La vida de Quintijn Messijs , pintor de Amberes
Biografía desde
Es posible que
hayamos dicho sobre , aficiones contrapuestas, a menudo por el destino, o
por la necesidad, u otras causas en que la voluntad de los padres terminan,
haciendo que personas que podrían haber nacido para el arte acaben en otra
profesión incluso manual, pero pronto si siguen su impulso llegan a cambiar, y
progresando se convierten si practican, en artistas, dando una producción deliciosa y digna de elogio,
incluso ya tardíamente, dan sus frutos magníficos. La vida de Polidoro nos
da un buen ejemplo y aquí otra vez en el camino de la profesión Quintijn Messijs, pintor de Amberes,
al que se llama
el herrero. Porque primero fue herrero, hasta los veinte años, cosa que
algunos dicen sin sostén, que prolongó 10 años más.
Lo que pasó es
que Quintijn cayó en una
larga enfermedad a sus veinte años, que no podía mantenerse a sí mismo,
estando
acurrucando con su pobre anciana madre, que lo mantenía, lamentando estar acostaba en la cama
sin poder trabajar.
Luego cuando
comenzó a levantarse sin fuerzas, en su cuerpo, para retornar al
gran trabajo de la forja, vio que no era capaz que hacerlo.
Por este
tiempo, en carnaval, comenzaba en Amberes la
vieja costumbre, que en la Cuaresma, las cofradías cuidaban a los enfermos,
llevando una antorcha de madera esculpida y pintada, y
distribuyendo a todos los niños estampas de grabados en madera, coloreadas con
santos. Obviamente de estas necesitaban gran cantidad.
Entonces
uno de los cofrades que visitó a Quintijn le aconsejó que colorease estas,
logrando que se ejercitase en el trabajo. Con este comienzo muy claro, su espíritu innato
encendió el deseo, de modo que, con gran amor y diligencia, hizo el
trabajo hasta que con el tiempo, fue creciendo
maravillosamente con la práctica constante, conviertiéndose en un Maestro.
A menudo se cuenta otra
historia de este cambio, a saber: que se enamoró de una hermosa muchacha y se dispuso a
desposarla, pero la cortejaba un pintor, y aunque prefería más a la persona de Quintijn,
no su oficio, deseando que Quintijn fuera el Pintor, y el otro el herrero. Lo que
Quintijn lo entendió, y por su gran amor, dejó el martillo de
la mano, tomando los pinceles, y haciéndolo muy diligente, para complacer también a sus seres queridos.
Así lo confirma Lampsonio en un poema latino, que pone en parte baja de
un retrato de Quintijn, donde habla, como
Quintijn mismo, o en su persona, lo que no será inapropiado, decirlo aquí.
(#
Del grabado de Jan Wierix)
QVINTINVS
MESIVS ANVER: / PIANVS PICTOR. Ante faber fueram Cyclopëus est vbi mecum /
Ex æquo pictor cæpit amare procus: / Seque graues tuditum tonitrus postferre
silenti / Peniculo obiecit cauta puella mihi: / Exguus, tabulis quæ nota
certa meis / Sic, vbi Vulcanum nato Venus arma rogarayt / Pictorem e fabro
summe Poeta factis
Quintijn Messijs pintor de
Amberes habla:
Un rudo
cíclope fui antes
Pero un pintor
cortejó a mi doncella y creció en mi el amor
rápidamente,
cuando de
de su hermosura me llegaron sus reproches.
Pues el ruidoso yunque amaba menos que el
silencioso pincel
El poderoso amor me incitó a ser pintor.
La verdad lo señala un pequeño yunque, en mi
cuadro,
Igual que Cipris recibió de Mulciber, las armas de
su hijo,
¡Oh
gran poeta: así, hiciste de herrero tosco un hábil pintor!
Esto se dice libremente, del motivo de Quintijns,
para que se hiciese pintor de manera afable pero la anterior es considerada
más cierta. Aunque en mi opinión, pueden convivir.
Podría ser que Quintijn en su enfermedad
hubiera empezado a manejar los pinceles, y que tras restablecerse, se
enamorase de la joven, llegando al conocimiento de que un pintor la
pretendía. Si las palabras de la joven le llevaron a abandonar la forja
definitivamente , y por ayuda del amor se inclinase a su aptitud natural,
dedicándose a la pintura, esto le daría fruto al poco tiempo.
Se diga lo que se diga fue un gran maestro en sus tiempos.
En la iglesia
de Notre Dame de Amberes, hay una pintura muy buena. El cuadro es de la
cofradia de carpinteros y tiene un descendimiento de la cruz
# con la figura
de cristo muerto, que parece del natural, muy bien llevada al óleo. Las
mujeres y demás personas, reflejan todo el dolor.
En una tabla
lateral está san Juan en aceite hirviendo, pintura también encomiable, donde
figuran unos hermosos caballos. Los niños y otras personas los cuentan, unos
dicen 6 y otros 7 u 8, las diferencias proceden de la pintura deteriorada
que se ha deteriorado y ha palidecido, confundiéndose el caso del caballo
con la cabeza.
En la otra tabla, figura la hija de Herodías bailando
ante Herodes para obtener la cabeza de San Juan Bautista. Desde lejos parece
un acabado muy cuidado, pero de cerca hay alguna aspereza. No obstante
tengamos en cuenta que la tabla esta compuesta para que desde lejos aparezca
todo con un acabado impecable.
El rey Felipe II de España, que
recientemente falleció, apasionado del arte, pidió muchas veces para obtener
esta obra, fuera lo que fuera que ofreciera, solo obtenía negativas con
respeto.
Por su bonanza, la obra escapó a las barbaries en la época de
rotura de imágenes, se preservó de su destrucción.
En 1577, en los últimos
disturbios, la cofradía de los carpinteros quisieron venderla, pero el
magistrado Marten de Vos se movió con presteza declarándose comprador al
precio de 1.500 florines para no privar a Amberes de una obra sin igual. La
cofradía de carpinteros compró con esa cantidad una casa para ellos.
Metsys trabajó muchos cuadros muy repartidos. Los aficionados tienen en sus
colecciones pequeñas obras que valoran como joyas.
Barthélemy
Ferris, un coleccionista, tiene de él una pequeña virgen realizada con
talento extraordinario.
Quentín tuvo un hijo, llamado Jan Metsys, también
buen pintor. En Ámsterdam en la Waermoestraat, en el Aguamanil tiene una
pequeña obra con los cambistas contando monedas. Hay de él muchas obras en
Amberes y otros lugares.