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Libro primero
Proemio Tales Solón , Chilón , Pítaco , Biante , Cleóbulo , Periandro , Ananaris Scita, Misón , Epiménides , Ferecides
Libro segundo
Anaximandro
Anaxímenes , Anaxágoras , Archelao , Sócrates , Jenofonte , Eschines , Aristipo , Fedón , Euclides ,Diodoro , Stilpón , Critón , Simón , Glauco , Simías , Cebete, Menedamo
Libro tercero
Libro cuarto
Speusipo , Jenócrates , Polemón , Crates , Crantor , Arcesilao , Bión , Lacides, Carneades , Clitómaco
Libro sexto
Antistenes , Diógenes Cínico , Mónimo , Onesicrito , Crates , Metrocles , Hiparchia , Menipo , Menedemo
Zenón , Citieo , Cleantes , Sfero , Crisipo
Libro octavo
Pitágoras , Empedocles , Epicarmo , Architas , Alermeón , Hipaso , Filolao , Eudoxo
Libro noveno
Heráclito , Xenófanes , Parménides , Meliso , Zenón Eleate , Leucipo , Demócrito ,Protágoras , Diógenes Apoloniata , Anaxarco , Pirro , Timón
Libro décimo
Epicuro
PROEMIO
I. Hay quienes piensan que la Filosofía se originó entre los bárbaros, pues como dice Aristóteles en su Mágico, y Soción en el libro XXIII De las sucesiones, los magos la inventaron entre los persas; los caldeos entre los asirios y babilonios; los gimnosofistas, entre los indios, y entre los celtas y galos, los druidas, con los llamados semnoteos. Que Oco fue fenicio; Zamolxis, tracio, y Atlante, líbico. Los egipcios dicen que Vulcano, hijo del Nilo, fue quien inició la Filosofía, y que sus profesores eran sacerdotes y profetas. Que desde Vulcano hasta Alejandro Macedón transcurrieron cuarenta y ocho mil ochocientos sesenta y tres años; en los cuales hubo trescientos setenta y tres eclipses de sol y ochocientos treinta y dos de luna. Desde los magos (el primero fue Zoroastro entre los persas) hasta la destrucción de Troya pasaron cinco mil años, según Hermodoro Platónico en sus escritos de Matemáticas. Janto de Lidia calcula seiscientos años desde Zoroastro hasta el pasaje de Jerjes, y dice que después de Zoroastro hubo muchos otros magos, como: Ostanas, Astrapsicos, Gobrias y Pazatas, hasta que Alejandro destruyó Persia.
II. Quienes opinan esto, atribuyen a los bárbaros, en forma ignorante, las ilustres acciones de los griegos, entre los cuales no sólo comenzó la Filosofía, sino también la humanidad. Museo fue ateniense, y Lino, tebano. Museo fue hijo de Eumolpo, y según cuentan, el primero que escribió en verso la Generación de los dioses, y De la esfera, como también que todas las cosas proceden de una y se resuelven en la misma. Dicen que murió en Falera y le pusieron por epitafio esta elegía:
En este monumento sepultado guarda el suelo falérico a Museo, hijo de Eumolpo, muerto cuanto al cuerpo.
Los eumólpidas de Atenas todavía tienen este apellido de Eumolpo, padre de Museo.
III. Lino fue hijo de Mercurio y de la musa Urania. Él escribió en verso la creación del mundo, el curso del sol y de la luna y la generación de los animales y frutos. Su obra comienza de esta manera:
Hubo tiempo en que todo fue creado unidamente.
De donde, al tomarlo Anaxágoras, dijo que todas las cosas fueron creadas al mismo tiempo, y sobreviniendo la mente divina las puso en orden. Y que Lino murió en Eubea de una flecha que le lanzó Apolo, y se le puso este epitafio:
Aquí yace el cuerpo del tebano Lino, cual hijo de la musa Urania, hermosamente coronado.
Así que la Filosofía comenzó con los griegos, puesto que hasta en el nombre excluye cualquier origen bárbaro.
IV. Aquellos que atribuyen su invención a los bárbaros, citan a Orfeo Tracio, y dicen que fue un filósofo muy antiguo. No sé si es posible llamar filósofo a quien dijo ciertas cosas de los dioses; porque, ¿qué nombre se puede dar a quien atribuye a los dioses todas las pasiones humanas, y hasta aquellas sucias acciones por la boca que aun los hombres cometen algunas veces? Dicen que murió despedazado por las mujeres; pero del epitafio que hay en Dión, ciudad de Macedonia, se deduce que lo mató un rayo. Dice lo siguiente:
Aquí dieron las Musas sepultura al tracio Orfeo con su lira de oro. Jove, que reina en tronos celestiales, con flecha ardiente le quitó la vida.
Los que adjudican a los bárbaros la creación de la Filosofía, exponen también el modo en que la trató cada uno de ellos. Dicen que los gimnosofistas y los druidas filosofaron, mediante enigmas y sentencias, que se ha de adorar a Dios; que a nadie se ha de hacer daño, y que se ha de ejercitar la fortaleza. Clitarco, en el libro XII, agrega que los gimnosofistas no temían a la muerte; que los caldeos se dedicaron a la Astronomía y las predicciones; y los magos, al culto, sacrificios y súplicas a los dioses, como si sólo ellos fueran escuchados, y manifestaron su sentir en orden a la esencia y generación de los dioses mismos, creyendo que son el fuego, la tierra y el agua. Que no admiten sus representaciones o esculturas, y están en contra de los que opinan que también hay diosas.
V. En el libro XXIII, Soción dice que los magos tratan mucho de la Justicia; que consideran impiedad quemar los cadáveres, y que está permitido casarse uno con su madre o con su hija. Que hacen adivinaciones y predicciones, y dicen que se les aparecen los dioses; que el aire está lleno de visiones que, fluyendo de los cuerpos, con los vapores se hacen visibles a los ojos de más aguda vista, y que prohíben el maquillaje del rostro y usar oro. Visten de blanco, duermen sobre tierra, comen hierbas, queso y pan ordinario; utilizan una caña como báculo, y en su extremo ponen un queso y se lo van comiendo. Aristóteles dice en su Mágico que ignoran el arte de adivinar por encantos. También Dinón lo dice en el libro IV de su Historia, y añade que Zoroastro fue muy dedicado a la observación de los astros, deduciéndolo por el significado de su nombre. Lo mismo escribe Hermodoro. Aristóteles, en el libro primero De la Filosofía, supone a los magos más antiguos que los egipcios, y que tenían dos principios en el mundo, un genio bueno y otro malo; uno llamado Júpiter y Orosmades; y el otro, Plutón y Arimanio. También Hermipo lo menciona en el libro primero De los magos; Eudoxo, en su Periodo. Y Teopompo, en el libro VIII De la historia filípica.
VI. Dice éste, por sentencia de los magos, que los hombres han de resucitar, y entonces serán inmortales. Y que las cosas existen a beneficio de sus oraciones. Esto mismo refiere Eudemón de Rodas. Ecato dice, como doctrina de ellos, que los dioses fueron engendrados. Clearco Solense escribe, en el libro De la enseñanza, que los gimnosofistas descienden de los magos. Algunos opinan que de ellos descendían los judíos. Los que hablan de los magos reprenden a Herodoto; pues es falso que Jerjes haya disparado dardos contra el sol y que haya echado grillos en el mar, como Herodoto dice, ya que los magos los consideraban dioses. Pero sí derribó sus estatuas e imágenes.
VII. La filosofía de los egipcios acerca de los dioses y de la justicia era esta: que la materia fue el principio de las cosas, y que de ella procedieron después por separado los cuatro elementos y los animales perfectos. Que el sol y la luna son dioses; uno llamado Osiris y la otra, Iris; y que los representan simbólicamente mediante la figura del escarabajo, el dragón, el gavilán y otros animales. También lo dice Manetón, en su Epítome de las cosas naturales, y Hecateo, en el libro primero de la Filosofía de los egipcios; agregando que les construyen templos y esculpen esas estatuas porque no conocen la figura de Dios; que el mundo fue creado, es corruptible y de forma esférica; que las estrellas son fuego, y por la mezcla equilibrada de sus influjos la tierra produce algo; que la luna se eclipsa cuando entra en la sombra de la Tierra; que el alma permanece en el cuerpo cierto tiempo, y luego transmigra a otro; que la lluvia proviene de los cambios del aire. Muchas cosas debaten sobre la Fisiología, según se ve en Hecateo y Aristágoras. Tienen también sus leyes acerca de la justicia, y
las atribuyen a Mercurio. De los animales elevaron al rango de dioses a los que son útiles al ser humano. Y finalmente, dicen que ellos fueron los inventores de la Geometría, la Astrología y la Aritmética. Con esto es suficiente en lo que respecta a la invención de la Filosofía.
VIII. Acerca del nombre, Pitágoras fue el primero que lo utilizó al llamarse filósofo cuando conversaba familiarmente en Sición con Leontes, tirano de los sicioneses o fliaseos, como menciona Heráclides Póntico en el libro De la intercepción de la respiración: Ninguno de los hombres -dijo Pitágoras- es sabio; sólo Dios lo es. Antes la Filosofía se llamaba sabiduría, y sabio el que la profesaba y llegaba a lo máximo de su perfección; pero el que se dedicaba a ella se llamaba filósofo; aunque los sabios se llamaban también sofistas, e incluso los poetas; pues Cratino, en su Arquíloco, citando a Homero y a Hesíodo, así los llama. Fueron considerados sabios: Tales, Solón, Periandro, Cleóbulo, Quilón, Biante y Pitaco. Además, Anacarsis, Escita, Misón Queneo, Ferecides Siro y Epiménides Cretense. Algunos añaden a Pisístrato Tirano.
IX. Las sectas o sucesiones de la Filosofía fueron dos: una desciende de Anaximandro, y otra de Pitágoras. Del primero fue maestro Tales; y de Pitágoras, Ferecides. Una se llamó jónica porque Tales, maestro de Anaximandro, era de Jonia, nacido en Mileto; la otra se llamó italiana porque Pitágoras, su creador, vivió casi siempre en Italia. La secta jónica termina con Clitomaco, Crisipo y Teofrasto; la italiana, con Epicuro, pues a Tales sucedió Anaximandro; a este, Anaxímenes; a Anaxímenes, Anaxágoras; a este, Arquelao; a Arquelao, Sócrates, quien inventó la Moral. A Sócrates siguieron sus discípulos, principalmente Platón, instituidor de la Academia primitiva. A Platón sucedieron Espeusipo y Jenócrates; a éste le siguió Polemón; a Polemón, Crantor y Crates; a éste, Arcesilao, que introdujo la Academia media; a Arcesilao siguió Lacides, inventor de la Academia nueva; a Lacides siguió Caméades; y a Caméades, Clitómaco. Así termina la secta jónica.
X. En Crisipo terminó de este modo: a Sócrates le siguió Antístenes; a éste, Diógenes Cínico; a Diógenes, Crates Tebano; a Crates, Zenón Citio; a Zenón, Cleantes, y a Cleantes, Crisipo. Por último, en Teoftasto acabó así: a Platón le siguió Aristóteles, y a Aristóteles, Teofrasto. De esta manera finalizó la secta jónica. La italiana, en la forma siguiente: a Ferecides le siguió Pitágoras; a Pitágoras, Telauges, su hijo; a éste, Jenófanes; a Jenófanes, Parménides; a Parménides, Zenón de Elea; a éste, Leucipo, y a Leucipo, Demócrito. A Demócrito le siguieron muchos, pero los más notables son Nausifanes y Naucides, a los cuales siguió Epicuro.
XI. Algunos filósofos se llamaron dogmáticos; otros, efécticos. Los dogmáticos enseñan las cosas como comprensibles. Los efécticos se abstienen de ello, suponiéndolo todo incomprensible. Algunos de ellos han dejado escritos; otros, no escribieron. Entre estos últimos están Sócrates, Estilpón, Filipo, Menedemo, Pirro, Teodoro, Caméades, Brisón y, según algunos, Pitágoras y Aristón Quío, que sólo escribieron cartas. Otros dejaron un escrito nada más, como Meliso, Parménides y Anaxágoras. Zenón escribió mucho; Jenófanes, más aún; Demócrito más < a superó Crisipo y Epicuro, excedió le Demócrito; que más Aristóteles, éste;>
XII. Los filósofos tomaron sus apellidos, unos de pueblos, como los eleenses, megarenses, erétricos y cirenáicos. Otros los tomaron de algunos parajes, como los académicos y los estoicos; otros, de algunas circunstancias, como los peripatéticos; otros, de sus cavilaciones, como los cínicos; otros, de ciertas afecciones, como los eudemónicos; otros, finalmente, de su opinión, como los llamados filaletes, los eclécticos y los analogéticos. Algunos tomaron el nombre de su maestro, como los socráticos, epicúreos y semejantes; otros, se llamaron físicos porque escribieron de Física; otros morales por la doctrina moral que enseñaron; otros, por último, se llaman dialécticos por ejercitarse en argumentos y sutilezas.
XIII. Entonces, las partes de la Filosofía son tres: Física, Moral y Dialéctica. La Física trata del universo y de las cosas que contiene; la Moral de su vida humana y cosas pertenecientes a ella; y la Dialéctica examina las razones de ambas. Hasta Arquíloco predominó la Física. Desde Sócrates comenzó la Moral, y desde Zenón de Elea, la Dialéctica. De la Moral hubo diez sectas, que son: académica, cirenaica, elíaca, megárica, cínica, erétrica, dialéctica, peripatética, estoica y epicúrea.
XIV. Platón fue el fundador de la Academia primitiva; de la media, Arcesilao, y de la nueva, Lacides. De la secta cirenaica lo fue Aristipo de Cirene; de la elíaca, Fedón de Elea; de la megárica, Euclides Megarense; de la cínica, Antístenes Ateniense; de la erétrica, Menedemo de Eritrea; de la dialéctica, Clitómaco Cartaginés; de la peripatética, Aristóteles Estagirita; de la estoica, Zenón Citio; y finalmente, la epicúrea se llama así por su autor, Epicuro.
XV. En su tratado De las sectas filosóficas, Hipoboto dice que fueron nueve: primera, la megárica; segunda, la erétrica; tercera, la cirenaica; cuarta, la epicúrea; quinta, la anniceria; sexta, la teodórica; séptima, la zenónica o estoica; octava, la académica antigua; y novena, la peripatética. De la cínica, eleática y dialéctica no hace mención. La pirrónica se estima poco por su oscuridad, pues unos dicen que es secta, y otros que no lo es. Parece que lo es, dicen; porque llamamos secta a la que sigue, o tiene todas las apariencias de seguir, alguna norma de vida; por cuya razón podemos muy bien llamar secta a la de los escépticos. Pero si por secta entendemos la tendencia a los dogmas que tienen séquito, no se podrá llamar secta, puesto que carece de dogmas. Hasta aquí de los principios, sucesiones, varias partes y número de sectas que tuvo la Filosofía. Aunque no hace mucho tiempo que Potamón Alejandrino introdujo la secta electiva, eligiendo de cada una de las otras lo que le pareció mejor. Según escribe en sus Instituciones, son dos los modos de indagar la verdad. El primero y principal es aquel con que formamos juicio. El otro es aquel por medio de quien lo formamos, como con una imagen muy exacta. También piensa que la causa material y eficiente, la acción y el lugar son el principio de las cosas; pues siempre inquirimos de qué, por quién, cuáles son y en dónde se hacen. Y dice que el fin al cual deben dirigirse todas las cosas es la vida perfecta por medio de todas las virtudes, incluso los bienes naturales e inesperados del cuerpo.
Pero entremos en materia acerca de la vida de los filósofos, y el primero es:
TALES
Calímaco lo cree inventor de la Ursa menor, diciendo en sus yambos:
Del Carro fue inventor, cuyas estrellas dan rumbo a los fenicios navegantes.
Pero, según otros, escribió dos obras, que son: Del regreso del sol de un trópico a otro, y Del equinoccio; lo demás -dijo- era fácil de entender. Algunos suponen que fue el primer estudioso de la Astrología, y predicó los eclipses del sol y cambios del aire, como escribe Eudemón en su Historia astrológica; y que por esta causa lo celebraron tanto Jenófanes y Herodoto. Lo mismo asevera Heráclito y Demócrito.
so, fue la salvación de Mileto. Refiere Clitón que fue amante de la vida privada y solitaria, como leemos en Herác1ides. Algunos mencionan que fue casado y que tuvo un hijo llamado Cibiso; otros dicen que vivió soltero, y adoptó un hijo de su hermana; y que al preguntarle por qué no tenía hijos, respondió que por lo mucho que deseaba tenerlos. También se cuenta que cuando su madre le pidió que se casara, respondió que todavía era temprano; y que pasados algunos años, al urgirlo su madre con más fuerza, dijo que ya era tarde. Escribe Jerónimo de Rodas, en el libro II De las cosas memorables, que al querer Tales manifestar la facilidad con que podía enriquecerse, en cuanto supo que habría gran cosecha de aceite, tomó en amendo muchos olivares, y ganó muchísimo dinero con esto.
5. Dijo que el agua es el primer principio de las cosas; que el mundo está animado y lleno de espíritus. Fue el creador de las estaciones del año, y
asignó a éste trescientos sesenta y cinco días. No tuvo ningún maestro, excepto que cuando viajó por Egipto se familiarizó con los sacerdotes de aquel país. Jerónimo dice que midió las pirámides por medio de la sombra, proporcionándola con la nuestra cuando es igual al cuerpo. Y Minies afirma que vivió en compañía de Trasíbulo, tirano de Mileto.
6. Se sabe lo del trípode que encontraron en el mar unos pescadores, y el pueblo de Mileto lo envió a los sabios. Fue el caso que ciertos jóvenes jonios compraron a unos pescadores de Mileto un lance de red, y como en ella sacaron un trípode; se originó la controversia sobre ello, hasta que los milesios consultaron el oráculo de Delfos, y obtuvieron esta respuesta:
¿A Febo preguntáis, prole milesia, cuyo ha de ser el trípode? Pues dadle a quien fuere el primero de los sabios.
Así que lo dieron a Tales; él lo dio a otro sabio; éste a otro, hasta que paró en Salón, el cual, diciendo que Dios era el primer sabio, envió el trípode a Delfos.
7. Calímaco cuenta esto de otro modo en sus Yambos, como tomado de Leandrio Milesio, y dice: Cierto arcade llamado Baticles, dejó una taza para que se diera al primero de los sabios. Habiéndola dado a Tales, y vuelta al mismo hecho el giro de los demás sabios, la dio a Apolo Didimeo, diciendo:
Gobernando Nileo a los milesios hizo a Dios Tales este don precioso que dos veces había recibido.
Lo cual, escrito en prosa, dice: Tales Milesio, hijo de Examio, dedicó a Apolo Délfico este ilustre don que había recibido dos veces de los griegos. El que llevó la taza de unos sabios a otros era hijo de Batilo, y se llamaba Tirión, como dice Eleusis en el libro De Aquiles, y Alejo Mindio en el nono De las cosas fabulosas.
8. Eudoxo Cnidio y Evantes Milesio mencionan que Creso dio una copa de oro a cierto amigo para que la regalara al más sabio de Grecia, y que después de dársela a Tales, de uno en otro sabio vino a parar a Quilón. Al preguntar a Apolo quién era más sabio que Quilón, respondió que Misón. De este hablaremos más adelante. Eudoxo pone a Misón por Cleóbulo, y Platón lo pone por Periandro. La respuesta de Apolo fue:
Cierto Misón Eteo, hijo de Queno, en la ciencia sublime es más perito.
El que hizo la pregunta fue Anacarsis. Démaco Plateense y Clearco dicen que Creso envió la taza a Pitaco, y de él pasó a los otros sabios; pero Andrón, tratando del trípode, afirma que los argivos pusieron el trípode por premio de la virtud al más sabio de los griegos, y habiendo considerado a Aristodemo Esparciata como tal, éste lo cedió a Quilón. Aleeo recuerda a Aristodemo de esta manera:
Pronunció el Esparciata Aristodemo aquella nobilísima sentencia: El rico es sabio; el pobre, nunca bueno.
9. Hay quienes dicen que Periandro envió a Trasíbulo, tirano de Mileto, una nave cargada, y habiendo zozobrado en los mares de Cos, hallaron después el trípode unos pescadores. Pero Fanódico escribe que fue hallado en el mar de Atenas, remitido a la ciudad, y por decreto público enviado a Biante. El porqué se dirá cuando tratemos de Biante. Otros dicen que lo fabricó Vulcano, y se lo regaló a Pélope el día de sus nupcias; que vino a quedar en poder de Menelao; que lo robó Alejandro con Helena, y, por último, Lácenas lo arrojó al mar de Cos, diciendo que sería motivo de discordias. Después, cuando unos de Lebedo compraron a los pescadores un lance de red y encontraron el trípode, se inició una discusión sobre ello. Llegaron a Cos las querellas; pero como nada se decidía, dieron parte a Mileto, que era la capital. Los milesios enviaron comisionados para que arreglaran el problema, pero al no conseguirlo, tomaron las armas contra Coso Viendo que morían muchos de ambas partes, el oráculo dijo que se diera el trípode al varón más sabio, y las partes convinieron en darlo a Tales. Éste, después que circuló por los demás y regresó a su mano, lo dedicó a Apolo Didimeo. A los de Cos el oráculo les respondió así:
No cesará de Cos y de Mileto la famosa contienda, mientras tanto que ese trípode de oro (que Vulcano tiró al mar) no salga de vuestra patria y llegue a casa del varón que sepa lo pasado, presente y venidero.
Y a los milesios, dijo:
¿A Febo preguntáis, prole milesia...?
Como ya lo habíamos mencionado.
10. En las Vidas, Hermipo atribuye a Tales lo que otros dicen de Sócrates. Tales decía que por tres cosas daba gracias a la fortuna: la primera, por haber nacido hombre y no bestia; la segunda, por ser varón y no mujer; y la tercera, por ser griego y no bárbaro. Se cuenta que cuando una vieja lo sacó de casa para que observara las estrellas, se cayó en un hoyo, y como se quejó de la caída, la vieja le dijo: ¡Oh, Tales, tú presumes de ver lo que está en el cielo, y no ves lo que tienes a los pies! Ya escribió Timón que fue muy dedicado a la Astronomía, y lo nombra en sus Sátiras, diciendo:
Así como el gran Tales astrónomo fue y sabio entre los siete.
Según dice Lobón Argivo, sólo escribió unos doscientos versos; y que a su retrato se pusieron estos:
Tales es el presente a quien Mileto en su seno nutrió; y hoy le dedica, como el mayor astrónomo, su imagen.
Entre los versos adomenos, son de Tales los siguientes:
Indicio y seña de ánimo prudente nos da quien habla poco. Alguna cosa sabia alguna cosa ilustre elige siempre: Quebrantarás así locuacidades.
11. Estas sentencias se le atribuyen: De los seres, el más antiguo es Dios, por ser ingénito; el más hermoso es el mundo, por ser obra de Dios; el más grande es el espacio, porque lo encierra todo; el más veloz es el entendimiento, porque corre por todo; el más fuerte es la necesidad, porque todo lo vence; el más sabio es el tiempo, porque todo lo descubre. También dijo que entre la muerte y la vida no hay diferencia alguna; y cuando alguien le preguntó: Pues ¿por qué no te mueres tú?, respondió: Porque no hay diferencia. A uno que deseaba saber quién fue primero, la noche o el día, le respondió: La noche fue un día antes que el día. Al preguntarle otro si los dioses veían las injusticias de los hombres, contestó: Y aun los pensamientos. A un
adúltero que le preguntó si juraría no haber cometido adulterio, respondió: Pues ¿no es peor el perjurio que el adulterio?
12. Cuando le preguntaron qué cosa es difícil, respondió: Conocerse a sí mismo. Y al preguntarle qué cosa es fácil, dijo: Dar consejo a otros. ¿Qué cosa es suavísima? Conseguir lo que se desea. ¿Qué cosa es Dios? Lo que no tiene principio ni fin. ¿Qué cosa vemos raras veces? Un tirano viejo. ¿Cómo sufrirá uno más fácilmente los infortunios? Viendo a sus enemigos peor tratados de la fortuna. ¿Cómo viviremos mejor y más santamente? No cometiendo lo que reprendemos en otros. ¿Quién es feliz? El sano de cuerpo, abundante en riquezas y dotado de entendimiento. Decía que nos debemos acordar de los amigos ausentes tanto como de los presentes. Que no es cosa loable hermosear el exterior, sino adornar el espíritu con las ciencias. También decía: No te enriquezcas con injusticias; ni publiques un secreto que te han confiado. El bien que hicieras a tus padres, espéralo de tus hijos. Opinó que las inundaciones del Nilo
son causadas por los vientos etesios que soplan contra la corriente.
Túmulo esclarecido, aunque pequeño, es este; pues encierra la grandeza de los orbes celestes, que abreviados tuvo en su entendimiento el sabio Tales.
Existe otro mío en el libro I de los Epigramas, o Colección de metros, y es:
Las gimnásticas luchas observando atento en el estadio el sabio Tales, arrebátale Júpiter Eleo. Bien hizo en acercarle a las estrellas, cuando por la vejez ya no podía las estrellas mirar desde la tierra.
De Tales es aquella sentencia: Conócete a ti mismo, aunque Antístenes, en las Sucesiones, dice que es de Femonoe, y se la adjudicó Quilón.
16. De los siete sabios, cuya memoria en general es digna de este lugar, se dice lo siguiente: Damón Cirineo, que escribió De los filósofos, los censura a todos; pero en especial a los siete. Anaximenes dice que fueron más afectos a la poesía que otra cosa. Dicearco, que no fueron sabios ni filósofos, sino sólo hombres expertos y legisladores. Dice también haber leído el Congreso de los siete sabios en presencia de Cipseto, que escribió Arquétimo Siracusano. Euforo refiere que se congregaron los siete en presencia de Creso, excepto Tales. Otros dicen que también se hallaron juntos en Panionio, en Corinto y en Delfos. Hay igualmente opiniones diversas acerca de sus dichos
o sentencias, atribuyéndose algunas a otros, como la siguiente:
Dijo el sabio Quilón Lacedemonio: Todo exceso es dañoso: obrar a tiempo es el mejor y más laudable.
17. También hay controversia en cuanto a su número; pues Leandrio pone a Leofante Gorsiada, natural de Lebedo o de Efeso, y a Epiménides Cretense, en vez de Cleóbulo y Misón; Platón, en su Protágoras, pone a Misón por Periandro. Eforo, por Misón a Anacarsis; otros añaden a Pitágoras. Dicearco, por consentimiento general, cita cuatro, que son: Tales, Biante, Pitaco y Solón. Luego nombra otros seis: Aristodeino, Pánfilo, Quilón Lacedemonio, Cleóbulo, Anacarsis y Periandro; de los cuales elige tres. Algunos agregan a Acusilao y a Caba
o Escabra Argivo. Hermijo, en su tratado De los sabios, apunta diecisiete, y deja que el lector elija de ellos los siete que quiera. Son estos: Solón, Tales, Pitaco, Biante, Quilón, Cleóbulo, Periandro, Anacarsis, Acusilao, Epiménides, Leofanto, Ferecides, Aristodemo, Pitágoras, Laso (hijo de Carmantides o de Simbrino, o bien, según dice Aristoxeno, hijo de Cabrino Hermioneo) y Anaxágoras. Finalmente, Hipo-boto, en su libro De los filósofos, los menciona en el orden siguiente: Orfeo, Lino, Solón, Periandro, Anacarsis, Cleóbulo, Misón, Tales, Biante, Pítaco, Epicarmo y Pitágoras.
18. Se atribuyen a Tales las epístolas siguientes:
TALES A FERECIDES
He sabido que eres el primer jonio que estás para publicar en Grecia un escrito acerca de las cosas divinas. Tal vez será mejor consejo publicar estas cosas por escrito, que no fiarlas a algunos pocos que no hagan mucho caso del bien común. Quisiera, si te parece bien, que me comunicaras lo que escribes; e incluso si lo permites, pasaré a Sirón a verte, porque es verdad que no somos tan estólidos yo y Solón Ateniense, que habiendo navegado a Creta a fin de hacer nuestras observaciones, y a Egipto para comunicarnos con los sacerdotes y astrónomos, lo dejemos de hacer ahora para ir a verte. Así que irá Solón conmigo, si gustas, ya que tú, enamorado de ese país, pocas veces pasas a Jonia, ni solicitas la comunicación con los forasteros; antes bien, según pienso, el escribir es tu única ocupación. Nosotros, que nada escribimos, viajamos por Grecia y Asia.
TALES A SOLÓN
19. Si te vas de Atenas, creo que puedes habitar con mucha comodidad en Mileto, porque es colonia vuestra, pues en ella no sufrirás ninguna molestia. Si detestas a los tiranos de Mileto, como haces con todos los demás tiranos, podrás vivir alegre en compañía de nosotros tus amigos. Biante te envió a decir que pasaras a Priena; si determinas vivir en Priena, iremos también nosotros a habitar contigo.
SOLÓN
l. Solón, hijo de Execestides, nativo de Sa-lamina, quitó a los atenienses el gravamen que llamaban sisactia, que era una especie de redención de personas y bienes. Se hacía comercio de personas, y muchos servían por pobreza. Se debían siete talentos al patrimonio de Solón; él perdonó a los deudores, e instó a los demás con su ejemplo a hacer lo mismo. Esta ley se llamó sisactia, la razón de cuyo nombre es evidente. Después estableció otras leyes (cuya lista sería largo enumerar), y las publicó escritas en tablas de madera.
2. También fue célebre otro hecho suyo. Se disputaban con las armas los atenienses y megarenses la isla de Salamina, su patria; hasta que habiéndose ya derramado mucha sangre, comenzó a ser delito capital en Atenas proponer la adquisición de Salamina mediante las armas. Entonces Solón, fingiéndose loco de repente, salió coronado a la plaza, donde por medio de un pregonero, leyó a los atenienses ciertas elegías que había compuesto sobre Sa-lamina, y los conmovió tanto que renovaron la guerra contra los megarenses y los vencieron, motivados por esta sutileza de Solón. Los principales versos con que indujo a los atenienses son estos:
Primero que ateniense, ser quisiera isleño folegandrio, o sicinita. Aun por ellas la patria permutara, puesto que ha de decirse entre los hombres: Este es un ateniense de los muchos que a Salamina abandonada dejan.
Y después:
Vamos a pelear por Salamina, isla rica y preciosa, vindicando el gran borrón que nuestro honor padece.
3. También indujo a los atenienses a que tomaran el Quersoneso Táurico. Para que no pareciera que los atenienses habían tomado a Salamina sólo por las armas, y no por derecho, abrió diferentes sepulcros e hizo ver que los cadáveres estaban sepultados de cara al Oriente, lo cual era rito de los atenienses al enterrar sus muertos. Lo mismo demostró con los edificios sepulcrales, construidos de cara al Oriente y esculpidos con los nombres de las familias, lo cual era propio de los atenienses. Se dice que al Catálogo de Homero, después del verso
Ayax de Salamina traía doce naves, añadió el siguiente: y las puso donde estaban las falanges de los atenienses.
4. Con esas acciones tuvo en su favor al pueblo, que gustoso aceptaría que fuera su rey; pero él no sólo no se aprovechó, sino que aun, como dice Sosícrates, se opuso en forma rotunda a su pariente Pisístrato, cuando supo que intentaba tiranizar a la República. Cuando el pueblo estaba congregado, Solón salió armado con peto y escudo, y manifestó las intenciones
de Pisístrato. Además, también se mostró dispuesto a ayudar, diciendo: Oh, atenienses, yo soy entre vosotros más sabio que unos y más valeroso que otros; soy más sabio que los que no advierten lo que planea Pisístrato, y más valeroso que los que lo conocen y callan por miedo. El Senado, que apoyaba a Pisístrato, decía que Solón estaba loco, pero él respondió:
Dentro de un breve tiempo, oh atenienses, la verdad probará si estoy demente.
Los élegos que pronunció sobre la dominación tiránica que premeditaba Pisístrato, son los siguientes:
Como las nubes, nieves y granizos arrojan truenos, rayos y centellas, así en ciudad de muchos poderosos caerá el ciego pueblo en servidumbre.
Como Solón no quiso apoyar a Pisístrato, que finalmente tiranizó a la República, dejó las armas delante del Pretorio, diciendo: ¡Oh, patria!, te he ayudado con palabras y con hechos. Luego navegó a Egipto y Chipre. Estuvo con Creso, y al preguntarle éste a quién consideraba feliz, respondió que a Tello Ateniense, a Cleobis y a Bito, con lo demás que de esto se cuenta. Algunos dicen que habiéndose adornado Creso una vez con toda clase de ornatos, y sentándose en su trono, le preguntó si alguna vez había visto un espectáculo más bello, a lo que respondió:
Lo había visto en los gallos, faisanes y pavos, pues éstos resplandecían con adornos naturales y de maravillosa hermosura.
5. Después viajo a Cilicia; fundó un ciudad a la que llamó Solos, y la pobló de habitantes atenienses, los cuales, como al paso del tiempo perdieran en parte el idioma patrio, se dijo que solecizaban. De aquí se llamaron estos solenses, y los de Chipre solios. Al enterarse que Pisístrato quería seguir reinando, escribió a los atenienses:
Si oprimidos os veis, echad la culpa sobre vosotros mismos, no a los dioses. Dando a algunos poder, dando riquezas, compráis la servidumbre más odiosa. De ese varón os embelesa el habla, y nada reparáis en sus acciones.
Cuando Pisístrato tuvo conocimiento de la partida de Solón, le escribió esto:
PISÍSTRATO A SOLÓN
6. Ni yo soy el primer ateniense que se encumbró con el reino, ni me arrogo cosas que no me pertenezcan, como descendiente de Cécrop. Sólo tomo lo mismo que los atenienses juraron dar a Codro y sus descendientes, y no se lo dieron. Respecto a lo demás, en nada peco contra los dioses ni contra los hombres, pues gobierno según las leyes que tú mismo diste a los atenienses, observándose mejor así que por democracia. No permito que se perjudique a nadie; y aunque soy rey, no me diferencio de la plebe, excepto por la dignidad y el honor, contentándome con los mismos estipendios otorgados a los que reinaron antes. Cada ateniense separa el diezmo de sus bienes, no para mí, sino con el fin de que haya fondos para los gastos de los sacrificios públicos, utilidades comunes y guerras que puedan ofrecerse. No me quejo de ti porque anunciaste al pueblo mis planes, ya que los anunciaste más por el bien de la República que por el odio que me tengas, como también porque ignorabas la calidad de mi gobierno, pues de poder saberlo, quizá te hubieras adherido a mis acciones, y no te hubieras ido. Regresa, pues, a tu casa, y créeme, aun sin juramento, que en Pisístrato nada habrá ingrato para Solón. Sabes que ningún detrimento han padecido por mí ni siquiera mis enemigos. Si gustas ser uno de mis amigos, serás de los más íntimos, pues no veo en ti ninguna infidelidad ni dolo. Pero si no deseas vivir en Atenas, haz como quieras, con tal que no estés ausente de la patria por causa mía.
estímulo se portarían fuertes y valerosos en los combates; como lo hicieron Policelo, Cinegiro, Calmaco y todos los que pelearon en Maratón. Lo mismo que Harmodio, Aristogitón, Milcíades y otros infinitos. Pero los atletas y gladiadores, además de ser de mucho gusto, aun cuando vencen son perniciosos, y antes son coronados contra la patria que contra sus contendientes. Y en la vejez son ropa vieja, a quien dejó la trama, como dice Eurípides. Por este motivo los premios fueron modificados por Solón.
9. También fue autor de la ilustre ley que dice: El curador no cohabite con la madre de los pupilos; y que no pueda ser curador aquel a quien pertenezcan los bienes de los pupilos cuando mueran éstos. También que los grabadores de sellos en anillos, al vender uno, no retuvieran otro con el mismo grabado. Que a quien sacara el ojo que le quedaba a un tuerto, se le sacaran los dos. Y estas otras: No tomes lo que no pusiste; pues quien haga lo contrario, será reo de muerte. El príncipe que fuese hallado embriagado, será condenado a la pena de muerte.
10. Trató de que se coordinaran los poemas de Homero, para que sus versos y contexto tuvieran entre sí mayor correlación. Vemos entonces que Solón ilustró más a Homero que Pisístrato, como dice Dieuquidas en el libro V de la Historia Megárica. Los principales versos eran:
A Atenas poseían, etc.
También Solón fue el primero que llamó viejo y nuevo al último día del mes, y el primero que estableció los nueve arcontes (magistrados) para sentenciar las causas, como escribe Apolonio en el libro II De los legisladores.
Cuando hubo una sedición entre los de la ciudad, los del campo, y marinos, no apoyó a ninguna de las partes.
Ojalá que sin males ni dolencias, que lo consumen todo, circunscriban el curso de mi vida sesenta años, lo reprendió, diciendo:
Si créenme quisieras, esto borra. Mimnenno, y no te ofendas te corrija. Refúndelo al momento, y así canta: Mi vida se tennine a los ochenta.
Los adomenos de Solón que se celebran son:
Examina los hombres uno a uno, y observa si con rostro placentero ocultan falsedad sus corazones, y si hablan con doblez palabras claras de oscuro entendimiento precedidas.
Se sabe que escribió: leyes, oraciones al pueblo, algunas exhortaciones para sí mismo, elegías, sobre las Repúblicas de Salamina y Atenas, hasta cinco mil versos; diversos y ambos y éxodos. A su efigie se puso este epigrama:
La ilustre Salamina, que del Medo el orgullo abatió, fue dulce madre del gran Solón, legislador divino.
14. Tuvo su mayor auge cerca de la Olimpiada XLVI, en cuyo tercer año fue príncipe de los atenienses, como dice Sosícrates, y fue cuando instituyó las leyes. Murió en Chipre el año ochenta de su edad. Dejó a los suyos orden de llevar sus huesos a Salamina, reducirlos a cenizas y esparcirlas por toda la ciudad. Por esta razón Cratino le hace hablar en su Quirón de este modo:
Habitó, según dicen, esta isla, por todo el pueblo de Ayax esparcido.
En mi Panmetro, ya citado, en que procuré componer epigramas en todo tipo de versos y ritmos acerca de los varones célebres en doctrina, hay sobre Solón uno que dice lo siguiente:
De Solón Salaminio al frío cuerpo, de Chipre el fuego convirtió en cenizas, que de su patria en los fecundos campos producirán ubérrimas espigas; pero el alma ya fue derechamente a la celeste patria conducida por los ligeros ejes, en que un tiempo sus soberanas leyes dejó escritas.
Se considera suya la sentencia: Nihil ni-mis. Dioscórides refiere en sus Comentarios que cuando Solón lloró por habérsele muerto un hijo (cuyo nombre no se sabe), al decirle uno que de nada le aprovechaba el llanto, respondió: Por eso mismo lloro, porque de nada me aprovecha. Sus epístolas son las siguientes:
SOLÓN A PERIANDRO
que yo era más sabio que los que no advertían que Pisístrato quería tiranizarlos, y más valeroso que los que por miedo no le repelían. Pero ellos creyeron
que Solón estaba loco. Por último, di público testimonio en esta forma: ¡Oh patria! Solón está aquí dispuesto a darte socorro de palabra y de obra, aunque, por el contrario, creen estos que estoy loco. Así, único enemigo de Periandro, me ausento de ti. Esos otros sean, si gustan, sus alabarderos. Sabes, oh amigo, con cuánta sagacidad invadió el solio. Empezó adulando al pueblo; después, hiriéndose a sí mismo, salió ante el Senado, diciendo a gritos que lo habían herido sus contrarios, y suplicó que le concedieran cuatrocientos alabarderos de guardia. Y ellos, sin escuchar mis amonestaciones, se los otorgaron, armados con clavas; y en seguida subyugó a la República. Así que en vano me esforzaba en libertar a los pobres de la servidumbre, puesto que en el día todos son esclavos de Pisístrato.
SOLÓN A PISÍSTRATO
17. Creo que de ti no me vendrá ningún daño, puesto que antes de tu reinado era tu amigo, y hoy no te soy más enemigo que los demás atenienses que aborrecen el estado monárquico. Que piense cada quien si le parece mejor ser gobernado por uno o por muchos. Confieso que eres el más benigno de los tiranos; sin embargo, veo que no me conviene volver a Atenas, no sea que se queje alguno de que habiendo yo puesto el gobierno de ella en manos de todos igualmente, y abominando el monárquico, ahora con mi regreso parezca lisonjear tus acciones.
SOLÓN A CRESO
18. Me causa gran maravilla la amistad que me tienes; y te juro por Minerva que, de no haber ya resuelto habitar en un gobierno democrático, querría mejor vivir en tu reino que en Atenas, violentamente tiranizada por Pisístrato. Pero yo vivo más gustoso en donde los derechos son iguales entre todos. Bajaré, no obstante, ahí, siquiera por ser tu huésped un breve tiempo.
QUILÓN
l. Quilón, hijo de Damageto fue lacedemonio. Compuso algunas elegías hasta en doscientos versos. Decía que las previsiones que se pueden comprender por raciocinios son obra del varón fuerte. A su hermano, que se indignaba de que no le hacían éforo siéndolo él, respondió: Yo sé sufrir injurias, pero tú no. Fue hecho éforo hacia la Olimpiada LV, aunque Pánfilo dice que en la LVI; y que fue primer éforo siendo arconte Eutidemo, como dice Sosícrates. Que el primero estableció que los éforos estuviesen unidos al rey; aunque Sátiro dice que esto lo había establecido ya Licurgo. Herodoto dice, en el libro primero, que estando Hipócrates sacrificando en Olimpia, como las calderas hirviesen por sí solas, le aconsejó Quilón que no se casara, o que dejara a la mujer si ya era casado, y renunciara a los hijos.
2. Se dice que cuando le preguntó Esopo qué era lo que hacía Júpiter, respondió: Humilla a los excelsos, y eleva a los humildes. Al preguntarle en qué se diferencia el sabio del ignorante, contestó: En las buenas esperanzas. Y al cuestionarle qué cosa era difícil, respondió: Guardar el secreto, emplear bien el ocio y sufrir injurias. Daba los preceptos siguientes: Detener la lengua, principalmente en convites; no hablar mal del prójimo, si no queremos oír de él cosa que nos pese; no amenazar a nadie, por ser cosa de mujeres; acudir primero a los infortunios que a las prosperidades de los amigos; casarse sin pompa; no hablar mal del muerto; honrar a los ancianos; cuidarse de sí mismo; escoger antes el daño que el lucro torpe, porque lo primero se siente sólo una vez, lo segundo para siempre; no burlarse del desgraciado; que el poderoso sea humano, para que los prójimos antes lo celebren que lo teman; aprender a mandar bien en su casa; que no corra más la lengua que el entendimiento; reprimir la ira; no perseguir con baldones la adivinación; no querer imposibles; no apresurarse en el camino; no agitar la mano cuando se habla, por ser cosa de necios; obedecer las leyes; amar la soledad.
A ti mil gracias, Pólux rutilante, con cuyo auxilio de Quilón el hijo consiguió el acebuche siempre verde, en lucha de puñetazos. Si su padre, al contemplar al hijo coronado, murió de gozo, nadie le condene: ¡Dichoso yo, si tal mi muerte fuera!
A su imagen se puso esta inscripción:
La fuerte en lanza y valiente Esparta sembró a Quilón, primero de los siete.
Apotegma suyo es: ¿Prometes? Cerca tienes el daño. Suya es también esta breve carta:
QUILÓN A PERIANDRO
6. Me escribes sobre la expedición que quieres emprender contra los que están ausentes de ahí, en la cual irás tú mismo. Yo juzgo que un monarca tiene en peligro hasta las cosas de su casa, y tengo por feliz al tirano que muere en su cama sin violencia.
PITACO
mejor el perdón que el castigo. Puso leyes contra la embriaguez, por las cuales caía en doble pena el que se embriagaba, a fin de que no lo hicieran, aunque había mucho vino en la isla. Decía que era cosa difícil ser bueno, de lo cual hace también memoria Simónides, al decir:
Que es cosa muy difícil ser el varón perfectamente bueno, de Pitaco es sentencia verdadera.
Platón en su Protágoras nos recuerda aquellas sentencias de Pitaco: A la necesidad ni aun los dioses repugnan. El mando manifiesta quién es el hombre.
3. Al preguntarle una vez qué es lo mejor, respondió: Ejecutar bien lo que se emprende. Le preguntó Creso cuál era el imperio mayor, y respondió que el de maderas diferentes, significando por ello las leyes. Decía también que las victorias habían de conseguirse sin sangre. A Focaico, que decía que convenía buscar un hombre
diligente, respondió: No lo hallarás, por más que lo busques. A unos que preguntaban qué cosa sería muy grata, contestó: El tiempo. ¿Qué cosa incógnita? Lo venidero. ¿Qué cosa fiel? La tierra. ¿Qué cosa infiel? El mar. También decía que es propio de los varones prudentes precaverse de las adversidades antes que vengan, y de los fuertes tolerarlas cuando han venido. No publiques antes lo que piensas hacer, pues si se te frustra se reirán de ti. A nadie objetes su infelicidad, no sea que te expongas a quejas bien fundadas. Vuelve a su dueño lo que recibieres en depósito. No hables mal del amigo, ni tampoco del enemigo. Ejercita la piedad. Ama la templanza. Guarda verdad, fe, prudencia, destreza, amistad y diligencia.
4. Sus adomenos más famosos son:
Contra el hombre malvado debe salir el bueno bien armado. No habla verdad la lengua cuantas veces el corazón procede con dobleces.
También escribió seiscientos versos elegíacos. Y en prosa trató sobre las leyes, dedicándolo a los ciudadanos. Su florecimiento fue por la Olimpiada XLII, y murió gobernando Aristomenes, el tercer año de la Olimpiada LII, cuando ya era viejo y mayor de setenta años. En el sepulcro le pusieron este epitafio:
Aquí sepulta la sagrada Lesbos a Pitaco, su hijo, con el llanto más sincero y prolijo.
Es apotegma suyo: Tempus nosce. Conoce la ocasión o la oportunidad. Hubo otro Pitaco legislador, de quien habla Favorino en el libro I de sus Comentarios, y Demetrio en los Colombroños, el cual Pitaco fue llamado por sobrenombre el Pequeño.
5. Cuentan que Pitaco el sabio, al ser consultado por un joven sobre casamiento, respondió lo que dice Calímaco en los epigramas siguientes:
Un joven atarnense, consultando a Pitaco, nacido en Mitilene, hijo de Hirradio: Padre -le decía-,
dos novias me depara la fortuna; la una me es igual en sangre y bienes; mas la otra me excede en ambas cosas. ¿Cuál deberé elegir? ¿Cuál me conviene? ¿Cuál de las dos recibo por esposa? Alzó Pitaco el báculo diciendo: Resolverán tu duda esos muchachos que ves ahí con el látigo en la mano, en medio de la calle dando giros; síguelos, y contempla lo que dicen. Toma tu igual, decían; y el mancebo, que comprendió el enigma brevemente, se casó con la pobre como él era. Así, Dión amigo, que cases con tu igual también te digo.
Tal parece que tenía razón para hablar así, porque su mujer fue más noble que él, pues era hermana de Dracón, hijo de Pentilo; mujer sumamente soberbia con él.
6. Alceo llama a Pitaco sarápoda, y sárapon, por tener los pies anchos y llevarlos arrastrando; queiropoden, porque tenía grietas en los pies a las cuales llaman queiradas; gáurica, porque se ensoberbecía sin motivo; fúscona, fuscón, y gastron, porque era tripudo; Zofodorpidan, porque cenaba tarde y sin luz; agasirto, finalmente, porque daba motivo para que hablaran de él, y porque era muy sucio. Se ejercitaba moliendo trigo, como dice Cleurco filósofo. Existe una breve epístola suya, que dice así:
PITACO A CRESO
7. Me exhortas a que vaya a Lidia y vea tus riquezas. Aunque no las he visto, me convenzo que el hijo de Aliato es el más opulento de los reyes. Yo no tendré más yendo a Sardes, puesto que no necesito oro, nos basta lo que poseo a mí y a mis familiares. Iré, sin embargo, sólo por familiarizarme con un varón de tanta hospitalidad.
BIANTE
l. Este filósofo, natural de Priena, hijo de Teutamo, fue preferido por Sátiro entre los siete sabios de Grecia. Dicen que fue rico. Duris afirma que fue advenedizo a Priena; y Fanódico, que habiendo rescatado ciertas doncellas misenias que se hallaban cautivas, las consideró como hijas, las dotó y las remitió a sus padres a Misena. Poco después, al encontrar en Atenas unos pescadores, como ya dijimos, el trípode de oro con la inscripción: Para el más sabio, dice Sátiro que las mismas doncellas salieron en público, contaron lo que Biante había hecho por ellas, y lo aclamaron sabio. Entonces le enviaron el trípode; pero luego que lo vio, dijo: Apolo es el sabio; y no lo admitió. Fanódico y otros dicen que no fueron las doncellas quienes aclamaron sabio a Biante, sino los padres de éstas. Otros dicen que consagró el trípode a Hércules en Tebas, por ser oriundo de ella, y Priena su colonia; lo que afirma también Fanódico.
Cubre esta hermosa piedra y pavimento al prienés Biante, honor de Jonia.
El mío dice así:
Aquí yace Biante, a quien Mercurio llevó tranquilamente, blanco nevado viejo, al sitio oscuro. Oró y venció la causa de un amigo; y en el pecho de un joven reclinado, vino a extender su sueño largamente.
5. Escribió de la Jonia hasta dos mil versos, la manera en que principalmente podía ser feliz. De sus adomenos, los más conocidos fueron los siguientes:
Si vives en ciudad, placer procura a los conciudadanos; pues esto gusta a todos. Pero, por el contrario, la arrogancia ha sido siempre a todos perniciosa.
Sus sentencias dicen: Ser fuerte en el cuerpo es obra de la Naturaleza; mas decir lo útil a la patria es cosa del ánimo y de la prudencia. Las riquezas vinieron a muchos aun casualmente. Llamaba infeliz a quien no podía sufrir la infelicidad, y enfermedad del ánimo apetecer imposibles y olvidarse del mal ajeno. Al preguntarle qué cosa es difícil, respondió: Sufrir constantemente la decadencia del propio estado. Navegando una vez con unos impíos, como la nave fuese presa de una tormenta y ellos invocaran a los dioses, les dijo: Callad, no sea que los dioses os vean navegar aquí.
A un hombre impío que le preguntó qué cosa es piedad, no le contestó nada; y cuando éste le preguntó cuál era la causa de no responderle, dijo: Callo porque preguntas cosas que no te pertenecen. Al preguntarle qué cosa es dulce a los hombres, respondió: La esperanza. Decía que antes quería juzgar entre enemigos que entre amigos, porque uno de los amigos había de quedar enemigo del todo, pero de los enemigos debía uno hacérsele amigo. Cuando le preguntaron otra vez qué cosa deleita más al hombre, respondió: La ganancia. Decía que conviene que midamos nuestra vida tanto como si hubiésemos de vivir mucho, cuanto habiendo de vivir poco. Que amemos como que habemos de aborrecer; pues son muchos los malos. Daba los consejos siguientes: Emprende con lentitud lo que pienses ejecutar; pero una vez emprendido, sé constante en ello. No hables atropelladamente, pues indica falta de juicio. Ama la prudencia. Habla de los dioses según son. No alabes a causa de sus riquezas al hombre indigno. Si pretendes alcanzar alguna cosa, que sea persuadiendo, no coartando. Atribuye a los dioses lo bien que obrares. Toma la sabiduría por compañera desde la juventud hasta la vejez, pues es la más estable de todas las posesiones.
6. También Hiponacte hace memoria de Biante, como ya dijimos. Y el desapacible Heráclito lo recomienda mucho, especialmente cuando dice: En Priena nació Biante, hijo de Teutamo, cuyo nombre es más respetable que el de los otros. Y los prieneses le dedicaron una capilla que llaman Teutamio. También es sentencia suya: Los malos son muchos.
CLEOBULO
l. Cleobulo, hijo de Evágoras, fue nativo de Lindo, o según dice Duris, de Caria. Algunos lo suponen descendiente de Hércules, y dicen que fue robusto y hermoso de cuerpo, y que estudió Filosofía en Egipto. Que tuvo una hija llamada Cleobulina, la cual compuso enigmas en versos hexámetros, y a la que menciona Cratino en su drama que lleva este mismo nombre en número plural (56), y que renovó en Atenas el templo de Minerva, que había construido Danao.
2. Compuso cánticos y sentencias oscuras hasta en tres mil versos. Algunos dicen que fue suyo el epitafio puesto a Midas:
Una virgen de bronce soy que yago recostada de Midas al sepulcro. Mientras fluyan las aguas, y se eleven de la tierra los árboles frondosos; mientras renazca el sol, y resplandezca en las esferas la argentada luna; mientras corran los ríos, y los mares por las riberas extenderán sus olas, aquí estaré, vertiendo triste llanto sobre esta sepultura, y advirtiendo a todo pasajero y caminante que en ella sepultado yace Midas.
En prueba de lo cual trae un cántico de Simónides, que dice así:
¿Qué mente habrá que pueda alabar dignamente a Cleobulo, indígena de Lindo, que a los ríos perennes, floridas primaveras, a los rayos del sol, dorada luna, y a las marinas olas permanentes columnas antepone? Inferior a los dioses es todo lo criado. Hasta la dura piedra quebranta mortal mano; pero es consejo de varón insano.
Esto hace constar que este epitafio no es de Homero, como dicen, ya que éste precedió a Midas por muchos años. En los Comentarios de Pánfilo se observa este enigma suyo, que significa el año:
Tiene un padre doce hijos, y cada uno de ellos hijas treinta, todas bien diferentes en aspecto; pues por un lado blancas como nieve, oscuras por el otro se presentan. También, siendo inmortales, mueren todas.
De sus adomenos son célebres los siguientes:
Reina en la mayor parte de los hombres con gran verbosidad mucha ignorancia. Si tienes ocasión, hacer procura alguna cosa ilustre y admirable. Nunca seas ingrato, nunca vano.
3. Opinaba que es conveniente casar a las hijas jóvenes en edad, pero maduras en la prudencia; enseñando por ello que las jóvenes deben ser instruidas. Que conviene favorecer al amigo para que lo sea más, y al enemigo para hacerlo amigo. Guardarse de la calumnia de los amigos y de las asechanzas de los enemigos. También que cuando uno salga de casa, piense primero qué es lo que ha de hacer; y cuando vuelva, qué es lo que ha hecho. Encargaba mucho el ejercicio corporal. Que antes procuremos el escuchar que el ser escuchados. Que amemos más el estudio que la ignorancia. Que la lengua no sea maldiciente. Que seamos familiares de la virtud, y extraños del vicio. Huir de la injusticia, aconsejar a la patria lo mejor, refrenar los apetitos, no hacer cosa alguna por fuerza, instruir a los hijos, deshacer las enemistades. A la mujer ni halagarla ni reñirla delante de otros, porque lo primero, indica demencia; y lo segundo, furor. Que no se ha de reñir al doméstico cuando está embriagado. Decía: Cásate con mujer de tu igual, porque si la eliges más noble que tú, los suyos te mandarán. No rías del que es perseguido con burlas y ofensas, porque se hará tu enemigo. En tus prosperidades no te ensoberbezcas, ni en las adversidades te abatas de ánimo. Aprende a sufrir con fortaleza los reveses de la fortuna.
4. Murió viejo, de setenta años; y en su sepulcro se le puso este epitafio:
A Cleobulo sabio muerto llora su patria Lindo, a quien el mar circuye.
Su apotegma es: La medida es lo mejor de todas las cosas. Escribió a Solón la carta siguiente:
CLEOBULO A SOLÓN
Son muchos los amigos que tienes, y todos con casa propia. Yo pienso que Lindo sería muy buena tierra para vivir Sólón, por ser ciudad libre. Es isla de mar; y si quieres habitar en ella, ningún daño te vendrá de Pisístrato, y concurrirán a verte amigos de todas partes.
PERIANDRO
l. Periandro, hijo de Cipselo, nació en Corinto, de la familia de los heráclidas. Se casó con Lísida, a quien él llamaba Melisa, hija de Procleo, rey de Epidauro y de Eristenea, hija de Aristócrates y hermana de Aristodemo, los cuales dominaban toda la Arcadia, como dice Heráclides Póntico en el libro Del principado. Tuvo dos hijos con ella: Cipselo y Licofrón; el menor de los cuales fue advertido, y el mayor fue estólido. Pasado algún tiempo, atacado Periandro por la ira, le quitó la vida a su mujer, que entonces estaba encinta, dándole de patadas debajo de una escalera, incitado por las malas persuasiones de sus concubinas, a las cuales quemó después. Desterró a su hijo Licofrón a Corcira, porque se condolía de su madre; pero después, viendo cerca la vejez, le pidió venir para darle el reino. Lo supieron antes los corcireses, y mataron a Licofrón; por lo cual, encendido en ira Periandro, envió a Aliate a los hijos de los corcireses para que los castrase; pero cuando la nave llegó a Samos, hicieron súplicas a la diosa luno, y los samios los libraron. Cuando Periandro lo supo le dio tanto pesar, que murió luego, a los ochenta años de edad. Sosícrates dice que murió cuarenta años antes que Creso, uno antes de la Olimpiada
XLIX.
2. Dice Herodoto en el libro primero que Periandro fue huésped de Trasíbulo, tirano de Mileto. Arístipo escribe en el libro primero De las delicias antiguas que, enamorada de Periandro su madre Cratea, solían unirse lasciva-mente a escondidas, deleitándose con ella; pero habiéndose divulgado este hecho, fue tanto su disgusto, que se hizo insoportable a todos. Eforo dice que ofreció a Júpiter una estatua de oro si vencía con su cuadriga en los juegos olímpicos; que cuando resultó vencedor y careciendo del oro, como viera en cierta festividad a las mujeres adornadas, les quitó las joyas, y así cumplió su promesa. Se cuenta que para ocultar su sepulcro, planeó lo siguiente: mandó a dos jóvenes, mostrándoles un camino, que vinieran de noche, le quitaran la vida y lo enterraran donde lo encontraran; detrás de éstos envió cuatro que matasen a los dos y los enterraran, y finalmente, contra éstos envió muchos. De este modo murió a manos de los primeros. Sin embargo, los corintios le pusieron el epitafio siguiente sobre un cenotafio:
Conserva al rico y sabio, Periandro Corinto, patria suya, en este sitio y seno, al mar vecino.
Yo le hice otro, que dice:
No debes condolerte si no logras aquello que deseas. Cada uno con lo que dan los dioses se contente; pues aquí yace el sabio Periandro, que no pudo lograr lo que quería.
Son sentencias suyas: Nada se ha de hacer por interés. Se han de lucrar las cosas lucrables.
o cortar el istmo. Se conocen de él las epístolas siguientes:
PERIANDRO A LOS SABIOS
5. Doy muchas gracias a Apolo Pitio de que mis cartas os hayan hallado a todos juntos, y espero os traigan ellas a Corinto. Yo, por lo menos, os estoy esperando; veréis con cuánta civilidad os recibo. Entiendo que como el año pasado fuisteis a Sardes de Lidia, no dilataréis ahora en venir a mí, rey de Corinto, pues los corintios tendrán gusto de veros ir a casa de Periandro.
PERIANDRO A PROCLEO
6. El fracaso de mi mujer aconteció contra mi voluntad; pero tú serás injusto con exacerbar voluntariamente el ánimo de mi hijo contra mí. Así, o calma la fiereza de mi hijo para conmigo, o me vengaré de ti; pues yo vengué la muerte de tu hija abrasando vivas a mis concubinas, y quemando junto al sepulcro de aquella los adornos de todas las matronas corintias.
Trasibulo escribió a Periandro lo siguiente:
TRASIBULO A PERIANDRO
7. Nada respondí a tu enviado, sino que llevándolo a un campo de mies, vio cómo cortaba yo las espigas más altas dándoles con una vara; si se lo preguntas, él te contará lo que oyó y vio. Obra tú así, ya que quieres retener el mando; deshazte de los ciudadanos poderosos, te parezcan enemigos o no, pues al tirano incluso los amigos le son sospechosos.
ANACARSIS ESCITA
Vuelto a Escitia Anacarsis, quiso enmendar errores de su patria, procurando viviese al uso griego: Mas no bien pronunciada su sentencia, cuando un volante dardo en un momento lo trasladó a los dioses inmortales.
3. Decía que la cepa lleva tres racimos: el primero, de gusto; el segundo, de embriaguez; y el tercero, de disgusto. Se admiraba mucho de que entre los griegos se desafiaran los artistas y juzgaran de las obras los que no eran artífices. Al preguntarle de qué forma se haría uno abstemio o aguado, contestó: Mirando los torpes gestos de los borrachos. También decía que se maravillaba de cómo los griegos, que ponían leyes contra los que injuriaban a otros, honraban a los atletas que se hieren mutuamente. Cuando supo que el grueso de las naves no es de más de cuatro dedos, dijo: Tanto distan de la muerte los que navegan. Llamaba al aceite medicamento de frenesí, pues ungidos con él los atletas, se enfurecían más unos contra otros. Decía: ¿Cómo es que los que prohíben el mentir mienten abiertamente en las tabernas? Se admiraba también de que los griegos al principio de la comida bebieran en vasos pequeños, y después de saciados en vasos grandes. En sus retratos anda esta inscripción: Se debe refrenar la lengua, el vientre y la carne.
4. Cuando le preguntaron si en Escitia había flautas, respondió: Ni tampoco cepas. A uno que le preguntó qué naves eran más seguras, le contestó: Las que están en el puerto. Decía que había visto en Grecia una cosa que lo admiraba: que dejaban el humo en el monte y traían la leña a casa. Al preguntarle uno si eran más los vivos que los muertos, respondió: ¿En qué clase de esas dos pones a los navegantes? A un ateniense que le objetaba el que era Escitia, contestó: A mí me deshonra mi patria; pero tú eres el deshonor de la tuya. Cuando le preguntaron qué cosa era buena y mala en los hombres, respondió: La lengua. Decía que era mejor tener un amigo ilustre que muchos ordinarios. Llamaba al foro lugar destinado para mutuos engaños y fraudes. Una ocasión que un joven lo injurió en un convite, dijo: Mancebo, si ahora que eres joven no puedes sufrir el vino, cuando envejezcas sufrirás el agua. Según algunos, inventó para el uso de los humanos las áncoras y la rueda de alfar. Escribió la carta siguiente:
ANACARSIS A CRESO
5. Me fui a Grecia, oh rey de Lidia, a fin de aprender sus costumbres y disciplina. No necesito ningún oro, y me basta si vuelvo a Escitia más instruido; no obstante, pasaré a Sar-des, pues tengo en mucho ser tu conocido.
MISÓN
1. Misón, hijo de Estrimón, como dice Sosícrates, llamado Queneo por ser de Quena, pueblo oeteo o lacónico según Hermipo, es contado entre los siete sabios. Dicen que su padre fue tirano. También hay quien dice que al preguntar a Anacarsis si había otro más sabio que él, respondió la pitonisa, como ya dijimos de Quilón en la Vida de Tales:
Cierto Misón Oeteo, en Quene hallado, corazón más dispuesto a la prudencia tiene que tú, Anacarsis, y a la ciencia.
A causa de esto, Anacarsis fue al lugar de Misón en tiempo de verano, y al hallarlo que ponía la esteva al arado, le dijo: Ahora, oh Misón, todavía no es tiempo de arado. A lo que el otro le respondió: Pero lo es mucho para componerlo y prevenirlo.
2. Otros dicen que el oráculo dijo así: Cierto Misón Eteo, etc., y van indagando qué significa Eteo. Parménides dice que es una aldea de Laconia, de la cual fue nativo Misón. Sosícrates dice en las Sucesiones que Misón fue eteo por su padre; y por su madre, queneo. Eutifrón, hijo de Heráclides póntico, dice que fue cretense, pues había en Creta un pueblo llamado Etea. Anaxilao lo supone arcade. Hiponacte lo recuerda en esta forma:
Misón, a quien Apolo llamó el más sabio de los hombres todos.
3. Aristóxenes dice en su Historia varia que Misón no se diferenció mucho de Timón y de Apimanto, pues también aborrecía a los hombres. Lo vieron reír estando solo en el campo de Lacedemonia; y como el que lo halló de improviso le preguntó con instancias por qué reía si no había nadie presente, dijo: Por eso mismo. También dice Aristóxenes que Misón no fue célebre a causa de no haber nacido en ciudad, sino en un cortijo, y desconocido; por cuya razón muchas de sus cosas se atribuyen a Pisístrato. Lo mismo opina Platón el Filósofo. Pues hace memoria de él en su Protágoras, y lo pone en lugar de Periandro. Decía Misón que no se han de buscar las cosas por las palabras, sino las palabras por las cosas; pues no se hacen las cosas por las palabras, sino las palabras por las cosas. Murió a los noventa y siete años de edad.
EPIMÉNIDES
l. Epiménides, en la opinión de Teopompo y muchos otros, fue hijo de Festio; pero según algunos más, de Dosiado, y según otros, de Agesárco. Fue cretense, natural de Gnosa; pero no lo parecía por usar el pelo largo. Una ocasión su padre lo mandó a un campo suyo con una oveja, y desviándose del camino, a la hora del mediodía se metió en una cueva, y durmió allí, por espacio de cincuenta y siete años. Al despertar después de este tiempo, buscaba la oveja, creyendo haber dormido sólo un rato; pero al no encontrarla regresó al campo, y como lo vio todo de otro aspecto, e inclusive el campo en poder de otro, maravillado en extremo se fue a la ciudad. Quiso entrar en su casa; y le preguntaron quién era; halló a su hermano menor, entonces ya viejo, el cual supo de su boca toda la verdad. Conocido por esto de toda Grecia, lo consideraron por muy amado de los dioses.
Argivo en el libro De los poetas. Dicen que fue el primero que purificó las habitaciones y los campos, y el primero que fundó templos. Hay quien afirma que no durmió, sino que se entretuvo algún tiempo en cortar raíces. Se conoce una carta suya a Solón legislador, que trata de la República cretense, ordenada por Minos; aunque Oemetrio de Magnesia, en su libro De los poetas y escritores colombroños o de un mismo nombre, se esfuerza en sostener que esta carta es moderna; no va escrita en dialecto cretense, sino ático moderno. Yo he hallado otra carta suya, que dice así:
EPIMÉNIDES A SOLÓN
atenienses que no sabían cuántos daños les había de acarrear el lugar aquel, pues de saberlo, lo devorarían con sus dientes. Esto lo predijo mucho antes de que pasara.
7. Dicen que él mismo se llamaba Eaco; que predijo a los lacedemonios que habían de ser prisioneros de los arcades, y que aparentó muchas veces que resucitaba. Escribe Teopompo, en su libro De las cosas admirables, que cuando construía el templo de las ninfas se oyó una voz del cielo que decía: Epiménides, no lo dediques a las ninfas, sino a Júpiter. También predijo a los cretenses el estrago que los arcades habían de hacer en los lacedemonios, según dijimos antes; y efectivamente fueron derrotados, junto a Orcomeno. Teopompo agrega que envejeció en tantos días como años había dormido. Mironiano dice en sus Símiles que los cretenses lo llamaban Curete. Los lacedemonios guardaron su cuerpo, avisados por un oráculo, como asegura Sosibio Lacedemonio. Hubo otros dos Epiménides: uno era escritor de genealogías, y el otro, de la Historia de Rodas, en dialecto dórico.
FERECIDES
las cosas sacras, dice que se le puso el epitafio siguiente:
Da fin en mí sabiduría toda; y si más a Pitágoras se debe, es por ser el primero de los griegos.
Ion Quío escribe de él en esta forma:
Yace sin alma, y dulce vida goza; y aunque cede a Pitágoras la palma, vio y aprendió los usos de los hombres.
Mi epigrama, en verso ferecrático, dice lo siguiente:
Se dice por seguro que el grande Ferecides, en Siros engendrado, mudó su primer forma, comido de piojos. A tierra de Magnesia ser quiso conducido, para dar la victoria a los nobles efesios. Esto mismo mandaba oráculo infalible, que Ferecides sólo tenía conocido. Entre ellos murió alegre. Es, pues, cosa muy cierta que el verdadero sabio es útil vivo y muerto.
Su florecimiento fue en tiempos de la Olimpiada LIX. Se conoce de él esta carta:
FERECIDES A TALES
LIBRO SEGUNDO
ANAXIMANDRO
l. Anaximandro, hijo de Praxiades, fue milesio. Dijo que el infinito es el principio y elemento, sin definir el aire, el agua ni otra cosa. Que sus partes son mudables, pero del todo inmutables. Que la tierra está en medio del universo como centro, y es esférica. Que la luna luce con luz ajena, pues la recibe del sol. Que éste no es menor que la Tierra, y es fuego purísimo. Fue el primero que halló el gnomon, y lo colocó en Lacedemonia para indagar la sombra, como dice Favorino en su Historia varia. Halló también los regresos del sol, notó los equinoccios y construyó horóscopos. Fue el primero que describió la circunferencia de la tierra y mar, y construyó una esfera.
2. Expuso sus opiniones brevemente y en compendio, cuyos escritos vio Apolodoro Ateniense, y dice en sus Crónicas que Anaximandro tenía sesenta y cuatro años de edad el año segundo de la Olimpiada LVIII, y murió poco después, habiendo florecido principalmente cuando Policrates era tirano de Samos. Cuentan que cantando en cierta ocasión, se burlaron unos muchachos, y al darse cuenta dijo: Es menester cantar mejor por causa de los muchachos. Dicen que hubo otro Anaximandro historiador, también milesio, que escribió en dialecto jónico.
ANAXÍMENES
También escribió esta otra carta:
ANAXÍMENES A PITÁGORAS
3. Me pareció muy bien que partieses de Samos a Crotona para vivir tranquilo, pues los hijos de Eaco y otros obran mal, y a los milesios nunca les faltan tiranos. No menos nos es temible el rey de Persia, si no queremos ser sus tributarios; aunque parece que los jonios saldrán a campaña con los persas; por la libertad común. Si se efectúa la guerra, no me queda esperanza de salvarme. Porque ¿cómo podrá Anaxímenes estar en observación de los cielos, si está temiendo de un momento a otro la muerte o el cautiverio? Tú eres estimado de los crotoniatas y demás italianos, sin que te falten también aficionados en Sicilia.
ANAXÁGORAS
1. Anaxágoras, hijo de Hegesibulo, o bien de Eubulo, fue nativo de Clazomene y discípulo de Anaxímenes. Fue el primero que a la materia hile añadió la mente al principio de sus obras, donde suave y magníficamente, dice:
Todas las cosas estaban juntas; luego sobrevino la mente y las ordenó, y por esta razón se llama
mente. Timón dice de él lo mismo en sus Sátiras, de esta manera:
Donde dicen que el héroe valeroso Anaxágoras se halla. Apellidado Mente (y la tuvo dichosa), porque nos dijo que la mente eterna puso en orden las cosas, antes confusamente amontonadas.
Anaxágoras fue ilustre no sólo por su nacimiento y riquezas, sino también por su magnanimidad, pues cedió a los suyos todo su patrimonio. Y como lo notasen de negligente, contestó: Y vosotros, ¿por qué no sois más diligentes? Se ausentó, finalmente, para dedicarse a la contemplación de la Naturaleza, despreciando todo cuidado público, de manera que al decirle uno: ¿Ningún cuidado os queda de la Patria?, respondió señalando al cielo: Yo venero en extremo la patria.
2. Cuentan que cuando Jerjes pasó a Grecia, Anaxágoras tenía veinte años de edad, y que vivió hasta los setenta y dos. Escribe Apolodoro en sus Crónicas que nació en la Olimpiada LXX, y murió en el año primero de la
LXXVIII. Empezó a filosofar en Atenas, a la edad de veinte años, cuando era arconte Callas, como dice Demetrio Falereo en su Historia de los arcontes, adonde añaden que se detuvo treinta años.
3. Decía que el sol es un globo de fuego y mayor que el Peloponeso. Otros atribuyen esto a Tántalo. Que la luna está habitada y tiene collados y valles. Que el principio de las cosas son las partículas semejantes, pues así como el oro se compone de partes tenuísimas, así también el mundo fue compuesto de corpúsculos semejantes entre sí. Que la mente es el principio del movimiento. Que los cuerpos pesados se situaron en lugar bajo, por ejemplo: la tierra; y los leves, arriba, como el fuego; y el agua y el aire tomaron el medio. Así, pues, sobre la superficie de la tierra está el mar, y el sol saca de sus aguas los vapores. Que en el principio los astros giraban en el cielo (construido en forma de cúpula), de manera que el polo, que siempre está a nuestra vista, giraba sobre el vértice de la tierra, pero que después tomó inclinación. Que la vía láctea es un reflejo del resplandor de los astros no iluminados por el sol. Que los cometas son un concurso de estrellas errantes que despiden llamas, y que el aire los vibra como centellas. Que los vientos provienen del aire enrarecido por el sol. Que los truenos son el choque de las nubes; los relámpagos, el frotamiento de las mismas. Que el terremoto es causado por aire que corre por dentro de la tierra. Que los animales fueron engendrados del humor, del calor y de la tierra; después fueron naciendo de ellos mismos, engendrándose los machos a la parte derecha y las hembras a la izquierda.
Homero compuso su poema para recomendar la virtud y la justicia; opinión que amplificó mucho Metrodoro Lampsaceno, amigo suyo, el cual disfrutó bastante a Homero en el estudio de la Naturaleza. Anaxágoras fue el primero que nos dejó un escrito sobre la Naturaleza. Sileno, en el libro primero de sus Historias, dice que habiendo caído una piedra del cielo siendo arconte Dimilo, dijo Anaxágoras que todo el cielo se componía de piedras, y se sostenía por la velocidad de su giro; de manera que si este giro cesara, se caería el cielo.
Aquí yace Anaxágoras ilustre, que junto al fin de su vital carrera, entendió plenamente los arcanos que en sí contiene la celeste esfera.
El que yo compuse dice así:
Que el sol es masa ardiente Anaxágoras dijo; y por lo mismo fue a muerte condenado. Librólo su discípulo Pericles: Pero él entre eruditas languideces, sabe dejar la vida voluntario.
Se sabe que hubo otros tres Anaxágoras, pero en ninguno de ellos concurrieron todas las ciencias. El primero fue orador, uno de los discípulos de Isócrates. El otro, estatuario, de quien Antígono hace memoria. Y el último, gramático, discípulo de Zenodoto.
ARQUELAO
1. Arquelao, ateniense, o bien milesio, tuvo por padre a Apolodoro, y según otros, a Midón. Fue discípulo de Anaxágoras y maestro de Sócrates, y el primero que de la Jonia trajo a Atenas la Filosofía natural. Por esta razón lo llamaron el Físico, o bien porque en él terminó la Filosofía natural, introduciendo entonces Sócrates la moral. Aunque parece que Arquelao la cultivó también, pues fue filósofo de las leyes, de lo bueno y de lo justo, lo cual, oído por Sócrates, lo amplió y propagó, por lo que fue considerado como autor de ello.
Decía que eran dos las causas de la generación: el calor y el frío. Que los animales fueron engendrados del limo. Y que lo justo y lo injusto no lo son por naturaleza, sino por la ley. Se basaba en este raciocinio: El agua, cuya liquidez dimana del calor, mientras dura condensada produce la tierra, y cuando se hace líquida produce el aire. Por consiguiente, aquella es conservada por el aire, y éste por el movimiento del fuego. Que los animales se engendran del calor de la tierra, la cual destila un limo semejante a la leche, que les sirve de nutrimento. Así fueron procreados los hombres.
Fue el primero que dijo que la voz es la percusión del aire. Que el mar se contiene en las entrañas de la tierra, por cuyas venas va como colado. Que el sol es el mayor de los astros. Y que el
Universo no tiene límites. Hubo otros tres Arquelaos: uno, corógrafo, el cual describió los países que anduvo Alejandro; otro, que escribió en verso De la admirable naturaleza de los animales; y el otro fue orador y escribió De la Oratoria.
SÓCRATES
l. Sócrates fue hijo de Sofronisco, cantero de profesión, y de Fenareta, obstetriz, como lo dice Platón en el diálogo titulado Teeteto. Nació en Alopeca, pueblo de Atica. Hubo quien creyera que Sócrates ayudaba a Eurípides en la composición de sus tragedias, por lo cual Mnesíloco dice:
Los Frigios drama es nuevo de Eurípides, y consta que a Sócrates se debe.
Y después:
De Sócrates los clavos corroboran de Eurípides los dramas.
También Calias, en la comedia Los cautivos, escribe:
Tú te engríes y estás desvanecido: pero puedo decirte que a Sócrates se debe todo eso.
Y Aristófanes, en la comedia Las nubes, dice:
Y Eurípides famoso, que tragedias compone, lo hace con el auxilio de ese que habla de todo: así le salen útiles y sabias.
2. Al haber sido discípulo de Anaxágoras, como aseguran algunos, y de Damón, según dice Alejandro en las Sucesiones, después de la condenación de aquel, se pasó a Arquelao Físico, el cual usó de él deshonestamente, como afirma Aristóxenes. Dures dice que se puso a servir, y que fue escultor en mármoles; y aseguran muchos que las Gracias vestidas que están en la Roca son de su mano. Respecto a esto, Timón en sus Sátiras, dice:
De estas Gracias provino el cortador de piedras, el parlador de leyes, oráculo de Grecia. Aquel sabio aparente y simulado, burlador, y orador semiateniense.
En la oratoria era muy vehemente, como dice Idomeneo; pero los treinta tiranos le prohibieron enseñarla, según refiere Jenofonte. También lo censura Aristófanes, porque hacía buenas las causas malas. Según Favorino en su Historia varia, fue el primero que con Esquines, su discípulo, enseñó la Retórica, lo que confirma Idomeneo en su Tratado de los discípulos de Sócrates. Fue también el primero que trató la Moral, y el primero de los filósofos que murió condenado por la justicia.
Las alhajas de plata, de púrpura las ropas, útiles podrán ser en las tragedias, pero de nada sirven a la vida.
Menospreció generosamente a Arquelao Macedón, a Escopas Cranonio y a Eurilo Lariseo, pues ni admitió el dinero que le regalaban, ni quiso ir a vivir con ellos. Tanta era su templanza en la comida, que a pesar de que muchas veces hubo peste en Atenas, nunca se le contagió.
cuales lo alaban en lo mismo que presumen vituperarlo. Así habla de él Aristófanes:
¡Oh tú, justo amador de la sapiencia, cuán felice serás con los de Atenas, y entre los otros griegos cuán felice!
Y también:
Si memoria y prudencia no te faltan, y en las calamidades sufrimiento, no te fatigarás si en pie estuvieres, sentado, o caminando. Tú no temes el frío ni el hambre, te abstienes del vino y de la gula, con otras mil inútiles inepcias.
Amipsias lo pinta con palio, y dice:
¡Oh Sócrates, muy bueno entre los pocos, y todo vanidad entre los muchos! ¡Finalmente, aquí vienes y nos sufres! Ese grosero manto ¿de dónde lo tomaste? Esa incomodidad seguramente nació de la malicia del ropero.
Por más hambre que tuviera, nunca pudo vivir como parásito. Cuánto aborreciese esta vergonzosa adulación; lo testifica Aristófanes, diciendo:
Lleno de vanidad las calles andas, rodeando la vista a todas partes. Caminando descalzo, y padeciendo trabajas sin cesar, muestras no obstante siempre de gravedad cubierto el rostro.
Sin embargo, algunas veces se acomodaba al tiempo y vestía con más curiosidad, como lo hizo cuando fue a cenar con Agatón; así lo menciona Platón en su Convite.
Que es acción valerosa dejarla de repente y sin consejo, se levantó y se alejó diciendo que era cosa ridícula tener por digno de ser buscado un esclavo cuando no se halla, y dejar perecer la virtud. Y al preguntarle si era mejor casarse o no hacerlo, respondió: Cualquiera de las dos cosas que hagas, te arrepentirás. Decía que le admiraba ver que los escultores procuraban que saliera la piedra muy semejante al hombre, y descuidaban de procurar no parecerse a las piedras. Exhortaba a los jóvenes a que se miraran frecuentemente al espejo, a fin de hacerse dignos de la belleza, si la tenían; y si eran feos, para que disimularan la fealdad con la sabiduría.
14. En una ocasión que convidó a cenar a ciertas personas ricas, como Jantipa tuvo pena de la cortedad de la cena, le dijo: No te aflijas, mujer, pues si ellos son parcos, lo sufrirán; y si son comilones, nada nos importa. Decía que otros hombres vivían para comer; pero él comía para vivir. Que quien alaba al pueblo bajo, se parece a uno que reprobara un tetradracmo, y recibiera por legítimos
muchos de ellos. Cuando le dijo Esquines: soy pobre; nada más tengo mi persona; me doy todo a vos, respondió: ¿Has advertido cuán grande es la dádiva que me haces? A uno que estaba indignado por hallarse sin autoridad, al usurpar el mando los treinta tiranos, le dijo: ¿Y qué es lo que en esto te aflige? Que los atenienses -respondió- te han condenado a muerte. Y la Naturaleza a ellos, repuso Sócrates. Algunos atribuyen esto a Anaxágoras. A su mujer, que le decía que moriría injustamente, le dijo: ¿Quisieras acaso tú que mi muerte fuera justa? Después de soñar que uno le decía:
Tú dentro de tres días a la glebosa Ftía harás pasaje, dijo a Esquines que pasados tres días moriría. Antes de beber la cicuta, le trajo Apolodoro un palio muy precioso para que muriera con este adorno, y le dijo Sócrates: Pues si el mío ha sido bueno para mí en vida, ¿por qué no lo será en muerte? Cuando uno le comentó que otro hablaba mal de él, respondió: Ese no apren
dió a hablar bien. Como Antístenes llevaba siempre a la vista la parte más rasgada de su palio, le dijo: Veo por esas aberturas tu vanagloria. A uno que le preguntó: ¿No está aquel hablando mal de ti?, respondió: No, por cierto; nada me toca de cuanto dice. Decía que conviene exponerse voluntariamente a la censura de los poetas cómicos, pues si dicen la verdad, nos corregiremos; y si no, nada nos afecta lo que dicen.
Sócrates es el sabio entre los hombres.
Esto provocó contra él la envidia de muchos que también se consideraban sabios, infiriendo que el oráculo los declaraba ignorantes. Melito y Anito eran de éstos, como dice Platón en el diálogo Memnón. No podía Anito permitir que Sócrates lo burlara, e incitó primero a Aristófanes contra él; después indujo a Melito para que lo acusara de impío y corrompedor de la juventud. En efecto, Melito lo acusó, y dio la sentencia Polieucto, según dice Favorino en su Historia varia. Escribió la oración el sofista Polícrates, como refiere Hermipo, o bien Anito, según dicen otros; pero el orador Licón lo ordenó todo. Antístenes en las Sucesiones de los filósofos, y Platón en la Apología, dicen que los acusadores de Sócrates fueron tres: Anito, Licón y Melito. Que Anito instaba en nombre de los artesanos y magistrados del pueblo; Licón, por parte de los oradores; y Melito, por los poetas, a los cuales reprendía Sócrates. Favorino, en el libro II de sus Comentarios, dice que no es de Polícrates la oración contra Sócrates, puesto que en ella se hace mención de los muros de Atenas que restauró Conón, lo cual fue seis años después de la muerte de Sócrates, y es verdad.
Yo os saludo, Apolo Delio y Diana, ilustres niños.
Pero Dionisiodoro dice que este himno no es suyo. También compuso una fábula como las de Esopo, no muy elegante, que dice:
Dijo una vez Isopo a los corintios la virtud no juzgasen por la persuasión y la voz del pueblo.
Así fue el fin de Sócrates, del cual los atenienses se arrepintieron tanto, que cerraron las palestras y gimnasios. Desterraron a algunos y sentenciaron a muerte a Melito. Honraron a Sócrates con una estatua de bronce que hizo Lísipo, y la colocaron en el Pompeyo. Los de Heraclea echaron de la ciudad a Anito el mismo día en que llegó.
20. No es sólo Sócrates con quien los atenienses se portaron así, sino también con muchos otros, pues multaron a Homero con cincuenta dracmas, por considerarlo loco. A Tirteo lo llamaron demente, y lo mismo a Astidamante, imitador de Esquilo, después de honrarlo con una estatua de bronce. Eurípides en su Palamedes también objeta a los atenienses la muerte de Sócrates, diciendo:
Matasteis, sí, matasteis al más sabio, a la más dulce musa, que a nadie fue molesta ni dañosa.
Esto es así, aunque Filicoro dice que Euripides murió antes que Sócrates. Nació Sócrates, según Apolodoro en sus Crónicas, siendo arconte Apsefión, el año IV de la Olimpiada LXXVTI, a 6 de Tragelión, en cuyo día los atenienses purifican la ciudad, y dicen los delios que nació Diana. Murió el año 1 de la Olimpiada XCV, a los setenta años de edad. Lo mismo dice Demetrio; pero aseguran otros que murió de sesenta años. Ambos fueron discípulos de Anaxágoras, Sócrates y Eurípides. Nació éste siendo arconte Calias, el año 1 de la Olimpiada
LXXV.
gramático, y otro natural de Cos, escritor de los sobrenombres de los dioses.
Dos o tres, o más libros enfermo y sin fuerza ha publicado, en todo parecidos a las obras de Jenofonte y Esquines, ineptas para persuadir cosa ninguna.
Así fue la vida de Jenofonte. Floreció hacia el año IV de la Olimpiada XCIV. Subió con Ciro, siendo arconte Jeneneto, un año antes de la muerte de Sócrates. Murió el año primero de la Olimpiada CV (según escribe Estesiclides Ateniense en la Descripción de los arcontes y vencedores en los juegos olímpicos), siendo arconte Calidemide, en cuyo tiempo reinaba en Macedonia Filipo, hijo de Amintas. Su muerte fue en Corinto, como dice Demetrio de Magnesia, siendo ya de edad avanzada. Fue Jenofonte un varón bueno en todo: aficionado a caballos y a la caza, e inteligente en la táctica, según consta por sus escritos. Fue pío, dado a los sacrificios, muy práctico en conocer las víctimas y celoso imitador de Sócrates.
No sólo pasó a Persia Jenofonte por la amistad de Ciro, sino por caminar por la ardua vía que a los dioses conduce. Escribiendo las glorias de los griegos su socrático ingenio nos demuestra.
Y este otro a su muerte:
Si por los ciudadanos de Cécrope y de Cranao, Jenofonte, desterrado te miras, sin más causa que ser de Ciro amigo, ya el hospital Corinto te recibe, y estableces en ella tu morada.
Recuerdo haber leído que floreció por la Olimpiada LXXXIX, con los otros discípulos de Sócrates. Istro dice que fue desterrado por decreto de Eubelo, y que por sentencia del mismo se le quitó el destierro.
9. Hubo siete Jenofontes. El primero, éste de que hemos tratado. El segundo, fue ateniense, hermano del Nicostrato que compuso el poema La Teseide, el cual, entre otras cosas, escribió La vida de Epaminondas y de Pelópidas. El tercero, fue médico de Cos. El cuarto, uno que escribió la Historia de Aníbal. El quinto, trató De los portentos fabulosos. El sexto fue de Paros y escultor célebre. Y el séptimo, poeta de la comedia antigua.
ESQUINES
ARISTIPO
1. Aristipo nació en Cirene, de donde pasó a Atenas, llevado por la fama de Sócrates, como dice Esquines. Fue el primer discípulo de Sócrates que enseñó la Filosofía por estipendio, y con él socorría a su maestro, según escribe Fanias Eresio, filósofo peripatético. Habiéndole enviado una vez veinte minas, se las devolvió Sócrates, diciendo que su genio no le permitía recibirlas. Esto desagradaba mucho a Sócrates; Jenofonte fue su contrario, por cuya razón publicó un escrito contra él condenando el deleite que Aristipo patrocinaba, poniendo a Sócrates como árbitro de la disputa. También lo maltrata Teodoro en el libro De las sectas, y Platón hace lo mismo en el libro Del alma, como dijimos en otros escritos. Su genio se acomodaba al lugar, al tiempo y a las personas, y sabía simular toda razón de conveniencia. Por esta causa daba a Dionisio más gusto que los otros, y porque en todas las ocurrencias disponía bien las cosas, pues así como sabía disfrutar de las comodidades que se ofrecían, así también se privaba sin pena de las que no se ofrecían. Por esto Diógenes lo llama perro real, y Timón lo moteja de afeminado por el lujo, diciendo:
Cual la naturaleza de Aristipo, blanda y afeminada, que sólo con el tacto conoce lo que es falso o verdadero.
2. Cuentan que en una ocasión pagó cincuenta dracmas por una perdiz; y a uno que lo murmuraba, respondió: ¿Tú no la comprarías por un óbolo? y como dijese que sí, repuso: Pues eso valen para mí cincuenta dracmas. Mandó Dionisio llevar a su cuarto tres hermosas meretrices para que eligiera la que gustase, pero despidió a las tres, diciendo: Ni aun a Paris fue seguro haber preferido a una. Dicen que las sacó hasta el vestíbulo y las despidió; tanta era su facilidad en recibir o no recibir las cosas. Por esta causa Estratón, o según otros, Platón, le dijo: A ti sólo te parece bien llevar clámide o palio roto. Cuando Dionisio le escupió encima, lo sufrió sin dificultad; ya uno que se admiraba de ello, le dijo: Los
pescadores se mojan en el mar por agarrar un gobio, ¿y yo no me dejaré salpicar saliva por agarrar una ballena?
3. En cierta ocasión pasaba por donde estaba Diógenes lavando unas hierbas, y le dijo éste: Si hubieras aprendido a prepararte esta comida, no solicitarías los palacios de los tiranos. A lo que respondió Aristipo: Y si tú supieras tratar con los hombres, no estarías lavando hierbas. Al preguntarle qué era lo que había sacado de la Filosofía, respondió: El poder conversar con todos sin miedo. Como le vituperasen una vez su vida suntuosa, contestó: Si esto fuera vicio, ciertamente no se practicaría en las festividades de los dioses. Al preguntarle en otra ocasión, qué tienen los filósofos más que los otros hombres, respondió:
Que aunque todas las leyes perezcan, no obstante viviremos de la misma suerte. Cuando le preguntó Dionisio por qué los filósofos van a visitar a los ricos, y éstos no visitan a los filósofos, le contestó: Porque los filósofos saben lo que les falta, pero
los ricos no lo saben. Como le criticara Platón el que viviera con tanto lujo, le dijo: ¿Tú consideras bueno a Dionisio? Y como Platón respondió que sí, prosiguió: Él vive con mucho mayor lujo que yo; así que nada impide que uno viva regaladamente; y en consecuencia muy bien. Al preguntarle una vez en qué se diferencian los doctos de los indoctos, respondió: En lo mismo que los caballos domados de los indómitos.
4. Una vez que entró en casa de una meretriz, como se avergonzase uno de los jóvenes que iban con él, dijo: No es pernicioso entrar, sino no poder salir. Cuando uno le propuso un enigma, como le reclamara la solución de él, le dijo:
¿Cómo quieres, oh necio, que desate una cosa que aun atada nos da en qué entender? Decía que era mejor ser mendigo que ignorante; pues aquel está falto de dinero, pero éste de humanidad. Cuando lo persiguió uno cierta vez con insultos y malas palabras, se iba de allí; y como el maldiciente lo siguió y le preguntó por qué huía, respondió:
Porque tú tienes poder para hablar mal, y yo no lo tengo para oír. Al decir uno que siempre veía filósofos a la puerta de los ricos, respondió:
También los médicos frecuentan las casas de los enfermos, pero no por eso habrá quien prefiera estar enfermo que ser curado.
5. Una ocasión en que navegaba para Corinto, al conturbarlo una borrasca, uno le dijo:
¿Nosotros, idiotas, no tenemos miedo, y vosotros, filósofos, tembláis?; y él respondió: No se trata de la pérdida de una misma vida entre nosotros y vosotros. A uno que se gloriaba de haber aprendido muchas cosas, le dijo: Así como no tienen más salud los que comen mucho y mucho se ejercitan, que los que comen lo preciso, así también no deben tenerse por eruditos los que estudiaron muchas cosas, sino los que estudiaron las útiles. Lo defendió cierto orador en un pleito, y se lo ganó; y como le dijese: ¿De qué te ha servido Sócrates, oh Aristipo?, respondió: De que todo cuanto tú has dicho en favor mío sea verdadero. Instruía a su hija Areta con excelentes máximas, acostumbrándola a
despreciar todo lo superfluo. Al preguntarle uno en qué cosa sería mejor su hijo si estudiaba, respondió: Aunque no saque más que no ser en el teatro una piedra sentada sobre otra, es bastante. Habiéndole encargado uno la instrucción de su hijo, el filósofo le pidió por ello quinientas dracmas, y diciendo aquel que con tal cantidad podía comprar un esclavo, le dijo Aristipo: Cómpralo y tendrás dos.
6. Decía que recibía el dinero que sus amigos le daban, no para su provecho, sino para que viesen éstos cómo conviene emplearlo. Al criticarle uno en cierta ocasión el que en su pleito hubiese buscado defensor a sus costas, respondió: También busco a mis costas un cocinero cuando tengo que hacer algún banquete. Instándole una vez Dionisio a que dijese algo acerca de la Filosofía, dijo:
Es cosa ridícula que pidiéndome que hable, me prescribáis ahora el tiempo en que he de hablar. Indignado Dionisio por la respuesta, le mandó ocupar el último lugar en el triclinio, pero a él se le
ocurrió decir: Ya veo que quisiste que sea este el puesto de más honor. Se jactaba uno de que sabía nadar, a lo que respondió: ¿No te avergüenzas de jactarte de una cosa que hacen también los delfines?
Al preguntarle sobre qué diferencia hay entre el sabio y el ignorante, respondió: envíalos a ambos desnudos a tierras extrañas y lo sabrás. A uno que se gloriaba de no embriagarse aunque bebiera, le dijo: Otro tanto hace un mulo.
7. Cuando uno le censuró que cohabitara con una meretriz, le respondió: Dime ¿es cosa de importancia tomar una casa en que vivieron muchos en otro tiempo, o bien una en que no habitó nadie? Y respondiendo que no, prosiguió: ¿Y qué diferencia hay entre navegar en una embarcación en que han navegado muchos, y una en que nadie? Diciéndole que ninguna, concluyó Aristipo: Entonces nada importa usar de una mujer que haya servido a muchos, o a nadie. Culpándole algunos el que siendo discípulo de Sócrates recibiera dinero, respondió: Y con razón lo hago, pues Sócrates siempre se retenía alguna porción del grano y vino que algunos le enviaban, remitiéndoles lo restante. Además que sus despenseros eran los más poderosos de Atenas; pero yo no tengo otro despensero que Eutiques, esclavo comprado. Tenía relación con la meretriz Laida, como dice Soción en el libro II de las Sucesiones; y a los que le acusaban de ello, respondió: Yo poseo a Laida, pero no ella a mí; pues el contenerse y no dejarse arrastrar por los deleites es laudable, mas no el privarse de ellos absolutamente. A uno que le hacía notar lo suntuoso de sus comidas, le respondió: ¿Tú no comprarías todo esto por tres óbolos? Y diciendo que sí, repuso: Entonces ya no soy yo tan amante del regalo como tú del dinero.
se le había caído por desgracia. Añaden algunos que dijo: Es mejor que Aristipo pierda el dinero, y no que el dinero pierda a Aristipo. Al preguntarle Dionisio a qué había venido, respondió: A dar lo que tengo y a recibir lo que no tengo. Otros cuentan que dijo: Cuando necesitaba de sabiduría, me fui a buscar a Sócrates; ahora que necesito dinero, vengo a ti. Condenaba el que los hombres miren y remiren tanto las alhajas que compran, y examinen tan poco sus vidas. Otros atribuyen esto a Diógenes.
10. Cuando Dionisio, en un refresco que dio, mandó que salieran a danzar de uno en uno con vestidos de color púrpura, Platón no lo quiso hacer, diciendo:
Yo no visto ropajes femeniles.
Pero Aristipo, tomando aquella ropa, se la puso, y antes de empezar la danza, dijo de pronto:
Ni de Libero-Padre en los festejos, se deja corromper el que es templado.
Una ocasión que intercedía con Dionisio por un amigo, al no obtener lo que pedía, se arrojó a sus pies, Como alguno criticara esta acción, respondió: No soy yo el culpable en esto, sino Dionisio, que tiene los oídos en los pies. Estando en Asia, lo aprisionó Artafernes, sátrapa; y como uno le preguntara si creía estar allí seguro, respondió: ¿Y cuándo, oh necio, debo estar más seguro que ahora que he de hablar con Artafernes? Decía que los instruidos en la disciplina encíclica, si carecen de la filosofía, son como los que solicitaban a Penélope, los cuales antes poseían a Melanto, a Polidora y demás criadas, sin la esperanza de poder casarse con el ama. Semejante a esto es lo que dijo a Aristón: que cuando Ulises bajó al infierno, vio y habló con casi todos los muertos; pero a la reina ni siquiera llegó a verla.
11. Al preguntarle a Aristipo qué es lo que conviene que aprendan los muchachos ingenuos, respondió: Lo que les haya de ser útil cuando sean hombres. A uno que le preguntaba por qué Sócrates se había ido con Dionisio, dijo:
Con Sócrates me fui necesitando ciencia; con Dionisio necesitando recreo. Habiendo recogido mucho dinero en sus discursos, como Sócrates le preguntara de dónde había sacado tanto, respondió: De donde tú sacaste tan poco. Cuando una meretriz le dijo que estaba encinta de él, le contestó: Tanto sabes tú eso como cuál es la espina que te ha punzado, caminando por un campo lleno de ellas. Al culparlo uno de que exponía un hijo como si no lo hubiese engendrado él, respondió: También se crían de nosotros la pituita y los piojos, y los arrojamos lo más lejos que podemos. Habiendo recibido de Dionisio una porción de dinero, y Platón contentándose con un libro, a uno que se lo censuraba, respondió: Yo necesito dinero; Platón necesita libros. A otro que le preguntaba por qué razón lo reprendía tanto Dionisio, le contestó: Por la misma que los demás.
12. Al pedir una vez dinero a Dionisio, y objetarle éste haber dicho que el sabio no necesita, respondió: Dame el dinero, y luego entraremos en esa cuestión. Se lo dio Dionisio, y al momento dijo el filósofo: ¿Ves cómo lo necesito? Replicándole Dionisio:
Aquel que va a vivir con un tirano, se hace su esclavo aunque libre sea, repuso:
No le es esclavo, si es que libre vino.
Esto lo menciona Diocles en su libro De las vidas de los filósofos; otros lo atribuyen a Platón. Cierta ocasión, estando airado contra Esquines, dijo después de una breve pausa: ¿No nos reconciliaremos? ¿No cesaremos de delirar? ¿Esperas que algún truhán nos reconcilie en la taberna? A lo cual respondió Esquines: De buena gana. Acuérdate, pues -dijo Aristipo-, que siendo de más edad que tú, te busqué primero. A esto dijo Esquines: Por luno, que tienes razón, y que realmente eres mucho mejor que yo. Yo fui el principio
de la enemistad; tú de la amistad. Hasta aquí es lo que se refiere de Aristipo.
carencia de dolor, y como que nos remueve de todas las turbaciones, al cual abrazó Epicuro, y lo llamó último fin. Estos filósofos opinan que este fin se diferencia de la vida feliz, pues dicen que el fin es un deleite particular, pero la vida feliz es un agregado de deleites particulares pasados y futuros. Que los deleites particulares se deben apetecer por sí mismos, pero la vida feliz no por sí misma, sino por los deleites particulares. De que debemos tener -dicen- el deleite por último fin, puede servir de testimonio el que desde muchachos, y sin uso de razón, se nos adapta, y cuando lo disfrutamos, no buscamos otra cosa, ni la hay que naturalmente más huyamos que el dolor. Que el deleite es bueno, aunque. proceda de las cosas más indecorosas -según refiere Hipoboto en el libro De las sectas-, pues aunque la acción sea indecente, se disfruta su deleite, que es bueno.
18. No tienen por deleite la privación de dolor como Epicuro, ni tienen por dolor la privación del deleite. Dicen que ambas pasiones estriban en el movimiento, sin embargo, de que no es movimiento la privación del dolor ni la del deleite, sino un estado como el de quien duerme. Que algunos pueden no apetecer el deleite, por tener trastornado el juicio. Que no todos los deleites o dolores del ánimo provienen de los dolores o deleites del cuerpo, pues nace también la alegría de cualquier corta prosperidad de la patria o propia. Pero dicen que ni la memoria ni la esperanza de los bienes pueden ser deleite, lo cual es también de Epicuro, pues el movimiento del ánimo se extingue con el tiempo. Dicen asimismo que de la simple vista u oído, no hacen deleites, pues oímos sin pena a los que imitan ayes y lamentos, pero con disgusto a los que realmente se lamentan. Al estado medio entre el deleite y el dolor llamaban privación de deleite e indolencia. Que los deleites del cuerpo son muy superiores a los del ánimo, y muy inferiores las aflicciones del cuerpo a las del ánimo por cuya causa son castigados en él los delincuentes. Dicen que se acomoda más a nuestra naturaleza el deleite que el dolor, y por esto tenemos más cuidado del uno que del otro. Y así, aunque el deleite se ha de elegir por sí mismo, no obstante huimos de algunas cosas que lo producen, por ser molestas; de manera que tienen por muy difícil aquel complejo de deleites que constituyen la vida feliz.
19. También opinan que ni el sabio vive siempre en el deleite, ni él ignorante en el dolor; pero sí la mayor parte del tiempo; aunque les basta uno u otro deleite para restablecerse a la felicidad. Dicen que la prudencia es un bien que no se elige por sí mismo, sino por lo que de él nos llega. Que el hacerse amigos ha de ser por utilidad propia, así como halagamos los miembros del cuerpo mientras los tenemos. Que en los ignorantes se hallan también algunas virtudes. Que la ejercitación del cuerpo ayuda para recobrar la virtud. Que el sabio no está sujeto a la envidia a deseos desordenados ni a supersticiones, pues estas cosas nacen de vanagloria, pero siente el dolor y el temor, como que son pasiones naturales. Que las riquezas no se han de apetecer por sí mismas, sino porque son productivas de los deleites. Decían que las pasiones pueden comprenderse, sí; pero no sus causas. No se ocupaban en indagar las cosas naturales, porque demostraban ser
incomprensibles. Estudiaban la lógica, por ser su uso muy frecuente.
utilidad (pues aunque ésta falte, no se ha de abandonar aquel), sino por la benevolencia ya tomada, y por ella aún se han de sufrir trabajos, aunque uno tenga por fin el deleite y sienta dolor privándose de él. Creen que se deben tomar trabajos voluntarios por los amigos, a causa del amor y la benevolencia.
24. Los nombrados teodorios se apellidaron así por el citado Teodoro, cuyos dogmas siguieron. Este Teodoro quitó todas las opiniones acerca de los dioses; aunque yo he visto un libro suyo nada despreciable, titulado: De los dioses, del cual dicen que Epicuro tomó muchas cosas. Teodoro fue discípulo de Anníceris, y de Dionisio el Dialéctico, según Antístenes en las Sucesiones de los filósofos. Dijo que el fin es el gozo y el dolor; que aquel dimana de la sabiduría; éste de la ignorancia. Que son verdaderos bienes la prudencia y la justicia; seguros males, las habituales contrarias; y que el deleite y el dolor tienen el estado medio. Quitó la amistad, por razón que ni se halla en los ignorantes ni en los sabios; en los primeros, quitado el útil se acaba también la amistad; y en los sabios, bastándose a sí mismos, no necesitan amigos. Decía ser muy conforme a razón que el sabio no se sacrifique por la patria; pues no ha de ser imprudente por la comodidad de los ignorantes. Que la patria es el mundo. Que en cada ocasión se puede cometer un robo, un adulterio, un sacrilegio; pues ninguna de estas cosas es intrínsecamente mala, si de ella se quita aquella vulgar opinión introducida para contener a los ignorantes. Que el sabio puede sin pudor alguno usar en público de las prostitutas; y para cohonestarlo hacía estas preguntas:
La mujer instruida en letras, ¿no es útil por 10 mismo de estar instruida? Cierto. Y el muchacho y el mancebo, ¿no serán útiles estando también instruidos? Así es. Mas la mujer es ciertamente útil sólo por ser hermosa, y lo mismo el muchacho y mancebo hermosos. Luego el muchacho y mancebo hermosos, ¿serán útiles al fin para que sean hermosos? Sin duda. ¿Luego será útil su uso? Concedido todo lo cual, infería: Así que no pecará quien use de ellos si les son útiles, ni menos quien así use
de la belleza. Con éstas y otras preguntas semejantes persuadía a las personas.
como embajador a Lisímaco, y como le hablase con mucha libertad, le dijo Lisímaco: Dime, Teodoro, ¿tú no estás desterrado de Atenas? A lo que respondió: Es cierto; pues al no poder soportarme los atenienses, como Semele a Baco, me echaron de la ciudad. Diciéndole además Lisímaco: Guárdate de volver a mí otra vez, respondió: No volveré más a no ser que Tolomeo me envíe. Se hallaba presente Mitro, tesorero de Lisímaco; y al decirle: Parece que tú ni conoces a los dioses ni a los reyes, respondió: ¿Cómo puedo no conocer los dioses, cuando te tengo a ti por su enemigo?
Aristóteles en el Epítome de los oradores. El undécimo fue un escultor tebano. El duodécimo, un pintor a quien Polemón menciona. El decimotercero fue ateniense, también pintor, de quien escribe Menodoto. El decimocuarto fue, asimismo, pintor, nativo de Efeso, del cual hace memoria Teófanes en el libro De la Pintura. El decimoquinto fue poeta epigramático. El decimosexto, uno que escribió De los poetas. El decimoséptimo fue médico, discípulo de Ateneo. El decimoctavo fue filósofo estoico, nativo de Quío. El decimonono fue milesio, también estoico. Y el vigésimo, poeta trágico.
FEDÓN
1. Fedón, noble elcense, hecho prisionero cuando Elea fue tomada, se vio reducido a vivir con infamia retirado en un estrecho cuarto, en cuyo estado se mantuvo hasta que a ruegos de Sócrates lo rescató Alcibíades o bien Critón, desde cuyo tiempo se dedicó por completo a la Filosofía. Jerónimo, en el libro De retener las épocas, asegura que Fedón fue esclavo. Escribió los Diálogos titulados Zopiro y Simón, que son ciertamente suyos. El titulado Nicias se le disputa, como también el Medo, que unos atribuyen a Esquines y otros a Polieno. Igualmente se duda del Antimaco, o sea Los ancianos. Finalmente, el diálogo titulado Razonamientos de Escitia se atribuye también a Esquines. Su sucesor fue Plistano Eleense, y de éste lo fueron Menedemo Eretriense y Asclepíades Fliasiense. Todos los cuales precedieron de Estilpón, y hasta ellos fueron llamados eliacos; pero desde Menedemo tomaron el nombre de eretriacos. De éste trataremos más adelante, por haber sido también formador de una secta.
EUCLIDES
1. Euclides fue nativo de Megara, ciudad cercana al istmo, o según algunos, de Gela, como dice Alejandro en las Sucesiones. Estudió las obras de Parménides, y los que siguieron sus dogmas se llamaron megáricos; luego disputadores, y últimamente dialécticos. Les dio este nombre Dionisio de Cartago, porque sus discursos eran todos por preguntas y respuestas. Después de la muerte de Sócrates se retiraron Platón y los demás filósofos a casa de Euclides, en Megara, como dice Hermodóro, temiendo la crueldad de los tiranos. Euclides decía que sólo hay un bien, llamado con nombres diversos: unas veces sabiduría, otras dios, otras mente, y semejantes. No admitía las cosas contrarias a este bien, negándoles la existencia. Sus demostraciones no eran por asunciones, sino por ilaciones o sacando consecuencias. Tampoco admitía las comparaciones en los argumentos, diciendo que el argumento o consta de cosas semejantes o distintas; si consta de cosas semejantes, primero conviene examinar estas mismas cosas, y no las que se le semejan. Pero si consta de cosas distintas, es ociosa la instancia
o comparación. Esto dio motivo a Timón para hablar de él lo siguiente, mordiendo también a los demás socráticos:
Pero yo no me cuido de estos y semejantes chocarreros. No me importa Fedón, sea quien fuere; ni el litigioso Euclides, que dio a los megarenses el rabioso furor de las disputas.
Escribió algunos diálogos, que son: Lampria, Fenicio, Gritón, Alcibíades y Amatorio.
2. De la secta de Euclides fue Eubulides Milesio, el cual inventó en la dialéctica diversas formas de argumentos engañosos, como son: el Mentiroso, el Escondido, el Electra, el Encubierto, el Sorites, el Cornuto, y el Calvo. De Eubulides dice un poeta cómico:
El fastoso Eubulides, embaucando los sabios oradores con sus córneas preguntas y mentiras huecas y jactanciosas, ha partido locuaz, como Demóstenes voluble.
Se cree que fue discípulo suyo Demóstenes, el cual apenas podía pronunciar la letra R; pero lo consiguió poco a poco con el ejercicio. Eubulides fue enemigo de Aristóteles, y lo contradijo en muchas cosas. Alexino Eleense fue uno de sus discípulos, hombre sumamente disputador; por cuya razón lo apellidaron Elexino. Disintió mucho de las opiniones de Zenón. Hermipo dice de él que, habiendo pasado de Elide a Olimpia, abrió allí una escuela de Filosofía, y que al preguntarle los discípulos por qué se establecía allí, respondió que quería fundar una secta que se llamase Olimpíaca. Mas ellos, obligados por la penuria de comestibles y por la insalubridad del sitio, lo abandonaron, de manera que se quedó a vivir allí solo con un criado. Bañándose después en el río Alfeo, se hirió con una caña, y así murió. El epigrama que le he compuesto dice así:
No era falsa la voz que un infelice hallándose nadando, un clavo agudo un pie le traspasó; pues Alexino, varón honesto y sabio, primero que el Alfeo atravesase, perdió la vida herido de una caña.
No sólo escribió contra Zenón, sino también otros libros y al historiador Eforo.
3. De la escuela de Eubulides salió también Eucanto Olintio, que escribió la historia de su tiempo. Compuso muchas tragedias, las cuales fueron bien recibidas en los certámenes. Fue preceptor del rey Antígono, y le dedicó un excelente tratado acerca de reinar. Hubo otros discípulos de Eubulides, uno de los cuales fue Apolonio Cronos.
DIODORO
1. Diodoro, hijo de Aminio, fue nativo de Laso, y también cognominado Cronos, del cual dice Calímaco en sus epigramas:
Aun Momo escribía en paredes y muros; Crono es sabio.
También era dialéctico, y según algunos, inventó el modo de argumentar Encubierto y Cornuto. Hallándose en la corte de Tolomeo Sótero, como Estilpón le pusiera algunos argumentos de dialéctica, y no pudo soltarlos de repente, le reprendió el rey sobre algunas causas, y por burla lo llamó Cronos. Se salió Diodo-ro del convite, y al querer contestar por escrito a las dificultades que Estilpón le había puesto, se abatió de ánimo, y acabó su vida. Mi epigrama para él dice así:
¡Oh tú, Diodoro Cronos! ¿Cuál demonio te indujo a tanto abatimiento, que al tártaro tú mismo te arrojaste? ¿Fue por verte vencido, no pudiendo responder de Estilpón a los enigmas? Siendo así, con razón te llaman Cronos, pues quitando C y R quedas Onos.
2. De la escuela de Euclides salieron también Ictías, hijo de Metalo, varón noble, de quien Diógenes Cínico compuso un diálogo; Clinómaco Turio, que escribió de las Enunciaciones, Categorías, y cosas semejantes; y Estilpón, megarense, filósofo muy célebre, de quien vamos a tratar.
ESTILPÓN
1. Estilpón, natural de Megara en Grecia, fue discípulo de los discípulos de Euclides; aunque muchos dicen que lo fue de Euclides mismo, e incluso de Trasímaco Corintio, amigo de Ictías, según afirma Heráclides. Aventajó tanto a los demás en invención y elocuencia, que faltó poco para que toda Grecia megarizase, siguiendo sus doctrinas.
Filipo Megarense, al hablar de su elocuencia, dice: Arrancó de la escuela de Teofrato a Metrodoro, teoremático, y a Timágoras de Gela; de la de Aristóteles Cirenaico a Clitarco y a Simias; de los dialécticos sacó a Peonio; de la escuela de Arístides, a Disfino Bosforiano y a Mirmeco Enetense, discípulos de Eufanto. Estos dos fueron a discutir con Estilpón, y quedaron como sus más aficionados defensores.
pues Minerva no es dios, sino diosa, y los dioses no son hembras. No obstante esta respuesta, los areopagistas le mandaron salir luego de Atenas, y Teodoro el cognominado Dios, le dijo como burla: ¿Y de dónde sabe Estilpón que Minerva es hembra? ¿Acaso le ha levantado la ropa y la ha visto? Realmente este Teodoro era muy atrevido, y Estilpón muy elegante y agudo. Cuando le preguntó Crates si los dioses se alegraban de ser venerados y rogados, dicen que respondió:
No me preguntes de esto en la calle, necio, sino cuando nos hallemos solos. Se dice que esto mismo respondió Bión a uno que le preguntó si había dioses, diciendo:
¿Y tú por qué no apartas esa gente (oh viejo miserable) que nos cerca?
4. Estilpón era de un carácter sencillo y sin ficción alguna, acomodado a la propiedad. Cuando en cierta ocasión le hizo una pregunta a Crates Cínico, y éste en lugar de respuesta despidiese una ventosidad de su cuerpo, le dijo: Ya sabía yo que todo lo habías de hablar, menos lo que conviene". También Crates hizo una pregunta a Estilpón, y dejó al mismo tiempo a su vista un higo seco; se lo comió Estilpón al instante, y como Crates dijera: ¡Por Dios, que he perdido mi higo!, respondió: No sólo el higo, sino también la pregunta, cuya prenda era el higo. Viendo una vez a Crates aterido de frío, le dijo: ¡Oh Crates!, me parece que tienes falta de ropa nueva. Como si dijera: De vestido y de juicio. Por esto, aunque avergonzado Crates, se burló dos veces en los versos siguientes:
Yo vi a Estilpón sufriendo graves penas en Megara su patria, donde anida, según refieren, el voraz Tifeo. Allí lo vi altercando, cercado de una turba de mancebos. Ni enseñaba otra cosa que una virtud falaz y de palabra.
5. Cuentan que en Atenas atrajo hacia sí de tal modo a los hombres, que dejando sus oficinas, corrían a verlo; y a uno que le dijo: ¡Oh
Estilpón, se admiran de verte; como de un animal!, respondió: No es así, sino de ver un verdadero hombre. Como era acérrimo en las controversias, negó las especies de las cosas, afirmando que lo que se decía del hombre, de ninguno en particular se decía; pues ¿por qué había de ser este y no aquel?, luego ni este. Asimismo: Si me muestras una hierba, diré que no lo es en especial; pues la hierba existía hace más de mil años; luego ésta que me muestras no es hierba. Dicen que al estar hablando con Crates, en mitad de la conversación corrió a comprar unos peces; y como Crates lo quisiera detener, diciéndole: ¿El hilo del discurso rompes? No, respondió Estilpón: conmigo llevo el discurso; tú eres a quien dejo. Nuestra conversación no se va; mas las provisiones se venden.
6. Se conocen de él nueve diálogos bastante fríos. Sus títulos son: Mosco, Aristipo, o sea Calias, Tolomeo, Querécrates, Metrocles, Anaximenes, Epigenes, A su hija, Aristóteles.
Heráclides dice que Zenón, autor de la secta estoica, fue discípulo de Estilpón. Murió ya viejo, según dice Hermipo, después de haber bebido vino para morir más pronto. Mi epigrama para él dice así:
Vejez y enfermedad juntas cogieron a Estilpón megarense: lo conoces. Yunta infeliz por cierto entrambas hacen. Mas él supo formar del vino puro un cochero más ágil que aquellas duras bigas. Salió, pues, de este mundo con beberlo.
Censuró a Estilpón el cómico Sofilo en el drama titulado Las nupcias, diciendo:
De Estilpón los ocultos pensamientos son patentes discursos de Carino.
CRITÓN
1. Critón Ateniense fue muy afecto a Sócrates, y cuidó tanto de él que nunca permitió que le faltase nada de lo preciso. Sus hijos Critóbulo, Hermógenes, Epígenes y Ctesipo fueron discípulos de Sócrates. Escribió un libro que contiene diecisiete diálogos con estos epígrafes: El ser docto no es ser bueno, Qué cosa es ser rico, Qué cosa es ser apto, o El político, De lo honesto, Del maleficio, De la buena disposición, De la ley, De lo divino, De las Artes, Del uso venéreo, De la sabiduría, Protágoras, o sea El político, De las letras, De la poesía, De lo bueno, De la enseñanza, Del conocer o saber, De la ciencia o Del ser sabio.
SIMÓN
1. Simón, nativo de Atenas, fue correero de oficio. Siempre que Sócrates venía a su oficina y discurría alguna cosa, Simón apuntaba cuanto se le había quedado en la memoria. Por esto sus diálogos se llaman Correaje. Son treinta y tres, unidos en un libro, cuyos títulos son: De los dioses, De lo bueno, De lo honesto, y Qué cosa sea, De lo justo, dos diálogos, Que la virtud no es enseñable, De la fortaleza, o sea De lo varonil, tres diálogos, De la ley, Del gobierno del pueblo, Del honor, De la Poesía, De la buena constitución del cuerpo, Del amor, De la Filosofía, De la ciencia, De la Música, De la Poesía, Qué cosa sea lo bello, De la enseñanza, De la conversación, Del juicio, Del ente, Del número, De la solicitud, Del obrar, Del avaro, De la jactancia, De lo honesto. A estos se añaden: Del dar consejo, De la racionalidad o aptitud, y Del maleficio.
Se cuenta que Simón fue el primero que esparció la doctrina de Sócrates por medio de sus discursos. Exhortándole Pericles a que viniese a vivir con él, y prometiéndole mantenerlo, respondió que no pensaba cautivar su libertad.
Hubo otro Simón, que escribió Del Arte Oratoria; otro que fue médico de Seleuco Nicanor, y otro escultor.
GLAUCO
1. Glauco Ateniense escribió nueve diálogos, que van juntos en un libro. Se titulan: Fidilio, Eurípides, Amíntico, Eutia, Lisítides, Aristófanes, Céfalo, Anaxiferno y Menexeno. Se conocen bajo su nombre otros treinta y dos, pero son supuestos.
SIMIAS
1. Simias fue tebano. Existe también un libro suyo que contiene veintitrés diálogos, los cuales son: De la sabiduría, Del raciocinio, De la música, De los versos, De la fortaleza, o sea De lo varonil, De la Filosofía, De la verdad, De las letras, De la enseñanza, Del Arte, Del régimen, Del decoro, De lo que se ha de elegir o evitar, Del amigo, De la ciencia, Del alma, Del bien vivir, De la posibilidad, Del dinero, De la vida, Qué cosa sea honesta, De la solicitud, y Del amor.
CEBETE
1. Cebete fue tebano, y son suyos tres diálogos! que se llaman: La tabla, La séptima y Frinico.
MENEDEMO
Y Timón dice que era fútil en cuanto hablaba, y vocinglero.
Era tanta su severidad, que cuando Antígono convidó a cenar a Euriloco Casandreo y a Cleipides, joven cicizeno, rehusó ir, temiendo que no lo supiera Menedemo. En las reprensiones era vehemente y libre; y habiendo visto a un mozo que mostraba ser muy audaz, nada le dijo; pero tomando un palito, dibujó en el suelo la figura de uno que padece el nefando; por lo cual, como todos mirasen al mozo, conoció éste su oprobio y se retiró. Estando una vez con Hierocles, superintendente del puerto Pireo, junto al templo de Anfiarao, como Hierocles discurriese mucho de la destrucción de Eretria, no respondió otra cosa sino preguntar: ¿Cómo es que Antígono te sujeta a sus influencias? A un adúltero que audazmente se gloriaba del delito, le dijo: ¿Sabes que no sólo es útil el jugo de la berza, sino también el del rábano? A cierto mozo que daba gritos, le dijo: Mira que no tengas detrás algo que ignores.
Fue el veloz alcanzado de un enfermo; y la tarda tortuga, brevemente del águila venció la ligereza.
Estos versos fueron tomados de la sátira de Aqueo titulada Onfale. Se equivocan, por tanto, los que aseguran que nada leyó sino la Medea de Eurípides, que dicen anda entre las obras de Neofrono Sicionio. De los maestros desechaba a Platón, a Jenócrates y a Perebates Cirenaico. Admiraba mucho a Estilpón; y al preguntarle acerca de él en cierta ocasión, sólo dijo que era liberal.
las obras; pues aunque Alexinio lo burlase en gran manera, no obstante le hizo algunos beneficios, como el de conducir a su mujer desde Delfos a Calcide, en tiempos en que se temían latrocinios y rapiñas en el camino. Era fiel amigo, como consta de la estrechez que tuvo con Asclepiades, nada menor que la de Pílades; pero como Asclepiades era de más edad, lo llamaban el Poeta, y a Menedemo el Actor. Se cuenta que habiéndoles dado Arquipolis tres mil dracmas, contendieron sobre quién de los dos había de ser el último en tomar su porción, y ninguno la tomó. También se dice que ambos fueron casados con madre e hija. Asclepiades con la hija y Menedemo con la madre, pero después que murió la mujer de Asclepiades, recibió la de Menedemo, y éste, como gobernaba en la República, se casó con una rica; pero como vivían juntos, permitió a la primera mujer el gobierno de la casa. Asclepiades murió de edad avanzada en Eretria, antes que Menedemo, habiendo vivido en compañía de éste con mucha frugalidad en medio de la opulencia.
10. Dicen que pasado algún tiempo concurrió a un convite en casa de Menedemo el amado de Asclepiades, y como los criados lo excluyesen, Menedemo lo hizo entrar diciendo:
Asclepiades le abre las puertas, aun estando enterrado. Tenían ambos quien les suministrase todo 10 necesario, y eran Hipónico Macedón y Agetor Lamieo. El primero dio a cada uno de ellos treinta minas, e Hipónico a Menedemo dos mil dracmas para dote de sus hijas. Éstas eran tres, habidas con su mujer Oropia, como dice Heráclides. El método que usaba en sus convites, era así: comía él primero con dos o tres compañeros, permaneciendo en la mesa hasta el fin de la tarde, y entonces mandaba que entraran los convidados que hubiesen venido (los cuales debían haber cenado ya), y él se paseaba fuera. Si alguno venía temprano, preguntaba a los que salían qué era lo que habían sacado a la mesa y en qué estado estaba. Si los convidados oían que no había más que algunas hierbas o salsas, se iban; pero si había algo de carne, entraban. Sobre los lechos de los triclinios ponía esteras en verano, y en invierno pieles. Los convidados debían traer consigo su almohada. El vaso con que bebían todos no excedía la cotila. Los postres eran altramuces y habas; aunque también daba frutas de la estación, como peras, granadas, legumbres e higos secos. Todo esto lo refiere Licofrón en una de sus sátiras titulada Menedemo, formando un poema en encomio de este filósofo, de cuyos versos son parte los siguientes:
En su convite simple y moderado, es reducido el vaso que circuye, y los mejores postres de los sabios son las conversaciones eruditas.
11. Al principio Menedemo fue muy despreciado, y los eretrienses lo llamaban perro; pero después lo admiraron de manera que le dieron el gobierno de la República. Fue embajador en las Cortes de Tolomeo y de Lisímaco, donde fue muy honrado, como también en la de Demetrio, de quien logró que perdonara a su patria cincuenta talentos cada año, de doscientos que le pagaba. Fue acusado ante Demetrio de que quería entregar la ciudad a Tolomeo, pero él se limpió de la calumnia por medio de una carta que dice:
MENEDEMO AL REY DEMETRIO: SALUD Oigo que te han referido de mí varias imposturas, etc., por la cual le avisa que se cuide de un contrario suyo en el gobierno, llamado Esquiles. Es cierto que admitió muy contra su voluntad la embajada a Demetrio acerca de la ciudad de Oropo, de lo cual hace también mención Eufanto en sus Historias.
por consiguiente, que fue calumnia el decir que la quería poner en poder de Antígono. Que al dirigirse a este rey, como no lo hubiese podido inducir a que sacara a su patria de la esclavitud, se privó de alimento por siete días, y murió. Semejante a esto es lo que refiere Antígono Caristio. Sólo a Perseo hizo viva guerra, pues era sabido que al querer Antígono hacer libre a Eretria por amor de Menedemo, lo prohibió Perseo. Por lo cual Menedemo habló contra él en un convite, y entre otras cosas dijo: Este, a decir verdad, es filósofo; pero es el hombre más malo de cuantos hay y ha de haber. Dice Heráclides que murió a los setenta y cuatro años de edad. Mis versos para él dicen así:
Tu muerte hemos sabido, ¡oh Menedemo!, tomada por tu mano, no gustando por siete enteros días cosa alguna. La facción que emprendiste por Eretriafue con gran cobardía, pues a ella te condujo la misma atropellado.
Estos fueron los filósofos socráticos y los que siguieron de ellos; ahora trataremos de Platón, fundador de la Academia, con los que fueron instituidos por él.
LIBRO TERCERO
PLATÓN
Oh, ven aquí, Vulcano; Platón te necesita en el momento.
Desde entonces se hizo discípulo de Sócrates, a los veinte años de edad. Al morir Sócrates, se pasó a la escuela de Cratilo, discípulo de Heráclito, y a la de Hermógenes, que seguía los dogmas de Parménides.
5. A los veintiocho años de edad fue con otros socráticos a Megara a oír a Euclides, según lo escribe Hermodoro. De allí se fue a Cirene y se hizo discípulo de Teodoro, matemático, de donde pasó a Italia a oír a los pitagóricos Filolao y Eurito. Por último, partió a Egipto a oír a los adivinos, adonde dicen que lo acompañó Eurípides. Cuentan que allí se enfermó, y lo curaron los sacerdotes bañándolo en el mar, por lo cual dijo:
Lava el mar las dolencias de los hombres.
Como también Homero dice: Que los egipcios eran todos médicos. Además había determinado pasar a conversar con los magos; pero se lo estorbaron las guerras de Asia. Volvió por fin a Atenas y habitó en la Academia, la cual es un gimnasio suburbano con arboledas, llamada así por cierto héroe famoso. Academo, según escribe Eupolis en su drama Los exentos de la milicia, con estas palabras:
En los paseos dulcemente umbrosos del dios que apellidamos Academo.
También Timón, al hablar contra Platón, dice:
Entre ellos paseaba muy erguido Platón, de cuyo labio dulzuras procedían, semejantes a las del canto igual de las chicharras, sentadas en los árboles frondosos del floreciente bosque de Ecademo.
Antes se llamaba Ecademia, no Academia.
Platón toma muchas cosas de los escritos de Epicarmo. Dice Platón: Se ha de considerar qué cosas sensibles son aquellas que nunca permanecen en un estado mismo en cualidad ni en cantidad, sino que se mudan y corren continuamente. Al modo que si de una suma se quita un número, no quedará la misma en cantidad ni en cualidad. Y estas son las cosas cuya generación no se intermite, pero nunca vemos nacer la sustancia. Las inteligibles son aquellas a quienes nada se añade o quita. Así es la naturaleza de las cosas eternas, siempre es una misma. Y Epicarmo, acerca de las cosas sensibles e intelectuales, dice:
-Los dioses existieron siempre, sin que de ser jamás dejasen. Y lo que siempre fue, siempre es lo mismo, puesto que existe por esencia propia. -Pero dicen que el caos fue engendrado el primero de los dioses. -¿Cómo, si no es posible sea el primero quien proviene de otro? Así que no hay primero ni segundo. Pero en aquellas cosas que a nosotros competen, establezco lo siguiente: Quien al número par o impar añada una parte o la quite, ¿por ventura quedará el mismo número primero? -No quedará, por cierto. -Y si uno añadiese a la medida de un codo, otra medida fija y cierta, o bien la sustrajese, tampoco quedaría el codo mismo: ¿No es así? Ahora bien: pues considera con atención a los hombres, verás que uno creciendo, otro menguando, todos están en mutación continua; y aquello que se muda, según naturaleza, y en un estado mismo no persiste, va siendo diferente de lo que era. Aun tú y yo fuimos otros ayer, mas hoy ya somos diferentes, y aun otros mañana. Así que nunca, por la dicha razón, somos los mismos.
8. Además de esto, dice Alcimo lo siguiente: Los sabios afirman que el alma percibe unas cosas por medio del cuerpo, por ejemplo, oyendo y viendo; y otras las advierte por sí misma, sin intervención del cuerpo. Y así, de todo lo que tiene ser, unas cosas son sensibles, y otras intelectuales;
por lo cual decía Platón que los que quieren comprender los principios de todas las cosas, primero dividen entre sí mismas las especies que llaman ideas, como lo son: la Semejanza, la Unidad, la Multitud, la Magnitud, la Quietud, el Movimiento. En segundo lugar, consideran en sí misma la idea de lo honesto y lo bueno; de lo justo y lo injusto. En tercer lugar advierten las ideas que tienen conexión entre sí, como la Ciencia, la Magnitud, la Dominación; y consideran también que las cosas que existen en nosotros suelen hacerse equívocas por su mutua coherencia. Por ejemplo, digo que son justas las cosas que participan de lo justo; honestas, las que participan de lo honesto. Que cada una de estas especies es eterna, la percibe el entendimiento y está libre de toda confusión; por lo cual, dice que las ideas existen en la Naturaleza como ejemplares; y otras cosas semejantes a éstas.
9. Ahora, pues, Epicarmo, acerca de lo bueno y de las ideas, dice:
-¿Es el son de una flauta acaso alguna cosa? -Ciertamente. -¿Luego son de una flauta será el hombre? -De ninguna manera. -Vamos a demostrarlo: ¿Un flautista quién es?, ¿por quién lo tienes? Por un hombre, ¿no es cierto? -Sin disputa. -¿Y no sientes lo mismo de lo bueno? ¿No es lo bueno existente por sí mismo? Y hace bueno a cualquiera que lo aprende. Como flautista se hace quien a tocar la flauta se dedica, bailarín quien al baile, tejedor el que teje, y otras cosas como éstas. Pero el hombre no es arte, sino artista.
10. Platón en su sentir sobre las ideas dice: Que habiendo memoria, las ideas permanecen en los que las tienen, ya que la memoria lo es de cosa quieta y permanente; y que nada permanece sino las ideas. Porque, ¿cómo -dice Platón- podrían los animales atender a su conservación, si no hubieren recibido la idea y el instinto natural? Hace mención de la Semejanza y del alimento acostumbrado, demostrando que todos los animales tienen una idea innata de la Semejanza, por la cual sienten las cosas que son de una misma especie. ¿Y qué dice acerca de esto Epicarmo?
Oh Eumeo, no imagines que la sapiencia exista en uno solo. Antes todo viviente tiene conocimiento o advertencia. La gallina no pare, si lo notas, sus polluelos con vida; sino que fomentando con su cuerpo los huevos, los anima. Este saber es sólo conocido de la Naturaleza que la instruye.
Y después:
No hay que admirarse que esto yo así diga; ni de que los polluelos ya nacidos, a sus madres agraden, y hermosos les parezcan; pues también hermosísimo parece a un perro otro perro; un buey a otro el asno al otro asno; el cerdo al cerdo.
Cosas parecidas escribe Alcimo en sus cuatro libros, indicando lo que Platón se aprovechó de Epicarmo. Y que el mismo Epicarmo no descarta, ya que puede notarse cuando escribe, como vaticinando que alguien lo imitaría:
Pues como yo imagino, o, por mejor decir, lo estoy viendo, tiempos vendrán en que éstas mis palabras anden en la memoria de los hombres. Habrá quien de estos versos haga prosa; y engalanando el todo variamente con púrpura y ornato, se hará invencible superando a todos.
muerte, y determinaron venderlo como esclavo. Pero lo redimió Anníceris. Cireneo, que estaba allí casualmente, por el precio de veinte minas,
o según algunos, de treinta; y lo envió a Atenas con sus amigos, quienes le remitieron luego el costo del rescate; pero Anníceris no lo recibió, diciéndoles que no eran ellos solos los que tenían cuidado de Platón. Otros afirman que Dión fue quien envió el dinero, y que no lo quiso recibir, sino que compró para él un huertecillo en la Academia. Además dicen que Polido fue vencido por Chabrias, y después sumergido en el mar de Helice, perseguido del Genio en venganza del filósofo, como lo dice Favorino en el libro I de sus Comentarios. Ni siquiera Dionisio pudo aquietarse después de saberlo, y escribió a Platón diciéndole que no hablara de él; a lo que respondió que no tenía tanto ocio como para acordarse de Dionisio.
13. La segunda vez que viajó a Sicilia, fue para pedir a Dionisio el Joven tierra y hombres que vivieran según la República que él había ordenado; si bien éste, aunque se lo prometió, no lo cumplió. Algunos dicen que corrió gran riesgo por la sospecha de haber inducido a Oión y Teotas a que libertasen la isla; pero Ar-quitas Pitagórico lo defendió mediante una carta que escribió a Oionisio, y lo salvó enviándolo a Atenas. La carta dice así:
ARQUITAS A DIONISIO: SALUD
Todos los amigos de Platón enviamos a Lamisco y a Fotidas, a fin de que les entregues, como se ha estipulado, a aquel varón. Bien lo harás si te acuerdas de la diligencia con que nos pediste a todos la ida de Platón contigo; que lo exhortásemos al viaje, prometiéndole que tú lo recibirías dignamente, y le permitirías quedarse
o volver libremente. Acuérdate también de lo mucho que apreciaste el viaje, y de que lo amaste desde entonces como a ninguno de los otros que están contigo. Y si se ha movido entre vosotros alguna rencilla, conviene que obres con humanidad, y nos lo envíes sin ningún daño. Haciendo esto, obrarás con justicia y nos harás cosa grata.
14. Viajó por tercera vez a Sicilia para reconciliar a Dión con Demetrio; mas al no conseguirlo, se los dejó, y se regresó a la patria. Nunca quiso entrar en el gobierno de la República, por más inteligente que era en gobernar, como consta en sus escritos. La causa que tuvo fue que el pueblo estaba imbuido de costumbres muy diversas. Dice Pánfila en el libro XXV de sus Comentarios, que cuando los arca-des y tebanos edificaron Megalópolis, lo llamaron para que les fuera a poner leyes; pero como él supo que no querían igualdad, no quiso ir. Dicen que siguió a Chabrias cuando este general huyó de Atenas, habiendo sido condenado a muerte; lo cual no se atrevió a hacer ningún otro ciudadano. Cuando con Chabrias subía al alcázar, el sicofanta Cleóbulo le dijo: Tú vienes
aquí en auxilio de otro. ¿Sabes que todavía queda para ti de la cicuta de Sócrates? A lo que respondió: Cuando por la patria seguí la milicia, me expuse a los peligros; ahora sufriré lo que sea necesario por un amigo.
ropida: Tú vienes oportuna; mas yo arriba y abajo voy violenta, sin hallar, cual Platón, cosa ninguna que pueda llamar sabia, cansándose mis piernas vanamente. Asimismo en su Ancilión dice: Tú nos hablas de cosas ignoradas, como Platón, corriendo. Conocerás el nitro y las cebollas. Anfis, en su Anfirates, dice así:
-El bien, señor, que conseguir esperas por esta, me es tan poco conocido como el bien de Platón. -Pues de él te guarda.
Y en su Dexidemida:
Oh Platón, nada sabes más que andar con el rostro cubierto de tristeza, y levantando esa ceñuda frente, tan arada de arrugas como concha.
Cratino, en su Falso supuesto, escribe:
Eres hombre por cierto, y tienes alma. Y aunque apenas lo entiendo según Platón lo dice, así lo juzgo.
Alexis, en su Olimpiodoro:
Feneció, y quedó seco lo que en mi cuerpo fue mortal, caduco; mas lo que fue inmortal voló a los aires. ¿No es esto la platónica doctrina?
Y en su Parásito:
O, cual Platón, parlar conmigo mismo.
17. También se burló de él Anaxilias en las piezas tituladas El Botrilión, La Circe y Las Ricas. Aristipo, en el libro IV de las Delicias antiguas, dice que amó mucho a un joven llamado Estrella que estudiaba con él la astronomía, y a Dión, del cual ya hicimos mención. Otros dicen que amó también a Fedro. Indicio de ello son los epigramas que escribió en alabanza de ellos.
Cielo quisiera ser, Estrella, mío, cuando los astros miras, por poder mirarte con muchos ojos.
Y este otro:
Antes entre los vivos alumbrabas, oh Estrella, como estrella matutina; pero ahora, ya muerto, resplandeces, lucero de la tarde entre los muertos.
Para Dión escribió esto:
Los hados enemigos verter hicieron lágrimas perennes a Hécuba y a las vírgenes troyanas; mas a ti, celebradas mil victorias, ilustre Dión, los dioses inmortales eternas alabanzas te prometen. Te celebra tu patria; y tus conciudadanos atestiguan tus glorias con honores.
¿Qué amor es este, pues, Dión amigo, con que mi mente perturbada tienes?
Dicen que este epigrama se escribió sobre su sepulcro en Siracusa. A Alexis y a Fedro, a quienes amó, como ya dijimos, les hizo estos versos:
Porque no hay cosa alguna que merezca, fuera del bello Alexis, ser mirada. ¿Por qué, ¡oh alma mía!, a los perros el hueso manifiestas, y lo escondes al punto?¿No es cierto ya que a Fedro hemos perdido? También se relacionó con la meretriz Arqueanasa, a la cual compuso los versos siguientes:
Poseo a Arqueanasa Colofonia, sobre cuya rugosa y senil frente acerbo amor se esconde. ¡Míseros de vosotros que gozasteis su juventud primera! ¡Oh cuán activo ardor sufrir debisteis!
A Agatón también le compuso estos versos:
Cuando a Agatón besaba, entre mis labios mi alma se miraba; y allí desfallecida, del cuerpo se mostraba despedida.
Y estos otros:
Te arrojo una manzana; si me quieres, recíbela, Agatón, y comunica conmigo tu gallarda gentileza. Si esto no puede ser, tú, sin embargo, recibe la manzana, y considera cuán brevemente pierde su hermosura. Yo con esta manzana te hiero, mi Jantipa; a mí me hiere cualquiera que te quiera. Corresponde a mi querer, Jantipa; pues entrambos nos vamos consumiendo poco a poco.
Dicen que también es suyo un epitafio a los eretrienses agarrados por asechanzas:
Nosotros eretrienses, de Eubea originarios, junto a Susa hemos sido enterrados; ¡ah, cuán lejos, cuán distantes yacemos de la patria!
También es suyo este epigrama:
Venus dice a las musas: Honrad, niñas, a Venus, o Cupido armado volará contra vosotras. Mas ellas le responden: A Marte puedes ir con esas chanzas, Venus, pues a nosotras ese rapaz alado nunca llega.
Y además este:
Habiendo un hombre hallado una gran suma de oro, el dogal arrojó con que intentaba acortarse la vida. Otro que perdió el oro, al no encontrarlo, halló el dogal, y se lo puso al cuello.
una vez en su casa Jenócrates, le dijo: Azota tú a este esclavo, pues yo no puedo porque estoy colérico. Y a otro esclavo le dijo: Ya hubieras recibido azotes de no estar yo airado. Una vez, al subirse a un caballo, se apeó al punto, diciendo que temía que lo censuraran de aquel lujo y vanagloria caballar, Aconsejaba a los embriagados que se mirasen al espejo, y así se abstendrían de vicio tan feo. Decía que nunca era decente beber hasta la embriaguez, excepto en las festividades del dios del vino. No le gustaba dormir demasiado, pues en sus Leyes dice: El hombre dormido es de ninguna utilidad. Decía que la verdad es la cosa más suave de cuantas oímos. Algunos opinan que lo dijo así: El decir verdad, etc. Y en sus Leyes, dice: La verdad, oh amigo, es cosa bella y durable, pero no es fácil persuadirlo. Se consideraba digno de que de él quedase memoria en los amigos o en los libros. Dicen algunos que se cambiaba mucho de lugar.
21. Murió en la forma que dijimos, el año XIII del reinado de Filipo, como lo afirma también Favorino en el libro III de sus Comentarios. Teopompo dice que Filipo lo reprendió algunas veces. Mironiano escribe en sus Símiles que Filón nombra el proverbio Los piojos de Platón como si hubiese muerto de esta enfermedad. Fue enterrado en la Academia, donde había filosofado mucho tiempo, de lo cual provino el que su secta se llamase académica. Celebraron su pompa fúnebre todos los que habitaban allí. Dejó el testamento siguiente:
ÉSTAS SON LAS COSAS QUE DEJÓ Y LEGÓ PLATÓN
La hacienda Hefestiadea, lindante por el Aquilón con el camino que viene del templo de Cefisia, por el Austro con el Heracleo de los hefestiades, por el Oriente con tierras de Arquestrato, Freario, y por el Ocaso con las de Filipo Colideo. Y a nadie sea lícito venderla ni enajenarla, sino que será de Adimanto mi hijo en cuanto sea posible. Igualmente le dejo la heredad de los Eroiades, que compré de Calímaco, lindante por el Aquilón con tierras de Eurimedón Mirrinusio, por el Austro con las de Demostrato Jipeterón, por el Oriente con las del mismo Eurimedón Mirrinusio, y por el Ocaso con el Cefiso. Tres minas de plata. Una copa de plata que pesa 165 dracmas. Una taza que pesa 65. Un anillo de oro y una arracada también de oro, que ambos pesan cuatro dracmas y tres óbolos. El cantero Euclides me debe tres minas. Manumito a Diario; y quedan en servidumbre Ticón, Bicta, Apolionades y Dionisio. Déjale asimismo los muebles puestos en inventario, cuya copia tiene Demetrio. A nadie debo nada. Mis ejecutores testamentarios serán Sostenes, Espeusipo, Demetrio, Egías, Eurimedón, Calímaco y Trasipo.
22. Le pusieron como epitafio los epigramas siguientes:
PRIMERO
El divino Aristocles aquí yace, que en prudencia y justicia supo exceder a los mortales todos. Si la sabiduría eleva a alguno a loores excelsos, conseguirlo este, sin que la envidia lo siguiese.
OTRO
La tierra aquí en su seno el cuerpo de Platón oculto guarda, y el alma los alcázares celestes. Aun desde las regiones más distantes todo varón honesto venera la memoria del hijo de Aristón, deificado.
Y OTRO MÁS MODERNO
Águila que volaste ligera por encima del sepulcro, ¿qué estrellada mansión estás mirando? Soy de Platón el alma, que al Olimpo hoy dirijo mi vuelo, y el terreno cuerpo en Ática se queda.
El que yo compuse dice así:
Si no hubieras criado, oh padre Febo, a Platón en la Grecia, ¿quién hubiera sanado con las letras los males y dolencias de los hombres? Pues como fue Esculapio médico de los cuerpos, curó Platón las almas inmortales.
y otro sobre su muerte:
A Esculapio y Platón produjo Febo para que de los hombres aquel el cuerpo cure y éste el alma. Queriendo celebrar nupcial convite, a la ciudad partió que fundó él mismo y que Júpiter puso en firme suelo.
Por estos dos huéspedes no se entienden Platón y Parménides, como creen algunos, sino que son personas supuestas y anónimas. Cuando Platón hace hablar a Sócrates y a Timeo, entonces establece dogmas; y cuando refuta opiniones falsas, trae a Trasímaco, a Calicles, a Polo, a Georgias, Protágoras, Hipias, a Eutidemo y a otros semejantes. En la conclusión de sus argumentos usa mucho la inducción, no la simple, sino la doble. Inducción es un discurso que de unas cosas ciertas va coligiendo e infiriendo otras a sí semejantes. Son dos las especies de inducción: una, la que llaman a contrario, y otra la de consiguiente o consecuencia. La primera es cuando de la respuesta que da el preguntado se infiere lo contrario a ella, por ejemplo: Mi padre,
o es otro que el tuyo, o es el mismo; si es otro tu padre que el mío, siendo otra cosa que padre, no será padre; si es el mismo que mi padre siendo la misma cosa que mi padre, será mi padre sin duda. También: Si el hombre no es animal, será piedra o leño; no es piedra o leño, puesto que está animado y se
mueve por sí mismo: luego es animal. Si es animal, y lo son también el perro y el buey, el hombre será animal, perro y buey. De esta inducción a contrario usa en sus controversias, no para establecer dogmas, sino para refutar o re argumentar.
estos dramas debía ser satírico, y los cuatro se llamaban cuadriloquio. Los diálogos, según Trasilo, que son ciertamente de Platón ascienden a cincuenta y seis. La República se divide en diez libros (la cual, dice Favorino en el libro II de su Historia varia, se halla toda extractada en las Contradicciones de Protágoras); sus Leyes, en doce libros. Tiene nueve cuadriloquios. La República forma un volumen, y otro las Leyes. Pone por primer cuadriloquio los diálogos de argumento general o común a todos los otros, queriendo enseñar en él cuál debe ser la vida del filósofo. A cada libro pone dos epígrafes; uno contiene el nombre del diálogo, el otro indica su materia. Este primer cuadriloquio lleva por título Eutifrón o De la santidad, este diálogo es de los que arriba dijimos, de proyectos o de tentativa. El segundo es la Apología de Sócrates, diálogo moral. El tercero se titula, Critón, y trata de lo que debemos obrar; también es moral. Y el cuarto, Fedón o Del alma, moral.
32. El segundo cuadriloquio empieza por el Cratilo, o De la recta razón de los nombres; es diálogo lógico. Luego el Teeteto, o De la ciencia; diálogo de tentativa. El sofista, o Del ente; diálogo lógico. y El político, o Del reinar; lógico. En el tercer cuadriloquio se contienen el Parménides, o De las ideas; es diálogo lógico. Filebo, o Del deleite; moral. El convite, o De lo bueno; moral. El Fedro, o Del amor; también moral. El cuarto cuadriloquio incluye el Alcibíades, o De la naturaleza del hombre; diálogo institutivo. El segundo Alcibíades, o Del ruego; también institutivo. El Hiparco. o Del amor del lucro; moral. Y el Anteraste, o De la Filosofía; diálogo moral. El quinto comprende al Teages, o De la Filosofía; diálogo institutivo. Al Carmides, o De la templanza; tentativo. Al Laques, o Del valor; institutivo. Y al Lisis, o De la amistad; también institutivo. En el sexto se contienen el Eutidemo, o El contencioso; diálogo destructivo. El Protágoras, o Los sofistas; diálogo acusativo. El Gorgias, o De la Retórica; destructivo. Y el Menón, o De la virtud; diálogo de tentativa. El séptimo comprende los dos Hipias, el primero de los cuales trata De lo honesto, y el segundo De la mentira; son diálogos destructivos. El Ion, o De la Ilíada; tentativo, y el Menexeno, o el Epitafio; diálogo moral. El octavo comienza por Clitofón, o Exhortatorio; diálogo moral. Sigue la República, o De la justicia; diálogo civil. El Timeo, o De la naturaleza; diálogo físico. Y el Cricias, o El Atlántico; moral. Finalmente, el noveno cuadriloquio contiene el Minos, o De la ley; diálogo político. Las leyes, o Del modo de hacerlas; también político. El Epinomis, o La asamblea nocturna, o sea El Filósofo; diálogo también político. Y trece Cartas, todas morales (sobre ellas pone por salutación bene agere: obrar bien. Epicuro ponía bene degere: vivir bien. Y Cleón, gaudare: estar alegre). Una a Aristodemo; dos a Arquitas; cuatro a Dionisio; una a Hermias, Erasto y Corisco; una a Leodamante; una a Oión; una a Perdicas, y dos a los amigos y familiares de Platón.
ción parece que es de un tal León, según afirma Favorino en el libro V de sus Comentarios. Usa mucha variedad de voces en sus obras, a fin de que no sean entendidas por los ignorantes; no obstante, es de sentir que la sabiduría consiste propiamente en el conocimiento de cosas intelectuales, como el de Dios, y el del alma separada del cuerpo. Da en particular a la Filosofía el nombre de Sabiduría, como que es un deseo
35. También usa de unas mismas voces para significar cosas diferentes. Por ejemplo, usa de la voz phaulos para significar lo que haplous, igualmente que Eurípides la usa en la misma significación, hablando así de Hércules en su Licimnio:
Sencillo, sin adorno, en todo bueno, y que toda la ciencia circunscribe en la obra, no versado en elegancias.
También Platón usa algunas veces la misma palabra, en vez de tou calou, y aun por tou microu (pequeño). Y por el contrario, usa muchas veces diversas voces para un mismo significado, pues para significar la Idea usa de las palabras especie, género, paradigma, principio y causa. No menos usa de voces opuestas en un mismo significado, llamando sensible a lo existente y a lo no existente; a lo existente, por su generación; a lo no existente, por innata mutación. Llama idea a lo que ni se mueve ni está quieto, y una misma cosa a la unidad y a la pluralidad. Todo lo cual lo acostumbra hacer con mucha frecuencia.
las notas que les ponen. De ellos dice Antígono Caristio, en su libro De Zenón, que recién publicados, si alguno quería leerlos, pagaba al que los tenía.
sin acabarse, porque no se resuelve en Dios. Y que es Dios la causa de toda generación, por ser cosa natural al bueno el hacer bien. Que la Causa de la generación del cielo es excelentísima; pues lo más bello de las cosas creadas debe ser producción de la más excelente de las cosas intelectuales; y por cuanto Dios es tal, el cielo es a este Ser excelentísimo, semejante y en sí hermosísimo, no es semejante a ninguna criatura, sino sólo a Dios. Que el mundo consta de fuego, agua, aire y tierra. De fuego, para que sea visible; de tierra, para que sea sólido; de agua y aire, para que esté proporcionado, puesto que la rigidez de los sólidos se proporciona con los dos elementos medios para formar el universo. Y consta de todos, para que sea perfecto e inmortal. Que el tiempo fue creado a imagen de la eternidad, dura siempre, y es el movimiento del cielo: la noche, el día, el mes y semejantes son partes del tiempo. Así, que el tiempo no puede existir sin la naturaleza del universo, pues luego que hubo mundo, hubo también tiempo, habiendo sido creados el sol, la luna y los planetas para formar el tiempo. Que Dios encendió la lumbre solar para que fuese patente el número de las horas y lo percibiesen incluso los animales. Que la luna tiene su esfera sobre el círculo de la tierra; próximo al círculo de la luna está el del sol, y en los siguientes los demás planetas.
o escrita o no escrita.
LIBRO CUARTO
ESPEUSIPO
1. A Platón le siguió Espeusipo, nativo de Mirrina en el territorio de Atenas, hijo de Eurimedonte y de Potona su hermana. Regentó su escuela ocho años, empezando en la Olimpiada
CVIII. Puso las estatuas de las Gracias en el museo que Platón había fundado en la Academia. Siguió enseñando los dogmas de Platón, a pesar de que sus costumbres eran otras; pues era iracundo, y los deleites lo tenían avasallado. Se dice que una vez, preso de la ira, arrojó un perrito en un pozo; y que arrastrado del deleite de la comida, fue a Macedonia a las nupcias de Casandro. También dicen que fueron discípulas suyas Lastenia Mantinense y Axiota Fliasica, que lo habían sido antes de Platón. Así Dionisio le escribió mordazmente diciendo: Aun de tu Arcade discípula aprenderemos filosofía. Y también: Platón enseñaba sin paga a los que concurrían a su escuela; pero tú recoges tributo y paga de grado y por fuerza.
2. Según Diodoro, en el libro I de sus Comentarios, fue Espeusipo el primero que investigó las cosas que había comunes en las matemáticas, y las juntó mutuamente en cuanto fue posible. También fue el primero que publicó y ensalzó los dichos misteriosos y ocultos de Isócrates, como dice Ceneo, y además, el primero que halló el modo de hacer con mimbres cuévanos y aportaderas capaces. Como viese ya su cuerpo corrompido de perlesía, envío por Jenócrates, rogándole que viniera y le sucediese en la escuela. Dicen que al ser llevado una vez a la Academia en silla volante, encontró a Diógenes y le dijo: Salve. Pero éste respondió: Yo te lo digo a ti, que siendo quien eres todavía vives. Finalmente, ya desfallecido y falto de fuerzas, dejó voluntariamente de vivir, siendo de edad avanzada. Mis versos para él son los siguientes:
Si sabido no hubiera que Espeusipo murió de esta manera, nadie me persuadiera que fue de Platón pariente consanguíneo, pues éste no muriera de congojas, sino por otra cosa más ligera.
Plutarco, en la Vida de Lisandro y de Sila, dice que Espeusipo murió de piojos.
Era frugal para con su cuerpo, como lo dice Timoteo en su libro De las Vidas; y que a un rico que amaba a una fea, le dijo: ¿Qué necesidad tienes tú de eso? Yo te hallaré otra más hermosa por diez talentos, Dejó muchos comentarios y muchos diálogos, entre los cuales se halla uno titulado Aristipo Cireneo; otro, De las riquezas; otro, Del deleite; otro, De la justicia; otro, De la filosofía; otro, De la amistad; otro, De los dioses; otro, El filósofo: otro, A Céfalo; otro, Cejalo; otro, Clinómaco o Lisias; otro, El político o Ciudadano; otro, Del alma; otro, A Gulao; otro, titulado Aristipo; otro, Advertencias a los artistas; otro, Comentarios en forma de diálogo acerca de las artes; diez diálogos: De lo que se halla semejante en las cosas, Divisiones y argumentos para las cosas semejantes, De los géneros y especies de ejemplos, A Amártiro, Encomios de Platón, Epístolas a Dión, a Dionisio, a Filipo, De la Legislación, El Matemático, El Mandrobolo, Lisias, Las definiciones, Coordinaciones de los comentarios y cuarenta y tres mil cuatrocientos setenta y cinco versos. Simónides le dedica sus Historias de los hechos de Dión y Bión. Pavorino dice, en el libro II de sus Comentarios, que Aristóteles compró por tres talentos los libros de Espeusipo. Hubo otro Espeusipo, que era médico alejandrino de la secta de Herófilo.
JENÓCRATES
los soldados atenienses hechos prisioneros de guerra en la batalla de Lamia), cuando lo convidó a cenar con él, pronunció los versos siguientes:
¡Oh Circe! ¿Qué varón prudente y cuerdo podrá gustar comida ni bebida, antes que a sus soldados libres vea?
De cuya prontitud admirado Antípatro, soltó y remitió a los prisioneros.
4. Habiéndose retirado a su seno un pajarillo seguido
de un sacre, lo acogió y lo liberó diciendo: No se debe entregar a
quien se humilla. Como Bión se burlase de él, le dijo: Nada le
responderé, pues tampoco se digna la tragedia responder a la comedia que
la moteja.
A uno que quería concurrir a su escuela sin haber aprendido
antes música, geometría ni astronomía, le dijo:
Anda, vete de aquí, pues careces de las asas de la Filosofía. Otros escriben que dijo: Aquí no curamos lana. Cuando Dionisio dijo a Platón que
alguno le cortaría el cuello, como se hallase allí Jenócrates, mostró el suyo diciendo: Nadie cortará aquel antes que éste. Dicen que una vez al partir Antípatro para Atenas se despidió de él, y que no le respondió hasta concluir el discurso que estaba haciendo. Como era sumamente modesto y enemigo del lujo, pasaba muchas veces los días meditando, y aun destinaba, según dicen, una hora al silencio.
5. Dejó muchos escritos en verso y muchas parénesis, que son como sigue: seis libros De la naturaleza, seis De la sabiduría, uno De la riqueza, otro titulado Arcas; otro, Del infinito; otro, Del niño; otro, De la continencia; otro, De lo útil; otro, Del libre; otro, De la muerte; otro, De lo espontáneo; dos De la amistad; uno, De la equidad; dos, De lo contrario; dos, De la felicidad; uno, Del escribir; otro, De la memoria; otro, De la mentira; otro, titulado Calicles; dos, De la prudencia; uno, De la economía; otro, De la templanza; otro, De la fuerza de la ley; otro, De la República; otro, De la santidad; otro, De que la virtud es enseñable; otro, Del ente; otro, Del hado; otro, De las pasiones; otro, De las Vidas; otro, De la unanimidad; dos, De los discípulos; uno, De la justicia; dos, De la virtud; uno, De las especies; dos, Del deleite; uno, De la vida; otro, Del valor; otro, Del uno; otro, De las ideas; otro, Del Arte; dos, De los dioses; dos, Del alma; uno, De la ciencia; otro, titulado El Político; otro, De la pericia otro, De la Filosofía; otro, De Parménides; otro, titulado Arquedemo, o sea De la justicia; otro, De lo bueno; ocho, De las cosas intelectuales once, De la solución de las cosas tocantes a la Oratoria; seis, acerca de la Física; uno, titulado Capítulo; otro, De los géneros y especies; otro, De los dogmas pitagóricos; dos, De soluciones; ocho, De divisiones; treinta y tres libros de Conclusiones y catorce Del modo de disputar. Además de esto escribió otros quince libros, y otros dieciséis más; otros nueve acerca de las Disciplinas sobre que versa la Lógica; seis De las Matemáticas; otros dos libros acerca de las cosas mentales, cinco libros De Geometría; uno, de Comentarios; otro, De Contradicciones; otro, De Aritmética; otro, De la teórica de los números; otro, De los intervalos; seis, De Astrología: Elementos a Alejandro sobre el reinar; cuatro libros A Aruba, A Efestión, más dos libros De Geometría en trescientos cuarenta y cinco versos.
6. A pesar de ser como era Jenócrates, una vez lo vendieron los atenienses por no haber podido pagar el impuesto de vecindario. Lo compró Demetrio Falereo, y ocurrió con ello dos cosas, pues restituyó la libertad a Jenócrates y satisfizo el impuesto a los atenienses. Lo dice Mironiano Amastriano en el libro I de sus Capítulos históricos semejantes. Después de Euspesipo, dirigió la escuela veinticinco años, bajo de Lisímaco, habiendo comenzado hacia el año segundo de la Olimpiada CX. Murió de noche, al tropezar en un barreño, a los ochenta y ocho años de edad. Mis versos para él son los siguientes:
En un cuenco de cobre tropezando, cayó e hirió Jenócrates su frente. Ay de mí, clamó en grito, y murió luego el varón que era un todo, y para todos.
7. Hubo seis Jenócrates: uno, escritor de táctica, muy antiguo, pariente y conciudadano de nuestro filósofo. Se conoce una oración suya titulada Arsinoética, escrita en la muerte de Arsinoes. Otro, filósofo, escritor elegíaco no muy estimado. Así sucede, pues si los poetas quieren escribir prosa les sale bien, pero si los prosistas se meten en la poesía, tropiezan. Esto es constante, como que una cosa es obra de la naturaleza, y la otra del arte. Hubo otro Jenócrates, estatuario, y otro que, según Aristoxeno, escribió odas.
POLEMÓN
1. Polemón, hijo de Filostrato, fue ateniense y nativo del pueblo llamado Oiete. Siendo joven, era tan incontinente y derramado, que iba siempre prevenido de dinero para hallarse pronto a la consecución de sus deseos, y aun lo escondía en agujeros. Hasta en la Academia se hallaron junto a una columna algunos trióbolos escondidos por él para semejante uso. Entró una vez, junto con otros jóvenes, coronado y embriagado en la escuela de Jenócrates y éste siguió y concluyó el discurso empezado sin alterarse en nada. Hablaba Jenócrates de la templanza, y oyéndolo el mozo Polemón, volvió poco a poco sobre sí, de manera que después superó a los demás en el estudio y aplicación, y finalmente le sucedió en la escuela, empezando en la Olimpiada CXVI. Antígono Caristio dice en las Vidas que su padre fue uno de los primeros ciudadanos, y de los que criaban caballos de carroza. Que su mujer lo acusó en juicio de que no la trataba debidamente y corrompía a los jóvenes. Conservó siempre la misma vehemencia con que empezó a filosofar, sin que jamás mudase de costumbre y estilo; ni en la voz mudó nunca de tono, con lo cual se usurpó para sí a Crantor. Habiéndole mordido la rodilla un perro rabioso, no tuvo el menor sobresalto. Al hacerse un tumulto en la ciudad y preguntándole lo que era, permaneció inmóvil. En los teatros no se conmovía, y leyéndole una vez a él y a Crates unos versos el poeta Nicostrato, apellidado Clitemnestra. Crates se conmovió, pero Polemón estuvo como si no lo oyera. En suma, fue tal cual lo describe el pintor Melantio en sus libros De la pintura. Dice que conviene refrenar la arrogancia y dureza en las operaciones igualmente que en las costumbres; pues decía Polemón que conviene ejercitarse en las obras y no en especulaciones dialécticas, como los que meditan en cláusulas armoniosas según el arte, exagerando una u otra preguntilla, y se contradicen a sí mismos en la verdadera disposición.
2. Era urbano e ingenioso, evitando lo que de Euripides dice Aristófanes:
Agudo y arrebolado, etc.
pues según él dice, nefanda obscenidad y abominable más con la mayor carne se deleita.
Cuando le preguntaban acerca de alguna proposición, dicen que no respondía sentado, sino que se ponía a pasear, por cuya gran urbanidad y cortesía era muy estimado en la ciudad. Excepto los paseos, siempre habitaba en un pequeño huerto, junto al cual habían hecho los discípulos sus pequeñas chozas, y habitaban cerca de la escuela y exedra. Según parece, Polemón fue imitador de Jenócrates en todo, y aun amado suyo, según escribe Aristipo en el libro IV De las delicias antiguas. Polemón siempre lo recordaba, revistiéndose de su inocencia, sequedad y gravedad, como la música dórica. Estimaba en mucho a Sófocles, singularmente en aquellos partidos en que, según el Cómico, parece que un perro moloso componía los versos en compañía suya, y en los que, según Frinico, no es demasiado dulce y sabroso, sino moderado y suave. Y solía decir que Homero es un Sófocles épico, y Sófocles un Homero trágico. Murió hético, siendo ya anciano, y dejó varios escritos. Mis versos para él dicen así:
Sabe, si no lo sabes, pasajero, que a Polemón encierra este sepulcro. Enfermedad lo trajo, enfermedad terrible a los mortales... Pero ¿qué es lo que digo? No está aquí Polemón, sino su cuerpo; pues lo dejó en la tierra, habiendo de volar sobre los astros.
CRATES
1. Crates, hijo de Antígenes, fue nativo de Triasio, discípulo y amado de Polemón, y quien le sucedió en la escuela. Tanto se favorecieron mutuamente, que no sólo en vida hicieron los mismos estudios, sino que también fueron semejantes hasta el postrer aliento, y aun después de muertos tuvieron un mismo sepulcro. Así que Atenágoras cantó de los dos en esta forma:
Refiere, oh caminante que transitas, cómo en este sepulcro Crates el santo y Polemón descansan; magnánimos varones y concordes, de cuyos labios y divina boca sacras palabras fluyen, y cuya pura vida, aun sobre lo divino, sabiamente los siglos ilustró, bien arreglada a sus fundados y severos dogmas.
Y habiéndose Arcesilao pasado de Teofrasto a ellos, dijo que eran como dioses, o reliquias del siglo de oro. En nada eran vulgares; y les conviene lo que se decía del flautista Dionisiodoro, a saber, que la gravedad de sus tonos nunca se había escuchado en la galera, ni en la fuente, como los de Ismenio. Antígono dice que comía con Crantor, y cohabitaban unidos concorde-mente, junto también con ellos Arcesilao. Asimismo, que tuvieron la vivienda unidos, Arcesilao en casa de Crantor, y Polemón con Crates en la de un ciudadano llamado Lisicles. Dicen que Carates era amante de Polemón, según queda referirlo; y Arcesilao lo era de Crantor.
co, de quien hemos tratado. El séptimo fue gramático, nativo de Mallo. El octavo, escribió de Geometría. El noveno, fue poeta epigramático. Y el décimo fue filósofo académico de Tarso.
CRANTOR
Conviene que volvamos al seno de la tierra, nuestra amiga.
También dicen que escribió poemas; y habiéndolos sellado, los depositó en el templo de Minerva, en su patria. El poeta Teeteto habla de él en la forma siguiente:
Si agradaba a los hombres Crantor, más a las musas agradaba. Sin que la senectud fuese venida, murió este varón santo. ¡Oh madre tierra!, recíbelo en tu gremio, para que more allí tranquilamente.
Crantor admiraba sobre todos a Homero y a Eurípides; y decía que era operoso el escribir
con propiedad cosas trágicas y al mismo tiempo patéticas. Traía aquel verso del Belerofonte:
¡Ay de mí!... ¿Y por qué causa, ¡ay de mí!, padecido hemos lo que padecen los mortales?
3. Se sabe que Antágoras asegura que se conocen como de Crantor unos versos de cierto poeta, hechos al amor, y que dicen:
Tengo el ánimo en duda (pues ambiguo, oh amor, el sexo tienes) si te agregue a los eternos dioses, hijos antiguos del Erebo y de la reina Noche, procreados del dilatado Océano en las ondas; o bien si te haga hijo de Venus, de la Tierra, o de los Aires. Tú, que vago y errante con tu biforme cuerpo, males y bienes causas a los hombres.
Tenía gran destreza para inventar nombres. Decía que el actor trágico tenía la voz sin cepillar y llena de corteza; que los versos de cierto poeta estaban llenos de polilla. Que las Posiciones de Teofrasto estaban escritas con ostra. Su librito Del llanto es muy estimado. Murió de hidropesía antes que Polemón y Crates. Mis versos para él dicen así:
Anégate, oh Crantor, pésimo morbo, y al negro abismo de Plutón te baja; ahora allí te gozas; pero viuda queda de tus discursos la Academia y de ti para siempre sol tu patria.
ARCESILAO
1. Arcesilao, hijo de Seito, o Escito, según dice Apolodoro en el libro III de sus Crónicas, fue nativo de Pitana en la Eolide. Este fue el primer instituidor de la Academia media, estableciendo la prescindencia o duda en la contrariedad de proposiciones; el primero que habló en pro y en contra acerca de una misma cosa, y el primero que inmutó la forma de argüir que había establecido Platón, ejecutándolo acérrimamente por preguntas y respuestas.
Se unió a Crantor en esta forma: era el cuarto de sus hermanos; los dos eran de un padre, y los otros dos de una madre. El mayor de los dos de una madre se llamaba Pílades; y el de los dos de un padre, Mereas; éste era curador de Arcesilao. Primero fue discípulo de Autólico, el cual era matemático, conciudadano suyo, antes de pasarse a Atenas, en cuya compañía peregrinó también a Sardes. Luego lo fue de Janto Ateniense, músico; después de este oyó a Teofrasto, y finalmente se fue con Crantor en la Academia. Su hermano Mereas, antes nombrado, lo inducía a estudiar Retórica, pero él amaba más la Filosofía. Prendado ya de él Crantor, le preguntó por aquel verso de la Andrómeda de Eurípides:
¿Me serás grato, oh virgen, si te salvo?
Y él respondió con el que allí se sigue:
Llévame, peregrino; bien me quieras esclava, o bien esposa.
Desde entonces habitaron juntos; y dicen que Teofrasto sintió mucho su pérdida, pues dijo: ¡Oh qué ingenioso y vivo joven se ha ido de nuestra escuela! Era grave y robusto en el decir, y asiduo en el escribir. Se aplicó también a la poética, y hay algunos epigramas suyos. Uno a Attalo es el siguiente:
No en armas solamente muchas veces es Pérgamo la ilustre celebrada en la divina Pisa, si también en caballos. Si es dado a los mortales presagiar lo futuro, todavía será más celebrada en lo futuro.
El que hizo a Menodoro, hijo de Eudamo, amante de uno de sus discípulos, dice:
Distante se halla Frigia, oh Menodoro; distante se halla Tiátina sagrada, y distante tu patria Cadanade; mas hasta las orillas de Aqueronte es el camino igual de todas partes, si bien oscuro y poco celebrado. Aunque a los hombres formidable y fiero, medido es de sus pies continuamente. Te puso este sepulcro el clarísimo Eudamo, de quien eras querido sobre todos los amigos.
2. Estimaba mucho a Homero y siempre leía algo de él antes de dormir; y aun por la mañana hacía lo mismo, diciendo que quería ir a su amado, cuando quería leerlo. Decía que también Píndaro era bueno en especial para llenar la voz y suministrar abundancia de nombres y palabras. En su juventud imitó el estiló de Jon En la Geometría fue discípulo de Ipónico; al cual criticaba de que siendo tardo y obtuso, sabía, sin embargo, los fundamentos del arte, diciéndole que la Geometría se le había metido en el vientre al tiempo de bostezar. Pero habiendo caído en demencia, lo recogió en su casa, cuidando de él hasta que recobró el juicio. Muerto Crates, obtuvo la escuela, cediendo uno que se llamaba Socratides. Unos dicen que no escribió libros, puesto que en todas las cosas suspendía el juicio; otros afirman que fue hallado corrigiendo ciertos escritos, y los publicó, según unos; y los quemó, según otros. Parece que hacía mucho aprecio de Platón, y estudiaba sus obras. Algunos dicen que imitó también a Pirrón. Supo la dialéctica, no menos que el raciocinio de los Erétricos. Así, Aristón decía de él que era:
Por delante, Platón; por detrás, Pirrón; por el medio, Diodoro.
Timón dice de él lo siguiente:
Veis uno aquí que tiene a Menedemo con su pecho de plomo; o a Pirrón todo carnes, o a Diodoro.
Y un poco más adelante, dice:
Iré a Pirrón nadando, y al oblicuo Diodo-ro.
3. Era muy sentencioso y conciso; y en la locución profería distintamente las palabras.
También fue amigo de reprender, confiado de sí mismo, y muy mordaz; por cuya razón habló Timón de él otra ocasión en esta forma:
Y cuando reprensiones vas sembrando, de que tú fuiste mozo no te olvides.
Y así, cuando un joven le habló con mucha audacia, dijo: ¿No habrá quien reciba a éste con los talones? A uno acusado de bardajería, que decía no haber una cosa mayor que otra, respondió preguntándole: ¿Ni aun será mayor una cosa de diez dedos de larga que otra de seis? Un tal Eumón, nativo de Quío (que era feo y se creía hermoso, y andaba siempre girando ornado con su clámide), le dijo que si era de parecer que el sabio podía amar, a lo que respondió: Es lo mismo vestir ornamentos tan preciosos como los tuyos, aunque no sean tan hermosos como tú. Como un obsceno, a quien era pesado Arcesilao, le dijera:
¿Te podré preguntar alguna cosa, o deberé callar, matrona casta?
Le respondió de esta manera:
Hembra, ¿qué es lo que dices de áspero, duro y desacostumbrado?
4. A un hablador y de bajo nacimiento que le objetaba muchas cosas, le dijo:
Los hijos de los siervos acostumbran a hablar obscenamente.
A otro locuaz importuno, solamente le dijo que había tenido una nutriz muy molesta. A otros nada respondía. A un usurero deseoso de saber, que le preguntó qué era lo que ignoraba, le respondió:
Oculto es el camino por el aire para las aves hembras, si la prole no tienen a su vista.
Esto es tomado de Enomao, de Sófocles. A un alexinio dialéctico, que no podía recitar bien cierto discurso de Alexino, le dijo lo que Filoxeno ejecutó con unos tejeros. Éste, habiéndoles oído cantar mal algunos versos suyos, empezó a pisarles los ladrillos, diciendo: Como vosotros corrompéis mis cosas, así yo las vuestras. Le desagradaba mucho que los hombres no abrazasen temprano el estudio de las disciplinas. En sus discursos usaba naturalmente la frase digo yo, y a esto no asentirá él, diciendo su nombre; lo cual imitaban muchos de sus discípulos, su retórica y aun toda su figura. Era fecundísimo en la invención y feliz en las ocurrencias para satisfacer a lo que le proponían, reduciendo a ello el periodo de las palabras y acomodándose a todo tiempo, siendo también sobre manera persuasivo. Por esta razón concurrían muchísimos a su escuela, por más que los lastimase con su acrimonia, pues lo sufrían gustosamente, ya que era a la vez muy bueno, y llenaba de esperanzas a sus discípulos. Era liberal en dar lo que tenía, pronto a hacer beneficios y amigo de ocultarse sin vanidad alguna.
que él quena abrir, y que Leocares lo prohibía vigorosamente. Amábanlo a él Democares, hijo de Laqueto, y Pitocles, hijo de Bouselo, y el recibirlos decía que era por su gran clemencia. Por estas cosas ]lo murmuraban y criticaban los antes dichos, como amante del vulgo y de la vanagloria. Pero lo cargaron más que nunca estando con Jerónimo Peripatético, cuando juntaba a los amigos para celebrar los días de Alción, hijo de Antígono, para lo cual había enviado éste dinero suficiente con deseo de que lo disfrutasen. En este convite, habiendo excusado absolutamente las conferencias, como Aridelo le propusiese cierto teorema y le pidiese la explicación, le dijo: Lo más importante y más propio de la Filosofía es saber el tiempo oportuno para cada cosa. Sobre lo de atribuirle demasiada unión con el vulgo, así habla Timón:
Después de haber hablado, se mete por las turbas que lo cercan y lo están admirando, como suelen los simples pajarillos al mochuelo.
Ellas miran a un necio, y sin más causas maravilladas quedan. ¡Miserable, por cosa tan pequeña te me engríes!
9. No obstante esto, estaba tan libre de amor propio, que exhortaba a sus discípulos a que oyesen a otros maestros. Y aun a cierto joven, natural de Quío, que no gustaba de su escuela, sino de la de Jerónimo arriba nombrado, él mismo lo condujo al filósofo, y lo exhortó a perseverar en el buen orden empezado. También se conoce aquel gracioso dicho suyo, y es que a uno que le preguntaba por qué de las otras escuelas se pasaban muchos a las de Epicuro, y de los discípulos de Epicuro ninguno a las otras, respondió: Porque de los hombres se hacen los eunucos, pero de los eunucos no se hacen los hombres. Finalmente, hallándose próximo a la muerte, dejó todos sus bienes a su hermano Pílades, que lo había conducido a Quío y después en forma oculta a Marea, de donde se lo llevó a Atenas. Permaneció sin casarse, ni tuvo hijos. Hizo tres testamentos uno lo dejó en Eretria en casa de Amficrito; otro en Atenas en poder de uno de sus amigos, y el tercero lo envió a su casa, encargándolo a Taumasías, uno de sus parientes, para que lo guardase, y le escribió de esta manera:
ARCESILAO A TAUMASIAS, GOZARSE
Entregué a Diógenes mis testamentos para que te los llevase. Me pareció bien testar, por causa de que enfermo a menudo, y está mi cuerpo flaco de fuerzas, a fin de no hacerte injusticia alguna si hubiese novedad en mi vida, ya que me has amado en tanta manera. Habiéndome sido siempre fidelísimo sobre todos, confío en que me lo guardes, ya por ser tú joven todavía, ya por nuestra consanguinidad. Cura, pues, ser justo para conmigo, y tratar las cosas mías con la posible integridad, en atención a que pongo en tus manos las cosas que por tu misma confesión más necesitas.
10. Se pusieron estos testamentos en Atenas, en casa de uno de sus amigos, y en Eretria en poder de Amficrito. Murió, como dice Hermipo, de haber bebido vino puro en exceso y caído en delirio, a los setenta y cinco años, habiendo sido tan aceptado por los atenienses cual ningún otro. Hay un epigrama mío para él, que dice así:
¿Por qué profusamente tanto vino sorbes, Arcesilao, que te privas de razón y de juicio? Lástima me ha causado, no tu muerte, sino la contumelia que a las musas haces, vaciando jarros sin medida.
Hubo otros tres Arcesilaos: uno, poeta de la comedia antigua; otro, poeta elegíaco; y otro, escultor, a quien Simónides compuso este epigrama:
De Diana es la imagen que aquí miras: Doscientas dracmas Parias, de Arato con la insignia, fue su precio. Hízola el diestro y noble
Agesilao, de Aristódico hijo, con el ingenio y arte de Mi- nerva.
Nuestro filósofo floreció hacia la Olimpiada CXX, como dice Apolodoro en sus Crónicas.
BIÓN
1. Bión fue boristenita. Quiénes fueron sus padres, y por qué causa se dedicó a la Filosofía, él mismo lo manifestó a Antígono; pues habiéndole dicho éste:
¿Quién eres? ¿De qué gente? ¿Dónde está tu ciudad? ¿Dónde tus padres?;
y sabiendo que lo habían denigrado, dijo al rey: Mi padre fue liberto, y se limpiaba con el codo (esto significaba que había sido especiero). Era boristenita, y no tenía rostro, sino en él un letrero esculpido, marca de su asperísimo dueño. Mi madre era una del lupanar, como correspondía a tal hombre. Habiendo después mi padre cometido no sé qué cosa contra los banqueros, fue vendida su casa con todos nosotros. Como yo era joven y bastante gracioso, me compró un orador, el cual cuando murió me dejó cuanto tenía; y yo quemando todos sus escritos, y recogiendo lo demás, me fui a Atenas y me dediqué a la Filosofía.
De esta gente me precio, y de esta sangre.
Esto es lo que hay acerca de mí; por tanto, pueden ya dejarse de fraguar mi historia Perseo y Filomides; mírame descrito por mí mismo.
2. Bión era en ocasiones ciertamente versátil y astuto sofista, y daba motivo de hablar contra la Filosofía a los que querían hacerlo; pero en otras era apacible, y aun capaz de disfrutar el lujo. Dejó muchos comentarios y apotegmas útiles en los negocios humanos; como lo criticaran de que no había podido agarrar para sí a cierto joven, respondió: No se puede atraer con anzuelo el queso blando. Al preguntarle una vez quién era el de menos sosiego, respondió: El que más lo desea. También se le atribuye el que habiendo sido preguntado si conviene casarse, respondió: Si casas con fea, tendrás un tormento; si con hermosa, será común a otros. Llamaba a la senectud puerto de todos los males, porque a ella caminan todas las cosas. Decía que la gloria es madre de los años; la hermosura, un bien ajeno; las riquezas, los nervios de las cosas. A uno que había vendido y comido sus posesiones, le dijo: La tierra se tragó a Amfiarao; tú a la tierra. Llamaba gran mal al no poder sufrir ningún mal; reprendía a los que quemaban a los muertos como a insensibles, y los lloraban como sensibles.
3. Decía a menudo que vale más hacer gracia a otro de la flor de la belleza propia, que no coger por fuerza a la ajena; pues así se perjudicaba al cuerpo y al alma. Culpaba también a Sócrates, diciendo que si tenía necesidad de Alcibíades, y se abstuvo de su favor, fue un necio; si no la tenía, nada hizo de extraño. Llamaba llano al camino del infierno, pues se hace a ojos cerrados. Acusaba a Alcibíades, diciendo que siendo jovencito quitaba los hombres a sus mujeres, y siendo mancebo quitaba las mujeres a sus maridos.
4. Enseñaba la Filosofía en Rodas a los atenienses que estudiaban allí Retórica, y a uno que le censuraba esto, le dijo: ¿Traje trigo, y venderé cebada? Decía que en el infierno son más castigados los que llevan agua con vasos enteros, que los que la llevan con vasos agujereados. A un gran hablador que le pedía auxilio, le dijo: Te daré lo que baste, con tal que envíes procuradores y tú no vengas. Navegando una vez con gente mala, cayó en manos de piratas; y como los primeros dijesen: perdidos somos si nos conocen, añadió Bión: Y yo también si no nos conocen. Llamaba a la soberbia embarazo del adelantamiento. De un rico miserable, dijo: Éste no posee la riqueza, sino
la riqueza a él. Decía que los miserables cuidan de sus haberes; pero de ellos ningún útil sacan, como si fueran ajenos. Que cuando somos jóvenes hacemos uso del valor corporal, pero cuando envejecemos tenemos el valor en la prudencia. Que tanto se aventaja la prudencia a las demás virtudes, cuanto la vista a los demás sentidos. Que no conviene ultrajar a la vejez, a la cual todos deseamos llegar. A un envidioso que estaba melancólico, le dijo: No sé si te habrá venido a ti algún mal, o a otro algún bien. Decía que la impiedad era muy mal cohabitante de la confianza; pues doma al varón por más audaz que sea.
Que se deben conservar los amigos, de cualquier condición que sean, a fin de que no parezca que los tenemos por malos, o no los elegimos buenos.
5. Bión despreciaba al principio los dogmas de los académicos, cuando era discípulo de Crates; después abrazó el instituto cínico, tornando el palio viejo y el zurrón. ¿Y qué otra cosa lo condujo a aquella ecuanimidad? Después pasó a oír a Teodoro el Ateo. que sofisteaba con toda suerte de argumentos; y después de este oyó a Teofrasto Peripatético. Era aficionado al teatro, y muy difuso en la risa, usando palabras pesadas en las cosas. Por haber entretejido su estilo con variedad, refieren que dijo de él Erastótenes que había sido el primero en vestir de flores la Filosofía. Era muy diestro en las trovas; y son suyas las siguientes:
Oh delicado Arquitas, feliz en las delicias y en el lujo, disputador eterno entre los hombres.
Tenía absolutamente por juego a la música y la Geometría. Era magnífico y ostentoso; y aun por esto iba transmigrando de unas a otras ciudades, hasta ostentar apariencia artificiosamente; pues en Rodas indujo a los marineros a que vistiesen hábitos de escuela y lo siguieran; y entrando con ellos en el gimnasio, fue admirado por todos.
en litera, como refiere Favorino en su Historia varia. Murió allí mismo; y mis versos para él dicen así:
Oímos que Bión boristenita afirmó que no existe dios alguno. Si hubiera persistido en este dogma, podríamos decir que sintió de ello como había creído erradamente; pero habiendo caído en larga enfermedad, morir temiendo, el que había negado hubiese dioses, el que nunca sus templos visto había, y el que de los mortales se burlaba que a los dioses ofrecen sacrificios, no ya sólo con piras, aras, mesas, olor, gordura, incienso de los dioses saciaba las narices, ni sólo pequé dijo, y perdonadme mis pasadas culpas; sí que aun a la vieja ensalmadora prestó fácil el cuello, y con correas se dejó atar los brazos. Sobre su puerta puso el ramo de laurel y espina blanca; para todas las cosas prevenido, sino para la muerte. ¡Oh necio, que quisiste que los dioses por merced existieran; como si existir ellos consistiese en que Bión quisiera así decirlo! Luego en vano eres sabio, porque siendo toda carbón tu mísera barquilla, levantando las manos, salve, Plutón, decías salve, salve.
8. Hubo diez Biones: el primero fue proconnés y contemporáneo de Ferecides Siro, de quien se conocen dos libros. El segundo, siracusano, escritor de preceptos oratorios. El tercero es el presente. El cuarto fue de la escuela de Demócrito, y matemático abderita, que escribió en dialecto ático y jónico. Éste fue el primero que dijo que hay parajes en que la noche dura seis meses, y seis el día. El quinto fue solense, y escribió las cosas de Etiopía. El sexto fue retórico, del cual andan nueve libros con epígrafes de las musas. El séptimo, poeta lírico. El octavo, escultor, milesio, a quien Polemón menciona. El noveno, poeta trágico de los llamados társicos. Y el décimo, estatuario de Clazomene, o de Quío, de quien hace mención Hiponacte.
LACIDES
Lacides, hijo de Alejandro, fue de Cirene, fundador de la Academia nueva, y sucesor de Arcesilao. Fue hombre severísimo, y tuvo muchos imitadores. Desde su juventud fue amante del trabajo, y pobre, pero muy agradable y dulce en la conversación. Dicen que era muy particular acerca de la economía, pues cuando sacaba alguna cosa de la despensa, sellaba la cerradura y arrojaba el anillo del sello por un agujero dentro de la despensa misma, a fin de que nada le quitasen de lo que tenía en ella. Advertido esto por sus criados, quitaban el sello, y tomaban lo que les daba la gana; luego con el anillo mismo volvían a sellar, y lo arrojaban dentro por el agujero. Y aunque lo hicieron repetidas veces, nunca fueron sorprendidos en el hurto.
Tenía su escuela en la Academia, en el huerto que había hecho el rey Attalo, que de su nombre se cognominaba Lacidio. Lacides es el único filósofo que sepamos cediera en vida su escuela a otro, como efectivamente lo hizo, entregándola a Telecles y a Evandro, ambos focenses. A Evandro sucedió Hegesino Pergameno, y a éste, Caméades.
Es gracioso lo que se cuenta de Lacides: habiéndolo Attalo llamado a su casa, dicen que respondió: Las imágenes ("de los reyes") se deben mirar de lejos. A uno que se dedicó muy tarde a la Geometría, y le preguntase si era ya tiempo de ello, respondió: ¿Y por qué no ha de ser todavía temprano?
Murió a los principios de su enseñanza, el año IV de la Olimpiada CXXXIV, después de veintiséis años de escuela. Murió de parálisis, contraída de beber demasiado vino. Mis versos para él son los siguientes:
Cuentan de ti, Lacides, según oigo, que por tus pies te fuiste al infierno. ¿Ignoras acaso que la fuerza de Baco disminuye y disuelve las fuerzas de los miembros? Aun por esto Lieo lo apellidan.
CARNÉADES
1. Carnéades, hijo de Epicomio, o bien de Filicomo, según aseguró Alejandro en las Sucesiones, fue nativo de Cirene. Habiendo leído los libros de los estoicos, singularmente los de Crisipo, los refutó modestamente, y esto con tanta sinceridad que solía decir: Si no hubiese habido Crisipo, no habría Caméades. Fue amantísimo del trabajo, y menos aplicado a la física que a la moral. Se dejaba crecer el pelo y las uñas, en fuerza de la continua aplicación a los libros. Era tan hábil en la Filosofía, que hasta los maestros de oratoria dejaban sus escuelas y concurrían a oírlo. Tenía la voz muy recia, de manera que el jefe del gimnasio tuvo que enviarle recado que no gritase tanto; pero él respondió que le diese la medida de la voz. A esto repuso sabiamente aquel, diciendo: Medida tenéis en los que os oyen. Era acérrimo en las reprensiones e inexpugnable en los argumentos, y por esto excusaba los convites. Como Mentor Bitinio, discípulo suyo y muy frecuente en la escuela, comerciase con una concubina suya, dice Favorino en su Historia varia que en medio de la lección lo criticó así:
Por ahí anda un viejo despreciable parecido a Mentor en voz y cuerpo, y quiero desterrarlo de mi escuela.
Y él, levantándose, dijo:
Luego que ellos hablaron, se levantaron estos prontamente.
2. Parece que tenía una gran aversión a la muerte, pues solía decir con frecuencia: Lo que la Naturaza compuso, lo disolverá. Habiendo sabido que Antípatro murió por haber bebido veneno, se estimuló a querer quitarse la vida, y dijo: Dadme también a mí. Y diciendo los circunstantes: ¿qué queréis?, respondió: Vino con miel. Dicen que cuando murió se eclipsó la luna; y de esto podrá decir alguno que parece que sentía su muerte el astro más hermoso después del sol. Apolodoro dice en las Crónicas que murió el año IV de la Olimpiada CLXII, habiendo vivido hasta los ochenta y cinco años. Se conocen unas Epístolas suyas a Ariarte, rey de Capado-cia. Lo demás lo escribieron sus discípulos, pues él nada dejó escrito. Mi epigrama para él, en metro logádico y arquebuleyo, dice:
¿Qué quieres, musa, note a Carnéades? Torpe será la mente quien no vea cuánto temió la muerte; pues enfermo de una temible tisis, todavía no consintió la solución del cuerpo; antes habiendo oído que Antípatro veneno había tomado, dadme, dijo, también cosa que beba. ¿Y qué queréis? ¿Qué? Dadme miel con vino. Repetía igualmente con frecuencia: ¡Ah la Naturaleza que me supo formar, sabrá sin duda, no menos disolverme! Esto no obstante, descendió a la tierra. Era bien conveniente bajase a los infiernos quien granjearse supo tantos males.
3. Dicen que de noche se le agravaban los ojos sin advertirlo, y mandaba al criado que trajese luz, y como éste la trajese y le dijese ya está aquí, respondía: Pues lee tú. Tuvo muchos discípulos, pero el más aventajado fue Clitómaco, de quien hablaremos luego. Hubo otro Carnéades, poeta elegíaco muy frío.
CLITÓMACO
LIBRO QUINTO
ARISTÓTELES
eran muchos sus discípulos, filosofaba sentado, y solía decir:
Es cosa indecorosa, si Jenócrates habla, que yo calle.
Ejercitaba juntos a todos sus discípulos en cada proposición, y al mismo tiempo los instruía en la Retórica.
Morirás presto, mozo que así hablas.
Y así, sucedió, pues habiendo sido partícipe de las asechanzas de Hermolao contra Alejandro, fue puesto y llevado públicamente en una jaula de hierro, en donde se llenó de corrupción y hediondez, y finalmente, fue arrojado a un león, que acabó con su vida.
5. Aristóteles llegó a Atenas y dirigió la escuela por espacio de trece años, luego se fue ocultamente a Calcide, porque el sacerdote Eurimedonte, presidente de los sacrificios (o bien Demófilo, según escribe Favorino en su Historia varia) lo había acusado de impiedad, a causa del himno compuesto para Hermias, y haber puesto al pie de su estatua en Delfos el epigrama siguiente:
Quitó a éste la vida el rey inicuo de los flecheros persas, traspasando las leyes y los pactos de los varones cándidos y fieles. Pero no le dio muerte cuerpo a cuerpo contra la cruenta lanza en la pelea, sino con la falacia y no guardaba fe de hombre engañoso.
Murió allí mismo habiendo bebido el acónito, como dice Eumelo en el libro V de sus Historias, a los setenta años de edad; y añade que tenía treinta cuando entró en la escuela de Platón. Se engaña en esto, pues vivió sesenta y tres, y entró con Platón a los diecisiete. El himno dice así:
¡Oh Virtud, laboriosa a los mortales! ¡Noble y excelso halago de la vida! Por tu belleza, oh Virgen, es en Grecia la muerte ya envidiada, y continuos trabajos se toleran. Tú grabas en la mente de los hombres el no caduco fruto, preferible al oro, a nuestros padres y al blandísimo sueño. Por ti el hijo de Júpiter, Alcides, y los hijos de Leda, mil trabajos sufrieron, tu fuerza publicando con facciones. Por el mismo deseo de a1canzarte, bellísima Virtud, Aquiles y Ayax a la mansión tártara descendieron. Igualmente, el amor de tu hermosura, robó del sollos claros resplandores de Atarna al ciudadano; que siendo ya clarísimo en sus hechos, lo harán más las musas inmortales hijas de la memoria, prendas del firme amor que dan aumento de Jove Hospedador al sacro culto.
Hay un epigrama mío para él, que es el siguiente:
De impiedad acusaba Eurimedonte, sacerdote de Ceres, a Aristóteles, y éste el riesgo evita acónito bebiendo. Esto era realmente lo más fácil para burlar a un sicofanta injusto.
6. Fue el primero que escribió en defensa de sí mismo; y fue en esta misma acusación, como dice Favorino en su Historia varia, y también que dijo que en Atenas:
las peras sobre peras, y los higos maduran sobre higos.
Dice Apolodoro en las Crónicas que Aristóteles nació el año primero de la Olimpiada XCIX; se puso bajo la enseñanza de Platón, y permaneció en ella veinte años, habiendo entrado el diecisiete de su edad. Que pasó a Mitilene siendo arconte Eubulo, el año cuarto de la Olimpiada CVIII; pero muerto Platón el primer año, siendo arconte Teófilo, se fue con Hermias, con quien demoró tres años. Que siendo arconte Pitodoro, se fue con Filipo el año segundo de la Olimpiada CIX, teniendo ya Alejandro quince años de edad. Que regresó a Atenas el año segundo de la Olimpiada CXI, y enseñó en el Liceo por trece años. Y, finalmente, que partió a Calcide el año tercero de la Olimpiada CXIV, donde murió de enfermedad a los sesenta y tres años, en cuyo tiempo murió también Demóstenes en Calabría, siendo arconte Filocles. Dicen que por haber recomendado a Calístenes Alejandro, cayó en desgracia del rey, y que éste, para más afligirlo, favoreció a Anaximenes, y envió regalos a Jenócrates. Ambrión, en la Vida de Teócrito, dice que este lo criticó en el epigrama siguiente:
A Hermias eunuco, y a Eubolón esclavo, he erigido un vacío monumento, más vacío, Aristóteles, de mente.
Y Timón agrega:
Ni del Estagirita la nimiedad y levedad molesta...
Hasta aquí su vida; mas yo he hallado también su testamento, que es como sigue:
7. Haya salud; pero por si algo sucediese, dispone
Aristóteles en esta forma: Será ejecutor de todo y siempre Antípatro; y
hasta que Nicanor se halle en estado de administrar mis bienes, serán
curadores Aristótenes, Timarco, Hiparco, Dióteles y Teofrasto (si le
pareciere bien y conveniente el serlo) de mis hijos, de Herpílida y de
todo lo restante. Cuando la muchacha sea casadera, se dará a Nicanor en
matrimonio; y si muriese (lo que no suceda) antes de casarse, o bien
después de casada, sin tener hijos, Nicanor será dueño de administrar, no
sólo por lo que toca a mi hijo, sino también las demás cosas, ejecutándolo
con la dignidad correspondiente a él y a mí. Cuidará también Nicanor de la
muchacha y del niño Nicomaco, de modo que nada les falte, siéndoles como
padre y hermano. Si a Nicanor aconteciese el morir (lo que no suceda)
antes de recibir en mujer a la muchacha, o bien después de recibida antes
de tener hijos, según él dispusiere, así se cumpla. Si Teofraso quisiera
estar con la muchacha, hágase todo como en Nicanor; pero si no, los
curadores se aconsejarán con Antípatro; y dispondrán de la muchacha y
muchacho según mejor les pareciera. Cuidarán, pues, mis curadores y
Nicanor de tenerme en memoria a mí y a Herpílida, puesto que fue muy
diligente para conmigo y demás cosas mías. Si quisiera casarse nuevamente
no sea con hombre desigual a mí; y se le dará de mis bienes, sobre lo ya
dado, un talento de plata, tres criadas si las quisiera, la esclava que
tiene y el niño Pirreo. También si quisiera vivir en Calcide, sea suya la
hospedería que está junto al huerto, pero si en Estagira, la casa paterna.
Cualquiera de estas dos habitaciones que elija, cuidarán mis ejecutores de
alhajársela del modo que les parezca decente y bastante a Herpílida.
Cuidará también Nicanor de que el muchacho Mirmeco sea devuelto a los
suyos con la decencia a mí correspondiente, junto con el equipaje de él
que recibí. Ambracis quede libre, y cuando se case se le den quinientas
dracmas y la esclavita que tiene. También quiero que se den a Tale, además
de la esclavita que tiene comprada, mil dracmas. Igualmente a Simo, además
del primer dinero dado para comprar un muchacho, se le compre otro, o se
le dé el dinero. Tacon será libre cuando se case mi muchacha, como también
Filón, y Olímpico con su hijito. Ningún niño de mis esclavos será vendido,
sino que de ellos deberán servirse mis herederos, y ya siendo adultos se
les dará libertad según convenga. Cuidarán también de las imágenes
mandadas esculpir a Gritón, y cuando estén concluidas se colocarán; como
igualmente la de Nicanor, la de Proxeno que pensaba regalarle, y la de la
madre de Nicanor. La de Arimnesto, que ya está hecha, se colocará para que
le sirva de monumento, puesto que ha muerto sin hijos. La Ceres de mi
madre será colocada en el Nemeo, o bien donde les pareciere. Cuando se
construya mi sepulcro, se depositarán en él los huesos de Pitíade, como
ella ordenó. Se pondrán también en Estagira los animales de piedra, altos
cuatro codos, que ofrecí por voto a Júpiter conservador y a Minerva
conservatriz.
Dicen que en su herencia se halló mucho cobre. Y Licón asegura que se
lavaba en un labro con aceite tibio, y luego vendía aquel aceite. Algunos
afirman que se ponía sobre el estómago un pellejito de aceite caliente. Y
que cuando se echaba a dormir tomaba en la mano una bola de bronce,
poniendo debajo un cuenco, para que cuando le cayese la bola en el cuenco,
se despertase con el ruido. Se le atribuyen los bellísimos apotegmas
siguientes: Al preguntarle qué ganancia es la de los mentirosos, respondió
que cuando dicen la verdad no son creídos. Como lo criticaran
por haber dado limosna a un hombre malo, dijo: No socorrí las
costumbres, sino el hombre. Solía decir a los amigos y concurrentes en
cualquier lugar que estuviese que la vista recibe la luz del aire que
nos circunscribe, y el alma la recibe de las ciencias. Muchas veces,
cuando se enardecía contra los atenienses, decía que habían sido los
inventores de los granos y de las leyes, pero que usaban de los granos,
mas de las leyes no. Decía que las ciencias tienen las raíces
amargas, pero dulces los frutos. Al preguntarle qué cosa envejece
pronto, respondió: El beneficio. Al preguntarle también qué cosa es
la esperanza, dijo: Es un sueño de un hombre despierto
1. Le daba Diógenes en cierta ocasión un higo seco, y suponiendo que si no lo tomaba le diría algo punzante, lo tomó diciendo: Diógenes ha perdido su higo con su meditada sentencia. Habiéndole dado otro higo, lo recibió, y levantándolo en alto, como hacen los muchachos, dijo: Gran Diógenes, y se lo devolvió. Decía que los muchachos necesitaban de tres cosas: talento, enseñanza y ejercicio. Habiendo oído decir que uno había hablado mal de él, respondió: Estando yo ausente, más que me azote. También que para la recomendación es la hermosura más poderosa que las cartas. Otros opinan que esta sentencia es de Diógenes; y que Aristóteles llamó don a la hermosura; que Sócrates la llamó tirano de breve tiempo; Platón, prerrogativa de la Naturaleza; Teofrasto, tácito engaño; Teócrito, daño de marfil, y Caméades, reino sin guardas.
10. Cuando le preguntaron en qué se diferencian los sabios de los ignorantes, respondió: En lo que los vivos de los muertos. Decía que el saber, en las prosperidades sirve de adorno, y en las adversidades de refugio. Que los padres que instruyen a sus hijos son preferibles a los que solamente los engendran, pues estos les dan la vida, pero aquellos la vida feliz. A uno que se gloriaba de ser de ciudad grande, le dijo: No conviene atender a eso,
sino a si uno es digno de una gran patria. Al preguntarle qué cosa es el amigo, respondió: Un alma que habita en dos cuerpos. Decía que unos hombres eran tan parcos como si fuesen eternos, y otros tan pródigos como si luego hubieran de morir. A uno que le preguntaba por qué con los hermosos conversamos más largo tiempo, le dijo: Esa pregunta es de ciego. Preguntándosele qué ganancia finalmente le había dado la filosofía, respondió: Hacer espontáneamente lo que otros hacen por miedo a las leyes. Preguntado asimismo de qué modo aprovechan los estudiantes, respondió: Siguiendo a los ágiles y no esperando a los perezosos. A un gran hablador, que después de haberlo mortificado con insultos le preguntó si lo había molestado mucho, le respondió: Por Dios que no te estuve atento. Objetándole que había dado limosna a un hombre malo (pues también se refiere así), respondió: No le he dado al hombre, sino a la humanidad. Al preguntarle cómo debemos portamos con los amigos, respondió: Como deseamos que se porten ellos con nosotros. Llamaba a la justicia virtud del alma que distribuye las cosas según el mérito de cada uno, y al saber excelente viático para la vejez". Dice Favorino, en el libro II de sus Comentarios, que solía decir muchas veces: ¡Oh amigos!, no hay ningún amigo. Lo cual se halla también en el libro VII de los Morales. Estas son, en suma, las sentencias que se le atribuyen.
11. Escribió muchos libros; y juzgo preciso mencionarlos, para que se vea el talento de este hombre en todo género de ciencias: De la Justicia escribió cuatro libros; De los Poetas, tres; De la Filosofía, tres; De la Política, dos; De la Retórica, uno titulado Grilo, otro titulado Nerinto, otro El sofista, otro Menexemo, otro Erótico, otro El convite, otro La riqueza, otro Exhortatorio, otro Del alma, otro Del ruego, otro De la nobleza, otro Del deleite, otro titulado Alejandro o De las colonias, otro Del reinar, otro De la enseñanza, tres De lo bueno, tres De las leyes de Platón, dos De la República del mismo Platón, uno De economía, otro De la amistad, otro Del sufrir o Del sufrimiento, otro De las ciencias, dos De las cosas disputables, cuatro De soluciones de argumentos, cuatro De divisiones sofisticas, uno De contrarios, otro De las especies y géneros, otro De los propios, tres De comentarios epiqueremáticos, tres De Proposiciones acerca de la virtud, uno titulado Objeciones, otro De las cosas que se dicen de muchos modos, o bien según el propuesto, otro De la pasión de la ira, cinco De los Morales, tres De los elementos, uno Acerca de la ciencia, otro Del principio, diecisiete De divisiones, uno De los divisibles, dos Del preguntar y responder, dos Del movimiento, uno titulado Proposiciones, cuatro Proposiciones contenciosas, uno Silogismos, nueve Primeros analíticos, dos Segundos analíticos mayores, uno Problemas, ocho Del método, uno De lo mejor, otro De la vida, siete De definiciones antes de los Tópicos, dos De los silogismos, uno titulado Silogístico y Definiciones, otro De lo elegible y Del accidente, uno De lo procedente a los tópicos, dos De tópicos antes de las definiciones, uno De las pasiones, otro De lo divisible, otro titulado Matemático, trece De definiciones, dos De epiqueremas, uno Del deleite, otro De proposiciones, otro De lo espontáneo, otro De lo bello, veinticinco De cuestiones epiqueremáticas, cuatro de Cuestiones amatorias, dos de Cuestiones acerca de la amistad, uno de Cuestiones acerca del alma, dos de Política, ocho de Conversaciones de política, como la de Teofrasto, dos De lo justo, dos De la introducción a las artes, dos Del arte oratoria, uno titulado Arte, dos con el título Otra arte, uno llamado Metódico, otro Introducción al arte de Teodecto, dos de Disertaciones del arte poética, Entimemas retóricos, un libro De la magnitud, otro De la elección de entimemas, otro De la dicción, otro Del aconsejar, dos De las colecciones, tres De la física, uno titulado Físico, tres acerca de la filosofía de Ar-quitas, uno De la de Espeusipo y Jenócrates, otro De las cosas tomadas de Timeo y Arquitas, otro Contra los dogmas de Meliso, otro Contra los de Alcmeón, otro Contra los pitagóricos, otro Contra los dogmas de Gorgias, otro Contra los de Jenócrates, otro Contra los de Zenón, otro De los pitagóricos, nueve De los animales, ocho De Anatomía, uno De elección anatómica, otro De los animales compuestos, otro De los animales fabulosos, otro Del no engendrar, dos De las plantas, uno De fisonomía, dos De las cosas medicinales, uno De la unidad, otro De las señales de las tempestades, otro De Astronomía, otro De Óptica, otro Del movimiento, otro De la Música, otro titulado Memorial, seis De las ambigüedades de Homero, uno De Poética, treinta y ocho De Física, ordenados alfabéticamente; dos De Problemas revistos, dos de Disciplina encíclica, uno De Mecánica, dos De Problemas de Demócrito, uno De la piedra, dos De Justificaciones, uno De Parábolas, doce de Misceláneas, catorce De cosas explicadas según sus géneros, uno De los Juegos Olímpicos, uno Acerca de la música de los Juegos Píticos, uno titulado Pítico, otro El catálogo de dichos Juegos Píticos, otro De las victorias dionisíacas, otro De las tragedias, otro titulado Doctrinas, otro Proverbios, otro La ley comendaticia, cuatro De las leyes, uno De los predicamentos, otro De la interpretación, ciento cincuenta Del gobierno de las ciudades, y en particular de las que lo tienen democrático, oligárquico, aristocrático y tiránico; Cartas a Filipo, Cartas a los selimbrios, cuatro Cartas a Alejandro, nueve a Antípatro, una a Mentor, otra a Aristón, otra a Olimpia, otra a Efestión, otra a Demócrito. Unos versos, cuyo principio es:
Oh casto Dios, y anciano, diestrísimo flechero, etc.
Escribió también elegías, cuyo principio es:
Hija de madre hennosa, etc.
que por todo ascienden a cuatrocientos cuarenta y cinco mil doscientos setenta versos.
destemplado e incontinente. Que el sabio no está absolutamente sin pasiones, pero son moderadas. Definía la amistad como: una recíproca igualdad de benevolencia. Que es de tres especies: una de parentesco, otra de amor y otra de hospitalidad. Que el amor no sólo es propio de la sociedad, sino también de la Filosofía. Que el sabio puede amar, gobernar la República, casarse y vivir en compañía del monarca.
15. Establecía tres especies de vida, a saber, meditativa, operativa y voluptuosa; prefería la meditativa. Decía que la disciplina encíclica es conducentísima para adquirir la virtud. En la Física fue muy diligente en indagar las causas, asignándolas aun a las más mínimas cosas, y por esto escribió no pocos libros de Comentarios físicos. Definió, a imitación de Platón, que
Dios es inmortal, y que su providencia se entiende hasta las cosas celestes, pero que Él es inmutable. Que las cosas terrenas son gobernadas por cierta simpatía con las celestes. Que además de los cuatro elementos, hay otro quinto, de quien constan las cosas etéreas, y que su movimiento es diferente del
de los otros, como que es circular. Que el alma es incorpórea, como que es la primera perfección y la potencia del cuerpo físico orgánico que tiene vida. Según él, hay dos de estas perfecciones o entelequias; llama entelequia a la que tiene apariencia incorpórea y potencial o virtual; como la imagen de Mercurio expresada en cera, capaz de recibir los lineamientos y exacta semejanza, como también su estatua en bronce. Llama también entelequia o perfección habitual la de una concluida y consumada estatua de Mercurio. Dice del cuerpo físico por haber cuerpos artificiales; como los que hacen los artistas, como son una torre, una nave; y otros los que da la Naturaleza; como las plantas, los cuerpos de los animales. Dijo orgánico, esto es, dispuesto para alguna operación; como el ojo para ver, el oído para oír. Pone que tiene vida por su virtud, esto es, en sí mismo; lo cual es en dos maneras: o habitualmente, o actualmente. Se dice tener alma actualmente u operativamente el que está despierto, y habitualmente, el que durmiendo. Para dejar esto decidido, añade: por su virtud o potencia.
Aristójeno en la Vida de Platón. Y el octavo fue un gramático de poco nombre, de quien anda un tratado Del pleonasmo. De nuestro estagirita hubo muchos discípulos; pero el más célebre fue Teofrasto, de quien vamos a tratar a continuación.
TEOFRASTO
1. Teofrasto, nativo de Ereso, fue hijo de Melanto, lavandero de paños. como lo dice Atenodoro en el libro VIII De los Paseos. Fue primero discípulo de Leucipo, paisano suyo, en su misma patria; después lo fue de Platón, y finalmente se pasó a Aristóteles. Cuando partió éste a Calcide, lo sucedió en la escuela, en la Olimpiada CXIV. Se cuenta que un esclavo suyo llamado Pompilo fue también filósofo; así lo dice Mironiano Amastriano en el libro I de sus Capítulos históricos semejantes. Teofrasto fue hombre prudentísimo y amantísimo del trabajo; y según Pánfilas, en el libro XXXII de sus Comentarios, fue maestro de Menandro, poeta cómico. Era además muy amigo de hacer bien, y gran filólogo. Casandro hizo mucho aprecio de él, y Tolomeo lo mandó llamar. Fue tan aceptado por los atenienses, que habiendo Agnónides tenido valor para acusarlo de impiedad, faltó poco para ser él el condenado. Concurrían a su escuela hasta dos mil discípulos; y en la carta que escribió a Fanias, peripatético, le dice, entre otras cosas: No hay un concurso general de toda Grecia, pero tampoco es fácil para todos hallar el asiento que desean. Las lecciones mismas forman las correcciones, y el diferir y omitir todas las cosas no lo sufren ya los tiempos. En esta carta se llama Escolástico. Siendo tal como era, se retiró, no obstante, por un breve tiempo él y los demás filósofos, pues Sófocles, hijo de Anficlido, había puesto por ley que ningún filósofo regentase la escuela sin decreto del Senado y del pueblo, bajo irremisible pena de muerte; pero luego el año siguiente volvieron, habiendo Filión acusado a Sófocles contra dicha ley. Entonces, anulándola los atenienses, multaron a Sófocles con cinco talentos, decretaron el regreso de los filósofos, y mandaron en particular que volviera Teofrasto a su primer empleo.
2. Se llamaba antes Tírtamo, y Aristóteles se lo cambió por el de Teofrasto, a causa de su divino estilo. Aunque fue maestro de Nicomaco, hijo de Aristóteles, también fue su amante, según dice Aristipo en el libro IV De las delicias antiguas. Se refiere que Aristóteles dijo de él y de Calístenes lo mismo que Platón de Aristóteles y Jenócrates, como ya notamos antes. Es que como Teofrasto penetrara todas las cosas con su agudeza de ingenio, y Calístenes fuese naturalmente tardo y obtuso, dijo que aquel necesitaba de freno, y este de espuela. Dicen que tuvo huerto propio en la Academia, después de la muerte de Aristóteles, cooperando para esto Demetrio Falero, amigo suyo. De él se conocen aquellos útiles apotegmas: Antes se ha de fiar de un caballo desenfrenado que de palabras desordenadas. A uno que en cierto convite no hablaba palabra alguna, le dijo: Si tú eres ignorante, obras prudentemente; pero si eres docto, imprudentemente. Solía decir con frecuencia que el tiempo es el gasto o empleo más precioso. Murió a los ochenta y cinco años de edad, habiendo aflojado algún tanto en el trabajo. Mis versos para él dicen así:
No era necio quien dijo que el arco de la ciencia de los hombres si se afloja, se quiebra pues Teofrasto se mantuvo robusto durante su trabajo; pero aflojando en él, perdió la vida.
3. Se cuenta que al preguntarle sus discípulos si les encargaba alguna cosa, respondió que nada tenía que encargarles, sino que la vida humana nos promete falsamente muchas suavidades por adquirir fama y gloria. Nosotros, cuando empezamos a vivir, entonces morimos. No hay cosa más vana e inútil que el amor de la fama. Procurad ser felices. Dejad el estudio de la sabiduría, por ser muy
trabajoso, o aplicaos a él en sumo grado, por la gran gloria que resulta. La vanidad de la vida es mayor que la utilidad. Pero yo ya no estoy para aconsejar lo que debéis hacer; vosotros lo meditaréis... Y diciendo esto, expiró. Es fama de que todo el pueblo ateniense acompañó a pie su funeral, en honra de tan gran varón. Favorino dice que, siendo ya viejo, iba en silla de manos; y que esto lo refiere Hermipo, tomándolo de la historia de Arcesilao Pitaneo, en el discurso que hizo a Lacides Cirineo.
4. Dejó muchísimos libros, los que tengo por muy dignos de que sean aquí anotados, como que muestran bien su gran ingenio. Son los siguientes: tres libros De los primeros analíticos, siete De los postreros analíticos, uno De la solución de los silogismos, otro titulado Epítome de los analíticos, dos De la reducción de los lugares, un escrito polémico acerca de la teoría en las cosas disputables, un libro De los sentidos. otro Contra Anaxágoras, otro De los dogmas de Anaxágoras, otro De los dogmas de Anaximenes, otro De los dogmas de Arquelao, otro De las sales, del nitro y alumbre; dos De las cosas que se petrifican, uno De las líneas indivisibles, dos de Audiciones, uno De los vientos, otro titulado Diferencias de las virtudes, otro Del reinar, otro De la institución del rey, tres De las vidas, uno De la vejez, otro De la Astrología de Demócrito, otro De la disputa sublime, otro De las imágenes, otro De los sucos, colores y carnes, otro Del ornato, otro De los hombres, otro titulado Colección de dichos de Diógenes, tres De distinciones, uno de Eróticas, otro Del amor, otro De la felicidad, dos De las especies, uno De la epilepsia, otro Del entusiasmo, otro De Empédocles, dieciocho de Epiqueremas, tres de Exordios, uno De lo espontáneo, dos del Epítome de la República de Platón, uno De la diferencia de voz en los animales homogéneos, otro De los fenómenos repentinos, otro De los animales que muerden y pican, otro De los que se dicen tienen envidia, otro De los que viven en seco, otro De los que mudan de color, otro De los que cavan sus cuevas, siete De los animales en general, uno Del deleite según Aristóteles, otro Del deleite no según Aristóteles, veinticuatro De cuestiones, uno De lo cálido y lo frío, otro De los torbellinos y oscuridad, otro Del sudor, otro De la afirmación o negación, otro titulado Calístenes o Del llanto; otro Del cansancio, tres Del movimiento, uno De las piedras, otro De la peste, otro Del desmayo, otro titulado Megárico, otro De la melancolía, dos De los metales, uno De la miel, otro Colecciones de Metrodoro, dos De meteoros, uno De la embriaguez, veinticuatro De las leyes, según las letras del alfabeto; diez Epítome de las Leyes, uno Para las definiciones, otro De los olores, otro Del vino y aceite, dieciocho De las primeras proposiciones, otro De los legisladores, seis De política, cuatro De política, según las oportunidades, cuatro De costumbres civiles, uno De la mejor República, cinco Colección de problemas, uno De Proverbios, otro De las concreciones y licuaciones, dos Del fuego, uno De los vientos, otro De la parálisis, otro De la sofocación, otro De la demencia, otro De las pasiones, otro De las señales, dos De los sofismas, uno De la solución de los silogismos, dos de Tópicos, dos Del tormento, uno De los pelos, otro De la tiranía, tres Del agua, uno Del dormir y de los sueños, tres De la amistad, dos De la ambición, tres De la naturaleza, dieciocho De Física, dos Del Epítome de Física, otros ocho De Física, uno A los físicos, diez De historia de las plantas, ocho De las causas de las plantas, cinco De los sucos, uno Del engaño del deleite, una Cuestión acerca del alma, un libro De la creencia sin arte, otro De las simples dudas, otro titulado Armónica, otro De la virtud, otro de Aversiones o contradicciones, otro De la negación, otro De la opinión o sentencia, otro Del ridículo, dos De las tardes, dos De divisiones, uno De las diferencias, otro De las injusticias, otro De la calumnia, otro De la alabanza, otro De la experiencia, tres libros de Cartas, uno De los animales espontáneos, otro De las elecciones, otro titulado Encomios de los dioses, otro De los días festivos, otro De la felicidad, otro De los entimemas, dos De los inventos, uno De las escuelas morales, otro titulado Caracteres morales, otro Del tumulto, otro De la Historia, otro Del juicio o crítica de los silogismos, otro De la adulación, otro Del mar, un libro a Casandro acerca del reino, otro De la comedia, otro De los meteoros, otro De la dicción, otro titulado Colección de discursos, otro titulado Soluciones, tres libros De música, uno De medidas, otro titulado Megacles, otro De las Leyes, otro De las transgresiones de las Leyes, otro titulado Colección de dogmas de Jenócrates, otro Conversaciones familiares, otro, Del juramento, otro Preceptos de retórica, otro De la riqueza, otro De la poesía, otro Problemas políticos, morales, físicos y amatorios; otro titulado Proemios, otro Colección de problemas, otro De problemas físicos, otro Del paradigma o ejemplo, otro De la proposición y narración, otro segundo libro De la poética, otro De los sabios, otro Del consejo, otro De los solecismos, otro Del arte retórica, Diecisiete especies acerca de las artes retóricas, un libro De la hipocresía o simulación, seis De comentarios aristotélicos o teofrásticos, dieciséis De opiniones físicas, uno titulado Epílame de los físicos, otro De la gracia
o favor. Los caracteres morales, un libro De lo falso y verdadero, seis De historia divina, tres libros De los dioses, cuatro De historia geométrica, seis De los epítomes de Aristóteles acerca de los animales, dos libros De epiqueremas, tres De cuestiones o posiciones, dos Del reino, uno De las causas, otro acerca de Demócrito, otro De la calumnia, otro De la generación, otro Del instinto y costumbre de los animales, dos Del movimiento, cuatro De la vista, dos titulados Para las definiciones, uno De lo dado o concedido, otro De lo mayor y menor, otro De los músicos, otro De la felicidad divina, otro A los académicos, otro Exhortatorio, otro Del mejor modo de habitar en la ciudad, otro de Comentarios, otro Acerca del volcán de Sicilia, otro De las cosas concedidas, otro De problemas físicos, otro De cuáles son los modos de saber, tres De lo falso, uno De los ante tópicos, otro a Esquiles, seis De historia astrológica, uno De historia de la Aritmética, otro Del aumento, otro titulado Acicaro, otro De oraciones jurídicas, otro De la calumnia, Cartas sobre Asticreonte, Fanias y Nicanor; un libro De la piedad, otro titulado Euíades, dos De las oportunidades, otro De discursos domésticos, otro De la enseñanza de los niños, otro de la misma materia, diverso del antecedente; otro De la enseñanza, virtudes y prudencia; otro Exhortatorio, otro Del número, otro De definiciones acerca de la dicción en los silogismos, otro Del cielo, dos De política, uno De la Naturaleza de los frutos y de los animales. Todas las obras hacen la suma de doscientos treinta mil ochocientos versos. Tantos fueron los libros que escribió.
5. También he hallado su testamento, que es en esta forma:
Habrá salud; pero por si algo sobreviniese, así dispongo: Todo cuanto hay en mi casa lo doy a Melante y a Pancreón, hijos de León. En orden a las cosas propuestas por Hiparco, quiero que se haga lo siguiente: primero, que se concluya el Museo y estatuas de las diosas, y si puede además añadirse algún ornato más bello. Ítem, que la imagen de Aristóteles se coloque en el templo, y los demás donativos o presentallas que estaban antes en el mismo templo. Ítem, que el portiquillo que había a la entrada del Museo se reedifique no inferior al primero, y que las tablas en que están delineados los círculos de la tierra se coloquen en el pórtico de abajo. Ítem, que se restaure el ara de modo que quede perfecta y decente. Quiero que se concluya la imagen de Nicomaco, y Praxiteles, que hizo el modelo, hará también los demás gastos, y que sea colocada donde pareciera bien a los que tuvieran el encargo de las otras cosas ordenadas en este testamento. Esto es lo que dispongo respecto al templo y donativos.
Molón, a Cimón y a Pancreón; pero Manes y Calias quedarán libres después de que estarán cuatro años en el huerto, trabajando ambos sin reprensión alguna. Cuando de los muebles de casa se hubiesen dado a Pompilo aquellos que bien pareciese a mis ejecutores, lo restante se reducirá a dinero. De Carión hago donación a Demócrito, y de Donaco a Neleb; pero que Eubión sea vendido. Dará Hiparco a Calino tres mil dracmas. A no considerar que Hiparco me ha sido muy útil en otro tiempo, y ahora ha padecido graves menoscabos, ordenaría que partiese el goce de mi herencia con Melante y Pancreón; pero por cuanto veo que no es fácil que la puedan administrar de mancomún, y tengo por más útil a aquellos les dé Hiparco alguna cosa, dará Hiparco a Melante y a Pancreón un talento a cada uno. Dará también Hiparco a mis ejecutores lo que costaren las obras mandadas hacer en mi testamento, luego que cada una esté concluida. Administradas estas cosas por Hiparco, quede libre de todas deudas y obligaciones conmigo; y si en mi nombre viniese a Hiparco algún útil en Calcides, que sea suyo. Los ejecutores de las cosas escritas en este testamento serán: Hiparco, Ne-leo, Estratón, Calino, Demótimo, Calístenes y Tesarco.
Una de las copias del testamento, selladas con el anillo de Teofrasto, se dio a Hegesias, hijo de Hiparco. Fueron testigos Calipo Pela-neo, Filómelo Euonumeo, Lisandro Hibees y Filión Alopecense. La segunda la recibió Olimpiodoro; testigos fueron los mismos; y otra recibió Adimanto de mano de su hijo Andróstenes, que se la llevó de casa de Teofrasto; sus testigos Aimnesto, hijo de Cleóbulo; Lisístrato Tasio, hijo de Fidón; Estratón Lampsaceno, hijo de Arcesilao; Tesipo, hijo de Tesipo, de oficio alfarero, y Discórides Epicefio, hijo de Diomslo.
8. Este es el tenor de su testamento. Hay quien diga que el médico Erasistrato fue discípulo suyo, lo cual es creíble.
ESTRATÓN
Débil era de cuerpo, aunque se ungía, Estratón Lampsaceno. Luchó continuamente con dolencias añejas, y murió sin saber que se moría.
Hubo ocho Estratones: el primero fue discípulo de Isócrates; el segundo, éste de quien hablamos; el tercero fue médico, discípulo de Erasistrato, o según otros quieren, alumno; el cuarto fue historiador de los hechos bélicos de Filipo y Perseo contra los romanos. El sexto fue poeta epigramático; el séptimo, un médico antiguo, como dice Aristóteles; y el octavo fue peripatético, habitante de Alejandría.
3. De nuestro Estratón físico existen también los testamentos, concebidos en la forma siguiente:
Esta es mi disposición testamentaria por si algo me aconteciese. Cuanto tengo en casa lo dejo a Lampirión y Arcesilao. Del dinero que tengo en Atenas curarán primero mis ejecutores de lo perteneciente a mi entierro y de lo que a él se sigue por ley, no haciendo nada de superfluo ni escaso. Ejecutores del testamento serán Olímpico, Arístides, Mnesígenes, Hipócrates, Epícrates, Górgulo, Diocles, Licón y Atenes. Dejo la escuela a Licón, por razón que los demás unos son viejos y otros están ocupados; todos los cuales harán bien ratificándolo y aprobándolo. Le dejo también todos mis libros, excepto los que yo he compuesto; todos los vasos de cocina, los manteles y vasos de mesa.
4. Darán los ejecutores a Epícrates quinientas dracmas y uno de los muchachos, el que pareciere a Arcesilao. Lo primero que harán Lampirión y Arcesilao es dejar libre a Daipo de las obligaciones que contrajo por Ireo; y nada deberá ni a Lampirión ni a sus herederos, sino que quedará libre de toda obligación. Le darán también los ejecutores quinientas dracmas, uno de los muchachos, el que a Arcesilao pareciere, a fin de que habiéndome ayudado mucho en el trabajo y haberme sido muy útil, tenga lo necesario para vivir y ser respetado. Dejo también libres a Diofanto, a Diocles y a Albo; pero devuelvo a Simías a poder de Arcesilao. Igualmente dejo libre a Dromón. Cuando haya venido Arcesilao, calculará Ireo con Olímpico, Epícrates y demás ejecutores los gastos hechos en mi entierro y demás funerales. El resto del dinero lo entregará Arcesilao a Olímpico; pero sin que sea molestado sobre los plazos y tiempo. Quitará también Arcesilao las obligaciones que hizo Estratón a Olímpico y a Aminilas, existentes en poder de Filócrates, hijo de Tisameno. En orden a mi monumento se ejecutará lo que pareciere bien a Arcesilao, Olímpico y Licón.
Esto es lo dispuesto en el testamento, como lo recogió Aristón Ceo.
5. Estratón fue un varón digno de ser admirado, versado en toda especie de ciencias, singularmente en la física, como la más antigua y estudiada.
LICÓN
A Estratón lo sucedió Licón, nativo de la Tróade, hijo de Astianacte; varón elocuente y muy apto para la enseñanza de los niños. Decía
que a los niños debía ingerírseles el pudor y deseo de honores como se aplica a los caballos el látigo y el freno. Su fecundidad y elegancia en el decir y explicar las cosas consta de que acerca de una doncella pobre habla en estos términos: Grave cargo es para el padre una doncella a quien por falta de dote se le pasa aprisa la flor del tiempo. Por esto cuentan que Antígeno dijo de él: Así como el buen olor y belleza de una manzana no se puede trasladar a otra parte, así en este hombre se deben mirar las cosas que decía como las manzanas en el árbol. Y aun, porque era dulcísimo en el decir, añadieron algunos a su nombre la letra G. Pero en el escribir no se parecía a sí mismo. A los que se dolían de no haber aprovechado el tiempo en los estudios y desearían que volviese, los burlaba diciendo que mostraban arrepentirse mucho de un ocio ya irremediable e incorregible. A los que obraban sin consejos les decía que estaban tan faltos de razón como los que quieren explorar la rectitud de la Naturaleza con una regla torcida, o a los que se miran el rostro en agua turbia o en un espejo inverso. Y que a la corona forense aspiraban muchos, pero a la olímpica pocos o ninguno.
2. Sus consejos fueron en varias ocasiones muy importantes para los
atenienses. En su vestir era sumamente curioso y aseado, como dice Hermipo.
Hacía también mucho ejercicio, y disfrutaba perfecta salud corporal; y aun
mostraba una habitud todavía atlética, con las orejas maltratadas y el
cuerpo lustroso, como dice Antígono Caristio. Y se dice que ejerció la
lucha en los juegos iliacos que celebró su patria, como también el juego
de pelota. Era muy estimado de Eumenes y de Atalo, los cuales le hicieron
varios donativos y agasajos. Procuró también Antíoco tenerlo consigo, mas
no lo consiguió. Era tan contrario de Jerónimo, peripatético, que sólo él
no le visitaba en el día de su cumpleaños, de lo cual ya dijimos algo en
la Vida de Arcesilao. Dirigió la escuela por espacio de cuarenta y cuatro
años, habiéndolo dejado Estratón como sucesor en su testamento, en la
Olimpiada CXXVII. Oyó también a Pantedo, dialéctico, y murió a la edad de
setenta y cuatro años, de enfermedad de gota. Hay unos versos míos para
él, que dicen así:
De Licón referir no omitiremos que murió de podagra; pero me admira mucho que anduviese en una sola noche, y con pies de otro, el muy largo camino del infierno.
Hubo otros Licones. El primero fue pitagórico; el segundo, éste de quien hablamos; el tercero fue versista; el cuarto, poeta epigramático.
3. También ha venido a mis manos el testamento de nuestro filósofo, que es en la forma siguiente:
Así dispongo de mis cosas, por si no pudiese sobrellevar esta enfermedad. Cuanto tengo en casa lo doy todo a mis hermanos Astianacte y Licón; y ellos deberán satisfacer cuanto yo recibí de diferentes personas en Atenas, como también los gastos de mi entierro y demás funerales. Lo que tengo en la ciudad y en Egina lo doy a Licón, ya porque tiene mi mismo nombre, ya por haber vivido conmigo muy bien largo tiempo; cuanto y más, que así era justo se hiciese con uno que ha sido tenido por hijo. El paseo lo dejo a los amigos que quieran usarlo, a saber: Bulón, Calino, Aristón, Anfión, Licón, Pitón, Aristómaco, Heraclio, Licomedes y Licón mi sobrino. Determinarán estos quién haya de quedar elegido para regentar la escuela, que deberá ser el que tuvieren por más hábil ya propósito. Lo mismo procurarán sus demás amigos y conocidos, tanto por honor mío como por el de la escuela misma. Bulón y Calino, como los demás familiares, quedan encargados de mis funerales y combustión, cuidando de que no sean escasos ni superfluos. Los efectos procedentes de lo que poseí en Egina los dará Licón después de mi muerte a los jóvenes palestritas, para aceite en la lucha, a fin de que por este beneficio quede memoria mía de cualquiera que me honrare. Colocará también mi estatua en el paraje que más conviene a consulta y deliberación de Diofanto y de Heráclides, hijo de Demetrio. De lo que tengo en la ciudad devolverá Licón a cada uno lo que me haya prestado después que él partió. Bulón y Calino satisfarán a los que acompañaren mi entierro y los gastos de éste con los demás funerales; esto se sacará de las alhajas domésticas que he dejado a entrambos. Honrará también a los médicos Pasitemis y Midias, pues son dignos de ello y de mayores honores, tanto por el cuidado que de mí han tenido como por el arte que profesan.
4. Dejo al hijo de Calino un par de copas tericleas; y a su mujer otro de perlas, un tapete sin vello y otro velloso por ambas haces, un tapiz y dos almohadas de las mejores, a fin de que no parezca que me he desentendido de ellos en orden al aprecio y estimación. Respecto a mis sirvientes ordeno así: a Demetrio, libre ya hace tiempo, le mando volver el precio de su libertad, y le doy cinco minas, un manto y una túnica, para que pueda sustentarse decentemente, ya que trabajó tanto en útil mío. Igualmente devuelvo a Critón Calcedonio el precio de su rescate, y le doy cuatro minas. A Micrón lo dejo libre, y Licón lo mantendrá e instruirá por espacio de seis años contados desde ahora. También doy libertad a Caretas; lo mantendrá Licón, y le doy dos minas y mis libros ya publicados; los no publicados los lego a Calino, a fin de que los publique diligentemente. A Siro, ya liberto, le doy cuatro minas, le entrego a Monedora, y si algo me debe se lo perdono. Lego a Hilara cinco minas, un tapete velloso por ambas caras, dos almohadas, un tapiz y la cama que le agrade. Dejo también libre a la madre de Micrón, a Noemón, a Dión, a Teón, a Eufranor y a Hermias. Agatón quedará libre pasados dos años; y pasados cuatro lo serán también Orfelión y Posidonio, mis esclavos de silla de manos. A Demetrio, a Critón y a Siro le dejo un lecho a cada uno y un tapiz de los que quedan, según a Licón le pareciere. Estas cosas serán para ellos, puesto que cada uno ha demostrado haber ejecutado correctamente lo que se les ha ordenado. En orden a mi sepultura, determinará Licón si me enterrará aquí o en mi patria; y así lo hará, pues bien sé que procurará lo más decente para mí no menos que yo mismo. Ya que haya ejecutado todas estas cosas, será válida la donación de lo aquí contenido. Testigos, Calino Hermioneo, Aristón Ceo y Eufrón Peaniense.
5. Tan sabiamente dispuso todas las cosas acerca del estudio y erudición, que aun hasta en el testamento dejó ver su mucho saber y prudencia, de manera que en esto debe ser imitado.
1. Demetrio, hijo de Fanostrato, fue nativo de Falera y discípulo de Teofrasto. Habiendo orado al pueblo ateniense, lo gobernó por espacio de diez años, y fue honrado de él con trescientas sesenta estatuas de bronce, de las cuales muchas eran ecuestres y puestas en carros y vigas; ejecutadas todas en menos de trescientos días con la mayor diligencia. Empezó a gobernar la República, según dice Demetrio de Magnesia en sus Colombroños, cuando Harpalo, huyendo de Alejandro, se fue a Atenas. Ordenó en su gobierno muchas cosas utilísimas a la patria, le aumentó las rentas y la ilustró con edificios, por más que él no era de sangre ilustre, pues según Favorino en el libro I de sus Comentarios, era de la servidumbre de Conon. Vivía con su ciudadana y noble amiga Lamia, como dice él mismo en el libro I; y en el II asegura que Cleón se sirvió de él para el nefando.
Didimo escribe en sus Convites que fue hermoso de cejas, y que cierta meretriz lo llamaba Lampeto. Dicen que habiendo perdido la vista en Alejandría, se la restituyó Serapis. Con este motivo compuso himnos a Apolo, que todavía se cantan. Siendo como era celebradísimo entre los atenienses, no obstante lo derribó la envidia, que todo lo devora, pues perseguido por asechanzas de algunos, fue sentenciado a pena capital hallándose ausente. No pudieron atraparlo; pero vomitaron su veneno en el bronce, derribando sus estatuas, de las cuales unas las vendieron, otras las sumergieron y otras las quebrantaron para hacer de ellas orinales, como dicen algunos. Solamente quedó libre una en la Roca. Favorino dice en su Historia varia que esto lo ejecutaron los atenienses por orden del rey Demetrio. Según el mismo Favorino, aun acusaron de ilegítimo su principado. Hermipo dice que después de la muerte de Casandro, por temor de Antígono, se fue con Tolomeo Sótero, y que habiendo estado allí mucho tiempo, aconsejó a Tolomeo, entre otras cosas, que diese el reino a los hijos que había tenido con Eurídice; aunque no habiendo él asentido a ello, y dada la diadema al que tenía de Berenice, éste, después de muerto Tolomeo, tuvo a bien guardarlo preso en la provincia, mientras deliberaba lo que debía hacer. Vivió allí muy caído de ánimo, hasta que estando dormitando un día lo mordió un áspid en la mano, y murió. Fue enterrado en la prefectura busiriense, junto a Diópolis. Yo le he compuesto los versos siguientes:
Mató al sabio Demetrio un áspid venenoso, no ya vibrando luces, sino negros infiernos por los ojos.
2. Heráclides, en su Epítome de las sucesiones de Soción, dice que Tolomeo quiso ceder el reino a Filadelfo, pero él lo disuadió, diciéndole: Si a otro lo das, tú no lo tendrás. Cuando lo acusaron en Atenas, faltó poco para ser también condenado el poeta cómico Menandro, no más por ser amigo suyo; así lo he leído, pero lo excusó Telesforo, primo de Demetrio. En la multitud de libros y número de versos excedió a casi todos los peripatéticos de su tiempo, siendo igualmente el más docto y perito de ellos. Sus escritos son, unos de Historia; otros de Política; otros de Poesía; otros de Retórica; otros, oraciones dichas al pueblo; y otros, embajadas. También tiene colecciones de discursos esópicos y otras obras más. Son, pues, cinco libros De las leyes de los atenienses; dos De los ciudadanos atenienses; dos Del gobierno o conducción del pueblo; uno De las leyes; dos De Retórica; dos De la milicia; dos acerca de la Ilíada; cuatro acerca de la Odisea; uno titulado Tolomeo; otro libro amatorio; otro llamado Fedondas; otro Medón; otro Cleón; otro Sócrates; otro Aristómaco; otro Artajerjes; otro Homérico; otro Arístides; otro Exhortatorio; otro Por la República; otro sobre el Decenio; otro De los Jones; otro sobre embajadas; otro De la fe; otro De la gracia; otro De la fortuna; otro De la magnificencia; otro De las nupcias; otro De la opinión; otro De la paz; otro De las leyes; otro De los estudios; otro De la oportunidad; otro titulado Dionisio; otro Calcídico; otro De la incursión de los atenienses; otro De Antijanes; otro Proemio histórico; otro De cartas; otro Asamblea jurada; otro De la vejez; otro titulado Derechos; otro acerca de Esopo, y otro De críos.
3. Su estilo es filosófico e interpolado de nervio y vigor retórico. Habiendo oído que los atenienses habían derribado sus estatuas, dijo:
Pero no han derribado la virtud por la cual me las habían puesto. Decía que las cejas no son parte de poca entidad, pues pueden oscurecer toda la vida del hombre. No sólo llamaba ciegas a las riquezas, sino también a la fortuna que las dirige. Que cuanto puede el hierro en la guerra, tanto vale la lengua en el gobierno de la República. Habiendo visto una vez a un joven lujurioso, dijo: He aquí un Mercurio cuadrado con manto, vientre, genitales y barba. Decía que a los hombres soberbios se les debía cortar algo de la altura y dejarles el concepto que de sí tienen. Que los jóvenes deben reverenciar en su casa a los padres, en la calle a todos y en la soledad a sí mismos. Llamaba amigos a los que en las prosperidades acuden siendo llamados, y en las calamidades sin serlo. Esto es lo que se le atribuye.
4. Hubo veinte Demetrios memorables: el primero fue retórico cartaginés, más antiguo que Trasímaco; el segundo, éste de que hablamos; el tercero, un peripatético bizantino; el cuarto se llamó el Dibujante, por ser pintor, y fue bastante conocido y hábil; el quinto fue Aspendio, discípulo de Apolonio Solease; el sexto, Calaciario, que escribió veinte libros de Asia y Europa; el séptimo, bizantino, que escribió en trece libros el pasaje de los galos de Europa a Asia; y en otros ocho las cosas de Antíoco y Tolomeo, y el gobierno de Libia por éstos; el octavo fue sofista, habitante de Alejandría, y escribió De arte oratoria; el noveno fue gramático adramiteno, apellidado Ixión por haber hecho, según parece, alguna injuria a Juno; el décimo fue un gramático cireneo, apodado Tinaja. Varón digno de memoria; el undécimo fue nativo de Escepsis, hombre rico, noble. y gran filólogo. Este promovió al ciudadano Metrodoro. El duodécimo fue gramático eritreo, hecho ciudadano de Temno; el decimotercero fue de Bitinia, hijo de Difilo Estoico y discípulo de Panecio Rodio; el decimocuarto fue retórico de Esmima. De estos, todos fueron prosistas; los restantes, poetas. El primero fue poeta de la comedia antigua; el segundo, poeta épico, de quien sólo queda lo que dijo contra los envidiosos, y es lo siguiente:
Menosprecian al hombre mientras vive y cuando ya no existe lo desean. Por un vano sepulcro y simulacro contienden las ciudades y los pueblos.
El tercero fue nativo de Tarso, y escribió sátiras; el cuarto escribió yambos, y fue hombre mordaz; el quinto fue estatuario, de quien Polemón hace memoria; el sexto fue poeta misceláneo, y compuso cosas de Historia y Retórica.
HERÁCLIDES
la mente, Del alma, Del alma en particular, De la naturaleza y de los simulacros, Contra Demócrito, De lo que hay en el cielo, De lo que hay en el infierno; dos libros de Vidas, uno titulado Causas de las enfermedades, otro De lo bueno, Contra Zenón, y otro Contra Metrón. Los libros gramáticos son: dos acerca de la edad de Homero y Hesíodo, y dos De Arquíloco y Homero. Los de música son: tres De cosas contenidas en Eurípides y Sófocles, dos De música, dos De soluciones homéricas, uno Teoremático, otro De los tres poetas trágicos, otro titulado Caracteres, otro De la poesía y poetas, otro De la conjetura, otro De la previsión, cuatro De narraciones acerca de Heráclito, uno De narraciones acerca de Demócrito, dos De soluciones en las controversias, uno titulado Axiomas, otro De las especies, otro titulado Soluciones, otro Amonestaciones, otro A Dionisio. Sobre la Retórica escribió: Del orar, o sea Protágoras. y de Historia escribió acerca de los pitagóricos y de los inventos. Algunas de estas obras las compuso con estilo cómico; como la Del deleite y la De la prudencia. Otras con estilo trágico, como la De lo que hay en el infierno, la De la piedad y la Del poder. Usa también cierta medianía en el lenguaje, a imitación de filósofos, capitanes y ciudadanos que se comunican entre sí. Existen además obras suyas, De Geometría y Dialéctica. En todas ellas su estilo es variado, conciso y muy poderoso para captar los ánimos.
3. Parece también que libertó a su patria tiranizada, quitando la vida al tirano, según afirma Demetrio de Magnesia en sus Colombroños, el cual trae la historia siguiente. Dice que crió un dragón desde pequeñito hasta la magnitud justa, y hallándose ya cercano a la muerte, llamó a un confidente suyo, y le encargó que luego que muriese, escondiese su cadáver y pusiese el dragón en la cama, para que pareciese que él había ascendido a los dioses. Así se ejecutó todo. Luego, al sacar a entierro los ciudadanos a Heráclides, y celebrando su buena memoria, como el dragón oyó las voces, salió de entre la ropa y asustó a muchos. Por último se descubrió todo, y Heráclides compareció, no como creía, sino como era. Hay unos versos míos para él, que dicen así:
Dejar querías a los hombres todos opinión, oh Heráclides, que muriendo en dragón te transformaste; mas saliste engañado, pues la bestia dragón era, por cierto, y tú la bestia fuiste antes que sabio.
Esto lo refiere también Hipoboto.
Sófocles. Advirtiendo esto Dionisio, avisó del hecho a Heráclides; mas como este lo negase o no quisiese creer, le escribió aquel los primeros versos, cuyas letras iniciales decían Pagcalos. Este Pancalo era bardaja de Dionisio. Como todavía no lo creyese, y dijese que podía haber sido obra del acaso, le volvió a escribir Dionisio diciendo que también hallaría en la misma obra lo siguiente:
No se coge con lazo mona vieja; y si acaso se coge, se coge con trabajo y mucho tiempo.
Como también que hallaría esto en los mismos versos:
Heráclides no conoce las letras, y no se avergüenza.
6. Hubo catorce Heráclides: el primero, éste de quien hablamos; el segundo, paisano suyo, el cual compuso pirriquias y cosas de poca monta; el tercero fue curveo, y escribió en cinco libros las cosas de Persia; el cuarto, también curveo, fue retórico y escribió de este arte; el quinto fue calaciano o alejandrino, el cual escribió las Sucesiones en seis libros, y la Oración lembéutica, por la cual era llamado Lembo; el sexto fue alejandrino y escritor de los idiomas pérsicos; el séptimo fue bargilefta, y escribió contra Epicuro; el octavo, médico hicesio; el noveno, médico empírico, nativo de Taranto; el décimo escribió reglas de poesía; el undécimo, fue escultor foceo; el duodécimo, un hábil poeta epigramático; el decimotercero fue de Magnesia, y escribió las cosas de Mitríades; y el decimocuarto escribió de astrología.
LIBRO SEXTO
ANTÍSTENES
o es. Decía a menudo: Primero maniático que voluptuoso. Y asimismo: Conviene tratar con aquellas mujeres que correspondan agradecidas. A cierto joven que, habiendo de ir a su escuela, le preguntó qué necesitaba, le respondió: De un cartapacio nuevo, de una pluma nueva y de una tablita nueva, manifestando con ello que necesitaba de juicio. A uno que le preguntaba de qué calidad debía ser la mujer con quien se casaría, le dijo:
Si la recibes hermosa, será común a otros; si es fea, te será gravosa. Habiendo oído en cierta ocasión
que Platón hablaba mal de él, respondió: De reyes es el oír males, habiendo hecho bienes. Cuando fue iniciado en los misterios orfeicos, como el sacerdote le dijese que dos iniciados en tales misterios eran participantes de muchos bienes en el infierno, respondió: Pues tú, ¿por qué no te mueres? Objetándole una vez el que no era hijo de dos libres, respondió: Ni tampoco de dos palestritas o luchadores, y no obstante, soy palestrita.
3. Al preguntarle por qué causa tenía pocos discípulos, respondió: Porque no los arrojo de mí con vara de plata. Preguntado también por qué corregía a sus discípulos tan acerbamente, dijo: También los médicos a los enfermos. Habiendo una vez visto a un adúltero, dijo: ¡Oh infeliz, de cuánto peligro huir pudiste con un óbolo! Según Hecatón, en sus Críos, solía decir que era mejor caer en poder de cuervos que en el de aduladores, pues aquellos devoran a los muertos, y éstos a los vivos. Al preguntarle qué cosa era la mejor para los hombres, respondió: El morir felices. La
mentándose una vez en su presencia un amigo suyo de que había perdido unos Comentarios, le dijo: Convendría que los hubieses escrito en el alma, y no en el papel. Decía que como el hierro es comido de la escoria, así de la propia malignidad los envidiosos. Que los que quieren ser inmortales deben vivir pía y justamente. Que las ciudades se pierden cuando no se pueden discernir los viles de los honestos. Alabado una vez por ciertos hombres malos, dijo: Temo haber cometido algún mal.
4. Decía que la vida unánime y concordé de los hermanos es más fuerte que toda muralla. Que para la vida se deben prevenir aquellas cosas que en un naufragio salgan nadando con el dueño. Censurándole en cierta ocasión el que andaba con los malos; respondió: También los médicos andan entre los enfermos y no cogen calenturas. Llamaba cosa absurda quitar el joyo de las mieses, y del ejército los soldados inhábiles, sin arrojar de la República los malos. Preguntado qué había sacado de la filosofía, respondió: Poder comunicarme conmigo mismo. A uno que en un convite le dijo que can
tase, le respondió: Toca tú la flauta. A Diógenes, que le pedía una túnica, le dijo: que doblase el manto. Al preguntarle qué disciplina es la más necesaria, dijo: Desaprender el mal. A los que oían que se hablaba mal de ellos, los amonestaba a que lo sufriesen con paciencia aún más que si uno fuese apedreado.
5. Criticaba a Platón de ser fastuoso; y en cierta pompa pública, viendo relinchar a un caballo, le dijo: Me parece que tú hubieras sido un bellísimo caballo. Dijo esto porque Platón alababa mucho a cierto caballo. Habiendo venido una vez a visitar a Platón, que estaba enfermo, y mirando una vasija en que había vomitado, dijo: Veo aquí la cólera; pero el lujo no lo veo. Aconsejaba a los atenienses que hiciesen un decreto de que los asnos eran caballos; y teniendo ellos esto por cosa irracional, dijo: Pues entre vosotros también se crean generales de ejército que nada han estudiado, y sólo tienen en su favor el nombramiento. A uno que le decía: Muchos te alaban, le respondió: Pues yo, ¿qué mal he hecho? Como pusiera una vez a la vista la parte más rasgada de su palio, mirándolo Sócrates, dijo: Veo por el palio tu gran sed de gloria. Preguntado por uno (así lo dice Fanias en el libro que compuso De los socráticos) qué debía hacer para ser honesto y bueno, le respondió: Aprende a ocultar tus vicios de los que los conocen. A uno que loaba las delicias, le dijo: Los hijos de los enemigos viven deliciosamente. A un joven que se hermoseó demasiado para ser retratado de relieve, le dijo:
Di tú: si el bronce recibiese voz, ¿de qué piensas que se gloriaría? Diciendo él que de la hermosura, respondió: ¿Pues no tienes vergüenza de parecerte en la alegría a un inanimado? Habiéndole un joven póntico ofrecido que lo cuidaría mucho luego que llegase su nave cargada de pescado salado, tomando él un costal vacío fue con una vendedora de harina, y llenándolo bien; se lo llevaba; mas como la mujer le pidiese el valor de la harina, le dijo: Este joven lo dará cuando llegue su nave con pescado salado.
según la virtud. Que se ha de casar con motivo de procrear hijos y con mujeres hermosísimas. Que ha de amar, pues sólo el sabio sabe la que debe ser amada. Diocles le atribuye también lo siguiente: Para el sabio ninguna cosa hay peregrina, ninguna extraña. El bueno es digno de ser amado, y el virtuoso bueno para ser amigo. Debe en la guerra buscarse aliados que sean animosos, y al mismo tiempo justos. La virtud es un arma que no puede quitarse. Más útil es pelear con pocos buenos contra muchos malos, que con muchos malos contra pocos buenos. Conviene precaverse de los enemigos, pues son los primeros en notar nuestros pecados. En más se ha de tener un justo que un pariente. La virtud del hombre y la de la mujer es la misma. Lo bueno es lo hermoso; lo malo, lo torpe. Ten por extraño todo lo malo. El muro más fuerte es la prudencia, pues ni puede ser demolido ni entregado. Los muros deben construirse en nuestro inexpugnable raciocinio y consejo.
8. Debatía en el Cinosargo, gimnasio cercano a la ciudad, de donde dicen algunos que tomó el nombre la secta cínica. Aun él solía llamarse a sí mismo Aplocuon. Fue el primero, según Diocles, que duplicó el palio, sin llevar otra ropa, y que tomó báculo y zurrón, Neantes dice que fue el primero que duplicó los vestidos, y Sosícrates, en el libro III de las Sucesiones, dice que Diodoro Aspendio fue quien crió barba y usó báculo y zurrón. De todos los socráticos, sólo a este celebra Teopompo. Dice que fue muy hábil, y que con la elegancia de su conversación captaba a cualquiera. Esto consta de sus mismos escritos y del Convite de Jenofonte. Parece que fue también autor de la secta estoica rigurosísima. Así, Ateneo, poeta epigramático, habla de esto en la forma siguiente:
¡Sabios estoicos, que excelentes dogmas en páginas sagradas recogisteis, diciendo doctamente que sólo la virtud es bien del alma! Sí; pues con ella sola está segura la vida de los hombres y los pueblos. Si para otros varones fue el deleite último fin, Euterpe dio motivo.
9. Antístenes fue quien condujo a Diógenes a su tranquilidad de ánimo, a Crates a su continencia y a Zenón a su paciencia. Así que él puso los fundamentos de esa República. Jenofonte dice que fue suavísimo en la conversación y en las demás cosas muy moderado. Andan diez tomos de escritos suyos; en el primero están los tratados siguientes: De la dicción o locución, o sea De las figuras; Ayax, u Oración de Ayax; Ulises, o De Ulises; Apología de Orestes, que trata de los escritores jurídicos; Isógrafe, o Desias, o sea Isócrates, contra el escrito de Isócrates titulado Amartiros. En el tomo segundo se hallan los libros siguientes: De la naturaleza de los animales; De la generación de los hijos, o sea De las nupcias: es obra amatoria; De los sofistas, libro fisonómico; De la justicia y fortaleza, diálogo monitorio, primero, segundo y tercer libro; el cuarto y quinto tratan de Teógnides. El tomo tercero contiene los tratados Del bien, De la fortaleza, De la Ley o De la República, De la Ley o De lo honesto y justo; De la libertad y servidumbre, De la fe, Del curador
10. Murió de enfermedad, al tiempo que llegando a él Diógenes, le dijo: ¿Necesitas de un amigo? Había entrado ya antes con un puñal, y diciendo Antístenes: ¿Quién me librará de estos males?, respondió Diógenes mostrando el puñal: Éste. A lo cual replicó Antístenes: De los males digo, no de la vida. Parece que el deseo de vivir le hacía sufrir la enfermedad con mayor resignación. Mis versos para él son los siguientes:
Fuiste, Antístenes, perro con tanta propiedad mientras viviste, que mordiste a los hombres, si con los dientes no, con las palabras. De tísica moriste; y dirá alguno: ¿Pues cómo? ¿No era fuerza que otro lo condujera a los infiernos?
Hubo otros tres Antístenes: uno, de la escuela de Heráclito; otro, efesio; y otro, cierto historiador rodio.
11. Hasta aquí hemos tratado de los que salieron de las escuelas de Aristipo y Fedón; mencionaremos ahora a los que procedieron de Artístenes, que son los cínicos y estoicos.
DIÓGENES
1. Diógenes, hijo de Icesio, banquero, fue nativo de Sínope. Diocles dice que como su padre tuviese Banco público y fabricase moneda adulterada, huyó Diógenes. Pero Eubúlides, en el libro De Diógenes, afirma que el mismo Diógenes fue quien lo hizo, y salió desterrado con su padre. Aun él mismo dice de sí en su Poda lo que fue monedero falso. Algunos escriben que habiendo sido hecho director de la Casa de la Moneda, se dejó persuadir de los oficiales para fabricar moneda, y que pasó a Delfos, o a Delos, patria de Apolo, donde le preguntaron si ejecutaba aquello a que lo habían inducido. Que no habiendo entendido el oráculo, y creído que se le permitía la falsificación de la moneda pública, lo ejecutó; fue agarrado, y según algunos, desterrado; aunque otros dicen que se fue voluntariamente por miedo que tuvo. Otros, finalmente, afirman que falsificó moneda que le dio su padre; que éste murió en la cárcel, pero que Diógenes huyó y se fue a Delfos. Que preguntó no si adulteraría moneda, sino qué debía practicar para ser hombre célebre, y de esto recibió el oráculo referido.
comendable de todos; pero al ver a los intérpretes de sueños, los adivinos y cuantos los creen,
o a los que se ciegan por la gloria mundana y riquezas, nada tenía por más necio que el hombre. Decía que su ordinario modo de pensar era que en esta vida, o nos hemos de valer de la razón o del dogal. Viendo una vez a Platón que en un gran convite comía aceitunas, dijo: ¿Por qué causa, oh sabio, navegas a Sicilia en busca de semejantes mesas, y ahora que la tienes delante no la disfrutas? Y respondiendo Platón: Yo, cierto, oh piógenes, también comía allá aceitunas y cosas semejantes; repuso Diógenes: ¿Pues de qué servía navegar a Sicilia? ¿Acaso el Ática no producía entonces aceitunas? Favorino escribe en su Historia varia que esto lo dijo Aristipo; y que una vez, comiendo higos secos, se le puso delante, y le dijo: Puedes participar de ellos; y como Platón tomase y comiese, le dijo: Participar os dije, no comer.
Hombres, en ninguna parte; muchachos sí los he visto en Lacedemonia. Haciendo una vez un discurso muy sabio y provechoso, como nadie llegase a oírlo, se puso a cantar. Concurrieron entonces muchos; mas él, dejando el canto, los
reprendió diciendo que a los charlatanes y embaucadores concurrían diligentes, pero tardos y negligentes a los que enseñan cosas útiles. Decía que los hombres contienden acerca del cavar y del acocear, pero ninguno acerca de ser honestos y buenos. Se admiraba de los gramáticos, que escudriñan los trabajos de Ulises e ignoran los propios, También de los músicos, que acordando las cuerdas de su lira, tienen desacordes las costumbres del ánimo. De los matemáticos, porque mirando al sol y a la luna no ven las cosas que tienen a los pies. De los oradores, porque procuran decir lo justo, mas no procuran hacerlo, De los avaros, porque vituperan de palabra el dinero y lo aman sobre manera. Reprendía a los que alaban a los justos porque desprecian el dinero, pero imitan a los adinerados. Se conmovía de que se ofreciesen sacrificios a los dioses por la salud, y en los sacrificios mismos hubiese banquetes, que le son contrarios. Se admiraba de los esclavos que viendo la voracidad de sus amos nada hurtaban de la comida. Loaba mucho a los que pueden casarse y no se casan; a los que les importa navegar y no navegan; a los que pueden gobernar la República y lo huyen; a los que pueden abusar de los muchachos y se abstienen de ello; a los que tienen oportunidad y disposición para vivir con los poderosos y no se acercan a ellos. Decía que debemos alargar las manos a los amigos con los dedos extendidos, no doblados.
jóvenes con la cabeza a medio esquilar, le dieron algunos golpes; pero él, escribiendo después los nombres de los que lo habían golpeado en una tablita blanca, se la ató encima y anduvo con ella. De este modo vindicó su injuria, exponiéndolos a la reprensión y censura de todos. Esto lo menciona Metrocles en sus Críos. Llamábase perro a sí mismo; pero decía que lo era de los famosos y alabados, no obstante que ninguno de los que lo alababan saldría con él a caza.
9. A uno que decía que vencía a los hombres en los juegos pitios, le respondió: Yo soy quien venzo a los hombres; tú vences a los esclavos. A unos que le dijeron: Viejo eres, aminora el trabajo; les respondió: ¡Vamos! Pues si yo corriera un largo espacio y estuviera ya cercano a la meta, ¿no debía entonces apurar el paso en vez de retardarlo? Convidado a un banquete, dijo que no iría, porque habiendo estado el día antes no había tenido gusto. Caminaba descalzo sobre la nieve y demás cosas que dijimos antes. Probó también a
comer carne cruda, pero no pudo digerirla. Halló una vez al orador Demóstenes comiendo en una taberna; y como éste se retirase, le dijo:
Cuanto más adentro te metas, más en la taberna estarás. Otra ocasión, queriendo unos forasteros ver a Demóstenes, extendiendo el dedo de en medio, dijo: Ése es el conductor del pueblo ateniense. Para reprender a uno que tenía vergüenza de levantar el pan que se le había caído, le colgó al cuello una vasija de barro y lo condujo por el cerámico diciendo imitaba a los maestros de coro, los cuales se salen a veces del tono para que los demás tomen el correspondiente.
10. Decía que muchos distan sólo un dedo de enloquecer, pues quien lleva el dedo de en medio extendido parece loco; pero no si el índice. Que las cosas mejores se venden por muy poco precio, y al contrario, pues una estatua se vende por tres mil dracmas, y un quénice de harina en no más de dos dineros. A Jeníades, que lo compró, le dijo: Cuidado de hacer lo mandado, al cual, como le dijera:
Eso es correr los ríos hacia arriba, le respondió: Si estando enfermo hubieras comprado un médico, ¿no lo obedecerías? ¿Le dirías que los ríos corren hacia arriba? A uno que quería ser su discípulo en la filosofía le dio un pececillo que llaman saperda para que lo siguiese con él; mas como éste por vergüenza lo arrojase y se fuese, habiéndolo después encontrado, le dijo: Una saperda deshizo tu amistad y la mía.
11. Diocles cuenta el caso de este otro modo. Al decirle uno: Mándanos, Diógenes, sacó un pedacito de queso, y se lo dio para que lo llevase. Rehusándolo aquel, dijo Diógenes: Medio óbolo de queso deshizo tu amistad y la mía. Habiendo visto una vez que un muchacho bebía con las manos, sacó su colodra del zurrón y la arrojó diciendo: Un muchacho me gana en simplicidad y economía. Arrojó también el plato, habiendo igualmente visto que otro muchacho, cuyo plato se había quebrado, puso las lentejas que comía en una poza de pan.
12. Silogizaba de esta forma: De los dioses son todas las cosas; los sabios son amigos de los dioses, y las cosas de los amigos son comunes; luego todas las cosas son de los sabios. Habiendo una vez visto que cierta mujer se postraba ante los dioses indecentemente, queriéndola corregir, le dijo: ¿No te avergüenzas, oh mujer, de estar tan indecente, teniendo detrás a Dios, que lo llena todo? Esto lo refiere Zoilo Pergeo. Dedicó a Esculapio la imagen de uno que hacía dar contra tierra la cara de los que la bajaban hasta junto a ella en sus adoraciones. Solía decir que habían caído sobre él las imprecaciones de las tragedias, pues ni tenía ciudad ni casa, estaba privado de patria, era pobre, errante, y pasaba una vida efímera. Que oponía a la fortuna el ardimiento; a la ley la naturaleza, y la razón a las pasiones. Estando tomando el sol en el Cranión, se le acercó Alejandro y le dijo: Pídeme lo que quieras; a lo que respondió él: Pues no me hagas sombra.
ratones sobre su mesa, dijo: He aquí que Diógenes también mantiene parásitos. Como Platón lo llamase perro, respondió: Dices bien, puesto que me volví a los que me vendieron. Saliendo de los baños, a uno que le preguntó si se bañaban muchos hombres, dijo que no; pero a otro que le preguntó si había mucha gente, dijo que sí. Habiendo Platón definido al hombre como animal de dos pies sin plumas, y gustándole esta definición, tomó Diógenes un gallo, le quitó las plumas y lo echó en la escuela de Platón, diciendo: Éste es el hombre de Platón. Y así se añadió a la definición, con uñas anchas. A uno que le preguntó a qué hora conviene comer, le respondió: Si es rico, cuando quiere; si pobre, cuando puede.
como las aspersiones no te lavan de tus pecados en la gramática, tampoco lavarán los crímenes de tu vida?
Culpaba a los hombres acerca de la oración, diciendo que piden no las cosas realmente buenas sino las que les parecen buenas. A los que se amedrentan de los sueños, les decía: ¡No os conmovéis de lo que hacéis despiertos, y vais escudriñando lo que imagináis dormidos! En los juegos olímpicos, habiendo pronunciado el pregonero: Venció Dixipo a los hombres, dijo Diógenes: Ése venció a los esclavos; yo, a los hombres. Era amado de los atenienses, pues a un mozo que le quebró la tinaja lo castigaron con azotes, y a Diógenes le dieron otra. Dionisio Estoico dice que habiendo quedado prisionero después de la batalla de Queronea, fue llevado a Filipo, y como éste le preguntase quién era, respondió: Un espía de tu insaciabilidad. Fue admirado por esto, y puesto en libertad.
17. Al enviar Alejandro una carta a Antípatro, que estaba en Atenas, por mano de un tal
Atlías, como Diógenes se hallase presente, dijo: Atlías, de Atlías, por Atlías, a Atlías. Cuando Perdicas lo amenazó de que lo había de matar si no iba a verlo, le dijo: No harás una gran cosa, pues un escarabajo y un falangio lo harían también; y le dijo por contra amenaza que sin él viviría feliz. Solía clamar con frecuencia, diciendo que los dioses han dado a los hombres una vida fácil; pero que ésta se oculta a los que van buscando dulzuras, ungüentos y cosas semejantes. Así, a uno a quien un criado estaba calzando, le dijo: Todavía no eres dichoso si no te suena también las narices; pero esto será cuando te sean cortadas las manos.
saludaba así: Dios te guarde, gallo. Preguntándole él la causa de esto, respondió: Porque cantando haces levantar a todos. Estando una multitud de personas mirando a un joven que refería alguna cosa, Diógenes se llenó el seno de altramuces y se puso a comer enfrente; y como las personas se volviesen a él, dijo que se maravillaba de que dejando al otro, lo mirasen a él.
21. Al decirle uno muy supersticioso: De un golpe te romperé la cabeza, le respondió: Y si yo estornudo, a tu lado izquierdo, te haré temblar. Cuando Hegesias le pidió alguno de sus escritos para leerlo, le dijo: Necio eres, Hegesias, que buscas los higos pintados, y no los verdaderos, dejando la verdadera y efectiva ejercitación y yéndote a la escrita. A uno que le objetaba el destierro, le dijo: Por ese mismo destierro, oh infeliz, he sido filósofo. Al decirle también otro: Los sinopenses te condenaron a destierro, respondió: Y yo a ellos a quedarse. Habiendo visto a un vencedor en los juegos olímpicos que guardaba ovejas, le dijo: Pronto, amigo, pasaste de los juegos olímpicos a los nemeos.
22. Al preguntarle por qué los atletas eran insensibles, respondió: Porque son compuestos de carne de puerco y de buey. Pidió una vez que le pusieran estatua; y preguntado por qué pedía esto, respondió: Porque quiero no conseguirlo. Pidiendo asistencia a uno (pues en los principios la pobreza lo obligó a pedir), le dijo: Si has dado ya a otro, dame también a mí; y si a nadie has dado, comienza por mí. Al preguntarle una vez un tirano qué metal sería mejor para una estatua, respondió: Aquel de que se fundieron las de Harmodio y Aristogitón. Cuando le preguntaron cómo usaba Dionisio de los amigos, respondió:
Como costales de harina, que cuando están llenos los cuelga, y cuando vacíos, los arroja. Habiendo un recién casado escrito sobre la puerta de su habitación: Hércules Calínico, hijo de Júpiter, habita aquí; nada malo entre, añadió Diógenes a continuación: Después de la batalla, el socorro. Al amor
del dinero lo llamaba la metrópoli de todos los males. Viendo en una hostería a un pródigo que comía aceitunas, le dijo: Si así hubieras comido no cenaras así.
¿A qué venís, amigo? ¿Por ventura pretendes desnudar algún difunto?
Cuando le preguntaron si tenía algún criado o criada, dijo que no; y replicándole que quién lo llevaría al sepulcro cuando muriese, respondió: El que necesite de casa. Habiendo visto a un joven muy hermoso que dormía sin que nadie lo cuidara, lo despertó diciéndole:
Levántate. No sea que durmiendo por detrás con su dardo alguien te hiera.
A uno que prevenía muchos y preciosos comestibles, le dijo:
Pronto, hijo, morirás, que tanto compras.
Disputando Platón acerca de las ideas, y usando de las voces mesalidad y vaseidad, dijo: Yo, oh Platón, veo la mesa y el vaso; pero no la mesalidad ni la vaseidad. A esto respondió Platón: Dices bien, pues tienes ojos con que se ven el vaso y la mesa, pero no tienes mente con que se entiende la mesalidad y vaseidad. Preguntado por uno quién le parecía que había sido Sócrates, respondió: Un loco. Al preguntarle cuándo deben casarse los hombres, respondió: Los jóvenes, todavía no; los viejos, nunca. Preguntándole uno qué quería, y dejarse dar una bofetada, respondió: Un momón. Al ver un mocito que se adornaba mucho, le dijo: Si lo haces por los hombres, es inútil; si por las mujeres, malo. Viendo a otro joven a quien le salían los colores al rostro, le dijo: Ten ánimo, que ése es el color de la virtud.
25. Habiendo una vez oído a dos abogados, los condenó a ambos diciendo: Uno nada ha quitado; el otro nada ha perdido. Al preguntarle qué vino le gustaba más, respondió: El ajeno. A uno que le decía: Muchos se burlan de ti, le respondió: Pero yo no soy burlado. A otro que decía que el vivir es malo, le dijo: No el vivir, sino el vivir mal. A los que lo instaban a que buscase un esclavo que se le había huido, les respondió:
Es cosa ridícula que pudiendo Manes vivir sin Diógenes, no haya Diógenes de poder vivir sin Manes. Estando comiendo aceitunas, como le sacaran una torta, arrojó las aceitunas, y dijo:
Cede al momento, oh huésped, a los tiranos el lugar que ocupas.
Y después agregó:
Azotó la aceituna.
Cuando le preguntaron qué raza de perro era la suya, respondió: Cuando hambriento, melitense; cuando harto, molósico. También soy de aquellos perros que muchos alaban, pero por el trabajo no se atreven a salir con ellos a caza; y así, ni conmigo podéis vivir por miedo de los trabajos.
26. Al preguntarle si los sabios comen tortas, respondió: De todo, como los demás hombres. Siendo igualmente preguntado por qué los hombres socorren a los mendigos y no a los filósofos, dijo: Porque ser cojos y ciegos bien lo esperan; pero hacerse filósofos no lo esperan. Estaba pidiendo a un avaro, y como éste se excusase, le dijo: Hombre, para comer te pido, no para el sepulcro. Objetándole uno el que había hecho moneda falsa, le dijo: Hubo un tiempo en que era yo tal cual tú ahora; pero cual yo soy ahora, no serás tú nunca. Culpándolo otro de lo mismo, dijo: También antes me meaba encima, y ahora no. Habiendo ido a Mindo, como viera las puertas grandes,
siendo la ciudad pequeña, dijo: ¡Oh varones mindios! Cerrad las puertas, no sea que la ciudad se salga por ellas.
27. Habiendo una vez visto a un ladrón de púrpura sorprendido en el hurto, dijo:
Una purpúrea muerte, y una Parca violenta lo atraparon.
Rogándole Crátero que se viniese a vivir con él, respondió: Más quiero yo lamer sal en Atenas que disfrutar con Crátero mesas abundantísimas. Habiendo ido a ver al retórico Anaximenes, que era muy recio de cuerpo, dijo: Danos también a nosotros los pobres un poco de tripa, y con eso tú te aligerarás y a nosotros nos serás útil. Disputando en cierta ocasión el mismo Anaximenes, levantó Diógenes en alto un pedacito de pescado salado, con lo cual se le volvió el auditorio, y como Anaximenes se indignase, dijo Diógenes: Un óbolo de pescado salado disolvió la disputa de Anaximenes. Criticándole una vez de que comía en el foro, respondió: En el foro me agarró el hambre.
un hombre duro, y como éste le dijese: Si me persuadieras, le respondió: Si yo pudiera persuadirte de algo, te persuadiera de que te ahogaras. Volvía de Lacedemonia a Atenas, y como uno le preguntase de dónde venía y a dónde iba, respondió: Vengo de los hombres y voy a las hembras. Volviendo de los juegos olímpicos, le preguntó uno si había concurrido mucha gente, a lo que respondió: Gente, mucha; hombres, pocos. Decía que los voluptuosos son semejantes a las higueras que nacen en los despeñaderos, de cuyo fruto no goza el hombre, sino que se lo comen cuervos y buitres. Habiendo Friné dedicado en Delfos una Venus de oro, Diógenes le puso esta inscripción: Se hizo de la incontinencia de los griegos. Viniendo una vez a él Alejandro y diciéndole: Yo soy Alejandro, aquel gran rey, le respondió: Y yo Diógenes el can. Al preguntarle qué hacía para que lo llamasen can, respondió:
Halago a los que dan, ladro a los que no dan, y a los malos los muerdo.
30. Agarraba higos de una higuera, y como el guardia le dijese: De ella poco hace se colgó un hombre, respondió: Pues yo la dejaré pura. Viendo que un olimpiónico miraba mucho a una ramera, dijo: He aquí el carnero belicoso cómo es llevado del cuello por una muchacha vulgar. Decía que las meretrices hermosas son semejantes al vino-miel envenenado. Comiendo una vez en el foro, las personas que estaban allí lo llamaban perro repetidas veces; pero él les decía: Vosotros sois los perros, que estando yo comiendo estáis alrededor. Como dos muy afeminados se escondiesen de él, les dijo: No temáis, que el perro no come acelgas. Como le preguntasen de dónde era cierto muchacho estuprado, respondió: De Tegea. Habiendo visto que uno que había sido palestrita muy flojo profesaba medicina, le dijo: ¿Qué es esto? ¿Ahora vences tú a los que te vencieron en otro tiempo? Viendo al hijo de una meretriz que tiraba una piedra a la gente, le dijo: Mira que no des a tu padre. A un muchacho que le enseñaba una espada que le había dado su amante, le dijo: La espada es bella, pero el puño es feo. Alabando algunos a quien le había dado socorro, dijo: ¿Y no me alabáis a mí, que soy digno de recibirlo? Como uno le pidiese el palio que le había prestado, dijo: Si me hiciste gracia de él, lo tengo; si para usarlo, lo uso. Un bastardo prohijado le dijo que tenía oro en el palio, a lo que respondió: Es verdad; por eso duermo sobre él.
31. Cuando le preguntaron qué había ganado de la Filosofía, respondió: Cuando no otra cosa, al menos he sacado el estar prevenido a toda fortuna. Preguntándole de dónde era, respondió: Ciudadano del mundo. Sacrificando unos para conseguir de los dioses un hijo, les dijo: ¿Y no sacrificáis por cuál deba ser ese hijo? Una vez que le pidieron cierto impuesto público, dijo al recaudador:
A los otros desnuda; pero de Héctor apartarás tus manos.
Decía que las rameras son reinas de los reyes, pues piden cuanto les da la gana. Como los atenienses decretasen que Alejandro era Libero-Padre, dijo: Hacedme a mí Serapis. A uno que le criticaba el que entrase en lugares inmundos, le respondió: También el sol entra en los albañales y no se ensucia. Estando cenando en un templo, como le sacasen el pan corrompido, lo cogió y arrojó diciendo: En el templo no debe entrar cosa inmunda. A uno que le decía: Filosofas sin saber cosa alguna, le respondió: Me arrogo la ciencia, y esto también es filosofar. A otro que le traía y encargaba un muchacho, diciéndole que tenía talento y era de muy buenas costumbres, le dijo: ¿Pues para qué necesita de mí?
32. A menudo decía que los que dicen cosas buenas y no las hacen, no se diferencian de una cítara, pues ésta ni oye ni siente. Entraba en el teatro contra la gente que salía, y preguntado por qué, respondió: Esto tengo resuelto hacer toda mi vida. Viendo una vez que cierto joven se afeminaba
mucho, le dijo: ¿No te afrentas de hacerte peor de lo que la Naturaleza te hizo? ¡Ella te hizo hombre, y tú te esfuerzas en ser mujer! Viendo que uno muy imprudente acordaba un salterio, le dijo: ¡No tienes vergüenza de que acordando los sones a un madero, no concuerdas tu ánimo con la vida! A uno que decía que era inepto para la Filosofía, le dijo: Pues ¿por qué vives, si no piensas en vivir bien? A otro que menospreciaba a su padre, le dijo: ¿No tienes vergüenza de menospreciar a aquel por quien tú eres tan sabio? Viendo a un joven dotado de hermosura y que hablaba cosas feas, le dijo: ¿No te afrentas de sacar de una vaina de marfil una espada de plomo? Criticado de que bebía en la taberna, respondió: Y en la tienda del barbero me corto el pelo.
33. Cuando lo criticaron de que había recibido de Antípatro un palio pequeño, dijo:
No deben desecharse dones esclarecidos de los dioses.
Habiéndole dado uno un encontrón con un madero, y díchole después: Guardia, guardia, le dio él un palo con su báculo, diciendo también: Guardia, guardia. A uno que rogaba continuamente a una ramera, le dijo: ¿Por qué anhelas alcanzar, miserable, una cosa de la cual vale más carecer? A uno muy ungido con ungüentos olorosos, le dijo: Mira, no sea que la fragancia de tu cabeza cause hedor en tu vida. Decía que los esclavos sirven a sus amos, y los hombres malos, a sus deseos. Preguntado por qué los esclavos se llamaban andrápodas, respondió: Porque tienen los pies de hombre, y el alma como tú que me lo preguntas. Pedía una mina a un pródigo, y como éste le preguntase por qué a los otros pedía un óbolo y a él una mina, respondió: Porque de los otros espero recibir otra vez; pero si he de recibir de ti otra vez, lo saben solamente los dioses. Objetándole que él pedía y Platón no, dijo:
También él pide, pero es la cabeza acercando para que los demás no lo conozcan.
Viendo a un arquero inhábil, se sentó junto al blanco diciendo: No sea que me hiera. Decía que los amantes son unos infelices en orden a sus deleites
imaginaciones que dan fácil soltura para acciones valerosas, por lo cual es imperfecta la una sin la otra, no obstante que el buen hábito y la fortaleza se agregan al alma o al cuerpo a quienes pertenecen. Daba sus pruebas de que del ejercicio a la fortaleza se pasa fácilmente, pues veía que en las artes mecánicas y otras, los artesanos adquieren no poca destreza con el ejercicio continuo. Que los flautistas, como los atletas, se diferencian entre sí, al paso que se ejercitaron con más o menos aplicación a su trabajo. Y que si estos hubiesen trasladado al alma el ejercicio, no hubieran trabajado inútil e imperfectamente. Así, concluía que nada se perfecciona en la vida humana sin el ejercicio, y que éste puede conseguirlo todo. Por lo cual, debiendo nosotros vivir felices abandonando los trabajos inútiles y siguiendo los naturales, somos infelices por demencia propia. Aun el mismo desprecio del deleite puede sernos gustosísimo una vez acostumbrados, pues así como los acostumbrados a vivir voluptuosamente con dificultad pasan a lo contrario, así también los ejercitados contra los deleites fácilmente los desprecian.
40. Decía estas cosas, e incluso las practicaba abiertamente, siendo con ello un falsificador de moneda, que no daba menos estimación a la natural que a la legítima, y afirmando que
su vida se conformaba con la de Hércules, que nada prefería a la libertad. Decía que todas las cosas son de los sabios, afianzándolo con los argumentos antes dichos, a saber: Todas las cosas son de los dioses; los dioses son amigos de los sabios, y las cosas de los amigos son comunes entre ellos; luego todas las cosas son suyas. De manera semejante debatía acerca de las leyes, porque sin ellas no puede gobernarse la República. Decía lo siguiente: Sin ciudad de nada sirve lo ciudadano y urbano; la ciudad son los mismos ciudadanos; sin leyes, de nada sirven la ciudad y los ciudadanos; luego las leyes son cosa indispensable en la ciudad.
tado, y que él los trató de necios, diciendo que
los leones no son esclavos de los que los mantienen, sino que éstos lo son de los leones, pues es cosa de esclavos el temer, y las fieras son temidas de los hombres. Tenía una habilidad persuasiva maravillosa; tanto, que a cualquiera embelesaba fácilmente con sus palabras. Por tanto, se refiere que un tal Onesicrito, egineta, envió a Atenas a uno de sus hijos, llamado Andróstenes, el cual, luego que oyó a Diógenes, se quedó allí; que envió después al otro hermano, que era mayor, llamado Felisco, de quien ya hicimos memoria, y se quedó también; y finalmente fue allá el mismo Onesicrito, y también se quedó con sus hijos a estudiar la Filosofía. Tanto hechizo contenía la escuela de Diógenes.
44. También fueron discípulos suyos Foción, apellidado el Bueno; Estilpón Megarense y otros muchos ciudadanos. Se dice que murió a los noventa años de edad. Acerca del modo de su muerte hay variedad de pareceres. Hay quien dice que habiéndose comido crudo un pie de buey, se le hizo cólico y murió de ello. Otros dicen que detuvo la respiración, y de éstos es Crecidas Megalopolitano o Cretense, el cual en sus Meliambos, dice:
Cierto no lo sufría en otro tiempo el sinopense, el llevador de palo, el doblado, el que en público comía; pero murió cerrando fuertemente sus dientes y sus labios y oprimiendo el aliento. Hijo de Jove Diógenes fue sin duda, y Can celeste.
Otros dicen que queriendo repartir un pulpo a los perros, le mordió uno el tendón del pie, y murió de ello. Pero sus amigos, según Antístenes en las Sucesiones, asienten más a que detuvo la respiración.
45. Vivía en el Cranio, que es un gimnasio que hay cercano a Corinto; y como sus amigos vinieran según acostumbraban y lo hallasen cubierto con su palio, no lo tuvieron por dormido, porque era muy poco dormidor, y así, tirándole el palio, vieron que había expirado, y sospecharon que él mismo se había muerto por deseo de dejar la vida. Dicen que se discutió allí la cuestión, entre sus amigos, acerca de quién lo había de enterrar, de manera que casi llegaron a las manos; pero habiendo acudido los padres de éstos y algunos señores, lo enterraron junto a la puerta que conduce al istmo. Erigiéndole una columna, y sobre ella un perro de mármol parto. Después también sus paisanos lo honraron con estatuas de bronce, y le pusieron la inscripción siguiente:
Caducan aun los bronces con el tiempo; mas no podrán, Diógenes, tu gloria sepultar las edades, pues tú solo supiste demostrar a los mortales facilidad de vida, y a la inmortalidad ancho camino.
Mi epigrama para él, en metro proceleumático, dice así:
-Diógenes, ea dime: ¿qué muerte a los infiernos te condujo? -De un perro la cruenta mordedura.
Dicen algunos que en su muerte mandó que arrojasen su cadáver sin darle sepultura, para que todos los animales participaran de él,
o bien lo metiesen en un hoyo, cubriéndolo con un poco de polvo. Otros, que lo echasen al Eliso para ser útil a sus hermanos. Demetrio apunta en sus Colombroños que el mismo día en que murió Alejandro en Babilonia, murió Diógenes en Corinto. Lo cierto es que en la Olimpiada CXIII ya era viejo.
MÓNIMO
1. Mónimo Siracusano, discípulo de Diógenes, fue doméstico de un banquero corintio, como dice Sosícrates. Jeníades, que fue quien compró a Diógenes, iba muchas veces a su casa; y como refiriese allí las virtudes de aquel, su porte y su admirable elocuencia, indujo a Mónimo a su amor. Al punto, pues, aparentando demencia, comenzó a derramar la moneda y dinero del Banco, hasta que, despedido por su amo, se fue con Diógenes. También siguió mucho a Crates Cínico y demás de esta secta, de lo cual tomó motivo su amo de tener por cierta su locura. Salió varón sabio; tanto, que aun Menandro el Cómico hizo memoria de él. Así habla en uno de sus dramas titulado Hipocomo:
-Fue Mónimo o Filón un varón sabio, despreciado de todos, con su zurrón pendiente. -He aquí ya tres zurrones.-Pero hablaba símiles elocuentes; y es seguro, por Dios, que no hallo dicho comparable al Conócete a ti mismo, y a éste semejantes. Fue sórdido y mendigo además de esto, y a todo lo demás tuvo por lujo.
Fue tan constante que, despreciando la gloria mundana, anhelaba sólo la verdad. Escribió algunas cosas jocosas que encerraban sentido serio. Dos libros De los apetitos o pasiones, y otro De exhortaciones.
ONESICRITO
CRATES
1. Crates, hijo de Ascondo, tebano, fue igualmente discípulo del Can. Pero Hipoboto dice que no fue discípulo de Diógenes, sino de Brisón Aquino. Se conocen de él estos versos jocosos:
Es noble la ciudad Zurrón llamada, fasto-sa, aunque mugrienta, bella, amena, fecunda, y nada tiene. No entra en ella demente parásito, ni pedión obsceno que de bardajerías se gloríe. Produce, sin embargo, ajos, higos y panes, entre quienes no hay guerras mutuamente, ni se mueven las armas por pedazos de cobre ni por gloria.
También es suyo aquel diario conocido de todos, que dice:
Asienta minas diez al cocinero, y al médico una dracma. Pon al adulador cinco talentos, y al consejero humo. Póngasele un talento a la ramera, y un trióbolo al filósofo se ponga.
2. Lo llamaban abridor de puertas, porque se metía en todas las casas para dar correcciones. También son suyos estos versos:
Cuanto estudié poseo, y cuanto pude aprender con trabajo y con estudio. La vanidad fastuosa se llevó las demás felicidades.
Y lo que le había producido la Filosofía:
Un quénice, me ha dado de altramuces, y de otra cosa alguna no cuidarme.
También se conoce como suyo lo de:
El hambre quita el amor, y si no, el tiempo; y si usarlos no puedes, toma el lazo.
Floreció hacia la Olimpiada CXIII. Antístenes dice en las Sucesiones, que Crates, habiendo visto en una tragedia a Telefo con un esportillo en la mano, y miserable en todo lo demás, se dedicó a la Filosofía cínica. Así, vendido su patrimonio (pues era hombre de cuenta) y juntados hasta doscientos talentos, los distribuyó entre sus conciudadanos. Filosofó con tanta constancia, que el cómico Filemón hizo memoria de él, diciendo:
En verano llevaba ropa burda, y delgada en invierno, para tomar liciones de templanza.
Diocles dice que Diógenes le persuadió que diese sus posesiones para pasto de ganados, y si tenía dinero lo arrojase al mar. Se dice que Alejandro destruyó la casa de Crates, como Filipo la de Hiparquias.
sábana, a los cuales respondió: También os mostraré yo a Teofrasto cubierto con una sábana. No creyéndolo ellos, los condujo a una tienda de barbero, donde estaba Teofrasto cortándose el pelo. Como lo azotase en Tebas el director del gimnasio (o bien Eutícrates en Corinto) y lo arrastrase de un pie, sin alterarse en nada, repetía:
Por el umbral sagrado, cogido por los pies lo conducía.
Pero Diocles dice que quien lo arrastró fue Menedemo Eretriense; pues siendo éste hermoso, y pareciéndole a Crates que Asclepíades Fiasio se servía de él, tocándole los muslos, le dijo: Adentro, Asclepíades. Por lo cual, indignado Menedemo, lo arrastró por el suelo, y él dijo el verso referido.
5. Zenón Cititeo dice en sus Críos que cosió una vez al palio una piel de oveja, sin tener en cuenta la fealdad. Era feo de rostro, y cuando se ejercitaba en la palestra algunos se burlaban; pero él, levantando las manos, solía decir:
Confía, Crates, en tus ojos y restante del cuerpo; tú verás presto que estos que se burlan ahora caerán enfermos, te confesarán dichoso y se tratarán a sí mismos de cobardes. Decía que se debe filosofar hasta tanto que los generales de ejército parezcan conductores de asnos. Que los que no tienen otra compañía que la de aduladores, están tan solos y abandonados como los ternerillos dejados entre los lobos, pues ni aquellos ni éstos son otra cosa que enemigos.
6. Sintiéndose ya cercano a la muerte, solía cantarse a sí mismo lo siguiente:
Vas, corcovado amigo, bajando a las mansiones infernales, por tu larga vejez doblado y corvo.
Pues por su mucha edad andaba muy inclinado de cuerpo. Como Alejandro le dijese si quería que se reedificase su patria, respondió:
¿Y para qué, si luego algún otro Alejandro la volverá a destruir? Y también:
Que él tenía por patria el propio menosprecio y la pobreza, a quienes la fortuna no consume.
Y además:
Que de Diógenes era ciudadano, a quien nunca la envidia lazos puso.
Hace memoria de él también Menandro en sus Gemelos, diciendo:
Pasearás conmigo cubierto con tu palio, cual la mujer de Crates con su perro.
Casó a sus hijas con sus discípulos, dándoles treinta días para prueba, como él decía.
METROCLES
Imágenes soñadas es todo esto, y puras niñerías.
Algunos dicen que lo que quemó fue lo que había apuntado oyendo a Teofrasto, y que dijo:
Ven al punto, Vulcano; Tetis te necesita.
Decía: De las cosas, unas se adquieren por dinero, como la casa; otras, con el tiempo y aplicación, como las disciplinas. Que las riquezas son nocivas si de ellas no se hace buen uso. Murió ya viejo, sofocándose él mismo. Tuvo por discípulos a Teombroto y a Cleómenes. De Teombroto lo fue Demetrio Alejandrino; y de Cleómenes, Timarco Alejandrino y Equecles Efesio, que también oyó a Teombroto. De éste lo fue Menedemo, de quien trataremos adelante. Fue también célebre entre ellos Menipo Sinopense.
HIPARQUIA
apellidado Ateo, al cual propuso el argumento siguiente: Lo que pudo hacer Teodoro sin reprensión de injusto, lo puede hacer Hiparquia sin reprensión de injusta; hiriéndose Teodoro a sí mismo no obró injustamente; luego tampoco Hiparquia obra injustamente hiriendo a Teodoro. A esto nada opuso Teodoro, contentándose con tirarla de la ropa; pero ella no se asustó ni turbó como mujer, sino que como Teodoro le dijese:
¿Eres la que dejaste la tela y lanzadera?,
respondió: Yo soy, Teodoro. ¿Te parece, por ventura, que he mirado poco por mí en dar a las ciencias el tiempo que había de gastar en la tela? Éstas y otras muchas cosas se refieren de esta filósofa.
3. De Crates se conoce un libro de Cartas, en las cuales filosofa excelentemente, y el estilo se acerca mucho al de Platón. Escribió también Tragedias con un estilo elevadísimo y filosófico; por ejemplo, estos versos:
No es mi patria una torre o una casa; sí que todos los pueblos de la tierra me sirven de mansión y de triclinio.
Murió muy viejo, y fue enterrado en Beocia.
MENIPO
1. Menipo, también cínico, y originario de Fenicia, fue esclavo, como dice Acaico en sus Morales, y Diocles añade que su amo fue póntico y se llamó Bato. Como por su mucha codicia pidiese importunamente, pudo hacerse tebano. No ha quedado de Menipo cosa de importancia; sus libros están llenos de chocarrerías, como los de Meleagro, coetáneo suyo. Hermipo dice que Menipo se hizo y fue llamado usurero diario. Practicó también la usura marítima, tomando prendas, con lo cual juntó mucho dinero. Finalmente, con asechanzas, fue privado de todo y se ahorcó de pena. Yo le compuse los versos siguientes:
¿Por ventura conoces a Menipo, oriundo de Fenicia, y Can cretense? Usurero diario lo llamaban, pues en Tebas perdió cuanto tenía, abiertas las paredes de su casa. Si la naturaleza conociera del perro, ¿crees tú que se colgara?
Algunos dicen que los libros que andan en su nombre no son suyos, sino de Dionisio y de Zopiro, colofonios, que habiéndolos escrito por pasatiempo, se los entregaron a él, como suficientemente capaz de ponerlos en orden.
MENEDEMO
debemos inquirir qué se hace malo o bueno en nuestra casa.
También reprueban las humanidades, y aun dice Antístenes que los que nacieron templados ni siquiera deben saber las letras, para no pervertirse con lo ajeno. Quitan igualmente la Geometría, la Música y demás artes semejantes. Por lo cual Diógenes, a uno que le mostró un horóscopo, le dijo:
Utilísima cosa es esa para que no nos falte qué cenar.
Y a otro que se gloriaba de músico, le dijo:
La humana ciencia rige las ciudades; pero las cantilenas, ni una casa.
3. Establecen, por fin, el vivir según la virtud, como dice Antístenes en su Hércules, lo mismo que los estoicos, pues hay cierta analogía entre estas dos sectas; y así llamaron al cinismo un camino compendioso o un atajo para la virtud. De la misma manera vivió Zenón Citireo. Gustan asimismo de una vida fácil y simple, usando de la comida sobriamente, y sólo de palios. Menosprecian la riqueza, la gloria y la nobleza. Muchos de ellos se contentan con hierbas, y siempre beben agua fría. No buscan otro albergue que el que ocurre, aunque sea una tinaja, como Diógenes, el cual decía que es propio de los dioses no necesitar de nada, y de los
que se parecen a los dioses necesitar de poquísimas cosas. Asientan que la virtud es enseñable (como dice Antístenes en su Hércules), y que también es admisible. Que el sabio es digno de ser amado, no peca, es amigo de sus semejantes y nada deja al dominio de la fortuna. A las cosas medias entre la virtud y el vicio las llaman indiferentes, como igualmente Aristón Quío.
4. Estos fueron los cínicos; ahora pasaremos a los estoicos, el primero de los cuales fue Zenón, discípulo de Crates.
LIBRO SÉPTIMO
ZENÓN
mando que un ornamento tenía la imagen de tal varón), y aun los citieos que habitaban en Sidón. Lo amó también Antígono, y concurría a oírlo siempre que venía a Atenas; y le hizo muchas instancias para que se fuese con él. Se excusó de esto, pero le envió a Perseo, hijo de Demetrio, uno de sus discípulos, también citieo, el cual floreció en la Olimpiada CXXX, siendo Zenón ya anciano. La carta de Antígono a él, según la trae Apolodoro de Tiro en sus escritos acerca de Zenón, dice lo siguiente:
EL REY ANTÍGONO A ZENÓN, FILÓSOFO: GOZARSE
7. Creo bien que en fortuna y gloria te excedo, pero que te soy muy inferior en la elocuencia, en las disciplinas y en la perfecta felicidad que tú posees. Así he tenido por conveniente llamarte a vivir conmigo, suponiendo que no te resistirás a mi súplica. Así que procura de todos modos venirte a mi casa, teniendo por seguro que no sólo te recibiré yo como mi maestro, sino también todos los macedones. Quien al rey de Macedonia instruye y guía por el camino de la virtud, es claro que también conduce y prepara a sus vasallos al valor; pues como fuere el rey, así son por la mayor parte sus súbditos.
8. Y Zenón respondió así:
ZENÓN AL REY ANTÍGONO: GOZARSE
Apruebo el anhelo que tienes de aprender, en cuanto deseas abrazar la verdadera y fructuosa erudición, no la vulgar que pervierte las costumbres. Quien está ansioso de la Filosofía y se aleja de aquel decantado deleite que afemina los ánimos de tantos jóvenes, es claro que no sólo se inclina a lo noble por naturaleza, sino también por elección. Una naturaleza noble que tiene mediana aplicación, si es instruida debidamente, en breve llega a una perfecta adquisición de la virtud. Yo, a decir verdad, me hallo débil de cuerpo a causa de la vejez pues soy octogenario, y de ningún modo estoy ya para vivir contigo; pero te envío algunos de mis condiscípulos, que seguramente no me son inferiores en las dotes del alma, y en las del cuerpo me aventajan. Si estás con ellos, no tardarás en llegar a la felicidad perfecta.
trado, la Curia de los Presidentes, Hipón, hijo de Cratísteles; Jumpeteón, y demás de la Asamblea; Trasón, hijo de Trasón Anaceense, decretaron diciendo: Por cuanto Zenón Citieo, hijo de Mnaseo, ha estado muchos años filosofando en la ciudad, y se ha portado en lo demás como hombre de bien, ha exhortado a la virtud y templanza con sus lecciones a los jóvenes concurrentes a instruirse, proponiendo a todos su propia vida por el mejor modelo, siempre conforme a su doctrina, fausto y feliz ha parecido al pueblo ensalzar a Zenón Citieo, hijo de Mnaseo, y honrarlo por ley con una corona de oro, por su mucha virtud y sabiduría, y construirle sepulcro público en el Cerámico. Para hacer la corona y edificar el sepulcro ya tiene el pueblo dada comisión a cinco ciudadanos atenienses. Este decreto sea grabado en dos columnas por mano de cuadratario público, y podrá poner una en la Academia y otra en el Liceo. Los gastos de estas columnas los satisfará el administrador público, para que todos sepan que el pueblo ateniense honra a los varones buenos,
tanto vivos como después de muertos. Para el edificio han sido comisionados Trasón Anaceo, Filocles Pireeo, Fedro Anaflistio, Medón Acamense y Micito Simpaleteo.- Dión Peanieo". Hasta aquí el decreto.
11. Antígono Caristio dice que el mismo Zenón no negó ser citieo; pues habiendo sido uno de los que contribuyeron para restaurar el edificio de unos baños, y grabándose en una columna el nombre de Zenón Filósofo, quiso que se añadiese Citieo. Hallándose una vez necesitado Crates, maestro suyo, tomó Zenón una cobertera cóncava de aceitera, y andaba
recogiendo dineros para alivio de las necesidades del maestro.
Dicen que cuando llegó a Grecia tenía más de mil talentos, con los cuales comerciaba por mar. No comía más que un panecillo con miel, y bebía un poco de vino generoso. Rara vez se sirvió de muchachos, y sólo una o dos veces usó de una esclavita, por no parecer aborrecedor de las mujeres. Él y Perseo habitaban en una misma casa, y como éste enviase a su retrete una mujer tocadora de flauta, la despidió y la regresó al mismo Perseo. Cuentan que era fácil de conducir a cualquier parte, de manera que Antígono banqueteaba muchas veces con él, y ambos se pasaban a otros convites a casa de Aristocles, citarista, pero luego se retiraban. Que evitaba la multitud de personas, y se sentaba en la grada más alta, ahorrándose con esto la mitad de la molestia; ni paseaba más que con dos o tres. A algunos aun les exigía dinero para distribuirlo a los circunstantes, a fin de que no lo oprimiesen, como dice Cleantes en el libro Del dinero. Como lo rodeara una turba de personas, señalando con el dedo en lo alto del pórtico una cerca de madera quitada del rededor de un ara, dijo: Esa cerca en otros tiempos estaba en medio; pero por cuanto allí hacía estorbo, fue puesta aparte; así vosotros, si os quitáis de en medio, me estorbaréis menos.
12. Cuando lo saludó Democares, hijo de Laqueto, y le dijo que si tenía precisión de decir
o escribir algo a Antígono, él lo llevaría todo; desde que lo oyó, ya nunca más habló con él. Se dice también que, después de la muerte de Zenón, dijo Antígono: ¡Oh, qué espectáculo he perdido! Y pidió a los atenienses, por medio de Trasón, su embajador, que le construyesen sepulcro en el Cerámico. Preguntado también por qué lo admiraba tanto, respondió: Porque habiendo recibido de mí muchos y grandes dones, ni se engrió, ni se abatió nunca.
13. Zenón era muy diligente en inquirir, y exactísimo en todo. Por esto, Timón en sus Sátiras habla de él así:
A una Fenisa vi, vieja golosa, entre las sombras de fastuoso orgullo, que todo lo apetece; mas vacío se mira su canasto miserable, y ella con menos alma que escindapso.
Debatía exacta y cuidadosamente con Filón Dialéctico, y estudiaban juntos; y así fue muy admirado de Zenón el joven, no menos que Diodoro su maestro.
14. Llevaba siempre junto a él varias personas andrajosas y miserables, como dice Timón:
Para juntar consigo densa nube de pobrísimas personas, que asimismo eran de la República las heces.
Era de aspecto melancólico, áspero y de frente rugosa; sumamente parco, de manera que todo respiraba en él una poquedad barbárica con color de economía. Si reprendía a alguno, era concisa y brevemente, pero como trayendo la cosa de lejos; por ejemplo, lo que dijo una vez a uno que tenía gran cuidado de hermosearse. Fue el caso que, como el tal pasase con suma lentitud un arroyo cenagoso, dijo:
Con razón teme el cieno, puesto que en él no puede reflejarse.
¿Cómo crees poder sufrir todos los días a los compañeros, si no puedes sufrir uno solo mi hambre? A un joven que hacía cierta pregunta con más curiosidad de lo que su edad permitía, lo acercó al espejo y le mandó que se mirara; luego le dijo:
¿Te parece que corresponden a tu aspecto semejantes cuestiones? A uno que decía que muchas cosas de Antístenes no le gustaban, produciendo una
sentencia de Sófocles, le preguntó si le parecía que había en ella algo de bueno; como él dijese que no lo advertía, le respondió: ¿No tienes vergüenza de ir indagando y tener en la memoria alguna cosilla que haya errado Antístenes, y descuidarte de aprender lo que ha dicho de bueno?
17. A uno que decía que le parecían muy breves los dichos de los filósofos, le respondió:
Es verdad; y aun sus sílabas debieran ser cortas, si fuese posible. Diciéndole uno que Polemón proponía una cosa y discutía otra, poniendo el semblante airado, le dijo: ¿En cuánto estimas lo que daba? Decía que el que disputa debe tener, como los actores, grandes la voz y fuerza; pero no abrir mucho la boca, como hacen los que hablan mucho, pero nada de importante. También decía que a los que hablan bien no se les ha de dejar lugar, como a los buenos artistas en el espectáculo; por el contrario, que el oyente debe ser tal para lo que oyere, que ni aun tenga tiempo para aplaudirlo. A un joven que hablaba mucho, le dijo: Tus orejas se han confundido ya con la lengua. A uno muy hermoso de cuerpo, que decía que no le parecía que el sabio debía ser amado, le respondió: No hay cosa más miserable que vosotros bonitos.
De qué vivir tenía en abundancia; pero de ningún modo con la felicidad era soberbio, ni gastaba más ostentoso que un mendigo.
Decía que nada hay más ajeno de las ciencias que la satisfacción propia, ni cosa más necesaria que el tiempo. Al preguntarle qué cosa es el amigo, respondió: Un otro yo. Dicen que una vez azotaba a un esclavo sorprendido en hurto; y como éste dijese que era destino suyo el hurtar, respondió: Y también el ser azotado. Decía que la hermosura es la flor de la voz. Otros quieren que dijese que la voz es la flor de la belleza. Habiendo visto algunos cardenales en un esclavito de un familiar suyo, le dijo: Veo allí las huellas de tu furor. Viendo a uno muy ungido de ungüentos, dijo: ¿Quién huele aquí a mujer? Preguntándole Dionisio Matatemeno por qué sólo a él no lo corregía, respondió: Porque todavía no me fío de ti. A un joven que hablaba demasiado, le dijo: Tenemos dos orejas y una boca para oír mucho y hablar poco.
Óptimo quien aprende oyendo al sabio, y bueno quien por sí lo aprende todo.
Pues debe preferirse -decía- aquel que puede oír bien lo que se enseña, y aprovecharse de ello, a aquel que por sí mismo lo aprende todo; porque éste sólo tiene inteligencia, pero aquel, obedeciendo, tiene también la práctica. Se dice que al preguntarle por qué siendo tan austero, en los convites era divertido, respondió: También los altramuces, siendo amargos, con el remojo se endulzan. Hecatón, en el libro II de sus Críos, dice también que solía relajar su ánimo en semejantes concurrencias, y decir que es mejor tropezar con los pies y caer que no con la boca. Que una cosa bien hecha, aunque sea poco a poco, no es poca cosa. Otros dicen que esto es de Sócrates.
22. Era muy paciente y frugal; utilizaba comestibles sin preparar, y un palio de poco precio; tanto, que se decía de él lo siguiente:
No lo acobarda o mueve el crudo invierno, larga lluvia, de Febo los ardores, penosa enfermedad, ni cuanto tienen los hombres en aprecio;
antes se entrega todo noche y día, siempre invicto al estudio de las ciencias.
Los poetas cómicos no echaban de ver que sus sátiras lo ensalzaban más; como Filemón, que en su drama titulado Los filósofos, dice así:
Pan e higos secos come, y agua bebe; una filosofía nueva enseña: enseña a tener hambre, y para ello discípulos recoge.
Otros lo atribuyen a Posidipo. La cosa es que vino a parar en proverbio decir de él: Es más parco que el filósofo Zenón. También el mismo Posidipo dice en sus Transferidos:
...De modo, que en diez díasnos parece Zenón más continente.
A decir verdad, él excedió a todos, tanto en esta virtud como en la seriedad, y aun en la longitud de vida, pues murió a los noventa y ocho años de edad, después de vivir sano y sin enfermedad alguna. Perseo en sus Escuelas de moral dice que Zenón gobernó la escuela cincuenta y ocho años.
23. Su muerte fue de esta manera: saliendo de la escuela tropezó y se lastimó un dedo; luego, dando un golpe en tierra con la mano, pronunció aquello de la Níobe:
He aquí que vengo ya: ¿por qué me llamas?
Y al punto murió sofocándose él mismo. Los atenienses lo enterraron en el Cerámico, y lo honraron con los decretos antes mencionados, atestiguando su virtud. Antípatro Sidonio también lo alabó en los versos siguientes:
Éste, éste es Zenón, honor de Citio, ascendido al Olimpo en otro tiempo. No puso, no, a Pelión encima de Osa, pues ni el valor de Alcides puede tanto, sino encontrando él sólo por camino la virtud que conduce a las estrellas.
Zenodoto Estoico, discípulo de Diógenes, escribió estos otros:
Tú, Zenón, venerable y cano viejo, modo supiste hallar de contentarte con poco y de dejar locas riquezas. Tú inventaste el decir fuerte y robusto; fundaste sabia y sólida tu secta, de libertad intrépida gran madre. Si es Fenicia tu patria, nada importa; también lo fue de Cadmo, por quien Greciaha podido escribir tanto volumen.
Y Ateneo, poeta epigramático, dice en común de todos los estoicos lo siguiente:
¡Oh muy sabios estoicos, que sobre sacras páginas pusisteis prestantísimos dogmas! Que sólo la virtud es bien del alma; que por ella se libra la vida de los hombres y los pueblos... Contra lo que tenía persuadido a muchísimos hombres una musa, diciendo que el deleite es el último fin de los mortales.
Y también yo, en mi Miscelánea métrica, canté su muerte de la manera siguiente:
Cuál de Zenón Citieo fue la muerte, es cuestión indecisa: quieren muchos que de vejez saliese de esta vida; otros, que por privarse de alimento, y otros, que tropezase y que cayese, y dando con la mano un golpe en tierra, dijo: He aquí que vengo voluntario; ¡qué me llamas, oh muerte, qué me llamas! pues hay quien diga que murió de este modo. Esto es lo que se cuenta acerca de su muerte.
o lógica. Así la dividió el primero de todos, Zenón Citio, en el libro Del discurso, y después Crisipo en su libro I Del discurso, y en la primera parte de su Física; Apolodoro Efilo en el libro I de su Introducción a los dogmas; Eudromo en sus Elementos de moral; Diógenes Babilonio y Posidonio. Apolodoro llama lugares a dichas tres partes; Crisipo y Eudromo las llaman especies; los demás, géneros. Comparan la Filosofía con un animal, a saber: la racional, a los huesos y nervios; la moral, a la carne; y la natural o física, al alma. También la comparan a un huevo, esto es, lo exterior es la lógica o racional; lo que le sigue, la moral; y la física o natural, lo del centro. Asimismo, a un campo fecundo, pues las cercas son la lógica; los frutos, la moral, y el terreno o las plantas son la física. Finalmente la comparan a una ciudad amurada y gobernada por la razón.
y de lo dudoso. Que la retórica misma se divide en tres partes: una es la consultiva, otra la judicial, y otra la encomiástica. La dividen también en invención, elocución, disposición y acción. Que la oración retórica consta de exordio, narración, confutación y epílogo. Que la dialéctica se divide en dos lugares, a saber: en el lugar de las cosas que se significan, y en el de la voz. Que el lugar de las cosas que se significan se divide en lugar de fantasías o imágenes, en lugar de las cosas dimanadas de ellas, expuestas por palabras, por axiomas, y otras perfeccionadas por sí mismas, por predicamentos y semejantes rectos y pasivos, géneros y especies; y en lugar que trata de las oraciones, de los tropos, de los silogismos y de los sofismas nacidos de voces y cosas. De éstos son las proposiciones falsas, las verdaderas y las negativas, los sorites y otros semejantes, los defectuosos, los ambiguos, los concluyentes o terminantes, los ocultos, los comutos, los outidas y los segadores.
33. Que la dialéctica tiene un lugar propio de la voz misma, según ya dijimos, en el cual se demuestra la voz escrita, y las partes del razonamiento, el solecismo y barbarismo, los poemas, las anfibologías, la dulzura de la voz misma en la música, y aun, en opinión de algunos, sus terminaciones, divisiones y palabras. Dicen que es muy útil la teoría de los silogismos; pues manifiestan lo demostrativo, son muy conducentes para rectificar los dogmas, indican el orden y confirman fuertemente la memoria. Que la oración o razonamiento mismo es un complejo de ilaciones; y el silogismo es un razonamiento puesto en forma, constante de las mismas ilaciones. Que la demostración es un raciocinio que en todas las cosas colige de lo más comprensible lo difícil de comprender. Que la fantasía es una impresión en el ánimo, y toma el nombre propiamente por traslación de las figuras de sellos impresas en cera; pero que hay una fantasía comprensible y otra incomprensible. La comprensible, que dicen es el juicio o criterio de las cosas, es producida por un objeto existente y según en sí, impresa y grabada profundamente. La incomprensible es la que
o no dimana de objeto existente, o si dimana, no tiene la matriz o molde acomodado a él, ni es su copia.
la verdad de las cosas, el cual es la fantasía misma; y en cuanto el raciocinio acerca del asenso, de la comprensión, y de la inteligencia que precede a todo lo demás, no puede subsistir sin la fantasía. Precede, pues, la fantasía, y luego viene el entendimiento, que enuncia lo que ha recibido de la fantasía, y lo produce por palabras o discurso. Dicen que fantasía y fantasma se diferencian; pues fantasma es visión del entendimiento, como las que tenemos soñando, y fantasía es una impresión que se hace en el alma, a saber, mutación, como explica Crisipo en el libro XII Del alma. No se ha de entender que la impresión es como la de un sello material, pues con éste no pueden hacerse muchas impresiones en una misma cosa, sino que se entiende que fantasía es la impresa, grabada y sellada por quien existe y según existe, como ciertamente no la produciría quien no existe.
por incidencia, otras por semejanza, otras por analogía, otras por metátesis, otras por síntesis y otras por contrariedad. Por incidencia se entienden las cosas sensibles; por semejanza se entienden a causa de otra cosa adyacente, como Sócrates se conoce por su retrato; por analogía se conocen a causa del aumento, como Ticio y Cíclope; y a causa de la disminución, como un pigmeo. También el centro de la tierra se conoce por analogía con otros globos menores. Por metátesis, como considerándonos los ojos puestos en el pecho. Por síntesis se entienden a la manera que entendemos el hipocentauro. Y por contrariedad, como entendemos la muerte. También se entienden algunas cosas por transición como los dichos o palabras, y el lugar. Naturalmente se entiende y conoce lo justo y lo bueno; y por privación, como un manco. Estos soplos dogmas que enseñan acerca de la fantasía, del sentido y de la inteligencia.
o frase correcta según arte, nada común o vulgar. La evidencia es cuando decimos claramente lo que sentimos. La brevedad es cuando sólo decimos lo necesario para que se entienda la cosa de que tratamos. La congruencia es la dicción acomodada y propia al asunto. Y el artificio es la dicción u oración que evita el idiotismo. Entre los vicios de la oración, el barbarismo es cuando se habla contra la costumbre de los griegos elegantes. El solecismo es la locución incongruentemente construida y dispuesta.
género es colección de muchas operaciones del entendimiento, o nociones intelectuales, inseparables, o que no pueden quitarse, como: animal, el cual comprende en particular todos los animales. Operación del entendimiento es un fantasma intelectual, que ni es ente ni cualidad, pero es como si existiera o fuera cualidad; como: la representación de un caballo que no está presente. Especie es la comprendida bajo del género, como: hombre, que está comprendido bajo del género animal. Primer género es aquel que siendo género no tiene género alguno particular y determinado, como: ente. Primera especie es aquella que siendo especie no tiene otras, como: Sócrates. La división del género es su separación en sus especies próximas, como: de los animales, unos son racionales y otros irracionales. La antidivisión es la partición del género en especies hecha en contrario y como negativamente, por ejemplo: de los entes, unos son buenos, otros no buenos. La subdivisión es una división después de otra, como: de los entes, unos son buenos, otros no buenos; de los no buenos, unos son malos. otros indiferentes. La partición es la coordinación del género en lugares, según escribe Crinis, como: de los bienes. unos son del alma, otros del cuerpo.
De los axiomas y De los silogismos; como también hablan allí de los defectivos, de los predicamentos, de los rectos y de los supinos. Dicen los estoicos que palabra o dicción es la que subsiste según la fantasía o imaginación racional. Que de estas dicciones o palabras, algunas son perfectas en sí mismas; otras, defectuosas. Son defectuosas las que tienen enunciación imperfecta, como: escribe; pues preguntamos quién escribe. Perfectas en sí mismas son las que tienen entera y cabal enunciación, como: escribe Sócrates. Así en las locuciones defectuosas se ponen los predicamentos; y en las perfectas en sí mismas, los axiomas, los silogismos, las interrogaciones y las cuestiones. Predicamento es lo que se enuncia de alguno o la cosa compuesta de alguno o algunos, como dicen los estoicos por boca de Apolodoro; o bien, una locución defectuosa construida en caso recto para generación del axioma.
Vete tú del Inaco a las corrientes.
Apelativo es una cosa que, si alguno la dice, apela o llama, por ejemplo:
Agamenón Atrida, gloriosísimo rey de muchos hombres.
Cosa semejante al axioma es aquella que, teniendo ilación axiomática, por la redundancia
o pasión de alguna partícula, cae fuera del género de los axiomas, como:
¡El Partenón es bello! Semejante a los priámidas es este boyero.
Hay cosa dudosa o cuestionable diversa del axioma, de la cual duda uno si la dice, como: ¿no son de un mismo género el dolor y la vida? No son verdaderas ni falsas las interrogaciones, las cuestiones y cosas afines o semejantes a éstas, puesto que los axiomas, o son verdaderos o falsos.
antecedente, por ejemplo: si es de día hay luz; esto es verdadero; pues el no luz contrapuesto al terminante repugna al antecedente de día es. Y será falso o según falsedad el axioma conjunto cuando su terminante opuesto no repugna al antecedente, como: si es de día, Dión pasea; pues Dión no pasea no repugna al de día es. El anexo verdadero es el que, comenzando de lo verdadero, termina en el consecuente, por ejemplo: por cuanto es de noche, está el sol sobre la tierra. El falso es el que comienza de lo falso, o no termina en el consecuente, como: por cuanto es de noche, Dión pasea, si esto se dice siendo de día. El causal verdadero es el que, comenzando de lo verdadero, termina en el consecuente, pero no tiene el principio consiguiente al terminante, por ejemplo: porque es de día hay luz; pues al de día es se sigue él hay luz, mas al hay luz no se sigue luego de día es. El causal falso es el que, o comienza de lo falso,
o no termina en el consecuente, o tiene un antecedente no relativo al terminante, como: por cuanto es de noche, Dión pasea.
terminante, tiene el opuesto del antecedente por conclusión, como: Si es de día, hay luz; aquí es de noche; luego no es de día. Aquí se hace la prolepsis del opuesto terminante, y la conclusión del opuesto antecedente. El tercer indemostrado es el que, por medio de un complejo negativo y de una parte contenida en el complejo, infiere y concluye lo opuesto de lo demás, por ejemplo: No es muerto Platón; y Platón vive; aquí Platón es muerto; luego no vive Platón. El cuarto indemostrado es el que, por medio de proposición disyuntiva o una parte inclusa en ella, tiene por conclusión lo opuesto de lo demás, como: O es lo primero o lo segundo; aquí, es lo primero; luego no lo segundo. El quinto indemostrado es aquel en que todo argumento se compone de un disyuntivo y de una parte opuesta contenida en el disyuntivo, de lo cual infiere lo demás, como: O es de día o es de noche; no es de noche; luego es de día.
57. Según los estoicos, de lo verdadero se sigue cosa verdadera, por ejemplo: De día es; luego hay luz. De lo falso se sigue cosa falsa, como si se dice falsamente de noche es, será también falso tinieblas hay. De lo falso se sigue lo verdadero, por ejemplo: Vuela la tierra; luego hay tierra. Pero de lo verdadero no se sigue lo falso, pues de hay tierra, no se sigue vuela la tierra.
ZENÓN
58 También hay algunas argucias capciosas, cubiertas, escondidas, sorites, cornutas y utidas. Las cubiertas son en esta forma: ¿No es cierto que dos son pocos?, ¿no lo son también tres?, ¿y no es cierto que si estos son pocos, lo serán igualmente cuatro, ocho y hasta diez? Sí; porque si dos son pocos, también lo son diez. El utides es una argucia conyuctiva compuesta de indefinito y definito, que tiene prolepsis y conclusión, como: Si alguno está aquí, no está en Rodas.
tanto las especulativas, que constan de teoremas o especulaciones, como la prudencia y la justicia; así como las no especulativas, observadas sólo en su extensión (aunque del mismo modo que las que constan de especulaciones, como la santidad y robustez), pues a la templanza o sobriedad considerada como fundamento se sigue y se extiende la sanidad, así como la firmeza a una bóveda después de concluida o cerrada. Se llaman no especulativas porque carecen de motivos para ser especuladas, son accesorias y las tiene también un ignorante, como la salud y la robustez. Las señales de que la virtud es estable son, como dice Posidonio en el libro I de su Razonamiento moral, los progresos de Sócrates, Diógenes y Antístenes, pero que también permanece el vicio para oponerse a la virtud. Que la virtud es enseñable, lo dicen Crisipo en el libro I Del fin, Cleantes, Posidonio en sus Exhortaciones, y Hecatón. Además, que esto consta que vuelve buenos a los malos.
o es la misma utilidad, o no ajeno de ella. Y así, la virtud, y el bien, su partícipe, se llaman triples en esta forma: bien ex qua, por ejemplo: el acto o práctica de la virtud; y bien á qua, por ejemplo: el diligente partícipe de la virtud. De otro modo definen el bien en propiedad, diciendo que es lo perfecto según la naturaleza del racional o cuasi racional. Que la virtud es tal, que los participantes de ella son virtuosos, ya sean los sujetos buenos, o las acciones u operaciones mismas. Sus secuelas o frutos son el regocijo, la alegría y semejantes. Lo mismo es en los vicios, como la imprudencia, la cobardía, la injusticia y semejantes, pues vicioso es cuanto participa del vicio, sean operaciones o sean hombres viciados. Las secuelas y frutos de los vicios son la tristeza, la aflicción y semejantes.
éste, y quien es bueno es honesto: es honesto, luego es bueno. Son de la opinión que todos los bienes son iguales; que todo bien debe desearse en sumo grado, y que no admite aumento ni disminución. Dicen que de los entes, unos son buenos, otros malos y otros neutros. Que son entes buenos las virtudes, prudencia, justicia, fortaleza, templanza y restantes; y son entes malos los opuestos a éstos, como la imprudencia, injusticia, etc. Y son neutros los que ni aprovechan ni dañan, como la vida, la salud, el deleite, la belleza, la fuerza, la riqueza, la gloria, la nobleza; y los opuestos, como son la muerte, la enfermedad, las molestias, la fealdad, las pocas fuerzas, la pobreza, el poco nombre, la innobilidad y semejantes. Así lo dice Hecatón en el libro VII Del fin; Apolodoro en su Moral, y Crisipo; pues estas cosas no son buenas, sino indiferentes, producidas según su especie. Y así como es propio del calor el calentar y no el enfriar, así lo es del bien el aprovechar, no el dañar. Las riquezas y la salud no son más provechosas que dañosas, luego ni las riquezas ni la salud son bienes. Más: aquello de que se puede usar bien y mal no es bueno; de las riquezas y salud puede usarse bien y mal, luego las riquezas y la salud no son bienes. No obstante, esto, Posidonio dice que lo son.
es un miedo causado por alguna imaginación extraordinaria; el tumulto es un temor junto con apresuramiento de voces, y la agonía es el temor de una cosa incierta. La concupiscencia es un apetito irracional. Se ordenan a él la indigencia, el odio, la contienda, la ira, el amor, el rencor, la furia. La indigencia es una concupiscencia de lo que no tenemos y como separada de ello, pero a ello inútilmente extendida y alargada. El odio es una concupiscencia y deseo de que alguien sufra un mal, pero con algún provecho y aumento propio. La contienda es una concupiscencia y deseo acerca de las sectas u opiniones. La ira es concupiscencia y deseo de que sea castigado aquel que parece que ha obrado injustamente. El amor es una concupiscencia ajena del hombre serio, pues es un cuidado de conciliarse la voluntad de una belleza aparente. El rencor es una ira inveterada y llena de odio, que espera la ocasión de vengarse, lo cual se declara por estos versos:
Una bilis de un día se digiere; mas no un viejo rencor si el fin no logra.
Y la fuerza o furia es una ira incipiente o que comienza.
po en el libro I de las Vidas, pues reprimirá los vicios e incitará a las virtudes. Que se casará también a fin de procrear hijos, según escribe Zenón en su República. Que no se mezclará en cosas opinables, esto es, nunca dará cabida a falsedad alguna. Que deberá abrazar la secta cínica, por ser un camino breve y compendioso para la virtud, según Apolodoro en su Moral. Que comerá también carne humana según las circunstancias. Que sólo él es libre; los malos e ignorantes son siervos. Que la libertad es la potestad de obrar por sí mismo; la esclavitud es la privación de esta libertad. Que hay otra esclavitud, consistente en la subordinación; y aun otra tercera, que consiste en la posesión y subordinación (a la cual se opone el dominio), y que también es mala. Que los sabios no sólo son libres, sino también reyes; siendo el reinar un mando a nadie dañoso, que existe sólo entre los sabios, como dice Crisipo en el libro titulado Que Zenón usó de los nombres con propiedad. Escribe allí que el príncipe debe entender acerca de bienes y males, y estas cosas ningún ignorante las sabe.
za, el buen orden y la modestia; a la justicia, la equidad y probidad; y al valor se sigue la constancia y permanencia de ánimo.
88 Opinan que entre la virtud y el vicio no hay medio (al contrario de los peripatéticos, que dicen que el provecho es medio entre la virtud y el vicio), pues así como un palo es preciso que sea recto o torcido, así una cosa o es justa o injusta, sin contar con el más o menos. Y así de las demás cosas Crisipo dice que la virtud es emisible; Cleantes, que es inamisible; aquel, que puede perderse por la embriaguez y por la cólera; éste, que no puede perderse, por lo muy arraigada. Que es apetecible; que nos avergonzamos de las malas obras, conociendo que sólo es bueno lo honesto; y que ella sola basta para la felicidad, como dicen Zenón, Crisipo en el libro I De las virtudes, y Hecatón en el II De los bienes, porque si la magnanimidad es bastante para superarlo todo, y ella es parte de la virtud, es también la virtud suficiente para la felicidad, despreciando justamente todas las cosas que parezcan graves y turbulentas.
parte del mundo la subdividen en otras dos. Bajo de una consideración se asocian los matemáticos, y por ella discurren de las estrellas fijas y planetas, por ejemplo: si el sol es tan grande como aparece, y lo mismo la luna; de su giro, y de otras cuestiones semejantes. Bajo de la otra consideración pertenece sólo a los físicos, y en ella se inquiere de qué sustancia sea; si el sol y los astros constan de materia y forma; si fue creado o no; si está animado o inanimado; si es corruptible o incorruptible; si hay providencia que lo gobierne o no, con otras cosas de esta clase. La parte perteneciente a las causas también la subdividen en dos. Una la hace cuestión común a los médicos, y por ella inquieren de la parte principal o conductriz del alma y de sus operaciones, de las semillas y cosas semejantes. La otra se la apropian igualmente los matemáticos, por ejemplo: cómo vemos; cuál es la causa de vernos en el espejo; qué cosa son las nubes, los truenos, el iris, el halón o corona, los cometas y semejantes.
sistema o complejo de cielo y tierra, y las naturalezas que contienen; o también, el sistema o complejo de dioses, hombres y cosas creadas por causa de ellos. Cielo es la última periferia, donde reside todo lo divino. El mundo es gobernado con mente y providencia (como dice Crisipo en sus libros De la providencia, y Posidonio en el XIII De los dioses), extendiéndose a todas sus partes la mente, al modo que en nuestras almas; aunque a unas más y a otras menos, pues por unas pasó como hábito, como por los huesos y nervios; por otras, como mente, como por la parte principal del alma. Así, pues, el universo, siendo animal, animado y racional, tiene su principal, o alma, que es el éter, como lo dice Antípatro Tirio en el libro VIII Del mundo. Pero Crisipo, en el libro I De la providencia, y Posidonio en el libro De los dioses, dicen que el cielo es el principal del mundo, y Cleantes dice que es el sol. No obstante, Crisipo, apartándose después de su propia opinión en el mismo libro, dice que lo es el éter purísimo, al cual llaman primer Dios sensiblemente como infuso en las cosas existentes en el aire, en todos los animales, plantas y en la tierra, según costumbre.
Posidonio en el libro VI de sus Discursos físicos; y los demás lo reciben de la tierra. Opinan que los astros son esféricos, y la tierra inmóvil. Que la luna no tiene luz propia, sino que cuando luce la recibe del sol. Que se eclipsa el sol poniéndosele la luna delante por la parte que mira a nosotros, como escribe Zenón en el libro Del universo, pues cuando se encuentran se deja ver cómo se le pone debajo, lo oculta, y luego después lo deja. Obsérvese esto en una jofaina con agua. Y que la luna se eclipsa cuando cae dentro de la sombra de la tierra. Que sólo se eclipsa en los plenilunios, cuando se halla diametralmente opuesta al sol, no obstante que esto sucede cada mes; pues, moviéndose ella oblicuamente hacia el sol, varía la latitud, hallándose ya más boreal, o más austral. Y así, cuando su latitud se encuentra con la del sol y la de otras cosas mediantes, y además está diametralmente opuesta al sol, entonces se eclipsa. Su latitud se mueve según las cosas que median, en Cáncer, Escorpión, Aries y Tauro, como dice Posidonio.
100. Opinan que Dios es animal inmortal, racional, perfecto, o inteligente en su felicidad, incapaz de recibir algún daño, y que gobierna próvidamente el mundo y cuanto éste encierra; pero no tiene figura humana. Que es autor y creador del universo y como Padre de todas las cosas, ya en común, o como parte del mismo universo que penetra por todo, y se llama con diversos nombres según sus fuerzas. Lo llaman Día, porque por él existe todo. También lo llaman Zena, porque es causa de todo lo viviente,
Sustancia de Dios llama Zenón a todo el mundo, incluso al cielo. Crisipo en el libro XI De los dioses, Posidonio en el I también De los dioses, y Antípatro en el VII Del mundo, hacen aérea su naturaleza o sustancia. Y Boeto en sus obras de Física dice que la sustancia de Dios es la esfera de las estrellas fijas.
101. Por naturaleza, unas veces entienden lo que comprende y abraza el mundo; otras, lo que causa las producciones de la tierra. La naturaleza es entonces un hábito movido por sí mismo según la razón seminal que crea y contiene en sí lo que de ella procede después en las estaciones propias, produciéndolo tal cual es aquello de que procede. Su designio se dirige tanto a lo conducente como a lo deleitable, según consta de la creación del hombre. Dicen que todas las cosas se hacen según el hado o destino, según Crisipo en sus libros Del hado, Posidonio en su libro II Del hado, y Boeto también en el libro XI Del hado. El hado es el principio u origen de una serie de cosas, o la razón según la cual es gobernado el mundo. Dicen que la divinación es superior a cualquier otra cosa, y aun quieren que sea providencia. Prueban que es arte, por algunas predicciones verificadas; así lo escriben Zenón y Crisipo en el libro II De la divinación, Atenodoro y Posidonio en el libro XII de sus Discursos físicos y en el V De la divinación. Pero Panecio dice que no hay tal arte.
102. Dicen que la sustancia de todos los entes es la materia primera; lo cual lo dicen también Crisipo en su libro I De los físicos, y Zenón. Materia es aquello de que se hace una cosa, cualquiera que sea. Se le dan dos nombres: sustancia y materia, así de todas las cosas en común como de cada una en particular. La sustancia o materia de todo en general o en común no es grande ni pequeña; pero sí la de cosas particulares. El cuerpo, según ellos, es sustancia finita o circunscrita, como dicen Antípatro en el libro II De la sustancia, y Apolodoro en su Física, el cual añade que es mutable, pues si fuera inmutable, de ningún modo provendrían de ella las cosas que se engendran. De aquí es que puede dividirse en infinito; pero Crisipo dice que no es infinita, pues nada hay infinito que sea capaz de sección, sino que se acaba y nada queda.
103. Que las mezclas se hacen insinuándose mutuamente (como dice Crisipo en el libro III De los físicos), y no por circunscripción,
o por adición de un cuerpo a otro; pues si en el mar se vierte un poco de vino, por un tanto de tiempo estará luchando en su extensión, mas luego se confundirán ambos. Que hay espíritus que tienen simpatía con los hombres y observan las cosas humanas. Y que las almas de los buenos son héroes, una vez separadas de los cuerpos.
104. De las cosas que se hacen en la región del aire dicen: que el invierno es el aire congelado sobre la tierra por la gran distancia del sol. La primavera, por el buen temple del aire cuando ya el sol vuelve hacia nosotros. El estío, por el fervor de la atmósfera causado por el curso del sol hacia el Septentrión, y el otoño, por el regreso o alejamiento del sol de nosotros. (Que los vientos son los flujos del aire), y cambian de nombre según las partes de que fluyen. Así, la causa de las tempestades es el sol, que de los vapores va formando las nubes. Que el arcoíris resulta de los resplandores o rayos que reflectan de las nubes húmedas, o según Posidonio en sus Meteoros, es una imagen de la mitad del sol o la luna, representada en la nube llena de rocío, cóncava y continua o densa, como representada en un espejo según el borde o limbo de su circunferencia.
105. Dicen que los cometas, ya crinitos, ya barbatos, los fuegos fatuos y errantes, son fuegos producidos cuando el aire denso sube a la región etérea. Que las exhalaciones son fuego recogido y encendido en el aire, llevado velozmente por el mismo, y que se representa extendido a lo largo. Que la lluvia es una conversión de la nube en agua, después de haber atraído el sol la humedad de la tierra y del mar, y no haber podido esta humedad obrar diversamente. Esta misma humedad congelada se llama escarcha. Que el granizo es la nube cuajada y luego desmenuzada por el viento. Que la nieve es el humor de la nube condensada, según dice Posidonio en el libro VIII de sus Discursos físicos. Que el relámpago es un encendimiento o inflamación, como dice Zenón en el libro Del universo. Que el trueno es el estruendo de las mismas nubes cuando se frotan o rasgan. Que el rayo es un globo de fuego vibrado violentamente contra la tierra cuando las nubes chocan
o se rompen. Algunos dicen que es una porción de aire inflamado y vibrado con violencia. Que el tifón o torbellino es un rayo violento y viento impetuoso, o bien un viento nebuloso de nube rasgada. Que el huracán es una nube circuida de fuego líquido y con viento vehemente en las cavernas y entrañas de la tierra, o bien el viento solo oprimido dentro de la tierra, como dice Posidonio. Que algunos de éstos causan terremotos; otros, aberturas en la tierra; otros, incendios; y otros, hervores.
106. Opinan que el sistema del universo es en esta forma: la tierra está puesta en el medio como centro, y con ella el agua, formando ambas un globo de un mismo centro, de manera que la tierra está en el agua. Después del agua está el aire en forma de esfera. Que en el cielo hay cinco círculos: el primero es el septentrional, que siempre se nos manifiesta; el segundo, el trópico estival; el tercero, el círculo equinoccial; el cuarto, el trópico hibernal; y el quinto, el círculo antártico, que no sale a nuestra vista. Se llaman paralelos, porque no se encuentran mutuamente, y se describen teniendo por centro el polo mismo. El zodíaco es un círculo oblicuo, como que va por encima de los paralelos. Las zonas de la tierra son cinco: la primera, la boreal, más allá del círculo ártico, inhabitable por el frío. La segunda, templada. La tercera, inhabitable por el calor, llamada tórrida. La cuarta, templada, en la parte opuesta. Y la quinta, austral, también inhabitable por el frío.
107. También opinan que la naturaleza es un fuego artificioso que está en camino para la generación, o bien un espíritu ígneo y artificioso. Que el alma es sensitiva, y que no es un espíritu innato; por tanto, es corpórea, permanece después de la muerte, y es corruptible. Pero que el alma del universo es incorruptible, de la cual son partes las de los animales. Zenón Citeo, Antípatro en sus libros Del alma, y Posidonio dicen que el alma es un espíritu cálido, pues por él respiramos y por él nos movemos. Cleantes dice que todas permanecerán hasta el incendio del mundo; pero Crisipo afirma que sólo las de los sabios. Dicen que las partes del alma son ocho: los cinco sentidos, los principios seminales existentes en nosotros, la locuela y el raciocinio. Que nuestra visión se hace al extenderse en figura de cono la luz que hay entre la vista y el objeto; así lo dice Crisipo en el libro II De los físicos, y Apolodoro. La parte aguda del cono aéreo está junto al ojo; la base en el objeto mirado, haciéndosenos manifiesto lo que miramos extendiéndose el aire como por el báculo. Que el oír se hace siendo herido el aire que media entre el que habla y el que oye, lo cual se hace circularmente y con ondulaciones, hasta que llega a los oídos, a la manera que ondea por círculos el agua de un estanque, cuando es arrojada en él una piedra. Que el sueño se hace relajándose o disolviéndose el vigor de los sentidos acerca del principal. Dan por causas de las pasiones los movimientos y cambios que suceden en el espíritu.
108. Semilla dicen es la que puede producir una cosa semejante a aquella de que fue separada. El esperma que el hombre suministra, unido con el humor, se mezcla con las partes del alma de un modo conveniente a la mixtión paterna. Este, según Crisipo en el libro II De los físicos, es un espíritu adherente a la sustancia, como es de ver por las semillas arrojadas a la tierra, las cuales, si son muy añejas, ya no nacen, como manifestando habérseles exhalado la virtud. Y Esfero dice que el esperma fluye de todo el cuerpo, por lo cual todas las partes de éste son generativas. Dicen que el esperma femenino es infecundo, ineficaz, poco y ácueo, como consta en Esfero. Que el principal es la parte dominante del alma, en donde se engendran las fantasías y los apetitos, y de donde procede la razón. Su residencia es el corazón.
109. Esto es, en cuanto me ha parecido adecuado al tamaño de este volumen, lo que dicen los estoicos acerca de las cosas naturales. Las que aun entre ellos hay controvertidas, son en esta forma:
110. Aristón Quío, el Cano, denominado Sirena, dijo que el fin es estarse en indiferencia entre la virtud y el vicio, no haciendo variación alguna, sino igual a todo. Que el sabio es semejante a un buen histrión, el cual, represente a Tersites, o a Agamenón, a ambos imita con propiedad. Quitó de la Filosofía la parte física y lógica, diciendo que una es superior a nosotros, y la otra nada nos importa, pues sólo nos importa la parte moral. Comparaba los argumentos dialécticos a las telarañas, las cuales, aunque parece que manifiestan artificio, son inútiles. Acerca de las virtudes, ni puso muchas, como Zenón, ni una bajo muchos nombres, como los megáricos, sino que dijo ser el modo de proceder en las cosas. Filosofando de esta forma y debatiendo en el Cinosargo, pudo conseguir el nombre de inventor o fundador de secta. En efecto, Milcíades y Difilo se llamaron aristonios. Era muy persuasivo y amigo de la plebe. Por esto, Timón dijo de él:
Un deudo de Aristón el placentero.
111.Diocles de Magnesia dice que habiendo entrado en conferencia con Polemón, cuando Zenón padecía una larga enfermedad, cambió de opinión, y se aficionó principalmente al dogma estoico que dice que el sabio no debe andarse en opiniones. A esto contradijo Perseo, trayendo dos hermosos mellizos para que uno de ellos le diese una alhaja en depósito y el otro viniese por ella; así lo puso en duda y lo convenció. Hablaba contra Arcesilao, y habiendo visto un toro con una matriz monstruosa, dijo: ¡Ay! Aquí tiene Arcesilao un argumento contra la evidencia. A un académico que afirmaba no comprender cosa alguna, le dijo: ¿Ni siquiera ves a éste que está aquí sentado? Y respondiendo que no,
¿Quién te cegó -le dijo-; quién al fanal robó los resplandores?
112. Se conocen de él los libros siguientes: dos libros de Exhortaciones, Diálogos acerca de los dogmas de Zenón, seis libros De las escuelas, siete libros de Exhortaciones acerca de la sabiduría, Ejercitaciones amatorias, Comentarios sobre la vanagloria, veinticinco libros de Comentarios, tres De cosas memorables, once de Críos, Contra los oradores, Contra las respuestas de Alexino, tres libros Contra los dialécticos, cuatro libros de Epístolas a Cleantes, Panecio y Sosícrates dicen que sólo son suyas las Epístolas, y que las demás obras son de Aristón Peripatético. Es fama que como nuestro Aristón era calvo, le quemó el sol la cabeza y murió de ello. Mis versos coliambos para él dicen así:
¡Oh Aristón! ¿Por qué siendo viejo y cano, al sol así expusiste tu mollera a que te la tostase? Buscando más calor del que conviene, hallaste sin querer el frío infierno.
113. Hubo otro Aristón Peripatético, nativo de Julida; otro músico, ateniense; otro poeta trágico; otro álcense, que escribió del Arte oratoria, y otro peripatético alejandrino.
114. Herilo, cartaginés, dijo que el fin es la ciencia, y lo coloca en el vivir refiriendo siempre todas las cosas a la vida sabia, para no ser derribados por la ignorancia. Que la ciencia es un hábito procedido de la recepción de aquellas fantasías o imaginaciones que caen bajo la razón. Decía que alguna vez no hay fin, porque las circunstancias y otras cosas lo truecan, como si de un mismo metal se hace una estatua de Alejandro y otra de Sócrates. Que el fin y lo subordinado a él son cosas diversas, pues esto lo suelen conseguir también los ignorantes; pero aquel sólo el sabio. Que las cosas que están entre la virtud y el vicio son indiferentes.
115. Hay de él algunos libros, cortos, sí, pero llenos de vigor, y contienen Contradicciones a Zenón. Cuentan que siendo muchacho fue amado de muchos, a quienes queriendo remover Zenón, obligó a que Herilo se cortara el pelo; con lo cual ellos se ausentaron. Los libros son estos: De la ejercitación, De las pasiones, De la opinión, El legislador, El partero, Antiferón maestro, Aparato, El director, Mercurio, Medea, Diálogos de posiciones morales.
116. Dionisio, el llamado Desertor, dijo que el fin es el deleite por el accidente de sus ojos; porque habiéndole sobrevenido un dolor en ellos, no quiso llamarlo cosa indiferente. Fue hijo de Teofanto, y nativo de Heraclia. Diocles dice que primero fue discípulo de Heráclides su paisano; luego, de Alexino y Menedemo, y finalmente lo fue de Zenón. Al principio fue muy amante de las letras, y se aplicó a toda clase de poesía; después se aficionó a Arato, y procuró imitarlo. Finalmente, desertando de Zenón, se pasó a los cirenaicos, y se metía en los lupanares más viles, ejecutando públicamente todas las voluptuosidades. Murió privándose del alimento, a los ochenta años de edad. Se conocen de él los libros siguientes: De la serenidad o imperturbación del ánimo, dos libros; otros dos De la ejercitación, cuatro Del deleite, De la riqueza, De la gracia, Del suplicio, De la utilidad de los hombres, De la felicidad, De los reyes antiguos, De las cosas alabadas, De las costumbres bárbaras.
117. Estos fueron los estoicos que se diferencian entre sí en algunas opiniones. A Zenón lo sucedió Cleantes, de quien trataremos ahora.
CLEANTES
él respondió: ¿Sólo saco agua? ¿Y por qué no también cavo, riego y hago todas las cosas por amor de la Filosofía? Incluso Zenón lo animaba a ejercitarse en esto, y de su jornal le mandaba traer un óbolo diariamente; y habiendo recogido con el tiempo buena cantidad, lo manifestó a los condiscípulos diciendo: Cleantes podría sustentar otros Cleantes si quisiera; los que tienen bienes de que sustentarse van solicitando de otros lo que han de comer, y no obstante, filosofan sin ahínco. Por esta razón era Cleantes llamado el segundo Hércules. Era muy aplicado, pero de naturaleza tarda y obtusa, por lo cual Timón habla de él así:
¿Quién es ese carnero que discurriendo va por el gentío? ¿Ese parlero de Asso? ¿Ese mortero, estólido, gallina?
Sufría con paciencia la burla de sus condiscípulos; y como se oyese llamar asno, se conformaba y decía que él sólo podía llevar la carga de Zenón.
3. Una vez que le dijeron cobarde, respondió: Aun por eso cometo pocos pecados. Prefería su pobre vida a la de los ricos, diciendo: Mientras ellos juegan a la pelota, yo cavo la tierra yerma y estéril. Se reprendía muchas veces a sí mismo; lo cual, oído por Aristón, le dijo: ¿A quién reprendes? Y él respondió, riendo: A un viejo que tiene canas y entendimiento no. Al decirle uno que Arcesilao no hacía lo que debía, le respondió: Cesa y no lo culpes, pues aunque él no cumpla de palabra, lo ejecuta con obras. A esto dijo Arcesilao: No gusto de lisonjas, a lo que repuso Cleantes: Sí, yo te lisonjeo diciéndote que unas cosas dices y otras haces. Preguntándole uno qué era lo que debía amonestar a su hijo, respondió: Aquello de Electra:
Calla, guarda silencio, pisa quedo.
4. Cuando un lacedemonio dijo que el trabajo era bueno, respondió muy alegre:
De sangre generosa eres, oh hijo.
Menciona Hecatón en sus Críos que preguntándole un joven que si de quien se da golpes en el muslo se dirá que musliza, como de quien se los da en el vientre decimos que ven-triza, respondió: Mancebo, quédate para ti esas muslizaciones, y sábete que las voces análogas no siempre significan las cosas análogas. Debatiendo una vez con otro joven, le preguntó si sentía, y diciéndole que sí, respondió Cleantes: ¿Pues cómo no siento yo que tú sientes? Como el poeta Sositeo se le pusiese delante estando en el teatro y le dijese:
A quienes la estulticia de Cleantes conduce como bueyes.
no se alteró ni inmutó en nada. Admirados de esto los circunstantes, aplaudieron a Cleantes y echaron de allí a Sositeo; mas arrepentido éste de haberlo ultrajado, fue por aquel admitido, diciendo que era un absurdo que él se indignara por una palabra injuriosa, cuando ni Li
bero-Padre ni Hércules se indignan al ser burlados por los poetas.
cosas ambiguas, De la Dialéctica, De los tropos
o modos, De los predicamentos.
7. Murió en esta forma: Habiéndosele entumecido las encías, estuvo dos días sin tomar alimento por orden de los médicos; con lo cual se curó tan bien, que los médicos le permitieron que comiera ya lo mismo que solía. No lo ejecutó; antes bien, permaneció así, diciendo que ya tenía mucho camino andado; y de este modo sufrió más tiempo hasta que murió. Igualó en edad a Zenón, y vivió ochenta años, como dicen algunos, habiendo sido discípulo suyo por espacio de diecinueve. Yo le hice los versos siguientes:
A Cleantes celebro; pero más a la muerte, que no quiso, mirándole ya anciano, retardarle el descanso bien que muerto si agotó tanto pozo cuando vivo.
ESFERO
1. Esfero Bosforano, como ya dijimos, fue discípulo de Cleantes después de haberlo sido de Zenón; y habiendo salido muy aprovechado, se fue a Alejandría para estar con Tolomeo Filopator. Haciendo conversación una vez acerca de si el sabio opina o no, y habiendo dicho Esfero que no, queriendo el rey convencerlo, mandó sacar unas granadas de cera que tenía; con lo cual engañado Esfero, exclamó el rey diciéndole que había dado cabida a una imagen
o fantasía falsa; a lo cual respondió Esfero bien y pronto, diciendo que había consentido, no que aquellas fuesen granadas, sino que era probable que lo fuesen; y que la fantasía que aprende se diferencia de la que aprueba. A Mnestrato, que lo acusaba de que no decía que Tolomeo era rey, respondió: No lo es; pero siendo tal Tolomeo, es también rey.
2. Escribió los libros siguientes: dos libros Del mundo, Del principio de la semilla, De la fortuna, De las cosas pequeñas, Contra los átomos y las ideas, De los sentidos, cinco libros de Diatribas acerca de Heráclito, Instituciones morales, Del oficio, Del apetito, dos libros De las pasiones, Diatribas, Del reino, De la República de Lacedemonia, tres libros sobre Licurgo y Sócrates, De la ley, De la divinación, Diálogos amatorios, De los filósofos eretríacos, De las cosas semejantes, De las definiciones, Del hábito, tres libros de Contradicciones, Del raciocinio, De la riqueza, De la gloria, De la muerte, dos libros Del arte dialéctica, De los predicamentos, De las anfibologías, Cartas.
CRISIPO
1. Crisipo, hijo de Apolonio, solense, o bien tarsense, según Alejandro en las Sucesiones, fue discípulo de Cleantes. Al principio se adiestraba en el manejo de la lanza; después oyó a Zenón, o según Diocles y otros, a Cleantes, de quien se apartó viviendo todavía. No fue un filósofo vulgar, sino varón ingenioso y agudísimo en todo; tanto, que en muchas cosas opinó contra Zenón, y aun contra Cleantes, a quien solía decir que sólo necesitaba saber sus dogmas, pues él hallaría luego las demostraciones. Sin embargo, siempre que le contradecía se arrepentía de manera que solía decir:
Nací en todo feliz sino en Cleantes. Seguramente en él no soy dichoso.
Fue tan gran dialéctico, que muchos eran de la opinión que si la Dialéctica estuviese entre los dioses, no sería otra que la de Crisipo.
otros, dijo: Si yo atendiera a muchos, ciertamente no filosofaría. A un dialéctico que enredaba con argumentos y sofismas a Cleantes, le dijo: Deja ya de apartar de cosas gravísimas a un varón anciano, y propónnos a nosotros los jóvenes esas cosas. También, como uno estando a solas con él conferenciase modestamente, y luego que vio venir personas comenzara a contender con desentono, le dijo:
¡Qué es esto, hermano mío! Todo el semblante conturbado tienes. Para bien discurrir, la rabia deja.
Cuando tomaba vino se estaba quieto, moviendo solamente las piernas; por eso solía decir su dueña, que de Crisipo no se embriagaba otra cosa que las piernas.
4. Opinaba de sí tan altamente, que preguntándole uno a quién encargaría un hijo suyo, respondió: A mí; pues si yo supiera que alguno me excede, me iría a estudiar con él. Por esto dicen que se le aplicaba lo siguiente:
Éste es sólo quien sabe. Los demás son tan vanos como sombra.
Y también esto:
Si no hubiera Crisipo, seguramente pórtico no hubiera.
Al final, cuando llegaron a la Academia Arcesilao y Lacidas, se unió a filosofar con ellos, como dice Soción en el libro VIII; por cuya causa emprendió a debatir contra la costumbre, y aun por ella; como también de las magnitudes y multitudes, usando la misma vehemencia que los académicos. Hermipo dice que estando Crisipo filosofando en el Odeo lo llamaron sus discípulos al sacrificio, y habiendo bebido allí mucho vino dulce y dándole vahídos de cabeza, murió al quinto día, a los setenta y tres años de edad, en la Olimpiada CXLIII. Mis versos para él dicen así:
Bebió excesivamente, y vértigos le dieron a Crisipo con que olvidó su pórtico, su patria, y hasta su misma vida, por irse luego a la mansión oscura.
Algunos dicen que murió de risa, pues al comerle un asno ciertos higos, dijo a su vieja que le diese de beber vino generoso detrás de los higos; y así, suelto en carcajadas, murió.
carro; luego un carro pasa por tu boca. Y asimismo: Si no perdiste una cosa, la tienes; aquí, no perdiste los cuernos; luego los tienes. Algunos atribuyen esto a Eubílides.
8. Hay quien culpe a Crisipo de haber escrito muchas cosas torpes y obscenas, pues en el libro que compuso De los filósofos antiguos finge torpemente cuanto escribe de Juno y Júpiter, diciendo en seiscientos versos lo que si no uno de boca impura, nadie hubiera dicho. Dicen que fingió esta obscenísima historia; y aunque la aplica a las cosas naturales, es más propia para meretrices que para dioses. No hicieron mención de ella los que compusieron tablas; no la trae Polemón, ni Hipsicrates, ni menos Antígono, sino que Crisipo la fingió toda. En su libro De política admite matrimonio entre madres e hijos y entre hijas y padres. Lo mismo trae al principio de su libro titulado De las cosas no apetecibles por ellas mismas. En el libro III Del derecho, que contiene hasta mil versos,
quiere que se coman las carnes de los difuntos. En el II De la vida y sus medios, dice: se ha de procurar el modo de que el sabio los tenga. ¿Y para qué uso? Si es -dice-para vivir, el vivir es indiferente; si es para deleite, también éste es indiferente; y si es para la virtud, ella le basta para la felicidad. Son, sin duda, ridículos estos haberes o lujo, pues si vienen de mano de rey, será fuerza habérsele humillado; si vienen de amistad, será banal en la intención; y si provienen de sabiduría, será sabiduría necesaria.
9. Y como sus libros son muy célebres, me ha parecido bien hacer una lista de ellos por clases. De los pertenecientes a lógica, y en especial tesis o conclusiones, son su Lógica y Consideraciones del filósofo, Definiciones dialécticas a Metrodoro, seis libros, uno dirigido a Zenón acerca de los nombres que usa la dialéctica, y cuatro a Dioscórides, De conexiones probables.
TRATADOS LÓGICOS ACERCA DE LAS COSAS
Clase primera. Un libro de Axiomas, otro Axiomas no simples, dos a Atenades, Del copulado o complejo; tres libros a Aristágoras, De las negaciones; uno De los predicables, a Atenodoro; dos De las cosas que se dicen por privación, uno a Teario, tres a Dión, De axiomas excelentes; cuatro De la diferencia de los acristos o indefinidos, dos De las cosas dichas según el tiempo, dos De axiomas perfectos.
dos de Adiciones a la Introducción a las anfibologías.
TRATADOS LÓGICOS ACERCA DE LAS ORACIONES Y TROPOS
24 Octava clase. Ocho libros acerca del argumento a Utides, a Menécrates; dos De los argumentos compuestos de indefinido y de definido, a Pasilo; uno Del argumento Utides, a Epicrates.
tes; dos De cómo conviene oír los poemas, y uno Contra los críticos, a Diodoro.
TRATADOS MORALES ACERCA DE LOS TRATOS Y CONVERSACIONES COMUNES EN LAS ARTES DEPENDIENTES DE ELLOS Y EN LAS VIRTUDES
LIBRO OCTAVO
PITÁGORAS
los negocios públicos tan noblemente, que la República era una verdadera aristocracia.
3. Heráclides Póntico refiere que Pitágoras decía de sí mismo que en otro tiempo había sido Etálides y considerado hijo de Mercurio; que el mismo Mercurio le tenía dicho que pidiese lo que quisiere, excepto la inmoralidad, y que él le había pedido el que vivo y muerto retuviese en la memoria cuanto sucediera. Así que mientras vivió se acordó de todo, y después de muerto conservó la misma memoria. Que tiempo después de muerto, pasó al cuerpo de Euforbo y fue herido por Menelao. Que siendo Euforbo, dijo que en otro tiempo había sido Etálides, y que había recibido de Mercurio el don de la transmigración del alma, como efectivamente transmigraba y circuía por todo género de plantas y animales; el saber lo que padecería su alma en el infierno y lo que las demás allí detenidas. Que después que murió Euforbo, se pasó de alma a Hermótimo, el cual, queriendo también dar fe de ello, pasó a Branquida, y entrando en el templo de Apolo, enseñó el escudo que Menelao había consagrado allí, y decía que cuando volvía de Troya consagró a Apolo su escudo, y que ya estaba podrido, quedándole sólo la cara de marfil. Que después que murió Hermótimo se pasó a Pirro, pescador delio, y se acordó de nuevo de todas las cosas, es decir: cómo primero había sido Etálides, después Euforbo, luego Hermótimo y en seguida Pirro. Y finalmente, que después de muerto Pirro vino a ser Pitágoras, y se acordaba de todo cuanto hemos mencionado.
4. Algunos dicen que Pitágoras no escribió; pero se engañan, pues Heráclito el físico lo está poco menos que clamando cuando dice:
Pitágoras, hijo de Mnesarco, se ejercitó en la historia de las cosas más que todos los hombres, y escogiendo este género de escritos se granjeó su saber, su mucha pericia y aun las artes destruidoras de los hombres. Habló así porque habiendo Pitágoras empezado a escribir de la Naturaleza, dice así: Por el aire que respiro, por el agua que bebo, que no sufriré que este argumento sea vituperado. Se atribuyen a Pitágoras tres escritos, que son: Instituciones, Política, Física; pero lo que se conoce como de
Pitágoras es de Lisis Tarentino, pitagórico, el cual, después de huir a Tebas, fue maestro de Epaminondas. Heráclides, el hijo de Serapión, dice en el Compendio de Soción, que Pitágoras escribió también del Universo, en versos. Otro escrito suyo se titula Discurso sagrado, cuyo principio dice:
Venerad obsequiosos, jóvenes, estas cosas con silencio.
Tercer escrito, Del alma; cuarto, De la piedad; quinto, Helotal, padre de Epicarmo el de Cos; sexto, Crotón, y todavía otros. El Discurso místico dicen que es de Hipaso, el cual lo escribió para desacreditar a Pitágoras. Y también que Astón de Crotona escribió muchos libros bajo el nombre de Pitágoras. Igualmente dice Aristójeno que Pitágoras aprendió muchos dogmas morales de Temistocles en Delfos. Jon de Quío dice, en sus Triagmas, que Pitágoras escribió un poema y lo supuso para Orfeo. También dicen que son suyas las Catascopía
das, cuyo principio es: Con nadie seas imprudente.
5. Sosícrates, en las Sucesiones, dice que al preguntarle León, tirano de los fliasios, quién era, dijo: Filósofo, y que comparaba la vida humana a un concurso festivo de personas; pues así como unos vienen a él a luchar, otros a comprar y vender, y otros, que son los mejores, a ver; también en la vida unos nacen esclavos de la gloria; otros, cazadores de los haberes, y otros filósofos, amantes de la virtud. Hasta aquí Sosícrates. En los tres libros de Pitágoras arriba nombrados se contienen universalmente estos documentos. No deja que nadie ore por sí mismo, puesto que no sabe lo que le conviene. Llama a la ebriedad pernice del entendimiento. Reprueba la intemperancia diciendo que nadie debe excederse de la justa medida en bebidas y comidas. De las cosas venéreas habla en esta forma: De la Venus se ha de usar en invierno, no en verano; en otoño y primavera, más ligeramente; pero
en todo tiempo es cosa gravosa y nada buena a la salud. Y aun preguntado una vez cuándo convenía usarla, dijo: Cuando quieras debilitarte a ti mismo.
lo rectángulo la potestad de la línea hipotenusa es igual a la potestad de las dos que lo componen. De esto tenemos el epigrama siguiente:
Pitágoras, hallada aquella nobilísima figura, bueyes mató por ello en sacrificio.
¿Adónde fui?, ¿dónde estuve? ¿Qué cosas practiqué que no debiera?
Dicen que prohibía que se ofrecieran víctimas sangrientas, y sólo permitía que se adorasen las aras incruentas. No sufría que se jurase por Dios, pues cada uno debe por sus obras hacerse digno de crédito. También decía que deben ser reverenciados los ancianos, teniendo por más venerable lo que es primero en tiempo; así como en el cielo es mejor el orto que el ocaso; en el tiempo, el principio mejor que el fin, y en la vida es mejor la generación que la corrupción. Que en el honor se han de preferir los dioses a los semidioses, los héroes a los hombres, y a éstos los padres. Que las mutuas conversaciones han de ser tales que no se nos hagan enemigos los amigos, sino amigos los enemigos. Que nada se ha de creer propio. Que se ha de favorecer la ley y perseguir la injusticia. Que no se han de arrancar ni destruir las plantas buenas, ni hacer daño a los animales que no son nocivos. Que se ha de usar de pudor y circunspección o reverencia, no estando siempre o derramado en risa o cubierto de tristeza. Que se ha de viajar, ya sea con lentitud, o con ahínco. Que se ha de ejercitar la memoria. Que estando enojado no se ha de decir ni hacer cosa alguna. Que se ha de tener en estima toda divinación. Que se ha de usar del canto con lira.
Que se han de cantar himnos a los dioses, y las debidas alabanzas de los hombres.
causa de la vida. Que la luna es iluminada por el sol. Que los hombres tienen cognición con los dioses, porque el hombre participa del calor, y así Dios ejerce en nosotros su providencia. Que el hado es la causa de la administración de las cosas en común y en particular. Que los rayos del sol penetran por el éter frígido y por el denso, pues ellos al aire lo llaman éter frígido, y al mar húmedo, éter denso. Que estos rayos penetran aun hasta lo profundo, y con esto dan vida a todas las cosas. Que viven todas las cosas que participan de calor, y por tanto, las plantas son animales, aunque no todas tienen alma. Que el alma es una partícula del éter, del cálido y del frígido, como partícipe que es del éter frígido. Que el alma y la vida son cosas diferentes, y que aquella es inmortal, puesto que es inmortal aquello de que ella fue formada o separada. Que los animales se engendran de sí mismos por semilla; pero la generación hecha por la tierra es insubsistente.
todas las cosas existen por la armonía. Que la amistad es una igualdad armónica. Que los honores deben darse a los dioses y héroes; mas no honores iguales, pues a los dioses se han de dar siempre con loores, con vestiduras blancas y con pureza; pero a los héroes, desde el mediodía en adelante. Que esta pureza se adquiere por medio de expiaciones, lavatorio s y aspersiones; evitando los funerales, la cama y toda cosa sucia, y absteniéndose de comer carnes mortecinas, salmonetes, melanuros, huevos y animales nacidos de huevos, habas y demás cosas que prohíben los que dirigen ritos y sacrificios en los templos.
22. Aristóteles dice en el libro De las habas que Pitágoras mandó abstenerse de las habas o porque semejan a las partes pudendas o a las puertas infernales (pues carecen de nudos), o porque corrompen; o porque se parecen a la naturaleza del universo, o porque sirven en el gobierno oligárquico eligiendo por medio de ellas. Dice Pitá
goras que no se recojan las cosas caídas, a fin de acostumbrarse a no comer sin templanza y parsimonia. Aristófanes dice que las cosas que caen son para los héroes, escribiendo así en sus Héroes:
No comáis lo que cae de la mesa.
Que debemos abstenemos de gallo blanco, por estar consagrado a Júpiter (y el color blanco es propio de los buenos) y a la luna, y además señala las horas. Que no se coman los peces sacros, pues no conviene dar una misma comida a los dioses y a los hombres, como ni a los libres y a los esclavos. Que la cosa blanca es de la naturaleza de lo bueno; la negra, de la naturaleza de lo malo.
Pitágoras la magia abandonando, al dogma se transfiere, y deleita a los hombres con sus discursos sólidos y graves.
Que Pitágoras fue varias personas en diversos tiempos lo testifica Jenófanes en la elegía que empieza:
Mudo de asunto y el camino enseño, etc.
Lo que de él dice es:
Hallándose presente cierta vez que a un perrito castigaban, se refiere que dijo: Cesa de apalearlo, que es el alma de un amigo; en el eco lo conozco.
Esto dice Jenófanes. También lo burla Cratino en sus Pitagorizusa; en sus Tarentinos habla así:
Cuando algún idiota viene a ellos, para experimentarlo, acostumbran turbarlo y confundirlo a fuerza de argumentos, objeciones, falacias, traslaciones, paridades, y extraordinarias cosas, con sutileza grande y maestría.
Mnesíaco, dice en su Alcmeón:
Como los pitagóricos a Apolo, así sacrificamos, sin comer cosa alguna que alma tenga.
Y Aristófanes, en su Pitagorista:
-Y decía que habiendo descendido al congreso de aquella mansión de los que habitan allá abajo, gente de toda clase visto había. Pero muy diferentes de los otros difuntos que son los pitagóricos, contaba; pues comen con Platón por religiosos. -Ese dios debe de ser afable y llano, pues gusta del comercio con huéspedes tan llenos de basura.
Y en el mismo drama:
...Y solamente comen hierbas, y beben agua encima de ellas. Mas los piojos, del palio la sordicie, y la asquerosidad de sus personas, no la podrá sufrir joven alguno.
volvía del infierno, y les iba contando las cosas acontecidas. Que los oyentes, conmovidos de lo que había dicho, prorrumpieron en lágrimas y lamentos, y creyeron en Pitágoras algo divino, de manera que le entregaron sus mujeres para que aprendiesen sus preceptos; de donde vino que fueron llamadas Pitagóricas. Hasta aquí lo que escribió Hermipo.
No sólo tú, Pitágoras, dejaste de comer de las cosas animadas, sino que todos también nos abstenemos. ¿Quién hay, di, que devore cosas vivas? Cuando ya están asadas o cocidas, y aun salpimentadas, entonces, ya sin alma, las comemos.
Y este otro:
Era, cierto, Pitágoras tal sabio, que para sí las carnes no tocaba, diciendo no era justo. Pero admira las diese francamente que las comiesen otros; pues si él injusto no era, que los otros lo fuesen permitía.
Además este otro:
Si conocer deseas el juicio de Pitágoras, mira atentamente del escudo de Euforia el claro centro. El decía: Fui un tiempo este mismo mortal que antes no era. Así, que eternamente Soy éste, éste no soy, iba diciendo.
Y otros sobre su muerte:
Pitágoras, ¡ay, ay!, ¿por qué obsequioso respetaste las habas? Él, en suma, murió con sus secuaces. Había un campo de habas; se detuvo fuera, por no pisarlas, y los agrigentinos en un trivo la vida le quitaron.
Floreció en la Olimpiada LX; y su escuela duró hasta diecinueve generaciones o sucesiones. Los últimos pitagóricos fueron Jenófilo Caldiciense de Tracia, Fanto Fliasio, Equecrates, Diocles y Polimnesto, también fliasios, a quienes alcanzó Aristójenes, puesto que eran discípulos de Filolao y de Eurito, tarentinos.
30. Hubo cuatro Pitágoras contemporáneos, no muy distintos entre sí. Uno fue crotoniata, hombre tiránico. Otro, fliasio, ejercitador de atletas, o bien ungidor de éstos, como opinan algunos. El tercero, zacintio, del cual son los Arcanos filosóficos, y que fue maestro de ellos; de donde vino el proverbio: Él lo dijo. Hay quien dice que hubo otro Pitágoras Regino, escultor, el cual parece que fue el primero que halló la euritmia y simetría conjeturando y discurriendo. Otro, también escultor, samio; otro, orador malo; y otro, médico, que escribió De los tumores, y compuso algo acerca de Homero; y otro, finalmente, que escribió en dialecto dórico, como refiere Dionisio. Eratóstenes dice (según escribe Favorino en su Historia varia, libro VIII) que éste fue el primero que en la Olimpiada XLVIII se mostró como un púgil muy diestro, llevando todavía cabellera y clámide purpúrea; pues habiendo sido arrojado así de la escuela de los muchachos por escarnio y burla, se fue luego a buscar a los hombres luchadores y los venció. Hay para éste un epigrama muy sencillo que compuso Teeteto, y dice así:
Si a Pitágoras Samio, oh peregrino, conociste de oídas, púgil noble, y criado, yo soy ese Pitágoras que digo. Si mis hechos a alguno preguntares, dirás te cuenta muchas cosas increíbles.
Este púgil imberbe que a las luchas olímpicas se vino de los juegos pueriles, es el samio Pitágoras e hijo de Crateo.
De nuestro filósofo tenemos esta carta:
PITÁGORAS A ANAXIMENES
Si tú, oh varón grande, no excedieras a Pitágoras en nacimiento y gloria, sin duda hubieras ya dejado a Mileto para venirte a mí; pero te lo prohíbe el esplendor de tu casa. Aun a mí me contuviera si me pareciera a Anaximenes. Vosotros, que soléis abandonar las ciudades por causa de sueños, si lo hacéis así perderán el ornamento y les será más inminente el daño por parte de los medos. No es bueno estar siempre discurriendo de los astros; importa más tomarse cuidado de la patria. Aun yo no siempre estoy en mis lucubraciones; también ando entre las guerras que mutuamente se hacen los italianos.
33. Y ya que hemos tratado de Pitágoras, hablemos ahora de los más célebres pitagóricos. Después de éstos se tratará de aquellos de quienes algunos escriben en común, o sea esparcidamente; y por último añadiremos después la serie y sucesión de los más dignos y memorables hasta Epicuro, como dijimos antes. De Teano y Telauges ya trataremos; hablemos ahora primero de Empédocles, puesto que, según algunos, fue discípulo de Pitágoras.
EMPÉDOCLES
1. Empédocles, como dice Hipoboto, hijo de Metón, que lo era de otro Empédocles, fue agrigentino. El mismo Hipoboto y Timeo, en el libro XV de sus Historias, dicen que Empédocles, abuelo del poeta, fue un varón insigne, y lo mismo atestigua Hermipo. También Heráclides, en el libro De las enfermedades, dice que su abuelo fue de una casa ilustre, y que criaba caballos. Igualmente Erastótenes, en sus Olimpiónicos, dice por testimonio de Aristóteles que el padre de Metón venció en la Olimpiada
LXXI. Apolodoro, gramático, dice en sus Crónicas que era hijo de Metón; y Glauco asegura que se pasó a los turios, colonia entonces recién fundada. Y más abajo dice que los que afirman que fugitivo de su casa se fue a Siracusa y militó con los siracusanos contra los atenienses, parece que proceden con suma ignorancia, pues o ya no vivía entonces o era viejísimo. Lo cual no es verosímil, pues Aristóteles dice que él y Heráclito murieron de sesenta años, y el que venció a caballo en la Olimpiada LXXI tenía el mismo nombre. Así concuerda el tiempo Apolodoro.
2. Sátiro dice en las Vidas que Empédocles fue hijo de Exeneto; que dejó un hijo llamado también Exeneto, y que en la Olimpiada él venció a caballo, y su hijo en la lucha, o bien en la carrera, como menciona Heráclides en el Epítome. Y yo hallo en los Comentarios de Favorino que Empédocles inmoló a los espectadores un buey de miel y harina, y que tuvo por hermano a Calicrátides. Telauges, hijo de Pitágoras, en su carta a Filolao, dice que Empédocles fue hijo de Arquinomo. Que fue de Agrigento en Sicilia, lo dice él mismo al principio de sus Lustraciones:
¡Oh vosotros amigos que habitáis la ciudad ilustre y grande, de alcázares excelsos, del dorado Atragante a ras orillas!, etc.
Hasta aquí su descendencia.
3. Que fue discípulo de Pitágoras, lo escribe Timeo en el libro IX de sus Historias, diciendo que se le halló el plagio de cierto discurso (lo dice también Platón), y por ello se le prohibió concurrir a las lecciones, y que hace mención de Pitágoras diciendo:
Había allí un varón sabio en extremo, riquísimo de bienes de la mente.
Otros aseguran que esto lo dijo de Parménides. Deantes dice que los pitagóricos hasta Filolao y Empédocles se comunicaban mutuamente sus discursos; pero que luego que éste los publicó en verso, pusieron por ley que no participara de ellos versista alguno. Lo mismo dicen que sufrió Platón, pues también le fue negada la concurrencia. De quién de éstos fue discípulo Empédocles, no lo dijo; y la carta de Telauges que se conoce, de que lo fue de Hipaso y de Brontino, no es fidedigna. Teofrasto dice que fue émulo de Parménides, y lo imitó en los poemas, pues también aquél publicó en verso un libro De la naturaleza. Hennipo dice que no fue émulo o imitador de Parménides, sino de Jenófanes, con quien vivió algún tiempo y lo imitó en los versos, y finalmente se pasó a los pitagóricos. Alcidamas dice en su Físico que en los mismos tiempos Zenón y Empédocles oyeron a Parménides, pero que al fin lo dejaron, y Zenón filosofó por sí mismo, y Empédocles oyó a Anaxágoras y a Pitágoras, imitando de uno la gravedad de vida y hábito, y del otro, la ciencia fisiológica.
anuncia así él mismo en sus poesías, entre otras muchas cosas, cuando dice:
Oirás me tú solo beneficios, prestigios, amuletos que la vejez ahuyenten y los males. Enfrenarás la furia de los vientos inquietos y perennes, los cuales, excitados con sus soplos sobre la madre tierra, la devastan, y destruyen del campo las labores. Si acaso se aplacaren, harás que se levanten nuevamente. Un temporal oscuro lo volverás del hombre alegre calma. A la apestada y árida sequía darás aguas suaves que fecundicen árboles y frutos; aun soplos les darás que los oreen. Finalmente, del Orco a nueva vida las almas sacarás de los difuntos.
6. Dice Timeo, en el libro XVIII, que fue también varón admirado por muchas causas, pues soplando una vez con vehemencia los vientos etesios, tanto que destruían los frutos, mandó desollar asnos, hacer odres y ponerlos en los collados y vértices de los montes para atrapar el soplo. Cesando efectivamente, fue llamado Colusanema. Heráclides dice, en el libro De las enfermedades; que Empédocles dictó a Pausanias lo que escribió acerca de una mujer que no respiraba. Este Pausanias, como dicen Aristipo y Sátiro, era su bardaja, y le dedicó sus libros De la naturaleza en esta forma:
Óyeme tú, Pausanias, hijo del sabio Anquito.
Y le compuso también este epigrama:
Gela es ilustre patria de Pausanias, hijo de Anquito, médico eminente, que, cual nuevo Esculapio, revocó del umbral de Proserpina los míseros enfermos, de mortales dolencias consumidos.
Y añade Heráclides que lo de la mujer que no respiraba, fue que una se mantuvo treinta días sin respiración ni comida; y así lo llama médico y adivino, tomándolo también de los versos siguientes:
¡Oh amigos que habitáis la ciudad grande del Acragante flavo a las orillas y en el excelso monte, procurando sus útiles negocios!, yo os saludo. Yo, ya dios inmortal, entre vosotros habito venerado dignamente, ceñido con diademas y guirnaldas vistosamente verdes y floridas, con las cuales andando las ciudades florecientes y nobles, seré adorado de hombres y mujeres, y de gente seguido, preguntando cuál es y dónde se halla el trillado camino para el lucro. Me seguirán también los adivinos que oráculos anuncian, y aun aquellos que eterna fama buscan curando toda suerte de dolencias.
7. Potamila dice que llama grande a Agrigento porque tenía 800,000 habitantes. Y así, como Empédocles los viese redundando en delicias, les dijo: Los agrigentinos se deleitan como si hubieran de morir mañana, y edifican casas como si hubieran de vivir siempre. Dicen que el rapsodista Cleomanes cantó en Olimpia sus Lustraciones; lo mismo confirma Favorino en sus Comentarios. Aristóteles escribe que fue libre y muy ajeno del mando, pues rehusó el reino que se le daba (como lo dice Janto en sus escritos sobre Empédocles), teniendo su frugalidad en mayor estima. Esto mismo refiere Timeo, poniendo también la causa de haber sido hombre tan popular y republicano. Dice que habiéndolo convidado uno de los magnates, sacaron de beber antes que la comida, y como los demás callasen, él no lo soportó, sino que mandó sacarla; pero el convidador le dijo que estaba esperando al ministro del Senado. Luego que éste vino, fue hecho principal del convite; constituyéndolo así el convidante, y aparentando con ello una imagen de tiranía, pues mandaba al convidado o que bebiese o que se le vertiese la bebida en la cabeza. Calló entonces Empédocles; pero al día siguiente juntó Senado, y condenó a los dos, quitando la vida al convidante y al príncipe del convite. Este fue el principio de haber entrado en el gobierno de la República.
8. Igualmente, cuando el médico Acrón pidió al Senado sitio para construir un sepulcro para su padre, como el mayor de todos los médicos, concurriendo Empédocles, lo prohibió; y entre las cosas que dijo acerca de la igualdad, le preguntó así: Decid: ¿qué inscripción pondríamos a ese sepulcro? ¿Acaso ésta?
¿A Acrón, médico sumo, agrigentino hijo de un padre sumo, cubre y guarda la excelsa sumidad de patria suma?
Algunos leen el segundo verso así:
La sumidad extrema de la suma vertiz la tumba tiene.
Dicen algunos que esto es de Simónides.
9. Posteriormente, Empédocles disolvió la Asamblea de los Mil, sustituyendo magistrado trienal, compuesto no sólo de los ricos, sino también de los instruidos en los negocios populares y plebeyos. Timeo, sin embargo, en sus libros I y II (pues hace memoria de él en muchos lugares), dice que se creyó que era de ánimo contrario al gobierno republicano, cuando se ostenta tan jactancioso y amante de sí mismo en sus versos, al decir:
Yo os saludo ya dios, que entre vosotros vivo inmortal, a muerte no sujeto, etc.
Cuando concurría a los juegos olímpicos, todos lo miraban, y de nadie se hablaba tanto como de Empédocles en las conversaciones. Finalmente, cuando se volvió a poblar Agrigento, los parientes de sus contrarios se opusieron a que regresara allá, por lo cual se retiró al Peloponeso, y murió allí. No lo perdonó Timón, y le hace sus injurias, diciendo:
Y Empédocles, hinchado, con sus voces forenses abarcó cuanto pudo siendo arconte. Los magistrados que hizo necesitaron de otros magistrados.
10. Acerca de su muerte hay variedad de opiniones. Heráclides, tratando de la mujer que no respiraba y de la celebridad que consiguió Empédocles con haber restituido la vida a una difunta, dice que ofreció sacrificio junto a la quinta de Pisianacte, convidando a algunos de sus amigos, y Pausanias entre ellos. Concluido el convite, unos se retiraron, otros se acostaron bajo de los árboles vecinos, y otros en otras partes; pero él se quedó en el mismo sitio donde había cenado. Al llegar la mañana, levantándose todos, sólo él no fue hallado. Hecha pesquisa, examinados los criados y familiares, y respondido que nada sabían, hubo uno que dijo que a media noche había oído una gran voz que había llamado a Empédocles, y que, habiéndose levantado, había visto una luz celeste, luminarias de teas, y nada más. Hallándose todos atónitos con lo sucedido, bajó Pausanias para enviar algunos a que lo buscasen; pero luego fue prohibido hacer más diligencias, y dijo: Que el suceso era muy conforme y consiguiente para rue
gos; así que convenía hacerle sacrificios como que ya era dios.
sólo morían, sino que también se les dificultaban los partos a las mujeres, discurrió Empédocles conducir a él a costa suya dos de los ríos más inmediatos, con cuya mezcla se endulzaron las aguas. Terminada la peste, y hallándose los selinuncios banqueteando a las orillas del río, apareció allí Empédocles; y ellos, levantándose, lo adoraron como a dios y le ofrecieron sus votos. Así, queriendo confirmar esta opinión, se arrojó al fuego. Pero Timeo contradice esto, diciendo abiertamente cómo Empédocles se retiró al Peloponeso y ya no volvió; por cuya razón es incierta su muerte. A Heráclides le contradice ex profeso en el libro IV, por cuanto Pitanacte dice que fue siracusano y no tuvo quinta alguna en Agrigento. Y que Pausanias le construyó una memoria como amigo; pues divulgada aquella fama, como era hombre rico, le hizo una estatua pequeña, o bien una capilla como a dios. ¿Cómo se arrojaría al volcán quien, teniéndolo cercano, ninguna mención hizo de él? Así que murió en el Peloponeso.
13. Que no vea su sepulcro, no es cosa extraña, pues tampoco se ven los de otros muchos. Después de haber alegado Timeo otras razones como éstas, añade: Pero siempre Heráclides es paradójico en sus cosas, y escritor que afirma haber caído un hombre de la luna. Hipoboto dice que la estatua de Empédocles estuvo al cubierto, primero en Agrigento, y después descubierta delante de la curia de los romanos, adonde éstos la trasladaron. De pincel todavía quedan algunas imágenes suyas. Neantes Ciziceno, uno de los que tratan de los pitagóricos, dice que muerto Metón, comenzó a germinar la tiranía, y que entonces Empédocles indujo a los agrigentinos a que, dejadas las sediciones, usasen la igualdad de gobierno. Además, que a muchas hijas de los ciudadanos, las cuales carecían de dote, las dotó de propio, como era rico. Y aun por eso vestía púrpura y se ceñía con cíngulo de oro, como dice Favorino en el primero de sus Comentarios. Que llevaba también sandalias de bronce y corona délfica. Que tenía el pelo muy largo, llevaba detrás muchachos de servicio, y siempre se dejó ver tan severo y en un mismo estado. Que de esta forma salía siempre que los ciudadanos iban a buscarlo, y aun veneran esto en él como a insignia regia. Que después, yendo en coche a Mesina por causa de cierta festividad, cayó y se quebró un muslo, y enfermando a causa de esto, murió, siendo de setenta y siete años. Y, finalmente, que su sepulcro está en Megara. En orden a los años que vivió, Aristóteles difiere de los otros, pues dice que murió de sesenta; los demás, que vivió ciento nueve. Floreció hacia la Olimpiada
LXXXIV.
14. Demetrio de Trezene, en el libro Contra los sofistas, dice por estos versos de Homero que
Cogió una soga, atósela al gaznate, y se colgó en la copa más excelsa de un altísimo guindo, desde donde a los infiernos descendió su alma.
Y en la carta que dijimos de Telauges se refiere que, siendo ya viejo, cayó en el mar, y murió. Esto por lo tocante a su muerte. En mi Panmetro hay unos epigramas jocosos para él, que son los siguientes:
Tú también, tú, Empédocles, otro tiempo, sorbiéndote la llama transparente de inmortales ardores, purificaste el cuerpo. No diré que te echaste voluntario del Etna entre los ígneos manantiales; pero sí que queriendo desaparecer, caíste no queriendo.
Y este otro:
Es fama que Empédocles cayó del carruaje en un camino, y quebrándose un muslo, murió de ello. Si al Etna se arrojó, si sus ardores sorbieron, ¿de qué manera aún vemos en Megara su sepulcro?
15. Sus dogmas son estos: Los elementos son cuatro: fuego, agua, tierra y aire; la Concordia con que se unen, y Discordia con que se separan; pues habla así:
Albo Jove, alma Juno, Pluto y Nestis, que en llanto anega los humanos ojos.
Entiende por Jove el fuego, por Juno la tierra, por Plutón el aire, y por Nestis el agua; y dice que estos elementos alternan con perpetua vicisitud, no se aquietan nunca, y este orden es eterno. Infiere, finalmente, que
La Concordia unas veces los amista y en uno los compone; otras, por el contrario, la Discordia a todos los separa y enemista.
Dice que el sol es una gran masa de fuego y mayor que la luna. Que ésta es semejante a un disco; el cielo al cristal, y que el alma se viste de toda especie, de animales y plantas; pues dice:
Muchacho fui, y muchacha, en otro tiempo; fui planta, ave también, fui pez marino.
Lo que escribió de Física y De las lustraciones asciende a cinco mil versos; lo de Medicina, a seis mil. De sus tragedias ya hablamos antes.
EPICARMO
1. Epicarmo, hijo de Elótalo, nativo de Cos, fue también discípulo de Pitágoras. A los tres meses de edad fue llevado de Sicilia a Megara, y de allí a Siracusa, como lo dice él mismo en sus obras. Le hicieron estos versos, puestos al pie de su estatua:
Cuanto del grande sol los resplandores en luz exceden los lucientes astros; cuanto del mar la fuerza es mayor que la fuerza de los ríos, tal, la sabiduría de Epicarmo (a quien orla su patria Siracusa) excede las demás sabidurías.
Escribió Comentarios, en los cuales trata cosas filosóficas, sentenciosas y de medicina. A muchos de estos Comentarios pone versículos acrósticos, con los cuales manifiesta que aquellos escritos son suyos. Murió de noventa años.
ARQUITAS
1. Arquitas, taréntino, hijo de Mneságoras, o según Aristójenes, de Hestico, fue también pitagórico. Fue quien libró a Platón cuando Dionisio quería matarlo, recomendándoselo por cartas. Fue admirado de muchos en todas las virtudes; y gobernó siete veces a sus ciudadanos, cuando los demás no gobernaban más de un año por prohibirlo la ley. Le escribió Platón dos cartas en respuesta de la que él le había escrito antes, la cual dice lo siguiente:
ARQUITAS A PLATÓN: SALUD
Haces bien de significarme por cartas el haberte librado de tu enfermedad, lo cual ya me lo había anunciado Damesco. Acerca de los Comentarios he practicado las diligencias, y pasé a Lucania y hallé los parientes de Ocelo. Lo que escribió De la ley, Del reinar, De la santidad y De la generación del universo, ya lo tengo, y te envío algo; los otros escritos no se hallan por ahora; irán a ti luego que comparezcan.
Así escribió Arquitas. Y Platón respondió de esta manera:
PLATÓN A ARQUITAS: OBRAR BIEN
Los Comentarios que me han venido de tu mano los he recibido con el mayor gusto, y he admirado en extremo a su autor. Se nos muestra éste un varón muy digno de sus ascendientes y mayores, que, según dicen, fueron mireos, y éstos fueron de aquellos troyanos que transmigraron con Laomedonte, hombres buenos, como nos significan las historias: Los Comentarios míos que me pides en tu carta están todavía imperfectos; te los envío así como están. Acerca de su conservación, ambos pensamos de un mismo modo; y así no necesita encargarlo. Vale.
Esto es lo que dicen sus mutuas epístolas.
ALCMEÓN
1. Alcmeón, crotoniata, también fue discípulo de Pitágoras. Trata por lo común cosas de medicina, aunque justamente discute algo de fisiología, diciendo que ordinariamente son dos los géneros de las cosas humanas. Parece que es el primero que escribió del orden de la naturaleza, como dice Favorino en su Historia varia, y que afirmó que la naturaleza de la luna es eterna. Fue hijo de Pirito, como él mismo dice al comenzar su libro: Alcmeón, crotoniata, hijo de Pirito; pronuncia de este modo a Brontino, León y Batilo. De las cosas invisibles y de las mortales tienen los dioses pleno conocimiento, en cuanto podemos alcanzar los hombres, etcétera. Dijo también que el alma es inmortal y está en movimiento continuo, como el sol.
HIPASO
1. Hipaso, metapontino, también pitagórico, dijo que está determinado el tiempo de la transmutación del mundo; que el universo es infinito y está en perfecto movimiento. Dice Demetrio en sus Colombroños que no dejó ningún escrito. Hubo dos Hipasos: éste y otro que describió en cinco libros la República de los lacedemonios.
FILOLAO
1. Filolao, crotoniata, también fue pitagórico. Eran suyos los libros cuya compra encargó por carta Platón a Dión. Murió sospechoso de que quería introducir la tiranía. Yo escribí para él este epigrama:
Digo que una sospecha es cosa de muchísima importancia, pues por más que la cosa no imagines, si a los demás parece la ejecutas, caerás en las desdichas. Así avino otro tiempo a Filolao, que Crotona su patria le dio muerte creyendo maquinaba tiranía.
2. Opinaba que todas las cosas se hacen por necesidad y armonía. Y se le atribuye haber dicho primero que la tierra gira circularmente, aunque algunos piensan que fue Hicetas Siracusano el primero que lo dijo. Escribió un libro, que es (según refiere Hermipo tomándolo de cierto escritor) aquel que Platón, habiendo pasado a Sicilia para estar con Dionisio, compró de los parientes de Filolao, por cuarenta minas de plata alejandrinas, y que de este libro copió su Timeo. Otros dicen que Platón lo recibió habiendo intercedido con Dionisio por la libertad de un joven discípulo de Filolao que estaba preso. Demetrio, en sus Colombroños, dice que Filolao fue el primer pitagórico que publicó cuerpo de dogmas de esta escuela acerca de la naturaleza, cuyo principio es: La naturaleza en el mundo está coligadamente compuesta de infinitos y finitos, igualmente que el universo y cuanto él contiene.
EUDOXO
1. Eudoxo, hijo de Esquines, nativo de Gnido, fue astrólogo, geómetra, médico y legislador. En la geometría fue discípulo de Arquitas, y en la medicina, de Filistión Siciliano, como dice Calímaco en sus Tablas. Soción, en las Sucesiones, dice que también oyó a Platón. Que siendo de veintitrés años de edad, y viéndose constituido en suma estrechez, movido por la celebridad del nombre socrático, partió a Atenas con Teomedonte, médico, el cual lo mantenía, y aun hay quien opina que era su bardaja. Desembarcó y se alojó en El Pireo, desde donde subía diariamente a la ciudad; y después de haber oído en ella a los sofistas, regresaba. Habiendo estado allí dos meses, volvió a su casa, de donde, siendo socorrido por sus amigos, se fue a Egipto con Crisipo, médico, llevando cartas de favor de Agesilao para Nectanabis, el cual lo recomendó a los sacerdotes. Que habiendo permanecido allí un año y cuatro meses, se rayó la primera barba y las cejas, y escribió, según algunos, un Octaérides. Pasó de allí a Cízico y Propóntide a profesar la Filosofía; de allí se fue a visitar a Mausolo; y de allí regresó a Atenas acompañado de un gran número de discípulos, sólo por dar envidia a Platón, como dicen algunos, porque en sus principios lo había despedido. Otros dicen que celebrando Platón un convite, como fuesen muchos los convidados, introdujo poner los tric1inios en medio círculo. Nicomaco, el hijo de Aristóteles, dice que Eudoxo llama bien al deleite.
Dicen que Eudoxo, cuando estuvo en Menfís, su suerte saber quiso de un buey hermoso, hermosamente astado. Nada le respondió; porque ¿de dónde había de venir al buey locuela? No concedió Natura habla al novillo Apis; pero supo situarse oblicuamente a su costado y lamerle la ropa, enseñando con ello claramente que moriría presto. Y así fue: ni la muerte tardó mucho; pues vino solamente mientras daban sus cincuenta y tres giros las Vergilias.
Por lo célebre de su fama y nombre, en vez de Eudoxo solían llamarlo Endoxon.
5. Y como ya hemos tratado de los pitagóricos más célebres, ahora hablaremos de otros en general y esparcidamente.
LIBRO NOVENO
HERÁCLITO
doro, diciendo: Todos los efesinos adultos debieran morir, y los impúberes dejar la ciudad, entendido de aquellos que expelieron a Hermodoro, su bienhechor, diciendo: Ninguno de nosotros sobresalga en merecimiento; si hay alguno, váyase a otra parte y esté con otros. Como le pidiesen que les pusiera leyes, lo omitió a causa de que la ciudad estaba ya depravadísima en las costumbres y mal gobierno, y retirándose al templo de Diana, jugaba a los dados con los muchachos. A los efesinos que estaban a su rededor les dijo: ¿Qué os admiráis, perversos? ¿No es mejor hacer esto que gobernar la República con vosotros?
3. Finalmente, fastidiado de los hombres, se retiró a los montes y vivió manteniéndose de hierbas; pero acometiéndole por esto una hidropesía, regresó a la ciudad, y preguntaba enigmáticamente a los médicos si podrían de la lluvia hacer sequía. Como ellos no lo entendiesen, se enterró en el estiércol de una boyera, esperando que el calor del estiércol le absorbiera las humedades. No aprovechando nada esto, murió de sesenta años. Mi epigrama para él es como sigue:
Me admiré muchas veces de que viviese Heráclito otro tiempo sufriendo tantos males y miserias, para después morirse. Regando al fin su cuerpo con enfermas y malas humedades, extinguió de sus ojos la luz y los llenó de oscuras sombras.
Pero Hermipo asegura que Heráclito dijo a los médicos que si alguno podía sacar humedad oprimiendo la tripa; y respondiendo que no, se puso al sol y dijo a los muchachos que lo cubriesen y emplastasen con estiércol; con lo cual se apresuró la vida y murió al día siguiente, y fue enterrado en el Foro. Neantes Ciziceno dice que no pudiendo quitarse el estiércol ni eximirse de él, permaneció allí y se lo comieron los perros, pues no lo conocieron a causa del disfraz de estiércol.
Y entre ellos se me erguía y engreía el cuchillo importuno, murmurador del pueblo, Heráclito, inventor de quisicosas.
Teofrasto dice que la melancolía le hizo dejar sus escritos, unos a medio hacer y otros a veces muy ajenos de verdad. La señal de su grandeza de ánimo, dice Antístenes en las Sucesiones, es haber cedido el reino a su hermano. Su libro se hizo tan célebre, que llegó a tener seguidores, llamados heraclitanos.
6. Sus opiniones en común son las siguientes: Todas las cosas provienen del fuego, y en él se resuelven. Todas las cosas se hacen según el hado, y por la conversión de los contrarios se ordenan y adaptan los entes. Todo está lleno de almas y demonios. Acerca de los cambios que acontecen en el estado de las cosas del mundo, dijo así: Que el sol es tan grande cuanto aparece. Se afirma también que dijo que la naturaleza del alma no hay quien la pueda hallar por más camino que ande; ¡tan profunda es esta cuestión! Al amor propio lo llamaba mal de corazón, y que la vista y aspecto engañan.
más y dar mayor luz. Que se eclipsan el sol y la luna cuando sus cuencos se vuelven hacia arriba, y que las fases mensuales de la luna se hacen volviéndose poco a poco su cuenco. Que el día, la noche, los meses, las estaciones anuales y los años, las lluvias, los vientos y cosas semejantes se hacen según la diferencia de exhalaciones, pues la exhalación pura inflamada en el círculo del sol hace el día; y cuando obtiene la parte contraria hace la noche. Que de la luz, aumentándose el calor, se hace el estío, y de la sombra crece la humedad y se hace el invierno. Consecuentemente a éstas, discute de las demás causas. Sobre cuál sea la tierra nada dice, ni tampoco de los referidos cuencos.
10. El parecer de Sócrates acerca de Herá-clito, después de ver su libro suministrado por Eurípides, como dice Aristón, lo dijimos en la Vida del mismo Sócrates. Seleuco Gramático dice que un tal Crotón escribe en su Buzo que un cierto Crates fue el primero que trajo este libro a Grecia y que dijo que necesita uno de un nadador delio para no ahogarse en él. Algunos lo titulan Musas; otros, De la naturaleza; Diodoto, Exacto gobernalle para el nivel de la vida. Otros, Gnomon de las costumbres, y complemento y ornato de una cierta medida para todas las cosas. Dicen que al preguntarle por qué callaba, respondió: Porque vosotros habláis, Aun Darío deseó su compañía, y le escribió en esta forma:
EL REY DARÍO, HIJO DE HISTASPIS, AL SABIO HERÁCLITO EFESINO: ALEGRARSE.
Publicaste un libro difícil de comprender y de explicar. En algunos lugares, si se entiende a la letra, parece que encierra cierta fuerza de especulación de todo el mundo y de cuanto en él se hace, lo cual está constituido en el movimiento divinísimo; pero muchas cosas tienen aprobación; y así, aun los que han leído mucho, quedan dudosos del recto sentido que parece que quisiste dar a todo. El rey Darío, hijo de Histaspis, quiere ser uno de tus oyentes y participar de la erudición griega. Ven, pues, en breve a nuestra vista y real palacio, pues los griegos, por lo común, no acostumbrando distinguir a los varones sabios, menosprecian las cosas que éstos demostraron dignas de que se oigan y aprendan con estudio y diligencia. Conmigo tendrás el primer lugar; cada día una comunicación seria y honesta, y una vida sujeta a tus exhortaciones.
HERACLITO EFESINO AL REY DARÍO, HIJO DE HISTASPIS: ALEGRARSE.
Cuantos viven en estos tiempos huyen de la verdad y de practicar lo justo, dándose todos a la insaciabilidad y vanagloria por falta de juicio; mas yo, por cuanto doy al olvido toda injuria y declino el fastidio de toda familiar envidia; asimismo, porque huyo de vanidad y lujo, no iré a Persia, contentándome con mi cortedad, que es lo que me acomoda.
Tal fue lo que este varón le expresó al rey.
Soy Heráclito, sí, necios e ignaros; ¿qué me estáis abatiendo? No he trabajado, no, para vosotros, sino para los sabios y peritos. Váleme por tres mil un hombre solo, e infinitos, ninguno. Esto digo también a Proserpina.
Y otro dice:
No en breve desenvuelvas hasta el eje el volumen de Teráclito Efesino; es para ti camino muy impervio, lleno de oscuridad densa y opaca; pero si mente sabia te dirige, aún más claro que el sol lo verás todo.
13. Hubo cinco Heráclitos. El primero, éste. El segundo, un poeta lírico de quien hay un Encomio de los doce dioses. El tercero, un poeta elegíaco nativo de Halicarnaso, a quien Calímaco compuso los versos siguientes:
Uno tu muerte, Heráclito, me dijo, y me sacó las lágrimas al punto. Me acordé de cuántas veces solíamos pasar soles y soles en sabias juglerías; pero ahora, Halicarnasio amigo, eres ceniza. Moriste, sí, moriste; pero la melodía de tu canto vivirá eternamente. Y aunque Pluto se lo arrebate todo; no alcanzarán sus manos a tu fama.
El cuarto fue lesbio, y escribió la Historia de Macedonia. Y el quinto, un truhán, el cual, de citarista que era, se dedicó a este otro modo de vida.
JENÓFANES
1. Jenófanes, hijo de Dexio, o bien, según Apolodoro, de Ortomeno, fue colofonio. Lo celebra Timón diciendo:
Jenófanes, no altivo, sino recto, castigador de homéricos embustes.
Echado de su patria, vino a Zancle y Catania, ciudades de Sicilia. Según unos, no fue discípulo de nadie; pero según otros, lo fue de Botono, ateniense, o como dicen algunos, de Arquelao; y según Soción, fue contemporáneo de Anaximandro. Escribió versos, elegías y yambos contra Hesíodo y Homero, haciendo burla de lo que habían dicho acerca de los dioses, y aun iba cantando sus versos en público. Se dice que en sus opiniones fue contrario a Tales y a Pitágoras, y que no perdonó a Epiménides. Fue de vida muy larga, como dice él mismo en cierto escrito:
Ya son sesenta y siete años cabales que mi estudio celebra Grecia toda. Veinticinco tenía cuando esto comenzó, si bien me acuerdo.
2. Dice que los principios o elementos de las cosas son cuatro; los mundos, infinitos e inmutables. Que las nubes se forman de las exhalaciones que atrae el sol, y elevadas, las congloba. Que la sustancia de Dios es esférica, no teniendo nada semejante al hombre. Que todo ve y todo oye, pero no todo respira. Que todas las cosas son en conjunto mente, sabiduría y eternidad. Definió primero que todo cuanto se hace es corruptible. También dice que el alma es espíritu, y que muchas cosas son inferiores a la mente. Que con los tiranos, o no se ha de tratar o se ha de tratar con blandura.
3. Habiéndole dicho Empédocles que un sabio es irrepetible, dijo: Es cierto, pues sabio debe ser el que ha de explorar el sabio. Soción afirma que Jenófanes fue el primero que dijo que todas las cosas son incomprensibles, pero se engaña Soción. Compuso dos mil versos acerca de la fundación de Colofón, y de la colonia italiana que pasó a Elea. Floreció hacia la Olimpiada
LX. Demetrio Falereo en el libro De la senectud, y Panecio Estoico en el De la tranquilidad, dicen que enterró a sus hijos con sus propias manos, como lo hizo Anaxágoras. Parece que esto mismo hicieron los pitagóricos Parmenisco y Orestades, como dice Favorinó en el libro I de sus Comentarios.
4. Hubo otro Jenófanes, poeta yámbico, nativo de Lesbos. Hasta aquí mencionamos a los que prometimos esparcidamente.
PARMÉNIDES
1. Jenófanes tuvo por discípulo a Parménides, hijo de Pireto, nativo de Elea; aunque Teofrasto en su Epítome dice que fue discípulo de Anaximandro. Lo cierto es que si lo fue de Jenófanes, no lo siguió en los dogmas. Vivió con Aminias y con Dioquetas, pitagórico (como dice Soción), hombre pobre, pero honrado y bueno, por cuya causa lo siguió, y cuando murió le construyó un monumento heroico. Siendo como era noble y rico, fue llamado a la tranquilidad de vida por Aminias, no por Jenófanes. Fue el primero que demostró que la tierra es esférica y que está situada en el medio. Que los principios o elementos son dos: el fuego y la tierra; aquel tiene lugar de artífice; ésta, de materia. Que la generación primera de los hombres fue del sol. Que el sol es cálido y frío, de los cuales constan todas las cosas. Que el alma y la mente es una misma cosa, como escribe Teofrasto en sus Físicos, donde expone los dogmas de casi todos. Dijo que la filosofía es de dos maneras; una procedente de la verdad, otra de la opinión. Así que en algún lugar dice:
Te es preciso inquirir todas las cosas con intención sencilla, ya sean las verdaderas persuasibles, o ya las opiniones de los hombres, en las cuales no se halla fe segura.
2. Escribió de la filosofía en verso, a imitación de Hesíodo, Jenófanes y Empédocles. Dijo que la razón es el criterio que juzga de las cosas, y que los sentidos no son criterios exactos ni seguros. Sus palabras son estas:
Ni los dioses te induzcan a un camino común por ser trillado. No resuelvan los ojos sin examen; no juzguen por el eco los oídos, ni por la lengua juzgues. Juzgue, sí, la razón en las cuestiones.
Por esto, Timón dice de él:
Y la noble prudencia de Parménides sabio, que repele la operación falaz de los sentidos.
3. Platón escribió en memoria suya un diálogo titulado Parménides o De las ideas. Floreció hacia la Olimpiada LXIX, y parece que fue el primero que observó que el Véspero y el Fósforo es un astro mismo, como escribe Favorino en el libro V de sus Comentarios. Otros lo atribuyen a Pitágoras. Calímaco llega a decir que el poema no es suyo. Se dice que puso leyes a sus conciudadanos, como escribe Espeusipo en su libro De los filósofos, y que inventó y usó primero el argumento que llaman Aquiles, según Favorino en su Historia varia. Hubo otro Parménides, escritor del Arte oratoria.
MELISO
1. Meliso, hijo de Itageno, fue de Sarnos y discípulo de Parménides, aunque también conferenció con Heráclito, y lo recomendó a los efesinos que no lo conocían, como Hipócrates hizo conocer a Demócrito a los abderitas. Fue hombre muy político y civil, y muy aceptado y estimado por sus conciudadanos. y además, habiendo sido elegido general de mar, crecieron los honores por su gran valor.
2. Sus opiniones son: Que el universo es ilimitado, inmutable, inmóvil, uno, semejante a sí mismo y lleno. Que no hay cosa segura acerca de los dioses, puesto que de ellos no tenemos conocimiento cierto. Apolodoro dice que floreció hacia la Olimpiada LXXXIV.
ZENÓN
1. Zenón, nativo de Elea, fue hijo de Pireto, según Apolodoro en las Crónicas; según otros, de Parménides. Otros, finalmente, lo hacen hijo de Teleutágoras por naturaleza, y de Parménides por adopción. De él y de Meliso dice Timón lo siguiente:
En una y otra lengua poderoso, difícil fue Zenón de ser vencido; sí vencedor de todos. Igualmente Meliso, que supera todas las fantasías de la mente, y acaso es superado de muy pocos.
Zenón fue discípulo de Parménides, y aun su bardaja. Platón en su Parménides dice que fue alto de cuerpo; y en su Sofista lo llama Palamedes Eleático.
Zenón fue metido en un mortero y machacado allí. Mis versos para él dicen así:
Promoviste, oh Zenón, solicitaste una facción ilustre. Tú querías, al tirano acabando, a Elea libertar de cautiverio. Mas no lo conseguiste; antes, sobrecogido del tirano, te mandó machacar en un mortero. Pero ¿qué es lo que digo? No te machacó a ti, sino a tu cuerpo.
LEUCIPO
1. Leucipo, nativo de Elea (aunque hay quien diga que de Abdera, y aun algunos de Melos), fue discípulo de Zenón. Sus opiniones son: Que todas las cosas son infinitas, y que se transmutan entre sí. Que el universo está vacío y
lleno de cuerpos. Que los mundos se originan en los cuerpos que caen en el vacío, y se complican mutuamente. Que de su movimiento al tenor de su magnitud se produce la naturaleza de los astros. Que el sol es llevado por un círculo mayor alrededor de la luna. Que la tierra es llevada y gira sobre su centro, y su figura es de un tambor. Fue el primero que puso a los átomos por principio de las cosas. Hasta aquí sus opiniones en general; por partes son como sigue:
2. Que el universo es infinito, como ya dijimos. Que de éste unas partes están llenas, otras vacías. Que los elementos o principios y los muchos procedidos de ellos son infinitos, y vienen a resolverse en aquellos. Que estos mundos se originan así: separados del infinito muchos cuerpos de todas figuras, son llevados por el gran vacío; y congregados en uno, forman un turbillón, según el cual, chocando con los otros y girando de mil maneras, se van separando unos de otros y se unen los semejantes a sus semejantes. Equilibrándose, y no pudiéndose ya mover por su multitud y peso, las partículas pequeñas corren al vacío externo como vibradas o expelidas; las restantes, quedando juntas y complicadas, discurren mutuamente unidas, y forman de figura esférica la primera concreción o agregado. Esta concreción es separada de los demás por medio de una como membrana que la circuye y contiene dentro todos los cuerpos. Estos cuerpos ya unidos en masa, girando sobre la consistencia de su centro, van formando otra tenue membrana circular, compuesta de las partículas que topa su superficie al tenor de su giro. De esta manera se forma la tierra, es decir, permaneciendo juntos los corpúsculos tendientes al centro. Este mismo cuerpo, o sea concreto, se va siempre aumentando como por membranas, formadas de los corpúsculos externos que allí concurren, pues en fuerza de su giro adquiere cuantos toca. Complicados ya algunos de estos, forman la concreción, la cual es al principio húmeda y lútea; luego, secándose con el violento giro del todo e inflamándose, produce la naturaleza de los astros. Que el círculo del sol es el más externo; el de la luna, el más cercano a la tierra; y los demás astros están en medio de éstos. Todos estos astros se inflaman con la violencia del movimiento; al sol lo inflaman los astros, y la luna recibe sólo una pequeña parte de fuego. Se eclipsan el sol y la luna porque la tierra está inclinada al Mediodía. Las regiones árticas siempre están nevadas, son frías y glaciales. Que el sol se eclipsa pocas veces, pero la luna muchas, por ser los círculos de ambos desiguales. Que como acontece la generación del mundo, así también acontece su aumento, su decremento y su corrupción por cierta necesidad; cuál sea ésta no la explica.
DEMÓCRITO
Demócrito fue hijo, según unos, de Hegesístrato; según otros, de Atenócrito, y según otros de Damasipo; fue abderita, o como dicen algunos, milesio. Estudió con varios magos y caldeos que el rey Jerjes dejó por maestros a su padre cuando se hospedó en su casa, de los cuales aprendió la teología y la astrología siendo todavía muchacho, según lo escribe Herodoto. Se unió después a Leucipo, y según
dicen algunos, a Anaxágoras, siendo cuarenta años
más joven que él. Refiere Favorino en su Historia varia que Demócrito
dijo de Anaxágoras que no eran de éste las cosas que había escrito
acerca del sol y de la luna, sino opiniones antiguas, y que las había
hurtado. También que censuró y degradó el mérito de lo que escribió
sobre la formación del mundo y de la mente, haciéndosele enemigo por
no haberlo querido recibir. ¿Cómo, pues, dicen algunos, será discípulo
suyo?
Demetrio, en sus Colambroños; y Antístenes, en las Sucesiones,
dicen que se fue con los sacerdotes de Egipto a fin de aprender la
geometría, con los caldeos de Persia y al mar Rojo. Aún hay quien dice
que también estuvo en la India con los gimnosofistas y que además pasó
a Etiopía.
los escritos de Demócrito que había podido recoger; pero que se lo estorbaron Amiclas y Clinias, pitagóricos, diciendo que era cosa inútil, puesto que aquellos libros andaban ya en manos de muchos. Esto consta también de que haciendo Platón memoria de casi todos los antiguos, en ningún lugar la hace de Demócrito, ni siquiera en donde convenía contradecirlo en alguna cosa, lo cual parece que lo hizo sabiendo que así contradecía al más excelente de los filósofos, a quien Timón alaba diciendo:
Cual Demócrito sabio, autor del bello estilo y docta frase, y, sobre todo, del hablar festivo.
¿Y quién de los nacidos fue tan sabio que al omniscio Demócrito se iguale? ¿Quién hizo obra tan grande como él hizo? Él albergó la muerte en su morada, y con sólo el vapor de pan caliente, tres días la mantuvo en hospedaje.
Así fue la vida de este varón; sus opiniones son estas:
9. Los principios de todas las cosas son los átomos y el vacío; todo lo demás es dudoso y opinable. Dice que hay infinitos mundos, sujetos a generación y corrupción. Que de lo que no existe, nada se hace; ni en lo que es, nada se corrompe. Que los átomos son infinitos, tanto en la magnitud como en el número o muchedumbre. Que se mueven en giro y van por el universo, con lo cual se hacen todas las concreciones de fuego, agua, aire y tierra, pues todas estas cosas constan de ciertos agregados de átomos, los cuales por su solidez son impasibles e inmutables. Que el sol y la luna son moles concretas de estos átomos llevados en giro; y lo mismo el alma, la cual, dice, no es diversa de la mente. Que la visión se hace por las imágenes que caen en nosotros. Que todas las cosas se hacen por necesidad, siendo el giro (a quien llama necesidad) la causa de la generación de todo. Que el fin es la tranquilidad de ánimo, no la que es lo mismo que el deleite, como siniestramente entendieron algunos, sino aquella por la cual vive el alma tranquila y constantemente, y no es perturbada de algún miedo, superstición o cualquier otra pasión de estas. La llama también euesto, y con otros nombres. Finalmente, las cosas que se hacen son legítimas; pero los átomos y vacíos son naturales. Hasta aquí sus opiniones.
quien Antígono hace mención. El cuarto, uno que escribió del templo de Diana Efesina y de la ciudad de Samotracia. El quinto, poeta epigrámico, claro y florido; y el sexto fue orador pergameno.
PROTÁGORAS
1. Protágoras, hijo de Artemón, o según Apolodoro, y Dinón en su Historia de Persia. hijo de Meandro, fue abderita, como dice Heráclides Póntico en sus libros De las leyes, el cual añade que Protágoras escribió leyes a los turios. Pero, según Eupolis en su comedia Los adula-dores, fue nativo de Teos, pues dice:
Adentro está Protágoras de Teos.
Éste y Pródico Ceyo buscaban la vida leyendo libros. Y Platón, en su Protágoras dice que Pródico tenía la voz grave. Protágoras fue discípulo de Demócrito, y lo llamaban Sabiduría, como dice Favorino en su Historia varia. Fue e] primero que dijo que en todas las cosas hay dos razones contrarias entre sí, de las cuales se servía en sus preguntas, siendo el primero en practicarlo. En un lugar comenzó de este modo:
El hombre es la medida de todas las cosas; de las que existen, como existentes; de las que no existen, como no existentes. Decía que el alma no es otra cosa que los sentidos (como lo dice también Platón en su Teeteto), y que todas las cosas son verdaderas. En otro lugar empezó de este modo: De los dioses no sabré decir si los hay o no los hay, pues son muchas las cosas que prohíben el saberlo, ya la oscuridad del asunto, ya la brevedad de la vida del hombre. Por este principio de su tratado lo desterraron los atenienses, y sus libros fueron recogidos de manos de quienes los poseían y quemados en el foro a voz de pregonero.
2. Fue el primero que recibió cien minas de salario; el primero que dividió el tiempo en partes, explicó las virtudes de las estaciones, inventó las disputas e introdujo los sofismas, para los que gustan de tales cosas en los argumentos. Él fue quien, dejando el significado de las cosas, indujo las disputas de nombres; dejándonos aquel modo superficial de argüir que todavía dura. Por esto, Timón dijo de él:
Y Protágoras mixto, en la disputa sumamente diestro.
También fue el primero que movió el estilo socrático en el hablar y el primero que usó del argumento de Antístenes, con el cual pretende demostrar que no puede contradecirse, como dice Platón en su Eutidemo. Fue igualmente el primero que formó argumentos para las tesis o posiciones, como lo dice Artemidoro Dialéctico en su libro Contra Crisipo; el primero que usó aquel cojinillo sobre el cual se lleva peso, y lo llamó tule, como dice Aristóteles en el libro De la educación. Efectivamente, él fue palanquín, como dice Epicuro en cierto lugar; y el haber sido elevado a discípulo de Demócrito provino de haberle visto atar bien un haz de leña.
Moriste, oh Protágoras, ya viejo, en viaje, ausentándote de Atenas. Huir te deja el pueblo de Cecrope; y tú también huiste de la ciudad de Palas; mas huir de Plutón ya no pudiste.
Dicen que habiendo pedido la paga a su discípulo Evatlo, como éste respondiese que todavía no había ganado causa alguna, respon
dió: Y si yo ganare, es fuerza recibir por haber ganado; y si tú vencieres, porque tú habrás vencido.
6. Hubo otro Protágoras, astrólogo, de quien Euforión hizo el elogio fúnebre; y otro que fue filósofo estoico.
DIÓGENES APOLONIATA
la tierra es cilíndrica y está situada en el centro, y que recibió su estabilidad y consistencia de la circunferencia concentrada por el calor, y la solidez y densidad la recibió del frío. El principio de su libro es: Quien empieza el tratado de alguna ciencia, creo que debe establecer un principio cierto y nada ambiguo, y usar de palabras sencillas y serias.
ANAXARCO
1. Anaxarco, abderita, fue discípulo de Diómenes de Esmirna. Otros dicen que lo fue de Metrodoro Quío, el cual decía que ni siquiera sabía que nada sabía. Este Metrodoro fue discípulo de Neso Quío, aunque otros lo suponen de Demócrito. Anaxarco tuvo familiaridad con Alejandro, y floreció hacia la Olimpiada CX. Nicocreón, tirano de Chipre, fue amigo suyo. Cuando Alejandro le preguntó en un convite qué le parecía la mesa, dicen que respondió:
Todo magnífico, oh rey; pero debiera además servirse en ella la cabeza de cierto sátrapa; estas palabras
las dijo vuelto hacia Nicocreón. Éste, acordándose de la injuria, después de la muerte del rey, como navegase Anaxarco y fuese llevado por fuerza a Chipre, lo cogió y lo metió en un mortero, y lo mandó machacar en él con majaderos de hierro. A esto él, no curándose del suplicio, pronunció aquella célebre sentencia: Machaca el cuero que contiene a Anaxarco, pero a Anaxarco no lo machacas. Mandando Nicocreón que le cortasen la lengua, dicen que se la escupió a la cara. Hay unos versos míos para él, que dicen:
Machacad más y más: un cuero es eso que machacando estáis; ya, ya Anaxarco con Júpiter se goza; y tú bien presto tendido te verás, y claramente oirás de Proserpina las palabras que te dirán: Malvado, aparta, quita, ve de aquí, miserable molinero.
2. Anaxarco, por la fortaleza de ánimo y frugalidad de vida, era llamado feliz; y tenía mucha fuerza en las correcciones. A Alejandro, que se tenía por dios, lo disuadió de ello. Luego, viéndose manar sangre de una herida, mostrándosela con la mano, le dijo:
Esta es sangre, y no el licor que fluye por las venas de los dioses.
Plutarco afirma que el mismo Alejandro fue quien dijo esto a sus amigos. Y en otra ocasión, cuando Anaxarco bebió antes que Alejandro, le mostró el cáliz y le dijo:
De mortal mano herido ha de ser presto alguno de los dioses.
PIRRÓN
1. Pirrón Eliense fue hijo de Plistarco; lo que también escribe Diocles, como dice Apolodoro en sus Crónicas. Primero fue pintor, y luego se hizo discípulo de Drusón, hijo de Estilpón, según Alejandro en las Sucesiones. Después lo fue de Anaxarco, y siempre tan unido a él que anduvo en su compañía con los gimnosofistas de la India, y aun con los magos. Parece que Pirrón filosofó nobilísimamente, introduciendo cierta especie de incomprensibilidad e irresolución en las cosas, como dice Arcanio Abderita. Decía que no hay cosa alguna honesta ni torpe, justa o injusta. Asimismo decidía acerca de todo lo demás; como que nada hay realmente cierto, sino que los hombres hacen todas las cosas por ley o por costumbre; y que no hay más ni menos en una cosa que en otra. Su vida era de acuerdo a esto, no rehusando nada, ni nada abrazando; como si ocurrían carros, precipicios, perros y cosas semejantes; no fiando cosa alguna a los sentidos; pero de todo esto lo libraban sus amigos que lo seguían, como dice Antígono Caristio. No obstante, dice Enesidemo que Pirrón filosofó según su sistema de irresolución e incertidumbre, pero que no hizo todas las cosas inconsideradamente. Vivió hasta los noventa años.
de él en las cuestiones o preguntas, por más que se alargase en digresiones acerca de lo preguntado, por lo cual se le unió Nausifantes, siendo todavía joven; y decía que convenía seguir a Pirrón en las disposiciones, pero a él en las palabras; añadiendo que, admirado Epicuro de la conversación de Pirrón, le preguntaba de él a menudo. Lo tenía su patria en tanto, que lo hizo su sacerdote, y por su respeto dio decreto de inmunidad a los filósofos. Tuvo muchos imita-dores en aquella negligencia de las cosas. Por esto Timón, en su Pitón y en sus Sátiras, habla de él en esta forma:
¿Cómo, dime, pudiste, anciano Pirrón, librarte del obsequio y servidumbre de tantas opiniones de sofistas, llenas de vanidad y falsa ciencia? ¿Cómo cortar el lazo de toda persuasión y engaño todo? No fue, no, tu cuidado las auras indagar, que Grecia espira; ni menos cómo o dónde en otra se convierte cada cosa.
Y en sus Imágenes:
¡Saber, oh Pirrón, mi ánimo quisiera cómo, siendo aún mortal, de esa manera con tal tranquilidad vivir supiste, que sólo dios entre los hombres fuiste!
Lo honraron los atenienses haciéndolo su ciudadano, como dice Dioc1es, por haber quitado la vida a Cotis de Tracia.
4. Vivió tan pacífica y amorosamente con su hermana, que era obstetriz, según dice Eratóstenes en su libro De la riqueza y pobreza, que él mismo solía llevar a vender a la plaza pollos, y aun lechoncillos, si se ofrecía, y en casa cuidaba indiferentemente de la limpieza. Dicen que con esta misma indiferencia se ponía a lavar un lechón. Estando una vez airado con su hermana (se llamaba Filista), a uno que le comentó acerca de su indiferencia, le dijo no se había de buscar en una mujercilla el testimonio de su indiferencia. Otra vez que fue acometido por un perro, como se sobresaltase y lo repeliese, a uno que lo censuraba por esto le respondió que
era cosa difícil desnudarse enteramente de hombre; y que se ha de combatir lo posible contra las cosas, primeramente con obras, y si no, con la razón.
5. Se dice que en una llaga que tuvo sufrió los medicamentos supurantes, los cortes y los ostiones sin hacer siquiera un movimiento de cejas. Timón manifiesta su disposición de ánimo en sus Disertaciones a Pitón. Filón Ateniense, amigo suyo, decía que se acordaba mucho de Demócrito, como también de Homero con gran maravilla, repitiendo muchas veces:
Como la de las hojas es la naturaleza de los hombres.
Y agradándose mucho de que comparase a los hombres a las moscas y aves. Recitaba también estos versos:
Mas muere tú también, amigo mío. ¿Por qué lloras así? Murió Patroclo, que era mejor que tú de todos modos;
y todas las expresiones acerca de la debilidad, vanos cuidados y puerilidades de los hombres.
disposición o habitud de Pirrón; no sabiéndola, de ningún modo nos llamaremos pirrónicos. Además, que ni Pirrón fue el inventor del escepticismo, ni éste tiene dogma alguno. Así, que mejor se podría llamar secta parecida al pirronismo. En efecto, algunos hacen su inventor a Homero, pues éste habla con más variedad que ningún otro acerca de unas mismas cosas, y nada resuelve definitivamente. También los siete sabios usaron el escepticismo, de los cuales son las sentencias: No haya exceso en nada, y Haz fianza, cerca está el daño, con lo cual se expresa que quien asegura o saca la cara por alguno, luego le sobreviene el daño. También Arquíloco y Eurípides fueron escépticos. Arquíloco, cuando dijo:
Tal es, oh Glauco de Leptinas hijo, la mente de los hombres, cual el día que Jove nos dispense;
Y Eurípides, diciendo:
¿Y qué cosa es, en suma, lo que saben los míseros mortales? De ti sólo pendemos; y aquello que tú quieres sólo hacemos.
9. No menos que los referidos, son escépticos Jenófanes, Zenón Eleate y Demócrito, pues Jenófanes dice:
Nadie hay que algo sepa con toda perfección, ni lo habrá nunca.
Zenón niega el movimiento, diciendo: Lo que se mueve, ni se mueve en el lugar en que está ni en aquel en que no está. Demócrito, excluyendo las cualidades, cuando dice: Por ley frígido, por ley cálido, pero en la realidad los átomos y el vacío. Y después: Nada sabemos de cierto, pues la verdad está en lo profundo. Platón atribuye el saber la verdad a los dioses y a los hijos de los dioses; pero él indaga sólo la razón probable. Eurípides dice:
¿Quién sabe, acaso, si esta vida es muerte,
o si es morir seguro esto que los mortales vivir llaman?
Empédocles dice que muchas cosas ni las ven los hombres, ni las oyen, ni las comprenden con su entendimiento. Y antes había dicho que sólo persuade aquello que uno ve y toca. Y Heráclito, que de las cosas grandes nada se ha de resolver temerariamente. Y, por último, Hipócrates habla siempre dudosamente y como hombre; y antes que él, Homero así:
La lengua de los hombres es muy voluble y de palabras llena. Por una y otra parte el campo de palabras es inmenso. Tal palabra oirás cual la dijeres.
Significando por esto la ambigüedad y contrariedad de las palabras.
10. Los escépticos procuraban aniquilar todos los dogmas de las demás sectas, y no definir ellos dogmáticamente cosa alguna. Sin embargo de que proferían y publicaban los dogmas de los otros, nada definían, ni aun esto mismo; como que quitaban todo cuanto fuese definir; por ejemplo: Nada definimos (pues en tal caso definieran algo). Decían: Pronunciamos las opiniones o pareceres en las cosas, indicando la irresolución o la ninguna propensión en ellas, como si concediendo esto admitiesen ya la explicación. Por las palabras nada definimos se expresa la pasión del ánimo, llamada arrepsía. Y lo mismo por las expresiones: No esto más que aquello. A toda razón se opone otra, y demás semejantes. Se dice No esto más que aquello también positivamente, como de algunos semejantes; por ejemplo: No es más pernicioso el pirata que el mentiroso. Pero los escépticos no lo dicen positivamente, sino negativa o destructivamente y como quien reprueba, diciendo: No existió más Escila que la Quimera. El mismo más se pronuncia algunas veces comparativamente, como cuando decimos: Más dulce es la miel que las pasas. Positiva, y aun negativamente, como cuando decimos: La virtud aprovecha más que daña, pues significamos que la virtud aprovecha y no daña. Pero los escépticos quitan hasta la misma expresión No más que aquello, pues como no hay providencia que deja de haberla, así también el No esto más que aquello, no más es que deja de ser. Significa entonces esta frase (como dice Timón en su Pitón), no el definir nada, sino el quedar ambiguo.
cado los modos de persuadir las cosas, quitan por ellos mismos la creencia de ellas, pues persuaden las cosas que según los sentidos son cónsonas entre sí, y las que nunca o raras veces degeneran o disienten; las acostumbradas, las dispuestas por las leyes, las que deleitan y las que admiran. Demostraban que en las cosas contrarias por persuasiones de la razón, estas persuasiones son iguales. Las ambigüedades que enseñaban en las concebidas por el entendimiento son de diez modos, según los cuales parecen diferentes los sujetos. El primero de estos modos es el de la diferencia de los animales para el deleite, el dolor, el daño, el provecho. Se colige de aquí que estos mismos no nos producen unas mismas fantasías o imaginaciones, y que la indeliberación es secuela de esta pugna o combate; pues de los animales, unos son engendrados sin unión de sexos, como los que viven en el fuego, el fénix árabe y los gusanillos de la putrefacción. Otros, por dicha unión, como los hombres, etcétera; de manera, que unos son concretados o compuestos de un modo, otros de otro. Por lo cual difieren aun en los sentidos; como el gavilán, agudísimo de vista, y el perro, de olfato. Así, es conforme a razón que las cosas diferentes a la vista nos produzcan también fantasías diferentes, pues los tallos y renuevos del olivo son pábulo a la cabra, y para el hombre son amargos; la cicuta alimenta a la codorniz, y al hombre lo mata; el cerdo come excremento humano, y el caballo no lo come.
hay con frecuencia, no causan susto; ni el sol nos admira, porque cada día lo vemos. (Este modo Favorino lo hace octavo, y Sexto y Enesidemo lo hacen décimo, poniendo Enesidemo el décimo en lugar del octavo, y Favorino en lugar del noveno.) El modo décimo versa sobre la mutua comparación de las cosas entre sí; como lo leve con lo grave, lo fuerte con lo flaco, lo mayor con lo menor, lo superior con lo inferior. Por consiguiente, el lado derecho no es derecho por naturaleza, sino que se toma por tal comparado con el izquierdo; si se quita éste, no habrá lado derecho. Asimismo, las voces padre, hermano, hacen relación a otro; como día la hace al sol; y todas las cosas la hacen a la mente. Por tanto, se ignora lo que es relativo a algo, igualmente que lo que es de por sí.
19. Hasta aquí los diez modos; pero Agripa añadió otros cinco, que son: el que procede de la discordia, el de la progresión o proceso en infinito, el relativo a otro, el nacido de suposición y el que es
por reciprocidad. El de discordancia es aquel por el cual se demuestra llena de perturbación y discordia cualquier cuestión propuesta entre los filósofos, o bien las que ellos suelen tener. El modo procedente en infinito es el que no permite que se afirme la cuestión, por razón de que, una cosa recibe la fe de otra; y así infinitamente. El modo relativo a otra cosa dice que nada se recibe por sí, sino con otro; y así, todo viene a ser incógnito. El modo que consta de suposiciones es cuando algunos establecen que deben admitirse en sí mismos ciertos principios de las cosas como fieles y seguros, y no inquirir más. Lo cual es una necedad, pues cualquiera opondrá lo contrario. Y el modo llamado por reciprocidad es cuando aquello que ha de dar firmeza a la cosa cuestionada, ello mismo tiene necesidad de que la tal cosa cuestionada lo corrobore y acredite; como si uno afirma que ignora lo que es relativo a algo, igualmente que hay poros porque hay sudor, toma esto mismo para probarlo, esto es, que hay sudor.
ni siempre. La persuasión se hace por cosas extrínsecas; como la celebridad de quien persuade, o por su solicitud y diligencia, o por su gracia en el decir, o por la costumbre, o finalmente porque agrada. Quitaban el criterio con esta argumentación: O el criterio está ya juzgado,
o no; si no está juzgado, ningún crédito se le debe dar, y peca tanto en verdadero como en falso; si está juzgado, será una de las cosas juzgadas por partes o en parte. Y así, una misma cosa será la que juzga y la juzgada; el juez del criterio será juzgado por el otro; éste, por otro, y así en infinito. Además, que hay discrepancia acerca del criterio, pues dicen unos que es el hombre, otros que los sentidos, otros que la razón y otros que la fantasía o imaginación comprensiva o perceptiva. Pero el hombre discuerda, ya de sí mismo, o de los otros hombres, como consta de la diversidad de leyes y costumbres; los sentidos engañan; la razón discuerda; la fantasía perceptiva es juzgada por el entendimiento, y finalmente, el entendimiento es cambiante. Así que es incógnito el criterio, y por lo mismo lo es también la verdad.
23. Niegan también cualquier signo; porque si hay signo, dicen, o es sensible o intelectual; no es sensible, porque lo sensible es común y el signo es propio. Además, lo sensible se considera según la diferencia, y el signo según la relación a otra cosa. Tampoco es intelectual, pues lo intelectual lo es, o patente de patente, u oculto de oculto, u oculto de patente,
o patente de oculto. Nada de esto es; luego no hay signo. No es patente de patente, porque la patente no necesita de signo. No es oculto de oculto, porque lo que se manifiesta, por alguno se ha de manifestar. Signo oculto de cosa patente no es posible, pues lo que da a otro facultad de manifestarse debe estar manifiesto. Y signo patente de cosa oculta tampoco lo hay, porque el signo, siendo relativo a otra cosa, debe comprenderse junto con la cosa misma de quien es signo. Nada hay de todo esto; luego ninguna cosa no evidente puede ser comprendida, y por consiguiente, se engañan los que dicen que las cosas ocultas pueden comprenderse por medio de los signos.
24. La causa la quitan así: La causa es cosa relativa a algo; como a la causal misma; la relación a otro es cosa sólo intelectual, no real o existente; luego la causa solamente se entiende
o comprende. Porque si es causa, debe tener aquello de quien se llama causa; de otra forma, no lo será. Y así como el padre, no habiendo nadie de quien padre se diga, no es padre, lo mismo es de la causa. No aparece de quién la causa se entienda o a quién se refiera (ni por generación, ni por corrupción, ni por otro modo); luego no es causa. Además, si es causa, o ésta es cuerpo causa de otro cuerpo, o incorpóreo causa de incorpóreo; nada de esto es; luego, no hay tal causa. En efecto, el cuerpo no es causa del cuerpo, porque así ambos tendrían una misma naturaleza; y si uno de ellos se llama causa en cuanto tal cuerpo, siéndolo también el otro se hará igualmente causa; siendo causa ambos en común, ninguno será paciente. Por la misma razón, tampoco lo incorpóreo es causa de lo incorpóreo. Ni lo incorpóreo es causa de cuerpo alguno, pues ningún incorpóreo produce cuerpo. Ni menos el cuerpo, es causa de lo incorpóreo, porque lo que se hace debe hacerse de la materia paciente, y ningún incorpóreo es paciente, ni menos es hecho por otro; luego no es causa. De lo cual se colige que no son subsistentes los principios de las cosas, pues siempre debe ser algo quien hace y opera.
25. Tampoco hay movimiento, pues lo que se mueve, o se mueve en donde está o en donde no está; en donde está no se mueve, y menos se mueve en donde no está; luego no hay movimiento. Quitan igualmente las disciplinas diciendo: Si se enseña algo, o lo que es se enseña porque es, o lo que no es porque no es; no se enseña que es porque es, pues la naturaleza de todas las cosas que son a todos está patente y todos la conocen, y menos lo que no es porque no es, pues a quien es, nada le sobreviene, ni aun el ser enseñado. Dicen asimismo que no hay generación, pues no se engendra lo que es, puesto que ya es, ni lo que no es, puesto que no existe, y lo que no existe, ni es ni le aconteció el ser hecho. Que nada hay bueno o malo por naturaleza, porque si hubiese algo bueno o malo por naturaleza, debería ser bueno o malo para todos; como por ejemplo, la nieve, fría para todos; ninguna cosa es buena o mala comúnmente para todos; luego no hay cosa buena o mala por naturaleza. Porque o se ha de llamar bueno todo lo que alguno juzga bueno, o no todo; es así que no todo se ha de llamar tal, pues una misma cosa es por alguno juzgada buena; como el deleite, que Epicuro lo tiene por bueno, y Antístenes por malo; luego sucedería que una misma cosa sería buena y mala. Si no todo lo que uno juzga bueno lo llamamos tal, será fuerza que discernamos las opiniones; esto no es admisible, por causa de la igualdad de fuerza en las razones; luego se ignora qué cosa es buena por naturaleza.
26. Todo el modo u orden de las elecciones se puede ver en los escritos que han quedado, porque aunque Pirrón mismo no dejó obra alguna, sus discípulos Timón, Enesidemo, Numenio, Nausifanes y otros las dejaron. Contradicen a éstos los dogmáticos, diciendo que comprenden o resuelven y tienen dogmas, pues sólo con que disputan consta que comprenden, y solamente con que afirman establecen dogmas. En efecto, cuando dicen que nada definen, y que para toda razón hay otra opuesta, ya definen esto mismo por lo menos, y lo establecen por dogma. Responden a éstos diciendo: Acerca de las cosas que como hombres padecemos lo confesamos, pues que hay día, que vivimos y otras muchas cosas a todos manifiestas, lo sabemos; pero acerca de las cosas que los dogmáticos establecen por raciocinio, diciendo que las comprenden, suspendemos el asenso como inciertas, y sólo admitimos las pasiones. Confesamos también que vemos, y conocemos que entendemos, pero cómo vemos o cómo entendemos lo ignoramos. Que esto, como aparezca
blanco, lo decimos narrativamente, mas no estableciendo que realmente lo sea. Acerca de la frase: Nada defino. y semejantes, decimos que por ellas no establecemos dogmas, no siendo lo mismo que decir: El mundo es esférico; pues esto es incierto, y aquellas son admitidas y confesadas. Con decir, pues, no definir nada, tampoco definimos esto mismo.
27. Dicen además los dogmáticos que los pirrónicos niegan también la vida con quitar todas las cosas de que consta la vida. Pero éstos les responden que mienten en ello; pues nosotros -dicen- no quitamos la vista, sino que afirmamos que se ignora cómo se hace la visión. Lo que aparece, lo establecemos; mas no que tal sea indubitablemente. Sentimos que el fuego quema, pero nos abstenemos de resolver si lo hace por naturaleza que tenga. Que las cosas se mueven y perecen, lo vemos; cómo se hagan estas cosas, no lo sabemos. Nosotros sólo nos oponemos a las cosas inciertas que van entretejidas con las manifiestas; y cuando decimos que una pintura tiene relieve, exponemos lo que aparece, y cuando decimos que no lo tiene, ya no hablamos de
lo que aparece, sino de otra cosa. Así, Timón dice en su Pitón que Pirrón no se apartó de la costumbre. Y en sus Imágenes habla en esta forma:
Pero lo que aparece, siempre Pirrón siguió con toda fuerza.
Y en el libro De los sentidos dice: Que esto sea dulce, no lo resuelvo, pero confieso que lo parece.
pues no elegimos estas cosas o evitamos aquellas que están en nosotros y las que no están en nosotros, sino que vienen por necesidad, no podemos evitarlas; como el hambre, la sed, el dolor; pues la razón no puede quitar estas cosas. Al decir los dogmáticos que cómo puede vivir el escéptico cuando no rehúsa si le mandan matar a su padre, responden los escépticos: ¿Y cómo puede vivir el dogmático, sin inquirir siquiera las cosas de la vida común y observables? Así que nosotros elegimos las cosas y las evitamos según la costumbre, y usamos de las leyes. Algunos afirman que los escépticos ponen por fin la tranquilidad de ánimo, y otros que la mansedumbre.
TIMÓN
son tres, en los cuales, como escéptico que era, vierte mordacidades y sales contra todos los dogmáticos, trovándoles sus dichos. El primero de estos libros es una explicación que da él mismo. El segundo y tercero van en forma de diálogo, en el cual parece que Jenófanes Colofonio pregunta de cada cosa, y él mismo se responde. En el segundo trata de los más antiguos; y en el tercero, de los que vinieron después, por cuya razón algunos lo titularon Epílogo. El primero viene a contener lo mismo, excepto que su poesía es de una persona sola y su principio dice:
Venid aquí, sofistas importunos, escudriñando siempre vanidades, etc.
3. Timón murió cercano a los noventa años, como dicen Antígono y Soción en el libro
II. Yo he oído decir que fue tuerto, y es verosímil, pues aun él mismo se llamaba Cíclope. Hubo otro Timón, que fue misántropo. Nuestro filósofo fue muy aficionado a los jardines y a la soledad, como dice Antígono. Es famoso lo que Jerónimo Peripatético dijo de él: Como entre los escitas disparan flechas, tanto los que huyen como los que los siguen, así entre los filósofos unos cazan a los discípulos siguiendo y otros huyendo, como Timón. Era muy agudo de ingenio para hacer burla de otros; muy aplicado para escribir, y diestrísimo en inventar tramas fabulosas para los poetas, y no menos en componer tragedias. Fueron sujetos de ellas Alejandro y Homero. Si le estorbaban o interrumpían las criadas o perros, nada decía, no cuidándose de otra cosa que de la soledad.
Arieo de Tarso; de Herodoto, Sexto Empírico, autor de los diez libros acerca de los escépticos y de otras obras excelentes. Y de Sexto fue discípulo Saturnino Citenas, también empírico.
LIBRO DÉCIMO
EPICURO
1. Epicuro, hijo de Neocles y Querestrata, fue nativo de Gargeto, pueblo del territorio de Atenas, y descendiente de la familia de los Filaidas, como dice Metrodoro en el libro De la nobleza. Otros, con Heráclito en el Epítome de Soción, dicen que como los atenienses sorteasen los colonos que debían ir a Samos, fue educado allí, y a los dieciocho años de edad pasó a Atenas en tiempo que Jenócrates enseñaba en la Academia y Aristóteles en Calcide. Que muerto Alejandro Macedón, ya decaídos los atenienses y reinando Perdicas, se fue a Colofón, donde vivía su padre. Que habiendo estado allí algún tiempo y juntados discípulos, regresó a Atenas bajo Anaxicrates, donde filosofó junto con otros, pero luego estableció una secta propia llamada por su nombre. Según él mismo dice, se dedicó a la Filosofía a los catorce años de edad. Apolodoro Epicúreo, en el libro I de la Vida de Epicuro, dice que se dedicó a la Filosofía en persecución de los sofistas y gramáticos, por no haber sabido explicar a uno de ellos lo que significa en Hesíodo la voz chaous. Y Hermipo asegura que primero fue maestro de escuela, pero después, habiendo visto por azar dos libros de Demócrito, se entregó a la Filosofía, y que por esto Timón dijo de él:
De Samos ha salido el físico postrero, el impudente, el maestro de niños, el más duro y mortal de los mortales.
to acerca de los átomos, y los de Aristipo acerca del deleite. Que no fue ingenuo ni legítimo ciudadano, como lo dicen Timócrates y Herodoto en el libro De la pubertad de Epicuro. Que en sus cartas aludió indignamente a Mitres, mayordomo de Lisímaco, llamándolo Apolo y rey. Que ensalzó y aduló a Idomeneo, a Herodoto y a Timócrates que habían explicado sus dogmas, hasta entonces oscuros; y lo mismo hace en las cartas a la dicha Leontio, con estas palabras:
¡Oh Apolo rey, amado Leontillo, cuán grande alegría y conmoción llenó mi ánimo leída tu pequeña carta! Y a Temista, mujer de Leonteo, le dice: Estoy resuelto a ir corriendo a cualquier parte que me llaméis vosotros y Temista, en caso que vosotros no vengáis a verme. Que a Pitocles, que era muy hermoso, le dice: Aquí estaré sentado esperando tu ingreso divino y amable. Que en otra carta a Temista cree persuadirla, como dice Teodoro en el libro IV Contra Epicuro. Que escribía a otras muchas amigas, singularmente a Leontio, a la cual amaba Metrodoro.
no lo dejaron entrar en asuntos de gobierno. Afligida la Grecia por las calamidades de los tiempos, siempre se mantuvo en ella, excepto dos o tres veces que pasó a diferentes lugares de la Jonia a ver a sus amigos, que de todas partes concurrían a visitarlo y aun a quedarse con él en el jardín que había comprado por ocho minas, como dice Apolodoro. Vivían, según escribe Diocles en el libro III de su Excursión, de comestibles sumamente baratos y simples, pues se contentaba con una cotila de vino común, y cualquier agua les servía de bebida. Epicuro no establecía la comunidad de bienes como Pitágoras, el cual hacía comunes las cosas de los amigos; pues esto es de personas poco fieles, y entre estas no puede haber amistad. El mismo escribe en sus cartas que tenía lo suficiente con agua y pan bajo. Y también: envíame queso citridiano, para poder comer con mayor abundancia cuando quisiere. Tal era la vida de éste que dogmatizaba ser el deleite, el fin del hombre y de quien Ateneo canta así en un epigrama:
Mortales; ¡oh mortales! Por lo peor lidiáis y más nocivo. Un insaciable lucro a guerras os despeña y contenciones. Cortos hizo Natura los espacios de la riqueza humana; y del vaho deseo los confines interminables son y desmedidos. Esto decía el hijo de Neocles sabia y prudentemente, habedlo de boca de las musas o de los sacros trípodes de Pitio.
Esto constará todavía más adelante por sus dogmas y palabras.
o spoudaios zein ariston (el vivir honestamente es óptimo). Otros dicen en la Vida de Epicuro, que escribió un Directorio al trípode de Nausifantes, de quien afirman que fue discípulo, como también que en Samos lo fue de Pánfilo Platónico. Que empezó a filosofar a los doce años, y que regentó la escuela cerca de treinta y dos. Dice Apolodoro en las Crónicas que nació en el año III de la Olimpiada CIX, siendo arconte Sosígenes, el día 7 del mes de Gamelión, siete años después de muerto Platón. A los treinta y dos de su edad
tuvo escuela en Mitlene y Lampsaco, la que duró cinco años; después pasó a Atenas, donde murió el II de la Olimpiada CXXVII, siendo arconte Pitarato, habiendo vivido setenta y dos años. Lo sucedió en la escuela Hennaco Miteleneo, hijo de Agemarco.
muriese antes que los hijos de Metrodoro lleguen a la edad adulta, Aminomaco y Timócrates les darán, siendo ellos de vida arreglada, lo que de mis bienes les parezca necesario, atendido el alcance de la herencia. Y en suma, tomarán a su cuidado el que se hagan debidamente todas las demás cosas como quedan ordenadas. De mis esclavos, doy libertad a Mus, a Mielas y a Licón, como también la doy a Fedrilla, mi esclava.
Epítome a Herodoto y en las Sentencias escogidas: Todo sentido es irracional e incapaz de memoria alguna; pues ni que se mueva por sí mismo ni que sea movido por otro, puede añadir ni quitar cosa alguna. Tampoco hay quien pueda reconvenirlos; no un sentido homogéneo a otro homogéneo, por ser iguales en fuerzas; no un sentido heterogéneo a otro heterogéneo, por no ser jueces de unas mismas cosas; ni tampoco un sentido a otro sentido, pues los tenemos unidos todos. Ni aun la razón puede reconvenirlos, pues toda razón pende de los sentidos, y la verdad de éstos se confirma por la certidumbre de las sensaciones. Efectivamente, tanto subsiste en nosotros el ver y oír, como el sentir dolor. Así que las cosas inciertas se notan por los signos de las evidencias. Aun las operaciones del entendimiento dimanan todas de los sentidos, ya por incidencia, ya por analogía, ya por semejanza y ya por complicación; contribuyendo también algo el raciocinio. Los fantasmas, de maniáticos y los que tenemos en sueños son verdaderos y reales, puesto que mueven; y lo que no es ni mueve.
luminosos, hago este resumen de todo ello, a fin de darles un entero y absoluto memorial de mis opiniones, y de que puedan en cualquier tiempo valerse de él en las cosas más importantes, en caso que se dediquen a la contemplación de la Naturaleza. Aun los aprovechados en el estudio del universo deben esculpir en la memoria una imagen elemental de todo, pues más necesitamos de un prontuario general y memorial abreviado, que de las cosas en particular. Entraremos, pues, en él, y lo encomendaremos repetidas veces a la memoria, para que cuando emprendamos la consideración de cosas importantes concebidas antes, e impresas en la memoria las imágenes o elementos generales, hallemos también exactamente las particulares. Lo primero y principal en un aprovechado es poder usar diestramente de su discurso cuando se ofrezca, tanto en los compendios simples y elementales, como en la contemplación de las voces. Ello es que no es posible que sepa la inmensa muchedumbre de las cosas en general quien no sabe reducir a pocas palabras toda su serie y cuanto se halle tratado antes particularmente. Por lo cual, siendo útil a cuantos se dedican a la fisiología este método de escribir, y amonestado muchas veces a ejecutarlo por los físicos, singularmente los dados a esta tranquilidad de vida, conviene formar este compendio de los primeros elementos de las opiniones.
s. Si no hubiese el que llamamos vacío, el lugar, y la naturaleza intocable no tendrían los cuerpos adonde estuviesen, ni por donde se moviesen, como es claro que se mueven. Fuera de esto, nada puede entenderse ni siquiera por imaginación, comprensivamente, o análoga-mente a lo comprensible, como que está recibido por todas las naturalezas, y no como que se llaman secuelas y efectos de ello. (Esto mismo dice en el libro I De la Naturaleza, en el XIV, en el XV y en el Epítome grande).
simplemente infinitos, sino sólo incomprensibles. (Pues, como dice más abajo, no hay división en infinito. Dice esto porque sus cantidades cambian; si no es que alguno las eche simplemente al infinito aun en cuanto a las magnitudes).
32. Los átomos se mueven continuamente. (Y más abajo dice que se mueven con igual celeridad de movimiento, prestándoles el vacío perpetuamente semejante viaje, tanto a los levísimos como a los gravísimos. Que unos están muy distantes entre sí; otros retienen su trepidación cuando están inclinados a complicarse, o son corroborados
por los complicables. La naturaleza del vacío que separa cada átomo es quien obra esto, ya que no pueden darles firmeza. La solidez que ellos tienen causa su trepidación y movimiento, a efectos de la colisión. Que estos átomos no tienen principio, supuesto que ellos y el vacío son causa de todo. Dice también más adelante:
Que los átomos no tienen ninguna cualidad, excepto la figura, la magnitud y la gravedad. Y en el libro X de sus Elementos o Instituciones afirma: Que el color de los átomos se cambia según la variedad de sus posiciones; como también que acerca de ellos no se trata de magnitud propiamente tal, puesto que el átomo nunca se percibió por los sentidos). Esta voz, cuando se recuerda todo esto, envía a la mente un tipo o imagen idónea de la naturaleza de las cosas.
33. Hay infinitos mundos, sean semejantes o desemejantes; pues siendo los átomos infinitos, como hace poco demostramos, son también llevados remotísimamente. Ni los átomos (de los cuales se hizo o se pudo hacer el mundo) quedaron asumidos en un mundo ni en infinitos; en semejantes a éste, o en desemejantes. Así, no hay cosa que impida la infinidad de mundos. Aun los tipos o imágenes son semejantes en figura a los sólidos y firmes, no obstante que su pequeñez dista mucho de lo perceptible y aparente. Ni estas separaciones o apartamientos pueden no hacerse en lugar circunscrito, ni la aptitud no proceder de la operación de los vacíos y pequeñeces, ni los efluvios dejar de conservar en adelante la situación y base que tienen en los sólidos. A estos tipos los llamamos imágenes. Asimismo, este llevamiento hecho por el vacío sin choque alguno con otras cosas, es tan veloz que corre una longitud incomprensible por grande, en un punto indivisible de tiempo; pues igual lentitud y velocidad reciben con la repercusión y la no repercusión. Ni por eso el cuerpo que es llevado hacia abajo llega a muchos lugares igualmente, según los tiempos que especulamos por la razón, pues esto es incomprensible; y él viene juntamente en tiempo sensible de cualquier pareja del infinito, pero no viene de aquel de quien concebimos que es hecho el llevamiento. Lo mismo sucederá a la repercusión, aunque mientras tanto dejemos sin interrupción lo breve del llevamiento.
34. Es útil poseer este principio, o sea elemento; por razón que las imágenes buenas y provechosas usan de las más extremadas tenuidades. Tampoco se les opone ninguna cosa aparente, y por eso tienen una velocidad extrema, siéndoles proporcionado y conmensurable todo poro o conducto. Además que a su infinito nada o pocas cosas hay que causen obstáculos, cuando a lo mucho e infinito siempre hay quien obste. Se añade que la producción de las imágenes se hace tan velozmente como el pensamiento. El flujo de efluvios de la superficie de los cuerpos es continuo, y desconocido de los sentidos, por la plenitud opuesta que guarda en sólido la situación y orden de los átomos por mucho tiempo; si bien alguna vez está confusa. Las congresiones en el contenido
o circunscrito son veloces, por no ser necesario que la plenitud se haga según la profundidad; y hay algunos otros modos que producen estas naturalezas; ninguna cosa de estas relucta a los sentidos si atiende uno a cómo las imágenes producen las operaciones cuando de las cosas externas remiten a nosotros las simpatías, o sea correspondencias.
35. Conviene entonces juzgar que cuando entra alguna cosa externa en nosotros, vemos sus formas y las percibimos con la mente. Las cosas externas no pueden descubrirnos su naturaleza, su color y su figura de otro modo que por el aire que media entre nosotros y ellas; o bien por los rayos o por cualesquiera emisiones
o efluvios que de nosotros parten a ellas. Así que nosotros vemos viniendo de las cosas a nosotros ciertos tipos o imágenes de los colores y formas semejantes, arregladas a una proporcionada magnitud, y entrándonos brevísima-mente en la vista o en el entendimiento. Después, cuando volvemos la fantasía por la misma causa de uno y continuo, y conservamos la simpatía del sujeto según la conmensurada fijación nacida de allí y de la plasmación de los átomos según la profundidad en el sólido, y la imaginación que concebimos claramente por el entendimiento, por los órganos sensorios, sean de forma, sean de accidentes; ésta es la forma del sólido, engendrada según la densidad sobrevenida, o sea el vestigio remanente de la imagen.
sensible, de nada serviría a las diferencias de las cualidades. Además, que si la tuvieran, los átomos se nos presentarían visibles, lo cual no vemos que acontezca, ni podemos concebir cómo pueda el átomo hacerse visible. Se añade a esto, que no se debe juzgar que en un cuerpo finito haya infinitos corpúsculos y de cualquier tamaño. Y así, no sólo se debe quitar la sección
o división en infinito de mayor en menor (a fin de no debilitar todas las cosas, y luego nos veamos obligados con la comprensión a extenderlas, como se hace con la comprensión de muchos corpúsculos agregados), sino que ni se ha de considerar posible la transmisión de las cosas finitas en infinitas, aun de mayor a menor. Ni tampoco luego que se dice que una cosa tiene infinitos corpúsculos o de cualesquiera tamaños, se puede entender claramente cómo esta magnitud pueda ser también finita, pues cuando los corpúsculos tienen cierta cantidad, es evidente que no son infinitos; y al contrario, siendo ellos de magnitud determinada, lo sería también la magnitud misma, siendo así que su extremidad es de tenuidad infinita. Y si esta extremidad no se ve por sí misma, no hay modo de entender lo que desde ella se sigue; y así en adelante, será fuerza proceder en infinito con la mente.
ticipa en sí de aquella virtud, sino que la naturaleza la preparó al otro, como engendrado con él; lo cual ejecutándolo por una virtud perfecta para con él, y consumándolo luego según el movimiento sensible sobrevenido, lo comunica por un influjo común y simpatía, como dije. Así, aun coexistiendo el alma, quitada alguna otra parte, nunca queda el sentido entero, como también ésta perecería juntamente disolviéndose quien la cubre, ya sea todo, ya sea alguna parte en quien resida la agudeza y eficacia del sentido. Lo restante de materia o masa que queda, sea unido, sea por partes, no tiene sentido separada el alma; pues a la naturaleza de ésta pertenece una gran multitud de átomos. Y así, disuelta la concreción, se esparce y difunde el alma, y no tiene ya las mismas fuerzas, ni se mueve. Tampoco le queda el sentido, porque no se puede entender que ella sienta si no es usando dichos movimientos en este compuesto, cuando lo que la cubre y contiene no es tal cual es aquello en que existiendo tiene dichos movimientos.
mismos corpúsculos se forma una masa o concreción mayor, sea de los primeros, o de magnitudes del todo, pero en algo menores, sino sólo, como digo, que tiene de todos ellos su naturaleza eterna. También se ha de saber que todas estas cosas tienen sus propias adiciones e intermisiones, pero siguiéndole la concreción, y no separándosele nunca, sino aquella que, según la inteligencia concreta del cuerpo, recibe el predicado. También acontece muchas veces a los cuerpos el seguírseles lo que no es eterno ni incorpóreo aun en las cosas invisibles. De manera, que usando de este nombre según la común acepción, manifestamos que los accidentes ni tienen la naturaleza del todo a la cual llamamos cuerpo, tomada en concreto, ni la de los que perpetuamente le siguen, sin los cuales no puede imaginarse cuerpo. Pero según ciertas adiciones, siguiéndose la materia, nombramos cada cosa; y a veces la contemplamos cuando acaece cada una, aun no siguiéndose perpetuamente los accidentes.
tierra. Se ha de opinar, asimismo, que la naturaleza de los hombres fue instruida y coartada en muchas y varias cosas por aquellos mismos objetos que la circundan, y que sobreviniendo a esto el raciocinio, extendió más aquellas nociones, aprovechando en unas más pronto y en otras más tarde, pues unas cosas se hallan en periodos y tiempos largos desde el infinito, y otras en cortos. Así, los nombres al principio no fueron positivos, sino que las mismas naturalezas de los hombres teniendo en cada nación sus pasiones e imaginaciones propias, despiden de su modo en cada una el aire según sus pasiones e imágenes concebidas, y al tenor de la variedad de personas y lugares. Después generalmente fue cada nación poniendo nombres propios, para que los significados fuesen entre ellos menos ambiguos y se explicasen con más brevedad. Luego añadiendo algunas cosas antes no advertidas, fueron introduciendo ciertas y determinadas voces, algunas de las cuales las pronunciaron por necesidad, otras las admitieron con suficiente causa, interpretándolas por medio del raciocinio.
hubiesen indagado bien las cosas en particular
o hubiesen entrado perfectamente en estas análisis, darán otros muchos pasos adelante sobre toda la Naturaleza; y los que todavía no hubiesen llegado a perfeccionarse en ellas, o estudiasen esto sin voz viva que se lo explique, con sólo que apliquen la mente a las cosas principales, no dejarán de caminar a la tranquilidad de la vida.
57. Ésta es su carta sobre la naturaleza; la de los meteoros es la siguiente:
EPICURO A PITOCLES: GOZARSE
Me dio Cleón tu carta, por la cual vi que permaneces en tu benevolencia para conmigo, digna por cierto del amor que yo te profeso, y que no sin inteligencia procurabas introducirte en asuntos tocantes a la vida feliz. Me pediste que te enviara un compendio de los meteoros, escrito con buen estilo y método para aprenderlo fácilmente, ya que los otros escritos míos dices que son arduos de conservar en la memoria, por más que uno los estudie de continuo. Abracé gustosamente tus ruegos, y quedé sorprendido con gratísimas esperanzas. Así, habiendo escrito ya todas las otras cosas, concluí también el tratado que deseas, útil sin duda a otros muchos, principalmente a los que hace poco comenzaron a gustar de la genuina fisiología, y a los que se hallan en la profunda ocupación de negocios encíclicos, y continuos. Recibe, pues, atentamente estos preceptos y recórrelos con cuidado tomándolos de memoria, junto con los demás que en un breve compendio envié a Herodoto.
pugne a este mundo, en el cual no podemos comprender término. Que estos mundos sean infinitos en número puede comprenderse con el entendimiento, y que un mundo puede hacerse ya en el mundo mismo, ya en el intermedio (así llamo al intervalo entre los mundos) en lugar de muchos vacíos, y no en grande, limpio y sin vacío, como dicen algunos. Quieren que haya ciertas semillas aptas, procedidas de un mundo, de un intermundo, o bien de muchos, las cuales poco a poco reciben aumento, coordinación y mutación de sitio si así acontece, y que son idóneamente regadas por algunas cosas hasta su perfección y permanencia, en cuanto los fundamentos supuestos son capaces de tal admisión. No sólo es necesario que se haga concreción y vórtice en aquel vacío en que dicen que se debe formar el mundo por necesidad, según opinan, y que se aumenta hasta dar con otro, como afirma uno de los que se llaman físicos; pero esto es repugnante a lo que vemos.
61. El sol, la luna y demás astros no hechos según ellos mismos, después fueron recibidos del mundo. Asimismo la tierra, el mar y todos los animales que luego se iban plasmando y recibían incremento según las uniones y movimientos de ciertas pequeñas naturalezas,
o llenas de aire o de fuego, o de ambos. Así persuade estas cosas el sentido. La magnitud del sol y demás astros, en cuanto a nosotros, es tanta cuanta aparece. (Esto también está en el libro II De la Naturaleza; porque si perdiese, dice, por la gran distancia, mucho más perdería el calor; y que para el sol no hay distancia más proporcionada que la que tiene, en cuanto a él, sea mayor, sea algo menor o sea igual a la que se ve). De la misma manera nosotros un fuego que vemos de lejos, lo vemos por el sentido. Y en suma, toda instancia en esta parte, la disolverá fácilmente quien atienda a las evidencias, según demostraremos en los libros De la Naturaleza.
Dice que el daño humano, o procede de odio, o de envidia, o de desprecio, y a todo es superior el sabio con el raciocinio. Que quien una vez llegase a sabio, ya no podrá recibir disposición contraria, ni sujeta a variaciones. Que estará sujeto a pasiones, pero esto ningún estorbo le hará para la sabiduría. Que no de todas las disposiciones del cuerpo se hace el sabio, ni de todas las naciones. Que el sabio, aunque sea atormentado, será feliz. Que sólo el sabio es agradecido con sus amigos, tanto presentes corno ausentes. Y si ve que alguno es atormentado, tendrá piedad y se condolerá de él. Que el sabio no recibirá mujer que las leyes prohíben, corno dice Diógenes en el Epítome de los dogmas morales de Epicuro. Que no atormentará a sus esclavos, sino que tendrá misericordia, y perdonará a todos los buenos.
su voluntad y antojo. Que establecerá dogmas, y no dudará. Que semejante será aun durmiendo, y en caso que importe morirá también por un amigo.
Así opinan acerca del sabio. Ahora pasemos a otra Carta:
EPICURO A MENECEO: GOZARSE.
91. Ni el joven dilate el filosofar, ni el viejo se fastidie de hacerlo; pues a nadie es intempestivo ni por muy joven ni por muy anciano el solicitar la salud del ánimo. Y quien dice, o que no ha llegado el tiempo de filosofar, o que ya se ha pasado, es semejante a quien dice que no ha llegado el tiempo de buscar la felicidad, o que ya se ha pasado. Así que deben filosofar viejos y jóvenes; aquellos para reflorecer en el bien a beneficio de los nacidos; éstos para ser juntamente jóvenes y ancianos, careciendo del miedo de las cosas futuras. Conviene, pues, cuidar de las cosas que producen la felicidad, siendo así que con ella lo tenemos todo, y no teniéndola, lo ejecutamos todo para conseguirla. Practica, por tanto, y solicita las cosas que te he amonestado repetidas veces, teniendo por cierto que los principios para vivir honestamente, son estos: primero, que Dios es animal inmortal y bienaventurado, según suscribe de Dios la común inteligencia, sin que le des atributo alguno ajeno de la inmortalidad e impropio de la bienaventuranza; antes bien has de opinar de él todo aquello que pueda conservarle la bienaventuranza e inmortalidad. Existen, pues, y hay dioses, y su conocimiento es evidente; pero no son cuales los juzgan muchos, puesto que no los atienden como los juzgan. Así, no es impío el que niega los dioses de la plebe o vulgo, sino quien acerca de los dioses tiene opiniones vulgares; pues las enunciaciones del vulgo, en orden a los dioses, no son anticipaciones, sino juicios falsos. De aquí nacen las causas de enviar los dioses daños gravísimos a los hombres malos y favores a los buenos, pues siéndoles sumamente gratas las virtudes personales, abrazan a los que las poseen, y tienen por ajeno de sí todo lo que no es virtuoso.
Bueno es no ser nacido, o en naciendo caminar del averno a los umbrales;
pues si quien lo dijo lo creía así, ¿qué hacía que no partía de esta vida? Esto en su mano estaba, puesto que sin duda se le hubiera otorgado la petición; pero si lo dijo por chanza, fue un necio en tratar con burlas cosa que no las admite.
lo que en las operaciones se ha juzgado rectamente.
100. Estas cosas y otras semejantes deberás meditar continuamente día y noche contigo mismo y con tus semejantes; con lo cual, ya duermas, ya veles, nunca padecerás perturbación alguna, sino que vivirás como un dios entre los hombres; pues el hombre que vive entre bienes inmortales, nada tiene de común con el animal mortal. (Niega Epicuro en sus libros toda arte adivinatoria; y en su Epítome pequeño dice que es arte insubsistente, y aun cuando no lo fuera, se ha de juzgar que nada nos tocan las cosas acaecidas. Hasta aquí lo perteneciente a la vida; y aun en otros libros trata de esto repetidas veces).
101. (En orden al deleite disiente de los cirenaicos, pues éstos no admiten el habitual y estable, sino sólo el que está en movimiento; pero aquel admite a ambos, el del alma y el del cuerpo, como lo dice en el libro De la elección y la fuga, en el Del fin, en el primero De las vidas, y en la Carta a sus amigos los de Mitilene. Lo mismo escribe Diógenes en el libro XVI De las cosas selectas, y Metrodoro en su Timócrates, por estas palabras: Deleite se entiende tanto el que está en el movimiento, como el estable. Y Epicuro en el libro De las elecciones habla así: La tranquilidad y la carencia de dolor son deleites estables; el gozo y el regocijo se ven en acto según el movimiento).
102. (Disiente, asimismo, de los cirenaicos en otra cosa. Dicen éstos que los dolores corporales son peores que los del ánimo, puesto que los delincuentes son castigados en el cuerpo; pero Epicuro tiene por mayores los dolores del ánimo; pues la carne sólo tiembla por el dolor presente, mas el alma por el pasado, presente y futuro. Así que el dolor del alma es mayor que el del cuerpo. Que el deleite sea el fin lo prueba diciendo que los animales luego que nacen ya se amansan con él, y se irritan con el dolor, todo naturalmente y sin el auxilio de la razón. Huimos del dolor espontáneamente, como huía Hércules, el cual, estándose consumiendo en las llamas de la túnica,
Clama, muerde, lamenta, gimen en rededor las piedras todas; las cimas de los montes de los Locros, y de Eubea las cumbres elevadas.
Las virtudes se han de elegir no por sí, sino por causa del deleite, como las medicinas por la salud. Así lo dice Diógenes en el libro XX De las cosas selectas, el cual llama virtud al divertimiento. Pero Epicuro dice que sólo la virtud es inseparable del deleite; todas las demás cosas se apartan de ella como mortales).
103. Pongamos ya fin a este Epítome y a la vida de nuestro filósofo, coronándola con un resumen de sus opiniones primarias, con lo cual dejamos concluida toda la presente obra, usando del fin que es principio de la felicidad.
o se juzgan productores de algún daño.
civil tomado de cosas ya tenidas por justas, tiene lugar de justo, se haga en todos lo mismo,
o no se haga.