir de Dios los bienes (cf.
Lc 11,13), ignorando (cuáles son) los verdaderos bienes; y una
vez recibidos, tampoco se darán cuenta del don, (y) tampoco
disfrutarán dignamente de lo que no han conocido; (y) por la
inexperiencia del buen uso de lo que se les regala, lo mismo que
por su gran ignorancia, ésos jamás conocen cómo utilizar los
regalos divinos. Además, la falta de cultura (o: la falta de
instrucción) [es] causa de ignorancia.
No hay peor mal que la
ignorancia, y ésta es causa del pecado
113.1.
También me parece a mí [noble] orgullo de un alma exultante,
pero de buena (o: pura) conciencia (cf. 1 Tm 1,5. 19; 1 P 3,16.
21), el declarar en las circunstancias que acontezcan: "Que
maquinen contra esto lo que quieran, porque el bien está conmigo
y lo que es justo será mi aliado, y tampoco seré vencido jamás
si actúo bien" (Eurípides,
Fragmentos, 918,1. 3-5).
113.2. Y esta buena
conciencia deja a salvo lo que es santo sobre Dios y lo que es
justo respecto a los hombres; guarda limpia el alma con
pensamientos dignos, con palabras castas y con obras justas.
113.3. De esta manera, recibiendo el poder del Señor, el
alma se ejercita para ser dios (cf. Sal 81 [82],6; 2 P 1,4),
entendiendo que no hay peor mal que la ignorancia y la acción no
conforme a la recta razón; y en cualquier circunstancia siempre
da gracias a Dios (cf. Ef 5,20), por la escucha de la justicia,
por la divina lectura, por la búsqueda de la verdad, por una
santa ofrenda, por la oración bienaventurada, alabando, cantando
(himnodiando), bendiciendo y salmodiando. Esa alma en ningún
tiempo se separa de Dios por ninguna circunstancia.
113.4. Con razón, por tanto, se ha dicho: "Y los que confían en
Él entenderán la verdad, y los creyentes en el amor permanecerán
en Él" (Sb 3,9). Ves lo que dice la Sabiduría sobre los
gnósticos.
Las moradas eternas y el
gnóstico
114.1. Entonces (hay) diferentes moradas
que correspondientes (análogas) a la dignidad de los creyentes.
Así (dice) Salomón: "Porque se le dará la gracia selecta de la
fe y una herencia más agradable en el Templo del Señor" (Sb
3,14).
114.2. Porque la comparación indica ciertamente lo
inferior en el templo de Dios, que es toda la Iglesia, pero
permite pensar también en lo de más arriba, donde está el Señor.
114.3. A estas tres moradas elegidas aluden en el Evangelio
los números treinta, sesenta y cien (cf. Mt 13,8).
114.4.
Y ciertamente la herencia perfecta (es) de quienes alcanzan el
estado "del varón perfecto" (Ef 4,13) a imagen del Señor; pero
"la semejanza" (Gn 1,26) no es, como algunos (pretenden), por la
forma humana (o: por constitución natural) -porque es una
afirmación impía- ni ciertamente en cuanto a la virtud, por
[semejanza] con la causa primera.
114.5. Porque también
es impía la interpretación de quienes suponen que la virtud del
hombre y la de Dios omnipotente es la misma. "Has supuesto, dice
[la Escritura], una iniquidad: que yo sea igual a ti" (Sal 49
[50],21). Pero "al discípulo le basta llegar a ser como el
maestro" (Mt 10,25), dice el Maestro.
114.6. Así, sobre
la semejanza con Dios, quien ha sido dispuesto para la adopción
filial (cf. Ef 1,5) y la amistad de Dios deviene coheredero de
señores y dioses (cf. Rm 8,15-17), si es perfecto según el
Evangelio, como el Señor mismo enseñó (cf. Mt 5,48).
Capítulo XV: Sobre el gnóstico
y la Sagrada Escritura
El gnóstico debe oír y
comprender rectamente
115.1. El
gnóstico, entonces,
plasma (en sí mismo) la más cercana semejanza [con el Señor], la
idea del Maestro; él ha comprendido, como quiso el que la
enseñó, la idea que Aquél mandó, expresó y aconsejó (cf. Jn
13,15) a los sensatos y prudentes; y [el
gnóstico] en particular
recibe (lit.: recibiendo) este magnífico pensamiento enseñándolo
dignamente "sobre los tejados" (Mt 10,27; Lc 12,3) a quienes
pueden ser edificados con altura (cf. Ef 2,22), pero comenzando
a actuar por la fuerza (o: energía) de lo que dice según el
ejemplo de su conducta.
115.2. Porque mandó cosas
posibles, y quien es de estirpe real y cristiano (cf. Ap 1,6; 1
P 2,9) realmente debe ser apto para mandar y hegemónico; y no
sólo se nos ha ordenado dominar a las fieras de fuera (cf. Gn
1,26), sino también a las pasiones salvajes dentro de nosotros
mismos.
115.3. Ahora bien, como se ve, el
gnóstico se salva
conforme a la atención de la mala y de la buena vida,
comprendiendo y realizando "más que los escribas y fariseos" (Mt
5,20).
115.4. David escribe: "Tensa, avanza y reina
mediante la verdad, la humildad (o: mansedumbre) y la justicia,
y te conducirá maravillosamente tu diestra" (Sal 44 [45],5), es
decir, el Señor.
115.5. "Así, por tanto, ¿qué sabio
entiende también estas cosas? ¿El inteligente también las
conocerá? Porque los caminos de Señor (son) rectos" (Os 14,10),
dice el profeta, indicando que sólo el gnóstico podrá comprender
y explicar claramente lo dicho por el Espíritu (cf. 2 P 1,20-21)
de forma velada.
115.6. Y "el que entienda, en aquel
tiempo callará" (Am 5,13), dice la Escritura; refiriéndose
evidentemente a los indignos, porque dice el Señor: "El que
tenga oídos para entender, que oiga" (Mt 11,15; Lc 8,8; 14,35),
diciendo que no es de todos el oír y comprender.
La palabra de Dios exige
preparación adecuada para ser rectamente comprendida
116.1. Precisamente escribe David: "Agua obscura en las
nubes de los aires; del resplandor que le precedía las nubes
pasaron, granizos y carbones de fuego" (Sal 17 [18],12-13),
enseñando que las palabras sagradas son obscuras.
116.2.
Y en cambio recuerda que para los
gnósticos lo enviado
desde arriba (lit.: venido de los dioses) (es) trnasparente y
luminoso, como un granizo inocuo, pero oscuro para los demás,
como los carbones apagados del fuego, que, si alguien no los
vuelve a encender o reaviva, no arderán ni iluminarán.
116.3. "El Señor -dice también- me da una lengua educada para
conocer, en el tiempo oportuno, cuándo se debe decir una
palabra" (Is 50,4), no sólo sobre el martirio, sino también, en
efecto, respecto a preguntas y respuestas;"y la educación del
Señor abre mi boca" (Is 50,5; el texto de la LXX dice: oído).
Así, entonces, el gnóstico
también sabe cuándo, cómo y con quién debe utilizar de la
palabra.
La diferencia
de producción entre lo silvestre y lo cultivado
117.1. En efecto, también el Apóstol, cuando dice "según los
elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2,8), transmite que
la enseñanza de los griegos es elemental, pero es perfecta la
"según Cristo", como hemos indicado más arriba (cf. VI,61-62;
57,2--58,3).
117.2. Precisamente, el olivo silvestre está
injertado en la fecundidad (o: en el patrón del olivo), y
ciertamente también nace igualmente con los olivos cultivados
(cf. Rm 11,17 ss.); lo injertado necesita, en vez de tierra, del
árbol en el que ha sido injertado.
117.3. Y todas las
plantas han germinado por igual a partir del mandato divino (cf.
Gn 1,11). Por eso, aunque el acebuche ha venido a ser un olivo
silvestre, sin embargo le ha tocado en suerte coronar a los
vencedores en los juegos olímpicos; y el olmo enseña a la vid
fecunda a trepar (lit.: subir) hacia arriba.
117.4. Pero
vemos que los árboles silvestres asimilan mejor el alimento
abundante, porque no son capaces de producir. Así, lo silvestre
es menos asimilador que lo cultivado, y la causa de ser
silvestre es precisamente la privación misma de la fuerza
asimiladora.
"El
injerto hace nobles a las plantas inútiles"
118.1.
Ciertamente, el olivo injertado recibe más alimento, creciendo
merced al silvestre; y entonces éste se acostumbra a asimilar el
alimento, asemejándose a la fecundidad del cultivado; así
también el filósofo (= hombre que busca la verdad), comparado
con el olivo salvaje, teniendo mucho que no asimila, por ser
apto para indagar, capaz de entender y deseoso de la fecundidad
de la verdad, si recibe la divina fuerza mediante la fe,
plantado en la gnosis
buena y cultivada, como el olivo silvestre injertado en el Verbo
verdaderamente hermoso (o: bueno) y misericordioso, asimila el
alimento transmitido y deviene un buen olivo (cf. Rm 11,24).
118.2. Porque el injerto hace nobles a las (plantas)
inútiles y a las estériles las obliga a devenir productivas con
el arte agrícola y la ciencia
gnóstica.
Sobre las diversas clases de
injertos
119.1. Pero se dice que el injerto se
realiza de cuatro maneras. Según la primera es necesario ajustar
lo injertado entre el tronco y la corteza; como son catequizados
los gentiles ignorantes, porque reciben superficialmente la
palabra.
119.2. Otra manera (es) cuando, hendiendo el
tronco, se hace entrar en él la planta más noble (o: mejor), que
es lo que sucede en los filósofos: porque seccionadas sus
doctrinas, sobreviene el conocimiento profundo de la verdad.
Como así también en los judíos, abierta (o: destapada; lit.:
terminada) la antigua Escritura, se injerta la nueva y noble
planta del olivo.
119.3. La tercera clase se refiere (o:
ajusta) al injerto de las (plantas) salvajes y de los herejes
que son transportados con violencia a la verdad. Porque,
raspando cada una de las ramas [del injerto] con un cuchillo (lit.:
hoz) aguzado hasta dejar desnudo el interior (de las plantas),
pero sin herirlas, atan una con la otra.
119.4. Y la
cuarta clase de injerto es la llamada inoculación, porque se
quita de un tallo noble un botón (lit.: ojo), rodeado de corteza
en extensión menor a un palmo (= 7,4 cms.); después se raspa el
tronco en idéntica proporción del botón y se le aplica, se le
ata con una cuerda y se le unta de arcilla, cuidando que el
botón no quede lastimado o manchado. Esta (es) la forma (propia)
de la enseñanza gnóstica,
que puede examinar atentamente los acontecimientos; y este
género [de injerto] (es) el más útil para los árboles
cultivados.
La fe debe
injertarse en el alma creyente
120.1. Pero el
injerto del que habla el Apóstol (cf. Rm 11,24) puede ser el
buen olivo, Cristo mismo, (porque) desde la naturaleza salvaje e
incrédula es trasplantado en Cristo, como (es el caso) de los
que creen en Cristo; pero (es) mejor que la fe de cada uno se
encuentre injertada en el alma misma.
120.2. Porque
también el Espíritu Santo se trasplanta en ella y se difunde sin
circunscribirse según la individualidad de cada uno.
120.3. Hablando sobre la
gnosis, dice Salomón: "La sabiduría es luminosa e
inmarcesible y fácilmente es contemplada por quienes la aman; se
adelanta para darse a conocer a quienes la desean. El que por
ella madruga no se cansará; porque pensar en ella es sabiduría
perfecta, y quien se desvela por ella rápidamente estará libre
de cuidados; porque ella buscando rodeará a los que son dignos
de ella -porque no todos poseen la
gnosis- y se muestra
favorable en sus caminos" (Sb 6,12-16). "Los caminos" son el
modo de vida y la diversidad según los [dos] Testamentos.
Hay que buscar la gnosis
121.1. A continuación añade: "Y en todo pensamiento
se encuentra con ellos" (Sb 6,16), (porque) se deja contemplar
de varios modos, evidentemente a través de toda educación.
121.2. Después añade, ofreciendo el amor que perfecciona, y
aportando así además, en cierto modo, una demostración también
verdadera por medio de un razonamiento silogístico y de premisas
verdaderas: "Porque principio de ella es el genuino deseo de
educación -es decir, de la
gnosis- y el deseo profundo de educación (es) amor; amor
(es) la observancia de sus leyes, y la obediencia a sus leyes es
certeza de incorruptibilidad; y la incorruptibilidad hace estar
cerca de Dios. Así, el deseo de sabiduría conduce al reino" (Sb
6,17-20).
121.3. Porque enseña -pienso- cómo la verdadera
educación es un cierto deseo de
gnosis, y el ejercicio
de educación se hace por amor de la
gnosis; y ciertamente
el amor es observancia de los mandamientos (cf. Jn 15,10) que
conducen hacia la gnosis
y la observancia de los mandamientos (es) su misma seguridad, de
la cual proviene (o: sobreviene) la incorruptibilidad: "Y la
incorruptibilidad hace estar cerca de Dios" (Sb 6,19). Por eso,
si el amor de la gnosis
hace incorruptible y lleva al de estirpe regia a estar cerca de
Dios rey, es necesario buscar la
gnosis hasta
encontrarla.
121.4. Y la investigación es un impulso para
conseguir y descubrir el fundamento mediante algunas señales; el
descubrimiento (es) el fin y el descanso de la investigación que
deviene comprensión, que eso es la
gnosis. También la
gnosis es el
descubrimiento mismo, la comprensión que se encuentra en una
investigación. Pero se dice que un indicio (o: una señal) es lo
que precede, acompaña o sigue (cf. Aristóteles,
Analytica priora,
II,27,70 a 7-10).
Capítulo XV: Sobre el gnóstico
y la Sagrada Escritura (continuación)
El Hijo de Dios, Cristo, es el
principio de toda auténtica enseñanza
122.1. El
descubrimiento sobre la investigación de Dios es, en efecto, la
enseñanza mediante el Hijo, y señal de que nuestro Salvador (es)
ese Hijo de Dios, las profecías anteriores a su venida lo
proclaman, y también los testimonios contemporáneos a su
nacimiento sensible, y además las proclamaciones después de su
ascensión y las demostraciones visibles de su poder.
122.2. Así, una señal de que tenemos la verdad es el que el
mismo Hijo de Dios lo ha enseñado. Porque, si sobre toda
investigación se encuentran estas cosas universales (lit.:
católicas), la persona y el hecho, la verdad real se manifiesta
sólo a nosotros, porque la persona de la verdad demostrada (es)
el Hijo de Dios, y el hecho es el poder de la fe que está por
encima de todo obstáculo que se presente y de la oposición del
mundo entero.
122.3. Pero -ya que está demostrado (lit.:
reconocido, probado) lo que ha sido confirmado con obras y
palabras eternas: todo el que considera que no hay Providencia y
es realmente ateo, aparece ya totalmente digno de castigo, no de
refutación-, y es preferible para nosotros saber lo que hay que
hacer y cómo debemos vivir para llegar al conocimiento profundo
de Dios omnipotente, y cómo debemos honrar a la divinidad para
devenir nosotros mismos causa de salvación; y trataremos de
hacer lo justo y lo santo (cf. Lc 1,75) conociendo y aprendiendo
lo que le complace, no de los sofistas sino de Dios mismo.
122.4. Y lo que le complace es que nos hayamos salvado (cf.
1 Tm 2,4), y la salvación sobreviene por medio del bien hacer y
de la gnosis; de ambas
cosas es maestro el Señor.
La verdad la hemos aprendido
por medio del Hijo de Dios
123.1. Si, por tanto,
según Platón (cf. Timeo,
40 D-E) sólo se puede aprender lo verdadero de parte de Dios o
de los descendientes de Dios, con razón, al elegir los
testimonios de las palabras divinas, nos jactaremos de haber
aprendido la verdad por medio del Hijo de Dios; en efecto,
primeramente fueron profetizadas, más tarde también demostradas.
Y las cosas que colaboran al descubrimiento de la verdad no son
falsas.
123.2. Así, cuando la filosofía proclama la
Providencia, la recompensa de la vida bienaventurada y el
castigo de la [vida] de condenación (lit.: desgraciada),
teologiza comprensivamente, pero con exactitud no salva ni lo
mínimo (lit.: lo que hay en parte). Porque no trata como
nosotros ni sobre el Hijo de Dios ni sobre la economía
[salvífica] de la Providencia. Puesto que [la filosofía] no
conoce el culto según Dios.
123.3. Por eso precisamente,
las herejías de la filosofía bárbara (= cristianismo), aunque
afirman que Dios es uno y cantan himnos a Cristo, hablan según
una comprensión (superficial), no mediante la verdad. Porque
inventan otro dios y comprenden a Cristo no como lo transmiten
las profecías. Pero además sus falsas doctrinas están contra
nosotros, oponiéndose a la norma de conducta de la verdad.
La verdadera tradición es
la apostólica
124.1. Así Pablo circuncidó a
Timoteo en razón de los creyentes (que provenían) de los judíos
(cf. Hch 16,3), prefiriendo disolver él mismo (las
prescripciones) demasiado carnales de la Ley, no apostataran de
la fe los catecúmenos (provenientes) de la Ley, aunque sabía
perfectamente que la circuncisión no justifica (cf. 1 Co 7,19).
Él confiesa "hacerse todo con todos para ganar a todos" (1 Co
9,22; cf. 9,19), salvando condescendientemente lo principal de
las verdades.
124.2. Y Daniel llevó encima el collar de
oro por causa del rey de los persas, para que el pueblo
despreciado no fuera oprimido (cf. Dn 5,7. 29; 9,4-19).
124.3. Así, por tanto, no engañan en realidad los que tratan de
adaptarse en virtud de la economía de la salvación, ni los que
resbalaron en una cosa mínima, sino los que se apartan de las
[verdades] más importantes y ciertamente rechazan por poco que
sea al Señor, y expolian la verdadera enseñanza del Señor; ellos
no exponen ni transmiten las Escrituras conforme a la dignidad
de Dios y del Señor.
124.4. Porque la comprensión y el
ejercicio de la piadosa tradición de la enseñanza del Señor por
medio de sus apóstoles es un depósito que hay que restituir a
Dios (cf. 1 Tm 6,20).
124.5. Dice [la Escritura]: "Lo que
oyen al oído -claro está, de modo oculto y en forma misteriosa,
porque eso significa alegóricamente hablar al oído- anúncienlo
sobre los tejados" (Mt 10,27; cf. Lc 12,3); recibiendo
noblemente (o: con grandeza) las Escrituras, transmitiéndolas
con orgullo y explicándolas según el canon de la verdad.
124.6. Porque ni la profecía, ni el Salvador mismo explicaron
los divinos misterios de un modo tan fácil como para que uno
cualquiera los alcanzase, sino hablaban en parábolas (cf. Is
6,9-10; Mt 13,10-17).
La justicia cristiana consiste en el amor a Dios. El canon
eclesiástico
125.1. Incluso los apóstoles dicen
sobre el Señor que "habló todo en parábolas y no decía nada sin
parábolas" (Mt 13,34).
125.2. Pero si "todo fue hecho por
medio de Él y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3), y la profecía y
la Ley fueron hechas por Él, y fueron dichas en parábolas por
medio de Él. Y "todas las cosas son claras para los entendidos"
(Pr 8,9), dice la Escritura; es decir, para cuantos reciben
conservando según el canon eclesiástico la exégesis de las
Escrituras explicada (o: aclarada) por Él.
125.3. Y canon
eclesiástico es el acuerdo y sinfonía de la Ley y de los
profetas con el Testamento transmitido por la venida del Señor.
125.4. Ciertamente, a la
gnosis sigue la prudencia, y a la prudencia la templanza.
Porque hay que decir que la prudencia es una
gnosis divina y (que se
encuentra) en los divinizados, y que la templanza es mortal y
está en los hombres que filosofan, aunque todavía no (sean)
sabios.
125.5. Precisamente, si la virtud es divina,
también su gnosis; pero
la templanza es como una prudencia imperfecta, saliendo
ciertamente de la prudencia, pero fatigosamente laboriosa (o:
activa) y no teorética; sin duda conforme a la justicia común,
que siendo humana, sin embargo, sirve de base a la santidad, que
es justicia divina.
125.6. Porque para el perfecto la
justicia no (está) en los contratos de los ciudadanos (lit.:
políticos) ni en las prohibiciones de la Ley, sino en la acción
personal (ideopragía:
acción de obras para sí mismo) y en el amor a Dios.
Interpretar rectamente
"las expresiones salvíficas del Espíritu Santo"
126.1. Las Escrituras, ciertamente, ocultan su pensamiento por
muchas causas; en primer lugar, para que nos dediquemos a
investigar y siempre estemos vigilantes para descubrir las
palabras que salvan; después, porque no a todos convenía el
comprenderlas, para que, al interpretar erróneamente las
expresiones salvíficas del Espíritu Santo, no hicieran ningún
daño.
126.2. Así, los santos misterios de las profecías
se mantienen velados entre parábolas para los hombres elegidos y
admitidos por su fe a la
gnosis.
126.3. En efecto, el carácter de las
Escrituras es parabólico, porque también el Señor, sin ser del
mundo (cf. Jn 8,23; 17,14), aparece entre los hombres como (si
fuera) del mundo (lit.: mundano). Y porque llevó en sí toda la
virtud, destinando al hombre, compañero del mundo, a lo
inteligible y principal por medio del conocimiento, para que
pasara de un mundo [terreno] al mundo [celestial].
126.4.
También ha utilizado la escritura metafórica, porque eso (es) la
parábola: un dicho que a partir de algo no propio ciertamente,
pero semejante a lo propio, conduce al que entiende a lo
verdadero y propio, o, como dicen algunos, un estilo de hablar
que mediante diversos términos, sugiere con eficacia lo dicho
con propiedad.
Quienes
proclaman a Cristo son perseguidos
127.1. Toda la
economía [salvífica] profetizada sobre el Señor es una parábola,
como verdaderamente se manifiesta en los que no han conocido [la
verdad]; así alguno dirá y otros oirán que el Hijo de Dios
creador de todas las cosas asumió una carne y fue concebido en
un seno virginal, de manera que así se formó su carne visible y
que, en consecuencia, luego de engendrado padeció y
resucitó;"escándalo para los judíos y necedad para los griegos"
(1 Co 1,23), como dice el Apóstol.
127.2. Pero las
Escrituras han sido abiertas y manifiestan a quienes tienen
oídos (cf. Mt 11,15) que aquello es verdadero (cf. Lc 24,32),
que sufrió la carne asumida por el Señor, y proclaman que (es)
"poder y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24).
127.3. Además,
el género parabólico de la Escritura, siendo el más antiguo,
como hemos señalado (cf. V,19,3-4), ciertamente abundó muchísimo
entre los profetas, para que el Espíritu Santo demostrase que
tanto los filósofos griegos como los sabios de los otros
[pueblos] bárbaros habían ignorado la futura venida del Señor y
que la mística enseñanza sería transmitida por Él.
127.4.
Con razón, en efecto, la profecía, al anunciar al Señor, como
para no parecer a algunos blasfema al contradecir las opiniones
de la mayoría, configuró (lit.: esquematizó) lo que significaba
con expresiones que también podían conducir a otras
interpretaciones.
127.5. Así todos los profetas que
habían profetizado la venida del Señor y con ella los santos
misterios, fueron perseguidos, matados, como el mismo Señor (cf.
Mt 23,31-37; Hb 11,37), lo que dan a conocer de forma manifiesta
sus Escrituras; y sus discípulos, los que proclamaron al Verbo
de igual manera después de Él, expusieron la vida.
Testimonio del "Kerigma Petri"
128.1. De ahí que también Pedro en "La predicación",
cuando habla sobre los apóstoles dice: "Nosotros hemos abierto
los libros que tenemos de los profetas, quienes señalan a (lit.:
designan a) Jesucristo, mediante parábolas y enigmas, o bien
auténtica y textualmente; y encontramos su venida, la muerte, la
crucifixión y todos los demás tormentos que le infligieron los
judíos, y la resurrección y la ascensión a los cielos, antes que
fuera fundada Jerusalén (cf. Ap 21,1; 10,2; 2 P 3,13); tal como
había sido escrito todo aquello que Él debía padecer (cf. Lc
24,26; 1 P 1,11) y lo que habría de suceder después de Él.
128.2. Reconociendo todo eso creímos en Dios mediante lo que
había sido escrito sobre Él" (Kerigma
Petri, fragmento 9).
128.3. Y poco después añade,
sosteniendo de nuevo que por divina providencia se han cumplido
las profecías, así: "Porque supimos que Dios había dispuesto
realmente esas cosas, y no decimos nada sin la Escritura" (Kerigma
Petri, fragmento 10).
Capítulo XV: Sobre el gnóstico
y la Sagrada Escritura (conclusión)
Indagar por amor a la verdad
129.1. Ahora bien, el dialecto (o: lengua) hebreo
tiene también algunas otras peculiaridades, como asimismo cada
uno de los restantes, conteniendo algunas palabras que
manifiestan un carácter étnico. Así definen dialecto al lenguaje
realizado con un carácter étnico.
129.2. Pero la profecía
no viene a ser familiar a aquellos otros dialectos. Porque en
los [dialectos] griegos se practican intencionadamente los
llamados cambios de los tropos (= cambios de metáforas) que
construyen las ocultaciones, a imagen de nuestras profecías,
excepto que se demuestra la desviación voluntaria más allá de lo
correcto (lit.: recto), hecha en la expresión métrica (o:
poética) o en la improvisada.
129.3. El tropo es, por
tanto, una expresión sacada de lo que es importante a lo que no
(es) importante por causa del artificio y para dar mayor gracia
(o: eficacia) a una frase en el discurso.
129.4. Pero la
profecía, en general, no cuida las figuras del lenguaje para
embellecer la frase, con la que, al no ser la verdad patrimonio
de todos (cf. 1 Co 8,7), la oculta de diversas maneras, haciendo
salir la luz sólo para los que están iniciados en la
gnosis, para los que
buscan por amor la verdad.
Aprender a reflexionar
130.1. Y se dice que el proverbio es una forma de
profecía según la filosofía bárbara, y entre algunos se habla
asimismo de parábola y de enigma (cf. Si 39,2-3). Pero también
se llama ciertamente sabiduría, y como distinta de ella
educación, lo mismo que las palabras de prudencia, argucia (lit.:
que se mueve circularmente) de palabras, justicia verdadera,
enseñanza para enderezar el juicio y astucia para los sencillos
obtenida por la educación, y sentido y reflexión (o:
comprensión; cf. Pr 1,1-4) para el que ha devenido neocatecúmeno.
130.2. "El sabio que escucha a los profetas, dice [la
Escritura], será más sabio, y el que sabe reflexionar (o: el
inteligente) adquirirá el arte de administrar y comprenderá la
parábola, la palabra oscura y las máximas y enigmas de los
sabios" (Pr 1,5-6).
130.3. Pero si sucedió que los
dialectos helénicos han derivado su nombre de Heleno hijo de
Zeus, de sobrenombre Deucalión, según los tiempos que hemos
expuesto con anterioridad (cf. I,102,3; 103,2; 136,4), es fácil
entender en cuántas generaciones los dialectos griegos son
posteriores al lenguaje hebreo.
Dios escribe en nuestros
corazones
131.1. Y expondremos, con el progreso de
nuestro escrito, los mencionados tropos del profeta indicándolos
según cada perícopa, y demostrando debidamente (lit.: con gusto)
el modo de vida gnóstico
según el canon de la verdad.
131.2. Porque, ¿acaso en la
visión de Hermas el poder que se le apareció en el tipo de la
Iglesia no le dio para su transcripción el libro que quería
fuese anunciado a los elegidos? Y él lo transcribió, dice,
"letra a letra" (Hermas, El
Pastor, II,1. 3-4), no encontrando el modo de acabar las
sílabas.
131.3. Y así mostraba que la Escritura es
manifiesta a todos, comprensible por la sola lectura, y que ésta
es la fe tenida como disposición elemental, y por eso se
alegoriza la lectura letra a letra; pero una vez que se ha
avanzado en la fe, se pone de manifiesto que se posee la
explicación gnóstica de
las Escrituras, según la lectura de las sílabas.
131.4.
En cambio, también al profeta Isaías se le ordena tomar un libro
nuevo para escribir alguna cosa (cf. Is 8,1-2); así el Espíritu
profetizaba que la gnosis
santa existiría después mediante la exégesis de la Escritura,
que por aquel tiempo no estaba escrita, porque todavía no era
conocida; porque sólo se había dicho desde el principio a
quienes podían comprender (o: a los entendidos).
131.5.
Inmediatamente después que el Señor enseñó [la interpretación] a
los apóstoles, también a nosotros se nos entrega sin escritura
la tradición de lo escrito, porque el poder de Dios, renovando
continuamente el libro [de la Escritura], lo escribe en
(nuestros) corazones (cf. 2 Co 3,3).
Reconocemos al Hijo de Dios
por el poder del Padre
132.1. Así, los más
elocuentes de entre los griegos consagran el fruto del granado a
Hermes, al que llaman palabra, por causa de la explicación;
porque la palabra esconde muchas cosas.
132.2. Con razón,
entonces, también Jesús, hijo de Navé, vio de dos maneras a
Moisés, cuando era elevado: una junto a los ángeles, y otra
siendo objeto de honras fúnebres sobre la montaña, junto al
precipicio (o: acantilado).
132.3. Y Jesús vio esta
visión abajo, porque fue elevado (o: colocado) en espíritu junto
también con Caleb, pero ambos no vieron del mismo modo, sino que
uno descendió más rápido, porque era mucho el peso que llevaba
consigo; pero el otro [Jesús], descendiendo después, refirió la
gloria que había contemplado, al haber podido observar mejor que
el otro, por estar también más purificado. La historia muestra,
pienso yo, que la gnosis
no es de todos (cf. 1 Co 8,7), porque unos ciertamente
consideran el cuerpo de las Escrituras, las expresiones y los
nombres, como el cuerpo de Moisés, pero otros, ocupándose mucho
de Moisés entre los ángeles, distinguen los pensamientos y lo
que se manifiesta bajo los nombres.
132.4. Sin duda,
también muchos de los que gritaban al Señor decían: "Hijo de
David, ten compasión de mí" (Mc 10,40; Lc 18,38), pero unos
pocos reconocían al Hijo de Dios, como Pedro, al que también
[Jesús] estimó bienaventurado, porque ni la carne ni la sangre
le habían revelado la verdad, sino que fue su Padre de los
cielos (cf. Mt 16,17), demostrando que el
gnóstico reconoce al
Hijo del Omnipotente (Pantocrátor),
no mediante su carne concebida, sino por el poder mismo del
Padre (cf. Jn 6,44).
132.5. Ahora bien, la adquisición de
la verdad no sólo (es) difícil para los menos favorecidos (dyskolos),
sino también para los que tienen familiaridad con la ciencia;
(y) según enseña la historia de Moisés ni siquiera a los que se
les ha concedido de una vez la contemplación, hasta teniendo
como los hebreos una visión cara a cara de la gloria de Moisés
(cf. Ex 34,29-35) y los santos de Israel sobre las visiones de
los ángeles (cf. Gn 18,2; 28,10-12; Dn 10,17), así también
nosotros podamos mirar de frente los destellos de la verdad.
Capítulo XVI: Exégesis
espiritual del decálogo
"El decálogo natural"
133.1. Como ejemplo propongamos recorrer el decálogo para
una explicación gnóstica.
Y es superfluo decir aquí que el número diez es sagrado. Pero si
las tablas escritas son "obra de Dios" (Ex 32,16), se mostrará
que se refieren a una creación natural. Porque "el dedo de Dios"
(Ex 31,18) se entiende (como) el poder de Dios (cf. 1 Co 1,24),
mediante el cual se perfecciona la creación del cielo y de la
tierra, de los que las dos tablas se comprende que son símbolos.
133.2. Porque ciertamente escritura de Dios (cf. Ex 32,16) y
arte del dibujo, que se encuentran en la tabla, son la creación
del mundo.
133.3. Y el decálogo, según una imagen
celestial, comprende sol, luna, astros, nube, luz, viento, agua,
aire, tiniebla y fuego. Éste (es) el decálogo natural del cielo
(cf. Gn 2,4).
133.4. Pero la imagen de la tierra
comprende hombres, ganado, reptiles, fieras, y de los acuáticos
peces y cetáceos, y también igualmente de entre los volátiles
las (aves) carnívoras y las que utilizan alimento cultivado, de
entre las plantas igualmente las fructíferas y las que no dan
fruto. Este es el decálogo natural de la tierra.
133.5.
Pero también el arca que contenía aquello (cf. Gn 6,18-19;
7,7-10; Ex 25,16) sería gnosis
y sabiduría de las cosas divinas y humanas. Y probablemente esas
mismas dos tablas sean profecía de los dos Testamentos.
Los mandamientos son para el
género humano
134.1. En efecto, fueron renovadas
místicamente (cf. Ex 34,1-4), cuando sobreabundó la ignorancia y
el pecado (cf. Ef 4,18-19). Y los mandamientos, al parecer,
están escritos de doble manera, para dos espíritus, para el que
guía y para el que está sometido, "porque la carne desea contra
el espíritu, y el espíritu contra la carne" (Ga 5,17).
134.2. Y hay, además, una década en el hombre mismo: los cinco
sentidos, el habla, la fecundidad, lo octavo es el elemento
espiritual conforme a la plasmación, lo noveno es la parte del
alma que guía (hegemonikón),
y en décimo lugar la propiedad característica del Espíritu Santo
que se añade mediante la fe.
134.3. Además de esto, el
código de las leyes parece mandar diez elementos en algunos
hombres: la vista, el oído, el olfato, el tacto, el gusto y los
órganos que sirven a esos (sentidos y) que son dobles: manos y
pies; porque ésta (es) la plasmación del hombre.
El "hegemonikón"
135.1. Y el alma es añadida y antes es introducida a lo que
tiene función hegemónica (o: a lo que guía), por lo que
razonamos, no engendrado por la eyaculación del esperma, como
para añadir, sin el concurso de ésta, el número diez [de las
partes humanas], mediante las cuales se realiza toda la
actividad del hombre. Hecho el hombre inmediatamente en esa
disposición, toma el principio de la vida desde (o: a partir)
las experiencias sensibles.
135.2. Ahora bien, nosotros
decimos que lo racional y lo que tiene función de guía es para
el ser viviente causa de la constitución, pero también la parte
está animada y es parte del alma.
135.3. En seguida, la
fuerza vital, que abarca la nutrición, el crecimiento y en
general todo movimiento, corresponde al espíritu carnal, que se
mueve rápidamente, (y está) en todo por medio de los sentidos y
el resto del cuerpo, haciendo pasar el primer impulso de las
pasiones por medio del cuerpo.
135.4. Pero el
hegemonikón posee el
poder de decidir, alrededor del cual se encuentran la
investigación, el aprendizaje y la
gnosis. No obstante,
todas las cosas se refieren y se ordenan hacia el hegemonikón, y
por eso el hombre vive de una manera determinada.
Los dos espíritus
136.1. En efecto, el hombre siente por medio del
espíritu corpóreo, (y) desea, goza, se enoja, se alimenta y
crece; y precisamente por él conduce las acciones relativas al
pensamiento y a la inteligencia, y una vez dominadas las
pasiones, reina lo que tienen función hegemónica.
136.2.
Así, el "no desearás" (Ex 20,17) significa no te esclavizarás al
espíritu carnal, sino que debes dominarlo, porque "la carne
desea contra el espíritu" (Ga 5,17) y se subleva para no ser
disciplinado respecto a la naturaleza, y "el espíritu contra la
carne" (Ga 5,17) domina para que en el curso de la vida del
hombre sea conforme a la naturaleza.
136.3. Con razón,
por tanto, se dice correctamente que el hombre ha sido hecho "a
imagen de Dios" (Gn 1,27), no según la forma de su constitución
natural, sino porque Dios crea todo con el Verbo, y el hombre
que deviene gnóstico
realiza las buenas acciones con lo lógico (= facultad racional).
136.4. Con razón se ha dicho en otro sitio (cf. VI,134,1)
que las dos tablas indican los mandamientos, transmitidos antes
de la Ley, y dados a los dos espíritus, al que ha sido plasmado
y al que tiene función de guía (hegemonikón).
136.5. Y los movimientos de los sentidos, modelados en la
mente, se manifiestan en la actividad (o: energía) del cuerpo;
porque de ambos [deriva] la percepción (o: comprensión).
Significado espiritual de los
tres primeros mandamientos del decálogo
137.1. Y
de nuevo, lo mismo que una sensación está relacionada con lo
sensible, así también una intelección con lo inteligible. Y
también las acciones son dobles: unas según el pensamiento, pero
otras según la energía.
137.2. Y ciertamente el primer
mandamiento del decálogo (cf. Ex 20,2; Dt 5,6) establece que hay
un solo Dios omnipotente, que llevó (lit.: transportó o
transfirió) al pueblo desde Egipto por el desierto hacia la
tierra de (sus) padres (o: patria), para que mediante las obras
de Dios aceptaran, en la medida de lo posible, su poder y se
abstuvieran de la idolatría de las cosas creadas, poniendo toda
la esperanza en el verdadero Dios.
137.3. El segundo
mandamiento (cf. Ex 20,7; Dt 5,11) significaba que no es
necesario asumir ni invocar el gran poder de Dios -o sea, su
nombre (cf. 1 R 8,16; Hch 3,16); porque sólo ese nombre podían
aprender, como también ahora hace la mayoría-, ni aplicar su
denominación sobre las cosas engendradas y vanas. Éstas son las
que han realizado los artistas humanos, y entre ellas no se
coloca "El que es" (Ex 3,14), porque "El que es" (está) solo en
la identidad inengendrada.
137.4. El tercer mandamiento (lit.:
palabra; cf. Ex 20,8; Dt 5,12) es el que indica que el mundo ha
sido hecho por Dios y que nos ha regalado el séptimo día como
descanso por los sufrimientos de la vida. Porque Dios es
infatigable (o: inconmovible), impasible y se basta a sí mismo,
pero nosotros que somos portadores de carne (sarkóphoros)
tenemos necesidad de descanso.
Capítulo XVI: Exégesis
espiritual del decálogo (continuación)
El día de descanso
138.1. El séptimo día es, por tanto, proclamado [día] de
descanso (cf. Gn 2,2), preparando con la abstinencia del mal el
día principal, el de nuestro verdadero descanso, que es también
en verdad el primer nacimiento de la luz (cf. Gn 1,3-5), en el
que se contempla todo y todo se recibe en herencia.
138.2. Desde ese día brilla para nosotros la primera sabiduría y
la gnosis; porque la
luz de la verdad (es) luz verdadera, sin sombra, espíritu del
Señor se distribuye sin división entre los santificados mediante
la fe, asumiendo función (o: el lugar) de lámpara para el
conocimiento de los seres.
138.3. Ahora bien, siguiéndolo
toda la vida nos hacemos impasibles, y (eso) es descanso.
138.4. Por eso también Salomón dice que, antes del cielo, de
la tierra y de todas las cosas, fue creada por el Omnipotente la
sabiduría (cf. Pr 8,22-25), cuya participación -digo según poder
no según sustancia- enseña a conocer
catalépticamente (= de
manera comprensiva; facultad de comprender por la inteligencia)
lo divino y de lo humano.
138.5. Llegando a este punto
también hay que recordar otras cosas, porque el discurso ha
venido sobre la hebdómada y a la ogdóada. Porque la ogdóada
puede ser principalmente una hebdómada, y la hebdómada una
héxada según la apariencia; también ésta [ogdóada] podría ser
realmente sábado, pero la hebdómada está [caracterizada] por los
trabajos.
138.6. Porque la creación del mundo (lit.:
cosmogonía) es
terminada en seis días; el movimiento del sol de una vuelta a
otra se completa en seis meses, (y) durante uno de estos
períodos caen las hojas, pero en el otro germinan las plantas y
las semillas alcanzan la perfección.
Sobre el número seis
139.1. Y también dicen que el embrión se perfecciona
exactamente en el sexto mes, es decir, a los ciento ochenta y
dos días y medio, como refiere el médico Polibio en el [libro]
"Sobre (los fetos) de ocho meses", y el filósofo Aristóteles en
el [tratado] "Sobre la Naturaleza".
139.2. Así, los
pitagóricos, pienso yo, a partir del origen del mundo según el
profeta, consideran perfecto el número seis, y lo llaman el
número mediano y matrimonio (= por ser generado), por estar en
medio de lo recto, es decir, del diez y del dos; porque aparece
alejado de ambos.
139.3. Como el matrimonio entre varón y
mujer engendra, así el seis es engendrado del impar tres,
llamado número varón, y del par dos, considerado como mujer;
porque dos por tres generan el seis.
139.4. Por otra
parte, éstos son los movimientos más generales, por los que se
produce toda la generación, arriba y abajo, a la derecha y a la
izquierda, adelante y atrás.
Sobre el número seis
(continuación)
140.1. Por la misma razón también
piensan [los pitagóricos] que el número siete no tiene madre y
(es) estéril, interpretando así el sábado y alegorizando la idea
del descanso, durante el cual "ni ellos tomarán mujer ni ellas
marido" (Mt 22,30; Mc 12,25; Lc 20,35). Puesto que el siete no
es producto (lit.: no recibe generación) de ningún número por
otro, ni combinado con otro resulta un número dentro de la
década.
140.2. A la ogdóada la llaman cubo, al añadir a
la esfera inmóvil las siete (esferas) de los siete planetas,
mediante los cuales tiene lugar el gran año, un determinado
periodo para el cumplimiento de las promesas (cf. Is 61,1-2; Lc
4,19).
140.3. De esta manera el Señor, habiendo subido
cuatro al monte (= el Señor y tres apóstoles; cf. Mt 17,1-8),
llega a ser sexto (= los anteriores más Moisés y Elías), y es
rodeado con una luz espiritual, manifestando su poder en la
medida que podían verlo los elegidos, cuando la voz, séptima, lo
proclama Hijo de Dios, para que los convencidos por Él
encuentren descanso (cf. Lc 9,32), y Él, que es insigne (epísemon),
mediante la generación revelada por la héxada, aparece en
realidad ogdóada: Dios que revela (su) poder en (una pobre
carne), contado como hombre, pero oculto en lo que realmente
era.
140.4. Porque en la serie de los números está
clasificado también el seis, pero la clasificación sucesiva de
las letras lo considera insigne y no (se usa) en la escritura.
Dios nunca cesa de
hacer el bien
141.1. Sobre los números mismos se
salva en el orden cada unidad incluso la hebdómada y también la
ogdóada; pero respecto al número de las letras la sexta es la
zeta y la séptima la
eta.
141.2.
Ahora bien, intercalado, no sé cómo, la letra (o: grafía) del
insigne [epísemos], si
seguimos así [la numeración], el siete viene a ser la sexta
[letra] y el ocho la séptima.
141.3. Por eso, también se
dice que el hombre fue hecho en el sexto día (cf. Gn 1,27. 31),
deviniendo fiel al que es signado (epísemos;
marcado con una señal distintiva), como (si) en seguida
recibiera el descanso de la heredad del Señor.
141.4.
Algo semejante muestra también la hora sexta de la economía del
Salvador, por la que el hombre ha sido perfeccionado (hora
sexta: cf. Mt 27,45; Mc 15,33; Lc 23,44;
todo se ha cumplido:
cf. Jn 19,30).
141.5. Ciertamente, siete son los espacios
en una serie de ocho, y seis los intervalos que aparecen en una
serie de siete.
141.6. Porque también (existe) aquella
otra expresión, cuando la hebdómada glorifica a la ogdóada y
"los cielos trasmiten a los cielos la gloria de Dios" (Sal 18
[19],2). Los tipos [=
las figuras visibles] (de los cielos) son los sonidos (o:
palabras; elementos fonéticos) de nuestras letras.
141.7.
Así también el mismo Señor es llamado "alfa y omega, principio y
fin" (Ap 21,6);"por quien todo fue hecho y sin Él no se hizo
nada" (Jn 1,3). Por tanto, el descanso de Dios no es, como
algunos conciben (= los gnósticos valentinianos), que Dios
dejara de obrar. Porque, siendo bueno, si cesara alguna vez de
hacer el bien, cesaría también de ser Dios, lo cual no está
permitido decirlo.
El
orden de la creación
142.1. Y permanecer en
descanso (cf. Gn 2,2) es disponer que el orden de los seres se
conserve inalterable durante todo el tiempo, y que cada una de
las criaturas ponga término al antiguo desorden.
142.2.
Puesto que las creaciones en los distintos días se sucedieron
con perfecto orden, como si todos los seres hubieran de recibir
la dignidad del creado anteriormente, (porque) creados al juntos
por el pensamiento, no tienen sin embargo la misma dignidad. A
pesar de que el génesis de cada cosa se hace visible con (un
sonido) de voz, la creación mencionada se ha hecho [toda] al
mismo tiempo. Porque había que nombrar algo en primer lugar.
142.3. Por eso se profetizaron unas cosas primero y después
otras segundas, cuando todas las cosas habían nacido a la vez de
una sola sustancia semejante y por un solo poder. Yo pienso, en
efecto, que (uno) es el querer de Dios en unidad de identidad.
142.4. ¿Y cómo podría hacerse en el tiempo la creación,
cuando también el tiempo fue hecho juntamente con las cosas?
Y también el universo entero de todos los animales y plantas
se mueve asimismo en hebdómadas.
Capítulo XVI: Exégesis
espiritual del decálogo (conclusión)
Sobre los astros
143.1. Siete son los arcángeles (cf. Tb 12,15; Ap 8,2)
creados en primer lugar que tienen el máximo poder; y siete son
también, según dicen los entendidos, los planetas (lit.:
estrellas) errantes que ordenan la administración terrestre,
bajo (cuyo influjo), por comunidad de sentimientos (lit.:
simpatía), los caldeos piensan que se produce todo lo que sucede
en la vida mortal, y sobre esto dicen cosas que deben suceder;
de (las estrellas) fijas, siete (son) las Pléyades y las Osas de
siete estrellas, mediante las cuales se realizan las tareas
agrícolas y las navegaciones; la luna cambia las fases cada
siete días.
143.2. En la primera hebdómada deviene media
luna, en la segunda luna llena, en la tercera después de luna
menguante de nuevo luna media, en la cuarta desaparece.
143.3. Pero también, como enseña el matemático Seleuco, ella
misma se transforma siete veces. Porque de oscura (o: sin luz)
deviene en forma de media luna (o: luneiforme;
menoidés), después
cuarto creciente, luego cuarto menguante y luna llena; y, según
el menguante, de nuevo cuarto creciente, cuarto menguante, media
luna y nuevamente luneiforme.
Las edades del hombre
144.1. "Haremos resonar nuevos himnos con la cítara
de siete tonos" (Terpandro,
Fragmentos, 4,4), escribe cierto poeta no desconocido y
que enseña que siete son las cuerdas de la antigua lira.
144.2. Siete son también los órganos sensoriales dispuestos en
nuestro rostro: dos ojos, dos conductos de los oídos, dos de la
nariz, y el séptimo el de la boca.
144.3. Las elegías de
Solón demuestran que los cambios de las edades [del hombre]
transcurren según la hebdómada de la siguiente manera: "En
efecto, un niño impúber pierde el cerco de los dientes, que
despuntaban en la infancia, por primera vez a los siete años.
Cuando Dios le permite cumplir otros siete años, muestra las
señales de la incipiente juventud. Y a los siete años
siguientes, mientras el cuerpo crece, el mentón se cubre de
vello y la piel cambia de color.
144.5. En el cuarto
septenio todo (hombre) alcanza su mayor fuerza, que los varones
tienen como signo de valor (o: virtud). En el quinto [septenio]
es el momento en que el varón piensa en el matrimonio y procura
engendrar hijos para el futuro. En el sexto la mente del varón
se desarrolla para cualquier tarea, y no quiere realizar
acciones inconsideradas como antes.
144.6. Y en el
séptimo y octavo septenio es muy hábil de mente y de lengua;
catorce años duran ambos. En el noveno todavía tiene fuerza,
pero su cuerpo y vigor (son) más débiles para la virtud mayor
(o: el valor mayor). Pero si Dios le permite cumplir los siete
años del décimo [septenio], ciertamente no tendrá inseguro el
destino de la muerte" (Solón,
Fragmentos, 19).
El decálogo y la creación por
medio del Verbo
145.1. De nuevo en las
enfermedades el séptimo y el decimocuarto son (días) críticos,
alrededor de los cuales la naturaleza lucha contra las causas de
las enfermedades.
145.2. También Hermipo de Berito,
sacarlizando el número [siete], eneseña muchos más ejemplos en
el libro "Sobre la hebdómada".
145.3. Y el bienaventurado
David transmite con claridad a quienes conocen el discurso
místico sobre la hebdómada y la ogdóada, cuando salmodia de la
siguiente manera: "Ocupaba mis años como la araña. Los días de
nuestros años (son) setenta años, y si se (cuentan) los de la
dinastía (o: soberanía), ochenta años" (Sal 89 [90],9-10).
¡Ojalá se nos conceda reinar!
145.4. Para que aprendamos
que el mundo ha sido creado (o: generado), pero no pensemos que
Dios lo ha hecho en el tiempo (= es decir, que el tiempo sea
anterior al mundo sensible), añadió la profecía: "Este (es) el
libro del Génesis y de
las cosas que contiene, cuando fueron hechas: en el día en el
que Dios hizo el cielo y la tierra" (Gn 2,4).
145.5.
Porque "cuando fueron hechas" revela una producción indefinida y
atemporal, pero "en el día en el que Dios hizo", o sea, en el
cual y mediante el cual hizo todas las cosas y "sin Él no se
hizo nada" (Jn 1,3), muestra la actividad a través del Hijo,
sobre el que dice David: "Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en el" (Sal 117 [118],24), es decir,
celebremos el divino banquete conforme a la
gnosis que se nos ha
dado.
145.6. Porque llama día al Verbo que ilumina las
cosas ocultas y por medio del cual vinieron a la luz y al
nacimiento cada una de las cosas creadas (cf. Jn 1,3. 9; 1 Co
4,5).
145.7. En resumen, el decálogo, por medio de la
letra iota (= diez),
significa el bienaventurado nombre que confirma que Jesús es el
Verbo.
Los
mandamientos quinto y sexto del decálogo
146.1. El
siguiente mandamiento, el quinto, es sobre honrar padre y madre
(cf. Ex 20,12; Dt 5,16). Y también llama claramente Padre y
Señor a Dios.
146.2. Por eso a los que le reconocen los
proclama hijos y dioses (cf. Sal 81 [82],6). Señor y Padre es,
por tanto, el Creador de todo; pero no es madre la sustancia de
la que hemos sido hechos, como algunos (pretenden), ni, como
otros explican, la Iglesia, sino la
gnosis y sabiduría
divina, como dice Salomón al llamar a la Sabiduría madre de los
justos (cf. Si 3,1; Pr 1,8; 31,1). También ésta es elegible por
sí misma. (Y) todo lo que es bello (o: bueno) y augusto de parte
de Dios se reconoce mediante el Hijo.
146.3. A éste sigue
el mandamiento sobre el adulterio (cf. Ex 20,13; Dt 5,18).
Adulterio es, si alguien, abandonando la verdadera
gnosis eclesiástica y
el discernimiento acerca de Dios, va a la opinión falsa y no
conveniente, bien divinizando algo engendrado o también
convirtiendo en ídolo lo que no existe hasta sobrepasar los
límites, o mejor saliéndose fuera de la
gnosis. La opinión
falsa es tan extraña al
gnóstico como la verdadera le es familiar y conyugal.
Sobre los mandamientos
octavo y noveno del decálogo
141.1. Por eso,
también el noble Apóstol llama a la idolatría como una forma de
prostitución (cf. Col 3,5; Ga 5,20; Ef 5,5), siguiendo a lo que
dice el profeta: "Prostituyó al leño y a la piedra" (Jr 3,). "Al
leño le dijo: "Tú serás mi padre", y a la piedra: "Tú me
engendraste"" (Jr 2,27).
147.2. A continuación prosigue
sobre el mandamiento relativo al homicidio (cf. Ex 20,13; Dt
5,17). Y el homicidio es una eliminación violenta. Ahora bien,
es el [hombre] más funesto quien quiere eliminar el verdadero
discurso sobre Dios y (su) eternidad, para admitir la mentira,
diciendo que todo es impremeditado (o: sin providencia) o que el
universo no es creado o respecto de las cosas firmes (o:
realidades firmes) según la verdadera doctrina (o: enseñanza).
147.3. Después de ese está el mandamiento sobre el robo (cf.
Ex 20,15; Dt 5,19). Como el que hurta las posesiones ajenas
comete una grave injusticia, incurriendo justamente en los
merecidos males (o: castigos), así también el que mediante
técnicas (u: obras) plásticas o gráficas usurpa lo divino y dice
que él mismo es creador de los animales y de las plantas; e
igualmente los que sacan provecho de copiar a la verdadera
filosofía son unos ladrones (cf. Jn 10,8).
147.4. Si uno
es agricultor o es padre de un hijo, es servidor de la siembra
de las semillas, pero Dios, procurando el crecimiento y la
perfección de todas las cosas, es el que desarrolla lo que nace
conforme a la naturaleza (cf. 1 Co 3,5-7).
El décimo mandamiento
148.1. La mayoría (de la gente), juntamente también
con los filósofos, atribuyen principalmente a los astros, como
prerrogativa principal, los crecimientos y las evoluciones,
privando en lo que pueden al poder infatigable del Padre del
universo (lit.: de todas las cosas).
148.2. Pero los
elementos y los astros (cf. Gn 1,14-19), es decir los poderes
administradores [del universo] fueron encargados de cumplir la
voluntad de la economía [divina], y ellos obedecen, siendo
conducidos por quienes les han sido impuestos, en el modo como
los conduce (o: guía) la palabra del Señor, puesto que el poder
divino ha hecho nacer ocultamente a todos para que obren.
148.3. Por tanto, quien dice haber engendrado o hecho algo
relativo a la creación (demioyrgían),
deberá rendir cuentas de su impía audacia.
148.4. Y el
décimo mandamiento se refiere a todos los deseos (cf. Ex 20,17;
Dt 5,21). Puesto que el que desea lo ilícito (debe) dar cuentas,
(y) del mismo modo no está permitido desear cosas falsas, ni
pensar que entre los seres creados los animados puedan salvarse
o condenarse por sí mismos los animados, y que los inanimados no
lo puedan hacer. Y si alguien dijera que el antídoto no puede
curar y la cicuta matar, hace un sofisma sin darse cuenta.
148.5. Porque ninguna de esas cosas obra sin aquel que
aplica la hierba o el fármaco, como el hacha no [obra] sin el
que corta, ni la sierra sin el que asierra (cf. Is 10,15).
148.6. Y como esos (instrumentos) no actúan por sí mismos,
sino que tienen algunas cualidades físicas, que utilizadas por
la acción del operario realizan (su) obra, así (también) por la
universal providencia de Dios la energía operativa se transmite
gradualmente hasta en los detalles por medio de los seres que
son movidos continuamente.
Capítulo XVII: El gnóstico y la
filosofía
La fe en Cristo nos impulsa a
ser buenos y honestos
149.1. Pero, según parece,
los filósofos griegos, mencionando a Dios, no lo conocen, porque
no veneran a Dios como Dios (cf. Rm 1,21). Sus proposiciones
filosóficas, según Empédocles, "como derramadas pasando
tontamente por lengua de muchas bocas, perciben un poco del
Todo" (Fragmentos, 31
B, 2-3).
149.2. Porque como la técnica sabe convertir en
fuego la luz solar haciéndola pasar a través de un recipiente de
cristal lleno de agua, así también la filosofía, tomando de la
divina Escritura la chispa (o: el fuego), se hace visible en
pocos [hombres].
149.3. También, como todos los seres
vivos respiran el mismo aire, pero de manera distinta y de
diversa forma, así también la mayoría persigue la verdad, o
mejor el discurso sobre la verdad.
149.4. Porque no dicen
cosa alguna acerca Dios, sino que explican sus pasiones
atribuyéndolas a Dios. En efecto, pasan la vida buscando lo que
persuade, no lo verdadero; pero la verdad no se enseña por
imitación, sino más bien mediante aprendizaje.
149.5.
Porque para que no aparentemos ser honestos por creer en Cristo,
tampoco salimos al sol únicamente para que nos vean expuestos al
sol, sino que lo estamos para calentarnos; así también nos
esforzamos por ser cristianos buenos y honestos (o: auténticos),
porque sobre todo "el reino (de los cielos) es de los violentos"
(Mt 11,12), alcanzando el fruto del reino por la búsqueda, el
estudio y el perfecto ejercicio en común.
El gnóstico anhela imitar al
Señor
150.1. Porque quien imita la apariencia
engaña también la noción preconcebida (prólepsis).
Pero al tomar alguien una chispa de la realidad, la enciende
dentro del alma con deseo y aprendizaje, (y) mueve todas las
cosas para lograr conocer.
150.2. Porque quien no se
inquieta por alguna (cosa), no la desea, ni recibe con afecto su
utilidad.
150.3. Así, el
gnóstico después imita
al Señor hasta la perfección de la felicidad, tal como les es
accesible a los seres humanos, consiguiendo cierta cualidad del
Señor en aras a la semejanza de Dios. Pero los que no conocen la
gnosis tampoco pueden
precisar la verdad.
150.4. No es posible, por tanto,
participar de las contemplaciones
gnósticas, si nosotros
mismos no nos vaciamos de los pensamientos anteriores. Porque
precisamente se llama comúnmente verdad a toda cosa inteligible
o sensible.
150.5. Así es posible examinar la verdad de
una pintura, respecto de otra vulgar, y la dignidad de una
música, respecto de otra licenciosa. Y hay una verdad de la
filosofía, distinta entre los distintos filósofos, y una belleza
verdadera distinta de la falsificada.
150.6. No es
necesario, por tanto, empeñarse nunca en las verdades parciales,
como si ellas traicionaran la verdad, sino que hay que
preocuparse por la verdad en sí misma, sin buscar aprender
nombres.
150.7. La realidad sobre Dios no es una cosa
sola, sino innumerables; es distinto buscar [directamente] a
Dios que lo relativo a Dios. Y por lo general, hay que
distinguir en cada cosa lo que se dice respecto a la realidad de
la naturaleza y a los accidentes.
Las dos naturalezas de Cristo
151.1. Para mí es suficiente decir que Dios es el
Señor de todo. Y digo el Señor de todo absolutamente, sin dejar
nada a la excepción.
151.2. Puesto que hay dos tipos de
verdad, los nombres y la realidad, algunos se refieren a los
nombres, los filósofos griegos que se ocupan de la belleza de
los discursos, pero nosotros, los bárbaros, poseemos la
realidad.
151.3. Ahora bien, el Señor no sin razón quiso
revestirse de una forma corporal de bajo precio (cf. Is 53,2-3),
para que nadie, alabando la hermosura y admirando la belleza
(física), se apartase de sus palabras, y fijándose en lo que se
abandona descartara (o: separara) lo inteligible.
151.4.
Por eso no hay que fijarse en la expresión, sino en los
significados. Ahora bien, a los que buscan captar el sonido de
las palabras y no se mueven hacia la
gnosis no se les confía
el Verbo, puesto que también los cuervos imitan las voces
humanas sin comprender la realidad de la que hablan, pero la
comprensión contiene la inteligencia de la fe.
151.5. Así
también Homero dijo: "Padre de los hombres y de los dioses" (Ilíada,
I,544), sin saber quién es el Padre y cómo es el Padre.
¡Dios es bueno!
152.1. Y de igual manera que para quien tiene manos
es según la naturaleza el aferrar y para quien posee ojos sanos
el ver la luz, así también pertenece naturalmente para el que ha
adquirido la fe participar de la
gnosis, si trabaja más
y sobreedifica con oro, plata y piedras preciosas sobre el
cimiento ya asentado (cf. 1 Co 3,12).
152.2. Ahora bien,
no promete querer participar (de la
gnosis), sino que
comienza; tampoco debe diferir el ser (de estirpe) real,
luminosa y gnóstica,
sino que lo sea ya, y no sólo quiera tocar nominalmente la
realidad, sino de hecho.
152.3. Porque al ser Dios bueno
para con lo hegemónico de toda la creación (y) queriendo
salvarlo (cf. 1 Tm 2,4; Jn 3,16), se dispuso hacer también a los
otros seres, otorgándoles desde el principio ese primer
beneficio: el existir; porque es mucho mejor ser que no ser:
todos estarán de acuerdo. Además, conforme a la capacidad
natural de cada uno de los seres, ha progresado y progresa hacia
lo que es mejor para sí mismo.
La maravillosa Providencia de
Dios
153.1. De modo que no es extraño que también
la filosofía sea concedida por la divina providencia (como)
propedéutica hacia la perfección por medio de Cristo, (si) la
filosofía no se avergüenza de aprender a progresar hacia la
verdad con la gnosis
bárbara.
153.2. Pero [si hasta] "han sido contados los
cabellos" (Lc 12,7) y los movimientos vulgares, ¿cómo la
filosofía no es tenida en cuenta?
153.3. En verdad
también en Sansón residía la fuerza en los cabellos (cf. Jc
16,17), para que no se piense que las artes despreciables de la
vida, las que yacen y permanecen en la tierra después de la
salida del alma, son concedidas sin el poder divino.
153.4. Precisamente, dice [la Escritura], la Providencia llega
(o: viene) a todos desde lo alto, desde lo más importante, como
de una cabeza, "como el ungüento, dice, que desciende hasta la
barba de Aarón, y hasta la orla de su vestido" (Sal 132 [133],2)
-es decir [el vestido] del Sumo Sacerdote (cf. Hb 5,4-5), "por
el cual todo fue hecho y sin él no se hizo nada" (Jn 1,3)-; no
para el adorno del cuerpo, puesto que la filosofía exterior al
pueblo [de Isarel] es como un vestido.
Capítulo XVII: El gnóstico y la
filosofía (conclusión)
La inefable bondad de Dios
154.1. Los filósofos que se ejercitan conjuntamente con
espíritu sensible para (obtener) la percepción simultánea que
los caracteriza, cuando se ocupan con cuidado no de una parte de
la filosofía, sino la filosofía por completo, también dan
testimonio, con amor hacia la verdad y sin orgullo, de la verdad
misma, aunque sea dicha bellamente entre los heterodoxos,
progresando en comprensión, según la divina disposición, de la
inefable verdad (o: bondad) que en cada circunstancia la
naturaleza de los seres conduce hacia lo mejor según los límites
de sus posibilidades.
154.2. Luego, familiarizándose no
sólo con los griegos, sino también con los bárbaros, se dejan
conducir sobre la fe que proviene de la práctica en común con
ellos hacia la inteligencia propia de cada uno.
154.3.
Una vez que han recibido el fundamento de la verdad, se apoderan
de una fuerza para proseguir otra vez en la investigación, y de
ahí que amen el devenir discípulos, y ávidos de
gnosis se apresuran hacia la salvación.
154.4. Por
eso dice la Escritura que Dios concedió a los artífices "un
espíritu de conocimiento" (Ex 28,3), que no es sino una
prudencia, una fuerza del alma para contemplar los seres,
discernir y comparar lo semejante con lo desemejante que los
acompaña, ordenar, prohibir y conjeturar el futuro. Y atañe no
sólo a las artes, sino también a la filosofía misma.
La prudencia
155.1. ¿Por qué, si no, fue llamada también ·prudente" (Gn 3,1)
la serpiente? Hasta en los maleficios cabe hallar una cierta
consecuencia lógica, una decisión, una síntesis y una conjetura
de lo futuro.
155.2. Y por eso la mayor parte de las
injusticias permanecen ocultas, porque los malvados se
construyen para sí el esquivar los castigos de todos los modos y
por completo.
155.3. Y la prudencia (es) polivalente, se
encuentra expandida por el mundo entero, por medio de todas las
cosas humanas, cambiando de nombre en cada uno de ellos, y
cuando se aplica a las causas primeras es llamada inteligencia;
y cuando se confirma esta (inteligencia) con un argumento
apodíctico, es denominada
gnosis, sabiduría y ciencia; pero cuando está entre los
que tienden con fuerza hacia la piedad y recibe sin indagación
contemplativa la doctrina de las causas primeras según la
observancia de la función activa (que hay) en ella misma, se
llama fe; y si [se encuentra] en las cosas sensibles hace digna
de fe la apariencia, como lo más verdadero que (hay) en ellas, y
[se denomina] recta opinión; por el contrario, [se denomina]
arte respecto a la actividad manual; cuando sin tener la
contemplación de las causas primeras, por observar sólo cosas
semejantes y aplicarlas de unas a otras, obra un cierto impulso
y se consolida en él, se llama experiencia.
155.4. Y le
es propio eso, también realmente señorial y hegemónico, (y) el
que ha creído, una vez consolidada la fe, sobre todo recibe por
disposición [divina] al Espíritu Santo.
Dios lo sabe todo
156.1. Así, por tanto, la filosofía, al estar dotada de una
comprensión diferente (o: especial), como se ha manifestado por
lo dicho anteriormente, participa de la prudencia.
156.2.
Por ejemplo, sobre la evolución lógica respecto de lo que es
percibido [mediante la inteligencia] hasta la elección y el
asentimiento se llama dialéctica, y confirma mediante
demostración lo que se dice sobre la verdad, y soluciona las
dificultades (lit.: aporías)
que sobrevengan.
156.3. Por tanto, los que afirman que la
filosofía no ha descendido a este mundo desde Dios, corren el
peligro de decir que es imposible que Dios (pueda) conocer las
cosas particulares, siendo la causa de todos los bienes, puesto
que cada uno de esos (bienes) forma parte de las cosas
particulares.
156.4. Nada de lo que existe tendría
principio sin la voluntad de Dios, y la filosofía, porque Él lo
ha querido, viene de Dios, que la ha querido tal cual es por
causa de quienes de ninguna otra manera podrían apartarse del
mal.
156.5. Porque Dios lo sabe todo, no sólo las cosas
que existen, sino también las que existirán y cómo será cada
una; y previendo los movimientos particulares, "lo ve todo y lo
entiende todo" (Homero, Ilíada,
III,277; Platón, Gorgias,
523 D-E), viendo el alma desnuda por dentro.
156.6. Y
desde la eternidad tiene un proyecto para cada cosa en
particular. Y como sucede en los teatros sobre cada uno de los
detalles, según se mira el interior y el exterior y el conjunto,
eso es lo que sucede en Dios.
156.7. Porque de una sola
vez, Él abarca todas las cosas y a cada una (en particular),
pero no todo conforme a la atención preeminente.
Los ángeles: divinos liturgos
157.1. Ciertamente hay muchas cosas en la vida que tienen
origen en algún razonamiento humano, aunque han recibido de Dios
el estímulo.
157.2. Por ejemplo, la salud se origina y se
realiza mediante la medicina; la buena complexión, por la
gimnasia; y la riqueza, mediante el arte de negociar, según la
providencia divina, pero con la cooperación humana.
157.3. Y también de Dios proviene la inteligencia. Por ejemplo,
la predilección de los varones buenos obedece principalmente a
la bondad de Dios. Por eso aunque muchos privilegios (o: éxitos,
ventajas, victorias) sean comunes a los hombres buenos y a los
malos (cf. Mt 5,45), no obstante son útiles sólo a los buenos y
diligentes (o: virtuosos), en virtud de los cuales Dios hizo
esas cosas; porque el poder de los dones divinos está dispuesto
naturalmente para utilidad de los varones buenos.
157.4.
Pero también los pensamientos de los hombres virtuosos se
originan por inspiración divina, puesto que de alguna manera el
alma está ordenada de una determinada forma (y) la voluntad
divina se transmite en las almas humanas por los divinos
ministros (liturgos)
que están dispuestos para esos servicios.
157.5. Porque
según las jerarquías de los ángeles han sido distribuidos los
pueblos y las ciudades (cf. Dt 32,8; Hb 1,14), quizás también
hayan sido asignados algunos para (actividades) particulares.
Dios quiere el bien de
toda la humanidad
158.1. Ciertamente, también el
pastor cuida de cada uno de sus rebaños (cf. Jn 10,11), y sobre
todo está atento a aquellos de naturaleza más insigne y más
capaces de ir en ayuda de mayor cantidad (de gente).
158.2. Y éstos son los aptos para mandar y educar; mediante
ellos se manifiesta clarísimamente la fuerza de la providencia,
cuando Dios quiere hacer bien a los hombres a través de la
educación o una orden y gobierno. Y siempre quiere.
158.3. Por eso mueve a los [hombres] convenientes en orden a la
provechosa ejecución de lo que se dirige constantemente a la
virtud, a la paz y a la beneficencia.
158.4. Todo lo
virtuoso procede (lit.: es) de la virtud y retorna a la virtud;
también se da para llegar a ser diligentes (o: virtuosos), o
para que los que ya lo son utilicen las ventajas naturales,
puesto que coopera tanto en el conjunto como en lo particular.
La filosofía no
proviene del maligno
159.1. ¿Cómo, por tanto, no
es absurdo, si se atribuye el desorden y la injusticia al
diablo, hacerle dador de algo virtuoso, la filosofía?
159.2. Porque es peligroso para los griegos el hacer más
benévolo [al demonio] que a la providencia y a la inteligencia
divina el hacer varones buenos.
159.3. Al contrario, yo
creo que es propio de ley y de toda recta razón dar a cada uno
lo conveniente, le es propio y le atañe.
159.4. Como la
lira (es) propia al citarista y la flauta al flautista, así
también los méritos superiores son propiedad de los varones
buenos; lo mismo que la naturaleza del benefactor es hacer el
bien, como la del fuego calentar y la de la luz el iluminar.
159.5. El bueno no hará nunca el mal, como la luz nunca
(engendrará) tinieblas, ni el fuego el frío.
159.6. La
maldad (o: el vicio) no producirá nada virtuoso, porque su
función (lit.: energía) es hacer el mal, como la tiniebla el
trastornar la vista. La filosofía, por tanto, no es obra del
mal, ya que hace personas virtuosas.
159.7. Queda, en
consecuencia, que provenga de Dios, cuya obra es únicamente el
hacer el bien, y todo lo que es dado por Dios es dado y recibido
perfectamente.
159.8. Ciertamente, la práctica de la
filosofía no es de hombres malos. Más bien, si ha sido dada a
los mejores de los griegos, también es evidente de dónde
proviene: con toda claridad de la providencia, que concede a
cada uno según su dignidad.
159.9. Lo mismo que a los
judíos [se les ha concedido] la Ley, también a los griegos la
filosofía, hasta la venida [del Señor]. Desde entonces existe la
llamada universal, para un pueblo sobreabundante de justicia
(cf. Ex 19,5; Tt 2,14), según la enseñanza de la fe, conduciendo
juntamente el único Señor del único Dios a ambos pueblos,
griegos y bárbaros, y mejor, a todo el género humano.
Los tres modos de contribución
entre los seres humanos
160.1. Muchas veces hemos
denominado filosofía a lo que acierta filosóficamente (respecto)
de la verdad, aunque sea de modo parcial. Y también los bienes
que hay en las artes, en cuanto artes, tienen el principio a
partir de Dios.
160.2. Porque como el hacer algo con arte
está implícito en las reglas (teoremas)
del arte, así también el actuar con prudencia está ordenado a la
prudencia. Pero la prudencia es una virtud, y su propiedad es
conocer otras cosas y sobre todo las que se refieren a ella
misma; así, la sabiduría, que (es) una facultad (cf. 1 Co 1,24),
no es otra cosa que el conocimiento de los bienes divinos y
humanos.
160.3. "De Dios es la tierra y lo que la llena"
(Sal 23 [24],1), dice la Escritura, para enseñar que los bienes
llegan a los hombres desde Dios, por poder divino y en virtud de
la distribución voluntaria para socorro humano.
160.4.
Ahora bien, tres son los modos de toda utilidad y de
contribución de uno para con otro: uno es por acompañamiento,
como el maestro de gimnasia que forma al niño; otro es por
emulación, como quien estimula a otro hacia el progreso
perfeccionándose antes (lit.: dando antes), y, ciertamente, uno
coopera con el que aprende, y el otro viene en ayuda del que
recibe. Y hay una tercera manera, por mandato, cuando el maestro
de gimnasia, no tratando de formar al que aprende, ni mostrando
al niño el arte de luchar para que lo imite, sino que, ya
ejercitado, le ordena verbalmente (mantener) la lucha.
Dios es el salvador de todos
los seres humanos
161.1. Ahora bien, el
gnóstico, que ha
recibido de Dios el poder ayudar, favorece a unos formándolos
con el acompañamiento, a otros estimulándolos con la imitación,
y a otros educando y enseñando mediante el mandato. Sin duda,
también él mismo ha sido ayudado por el Señor de igual modo.
161.2. Así, por ende, también se establece la ayuda de Dios
que se extiende hacia los hombres, con el acompañamiento de los
ángeles; porque también el divino poder ofrece los bienes por
medio de los ángeles, bien sean visibles o no lo sean. Este fue
el modo en la manifestación del Señor.
161.3. Y a veces
también el poder [de Dios] inspira, según los pensamientos y los
razonamientos humanos, e inserta en el corazón fuerza y
percepción más precisa, procurando valor y ardor del alma para
las investigaciones y las obras.
161.4. Pero igualmente
para imitación y asimilación nuestra (están) los ejemplos de
virtud, en realidad maravillosos y santos, mediante las acciones
consignadas por escrito.
161.5. También en cuanto a la
forma del mandato es clarísimo: mediante los dos Testamentos del
Señor, mediante las leyes de los griegos, pero también por las
exhortaciones respecto a la filosofía.
161.6. Y, en
resumen, mostrando la razón más alta, toda ayuda útil para
nuestra vida se pone en obra a partir de Dios omnipotente, Padre
que lo preside todo mediante el Hijo, que por eso es "Salvador
de todos los hombres, principalmente de los creyentes" (1 Tm
4,10), dice el Apóstol; pero teniendo en cuenta lo más cercano,
[se realiza] por los más allegados a cada uno, según la
disposición y el mandato del Señor, que (está) más próximo a la
Causa primera.
Capítulo XVIII: Conclusiones
El gnóstico debe filosofar
162.1. Entre nosotros el
gnóstico se ocupa siempre de las cosas más importantes. Y
si en algún momento (tiene) tiempo de descanso y de expansión
respecto de lo apremiante, en lugar de otro descanso también se
apodera de la filosofía griega, como si comiera un plato de
postre después de la cena; no despreocupándose de las cosas más
importantes, sino añadiéndolas, tal como conviene, y por las
causas que he mencionado.
162.2. Pero quienes desean lo
que no es necesario y superfluo (o: desmesurado) de la filosofía
y se aplican sólo a los sofismas controvertidos, rechazando lo
más necesario e importante, siendo sencillamente los que
persiguen las sombras de las palabras.
162.3. Ciertamente
es bueno saber de todo; pero el que tiene el alma débil para el
conocimiento de muchas cosas, tendrá que elegir únicamente las
cosas principales y mejores.
162.4. Porque la verdadera
ciencia, que decimos posee sólo el
gnóstico, es una
comprensión segura mediante argumentos verdaderos y sólidos (o:
mejores) que lleva a la gnosis
de la causa, y quien conoce lo verdadero sobre una cosa, también
inmediatamente es conocedor de lo falso sobre lo mismo.
162.5. Porque también me parece que se muestra bien aquel
razonamiento: si hay que filosofar, es ya filosofar; puesto que
eso es algo consecuente a sí mismo; pero también si no hay que
filosofar, pero uno no puede condenar alguna cosa sin haberla
conocido antes. Por tanto, hay que filosofar.
Los cristianos no veneran
ídolos
163.1. Siendo las cosas así, es necesario
que los griegos aprendan mediante la Ley y los profetas a dar
culto al único Dios, al que es realmente Omnipotente, (y) luego,
a dejarse enseñar mediante lo que enseña el Apóstol: "Para
nosotros no existe ídolo en el mundo" (1 Co 8,4), puesto que no
existe imagen semejante de Dios en las cosas creadas, y deben
aprender como tampoco las estatuas pueden ser imágenes de
ninguno de los seres que veneran, porque la figura natural de
las almas no (es) nunca como las estatuas que los griegos
modelan.
163.2. Porque ciertamente las almas son
invisibles; no sólo las racionales, sino también las de los
animales irracionales; y sus cuerpos no son nunca partes de sus
[almas], sino órganos de aquellas y que sirven a unas de asiento
y a otras de vehículo; de una u otra forma.
La función hegemónica de la
gnosis
164.1. Pero la imágenes de esos órganos no
pueden ser reproducidas con fidelidad, por ejemplo, ¡que alguien
plasme el sol, (tal) como se le ve, y represente el arco iris
con sus colores!
164.2. Cuando hayan abandonado los
ídolos, entonces escucharán de la Escritura: Si la justicia de
ustedes no supera en mucho la de los escribas y fariseos" (Mt
5,20), que se tienen por justificados en razón de la abstención
del mal, juntamente con la perfección en todo (cf. Mt 5,48), el
amor al prójimo y haciéndose capaces de ayudarlo (cf. Lv 19,15),
no serán regios (cf. St 2,8). Porque la intensidad de la
justicia conforme a la ley muestra al
gnóstico.
164.3.
Así, el que ordena la parte hegemónica de su propio cuerpo, la
cabeza, alcanzando la excelencia de la fe, la
gnosis misma, sobre la
cual están todos las facultades de percepción, adquirirá de
igual manera la herencia suprema.
164.4. El Apóstol
muestra claramente a quienes pueden examinar cuidadosamente la
función hegemónica de la
gnosis, escribiendo a aquellos griegos de Corinto así: "Y
teniendo la esperanza de que, con el crecimiento de la fe de
ustedes, seamos engrandecidos entre ustedes en abundancia,
conforme a norma de nosotros, para evangelizar las regiones que
están más allá de la de ustedes" (1 Co 8,4).
Los límites del lenguaje
humano para hablar sobre Dios
165.1. Sin hablar de
una extensión de la predicación según el territorio -porque
también él mismo dice que la fe había progresado en Acaya (cf. 2
Co 9,2); y en los "Hechos de los apóstoles" se dice que había
predicado también la palabra en Atenas (cf. Hch 17,16-34)-; sino
que enseña que la gnosis,
siendo la perfección de la fe, excede más allá de la catequesis
según la grandeza de la enseñanza del Señor y el canon
eclesiástico.
165.2. Por eso, un poco más abajo añade: "Y
si (soy) mediocre en la palabra, no lo (soy) en la
gnosis" (2 Co 11,6).
Por lo demás, los griegos, que se vanaglorian de haber alcanzado
la verdad, que nos digan de quiénes han aprendido a jactarse
así.
165.3. Porque ellos no dirán que de Dios, sino que
confesarán que de los hombres.
165.4. Y si fuera así, o
la han aprendido ciertamente tarde por ellos mismos, como sin
duda también se jactan algunos de ellos, llenos orgullo, o bien
por otros semejantes a ellos.
165.5. Pero los hombres, en
cuanto hombres, no son maestros fidedignos hablando de Dios,
porque ser hombre no es suficiente para hablar la verdad sobre
Dios; el [hombre] débil y mortal [no puede hablar] sobre el
Inengendrado e Incorruptible, [como] la obra sobre el que la ha
hecho.
La
sabiduría cristiana procede de Dios
166.1. Si uno
no puede decir la verdad sobre sí mismo, ¿no (es) cierto que
será mucho menos creíble cuando (habla) sobre Dios (cf. Sb
9,16)? Porque cuanto falta al hombre el poder de Dios, así
también es más débil su palabra, aunque no (hable) de Dios, sino
sobre lo divino y el Verbo de Dios.
166.2. La palabra
humana (es) débil por naturaleza e incapaz de expresar (o.
explicar) a Dios, no digo el nombre -porque es común que lo
nombren no sólo los filósofos, sino también los poetas-, ni a la
esencia -cosa imposible-, sino al poder y a las obras de Dios.
166.3. E incluso los que inscriben a Dios como maestro,
apenas llegan a la comprensión de Dios, una vez recibida la
gracia que posibilita a un cierto conocimiento profundo, y una
vez acostumbrados por la voluntad a (contemplar) la voluntad, y
por el Espíritu Santo a contemplar el Espíritu Santo (cf. Rm
8,16), "porque el Espíritu escruta las profundidades de Dios,
pero el hombre psíquico no alcanza lo que es del Espíritu" (1 Co
2,10 y 14).
166.4. Por tanto, nuestra sabiduría es la
única enseñada por Dios, de la cual dependen todas las fuentes
de la sabiduría, que tiende a la verdad.
166.5.
Ciertamente, respecto a la venida del Señor hacia los hombres
como nuestro maestro, son innumerables los que la anuncian
(preparan), los anunciadores, los preparadores, los precursores
desde la fundación del mundo, indicando previamente por medio de
obras y palabras, profetizando que habría de venir, dónde y
cómo, y con algunas señales.
Las persecuciones contra la fe
cristiana
167.1. Ciertamente la Ley y la profecía
lo preludian desde hace largo tiempo; luego, el precursor (=
Juan Bautista; cf. Mt 11,11; Jn 1,36) lo muestra ya presente,
(y) después de él los predicadores manifiestan mediante su
enseñanza el poder de la manifestación.
167.2. Los
filósofos sólo aceptaron (a los [filósofos] griegos) [texto
conjetural por una laguna], y no a todos, sino Sócrates por
Platón y Platón por Jenócrates; Aristóteles por Teofrasto y
Zenón por Cleantes, los cuales convencieron únicamente a sus
propios discípulos.
167.3. Pero la palabra de nuestro
Maestro no permaneció sólo en Judea, como la filosofía en
Grecia, sino que se difundió por todo el mundo habitado,
convenciendo por igual a griegos y a bárbaros, de toda raza,
pueblo y ciudad, familias enteras, y también a cada uno de los
oyentes, y de éstos cambió a la verdad a no pocos de los
filósofos.
167.4. Y también la filosofía griega moriría
rápidamente, si la impidiera el magistrado de turno; pero
nuestra enseñanza (o: doctrina) desde el primer anuncio ha sido
perseguida al mismo tiempo por reyes, tiranos, magistrados,
gobernadores (arcontes) con (sus) funcionarios, jefes
(militares) con todos (sus) mercenarios y también por
innumerables hombres, haciendo la guerra contra nosotros y
esforzándose tanto como pueden para extirparla (o: cortarla,
amputarla).
167.5. Pero nuestra doctrina florece cada vez
más; porque no muere como enseñanza humana, ni se debilita (o:
consume) como frágil don -puesto que ningún don de Dios es
frágil-, sino que permanece libre, aunque profetizada, siendo
perseguida hasta el final (cf. Mt 10,17).
Conclusión del libro sexto
168.1. Además, Platón escribe sobre la poesía: "El
poeta (es) algo delicado y sagrado, y no puede hacer
precisamente eso (= poetizar) si antes no se endiosa y desatina"
(Platón, Ion, 534 B).
168.2. Y Demócrito de igual manera: "Todo lo que un poeta
escribe con arrebato divino (lit.: entusiasmo) y espíritu
sagrado es muy bello" (Fragmentos,
68 B 18).
168.3. Y sabemos lo que dicen los poetas. Pero,
¿no habrá alguno que se atemorice ante los profetas de Dios
omnipotente, que son órganos de la voz divina?
168.4. Así
como hemos modelado (o: plasmado) la estatua del
gnóstico, también hemos
demostrado cuál es, mostrando como en un esbozo la elevación y
la belleza de su carácter. Porque cuál sea (su actitud) respecto
a la contemplación se verá (en seguida) en la física, cuando
comencemos a tratar sobre el origen (o: la génesis) del mundo.
LIBRO VII
Capítulo I: Prólogo del libro
séptimo
Sobre la interpretación de la Sagrada Escritura
1.1. Y ahora (es) el tiempo en que nosotros debemos demostrar a
los griegos que sólo el
gnóstico es verdaderamente piadoso, como para que los
filósofos aprendan de nuevo (o: sepan) cómo es el verdadero
cristiano, condenando su propia ignorancia, (porque) persiguen a
la ligera a los que siguen al Nombre (cf. 1 P 4,16), y en vano
llaman ateos a los que reconocen al verdadero Dios.
1.2.
Pero, me parece, que está relacionado con los argumentos más
claros el tener necesidad de los filósofos, como que es posible
a los que se han ejercitado el escuchar (o: comprender) sus
enseñanzas, aunque nunca se hayan mostrado dignos a sí mismos de
participar de la capacidad de creer (cf. Jn 5,44).
1.3. Y
no haremos mención ahora de los dichos proféticos, haciendo uso
más tarde, en el lugar oportuno, de las Escrituras; pero
señalaremos fundamentalmente las explicaciones (que derivan de
ella) para describir el cristianismo, para no interrumpir el
encadenamiento de las palabras incluyendo al mismo tiempo las
Escrituras, y esto por quienes nunca han comprendido sus
expresiones. Pero cuando demostremos (sus) significados,
entonces sobrarán motivos para creerlas y serán manifiestos
(sus) testimonio.
1.4. -Y si a alguno de la mayoría le
pareciera diferente lo que decimos nosotros de [lo que dicen]
las Escrituras del Señor, debe saber que [nuestra exposición]
(saca) de ella el aliento y (también) vive, y partiendo de ellas
anuncia los puntos de partida de la Escritura, manteniendo sólo
el espíritu, no la letra-.
1.5. Porque la excesiva
elaboración, no realizada a tiempo, parecería con razón estar de
más; pero el no considerar enteramente lo que apremia es
completa despreocupación y una imperfección.
1.6. Pero,
en verdad, "dichosos los que examinan los testimonios del Señor,
y le buscan a Él de todo corazón" (Sal 118 [119],2). Y sobre el
Señor dan testimonio la Ley y los profetas (cf. Jn 5,39; Hch
10,43; Rm 3,21).
El
gnóstico conoce al Padre bueno
2.1. Nos
proponemos, por tanto, establecer que sólo el
gnóstico es santo y
piadoso, tributando un culto digno de Dios al verdadero Dios; y
a quien practica un culto digno de Dios, le acompaña el amar a
Dios y el ser amado por Dios.
2.2. Ciertamente considera
digno de honor todo lo que supera al merecimiento; y hay que
honrar, en (el mundo) sensible (lit.: en las cosas sensibles), a
los magistrados, a los padres y a todos los ancianos; pero en
las cosas (dignas) de enseñanza [él honra] a la filosofía más
antigua y a la profecía más venerable; y en (el mundo) de lo
inteligible a lo más antiguo en generación, al principio sin
comienzo y atemporal, que es el primero de los seres, al Hijo.
2.3. Desde Él es cognoscible la causa trascendente (lit.:
más allá de la causa), el Padre de todas las cosas, el más
antiguo y benéfico de todo, no transmitido con voz, sino
venerado y respetado en silencio con santo estupor, y por
excelencia venerable. Ciertamente era llamado Señor porque así
fue entendido (lit.: escuchado) por los discípulos, pero
entendido por los elegidos para la
gnosis que (proviene)
del Señor. "De los que poseen ejercitados los sentidos" (Hb
5,14), dice el Apóstol.
La diaconía del gnóstico
3.1. Por tanto, para el
gnóstico (es) culto
(therapeía) de Dios el continuo cuidado del alma y la atención
(lit.: ocupación) en lo que de divino tiene conforme a la
caridad incesante.
3.2. Porque sobre el cuidado a los
hombres uno (es) propio para hacerlos mejores y otro para
servirlos. Así, la medicina mejora el cuerpo, pero la filosofía
el alma. Una ayuda servicial nace en los padres desde los hijos
y en los superiores desde los súbditos.
3.3. E
igualmente, también en la Iglesia los presbíteros mantienen la
imagen de la mejora y los diáconos la del servicio.
3.4.
Estas dos diaconías son los servicios de los ángeles ante a
Dios, según la economía terrena; también el
gnóstico mismo sirve a
Dios y muestra a los hombres la contemplación capaz de hacerlos
mejores; de modo que dispone también la educación para la
corrección de los hombres. Porque sólo es piadoso quien hermosa
e irreprochablemente presta sus servicios a Dios en las cosas
humanas.
3.5. Puesto que lo mismo que el mejor cultivo de
las plantas es aquel con el que, mediante la ciencia y la
experiencia de la agricultura, se producen y recogen los frutos
y se procura a los hombres la utilidad que de ellos proviene,
así la piedad del gnóstico,
recibiendo los frutos de los hombres que por medio de él han
creído, deviniendo más numerosos por el conocimiento su número y
salvados por él, procura una óptima cosecha con su experiencia.
3.6. Pero si la devoción divina (theoprépeia)
es una disposición que mantiene a salvo lo conveniente para
Dios, sólo quien (es) devoto de Dios (es) amado por Dios; mas
ése será quien conozca lo que es digno de consideración, y tanto
según la teoría y según la vida, cómo ha de vivir quien ha de
ser divinizado y debe asemejarse ya a Dios.
El gnóstico es philótheos
4.1. Por tanto, éste es el que ama a Dios por encima de
todo. Porque quien honra al padre ama al padre, lo mismo, el que
honra a Dios ama a Dios.
4.2. Por eso, me parece que son
tres los efectos de la facultad
gnóstica: el primero es
conocer la realidad de las cosas, el segundo es cumplir lo que
el Verbo orden, y el tercero consiste en poder transmitir de un
modo digno de Dios lo que está oculto en la verdad.
4.3.
Por tanto, ¿cómo puede ser ateo quien está convencido de que
Dios es omnipotente y ha aprendido los divinos misterios de su
Hijo unigénito? Porque ateo es el que piensa que Dios no existe,
el que es supersticioso y tiene miedo a los demonios, el que lo
diviniza todo: una madera o una piedra y esclaviza al espíritu
humano que no vive racionalmente.
Capítulo II: Sobre el gnóstico
que practica la auténtica piedad mediante el culto que tributa a
Dios
La
grandeza del Hijo de Dios
5.1. Así, por tanto, la
creencia primera al conocer a Dios, después (de la confianza) en
la enseñanza del Salvador, (es) no hacer injusticia de ninguna
forma, porque conviene estar despierto al conocimiento de Dios.
5.2. Por eso, lo mejor (que existe) en la tierra (es) un
hombre devotísimo de Dios, pero lo más excelente en el cielo es
un ángel, el que más cercano según el lugar e inmediatamente lo
más puro que participa de la vida eterna y bienaventurada.
5.3. Pero la naturaleza más perfecta, santa, principal (o:
señorial), soberana, regia y benéfica (es) la del Hijo, que es
la más próxima al único Todopoderoso.
5.4. Esta es la
suprema eminencia, la que lo dispone todo según la voluntad del
Padre (cf. Mt 7,21; 12,50; Jn 6,40) y la que gobierna todo de la
mejor manera, la que mueve a todos con infatigable e inagotable
(o: incesante) poder, por cuyo medio actúa el que contempla (o:
ve) las nociones arcanas (apókryphos:
secreto, oculto).
5.5. Porque el Hijo de Dios no se
aparta jamás de su atalaya (o: no sale en éxtasis de su propia
contemplación), porque no (está) dividido (cf. 1 Co 1,13), ni
separado, ni cambia de un lugar a otro, sino que está siempre en
todas partes, y sin estar limitado en modo alguno; todo
intelecto, todo luz paterna, todo ojo; viéndolo todo, oyéndolo
todo, reconociéndolo todo y escrutando las potencias con [su
propio] poder.
5.6. Todo el ejército de los ángeles (cf.
Lc 2,13) y de los dioses le están sometidos a Él, al Verbo del
Padre que ha recibido la santa economía "por medio de aquel a
quien fue sometido" (Sal 8,7; Rm 8,20; 1 Co 15,27); y a Él (le
pertenecen) todos los hombres, aunque unos "mediante un
reconocimiento" (Rm 10,2), pero otros todavía no; algunos como
amigos, otros como siervos fieles y otros como simples
servidores (cf. Mt 25,21. 23; Jn 15,14-15; Col 1,7; 4,7; Hb
3,5).
El Hijo de Dios
es Salvador y Señor
6.1. El Maestro en persona es
el que educa en los misterios al
gnóstico, al fiel con
buenas esperanzas y con educación correctiva, al duro de corazón
(cf. Pr 17,20; Si 16,9-10; Ez 3,7) mediante acciones sensibles.
De ahí que exista la providencia en lo privado, en lo público y
en todo lugar.
6.2. Y las divinas profecías declaran
abiertamente que es Hijo de Dios, y es aquel que nosotros
llamamos Salvador y Señor.
6.3. Así, el Señor de todos
persuade a los que lo desean, griegos o bárbaros; porque no
obliga al que puede recibir por sí mismo la salvación mediante
una elección y llevar a cabo cuanto de él depende para conseguir
la fuerza de la esperanza (cf. Hb 6,18).
6.4. Él mismo es
quien también concede a los griegos la filosofía mediante los
ángeles inferiores; puesto que por una divina y antigua
disposición, los ángeles están distribuidos por los [diversos]
pueblos (cf. Dt 32,8). Pero "la porción del Señor" (Dt 32,9; cf.
Si 17,17) es la gloria de los que creen (cf. Lc 2,32; Rm 8,21).
6.5. Porque, o bien el Señor no se preocupa de todos los
hombres, y esto podría suceder porque o no puede -lo cual es
imposible puesto que sería signo de debilidad- o porque pudiendo
no quiere -pero que no (es propio) de alguien bueno-; (y) es
imposible que esté despreocupado por comodidad quien tomó por
nosotros un cuerpo pasible; o bien, Él se preocupa de todos a la
vez, lo cual corresponde (o: conviene, concierne) a quien es
Señor de todos (cf. Rm 10,12).
6.6. Porque no es Salvador
de unos y de otros no, sino que Él distribuyó su acción benéfica
según el grado de aptitud que cada uno tiene, a griegos, a
bárbaros y a los predestinados de entre ellos (cf. Rm 8,29-30;
Ef 1,4-5), y más tarde llamados servidores fieles y elegidos
(cf. Rm 8,30; Tt 1,3; Ap 17,14).
Cristo es Señor y Salvador de
toda la humanidad
7.1. Por tanto, el que ha
llamado a todos por igual no puede tener jamás envidia de nadie,
aunque reparta especiales honores a quienes han creído de un
modo especial. Tampoco puede ser impedido jamás por otro el que
es Señor de todos y el que mejor obedece a la voluntad del Padre
bueno y todopoderoso (cf. Mt 7,21; 12,50; Jn 6,40).
7.2.
Pero ni siquiera le alcanza la envidia al Señor, que ha existido
eternamente sin pasión, ni ciertamente cosa alguna humana puede
producir envidia en el Señor; pero (es) otro el envidioso (cf.
Sb 2,24), donde también hierve la pasión.
7.3. Y tampoco
se puede decir que [el Señor] no desee salvar a la humanidad por
ignorancia, al no saber cómo cuidar a cada uno.
7.4.
Porque la ignorancia no afecta al Hijo, ya que fue consejero del
Padre antes de la creación del mundo (cf. Is 40,13; Jb 15,8; Rm
11,34; Ef 1,4). Puesto que ésa era la sabiduría "en la que se
complacía" (Pr 8,30) el Dios todopoderoso; porque el Hijo es
"fuerza" (1 Co 1,24) de Dios en cuanto Verbo primerísimo del
Padre, anterior a todos los seres creados, y debería ser llamado
con toda propiedad "sabiduría" (1 Co 1,24) suya (= de Dios) y
Maestro de todo lo que ha sido plasmado por medio de Él (cf. Jn
1,3).
7.5. Ni siquiera ocupado en otros asuntos por algún
placer podría abandonar jamás el cuidado de los hombres, quien
asumiendo la carne sujeta por naturaleza a las pasiones la educó
hasta el estado de impasibilidad.
7.6. Y ¿cómo podría ser
Salvador y Señor, si no fuera Salvador y Señor de todos? Pero
(es) Salvador de los que han creído porque han querido conocer;
en cambio (es) Señor de los incrédulos hasta que ellos mismos
sean capaces de confesar la fe y consigan por medio de Él (su)
apropiado y correspondiente beneficio.
7.7. Pero toda la
actividad (lit.: energía) del Señor tiene relación con el
Todopoderoso, y el Hijo es, por así decirlo, eficacia (lit.:
energía) del Padre (cf. 1 Co 1,30).
El Hijo es causa de todos los
bienes que recibe la humanidad
8.1. Por
consiguiente, el Salvador jamás podrá tener odio al hombre,
puesto que por su desbordante amor (filantropía; cf. Tt 3,4) a
la humanidad no despreció la debilidad de la carne humana, sino
que revistiéndose de ella vino para la común salvación de los
hombres; porque común es la fe de los elegidos.
8.2. Pero
tampoco podrá jamás descuidar su obra específica, puesto que
entre todos los seres vivientes sólo en el hombre fue infundida
por creación (cf. Gn 2,7) una idea de Dios.
8.3. Ni
tampoco (parece que pueda existir) otro modo mejor y más en
armonía con Dios para el gobierno de los hombres que el
establecido. En efecto, conviene, según la naturaleza, que el
que es superior siempre haga de guía al inferior, y al que puede
administrar bien algo se le confíe el gobierno de otro.
8.4. Pero quien verdaderamente domina y guía es el Verbo divino
y su providencia, que lo observa todo y no deja sin cuidado a
ninguno de los que se le han confiado (cf. Ef 2,19).
8.5.
Y éstos serían los que han elegido permanecer junto a Él, los
hechos perfectos mediante la fe. Así, por voluntad del Padre
todopoderoso (cf. Mt 7,21; 12,50; Jn 6,40), el Hijo es
constituido causa de todos los bienes, la primera fuerza
creadora, inasible al sentido.
8.6. Porque lo que Él era
no fue visto por quienes no podían comprenderlo a causa de la
debilidad de la carne, pero asumiendo (Él) una carne sensible
demuestra lo que es posible a los hombres por la obediencia a
los mandamientos (cf. Rm 5,11; Jn 15,5).
Jesucristo gobierna la
salvación del género humano
9.1. Siendo, por
tanto, fuerza del Padre, supera con facilidad lo que quiere, sin
dejar libre de su cuidado providente la cosa más pequeña, porque
de lo contrario el universo no habría sido bien hecho por Él.
9.2. A mí me parece que (es propio) de la fuerza mayor el
examen exacto de todas las partes, llevada incluso hasta la más
pequeña, porque todos [los seres] miran hacia el organizador
(cf. Hb 12,2) primero del universo que por voluntad del Padre
gobierna la salvación de todos, ya que unos han sido ordenados
(o: establecidos) bajo la dirección de otros, y así hasta que
alguien llegue al gran Sacerdote (cf. Hb 4,14).
9.3.
Porque las cosas primeras, las segundas y las terceras dependen
del único principio de arriba que actúa según la voluntad [de
Dios]; después, en el límite extremo de lo visible está la feliz
condición de los ángeles, y así, hasta nosotros mismos, que unos
estamos subordinados (o: dispuestos, ordenados) a los otros
dependiendo del que es Uno, salvados y salvadores gracias al que
es Uno.
9.4. Ahora bien, como se pone en movimiento un
pedazo de hierro, aunque esté muy alejada, por el espíritu de la
piedra de Heraclea (= de gran poder magnético), que se difunde a
una larga serie de anillos de hierro, así también, atraídos por
el Espíritu Santo, los virtuosos viven en la primera morada (cf.
Jn 14,2), luego a continuación otros hasta la última; pero los
que por debilidad (son) malos, cayendo culpablemente (lit.:
injustamente) por un insaciable deseo en una mala disposición,
al no dominar [las pasiones] ni ser dominados [por el bien],
fluyen por todas partes envueltos en pasiones y caen por tierra
(cf. Is 34,4). Porque desde antiguo viene precisamente esta ley:
el que quiere elige la virtud.
El camino hacia la
contemplación
10.1. Por eso también los
mandamientos, los relativos a la Ley y los anteriores a la Ley
para los que no tenían Ley (cf. Rm 2,14-15; 5,13-14) -"porque
para el justo no hay ley" (1 Tm 1,9; cf. Gn 15,6; Ga 3,17-18)-,
establecieron que el que eligiera la Vida recibiría una
recompensa eterna y bienaventurada (cf. Dt 30,15. 19), pero
permitieron que el que se hubiera entregado a la maldad
permaneciera unido a lo que había elegido, y establecieron, en
cambio, que el alma que siempre fuera mejorando en el
conocimiento de la virtud y en el progreso de la justicia
obtuviese un estado mejor en el todo (o: en el universo),
"lanzándose" (lit.: extendiéndose; Flp 3,13), según cada
progreso, al estado de impasibilidad "hasta alcanzar el de
hombre perfecto" (Ef 4,13), a la eminencia de la
gnosis y a la vez de la
herencia.
10.2. Estos progresos salvadores se distinguen
según el orden de transformación, tiempos, lugares, honores,
conocimientos, herencias y ministerios; cada uno tiene su grado
propio, hasta [alcanzar] la contemplación sublime e inmediata
del Señor en la eternidad.
10.3. Lo que enamora lleva a
la contemplación de sí mismo a todo el que, por el amor mismo de
la gnosis, se ha
lanzado sobre la contemplación (cf. Flp 3,13).
Dios lo dispuso todo para la
salvación universal
11.1. Por eso dio el Señor los
mandamientos, los primeros y los segundos, sacándolos de una
sola fuente, sin permitir que estuvieran sin Ley los que
vivieron antes de la Ley, ni tampoco aceptó que no tuvieran
freno los que no se dieron cuenta de la filosofía bárbara.
11.2. Porque, procurando a unos los mandamientos y a otros
la filosofía, "encerró" (Rm 11,32; cf. Ga 3,22-23) la
incredulidad hasta la parusía (cf. Ga 3,19-24); de ahí que todo
el que no haya creído es inexcusable (cf. Rm 1,20-21; 2,1).
Puesto que Él conduce hacia la perfección mediante la fe (cf. Ef
2,8; 4,13) por medio de esos dos modos de progreso, el griego y
el bárbaro.
11.3. Pero, si algún griego, superando el
primer (estadio), el de la filosofía griega, se lanza
inmediatamente sobre la verdadera doctrina (o: enseñanza), ése,
habrá lanzado el disco mucho más lejos, aunque sea un inexperto,
porque habrá elegido para la perfección el atajo de la salvación
por medio de la fe.
El
camino de la fe conduce a la salvación
12.1. Así,
por tanto, todo lo que no impedía la libertad (lit.: voluntad)
de elección al hombre, [Dios] lo hizo y lo mostró como una ayuda
para la virtud, así que de alguna manera, también a los que
tuvieran la vista débil, se pudiera revelar el Dios único, bueno
(y) todopoderoso, que desde siempre y por los siglos salva por
medio del Hijo, pero no es causa en absoluto de mal alguno.
12.2. Porque todo ha sido dispuesto por el Señor del
universo para la salvación de todos, (tanto) en general como
individualmente.
12.3. Por tanto, (es) obra de la
justicia del Salvador el conducir siempre hacia lo que es mejor,
según lo permite la condición humana. Así gobierna para la
salvación y conservación (o: permanencia) de lo que es mejor,
según las propias características (analógos), incluso a los
seres más pequeños.
12.4. Consecuentemente cambia todo lo
virtuoso hacia estados superiores, teniendo como causa del
cambio la elección de la
gnosis que el alma ha conquistado (o: adquirido)
libremente.
12.5. Pero las necesarias correcciones,
[infligidas] por bondad del gran Juez que nos mira, bien
mediante los ángeles que lo rodean, bien con diversos juicios
previos o con el juicio universal, obligan a convertirse más a
los "indolentes" (Ef 4,19).
Capítulo III: El camino del
gnóstico
La actividad del gnóstico perfecto
13.1. "Me callo
lo demás" (Eurípides; Ifigenia
en Táuride, 37; Esquilo,
Agamenón, 36),
glorificando al Señor. Sólo hablo de aquellas almas
gnósticas que superan
por la magnificencia de su contemplación el tenor de vida (politeía)
de cada una de las santas disposiciones (o: estados) entre las
que han sido determinadas (y) divididas las bienaventuradas
moradas de los dioses (= los bienaventurados del cielo), y que
son "consideradas como santas entre los santos" (Is 57,15); y
llevadas [aquellas almas] íntegras totalmente, llegando de
lugares superiores a otros lugares más sublimes, no abrazan ya
la divina contemplación como en espejos o mediante espejos (cf.
1 Co 13,12), sino que son invitadas a la más grande claridad y a
la más perfecta pureza en (la contemplación) divina, que no
sacia a las almas extraordinariamente amantes, que gozan
insaciablemente la eterna alegría sin fin (o: perpetua),
honradas por la identidad de la suprema excelencia. Tal es la
contemplación cataléptica
(= comprensiva y clara) de "los puros de corazón" (Mt 5,8).
13.2. Esta es, por tanto, la actividad del
gnóstico perfecto:
conversar con Dios por medio del gran Sacerdote (cf. Hb 4,14),
asemejándose en lo posible al Señor mediante todo el servicio
para con Dios, que difunde la salvación de los hombres según una
solícita benevolencia hacia nosotros, según la liturgia, la
enseñanza y la práctica del bien (o: beneficencia; buenas
obras).
13.3. Ciertamente, unas veces el
gnóstico se edifica y
trabaja para sí mismo, pero también adorna a sus oyentes cuando
se asemeja a Dios (cf. Gn 1,26), asemejándose todo lo que puede
al Impasible por naturaleza procurándose una impasibilidad
mediante la ascesis, conversando y conviviendo con el Señor "sin
distracciones" (1 Co 7,35).
13.4. Mansedumbre, pienso yo,
filantropía (= amor a la humanidad) y piedad magnánima son las
normas (cánones) para asimilarse
gnósticamente (a Dios).
Dios quiere nuestra
salvación
14.1. Yo digo que esas virtudes son un
"sacrificio agradable" (Flp 4,18; cf. Is 56,7) a Dios, (puesto
que) la Escritura dice que el corazón sin soberbia (cf. Sal 50
[51],19) y con recta ciencia (es) un "sacrificio a Dios" (Sal 50
[51], 19. 18), y todo hombre elevado a la santidad es iluminado
hacia una unidad ininteligible.
14.2. Porque el Evangelio
y el Apóstol mandan que unos se hagan esclavos (cf. 2 Co 10,5) y
se mortifiquen a sí mismos matando "al hombre viejo que se
corrompe conforme a las concupiscencias" (Ef 4,22; cf.Mt 16,25),
instauren "el nuevo" (2 Co 10,5; Ef 4,24) desde la muerte de la
antigua perversión (cf. Lc 9,41), abandonen las pasiones y se
hagan impecables.
14.3. Esto mismo era entonces también a
lo que la Ley insinuaba, cuando prescribía matar al pecador (cf.
Ex 21,12. 14-17; 22,17-18; Nm 35,16-21. 31; Dt 13,8-9; Ez 18,4):
el tránsito de la muerte a la vida, a la impasibilidad de la fe.
14.4. Lo cual no lo entendieron los maestros de la Ley,
exponiendo la Ley (como) amiga de controversias (lit.: que gusta
vencer), suministrando las bases a los que argumentaban
tontamente.
14.5. Por esta causa con razón no ofrecemos
sacrificios al Dios que no carece de nada, al que lo procura
todo a todos, sino que glorificamos al que se ha sacrificado por
nosotros, sacrificándonos (a la vez) nosotros mismos y [pasando]
desde no carecer de nada hacia lo abundante, y desde el que no
(tiene) pasiones hacia la impasibilidad.
14.6. Porque
Dios se complace únicamente con nuestra salvación. Con razón,
por tanto, no ofrecemos a Aquel que no se deja vencer con
placeres un sacrificio, cuya exhalación de humo probablemente
queda aquí abajo y no llega ni a las nubes más densas, sino
incluso lejos de ellas, [sólo] llega a algunos.
El único Dios verdadero
15.1. Así, la divinidad no tiene necesidad de nada
(cf. Hch 17,25) placentero, lucrable o codiciable; está
satisfecha y procura todo a toda (criatura) que nace y está
necesitada; tampoco la divinidad se (deja) seducir con
sacrificios ni ofrendas, ni con gloria, ni honor; (y no) se deja
seducir por cosas semejantes, sino que se manifiesta como (es) a
los hombres honestos y buenos, que no traicionan la justicia ni
por un miedo que amenaza ni por una promesa de bienes mayores.
15.2. Pero los que no han examinado la libertad del alma
humana y la no esclavitud sobre la elección de vida, disgustados
por los sucesos (que entraña) la estúpida injusticia, consideran
que Dios no existe.
15.3. Son de idéntica opinión
quienes, hundidos en la intemperancia de los placeres, en los
desproporcionados desánimos y en muchas involuntarias desgracias
por abatimiento dicen que Dios no existe, o, si existe, no lo
abarca todo con la mirada (lit.: no es
panepíscopo).
15.4. Pero hay otros que creen que los dioses a los que se
suplica son los que se doblegan con sacrificios y ofrendas (o:
regalos), como si fueran cómplices, por así decirlo, de sus
libertinajes, y no quieren creer que verdaderamente existe el
único Dios, permaneciendo en la justa bondad.
El ser humano ha sido creado a
imagen del Verbo
16.1. El gnóstico es, por tanto,
piadoso, cuida primero de sí mismo, luego de los que están
cerca, para que mejoremos lo más posible. Porque también el hijo
se hace grato al buen padre cuando procura (ser) diligente
consigo mismo e igual al padre, y el subordinado con el
superior; ciertamente el creer y el ser obediente depende de
nosotros.
16.2. Pero (alguien) puede concebir que la
causa del mal es la debilidad de la materia, o los impulsos
irreflexivos de la ignorancia, o las necesidades irracionales de
la ignorancia.
16.3. (Pero) el
gnóstico está por
encima, como las fieras domesticadas, porque imita los designios
divinos, haciendo el bien que puede a los hombres que lo deseen.
16.4. Si algún día fuere constituido en autoridad, como
Moisés, guiará hacia la salvación a sus súbditos, cultivará al
salvaje y al abandonado (o: renegado), honrando a los mejores,
pero (también) a los malvados con el castigo que es inculcado
según el Verbo en para la corrección (o: educación).
16.5. Porque el alma del hombre justo (es) principalmente
"imagen divina y está emparentada con Dios" (Anónimo,
Fragmentos, 117); en
ella se edifica y levanta, por medio de la obediencia a los
mandamientos, el que es guía de todos, mortales e inmortales, el
soberano y progenitor de los buenos, el que siendo
verdaderamente ley, oráculo y Verbo eterno, único salvador para
cada uno en particular y para todos en conjunto.
16.6.
Siendo realmente el Unigénito (cf. Jn 1,18), el carácter (o:
impronta) de la gloria del Padre (cf. Hb 1,3), soberano
universal (panbasiléos)
y todopoderoso, que imprime en el
gnóstico la perfecta
contemplación según su propia imagen (cf. Gn 1,26), para que sea
la tercera imagen divina (= el hombre; cf. Gn 1,26; Hb 1,3), que
se asemeja dinámicamente a la causa segunda, a la verdadera Vida
(cf. 1 Tm 6,19) por la que nosotros vivimos la auténtica vida
(cf. 1 Co 1,30; Col 2,2-3), al reproducir nosotros mismos el
modelo (týpos)
gnóstico hecho para
nosotros y labrado sobre lo que es estable y del todo
inalterable (lit.: perfecto).
El gnóstico debe aprender a
utilizar convenientemente las virtudes
17.1. Así,
dueño de sí mismo y de lo suyo, poseyendo una segura comprensión
(catalepsis) de la
ciencia divina, [el gnóstico]
está realmente junto a la verdad.
17.2. Porque la
gnosis y la
catalepsis (o:
percepción segura) de lo inteligible convenientemente puede
llamarse ciencia, cuya finalidad respecto a las cosas divinas
(es indagar) ciertamente cuál sea la causa primera y de Aquél
por cuyo medio "fueron hechas todas las cosas y sin Él no se
hizo nada" (Jn 1,3); a su vez también cuáles son (las cosas)
como penetrantes, cuáles las envolventes, cuáles las que se
encuentran unidas y cuáles las disociadas. Y cuál es el estado
que cada una de estas cosas tiene y cuál es el poder y el
servicio sagrado (leitoyrgía)
que cada una presta.
17.3. Y a su vez, respecto a las
cosas humanas [la gnosis
indaga] qué es el hombre mismo, qué es lo según su naturaleza y
contrario a ella, cómo está relacionado con el hacer y con el
sufrir, cuáles son sus virtudes y sus vicios, lo relativo al
bien, al mal y a lo que está en medio de ambos; lo que concierne
a la fortaleza, prudencia, templanza y a la justicia, virtud que
está por encima de todas.
17.4. Pero [el
gnóstico] se aprovecha
de la prudencia y de la justicia para adquirir la sabiduría, y
la fortaleza no sólo para soportar en él mismo las adversidades,
sino también para dominar en lo concerniente al placer y a la
concupiscencia, al dolor y a la ira, y en general para
enfrentarse a todo lo que con violencia o engaño seduce a las
almas.
17.5. Porque no hay que soportar los vicios y las
maldades, sino rechazarlos, y soportar lo que (es) temible. En
efecto, se ha descubierto que el dolor es útil en la medicina,
en la educación y en el castigo, y por medio de él se rectifican
(o: corrigen) las costumbres para provecho de los hombres.
El gnóstico es
rico porque necesita poco
18.1. Y firmeza (o:
paciencia), generosidad, magnanimidad, liberalidad y
magnificencia (son) formas de la fortaleza. Y por esta causa el
gnóstico no se preocupa de la censura (o: del reproche) ni de la
maledicencia que recibe de la gente (lit.: de los muchos), ni
está dominado por glorias ni adulaciones; soportando en sí mismo
molestias, llevando a cabo convenientemente a la vez sus
obligaciones y estando con hombría por encima de todas las
dificultades, se manifiesta realmente [como] un varón (= hombre
valiente) entre los demás hombres.
18.2. Por otra parte,
además, salvando la inteligencia de la prudencia en la quietud
del alma, es capaz de recibir los bienes prometidos como algo
propio y de rechazar lo vergonzoso como algo alienante, habrá
llegado a ser de este mundo y (estará) por encima del mundo; y
dispondrá todos los negocios mundanos y jamás delinquirá en
nada; ciertamente (es) totalmente rico porque necesita poco,
puesto que tiene necesidad de pocas cosas y sobreabunda en todo
bien por medio de la gnosis
del bien mismo.
18.3. Porque la obra primera de su
justicia es querer mantenerse entre los de su misma clase y
permanecer con ellos en la tierra y en el cielo.
El gnóstico es amigo de Dios
19.1. Y por eso (es) dadivoso con lo que haya podido
adquirir, amigo del hombre y el que más odia a los perversos por
su perfecto rechazo a toda maldad.
19.2. Es necesario,
además, que aprenda también a ser fiel consigo mismo y con los
demás, y obediente a los mandamientos. Porque ése es el
"servidor de Dios" (Hb 3,5), el que se somete voluntariamente a
los mandamientos (cf. Nm 12,7; Hb 3,5). Pero quien es ya "puro
de corazón" (Mt 5,8) no mediante los mandamientos sino la
gnosis misma, ése es
"amigo de Dios" (St 2,23; cf. Is 41,8; 2 Cro 20,7).
19.3.
Porque nosotros no nacemos poseyendo la virtud por naturaleza,
ni una vez nacidos, tampoco se desarrolla ulteriormente en
nosotros de forma natural como las otras partes del cuerpo
-puesto que entonces no sería ni voluntaria ni meritoria-;
ciertamente la virtud no se perfecciona por la concurrencia de
lo que sobrevenga o por la costumbre, al modo del lenguaje
-porque también la maldad se engendra de esa manera-.
19.4. Tampoco la gnosis
proviene de un determinado arte ni por el de los recaudadores ni
por el de los terapeutas del cuerpo; ni siquiera de la educación
cíclica: porque ya es bastante si sólo puede preparar al alma y
darle una ayuda.
No se
pude huir de Dios
20.1. Porque los políticos
probablemente detengan las malas acciones, y los discursos
persuasivos, siendo tan superficiales que no podrán jamás
procurar una permanencia científica de la verdad.
20.2.
Pero la filosofía griega de alguna manera purifica previamente y
prepara al alma para la recepción de la fe, sobre la cual la
verdad sobreedifica (cf. 1 Co 3,10. 11. 12. 14) la
gnosis.
20.3.
Éste, éste es verdaderamente el atleta, el que en el gran
estadio (cf. 1 Co 9,24-26), en el hermoso mundo, es coronado con
la verdadera victoria frente a todas las pasiones.
20.4.
Porque el Dios todopoderoso (es) el que preside (agonothéta)
los juegos públicos, pero el árbitro es el Hijo unigénito de
Dios; y los espectadores (son) los ángeles (cf. 1 Co 4,9) y los
dioses (= los elegidos que se encuentran junto a Dios); el
combate gimnástico que se lucha "no es contra la sangre y la
carne, sino contra las potestades espirituales" (Ef 6,12), que
suscitan vehementes pasiones y actúan mediante la carne; él
triunfa sobre estos grandes contrincantes.
20.5. También
igualmente venciendo en las luchas que el tentador propone,
conquista la inmortalidad. Porque el juicio de Dios no se deja
engañar en lo que concierne al juicio más justo.
20.6.
Así, por tanto, ha sido convocado el público para el combate y
los atletas combaten en el estadio; y de entre ellos vence el
que ha sido obediente al Invencible.
20.7. Porque para
todos Dios ha dispuesto iguales todas las cosas, y Él mismo es
irreprochable, pero quien pueda elegirá y el que quiera
prevalecerá; por eso hemos recibido la inteligencia, para saber
lo que debemos hacer, y el "conócete a ti mismo" (Cameleón,
Fragmentos, 2 A;
Aristóteles, Fragmentos,
3) aquí [en la tierra], para saber para qué hemos nacido.
20.8. Y hemos nacido para ser obedientes a los mandamientos,
si elegimos el querer salvarnos. Esto es lo que significa quizás
la Adrasteia (= sin
escapatoria), según la cual no es posible huir de Dios.
La tarea humana consiste en
obedecer a Dios
21.1. La tarea humana es, por
tanto, la obediencia a Dios, que ha prometido la salvación de
distintas maneras por medio de los mandamientos, y una buena
aceptación es la confesión de la fe.
21.2. Porque el
benefactor es la causa primera del beneficio, y el [hombre] fiel
(es) el que ha aceptado diligentemente las disposiciones divinas
y ha guardado los mandamientos; pero también es amigo [de Dios]
(cf. Jn 15,-915) el que ha correspondido en lo que es capaz al
beneficio con amor.
21.3. Pero una única es la recompensa
más propia por parte de los hombres: hacer lo mismo que agrada a
Dios.
21.4. Y lo mismo que el Maestro y Salvador recibe
como algo propio y (como) un resultado congénito las ayudas y
rectificaciones de los hombres en aras de su propio favor y
honor, así también considera las ofensas inferidas contra los
que han creído en Él como ingratitudes y deshonras propias (cf.
Mt 25,4-45). -En efecto, ¿qué otro deshonor podría afectar a
Dios?-.
21.5. Por tanto, no existe una recompensa digna
para la salvación, para devolver el favor del Señor.
21.6. Y como quienes hacen daño a los rebaños ultrajan a sus
dueños, y como los que [ofenden] a los soldados (afrentan) a su
jefe, así es un desdén para con el Señor el maltrato contra sus
consagrados.
21.7. Porque del mismo modo que el sol no
sólo ilumina el cielo y todo el mundo que resplandece sobre la
tierra y el mar, sino también a través de las ventanas y de las
estrechas grietas envía el brillo hasta los recodos más
profundos, de igual manera el Verbo, difundido por todas partes,
observa la más pequeña de las acciones de la vida.
Capítulo IV: Las supersticiones
de los griegos
Testimonios sobre las
supersticiones de los griegos
22.1. Como los
griegos suponen que los dioses (son) antropomorfos (= tienen
formas humanas), y que están sujetos a pasiones humanas, y de
igual manera que cada uno describe las formas de aquellos
[dioses] semejantes a las propias, como dice Jenófanes: "Los
etíopes [los describen] negros (y) de nariz aplastada; los
tracios, rubios (lit.: rojizos) y de ojos azules" (Fragmentos,
21 B 16) también les modelan con las almas (o: sentimientos)
semejantes a ellos mismos; así, los bárbaros [les imaginan]
salvajes y de costumbres crueles; pero los griegos, más
cultivados (o: civilizados), pero apasionados.
22.2. Por
lo cual, lógicamente la necesidad de que los malos tengan
pensamientos perversos (o: viles) sobre Dios y los virtuosos
excelentes; y por eso el que es realmente "regio en el alma"
(Platón, Filebo, 30 D),
el gnóstico en persona,
siendo piadoso y no supersticioso, está persuadido que sólo Dios
es el único venerable, augusto (o: santo), noble, bienhechor,
benefactor, causa primera de todos los bienes, no responsable
del mal (cf. Platón, República,
II,397 B).
22.3. Y sobre la superstición griega pienso
que hemos tratado suficientemente en nuestro discurso titulado
"Protréptico" (cf. 11-37), utilizando hasta la saciedad la
investigación histórica indispensable. No es necesario, por
tanto, "contar de nuevo los mitos (que ya se han contado) con
claridad" (Homero, Odisea,
XII,453).
Testimonios
sobre las supersticiones de los griegos (continuación)
23.1. Pero, llegados a este punto, se deben consignar
algunas (citas) entre muchas, puesto que ésas bastarán para
presentar la prueba de que son ateos quienes comparan la
divinidad con los peores hombres.
23.2. Porque [entre
ellos] los dioses son engañados por los hombres mismos y
aparecen peores que los hombres cuando nosotros les engañamos, o
si esto no es así, ¿cómo no siendo engañados por ellos se
encolerizan como una anciana irascible exasperada hasta la
cólera, como dicen que Artemis se encolerizó con los etolios por
causa de Eneo? (cf. Homero,
Ilíada, IX,533-537)
23.3. ¿Por qué siendo diosa no
pensó que Eneo no la despreciaba, sino que se había olvidado o
había descuidado el haber hecho el sacrificio?
23.4. Y
Auge, defendiéndose justamente frente a Atenea al irritarse con
ella por haber dado a luz en el templo, dice:
23.5.
"Despojos que hacen perecer a los mortales te complaces en ver,
incluso restos de cadáveres, y esto no es para ti inmundo; pero
que yo haya dado a luz, lo consideras indigno" (Eurípides,
Ifigenia en Táuride,
fragmentos, 266).
23.6. Por lo demás, también los
otros animales dan a luz en el templo y no (son) injustos.
Testimonios sobre las
supersticiones de los griegos (continuación)
24.1.
Por tanto, como es natural, siendo supersticiosos respecto a los
de buen carácter (= los dioses encolerizados), (aquellos)
coinciden en que todos los acontecimientos son signo y causa de
males.
24.2. "Si un ratón perfora un zócalo (o: un altar)
de arcilla o roe un saco de harina porque no tiene otra cosa; si
un gallo alimentado canta al atardecer, eso lo consideran
presagio de alguna cosa" (Anónimo,
Fragmentos, 341).
24.3. A ése lo ridiculiza Menandro en "El supersticioso":
¡Que me suceda algo bueno, honorabilísimos dioses! Porque cuando
me calzaba, rompí la correa de la sandalia derecha. Con razón,
necio, puesto que estaba podrida! Eres un tacaño, porque no
quieres comprar unas nuevas" (Menandro,
Fragmentos, 97).
24.4. Ingenioso lo de Antifón, que cuando uno hizo
vaticinios porque una cerda devoró a los cerditos, al verla
extenuada por al tacañería del criador, dijo: "Alégrate del
presagio, puesto que al estar así de hambrienta no ha comido a
tus (propios) hijos" (Antifón,
Fragmentos, 87 A 8).
24.5. Bión dice: "¿Qué hay de
extraordinario que el ratón haya roído un saco, si no encuentra
qué comer? Porque lo extraordinario sería, como grita bromeando
Arcesilao, que el saco devorara al ratón" (Bión de Boristene,
Fragmentos, 45).
Testimonios sobre
las supersticiones de los griegos (continuación)
25.1. Bien dijo también Diógenes a quien se maravillaba de haber
encontrado la serpiente enroscada alrededor de la maza: "¡No te
maravilles, porque más sorprendente sería si hubieras visto la
maza enroscada en torno a la serpiente erguida!" (Diógenes,
Fragmentos, 282).
25.2. Porque también los animales irracionales deben correr,
moverse con rapidez (¿o: comer?;
esthiein), luchar,
procrear y morir; ahora bien, lo que es para ellos natural, no
puede suceder en nosotros jamás contra la naturaleza.
25.3. "Y muchos pájaros van y vienen bajo los rayos del sol"
(Homero, Odisea,
II,181-182).
25.4. El cómico Filemón también ridiculiza
estas cosas: "Cuando veo -dice- que uno observa a quien ha
estornudado o quien ha hablado, o quién es el que pasa, lo
vendería inmediatamente en el mercado. Cada uno de nosotros
camina, habla, y estornuda para sí mismo, no para el público
(lit.: los que están en la ciudad). Las cosas acontecen tal como
la naturaleza quiere" (Filemón,
Fragmentos, 100 K).
25.5. Después, los [hombres] sobrios piden buena salud, pero
los atiborrados y envueltos en borracheras festivas se atraen
enfermedades.
Testimonios sobre las supersticiones de los griegos
(continuación)
26.1. Pero muchos "temen también
las dedicatorias escritas" (Diógenes,
Fragmentos, 21).
Diógenes, encontrando en casa de un desgraciado esta
inscripción: "El victorioso Hércules vive aquí. No está
permitido entrar a nadie malo", dijo ingeniosamente: "¿Y cómo
entrará el dueño de la casa?" (Diógenes,
Fragmentos, 21).
26.2. Esas mismas personas adoran a todo leño o piedra, pero
de las llamadas brillantes, y temen la lana roja, los granos de
sal, las antorchas, las cebollas marinas y el azufre, seducidas
con embelesos por hechiceros con algunas de sus inmundas
purificaciones. Pero Dios, el verdadero Dios, conoce que sólo es
santo la manera de ser (éthos)
del [hombre] justo, mientras que es execrable (lit.: maldito) lo
injusto y lo miserable (o: perverso, malvado).
26.3. Por
cierto, después de los ritos purificatorios pueden observarse
los huevos fecundados (lit.: engendrados), si se les calienta
(o: incuba). Pero esto no sucedería si llevaran consigo el mal
del (hombre) purificado.
26.4. También el cómico Dífilo
ridiculiza con gracia a los hechiceros con estos versos:
"Purificando a las doncellas Prétides y a su padre Preto, hijo
de Abante y con ellos, a una anciana, la quinta [persona], con
una antorcha, una cebolla de mar, una sola para tantos cuerpos
humanos, y con azufre, asfalto y (agua) del mar retumbante, de
la profunda corriente del tranquilo (o: suave) Océano. Pero, oh
feliz Aire, envía a través de las nubes a Anticira, para que de
este chinche yo haga un abejorro" (Dífilo,
Fragmentos, 126 K).
Testimonios sobre las
supersticiones de los griegos (continuación)
27.1.
Porque también Menandro [dice]: "Si tuvieras verdaderamente un
mal, Fidias, deberías tú buscarle una verdadera medicina. Pero
ahora no lo tienes; busca también la medicina ficticia para ese
mal ficticio; imagínate, no obstante, que te sirve. Que las
mujeres en círculo te den fricciones y te ciñan; y después te
rocíen con agua de tres fuentes, a la que añadirás sal y
lentejas" (Menandro, Phasma
[El fantasma], 50-56).
27.2. Es puro todo el que
sabe que no tiene mal alguno.
27.3. En seguida dice la
tragedia: "¡Orestes! ¿Qué enfermedad te consume (o: destruye)?
La conciencia, porque sé que he obrado mal" (Eurípides,
Orestes, 395-396).
4. Porque la pureza no es otra cosa que la abstinencia de
pecados.
27.5. También dice hermosamente Epicarmo: "Si
tienes limpia la mente, todo el cuerpo estará limpio" (Epicarmo,
Fragmentos, 23 B 26).
27.6. Por eso también decimos que es necesario purificar
antes las almas de las opiniones malas y perversas por medio de
la recta razón, y luego ocuparse principalmente de la
memorización de los temas importantes; después, si se juzga
bueno, a causa de la tradición de los misterios (= bautismo),
ofrecer algunas purificaciones a los que están a punto de
iniciarse, puesto que conviene que hayan renunciado a la
doctrina atea para ocuparse en la verdadera tradición.
Capítulo V: El ser humano es
templo de Dios
Las obras humanas no pueden
ser auténticos templos de Dios
28.1. ¿Porque
(nosotros) no circunscribimos (o: delimitamos) recta y
verdaderamente en lugar alguno al que es ilimitado ni encerramos
en "templos hechos por mano humana" (Hch 17,24; 7,48-49) al que
contiene todas las cosas?
28.2. ¿Qué obra de
constructores, de canteros, o de arte manual podría ser santa?
¿No (son) más virtuosos que ésos los que piensan que el aire, lo
que le rodea y el mundo entero y el universo son más dignos para
la supereminencia de Dios? (cf. Is 66,1; Hch 7,48-49).
28.3. Sin duda sería ridículo (o: gracioso), como dicen los
mismos filósofos, que el hombre, "siendo un juguete de Dios"
(Platón, Leyes, VII,803
C), hiciera a Dios, y que Dios deviniera un juego artístico (cf.
Platón, Leyes, 899
C-E). Por otro lado, lo producido es idéntico y semejante a
aquello de lo que nace, como lo marfileño (proviene) del marfil,
y lo dorado del oro.
28.4. Pero las estatuas y templos
fabricados por artesanos humanos provienen de la materia inerte,
de modo que también ellos son inertes, materiales y profanos. Y
aunque perfecciones la técnica, participa de su vulgaridad; así,
las obras de la técnica no serán de ningún modo sagradas ni
divinas.
28.5. Por otra parte, ¿qué habría que
establecer, cuando nada hay que colocar porque todo está en su
lugar? Ciertamente, lo establecido en un lugar es establecido
por alguien, estando antes sin establecer.
28.6. Si es
verdad que Dios es establecido por humanos, un tiempo no estuvo
establecido y por lo tanto no existiría.
28.7. Porque si
no existía no estaría establecido, puesto que se establece [en
un lugar] todo lo que no existe. Pero no se puede establecer lo
que existe, ni por lo que no existe ni por algo que exista,
porque aquello es también lo que es. Luego queda que lo sea por
sí mismo.
Dios
se establece en el gnóstico
29.1. Y ¿cómo puede
engendrarse algo a sí mismo? ¿Cómo existiendo uno mismo se va a
establecer a sí mismo en el ser? ¿Acaso lo que primeramente
estuvo sin establecer se estableció a sí mismo? Pero si ni
siquiera existía, porque lo que está sin establecer es lo que no
existe. Y si se piensa que está ya establecido, ¿cómo lo que fue
previo a lo existente pudo hacerse después a sí mismo?
29.2. Y Aquél a quien pertenecen todos los seres, ¿cómo podría
tener necesidad de cosa alguna? Pero si la divinidad (tiene)
forma humana tendrá necesidad de las mismas cosas que el hombre:
alimentación, vestido, casa y todas las cosas que les siguen.
Porque los que tienen la misma forma y las mismas pasiones
necesitarán de idéntico tenor de vida.
29.3. Pero si lo
sagrado recibe una doble (interpretación), Dios mismo y lo
edificado en su honor, ¿cómo no llamar principalmente a la
Iglesia, hecha para el honor de Dios, según un santo
reconocimiento, templo de Dios, el más digno de todo y no
construido con técnica vulgar, ni tampoco embellecido por mano
de un impostor, sino hecho como templo por voluntad de Dios?
29.4. Porque ahora no llamo Iglesia al lugar, sino a la
comunidad de los elegidos (cf. 1 Co 3,16). Puesto que mejor es
este templo para la recepción de la enorme dignidad de Dios.
Porque el viviente digno de mucha estima es consagrado por su
preeminente santidad al que es [Dios] digno de todo, o mejor
dicho a quien no tiene equivalente.
29.5. Y éste es el
gnóstico, (el hombre)
merecedor de mucha estima (o: dignidad), el que es honrado con
honores junto a Dios, en el que Dios se establece, o sea, en el
que se ha consagrado la gnosis sobre Dios.
29.6. Allí
encontraremos también la Imagen, la efigie (o: pequeña imagen)
divina y santa, en el alma justa, cuando ella misma es dichosa
(o: bienaventurada), una vez purificada, pero habiendo realizado
buenas acciones.
29.7. Allí (está) también lo estable y
lo que es establecido, lo relativo a los ya
gnósticos y de los que
tratan de serlo, aunque todavía no sean dignos de recibir la
ciencia de Dios.
29.8. Porque todo el que se dispone a
creer es ya fiel para Dios, y, erigido como estatuilla (o:
pequeña imagen) perfecta de honor, consagrado para Dios.
Capítulo VI: Sobre los
auténticos sacrificios
Testimonios acerca de los
falsos sacrificios
30.1. Ahora bien, como Dios no
está circunscrito a un lugar ni jamás ha podido ser representado
en forma de ser viviente, así tampoco está sujeto a las pasiones
o la necesidad como los seres creados (o: generados); como a los
sacrificios, a la manera de alimento como si tuviera hambre.
30.2. Lo que se relaciona con la pasión es todo corruptible,
y ofrecer comida a quien no se alimenta (es) necedad.
30.3. Y el célebre cómico Ferécrates en "Los desertores"
presentó con gracia a los dioses reprendiendo a los hombres por
los sacrificios: "Cuando inmolan a los dioses, primero apartan
para los sacerdotes lo establecido, luego para ustedes, después
-da vergüenza decirlo- lamiendo con cuidado toda la carne del
muslo hasta las ingles, y el lomo extraído con cuidado, después
el espinazo mismo, como raspado con una lima, nos lo arrojan
como a los perros. Y confundiéndose unos a otros, se tapan con
las muchas ofrendas" (Ferécrates,
Fragmentos, 23 K).
30.4. Pero también el cómico Eubulos en persona, escribe de
la siguiente manera sobre los sacrificios: "Ofrecen a los dioses
mismos solamente el rabo y un muslo, como si fueran pederastas"
(Eubulos, Fragmentos,
130).
30.5. Y al presentar en la "Semele" al distinguido
Dioniso argumenta (o: y ha presentado en la "Semele" [estas]
instrucciones del distinguido Dionisio): "Primeramente, cuando
algunos me sacrifican algo, ofrecen sangre, vejiga, hígado,
corazón, una pequeña membrana; porque yo no como jamás la dulce
(carne) ni el muslo" (Eubulos,
Semele, fragmentos, 95 K).
A Dios se lo honra
verdaderamente con la oración
31.1. También
Menandro ha descrito: "Lo último de la rabadilla, la vesícula y
los huesos incomestibles -dice- lo reservan para los dioses, lo
demás lo consumen ellos" (Menandro,
Dyscolus, 451-453).
31.2. ¿Acaso la grasa quemada de los holocaustos no hace
huir también a las fieras? Si la grasa quemada realmente es
privilegio de los dioses entre los griegos (cf. Homero,
Ilíada, IV,49;
XXIV,68-70), éstos deberían apresurarse también en divinizar a
los cocineros, quienes participan dignamente de igual felicidad,
y postrarse [en adoración] ante el fogón mismo, que es el que
más está impregnado con la honorable grasa quemada.
31.3.
También Hesíodo de alguna manera dice que Zeus, engañado por
Prometeo en algún reparto de carnes sacrificiales, recibió "unos
resplandecientes huesos de buey" recubiertos "con técnica
engañosa de grasa brillante" (Hesíodo,
Theogonía,
540-541);"desde entonces los hijos de los hombres queman para
los inmortales huesos resplandecientes sobre altares ahumados"
(Hesíodo, Theogonía,
556-557).
31.4. Pero no dicen en absoluto si la divinidad
se corrompe al alimentarse con la concupiscencia (que proviene)
de la indigencia. Así hacen a la divinidad semejante a una
planta, alimentada sin apetito (anoréxica;
anoréktos), y a los
animales que hibernan.
31.5. Ahora bien, dicen que estos
animales son alimentados, bien por el espesor relativo al aire,
o también por la evaporación de su propio cuerpo, y crecen sin
sufrir daño (o: merma).
31.6. Pero, si para ellos la
divinidad es alimentada sin carecer de nada, ¿qué necesidad de
alimento tiene quien no carece de nada?
31.7. Pero si se
alegra de ser honrada, al no tener naturalmente carencia alguna,
no sin razón nosotros honramos a Dios con la plegaria, y
elevamos con justicia este sacrificio (cf. Sal 4,6), el mejor y
más santo, honrando al Verbo de mayor justicia, por quien
recibimos la gnosis, y
por medio de Él damos gloria al [Dios] que nos ha sido enseñado
(cf. Rm 12,1).
31.8. El altar terrestre que nosotros
tenemos aquí es el conjunto de los que se dedican a las
oraciones, y que tienen como una sola voz común y una única
intención.
31.9. Pero los alimentos recibidos mediante el
olfato, aunque más divinos que los de la boca, sin embargo
muestran la respiración.
"La acción de exhalar juntos
es propia de la Iglesia"
32.1. Así, entonces, ¿qué
dicen sobre Dios? ¿Acaso sopla como la raza de los demonios? ¿O
sólo se hincha como los animales acuáticos por la dilatación de
las branquias? ¿O transpira como los insectos por la hendidura
relacionada con la presión de las alas?
32.2. Pero, si
razonan bien, no compararán a Dios con alguno de esos seres.
Todos cuantos respiran atraen el aire hacia el pecho mediante la
dilatación respectiva de los pulmones.
32.3. Además, si
dieran a Dios vísceras, arterias, venas, nervios y miembros,
tampoco lo diferenciarían de esos (animales).
32.4. Pero
la acción de exhalar juntos se dice propiamente de la Iglesia.
Porque también el sacrificio de la Iglesia es el discurso (= la
oración) exhalado entre las almas santas, cuando junto con el
sacrificio, se manifiesta a Dios toda la mente.
32.5.
Pero se ha divulgado que el santo altar (que hay) en Delos es el
más antiguo, al que sólo se acercó Pitágoras, dicen, porque no
estaba profanado con sangre y muerte; pero ¿no van a creernos a
nosotros si decimos que el altar verdaderamente santo es el alma
justa y que su perfume es la plegaria digna? (cf. Ap 5,8; Sal
140 [141],2).
32.6. Y los sacrificios han sido concebidos
por los hombres, creo yo, con pretexto de comer carne. Pero el
que quisiera podría también tomar carnes, prescindiendo de esa
misma idolatría.
32.7. Porque ciertamente, los
sacrificios relativos a (lit.: según) la Ley alegorizan sobre
nuestra piedad, como la tórtola y la paloma ofrecidas por los
pecados (cf. Lv 12,6), recordando que la purificación de la
parte irracional del alma es agradable a Dios.
32.8. Pero
si un justo no carga el alma con el alimento de carnes, con
razón recurre a una plausible justificación, no como Pitágoras y
sus discípulos que veían en sueños el encarcelamiento del alma.
32.9. Pero parece que Jenócrates al tratar en particular
"Sobre el alimento (derivado) de los animales", y Polemón en el
tratado "Sobre la vida natural", dicen claramente que la
alimentación de carne es perjudicial, porque es elaborada y
asimilada a las almas de los animales irracionales.
Sobre la abstinencia de
carne
33.1. Por esto también los judíos se
abstienen especialmente de carne de cerdo, como si fuera impuro
este animal, en tanto que hoza y destruye los frutos mucho más
que los otros (animales). Pero si dicen que los animales han
sido dados a los hombres, también nosotros estamos de acuerdo,
excepto que no nos han sido dados todos para alimento, sino sólo
los que no trabajan.
33.2. Por eso no dice mal el cómico
Platón en el drama "Las fiestas": "No conviene que matemos
ningún cuadrúpedo en adelante, excepto los cerdos. Porque sus
carnes son las más placenteras, y del cerdo no nos queda nada
excepto pelos gruesos (o: cerdas), fango y gruñido" (Platón el
Cómico, Fragmentos, 28
K).
33.3. De ahí también que Esopo no dijera mal que los
puercos gritan más cuando son arrastrados; porque son
conscientes de no ser útiles para otra cosa que para el
sacrificio. Por eso también Cleantes dice que ellos tienen el
alma como si fuese sal (cf. Cleantes,
Fragmentos, 516), para
que la carne no se corrompa.
33.4. Así, por tanto, unos
comen cerdo porque es inútil, pero otros como destructor de los
frutos, y otros no lo comen porque es un animal propenso a la
relación sexual. Por eso la Ley no sacrifica al macho cabrío
(cf. Lv 16,10), excepto para enviar (fuera) los males, puesto
que el placer es la metrópoli del mal. Además también se dice
que el alimento de carne de los machos cabríos contribuye a la
epilepsia.
33.5. Pero se dice que la carne de cerdo
proporciona un mayor desarrollo, por eso aprovecha a quienes
ejercitan el cuerpo, pero no lo es para quienes se aplican a
desarrollar el alma misma por causa de la debilidad (o:
indolencia) originada por la acción de comer carne.
33.6.
Quizás un gnóstico
debería abstenerse de comer carne (sarkophagía)
tanto por motivos de ascesis como para que su propia carne no
experimente placeres eróticos (o: afrodisíacos).
33.7.
Porque dice Andrócides: "Vino y hartarse de carne hacen fuerte
el cuerpo, pero más torpe el alma" (cf. Plutarco,
Moralia, 472 B; 995 E).
Ciertamente esta clase de alimento es inadecuado para una
inteligencia aguda.
33.8. Por eso también los egipcios en
sus purificaciones no permitían a los sacerdotes alimentarse de
carne; en cambio se sirven de las aves como más ligeras, y no
tocan a los peces, también por algunos otros mitos, pero sobre
todo porque suponen que esta clase de alimentación (hace) la
carne flácida.
El Señor
santifica nuestras almas
34.1. Pero los animales
terrestres y las aves se alimentan respirando el mismo aire que
nuestras almas, teniendo un alma emparentada con el aire; sin
embargo los peces, dicen, no respiran este mismo aire, sino
aquel que se ha mezclado con el agua desde el momento mismo de
la primera creación, igual que en los restantes elementos; lo
cual es prueba también de la permanencia de la materia.
34.2. Es necesario, por tanto, "ofrecer a Dios sacrificios no
suntuosos, sino los que le son agradables" (Teofrasto,
Sobre la piedad, fragmentos,
9; Porfirio, Sobre la
abstinencia, II,19), y aquel incienso compuesto que (se
menciona) en la Ley (cf. Ex 30,34-37), aquel que estaba
compuesto de muchas lenguas y voces respecto a la plegaria, pero
sobre todo aquel procurado por diferentes pueblos y naturalezas
con el regalo de los [dos] Testamentos, "hacia a la unidad de la
fe" (Ef 4,13) y reunido para las alabanzas, ciertamente con la
mente limpia, pero también con la conducta recta y santa, con la
ayuda de obras santas y de la plegaria justa.
34.3. Y en
efecto, conforme a la gracia poética: "¿Quién de los varones es
tan insensato y en extremo aparentemente fácil de convencer, que
espere que los dioses, ante huesos descarnados o hiel quemada,
cuyo alimento no querrían ni unos perros hambrientos, eso les
alegre a todos y reciban honores y tiendan un favor a quienes lo
sacrifican" (Anónimo,
Fragmentos, 118), aunque sean piratas, ladrones o
tiranos?
34.4. Pero nosotros decimos que el fuego
santifica no las carnes, sino las almas pecadoras, y nos
referimos al fuego no devorador y vulgar, sino al inteligente,
al que "pasa a través del alma" (Hb 4,12; cf. Is 43,2; Mt 3,11)
expuesta al fuego.
Capítulo VII: Sobre la oración
El gnóstico
pasa toda su vida como en una santa fiesta
35.1. A
nosotros se nos exhorta a la necesidad de venerar y honrar
también al mismo Verbo, persuadidos de que Él es Salvador y
Guía, y a través de Él al Padre, no sólo en días señalados, como
algunos otros [prefieren], sino continuamente, haciéndolo
durante toda la vida y en cualquier circunstancia.
35.2.
Sin duda "la estirpe elegida" (Is 43,20; 1 P 2,9), justificada
conforme al mandamiento (cf. Sal 118 [119],172), dice: "Siete
veces al día te he alabado" (Sal 118 [119],164).
35.3.
Por eso el gnóstico
honra a Dios, es decir, confiesa gratitud por la
gnosis y la conducta (politeía),
no sólo en un determinado lugar, ni en un templo escogido, ni en
algunas festividades y días determinados, sino toda la vida y en
todo lugar, aunque se encuentre solo o esté en compañía de otros
de su misma fe.
35.4. Pero si la presencia de un varón
bueno forma siempre al que está cerca hacia lo mejor mediante el
pudor y el respeto, ¿cómo el que está siempre junto a Dios por
medio de la gnosis, la
vida y la acción de gracias continua (cf. 1 Ts 5,17),
lógicamente no va a mejorarse mucho más a sí mismo que cualquier
cosa en todo: en obras, palabras y disposición interior (diáthesis)?
35.5. Tal es el que está persuadido de la omnipresencia de
Dios y no sostiene [que Él] se haya encerrado en algunos
lugares, para así (vivir) licenciosamente noche y día, pensando
que está lejos de Él.
35.6. Así, por tanto, pasando toda
la vida como una fiesta, convencidos de que por todas partes y
en todo lugar uno está cerca de Dios, trabajamos los campos
alabándole, navegamos cantándole himnos (cf. Ef 5,19), y vivimos
habitualmente según la ciencia (o: norma) de (nuestra) conducta.
35.7. Y el gnóstico
vive más estrechamente unido a Dios, mostrándose a la vez
respetable (o: venerable) y feliz en todo; respetable mientras
se vuelve sobre la divinidad, y feliz mediante la consideración
de los bienes humanos que Dios nos ha concedido.
Dios todo lo sabe y todo lo
comprende
36.1. El profeta muestra con claridad la
excelencia de la gnosis
sugiriéndolo así: "Enséñame bondad, educación y
gnosis" (Sal 118
[119],66); aumenta progresivamente lo hegemónico de la
perfección.
36.2. Luego el
gnóstico es realmente
el hombre regio, el sacerdote digno de Dios (cf. 1 P 2,9); lo
cual también ahora se conserva entre los bárbaros más sensatos,
conduciendo el linaje sacerdotal hacia el reino.
36.3. El
(gnóstico) ciertamente
no se entrega nunca a la oclocracia (= gobierno de la
muchedumbre) despótica de los teatros, y no acepta jamás en
sueños lo que se dice, se hace o se ve en aras de un placer
detestable. Ciertamente ni a esos placeres de la vista, ni a
artificios de otros goces, como a la abundancia de los aromas
que seducen a olfato o a exquisiteces (o: fascinaciones) de
alimentos y a las variedades deliciosas de los vinos que atraen
al gusto, ni tampoco a las abundantes flores y a las guirnaldas
trenzadas que exhalan perfumes, corrompiendo el alma por medio
de su percepción.
36.4. Pero dirige siempre hacia Dios el
honesto goce de todo, y ofrece al dador de todo la primicia de
la comida, de la bebida y del perfume, confesando agradecimiento
también por el regalo y la utilización del Verbo que le ha sido
dado, (y) raramente va a banquetes de cualquier convite, a no
ser que le obligue (a asistir) a aquel banquete lo que
contribuya a la amistad y a la concordia prometidas para él.
36.5. Porque está convencido de que Dios lo sabe y lo
entiende todo; no sólo la voz, sino también el pensamiento,
puesto que también la audición que poseemos (lit.: en nosotros),
puesta en acción por los conductos corporales (lit.: poros
somáticos), no obtiene la percepción por la fuerza del cuerpo,
sino mediante una determinada percepción del alma y la
comprensión que discierne los sonidos que significan (alguna
cosa).
"Dios es todo
oído y todo ojo"
37.1. Sin duda, Dios carece de
forma humana (o: no es antropomorfo) para oír, ni tampoco
necesita de sentidos, como pretendían los estoicos,
especialmente de la audición y de la vista, porque no se puede
percibir de otra manera.
37.2. Sin embargo, también lo
sensible del aire, la agudísima percepción simultánea de los
ángeles, la fuerza de la conciencia tocada por el alma, lo
conoce todo con una indecible fuerza y sin necesidad de audición
sensible, juntamente con el pensamiento.
37.3. Aunque
alguno dijere que no llega hasta Dios la voz que rueda desde
aquí abajo a través del aire, sin embargo los pensamientos de
los santos pasan a través no sólo del aire (cf. Si 35,17), sino
incluso del universo entero.
37.4. Y el poder divino,
como una luz, se adelanta para reconocer al alma entera. ¿Pero
qué? ¿Acaso también las reglas de conducta no consiguen mandar
hasta Dios la voz que les es propia?
37.5. ¿Y no son
transmitidos también por la conciencia? ¿Y qué voz ha de
recordar el que según [su] designio (cf. Rm 8,28-29) ha conocido
al elegido incluso antes del nacimiento (cf. Dn 13,42; Rm 9,11)
y a lo que ha de existir como ya presente?
37.6. ¿Acaso
la luz del poder no brilla por doquier hasta en la profundidad
de toda alma, "explorando el fondo de la lámpara del poder" (Pr
20,27), como dice la Escritura? Porque Dios es todo oído y todo
ojo, para quien se sirva de esos nombres.
La oración del gnóstico
38.1. En general, por tanto, la inadecuada opinión
sobre Dios no conserva piedad alguna, ni en himnos ni en
palabras, como tampoco en escritos o doctrinas, sino que es
desviada hacia bajos e indecorosos pensamientos y suposiciones.
De ahí que la buena fama por parte de la muchedumbre no se
distingue de una injuria por la ignorancia de la verdad.
38.2. Realmente, por tanto, los deseos son también apetitos (o:
concupiscencias) y, por decirlo en una palabra, impulsos, y las
plegarias son también así. Lo mismo que nadie desea una bebida,
si no es para bebería, y nadie desea una herencia, si no es para
poseerla, así tampoco nadie desea una
gnosis, si no es para
conocer; porque nadie desea un recto comportamiento, si no es
para vivir como tal.
38.3. Ahora bien, las plegarias
respecto a algo son también peticiones de eso mismo, y las
peticiones de algo son también deseos de lo mismo. Pero el
suplicar y el tratar de alcanzar corresponden a poseer los
bienes y las ventajas relacionadas con la posesión.
38.4.
Por tanto, el gnóstico
siempre hace la plegaria y la petición respecto a los verdaderos
bienes relativos al alma; y suplica colaborando también a la vez
él mismo para alcanzar el estado de bondad, como que no sólo
posea los bienes como unos conocimientos añadidos, sino para ser
[él mismo] bueno.
La oración es una "homilía"
con Dios
39.1. También por eso (tienen) que
dedicarse a rezar, sobre todo esos que conocen la divinidad como
se debe, y poseer la virtud beneficiosa para uno; ellos saben
cuáles son realmente los bienes, cuáles se deben pedir, dónde y
cómo cada uno de ellos.
39.2. Pero sería una ignorancia
extrema suplicar a los que no son dioses como si (fueran)
dioses, o pedir lo que no conviene, pidiendo males con la
fantasía de (que son) bienes.
39.3. Por lo cual, siendo
uno el Dios realmente bueno (cf. Mt 19,17), con razón a Él sólo
le pedimos, los ángeles y nosotros -aunque no de igual manera-,
que nos dé algunos bienes o conserve otros.
39.4. Porque
no es lo mismo pedir que permanezca el regalo que desear recibir
su comienzo. Pero también la liberación de los males es propio
de la plegaria.
39.5. Sin embargo, no hay que
aprovecharse de esa oración para perjuicio de los hombres, a no
ser que el gnóstico
suplique de manera artificiosa para solicitar la conversión a la
justicia de los "indolentes" (Ef 4,19).
39.6. La plegaria
es, por tanto, hablando más audazmente, una conversación con
Dios; aunque susurremos e incluso no movamos los labios (cf. 1 R
1,12-13), tras el silencio conversamos, desde lo íntimo pedimos
gritando. Porque Dios escucha de continuo la conversación
íntima.
La oración
continua es la meta del cristiano en la presente vida
40.1. Por eso, también levantamos la cabeza, tendemos las
manos hacia cielo (cf. Lc 21,28; 1 Tm 2,8) y urgimos los pies
conforme a la manifestación final de la plegaria, tendiendo con
el fervor del espíritu a la esencia inteligible, y, tratando con
la palabra de alejar el cuerpo de la tierra, haciendo que el
"alma alada" (Platón, Fedro,
246 B-C) se eleve en el aire con el deseo de los bienes
superiores, obligándola a llegar a "los lugares santos" (Hb
9,25), mirando con desdén al vínculo carnal (cf. Platón,
Cratilo, 400 C).
40.2. Porque sabemos muy bien que el
gnóstico se escapa
furtivamente por completo del mundo, sin duda como los judíos de
Egipto; lo hace voluntariamente, indicando claramente que desea
más que cualquier otra cosa estar lo más cerca posible de Dios.
40.3. Pero si algunos también asignan determinadas horas a
la oración, como, por ejemplo, a la tercera, la sexta y la nona,
sin embargo el gnóstico
reza durante toda la vida (cf. Lc 21,36; 1 Ts 5,17),
esforzándose por estar unido a Dios mediante la oración y de
abandonar, por decirlo resumidamente, todo lo que no ayuda a uno
a llegar allí arriba, como si ya desde aquí abajo hubiese
alcanzado la perfección de quien ya es adulto en el amor (cf. Ef
4,13).
40.4. Sin embargo, también la triple distinción de
las horas, igualmente honradas con otras tantas oraciones, la
descubren asimismo los familiarizados con la bienaventurada
tríada de las santas moradas (cf. VI,14,113-114,6; Jn 14,2).
La oración de petición
41.1. Llegado este momento recuerdo las doctrinas
secretamente (o: furtivamente) introducidas sobre lo que no
conviene rezar, según algunos heterodoxos, es decir, los
seguidores de la herejía de Pródico.
41.2. Ahora bien,
para que no se enorgullezcan de su atea sabiduría, como si se
tratara de una herejía desconocida, han de saber que han sido
precedidos por los llamados filósofos cirenaicos (= discípulos
de Sócrates).
41.3. Pero la
gnosis impía de estos
falsarios (cf. 1 Tm 6,20) será refutada a su debido tiempo, para
que ahora no se deslice el comentario, (puesto que) no siendo
pequeña la crítica de aquellos cortaría por la mitad el discurso
e interrumpiría el presente discurso; nosotros estamos
demostrando que sólo es santo y piadoso el verdadero
gnóstico según la norma
eclesiástica; a él solo, porque lo pide o lo piensa (cf. Mt
7,7), se le concede la petición según la voluntad de Dios.
41.4. Porque como Dios puede todo lo que quiere (cf. Mt
19,26), así también el
gnóstico todo lo que pide lo obtiene (cf. Mt 21,22).
41.5. Porque Dios sabe de manera absoluta quiénes son dignos
de beneficios y (quiénes) no; de ahí que conceda a cada uno lo
que le conviene. Por eso muchas veces no dará a los indignos,
aunque se lo pidan; pero dará evidentemente a los que son
dignos.
41.6. Ciertamente, la petición no es superflua,
aunque los bienes sean dados sin la súplica. Especialmente es
obra del gnóstico tanto
la acción de gracias (eucaristía) como la petición por la
conversión de los cercanos.
41.7. Así suplicaba también
el Señor (cf. Jn 17,4), dando gracias por haber cumplido el
ministerio frente a aquellos [judíos] y pidiendo que fueran
muchos los que recibieran un conocimiento profundo (cf. Jn
17,20. 23), para que Dios fuera glorificado (cf. Jn 17,1) en los
salvados mediante la salvación según el conocimiento (cf. Jn
17,3-8. 26), y el único Bueno (cf. Mt 19,17) y único Salvador
fuera reconocido por los siglos de los siglos a través del Hijo.
41.8. Ciertamente también la fe en recibir es propia de la
oración atesorada (cf. Mt 19,21; 6,20) de manera
gnóstica.
Capítulo VII: Sobre la oración
(continuación)
La Providencia de Dios es
misericordiosa
42.1. Ahora bien, si la oración
constituye un determinado recurso de conversación (homilía)
con Dios, no debe descuidarse ningún medio de acceso a Dios.
42.2. Sin duda, entrelazada con la bienaventurada
Providencia, la santidad del
gnóstico relativa al reconocimiento (o: confesión)
voluntario indica la perfección del beneficio de Dios.
42.3. Porque se piensa que la santidad del
gnóstico es una
determinada correlación con la Providencia a la que corresponde
la buena disposición del amigo de Dios (cf. St 2,23).
42.4. Porque Dios no está forzado a ser bueno, al modo que (es)
caluroso el fuego -por el contrario, es voluntaria en Él la
distribución de los bienes, aunque se adelante a la petición-;
ni tampoco el que se salva se salvará forzado, puesto que no es
un ser inanimado, sino que se apresura del todo lo más libre y
decididamente hacia la salvación.
42.5. Por eso también
el hombre recibió los mandamientos como el que se lanza desde sí
mismo hacia uno de los dos: lo que quiere elegir o evitar.
42.6. Así, por tanto, Dios no hace el bien por necesidad,
sino que elige hacer el bien con los que se apartan de sí mismos
(= para convertirse a Dios).
42.7. Porque la providencia
de Dios que llega hasta nosotros no es un auxilio divino, como
si procediese de los inferiores hacia los superiores, sino que
el plan (economía)
inmediato de la providencia se realiza por misericordia con
nuestra debilidad, como la [disposición] de los pastores
respecto hacia los rebaños o la del rey para con los súbditos, y
siendo nosotros mismos dóciles con nuestros superiores que
regularmente gobiernan conforme al buen orden que proviene de
Dios.
42.8. Son entonces servidores y adoradores de la
divinidad los que ofrecen el servicio más libre y regio, (el
realizado) mediante el entendimiento piadoso y la
gnosis.
La oración puede efectuarse
sin la voz
43.1. Así, también es realmente sagrado
todo lugar y tiempo en los que recibimos el pensamiento de Dios.
Pero cuando el que toma buenas resoluciones y es agradecido pide
mediante una oración, coopera de algún modo a la obtención,
recibiendo con alegría lo deseado mediante la súplica.
43.2. Porque después que el dador de los bienes recibe la buena
disposición que hay en nosotros, se consiguen todos los bienes
juntos (o: reunidos) en la comprensión misma. Sin duda, mediante
la oración se comprueba cuál es la disposición que uno tiene
respecto a lo que conviene.
43.3. Pero si la voz y la
expresión se nos han dado en aras de la comprensión, ¿cómo Dios
no va a escuchar al alma misma y a la inteligencia, cuando sin
dilación un alma presta oído al alma y una inteligencia a otra
inteligencia?
43.4. De ahí que Dios no necesita lenguas
de muchos sonidos como los intérpretes humanos, sino que de una
sola vez conoce los pensamientos de todos, y lo que a nosotros
nos muestra la voz, a Dios se lo expresa nuestro pensamiento;
incluso Él conocía antes de la creación (demioyrgía)
lo que vendría hasta la mente.
43.5. Por tanto, es
posible enviar la plegaria sin voz, sólo concentrando
interiormente todo lo espiritual hacia el sonido inteligente con
la atención continua (puesta) en Dios.
43.6. Pero ya que
la aurora es imagen del nacimiento del sol y desde ese punto la
primera luz crece "brillando desde las tinieblas" (2 Co 4,6),
pero para los que están rodeados por la ignorancia despuntó el
día (cf. Is 8,3-9,1; Mt 4,16; Ml 3,2) de la
gnosis de la verdad,
como el sol, las plegarias (se vuelven) hacia la aurora matinal.
43.7. Por eso también los templos más antiguos miraban hacia
occidente, para que los que estaban de pie frente a las
estatuas, aprendieran a dirigirse hacia el oriente.
43.8.
"Suba mi plegaria como incienso en tu presencia; la elevación de
mis manos (sea) un sacrificio vespertino" (Sal 140 [141],2),
dicen los salmos.
El
gnóstico ora con confianza ante el Señor
44.1.
Ciertamente para los hombres malvados la plegaria no sólo es muy
perjudicial para otros, sino también para ellos mismos. Si, por
ejemplo, pidiéndolas ellos recibieren las que llaman
prosperidades (o: buenos resultados), les dañarán cuando las
obtienen, porque desconocen la utilidad de las mismas.
44.2. Porque los que rezan para conseguir lo que no tienen,
también piden bienes aparentes, no reales.
44.3. Pero el
gnóstico pedirá
conservar lo que posee, ser digno de obtener lo que ha de poseer
y la eternidad, en vez de aquello que no ha de recibir. Ruega,
por tanto, tener y mantener los verdaderos bienes del alma.
44.4. Por eso no tiene el deseo de aquellas cosas que no
posee, le es suficiente con lo que tiene. Puesto que no tiene
escasez de los bienes que le son propios, sino que está
satisfecho de lo que viene de la gracia divina y de la
gnosis.
44.5.
Pero es autosuficiente y no necesita de otras cosas, y ha
conocido la voluntad omnipotente, y posee a la vez que pide,
deviniendo cercano al poder todopoderoso, esforzándose para ser
espiritual mediante el amor ilimitado se hace totalmente uno con
el Espíritu.
44.6. Él es el [hombre] magnánimo que posee
(el bien) más preciado de todos, el mejor de todos los bienes
gracias a la ciencia; hábil en el ejercicio de la contemplación,
y posee constante en el alma la fuerza de lo contemplado, es
decir, la perspicacia más fina de la ciencia.
44.7. Y se
esfuerza al máximo por tener ese poder para hacerse dueño "de
los que luchan contra el espíritu" (Rm 7,23), vigilando
continuamente de cerca en la contemplación, y versado en la
retención de los gustos y ejercitándose en la feliz ascesis de
lo que se debe hacer.
44.8. Por estas cosas, valiéndose
de la mucha experiencia en el aprendizaje y en la vida, adquiere
libertad de palabra (parresía); no una simple capacidad de
locuacidad (cf. Mt 6,6-7), sino la capacidad embellecida (o:
coloreada) con la palabra sencilla (cf. Mt 5,37), sin ocultar
nada de cuanto es necesario decir en el tiempo oportuno, sobre
todo delante de quien se debe, y no por agrado ni por miedo.
Las virtudes del auténtico
gnóstico
45.1. Así, por tanto, quien ha
comprendido (o: aceptado) dignamente lo que se refiere a Dios,
una vez enseñado por el místico coro de la verdad misma, con el
discurso que exhorta a la grandeza de la virtud, mostrando su
misma dignidad y sus consecuencias, (y) después de la elevación
inspirada de la plegaria se familiariza sobre todo
gnósticamente con (las
realidades) inteligibles y espirituales en cuanto es posible (o:
dinámicamente).
45.2. De ahí que siempre aparezca dulce y
manso, afable, fácilmente accesible, paciente, prudente,
reflexivo (o: con la conciencia tranquila) y austero. Este (es)
para nosotros austero no sólo en lo referente al soborno, sino
también ni siquiera en lo relativo a la seducción (o: tentación)
-porque no consiente jamás que su alma se relaje ni (sea) fácil
de conquistar por el placer o el dolor-.
45.3. Si la
razón lo exigiera, deviene juez inflexible, no complaciente en
ninguna circunstancia con las pasiones, caminando inmutablemente
como lo justo marcha de forma natural, convencido de que todo
está administrado completamente bien y que el progreso hacia lo
mejor siempre es pródigo para las almas que han elegido la
virtud, hasta que alcancen el bien en sí mismo, "cerca de los
vestíbulos" (Platón, Philebus,
64 C) -como se dice- del Padre, estando cercanas (las almas) al
Sumo Sacerdote (cf. Hb 4,14).
45.4. Éste es nuestro
gnóstico fiel;
convencido de que las cosas del mundo (están) perfectamente
administradas, sin duda se complace con todo lo que acontece.
El gnóstico pide y
busca "la perfección del amor"
46.1. Con razón,
por tanto, él no busca nada de lo conveniente para el empleo
necesario de la vida, como que está persuadido de que Dios,
conocedor de todo, provee también a los buenos de lo
conveniente, aunque no lo pidan (cf. Mt 6,8. 25-34).
46.2. Porque, me parece a mí, como al técnico se le concede (o:
retribuye) cada cosa de manera artística y al pagano conforme a
su manera, así también al
gnóstico de manera
gnóstica.
46.3. Y el que (se convierte) desde el
paganismo implorará la fe, pero el que asciende a la
gnosis pedirá "la
perfección del amor" (1 Jn 4,17).
46.4. El
gnóstico que ya ha
alcanzado la cúspide suplica aumentar (la contemplación) y
mantenerla, como el hombre corriente el estar sano
continuamente.
46.5. Sí, ciertamente suplicará no
alejarse nunca de la virtud, colaborando al máximo para
continuar viviendo sin caer.
46.6. Puesto que sabe que
también algunos ángeles se deslizaron hasta la tierra por [su]
negligencia (o indolencia; cf. Judas 6; Gn 6,1-4), no pudiendo
avanzar hacia la perfección de ese estado de unidad constante y
no (abandonando) su disposición a la dualidad por la aflicción
infligida a sí mismos.
46.7. Pero, para quien en este
mundo se ha ejercitado por el camino en todo tiempo y lugar
hasta la cima de la gnosis
y la trascendente sublimidad del hombre perfecto (cf. Ef 4,13),
eligiendo vivir firmemente -y se ejercita en ello-, merced a la
firmeza total (y) uniforme de su propósito (o: intención; lit.:
capacidad de conocer).
46.8. Pero a quienes les queda
todavía una esquina pesada que inclina para abajo, también les
atrae hacia abajo lo que levanta mediante la fe.
46.9.
Por consiguiente, el hábito se convierte en naturaleza para el
que por medio de la ascesis
gnóstica ha hecho inquebrantable (lit.: imperdible) la
virtud; y como el peso a la piedra, así también la ciencia
imperecedera se establece en él no involuntariamente, sino
libremente, por una fuerza lógica,
gnóstica y previsible.
"Lo más grande es la
gnosis de Dios"
47.1. Y puesto que lo que no se ha
perdido gracias al temor reverencial deviene inalienable gracias
a la reflexión (o: prudencia), ciertamente el no pecar (es
propio) del temor reverencial, y de la reflexión el persistir
hacia lo inalienable de la virtud.
47.2. Pero la
gnosis parece procurar
la reflexión, que enseña a discernir bien las fuerzas (o:
capacidades) que pueden ayudar a la permanencia de la virtud.
47.3. Así, lo más grande es la
gnosis de Dios. Por eso
también con ella se salva lo inalienable de la virtud. Y quien
ha conocido a Dios es santo y piadoso. Luego sólo el
gnóstico nos ha
mostrado que (él) es religioso.
47.4. En efecto, él mismo
se alegra con los dones presentes, pero es feliz por los
prometidos, como si ya estuvieran presentes. Porque no le
permanecen ocultos, como si estuvieran lejanos, porque ya ha
conocido de antemano cuáles son.
47.5. Sin duda,
convencido con la gnosis
también de cuál es cada uno de los bienes futuros, ya los posee.
Porque lo ausente e insuficiente se mide con relación a la meta
que se persigue. Por tanto, si posee sabiduría, y la sabiduría
(es cosa) divina, el que participa del perfecto (o: de los
perfecto) será, por tanto, perfecto.
47.6. Porque la
participación de la sabiduría no depende de los estímulos e
impedimentos recíprocos entre el que la reparte y el que la
recibe, ni tampoco (como) si uno robara a otro, ni el otro
[repartidor] quedara necesitado; pero se demuestra que la
energía de quien da no disminuye en nada por la comunicación de
sí misma.
47.7. Así, nuestro
gnóstico posee todos
los bienes en potencia, aunque todavía no en la realidad (lit.:
numéricamente), porque de otro modo sería inmutable según las
etapas de su progreso y en las disposiciones divinas
correspondientes.
Dios
es quien concede la salvación eterna
48.1. Dios
también colabora con él honrándole con un persistente cuidado
mayor (cf. Mt 6,33). ¿Cuál? ¿Acaso no ha sido creado todo en
aras de los varones buenos para su uso y utilidad, o mejor, para
su salvación? Sin duda, no defraudará respecto a la virtud a
aquellos que son la razón de que existan las cosas.
48.2.
Evidentemente, porque, Él honrará la buena naturaleza de
aquéllos y su santa resolución, inspirando una fuerza para la
salvación futura a quienes han emprendido el vivir rectamente; a
unos ciertamente sólo exhortando, pero a otros han devenido
dignos por sí mismos también prestándoles ayuda.
48.3.
Porque, para el gnóstico
todo lo bueno es una consecuencia accesoria, si el fin es para
él conocer y realizar sabiamente cada cosa.
48.4. Como el
médico proporciona la salud a los que colaboran respecto a la
salud, así también Dios (proporciona) la salvación eterna a los
que cooperan mediante la
gnosis y el bien hacer, pero juntamente con su puesta en
práctica (lit.: hacer), porque al cumplir nosotros las
prescripciones de los mandamientos, también se cumple la
promesa.
48.5. Y me parece bueno aquello que se cuenta
entre los griegos: cierto atleta, de nacimiento no despreciable,
entre los antiguos, habiendo preparado durante mucho tiempo y
con cuidado su cuerpo respecto a la bravura, subió al estadio
olímpico, y mirando la estatua de Zeus de Pisa, dijo: "Si yo me
he preparado debidamente en todo lo que se refiere a la pelea,
tú, oh Zeus, correspóndeme trayendo con justicia la victoria"
(cita desconocida).
48.6. Porque así también todo ayuda
para la perfecta salvación al
gnóstico, que de manera irreprochable y concienzudamente
ha cumplido todo lo referente al aprendizaje, al ejercicio en
común, a la práctica del bien y a la complacencia a Dios.
48.7. Así, respecto a nosotros se pide lo que está en
nuestras manos: la elección, el deseo, la posesión, el uso y la
permanencia de lo que es nuestro y de lo que nos concierne,
presente o también ausente.
"El gnóstico ha aprendido del
Señor cómo conviene pedir"
49.1. Por eso también
es necesario tener el alma pura e incontaminada a quien se
aproxima con familiaridad a Dios, sobre todo obligándose uno
mismo a ser perfectamente bueno y si no progresando hacia la
gnosis y anhelándola,
al menos absteniéndose perfectamente de las obras malas.
49.2. No obstante, también es conveniente hacer todas las
plegarias moderadamente y junto con (personas) honestas; porque
(es) peligroso asociarse a otros que pecan.
49.3. El
gnóstico rezará también
por ellos con los creyentes más sencillos, y descenderá a
socorrerles. Y toda su vida es una asamblea santa.
49.4.
También sus ofrendas son plegarias, alabanzas, lecturas de la
Escritura antes de la comida, salmos e himnos para las comidas y
antes del descanso, y de nuevo plegarias por la noche. Con esto
él se une al "divino coro" (Platón,
Fedro, 247 A),
inscribiéndose para una contemplación eterna por su constante
recuerdo.
49.5. ¿Pero qué? ¿Acaso no conoce él también
otra ofrenda, el donativo de la doctrina y del dinero respecto a
los necesitados? ¡Ciertamente sí!
49.6. Ahora bien, en la
plegaria con la boca no necesita de muchas palabras (cf. Mt
6,7), porque ha aprendido del Señor cómo conviene pedir (cf. Mt
6,9-13). Rezará en cualquier sitio (cf. 1 Tm 2,8), pero no en
público y tampoco a la vista de todos (cf. Mt 6,5).
49.7.
Y reza también en todas las formas y en todos los sitios: en el
paseo, en la conversación, en el descanso, durante la lectura y
en las tareas intelectuales; y aunque sólo reflexionara en "el
aposento" (Mt 6,6; cf. Is 26,20 LXX) mismo del alma e "invocara
al Padre con gemidos inefables" (Rm 8,26; cf. 1 P 1,17), pero Él
está cerca e incluso delante del que conversa (cf. Sal 144
[145],18; Is 58,9).
49.8. Siendo tres los fines de toda
acción, [el gnóstico]
lo hace todo por bondad y para ayudar (o: por lo que conviene),
pero deja a un lado la satisfacción placentera para los que
llevan una vida vulgar.
Capítulo VIII: El gnóstico debe
ser veraz en sus obras y palabras
Sobre los juramentos
50.1. Al menos es necesario que quien ha sido probado en
esta misma piedad se encuentre muy lejos de la inclinación a la
mentira y al juramento. Porque el juramento es una declaración
(o: confesión) determinativa hecha mediante la invocación a la
divinidad.
50.2. Pero quien de una vez es fiel, ¿cómo se
mostrará él mismo infiel para tener necesidad de juramento?
¿Pero acaso su vida no es constante e indefinidamente un
juramento?
50.3. Vive, se comporta y demuestra la
fidelidad de sus declaraciones (o: confesiones) en una inmutable
y coherente (o: sólida) vida y palabra.
50.4. Y si la
injusticia (reside) en el juicio de quien actúa o habla, y no
reside en la pasión de quien sufre la injusticia, no ha de
mentir ni jurar en falso, porque injuriará a la divinidad,
sabiendo que por naturaleza ella permanece incólume. Pero
tampoco mentirá ni transgredirá nada por causa de los demás, a
quienes ha aprendido amar, aunque no sean de familiares (cf. Mt
19,19); con más razón por [amor a] sí mismo tampoco mentirá ni
perjurará, porque nunca se encontrará a nadie que sea
espontáneamente injusto para consigo mismo.
50.5. Pero
tampoco jurará el que ha preferido utilizar únicamente el
adverbio "sí", respecto a los asentimientos, y el "no" (Mt 5,37;
cf. St 5,12), para las negaciones. Porque jurar es [proferir] un
juramento, como si el juramento se ofreciera con firmeza desde
la inteligencia.
El
gnóstico no miente
51.1. Por tanto, le basta [al
gnóstico] añadir al
asentimiento o a la negación (la expresión) "en verdad digo" (Lc
21,3), para demostración de quienes no saben discernir la
firmeza de la respuesta (del
gnóstico).
51.2. Porque, para los extraños es
necesario poseer una vida fidedigna, me parece a mí, como para
no tener que solicitar un juramento; para uno mismo y para los
cercanos [basta] la bondad, que es justicia voluntaria (cf. Pr
8,8-9).
51.3. Así, el
gnóstico es fiel al juramento, pero no con inclinación a
jurar, y el que tenga que jurar alguna vez, que (lo haga) como
hemos dicho.
51.4. No obstante, el (ser) veraz en el
juramento está en conformidad (sinfonía)
con la verdad. Por consiguiente, ser fiel al juramento concuerda
con el recto comportamiento en las obligaciones.
51.5.
Entonces, ¿qué necesidad de juramento tiene uno que vive según
el más alto grado de verdad? Efectivamente, el que no jura nunca
está muy lejos de la necesidad de perjurar, y el que no
transgrede lo relativo a los pactos tampoco necesitará jurar
alguna vez, puesto que la sanción de la transgresión o la
realización está en las acciones, como sin duda la mentira y el
perjurio (están) en la palabra y en el juramento contrarios a lo
conveniente.
51.6. Pero el que vive conforme a justicia
sin transgredir las disposiciones, allí donde se pone a prueba
el criterio de la verdad, (es) fiel al juramento en las
acciones; por tanto, el testimonio de la lengua (es) superfluo
para él.
51.7. Así, completamente persuadido de que Dios
está en todas partes, y avergonzado por no decir la verdad,
reconociendo que la mentira es indigna de él, le es suficiente
únicamente con la conciencia de Dios y la suya propia.
51.8. Por ella no miente nunca ni obra contra los pactos (o:
convenios), y por ella no presta juramento, aunque se le
reclame, ni reniega vez alguna, para no mentir, aunque muera
entre tormentos.
Capítulo IX: Sobre la pedagogía
La enseñanza
de la fe cristiana exige un maestro fidedigno
52.1. El que asume también la tarea de educar a los demás
aumenta más y más la estimación
gnóstica, administrando
(oikonomía), de palabra
y de obra, el mayor bien que existe sobre la tierra; y haciendo
de mediador entre la relación (o: el encuentro) y la convivencia
(koinonía) [humanas]
con lo divino.
52.2. Y como los que tributan honores a
objetos terrestres adoran las estatuas como si les escucharan,
poniéndolas como garantía en sus contratos; así, ante las
estatuas vivientes, que son los hombres, la verdadera
magnificencia del Verbo es recibida de un maestro fidedigno, y
el beneficio (que se les hace a los hombres) remonta al Señor
mismo (cf. Mt 25,40), y a cuya imagen el educador, verdadero
hombre, crea y transforma al hombre catecúmeno renovándolo para
la salvación.
52.3. Porque como los griegos llaman al
hierro Ares o al vino Dionisos por una especie de retrotracción
al origen (lit.: atribución;
anáphora), así también el
gnóstico, considerando
la propia salvación el bien (hecho) al prójimo, debe ser llamado
con razón imagen viviente del Señor (cf. Flp 2,6-7), no por la
propiedad de su figura, sino por el símbolo de su poder y por la
semejanza de su predicación.
El educador amigo de Dios y de
los hombres
53.1. En consecuencia, todo
pensamiento que tenga en su mente lo ofrece también mediante la
palabra a los que son dignos de escucharlo con asentimiento, y
hablando según lo que piensa a la vez que lo vive.
53.2.
Porque piensa la verdad a la vez que también dice la verdad,
excepto cuando en caso de curación, como un médico frente a los
enfermos para la salud de los que sufren, tenga que mentir, o
mejor, decir una falsedad, según los sofistas.
53.3. De
esa manera circuncidó el ilustre Apóstol a Timoteo (cf. Hch
16,3), cuando clamaba y escribía que la circuncisión realizada
por mano humana no servía de nada (cf. Ef 2,11; Rm 2,25; 3,9;
Flp 3,5. 8-9). Pero, para no desgarrar a los judíos que lo
escuchaban con atención, todavía reacios a romper con la
sinagoga, se apartó de una vez de la Ley hacia la circuncisión
del corazón por la fe (cf. Rm 2,29; 3,30), adaptándose, "se hizo
judío con los judíos para ganar a todos" (1 Co 9,20).
53.4. Ahora bien, el que desciende para llevar a la salvación a
los prójimos -simplemente por la salvación de aquellos por los
que condesciende- al no participar de ninguna hipocresía por el
peligro derivado para los justos de parte de los envidiosos, él
mismo no estará obligado por nada; pero por el único bien de los
prójimos hará algunas cosas que previamente no hubiera realizado
para él, si no las hubiera hecho por ellos.
53.5. Él se
entrega a sí mismo en favor de la Iglesia (y) de los conocidos
que él mismo "ha engendrado" (1 Co 4,15) en la fe, como ejemplo
para quienes puedan recibir la sublime tarea (economía)
del educador amigo de los hombres y de Dios, como prueba de la
verdad de sus palabras y como fuerza del amor para con el Señor.
53.6. Él no (es) esclavo del temor, veraz en la palabra,
perseverante en el trabajo y no quiere mentir en el discurso
público, y lo infalible (o: irreprochable) para él (será)
siempre el vivir rectamente, puesto que la mentira misma
proferida con engaño no es palabra ociosa, sino que influye
(lit.: obra) para mal.
"El cristiano no es ateo"
54.1. Por tanto, sólo el
gnóstico da testimonio
de la verdad (cf. Jn 5,33; 18,37) de cualquier manera, con obras
y palabras; porque siempre se comporta rectamente en todo por
completo, tanto en la palabra, en la acción y en el pensamiento
mismo.
54.2. Éste es, por decirlo brevemente, el culto
divino del cristiano. Si hace estas cosas como conviene y
conforme a la recta razón, obra de manera piadosa y justa. Y si
lo hace así, sólo el gnóstico
es en verdad piadoso, justo y religioso.
54.3. Por tanto,
el cristiano no es ateo -esto era lo establecido que
demostráramos a los filósofos-, ni realizará jamás de ninguna de
las maneras algo malvado u obsceno (o: vergonzoso), es decir,
injusto.
54.4. En consecuencia, tampoco es impío, sino el
único que venera a Dios de manera verdaderamente santa y
conveniente, el que suplica santamente al Dios que
verdaderamente existe, guía, rey de todo y todopoderoso.
Capítulo X: Sobre el ascenso
del gnóstico en el camino de la perfección
La fe en Dios es el fundamento
de la gnosis
55.1. La
gnosis es, por decirlo
así, una determinada perfección del hombre en cuanto hombre,
porque éste se realiza mediante la ciencia de las cosas divinas
según la conducta, la vida y la palabra, siendo armonioso y
coherente consigo mismo y con el Verbo divino.
55.2.
Porque en ella se perfecciona la fe (cf. St 2,22), como que sólo
con la fe se deviene perfecto. Porque fe es un bien interior, y
sin esforzarse confiesa la existencia de Dios y lo glorifica
como existente.
55.3. Es necesario, por tanto, elevarse
desde esa misma fe y crecer en ella por gracia de Dios, para
obtener en la medida de lo posible la
gnosis sobre Él.
55.4. Pero decimos que la
gnosis (es) distinta de la sabiduría obtenida por medio
de la enseñanza. Porque ciertamente lo que es
gnosis es también
plenamente sabiduría, pero lo que es sabiduría no (es)
totalmente gnosis.
Puesto que el nombre de la sabiduría se muestra en el solo
ámbito de la palabra proferida.
55.5. Pero en todo caso,
el no dudar sobre Dios sino creer es el fundamento de la
gnosis; ahora bien,
Cristo es ambas cosas: el fundamento y el edificio construido
encima (cf. Ef 2,20), y por eso es el principio y el fin (cf. Ap
1,8; 21,6; 22,13).
55.6. Y ciertamente los (dos)
extremos, el principio y el fin, no se enseñan, digo la fe y al
amor; pero la gnosis
transmitida a partir de una tradición por la gracia de Dios es
entregada como depósito a los que se han hecho dignos a sí
mismos de la enseñanza; por (la
gnosis) resplandece de
luz en luz (cf. Sal 35 [36],10; Jn 12,36; 2 Co 3,18) la dignidad
del amor.
55.7. Porque se ha dicho: "A quien tiene se le
añadirá" (Mt 13,12; 25,29; Mc 4,25; Lc 8,18; 19,26): a la fe la
gnosis, a la
gnosis el amor, y al
amor la herencia.
El
camino ascensional de la gnosis
56.1. Y esto
sucede cuando uno está pendiente del Señor por la fe, la
gnosis y el amor, y
cuando asciende con Él a donde está Dios y el custodio de
nuestra fe y de nuestro amor.
56.2. Por lo cual la
gnosis es entregada
para su perfección a quienes (están) dispuestos y probados,
puesto que [ella] reclama una mayor preparación y ejercitación,
bien para que se escuche lo que se dice para una reforma de
vida, bien para superar decididamente lo más valioso de la
justicia según la Ley (cf. Mt 5,20; Rm 10,5).
56.3. La
gnosis conduce a un fin
interminable y perfecto, enseñándonos anticipadamente el estilo
de vida según Dios que tendremos en medio de los dioses (= entre
los ángeles y bienaventurados), liberados del castigo y de toda
pena, que por los pecados soportamos [ahora] para una corrección
salvadora (cf. Hb 12,7).
56.4. Después de la redención se
conceden las distribuciones y los honores a los perfectos, para
quienes en verdad han cesado la purificación y ha cesado también
cualquier otro ministerio, aunque sea santo y en cosas santas.
56.5. Después, a los que han devenido "puros de corazón" (Mt
5,8) les espera un restablecimiento definitivo (apokatástasis)
en la contemplación eterna permaneciendo en la cercanía del
Señor.
56.6. También han sido denominados dioses (cf. Sal
81 [82],6) los entronizados al lado de los otros dioses (=
ángeles y arcángeles; cf. Mt 19,28; Ef 2,6; Col 1,16; Ap 4,4;
11,16), de los que ocupan el primer lugar después del Salvador.
56.7. La gnosis,
por tanto, es rápida hacia la purificación y apropiada para el
cambio hacia lo que es mejor.
El gnóstico anhela las moradas
eternas
57.1. Por ello, [la
gnosis] traslada
fácilmente al hombre hacia el parentesco divino y santo del alma
y mediante una luz característica suya lo va llevando a través
de los progresos místicos hasta que se restablezca en el más
alto lugar del descanso, habiendo enseñado "al puro de corazón"
(Mt 5,8) a contemplar a Dios cara a cara sabiamente y con el don
de la comprensión (cf. 1 Co 13,12).
57.2. Porque ahí
(está) la perfección del alma
gnóstica, que habiendo superado toda purificación y
servicio aparece con el Señor (cf. 1 Ts 4,17), donde se
encuentra colocada inmediatamente después.
57.3.
Ciertamente la fe es una
gnosis compendiada (o: en síntesis), por así decirlo, de
las (verdades) apremiantes, y la
gnosis es la
demostración firme y segura de lo recibido mediante la fe,
estando edificada sobre la fe por la enseñanza del Señor,
conduciendo a la certeza inquebrantable y a una comprensión
adecuada acompañada de ciencia.
57.4. A mí me parece que
la primera transformación salvífica es la de los paganos hacia
la fe, como ya he afirmado; y la segunda es la de la fe a la
gnosis. Pero cuando
ésta [última] pasa (a ser) el amor, inmediatamente establece
entre el que conoce y el que es conocido las relaciones de un
amigo con otro.
57.5. Y quizás quien la recibe
anticipadamente (o: rápidamente) ya desde ese instante posea el
ser "igual a los ángeles" (Lc 20,36). En todo caso, después del
último exceso (realizado) en la [vida según la] carne,
transformándose según lo conveniente continuamente en algo
superior, se apresura hacia la morada paterna (cf. Jn 14,2), a
la verdadera residencia del Señor a través de la santa semana,
donde será, por decirlo así, una luz estable y viva por siempre,
absoluta y totalmente inmutable.
Dios Padre nos salva por medio
de su Hijo Jesucristo
58.1. El primer modo de la
acción del Señor es ejemplo de la recompensa según la piedad, de
la que hemos hablado. De los muchos testimonios que hay, citaré
sumariamente el del profeta David, que dice así:
58.2.
"¿Quién subirá al monte del Señor? ¿O quién habitará en su lugar
santo? El de manos inocentes y puro de corazón, el que no
recibió en vano su alma ni juró con engaño a su prójimo. Este
recibirá bendición del Señor y misericordia de Dios, su
salvador. Éste es el linaje de los que buscan al Señor, de los
que buscan el rostro del Dios de Jacob" (Sal 23 [24],3-6).
58.3. El profeta, pienso yo, indicó concisamente al
gnóstico; pero de
pasada, como parece, David nos ha demostrado que Dios es el
Salvador, llamando "rostro del Dios de Jacob" (Sal 23 [24],6) al
que evangelizó y enseñó sobre el Padre.
58.4. Por eso
también el Apóstol llamó al Hijo "impronta (lit.: carácter) de
la gloria del Padre" (Hb 1,3) (porque) enseñó la verdad sobre
Dios y ha caracterizado que "Dios y Padre son uno" (Ef 4,6), y
uno es el Omnipotente "a quien nadie ha conocido sino el Hijo y
a quien el Hijo se lo revelare" (Mt 11,27; cf. Lc 10,22).
58.5. Y que Dios es uno ha sido señalado mediante lo de "los
que buscan el rostro del Dios de Jacob" (Sal 23 [24],6), a quien
nuestro Dios y Salvador caracteriza como "único bueno" (Mt
19,17), siendo Dios Padre.
58.6. Pero "el linaje de los
que le buscan es el linaje elegido" (cf. Is 43,20; 1 P 2,9; Sal
23 [24],6a), el que indaga
gnósticamente.
El gnóstico procede según la razón
59.1. Por eso
también el Apóstol dice: "No les aprovecharía de nada si no les
hablara en revelación, en
gnosis, en profecía o en doctrina" (1 Co 14,6).
59.2. Aunque los que no (son)
gnósticos hagan algunas cosas incluso rectamente, sin
embargo no (lo hacen) según la razón, como [por ejemplo]
respecto de la valentía.
59.3. Porque algunos son de
naturaleza audaz, y después de fomentarla prescindiendo de la
razón, realizan irracionalmente cualquier cosa y actúan de
manera semejante a los valerosos, puesto que alguna vez se
comportan correctamente, como cuando soportan con buena
disposición las torturas.
59.4. Pero no se proponen lo
mismo que el gnóstico,
ni por la misma causa, ni siquiera aunque "entregaran todo el
cuerpo, porque, según el Apóstol, no tienen amor" (1 Co 13,3),
el que tiene lugar mediante la
gnosis.
59.5. En efecto, toda obra de quien
(posee) ciencia prospera, mientras que la del ignorante (o:
inepto) fracasa, y aunque conservara un (buen) comienzo, después
no obra varonilmente a (partir) de un razonamiento ni conduce la
acción hacia los mejores desarrollos para con la virtud ni desde
la virtud.
59.6. Y el mismo razonamiento (vale) también
sobre las demás virtudes, como asimismo proporcionalmente sobre
el culto divino. Para nosotros no es
gnóstico alguien sólo
por su santidad, sino también respecto a su declaración de vida
social (politeía) y que
sigue concatenada con la ciencia del culto divino.
59.7.
Porque ahora nos hemos propuesto describir la vida del
gnóstico, no presentar
la teoría de las doctrinas, que expondremos más tarde, en tiempo
oportuno, para salvaguardar al mismo tiempo también la
concatenación (o: el orden interno).
Capítulo XI: Sobre las virtudes
del gnóstico
El gnóstico se deleita
haciendo la voluntad de Dios
60.1. Ciertamente,
[el gnóstico] participa
verdadera y generosamente de todo, puesto que ha entendido
(lit.: dejado lugar a) la enseñanza divina (cf. Mt 19,11). Así,
por tanto, comenzando a admirar la creación, que espontáneamente
lleva consigo la prueba de ser capaz de recibir la
gnosis, deviene un
animoso discípulo del Señor, pero tan pronto como escucha que
hay Dios y providencia cree a partir de lo que admira.
60.2. Tomando, por tanto, impulso de ahí, de todas las formas
contribuye para el aprendizaje, haciendo todo aquello que puede
para alcanzar la gnosis
con su deseo -y el deseo respecto al progreso de la fe se
consolida (o: se templa) juntamente unido a la investigación-; y
esto es devenir digno de tan grande e importante contemplación.
60.3. Asimismo, el
gnóstico gustará de la voluntad de Dios (cf. Sal 33
[34],9; 1 P 2,3); pero no con los oídos, sino que ofrece el alma
a los hechos revelados (o: manifestados) con palabras.
60.4. Por tanto, al recibir las esencias y las existencias
mismas por medio de las palabras, naturalmente también conduce
el alma a lo que conviene, entendiendo especialmente el "no
cometerás adulterio, no matarás" (Ex 20,14. 13; Mt 5,27. 21),
como se ha dicho para el
gnóstico, no como es interpretado por los demás.
El gnóstico confía en la
Providencia divina
61.1. Progresa, por tanto,
ejercitándose sabiamente en la contemplación, para combatir con
lo dicho de forma más universal y sublime. Sabiendo muy bien
que, según el profeta, "el que enseña la
gnosis al hombre es el
Señor" (Sal 93 [94],10-11); Señor que actúa por medio de una
boca humana. Por esto también asumió una carne.
61.2. Con
razón no elige jamás el placer (o: lo agradable) en lugar de lo
útil, ni siquiera aunque una mujer en la flor de la edad
extorsionada (o: incitada) a manera de meretriz lo anticipe en
alguna circunstancia (cf. Ex 20,14). Tampoco la mujer del
soberano sedujo a José para se apartara de la dirección
(correcta), sino que se despojó de la túnica que ella retenía a
la fuerza (cf. Gn 39,12), quedando ciertamente desnudo de pecado
y revestido con la honestidad del carácter.
61.3. Porque
también si a José no le veían los ojos del soberano, digo el
egipcio, sin embargo le observaban (o: vigilaban) los del
Todopoderoso.
61.4. Porque nosotros oímos la voz y
miramos (o: contemplamos) los cuerpos, pero Dios examina la
realidad de la que procede el emitir el sonido y el ver (cf. 1 S
16,7; 1 Cro 28,9; 29,17; Jr 17,9-10; Sal 7,10).
61.5. En
consecuencia, aunque al
gnóstico le sobrevenga una enfermedad o algo desagradable
e incluso lo más temible, como es la muerte, permanece
imperturbable (o: impasible,
átreptos) en el alma, porque sabe que todo eso es una
necesidad de la creación, pero también así, por poder de Dios,
devienen "medicina salvadora" (Eurípides,
Fenicias, 893),
beneficiando por medio de la educación a los que son más duros
de cambiar (o: reformar), porque está repartido según la
apreciación de la providencia realmente buena.
El gnóstico se esfuerza por
ser bueno y coherente
62.1. Sirviéndose de las
criaturas, cuando la razón lo exige y hasta (donde) lo pide,
dando gracias al Creador, [el
gnóstico] se presenta como señor (del modo) de gozar.
62.2. No guarda jamás rencor, ni se enfada con nadie, aunque
encuentre a alguien merecedor de odio por las cosas que hace.
62.3. Porque adora al Creador, pero (también) ama al que
participa de su vida, apiadándose y rogando por éste a causa de
su ignorancia.
62.4. Y sufre con el cuerpo, puesto que
está ligado por naturaleza al sufrimiento, pero no está afectado
desde el principio por el sufrimiento.
62.5. En todo
caso, en las circunstancias involuntarias se levanta a sí mismo
de las aflicciones hacia su estado propio, no dejándose
arrastrar con lo que es extraño a él, sino que condesciende (o:
acompaña) a sus necesidades sólo hasta donde el alma puede
quedar incólume (lit.: guardada, vigilada).
62.6. Porque
no quiere ser fiel sólo en la reputación ni tampoco en la
opinión (o: apariencia), sino en
gnosis y verdad, es
decir, con una sólida acción y con una palabra también eficaz.
62.7. Por eso no sólo elogia las cosas buenas, sino que él
mismo se esfuerza también en ser bueno, pasando por el amor de
ser "siervo bueno y fiel" (Mt 25,23) a (ser) "amigo" (Jn 15,15),
mediante la perfección de la forma de ser que ha adquirido con
pureza por la adquisición de la verdad y con mucho ascesis (o:
ejercicio).
El gnóstico
tiende hacia la cima de la gnosis
63.1. Así,
entonces, como [el gnóstico]
se esfuerza por alcanzar la cima de la
gnosis, es mesurado en
la forma de ser, sosegado (o: contenido) en el comportamiento,
siendo superior en todas las prerrogativas características del
verdadero gnóstico, y
volviendo la mirada a los ejemplos hermosos: a los muchos
patriarcas que han vivido de manera recta antes de él y a los
muy abundantes profetas y a los infinitos ángeles, según el
cálculo de nuestros números, y por encima de todos al Señor que
le ha enseñado y facilitado el logro de poseer esa excelsa vida;
por eso, no ama todos los bienes que el mundo ofrece, para no
permanecer apegado a la tierra, sino a los bienes que se
esperan, o mejor, a los ya conocidos, pero que se esperan
conforme son comprendidos.
63.2. De esta manera, no
(soporta) los sufrimientos, los tormentos y las tribulaciones,
como hacen los valientes (celebrados) por los filósofos, con la
esperanza de que cesen los dolores presentes y participar
nuevamente de los placeres; pero la
gnosis ha engendrado en
él la más firme persuasión de la recuperación de los bienes
futuros. Por eso no sólo desdeña los castigos de aquí, sino
también todos los placeres.
63.3. Se dice que el
bienaventurado Pedro, viendo que su propia mujer (cf. Mt 8,14; 1
Co 9,5) era conducida a la muerte, se alegró por la merced de la
llamada y del regreso a la casa [del cielo], y llamándola por su
nombre le dirigió estas palabras llenas de coraje (lit.:
exhortación) y consuelo: "¡Acuérdate, querida, del Señor!" (cita
desconocida; cf. Eusebio de Cesarea,
Historia eclesiástica,
III,30,2).
El gnóstico
posee un alma vigorosa
64.1. Este era el
matrimonio de aquellos bienaventurados y la perfecta disposición
hasta de los más amigos.
64.2. En este sentido, también
el Apóstol dice: "El casado (esté) como si no estuviera casado"
(1 Co 7,29). Exige que el matrimonio esté libre de pasiones y
"no se aparte" (1 Co 7,35) del amor hacia el Señor, de cuyo amor
el verdadero marido [Pedro] exhortó a su mujer a que estuviera
abrazada, cuando marchaba de la vida hacia al Señor.
64.3. ¿Acaso no era muy clara la fe en lo que esperaban después
de la muerte para los que daban gracias a Dios entre las
agudezas de los castigos? Porque, pienso yo, poseían la fe
firme, a la que consecuentemente seguían también las acciones de
fe.
64.4. Así, el alma del
gnóstico es fuerte en
cualquier circunstancia, establecida en la cima de la fortaleza
y la fuerza, como el cuerpo de un atleta.
64.5. Porque
toma la iniciativa con prudencia sobre los asuntos humanos,
reconociendo lo práctico en lo justo, y procura de parte de Dios
los primeros principios, la moderación de los placeres y de los
dolores en aras a la semejanza con Dios; y afronta los temores
firmemente y confiando en Dios.
64.6. En todo caso, el
alma gnóstica es
simplemente una imagen terrena del poder divino, adornada con
una perfecta virtud que (resulta) del conjunto de todas estas
cosas a la vez: naturaleza, ascesis y razón.
64.7. La
belleza del alma consiste en ser "templo del Espíritu Santo" (1
Co 6,19), al asumir una disposición acorde con el Evangelio para
toda la vida.
El gnóstico sabe discernir entre lo que se debe hacer y lo que
se debe evitar
65.1. Un (hombre) así está en
guardia contra cualquier temor, (contra) todo peligro, no sólo
de la muerte, sino también de la pobreza y la enfermedad, de
humillación (o: desprecio) y de cualquier mal de esa clase;
deviene invencible al placer y señor de los deseos irracionales.
65.2. Porque sabe bien lo que se debe y lo que no,
conociendo ventajosamente lo que es realmente temible y lo que
no lo es.
65.3. Por eso cimienta sabiamente lo que la
razón le sugiere como necesario y conveniente, distinguiendo
sabiamente lo que en realidad inspira confianza -es decir, los
bienes- respecto de lo que brilla, y lo que es temible respecto
de lo aparente, como de la muerte, enfermedad y pobreza, como
siendo más aparentes que verdaderas.
65.4. Éste es en
realidad el hombre bueno, el hombre que está fuera [del alcance]
de las pasiones, el que ha superado toda la vida afectada por la
pasión conforme al estado o disposición del alma virtuosa. Para
él "todo depende de sí mismo" (Platón,
Menexeno, 247 E) en la
consecución del fin.
65.5. Porque ciertamente los
llamados riesgos de la suerte (o: temores de la fortuna) no
(son) temibles para el [hombre] virtuoso (o: bueno), porque no
son malos; sino que en realidad los peligros (son) extraños al
gnóstico cristiano por
ser diametralmente opuestos a los bienes, pues son males; y (es)
imposible que las cosas contrarias se encuentren juntas en uno
mismo, y al mismo tiempo y con la misma relación.
65.6.
Así, de modo irreprochable, "representando el drama de la vida"
(Anónimo, Fragmentos,
245 K), a causa de que Dios suministre para ser competido, [el
gnóstico] puede conocer
lo que debe hacer y lo que hay que sufrir (o: soportar).
El gnóstico lucha contra la
maldad
66.1. Así, por tanto, si la timidez se
constituye mediante la ignorancia de lo que (es) peligroso o no
(es) peligroso (cf. Platón,
Protágoras, 360 C), sólo el
gnóstico (es) valiente,
conociendo los bienes presentes y futuros, y teniendo conciencia
de ello, como he dicho (cf. VII,65,3), y que en realidad no son
temibles, porque conoce que sólo la maldad es enemiga y
destructora de los que avanzan hacia la
gnosis, y equipado (o:
protegido) con las armas del Señor (cf. Rm 13,12. 14; 2 Co
10,3-4; Ef 6,16-17; 2 Co 6,7) se enfrenta a ella.
66.2.
Porque no [no hay que decir que] si se produce por insensatez y
por actividad, o mejor, por cooperación del diablo, eso es
precisamente diabólico o insensatez -porque ninguna actividad
(es) sensatez, puesto que la sensatez es un hábito y ninguna
actividad es un hábito-. Por tanto, tampoco la acción realizada
por ignorancia es ya ignorancia; ahora bien una maldad
ciertamente (existe) por medio la ignorancia, pero no (es)
ignorancia; porque tampoco las pasiones ni los pecados son
males, a pesar de que proceden de la maldad.
66.3. Porque
ningún valiente sin razón (es)
gnóstico, ya que también uno podría llamar valientes a
los niños que se enfrentan a los peligros más temibles por
ignorancia -por ejemplo, cuando ellos mismos tocan el fuego-, y
(no) se dice que las fieras que van irreflexivamente al
encuentro de las flechas son valientes por virtud. Quizá así
también llamarán valientes a los prestidigitadores que hacen
acrobacias sobre los cuchillos usando artificios de alguna
determinada experiencia por una miserable paga.
66.4.
Pero el que es realmente valiente, teniendo claro el peligro
mostrado por la envidia de la muchedumbre, soporta con coraje
(o: con firmeza) todo lo que se le pone delante, separándose en
esto de los llamados mártires, ya que aquéllos procuran
ocasiones para lanzarse a sí mismos a los peligros, no sé cómo
-puesto que justo (es) hablar bien-, pero éstos dispuestos a
entregarse a sí mismos, según la recta razón y una vez que en
realidad el Dios verdadero les llama, se entregan con ardor y
"confirman la llamada" (2 P 1,10), porque son conscientes de no
haber dispuesto de sí mismos precipitadamente, y muestran que el
valor se reconoce en la valentía verdaderamente razonable.
El gnóstico está llamado a
crecer en el amor de Dios
67.1. Ciertamente,
permanecen en la confesión de la elección, no porque soporten
los peligros más pequeños por miedo a los mayores, como (hacen)
aquéllos (lit.: los restantes; los que se entregan
voluntariamente al martirio), ni tampoco porque sospechen la
reprobación de los iguales y de los de la misma opinión, sino
porque obedecen espontáneamente la llamada por amor a Dios, y no
pretenden ningún otro fin que la satisfacción de Dios, ni
siquiera los premios de los sufrimientos.
67.2. Porque
los que soportan [los sufrimientos] por amor a la gloria, por
precaución de otro castigo más duro, por algunos placeres y
goces después de la muerte (son) niños en la fe; ciertamente
bienaventurados, pero todavía no han devenido varones en el amor
hacia Dios, como el gnóstico
-porque, tanto en las competiciones gimnásticas como también en
la Iglesia, hay coronas de victoria para adultos y para niños-.
Pero el amor en sí es elegible por sí mismo, no por alguna otra
cosa.
67.3. En suma, con la
gnosis crece la
perfección de la valentía que (proviene) del ejercicio en común
de la vida para el gnóstico,
ocupado siempre en dominar a las pasiones.
67.4. Así, el
amor, ungiendo y ejercitando, constituye al propio atleta sin
temor y audaz, y confiado en el Señor, como que la justicia le
procura el ser veraz durante toda la vida.
67.5. Porque
(es) un resumen de la práctica de la justicia la afirmación:
"Que el sí de ustedes sea sí y el no sea no" (Mt 5,37; St 5,12).
Pero el mismo discurso (o: razonamiento) (vale) también para la
templanza.
67.6. Porque nadie es moderado conforme a la
verdad ni por vanagloria -como los atletas, por la gloria (o: la
consecución) de las coronas o de la celebridad-, ni tampoco por
avaricia -como algunos aparentan ser moderados, persiguiendo el
bien con una pasión malvada-, ni ciertamente, tampoco por amor a
la propia persona (o: al propio cuerpo) para conseguir la salud,
ni siquiera cuando por rusticidad (se vive) continente y sin
gustar los placeres, conforme a la verdad de la moderación -sin
duda, al gustar de los placeres, los que ejercen una vida de
trabajo en seguida quebrantan por completo la rigidez de la
continencia ante los placeres-.
67.7. Y éstos son también
los disuadidos por la ley y el temor; porque, encontrando la
ocasión, roban la ley y huyen secretamente del bien.
67.8. Pero la templanza elegible por sí misma, siempre perfecta
según la gnosis y
permanente, prepara al hombre [como] señor y juez (de sí mismo),
como para que el gnóstico
sea temperante e impasible, insensible a los placeres y
molestias, como dicen que (es) el diamante para el fuego.
La grandeza del amor
cristiano
68.1. Así, la causa de todo esto es la
más santa y soberana de todas las ciencias, el amor; porque
mediante el cuidado (terapia) (religioso) del [Ser] supremo y
más grande, que es caracterizado por la unidad, el
gnóstico también llega
a la perfección a un mismo tiempo (como) amigo (cf. Jn 15,15) e
hijo (cf. Mt 5,9; Lc 6,35; 20,36; Jn 1,12), verdaderamente
"hombre perfecto, crecido hasta la medida de la madurez" (Ef
4,13).
68.2. Pero también la concordia es el asentimiento
sobre una misma cosa, y lo que es lo mismo forma unidad; así, la
amistad conduce a la semejanza, puesto que la participación
reside en la unidad.
68.3. Así, al ser el primero en amar
a Dios verdaderamente uno, el
gnóstico es hombre verdaderamente perfecto y amigo de
Dios (cf. Ef 4,13; Jn 15,15), catalogado en la categoría de hijo
(cf. Mt 5,8).
68.4. Porque éstos son los nombres de
nobleza, gnosis y
perfección relativas a la contemplación de Dios, que el alma
gnóstica recibe como
sumo grado de progreso, (una vez) que deviene perfectamente pura
y juzgada digna de ver eternamente al omnipotente Dios "cara a
cara" (1 Co 13,12), dice [el Apóstol].
68.5. Porque hecha
totalmente espiritual, avanzando hacia lo que le es familiar,
ella permanece en la Iglesia espiritual para descansar en Dios
(cf. Mt 11,29).
Capítulo XII: Sobre las
virtudes del gnóstico (continuación)
La suprema justicia no es la
distributiva
69.1. Ciertamente esto es así. Y
siendo el gnóstico de
esa manera en el cuerpo y en el alma, se manifiesta igual y
semejante respecto al prójimo, aunque sea familiar u hostil por
ley (= por el estado legal de cada uno), o sea cualquier otro.
69.2. Porque según la Ley divina, no desprecia al hermano,
nacido del mismo padre y de la misma madre (cf. Gn 12,11-20).
Sin duda, al atribulado le socorre con consuelos (y)
exhortaciones, auxiliando en las necesidades de la vida,
repartiendo con todos los necesitados, pero no por igual, sino
con justicia y según el mérito, y también con el perseguidor y
con el que le odia, si necesitara de él, preocupándose poco de
los que le dicen que ofrece por miedo, (aunque) si no lo hace
por miedo sino para socorrer.
69.3. Porque los que no son
avaros ni abrigan mal alguno hacia los enemigos, ¿cuánto más no
van a ser afectuosos con los familiares? Por ello, el que reúne
tales condiciones sabe exactamente, si uno tiene que dar, a
quién en primer lugar, y cuánto, cuándo y cómo.
69.4.
Pero ¿quién vendrá a ser razonablemente enemigo de un hombre que
no ofrece jamás una causa de enemistad?
69.5. Y de la
misma manera decimos, sobre Dios, que no se opone a nada ni es
enemigo de nadie -puesto que es el Creador de todos, y no existe
cosa alguna que Él no quiera (cf. Sb 11,24)-; pero decimos que
son sus enemigos los desobedientes y los que no marchan según
sus mandamientos, como los que son enemigos declarados a su
alianza; encontraremos aquella actitud (= que no se opone a nada
ni es enemigo de nadie) también en el
gnóstico.
69.6.
Porque ciertamente él no será jamás enemigo de ninguna manera de
nadie, pero serán llamados enemigos suyos los que cambian al
camino contrario.
69.7. Por otra parte, aunque entre
nosotros la distribución equitativa se llama justicia, sin
embargo el arte de discernir según el mérito, sobre el más y el
menos, cuando conviene hacerlo mediante ciencia, viene a ser un
modo de suprema justicia.
69.8. Ciertamente hay también
cosas que incluso por motivos ordinarios (o: vulgares) se
conducen felizmente (o: tienen buen éxito) para algunos, como la
continencia (encráteia)
de placeres. Porque como entre los paganos hay quienes se
apartan de los placeres que tienen delante o porque no pueden
"obtener lo que uno desea" (Teognis,
Fragmentos, 256), o por
temor de los hombres o por conseguir otros placeres mayores, así
también algunos creyentes practican la continencia (lit.: son
dueños de sí mismos) por la promesa o por el temor de Dios.
Continencia y gnosis
70.1. Ahora bien, esa tal continencia es fundamento
de gnosis, un impulso
hacia lo mejor y a la perfección. "Porque el temor del Señor es
el principio de sabiduría" (Pr 1,7; 9,10; cf. Sal 110 [111],10),
afirma [la Escritura].
70.2. Pero el que (es) perfecto
"lo justifica todo y lo soporta todo" (1 Co 13,7), mediante el
amor, "no por agradar al hombre, sino a Dios" (1 Ts 2,4).
70.3. Y en consecuencia también le acompaña la alabanza (o:
el elogio), no para propio provecho, sino para imitación y
provecho de los que [lo] alaban.
70.4. Según otro
significado se llama también continente no sólo al que domina
las pasiones, sino también al que es moderado" [en el uso] de
los bienes y está firmemente aferrado a las grandezas de la
ciencia, por las que fructifican las acciones virtuosas.
70.5. Por esto el gnóstico,
cuando aparece la circunstancia, nunca se aparta de su propia
manera de ser. Porque la adquisición científica del bien es
estable e inmutable, ya que se trata de la ciencia de las cosas
divinas y humanas.
70.6. Ciertamente, la
gnosis no es jamás
ignorancia, ni el bien se cambia en mal; por eso [el
gnóstico] también come,
bebe y se casa no en virtud de una causa anterior, sino por
necesidad. Pero casarse, digo, si la razón lo reclama (lit.: lo
entiende; otra versión: si el Verbo se lo pidiere) y como
conviene; porque para hacerse perfecto tiene como ejemplo a los
apóstoles.
70.7. También en realidad se muestra varón no
asumiendo una vida solitaria, sino que quien vence a los varones
es el que en el matrimonio, en la procreación y en la previsión
de la casa se ha ejercitado con dificultad (lit.:
desagradablemente) y sin sentir pena; después del cuidado de la
casa deviene inseparable del amor de Dios, y se alza vencedor de
toda prueba que se le presente por culpa de los hijos, de la
esposa, de los familiares y de las posesiones.
70.8. Pero
para quien no tiene hogar todo el conjunto de (esas cosas) no le
tientan. Ciertamente, al cuidar sólo de sí mismo, es inferior al
que descuida la salvación de sí mismo, pero le supera en la
administración de la vida, conservando sin artificio una pequeña
imagen de la auténtica Providencia.
La gnosis exige una separación
de las cosas mundanas
71.1. Pero es cierto que en
la medida de lo posible nosotros debemos ejercitar de varias
maneras el alma para que obre fácilmente en la aceptación de la
gnosis.
71.2.
¿No ven cómo se ablanda la cera y se purifica el bronce, para
que acepte el carácter que se imprime?
71.3. Precisamente
como la muerte es "separación del alma respecto del cuerpo"
(Platón, Fedón, 67 D),
así también la gnosis
es como una muerte racional (= muerte al mundo o a las
pasiones), que lleva y separa el alma de las pasiones y la
conduce hacia la beneficencia, para que después (pueda)
libremente decir a Dios: "Yo vivo como Tú quieres".
71.4.
Porque ciertamente quien prefiere "agradar a los hombres" (Ga
1,10), "no puede agradar a Dios" (Rm 8,8); así, la mayoría no
elige lo que conviene, sino lo que divierte; pero quien trata de
agradar a Dios deviene agradable consecuentemente a los hombres
virtuosos.
71.5. Además, ¿cómo serán para él agradables
la comida, la bebida y el placer amoroso, cuando incluso mira
con desconfianza que hasta una palabra lleva un determinado
placer, una agitación mental y un efecto agradable?
71.6.
Porque "nadie puede servir a dos señores, a Dios y a las
riquezas" (M6 6,24; Lc 16,13). Hablando así no se refiere
simplemente al dinero, sino a los gastos de dinero por los
distintos placeres; en realidad no es posible que quien ha
conocido a Dios profunda y verdaderamente sirva a los placeres
que se le oponen.
La
ignorancia atrofia el alma
72.1. En efecto, uno
sólo es el que no tiene pasiones desde el principio, el Señor
amigo del hombre (philánthropos),
que también (se hace) hombre por nosotros; pero cuantos se
esfuerzan por asemejarse al modelo dado por Él, se esfuerzan
devenir sin deseos mediante el ejercicio.
72.2. Porque
quien ha tenido deseos y sabe dominarlos (o: los contiene), como
también la viuda, (es) de nuevo virgen por medio de la
templanza.
72.3. Este es el premio de la
gnosis para el Salvador
y Maestro, que Él mismo pidió (cf. Jn 4,36; Ga 6,8; 1 Tm
5,17-18): la abstención del mal y la práctica del bien (cf. 1 P
3,11; Sal 33 [34],15), por medio de los cuales se obtiene la
salvación.
72.4. Ciertamente, de igual manera que los que
han adquirido las artes, educados por medio de ellas, procuran
los alimentos, así también el
gnóstico por lo mismo sabe que el que procura la vida se
salva. Porque quien no quiere arrancar la pasión del alma se
mata a sí mismo. Pero como parece, la ignorancia es la atrofia
del alma, en cambio la gnosis
es el alimento.
72.5. Y las mismas almas
gnósticas son a las que
el Evangelio representó en las vírgenes santas que esperan al
Señor (cf. Mt 25,1-2). Porque (son) vírgenes manteniéndose
alejadas del mal, recibiendo con amor al Señor, y cuelgan (o:
encienden) su propia luz para la contemplación de la realidad
(cf. Mt 25,1-13).
72.6. Almas prudentes que dicen: "Oh
Señor, deseamos recibirte ya desde ahora; hemos vivido de
acuerdo a lo que nos has ordenado sin transgredir ninguno de los
preceptos. Por eso, también reclamamos las promesas, pero
suplicamos lo que es útil, no lo que agrada, al igual que
conviene pedirte lo más hermoso. También aceptaremos todo para
[nuestro] provecho, aunque las pruebas que se presenten parezcan
malas, aquellas que tu economía (= plan salvífico) nos presente
para ejercitar la constancia".
Toda la vida del gnóstico es
oración y homilía con Dios
73.1. En verdad, el
gnóstico, por el alto
grado de santidad [que posee], (está) más preparado a no obtener
cuando pide, que a obtener aunque no pida. Porque toda su vida
es una oración y una conversación con Dios, y si estuviere libre
(o: limpio) de pecado, obtendrá completamente lo que desea.
Puesto que dice Dios al justo: "Pide y te daré, piensa y haré"
(cf. Mt 7,7).
73.2. Ciertamente, si se trata de lo que es
útil, lo recibirá al instante; pero nunca pedirá lo inútil,
porque no lo recibirá. Así sucederá lo que él quiere.
73.3. Y si uno de nosotros dijere que también algunos pecadores
consiguen lo que suplican, ciertamente eso (sucede) rara vez,
por la justa bondad de Dios, y se da también a los que pueden
beneficiar a otros.
73.4. De ahí que el don surge no por
el que pide, sino que la
economía (= plan salvífico) realiza el justo beneficio
previendo al que ha de salvarse por medio de aquellas cosas.
Pero a cuantos son dignos les concede los verdaderos bienes
incluso aunque no los pidan (cf. Mt 6,8).
73.5. Así,
cuando uno es justo no a la fuerza, por miedo o por esperanza
[de una recompensa], sino por libre elección, éste es el camino
que se llama real que recorre la estirpe real; pero los otros
[caminos] son desviaciones resbaladizas y escarpadas.
73.6. Por tanto, si alguno eliminara el miedo y el honor, no sé
yo si los nobles filósofos que hablan con toda libertad
soportarían las tribulaciones.
El gnóstico trabaja en la viña
del Señor
74.1. Pero las concupiscencias y los
otros pecados son llamados "cardos y espinos" (Jr 4,3; Ez 28,24;
Mt 13,7. 22; Hb 6,8). Por tanto, el
gnóstico trabaja en la
viña del Señor (cf. Is 5,7; Mt 21,33; 20,1) plantando, podando,
regando; siendo verdaderamente agricultor divino de lo plantado
para la fe.
74.2. Ciertamente, los que no han hecho mal
alguno merecen recibir la paga del descanso, pero el que ha
hecho el bien por pura voluntad pide la paga como un buen
trabajador (cf. Lc 10,7). Sin duda, también recibirá el doble
por lo que no hizo [mal] y por lo que hizo bien.
74.3. El
gnóstico no es tentado
por nadie, excepto que Dios lo permita y eso en provecho de los
que están con él. En todo caso son estimulados a la fe los
incitados por su viril resistencia.
74.4. Sin duda,
también por esto los bienaventurados apóstoles fueron llevados a
la prueba y (dieron) testimonio de perfección para estabilidad y
garantía de las iglesias.
74.5. El
gnóstico, por tanto,
teniendo en su interior la voz que dice: "A quien yo golpeare tú
le has de compadecer" (cf. Jb 19,21; Sal 68 [69],27), también
suplica para que los que le odian se arrepientan.
74.6.
Porque no es también para los niños el presenciar en los
estadios la ejecución impuesta a los criminales. Porque tampoco
es posible que el gnóstico
alguna vez sea educado por tales cosas o (pueda) divertirse,
cuando por libre decisión se ha ejercitado para ser honesto (o:
noble) y bueno, y con ello ha devenido insensible a los
placeres. No cayendo nunca en pecado, no es educado con los
ejemplos de males ajenos.
74.7. Ciertamente, está muy
lejos de complacerse en placeres y en espectáculos rastreros
quien también ha mirado con desdén las promesas mundanas aunque
sean divinas.
74.8. "Porque no todo el que dice Señor,
Señor; entrará en el reino de Dios, sino el que hace la voluntad
de Dios" (Mt 7,21).
74.9. Éste será el
gnóstico trabajador, el
que dominando "las concupiscencias mundanas" (Tt 2,12), aunque
esté en la carne, y (está) perfectamente persuadido sobre las
cosas que ha conocido, futuras y también invisibles, como que
están más presentes que aquellas que tiene a los pies (o: a la
vista; delante de él).
Capítulo XII: Sobre las
virtudes del gnóstico (continuación)
El gnóstico ayuna de toda
forma pecado
75.1. Éste es el trabajador bien
dispuesto; ciertamente el que se alegra por lo que ha conocido,
pero que humillado por rodar sobre la necesidad de la vida, no
es juzgado aún digno de la participación activa de lo que ha
conocido. Se aprovecha de esta vida como de algo ajeno por
necesidad.
75.2. Él mismo conoce también los enigmas del
ayuno de esos días, digo del cuarto y de la
parasceve (= ayuno
semanal los días miércoles y viernes). Porque uno está dedicado
a Hermes (miércoles), y el otro a Afrodita (= viernes).
75.3. Así, durante (toda) su vida, ayuna de avidez de dinero al
igual que del gusto por el placer, de los que nacen todos los
males (cf. 1 Tm 1,10). Puesto que ya hemos establecido en
repetidas ocasiones (cf. III,89,1,; VI,147,1) las tres
principales variedades de prostitución, según el Apóstol: el
gusto por el placer, la avaricia y la idolatría (cf. Ef 5,5).
El gnóstico está llamado a
glorificar en sí mismo la resurrección del Señor
76.1. Por tanto, también según la Ley, él ayuna de las acciones
perversas, y según la perfección del Evangelio (cf. Mt 5,21-48)
[ayuna] de los malos pensamientos.
76.2. También se le
presentan las tentaciones no para la purificación [de sí mismo],
sino para provecho de los prójimos, como hemos dicho (cf.
VII,74,3), recibiendo la prueba de dificultades y dolores, los
menosprecia y los supera (o: repudia).
76.3. Pero el
mismo discurso vale también sobre el placer. Porque lo más
grande es haber sido probado y después mantenerse alejado (o:
abstenerse). Puesto, ¿qué hay de grande si uno se abstiene de lo
que no conoce?
76.4. El mismo que pone realiza (o:
ejecuta) el mandamiento según el evangelio, celebra aquel día
del Señor cuando rechaza un mal pensamiento y recibe uno
gnóstico, glorificando
en sí mismo la resurrección del Señor.
76.5. Pero
también, cuando alcanza la comprensión de la contemplación
científica, piensa que ve al Señor, dirigiendo sus ojos hacia lo
invisible.
76.6. Y si pareciera ver lo que no quiere ver,
reprime (o: contiene) la facultad de ver, cuando percibe que se
está deleitando él mismo por la acción de la mirada; en tanto
que él sólo desea ver y oír lo que le corresponde.
76.7.
En seguida, al contemplar las almas de los hermanos, también ve
la belleza de la carne con el alma misma, habituada a vigilar
(o: supervisar: episkopéin)
la mirada sólo en la belleza, sin el placer carnal.
"El gnóstico suple la ausencia
de los apóstoles"
77.1. Pero son realmente
hermanos por la discutida creación y según la conformidad de las
costumbres y según el fundamento de las acciones, cuantos hacen,
piensan y dicen las mismas santas y bellas acciones que el Señor
quiso que esos mismos elegidos sintieran.
77.2. Porque
ciertamente la fe es elegir en Él las mismas cosas, pero
gnosis es haber
aprendido y sentir en Él las mismas cosas, y la esperanza es
desear en Él las mismas cosas. Y si [el
gnóstico], por la
necesidad de la vida, estuviera ocupado un poco de tiempo en el
alimento, piensa que engaña fraudulentamente al estar solicitado
por esa ocupación.
77.3. Ni en sueños mira a lo que
sencillamente no se adapta al elegido. "Porque, extranjero y
peregrino" (Sal 38 [39],13; Hb 11,13) durante toda la vida (es)
todo el que, habitando en una ciudad, desprecia las cosas que en
la ciudad son admiradas entre los demás, y vive en la ciudad
como en un desierto, para que el lugar no le obligue, sino que
su libre elección manifieste lo que es justo.
77.4. El
mismo gnóstico, por
decirlo resumidamente, suple la ausencia de los apóstoles,
puesto que viviendo rectamente, conociendo exactamente, ayuda a
los amigos, "traslada las montañas" (Mt 17,20; 21,21; 1 Co 13,2)
de los prójimos y arroja (fuera) las anomalías (cf. Is 40,4) de
sus almas.
77.5. No obstante, cada uno de nosotros es a
la vez viña y trabajador de sí mismo (cf. Is 5,2; Mt 21,33).
Pero (el gnóstico), aun
practicando lo más sublime, quiere permanecer ignorado de los
hombres, persuadiendo juntamente al Señor y a sí mismo de que
vive según los mandamientos, prefiriendo aquellas acciones en
virtud de su fe (cf. Lc 6,45).
77.6. -"Porque donde está
la mente de uno, dice [el Señor], allí está también su tesoro"
(Mt 6,21; Lc 12,34), así el [gnóstico]
mismo (se tiene) por inferior a sí mismo para no mirar jamás con
indiferencia, por la perfección en el amor, a un hermano caído
en aflicción, si sabe que él mismo lleva la indigencia más
fácilmente que el hermano.
El gnóstico es "familiar del
Señor"
78.1. Así, por tanto, [el
gnóstico] considera un
dolor propio el dolor de aquel [hermano]; y si en aras de la
beneficencia, al dar de su propia indigencia, padeciera algo
desagradable, no se indigna por ello, sino que incluso aumenta
la buena acción.
78.2. Porque posee una fe pura sobre el
modo de obrar, alabando el Evangelio con las obras y la
contemplación. Y no recoge para sí "el ser alabado por los
hombres, sino por Dios" (Rm 2,29), realizando lo que el Señor le
enseñó.
78.3. Estando absorbido él mismo por su propia
esperanza, no gusta de la belleza mundana, mirando con desdén
todas las cosas de aquí abajo. Tiene piedad de los que son
castigados después de la muerte y a disgusto deben confesar
mediante el castigo, pero él, con la conciencia tranquila, está
siempre dispuesto para el éxodo (o: la partida), como si fuera
"peregrino y extranjero" (Hb 11,13) de esta tierra, porque
recuerda sólo su propia herencia, pero ocupándose de todas las
demás cosas de aquí abajo como ajenas.
78.4. No sólo
admira los mandamientos del Señor, sino que, por así decirlo,
participa de la voluntad divina mediante la
gnosis misma; (es)
realmente familiar del Señor y de los mandamientos, elegido como
justo, apto para dirigir y real, como
gnóstico que desprecia
todo el oro (que hay) sobre la tierra y debajo de ella y el
reino [que abarca] de un confín a otro del océano, para tener
fuertemente sólo la solicitud (o: el servicio) para con el
Señor.
78.5. Pero también cuando come, bebe y se casa, si
la razón lo decidiese, e incluso entre sueños, hace y piensa lo
que es santo; así está siempre puro para la oración.
78.6. Y también reza con los ángeles, como si ya fuera "igual a
los ángeles" (Lc 20,36), y nunca se encuentra fuera de su santa
vigilancia; y aunque rece solo, tiene el coro asociado de los
santos.
78.7. Él en persona conoce la doble fe: la fuerza
del creyente y la superioridad en dignidad de lo creído; además
también [conoce] la doble justicia: la del amor y la del temor.
El gnóstico lleva la señal
de la cruz en sí mismo
79.1. Ciertamente se ha
dicho: "El temor del Señor es sagrado (porque) permanece por los
siglos de los siglos" (Sal 18 [19],10). Porque los que se
convierten desde el temor hacia la fe y la justicia permanecen
por los siglos. El temor procura en seguida la abstinencia del
mal, pero el amor edificado sobre el libre albedrío estimula a
obrar bien, para que uno escuche junto al Señor: "Ya no los
llamo siervos, sino amigos" (Jn 15,15), y vuelva confiadamente a
las plegarias.
79.2. Y la misma clase de oración es la
acción de gracias por el pasado, por el presente y por el
futuro, como ya presente por la fe, pero la adquisición de la
gnosis precede a eso.
79.3. Y en consecuencia además pide igualmente vivir la vida
circunscrita en la carne como
gnóstico, como descarnado (lit.: no carnal,
ásarkos), y obtener lo
mejor, pero huir de lo peor.
79.4. Pero también solicita
el alivio para nosotros, por los pecados cometidos, y la
conversión hacia el reconocimiento. De esta manera, se adhiere
rápidamente al que lo llama al tiempo del éxodo, cuando aquél
llama, adelantándose, por así decir, por medio de la buena
conciencia, apresurándose a dar gracias ya desde entonces, en
unión con Cristo, procurando él mismo ser digno mediante la
pureza para poseer sin mezcla (alguna) el poder de Dios
suministrado por medio de Cristo.
79.5. Porque no quiere
estar caliente por la participación en el calor ni luminoso por
la del fuego, sino ser todo luz. Porque conoce con exactitud lo
que significa: "Si no odian al padre y a la madre, e incluso a
su propia alma, y si no llevan la señal" (Lc 14,26-27).
79.6. Porque odia las inclinaciones de la carne, que han hecho
grande el encantamiento del placer, y mira con desdén todo lo
referente a la función pública, también para ganarse el sustento
material; pero también está precavido del alma corpórea,
poniendo freno al espíritu irracional que se subleva, porque "la
carne tiene deseos contrarios al espíritu" (Ga 5,17).
79.7. Pero "llevar la señal" (Lc 14,27; para Clemente la "señal"
es la cruz) "es llevar por dondequiera la muerte" (2 Co 4,10),
incluso en vida "renunciando a todo" (Lc 14,33), cuando no es lo
mismo el amor del que engendra la carne y el del que crea el
alma para la ciencia.
El gnóstico siempre da gracias a Dios
80.1.
Estando él en disposición de hacer el bien, [el
gnóstico] antes que
hablar bien obra bien; (y) suplicando compartir los pecados de
los hermanos en aras de la confesión pública y la conversión de
los cercanos (cf. Ex 32,32; Rm 9,3), y deseando vivamente
compartir sus propios bienes con los más amigos, y estos mismos
amigos igualmente con él.
80.2. Verdaderamente, haciendo
crecer las semillas depositadas en él conforme al cultivo que el
Señor ordenó (cf. Mc 4,20), permanece sin pecado, y deviene
dueño de sí mismo y reside en espíritu con sus semejantes en los
coros de los santos, aunque todavía permanezca en la tierra.
80.3. Durante todo el día y la noche se alegra mucho
hablando y practicando los mandatos del Señor (cf. Sal 1,2), no
sólo cuando se levanta de madrugada y a mediodía, sino también
cuando pasea, cuando se acuesta, cuando se viste y se desviste
(cf. Dt 6,7; 11,19).
80.4. Y enseña al hijo, si el hijo
fuere linaje [suyo], sin apartarse del mandamiento y de la
esperanza, siempre dando gracias a Dios como los animales
glorificantes, alegorizados por Isaías (cf. Is 6,2-3),
80.5. permaneciendo firme ante cualquier prueba;"El Señor ha
dado -afirma [la Escritura]-, el Señor quitó" (Jb 1,21).
80.6. Porque precisamente era Job, que, incluso al ser privado
de los bienes exteriores juntamente también con la salud del
cuerpo, renunció a todo por amor al Señor. "Porque era -dice la
Escritura- justo, santo, exento de toda maldad" (Jb 1,1. 8;
2,3).
80.7. Pero santo indica las cosas justas para con
Dios según la economía
(= plan salvífico); pero sabiendo eso era
gnóstico.
80.8.
Porque no (es) necesario, si vinieren bienes, deslizarse sobre
las cosas humanas en exceso, ni a su vez, si (surgen) males, no
[es necesario] odiarlos, sino estar por encima de ambos:
pisoteando aquellos (= los males) y entregando (los bienes) a
los necesitados. Pero el
gnóstico es prudente en las relaciones sociales (para) no
olvidarse que las relaciones sociales (pueden) devenir una
disposición.
Capítulo XIII: Sobre las
virtudes del gnóstico (continuación)
El gnóstico es caritativo y
perdona
81.1. [El
gnóstico] jamás se
acuerda de quienes han pecado contra él, sino que perdona. Por
eso también suplica justamente, diciendo: "Perdónanos, porque
también nosotros perdonamos" (Mt 6,12; Lc 11,4).
81.2.
Porque esto es también una de las cosas que Dios quiere: no
desear nada con concupiscencia, no odiar a nadie; puesto que
todos los hombres son obra de una única voluntad.
81.3.
Y, ¿acaso nuestro Salvador no quiere que el
gnóstico sea "perfecto
como el Padre celestial" (Mt 5,48), es decir a Él mismo, que
afirma: "Vengan aquí, hijitos, escuchen de mi el temor del
Señor" (Sal 33 [34],12), y no quiere que (el
gnóstico) ya no
necesite del auxilio de los ángeles (cf. Sal 90 [91],11; Mt
4,6), sino que se haga digno de recibir [esa ayuda] directamente
de Él, y tenga la custodia de Él mismo por medio de la
obediencia (o: docilidad)?
81.4. Éste (gnóstico)
reclama del Señor, y ya no suplica. Y sobre los hermanos
necesitados, el gnóstico
en persona no pedirá siquiera solicitará sobreabundancia de
riquezas para repartir, sino que suplicará para aquellos el
recurso de lo que necesiten.
81.5. Porque así es como el
gnóstico da (o: regala)
también a los necesitados la plegaria y la ofrece sin que se
sepa y sin ostentación (cf. Mt 6,6) mediante su oración.
81.6. Ciertamente, pobreza, enfermedad y pruebas semejantes
(lit.: de esas) muchas veces se encuentran (o: producen) como
advertencia y corrección de los errores pasados, y como llamada
de atención de las cosas futuras.
81.7. (El
gnóstico), al suplicar
el alivio para aquellos [hermanos], al igual que tiene el
privilegio de la gnosis,
realiza personalmente la beneficencia, no por vanagloria, sino
por el hecho mismo de ser
gnóstico, deviniendo instrumento de la bondad de Dios.
El gnóstico es "theophoro"
(portador de Dios) y "theophoroymenos" (es llevado por Dios)
82.1. Pero se dice en las "Tradiciones" que el
apóstol Matías decía continuamente que "si el vecino del elegido
peca, ha pecado el elegido; porque si éste se comportara como
ordena el Verbo, también el vecino consideraría su [tenor de]
vida, y hasta el extremo de no pecar" (Tradiciones
de Matías, fragmentos, 3).
82.2. ¿Qué diremos
entonces sobre el gnóstico?
"¿No saben -dice el Apóstol- que son templo de Dios?" (1 Co
3,16). Luego, (el gnóstico)
es divino y también santo; portador de Dios y llevado por Dios.
82.3. Así la Escritura, al presentar el pecado como algo
extraño, vende los transgresores (lit.: prisioneros) a los
extranjeros (Jc 2,11-14; 4,2; 10,7; Is 50,1; Ba 4,6), cuando
dice: "No mires a la mujer ajena con pasión" (Mt 5,28; cf. Pr
5,20; 6,24-25; 7,5; 23,23), dice abiertamente que el pecado es
extraño y contrario a la naturaleza del templo de Dios (cf. 1 Co
3,16).
82.4. Pero hay un templo grande, como la Iglesia,
y otro pequeño, como el hombre que conserva (o: salva) la
semilla de Abrahán (cf. Jn 8,33. 37; Ga 3,16. 29). No deseará,
por tanto, ninguna otra cosa quien tiene a Dios como descanso.
82.5. Así, dejando todo lo que estorba y abandonando toda la
materia que lo distrae (lit.: que lo enorgullece), [el
gnóstico] surca el
cielo con la ciencia, penetrando las naturalezas espirituales, y
alcanza todo principado y potestad de los tronos supremos (cf.
Ef 1,21; 6,12; Col 1,16), tendiendo sólo a aquello que
únicamente conoció.
82.6. Uniendo la paloma con la
serpiente (cf. Mt 10,16), vive a la vez perfectamente y con
buena conciencia, mezclando fe con esperanza, esperando
ansiosamente el futuro.
82.7. Porque se da cuenta del don
(o: regalo) que ha recibido deviniendo digno de haberlo
alcanzado, y pasando de la esclavitud a la filiación adoptiva
(cf. Rm 8,15), realiza además lo relativo (lit.: lo que sigue) a
la ciencia -"conociendo a Dios, o mejor, siendo conocido por Él"
(Ga 4,9)- , porque muestra las obras dignas de la gracia. Porque
las obras siguen a la gnosis
como la sombra al cuerpo.
El gnóstico da gracias a Dios
y admira la creación
83.1. Con razón, por tanto,
no se inquieta por nada de lo que pueda suceder, ni desconfía de
nada de lo que conforme a la
economía (salvífica) sucede para su bien (o: su
utilidad), ni siquiera se avergüenza de morir, sintiéndose con
la conciencia pura para mirar fijamente a las potestades,
purificado, por así decir, de todas las impurezas del alma, y
puesto que sabe muy bien que lo mejor para él tendrá lugar
después del éxodo [de esta vida].
83.2. Por ello jamás
antepone su placer y provecho a la
economía (salvífica),
ejercitándose él mismo por medio de los mandamientos para
devenir en todo agradable al Señor y loable al mundo, ya que
todo está bajo (el poder) del único Dios todopoderoso. "El hijo
de Dios -dice [la Escritura]- vino a lo suyo y los suyos no le
recibieron" (Jn 1,11).
83.3. También por eso en el uso de
los bienes mundanos no sólo da gracias y admira la creación,
sino que también recibe alabanzas, utilizándolos como conviene
(cf. 1 Co 7,31), puesto que para él el objetivo es traspasar la
contemplación mediante la actividad
gnóstica y conforme a
los mandamientos.
83.4. De ahí que recibiendo mediante la
ciencia el viático de la contemplación y abrazado con
magnanimidad a la grandeza de la
gnosis, progresa hacia
la santa remuneración después del éxodo [de esta vida] (cf. Hb
11,5).
83.5. Porque ha escuchado el salmo que dice:
"Rodeen a Sión, cérquenla, informen (o: describan) sobre sus
torres" (Sal 47 [48],13). Se da a entender, creo yo, que los que
han recibido con profundidad al Verbo serán altos como torres y
permanecerán firmes en la fe y la
gnosis.
Capítulo XIV: Sobre las
virtudes del gnóstico (conclusión)
El gnóstico no es rencoroso y
ora por sus enemigos conforme al mandamiento del Señor
84.1 Y estas cosas sobre el
gnóstico también se
habrían de decir en germen a los griegos de una manera muy
breve. Pero hay que saber que si el fiel vive correctamente una
o incluso dos de estas cosas, sin embargo no lo hace en todas a
la vez ni ciertamente con la ciencia suma, como el
gnóstico.
84.2.
Y además, respecto a la impasibilidad (apatheía:
ausencia de pasiones), por así decir, en nuestro
gnóstico, con la que se
alcanza la perfección del fiel que avanza mediante el amor
"hacia el varón perfecto, a la medida de la madurez" (Ef 4,13),
se asemeja a Dios (cf. Platón,
Teeteto, 176 B) y deviene verdaderamente "igual a los
ángeles" (Lc 20,36), se podrían aportar muchos otros testimonios
de la Escritura, pero pienso yo que es mejor, por la prolijidad
del discurso, diferir esa pretensión para los que quieran
trabajar y elaborar la doctrina según el ordenamiento (de
textos) seleccionados de las Escrituras.
84.3. Pero tan
sólo recordaré uno de la manera más concisa, como para no dejar
el tema sin examen alguno. Así, dice el divino Apóstol en la
primera "Carta a los Corintios": "Si alguno de ustedes tuviera
un altercado con otro, ¿se atrevería a ser juzgado por uno de
los [jueces] injustos y no por uno de los santos? ¿Acaso no
saben que los santos juzgarán el mundo?" (1 Co 6,1-2), etc.
84.4. Al ser muy amplia la perícopa nosotros usaremos las
expresiones importantes del Apóstol, y parafraseando con
brevedad el discurso, presentaremos el contenido del pensamiento
de lo expresado por el Apóstol donde traza la perfección del
gnóstico.
84.5.
Porque no sólo presenta al
gnóstico en ser agraviado más bien que en agraviar, sino
que también le enseña a no ser rencoroso (cf. 1 Co 6,7), no
dando libertad para que rece contra el que le ha agraviado.
Puesto que sabe que el Señor ha mandado claramente "rezar por
los enemigos" (Mt 5,44; Lc 6,28).
84.6. Ahora bien,
ciertamente afirma que pretender que el agraviado "sea juzgado
por los injustos" (1 Co 6,1) no es otra cosa que aparentar
corresponder y desear devolver por segunda vez mal por mal, lo
cual es igualmente cometer también él mismo un agravio.
84.7. Pero al decir que algunos desean "ser juzgados por los
santos" (1 Co 6,1) muestra a los que en la oración piden que la
ambición (o: codicia, avidez) repercuta en los culpables y que
los segundos (son) mejores que los primeros, aunque todavía no
(sean) impasibles, para que sin ser en absoluto rencorosos,
recen incluso por los enemigos (cf. Mt 5,44; Lc 6,28), según la
enseñanza del Señor.
El
gnóstico aspira a imitar a Dios perdonando siempre
85.1. Así, también es bueno que los que pasan hasta la fe
sean sensatos desde su conversión. Porque si también la verdad
parece tener por enemigos a los celosos, sin embargo ella no es
enemiga declarada de nadie (cf. Dt 32,21; 1 Co 10,22).
85.2. "Porque Dios hace lucir su sol sobre justos e injustos"
(Mt 5,45) y envió al mismo Señor a justos a injustos; así
también el que se esfuerza por parecerse a Dios (cf. Platón,
Teeteto, 176 B), sin
rencor alguno en absoluto "perdona setenta veces siete" (Mt
18,22) -o sea, durante toda la vida, durante toda la evolución
cósmica, significada en el número siete (o: en los períodos
septenarios)-, obra honradamente en todo, aunque incluso alguno
durante todo el tiempo de su vida carnal agravie al
gnóstico.
85.3.
Porque no sólo pretende [el Apóstol] que el virtuoso (o: el
bueno) entregue a otros el juicio de los que lo han agraviado,
sino también que el justo quiera pedir de los jueces el perdón
de los pecados cometidos contra él, y con razón: si los que se
esfuerzan por agraviar, aunque inciten hasta la muerte, asaltan
lo externo y relativo al cuerpo, que no es lo característico del
gnóstico.
85.4.
Pero si alguien juzgara a los ángeles apóstatas (cf. 1 Co 6,3),
¿no se haría él mismo apóstata por aquella ausencia de maldad
según el Evangelio (cf. Mt 5,44; Lc 6,28)?
85.5. Dice [el
Apóstol]: "¿Por qué no soportan mejor el agravio? ¿Por qué más
bien no se dejan expoliar? Al contrario, ustedes agravian y
expolian" (1 Co 6,7-8), suplicando evidentemente contra los que
pecan por ignorancia, y "expoliando" la clemencia (filantropía)
y bondad de Dios en lo que pueden a aquellos contra los que
rezan, y "esto (siendo) hermanos" (1 Co 6,8); y no se habla sólo
de los [hermanos] de fe, sino también de los prosélitos (cf. Dt
28,43).
El gnóstico
debe mostrar que posee grandeza de ánimo
86.1.
Porque nosotros no sabremos nunca, si también el que ahora es
enemigo declarado, mañana ha de creer. Por ello se infiere
claramente que si no todos son hermanos, al menos a nosotros nos
debe parecer que los otros lo son.
86.2. Pero ahora
también el sabio reconoce que todos los hombres (son) obra del
único Dios, y que han sido revestidos de una sola imagen (cf. Gn
1,26) sobre una única sustancia, aunque algunos se encuentren
más obcecados (o: enturbiados, oscurecidos) que otros; también
adora mediante las criaturas la actividad (o: energía)
[creadora] y por ella a su vez la voluntad de Dios.
86.3.
"¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios?" (1
Co 6,9). Ciertamente peca el que devuelve mal por mal con
hechos, con palabras o incluso con el pensamiento del querer,
que, después de la educación de la Ley, el Evangelio determina
con precisión (cf. Ga 3,24; Mt 5,28. 22).
86.4. "Y eso
eran algunos" (1 Co 6,11), evidentemente como son ahora aquellos
a los que no perdonan.
86.5. "Pero han sido lavados" (1
Co 6,11), no sencillamente como los otros, sino que con la
gnosis se han
desprendido de las pasiones animales (psíquicas),
hasta parecerse en la medida de lo posible a la bondad de la
providencia de Dios mediante la paciencia y la ausencia de
maldad (o: rencor), haciendo que resplandezca lo mismo que el
sol, "sobre justos e injustos" (Mt 5,45), la bondad de la
palabra y de las obras.
86.6. Así, por tanto, el
gnóstico debe perseguir
eso mediante la grandeza de ánimo, o por la imitación del que es
mejor. Pero hay una tercera razón (o: causa): "Perdona y serás
perdonado" (Mt 6,14), como si el mandato obligara hacia la
salvación por exceso de bondad.
86.7. "Pero han sido
santificados" (1 Co 6,11); puesto que quien ha alcanzado ese
estado consigue ser santo, ya que no cae de ninguna manera en
pasión alguna. Al contrario, inmediatamente deviene santo como
[si estuviera] ahora sin carne y por encima de esta tierra.
La Iglesia del
Señor es un "coro espiritual y santo"
87.1. Por
eso dice [el Apóstol]: "Han sido justificados en el nombre del
Señor" (1 Co 6,11); por Él han sido hechos, por así decir,
justos como Él, y han sido unidos "al Espíritu Santo" (1 Co
6,11), en la medida de lo posible.
87.2. ¿Acaso no dice:
"Todo me está permitido, pero yo no me dejaré dominar" (1 Co
6,12), al hacer, pensar o decir (nada) contra el Evangelio? Y
"los manjares para el vientre y el vientre para los manjares",
que Dios "destruirá" (1 Co 6,13); es decir, [destruirá] a los
que piensan así y viven como si hubieran nacido para comer, pero
no a los que de verdad comen consecuentemente para vivir y que
se dedican principalmente a la
gnosis.
87.3. Y ¿no dice que ésos son como carne
del cuerpo santo? Pero la Iglesia del Señor (cf. Ef 1,22-23; Col
1,24) (es llamada) alegóricamente cuerpo (cf. 1 Co 6,15; 12,12;
Rm 12,4), el coro espiritual y santo, del que sólo ellos llevan
el nombre; pero los que no viven conforme al Verbo son la carne.
87.4. Pero "este cuerpo", el espiritual, es decir la Iglesia
santa, "no es para la fornicación" (1 Co 6,13), ni en manera
alguna se ha de conciliar jamás con la apostasía del Evangelio
en favor del modo de vida pagano.
El gnóstico debe ser perfecto
como quiere el Padre
88.1. Porque fornica contra
la Iglesia y contra "el propio cuerpo" (1 Co 6,18) quien se
comporta en la Iglesia como un pagano, en las obras, en la
palabra e incluso en el pensamiento mismo.
88.2. "Quien
se une a la meretriz" (1 Co 6,16), a la actividad contraria a la
Alianza, deviene otro cuerpo no santo, "en una sola carne" (Gn
2,24; 1 Co 6,16), en una vida pagana y con otra esperanza.
88.3. "Pero quien se une al Señor es un (solo) espíritu, un
cuerpo espiritual" (1 Co 15,44); (es) otra clase de unión. Este
(es) todo entero [su] hijo, hombre santo, impasible,
gnóstico, perfecto,
formado en la enseñanza del Señor y hecho próximo al Señor con
obra, palabra y con su mismo espíritu, y recibirá aquella morada
(cf. Jn 14,2) que está dispuesta para quien de esa manera se
hace adulto (cf. Ef 4,13).
88.4. Es suficiente el ejemplo
para quienes tienen oídos (cf. Mt 11,15). Puesto que no es
necesario presentar en público el misterio, sino revelar lo
suficiente como recuerdo para quienes participan de la
gnosis; y éstos
comprenden lo dicho por el Señor: "Sean perfectos como el Padre
de ustedes" (Mt 5,48), perdonando totalmente los pecados,
olvidando las ofensas (cf. Mt 6,12. 14) y viviendo en el estado
de impasibilidad.
88.5. Porque como decimos perfecto
médico o perfecto filósofo, así también, pienso yo, [decimos]
perfecto gnóstico. Pero
ninguno de éstos, por grandes que sean, recibe una semejanza con
Dios. Puesto que no decimos impíamente, como los estoicos, que
sea enteramente idéntica la virtud del hombre que la de Dios.
88.6. Pero, ¿no debemos ser perfectos como quiere el Padre?
Porque es imposible e inasequible que uno devenga tan perfecto
como lo es Dios. Pero el Padre quiere que nosotros lleguemos a
ser irreprochablemente perfectos (cf. Mt 5,48) viviendo en la
escucha (u: obediencia; ypakoé)
al Evangelio.
88.7. Si, para completar lo que la frase
dice, sobreentendemos lo que sugiere plenamente la perícopa,
dejando (de comprender) lo que está reservado para los que
pueden entender, conoceremos la voluntad de Dios y nos
comportaremos piadosamente y a la vez con sentimientos
magnánimos, conforme a la dignidad del mandamiento.
Capítulo XV: Sobre las herejías
que dividen a los cristianos
Los disensos de las sectas
89.1. Pero después que consecuentemente nos hayamos
defendido de las acusaciones hechas contra nosotros por los
griegos y los judíos, y también las emprendidas por las sectas
sobre la doctrina verdadera con algunas dificultades como las
mencionadas antes, será bueno en primer lugar despejar el
terreno de [esos] obstáculos preparándonos para resolver las
dificultades, para continuar luego el (siguiente)
Stromata.
89.2.
Ciertamente, lo primero que nos dicen precisamente es que no se
debe creer por el disenso de las sectas. Porque, ¿en cuál
estaría la verdad, cuando unas dogmatizan una cosa y otras otra?
89.3. Nosotros les decimos que junto a ustedes, los judíos,
y junto a los más ilustres filósofos griegos han surgido
innumerables sectas, y no dicen sin duda que haya que temer el
filosofar o (profesar) el judaísmo por ese recíproco disenso
mutuo de sus sectas.
89.4. Pero además ya se ha dicho
proféticamente por el Señor que las herejías se esparcirían
(lit.: sembrarían) entre la verdad "como la cizaña" (Mt 13,25)
en el trigo, y es imposible que lo predicho no suceda. Y la
causa de esto (es) que la censura sigue a toda cosa buena.
No se deben transgredir
las normas eclesiásticas
90.1. Ahora bien, si
alguien también infringiera los pactos y eludiera la declaración
que nos ha hecho (cf. 1 Tm 6,12), ¿acaso (por culpa) del que
falsea la declaración (o: confesión) vamos a apartarnos de la
verdad también nosotros?
90.2. Al contrario, lo mismo que
es necesario al [hombre] razonable no mentir ni anular nada de
lo que ha prometido, aunque algunos otros violen los pactos, así
también conviene que nosotros no transgredamos las normas de la
Iglesia (o: cánones eclesiásticos) de ningún modo. Ciertamente
también nosotros custodiamos (u: observamos) sobre todo la
declaración (o: confesión) sobre las cosas más importantes, pero
aquellos la transgreden. Por tanto, hay que creer a los que se
aferran firmemente de la verdad.
90.3. Pero también es
posible responderles en esta apología con mayor amplitud
diciendo que incluso los médicos, aunque posean opiniones
enfrentadas según sus escuelas particulares, curan con la misma
práctica [médica].
90.4. ¿Acaso uno que tenga enfermo el
cuerpo y necesitado de curación no admitirá un médico por causa
de las escuelas (existentes) en medicina? Ciertamente, nadie que
tenga enferma el alma y esté repleto de ídolos (aduzca) el
pretexto de las sectas si quiere curarse y convertirse a Dios.
90.5. Ciertamente, "las sectas existen a causa de los que
son de virtud probada" (1 Co 11,19), dice [el Apóstol]; llama
"de virtud probada" a los que han llegado a la fe, a los que se
acercan a la enseñanza del Señor por una privilegiada elección,
como banqueros aprobados que distinguen la moneda genuina del
Señor de la falsificada, o bien a aquellos que ya han sido "de
virtud probada" en la fe misma, por su vida y su
gnosis.
Hay que buscar la auténtica
verdad
91.1. Por esto necesitamos de una mayor
solicitud y preocupación (o: previsión, prudencia) en el examen
de cómo se debe vivir correctamente y cuál es realmente el culto
divino (theosébeia).
91.2. Porque la verdad (es algo) difícil y arduo de
alcanzar, por ello han surgido las [distintas] investigaciones y
las sectas, orgullosas y ambiciosas (o: ávidas de honores), de
quienes no aprendieron ni transmitieron con verdad, sino que se
apoderaron de la opinión de la
gnosis.
91.3. Por eso hay que investigar con
solicitud la verdad auténtica, la que sólo se ocupa del Dios
verdadero. Y a la fatiga seguirá el agradable (lit.: dulce)
hallazgo y el recuerdo. Hay que disponerse igualmente al
esfuerzo de la investigación por causa de las herejías, pero no
se debe desistir en absoluto.
91.4. Porque cuando se
presentan dos frutos, uno auténtico y maduro, y otro hecho de
cera, muy parecido, no hay que rechazar a ambos por la
semejanza, sino que hay que distinguir con contemplación
comprensiva y con el razonamiento más decidido el [fruto]
verdadero del que parece (igual).
91.5. Y lo mismo que si
solo hay un camino real y otros muchos conducen ciertamente al
precipicio, a un río impetuoso o al mar profundo, uno no temerá
el ponerse en camino por causa del desacuerdo, pero deberá
hacerlo por el seguro, real y frecuentado; del mismo modo uno no
debe retirarse porque algunos digan sobre la verdad unas cosas y
otros otras, sino que con mayor cuidado perseguirá la
gnosis más exacta sobre
esa misma verdad.
91.6. Por otra parte, aunque también
las hierbas nazcan junto a las hortalizas en el huerto, no por
eso los agricultores se abstienen del cuidado del huerto.
91.7. Puesto que por naturaleza tenemos diversos motivos
para investigar lo que se [nos] dice, también debemos encontrar
la ilación de la verdad.
91.8. Por eso también con razón
se nos condena si no asentimos a lo que debemos obedecer, si no
distinguimos (o: separamos) lo contradictorio, lo inconveniente,
lo antinatural y lo falso de lo verdadero, consecuente,
conveniente y conforme a la naturaleza; hay que usar esos
incentivos para el conocimiento de la auténtica verdad.
Es necesario aprender
por medio de las Escrituras
92.1. Ciertamente es
vana la excusa misma para los griegos; porque es posible para
quienes lo quieran encontrar también la verdad, pero para
quienes proponen causas ilógicas (es) un juicio inexcusable (cf.
Rm 2,1).
92.2. ¿Por qué anulan, por un lado, y admiten,
por otro, que existe la demostración? Pienso que todos la
reconocerán, a excepción de los que anulan la facultad de
comprender.
92.3. Pero si (existe) la demostración, es
necesario admitir la investigación y aprender convincentemente (apodícticamente)
por medio de las Escrituras mismas, cómo ciertamente se
extraviaron las herejías, y cómo en la verdad única y en la
antigua Iglesia se encuentra la más rigurosa
gnosis y en realidad la
mejor escuela.
92.4. Y respecto de los que se desvían de
la verdad, algunos tratan de engañarse sólo a sí mismos, pero
otros también a los demás (o: prójimos).
92.5. Los
primeros, llamándose sabios en apariencia, piensan que han
encontrado la verdad, no teniendo demostración alguna verdadera;
éstos se engañan a sí mismos teniendo por seguro que (ya pueden)
descansar. Una mayoría de ellos no pequeña evita la
investigación por causa de las confrontaciones, y rechaza
también las enseñanzas por causa de la condena.
92.6.
Pero los otros, los que engañan a quienes se les acercan, (son)
muy astutos, y comprenden que no saben nada, a la vez que
obscurecen la verdad con argumentaciones creíbles. Pero otras
son, me parece a mí, las argumentaciones creíbles y otra la
naturaleza de las verdaderas.
92.7. En tanto que también
sabemos que es necesario decir la terminología (lit.: nombre,
denominación) de las herejías por la diferencia [respecto] de la
verdad. Los sofistas, transmitiendo una porción de esa
diferencia para desgracia de los hombres, enterrándolas en las
artes humanas que se han inventado, se jactan de estar al frente
de una escuela más que de una reunión de fieles (ekklesía).
Capítulo XVI: Sobre las
herejías
Dios, verdadero Padre y Maestro de la verdad
93.1.
Ahora bien, quienes están decididos a fatigarse por lo mejor no
desistirán de buscar la verdad hasta que (encuentren) la
demostración en las Escrituras mismas.
93.2. En efecto,
hay algunos criterios (humanos) que son comunes en los hombres,
como los órganos de los sentidos, pero otros (son) propios de
quienes han querido (o: preferido) y practicado la verdad, son
las técnicas intelectuales y racionales de los razonamientos
verdaderos y falsos.
93.3. Pero lo más importante (es)
también rechazar la [falsa] opinión, deteniéndose en medio de la
ciencia exacta y de la temeraria (o: arrebatada) presunción de
conocimiento (doxosophía),
y saber (o: conocer) que quien espera el descanso eterno conoce
también que la entrada en él es laboriosa y "estrecha" (Mt
7,14).
93.4. Pero quien ha sido evangelizado una sola vez
(cf. Hb 6,4; 4,6) y "ha visto la salvación" (Is 52,10; Lc 2,30;
3,6), dice [la Escritura], si lo supiera en esa hora, "no se
vuelva hacia atrás como la mujer de Lot" (Gn 19,26; cf. Lc
17,31-32), ni hacia la vida precedente aferrada a las cosas
sensibles, ni tampoco vuelva a las herejías; porque rivalizan
ciertamente de alguna manera, puesto que no reconocen al
verdadero Dios.
93.5. "Porque el que ama al padre o a la
madre más que a mí" (Mt 10,37), el verdadero Padre y maestro de
la verdad, que regenera, recrea y nutre al alma elegida, "no es
digno de mí" (Mt 10,37); dice digno de ser hijo de Dios (cf. Mt
5,9; Lc 20,36; Rm 8,14; Ga 3,26) y discípulo, amigo (cf. St
2,23) y pariente de Dios a la vez.
93.6. "Porque nadie
que mira hacia atrás y pone su mano en el arado está bien
dispuesto para el reino de Dios" (Lc 9,62).
93.7. Ahora
bien, por lo que parece, todavía muchos opinan (o: piensan) que
María es parturienta (= no es virgen) por el nacimiento del
Niño, cuan do [en realidad] no es parturienta -porque también
algunos dicen que, después de haber dado a luz, la partera la
encontró virgen- (cf.
Protoevangelio de Santiago, 19,3--20,2).
Las herejías interpretan
erróneamente las Escrituras, o las desprecian
94.1. Así son para nosotros las Escrituras del Señor: engendran
la verdad y permanecen vírgenes (porque) los misterios de la
verdad permanecen ocultos.
94.2. "Ha dado a luz y no ha
dado a luz" (Is 7,14; Jb 21,10; cita no literal; cf. Hechos de
Pedro, 24), dice la Escritura, como que concibió de sí misma y
no ayudada por la unión de una pareja (lit.: acoplamiento).
94.3. Por eso las Escrituras han favorecido la concepción
para los gnósticos,
pero las herejías, al no conocerlas, las desdeñan como
infecundas.
94.4. Pero teniendo todos los hombres el
mismo discernimiento, unos ciertamente elaboran (lit.: hacen)
(los argumentos) de fe siguiendo (o: eligiendo) los dictados de
la razón, en cambio los que se unen a los placeres fuerzan la
Escritura conforme a sus concupiscencias.
94.5. Pero,
pienso yo, que el amante de la verdad necesita un vigor
espiritual (lit.: psíquico).
Porque (es) un gran sufrimiento que fracasen los que emprenden
grandes proyectos, no poseyendo el canon de la verdad
recibiéndolo de la verdad misma.
94.6. Y esos tales,
desviados del camino recto, también fracasan de igual manera en
la mayoría de las cosas particulares, por causa de no tener
ejercitado adecuadamente el criterio de lo verdadero y de lo
falso respecto a lo que se debe elegir (cf. Hb 5,14). Porque, si
lo tuvieran, obedecerían a las divinas Escrituras.
Somos "educados por la voz del
Señor para el conocimiento profundo de la verdad"
95.1. Así, del mismo modo que si un hombre deviniera una fiera,
a la manera de los hechizados por Circe, así también dejaría de
ser hombre de Dios y fiel al Señor quien injuria a la tradición
eclesiástica y salta a opiniones de herejías humanas.
95.2. Pero quien se retrae de esa artimaña, obedeciendo las
Escrituras y entregando su vida a la verdad, termina de alguna
manera por [transformarse] de hombre en Dios.
95.3.
Porque tenemos (como) principio de la doctrina al Señor que, por
medio de los profetas, el Evangelio y los bienaventurados
apóstoles, "en diversas ocasiones y de muchas maneras" (Hb 1,1)
hace de guía desde el principio hasta el fin de la
gnosis.
95.4.
Pero si alguno respondiera que ese principio necesita de otro
[principio], entonces de ningún modo se conservaría como
principio. Así, por tanto, quien es fiel por sí mismo también es
digno de fe en la Escritura del Señor y en su palabra, puesto
que actúa por medio del Señor para el bien de los hombres.
95.5. Naturalmente nosotros usamos (la Escritura) en la
búsqueda de criterio para las acciones; pero todo lo que está
sometido a juicio no es creíble antes de ser juzgado, puesto que
no constituye principio lo que debe ser juzgado (o: sometido a
juicio).
95.6. Por tanto, es razonable que los que han
recibido por fe el principio indemostrable, y, por abundancia,
también reciben del mismo principio las demostraciones sobre el
[mencionado] principio, seamos educados por la voz del Señor
para el conocimiento profundo de la verdad.
95.7. Porque
no confiaríamos sin más en los enunciados (o: explicaciones)
humanos, con los que también se puede exponer lo contrario.
95.8. Pero si no basta simplemente con expresar sólo una
opinión, sino que es necesario garantizar lo que se dice,
nosotros no aguardamos el testimonio de los hombres, sino que
garantizamos nuestra investigación con la palabra del Señor, la
cual ofrece una prueba mayor que toda demostración, y mejor aún,
es la única demostración que realmente existe.
95.9.
Según esta ciencia son fieles quienes sólo prueban por las
Escrituras, pero son también
gnósticos los que siguen adelante para encontrar un
conocimiento más perfecto de la verdad, puesto que también en la
vida tienen una cierta superioridad los especialistas respecto a
los profanos, y en comparación a las ideas comunes modelan
mejor.
Las herejías
violentan las Sagradas Escrituras
96.1. Del mismo
modo también nosotros, demostrando perfectamente lo concerniente
a las Escrituras a partir de ellas mismas, estamos persuadidos
por la fe de manera convincente.
96.2. Y si los que
siguen las herejías tienen la audacia de servirse de los
escritos proféticos, en primer lugar no se sirven de todos, y no
[lo hacen] de forma íntegra (lit.: perfecta), ni tampoco dan a
entender el conjunto (lit.: cuerpo) ni el contexto (lit.: la
trama, el tejido) de la profecía, sino que entresacando las
frases ambiguas las traducen según sus propias opiniones,
recogiendo de un sitio y otro unas pocas palabras, sin examinar
su significado, sino que se contentan con la misma simple
expresión.
96.3. Porque en casi todos los textos que
aducen se puede encontrar cómo se acercan sólo a los nombres,
substituyendo los significados, porque desconocen lo que
expresan, ni utilizan aquellas selecciones [de textos] que
presentan como la naturaleza de los mismos reclama.
96.4.
Pero la verdad no se encuentra en cambiar los significados
-porque de esta manera se saltan (o: enmiendan) toda verdadera
enseñanza-, sino en considerar lo que es perfectamente propio y
conveniente al Señor y Dios todopoderoso, y en confirmar cada
una de las pruebas de las Escrituras mediante otros pasajes
paralelos de las mismas Escrituras.
96.5. Así, por tanto,
ellos no quieren volverse hacia la verdad, permaneciendo
anclados en la arrogancia de su amor propio, ni desean abandonar
de ninguna manera sus propias opiniones, violentando a las
Escrituras. Y se apresuraron a divulgar falsos dogmas entre los
hombres, enfrentándose manifiestamente a casi todas las
Escrituras y refutados siempre por nuestras argumentaciones; lo
único que ahora les queda (es) ciertamente no admitir a los
profetas o atacarnos a nosotros como personas de otra
naturaleza, incapaces de entender sus propias ideas; pero
también algunas veces, refutados profundamente, se retractan de
sus propios dogmas, avergonzados de confesar (públicamente) lo
que se glorían de enseñar asimismo en privado.
Los misterios de la gnosis
eclesiástica
97.1. Porque así se puede ver cómo
son todas las herejías, teniendo en cuenta la maldad de sus
mismos dogmas. Puesto que, una vez que les refutemos,
demostrando claramente su oposición a las Escrituras, se podrá
observar la doble actitud de los dirigentes de su doctrina.
97.2. Porque, o desaprueban la con secuencia de los
[propios] dogmas, o la profecía misma, o mejor, sus mismas
expectativas; pero de vez en cuando asumen la opinión que les
parece más propicia, en vez de lo manifestado por el Señor
mediante los profetas y lo que ha recibido a la vez el
testimonio y la confirmación por el Evangelio y después también
por los apóstoles.
97.3. Viendo el peligro que les
amenaza, no sobre un solo dogma, sino sobre la continuidad (o:
conservación) misma de sus herejías, no se esfuerzan por
encontrar la verdad -porque al encontrarse con lo que hay en
medio y a nuestro alcance, lo desprecian como vulgar-, sino en
franquear rápidamente lo común de la fe (= los misterios de la
gnosis y de la
Iglesia), saliéndose de la verdad.
97.4. Porque no han
aprendido los misterios de la
gnosis eclesiástica, ni han recibido la grandeza de la
verdad, omitiendo por pereza hasta la profundización de las
obras (o: acciones) y, puesto que conocen de manera superficial,
abandonan las Escrituras.
El modo de curar la presunción
98.1. Así, engreídos por una aparente sabiduría pasan
la vida discutiendo, como dando muestras de que prefieren más
aparentar que filosofar.
98.2. Precisamente basándose en
principios de la realidad no necesarios, dejándose seducir
(lit.: mover) por opiniones humanas y procurándose además
necesariamente un fin coherente (que acompaña:
akóloythos) con ellos
mismos, luchan frente a las argumentaciones de quienes practican
la verdadera filosofía y soportan cualquier cosa y mueven
cualquier asidero, (como) se dice, aunque sea a costa de cometer
la impiedad de no prestar fe a las Escrituras, antes que cambiar
de parecer, por el orgullo de la secta y la muy celebrada
precedencia de los asientos (cf. Lc 14,8) en las reuniones de
fieles (ekklesías),
prefiriendo el primer puesto (cf. Mt 23,6; Mc 12,39; Lc 20,46)
en aquel ágape que
lleva el falso nombre de amor.
98.3. Pero el profundo
conocimiento que nosotros (poseemos) de la verdad procura que la
fe pase de los que ya creen a los que todavía no creen, y (esa)
fe, por así decirlo, se establece como la esencia de la
demostración.
98.4. No obstante, como parece, toda
herejía no tiene, por principio, oídos para oír lo provechoso,
sino sólo para lo que provoca placer; porque alguno de ellos se
hubiera curado si solamente hubiera querido obedecer a la
verdad.
98.5. Pero hay una triple manera de curar la
presunción, como también toda enfermedad: conocimiento de la
causa, de la manera de eliminarla y, en tercer lugar, el
ejercicio del alma para adquirir también el hábito de poder
acompañar a los que juzgan rectamente.
Las herejías "están vacías del
designio de Dios"
99.1. Como el ojo desordenado
(cf. Mt 6,23), así también el alma manchada por las opiniones
antinaturales no es capaz de discernir con perfección la luz de
la verdad, ni siquiera incluso ver lo que tiene delante (lit.:
en los pies). Se dice que también en el agua turbia se pescan
(lit.: se toman o agarran) las anguilas, porque (están) como
ciegas.
99.2. Y como los niños malos apartan al pedagogo,
así aquellos rechazan de su propia reunión a las profecías,
porque miran con malos ojos la argumentación y la advertencia.
99.3. Sin duda, entretejen (o: recomponen) innumerables
mentiras e invenciones (o: fingimientos) para aparentar
lógicamente que no aceptan las Escrituras.
99.4. Por eso
no (son) piadosos, porque están indispuestos contra los divinos
mandamientos, es decir, contra el Espíritu Santo.
99.5. Y
al igual que se llaman almendras vacías no sólo a las que no
contienen nada dentro, sino también a las que tienen algo
inútil, así también decimos que los herejes están vacíos de los
designios de Dios y de las tradiciones de Cristo, comenzando
doctrinas verdaderamente amargas, igual que la almendra
silvestre, no reteniendo lo que por la evidencia de la verdad no
pudieron abandonar y esconder.
Los tres estados del alma
100.1. Como en la guerra el soldado no abandona el
puesto asignado por el estratega, así tampoco nosotros podemos
abandonar el puesto que nos ha asignado el Verbo, al que hemos
tomado (como) guía de la
gnosis y de la vida.
100.2. Pero la mayoría [de
los hombres] no ha investigado con cuidado esto: si se debe
seguir a alguien, y por ello a quién y cómo.
100.3.
Porque tal cual sea la razón así también conviene que sea la
vida para el creyente, de manera que pueda "seguir a Dios"
(Diogeniano, Paroemiae,
III,31), que "desde el principio todo lo lleva a término con
rectitud" (Platón, Leyes,
IV,716 A).
100.4. Pero después que alguien transgrede la
razón, también por ello [ofende] a Dios; si por debilidad
chocara súbitamente contra una imaginación, debe recurrir a las
fantasías de la razón; pero si ha sido vencido por una costumbre
ya arraigada en él, deviniendo, como dice la Escritura, "vulgar"
(Ex 1,7), debe cesar completamente la costumbre y debe ejercitar
el alma para contradecir a esa (costumbre).
100.5. Y si
también pareciera que algunos son arrastrados por opiniones
contradictorias, habrá que suprimirlas poco a poco y
encaminarlas (o: enviarlas) con "los pacificadores" (Mt 5,9) de
opiniones, que hechizan a los tímidos inexpertos con las divinas
Escrituras, esclareciendo la verdad en conformidad con los [dos]
Testamentos (= Sagradas Escrituras).
100.6. Pero, como
parece, nos inclinamos más a la fama, aunque sea contradictorio,
que a la verdad; porque es austera y modesta.
100.7.
Ahora bien, tres son los estados del alma: el de la ignorancia,
el de la opinión y el de la ciencia (cf. Platón,
República, V,447 A-478
D); los que (están) en la ignorancia (son) los paganos, en la
ciencia (está) la verdadera Iglesia, y en la opinión
[permanecen] los herejes.
Capítulo XVI: Sobre las
herejías (conclusión)
El gnóstico obedece al Señor y
a las Sagradas Escrituras
101.1. Así, por tanto,
se ve claramente que los que tienen ciencia no afirman
fuertemente [argumentos] sobre lo que saben y que los que
presumen sobre lo que se imaginan saber, cuando se trata de
afirmar categóricamente [algo] sin demostración.
101.2.
Por eso se desprecian y se burlan unos de otros, y sucede que el
mismo pensamiento que para unos es ciertamente lo más estimado,
para otros es condenado como locura.
101.3. Sin embargo,
nosotros hemos aprendido que una cosa es el placer, que debe ser
atribuido a los gentiles, pero otra cosa la disputa, que debe
adjudicarse preferentemente a las herejías, otra la alegría, que
se debe aplicar a la Iglesia, y otra también el gozo, que debe
restituirse al verdadero
gnóstico.
101.4. Y como si uno se aproximara a
Iscómaco, le haría agricultor; si a Lampis, un navegante; si a
Caridemo, un estratega militar; si a Simón, un jinete; si a
Pérdix, un comerciante; si a Cróbilo, un cocinero; si a
Arquelao, un bailarín; si a Homero, un poeta; si a Pirrón, un
aficionado a las disputas; si a Demóstenes, un orador; si a
Crisipo, un dialéctico; si a Aristóteles, un físico; y si a
Platón, un filósofo; así también, el que obedece al Señor y se
adhiere (o: se conforma, u obedece) a la profecía (= Sagrada
Escritura) comunicada por Él, finalmente acaba siendo, a imagen
del Maestro, un dios que peregrina corporalmente (= hijo de Dios
o bienaventurado; cf. Empédocles,
Fragmentos, 31B112,4).
101.5. Así, de esta altura caen quienes no siguen a Dios por
donde Él guía; pero guía según las "Escrituras divinamente
inspiradas" (2 Tm 3,16).
101.6. Ciertamente, siendo
innumerables la cantidad de cosas que hacen los hombres, puede
afirmarse que dos son el principio de todo pecado: la ignorancia
y la debilidad -pero ambas dependen de nosotros, cuando no
queremos aprender o dominar la concupiscencia-. Y ciertamente,
por (culpa) de una no se juzga con rectitud; por la otra no se
poseen los juicios para proceder consecuentemente con rectitud.
101.7. Porque quien tiene engañada la facultad de conocer no
podrá actuar (bien), aunque pueda realizar perfectamente lo que
haya ideado, y aunque tenga fuerza para juzgar lo que conviene,
no se mostrará a sí mismo irreprochable, permaneciendo débil en
las obras.
La finalidad
del gnóstico en esta tierra es doble
102.1.
Consecuentemente, se conceden dos géneros de educación en
relación a cada uno de esos pecados; para una, la
gnosis y la
demostración visible del testimonio de las Escrituras; para la
otra, la ascesis conforme a la razón educada desde la fe y el
temor. Y ambas [formas de educación] progresan simultáneamente
(o: crecen juntas) hasta el amor perfecto.
102.2. Porque
el fin del gnóstico es
doble en esta tierra, creo yo; por una parte la contemplación
científica, y por otra la práctica. ¡Ojalá, por tanto, los
herejes, aprendiendo también de estas notas recordatorias
(memorias; ypómnema),
sean sabios y se conviertan a Dios todopoderoso!
102.3.
Pero, si como "las serpientes sordas que no escuchan el encanto"
(Sal 57 [58],5-6; cf.
Protréptico, 6,3) de lo que se ha dicho ciertamente de
nuevo, pero muy antiguo, deben ciertamente ser educados por
Dios, soportando las admoniciones paternas antes del juicio, y
avergonzarse hasta el arrepentimiento; pero que no se expongan
al juicio general precipitándose a sí mismos por culpa de una
insolente desobediencia.
102.4. Porque existen también
algunas correcciones parciales, que se llaman castigos, en las
que incurren muchos de los nuestros que, dando un mal paso, se
deslizan fuera del pueblo del Señor.
102.5. Pero como los
niños son castigados por el maestro o por el padre, así también
nosotros (lo somos) por la Providencia. Pero Dios no se venga
-porque la venganza es la retribución del mal-; sin duda,
castiga en aras del bien común y particular para los castigados.
102.6. He ofrecido estas cosas queriendo disuadir a los que
aman aprender de la inclinación a las herejías. Y me he servido
de estas palabras deseando vivamente que ellos cesen en su
ignorancia superficial, en su necedad, en el desánimo, o como se
quiera llamar, pero también intentando disuadir y conducir a la
verdad a los que no (son) absolutamente incurables.
Las Sagradas Escrituras han
sido divinamente inspiradas
103.1. Porque hay
personas que por principio no aceptan escuchar a quienes
exhortan hacia la verdad. Y empiezan a decir tonterías, lanzando
palabras blasfemas contra la verdad, concediéndose a sí mismos
saber las cosas más trascendentes, sin aprender, sin investigar,
sin esforzarse, sin descubrir la coherencia. Uno debería
compadecerse de ellos más que odiarlos por esa misma distorsión.
103.2. Pero quien pueda curarse, debe ser capaz de soportar,
como fuego o hierro, la franqueza de la verdad que corta y
cauteriza las falsas opiniones de aquellos, teniendo atentos los
oídos del alma.
103.3. Ahora bien, esto será posible si,
hostigados (o: presionados) por la pereza no rechazan la verdad,
o la ambición de la gloria no les obliga a innovar.
103.4. Porque ciertamente (son) indolentes los que, procurándose
de las divinas Escrituras las demostraciones apropiadas a las
Escrituras mismas, eligen la argumentación improvisada y
favorable a sus placeres.
103.5. Y desean la gloria los
que por medio de argumentos ajenos falsifican deliberadamente lo
conectado con las palabras divinamente inspiradas, transmitido
por los bienaventurados apóstoles y maestros, a la vez que ellos
se oponen a la tradición divina con enseñanzas humanas para
consolidar su herejía.
103.6. Porque en verdad, entre tan
importantes varones, lo digo según la
gnosis de la Iglesia,
por ejemplo, ¿qué es lo que han aportado (o: dejado atrás)
Marción, Pródico y otros semejantes que no marcharon por el
camino recto?
103.7. Porque no fueron superiores en
sabiduría a los varones que les precedieron (= los apóstoles y
sus sucesores), como para descubrir algo por encima de las
verdades que aquellos dijeron; por el contrario, hubiera sido
mejor para ellos, si se hubieran contentado con aprender lo
transmitido previamente [por aquellos].
La enseñanza del Señor es
nuestro alimente y bebida espiritual
104.1.
Entonces, sólo nuestro
gnóstico, envejecido en esas mismas Escrituras (y)
salvando la versión apostólica y eclesiástica de las verdades,
vive en la más completa observancia (u: ortodoxia) respecto del
Evangelio (cf. 2 Tm 2,15); si tratara de encontrar
argumentaciones, es enviado hacia lo alto por el Señor para
descubrirlas en la Ley y los profetas.
104.2. Porque,
pienso yo, que la vida del
gnóstico no es otra cosa que obras y palabras
consecuentes con la tradición del Señor.
104.3. Pero, "la
gnosis no (es) de
todos" (1 Co 8,7). Dice el apóstol: "No quiero que ignoren,
hermanos, que todos estuvieron bajo la nube y participaron del
alimento y bebida espirituales" (1 Co 10,1. 3-4), para demostrar
con claramente que no todos los que escuchan al Verbo pueden
entender la grandeza de la
gnosis con hechos y palabras.
104.4. Por eso
también añade: "Pero no se complació en todos ellos" (1 Co
10,5). ¿Quién? El que dijo: "¿Por qué me llaman Señor y no hacen
la voluntad de mi Padre?" (Mt 7,21; cf. Lc 6,46) Es decir, la
enseñanza del Salvador, que es para nosotros alimento espiritual
y bebida que no conoce la sed (cf. Jn 4,14), "agua de vida" (Jn
4,14; Ap 21,6; 22,17) gnóstica.
104.5. Ciertamente -afirman- la
gnosis se ha dicho que
hincha (cf. 1 Co 8,1). Nosotros les decimos: posiblemente la
gnosis aparente se diga
que hincha, si uno interpreta la expresión (en el sentido) de
enorgullecerse.
104.6. Pero si, como también es más
probable, la voz del Apóstol indica pensar con grandeza y
verdad, ciertamente queda resuelta la dificultad; y confirmamos
lo dicho siguiendo a las Escrituras.
Toda la Ley se recapitula en
el amor al prójimo
105.1. "La sabiduría ensalzó a
sus propios hijos" (Si 4,11), dice Salomón. Porque sin duda el
Señor no introdujo humo en la cabeza de los adolescentes durante
su enseñanza, sino confianza en la verdad y que tengan
pensamientos elevados en la
gnosis transmitida mediante las Escrituras, dispuestos a
despreciar lo que arrastra hacia el pecado; eso significa la
expresión "ensalzó", porque la sabiduría planta una generosidad
en los hijos que aprenden lo que ella enseña.
105.2. Así
dice el Apóstol: "También conoceré no la palabra de los
hinchados, sino el poder" (1 Co 4,19), [por ver] si comprenden
las Escrituras (cf. Lc 24,45) con grandeza de alma (o: elevación
de ideas) -lo cual es verdadero; y nada hay más grande que la
verdad-. Porque ahí reside el poder de los hijos hinchados de la
sabiduría.
105.3. Es como si dijera: yo sabré si tienen
una gran elevación de miras justamente sobre la
gnosis. Puesto que,
según David: "Dios es conocido en la Judea" (Sal 75 [76],2), es
decir, en los israelitas gracias a su profundo conocimiento.
105.4. Porque Judea se interpreta: confesión pública (exomológesis).
Con razón ha dicho el Apóstol: "No fornicarás, no robarás, no
desearás, y cualquier otro mandamiento se recapitulan en esta
norma (o: palabra): "Amarás al prójimo como a ti mismo"" (Rm
13,9).
105.5. Porque no es necesario, como hacen los
seguidores de las herejías, adulterar la verdad ni robar el
canon de la Iglesia, complaciendo a las propias concupiscencias
y ambiciones con engaño de los prójimos, a los que es necesario
amar más que cualquier cosa para enseñarles a que permanezcan en
relación con la verdad misma.
105.6. Por cierto, se ha
dicho con claridad: "Anuncien entre los gentiles sus normas de
conducta" (Sal 9,12), para que los que han oído antes no sean
condenados, sino para que se conviertan. Pero quienes "han
engañado con sus lenguas" (Sal 5,10; cf. 13 [14],3; Rm 3,13), ya
tienen escritos los castigos.
Capítulo XVII: Sobre las
herejías y la Iglesia
Los inventores de las herejías
tienen una llave falsa, que no abre la puerta principal; y son
mistagogos del alma de los impíos
106.1. "Los
alcanzados por los discursos impíos y que promueven a otros, sin
emplear bien al mismo tiempo los discursos divinos, sino con
falsedad" (Platón, Leyes,
X,891 D), ni entran ellos mismos en el reino de los cielos, ni
permiten a los que han engañado alcanzar la verdad (cf. Mt
23,13; Lc 11,52).
106.2. Pero tampoco ellos tienen la
llave de entrada, sino una falsa y, como se suele decir
habitualmente, una llave falsa con la que no abren la puerta
principal (cf. Jn 10,1-9), como nosotros entramos mediante la
tradición del Señor (cf. Mt 16,19); pero abriendo una puerta
falsa, perforando a escondidas el muro de la Iglesia,
franqueando la verdad, se establecen como mistagogos del alma de
los impíos.
106.3. En efecto, puesto que han construido
asambleas humanas posteriores a la Iglesia católica, no se
necesitan muchas palabras.
106.4. Porque la enseñanza del
Señor durante (o: conforme a) su venida, comenzada bajo el
imperio de Augusto y de Tiberio César, se termina hacia la mitad
del periodo de Tiberio, y la [predicación] de sus apóstoles, al
menos hasta el ministerio de Pablo, termina bajo Nerón; pero los
que inventaron las herejías han surgido bajo los tiempos del
emperador Adriano y se alargaron hasta la mitad (de la época) de
Antonino el Viejo, al igual que Basílides, aunque se atribuya
como maestro suyo a Glaucias, el intérprete de Pedro, como se
vanaglorian ellos mismos. Y del mismo modo también dicen que
Valentín ha sido discípulo de Teodas (personaje que nos es
desconocido); y éste había sido conocido de Pablo.
La Iglesia "antigua" es una y
católica
107.1. Porque Marción, existiendo en la
misma época que ésos, fue coetáneo a ellos, aunque era de más
edad. Tras él Simón escuchó durante algún tiempo la predicación
de Pedro (cf. Hch 8,9-24).
107.2. Siendo así las cosas,
es evidente que las más antiguas herejías han provenido de la
más anciana y verdadera Iglesia, y además las que han venido
después en el tiempo han innovado falsificaciones.
107.3.
Por cuanto se ha dicho pienso que resulta claro que la verdadera
Iglesia es una, que es la realmente antigua, y en ella están
inscritos los justos conforme a la intención [de Dios].
107.4. Puesto que Dios es uno, y uno es el Señor, también por
eso lo más honorable es alabado en virtud de su unidad, al ser
imitación del único principio. Ciertamente a la naturaleza del
que es Uno se encuentra ligada la Iglesia única, que es obligada
a desgajarse en muchas herejías.
107.5. Así, por esencia,
por concepto, por principio y por preeminencia afirmamos que es
una la Iglesia antigua y universal, constituida "en la unidad de
la fe" (Ef 4,13) única, que existe según los propios
Testamentos, o mejor, conforme al Testamento único, en (dos)
tiempos distintos, que por voluntad del único Dios, por medio
del único Señor, reúne a los que ya están inscritos, a los que
Dios ha predestinado, al haber conocido que serían justos antes
de la creación del mundo (cf. Rm 8,28; Ef 1,4-5).
107.6.
Pero también la preeminencia de la Iglesia, lo mismo que el
principio de su constitución, está de acuerdo con la unidad,
estando por encima de todas las demás cosas y nada hay igual o
semejante a ella.
Las
denominaciones de las diversas herejías
108.1.
Ciertamente esto [lo dejaremos] para más tarde. Pero entre las
herejías hay algunas que son mencionadas por un nombre, como la
de Valentín, la de Marción y la de Basílides, aunque se jacten
de atraerse la gloria de Matías; porque como una ha sido la
enseñanza de todos los apóstoles, lo mismo la tradición.
108.2. Pero otras [toman el nombre] del lugar, como los
peráticos (= los que vienen de ultramar); otras, del pueblo,
como la de los frigios (= Montano y sus discípulos); otras, del
comportamiento, como la de los encratitas; otras, de doctrinas
particulares, como la de los docetas y la de los hematitas;
otras, de hipótesis o de personajes célebres, como la de los
cainitas y los llamados ofitas; otras, por lo que practicaron
con descaro y enfrentadas contra la Ley, como los llamados
entiquitas entre los simonianos.
Capítulo XVIII: Conclusión del
libro séptimo de los "Stromata"
Interpretación alegórica de
los animales puros e impuros
109.1. De modo que,
por tanto, pondremos fin al discurso abriendo "para los
aficionados a contemplar la verdad" (Platón,
República, V,475 D-E)
una pequeña ventana sobre la Ley sacrificial respecto a los
animales puros e impuros, juzgando místicamente como impuros a
los judíos vulgares (cf. Ex 1,7 LXX)
las herejías, en comparación con la divina Iglesia.
109.2. Porque ciertamente la Escritura declara (o: transmite)
que los animales de pezuña partida y rumiantes son víctimas
puras y aceptas para Dios (cf. Lv 11,3-7; Dt 14,6-8), como si
los justos hicieran un viaje hacia el Padre y hacia el Hijo a
través de la fe -puesto que ella es la estabilidad (de los
animales) de pezuña partida-, "meditando día y noche las
palabras de Dios" (Sal 1,2; Rm 3,2; cf. Nm 24,16) y
recapacitando en el receptáculo didáctico del alma; a ese
ejercicio gnóstico
alude de manera alegórica la Ley (al hablar) del animal puro que
rumia.
109.3. Pero los [animales] que no poseen ninguna
de las dos características o sólo una, los define como impuros.
Por ejemplo, los que rumian, pero no tienen pezuña partida, dan
a entender a la mayoría de los judíos, que en verdad tienen en
la boca los oráculos divinos (cf. Rm 3,2), pero no tienen
fundados en la verdad la fe ni el camino que conduce al Padre
mediante el Hijo.
109.4. Y de ahí que este género de
criaturas (sea) resbaladizo, como si, al no poseer pe zuña
partida, tampoco dispusiera del doble apoyo de la fe. "Porque
-dice [la Escritura]- nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel
a quien el Hijo se lo revelare" (Mt 11,27; Lc 10,22).
109.5. Por otra parte, son igualmente impuros aquellos
[animales] que tienen la pezuña partida, pero no rumian.
109.6. Porque éstos señalan a los herejes, que andan en el
nombre del Padre y del Hijo, pero quedan extenuados al trabajar
con delicadeza y al pulir con cuidado la claridad de las
Escrituras, buscando también las obras de la justicia de modo
muy general y no preciso, si es que también las persiguen.
Descubrir las
contradicciones de las herejías no es fácil para los inexpertos
110.1. A estos tales dice el Señor: "¿Por qué me
dicen Señor, Señor y no hacen lo que les digo?" (Lc 6,46). Y son
totalmente impuros los que no son de pezuña partida ni
rumiantes.
110.2. Dice Teognis: "Ustedes, habitantes de
Megara, no son terceros ni cuartos, ni duodécimos, ni están en
palabra o número alguno" (no se trata de Teognis sino de un
oráculo de Apolo a los megarenses:
Anthologia Palatina,
14,73).
110.3. "En cambio, sólo son como polvo que el
viento dispersa por la faz de la tierra" (Sal 1,4) y "como gota
de cántaro" (Is 40,15).
110.4. Tratadas a fondo estas
cosas para nosotros y después de haber esbozado la figura de la
ética como en resumen, y de haber diseminado desordenadamente,
como prometimos, las chispas de las enseñanzas (o: dogmas) de la
verdadera gnosis, como
para que no sea fácil al no iniciado encontrar las sagradas
tradiciones, abordemos lo referente a las promesas (realizadas).
Sobre los "Stromata"
111.1. Pero los "Stromata" en cierto modo se parecen,
no a unos jardines arreglados con esmero, a esos en los que
nacen las plantas en hilera para placer de la vista, sino más
bien a un bosque (o: monte) umbroso y frondoso (o: espeso) en el
que están plantados cipreses y plátanos, hiedra y laurel,
juntamente con manzanos, olivos e higueras; la planta que da
frutos está adrede mezclada juntamente con el árbol estéril, por
causa de los que se atreven a substraer y robar los frutos en
sazón; puesto que así (mi) escritura puede permanecer oculta.
111.2. Pero, a partir de los trasplantes y haciendo crecer
(después) el fruto de cada estación, el agricultor adornará el
jardín y hará el bosque agradable.
111.3. Ciertamente,
los "Stromata" no pretenden ni la elegancia (del estilo) ni la
de la redacción, porque deliberadamente no quieren tener un
estilo griego, y diseminan las verdades (o: dogmas) ocultamente
y no lo hacen según la Verdad, para que los dispuestos lectores,
si los hay, sean laboriosos y busquen. Porque muchos y variados
son los cebos para la variedad de los peces.
111.4. Y
ahora, después de nuestro séptimo "Stromata", haremos el
discurso de lo que falta partiendo de otro principio.
LIBRO VIII
Capítulo I: Sobre la
investigación
Es necesario buscar para
encontrar
1.1. ... Pero tampoco(1) los
filósofos más antiguos eran proclives a la discusión y a la duda
sistemática. Mucho menos nosotros, que realmente persistimos en
la verdadera filosofía (= la sabiduría cristiana), a quienes la
Escritura directamente nos exhorta a indagar y buscar para
encontrar.
(1)
Falta el texto griego de
inicio en el manuscrito «Laurentianus». También hay que tener en
cuenta que el presente texto, aunque viene escrito a
continuación del correspondiente al libro séptimo de los «Stromata»,
no se encuentra precedido en el título del nombre del autor,
como aparece en el resto de los «Stromata» («Fuentes
Patrísticas», n. 17, p. 557, nota 1;
1.2.
Porque ciertamente, los filósofos griegos más modernos, por una
ostentación vacía, inútiles para investigar y al mismo tiempo
(propensos) a la controversia se desvían hacia la charlatanería
infructuosa (o: inútil, perjudicial); pero, por el contrario, la
filosofía bárbara (= sinónimo de hebreo o cristiano), rechazando
toda disputa, ha dicho: "Busquen y encontrarán, llamen y se les
abrirá, pidan y se les dará" (Mt 7,7; cf. Lc 11,9).
1.3.
Así, por tanto, cuando el discurso que busca por preguntas y
respuestas llama a la puerta de la verdad objetiva (lit.: según
lo que se manifiesta) y pasa el obstáculo mediante la búsqueda,
tiene lugar la contemplación científica
No se puede encontrar sin
buscar
2.1. Pienso yo que a los que llaman de esa
manera se les pone de manifiesto lo que buscan, y a los que así
piden informaciones según las Escrituras, Dios les concede
aquello hacia lo que caminan: el don divino del conocimiento
cataléptico (= capaz de comprender) de las cosas mediante una
búsqueda realmente lógica (= en conformidad con el Verbo divino)
y resplandeciente.
2.2. Porque ciertamente no (se puede)
encontrar sin buscar, ni buscar sin tener que investigar; ni
tampoco (se puede) examinar si no se explica y despliega
mediante preguntas para llevar hacia la certeza (o: evidencia),
y tampoco (es posible) que, realizando toda una investigación a
fondo, no acabe por recibir en recompensa la comprensión de lo
que se busca.
2.3. Pero ciertamente, el hallar es propio
de quien busca, pero se busca si previamente uno piensa que no
sabe. Así, por tanto, en adelante llevado por el deseo de
encontrar lo bueno (o: lo bello) busca con sensatez (o:
prudentemente), sin espíritu de disputa; pregunta y responde sin
amar ni buscar la gloria, y también examina lo que se [le] dice.
2.4. Porque al hacer las investigaciones hay que retener no
sólo lo que se afirma en las divinas Escrituras, sino también
las nociones comunes (= las causa primeras, los principios
indemostrables), de manera que el hallazgo termine en algo útil.
2.5. Porque otro lugar y reunión son propios de los hombres
turbados y para las verborreas de las plazas, pero el amante de
la verdad e igualmente amigo pacífico (cf. Mt 5,9) debe estar
(relacionado) también con las investigaciones (o: búsquedas),
(y) mediante la demostración científica avanzar sin egoísmo y
sinceramente hacia la gnosis
comprensiva.
Capítulo II: Sobre la
investigación y la demostración
Principios de la investigación
3.1. Ahora bien, ¿qué otro método hay mejor o más claro para
el principio de una determinada enseñanza (didaskalía)
que proponer un nombre que divulgado en un discurso pueda ser
aceptado claramente por todos los que hablan la misma lengua?
¿Acaso el nombre mismo de la demostración, como ciertamente el "blítyri"
(= voz que expresa el sonido de la lira), es sólo un sonido
carente de significado?
3.2. Y ¿cómo ni el filósofo, ni
el rétor (o: el orador), ni siquiera el juez, proponen la
demostración como un nombre ininteligible, de modo que ninguno
de los contendientes (lit.: los que son juzgados) ignore que su
significado es inexistente? Luego los filósofos, unos de una
manera y otros de otra, proponen una demostración como que
(existe) un fundamento.
3.3. Así, por tanto, si alguien
quisiera discurrir correctamente sobre todo lo que se investiga,
no deberá dirigir más el discurso a otro principio que el
admitido por todos los que son de la misma raza y al significado
aceptado unánimente por los de su misma lengua.
3.4.
Según eso, es necesario comenzar a investigar a partir de ahí si
el tema (lit.: la palabra) ofrece un significado o no; a
continuación, pero si no obstante se demuestra que lo tiene, hay
que investigar su naturaleza con exactitud, cómo es
aproximadamente y si nunca sobrepasa la categoría asignada.
Principios de la
investigación (continuación)
4.1. Pero si no basta
con sólo decir sencillamente la opinión de lo que se busca
-porque también al opositor le estaría permitido alegar lo que
quisiera-, por lo menos será necesario tener confianza en lo que
se dice; (puesto) que si su resolución (o: juicio) remite a otra
cosa igualmente discutida y ésta a su vez a otra igualmente
disputada, se incurrirá en un proceso infinito y será incapaz de
demostrar; pero si la confianza en algo que no es admitido se
remite hacia lo que todos admiten, eso se convierte (lit.: se
hace) en el principio de la enseñanza.
4.2. Por lo tanto,
cuando se toma cualquier nombre para discutir (o: para
proponer), (es) necesario que sea una expresión admitida y clara
para los partidarios de la especulación; así será el principio
de la enseñanza y conducirá al descubrimiento de lo que se
busca.
4.3. En efecto, propóngase como ejemplo el nombre
del sol. Ciertamente los estoicos dicen que es "una antorcha
intelectual encendida de las aguas del mar" (Seudo Plutarco,
Sobre las opiniones de los
filósofos [De placitis philosophorum], II,20,890). ¿Acaso
la definición no es más oscura que su mismo nombre y necesita
otra demostración (para probar) si es verdad? Por lo tanto es
mejor decir con una expresión común y clara que el sol es
denominado "el más brillante de los astros celestiales" (Platón,
Teeteto, 208 D). Porque
pienso yo que esta definición es más creíble y clara e
igualmente admitida por todos.
Capítulo III: Sobre la
investigación y la demostración (continuación)
La demostración más
importante
5.1. Pero también todos los hombres
admitirán igualmente la demostración, si es un discurso que
procura la fe en las cosas dudosas (o: discutidas) a partir de
las admitidas.
5.2. Y no sólo la de mostración, la fe y
la gnosis, sino también
la presciencia (= el conocimiento de los designios divinos:
prógnosis) se dice que
es de dos formas: una es científica y segura, pero la otra sólo
relativa a la esperanza (cf. Platón
República, VII,509
D-511; 533 E-534).
5.3. Ciertamente se llama demostración
más importante a la que engendra la fe científica en las almas
de los que aprenden, y la otra (es) apta para formar a la
opinión; como también respecto al hombre, es realmente hombre el
que posee una prudencia normal (o: una sensatez común), aunque
sea salvaje y bestial. Así también ha dicho el cómico: "Un
hombre es amable, si es (realmente) hombre" (Menandro,
Fragmentos, 484).
5.4. Y (lo mismo) se diga sobre el buey, el caballo y el
perro, según la buena o mala cualidad del animal. Porque mirando
a la perfección del género llegamos a lo más importante de lo
significado.
5.5. Así entendemos como médico al que no
carece de las capacidades de la medicina y
gnóstico a quien no le
falta nada del conocimiento científico.
Deducción y silogismo
6.1. También una deducción (o: prueba:
éndeixis) se diferencia
del silogismo, puesto que lo deducido es indicativo de una sola
cosa, (siendo) una e idéntica, como (del hecho) de que decimos
que una mujer está encinta deducimos que no es virgen; pero en
el silogismo se acepta una sola cosa que implica varias, como
que la Pitonisa traiciona a los bizantinos, si sucedió o no,
pero no se acepta una sola cosa en lo manifestado sino muchas.
6.2. Y ciertamente sacar una conclusión de [premisas]
aceptadas es hacer un silogismo; pero sacar una conclusión de
unas verdades es demostrar, de manera que existe una determinada
síntesis probatoria: la ventaja de tomar premisas verdaderas
para lo que se busca y la de llevar consigo la necesaria
conclusión.
6.3. Pero si no aconteciera lo primero o con
ello no se realizara lo segundo, no se demostrará, sino que se
hará un silogismo.
6.4. Porque ciertamente el aportar una
apropiada conclusión con sus premisas es tan sólo hacer un
silogismo, pero que también cada una de las premisas sea
verdadera no sólo (es) hacer un silogismo, sino también una
deducción.
6.5. Pero concluir es, como también el nombre
mismo lo manifiesta, encaminarse hacia el fin. Y sin duda el fin
es lo que se busca en todo raciocinio y es lo que se llama
conclusión.
6.6. Ningún raciocinio sencillo y elemental
es denominado silogismo, aunque sea verdadero, sino que [el
silogismo] es una muy pequeña síntesis de estos tres elementos:
dos premisas y una conclusión.
5.7. Y por cierto, todas
las cosas necesitan demostración aunque también algunas son
creíbles por sí mismas.
Lo razonable y lo discutible
7.1. Pero, en el primer caso, si deducimos una
demostración de cualquier [otra] demostración llegaremos a un
proceso infinito y de esta manera destruiremos la demostración.
En el segundo caso, si son creíbles por sí mismas, devienen
principios de demostración. Precisamente los filósofos admiten
como indemostrables los principios universales.
7.2. Si
efectivamente hay demostración, es del todo necesario que exista
primero algo creíble por sí mismo, que es lo que se llama
principal e indemostrable. (Y) toda demostración remite en
verdad a la fe indemostrable.
7.3. Pero puede que haya
también otros principios de demostración más allá de la fuente
de credibilidad (lit.: de la fe): lo que se manifiesta con
evidencia ante los sentidos y la inteligencia.
7.4.
Porque ciertamente lo que se encuentra ante los sentidos es
sencillo e indisoluble, y lo que (se presenta) ante la
inteligencia es sencillo y también lógico y lo principal; en
verdad de [todo] ello origina una síntesis, pero no menos
evidente, creíble y lógica que los principios.
7.5. Ahora
bien... (laguna en el original griego), todos poseemos por
naturaleza una capacidad innata propia de la razón que se ocupa
de lo razonable (lit.: consecuente) y de lo discutible.
7.6. Por tanto, si se encuentra algún determinado raciocinio que
desde lo creíble ya puede procurar la fe en lo que todavía no es
creíble, diremos que ese mismo [raciocinio] es la esencia de la
demostración.
7.7. Pero también se ha dicho que existen
dos clases de fe y de demostración: una que sólo convence a las
almas de los que escuchan, y [otra] la que produce ciencia.
7.8. En efecto, si alguien comenzare por las cosas evidentes
a los sentidos y a la inteligencia, y después sacara la
conclusión apropiada, (realizaría) verdaderamente una
demostración; pero si comenzara sólo por las cosas opinables,
ciertamente no principales, es decir no evidentes ni para los
sentidos ni para la inteligencia, si sacara la conclusión
apropiada, ciertamente haría un silogismo, pero no una
demostración científica; ahora bien, si ni siquiera (saca) la
[conclusión] apropiada, entonces no hace en absoluto un
silogismo.
Demostración y análisis
8.1. Y la demostración se
diferencia del análisis. Porque cada cosa que se demuestra se da
a conocer mediante otra que se demuestra, que a su vez es
demostrada por otra, hasta remontarnos (lit.: subir) en las que
son creíbles por sí mismas porque son evidentes para los
sentidos y para la inteligencia, que es lo que se llama
análisis. Pero la demostración tiene lugar cuando desde lo
principal uno alcanza lo que busca a través de todos (los pasos)
intermedios.
8.2. Así, es necesario que el varón que
practica la demostración ponga mucha atención respecto a la
verdad como a las premisas y se despreocupe de los nombres,
aunque alguien quiera llamarlos axiomas, proposiciones o
premisas; y de igual manera debe poner también mucha atención
respecto de las suposiciones de las que se saca una conclusión,
y no preocuparse si alguien quisiera denominarlo raciocinio
concluyente, conclusivo o silogístico.
8.3. Porque digo
que quien hace una demostración debe observar en todo momento
estas dos cosas: tomar premisas verdaderas y aportar la
conclusión consecuente (= derivada con lógica de las premisas
asumidas), que algunos denominan corolario: lo procurado con las
premisas.
8.4. Para todo lo que se busca en cualquier
cuestión (o: problema) son necesarias premisas diferentes, pero
apropiadas a lo que se cuestiona, y lo cuestionado debe
transcribirse necesariamente a un raciocinio, (y) este
raciocinio conviene que sea admitido por todos.
8.5. Pero
si se toman premisas que no son apropiadas a la cuestión (o: al
problema) no es posible un buen resultado... (laguna en el texto
griego), (y) con ello no se encuentra nada de todo lo
desconocido de la cuestión, que es también lo que se llama la
búsqueda de (su) naturaleza.
8.6. Por tanto, en todo lo
que se busca hay algo conocido previamente -lo que se acepta
absolutamente sin demostración como creíble por sí mismo-, que
es lo que debe constituir el estímulo de su búsqueda (o:
investigación) y el criterio de las cosas que parecen
descubrirse.
Capítulo IV: Sobre la
investigación y la demostración (conclusión)
El método de la
investigación
9.1. Así, por tanto, toda búsqueda
se soluciona desde una gnosis
preexistente. Pero es posible que la
gnosis preexistente de
todo lo que se busca a veces sea simplemente de la esencia, pero
que su actividad sea desconocida, de igual manera que
desconocemos la actividad de las piedras, de las plantas y de
los animales, o de los accidentes (o: las características), de
las virtualidades (o: capacidades, aptitudes) o, por decirlo
sencillamente, de las posibilidades de su esencia.
9.2. Y
alguna vez puede conocerse algo de esas capacidades, accidentes
o algo de ellas, como las concupiscencias y pasiones del alma,
pero se desconoce y se busca la esencia.
9.3. No
obstante, en muchas ocasiones, al proponerse nuestra
inteligencia en sí misma todas estas cosas, la búsqueda es sobre
qué principio (fundamenta) tales esencias.
9.4. Porque,
teniendo en el pensamiento las nociones de ambas cosas, de la
esencia y de la actividad, así comenzamos la búsqueda (o:
investigación).
9.5. Y es posible que conozcamos las
actividades y esencias al mismo tiempo, (pero) que desconozcamos
lo que las esencias experimentan.
9.6. Ciertamente, éste
es el método de la búsqueda: puesto que hay que empezar por
conocer los problemas.
9.7. Porque muchas veces engaña la
forma de la expresión y confunde y perturba la mente, de modo
que no es fácil descubrir las diferencias; como, por ejemplo, si
el feto es o no un ser vivo.
9.8. Por tanto, teniendo el
nombre del ser vivo y el de feto, buscamos si el feto es un ser
vivo, si en la esencia del feto se da el poder moverse y si
también tiene la capacidad de sentir.
9.9. De esta manera
la búsqueda es sobre la actividad y experiencia (lit.:
pasividades, accidentes) de la esencia previamente conocida.
Sobre el ser viviente
10.1. A continuación habrá que preguntar al
contradictor a qué denomina ser vivo (o: viviente). Porque hacer
esto es lo más importante, tan pronto como vemos que ese mismo
nombre es utilizado para diversos (usos). También se debe
examinar si lo significado por la denominación es discutido o
admitido por todos.
10.2. Porque si dijere que llama ser
vivo a lo que crece y se alimenta, preguntaremos nuevamente otra
vez si también llama seres vivientes a las plantas, y entonces,
al decir que sí, (es) necesario demostrar ya que el feto crece y
también se alimenta.
10.3. Porque Platón también llama
seres vivientes a las plantas, aunque sólo participen de "la
tercera clase de vida" (Timeo,
77 B), de la concupiscible. Pero Aristóteles piensa que las
plantas participan de una vida vegetativa y nutritiva, pero no
considera apropiado hablar de seres vivos (cf.
De anima, II,2,413 b 7;
II,3414 a 33; III,9,432, a 29). Porque únicamente considera
digno de llamar ser viviente al que participa de la otra vida,
la sensitiva.
10.4. Tampoco los estoicos llaman vida a la
capacidad vegetativa.
10.5. Pero si el contradictor
negare que las plantas son también seres vivientes, le
demostraremos que se contradice a sí mismo. Porque el que define
ser vivo al que se alimenta y crece, pero también niega que una
planta sea un ser viviente, no parece decir otra cosa que lo que
se alimenta y crece es un ser viviente y también que no (es) un
ser viviente.
10.6. Diga, por ende, qué quiere aprender,
si aumenta y se alimenta lo que hay en el vientre, si participa
de cierta sensación o del movimiento impulsivo.
10.7.
Porque ciertamente, según Platón, la planta tiene vida y es un
ser viviente, aunque para Aristóteles de ninguna manera es un
ser vivo, puesto que le falta lo sensitivo, aunque tenga vida;
por lo tanto para él un ser viviente es una sustancia (oysía)
animada sensitiva.
10.8. Pero según los estoicos la
planta ni tiene vida ni es un ser vivo, porque el ser viviente
es el que (tiene) sustancia animada.
Sobre los procedimientos de
investigación
11.1. Así, por tanto, si el ser vivo
es el (que tiene) vida (o: el animado), pero vida de naturaleza
sensitiva, entonces es claro que el ser vivo es sensitivo.
11.2. Ahora bien, si el que busca es preguntado sobre si el
feto es un ser vivo, y dijera que llama ser vivo a lo que se
alimenta y crece, tiene la respuesta. Pero si afirmara que es
eso lo que busca, si es sensitivo y se mueve o también su
movimiento es conforme a un impulso, en seguida aparece
claramente la investigación del problema, sin que permanezca ya
equívoco sobre el nombre.
11.3. Pero si no respondiere a
lo que se pregunta (y) no quisiere decir qué es lo que piensa o
a qué se refiere el nombre de ser vivo al hacer la pregunta,
sino que nos anima a nosotros mismos a hacer distinciones, se
conocería que es un aficionado a la discusión.
11.4. Pero
habiendo dos procedimientos, uno por preguntas y respuestas, y
otro por exposición (continuada), si rechaza el primero, habrá
de escuchar a todo lo que nosotros planteemos referente a la
cuestión. Después, una vez que hayamos terminado, podrá entonces
en su turno tratar sobre cada uno de los puntos.
El modo de formular las
preguntas en la investigación
12.1. Si comenzase a
interrumpir la investigación con preguntas, es claro que no
quiere escuchar.
12.2. Pero si eligiese ciertamente
contestar, hay que preguntarle antes de nada a qué cosa atribuye
el nombre ser viviente, y una vez que haya contestado a esto,
nuevamente hay que preguntar qué entiende por feto o lo que (se
encuentra) en el vientre, si quiere entender que seres vivos
(son) también los no plasmados aún o el esperma mismo que ha
sido depositado en el vientre, o únicamente los bien articulados
y ya plasmados (o: modelados), llamados embriones.
12.3.
Y cuando haya respondido también a esto, entonces es necesario
después concluir inmediatamente y exponerle la enseñanza.
12.4. Pero si quisiera que nosotros hablemos sin que él
mismo responda, que escuche. Puesto que tú no quieres decir en
qué sentido dices lo que has propuesto -porque así yo no habría
establecido un discurso sobre significados, sino que examinaría
las cosas en sí mismas-, reconoce que eso que has hecho es como
si hubieras propuesto si el perro es un ser vivo.
12.5.
Porque con razón si yo preguntara: ¿de qué perro se trata? Y
puesto que hablaré inmediatamente (de los perros) de la tierra,
de los marinos y de los astros celestiales (= se refiere a
diversas realidades que llevan idéntico nombre: mamíferos
domésticos, peces seláceos y constelaciones), pero también de
Diógenes y de los otros. Porque yo no adivinaría acerca de cuál
preguntas, acerca de todos o de alguno.
12.6. Así, lo que
has de hacer más tarde, aprender sobre lo que preguntas, dilo
claramente.
12.7. Pero si cambias de parecer sobre los
nombres, es claro a todos que el feto mismo es [mero] nombre,
porque no es un ser vivo ni una planta, sino un nombre un
sonido, un cuerpo, un ente, un algo, o cualquier (lit.: toda)
cosa mejor que un ser viviente. Y si eso es lo que has
propuesto, [ya] tienes la contestación.
Necesidad de hacer
distinciones en la investigación
13.1. Pero ni
siquiera lo significado por el nombre "feto" es un ser vivo,
sino que eso es incorporal, un enunciado, una expresión, una
cosa, un pensamiento o todo más que un ser vivo.
13.2.
Otra sería la naturaleza del ser vivo. Porque evidentemente se
ha demostrado cuál es la naturaleza de la cosa misma que se
busca, y me refiero al embrión. Otra cuestión es la referente a
los significados del nombre "ser vivo".
13.3. Así, por
tanto, si tú dices que un ser viviente es el que posee la
capacidad de sentir y moverse mediante un impulso, yo digo que
un ser vivo no es simplemente el que se mueve por un impulso y
siente.
13.4. Porque también puede dormir o no sentir
cuando lo que siente no está presente; pero ciertamente la
capacidad de ponerse en movimiento es una señal natural de un
ser vivo.
13.5. Porque así, de esto se da a entender
primeramente si el feto ya tiene capacidad de sentir o moverse
por un impulso, que es lo propuesto para considerar; y, en
segundo lugar, si el feto podrá sentir o moverse por un impulso
alguna vez, (pero) nadie busca el significado de lo que es
evidente.
13.6. Pero lo que se buscaba es si el embrión
es un ser vivo o todavía un vegetal, y después se tomó el
término de ser viviente como una palabra para hacerlo claro.
13.7. Pero al descubrir que también lo que siente y se mueve
por un impulso (es) diferente del ser no vivo, nuevamente lo
distinguimos de las cosas análogas (o: parecidas, paralelas),
diciendo que una cosa es tener capacidad de algo, puesto que
todavía no es sensitiva ni se mueve, pero lo será alguna vez; y
otra, es tener ya esa actividad, la cual está ya actuando o
puede actuarse, pero se encuentra en reposo o durmiendo.
13.8. Y esto es lo que se busca. Porque el embrión no puede
llamarse ser vivo por el hecho de alimentarse, que eso es lo
propio de los que se privan de la esencia de la búsqueda, y de
los que ponen su mente en otras circunstancias (o: accidentes).
La investigación necesita
de la demostración
14.1. Y algo común en la
investigación de cualquier cosa es la demostración, la cual es
un razonamiento que hace creíble una cosa deducida de otras.
14.2. Pero es necesario tratar con confianza lo buscado a
partir de otras cosas y hace falta que sea admitido y reconocido
por el que aprende.
14.3. Pero el principio de todas
estas cosas es la realidad ante los sentidos y la inteligencia.
Así, de todas esas cosas se compone la primera demostración, que
desde aquí llega nuevamente a otra cosa que no es menos creíble
que la anterior; ciertamente no puede ser denominada primera,
porque no se concluye de las primeras proposiciones.
14.4. Siendo tres las clases de las cosas buscada, se ha
expuesto la primera, pero digo que -conocidas las esencias- se
desconoce [todavía] lo referente a sus actividades y
experiencias; la segunda era la variedad de cuestiones (o:
problemas) por la que todos conocemos las actividades y
experiencias (o: pasividades), pero ignoramos la esencia, como
en qué parte del cuerpo reside la facultad hegemónica del alma.
Capítulo V: Contra el
escepticismo
La duda es destructiva
15.1. Y esta misma argumentación de la demostración es
también la de la tercera cuestión. En verdad, algunos dicen que
no es posible que existan varios principios de un único ser
viviente. Ciertamente no es posible que un único ser viviente
pueda tener varios principios homogéneos, pero no (es) absurdo
si son distintos en los orígenes (o: en el origen).
15.2.
"Contra los pirrónicos" (Crisipo,
Fragmentos lógicos,
121). Si se dijere que la duda no es seguridad alguna, (es)
evidente que comenzando desde esa misma [afirmación] en primer
lugar se debe invalidar por ella misma.
15.3. O bien se
concede que contiene (lit.: es) algo verdadero y se ha de
mantener respecto a todo, o bien se establece que nada de lo que
dice es verdadero, y entonces es manifiesto que tampoco ella
misma habrá dicho antes la verdad.
15.4. Porque o bien
ella misma dice la verdad o no dice la verdad. Pero si dice la
verdad, da rehusando (algo) que es verdadero; pero si no dice la
verdad, sigue siendo verdad lo que ha querido dejar eliminando.
15.5. Porque con ello se muestra que la duda destructora es
falsa, manifestando que las cosas destruidas (son) verdaderas,
como el sueño que dice que todos los sueños son falsos.
15.6. Porque siendo destructora de sí misma convierte en
probativo (o: confirmativo) lo demás. Y, en resumen, si es
verdadera, concluirá (lit.: hará) el principio a partir de ella
misma, sin ser duda de ninguna otra cosa, sino en primer lugar
de ella misma.
15.7. Además, si alguien aceptara que es
hombre o que duda, es claro que no duda.
15.8. ¿Y cómo
podría llegar al principio sobre la discusión si duda de todo?
¿Y cómo podría también responder a lo que se pregunta?
15.9. Sobre todo esto es manifiesto: que nada es dudoso, porque
ciertamente también declara que duda; por eso, si también es
necesario estar persuadidos sobre (si) hay que dudar de todo,
primero hay que suspender esa duda (o: hay que detener esa duda
primera); si hay que confiar en ella o no.
Sobre el "dogma" filosófico
16.1. Más aún, si lo verdadero es no conocer lo verdadero,
tampoco hay que dar ese principio como verdadero por la misma
razón. Pero si uno dijera que también es cuestionable el ignorar
la verdad, por ello mismo concedería que lo verdadero puede ser
conocido, con lo cual manifiesta que la duda sobre eso no es
segura.
16.2. Una elección es una preferencia de verdades
(lit.: dogmas) o, según algunos, una inclinación a muchas
verdades que unas con otras encierran una coherencia (akolythían;
consecuencia) recíproca y con los fenómenos que tienden a una
vida correcta. Y el dogma es una comprensión lógica; pero la
comprensión es un estado y un asentimiento de la mente.
16.3. No sólo los escépticos (= filósofos paganos y herejes),
sino también cualquier dogmático suelen dudar en algunas cosas,
bien por debilidad del conocimiento, por falta de vigor de las
cosas o por la igualdad de fuerza de las razones.
Los inicios y comienzos de las investigaciones en todos versan
(o: están) sobre estas cosas.
Capítulo VI: Contra el
escepticismo (continuación)
La definición, la demostración
y la división
17.1. Antes de las definiciones,
demostraciones y divisiones (hay) que decir de qué manera se
indica lo que se busca y ordenar claramente los [términos]
homónimos y los sinónimos según sus significados.
17.2.
Después hay que buscar si lo propuesto está relacionado con
otras cosas o se toma por sí mismo, por encima de esas cosas, si
es, qué es y qué le sucede; o también de esta manera: si es, qué
es y por qué es.
17.3. Y para la contemplación de estas
cosas contribuye el conocimiento de cada cosa individual y en
conjunto, y sus antecedentes, diferencias y divisiones.
17.4. Ahora bien, la inducción conduce a la generalización y la
definición, pero las divisiones son las especies, la esencia (lit.:
lo que era ser) y lo indivisible (átomon; sinónimo de
individuo); en cambio la contemplación de alguna manera
[implica] la elección de sus (características) propias, y las
distinciones (o: dudas, dificultades) (reportan) las diferencias
y las demostraciones, y de forma distinta hacen crecer la
contemplación y las consecuencias para ella. Pero de todo eso
resulta la ciencia y la verdad.
17.5. De nuevo la suma
(o: recapitulación) total de las divisiones genera una
definición; porque (la acción de) definir puede darse antes y
después de la división: antes cuando se admite o propone,
después cuando se demuestra.
17.6. También por la
sensación se resume (o: recapitula) lo universal desde lo
particular. Puesto que la sensación es principio de la
inducción, y el término (es) lo universal.
17.7.
Ciertamente la inducción no demuestra lo que es (= esencia),
sino si es o no es.
17.8. Pero la división establece lo
que es, y la definición con la división enseña igualmente la
esencia y lo que es, pero no si es, y la demostración (indica)
claramente las tres cosas: si es, lo que es y por qué es. Pero
existen algunas definiciones que abarcan la causa.
La acción de definir
18.1. Y dado que saber científicamente es conocer la causa,
y las causas (son) cuatro: la materia, el movimiento, la especie
y el fin, la acción de definir será cuádruple.
18.2. Así,
se ha de tomar en primer lugar el género, en el que está lo más
cercano de las cosas mencionadas anteriormente; después de eso
la diferencia siguiente. Pero cuando la sucesión (o:
continuidad) de las diferencias se corta y se divide se completa
lo que era ser (= se reconoce la esencia).
18.3. No es
necesario decir todas las diferencias de cada cosa, sino las de
las especies.
18.4. El análisis y la síntesis geométricos
son similares a la división y definición dialécticas, y desde la
división nos colocamos por encima de lo más sencillo y original.
18.5. Así, por tanto, dividimos el género de la cosa buscada
en las especies que existen en él; como, respecto del hombre
dividimos el género ser vivo en las especies visibles, lo mortal
e inmortal, y de esta manera, dividiendo siempre los compuestos
que parezcan ser género en especies más sencillas (llegamos) a
lo que no puede ser investigado ni tampoco admite ser dividido.
18.6. Porque dividiendo el ser vivo en mortal e inmortal,
después el mortal en terrestre y acuático, y de nuevo el
terrestre en volátil y pedestre, y lo mismo la especie más
cercana a lo que se busca, y que encierra lo que se busca,
dividiendo (y) separando llegamos a la especie más simple, que
no contiene otra cosa sino sólo lo que se busca.
18.7.
Porque de nuevo dividimos lo pedestre en racional e irracional.
Y entonces, eligiendo las especies más cercanas al hombre (o:
ser humano) que se adquieren por la división y reuniéndolas en
una sola fórmula, damos la definición del hombre que es: un ser
vivo mortal, terrestre, pedestre y racional.
La definición y la división
19.1. Por lo cual la división se presenta como disposición
material para la definición, investigando la simplicidad del
nombre, y (como) un artista y artesano, la definición, reuniendo
y organizando, también presenta la
gnosis del ser.
19.2. Las definiciones no son de las cosas mismas ni de sus
apariencias, sino que tenemos nociones generales de los seres de
las cosas que son, de cuyas nociones decimos que son las
definiciones hermenéuticas que se formulan; porque las
divisiones se originan de esas nociones.
19.3. Y de las
divisiones, una separa en especie lo dividido como un género,
otra separa en partes como un todo, y otra en accidentes.
19.4. Efectivamente, la división del todo en partes se
concibe como lo más grande según la magnitud, pero la [división]
en accidentes nunca se puede dividir en su totalidad, puesto que
es también absolutamente necesario que cada uno de los seres
tenga (su) esencia.
19.5. Por eso estas dos divisiones
(son) inadmisibles, y sólo es admisible la separación (o:
división) del género en especie, por la cual se caracteriza la
identidad según el género y la diversidad según las diferencias
particulares.
19.6. La especie siempre se contempla en
una parte, pero no al revés; si una cosa es parte de otra,
también eso será de su especie. Porque la mano es una parte del
hombre (o: ser humano), pero no es una especie.
19.7.
También el género existe en las especies; puesto que el ser vivo
existe en el ser humano y en el buey, pero el todo no existe en
las partes, porque el ser humano no reside (o: está) en los
pies.
19.8. Por eso la especie es más importante que las
partes, y todo lo que se afirma del género también se expresará
de la especie.
Peligros
de la ignorancia de la definición
20.1.
Ciertamente lo mejor es dividir el género en dos especies o sino
en tres. Así, las especies divididas más genéricamente se
caracterizan por la identidad y la diversidad, y luego,
divididas, son caracterizadas por los significados del género.
20.2. Porque cada una de las especies es esencia -como
cuando afirmamos: los seres son corporales e incorporales-,
cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, estado (o:
situación), posesión, actividad o pasividad.
20.3. Quien
es conocedor de alguna cosa, también producirá una definición;
como el que no puede encerrar y delimitar algo con una fórmula,
no será jamás entendido en ello.
20.4. Y de la ignorancia
de la definición también nacen muchos conflictos y sobrevienen
los engaños.
20.5. Porque si el que sabe una cosa posee
el conocimiento de ella según su mente y puede (indicar)
claramente con la palabra lo que entiende, y la explicación de
lo que concibe es una definición, es necesario que quien sabe
una cosa pueda también dar la definición de la misma.
La definición de una esencia
21.1. Y en las definiciones se añade también la diferencia,
que tiene la función de (ser) una (nota) característica en la
definición. Así, por tanto, al añadir a la definición del ser
humano la capacidad de reír (lit.: la risa), hace al conjunto un
ser vivo racional, mortal, terrestre, pedestre, risible.
21.2. Porque las características propias de las cosas según su
división son introducidas en la definición, pero no se muestra
la naturaleza de esas mismas cosas.
21.3. De ahí que se
afirme que la diferencia (o: la diversidad) es retribución de
una propiedad. Y puesto que el que posee la diferencia se
distingue de todos los demás, (porque esa) diferencia le
pertenece a él solo y es cambiada de categoría (o: recriminada)
en las definiciones de la cosa, necesariamente conviene asumir
el primer género como principal y fundamental (o: subsistente).
21.4. Por consiguiente, en las definiciones más largas la
cantidad de las especies descubiertas (lo son) por medio de las
diez categorías [mencionadas; cf. VIII,20,2]; y en las más
cortas lo principal que se toma de las especies más cercanas es
lo que indica la esencia y la naturaleza de la cosa; pero [la
definición] más corta es la que consta de tres [especies]: del
género y de las dos especies más necesarias.
21.5. Esto
se hace por brevedad. Así decimos que un ser humano es el ser
vivo racional y que tiene capacidad de reír. Y lo resultante
tiene que asumir de manera notable lo definido, o su virtud
propia, o su obra propia y otras cosas semejantes.
21.6.
En todo caso, cuando la definición trata de explicar la esencia
de una cosa no puede ciertamente comprender con exactitud la
naturaleza de la cosa, y la definición, por medio de las
especies principales, hace manifiesta la esencia y en algún
sentido contiene la esencia (en forma) de cualidad.
Capítulo VII: Contra el
escepticismo (continuación)
Sobre las causas que producen
la duda
22.1. Las causas que producen la duda son
dos principalmente; en efecto, una es la multiplicidad (o:
complejidad) e inestabilidad del pensamiento humano, que
ciertamente ha producido lo que puede engendrar la disensión
tanto de unos con otros como con uno mismo; y otra es la
discrepancia que (dentro) de los mismos seres, que también ha
sido establecida con razón como para hacer nacer la duda.
22.2. Porque no pudiendo confiar en todas las opiniones (phantasías)
por la contradicción, ni tampoco desconfiar de todas puesto que
también la que dice que todas son no creíbles es una parte de
todas ellas, al circunscribir una esencia ciertamente hay que
fiarse de todas (y) no ciertamente de alguna, pero al no confiar
en alguna por la equidad, somos conducidos a la duda.
22.3. Pero de estas mismas [causas] principales de la duda es la
inseguridad de la mente la que genera la discordancia (diaphonía),
y la discordancia es la causa próxima de la duda; por lo cual la
vida está llena de tribunales, de consejos, de asambleas y en
general de elección y rechazo sobre lo que se afirma que es
bueno y malo, como un síntoma de una mente perpleja ante la
igualdad de fuerzas de las cosas contrarias.
22.4. Y las
bibliotecas están llenas de libros, y las obras y tratados de
quienes disienten en las verdades (lit.: dogmas) y de quienes
están convencidos de que ellos mismos conocen la verdad que hay
en los seres.
Capítulo VIII: Contra el
escepticismo (conclusión)
Los tres niveles del fonema
23.1. Hay que tener en cuenta tres cosas sobre un fonema (o:
la voz humana): los nombres que son en primer lugar símbolos de
los conceptos, según las cosas que subyacen; en segundo lugar,
los conceptos (que son) imitaciones e imágenes de los [temas]
propuestos, -por eso en todos [los seres humanos] también
existen los mismos conceptos, por producirse en todos idénticas
impresiones (o: grabaciones) de los objetos propuestos, aunque
no [así] los nombres por causa de los distintos idiomas-. Y en
tercer lugar, las cosas propuestas por las cuales se graban en
nosotros los conceptos.
23.2. Ciertamente los nombres son
conducidos por la gramática hacia los veinticuatro elementos
universales (= las veinticuatro letras del alfabeto griego);
porque esos elementos deben estar definidos. Puesto que de cada
uno de los que son ilimitados no existe ciencia, porque lo
propio de una ciencia es apoyarse en teoremas universales y
definidos. De ahí que los particulares sean conducidos a los
universales.
23.3. Pero la actividad de los filósofos se
ocupa de los conceptos y de los temas que se proponen. Y cada
vez que de los detalles ilimitados se encuentran algunos
elementos, todos ellos se reducen a lo que se busca.
23.4. Y si se manifiesta que lo desconocido se resuelve en uno o
varios elementos, revelaremos que eso existe, pero si escapara a
todos, no existe en modo alguno.
23.5. De los elementos
mencionados se dice que unos son coherentes (lit.: están
entrelazados), como el decir "un hombre corre" (Aristóteles,
Categorías, 2,1 a 18),
pero otros se dice que son incoherentes (lit.: sin ligazón),
como "hombre" y como "corre", y los que no producen un enunciado
completo, ni llevan consigo (o: comportan) lo verdadero o lo
falso.
23.6. Y de los llamados incoherentes, unos
significan la esencia, otros la cualidad, otros la cantidad,
otros la relación, otros el lugar, otros el tiempo, otros el
estado, otros la posesión, otros la actividad, otros la
pasividad; éstos son los que llamamos elementos de los seres
materiales y (que vienen) después de los principios. Porque
estos elementos son visibles a la razón, pero lo inmaterial sólo
es aprensible por el primer acto de la mente (o: del ímpetu de
la mente).
Las diez
categoría de elementos
24.1. Pero de los
[elementos] clasificados bajo las diez categorías, de unos se
habla por sí mismos, como las nueve categorías; y otros con
referencia a algo.
24.2. Y de nuevo los que se están bajo
estas diez categorías los hay que son sinónimos, como buey y ser
humano, en tanto que seres vivientes. Porque son sinónimos
cuando ambos tienen el nombre común: el ser viviente, y la misma
palabra, es decir, la definición, o sea la esencia (o:
sustancia) animada.
24.3. Pero (son) heterónimos los que
bajo el mismo objeto tienen nombres distintos, como subida y
bajada; puesto que el camino es el mismo, tanto para arriba como
para abajo.
24.4. Y hay otra clase de heterónimos, como
caballo y negro, que también tienen nombre y concepto distintos
el uno del otro, pero no (tienen) en común el objeto, pero hay
que llamarlos diversos, no heterónimos.
24.5. Pero
poliónimos (= que tiene muchos nombres) son los que poseen el
mismo concepto, pero distinto nombre, como espada, puñal y
cuchillo (o: machete).
24.6. Pero son derivados los que
reciben el nombre a partir de otro, como el viril de la
virilidad.
24.7. Los homónimos son los que reciben el
mismo nombre pero tienen distinto concepto, como un ser humano,
vivo o dibujado.
24.8. Y de los homónimos, algunos
reciben el nombre por casualidad, como Ayas el locrio y el de
Salamina; otros intencionadamente (lit.: por pensamiento), y de
éstos algunos por semejanza, como ser humano, tanto el vivo como
el dibujado; otros según analogía (= como sinónimo de
comparación), como "los pies del Ida" (Homero,
Ilíada, 20,59) y
nuestros pies por estar en la parte más inferior; otros por su
actividad, como el pie de una nave (= el timón), por medio del
cual el barco navega, y nuestro pie, mediante el cual nos
ponemos en movimiento.
24.9. Se llaman homónimos por lo
semejante y respecto a lo semejante, como por lo medicinal, el
libro y el bisturí [son denominados] medicinales por el médico
que los utiliza y respecto a la misma razón medicinal.
Capítulo IX: Sobre las diversas
clases de causas
Los
diferentes géneros de causas
25.1. Sobre las
causas unas (son) primeras, otras comprensivas (lit.: que
comprenden en sí; o: inmediatas), otras cooperantes y (otras)
necesarias (lit.: sin las cuales no).
25.2. Son primeras
las que en primer lugar procuran el punto de partida para que se
genere (o: se haga) algo, como la belleza [de una mujer] en los
intemperantes del amor; con sólo ver [una mujer] se produce en
ellos la inclinación amorosa, aunque no forzosamente.
25.3. Pero próximas (o: comprensivas) son las que también se
llaman sinónimas y perfectas en sí mismas, puesto que se bastan
a sí mismas para producir el efecto.
25.4. Y a
continuación se demostrarán todas las causas en el que aprende.
En efecto, el padre es la causa primera del que aprende; el
maestro es la [causa] próxima; pero la naturaleza del que
aprende es la causa cooperante, y el tiempo entraña la razón de
las causas necesarias (lit.: sin las cuales no).
25.5. Y
se llama propiamente causa a lo eficazmente causante de hacer
algo; y así decimos que el hierro es cortante no sólo en el acto
de cortar, sino también cuando no está cortando. De la misma
manera también lo causante significa ambas cosas: tanto cuando
actúa como cuando no actúa, pero tiene la fuerza para actuar.
Naturaleza de las
causas
26.1. Ciertamente unos dicen que las
causas (son) corpóreas, pero otros que (son) incorpóreas. Unos
dicen que la causa es principalmente un cuerpo, y que lo
incorpóreo (es) impropiamente una característica y como (una
clase) de causa; pero otros, en sentido contrario, dicen que la
causa (es) principalmente lo incorpóreo, y lo corpóreo lo es
impropiamente, al igual que el corte, siendo una actividad
incorporal, es también causa del corte; siendo también una
actividad es incorpórea, y hacerse (cortar) al igual que ser
cortado por el cuchillo son (causas) corpóreas.
26.2. El
"ser causante de algo" (Aristóteles,
Física, II,3,194 b
23-24; Metafísica,
IV,2,1013 b 6 ss.) se puede decir de tres maneras: lo que es
causante, como el escultor; aquello de lo que es causante, como
del producir la estatua; y aquello con lo que es causante, como
con la materia. Porque (el escultor) es causa para el bronce de
devenir estatua.
26.3. Ciertamente, el producirse y el
ser cortado, no son causas, siendo actividades son incorpóreas.
26.4. Respecto a la razón de las categorías o, como
algunos [prefieren], de los enunciados -porque Cleantes y
Arquedemo llaman enunciados a las categorías- los causantes son
los autores (lit.: las causas). De otra manera, que también (es)
mejor: unas se dirán causas de las categorías, como de lo que es
cortado, que es un caso gramatical (o: modo verbal) de ser
cortado; otras (se dirán causas) de los axiomas, como el de es
construida la nave, que es nuevamente el modo verbal de
construir la nave. Pero Aristóteles [habla] de denominaciones,
tales como, de una casa, de una nave, de un incendio (o:
quemadura) y de un corte.
26.5. Pero el modo verbal se
admite que es incorpóreo; de ahí también que ese sofisma se
soluciona así: "Lo que dices, pasa a través de tu boca, lo cual
es verdad, pero si dices "casa", entonces pasa a través de tu
boca una casa" (Crisipo,
Fragmentos lógicos, 279; cf. Diógenes Laercio,
Vida de los filósofos,
VII,175), lo cual es falso. Puesto que no decimos que el cuerpo
sea la casa, sino que es incorpóreo el modo verbal, del cual se
obtiene la casa.
La
causa, el agente y "aquello por lo que"
27.1.
También decimos que el constructor construye una casa por
referencia a lo que será (o: ha de ser). De igual manera decimos
que se teje una clámide... (laguna en el texto griego); porque
lo que indica la actividad presenta al agente.
27.2. Y
no es de uno ciertamente el hacer y de otro el causar, sino que
(es) lo mismo lo de la clámide y lo de la casa. Porque lo mismo
que es causante de que se haga una cosa, por idéntico motivo es
agente de que se produzca (o: realice).
27.3. Pero entonces el agente (o: la causa), el hacer
(o: la eficiencia) y por medio (de lo que actúa) son lo mismo. Y
si algo es causa y agente (o: eficiencia), eso es por entero
también aquello por lo que [actúa]; pero si algo es aquello por
lo que [actúa], no siempre eso (es) también causa. En realidad,
son muchas las cosas que concurren en un resultado, por medio de
las cuales se alcanza el final, pero no todas son causas.
27.4. Puesto que Medea no habría matado a sus hijos, si
no se hubiera enfurecido; y no se hubiera enfurecido, si no
hubiera tenido celos; (y) tampoco eso, si no se hubiera
enamorado; ni eso, si Jasón no hubiera navegado hacia Cólquide;
y tampoco eso, si no se hubiese construido [la nave] Argos; ni
tampoco eso, si no se hubiesen cortado las maderas del [monte]
Pelión (ejemplo clásico; cf. Eurípides,
Medea, 1-11).
27.5. Porque en todas estas cosas existe el "por lo que"
(= razón de medio), no todos son los causantes de la muerte de
los niños, sino sólo Medea.
27.6. Por eso lo que no
impide es inoperante; por eso lo que no impide no es causante,
sino impediente. Así, en el actuar y en el obrar la causa (está
relacionada) con lo que se piensa.
Las cuatro denominaciones de
las causas
28.1. Además, lo que no impide se
aparta de lo que se hace -precisamente por eso se realiza,
porque lo que puede apartar no se hace presente-; pero la causa
(está) ante lo que se hace. Así, por tanto, lo que no impide no
es causa.
28.2. Cuatro son las denominaciones de las
causas: agente (o: eficiente), como el escultor; material, como
el bronce; formal, como el carácter (= lo que caracteriza lo
propio de un ser); y final, como la fama del gimnasiarca (= el
encargado de los ejercicios gimnásticos).
28.3. El
bronce se usa para hacer la estatua e igualmente es una causa.
Porque todo aquello sin lo cual no es posible producir un
efecto, por necesidad es una causa, pero no de forma absoluta.
Porque aquello sin lo cual no, no es influyente (lit.:
comprensivo), sino cooperante.
28.4. Toda actividad
produce su efecto de acuerdo a la disposición del paciente.
Porque la causa es la que dispone (u: ordena), pero cada cosa
recibe conforme a lo que es por naturaleza; procurando la
adecuación conveniente, y sin lo cual no tendrá razón
condicionante.
28.5. Por consiguiente, la causa
(permanece) inactiva sin la conveniente adecuación (= sin la
conveniente aptitud o disposición), y no es causa, sino
cooperación, puesto que toda causa se concibe como el obrar. Y
la tierra no procede de sí misma, puesto que no es causa de sí
misma.
28.6. Y sería ridículo decir que el fuego no es
la causa de la combustión, sino la leña; ni la espada del corte,
sino la carne; ni la fuerza del adversario la [causa] que
venciera al atleta, sino la debilidad de éste mismo.
28.7. La causa próxima no necesita tiempo; porque en el mismo
instante el cauterio produce dolor al aplicarse a la carne. De
las [causas] primeras unas necesitan tiempo hasta que se
produzca el efecto; otras no lo necesitan, como la caída del
ovillo de hilo. Quizá éstas se dicen atemporales no por
privación de tiempo, sino por la disminución, como también lo
repentino, y no lo que ha sucedido sin tiempo.
La causa de las cosas es
"respecto a algo"
29.1. Toda causa como causa
comprende una doble comprensión conceptual: una vez concebida
desde algo y sobre algo; ciertamente, desde algo, del efecto,
como la espada del cortar, y con relación a algo, a lo que tiene
aptitud, como el fuego respecto a la leña, pues no quema al
diamante.
29.2. La causa de las cosas es "respecto a
algo" (Aristóteles, Categorías,
4,1 b 25), porque se concibe la disposición respecto a otra
cosa, de manera que alcancemos las dos, para que concibamos la
causa como causa.
29.3. La misma (es) la relación del artífice, del fabricante
y del padre. Una cosa no es la causa de sí misma, ni un padre
puede ser causa de sí mismo, puesto que lo primero devendría
segundo. Ciertamente la causa actúa y dispone; lo que es
producido por la causa está afectado y dispuesto.
29.4.
Pero algo tomado respecto a sí mismo no puede a la vez actuar y
estar dispuesto, ni ser [a la vez] hijo y padre.
29.5. Y
por otra parte, la causa precede, según la esencia, a lo
producido por ella misma, como la espada al corte. Pero la misma
cosa no puede preceder respecto a la misma cosa en la materia,
puesto que es causa; y al mismo tiempo venir más tarde y ser
posterior, puesto que es obra de la causa.
29.6. Se
diferencia el ser del producirse; así también una causa [se
diferencia] de lo producido, y el padre del hijo. Porque no se
puede admitir que la misma cosa, en cuanto [idéntica] a sí
misma, sea y a la vez se produzca. De ahí que no sea causa de sí
misma.
Capítulo IX: Sobre las diversas
clases de causas (conclusión)
Las
causas son causas unas de otras
30.1. Las causas
no derivan (lit.: son) unas de otras, sino que (son) causas unas
para otras. Porque la disposición esplénica (= referente al
bazo) preexistente no es causa de la fiebre, sino de que se
origine la fiebre; y la fiebre preexistente no es [causa] de la
hipocondría (lit.: no es esplénica), sino de que aumente la
disposición (o: índole) [de la enfermedad].
30.2. Así
también las virtudes (son) causas unas de otras de no separación
por la consecuencia recíproca, y las piedras con forma de bóveda
son causas del categorema de permanecer fijas (o: del atributo
de no caer), pero no son causas unas de otras; y también el
maestro y el que aprende son causas mutuamente del categorema
del progreso.
30.3. Se dice que unas causas ciertamente
a veces lo son mutuamente de sí mismas, como el comerciante y el
almacenero (o. comerciante menor, tabernero) son causas mutuas
del lucrar; y a veces también recíprocas, como el cuchillo y la
carne; porque el cuchillo (lo es) de que la carne sea cortada, y
la carne (lo es) para el cuchillo de cortar.
30.4. El
"ojo por ojo" (Lv 24,20; Mt 5,38) y "vida por vida" (Lv 24,18;
cf. Ex 21,23-24). Porque ciertamente el que ha golpeado
mortalmente a algunos es causa de muerte para éste o de que se
origine la muerte, pero herido en respuesta mortalmente por él,
lo ha tenido como causa en respuesta; de modo que no se
convirtió en causa para él, sino por otra cosa.
30.5.
Porque en verdad fue causante de muerte para él; la muerte no le
asestó de nuevo el golpe mortal, sino el mismo herido, como si
se tratara de otro, él mismo devino causante, pero tuvo al otro
(como) causa; también quien agravia a otro, se constituye
ciertamente en causa del agraviado, pero la ley que ordena
vengarse no es un agravio (para él), sino de castigo y de
disciplina. De igual manera, las causas mutuas no (son) causas
como causas, pero son concausas (= causas conjuntas).
Las causas "procatárticas"
31.1. Todavía se busca si varias causas juntas como una
sola devienen varias causas (de una sola cosa). Porque los
hombres que reman juntos son los causantes de que sea botada la
nave; pero cada uno en particular no (es) causa, sino que junto
con los otros, a no (ser) que también la complicidad (o:
concausa) sea causa. Pero otros dicen que si existen varias
causas, cada una deviene causa de una cosa.
31.2. En
todo caso, las muchas virtudes vienen a ser las causantes de la
felicidad, que es única, y del calentarse y sentir dolor
igualmente varias (son) las causas.
31.3. Y también que
las muchas virtudes sean potencialmente (lit.: según potencia o
fuerza) una sola, como lo que calienta y lo que hace sentir
dolor. Asimismo la multitud de las virtudes según un solo género
deviene la causa de la única felicidad.
31.4. Pero en
realidad, las causas primeras (procatárticas)
de una cosa son varias según el género y la especie; así, según
el género, de cualquier enfermedad, como enfriamiento,
inflamación (el manuscrito "L" lee: debilidad [éklysis,
no égkaysis]), fatiga
(o: cansancio), indigestión, embriaguez; también según la
especie de la enfermedad.
31.5. Y la causa próxima según
el género (es) una, pero no según la especie. Porque el percibir
un olor agradable según el género es una cosa que tiene varias
causas según la especie, como incienso, rosa, azafrán,
estoraque, mirra y ungüento. Puesto que la rosa no posee el
mismo aroma que la mirra.
Diversas causas primeras
32.1. Y una misma cosa deviene causa de [efectos]
contrarios; a veces por la magnitud (o: la fuerza) de la causa y
la capacidad; otras veces por la acomodación del que [la]
experimenta (o: padece).
32.2. Respecto a la cualidad de
la fuerza: la misma cuerda, respecto a la tensión o la
distensión, emite el sonido agudo o el grave.
32.3.
Respecto a la acomodación de los que [la] experimentan: la miel
(es) dulce ciertamente para los sanos, pero amarga para los
afiebrados; y también el mismo e idéntico vino conduce a unos a
la ira y a otros al libertinaje (o: a ser disolutos), y el mismo
sol derrite la cera pero endurece la arcilla.
32.4. Así,
por tanto, algunas causas son evidentes y otras son descubiertas
por razonamiento; unas son oscuras y otras [se descubren] por
analogía (= es decir, son evidentes).
32.5. Y de las
oscuras, ciertamente unas son temporalmente ocultas: las que
actualmente se encuentran ocultas, pero que alguna vez son
vistas con evidencia; otras (son) oscuras por naturaleza: las
que en ningún tiempo pueden devenir evidentes.
32.6. Y
de entre éstas las hay que son asequibles (catalépticas)
por naturaleza, como las que algunos no llamarían ocultas porque
podrían ser alcanzadas analógicamente mediante signos, como la
simetría de los pasos observados por la razón; pero otras son
inasequibles (acatalépticas):
las que de ninguna manera pueden caer bajo la comprensión (katalépsis)
[humana], y las que se dicen de una vez para siempre ocultas (o:
desconocidas).
32.7. También las [causas] primeras (procatárticas)
unas son próximas, otras concausas y otras cooperantes. Y unas
[lo] son según naturaleza, otras más allá de la naturaleza,
otras por una enfermedad, y según la deficiencia de las pasiones
o por la intensidad de las mismas, y por los tiempos y
oportunidades.
Las
causas cooperantes y las concausas. Conclusión del libro octavo
33.1. Ciertamente, aunque se supriman las [causas]
primeras el efecto permanece; y una causa es próxima cuando
estando presente permanece el efecto y si se suprime desaparece
[el efecto].
33.2. La [causa] próxima es llamada
sinónimamente también perfecta en sí misma, ya que es
independientemente (o: autárquica) por sí misma productora del
efecto.
33.3. Y si la causa perfecta en sí misma es
manifestación de una actividad perfecta en sí misma, la causa
cooperante indica ayuda y el servicio (leitoyrgían) junto con
otro.
33.4. Por consiguiente, si no realiza nada, ni
siquiera será llamada cooperante, pero si realiza algo devendrá
causa totalmente de eso que también realiza, es decir, de lo que
es producido por ella misma.
33.5. Así, es cooperante
cuando estando presente se ha producido el efecto;
manifiestamente (cuando está presente) de manera manifiesta,
ocultamente cuando está presente de manera oculta.
33.6.
Y también la concausa es un género de causa, como el compañero
de armas (es) un soldado y el compañero de adolescencia, un
adolescente.
33.7. Por lo tanto, la causa cooperante
ayuda a la concausa (o: causa comprensiva, sinéctica)
intensificando su efecto, pero la concausa no pertenece al mismo
concepto (lit.: no está sobre el mismo concepto); porque puede
haber una concausa que no sea causa cooperante de nada.
33.8. Puesto que la concausa se concibe con otra que no puede
producir separadamente por sí misma el efecto, (siendo) causa
junto con otra causa.
33.9. Y la causa cooperante se
diferencia de la concausa en que la concausa no obra
separadamente, produce el efecto con otra; pero la cooperante,
no pudiendo realizarlo separadamente y unida a otra que puede
obrar por sí misma, coopera más fuertemente a realizar el
efecto. Y principalmente la causa cooperante de una causa
primera (procatártica) deviene eficaz (o: cooperante) al empujar
(o: sostener) a la fuerza establecida de la causa.
Fin de los Stromata