La nodriza de Medea
El pedagogo
Medea
El coro
Creón
Jasón
Egeo
Un mensajero
Los hijos
La nodriza
¡Pluguiera a los Dioses que la nave Argos no hubiese volado hacia la tierra de Colcos
a través de las Simplégadas azules, que jamás cayese el pino cortado en
los bosques del Pelios y que no lo hubiese provisto de remos nunca la mano de
los hombres ilustrísimos que se pusieron en marcha con objeto de llevarse el
vellocino de oro de Pelias! Porque entonces no hubiese navegado mi señora Medea
hacia las tierras de Iolcos, con el corazón turbado de deseo por Jasón; no
habría impelido a las hijas de Pelias a matar a su padre,
[10] y no habitaría en esta tierra corintia con su marido y sus hijos, complaciendo a los ciudadanos de este país, al que ha llegado en su fuga, y sin negar nada a Jasón. En verdad que la mayor seguridad del matrimonio consiste en que la mujer no esté en desacuerdo con su marido. Pero hoy todo es hostil y los más caros afectos se resienten. Jasón ha engañado a sus propios hijos y a mi señora, se acuesta en un lecho real, y se casa con la hija de Creón, que manda en esta tierra. [20] Pero la desventurada Medea, herida por este ultraje, le recuerda el juramento que ha hecho él, invoca la mano que él le ha dado en prueba de fidelidad, y pone a los Dioses por testigos de la ingratitud de Jasón. Yace sin tomar alimento, abandonando su cuerpo a los dolores, deshaciéndose de continuo en lágrimas, desde que sabe la injuria que le ha inferido su marido. Y sin alzar ya los ojos é inclinando su faz hacia la tierra, cuando sus amigos la consuelan, se calla como una roca ó cual si emulara a la ola marina, [30] y otras veces abate su cuello blanco, llorando por su padre bienamado, por la tierra de la patria y por las moradas abandonadas al venir aquí con su marido, que ahora la desprecia. A costa de su propia calamidad, sabe la infeliz lo que vale no haber abandonado la tierra de la patria. Odia a sus hijos y no se alegra al verlos. Temo que abrigue algún nuevo propósito, porque tiene un carácter violento y no soportará el ultraje. La conozco,
[40] y temo que se hiera el hígado con una espada afilada,
tras de entrar en silencio adonde está su lecho, ó incluso que mate a la joven
real y al que se casa con ella, atrayéndose luego una desdicha mayor. Porque es
violenta, y quien incurra en su odio no cantará el Peán fácilmente. Pero se
acercan sus hijos, que vienen de la carrera gimnástica y nada saben de los males
de su madre, pues las almas jóvenes no acostumbran a entristecerse.
El pedagogo
Antigua esclava de la morada de mi señora, [50] ¿por qué permaneces sola ante las
puertas, revolviendo males en tu espíritu? ¿Cómo es que Medea quiere estar sola
y sin ti?
La nodriza
[53] Anciano, acompañante de los hijos de Jasón: las cosas dolorosas para los amos
constituyen calamidades para los buenos servidores y les desgarran el corazón. A
tal extremo de dolor he llegado, que he sentido el deseo de venir aquí para decir
a la tierra y al Urano los deseos de mi señora.
El pedagogo
¿Todavía no ha cesado de gemir la desgraciada?
La nodriza
[60] ¡Qué inocente eres! Su mal no hace más que empezar, y ni siquiera ha
recorrido aún la mitad de su camino,
El pedagogo
¡Oh insensata!—si es lícito hablar así de los amos—. ¡Pues todavía ignora sus
males más recientes!
La nodriza
¿Qué ocurre, ¡oh anciano!? No tardes en decírmelo.
El pedagogo
Nada; me arrepiento de lo que he dicho.
La nodriza
¡Por tu mentón! nada ocultes a tu esclava. Guardaré silencio sobre ello, si es
preciso.
El pedagogo
Fingiendo que no oía y acercándome al juego de dados, junto a la fuente sagrada
de Pirene, [70] en donde se sientan los ancianos, he oído decir a uno que Creón,
el señor de esta tierra, había decidido expulsar a estos niños con su madre de la
tierra corintia. No sé si será cierto este rumor; pero quisiera que no lo fuese.
La nodriza
¿Y tolerará Jasón que sufran esa suerte sus hijos, por más que esté regañado con
la madre de éstos?
El pedagogo
Las antiguas alianzas dejan su puesto a las nuevas, y Creón no es amigo de esta
familia.
La nodriza
Pereceremos, pues, si añadimos un nuevo mal al primero sin haber apurado éste.
El pedagogo
[80] Por lo que a ti respecta, continúa tranquila y no divulgues la noticia,
pues no conviene que la señora sepa estas cosas.
La nodriza
¡Oh hijos! ¿oís cómo se porta con vosotros vuestro padre? No pido que perezca,
porque es mi amo; pero hay que convenir en que es malo para sus amigos.
El pedagogo
¿Quién no lo es entre los mortales? ¿Acaso es ésta la primera vez que sabes de
alguien que se ame a si mismo mucho más que a su prójimo, unos justamente, otros
en interés propio, ni que, a causa de un nuevo matrimonio, deje un padre de amar
a sus hijos?
La nodriza
Entrad en la morada, hijos, que será lo mejor. [90] Tú, calla, tenlos muy
alejados de su madre y no los lleves junto a esa madre de irritado corazón. La
he visto mirarlos con sus ojos de toro feroz, como si meditara algo, y no se
aplacará su furia sin abalanzarse sobre alguien. ¡Plegue a los Dioses qué sea
sobre un enemigo, y no sobre un amigo!
Medea
¡Ay! ¡Qué desdichada y mísera soy a causa de mis penas! ¿Cómo pereceré al fin?
La nodriza
¡Ved lo que os decía, queridos hijos! Vuestra madre agita su corazón y su furor.
[100] Entrad cuanto antes en la morada; no os mostréis a sus ojos, ni os
acerquéis a ella. Guardaos de su carácter feroz y del ímpetu terrible de esa
alma violenta. Marchaos, entrad en seguida. Esta nube de gritos lamentables
pronto se inflamará con mayor furia, ¿Qué no hará, presa de los dolores, [110]
ese corazón implacable que respira odio?
Medea
¡Ay, ay! ¡Cuánto sufro, desdichada de mí! Sufro males dignos de grandes
lamentaciones. ¡Oh execrados hijos de una madre funesta, pereced con vuestra
madre, y perezca toda su familia.
La nodriza
¡Ay de mí, desventurada! ¿Por qué han de purgar tus hijos las faltas de su
padre?¿Por qué los odias? ¡Ay, hijos, con cuánta violencia me atormenta el temor
de que sufráis alguna desgracia! Las almas de los tiranos son crueles. [120]
Como obedecen poco y mandan mucho, difícilmente deponen su cólera. Mejor es
acostumbrarse a vivir con igualdad. Por lo que a mi respecta, envejezca con
tranquilidad, no con grandeza, pues si el nombre de la moderación es grato de
pronunciar, mejor es para los mortales poseerla, y las cosas que pasan la medida
no tienen para ellos ninguna utilidad, sino que, cuando se irritan los Dioses,
[130] tienden sobre las moradas las mayores calamidades.
El coro
¡He oído la voz, he oído el clamor de la desventurada Cólcida! Todavía no está
calmada. Pero cuéntanos lo que ocurre, ¡oh anciana! porque he oído gritos en la
morada de puertas dobles, y no me alegro ¡oh mujer! de las calamidades de esta
morada que ha llegado a ser querida por mí.
La nodriza
Ya no existe esta morada, se ha desvanecido. [140] Porque el lecho de los
tiranos ha recibido a Jasón, y mi señora consume su vida en su cámara nupcial, y
no se consuela su alma con ninguna palabra amiga.
Medea
¡Ay, ay! Pluguiera a los Dioses que la llama uránica se abatiese sobre mi
cabeza! ¿Qué interés tengo en vivir más tiempo ya, en efecto? ¡Ay, ay! ¡Ojalá,
redimida por la muerte, abandone la vida!
El coro
Estrofa
¿Habéis oído ¡oh Zeus, oh tierra, oh luz! el clamor que lanza [150] esta esposa
desgraciada? ¿Qué insaciable deseo del lecho nupcial ¡oh insensata! apresura así
la hora de tu muerte? No anheles eso, y si tu marido desea un nuevo lecho, no te
irrites. Zeus se vengará por ti. No te consumas llorando más de lo debido a tu
compañero de lecho.
Medea
[160]¡Oh gran Temis y venerable Artemisa, mirad lo que sufro después de haber
ligado a mi execrable marido con un juramento solemne! ¡Pluguiera a los Dioses
que un día pudiese yo verlos a él y a su esposa aplastados en estas mismas
moradas, ya que se atrevieron a ultrajarme! ¡Oh padre, oh ciudad que abandoné
vergonzosamente tras de matar a mi hermano!
La nodriza
¿Oís lo que dice? Invoca a Temis, que manda en las Erinnias, y a Zeus, [170] que
es guardián de los juramentos de los hombres. No se apaciguará con poca cosa la
cólera de mi señora.
El coro
Antistrofa
¡Plegue a los Dioses que se presente ella a nuestros ojos y oiga nuestras
palabras, a fin de que mitiguen la cólera terrible y el furor de su alma! ¡Que,
por lo menos, no falte a mis amigos mi buena voluntad! [180] Ve a ella, querida,
y sácala de las moradas y repítele nuestras palabras. Date prisa, no vaya a ser
que les ocurra algún mal a los que están en la morada, porque el dolor de esa
mujer se desencadena con violencia.
La nodriza
Lo haré; pero temo no persuadir a mi señora, Sin embargo, me tomaré ese trabajo
por complaceros, por más que, cualuna leona recién parida, se irrite ella contra
sus servidores cuando alguno se aproxima a hablarle. [190] No se cae en error
llamando insensatos é imprudentes a los hombres antiguos que inventaron para
fiestas y festines los himnos, esos cantos que alegran la vida, porque nadie ha
hallado medio de endulzar, con el canto unido a la vibración de las cuerdas
líricas, las tristes penas de los mortales; de ahí los asesinatos y los
acontecimientos lamentables que arruinan a las moradas. Así es como se debió
curar [200] a los mortales con la música. ¿Dónde están los festines en que sirve
de algo el canto? La alegría del festín basta a la voluptuosidad de los
mortales.
El coro
He oído el clamor lúgubre de sus lamentos. Lanza gritos agudos y dolorosos
contra el que ha traicionado su lecho, contra el hombre funesto que se casó con
ella. En vista de los ultrajes que sufre, invoca a la hija de Zeus, guardiana
del juramento, a Temis, [210] que la trajo a la Hélade situada frente a Colcos,
haciéndola navegar de noche por los parajes salados y difíciles del mar.
Medea
Mujeres corintias, he salido de la morada para que no me censuréis. Sé,
efectivamente, pues lo he visto con mis ojos ó lo he oído decir a extraños, que
muchos mortales, unos por orgullo y otros por sus costumbres pacíficas, han
conquistado mala fama y una reputación de cobardía.La justicia, en efecto, no
reside en los ojos de los hombres, [220] y antes de conocer el corazón de un
hombre, se le odia por lo pronto, sin que nos haya hecho ninguna injuria. Sin
embargo, unaextranjera tiene que conformarse con las costumbres de la ciudad, y
no alabo al ciudadano que disgusta a los demás con su arrogancia ó a causa de su
ignorancia. ¡Pero la desdicha imprevista que me ha herido ha perdido mi alma, y
me muero privada de la voluptuosidad de la vida, y deseo morir, amigas! Aquel a quien consagré mis más preciados bienes, mi marido, se ha tornado en el peor de
los hombres. [230] Entre todos los que respiran y tienen un pensamiento,
nosotras las mujeres somos las más miserables. Ante todo, necesitamos comprar un
marido a peso de plata y aceptar un dueño de nuestro cuerpo. Y es esto un mal
todavía mayor, y hay mucho peligro en saber si el marido es bueno ó malo, porque
el divorcio no es honroso para las mujeres, y no podemos repudiar a nuestro
marido. Pero es preciso que la que acepta nuevas costumbres y se somete a nuevas
leyes sea adivinadora para saber cómo será su marido, [240] pues por sí sola no
puede saberlo. Si tras de haber tenido suerte en esto, poseemos un marido que
soporta de buen grado el yugo, digna de envidia es nuestra vida. Si no, vale más
morir. Guando le pesa la vida doméstica, el hombre sale de casa y libra del
fastidio a su alma con algún amigo ó con la charla de los de su misma edad; pero
a nosotras nos constriñe la necesidad a no mirar mas que en nuestro propio
corazón. Dicen que vivimos en las moradas al abrigo de todo peligro y que ellos
combaten con la lanza; [250] pero piensan mal, pues tres veces más me gustarla
llevar escudo que parir una sola vez. Sin embargo, este discurso no reza con
vosotras tanto como conmigo. Vosotras tenéis una ciudad y una morada paterna y
las facilidades de la vida y el trato de vuestros amigos; y a mí, abandonada y
desterrada, me ultraja un marido que me ha arrancado de la tierra bárbara, y no
tengo ni madre, ni hermano, ni pariente que me sirva de puerto de refugio contra
esta tempestad. Quiero, pues, obtener de vosotras sólo esto: [260] Si asalta mi
espíritu algún medio de vengarme del marido que me inflige estos males, y del
que le ha dado su hija, y de ésta, que se ha casado con él, callad. Porque en
todo lo demás la mujer es tímida y cobarde para el combate, sin que se atreva a mirar al hierro; pero cuando se la ultraja en lo que concierne
a su lecho
nupcial, no hay alma más cruel que la suya.
El coro
Así lo haré, porque es justo, Medea, que te vengues de tu marido. No me asombra
que gimas por tu destino. Pero veo a Creón, señor de esta tierra, [270] que se
acerca y trae nuevos propósitos.
Creón
Oye, Medea, la de mirada torva y furiosa contra tu marido: ordeno que seas
desterrada, expulsada de esta tierra, llevándote contigo a tus dos hijos, y sin
tardanza, porque en esto soy yo el árbitro; y no volveré a la morada sin haberte
expulsado de las fronteras de este país.
Medea
¡Ay, ay! ¡Estoy perdida, desdichada de mí! Ya mis enemigos largan todas las
velas, y no dispongo de ningún refugio contra tal desgracia. [280] Sin embargo,
por muy injuriosamente que me trates, Creón, déjame que te pregunte por qué me
echas de esta tierra.
Creón
Te temo; no hay para qué hablar con rodeos. Temo que hagas a mi hija algún daño
irreparable. Por varios motivos me asalta este temor, Eres astuta y hábil para
muchas asechanzas, y te quejas por verte privada del lecho de tu marido. Sé,
porque me lo han dicho, que nos amenazas con una desgracia a mí, a mi hija y a su prometido. Voy
a prevenirme contra ella antes de sufrirla. [290] Más me
conviene incurrir ahora en tu odio que gemir cuando esté hecho el mal.
Medea
¡Ay, ay! Con frecuencia, pues no es ahora la primera vez, me ha dañado y causado
grandes perjuicios lo que piensan de mí. Nunca conviene que el hombre de sentido
recto se preocupe de educar a sus hijos con demasiada sabiduría. Porque, además
de adquirir así fama de perezosos, excitan la envidia odiosa de los ciudadanos.
Inculcando pensamientos nuevos y sabios en las personas groseras, pareceréis
inútiles y desprovistos de sabiduría; [300] y si se os cree más ilustres que los
que pasan por hábiles y sabios, pareceréis peligrosos en la ciudad. Yo he
sufrido este destino. Siendo sabia, he sido odiada por unos, una carga para
otros, contraria a éstos y antipática a aquéllos. Y sin embargo, no sé
demasiado. ¿Temes, pues, sufrir de mí algún mal? No temas que te suceda nada
malo por culpa mía, Creón, ni que yo atente contra los hombres reales. ¿Qué
injusticia me has hecho, en efecto? Has dado tu hija a aquel [310] a quien tu
corazón te impulsa. Pero odio a mi marido. Por lo que a ti respecta, creo que
has obrado cuerdamente. Y ahora no envidio tus prosperidades. Celebrad esas
bodas, vivid bien y felizmente, pero permitidme que habite en esta tierra;
porque, aunque ultrajada, me callaré, sumisa a los que son más poderosos que yo.
Creón
Dices palabras dulces al oído, pero tengo miedo de que trames cualquier maldad
en el fondo de tu alma, y cada vez me fío menos de ti; porque cuando una mujer,
é incluso un hombre, tiene una cólera pronta, [320] es más fácil guardarse de
ésta que cuando es muda y prudente. Sal, pues, en seguida, y cesa de hablar
tanto. Está decidido; y no utilizarás ningún artificio que te haga quedarte
entre nosotros, siendo mi enemiga.
Medea
¡Por tus rodillas, por tu hija recién casada!
Creón
En balde son tus palabras; no me persuadirás jamás.
Medea
¡Y me echarás, y no respetarás mis súplicas!
Creón
No te prefiero a mi familia.
Medea
¡Oh patria, con cuánta desesperación me acuerdo de ti!
Creón
Además de mis hijos, también me es cara mi patria.
Medea
[330] ¡Ay, ay! ¡Qué mal tan grave es para los mortales el amor!
Creón
A mi entender, según decida la fortuna.
Medea
¡Zeus! ¡Ojalá no se te escape el autor de mis males!
Creón
Vete, insensata, y líbrame de mis inquietudes.
Medea
Yo soy quien está atormentada de inquietudes, pues no» carezco de ellas.
Creón
Pronto te expulsará a la fuerza la mano de mis servidores.
Medea
¡No lo consientas! ¡Te conjuro a ello, Creón!
Creón
Lograrás exaltarme, a lo que veo, ¡oh mujer!
Medea
Huiré, pero no es eso lo que pedía de ti.
Creón
¿Por qué, pues, te resistes y no sales de este país?
Medea
[340] Permíteme permanecer sólo este día, con objeto de deliberar acerca del
lugar en que he de refugiarme y buscar asilo para mis hijos, ya que su padre
para nada se preocupa de ellos. Compadécelos, porque también tú tienes hijos. Es
natural que seas benévolo. No lo siento por mí, ni por ir al destierro; pero
lloro por ellos, que sufren un destino adverso.
Creón
Mi corazón no es tiránico por naturaleza, y ya tengo perdido mucho por haberme
vencido la piedad; [350] y ahora mismo veo que hago mal en ello, mujer. ¡Sin
embargo, sea! Pero te advierto que, si la luz del Dios os encuentra mañana a ti
y a tus hijos en los confines de esta tierra, morirás. Ahora, si te conviene
quedarte, quédate sólo por este día. Porque no podrás hacer el mal que temo.
El coro
¡Desgraciada mujer! ¡Ay, ay! desgraciada a causa de tus dolores. ¿Adónde irás?
¿Qué huésped, [360] qué morada, qué tierra te redimirá de tus males? ¿A qué
terrible tempestad de desdichas te ha lanzado un Dios, Medea?
Medea
¡Por todos lados me asaltan las desdichas! ¿Quién dirá lo contrario? Pero no
creáis que va a suceder así siempre. Los recién casados tendrán que sostener sus
luchas, y sus padres tendrán que soportar serias pruebas. ¿Crees que jamás le
hubiese interpelado con palabras halagüeñas, si no lo hiciera por aprovecharme
de ello para alguna emboscada? [370] No le habría hablado ni le habría tocado
con mis manos. Pero ha llegado él a tal extremo de insensatez, que pudiendo
echar abajo mis proyectos al expulsarme de esta tierra, me permite quedarme un
día más, durante el cual haré morir a tres de mis enemigos: al padre, á. la
joven y a mi marido. Para realizar esas muertes, tengo varios caminos que
seguir, y no sé, amigos, cuál tomar primero. Incendiaré la morada nupcial, ó
entrando secretamente en el aposento donde se yergue el lecho, les clavaré en el
hígado la afilada espada. [380] Pero una sola cosa me detiene: si me sorprenden
al entrar en la morada y preparar mi proyecto, moriré, siendo la befa de mis
enemigos. Lo mejor será seguir el camino para el cual tengo más habilidad, que
es el de matarles con venenos. ¡Sea así! Helos aquí muertos. ¿Qué ciudad me
recibirá? ¿Qué huésped me ofrecerá, para salvarme, una tierra segura y una
morada fiel? ¡No! Aún esperaré un poco tiempo, [390] y si se me ofrece algún
refugio, emprenderé esos asesinatos con astucia y en secreto. Pero si me impulsa
un destino inevitable, empuñando la espada, y aun cuando deba morir, los mataré
y llegaré hasta la última violencia de la audacia. ¡No; por mi señora Hécate,
que es la que más venero entre todas y a quien he escogido para auxilio mío, y
que habita en el retiro de mi hogar, juro que ninguno de mis enemigos se
alegrará impunemente de los dolores que me desgarran el alma! Yo haré que sus
bodas sean amargas y tristes, [400] amarga su alianza, y les tornaré amargo mi
destierro de esta tierra. Vamos, Medea, no perdones ninguno de los artificios
que conoces. Medita y urde el acto terrible. Ahora es cuando hay que conducirse
valerosamente. Mira lo que te está reservado. No conviene que sirvas de escarnio
a los Sisifidas y a la prometida de Jasón, tú que naciste de padre noble y
desciendes de Helios. Eres hábil, pues las mujeres somos por naturaleza muy
inhábiles para el bien, pero los más ingeniosos artífices de todos los males.
El CORO
Estrofa I
[410] Corre el caudal sagrado de los ríos, la justicia y todas las cosas están revueltas, en los hombres residen los designios pérfidos, y la fe en los Dioses ya no existe. Ha cambiado la fama hasta el punto de que se loa a mi sexo, [420] se conceden honores a las mujeres, y no pesa sobre ellas una mala reputación.
Antistrofa I
Las Musas cesarán de celebrar nuestra perfidia en los cantos antiguos. Febo, que compone los himnos, no ha dado a nuestro espíritu, en efecto, el don del canto divino de la lira, pues nosotras, a nuestra vez, habríamos cantado un himno contra el sexo fuerte. [430] Una larga serie de generaciones tiene que decir acerca de los hombres tanto como acerca de nosotras.
Estrofa II
Con el alma furiosa navegaste lejos de la morada paterna, franqueando las dobles rocas del mar, y habitas en una tierra extraña donde está viudo tu lecho, ¡oh desdichada! y se te destierra, expulsándote ignominiosamente de este país.
Antistrofa II
Ha desaparecido el honor del juramento, y el pudor [440] no subsiste ya en la gran Hélade, sino que ha volado al Éter. Y por lo que áti afecta, desdichada, la morada paterna, a la cual gritabas tus miserias, ya no existe; y en las moradas manda otra reina que en tu lecho es más poderosa que tú.
Jasón
No he observado hoy por primera vez, sino a menudo, cuán irreparable mal es una cólera violenta. Porque podrías habitar en esta tierra y en esta morada, obedeciendo con paciencia las órdenes de quienes son más poderosos que tú, [450] y gracias a tus palabras insensatas, se te expulsa de esta tierra. No me inquieto nada por eso. Nunca cesas de decir que Jasón es el peor de los hombres; pero ya puedes considerar como una gran ventaja el que no se castiguen más que con el destierro las palabras que has pronunciado contra los reyes. En cuanto a mí, siempre he intentado calmar la cólera de los reyes irritados, y quería que te quedases aquí; pero no has renunciado a tu demencia, y siempre hablas injuriosamente de los señores, y por eso te echan de este país. Sin embargo, todavía no te faltan amigos, [460] y por tu bien vengo, mujer, para que no te manden indigente con tus hijos ni carezcas de algo. El destierro lleva consigo muchos males, y aunque tú me odies, yo no podré jamás quererte mal.
Medea
¡Oh el más malvado de los hombres!—pues debo dar a tu cobardía el nombre más ultrajante—, has venido a mí como un enemigo de los Dioses, de mí misma y de toda la raza de los hombres. No hay firmeza ni valor [470] en mirar de frente a los amigos a quienes se ha ultrajado, y la impudicia es en los hombres el mayor de los vicios. Sin embargo, has hecho bien en venir, porque así desahogaré mi corazón injuriándote, y gemirás al oír mis palabras. Pero empezaré por el principio. Te he salvado, como saben todos los helenos que embarcaron contigo en la nave Argos cuando fuiste enviado para uncir al yugo los toros que resoplaban llamas, y para sembrar el campo mortal. Y después de que maté al dragón vigilante [480] que guardaba el vellocino de oro envolviéndole en sus múltiples repliegues, te devolví la luz de la salud. Yo misma, abandonando a mi padre y mi morada, vine contigo a Iolcos Peliotida, más presurosa que prudente. Y maté a Pelias de la manera más lamentable que se puede morir, valiéndome de sus propias hijas, y te libré de todo temor. ¡Y cuando estabas cubierto de mis beneficios, oh el más malvado de los hombres, me has traicionado, y has buscado un nuevo lecho nupcial, [490] teniendo ya hijos! Porque si no hubieras tenido hijos todavía, sería perdonable que desearas ese lecho. Pero ha desaparecido la fe en el juramento, y no sé si crees que los Dioses que reinaban entonces ya no reinan, ó que ahora se han establecido entre los hombres nuevas leyes, ya que tienes conciencia de ser perjuro conmigo. ¡Ay! ¡mira esta mano que has estrechada tantas veces, y estas rodillas abrazadas en vano por un hombre pérfido! ¡Ay! ¡he perdido toda esperanza! Pero, en fin, te hablaré como a un amigo, por más que nada bueno, en verdad, [500] tengo que esperar de ti; te hablaré así porque, interrogándote de este modo, quedarás cubierto de vergüenza. ¿Adónde volveré ahora? ¿A la morada de mi padre y a mi patria que he traicionado por venir aquí? ¿Me iré con las míseras hijas de Pelias? ¡En verdad que me recibirían bien en sus moradas, a mí que he matado a su padre! Ya ves qué destino es el mío. Soy odiosa para mis amigos domésticos, a quienes no debí hacer ningún mal, y por ti hice de ellos mis enemigos. Y a cambio de estos beneficios, [510] tú me has hecho la mujer más dichosa de la Hélade, y ¡desventurada de mí! poseo en ti un marido fiel y admirable. Tanto, que voy a huir, desterrada de este país, privada de amigos, sola con mis hijos abandonados. ¡En verdad que constituirá una gloria para un recién casado el que sus hijos sean mendigos y vagabundos, como yo, que te he salvado! ¡Oh Zeus! ¿por qué has dado a los hombres métodos infalibles para distinguir el oro verdadero del oro falso, mientras que no hay método posible para distinguir al malo entre los hombres?
El coro
[520] La cólera es terrible y más difícil de curar que una querella entre amigos.
Jasón
¡Preciso es, a lo que parece, que no sea yo inhábil para hablar, sino que, como un prudente conductor de nave, sepa plegar las velas para escapar, oh mujer, a tu elocuencia desenfrenada! Ya que exageras hasta lo increíble tus beneficios, sabe que, a mi entender, fué sólo Cipris, entre los Dioses y los hombres, quien me dió una feliz navegación. Sutil, en verdad, es tu ingenio, y resultaría para ti un relato enojoso [530] si te dijera cómo Eros, con ayuda de sus flechas inevitables, te obligó a salvarme. Pero no insistiré por demás acerca de esto. En cuanto a la ayuda que me has prestado, no es falso lo que afirmas, aunque, a cambio de mi salvación, has disfrutado de beneficios mayores que los que yo he recibido de ti, como voy a probarlo. Por lo pronto habitas en la tierra de la Hélade en lugar de un suelo bárbaro, y has conocido la justicia y la protección de las leyes en lugar de la violencia. Todos los helenos reconocen tu inteligencia, [540] y has adquirido gloria; si habitaras en los límites extremos de la tierra, en ninguna parte se habría hablado de ti. ¡Que no haya oro en mis moradas, ni canto más hermoso que el de Orfeo, si eso no constituye una fortuna ilustre! He dicho lo que he hecho por ti, ya que tú has suscitado este combate de palabras. En cuanto a las bodas reales que me reprochas, empezaré por probar que a este respecto he sido prudente y moderado, y finalmente, que me he portado como un verdadero amigo contigo [550] y con mis hijos. Pero estate tranquila. Cuando vine aquí desde la tierra de Iolcos, trayendo conmigo innúmeras molestias enfadosas, ¿qué destino más dichoso podía hallar que casarme con la hija de un rey, puesto que estaba desterrado? No lo hice, como me censuras, porque mi unión contigo me resultara odiosa, ni porque estuviese herido de deseo hacia una nueva esposa, ni por ambición de numerosa posteridad—los hijos que me han nacido me bastan, y no me quejo—, [560] sino por vivir en el bienestar, lo cual es preferible, sin sufrir la indigencia, pues sé que al pobre le evitan todos sus amigos, y por educar a mis hijos de una manera digna de mi familia. Y si engendrara hermanos de los hijos que me han nacido de ti, seria para ponerlos al mismo nivel a todos, unirlos en una sola familia, y vivir dichoso. ¿Qué necesidad tienes tú de hijos, en efecto? Y yo estoy interesado en que a mis hijos vivos lea ayuden mis hijos futuros. ¿Es esto pensar mal? No lo dirías si no te ulceraran estas bodas. [570] Las mujeres sois así: mientras está a salvo vuestro lecho, creéis poseerlo todo; pero si sobreviene algún accidente a vuestro lecho nupcial, tomáis odio a lo mejor y más hermoso. Convendría que los hombres pudiesen engendrar hijos por otro medio, y que la raza de las mujeres no existiese. Así no sufrirían los hombres mal alguno.
El coro
Jasón, muy bien has adornado tu discurso; pero, en contra de tu opinión, he de decirte que me parece obraste injustamente con tu mujer traicionada.
Medea
Ciertamente, disiento de la mayoría de los mortales. [580] A mi entender, cuando alguien hábil para hablar es injusto, se hace digno del mayor castigo; porque, adornando su iniquidad con su palabra, se atreverá a todas las perfidias y será poco cuerdo. No pronuncies, pues, ante mí frases especiosas, ni hables con habilidad. Te confundirá una sola palabra: si no meditabas un mal, debiste convencerme antes de llevará cabo esas bodas, y no ocultarte de tus amigos.
Jasón
¡Sin duda me habrías ayudado admirablemente si te hubiese declarado yo mis bodas, [590] cuando ahora no puedes reprimir la violenta irritación de tu alma!
Medea
No te preocupaba eso; más bien has pensado que tu matrimonio con una mujer bárbara no té proporcionaría una vejez gloriosa.
Jasón
Has de saber que no era por la posesión de una mujer por lo que yo quería el matrimonio real que he contraído ahora, sino, como ya te he dicho, por proteger y engendrar, para mis hijos, hermanos de raza real que fuesen sostén de mi familia.
Medea
¡No quiero una felicidad dolorosa ni riquezas que me desgarrarían el corazón!
Jasón
[600] ¿Sabes que harás otros votos y serás más prudente? Los bienes no te parecerán ya crueles, y cuando seas dichosa, no te creerás infortunada.
Medea
Ultrájame, ya que tienes un asilo; que yo, abandonada, huiré de esta tierra.
Jasón
Tú eres quien lo ha querido; a nadie más acuses.
Medea
¿Qué hice para ello? ¿Me casé con otro hombre, engañándote?
Jasón
Lanzaste imprecaciones impías contra los reyes.
Medea
Yo soy quien ha sufrido en tu morada imprecaciones.
Jasón
No discutiré ya más contigo acerca de esto; [610] pero si en tu destierro quieres recibir algún socorro de mis bienes para ti y para tus hijos, habla. Dispuesto estoy a ofrecértelo liberalmente y a enviar símbolos a mis huéspedes para que te sean benévolos. Si rehusas, te conducirás como una insensata, mujer; pero si aplacas tu cólera, te reportara más ventajas.
Medea
No utilizaré a tus huéspedes; nada aceptaré, y nada me datas, porque los dones del malo no reportan provecho alguno.
Jasón
Sin embargo, con los Dioses atestiguo [620] que quiero ayudaros a ti y a tus hijos. Pero mis beneficios no te placen y rechazas con insolencia a tus amigos. Ya te arrepentirás de ello más cada vez.
Medea
¡Vete! Se ha apoderado de ti el deseo de tu nueva esposa, por haber estado tanto tiempo lejos de sus moradas. Cásate con ella. ¡Acaso, y dicho sea con ayuda de un Dios, sientas un día las bodas que vas a celebrar!
El coro
Estrofa I
Cuando el amor domina violentamente a los hombres, no les deja ni virtud ni buena fama; [630] pero si nos domina Cipris con moderación, no hay Diosa más agradable. ¡No me lances jamás con tu arco de oro, ohseñora, una flecha inevitable empapada en deseo!
Antistrofa I
¡Posea yo la moderación, que es el don más hermoso de los Dioses! [640] ¡Que jamás la terrible Cipris, desgarrándome el corazón, me arroje a luchas ciegas y a querellas insaciables a causa de otro lecho, sino que, respetando las uniones tranquilas, escoja las esposas con sagacidad!
Estrofa II
¡Oh patria, oh morada mía! ¡Que jamás me vea desterrada,arrastrando una vida triste y pobre entre preocupaciones miserables! [650] ¡Vénzame antes la muerte, sí, la muerte, con tal de no ver un día semejante! Porque no hay desdicha mayor que la de estar privado de la tierra de la patria!
Antistrofa II
Lo hemos visto, no hablamos por relatos extraños: ni la ciudad ni ningún amigo ha tenido piedad de tus males cruelísimos. ¡Perezca en la miseria [660] quien no honre a sus amigos y no les abra un corazón puro! Ese nunca será amigo.
Egeo
¡Salve, Medea! Nadie conoce un exordio mejor para hablar a sus amigos.
Medea
Salve tú también, Egeo, hijo del sabio Pandión. ¿De dónde vienes a esta tierra?
Egeo
Acabo de dejar el oráculo antiguo de Febo.
Medea
¿A qué has ido al ombligo fatídico de la tierra?
Egeo
He ido a preguntar cómo podría engendrar hijos.
Medea
[670] ¡Por los Dioses! ¿todavía arrastras tu vida sin hijos?
Egeo
No tengo hijos por voluntad de un Demonio.
Medea
¿Tienes mujer, ó vives ignorante del matrimonio?
Egeo
No estoy ignorante del lecho nupcial.
Medea
¿Qué te ha dicho Febo, pues, respecto de los hijos?
Egeo
Palabras demasiado sabias para ser comprendidas por un hombre.
Medea
¿Me es dado conocer el oráculo del Dios?
Egeo
Claro que sí, porque precisamente exige un ingenio sutil.
Medea
¿Qué te ha respondido, pues? Habla, si te es permitido decirlo.
Egeo
Que no saque mi pie del odre.
Medea
[680] ¿Antes de haber hecho qué ó de haber llegado a qué país?
Egeo
Antes de haber vuelto al hogar paterno.
Medea
¿Y qué te ha obligado a navegar en pos de esta tierra?
Egeo
Existe aquí cierto Piteo, rey de la tierra trecenia.
Medea
Dicen que es un piadosísimo hijo de Pelops.
Egeo
Quiero darle cuenta del oráculo del Dios.
Medea
En efecto, es un hombre sabio y muy hábil para esas cosas.
Egeo
Y es el más querido de todos mis huéspedes.
Medea
¡Sé feliz, y obtén lo que anhelas!
Egeo
Pero ¿por qué se enternecen así tus ojos y tu rostro?
Medea
[690] Egeo, mi marido es el peor de todos.
Egeo
¿Qué dices? Cuéntame todas tus penas.
Medea
Jasón me ha injuriado sin haber recibido de mi ningún mal.
Egeo
¿Por qué? Dímelo sin reservas.
Medea
Sin contar conmigo, ha tomado otra mujer para dueña de su morada.
Egeo
¿Se ha atrevido a cometer acción tan vergonzosa?
Medea
Sí, por cierto; has de saber que me veo despreciada, yo que era amada antes.
Egeo
¿Es presa de otro amor, ó ha tomado odio a tu lecho?
Medea
Si, se ha apoderado de él un gran amor; ya no es fiel a lo que amaba.
Egeo
¡Que se vaya, pues, si, como dices, es infiel!
Medea
[700] Desea obtener alianza con los reyes.
Egeo
¿Y quién le hace ese don? Acaba tu relato.
Medea
Creón, que es señor de esta tierra corintia.
Egeo
Sin duda, mujer, es disculpable que gimas.
Medea
Estoy perdida, y para colmo, me expulsan de esta tierra.
Egeo
¿Quién? Me cuentas otra desgracia.
Medea
Creón me expulsa y me destierra de la tierra corintia.
Egeo
¿Y Jasón lo permite? Tampoco apruebo eso.
Medea
No con palabras, sino con el corazón lo desea, ¡Me torno suplicante, y por tus mejillas, [710] por tus rodillas, imploro quetengas piedad de mí, que tengas piedad de esta desdichada! ¡No me dejes desterrada, abandonada, y recíbeme en tu país y en tus moradas como a huésped! ¡Cumplan los Dioses tu deseo de tener hijos, y ojalá mueras dichoso! No sabes cuan provechoso será para ti el haberme encontrado. Haré que no carezcas de hijos por más tiempo y que tengas una posteridad numerosa. Conozco ciertos filtros.
Egeo
Por varias razones estoy dispuesto a concederte esa gracia, [720] ¡oh mujer! Ante todo, por honrar a los Dioses, y además, a causa de esa promesa de que tendré hijos. He aquí lo que puedo hacer: Si vienes a mi país, me esforzaré en protegerte con mi hospitalidad, porque soy justo. Sólo te advierto que no quiero llevarte de esta tierra. Si por ti misma vas a mi morada, allí estarás segura, y no te entregaré a nadie. Escapa, pues, de aquí. [730] Porque quiero ser irreprochable para mis huéspedes.
Medea
¡Así sea! Pero si me lo juraras, seria mejor para míy para ti.
Egeo
¿No tienes confianza? ¿Por qué te inquietas?
Medea
Tengo confianza; pero la familia de Pelias y de Creón es enemiga mía. Si te ligas a mí por un juramento, no permitirás que los que así lo quieren me lleven de tu país; pero si sólo te comprometes con palabras, sin jurar por los Dioses, puede que te hagas amigo de mis enemigos y cedas a las reclamaciones de los heraldos. Porque yo tengo poca fuerza, [740] y de ellos son las riquezas y la morada real.
Egeo
Tus palabras demuestran una gran previsión, ¡oh mujer! Por tanto, ya que así lo quieres, no me niego a hacerlo. Efectivamente, será para mí lo más seguro poder oponer algún pretexto a tus enemigos, y tu interés estará más resguardado. Nombra, pues, a los Dioses.
Medea
Jura por la Tierra y por Helios, padre de mi padre, y añade a la vez toda la raza de los Dioses.
Egeo
¿Qué debo hacer ó no hacer? ¡Di!
Medea
Jura que nunca me echarás de tu tierra, [750] y que, si quiere llevarme alguno de mis enemigos, nunca lo permitirás mientras vivas.
Egeo
Por la Tierra y por la espléndida luz de Helios y por todos los Dioses, juro hacer lo que me pides.
Medea
Basta. ¿Y qué castigo sufrirás si perjuras?
Egeo
El que se inflige a los mortales impíos.
Medea
¡Vete feliz! Todo va bien. En cuanto a mí, antes de presentarme en tu ciudad, llevaré a cabo aquí lo que preparo y tengo resuelto.
El coro
Llévete a tu morada el Conductor, hijo de Maya, ¡oh rey! [760] ¡Cúmplase lo que embarga tu corazón, Egeo, porque te has mostrado a mí como un hombre bien nacido!
Medea
¡Oh Zeus! ¡Justicia, hija de Zeus! ¡Luz de Helios! Ahora, amigas, quedaré gloriosamente victoriosa de mis enemigos, y estoy en buen camino. Este hombre, en efecto, se me ha aparecido como un puerto salvador cuando eran mayores mis penas, [770] y a él ataré el cable de mi nave en cuanto llegue a laciudad y a la ciudadela de Palas. Pero te diré ya todos mis designios. Escucha palabras que no tienen por objeto deleitar. Con uno de mis servidores, rogaré a Jasón que venga a verme, y le recibiré con palabras halagüeñas, y le diré que me parece bien todo, y que alabo el matrimonio real con que se me traiciona, y que sus resoluciones son útiles y honradas. [780] Le pediré que permanezcan aquí mis hijos, no por abandonar a mi prole en el país de mis enemigos para que se los ultraje, sino a fin de matar con astucia a la hija del rey. Los enviaré, para que no se los eche de esta tierra, llevando en sus manos presentes a la esposa: un ligero peplo y una corona de oro. Y cuando la joven haya ornado con ello su cuerpo, morirá miserablemente, con todos los que la toquen, de tanto como habré impregnado de venenos esos presentes. [790] Pero me interrumpo aquí para gemir al pensar en la acción que voy a llevar a cabo; porque mataré a mis hijos, y nadie me los arrebatará. Luego, tras de aniquilar a toda la familia de Jasón, abandonaré esta tierra, expiando con el destierro el asesinato de mis carísimos hijos, pues habré osado cometer el más impío de los crímenes. Pero no puedo soportar el servir de escarnio a mis enemigos. ¡Sea! ¿Qué gano con vivir? No tengo patria, ni morada, ni refugio contra mis males. [800] He faltado cuando abandoné las moradas paternas, dejándome persuadir por las palabras de un heleno, que será castigado con ayuda de un Dios. Porque nunca verá ya él vivos a los hijos que de mí tuvo; y la recién casada no se los dará, porque es preciso que perezca miserablemente con mis venenos. ¡No me juzgue nadie cobarde, débil é insensible! Soy terrible para mis enemigos, y benévola para mis amigos.
[810] Los que así son tienen una vida gloriosa.
El coro
Ya que nos lo confías, en interés tuyo y por respeto a las leyes de los mortales, te exhorto a que no hagas nada de eso.
Medea
No puede ser de otro modo; pero se os deben perdonar vuestras palabras, porque no padecéis mis males.
El coro
¿Y te atreverás a matar a tus hijos, mujer?
Medea
Así se desgarrará más cruelmente el corazón de mi marido.
El coro
Y así serás la más desgraciada de las mujeres.
Medea
Bueno. Ya huelgan todas las palabras.
[820] Ve y tráeme a Jasón. Siempre me has sido fiel. No digas nada de lo que he resuelto, si es que quieres a tu señora y si has nacido mujer.
El coro
Estrofa I
¡Dichosos los Erectidas, hijos de los Dioses dichosos, alimentados con la
ilustre sabiduría de una tierra sagrada ó inviolable,
[830] que caminan con alegría por el aire resplandeciente, donde dicen que en
otro tiempo la rubia Harmonía parió a las Musas Piérides!
Antistrofa I
Donde dicen que Cipris, sacando agua del Cefiso de hermosa corriente, refrescó
el país
[840] con los dulces hálitos de los vientos, y coronando siempre su cabellera
con guirnaldas de rosas perfumadas, da por compañeros a la sabiduría los amores
aliados de todas las virtudes.
Estrofa II
¿Cómo la ciudad de los ríos sagrados, la tierra protectora, va a recibirte igual
que a los demás, a ti, [850] matadora impía de tus hijos? ¡Piensa en el
asesinato de tus hijos, en el crimen que habrás cometido! ¡No! ¡Por tus
rodillas, te suplicamos todas que no mates a tus hijos!
Antistrofa II
¿De dónde extraerán audacia tu espíritu, tus manos y tu corazón para obrar
contra tus hijos, y osar cometer con ellos esa acción horrible? [860] ¿Cómo vas
a poder presenciar ese asesinato sin llorar, si posas tus ojos en tus hijos? No,
no tienes un corazón tan implacable, que puedas manchar tu mano asesina con la
sangre de tus hijos prosternados en súplica a tus plantas.
Jasón
Vengo a instancias tuyas; y aunque estés irritada contra mí, no te faltará mi
benevolencia. Aguardo a que me digas qué otra cosa quieres de mí, mujer.
Medea
Jasón, te ruego que me perdones las palabras que he pronunciado. [870] Justo es
que soportes mis cóleras, pues nos hemos prestado muchos servicios uno a otro.
He razonado conmigo misma, y me he recriminado en estos términos: Desdichada,
¿por qué me irrito como una insensata contra los que son benévolos para mí, y me
hago enemiga de los señores de esta tierra y de mi marido, que por utilidad para
nosotros se casa con la joven real, procreando hermanos de mis hijos? ¿No
renunciaré a mi cólera? ¿Por qué afligirme, cuando los Dioses son favorables?
[880] ¿No tengo hijos, y no sé que estamos desterrados de esta tierra y sin
amigos? Revolviendo estos pensamientos en mi espíritu, me he reconocido presa da
una gran demencia ó injustamente irritada. Ahora, pues, te apruebo, y me parece
que obraste prudentemente al contraer esa alianza en favor nuestro. ¡Estaba
local Debí asociarme a tas proyectos, facilitarlos, estar cerca del lecho
nupcial y servir con júbilo a tu esposa. Pero no quiero hablar mal de nosotras,
que al fin y al cabo somos lo que somos, [890] mujeres. No conviene, pues, que
te hagas malo ni opongas la demencia a la demencia. Confieso y digoque pensé mal
entonces; pero ahora afronto con más serenidad las cosas. ¡Oh hijos, hijos!
venid, dejad las moradas, acudid, saludad conmigo a vuestro padre y reconciliaos
con él, sin odiar ya a vuestros amigos, como tampoco los odia vuestra madre. La
paz reina entre nosotros, y se ha aplacado la cólera. Tomad mi mano derecha.
[900] ¡Cuánto me atormenta el recuerdo de lo que pienso en secreto! ¡Oh hijos!
si vivís mucho tiempo todavía, ¿me tenderéis así vuestros queridos brazos?
¡Infeliz de mí! Estoy arrasada en lágrimas y llena de temor. Al reconciliarme
con vuestro padre tras de una larga querella, mi tierno rostro inúndase de
lágrimas.
El coro
Y también se escapan lágrimas de mis párpados hinchados. ¡Plegue a los Dioses
que no ocurra ahora una desgracia mayor!
Jasón
Por ello te alabo, mujer, y no te censuro. Es natural que una mujer se
encolerice contra su marido que contrae nuevas nupcias; [910] pero tu corazón ha
cambiado favorablemente, y por fin has tenido una idea mejor. Obras como mujer
prudente. En cuanto a vosotros, hijos, vuestro solícito padre, con ayuda de los
Dioses, os lo ha allanado todo. Oreo, en efecto, que un día seréis los primeros
en la tierra corintia, así como vuestros hermanos. Creced, que lo demás lo harán
vuestro padre y algún Dios benévolo. [920] ¡Que os vea yo llegar a la pubertad
bien educados y triunfar de mis enemigos! Pero ¿á que vienen esas lágrimas que
corren de tus párpados hinchados? ¿Por qué, volviendo tus pálidas mejillas, no
acoges con júbilo mis palabras?
Medea
No es nada. Pensaba en estos hijos.
Jasón
Tranquilízate; siempre miraré por ellos.
Medea
Así lo haré. Ni por asomo dudo de tus palabras; pero la naturaleza de la mujer
es débil y propicia a las lágrimas,
Jasón
¿Por qué, pues, gimes por tus hijos, desdichada?
Medea
[930] Los he parido, y cuando deseabas para ellos una vida feliz, me conmovía de
lástima pensando que tal vez no sucediera nada de eso. Pero sólo te he dicho
parte de lo que quería hablarte. Voy a decirte lo demás. Ya que place a los
reyes echarme de esta tierra, y que mejor es para mí, lo reconozco, no ser un
obstáculo para ti y para los señorea de este país habitando en él, ya que paso
por enemiga de tu familia, me iré de aquí al destierro. [940] Pero ruego a Creón
que no eche da esta tierra a mis hijos, para que sean educados por tu mano.
Jasón
No sé si le convenceré; he de intentarlo, sin embargo.
Medea
Por lo menos, ordena a tu mujer que pida a su padre que mis hijos se queden en
esta tierra.
Jasón
Claro que lo haré gustoso, y creo que la convenceré, porque ella es mujer al fin
y al cabo.
Medea
Yo te ayudaré en la empresa. Le enviaré presentes que superen en belleza a cuanto poseen los hombres, pues mis hijos le llevarán un peplo fino y una corona
de oro. [950] Es preciso que uno de mis servidores me traiga en seguida esos
atavíos. Ella será feliz, no sólo en un sentido, sino en todos, porque tendrá
por marido a un hombre excelente, y porque poseerá adornos que en otro tiempo dió
a sus descendientes Helios, padre de mi padre. Hijos, tomad en vuestras
manos estos dones nupciales y llevádselos a la feliz esposa que manda en
vosotros. Va a recibir dones que no se deben desdeñar.
Jasón
Pero ¿por qué ¡oh insensata! te quitas esto de las manos? [960] ¿Piensas que la
morada real carece de peplos y de oro? Guarda eso y no lo des. Porque si esa
mujer cree que yo valgo algo, estoy seguro de que ha de preferirme a las
riquezas.
Medea
No me digas eso. Se asegura que los presentes ablandan a los mismos Dioses, y el
oro puede sobre los hombres más que una multitud de palabras. La favorece la
fortuna y hoy le es propicio un Dios. ¡La recién casada manda, y redimiría yo
del destierro a mis hijos con mi vida, no solamente con oro! Entrad, pues, en
las moradas, ¡oh hijos! rogad como suplicantes [970] a mi señora, la nueva
esposa de vuestro padre. Conjuradla a que no permita que abandonéis esta tierra,
y ofrecedle estas galas, porque importa mucho que reciba en propia mano estos
presentes. Id cuanto antes, y traed a vuestra madre la buena noticia de que ha
salido bien cuanto ella desea.
El coro
Estrofa I
Ahora no abrigo esperanza alguna de que esos niños vivanya más tiempo, porque
van a la muerte. Al recibir esa coronade oro, la desventurada esposa recibirá su
ruina. [980] Con suspropias manos pondrá en su rubia cabellera el tocado
delHades.
Antistrofa I
La deslumbrará el divino brillo del peplo y de la corona de oro artísticamente
labrada, y va a ataviarse para los muertos. Caerá en la celada, y en ella
encontrará la Moira mortal. No evitará su perdición.
Estrofa II
Y tú, ¡oh desventurado, oh esposo fatal, yerno [990] de reyes! preparas a tus
hijos, sin saberlo, el fin de su vida y una muerte lamentable a tu mujer.
¡Infeliz! ¡Cómo te abandonatu antigua fortuna!
Antistrofa II
¡También me hace gemir tu dolor, oh mísera madre, que vas a matar a tus hijos
por culpa de tu lecho nupcial [1000] abandonado injustamente por tu marido, que
se ha unido a otra mujer!
El pedagogo
Libres del destierro están tas hijos, señora; y la esposa real ha recibido en
propia mano tus presentes. Ya están en seguridad tus hijos.
Medea
¡Ay!
El pedagogo
¿Por qué estás turbada, si todo sale bien? ¿Por qué vuelves la cara y no recibes
con alegría mis palabras?
Medea
¡Ay, ay!
El pedagogo
No armonizan esas quejas con lo que te anuncio.
Medea
¡Ay, ay otra vez!
El pedagogo
¿Te he anunciado alguna desgracia sin saberlo? [1010] ¿Me equivocaba al esperar
darte una buena noticia?
Medea
Has anunciado lo que debías anunciar; no te lo censuro.
El pedagogo
¿Por qué, entonces, bajas los ojos y derramas lágrimas?
Medea
Me constriñe a ello la fatalidad, anciano, porque los Dioses y yo hemos tomado
una resolución funesta.
El pedagogo
Tranquilízate, porque, con ayuda de tus hijos, volverás aquí un día.
Medea
¡Desdichada de mí, que antes haré irse a otros!
El pedagogo
No eres la única a quien se separa de sus hijos. Es preciso que los mortales
soporten la desgracia con paciencia.
Medea
Así lo haré. Pero entra en la morada, [1020] y prepara a mis hijos lo que
necesitan a diario. ¡Oh hijos, hijos! ¡en adelante tendréis una ciudad, una
morada en la que habitaréis para siempre sin mí, privados de vuestra madre! Y yo
iré desterrada a otra tierra, antes de haber disfrutado de vosotros, de haberos
visto felices, de haberos casado, de haber adornado vuestros lechos nupciales y
a vuestras prometidas, y de haber encendido las antorchas para vosotros. ¡Oh!
¡qué desdichada soy por culpa de mi orgullo! ¡Oh hijos, os he criado en vano!
[1030] ¡En vano me fatigué y consumí de preocupaciones, y sufrí los crueles
dolores del parto! En verdad ¡infeliz de mí! que en otro tiempo cifré en
vosotros grandes esperanzas de que me alimentarais en mi vejez, y después de
muerta, me enterrarais con vuestras manos, deseo común a los hombres. ¡Y ahora
ya no tiene razón, de ser tan grata esperanza! Porque arrastraré una vida triste
y cruel, privada de vosotros. Y ya no veréis más con vuestros caros ojos a
vuestra madre, y conoceréis otra existencia. [1040] ¡Ay, ay! ¿Por qué me miráis,
hijos? ¿Por qué me sonreís con esa sonrisa suprema? ¡Ay! ¿Qué haré? Me
desfallece el corazón, mujeres, al ver la mirada alegre de mis hijos. ¡No podré!
¡Olvídense mis anteriores propósitos! Sacaré de esta tierra a mis hijos. ¿Qué
necesidad tengo de castigar con la desdicha de ellos a su padre, y de hacerme a mí misma tanto mal? ¡No, jamás lo haré! Renuncio
a mis proyectos. [1050] Pero
¿voy a sufrir el verme convertida en motivo de escarnio dejando impunes a mis
enemigos? Hay que obrar. ¡Oh! ¡cuán cobarde soy por dejar que se apoderen de mi
corazón estas flaquezas! Hijos, entrad en las moradas para que sufra quien no
debe asistir a mis sacrificios. No temblará mi mano. ¡Ah! ¡no hagas eso, corazón
mío! ¡Deja a tus hijos, miserable! ¡Perdónalos! Allá te servirán de alegría, si
viven. No, ¡por los vengadores subterráneos del Hades! [1060] jamás dejaré mis
hijos a mis enemigos para que los ultrajen. Es absolutamente necesario que
mueran. Y puesto que es preciso, los mataré yo, que los he parido. Así está
decidido y así se hará. Bien sé que ya se muere la prometida real, con la corona
en la cabeza y vestida con el peplo. ¡Pero, puesto que emprendo esta senda
funesta y voy a hacerles emprender un camino mucho más funesto, quiero ver a mis
hijos una vez aún! Dad, ¡oh hijos! [1070] dad a vuestra madre vuestra mano a besar. ¡Oh mano queridísima, oh boca queridísima! ¡Presencia, noble rostro de
mis hijos! ¡sed dichosos, pero allá! Aquí os arrebató la dicha vuestro padre. ¡Oh
dulce abrazo, oh piel delicada, oh dulcísimo aliento de mis hijos! ¡Idos, salid!
no puedo veros por más tiempo, me rinden mis males. Sé el crimen que voy a cometer; pero mi cólera es más poderosa que mi voluntad, [1080] y ella es la
primer causante de males entre los hombres.
El coro
Con frecuencia he hecho razonamientos más sutiles y pesquisas más elevadas de lo
que corresponde a la raza femenina; pero es porque una musa nos impele a estudiar
la sabiduría, no a todas, en verdad, pues entre muchas se encuentran pocas que
lo hagan; pero el ingenio de las mujeres no es extraño a las musas. [1090] Y
afirmo que aquellos de entre los hombres que no han conocido bodas y no han
engendrado hijos son más felices que aquellos que los han tenido. En efecto, los
que viven sin hijos, en su ignorancia del dolor y la amargura que los hijos
traen a los hombres, están libres de muchas angustias por no tenerlos. En cuanto
a los que tienen en sus moradas una cara posteridad de hijos, [1100] los veo
toda su vida consumidos por las preocupaciones: primero, la misión de educarlos
honestamente; luego, el tener que asegurarles la existencia, y para colmo, en
fin, la duda de si pasa uno estos trabajos por individuos buenos ó por malos, lo
cual es problemático. Y diré él último de los males que agobian a los mortales
todos: incluso suponiéndole se les den abundantes riquezas y que lleguen ellos a la pubertad y que sean excelentes, la muerte se los arranca
a los padres [1110]
y se los lleva al Hades. ¿Por qué, pues, en medio de tantos dolores, inflingen
los Dioses álos hombres el más amargo de todos a causa de sus hijos?
Medea
Hace tiempo, amigas, que estoy impaciente por enterarme de los acontecimientos
que ha traído la fortuna, y espero a saber cómo se llevará allá a cabo lo que he
intentado. Pero veo venir a uno de los servidores de Jasón. Su aliento jadeante
[1120] indica que va a anunciarnos una nueva desdicha.
El mensajero
¡Huye, huye, oh tú, Medea, que has cometido un crimen horrible ó impío! ¡no
desdeñes ni carro naval ni carro terrestre!
Medea
¿Qué ha sucedido que me obligue a huir?
El mensajero
La hija real y Creón, que la ha engendrado, han muerto con tus venenos.
Medea
¡Me traes una noticia venturosísima! En lo sucesivo te contarás entre mis
bienhechores y mis amigos.
El mensajero
¿Qué dices? ¿Estás en tu juicio? [1130] ¿No estás loca, mujer, pues que te
regocijas y no tiemblas al saber que ha quedado devastado el hogar real?
Medea
Mucho podría decir para responder a tus palabras; pero no te irrites con exceso,
amigo, y cuenta cómo han perecido. Dos veces me deleitarás si han sufrido una
muerte muy cruel.
El mensajero
Cuando tus dos hijos llegaron con su padre y entraron en la morada nupcial, nos
regocijamos los servidores, que nos compadecíamos de tus males, pues al punto
corrió el rumor [1140] de que tú y tu marido habíais concluido con vuestra
antigua disensión. Uno besaba la mano, otro la rubia cabeza de tus hijos; y yo,
todo jubiloso, seguí a tus hijos al aposento de las mujeres. La señora a quien
servimos ahora en lugar tuyo, antes de ver el grupo que formaban tus hijos,
lanzó a Jasón una mirada tierna, luego bajó los párpados y volvió su mejilla
blanca con horror a los niños que entraban. Pero tu marido se dedicó [1150] a calmar la cólera de la joven, diciendo así: «No seas enemiga de tus amigos,
renuncia a tu cólera, vuelve la cabeza hacia ese lado y mira como tuyos a los
amigos de tu marido. Acepta esos presentes, y ruega a tu padre que, en mi favor,
indulte del destierro a estos niños.» Por lo que a ella respecta, en cuanto vió
los atavíos, no perseveró en su actitud y prometió a su marido todo lo que él
deseaba; y antes de que tus hijos y su padre saliesen de las moradas, se puso el
peplo de colores varios, [1160] y ciñendo la corona de oro en torno de sus
rizos, arregló su cabellera ante un brillante espejo, sonriendo a la imagen vana
de su cuerpo. Y luego, levantándose del trono, se paseó por las moradas, andando
delicadamente con su blanco pie, contenta de aquellos presentes y mirándose
repetida y prolongadamente por detrás. Pero en seguida se dió un espectáculo
horrible: cambiando de color, retrocediendo, temblando con todos sus miembros,
[1170] apenas si pudo apoyarse en el trono para no caer en tierra. Una vieja
servidora, creyendo que estaría atacada del furor de Pan ó de cualquier otro
Dios, lanzó un chillido; pero al ver que de su boca salía una espuma blanca y
sus ojos giraban y no tenía sangre ya en el cuerpo, lanzó un grito estridente
tras del primer chillido. Al punto corrió una a la morada del padre y otra en
pos del nuevo esposo, a fin de anunciar la desgracia acaecida a la joven. [1180]
Toda la casa retembló con múltiples carreras. Ella permaneció muda y con los
ojos cerrados tanto tiempo como el que invierte un corredor rápido en alcanzar
la meta en la carrera de seis pletros; despertó la desdichada luego con un
gemido profundo, porque la atormentaba un doble mal. En efecto, la corona de oro
ceñida a su cabeza despedía un fuego que todo lo devoraba, y el fino peplo,
presente de tus hijos, roía la blanca carne de la sinventura. [1190]
Levantándose del trono, huyó, inflamada, y sacudía de un lado a otro su cabeza y
su cabellera, deseando arrancarse la corona; pero el oro en fusión se adhería
invenciblemente a su cabeza, y cuanto más sacudía ella su cabellera, más la
abrasaba el fuego. Y cayó en tierra, rendida por su mal, y difícil de reconocer
para quien no fuese su padre. Ya no tenia brillantes los ojos ni hermosa la
cara. Y por su cabeza corría la sangre mezclada con el fuego, [1200] y se la
despegaban de los huesos las carnes, cual lágrimas de pez, bajo las invisibles
mordeduras del veneno. ¡Horrible espectáculo! Y temían todos tocar el cadáver, y
su destino nos servía de advertencia. Pero, ignorando esta desgracia, su infeliz
padre entró bruscamente y se arrojó sobre la muerta, y al punto comenzó a
gritar, y rodeando con sus brazos el cuerpo de su hija, lo besaba, hablándole
así: «¡Oh hija desventurada! ¿qué Dios te ha perdido tan indignamente y me envía
a la tumba, viejo y privado de ti? [1210] ¡Ojalá muera yo contigo!» Cuando dió
fin a sus lamentos y sollozos, al querer alzar su viejo cuerpo, quedó sujeto al
ligero peplo, como la hiedra a las ramas del laurel. Y la lucha era horrible; y
cuando quería él erguir una rodilla, caía de espaldas; y conforme hacia
esfuerzos, se despegaban de sus huesos las carnes del anciano. Por último expiró
y rindió el alma, vencido por su mal. [1220] ¡Muertos yacen ambos, la hija y el
viejo padre! ¡Calamidad digna de ser llorada! No debo hablar de lo que te
concierne. Tú misma hallarás medio de evitar el castigo. No es hoy la primera
vez que pienso que la vida humana sólo es una sombra. Y afirmo sin temor que los
que pasan por sabios entre los hombres, los que más hablan, son los primeros
aquejados de demencia. Ningún mortal es dichoso. Puede que la abundancia de
riquezas [1230] haga a algunos más afortunados que otros, pero dichosos nunca.
El coro
Parece que un Demonio inflige con justicia a Jasón en este día males sin cuento.
¡Oh desventurada! ¡Cuanto nos apiadamos de tu destino adverso, hija de Creón,
que, por culpa de las bodas de Jasón, partiste para las moradas del Hades!
Medea
Amigas, he resuelto matar inmediatamente a mis hijos y abandonar esta tierra, y
no tardar en hacerlo, con el fin de no entregarlos a cualquier otro, que los
mataría con mano más cruel.
[1240] Es preciso que mueran, y los mataré yo misma, que los he parido. ¡Vamos, ármate de valor, corazón mío! ¿Por qué tardas en llevar a cabo este mal cruel, pero necesario? ¡Y tú, miserable mano, coge la espada, cógela! Ve en pos del triste límite de la vida, no seas cobarde, no te acuerdes de tus hijos, ni de que los quieres, ni de que los pariste. ¡Olvida a tus hijos por un solo día, que ya gemirás después! ¡Los mataré,
[1250] y los quiero verdaderamente, y soy una mujer desdichada!
El coro
Estrofa
¡Oh Tierra, oh rayo de Helios que iluminas todas las cosas! mirad, ved a esta
miserable mujer antes de que ponga en sus hijos una mano parricida y sangrienta.
¡Descienden de tu raza de oro, Helios, y es horrible que la sangre de los Dioses
sea vertida por los hombres! ¡Oh divina luz, detenla, refrénala! ¡Echa de las
moradas [1260] a esa miserable Erinnis sangrienta enviada por los Demonios
funestos!
Antistrofa
En vano has llevado, en vano has parido a esta querida raza, ¡oh tú, que
franqueaste el estrecho inhospitalario de las Simplégadas azules! Desdichada,
¿qué cólera cruel se ha apoderado de tu corazón y en él infunde el furor del
asesinato? Una mancilla fatal es para los mortales derramar por la tierra sangre
de allegados, y por culpa del parricidio, [1270] en las moradas hacen irrupción
divinamente calamidades justas.
Primer hiño
¡Ay de mí! ¿Qué haré? ¿Adónde iré huyendo la mano de mi madre?
Segundo niño
¡No lo sé, queridísimo hermano! ¡perecemos!
El coro
¿Oís, oís el clamor de los niños? ¡Oh mísera, oh infeliz mujer! ¿Entraré en la
morada? Voy a alejar de esos niños la muerte.
Los niños
¡Por los Dioses, socorro! De prisa, porque ya cae la espada sobre nosotros.
El coro
¡Miserable! ¿acaso eres de roca ó de hierro, [1280] para segar, con un destino
parricida, esta cosecha de hijos que has parido? He oído decir que sólo una
mujer, Ino, puso mano en otro tiempo sobre sus queridos hijos, pues los Dioses
la tornaron furiosa, cuando la mujer de Zeus la expulsó, delirante, de sus
moradas. Pero la infeliz, a causa del asesinato impío de sus hijos, se tiró al
mar desde lo alto de la costa marina, a fin de morir con sus dos hijos.
[1290]¿Puede ocurrir en adelante nada más horrible? ¡Oh lamentables bodas de
mujeres, cuántos males habéis traído a los hombres!
Jasón
Mujeres que os erguís junto a la casa, ¿está en las moradas Medea, que ha
cometido acciones atroces? ¿Ha emprendido la fuga? Tendrá que esconderse bajo
tierra ó lanzar su cuerpo alado por las profundidades del aire, si no quiere ser
castigada por lo que ha hecho con la familia real. ¿Se envanece de huir de estas
moradas impune, [1300] después de haber matado a los príncipes de esta tierra?
Pero no me preocupa ella tanto como mis hijos. Porque los que ella ha ultrajado
se vengarán de ella; pero he venido para salvar la vida de mis hijos, temeroso
de que los allegados de Creón les hagan algún daño en expiación del horrible
asesinato cometido por su madre.
El coro
¡Oh desdichado! No sabes, Jasón, a qué colmo de males has llegado. Si lo
supieras, no dirías eso.
Jasón
¿Qué ocurre, pues? ¿También a mí quiere matarme?
El coro
Tus hijos han perecido bajo la mano materna.
Jasón
[1310] ¡Ay de mí! ¿Qué dices? ¡Cómo me haces morir, mujer!
El coro
¡Ten la seguridad de que han muerto tus hijos!
Jasón
¿Dónde los ha matado? ¿En la morada ó fuera?
El coro
Abre las puertas, y verás el asesinato de tus hijos.
Jasón
Servidores, descorred inmediatamente los cerrojos, quitad las puertas, con
objeto de que vea yo la doble desgracia de mis hijos degollados, y la castigue
por ese asesinato.
Medea
¿Por qué llamas y fuerzas estas puertas, buscando a los cadáveres y a mi, que en
tales los torné? No te tomes ese trabajo. Si me necesitas, [1320] di lo que
quieres, porque nunca has de ponerme encima la mano. Helios, padre de mi padre,
me ha dado este carro que me proteje de manos enemigas.
Jasón
¡Oh detestada, oh mujer horripilante para todos los Dioses y para la raza entera
de los hombres y para mí, que has osado atravesar con la espada a los hijos que
has parido y hacerme morir privándome de mis hijos! ¡Has hecho eso, y te atreves
a mirar a Helios y a la tierra después de cometer crimen tan abominable! ¡Ojalá
perezcas! ¡Ahora me torno cuerdo, porque estaba loco [1330] cuando desde una
morada y desde una tierra bárbaras te llevé al seno de una familia helena,
horrible calamidad, traidora a tu padre y a la tierra que te crió! Pero los
Dioses me infundieron un pensamiento funesto. En efecto, tras de matar a tu
hermano al pie de los altares, subiste a la nave Argos adornada de hermosa proa.
Así empezaste. Luego, después de casarte conmigo y darme hijos, los matas con
motivo de las bodas y del lecho. Ninguna mujer helena se atrevió a eso jamás.
[1340] ¡Pero antes de ocurrir eso, te juzgué digna de ser mi mujer, contrayendo
una unión terrible y funesta para mí, pues eres una leona y no una mujer, y
tienes una índole más cruel que la de la tirrena Scila! Pero en vano te
abrumaría con mil ultrajes, ya que tienes tanta impudicia natural. ¡Ojalá
perezcas, oh abominabilísima, mancillada con el asesinato de tus hijos! ¡En
cuanto a mí, habré de llorar mi adverso destino, yo que no gozaré de mis
recientes bodas, ni de los hijos que he engendrado y criado, [1350] a los que ya
no podré ver vivos y a los que he perdido!
Medea
Largamente podría responderte a eso, si no supiera el padre Zeus lo que has
recibido de mí y lo que me has dado a cambio. Pero no estaba en tu destino pasar
una vida feliz ultrajándome después de despreciar mi lecho. Y ni la joven real,
ni Creón, que ha proyectado ese matrimonio, habían de echarme impunemente de
esta tierra. Si te place, llámame leona y Scila que habita el estrecho Tirreno,
[1360] pues, a mi vez, te he desgarrado el corazón, como es justo.
Jasón
También tú gimes y compartes mis males.
Medea
Sabe que así es; pero me es grato mi dolor, porque no puedes burlarte de él.
Jasón
¡Oh hijos, qué mala madre habéis tenido!
Medea
¡Oh hijos, habéis perecido por culpa de la perfidia paternal.
Jasón
En verdad que no es mi mano la que los ha matado.
Medea
Son tus recientes bodas y la injuria que me has inferido.
Jasón
¿Y te resolviste a matarlos a causa de mi matrimonio?
Medea
¿Crees que esa es una ofensa leve para una mujer?
Jasón
Para una mujer modesta; pero para ti es ofensa todo.
Medea
[1370] Han muerto, y eso es lo que te desgarra.
Jasón
En adelante serán Demonios terribles sobre tu cabeza.
Medea
Los Dioses saben que fué a causa de esa desgracia.
Jasón
Verdaderamente, conocen tu corazón abominable.
Medea
¡Eres odioso para mí! Me dan horror tus palabras amargas,
Jasón
Y a mí las tuyas. Fácil es nuestra separación.
Medea
¿Cómo? ¿Qué hay que hacer? La deseo ardientemente.
Jasón
Permíteme que sepulte a estos muertos y que los llore.
Medea
¡No, por cierto! Los sepultaré yo por mi mano en el bosque sagrado de la Diosa
Hera, sobre el promontorio, [1380] a fin de que ningún enemigo suyo pueda
ultrajarlos violando su tumba. Y en esta tierra de Sísifo instituiré ana fiesta
solemne y sacrificios con motivo de tan impío asesinato. Y me iré a habitar en
la tierra de Erecteo, en casa de Egeo, hijo de Pandión. En cuanto a ti, morirás
miserablemente, como es justo, herido en la cabeza por los restos de la nave
Argos, después de ver el fin lamentable de tus bodas.
Jasón
¡Hágante perecer la Erinnis de tus hijos degollados [1390] y la Justicia
vengadora del asesinato!
Medea
¿Qué Dios ó qué Demonio va a escacharte, perjuro y violador de la hospitalidad?
Jasón
¡Ah! ¡malvada matadora de tus hijos!
Medea
¡Ve a la morada, y sepulta a tu mujer!
Jasón
¡Allá voy, privado de mis dos hijos!
Medea
No basta que te lamentes; aguarda también la vejez.
Jasón
¡Oh queridísimos hijos!
Medea
Para su madre, ciertamente; pero no para ti.
Jasón
¡Y los has matado!
Medea
Para desesperarte.
Jasón
¡Ay de mí! ¡Oh desdichada, deseo besar [1400] otra vez la querida boca de mis
hijos!
Medea
Los llamas ahora, los besas, y los rechazabas antes.
Jasón
¡Por los Dioses, permíteme tocar el cuerpo delicado de mis hijos!
Medea
No es posible. Dejas escapar vanas palabras.
Jasón
¡Zeus! ¡Ya lo oyes, ya ves cómo soy rechazado, con qué males me agobia esta
leona, esta execrable matadora de sus hijos! ¡Pero, en cuanto me es dable, me
lamentó y lanzo gritos! [1410] A los Dioses pongo por testigos de que me impides
tocar con mis manos y sepultar a mis hijos muertos, que tú has degollado.
¡Pluguiera a los Dioses que no los hubiese engendrado nunca para verlos muertos
por ti!
El coro
En el Olimpo, Zeus es el dispensador de los destinos innumerables. Los Dioses,
contra lo que esperamos, cumplen muchas cosas, y no dejan ocurrir las que
esperamos. Siempre dispone un Dios acontecimientos imprevistos. Así éste.
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