Dedicatoria de Carel van Mander,
en su
A mis buenos amigos,
el honorable Jan Mathijsz Ban y Cornelis Gerritsz Vlasman, aficionados, y
doblemente buenos hermanos amantes del arte en Harlem:
El tan repetido adagio que
el ilustre poeta Virgilio pone en boca del
amoroso Corydon que la inclinación de cada uno le lleva, se verifica con
demasiada frecuencia como para que nos detengamos a probar su corrección.
Es evidente, que todo deseo y toda inclinación del hombre, si
excluimos la
satisfacción de sus necesidades materiales, le lleva irresistiblemente hacia las cosas que mejor se adaptan a su temperamento.
Quien está dotado de un espíritu noble y elevado, se deleita en las
creaciones sublimes que parecen triunfar sobre la propia
naturaleza, y entre las que se encuentran, en primer lugar,
las obras artísticas que asombran y encantan a sus ojos, si son dados a
saber apreciar.
Puede ser, creo, honorables señores y buenos
amigos, que tal sea la causa, que unidos por la conformidad
de los gustos, como son doblemente por los lazos del matrimonio,
habiéndose casado con la hermana de uno con el otro, también te anima
un amor igual por las perfecciones y el esplendor de un arte cuyas
producciones más perfectas que
las manos más hábiles hayan podido formar, poniendo tanta gracia como
afán de mostrarlos a los extranjeros y a los aficionados,
ofreciéndoles, además, de forma tan cortés sus propias obras, es decir,
a imitación de Baco o del propio dios. Porque los respetables
antepasados de sus señorías han practicado durante mucho tiempo, este precioso arte dado por el valiente Baco o Dionisio, el
primer cervecero, a los pueblos privados de la vid.
Y así como Baco,
el rey de Egipto, fue un legislador e inició al pueblo a comerciar, así
también sus antepasados, ambos eran burgueses y concejales de la famosa
ciudad de Harlem, comerciando con sus propios barcos.
Además, usted,
señor Jan Mathijsz, no sólo es un amante de nuestro arte, sino un hábil
orfebre, que ha vivido durante mucho tiempo en la gloriosa Roma, visitó
Nápoles y otras ciudades de Italia, siendo para nuestro Goltzius un fiel y
agradable compañero de viaje.
Por lo tanto, tengo muchas razones para
dedicarles conjuntamente mis relatos de las vidas de los famosos pintores
holandeses, siendo el paso justificado mil veces. Deseando de todo corazón
que mi homenaje sea aceptado por ambos como una muestra de mi simpatía y
recibido con benevolencia, ruego al Altísimo conceder a Sus Señorías todas
las cosas útiles, buenas y saludables.
Desde Ámsterdam, el 28 de
julio de 1604.
Su devoto servidor y amigo,
CAREL VAN MANDER.