LIBRO I
CAPITULO 1
1. Hay en la filosofía un gran número de
cuestiones
que no han sido todavía en modo alguno suficiente o
adecuadamente explicadas; pero como tú, Bruto, sabes
muy bien, la cuestión de la naturaleza de los dioses,
que es de gran belleza e interés para el conocimiento
del alma y absolutamente necesaria para regular la
religión, es particular mente difícil y oscura. Sobre
ella son tan varias las opiniones y doctrinas de los
hombres más sabios y tan discrepantes que ello
constituye un fortísimo argumento a favor de la
creencia de que el origen y el punto de partida de la
filosofía está en la ignorancia y de que los
Académicos obraron con mucha prudencia al rehusar
dar su asentimiento a las cosas inciertas: ¿qué cosa
hay tan temeraria y tan indigna de la dignidad y
seriedad del sabio como el sostener una opinión falsa
o defender sin ninguna vacilación una cosa que no se
basa en un detenido examen, comprensión y
conocimiento?
2. En cuanto a la cuestión presente,
pongo por caso, la
mayor parte de los filósofos ha dicho que existen los
dioses, y este es el punto de vista más probable y
aquel a que nos conduce y guía la naturaleza; pero
Protágoras dijo que él personalmente lo dudaba,
mientras que Diágoras de Melos y Teodoro de Cirene
sostuvieron que no había dioses en absoluto. Por otra
parte, los que afirmaron la existencia de los dioses
difieren y discrepan tan ampliamente entre sí que
resultaría una tarea real mente molesta hacer un
recuento de sus opiniones. Muchos son, en efecto, los
puntos de vista que se han propuesto acerca de la
figura externa de los dioses, sobre los lugares en que
habitan y sus sedes, así como acerca de su forma de
vida, y sobre todos estos puntos se discute con gran
variedad y de sentencias por parte de los filósofos; pero,
en cuanto a la cuestión que viene a encerrar
prácticamente todo el meollo de la discusión, el saber
si los dioses están completamente ociosos e inactivos,
sin tomar parte alguna en la dirección y gobierno del
mundo, o si, por el contrario, todas las cosas fueron
creadas y ordenadas por ellos en un comienzo, y son
controladas y conservadas en movimiento por ellos a
través de toda la eternidad, es ahí donde se encuentra la máxima discrepancia; y, mientras no
se llegue a una
conclusión en este punto, los hombres habrán de
continuar moviéndose en medio de la más honda
incertidumbre y en medio de la ignorancia de cosas de
la máxima importancia.
3. Pues hay y ha habido filósofos que afirman que los
dioses no ejercen ningún control absolutamente sobre
los asuntos humanos. Pero, si su opinión es verdadera,
¿cómo puede existir la piedad, la santidad y la
religión? Porque todos estos son tributos que hemos
de rendir, con pureza y santidad, a los poderes divinos
solamente en la hipótesis de que ellos llegan a
conocerlos o advertirlos y de que los dioses inmortales
han prestado algún servicio a la humanidad. Mientras
que si, por el contrario, los dioses no tienen poder ni
voluntad de ayudarnos, si no nos prestan ninguna
atención y no tienen noticia alguna de nuestras
acciones, si no pueden ejercer absolutamente ninguna
influencia sobre la vida de los hombres, ¿qué motivo
tenemos para dirigir ningún culto, honor o plegaria a
los dioses inmortales? La piedad, no obstante, igual
que el resto de las virtudes, no puede existir en una
simple apariencia ficticia y simulada; y, junto con la
piedad, tienen que desaparecer de igual manera la
veneración y la religión. Y, una vez eliminadas estas
cosas, la vida es toda ella en seguida perturbación y
confusión.
4. Y no sé si, una vez eliminada la piedad para con los
dioses, no va a desaparecer también la fidelidad y la
unión social de los hombres, y aun la misma justicia,
la más excelente de todas las virtudes.
Hay, sin embargo, otros filósofos, y precisamente los
más eminentes y notables, que creen que todo el
mundo está regido y gobernado por la inteligencia y la
razón divinas, y no solamente esto sino también que la
providencia de los dioses vela sobre la vida de los
hombres; pues consideran que los granos y los demás
frutos que produce la tierra, y también el clima y las
estaciones y los cambios de la atmósfera, gracias a los
cuales todo lo que la tierra produce madura y llega a
ser fecundo, son un don de los dioses inmortales a la
especie humana; y añaden a esto otras muchas cosas
— que serán recogidas en estos libros — de tal
naturaleza que parecen casi haber sido expresamente
fabricadas por los dioses inmortales para el uso de los
hombres. El modo de pensar de estos filósofos fue
ampliamente atacado por Carnéades, de tal forma que
suscitó en las personas de espíritu activo o no
perezoso el afán de descubrir la verdad.
5. No hay, de hecho, ninguna cuestión sobre la cual
exista una divergencia tan enorme de opiniones, no
solamente entre las personas ineducadas sino también
entre los hombres instruidos; y las opiniones
planteadas son tan diversas y tan discrepantes entre sí
que, si bien existe sin duda la alternativa posible de
que ninguna de ellas sea verdadera, es ciertamente
imposible que sea verdadera más de una.
Y, en verdad, en tal litigio podemos nosotros tanto
aplacar a los censores benévolos como reducir a silencio
a los vituperadores envidiosos, haciendo que
los últimos se arrepientan de sus censuras y que los
primeros se alegren de haber aprendido algo más; pues
los que critican de una manera amistosa deben ser
enseñados, y los que atacan de manera hostil deben ser
refutados.
6. Observo, con todo, que se ha venido hablando
mucho del gran número de libros que yo he producido
en un breve espacio de tiempo, y que tales
comentarios no han sido todos de una sola especie o
tipo; algunas personas han sentido la curiosidad de
saber cuál ha podido ser la causa de este repentino
interés mío por la filosofía, mientras que otras
personas se han mostrado deseosas más bien de saber
qué opiniones concretas defendía yo sobre las diversas
cuestiones. Muchos también, como he podido advertir
se sienten grandemente sorprendidos de que haya
querido dar mi aprobación a una filosofía que
consideran nos priva de la luz del día y la anega en
una especie de noche; y se maravillan de que yo haya
salido inesperadamente a defender un sistema ya
abandonado y al que hace ya tiempo se ha renunciado.
Sin embargo he de decir que no he comenzado así de
repente a dedicarme a la filosofía: desde mi más
temprana juventud he consagrado a su estudio una
parte no pequeña de tiempo y energías, y he
continuado tal estudio con la máxima diligencia
precisamente en las épocas en que menos parecía que
lo hiciera, como bien lo atestiguan las máximas
filosóficas de que están llenos mis discursos, y mi
íntima amistad con los más sabios hombres que
siempre se han dignado honrar mi casa, así como
aquellos eminentes profesores, Diodoto, Filón,
Antíoco y Posidonio, por quienes fui formado y
educado.
7. Además, si bien es verdad que todas las doctrinas
filosóficas tienen un alcance práctico o vital, puedo
afirmar que tanto en mi conducta pública como en mi
conducta privada, he puesto en práctica los preceptos
que enseña la razón y la teoría.
CAPITULO 4
Si, por otra parte, alguien pregunta qué motivo ha
podido impulsarme tan tarde a dejar por escrito tales
preceptos, no hay nada que me sea más fácil de
explicar que esto. Yo estaba, en efecto, languideciendo
en un retiro ocioso, y la situación de los
asuntos públicos era tal que una forma autocrática de
gobierno se había hecho ya inevitable. En estas
circunstancias, pensé en primer lugar que explicar la
filosofía a mis compatriotas era en aquellos momentos
para mí un deber en beneficio de la propia república,
considerando que había de contribuir grandemente al
honor y a la gloria de la ciudad el poseer, redactados
también en lengua latina, pensamientos tan
importantes y tan luminosos.
8. Y me arrepiento tanto menos de mi empresa cuanto
que puedo ver claramente cuán grande es el número
de mis lectores que se han sentido estimulados no
solamente al estudio sino también a escribir ellos
mismos por su cuenta. Gran número, en efecto, de
gentes muy conocedoras de las enseñanzas griegas
eran incapaces de compartir sus conocimientos con
sus conciudadanos, porque des confiaban de la
posibilidad de expresar en latín la enseñanzas que
habían recibido de los griegos; y ciertamente en la
cuestión de la expresión o el vocabulario creo que
hemos hecho tales progresos que ni aun en riqueza de
vocabulario nos superan los griegos.
9. Otra cosa que me estimuló también a esta
ocupación fue la depresión espiritual que me dominó
con ocasión de una herida dolorosa y abrumadora que
me deparó la suerte
; si yo hubiera podido encontrarun alivio más efectivo a mi pesar, no habría recurrido
a esta forma específica de consuelo; pero el mejor de
los caminos que se me abrían a mí para disfrutar en
toda su amplitud de este consuelo era dedicarme no
solamente a la lectura de libros sino también a la
redacción y composición de un tratado sobre la
totalidad de la filoso fía. Ahora bien, el modo mejor y
más rápido de transmitir un conocimiento del tema en
todos sus aspectos y sus ramas es escribir una
exposición de los diversos métodos o doctrinas en su
totalidad; pues es una característica sorprendente de la
filosofía el que todos sus elementos se enlacen entre sí
y formen un sistema continuo, de forma que el uno
parece estar vinculado al otro, y todos ellos estar
mutuamente relacionados y entrelazados.
CAPITULO 5
10. No obstante, los que quieren conocer mi opinión
personal sobre las diversas cuestiones manifiestan un
grado de curiosidad que va más allá de lo necesario;
pues, en la discusión, hay que buscar no tanto el peso
de la autoridad cuanto la fuerza de la argumentación.
Más aún, la mayor parte de las veces la autoridad de
los que hacen profesión de enseñar es un estorbo para
los que quieren aprender; dejan, en efecto, de emplear
su propio juicio y admiten como seguro lo que ven
juzgado ya por el maestro a quien dan su aprobación.
Y, por lo demás, no suelo yo aprobar eso que
tradicionalmente vemos atribuido a los pitagóricos, los
cuales, cuando se les pregunta por las razones de
cualquier proposición que ellos formulen en la
discusión, se dice que suelen responder "El mismo lo
dijo así"
; y ese "él mismo" era Pitágoras: podía tantouna opinión ya prejuzgada, que la autoridad tenía
valor aún sin estar apoyada por la razón.
11. A aquellos, por otra parte, que se sorprenden de
que haya seguido con preferencia este sistema, creo
haberles dado ya una respuesta suficiente en los cuatro
libro de mis Académica. Ni tampoco es verdad que yo
me haya constituido en defensor de una causa perdida
o una posición actualmente abandonada; pues, cuando
los hombres mueren, sus doctrinas no mueren con
ellos, sino que tal vez echen de menos el resplandor de
su autoridad personal; tómese como ejemplo el
método filosófico bien conocido de una dialéctica
puramente negativa y que rehusa pronunciar ningún
juicio positivo; este método, nacido con Sócrates,
reavivado por Arcesilao y reforzado por Carnéades, ha
estado en vigor hasta nuestros días; y, sin embargo,
tengo entendido que en la propia Grecia carece
actualmente casi del todo de partidarios. Pero esto no
lo atribuyo yo a una falta o error de la Academia, sino
a la torpeza o estupidez de los hombres; pues, si es
una gran empresa llegar a comprender uno solo
cualquiera de los sistemas filosóficos, ¿cuánto mayor
empresa no será llegar a dominarlos todos? Y esto es
lo que tienen que hacer necesariamente los que se han
propuesto hallar la verdad hablando en contra y en
defensa de todos los sistemas.
12. En una empresa de tanta envergadura y tan ardua
no afirmo haber conseguido yo un éxito rotundo,
aunque puedo decir en voz bien alta que lo he
intentado. Y, al mismo tiempo, no es posible que los
que filosofan siguiendo este método no tengan
ninguna norma que los guíe. Esta cuestión en verdad
la he discutido más plenamente en otro lugar; pero hay
gentes tan torpes y tan lentas de comprensión que
parecen necesitar repetidas explicaciones. No somos,
en efecto, de aquellos a quienes nada les parece
verdadero, sino de aquellos que afirman que todas las
sensaciones verdaderas se hallan asociadas a otras
falsas, tan íntimamente semejantes a ellas que no
contienen ninguna señal infalible que guíe nuestro
juicio y arranque nuestro sentimiento.
De aquí sesiguió el corolario de que muchas sensaciones son
"probables", es decir, que, aun cuando no lleguen a
una plenitud de percepción, hay sin embargo en ellas
una cierta distinción y claridad, y así pueden servir
para dirigir la conducta del hombre sabio.
CAPITULO 6
13. No obstante, para liberarme enteramente de toda
crítica envidiosa, voy ahora a presentar a mis lectores
las opiniones o doctrinas de los filósofos sobre la
naturaleza de los dioses. Este parece ser un lugar apto
para convocar a todos los filósofos para que
sentencien cuál de esas doctrinas es verdadera. Si de
ello resulta que todas las escuelas están de acuerdo, o
bien si se encuentra algún filósofo que haya
descubierto la verdad, entonces y no antes consideraré
que la Academia es falaz. Así pues, me agrada
exclamar aquí como en los
Synefebos :os invoco, os pido, os ruego, suplico, imploro
y conjuro a que déis vuestro testimonio"
clamo, postulo, obsecro, oro, ploro atque
inploro fidem"
Y no le imploro para cosa baladí, como lo hace aquel
personaje cómico, que se lamenta de que "se cometen
en la ciudad crímenes capitales":
"porque la meretriz no quiere recibir "
el dinero de su amigo y amante".
14. Sino, con su presencia, conocida y examinada la
causa, sobre qué hemos de pensar y opinar acerca de
la religión, la piedad, la santidad, los ritos del culto, la
lealtad, el juramento, acerca de los templos, los
santuarios y los sacrificios solemnes, y acerca de los
mismos auspicios que yo mismo presido
5 —todasestas cuestiones, en efecto, deben ser referidas en
definitiva a la cuestión de la naturaleza de los dioses
inmortales—: sin duda una tan gran diversidad y
discrepancia entre los hombres más doctos fuerza aun
a los que creen estar en posesión de un conocimiento
cierto a dudar.
15. Esto lo advertí ya muchas veces, pero sobre todo
en una ocasión en que se disputó de una manera
realmente penetrante y profunda de esta cuestión en
casa de mi íntimo amigo Cayo Cotta.
Habiendo ido, en efecto, cuando las Fiestas Latinas, a
su casa por expresa invitación suya, me lo encontré
sentado en una exedra y discutiendo con el senador
Cayo Velleio, a quien los epicúreos consideraban por
entonces su primera personalidad entre los romanos.
Se encontraba también allí Quinto Lucilio Balbo, que
se había adentrado tanto en el sistema y pensamiento
de los estoicos que era comparado con los griegos que
sobresalían en esta doctrina.
—Llegas muy oportunamente, pues acaba de surgir
entre Velleio y yo una discusión sobre una cuestión dé
gran importancia, que, dadas tus aficiones, sin duda te
habrá de interesar.
CAPITULO 7
16. — También a mí me parece — dije yo — haber
llegado, como tú dices, en un momento oportuno.
Pues os habéis reunido aquí tres jefes de tres es cuelas
de filosofía. Y si estuviera también aquí Marco Pisón,
no faltaría una representación de ninguna de las
escuelas de filosofía que gozan de consideración.
—Sin embargo —repuso Cotta—, si lo que dice el
libro, que hace poco nuestro maestro Antíoco dedicó a
Balbo aquí presente, es verdad, no hay motivo alguno
para echar de menos a tu íntimo amigo Pisón. Antíoco
defiende el punto de vista de que las doctrinas de los
estoicos, si bien se diferencian en la forma de
expresión, concuerdan en el fondo con las de los
peripatéticos. Me gustaría conocer tu opinión sobre el
libro, Balbo.
—¿Mi opinión? —dijo él—. Pues me sorprende que
un hombre de inteligencia penetrante como el que
más, que tal es Antíoco, no se haya dado cuenta de
que hay una enorme diferencia entre los estoicos, que
distinguen las cosas honestas y las cosas ventajosas no
sólo nominalmente sino también genéricamente o por
su misma naturaleza, y los peripatéticos, que
clasifican lo honesto con lo beneficioso, de forma que
estas cosas difieren entre sí no en su naturaleza sino
solamente por variaciones de magnitud o de grado.
Esta no es una ligera discrepancia verbal, sino una
diferencia fundamental en la doctrina misma.
17. No obstante, podemos discutir esto en alguna otra
ocasión; si os parece, continuemos ahora la discusión
que teníamos comenzada.
—Estoy de acuerdo en ello —dijo Cotta—. Pero para
que el recién llegado —al decir esto me miró a mí—
no desconozca de qué asunto estábamos hablando, le
diré que tratábamos de la cuestión de la naturaleza de
los dioses, cuestión que, por parecerme a mí, como
siempre suele parecer, extremadamente oscura,
planteaba yo a Velleio para que me diera a conocer la
opinión de Epicuro sobre la misma. Por esto —
continuó—, si a ti no te es molesto, Velleio, te ruego
que repitas la exposición que habías comenzado.
—Así lo haré, a pesar de que no soy yo sino tú quien
ha recibido ahora refuerzos; pues los dos —dijo
sonriéndonos— habéis aprendido del mismo Filón a
no ser nada.
—Qué es lo que hayamos podido aprender —repuse
yo— Cotta lo verá; pero te ruego que no creas que he
venido a actuar como un aliado, sino en calidad de
oyente, y oyente imparcial, sin ningún prejuicio, bajo
ninguna clase de atadura o coacción que me fuerce,
quiera o no, a defender alguna sentencia determinada.
CAPITULO 8
18. Entonces Velleio, lleno de confianza o seguridad,
como suelen hacer los epicúreos, sin temer nada tanto
como el dar la impresión de que dudan de algo, como
si acabara de descender de una asamblea de los dioses
y de los espacios intermundanos de Epicuro
6, dijo:—Oídme: no voy a exponeros doctrinas que son
simples ficciones sin fundamento, como la divinidad
artesana y constructora del mundo del Timeo de
Platón, o esta hechicera adivina de los estoicos, la
"prónoia" —que en latín podemos traducir por
providencia—, ni tampoco como la de un mundo
dotado de espíritu y de sentidos propios, un dios
esférico, hecho de fuego ardiente y en movimiento
rotatorio, todo ello portentos y maravillas propios de
gentes que sueñan y no de filósofos que razonan.
19. ¿Con qué, ojos en efecto, pudo intuir vuestro
Platón el vasto y elaborado proceso arquitectónico
que, como él supone, siguió la divinidad al construir la
fábrica del universo? ¿Qué sistema de ingeniería
utilizó, qué instrumentos, qué palancas, qué
máquinas? ¿Quiénes fueron los peones que realizaron
tal empresa? ¿De qué manera pudieron obedecer y
ejecutar la voluntad del arquitecto el aire, el fuego, el
agua y la tierra? ¿De dónde nacieron aquellas cinco
formas o figuras"
7 a partir de las cuales se formantodas las demás, tan bien adaptadas para impresionar
nuestra mente y para hacer nacer las sensaciones?
Sería muy largo hacer referencia a todos y cada uno de
los detalles de un sistema que parece fruto más de un
teorizar ocioso o vano que de una investigación real.
20. Pero lo más chocante aún es que el filósofo que
concibió el mundo no sólo dotado de un comienzo
sino hecho casi manualmente, afirme al mismo tiempo
que el mundo va a durar siempre.
¿Crees que puede haber ahondado algo en la filosofía
natural el hombre que afirma que algo que ha sido
engendrado puede ser eterno? ¿Qué todo o totalidad
formado por una unión de partes es indisoluble o
indestructible? O ¿qué cosa hay que, habiendo tenido
un principio, no tenga también un fin o término? En
cuanto a vuestra providencia estoica, Lucilio, si es lo
mismo que el creador de Platón, os hago también las
mismas preguntas que he planteado antes: ¿quiénes
fueron sus agentes y sus instrumentos, y cómo fue planeada toda la empresa y llevada enteramente a cabo?
Si, por el contrario, es algo distinto, pregunto yo: ¿por
qué hizo al mundo mortal y no eterno, como lo hizo el
creador divino de Platón?
CAPITULO 9
21. Además, yo os haría a los dos la pregunta
siguiente: ¿por qué esas divinidades se despertaron
repentinamente a esa actividad constructora del
mundo, después de haber estado durmiendo durante
innumerables siglos? Pues, no porque no existiera el
mundo se imponía que no existieran los siglos —
entendiendo aquí por siglos no períodos de tiempo
constituidos por un cierto número de días y de noches
en recorridos anuales, pues admito que los siglos, en
este sentido, no podían producirse sin el movimiento
circular del firmamento; pero sí hubo, desde un
pasado infinito, una eternidad no medida por
divisiones limitadas de tiempo, aunque sí una
naturaleza inteligible en términos o conceptos de
extensión, ya que es enteramente inconcebible que
existiera algún tiempo cuando el tiempo no existía
aún.
22. Con lo que, Balbo, hago yo esta pregunta: ¿por
qué se mantuvo en ocio o cesante vuestra Providencia
durante todo este espacio de tiempo de que habláis?
¿Evitaba acaso el trabajo y la fatiga? La fatiga,
empero, no afecta a la divinidad, ni había en ello
ninguna fatiga; las tierras y los mares, eran obedientes
a la voluntad divina. Además, ¿por qué deseaba dios
adornar el mundo o firmamento con signos y
luminarias
8, como si fuera un edil? Si lo hizo con elfin de embellecer su propia mansión, antes es evidente
que estuvo viviendo durante un tiempo infinito en una
choza oscura y tenebrosa; ¿y suponemos entonces que,
desde aquel momento en adelante, se deleitó en las
variadas bellezas que vemos adornan la tierra y el
firmamento? ¿Qué clase de deleite puede ser este para
un dios? Y en caso de serlo, no habría podido carecer
de él durante tanto tiempo.
23. ¿O es que estas cosas fueron hechas a causa del
hombre, como vuestra escuela suele afirmar? ¿A causa
de los hombres sabios? Entonces todo este inmenso
esfuerzo constructivo se hizo por causa de unos pocos.
¿Fue, por el contrario, a causa de los necios? En
primer lugar, no había razón ninguna para que la
divinidad prestara tal servicio a los malos; y, en
segundo lugar, ¿qué consiguió con ello? Porque todos
los necios son sin duda alguna extremadamente
miserables —¿qué cosa, en efecto, se puede
mencionar más miserable que la necedad?—, y luego
porque la vida lleva consigo tantas molestias que, si
los sabios las pueden compensar y aliviar con las
ventajas y beneficios de la vida, los necios no pueden
ni evitar su acercamiento o venida ni pueden soportar
su presencia.
CAPITULO 10
Por otra parte, los que dijeron que el mundo está él
mismo dotado de vida y de sabiduría, no vieron en
modo alguno qué figura podía adoptar de manera
lógica una naturaleza propia de un espíritu inteligente.
Sobre este punto volveré a hablar un poco más
adelante.
24. Por el momento me limitaré a sorprenderme de la
estupidez de los que afirman que un ser que es
inmortal y feliz tiene forma esférica, simplemente
porque Platón dice que la esfera es la más bella de
todas las figuras. Por mi parte, en el punto del aspecto
o apariencia prefiero un cilindro, un cubo, un cono o
una pirámide. ¿Y qué forma de existencia se asigna a
su divinidad esférica? Muy sencillo: se halla en estado
de rotación, girando con una velocidad superior a todo
lo imaginable; pero no acierto a ver en qué aspecto de
esta existencia puede residir una firmeza de espíritu y
una vida feliz. Asimismo, ¿por qué una condición que
en el cuerpo humano resulta penosa, aunque sólo la
parte más pequeña de él se vea afectada por ella, no ha
de ser penosa, por hipótesis, para la divinidad? Pues la
tierra, sin duda, al ser una parte del universo, es
también una parte de dios; ahora bien, vemos que
enormes porciones de la superficie de la tierra son
desiertos inhabitables, o bien por estar abrasadas por
la cercanía del sol, o bien por estar heladas y cubiertas
de nieve debido a su enorme alejamiento del mismo; y
si el mundo es dios, estas partes, por ser partes del
universo, deben ser miradas como miembros de dios,
afectadas respectivamente por los grados extremos del
calor y del frío.
25. Baste con lo dicho, Lucilio, respecto de las
doctrinas de vuestra escuela. Para mostrar cómo son
los sistemas antiguos, voy a trazar su historia desde
sus más remotos predecesores. Tales de Mileto, que
fue el primero en investigar estas cuestiones, dijo que
el agua era el primer principio de las cosas, mientras
que la divinidad fue la mente que modeló todas las
cosas a partir del agua —si es que los dioses pueden
existir sin sensación—; y ¿por qué hizo de la mente un
adjunto del agua, si la mente o espíritu puede existir
por sí misma, desprovista de cuerpo? La opinión de
Anaximandro es que los dioses no son eternos, sino
que han nacido y perecen tras largos intervalos de
tiempo, y que hay innumerables mundos. Pero ¿cómo
podemos concebir a un dios si no es como un ser
eterno?
26. Luego, Anaximenes afirmó que el aire es dios,
que tiene un comienzo en el tiempo, que es
inconmensurable e infinito en extensión y que siempre
está en movimiento; como si el aire informe pudiera
ser dios, sobre todo supuesto que es propio de dios
poseer no sólo alguna forma o figura sino la más bella
figura; o como si algo que ha tenido un comienzo no
tuviera que ser necesariamente mortal.
CAPITULO 11
Está luego Anaxágoras, discípulo y sucesor de
Anaximenes; él fue el primer pensador que afirmó que
la disposición ordenada del universo fue diseñada y
realizada por el poder racional de una mente infinita.
Pero, al decir esto no se dio cuenta de que no puede
existir en lo que es infinito un movimiento o actividad
unida al sentido y continua, y de que la sensación en
general solamente puede darse cuando el sujeto
mismo siente el impacto de una sensación. Además, si
pretendió que esta mente infinita fuera un ser vivo
concreto o definido, deberá poseer algún principio
vital interno que justifique su nombre. Pero ¿qué
principio existe que sea más interior o íntimo que la
mente o espíritu? La mente, pues, estará ceñida o
recubierta por un cuerpo externo.
27. Pero, como esto no le agrada a Anaxágoras,
parece que la mente desnuda y simple, sin ninguna
ulterior adición que le sirva de instrumento u órgano
de la sensación, resulta ser algo que escapa a la
capacidad de nuestra intelección. Alcmeón de
Crotona, que atribuyó la divinidad al sol, a la luna y a
los demás cuerpos celestes, así como también al alma,
no advirtió que estaba concediendo la inmortalidad a
cosas que eran mortales. En cuanto a Pitágoras, quien
creyó que la sustancia toda del universo estaba
empapada e impregnada de alma, un alma de la que
nuestras almas son como partículas, no advirtió que
esta forma de derivar por separación las almas de los
hombres del alma del mundo equivale a una
desmembración y a un despedazamiento de la
divinidad; y que, cuando sus almas son desgraciadas,
como les ocurre a la gran mayoría de los hombres,
entonces una parte de la divinidad es desdichada, lo
cual es imposible.
28. Por otra parte, si el alma del hombre es divina,
¿por qué no es omnisciente? Además, si la divinidad
pitagórica es pura alma, ¿cómo está plantada o
difundida por todo el mundo? Luego, Jenófanes dotó
al universo de mente y afirmó que, por ser infinito, era
dios; pero, su opinión sobre la mente es criticable,
como la de los demás; y más severa es aún la crítica
que merece la cuestión de la infinitud, ya que lo
infinito no puede tener ninguna sensación y ningún
contacto con ninguna cosa exterior. Parménides, por
su parte, inventa algo puramente imaginario semejante
a una corona —él lo llama "stephane"—, un anillo
ininterrumpido de luces resplandecientes que ciñe el
firmamento y al que da el nombre o título de dios;
pero nadie puede imaginar que esto posea ni una
figura divina, ni sensación; posee asimismo otras
muchas nociones monstruosas, comoquiera que
deifica la guerra, la contienda, la concupiscencia y
cosas análogas, todas las cuales pueden ser destruidas
por la enfermedad, el sueño, el olvido o el transcurso
del tiempo; diviniza asimismo las estrellas; pero esto
ha sido ya criticado en otro filósofo, y no es necesario
volver ahora sobre ello a raíz de Parménides.
CAPITULO 12
29. Empédocles, por su parte, entre otros muchos
errores, cae en lo más burdo que se pueda imaginar en
su teología. Atribuye, en efecto, la divinidad a las
cuatro sustancias que en su sistema son los elementos
constitutivos del universo, por más que es del todo
evidente que estas sustancias son engendradas y se
extinguen, al tiempo que se hallan enteramente
privadas de sensación. Lo mismo Protágoras, quien
declara que no posee opiniones claras de ningún tipo
sobre los dioses, sobre si existen o no existen, o sobre
cuál es su forma, no parece tener ninguna noción en
absoluto sobre la naturaleza divina. Luego, ¿en qué
abismo de errores no se halla hundido Demócrito,
que en unas ocasiones clasifica como dioses sus "imágenes
errantes", en otras ocasiones la sustancia que
emiten e irradian estas imágenes, y en otras,
finalmente, la inteligencia científica del hombre? Al
mismo tiempo, al negar la inmutabilidad de todo, y
por consiguiente la eternidad, ¿no niega acaso la
divinidad de tal manera que no deja ni tan siquiera en
pie ninguna concepción de la misma? Diógenes de
Apolonia hace un dios del aire: pero, ¿cómo puede el
aire tener sensación o alguna forma de divinidad?
30. Sobre las inconsecuencias de Platón hay mucho
que hablar; en el
Timeo dice que es imposiblenombrar al padre de este universo, y en las
Leyes nocree sea conveniente investigar sobre la naturaleza de
la divinidad. Por otra parte, afirma que la divinidad es
enteramente incorpórea —como se dice en griego,
"asómatos"—, pero la carencia de cuerpo en la
divinidad es inconcebible, pues una divinidad
incorpórea sería necesariamente incapaz de sensación,
así como incapaz de prudencia o sabiduría práctica, y
de placer, cosas todas que son atributos esenciales
para nuestra concepción de la divinidad.
Sinembargo, tanto en el Timeo como en las Leyes, dice
que el mundo, el firmamento, las estrellas, la tierra y
nuestras almas son dioses, además de aquellos en
quienes se nos ha enseñado a creer por la tradición de
los antepasados; pero es evidente que estas
proposiciones son por sí mismas falsas y
recíprocamente destructivas la una de la otra.
31 También Jenofonte comete prácticamente los
mismos errores, aun cuando en menos palabras; pues
en sus memorias de los dichos de Sócrates
presentaa éste razonando sobre el error inherente a cualquier
investigación sobre la forma de la divinidad, pero
diciendo asimismo que tanto el sol como el alma son
dios, y hablando unas veces de un solo dios y otras de
varios: afirmaciones que implican casi los mismos
errores que las que hemos citado de Platón.
CAPITULO 13
32 También Antístenes, en aquel libro titulado
Elfísico,
dice que hay muchos dioses populares peroun solo dios natural, privando así a los dioses de su
significado y sustancia. De manera muy semejante
Speusippo, siguiendo a su tío Platón y hablando de
una cierta fuerza que gobierna todas las cosas y está
dotada de vida, intenta arrancar de nuestras mentes
por completo el conocimiento o concepto de los
dioses.
33. Y Aristóteles, en el Tercer Libro de su Sobre la
filosofía , tiene gran número de nociones confusas,
[no] del todo en desacuerdo con las doctrinas de su
maestro Platón
; unas veces atribuye la divinidadsolamente al intelecto, otras veces dice que el mundo
es él mismo un dios, otras aun pone a otro ser por
encima del mundo y asigna a este ser el papel de
regular y conservar el movimiento del mundo por
medio de una especie de rotación inversa
; luegodice que el calor o fuego celeste
es dios, sincomprender que los cielos son una parte de este
universo al que él mismo en otra parte ha dado el
título de dios. Pero ¿cómo puede la conciencia divina
persistir en un estado de moción tan rápida? ¿Dónde
están, además, los dioses de la creencia tradicional, si
contamos también a los cielos como un dios? Por otra
parte, al afirmar que dios es incorpóreo, lo priva
enteramente de sensación y también de prudencia o
sabiduría. Además ¿cómo es posible que un ser incorpóreo
se mueva, y cómo puede disfrutar del reposo
y la felicidad si siempre está en movimiento?
34. Tampoco su condiscípulo Jenócrates se mostró en
esta cuestión más sabio. Sus libros Sobre la naturaleza
de los dioses no dan ninguna explicación inteligible de
la forma divina; afirma, en efecto, que hay ocho
dioses: cinco que habitan en los planetas y en estado
de movimiento; uno que consta de todas las estrellas
fijas, que deben ser consideradas como miembros
separados que constituyen una única divinidad; como
séptimo dios añade a estos el sol, y como octavo la
luna. Pero es imposible concebir qué clase de felicidad
pueden poseer estos seres. Otro miembro de la escuela
de Platón, Heraclides del Ponto, llenó volumen tras
volumen de fábulas pueriles; unas veces estima divino
el mundo, otras veces el intelecto; asigna también la
divinidad a los planetas, y afirma que la deidad está
desprovista de sensación y que su forma es mudable; y
luego, en el mismo libro cuenta entre los dioses a la
tierra y al firmamento.
35. También Teofrasto es insoportablemente inconsistente;
unas veces atribuye la preeminencia
divina a la mente, otras veces al cielo, otras aun a las
constelaciones y las estrellas que hay en los cielos.
Tampoco es digno de atención su discípulo Stratón,
apodado el Físico; en su opinión todo el poder
divino está situado en la naturaleza, que contiene en sí
misma las causas de la generación, del crecimiento y
de la destrucción, pero está totalmente desprovista de
sensación y de forma.
CAPITULO 14
36. Finalmente, Balbo, paso a vuestra escuela estoica.
La opinión de Zenón es que la ley de la naturaleza es
divina, y que su función propia es mandar lo que es
recto y prohibir lo contrario. De qué manera hace él
que esta ley sea un ser vivo es algo que va más allá de
nuestra intelección; sin embargo, con toda certeza
nosotros esperamos que la divinidad sea un ser vivo.
En otro pasaje, no obstante, Zenón declara que el éter
es dios —si tiene algún sentido inteligible un dios sin
sensación, que nunca se nos hace presente ni en nuestras
plegarias, ni en nuestras súplicas, ni en nuestros
votos—, y en otros libros, asimismo, sostiene la
opinión de que una razón que impregna toda la
naturaleza posee un poder divino. Atribuye también el
mismo poder a los astros, y otras veces a los años, los
meses y las estaciones. Por otra parte, en su
interpretación de la Teogonia de Hesíodo —que
significa Origen o Generación de los Dioses— elimina
por completo las ideas habituales y tradicionales sobre
los dioses, pues no admite como dioses ni a Júpiter, ni
a Juno, ni a Vesta, ni a ningún otro ser que lleve un
nombre personal, antes bien enseña que estos nombres
han sido asignados de una manera alegórica a cosas
inanimadas y mudas.
37. El discípulo de Zenón, Aristón, sostiene asimismo
puntos de vista erróneos. Piensa que la forma de la
divinidad no puede ser comprendida, y les niega a los
dioses la sensación, y de hecho resulta incierto que la
deidad sea en modo alguno un ser vivo. Cleantes, que
asistió a las lecciones de Zenón al mismo tiempo que
el últimamente nombrado, dice unas veces que el
propio mundo es dios, otras veces da este nombre a la
mente y al alma del universo, y otras decide que la
divinidad más cierta o indiscutible es esa remota
atmósfera ígnea que lo rodea todo, llamada éter, que
cerca y abraza el universo por su lado exterior a una
grandísima altura; mientras que en los libros que
escribió para combatir el hedonismo habla como si delirara,
imaginando unas veces dioses de una forma y
figura definidas, otras veces asignando la plenitud de
la divinidad a las estrellas, y otras afirmando que nada
es más divino que la razón. El resultado de ello es que
esa divinidad que conocemos por medio de nuestra
inteligencia y que queremos poner en el concepto
mental como en su huella se desvanece por completo.
CAPITULO 15
38. Perseo, otro discípulo de Zenón, dice que los
hombres han divinizado a aquellas personas que han
realizado algún descubrimiento de especial utilidad
para la civilización, y que las mismas cosas
beneficiosas y saludables han sido denomina das con
nombres divinos; ni tan siquiera dice que fueron
descubrimientos de los dioses, sino que habla de ellas
como de cosas divinas ellas mismas; pero ¿qué cosa
puede haber más absurda que conceder honores
divinos a cosas sórdidas y feas, o dar la categoría de
dioses a hombres actualmente ya destruidos por la
muerte, cuyo culto todo podría solamente tomar la
forma de una lamentación?
39. Crysippo, que es considerado el intérprete más
hábil de los sueños estoicos, reúne o congrega una
turba enorme de dioses desconocidos, y tan
completamente desconocidos que ni aun la
imaginación puede conjeturar cuál es su forma y
naturaleza, a pesar de que nuestra mente parece capaz
de pintar cualquier cosa: dice, en efecto, que el poder
divino reside en la razón, y en el alma y la mente del
universo; llama dios al propio mundo, y, también al
alma del mundo que todo lo impregna, y también al
principio guía de este alma, que opera en el intelecto y
la razón, y a la naturaleza, común y que todo lo
abarca, de las cosas; asimismo al poder del Hado, y a
la Necesidad que gobierna los acontecimientos
futuros; además de esto, al fuego que antes he
denominado éter; y también a todas las sustancias
fluidas y solubles, tales como el agua, la tierra y el
aire; al sol, la luna y las estrellas, y a la unidad de
todas las cosas que lo abarca todo; e incluso a aquellos
seres humanos que han alcanzado la inmortalidad.
40. Arguye también que el dios que los hombres
llaman Júpiter es el éter, y que Neptuno es el aire que
cala o se halla interpenetrado con el mar, y que la
diosa llamada Ceres es, la tierra; y otro tanto hace con
la serie entera de los nombres de los demás dioses.
Identifica también a Júpiter con el poder, de la Ley
perdurable y eterna, que es como nuestra guía en la
vida y la que nos instruye en nuestros deberes, y a la
que llama Fatal Necesidad y Verdad Sempiterna de los
acontecimientos futuros; pero ninguna de estas cosas
es tal que parezca haber intrínseca en ella una
naturaleza divina.
41. Este es el contenido del libro primero de su
Naturaleza de los dioses; en el libro segundo pretende
reconciliar los mitos de Orfeo, Museo, Hesíodo y
Homero con su propia teología tal como aparece
enunciada en el libro primero, de manera que hace así
que los más antiguos poetas, que ni sospecha tuvieron
de estas doctrinas, parezcan haber sido estoicos. En
esto es seguido por Diógenes de Babilonia, el cual, en
el Sobre la naturaleza de los dioses libro que titula
Minerva, racionaliza el mito de la diosa virgen
engendrada por Júpiter explicándolo como una
alegoría de los procesos de la naturaleza.
CAPITULO 16
42. He expuesto hasta aquí lo que más parecen sueños
de locos que meditadas opiniones de filósofos.
No son, en efecto, mucho menos absurdas que
las creaciones de los poetas, tan nocivas a causa del
encanto mismo de su estilo; pues los poetas han
representado a los dioses encendidos por la cólera y
enloquecidos por la concupiscencia, y han desplegado
ante nuestras miradas sus guerras y sus combates, sus
luchas y sus heridas, sus odios, sus enemistades y
sus querellas, sus nacimientos y sus muertes, sus
quejas y lamentaciones, sus abiertas e intemperantes
pasiones, sus adulterios, sus encarcelamientos, sus
uniones con los seres humanos y el nacimientos de
una progenie mortal hija de un progenitor inmortal.
43. Junto a los errores de los poetas pueden
clasificarse las doctrinas monstruosas de los magos y
la loca mitología de Egipto, así como también las
creencias del vulgo, que son un simple amasijo de
incongruencias nacidas de la ignorancia de la verdad.
Todo el que considere el carácter sin fundamento e
irracional de estas doctrinas debe mirar a Epicuro con
reverencia, y catalogarle a él como a uno de esos
mismos dioses sobre cuya naturaleza estamos
discutiendo. Pues sólo él se dio cuenta, primero, de
que los dioses existen, porque la naturaleza misma ha
impreso una noción de ellos en los espíritus de todo el
género humano. Pues ¿qué linaje o qué raza de
hombres hay que no posea, sin haber sido enseñados,
una idea anticipada de los dioses? Tales nociones las
designa Epicuro con el hombre de "prólepsis", es
decir, una especie de pintura mental de una cosa,
preconcebida ya y sin la cual nada puede ser
entendido, investigado o discutido. La fuerza y valor
de este argumento los conocemos por las celestial obra
de Epicuro
Sobre la regla y el juicio.CAPITULO 17
44. Como podéis ver, pues, lo que constituye los
cimientos de nuestra investigación ha sido perfectamente
colocado ya. La creencia, en efecto, en los
dioses no se ha establecido en virtud de una autoridad,
una costumbre o una ley, sino que descansa en un
unánime y permanente consenso de la humanidad; su
existencia es, por consiguiente, una inferencia
necesaria, puesto que poseemos un instintivo o —
mejor aún— innato concepto de ellos; ahora bien, una
creencia que todos los hombres de una manera natural
comparten debe ser necesariamente verdadera; por tanto
debe admitirse que los dioses existen. Y, supuesto que
esta verdad es casi universalmente admitida no
solamente entre los filósofos sino también entre las
gentes indoctas, hemos de convenir en que es también
una verdad admitida, que poseemos una "noción
previa", como la he llamado antes, o "noción
anterior", de los dioses. —Pues nos vemos obligados a
emplear neologismos para expresar ideas nuevas, de la
misma manera que el propio Epicuro empleó la
palabra "prólepsis" en un sentido en que nadie la había
empleado antes—.
45. Tenemos, pues, una noción previa de tal tipo que
creemos que los dioses son bienaventurados e
inmortales. Pues la naturaleza, que nos ha concedido
una idea de los dioses mismos, ha grabado también en
nuestras mentes la creencia de que ellos son
bienaventurados e inmortales. Al ser esto, así, la
famosa máxima de Epicuro
enuncia con toda verdadque "lo que es bienaventurado y eterno no puede ni
conocer personalmente la turbación ni causar molestia
a otro, y en consecuencia no puede sentir ni ira ni
inclinación favorable, porque tales cosas son propias
sólo de lo débiles".
Si no buscáramos nada más que la piedad en el culto
de los dioses y el vernos libres de supersticiones, lo
dicho sería suficiente; porque la preeminente
naturaleza de los dioses, al ser eterna y felicísima,
recibiría el piadoso culto de los hombres —pues lo
que está por encima de todo impone la reverencia que
se le debe—; y asimismo quedaría eliminado todo
temor del poder divino o la ira divina —pues se
entiende que la ira y el favoritismo están por igual
excluidos de una naturaleza que es a la vez
bienaventurada e inmortal, y que una vez eliminadas
estas cosas, no nos sentimos amenazados por ningún
temor respecto a los poderes de lo alto—. Pero el
espíritu pugna por reforzar esta creencia intentando
descubrir la forma de la divinidad, el modo de su
actividad y las operaciones de su inteligencia.
CAPITULO 18
46. Para la forma divina poseemos las indicaciones de
la naturaleza completadas por las enseñanzas de la
razón. De la naturaleza derivan los hombres de todas
las razas la noción de dios como poseedor de la figura
humana y no otra alguna; pues ¿en qué otra figura se
han aparecido ellos nunca a nadie, en estado de vigilia
o en sueños? Pero, para no hacer de las nociones
primarias el único criterio de todas las cosas, diremos
que la razón mis manos dice lo mismo.
47. Pues parece natural que el ser más elevado, bien sea a causa de su felicidad, a causa de su eternidad, sea también el más bello; ahora bien ¿qué disposición de los miembros, qué conformación de rasgos, qué figura o qué aspecto pueden ser más bellos que los humanos? Vosotros los estoicos, al menos, Lucilio — pues mi amigo Cotta dice una cosa unas veces y otra cosa otras—, soléis describir el arte de la creación divina hablando de la belleza así como de las ventajas del diseño empleado en todas las partes de la figura humana.
48. Pero si la figura humana supera la forma de todos los demás seres vivos, y dios es un ser vivo, la divinidad debe poseer la figura que es la más bella entre todas; y puesto que se ha convenido que los dioses son sumamente felices y nadie puede ser feliz sin virtud, y la virtud no puede existir sin la razón, y la razón se encuentra solamente en la figura humana, se sigue de ello que los dioses poseen la forma del hombre.
49. Sin embargo, su forma no es corpórea, sino que solamente se asemeja a la sustancia corporal; no contiene sangre, sino un elemento semejante o análogo a la sangre.
CAPITULO 19
Estos descubrimientos de Epicuro son tan sagaces en
sí mismos y están tan sutilmente expresados que nadie
sería capaz de apreciarlos debidamente. Sin embargo,
confiando en vuestra inteligencia, hago mi disertación
más breve de lo que el tema pide. Epicuro, empero,
que no sólo discierne con la mirada de su espíritu las
cosas abstrusas y recónditas, sino que las trata como
realidades tangibles, enseña que la sustancia y la
naturaleza de los dioses es tal que, en primer lugar, no
es percibida por los sentidos sino por la mente y no de
manera material o individualizada, como los sólidos
que Epicuro, en virtud de su sustancialidad denomina
"steremnia", sino que, mediante nuestra forma de
percibir las imágenes basada en su semejanza y
sucesión, supuesto que una serie interminable de
imágenes exactamente semejantes brota de los
innumerables individuos y corre hacia los dioses,
nuestra mente, con los más hondos sentimientos de
placer, fija su mirada en estas imágenes y alcanza así
una intelección de la naturaleza de un ser
bienaventurado y eterno.
50. Además, el sumamente poderoso principio de la
infinitud exige el más atento y cuidadoso estudio, en
el que hemos de entender se encuentra la propiedad de
que en la suma o totalidad de las cosas todo tiene su
correspondiente exacto. Esta propiedad la denomina
Epicuro "isonomía", o principio de distribución
uniforme. De este principio se sigue que si el número
de los mortales es tan enorme, tiene que existir un
número no menor de inmortales, y que si las causas de
la destrucción son incontables, las causas de la conservación
tienen que ser también necesariamente
infinitas.
51. La respuesta es: su vida es la más bienaventurada
que se pueda concebir y la más plenamente dotada de
todos los bienes. La divinidad, en efecto, no hace
nada, no se halla vinculada a ninguna ocupación, no
está pensando en ningún trabajo; se deleita en su
propia sabiduría y virtud y sabe con absoluta certeza
que siempre disfrutará de goces perfectos a la vez que
eternos.
CAPITULO 20
52. Esta es la divinidad a la que con toda propiedad
podemos llamar bienaventurada, mientras que vuestro
dios estoico nos parece sobrecargado de trabajo. Si el
mundo mismo es dios, ¿qué puede haber menos
tranquilo o reposado que el dar vueltas a una
velocidad increíble en torno al eje de los cielos sin un
solo momento de respiro? Y el reposo es sin duda una
condición esencial a la felicidad. Si, por otra parte,
hay algún dios que reside dentro del mundo como su
piloto o regente, manteniendo las trayectorias de las
estrellas, los cambios de las estaciones y todos los
ordenados procesos de creación, y manteniendo su
vigilancia sobre la tierra y el mar para defender los
intereses y las vidas de los hombres, cuán atado no se
halla por una ocupación fastidiosa y pesada.
53. Nosotros, por nuestra parte, estimamos que la
felicidad consiste en la tranquilidad del espíritu y una
completa exención de toda clase de obligaciones. Pues
el que nos enseñó a nosotros todo lo de más nos
enseñó también que el mundo fue hecho por la
naturaleza, sin necesitar de un artífice que lo
construyera y que el acto de la creación, que según tú
no puede ser llevado a cabo sin el arte divino, es tan
fácil que la naturaleza creará, está creando y ha creado
innumerables mundos. Vosotros, en cambio, no podéis
ver cómo la naturaleza puede llevar a cabo todo esto
sin ayuda de alguna inteligencia, y así, igual que los
poetas trágicos cuando no son capaces de llevar la
trama de su drama a un desenlace, recurrís a un dios.
>54. Pero, sin duda, vosotros no necesitaríais su
intervención si quisierais tan sólo contemplar la ex
tensión sin medida y sin límites del espacio que se
alarga en todas direcciones, en el que la mente,
cuando se proyecta sobre él y se aplica a él, viaja sin
encontrar ni a lo ancho ni a lo largo ninguna orilla
última en la que poder detenerse. Así pues, en esta
inmensidad de anchura y longitud y altura revolotea
una cantidad infinita de innumerables átomos que,
aunque separados por el vacío, mantienen sin
embargo una coherencia mutua y, aprehendiéndose
los unos a los otros, forman uniones de las que son
creadas esas figuras y formas de cosas que vosotros
pensáis no pueden ser creadas sin la ayuda de fuelles y
yunques, con lo que nos impusisteis un señor eterno, a
quien temiéramos de día y de noche: ¿quién, en
efecto, no habría de temer a un dios, curioso y
ocupadísimo, que provee a todo, que lo piensa todo, lo
advierte todo y estima que todo es de su incumbencia?
55. Resultado de esta teología fue en primerísimo
lugar vuestra doctrina de la Necesidad o el Hado, lo
que llamáis "heimarmene", la teoría de que todo
acontecimiento es resultado de una verdad eterna y de
una ininterrumpida secuencia de causas. Pero ¿qué
valor se puede dar a una filosofía que piensa que todo
acontece por obra del hado o la fatalidad? Esta es
creencia propia de viejas, y aun de viejas incultas. Y
viene luego vuestra doctrina de la "mantiké" o
Adivinación, que nos sumergiría hasta tal punto en la
superstición, si con sintiéramos en escucharos, que
daríamos culto a los harúspices, augures, traficantes
de oráculos, videntes e intérpretes de sueño.
56. Pero Epicuro nos ha liberado de terrores
supersticiosos y nos ha devuelto a la libertad, de
manera que no sentimos ningún temor hacia unos
seres que, como sabemos, no se causan ninguna
molestia a sí mismos y procuran no causar ninguna a
los demás, mientras que veneramos con piadosa
reverencia la trascendente majestad de la naturaleza.
Pero temo que el entusiasmo que siento por el tema
me haya hecho prolijo. Era difícil, sin embargo, dejar
un tema tan extenso y tan maravilloso sin concluir,
aun cuando en realidad mi cometido no era tanto
hablar cuanto escuchar.
CAPITULO 21
57. Entonces, Cotta, con su habitual suavidad,
intervino en la discusión.
—No obstante, Velleio —dijo—, de no haber dicho tú
nada, ciertamente no hubieras tenido la oportunidad de
oír nada de mí. Yo encuentro siempre mucho más fácil
concebir argumentos para demostrar que una cosa es
falsa que para probar que es verdadera. Esto me ocurre
a mí con frecuencia, y así me ha ocurrido exactamente
ahora mientras te estaba escuchando a ti. Pregúntame
cómo creo es la naturaleza divina y tal vez no te
contestaré nada, pero pregúntame si creo que se
parece a la descripción de ella que acabas de dar y te
diré que nada me parece a mí menos probable. Pero
antes de proceder a examinar tus argumentos quiero
darte mi opinión sobre ti mismo.
58. Con mucha frecuencia, en efecto, creo haber oído
decir a tu íntimo amigo [Lucio Craso]
que de entretodos los romanos que se adherían al epicureismo, te
colocaba indiscutiblemente a ti en primer lugar y que
de entre los griegos pocos podían ser comparados
contigo; pero, conociendo la extraordinaria estima que
te profesaba, imaginaba que él hablaba con la
parcialidad propia de un amigo. Sin embargo, yo
mismo, aunque muy reacio a alabarte en tu propia
presencia, debo, pese a todo, declarar que tu
exposición de un tema oscuro y difícil ha sido
realmente luminosa, y no solamente exhaustiva en la
presentación del tema, sino también agraciada con tu
encanto estilístico no común en vuestra escuela.
59. Cuando estaba en Atenas, acudía con frecuencia a
oir a Zenón, a quien nuestro amigo Filón solía llamar
el corifeo de los epicúreos; y, en verdad, fue el propio
Filón quien me aconsejó que acudiera a él, sin duda
con el fin de que yo fuera más capaz de juzgar de qué
manera puede ser totalmente refutada la doctrina
epicúrea una vez hubiera oí do una exposición de ella
a cargo del jefe de la es cuela. Ahora bien, Zenón, en
contra de lo que les ocurre a la mayoría de los
epicúreos tenía un es tilo tan claro, tan grave y
elegante como el tuyo propio. Pero lo que con
frecuencia me ocurría a mí en ese caso me ha ocurrido
exactamente ahora, cuando te estaba escuchando a ti:
me sentía molesto y enojado de que talentos tan
considerables hayan podido llegar a escoger unas
doctrinas —te ruego que excuses mi expresión— tan
banales, por no decir tan necias o estúpidas.
60. Y no pretendo con ello decir que yo vaya a
proponer ahora algo mejor. Como acabo de decir, en
casi todos los temas, pero de manera especial en la
filosofía de la naturaleza, estoy más dispuesto a decir
lo que no es verdad que a decir qué es verdad.
CAPITULO 22
Pregúntame sobre el ser y la naturaleza de dios y
seguiré el ejemplo de Simónides quien, habiéndole
hecho la misma pregunta el tirano Hierón, le pidió que
le concediera un día de tiempo para considerarlo; al
día siguiente, cuando Hierón le repitió la pregunta, le
pidió dos días, y así fue haciéndolo varias veces
multiplicando siempre el número de días por dos; y,
cuando Hierón sorprendido le preguntó por qué hacía
tal cosa, replicó: "porque cuanto más largamente
considero la cuestión más oscura me parece". Ahora
bien, se nos dice que Simónides fue no solamente un
delicioso poeta, sino también un hombre de ciencia y
sabiduría en otros campos e imagino que acudieron a
su mente tal multitud de ideas agudas y sutiles que no
pudo determinar cuál de ellas era la más verdadera y
por consiguiente desesperó del todo de dar con la
verdad.
61. Pero tu maestro Epicuro —pues prefiero discutir
contigo que con él— ¿qué cosa ha dicho, no sólo ya
digna de la filosofía, sino compatible con el sentido
común o la prudencia más mediana?
En una investigación sobre la naturaleza de los dioses,
la primera pregunta que planteamos es: ¿existen los
dioses o no existen? "Es difícil negar su existencia."
Pienso que sería así si la pregunta tuviera que
plantearse en una asamblea pública, pero en una
conversación privada y en una compañía como esta es
sumamente fácil. Así pues, yo, que soy pontífice, que
considero un deber sagrado defender los ritos y las
doctrinas de la religión establecida, desearía muy de
veras estar convencido de este dogma fundamental de
la existencia divina, no como de un artículo
meramente de fe sino como de un hecho comprobado
o verificado. Pues pasan por mi mente muchas
ocurrencias perturbadoras, que a veces me hacen
pensar que no existen dioses en absoluto.
62. Pero mira cuán generosamente me porto contigo:
no voy a atacar los dogmas que vuestra escuela
comparte con otros filósofos, como, por ejemplo, el
que ahora está sobre el tapete, puesto que casi todos
los hombres, y yo mismo no menos que cualquier
otro, creen que los dioses existen, y en consecuencia
no impugno esto. Sin embargo, considero que la razón
o prueba que tú aduces no es lo bastante sólida.
CAPITULO 23
Tú dijiste que era una razón suficiente para que
nosotros admitiéramos que los dioses existen el hecho
de que todas las naciones y razas de la humanidad
creen tal cosa. Pero este argumento no es concluyente
y tampoco es verdadero. En primer lugar, ¿cómo sabes
tú qué es lo que creen las razas extranjeras? Por mi
parte opino que hay muchas naciones tan incivilizadas
y tan bárbaras que no tienen noción ninguna de
ninguna clase absolutamente de dioses.
63. Por otra parte, ¿acaso Diágoras, el que fue llamado
El Ateo, y más tarde Teodoro no negaron
abiertamente la existencia de dios? En cuanto a
Protágoras de Abdera, el mayor sofista de esa época, a
quien tú ahora mismo aludías, por comenzar un libro
con las palabras "Acerca de los dioses me siento
incapacitado para decir cómo existen o cómo no
existen"
, fue condenado, en virtud de un decreto dela asamblea ateniense, a ser desterrado de la ciudad y
del país, y a que sus libros fueran quemados en la
plaza del mercado; de donde infiero yo que muchos se
sintieron frenados a hacer profesión de tal creencia
25,comoquiera que ni tan siquiera la expresión de la
duda
pudo evitar el castigo. ¿Qué diremos de loshombres sacrilegos, impíos o perjuros?
"Si alguna vez Lucio Túbulo, "Tubulus si Lucius umquam,
Lupo o Carbón, o algún hijo de Neptuno"
, si Lupus aut Carbo aut Neptuni filius",como dice Lucilio, hubiera creído en la existencia de
los dioses, ¿hubiera acaso sido tan perjuro o tan
impuro?
64. Así pues, este argumento no está tan bien de
terminado para demostrar lo que pretendéis con firmar
como parece. Pero, como es una forma de argumento
que emplean también otros filósofos, lo voy a dejar a
un lado por el momento; prefiero pasar a las cosas
peculiares de vuestra escuela.
65. Concedo la existencia de los dioses. Enséñame,
pues, cuál es su origen, dónde habitan, cuál es su
naturaleza corporal y espiritual y su modo de vida;
deseo, en efecto, conocer estas cosas. Para todo ello
usas y abusas del dominio ilegítimo de los átomos. A
partir de ellos formáis y creáis todo lo que viene a
hollar la tierra, como se dice. Ahora bien, en primer
lugar, no hay tales átomos, pues no hay nada. . . que
carezca de cuerpo
, sino que todo el espacio estálleno de cuerpos materiales. Donde no puede existir
ningún vacío, no puede existir ningún cuerpo
indivisible.
CAPITULO 24
66. En todo esto hablo ahora como portavoz de los
oráculos de nuestros filósofos de la naturaleza tan
sólo; si sus afirmaciones son verdaderas o falsas no lo
sé yo, pero en todo caso son más verosímiles que la de
vuestra escuela. En cuanto a las perniciosas o
Vergonzosas doctrinas de Demócrito, o tal vez de su
predecesor Leucipo, a saber, que existen ciertos
corpúsculos, lisos unos, ásperos o rugosos otros, unos
redondos, otros angulados, otros curvados, o en forma
de garra, y que el cielo y la tierra han sido creados a
partir de ellos, no bajo la coacción de una naturaleza,
sino por una especie de encuentro o colisión casual, es
exactamente la creencia a que tú, Cayo Velleio, has
dado tu adhesión de por vida, y sería más fácil que
modificaras tus normas de conducta que no que
abandonaras las enseñanzas de tu maestro; pensaste,
en efecto, que te convenía ser epicúreo antes de
conocer estas cosas: con ellos necesariamente tuviste
que elegir entre admitir estas nociones vergonzosas o
perder el nombre de la escuela filosófica que habías
adoptado.
67. ¿A cambio de qué, en efecto, dejarías de ser
epicúreo? "A cambio de nada—dices—abandona ría
yo los principios de la felicidad y de la verdad."
¿Entonces el epicureismo es la verdad? Nada, en
efecto, voy a impugnar sobre la felicidad, ya que esta
ni siquiera crees que se pueda hallar en la divinidad a
no ser que ésta languidezca en el más completo ocio.
Pero ¿dónde está la verdad? ¿En un número infinito de
mundos, de los que unos nacen y otros perecen en
todos y cada uno de los más insignificantes momentos
del tiempo? ¿O en las partículas indivisibles que
producen todas las maravillas de la creación sin que
las controle o guíe ninguna naturaleza, ninguna razón?
Pero olvidando la generosidad que mostré contigo al
comienzo, estoy abarcando muchas cosas. Te concederé,
pues, que todas las cosas están hechas de
corpúsculos indivisibles: ¿qué tiene que ver esto con
la cuestión, cuando estamos investigando cuál es la
naturaleza de los dioses?
68. Admitamos que los dioses están constituidos por
átomos; de ello se sigue que no son eternos. Porque lo
que está constituido por átomos es engendrado en un
momento concreto. Ahora bien, si los dioses son
engendrados y nacen, antes de que nacieran no había
dioses; y, si los dioses tienen un comienzo, tienen
también que perecer, como vosotros razonabais hace
muy poco tiempo a propósito del mundo tal como lo
concebía Platón. ¿Dónde está, pues, esa felicidad y esa
eternidad que para vosotros son los dos elementos
básicos que connotan la divinidad? Al querer conseguir
esto, os amparáis en los enredos del lenguaje:
según eso nos decías hace poco que en la divinidad no
hay cuerpo sino una semejanza de cuerpo, ni sangre
sino una analogía de sangre.
CAPITULO 25
69. Esta es una práctica muy corriente entre vosotros:
afirmáis algo paradójico y sin verosimilitud y luego,
cuando queréis eludir el reproche o la crítica, aducís
para reforzar algo que es absolutamente imposible, de
manera que os hubiera sido mejor abandonar la
cuestión discutida que defenderla con un argumento
tan desvergonzado. Por ejemplo, Epicuro vio que si
los átomos se dirigían hacia abajo en virtud de su
propio peso, no nos iba a ser posible nada, porque el
movimiento de los átomos iba a estar determinado de
manera concreta y necesaria. Encontró, pues, un
recurso para eludir el determinismo —cosa que, al
parecer, pasó inadvertida a Demócrito—: dijo que el
átomo, al moverse verticalmente hacia abajo por la
fuerza de la gravedad, se desvía muy ligeramente
hacia un lado.
70. Esto le desacredita más que el no poder defender
lo que quería mantener. Lo mismo hace en su lucha
con los dialécticos; la doctrina tradicional de estos
dice que en toda proposición disyuntiva de la forma
"tal cosa o es o no es" una de las dos alternativas debe
ser verdadera. Epicuro se alarmó: si se concedía una
proposición como "Epicuro vivirá o no vivirá
mañana", una de las dos alter nativas tenía que ser
necesaria. En consecuencia negó la necesidad de una
proposición disyuntiva. ¿Se puede decir algo más
estúpido que esto? Arcesilao solía atacar a Zenón
porque mientras que él mismo decía que todas las
representaciones sensibles eran falsas, Zenón decía
que algunas eran falsas, pero no todas. Epicuro temió
que si se admitía que una sola sensación era falsa,
ninguna iba a ser verdadera: afirmó, por consiguiente,
que todos los sentidos eran mensajeros de la verdad.
Nada de todo esto resulta demasiado astuto o sagaz:
aceptaba, en efecto, una herida más grave para
rechazar otra más leve.
71. Otro tanto hace en relación con la naturaleza de
los dioses. En su deseo de evitar la hipótesis de un
espeso conglomerado de átomos, que había de
implicar la posibilidad de la destrucción y disolución,
dice que los dioses no tienen cuerpo, sino una
semejanza de cuerpo, ni sangre, sino una semejanza de
sangre.
CAPITULO 26
Se considera admirable que un augur sea capaz de ver
a otro augur sin reírse, pero es más admirable aún que
vosotros, los epicúreos, podáis contener la risa estando
entre vosotros. "No es cuerpo sino una semejanza de
cuerpo." Yo podría entender qué significa esta
hipótesis si se la refiriera a imágenes de cera o a
figuras de arcilla, pero qué puede significar "una
semejanza de cuerpo" o "una semejanza de sangre" en
el caso de la divinidad es algo que no puedo
comprender ni tampoco puedes entenderlo tú, Velleio,
sólo que no quieres confesarlo.
72. El hecho es que vosotros simplemente repetís
rutinariamente las cosas que Epicuro soñó entre
bostezos pues como leemos en sus escritos se
vanagloriaba de que nunca había tendió ningún
maestro. Esto por mi parte lo creería yo fácilmente
aunque él no lo proclamara, de la misma manera que
creo al propietario de una casa mal construida cuando
se vanagloria de que no se sirvió de ningún arquitecto.
No se huele en él el más vago rastro de la Academia o
del Liceo, ni siquiera de los estudios infantiles. Pudo
oír a Jenócrates dioses inmortales, ¡qué maestro!— y
hay quienes creen que lo hizo, pero él mismo lo niega
—y le creo más que a nadie—. Afirma que oyó a un
tal Pámfilo, discípulo de Platón, en Samos —allí, en
efecto, vivió él en su juventud con su padre y su
hermano; su padre Neocles había ido allí para tomar
posesión de una tierra de labranza, pero como su
granja agrícola no le era suficiente para alimentarlo,
fue, según tengo entendido, maestro de escuela—.
73. Epicuro, sin embargo, desprecia olímpicamente a
este platónico, tanto miedo tiene de que parezca que
ha aprendido alguna vez algo de algún maestro. En el
caso de Nausífanes se ve forzado a admitirlo, pero, al
no poder negar haber oído lecciones de este seguidor
de Demócrito, lo llena de toda clase de injurias
calumniosas. Sin embargo, si no hubiera aprendido de
él estas doctrinas de Demócrito, ¿qué habría oído?
¿Qué hay, en efecto, en la física o filosofía natural de
Epicuro que no proceda a Demócrito? Pues, si bien
introdujo en ello alguna modificación, por ejemplo la
desviación de los átomos, a la que hace muy poco me
he referido, sin embargo la mayor parte de su sistema
es idéntico: los átomos, el vacío, las imágenes, la
infinitud del espacio, el número incalculable de
mundos, con sus nacimientos y sus destrucciones. De
hecho, casi todo lo que se contiene en la ciencia
natural.
74. En cuanto a vuestra fórmula "una semejanza de
cuerpo" y "una semejanza de sangre", ¿qué significado
le dáis? Que vosotros tenéis un mejor conocimiento de
la cuestión yo lo admito libre y. gulosamente y, lo que
es más aún, me alegro mucho de que así sea; pero, una
vez ello se ha expresado en palabras, ¿por qué uno de
nosotros ha de ser capaz de entenderlo y otro no? Pues
bien, yo entiendo qué es el cuerpo y qué es la sangre,
pero no comprendo lo más mínimo qué es una "semejanza
de cuerpo" y una "semejanza de sangre". Tú no
pretendes ocultarme la verdad, como solía hacer
Pitágoras con los extraños, ni hablas de manera oscura
deliberadamente como Heráclito, sino que —hablando
francamente entre nosotros— ni tú mismo lo
entiendes.
CAPITULO 27
75. Me doy cuenta de que lo que tú defiendes es que
los dioses poseen una cierta apariencia externa, que no
tiene ninguna consistencia o solidez, ninguna figura o
diseño definidos, y que es pura, leve, translúcida. Así
pues, emplearemos el mismo lenguaje que a propósito
de la Venus de Cos: su cuerpo no es un cuerpo real
sino una semejanza de cuerpo, ni aquel rubor difuso y
mezclado con el candor es realmente sangre sino una
cierta semejanza de sangre. Así también en la divinidad
de Epicuro diremos que no hay una sustancia real
sino algo que imita y se asemeja a la sustancia. Supón,
empero, que admito como verdadero un dogma que ni
siquiera entiendo: mostradme, por favor, las formas y
aspectos de vuestras divinidades en sombra o
esbozadas en la sombra.
76. No faltan en este punto múltiples razones con las
que pretendéis demostrar que los dioses tienen la
forma de los hombres; en primer lugar, porque nuestra
mente posee una noción preconcebida de tal carácter
que cuando un hombre piensa en dios, es la forma
humana la que a él se le presenta; en segundo lugar,
porque supuesto que la naturaleza divina está por
encima de todas las demás cosas, la forma divina debe
ser también necesariamente la más bella, y ninguna
forma es más bella que la del hombre; la tercera razón
que aducís es que ninguna otra figura puede ser
morada o habitación de la inteligencia.
impresión de que se basan en una hipótesis que
vosotros formuláis de manera arbitraria y enteramente
inadmisible. Ante todo, ¿quién fue nunca tan ciego
al considerar las cosas como para no ver que la figura
humana se había asignado de este modo a los dioses o
bien por un deliberado convenio de los sabios, a fin de
convertir más fácilmente los espíritus de los
ignorantes de las prácticas viciosas a la observancia de
la religión, o bien por superstición, para tener
imágenes que los hombres pudieran venerar con la
creencia de que, al hacer tal cosa, se presentaban ante
los mismos dioses? Por lo demás, estas nociones han
sido fomentadas por los poetas, pintores y artesanos,
para quienes resulta difícil representar las divinidades
vivientes y en actividad bajo ninguna otra forma o
figura que la humana. Tal vez haya que añadir a esto
la opinión que el hombre tiene de que nada es superior
en belleza al hombre. Pero ¿es que tú, filósofo de la
naturaleza, no ves cuán blanda mediadora y cuán
ponderadora de sus propios encantos es la naturaleza?
¿Supones acaso que existe en la tierra o en el mar un
solo animal que no prefiera un animal de su propia
especie a cualquier otro? Si no fuera así, ¿por qué no
desea un toro unirse a una yegua, o un caballo a una
vaca? ¿Imaginas que un águila, un león o un delfín
pueda considerar ninguna figura más bella que la
suya? ¿Tiene, pues, algo de sorprendente que la
naturaleza haya enseñado de igual manera al hombre a
considerar su propia especie la más bella de todas. . .
29
y que esta sea una razón por la cual pensemos quelos dioses se parecen al hombre?
78. Supón que los animales poseyeran la razón
:¿no crees que ellos asignarían cada uno el lugar
supremo o preeminente a su propia especie?
CAPITULO 28
Por mi parte, por Hércules —lo diré como lo siento—,
aun cuando me estime mucho a mí mismo, sin
embargo no me atrevo a decir que soy más bello que
el toro aquel en que cabalgó Europa, porque la
Cuestión no se centra ahora en nuestras facultades
intelectuales u oratorias
sino en nuestra forma yaspecto exteriores. Y si queremos hacer combinaciones imaginarias de figuras, ¿no te gustaría a tí
parecerte a aquel Tritón marítimo, que se nos pinta
montado sobre monstruos marinos nadadores, unidos
a su cuerpo humano? Me hallo aquí en un terreno
difícil, pues el instinto natural es tan fuerte que todo
hombre desea ser semejante a un hombre y no a otra
cosa alguna.
una hormiga. Aun así, persiste la pregunta: ¿semejante
a qué hombre? ¡Qué escaso porcentaje de personas
bellas hay! Cuando yo estaba en Atenas apenas se
encontraba uno en cada grupo de efebos —sé por qué
te ríes, pero sin embargo la realidad es así. Además,
nosotros, que por concesión de los antiguos filósofos
nos deleitamos con la compañía de los jóvenes
adolescentes, llegamos a encontrar a veces agradables
hasta los defectos.
A Alceo "le causa deleite un lunar
en la muñeca de su favorito" ; sin duda un lunar es un
defecto, pero Alceo lo consideró un rasgo de belleza.
Quinto Cátulo, el padre de nuestro colega y amigo
íntimo, amó a Roscio, el oriundo de tu mismo
municipio, y en su honor escribió incluso los versos
siguientes:
"Casualmente me había levantado para saludar a la
Aurora naciente,
cuando de pronto, por la izquierda, se levanta
Roscio.
Permitidme que lo diga impunemente, seres
celestiales:
el mortal me pareció ser más bello que un dios". mortalis visus pulchrior esse deo."
Para Cátulo, Roscio era más bello que un dios; y, sin
embargo, tenía de hecho, como tiene en la actualidad,
un estrabismo atroz: ¿qué importaba, empero, si a
Cátulo esto mismo le parecía sabroso y bello?
CAPITULO 29
80. Vuelvo a la cuestión de los dioses. ¿Podemos
imaginar algunos dioses, no digo ya con los ojos
bizcos como Roscio, sino con un leve defecto en la
vista? ¿Podemos pintar a cualquiera de ellos con un
lunar, una nariz chata, unas orejas muy estiradas, unas
cejas protuberantes y una gran cabeza —defectos
todos que se ven entre los humanos—? ¿O es que
todas estas cosas se hallan en ellos corregidas?
Supongamos que concedemos esto; ¿hemos de decir
también que todos tienen una misma cara? Pues si
tienen varias habrá entre ellas diferencias y grados de
belleza, y por consiguiente puede haber algún dios que
se halle lejos de la belleza suprema. Si, en cambio, el
rostro de todos es igual, es necesario que en el cielo
florezca la Academia; pues, si no hay ninguna
diferencia entre un dios y otro, no existe entre los
dioses ningún conocimiento, ninguna percepción.
81 ¿Y qué decir, Velleio, si además de esto, es
absolutamente falsa la proposición aquella de que
cuando concebimos la divinidad, la única forma bajo
la cual se nos presenta ella es la del hombre?
¿Seguirás, sin embargo, defendiendo tales absurdos?
Es muy posible que a nosotros los romanos nos ocurra
como tú dices; desde pequeños, en efecto, Júpiter,
Juno, Minerva, Neptuno, Vulcano y Apolo, así como
los demás dioses, nos son conocidos bajo el aspecto
que los pintores y escultores han elegido para
representarlos, y no solamente con el rostro que les
han dado, sino también con el aderezo, la edad y las
vestiduras que ellos han querido darles. Sin embargo
no es así como los conocen los egipcios o los sirios, ni
la totalidad casi de las razas incivilizadas; pues entre
ellos encontrarás, respecto a ciertos animales,
creencias más firme mente establecidas que la
reverencia hacia los más santos templos e imágenes de
los dioses entre nosotros.
82 Nosotros, efectivamente, hemos visto con
frecuencia templos saqueados, imágenes de dioses
arrancadas de las más santas capillas, y ello por obra
de nuestros mismos compatriotas, mientras que nadie
ha oído nunca decir de un egipcio que pusiera sus
manos profanas sobre un cocodrilo, un ibis o un gato.
¿Qué se infiere, pues, de ello? ¿Qué los egipcios no
creen que su sagrado buey Apis es un dios?
Precisamente que lo creen tanto como puedas tú creer
que la Juno Salvadora de tu lugar de nacimiento es
una diosa. Tú nunca la ves, ni aun en tus sueños, a no
ser equipada con su piel de cabra, su hacha, su
pequeño escudo y sus babuchas vueltas para arriba en
la punta; y, sin embargo, no es este el aspecto de la
Juno argiva, ni el de la Juno romana. Se infiere de ello
que Juno tiene una forma para los argivos, otra para el
pueblo de Lanuvio y otra para nosotros. Y, en verdad,
nuestro Júpiter del Capitolio no es idéntico al Júpiter
Ammón de los africanos.
CAPITULO 30
83. ¿No se avergonzará, pues, un filósofo de la naturaleza,
es decir, un explorador y rastreador de la
naturaleza, de acudir a unos espíritus entontecidos o
embrutecidos por la rutina en busca de un testimonio o
una prueba? Según tu principio, será legítimo decir
que Júpiter lleva siempre barba y que Apolo no la
lleva nunca y que Minerva tiene los ojos grises y
Neptuno azules. Y en Atenas hay una estatua muy
alabada de Alcamenes representando a Vulcano, una
figura de pie, vestida, que muestra una leve cojera,
aunque no deforme. ¿Estimaremos, pues, que la
divinidad es coja, porque así se nos ha transmitido
acerca de Vulcano? Y dime ahora: ¿hemos de suponer
que los dioses tienen los mismos nombres con que nos
son conocidos a nosotros?
84. Sin embargo, en primer lugar, los dioses tienen
tantos nombres cuantos lenguajes tiene la humanidad.
Tú eres Velleio a dondequiera que viajes, pero
Vulcano tiene un nombre distinto en Italia, en África y
en España. Por otra parte, el número de nombres no es
grande ni aun en nuestros libros pontificales, pero el
número de dioses es incontable. ¿Carecen entonces de
nombres? Vosotros ciertamente tenéis que decir esto;
¿qué sentido tiene, en efecto, que siendo uno solo el
rostro, sean múltiples los nombres? ¡Cuán hermoso
sería, Velleio, que cuando ignoras una cosa,
confesaras tu ignorancia en lugar de proferir estas
sandeces que te tienen que causar náuseas y
desagradar aun a ti mismo! ¿Crees realmente que la
divinidad se parece a mí, o a ti mismo? Seguro que no.
¿Qué entonces? ¿He de decir que el sol es un dios, o
que lo es la luna, o el cielo? En tal caso habré de decir
también que es feliz; ¿cuáles son los placeres de que
goza? Y habré de decir que es sabio; pero ¿cómo
puede residir la sabiduría en una masa insensible
como esa? Estos son los argumentos que empleáis
vosotros.
85. Pues bien: si los dioses no tienen la apariencia de
los humanos, como he demostrado, ni tampoco una
forma del tipo de la de los cuerpos celestes, como se te
acaba de probar, ¿por qué dudas en negar la existencia
de los dioses? No te atreves a ello. Esto ciertamente es
un rasgo de sabiduría, si bien en esta cuestión no es al
pueblo a quien temes, sino a los propios dioses. Yo,
personalmente, he conocido epicúreos que veneran
toda clase de imágenes, si bien sé muy bien que, en
opinión de algunos Epicuro en realidad abolió los
dioses, pero los conservó verbalmente a fin de no
ofender al pueblo de Atenas. Así pues, la primera de
sus sentencias selectas o máximas breves, que vosotros
llamáis las
Kyriareo doxai, dice, según creí,esto: "Lo que es bienaventurado e inmortal no siente
ninguna inquietud ni la causa a nadie."
CAPITULO 31
Ahora bien, hay quienes, piensan que la forma de
expresar esta sentencia fue intencionada o deliberada,
si bien en realidad se debió a la incapacidad o torpeza
del autor para expresarse a sí mismo con claridad. Su
sospecha es injusta con el ser más libre de culpa de
toda la humanidad.
86. De hecho cabe la duda sobre si dice que "hay" un
ser bienaventurado e inmortal, o si significa que, "si"
existe tal ser, es tal como él lo describe. No caen en la
cuenta de que aun cuando aquí su forma de hablar es
ambigua, sin embargo, en otros muchos lugares, tanto
él como Metrodoro, hablan claramente tal como tú
mismo lo has hecho hace poco. Epicuro, no obstante,
piensa realmente que los dioses existen, y nunca me
he encontrado con nadie que temiera más que él esas
cosas que él dice que no son en absoluto temibles, a
saber, la muerte y los dioses; cosas que no atemorizan
muy seriamente a la gente corriente, obsesionan,
según él, los espíritus de todos los mortales: muchos
miles de ellos se dedican al bandidaje, delito castigado
con la pena de muerte, mientras otros saquean los
templos siempre que pueden hacerlo. Yo supongo que
los primeros deben estar obsesionados por el temor a
la muerte y que los últimos deben estarlo por los
temores religiosos.
87 Pero, como tú no te atreves —y ahora hablo con el
propio Epicuro en persona - a negar la existencia de
los dioses, ¿qué es lo que te impide re conocer como
dios al sol, o al mundo, o al alguna clase de
inteligencia eterna? "Nunca he visto un espíritu dotado
de razón y deliberación —responde él— que
participara de ninguna otra forma que no fuera la
humana." ¿Y qué? ¿Viste acaso algo semejante al sol,
a la luna o a los cinco planetas? El sol, limitando su
trayectoria por medio de los dos puntos extremos de
una órbita, completa sus recorridos anualmente; la
luna, iluminada por los rayos del sol recorre su senda
solar en el espacio de un mes. Los cinco planetas,
siguiendo siempre la misma órbita, unos más cerca y
otros más lejos de la tierra, desde unos mismos puntos
de partida recorren completamente unas mismas
distancias en distintos períodos de tiempo.
88 Pues bien, Epicuro, ¿has visto nunca algo igual a
esto?
Entonces neguemos la existencia del sol, dela luna y de los planetas, puesto que no puede existir
nada fuera de lo que hemos tocado o visto. ¿Y qué?
¿Has visto acaso nunca a la misma divinidad? ¿Por
qué crees entonces en su existencia? Según este
principio hemos de apartar a un lado todo lo nuevo de
que nos informen la historia o la ciencia. Así resulta
que las gentes de tierra adentro se negarán a creer en
la existencia del mar. ¿Cómo puede ser posible tanta
estrechez mental? De donde se sigue que si tú
hubieras nacido en Serifos y nunca hubieras salido de
la isla, en la que sólo habrías visto liebres y pequeñas
zorras, cuando alguien te describiera los leones y
panteras, te negarías a creer en su existencia y si
alguien te hablara sobre el elefante creerías incluso
que este tal se estaba riendo de ti.
89. Y tú ciertamente, Velleio, llegaste a la conclusión
de tu argumento, no según la práctica de vuestra
escuela sino según la de los dialécticos, ciencia la de
éstos que vuestra escuela desconoce radicalmente.
Estableciste la hipótesis de que los dioses son felices
lo concedemos. Pero nadie, decís vosotros, puede ser
feliz sin la virtud.
CAPITULO 32
También esto te lo concedemos y muy a gusto. Pero la
virtud no puede existir sin la razón. También en esto
hemos de convenir necesariamente. Y añadís: y la
razón no puede existir como no sea en figura humana.
¿Quién crees tú que te concederá esto? Pues si esto
fuera verdad, ¿qué necesidad tenías tú de llegar a ello
por pasos sucesivos? Veo de qué manera has avanzado
paso a paso desde la felicidad a la virtud, y de la
virtud a la razón; pero ¿cómo llegas de la razón a la
forma o figura humana? Esto no es descender, sino
tirarse de cabeza.
90. Ni tampoco entiendo yo por qué Epicuro prefirió
decir que los dioses son semejantes a los hombres en
lugar de decir que los hombres son semejantes a los
dioses. "¿Cuál es la diferencia?", me preguntarás;
"pues si esto es semejante a aquello, también aquello
es semejante a esto". Lo sé muy bien pero lo que yo
quiero decir es que los dioses no tienen el modelo de
su forma en los hombres. Los dioses, en efecto,
siempre han existido y nunca han nacido, supuesto
que tienen que ser eternos; los hombres, en cambio,
han nacido. Por consiguiente la forma humana existió
antes que los hombres, y era la forma de los dioses inmortales.
No debemos, pues, decir que los dioses
tienen forma humana, sino que nuestra forma es
divina.
Sin embargo, en cuanto a esto, decid lo que queráis.
Lo que yo quiero saber es cuál pudo ser esta buena
suerte tan grande —pues no queréis que en la
naturaleza de las cosas nada haya sido hecho por obra
de la razón—.
91. Cuál fue este hecho accidental tan poderoso y
dónde tuvo su origen este feliz encuentro de los
átomos como para que de repente nacieran hombres
con forma de dioses. ¿Hemos de pensar que la semilla
divina cayó de los cielos a la tierra, y que así
comenzaron a existir los hombres semejantes a sus
progenitores? Quisiera que esta fuera vuestra
explicación: de esta manera reconocería contento mi
parentesco divino. Pero no decís nada de esto, sino
que fuera obra de la casualidad que fuéramos
semejantes a los dioses.
¿Y hay que buscar ahora argumentos con que refutar
esto? Ojalá pudiera hallar la verdad con tanta facilidad
como puedo poner en evidencia la falsedad.
CAPITULO 33
Nos diste, en efecto, una visión panorámica y
completa y exacta, hasta el punto de que me sorprendió
que en un romano pudiera haber tanta ciencia,
de las doctrinas teológicas de los filósofos desde Tales
de Mileto en adelante.
por haber afirmado que la divinidad puede existir sin
manos o sin pies? ¿Ni siquiera la consideración de
cuál es la adecuación de los miembros humanos a su
función puede convenceros de que los dioses no
necesitan miembros humanos? ¿Qué necesidad hay de
tener pies cuando no se camina, o de tener manos
cuando no hay que coger nada, o de poseer todas las
demás partes diversas del cuerpo, en el que nada es
inútil, nada sin razón, nada superfluo, hasta el punto
de que ningún arte puede imitar la maestría de la obra
de la naturaleza? Así pues, la divinidad tendrá lengua
y no hablará, tendrá dientes, paladar, garganta, para
nada útil; los órganos que la naturaleza ha vinculado
al cuerpo en orden a la procreación, la divinidad los
poseerá pero sin ninguna finalidad y no solamente los
órganos externos sino también los internos, el corazón
y los pulmones, el hígado y todo lo demás, que si no
son útiles no son sin duda bellos tampoco —porque
vuestra escuela afirma que la divinidad posee las
partes corporales a causa de su belleza—.
93. ¿Fueron sueños como estos los que no sólo
movieron a Epicuro, a Metrodoro y a Hermarco a
contradecir a Pitágoras, a Platón y a Empédocles, sino
también dieron osadía a una mujerzuela del arroyo
como Leontion a escribir un libro refutando a
Teofrasto? Su estilo es sin duda el más primoroso del
Ática, pero da lo mismo, tan grande era la licencia que
prevalecía en el Jardín de Epicuro. Y sin embargo
soléis quejaros; Zenón, en verdad, llegaba incluso al
litigio; ¿y qué decir de Albucio? En cuanto a Fedro,
aunque era el más elegante y caballero entre los
antiguos, solía perder su dominio si yo hablaba
demasiado osadamente. Epicuro, empero, atacó a
Aristóteles de la manera más ofensiva, habló de
Fedón, el discípulo de Sócrates, de la manera más
ultrajante, lanzó contra Timócrates, hermano de su
propio compañero Metrodoro, volúmenes enteros por
no sé qué disensiones en cuestiones filosóficas, no
mostró ninguna gratitud hacia el propio Demócrito,
cuyo sistema había adoptado, y trató de la peor
manera a su mismo maestro Nausífanes, de quien
había aprendido no pocas cosas.
Zenón, por su parte, dirigía los dardos de su ultraje no
solamente a sus contemporáneos. Apolodoro, Silo y
los demás, sino también al mismo Sócrates, el padre
de la filosofía, de quien declaró que había sido el
equivalente ático de los bufones romanos, y a
94. Tú mismo, hace bien poco, cuando recitabas la
lista de los filósofos a la manera como el censor
declama el catálogo de los Senadores, dijiste que
todos esos hombres eminentes habían sido necios,
idiotas y locos. Pero, si ninguno de ellos llegó a ver la
verdad en la cuestión de la naturaleza de los dioses,
hay que temer que la naturaleza divina no exista en
absoluto.
Pues la explicación que vosotros dais de la cuestión es
un puro cuento de hadas, apenas digno de las cabalas
o lucubraciones de las viejas. No os dais, en efecto,
cuenta de Cuán grande es el número de cosas que
tenéis que admitir, si nos exigís que os concedamos
que la forma o figura de los hombres y los dioses es
idéntica. Tendréis que atribuir a la divinidad los
mismos ejercicios y cuidados corporales que se dan en
el hombre, el caminar, el correr, el recostarse,
sentarse, sostener cosas con la mano, y finalmente
también la conversación y el pronunciar discursos.
95 En cuanto a la afirmación de que los dioses son
varones y hembras, bien podéis ver cuáles son las
consecuencias que de ella se siguen. Por mi parte no
acabo de sentirme sorprendido cuando pienso de
dónde pudo partir el fundador de vuestra escuela para
ir a parar a tales nociones. Y a pesar de todo no dejáis
de vociferar que hay que mantener a toda costa que la
divinidad es feliz e inmortal. Pero ¿qué impide que la
divinidad sea feliz sin ser bípeda? Y ¿por qué vuestra
"beatitud" o "beatitas", sea cual sea la forma que usemos
—y ambas expresiones son duras, si bien las
palabras deben ser ablandadas por el uso—, no puede
aplicarse al sol de allá arriba, o a este mundo nuestro,
o a alguna inteligencia eterna desprovista de figura
corporal y de miembros?
96 Vuestra única respuesta es: "Nunca he visto un sol
o un mundo felices." Y bien, ¿acaso habéis visto algún
otro mundo fuera de éste? Dirás que no. Entonces
¿cómo te atreves a decir que existen, no ya miles y
miles de mundos, sino un número incalculable de
ellos? "La razón nos lo enseña". ¿Y no te enseñará
entonces la razón que cuando buscamos un ser que sea
supremamente excelente, así como feliz y eterno, y
esto es lo que constituye la divinidad, en la medida en
que este ser es superior a nosotros por la inmortalidad
lo será también en la excelencia mental, y que en la
medida en que nos es superior en la excelencia mental
lo será también en la corporal? ¿Por qué, pues, siendo
inferiores a él en todas las demás cosas somos iguales
a él en la forma corporal? El hombre, en efecto, se
acercaba más a la imagen divina por la virtud que por
el aspecto externo.
CAPITULO 35
97. [¿Puedes tú mencionar algo tan pueril —para urgir
o apurar mas aún la cuestión— como negar la
existencia de las diversas especies de enormes animales
que crecen en el Mar Rojo o en la India? Sin
embargo, ni aun los investigadores más diligentes
podrían seguramente recoger información sobre toda
la vasta multitud de seres que existen en la tierra y en
el mar, en las lagunas y en los ríos; pero tendremos
que negar su existencia, porque nunca los hemos
visto.]
En cuanto a vuestro argumento favorito de la semejanza,
hay que ver hasta qué punto está realmente
fuera de sitio. ¿Pues que? ¿No se parece el perro al
lobo? Y, citando a Ennio:
Sin embargo, las costumbres son distintas en uno y
otro. Ningún animal es más prudente que el elefante,
pero ¿qué animal es también más desmañado en su
figura?
98 Estoy hablando de los animales, pero ¿acaso no
ocurre entre los hombres que, cuando mucho más
semejantes en la apariencia, difieren amplia mente en
su carácter, y que cuando son muy semejantes en su
modo de ser son desemejantes en su apariencia? De
hecho, Velleio, considera Cuán lejos nos llevaría si
una vez sola tomáramos este tipo de argumento. Tú,
en efecto, postulaste que la razón solamente puede
existir en la figura humana; otro sentará la hipótesis de
que solamente puede existir en un ,ser terrestre, en un
ser vivo que haya sido engendrado, que haya crecido,
que haya sido educado, que esté compuesto de un alma
y de un cuerpo caduco y débil, en una palabra, que
sólo puede existir en un hombre mortal. Si te opones a
todas y cada una de estas hipótesis, ¿por qué
preocuparte solamente de la figura? La inteligencia
racional existe en el hombre, como bien viste, sólo
unida a todos los atributos que he mencionado; sin
embargo, tú dices que puedes reconocer a la divinidad
aun privado de todos es tos atributos, con tal que se
conserve la forma externa. Esto no es meditar lo que
debes decir, sino como quien dice echarlo a suertes.
99 A no ser, en verdad, que tampoco hayas caído en la
cuenta de que no solamente en un hombre sino
también en un árbol, todo lo que es superfluo o carece
de fin práctico es nocivo. ¡Qué molesto es tener un
solo dedo de más! ¿Por qué así? Porque, dados los
cinco dedos, no se necesita ninguno más ni en orden a
la estética de la apariencia ni en orden al uso práctico.
Tu dios, en cambio, no solamente ha recibido un dedo
más dé los que necesitaba, sino una cabeza, cuello,
espina dorsal, costados, vientre, espalda, ijares,
manos, pies, muslos y piernas. Si esto es para
asegurarle la inmortalidad, ¿qué tienen que ver con la
vida estos miembros? ¿Qué tiene que ver con ella el
mismo rostro? La vida depende más del cerebro, del
corazón, de los pulmones y del hígado, que son la sede
de la vida. Las expresiones del rostro no tienen nada
que ver con la vitalidad del hombre.
CAPITULO 36
100. Y tú censurabas a los que encontraban un
argumento en el esplendor y la belleza de la creación y
que observando el mundo mismo y las partes del
mundo, el cielo, la tierra y el mar, el sol, la luna y las
estrellas que los adornan, y descubriendo las leyes de
las estaciones y de sus sucesiones periódicas,
conjeturaron que tiene que existir algún ser supremo y
trascendente que haya dado el movimiento, y que las
guíe y gobierne. Aunque esta conjetura pueda ir más
allá de los indicios mismos, veo con todo qué es lo
que ellos siguen. Tú, en cambio, ¿qué otra grande y
egregia tienes, después de todo, que parezca realizada
por una inteligencia divina y que te lleve a conjeturar
la existencia de los dioses? Dices: "tenemos una cierta
noticia de la divinidad inserta en nuestra alma".
Ciertamente, una noción de un Júpiter con barba y de
una Minerva con yelmo. ¿Crees, pues, realmente que
esas divinidades son así?
101. La multitud de las gentes incultas es en este
punto más sabia, ya que atribuye a la divinidad no
sólo los miembros del hombre sino también el uso de
los mismos. Ponen, en efecto, en sus manos el arco,
las flechas, la lanza, el escudo, el tridente y el rayo, y
si no pueden ver qué acciones lleva a cabo la
divinidad, al menos no pueden concebir a la divinidad
como enteramente inactiva. Aun los mismos egipcios,
de quienes nos reímos, no divinizaron a ningún animal
como no fuera a causa de algún provecho o beneficio
que obtuvieran de él; el ibis, por ejemplo, que es un
ave alta, de patas rígidas, con un pico córneo y largo,
destruye gran cantidad de serpientes: apartan de
Egipto esa. peste, matando y comiéndose las
serpientes voladoras que el viento del sudoeste
arrastra desde el desierto de Libia, e impiden así que
dañen a los nativos con su mordedura cuando están
vivas y con su hediondez cuando están muertas.
Podría describir la utilidad del icneumón, del
cocodrilo y del gato, pero no quiero ser pesado.
Pondré punto final a ello así: estos animales son, en
todo caso, divinizados por los bárbaros por los
beneficios que ellos les proporcionan, pero vuestros
dioses no solamente no prestan ningún servicio al que
podáis referiros, sino que no hacen absolutamente
nada.
102. "La divinidad —dice él— no tiene ninguna inquietud."
Evidentemente Epicuro piensa, como hacen
los niños malcriados o mimados, que el ocio es lo
mejor que existe.
CAPITULO 37
Sin embargo, aun estos mismos niños, cuando están
ociosos se entretienen ellos mismos en algún juego
activo: ¿hemos de suponer que la divinidad disfruta de
una fiesta o vacación tan completa y está tan sumida
en la pereza, que hemos de temer que el menor
movimiento pueda comprometer su felicidad? Esta
forma de hablar no se limita a despojar a los dioses de
los movimientos y actividades adecuados a la
naturaleza divina, sino que tiende también a hacer a
los hombres perezosos, si ni aun la divinidad puede
ser feliz cuando se halla activamente ocupada.
103 Sin embargo, concediéndonos vuestro punto de
vista de que la divinidad es imagen y semejanza del
hombre, ¿cuál es el lugar en que mora y su habitación
local? ¿En qué actividades pasa su vida? ¿Qué es lo
que constituye esa felicidad que le atribuía? Pues una
persona que tiene que ser feliz tiene que gozar
activamente de sus bienes. En cuanto al lugar, incluso
los elementos inanimados poseen cada uno su propia
región particular: la tierra ocupa el lugar más bajo, el
agua cubre la tierra, al aire se le ha asignado el
dominio superior y los fuegos etéreos ocupan los más
altos confines del espacio. Los animales, por su parte,
se dividen también en animales que viven en la tierra,
animales que viven en el agua, mientras una tercera
clase es anfibia y habita en ambas regiones y hay
también algunos que se cree han nacido del fuego y
ocasionalmente han sido vistos revoloteando en torno
a hornos ardientes.
104 Acerca de vuestra divinidad, pues, deseo saber,
primero, dónde habita; en segundo lugar, qué motivo
tiene para moverse en el espacio, siempre y cuando,
claro está, se mueva alguna vez así; en tercer lugar,
siendo característica específica de los seres animados
el desear algún fin que sea adecua do a su naturaleza,
qué cosa es la que la divinidad desea; en cuarto lugar,
en qué tema emplea su actividad mental y su razón, y
finalmente, cómo es feliz y cómo es eterna. Pues, sea
cual sea de estas cuestiones la que suscites, tocas la
llaga: un argumento basado en premisas tan inciertas
no puede llevar a ninguna conclusión válida.
105. Decías, en efecto, que la forma de la divinidad es
percibida mediante el pensamiento y no mediante los
sentidos, que no tiene ninguna solidez ni tampoco
ninguna permanencia numérica
, y que nuestrapercepción de ella es tal que ella es vista gracias a la
semejanza y a la sucesión, ya que una corriente
incesante de formas similares llega continuamente
desde el número infinito de los átomos, y que de esta
manera se consigue que nuestra mente, cuando su
atención se centra en esas formas, concibe que la
naturaleza divina es feliz y eterna.
CAPITULO 38
Pues bien, por los mismos dioses de quienes estamos
hablando, ¿cuál puede ser el sentido y significado de
esto? Pues si los dioses solamente son accesibles a la
facultad del pensamiento y no tienen ninguna solidez
o diseño definido, ¿qué diferencia hay entre pensar en
un hippocentauro y en un dios? Todas estas figuras
mentales son llamadas por todos los demás filósofos
simples imaginaciones vacías; pero vosotros decís que
son la llegada y entrada a nuestras mentes de ciertas
imágenes.
106 Pues bien, cuando creo ver a Tiberio Gracco en
medio de su discurso en el Capitolio sacan de la urna
electoral para el voto sobre Marco Octavio, explico
esto como una vana imaginación de mi espíritu; la
explicación que dáis vosotros, empero, es que las
imágenes de Gracco y de Octavio han permanecido
realmente en el lugar, de forma que cuando yo llego al
Capitolio estas imágenes se ofrecen a mi espíritu; la
misma cosa ocurre, decís vosotros, en el caso de la
divinidad, cuya apariencia golpea repetidamente las
mentes de los hombres y así da lugar a la creencia en
los dioses felices y eternos.
107 Supon que existen tales imágenes chocando
continuamente con nuestros espíritus: esto, empero, es
solamente la presentación de una cierta forma, pero
sin duda no es también la presentación de una razón
para suponer que esta forma es feliz y eterna.
Pero ¿cuál es la naturaleza de estas imágenes vuestras,
y de dónde brotan ellas? Esta extravagancia, en
verdad, procede de Demócrito; pero él ha sido ya
ampliamente criticado y vosotros no podéis encontrar
una explicación satisfactoria: la cuestión toda vacila y
cojea. ¿Qué cosa, en efecto, puede probarse menos
que el hecho de que esas imágenes de Homero,
Arquílogo, Rómulo, Numa, Pitágoras y Platón,
puedan chocar conmigo en modo alguno y menos aún
que lo puedan hacer con la forma real que ellos
tuvieron? ¿Cómo brotan, pues, estas imágenes? ¿Y de
quiénes son imágenes? Aristóteles nos dice que el
poeta Orfeo nunca existió y los pitagóricos dicen que
el poema Orfico que poseemos fue obra de un tal
Cércops; aun así Orfeo, o mejor, como queréis
vosotros, su imagen, acude con frecuencia a mi
espíritu.
108. ¿Qué decir del hecho de que la imagen de una
misma persona que entra en mi mente sea distinta de
la imagen que entra en la tuya? ¿Qué decir del hecho
de que lleguen a nosotros imágenes de cosas que
nunca han existido en absoluto y que nunca pueden
haber existido, por ejemplo, Scylla y la Quimera?
¿Qué decir de las imágenes de gentes, lugares y
ciudades que nunca hemos visto? ¿Qué decir del
hecho de que yo pueda hacer aparecer
instantáneamente una imagen en el mismo momento
en que me place hacer tal cosa? ¿O del hecho de que
acudan a mí sin ser llamadas cuando estoy
durmiendo? Todo esto, Velleio, son patrañas.
Vosotros, empero, no solamente hacéis llegar estas
imágenes a nuestros ojos, sino que las metéis en el
espíritu: ¡así es de irresponsable vuestra charlatanería!
CAPITULO 39
109. ¡Y qué falta de consistencia y sensantez! Existe
una corriente continua de imágenes visuales que
colectivamente dan lugar a una impresión visual
única. Yo sentiría vergüenza de decir que no entiendo
esta doctrina, si vosotros, los mismos que la defendéis,
la entendierais. ¿De qué manera puedes probar que el
flujo de las imágenes es continuo, o bien, si es así,
¿cómo son eternas las imágenes? Dices que hay una
abundancia incalculable de átomos. ¿Acaso esto
demostrará que todo es eterno? Te refugias entonces
en el principio del "equilibrio" —pues, con tu
permiso, traduciré así el término "isonomía"—, y
dices que habiendo una naturaleza mortal, debe haber
otra inmortal. Según este principio, por existir
hombres mortales, hay también algunos que son
inmortales, y por existir hombres nacidos en la tierra,
tiene que haberlos también nacidos en el agua. "Y por
haber fuerzas que destruyen, hay también fuerzas que
preservan." Admitamos que existan: solamente
conservarán las cosas que ya existen; y yo no estoy
convencido de que tus dioses existan.
110. Pero, sea como sea, ¿de qué manera brotan de los
átomos las efigies de las cosas?
Aunque los átomosexistieran, que no existen, podrían tal vez ser capaces
de impelerse y de moverse por medio de sus
colisiones, pero no podrían crear forma, figura, color y
vida. Por consiguiente, de ninguna manera demostráis
la inmortalidad divina.
CAPITULO 40
Consideremos ahora la felicidad divina. Ciertamente
la felicidad es absolutamente imposible sin la virtud.
Pero la virtud es activa en su misma naturaleza, y
vuestro dios es del todo inactivo. Así, pues, tampoco
es feliz, porque carece de virtud.
111. ¿En qué consiste, pues, su vida? "En una
sucesión constante de cosas buenas, sin mezcla de
ninguna mala", replicas. ¿Qué cosas buenas son éstas?
Placeres, supongo, es decir, claro está, placeres
corporales, porque vuestra escuela no reconoce
ninguna clase de placeres espirituales que no procedan
del cuerpo y no reviertan en el cuerpo. No creo que tú,
Velleio, seas parecido a los demás epicúreos, que se
avergüenzan de ciertas afirmaciones de Epicuro, en las
que da fe de que él no comprende ningún bien que
esté desvinculado de los placeres voluptuosos y
sensuales, placeres que él, sin rubor ninguno, enumera
por su nombre.
112 Pues bien: ¿qué comidas y qué bebidas, qué
armonías musicales y flores de variados colores, qué
deleites del tacto y del olfato asignarás tú a los dioses,
para mantenerlos anegados en el placer? Los poetas
disponen banquetes de néctar y ambrosía, con Hebe o
Ganimedes sirviendo a la mesa como copero. ¿Qué
harás tú, un epicúreo? No veo dónde se podrá procurar
estos deleites tu divinidad, ni cómo podrá gozar de
ellos. Al parecer, pues, la especie humana está más
abundantemente provista para la felicidad que no la
divinidad, puesto que el hombre puede experimentar
una amplia serie de placeres.
113 Tú consideras inferiores esos placeres que
solamente hacen "titilar" los sentidos—la expresión es
de Epicuro
—. ¿Cuándo dejarás de bromear? Puesincluso nuestro amigo Filón no podía soportar que los
epicúreos se las dieran de menospreciar los placeres
sensuales y refinados, porque poseía una excelente
memoria y era capaz de citar al pie de la letra
numerosas máximas de los escritos de Epicuro. En
cuanto a Metrodoro, colega de Epicuro en la filosofía,
recitaba muchas cosas suyas más desvergonzadas aún:
Metrodoro, en efecto, acusa a Timócrates, su
hermano, de dudar de que los elementos todos de la
felicidad se miden por la norma del vientre, y esto no
lo dice una sola vez, sino que lo repite con cierta
frecuencia.
Veo que asientes con la cabeza, pues estás familiarizado
con esos pasajes; y si lo negaras, te traería
aquí los libros. En estos momentos no estoy
censurando el que vosotros hagáis del placer la única
medida de valor —esta es otra cuestión—, sino que
hago ver que vuestros dioses son incapaces de placer y
que, por consiguiente, según vuestro propio veredicto,
no pueden tampoco ser felices.
CAPITULO 41
114. "Pero están libres de dolor." ¿Acaso es esto
suficiente para una vida feliz rebosante de toda clase
de bienes? Dicen: "piensa asiduamente en que es feliz;
no tiene, en efecto, ningún otro tema de meditación o
contemplación." Te ruego, pues, que te hagas en tu
imaginación una vivida idea de una divinidad
solamente ocupada en pensar " ¡Qué bien me va
todo!" y "Soy feliz". Y tampoco veo de qué manera
este vuestro dios feliz no teme la destrucción, estando
como está sometido, sin un momento de respiro, a los
golpes y choques de una caterva de átomos que
eternamente lo atacan, mientras de su propia persona
va fluyendo una incesante corriente de imágenes. Así,
vuestro dios no es feliz ni eterno.
115. "Pero Epicuro escribió libros acerca de la
santidad y de la piedad para con los dioses."
40 ¿Y cuáles el lenguaje que emplean estos libros? Es tal que uno
cree estar oyendo a A. Coruncanio o a P. Scévola,
pontífices máximos, no a un hombre que ha destruido
los cimientos mismos de la religión y ha derribado, no
con sus manos como Jerjes, sino con argumentos los
templos y altares de los dioses inmortales. ¿Qué razón
tienes, en efecto para afirmar que los hombres deben
dar culto a los dioses, si los dioses no solamente no
muestran ningún respeto a los hombres,
41 sino que nise preocupan de nada ni hacen absolutamente nada?
116. "Pero los dioses poseen una naturaleza eximia y
preeminente que por sí misma debe atraer la
veneración del sabio." ¿Es que puede haber algo
eximio en una naturaleza que, regodeándose en su
placer, no va a hacer nada, ni hace nada, ni nunca ha
hecho nada? Además, ¿cómo puedes tú estar obligado
a la piedad hacia una persona de la que nunca has
recibido nada? ¿O cómo puedes deber cualquier cosa a
quien no te ha prestado ningún servicio? La piedad es
la justicia para con los dioses; pero ¿cómo puede
haber ninguna exigencia de justicia entre nosotros y
ellos, si la divinidad y el hombre no tienen nada en
común? La santidad es la ciencia del culto divino;
pero no puedo llegar a entender por qué los dioses
tienen que ser venerados y recibir culto si nosotros no
hemos recibido ni esperamos recibir ningún beneficio
de ellos.
CAPITULO 42
117. Por otra parte, ¿qué razón existe para adorar a los
dioses a causa de nuestra admiración hacia la
naturaleza divina, si en esta naturaleza no vemos nada
especialmente egregio o sobresaliente?
En cuanto al estar exentos de toda superstición, cosa
de que suele particularmente gloriarse vuestra escuela,
es algo fácil de conseguir una vez has privado a los
dioses de todo poder; a no ser, acaso, que creas que a
Diágoras o a Teodoro, que negaron en absoluto la
existencia de los dioses, les era posible ser
supersticiosos. Por mi parte, ni siquiera sé cómo le era
posible a Protágaras, que no estaba seguro de si los
dioses existían o no existían. Pues las doctrinas de
todos estos pensadores abolen no solamente la
superstición, que implica un temor infundado a los
dioses, sino también la religión, que consiste en
venerarlos piadosamente.
118 Por otra parte, en cuanto a los que afirmaron que
la noción entera de los dioses inmortales es una
ficción inventada por los sabios en beneficio del
estado, con el fin de que a aquellos a quienes no
pudiera hacerles cumplir con su deber la razón pudiera
hacerlo la religión, ¿no eliminaron acaso de raíz toda
religión? Y Pródicos de Cos, que dijo que los dioses
eran personificaciones de cosas beneficiosas para la
vida del hombre, ¿qué religión dejó en pie con su
teoría?
119 Y los que enseñan que los hombres valientes,
famosos o poderosos han sido divinizados luego de la
muerte, y que éstos son los verdaderos o rea les
objetos del culto, las plegarias y la adoración que
solemos ofrecer, ¿no carecen acaso de todo sentido de
la religión? Esta teoría fue especial mente desarrollada
por Euemero, que fue traducido e imitado muy
particularmente por nuestro poeta Ennio. Euemero
describe incluso la muerte y entierro de algunos
dioses; ¿pensaremos, pues, que éste confirma la
religión o más bien que la destruye y elimina por
completo? Nada digo del santo y augusto santuario de
Eleusis, "donde gentes de los últimos confines son
iniciadas."
y omito Samotracia y aquellos "ocultosmisterios que se celebran, al entrar la noche por
múltiples adictos, entre setos silvestres"
43 en Lemos,ya que tales misterios, una vez interpretados y
medidos por la razón, tienen más que ver con el
conocimiento de la naturaleza que con la teología.
CAPITULO 43
120. Personalmente creo que ni aun ese eminente
varón que fue Demócrito, la fuente principal de que se
sirvió Epicuro para regar su pequeño huerto, tenía una
opinión determinada acerca de la naturaleza de los
dioses. En ocasiones sostiene el punto de vista de que
el universo incluye imágenes dotadas de divinidad; en
otras dice que en este mismo universo existen los
elementos de que se compone la mente, y que esos son
dioses; en otras, que éstos son imágenes animadas,
que suelen ejercer sobre nosotros una influencia
benéfica o nociva; y, finalmente, que son ciertas
imágenes enormes de tal tamaño como para envolver
y comprender en sí el mundo entero
44 . Todas estasfantasías son más dignas de la ciudad natal de
Demócrito
45 que del propio Demócrito.121. ¿Quién, en efecto, puede comprender con su
espíritu estas imágenes? ¿Quién puede admirarlas?
¿Quién estimarlas dignas de culto y reverencia?
Epicuro, sin embargo, al abolir la beneficencia divina
y la divina benevolencia, desarraigó y exterminó toda
religión del corazón humano. Pues, mientras afirma la
suprema bondad y excelencia de la naturaleza divina,
sin embargo niega a la divinidad el atributo de la
benevolencia, es decir echa a un lado lo que constituye
el elemento más esencial de la suprema bondad y
excelencia. Pues ¿qué puede ser mejor o más
excelente que la amabilidad y la beneficencia? Al
querer que la divinidad carezca de una y otra, os
empeñáis en hacer que carezca de todo afecto, amor o
estima hacia cualquier otro ser, humano o divino. De
ello se sigue no solamente que los dioses no tienen
ningún cuidado del género humano, sino que tampoco
se cuidan en absoluto el uno del otro.
CAPITULO 44
¡Cuánta más verdad hay en lo que dicen los estoicos, a
quienes vosotros censuráis! Afirman que todos los
sabios son amigos, aunque sean extraños los unos a
los otros, porque nada hay más amable que la virtud, y
el que la alcance tendrá nuestra estima sea cual sea el
país en que viva.
122. Vosotros, en cambio, ¡cuánto daño causáis
cuando clasificáis la benevolencia y la beneficencia
como debilidades! Dejando ahora a un lado los atributos
y la naturaleza de la divinidad, ¿creéis que
también la beneficencia y la benignidad humanas se
deben solamente a una debilidad humana? ¿No existe
ningún afecto natural entre los buenos? Hay algo de
atractivo en el sonido mismo de la palabra amor, del
que deriva el término de amistad; si nosotros basamos
nuestra amistad en los beneficios que nos reporta a
nosotros y no en los que reporta a aquellos a los que
amamos, no existirá en modo alguno la amistad, sino
un simple tráfico de intereses egoístas. Esta es la
norma valorativa que aplicamos a nuestros prados, a
nuestros campos y a los rebaños de ganado; los
valoramos y estimamos por los beneficios que de ellos
sacamos; pero el afecto y la amistad entre los hombres
es desinteresado; cuánto más así, pues, tiene que ser el
de los dioses, que si bien no tienen necesidad de nada,
se aman sin embargo unos a otros y se cuidan de los
intereses de los hombres. Si ello no fuera así, ¿por qué
los veneramos y les dirigimos plegarias? ¿Por qué
tenemos pontífices y augures que presidan nuestros
sacrificios y nuestros auspicios? ¿Por qué dirigimos
peticiones y prometemos ofrendas al cielo? "Pero
Epicuro —me dices— escribió también un libro sobre
la santidad".
descuidado. Pues ¿cómo puede existir la santidad, si
los dioses no hacen ningún caso de los asuntos del
hombre? Y ¿qué puede ser un viviente que no hace
caso de nada?
Sin duda, pues, es más verdadero decir, como ese
buen amigo de todos nosotros, Posidonio, expuso en
el libro quinto de su Sobre la naturaleza de los dioses,
que Epicuro en realidad no cree en absoluto en los
dioses, y que dijo lo que dijo sobre los dioses
inmortales solamente para conjurar el odio popular.
En realidad no pudo haber sido tan insensato como
para realmente imaginar que dios era semejante a un
débil ser humano, aunque asemejándose a él
solamente en los trazos generales y la superficie, no en
su sustancia sólida, y en posesión de todos los
miembros del hombre pero enteramente incapaz de
utilizarlos, un ser extenuado y traslúcido, que no
muestra ninguna benevolencia o generosidad con
nadie, que no se preocupa de nada y que no hace nada
en absoluto. En primer lugar, un ser de esta especie es
una imposibilidad total y Epicuro tenía conciencia de
ello y por eso, de hecho, elimina a los dioses aunque
de palabra los conserve.
124. En segundo lugar, aunque dios exista, si con todo
es de tal naturaleza que no experimenta benevolencia
ni afecto a los hombres, digámosle "vale" o adiós;
¿por qué, en efecto, he de decir "dios me sea
propicio"?
46 La divinidad no puede ser benévola ogenerosa con nadie, puesto que, como vosotros nos
decís, toda muestra de benevolencia y afecto es un
signo de debilidad.
LIBRO II
CAPITULO 1
1 Después de haber hablado así Cotta, Velleio replicó:
—Soy realmente un incauto al atreverme a medir mis
fuerzas con un discípulo de la Academia
47 que es almismo tiempo un experto orador. A un académico no
versado en la retórica no le hubiera yo temido mucho,
ni tampoco a un orador por muy elocuente que fuera,
que no estuviera reforzado por este sistema de
filosofía; pues no me siento desorientado por una
simple corriente de palabrería vacía, ni tampoco por la
sutileza del pensamiento si se expresa en un estilo
escueto. Tú, sin embargo, Cotta, eres fuerte en ambos
aspectos; solamente te ha faltado un auditorio público
y un jurado que te escucharan. Pero mi respuesta a tus
argumentos puede esperar hasta otra ocasión; oigamos
ahora a Lucilio, si a él no le es molesto.
2 Dijo entonces Balbo
48:—Por mi parte hubiera preferido escuchar de nuevo a
Cotta y oirle utilizando la misma elocuencia que ha
empleado para abolir los falsos dioses, presentar un
cuadro de los verdaderos. A un filósofo, a un pontífice
y a un Cotta le corresponde poseer una concepción de
los dioses inmortales, no vaga y errante como la de los
académicos, sino firme y estable, como es la de
nuestra escuela. Pero siento un vivo deseo de saber
qué es lo que tú mismo piensas, Cotta.
—¿Es que has olvidado —dijo Cotta— lo que he dicho
al comienzo, a saber, que me resulta más fácil,
sobre todo en cuestiones como éstas, decir lo que no
pienso que lo que pienso?
3 Aunque tuviera algún punto de vista claro, preferiría
con todo oírte hablar a tí a tu vez, ahora que he
hablado ya tanto yo.
—Bien —repuso Balbo—, accederé a tu deseo; y seré
tan breve como pueda, pues en verdad, una vez que los
errores de Epicuro han sido refutados se le ha quitado
a mi disertación toda ocasión de prolijidad. Adoptando
un punto de vista genérico, la cuestión de los dioses
inmortales la divide nuestra escuela en cuatro partes:
demuestra primero que los dioses existen; en segundo
lugar explica su naturaleza; demuestra luego que el
mundo es gobernado por ellos y finalmente, que ellos
se cuidan de las cosas humanas. Sin embargo, en esta
conversación vamos a tomar las dos primeras, ya que
la tercera y la cuarta, por ser cuestiones de una mayor
amplitud, creo será mejor dejarlas para otra ocasión.
—De ninguna manera —replicó Cotta—, pues estamos
desocupados y además estamos tratando de
cuestiones tales que deben ser antepuestas aun a las
mismas ocupaciones y negocios.
CAPITULO 2
4. Dijo entonces Lucilio:
—La primera parte apenas parece exigir argumentos.
Pues, cuando levantamos la mirada a lo alto, hacia el
firmamento y contemplamos los cuerpos celestiales,
¿qué cosa puede ser tan evidente y tan claro como que
allí debe existir algún poder que posea una inteligencia
trascendente por la que esas cosas sean gobernadas? Y
si esto no fuera así, ¿cómo hubiera podido Ennio
decir, con el asentimiento de todos,
"contempla esta candente bóveda celeste, que todos
invocan a Júpiter",
y no solamente como Júpiter, sino también como
soberano del mundo, que gobierna todas las cosas con
un signo de su cabeza, y como, según dice el propio
Ennio,
"padre de los dioses y los hombres", "
y como un dios omnipresente y omnipotente? Si un
hombre duda de esto, realmente no puedo ver por qué
no habría de ser también capaz de dudar de la
existencia del sol.
5. ¿Por qué, en efecto, este último hecho ha de ser más
evidente que el primero? Esto, de no ser conocido y
comprendido firmemente por nuestras mentes, no
podría explicar la estabilidad y la perdurabilidad de
nuestra creencia en él, creencia que solamente viene
reforzada por el paso de los años y se va enraizando
más hondamente con cada nueva generación de la
humanidad. En cualquier otro caso comprobamos que
las opiniones ficticias y carentes de fundamento se han
desvanecido con el correr del tiempo. ¿Quién cree que
el Hippocentauro o la Quimera hayan existido nunca?
¿Dónde puede encontrarse una vieja tan insensata
como para tener miedo de los monstruos del mundo
inferior, en los que se creyó en un tiempo? Los días
van borrando las invenciones de la imaginación, pero
confirman los juicios de la naturaleza.
De aquí que, tanto en nuestra propia nación como
entre otras gentes, la reverencia hacia los dioses y el
respeto a la religión se hagan cada vez más fuertes y
más profundos.
6. Y esto no es inexplicable o casual; ello se debe, en
primer lugar, al hecho de que los dioses con frecuencia
manifiestan su poder con su presencia corporal. Por
ejemplo, en la Guerra Latina, en la crítica batalla del
Lago Regillus entre el dictador Aulo Postumio y
Octavo Mamilio, de Túsculo, Castor y Pólux fueron
vistos luchando a caballo en nuestras filas. Y en la
historia más reciente, esos mismos Tindáridas
difundieron la noticia de que Perseo había sido
vencido. Lo que ocurrió fue que Publio Vatinio, el
abuelo de nuestro joven contemporáneo, estaba
regresando de noche a Roma desde su prefectura
Reatina, cuando fue informado por dos jóvenes
guerreros, montados en caballos blancos, de que el rey
Perseo había sido hecho prisionero aquel mismo día.
Cuando Vatinio llevó las noticias al Senado, primero
fue encarcelado, bajo la acusación de difundir noticias
infundadas sobre un asunto de interés público; pero,
habiendo llegado más tarde un despacho oficial de
Paulo
49 y en vista de que la fecha cuadrabaexactamente, el Senado concedió a Vatinio una finca
agrícola y la exención del servicio militar. Recuerda
también la historia que cuando los locrios
consiguieron su gran victoria sobre los crotoniatas en
la importante batalla junto al río Sagra, en el mismo
día se recibieron noticias del encuentro en los Juegos
Olímpicos. Con frecuencia al sonido de las voces de
los faunos y las apariciones de las figuras de los dioses
han forzado a cualquiera que no fuera corto de
inteligencia o impío a confesar la presencia real de los
dioses.
CAPITULO 3
7. Asimismo, las profecías y predicciones de los
acontecimientos futuros, ¿qué otra cosa demuestran
sino que las cosas futuras pueden aparecerse,
manifestarse, pronosticarse o predecirse a la humanidad?
De ahí vienen precisamente los términos
"aparición, advertencia, portento, prodigio"
50 Yaunque creamos que las leyendas de Mopsos, Tiresias,
Amfiarao, Calcas y Heleno son simples ficciones
infundadas de la mitología —si bien sus poderes de
adivinación no habrían sido incorporados a la leyenda
si la realidad los hubiera rechazado o desmentido en
su totalidad— ¿acaso los ejemplos de nuestra propia
historia doméstica no nos van a enseñar a reconocer el
poder divino? ¿Nos quedaremos fríos ante la historia
de la temeridad de Publio Claudio en la primera
Guerra Púnica? Claudio se burló de los dioses
simplemente en son de broma: cuando los polluelos,
liberados de su jaula, se negaron a comer mandó
sumergirlos en el agua para que bebieran ya que no
querían comer; pero la burla le costó a él mismo
muchas lágrimas y al pueblo romano un grave
desastre, porque la flota fue totalmente derrotada.
51 ¿Yno perdió su colega Junio toda su flota, en la misma
guerra, por no haber prestado obediencia a los
auspicios? A consecuencia de estos desastres, Claudio
fue condenado por el pueblo y Junio se suicidó.
8 Celio escribe que Cayo Flaminio, luego de haber
descuidado los deberes de la religión, cayó en la
batalla del Trasimeno, en la que se infligió al estado
una tan gran herida. El destino de estos hombres puede
muy bien servirnos para indicar que el esplendor de la
república se debía al mando de aquellos que obedecían
a los dictados de la religión. Y, si queremos comparar
nuestras características nacionales con las de los
pueblos extranjeros, veremos que, mientras que en
otros aspectos somos solamente o aun inferiores a los
otros, sin embargo, en el aspecto religioso, es decir, en
la reverencia que damos a los dioses, somos muy
superiores.
9 ¿Hay que menospreciar acaso aquel famoso báculo
augural de Atto Navio, con el que delimitó las zonas
de la viña con el fin de descubrir el cerdo?
Asícreería yo deberíamos proceder, a no ser por el hecho
de que, guiado precisamente por los augurios de Atto,
el rey Hostilio llevó a cabo con éxito gran des e
importantes guerras. Pero debido a la negligencia de
nuestra nobleza el saber augural se ha olvidado, con lo
que el hecho mismo de los auspicios ha caído en el
máximo descrédito, manteniéndose solamente la
apariencia externa de ello; y en consecuencia,
departamentos muy importantes de la administración
pública, y en particular las guerras de las que depende
la seguridad del estado, son llevadas adelante sin
ninguna clase de auspicios; no se observa ningún
presagio al cruzar los ríos, ninguno cuando las puntas
de las jabalinas centellean, ninguno cuando los
hombres son llamados a filas —a causa de lo cual los
testamentos hechos en servicio activo han
desaparecido, porque nuestros generales solamente
asumen su mando militar luego de renunciar a sus
poderes augúrales—.
10. En cambio, entre nuestros antepasados la religión
era tan poderosa que algunos generales se ofrecieron
realmente como víctimas a los dioses inmortales en
beneficio de la república, velando sus cabezas y
consagrándose formalmente a la muerte. Puedo citar
muchos pasajes de los oráculos Sibilinos y de las
respuestas de los arúspices, con los que se confirman
hechos de los que nadie debe realmente dudar.
CAPITULO 4
En el consulado de Publio Escipión y de Cayo Fígulo,
tanto nuestro saber augural como el de los harúspices
o adivinos etruscos fueron confirmados por la prueba
de los hechos. Tiberio Gracco, cónsul entonces por
segunda vez, estaba llevando a cabo la elección de sus
sucesores; el primer encargado de notificar la elección,
en el acto mismo de anunciar los nombres de los
elegidos, cayó de repente muerto. Gracco, sin
embargo, llevó adelante los comicios electorales; pero
viendo que el hecho había suscitado los escrúpulos
religiosos del pueblo, planteó la cuestión al Senado. El
Senado votó que la cuestión debía referirse "a las
personas habitual-mente responsables". Se hizo entrar
a los harúspices o adivinos y respondieron que el
encargado de anunciar las elecciones o reunir los
comicios se hallaba en estado irregular.
11. Gracco, entonces, como yo se lo oía contar a mi
padre, encendido por la ira: "¿Cómo eso?—gritó—.
¿Me hallaba yo en estado irregular? Presenté los
nombres a votación como cónsul y como augur, y
luego de tomar los auspicios. ¿Es que vosotros,
bárbaros toscanos
53, conocéis el derecho de los auspiciosdel pueblo romano y podéis ser intérpretes de
los comicios?" Así pues, los mandó salir entonces;
más tarde, sin embargo, envió un despacho desde su
provincia al Colegio de los Augures para decir que
mientras leía los libros sagrados se había acordado de
que había existido una irregularidad cuando tomó el
jardín de Escipión para su pabellón o tienda augural,
porque a continuación había cruzado los límites de la
ciudad para asistir a una sesión del Senado y al volver
a cruzar los límites a su regreso había olvidado tomar
los auspicios
54; y que, por consiguiente, los cónsuleshabían sido elegidos irregularmente. El Colegio de los
Augures refirió la cuestión al Senado; el Senado
decidió que los cónsules debían dimitir; y así lo
hicieron. ¿Qué ejemplos más convincentes podemos
pedir? Un hombre sapientísimo y no sé si decir el más
distinguido de todos prefirió hacer confesión pública
de su falta, que bien hubiera podido ocultar antes que
tolerar que la mancha de la impiedad pudiera afectar al
estado; los cónsules prefirieron retirarse de inmediato
de la más alta magistratura, antes que desempeñarla un
solo momento más violando con ello la religión.
12. Grande es la autoridad de los augures; ¿y no es
acaso divino el arte de los adivinos o harúspices? El
que considere estas cosas y otras muchas del mismo
tipo, ¿no se sentirá forzado a confesar que existen los
dioses? Si hay personas que interpretan la voluntad de
ciertos seres, es necesario que existan también estos
mismos seres; ahora bien, hay personas que
interpretan la voluntad de los dioses; hemos de
confesar, por consiguiente, que los dioses existen. Tal
vez, empero, se pueda argüir que no todas las
profecías resultan verdaderas. Tampoco todos los
enfermos se curan y no por ello se demuestra que no
exista ningún arte de la medicina. Los dioses nos
muestran señales de los acontecimientos futuros; los
hombres pueden interpretar erróneamente estos signos,
pero la falta o el fallo está en la capacidad de
inferencia del hombre, no en la naturaleza divina.
Así pues, la consecuencia principal es admitida por
todos los hombres de todos los pueblos; todos, en
efecto, llevan grabada en su espíritu una creencia
innata en la existencia de los dioses.
CAPITULO 5
13. Sobre su naturaleza existe diversidad de opiniones,
pero su existencia no la niega nadie. En verdad,
nuestro maestro Cleantes dijo que eran cuatro las
causas que explican la formación de las nociones
sobre los dioses en los espíritus humanos. Puso en
primer lugar la que yo acabo de utilizar ahora mismo,
a saber, la prueba que nace de nuestro conocimiento
previo de los acontecimientos futuros; la segunda
prueba o razón de la magnitud de los beneficios que
nos vienen de la moderación de nuestro clima, de la
fertilidad de la tierra y de la abundancia de otros
muchos beneficios.
14. La tercera es el temor que nos inspiran los rayos,
las tormentas, la lluvia, la nieve, el granizo, las
inundaciones, las pestes, los terremotos y,
ocasionalmente, los ruidos subterráneos, los chubascos
de piedras y las gotas de lluvia color sangre, o los derrumbamientos
y corrimientos de tierras y las hendiduras
que se abren inopinadamente en el suelo, y
también los hechos teratológicos que se dan en los
seres humanos y en los animales, así como la aparición
de luces meteóricas y de lo que los griegos llaman
"cometas" y nosotros "estrellas de larga cabellera",
que hace bien poco, durante la Guerra Octavia
55, aparecieron como precursoras de terribles desastres
56,y aun otras veces el desdoblamiento o duplicación
del sol
57, que mi padre me dijo habíaocurrido en el consulado de Tuditano y Aquilio, el año
en que se extinguió Publio Africano, que era el
segundo sol de Roma
58 : Todos estos portentos ohechos extraños alarmantes han sugerido a la humanidad
la idea de la existencia de un poder celestial y
divino.
uniformes de los cielos y la diferenciación, variedad,
belleza y orden que vemos en el sol, la luna y las
estrellas todas, cuya sola visión era suficiente para
probar que estas cosas no podían ser efecto o
consecuencia del simple azar. Cuando un hombre
entra en una casa, en un gimnasio o en un foro o lugar
de asamblea pública y observa que en todo lo que allí
se hace hay método, orden y regularidad, seguro que
no se le ocurrirá pensar que todas esas cosas se hacen
sin causa, antes bien se dará cuenta de que allí hay
alguien que lo controla y supervisa todo; con mucha
más razón, pues, cuando un hombre se encuentra ante
los gigantescos movimientos y fases de los cuerpos
celestes, ante la marcha o los procesos ordenados de
enormes e innumerables masas de materia, que a lo
largo de siglos incontables de un pasado que es
infinito nunca han dado ni el menor paso en falso, se
ve forzado a afirmar que todos esos poderosos
movimientos de la naturaleza tienen que ser
gobernados por alguna Inteligencia.
CAPITULO 6
16. Crysippo, en verdad, aunque de una inteligencia
sumamente aguda, dice sin embargo algo que más
parece aprendido directamente de los propios labios de
la Naturaleza, que haber sido descubierto por él. Dice,
en efecto: "Si hay algo en el mundo que el espíritu del
hombre, que la razón, la fuerza y la capacidad
humanas son incapaces de producir, el ser que produce
tal cosa tiene que ser necesariamente superior al
hombre; ahora bien, los cuerpos celestes y todas esas
cosas que manifiestan una regularidad sin fin no
pueden ser creados por el hombre; por consiguiente, el
ser que los crea es superior al hombre; y ¿qué nombre
mejor darías a este ser que el de 'dios'? En verdad, si
los dioses no existen, ¿qué puede haber en el universo
superior al hombre? Pues solo él posee la razón, que
es lo más excelente que puede haber; ahora bien, que
cualquier ser humano existente pensara que en todo el
mundo no hay nada superior a él mismo sería una
necia muestra de arrogancia; existe, pues, algo
superior al hombre y, por consiguiente, existe Dios."
puedes sentirse movido a creer, aun cuando no puedas
ver a su dueño, que ha sido edificada por ratones y
comadrejas; si, pues, imaginas que este universo tan
embellecido, con toda esa variedad y belleza de los
cuerpos celestes y la inmensa cantidad y extensión del
mar y la tierra, es tu morada y no la de los dioses, ¿no
parecerías haber perdido tu sano juicio? Asimismo,
¿no comprendemos también claramente que todo lo
que se halla en una posición más elevada tiene un
valor superior y que la tierra es la cosa más ínfima y
está envuelta por una capa de la especie más densa de
aire? De aquí que por esta misma razón
;saber, que las inteligencias de los habitantes son más
romas o cortas que lo normal, debido a la calidad más
densa de la atmósfera, eso mismo, digo, le ha ocurrido
a toda la raza humana debido a su situación en la
tierra, es decir, en la región más densa del universo.
18 Pero es que hasta la mente del hombre debe
llevarnos a inferir la existencia de una mente en el
universo, y una mente de una capacidad o inteligencia
muy sobresaliente, divina de hecho. De lo contrario,
¿de dónde la "recogió o arrebató" — como dice
Sócrates Jenofonte
59— el hombre? Si alguienpregunta de dónde obtuvimos nosotros la humedad y
el calor que poseemos difundidos por todo el cuerpo,
así como la sustancia terrosa de nuestras visceras y
carne y el aliento vital que hay dentro de nosotros,
diremos que es evidente que la una procede de la
tierra, la otra del agua, el otro del fuego y el otro,
finalmente, del aire que inhalamos al respirar.
CAPITULO 7
Pero ¿dónde encontramos, de dónde sacamos esa otra
parte de nosotros que supera a todas las mencionadas,
a saber, nuestra razón o si preferís emplear varias
palabras para designarla, nuestra inteligencia, nuestra
capacidad deliberativa, nuestro pensamiento, nuestra
prudencia? ¿es que el mundo poseerá acaso todos y
cada uno de los demás elementos y no contendrá en sí
éste precisamente, el más valioso de todos ellos?
Ahora bien, sin duda alguna no existe nada entre todas
las cosas que sea superior al mundo, nada que sea más
excelente o más bello; y no solamente no existe nada
superior a él sino que ni tan siquiera puede concebirse
nada superior a él. Y si no hay nada superior a la razón
y la sabiduría, necesariamente debe poseer estas facultades
ese ser que admitimos es superior a todos los
demás.
19. Considera, por otra parte, la afinidad o parentesco
tan grande, tan armónico, tan unánime y continuo que
existe entre todas las cosas: ¿a quién no forzará esto a
admitir la verdad de lo que estoy diciendo? ¿Podría la
tierra llenarse de flores en un determinado tiempo y
quedar luego de nuevo desnuda y yerma, podrían
conocerse la cercanía y el alejamiento del sol en los
solsticios de verano y de invierno por la
transformación espontánea de tan gran multitud de
cosas, podrían las mareas subir y bajar en los mares y
en los estrechos con la salida y la puesta de la luna,
podrían, en fin, conservarse las distintas trayectorias
de las estrellas por medio de solo la revolución del
firmamento entero? Estos procesos, esta armonía
musical de todas las partes del universo, sin duda no
podrían continuar o mantenerse siempre de no ser
conservadas por un único espíritu divino que todo lo
impregna.
20. Cuando uno pondera estas doctrinas de una
manera más amplia y más fluida, como me propongo
hacer, más fácilmente escapan ellas a las objeciones
calumniosas de los Académicos; pero, cuando se
hallan reducidas a la breve forma silogística, como
solía hacer Zenón, están más expuestas a la crítica o
censura. Un río de rápida corriente puede casi del todo
o enteramente eludir la corrupción, mientras que un
agua estancada se corrompe fácilmente; así también,
una fluida corriente de elocuencia diluye fácilmente
las censuras de la crítica, mientras que un argumento
razonado de manera escueta se defiende a sí mismo
con dificultad. Las ideas, en efecto, que nosotros
exponemos con amplitud, solía Zenón concretarlas de
la forma siguiente.
CAPITULO 8
21. "Lo que posee la facultad de razonar es superior a
lo que no tiene dicha facultad; ahora bien, nada es
superior al mundo; luego el mundo posee la facultad
de la razón". Un argumento semejante puede
emplearse para demostrar que el mundo es sabio, feliz
y eterno; porque las cosas que poseen todos y cada
uno de estos atributos son superiores a las cosas que
carecen de ellos, y nada es superior al mundo. De esto
se seguirá que el mundo o universo es dios. Zenón
razonó también así:
22. "Nada desprovisto de sensación puede tener una
parte de sí mismo que sienta; ahora bien, el mundo
tiene partes que son sensibles o capaces de sentir;
luego el mundo no carece de sensación." Continúa
luego y urge más estrechamente el razonamiento; dice:
"Ningún ser inanimado e irracional puede engendrar
por sí un ser animado y racional; ahora bien, el mundo
engendra o produce seres animados y racionales;
luego el mundo es animado y racional." Además,
demostró su argumento por medio de una de sus
comparaciones favoritas, la que sigue: "Si las flautas
que tocan tonadas musicales crecieran sobre un olivo,
sin duda no dudarías de que el olivo posee algún
conocimiento del arte de tocar la flauta; o bien, si los
plátanos produjeran cítaras bien sonantes, sin duda
inferirías de igual manera que los plátanos poseían el
arte de la música; ¿por qué, pues, no habremos de
creer que el mundo es animado y racional o lleno de
sabiduría, cuando produce seres animados y sabios?"
CAPITULO 9
23. No obstante, habiendo comenzado a tratar la
cuestión de manera distinta a la que yo había propuesto
al comienzo —dije, en efecto, que esta parte no
requería ninguna discusión, porque la existencia de los
dioses era evidente para todo el mundo—, pese a ello,
digo, me agradaría demostrar este punto también por
medio de argumentos tomados de la Física o Filosofía
Natural. Es una ley de la Naturaleza que todas las
cosas capaces de alimentarse y crecer contengan en sí
mismas una provisión de calor, sin el cual su nutrición
y crecimiento no serían posibles; pues todo lo que
posee una naturaleza cálida e ígnea se mueve y actúa
por sus propios medios; por otra parte, lo que es
nutrido y crece posee un movimiento definido y
uniforme; y durante todo el tiempo en que este
movimiento permanece dentro de nosotros,
permanecen también en nosotros la sensación y la
vida, mientras que tan pronto como nuestro calor se
enfría y apaga nosotros mismos perecemos y nos
extinguimos.
provisión de calor que hay en cada cuerpo vivo:
afirma que no hay ningún alimento tan pesado que no
pueda ser digerido en veinticuatro horas; e incluso los
residuos de nuestro alimento que la naturaleza expulsa
contienen calor. Por otra parte, las venas y las arterias
nunca dejan de latir como con una especie de
movimiento ígneo o semejante a la llama y se ha
observado con frecuencia que el corazón de un animal,
luego de haber sido arrancado de su cuerpo sigue
palpitando con un movimiento rápido que se parece al
rápido vaivén de la llama. Todo ser vivo, por tanto,
sea animal o vegetal debe su vi talidad al calor
contenido en su interior. De esto se debe inferir que
este elemento, a saber, el calor, posee en sí mismo una
fuerza vital que se extiende por todo el mundo.
25 Discerniremos la verdad de esto más fácilmente
con una explicación más detallada de este elemento
ígneo que todo lo impregna considerado en su
totalidad. Todas las partes del mundo —no obstante
voy a especificar tan solo las más importantes— se
apoyan en el calor y son sostenidas por él. Eso se
puede ver, en primer lugar en el elemento terreno.
Vemos producirse fuego del choque o el roce de una
piedra con otra; y cuando la tierra acaba de ser
excavada, "la tierra caliente humea"
60 ; y también sesaca agua caliente de manantiales de aguas vivas, y
esto ocurre sobre todo en tiempo de invierno, porque
en las cavernas de la tierra se halla almacenada una
gran cantidad de calor y al ser la tierra más densa en
invierno aprisiona más estrechamente el calor
almacenado en el suelo.
CAPITULO 10
26. Se necesitaría una larga disertación y una gran
cantidad de argumentos para poder demostrar que
todas las semillas que la tierra recibe en su seno y
todas las plantas que ella espontáneamente produce y
mantiene fijas en el suelo por medio de sus raíces,
deben tanto su origen como su crecimiento a esta
cálida temperatura del suelo. Que el agua contiene
también una mezcla de calor se muestra ante todo por
su naturaleza líquida; el agua no se helaría a causa del
frío, ni se congelaría en nieve y granizo si no pudiera
también volverse fluida cuando se licúa y se deshiela
gracias al calor mezclado; esta es la razón de que la
humedad se solidifique cuando es expuesta al viento
norte o a los vientos fríos de cualquier otro cuadrante,
y asimismo de que, por otra parte, se ablande al ser
calentada y de que se evapore con el calor. También el
mar, cuando es violentamente azotado por el viento, se
calienta, de manera que puede fácilmente comprobarse
que esta gran masa de líquido contiene calor; no
hemos de suponer, en efecto, que el calor en cuestión
procede de alguna fuente externa, sino que removido
de las más bajas profundidades del mar por la violencia
del movimiento, sube a la superficie, de la
misma manera que ocurre en nuestros cuerpos cuando
su calor es restaurado por medio del movimiento y del
ejercicio. A decir verdad, el mismo aire, aun cuando
por naturaleza es el más frío de los elementos, no está
absolutamente desprovisto de calor.
27 Contiene incluso una considerable porción de calor,
ya que el mismo es producido por una exhalación
procedente del agua, pues el aire debe ser considerado
como una especie de agua evaporada y esta
evaporación es causada por el movimiento del calor
contenido en el agua. Podemos ver un ejemplo
concreto de este mismo proceso cuando se hace hervir
agua colocando un fuego debajo de ella. Queda ahora
la cuarta parte del mundo: ésta por su propia
naturaleza está siempre en ebullición o ardiendo por
completo y al mismo tiempo da el calor de la salud y
la vida a todas las demás naturalezas.
28 Así pues, del hecho de que todas las partes del
mundo están sostenidas por el calor, se deduce que el
propio mundo debe su continuada conservación
durante un tiempo tan largo a la misma sustancia o a
una sustancia semejante, y debe entenderse así tanto
más cuanto que este principio caliente e ígneo está
entremezclado con toda la naturaleza, de forma que
constituye los principios genéticos masculino y
femenino, y es así la causa necesaria del nacimiento y
del crecimiento de todos los seres vivos, sean animales
o sean de los que tienen sus raíces hundidas en la
tierra.
CAPITULO 11
29 Existe, pues, un elemento que mantiene unido a
todo el mundo y lo conserva, y este elemento no está
desprovisto de sensación y de razón; puesto que toda
naturaleza que no sea homogénea y simple, sino
compleja y compuesta debe contener necesariamente
dentro de sí un principio rector, en el hombre, por
ejemplo, la inteligencia; en los anima les inferiores
algo que se parece a la inteligencia y que es la fuente
de los apetitos. En cuanto a los árboles y las plantas,
se cree que el principio rector se encuentra situado en
las raíces. Utilizo el término "principio rector"
como equivalente del griego "hegemonikón", que
denota aquella parte de cualquier cosa que puede y
debe tener la supremacía en una cosa de aquella
especie. Así, pues, se sigue que el elemento que
contiene el principio rector de la totalidad de la
naturaleza debe ser también la mejor de todas las
cosas y la que más digna sea de de tentar esta
soberanía y autoridad sobre todas las demás cosas.
30 Ahora bien, observamos que las partes del
mundo —y en todo el mundo no existe nada que no
sea una parte de todo el mundo— poseen sensación y
razón. Por consiguiente inferimos que esta parte que
contiene el principio rector del mundo debe poseer
necesariamente la sensación y la razón, y éstas en una
forma más intensificada y más eleva da. De aquí se
infiere que el mundo posee sabiduría y que el
elemento que contiene todas las cosas en su abrazo es
preeminente y perfectamente racional y, por tanto, que
el mundo es dios, y todas las fuerzas de la naturaleza
son unidas y contenidas por la naturaleza divina.
31. Además, este ardiente calor del mundo es mucho
más puro y mucho más brillante, y mucho más
movible, y por esto mismo más capaz de estimular los
sentidos que no este calor nuestro, en virtud del cual
las cosas que conocemos son conservadas y vitalizadas.
Así pues, dado que el hombre y los animales
poseen este calor y a él le deben su sensación y su
moción, es absurdo decir que el mundo está desprovisto
de sensación, considerando que se halla en
posesión de un intenso calor sin mancha alguna, libre
y puro, así como penetrante y móvil en sumo grado;
sobre todo supuesto que este ardor del mundo no
deriva su movimiento de alguna otra fuente exterior a
él, sino que se mueve por sí mismo y es espontáneo
con su actividad: pues ¿cómo puede haber algo más
poderoso que el mundo, capaz de dar su movimiento y
su actividad al calor por el que el mundo es sostenido?
32. Oigamos, en efecto, a Platón, ese casi dios de los
filósofos.
61 Afirma él que el movimiento es de dosclases, uno espontáneo y otro derivado de una fuente
externa; y que el que se mueve por sí mismo
espontáneamente es más divino que el que posee el
movimiento comunicado por alguna fuerza que no es
la suya propia. Estima que la primera forma de
movimiento reside solamente en el alma, a la que él
considera la única fuente y origen del movimiento. De
donde, puesto que todo movimiento nace del ardor o
calor del mundo, y puesto que el calor se mueve
espontáneamente y no en virtud de ningún impulso
procedente de alguna otra cosa, se sigue de ello que el
calor es alma; lo cual demuestra que el mundo es un
ser animado.
Otra prueba de que el mundo posee inteligencia nos la
ofrece el hecho de que el mundo es indiscutiblemente
mejor que cualquiera de sus elementos; pues de la
misma manera que no hay ninguna parte de nuestro
cuerpo que no valga menos que nosotros mismos, así
también el universo entero tiene que valer más que
cualquier parte del universo; y, si esto es así, se sigue
de ello que el mundo tiene que estar dotado de
sabiduría, porque de no ser así, el hombre, aun siendo
una parte del mundo, al estar en posesión de la razón,
sería necesariamente más valioso que el mundo
tomado de su conjunto.
33 Por otra parte, si queremos avanzar desde los
primeros órdenes rudimentarios del ser hasta los
últimos y más perfectos, necesariamente llegaremos al
fin a la divinidad. Advertimos el poder conservador de
la naturaleza, primero en los miembros del reino
vegetal, a los que la naturaleza no ha dado nada más
que el proveer a su conservación por medio de las
facultades de nutrición y crecimiento.
34 A los animales les concedió ella la sensación y el
movimiento, y un apetito o impulso que los mueve a
acercarse a las cosas saludables y a apartar se de las
nocivas. Respecto del hombre amplió ella su
generosidad con la adición de la razón, gracias a la
cual los apetitos pudieran ser dominados, y unas veces
tolerados y otras refrenados.
Pero el cuarto y más alto grado es el de los seres que
de manera natural han nacido buenos y sabios, y que
desde su comienzo están dotados de una razón recta y
consecuente; debe admitirse que ésta se halla por
encima del nivel humano: es un atributo de la
divinidad, es decir, del mundo, que necesariamente
debe poseer esta razón perfecta y absoluta de que
hablo.
35 Por lo demás, es innegable que cualquier todo
orgánico debe tener un ideal último de perfección.
Pues, de la misma manera que en la viña o en el
ganado vemos que a no ser que alguna fuerza se
oponga a ello, la naturaleza va avanzando por una
cierta senda suya hacia su meta de pleno desarrollo, y
de la misma manera que en la pintura, la arquitectura y
las demás artes y oficios artesanos existe un ideal de la
obra artística perfecta, también así y más aún, en el
mundo de la naturaleza en su totalidad, tiene que
existir un proceso de avance hacia la plenitud y la
perfección. Los diversos modos limitados de ser
pueden encontrar muchos obstáculos externos que
impidan su perfecta realización, pero no puede haber
nada que frustre a la naturaleza en su totalidad, puesto
que ella abarca y contiene en sí misma todos los
modos de ser. De aquí se sigue que tiene que existir
este grado cuarto sumamente elevado, inaccesible a
cualquier fuerza externa.
36 Ahora bien, este es el grado en el que se halla la
naturaleza universal; y supuesto que ella es de tal
carácter que es superior a todas las cosas e incapaz de
ser frustrada por ninguna de ellas, se sigue
necesariamente que el mundo es un ser inteligente y
asi mismo un ser sabio.
Por otra parte, ¿qué cosa puede estar más falta de
lógica que negar que el ser que abarca todas las cosas
debe ser el mejor de todos, o bien, admitiendo esto,
negar que él debe poseer, en primer lugar, la vida, en
segundo lugar, la inteligencia y la razón y, finalmente,
la sabiduría? ¿De qué otra manera puede ser el mejor
de todos los seres? Si se parece a las plantas o aun a
los animales, muy lejos de ser el más elevado debe ser
reconocido el más ínfimo en la escala de los seres. Si,
por otra parte, fuera capaz de razón pero sin ser sabio
desde el comienzo mismo, el mundo se hallaría en
peores condiciones que la humanidad; pues un hombre
puede llegar a ser sabio, pero sin en toda la eternidad
del tiempo pasado el mundo fue ignorante y necio,
evidentemente nunca alcanzará la sabiduría; y así será
inferior al hombre. Pero, puesto que esto es absurdo,
debe pensarse que el mundo ha sido sabio desde el
comienzo y que es dios.
37. De hecho
62 no hay ninguna otra cosa fuera delmundo a la que nada le falte y que en todos los aspectos
sea apto y perfecto, y se halle en la plenitud de
todas sus partes y detalles.
CAPITULO 14
Pues, como Crysippo dijo muy agudamente
63, de lamisma manera que la funda del escudo se ha hecho
con miras a un escudo y una vaina se ha hecho con
miras a una espada, así como también todo lo demás,
excepto el mundo, fue creado en orden a alguna otra
cosa; así los cereales y los frutos producidos por la
tierra fueron creados por causa de los animales y los
animales por causa del hombre: por ejemplo, el
caballo para cabalgar, el buey para arar, el perro para
cazar y vigilar; y aun el mismo hombre fue
engendrado con el fin de contemplar e imitar al
mundo; el hombre no es en modo alguno perfecto,
sino que es "una pequeña parte de lo que es perfecto".
38 El mundo, por el contrario, supuesto que abarca
todas las cosas y supuesto que no existe nada que no
esté dentro de él, es enteramente perfecto; ¿cómo
puede, pues, dejar de poseer lo que es mejor? Ahora
bien, no hay nada mejor que la inteligencia y la razón;
el mundo, por consiguiente, no puede dejar de
poseerlas. Así, pues, el mismo Crysippo hace ver bien,
mediante la adición de ejemplo, que en el caso
perfecto y maduro de cada especie todo es mejor que
en el caso imperfecto de la misma: así, por ejemplo, en
un caballo es todo mejor que en un potro, en un perro
mejor que en un cachorro, en un hombre mejor que en
un niño; y que, de manera análoga, un ser perfecto y
completo tiene que poseer aquello que es lo mejor en
todo el mundo.
39 Pero ningún ser es más perfecto que el mundo y
nada es mejor que la virtud; luego la virtud es un
atributo esencial del mundo. Por otra parte, la
naturaleza del hombre no es perfecta, y sin embargo la
virtud puede producirse en el hombre; ¡cuánto más
fácilmente, pues, tendrá que poder realizarse en el
mundo! Luego el mundo posee la virtud. Es, pues,
sabio y, por consiguiente, divino.
CAPITULO 15
Comprendida así con claridad la divinidad del mundo,
hemos de asignar también la misma divinidad a las
estrellas que están constituidas por la parte móvil y
pura del éter y no están compuestas además por
ningún otro elemento; están hechas de calor ígneo y
son completamente traslúcidas. De aquí que tengan
también el más completo derecho a ser declaradas
seres vivos, dotados de sentidos e inteligencia.
40. Que las estrellas están formadas íntegramente por
fuego afirma Cleantes que se ha demostrado mediante
la evidencia de dos sentidos, los del tacto y la vista.
Las radiaciones del sol, en efecto, son más brillantes
que las de cualquier fuego, puesto que él hace llegar
su luz a gran distancia y sobre una gran amplitud de
espacio, a todo el universo ilimitado; y el contacto de
sus rayos es tan poderoso que no solamente calienta
sino que a menudo incluso quema y no podría hacer
ninguna de las dos cosas si no estuviera hecho de
fuego. "Por consiguiente —sigue diciendo Cleantes—,
puesto que el sol está hecho de fuego y es nutrido por
los vapores exhalados desde el océano, porque ningún
fuego puede seguir existiendo si no es alimentado de
alguna manera, se infiere de ello que o bien se parece
a este fuego que empleamos en la vida corriente o bien
al fuego que contienen en sí los cuerpos de los seres
vivos.
41. Ahora bien, el fuego que nosotros empleamos
corrientemente para las necesidades de la vida
cotidiana es un agente destructivo que todo lo
consume, y que asimismo a dondequiera se extiende
todo lo conturba y disipa; por el contrario, el fuego
aquel corporal es el que da la vitalidad y la salud: él es
el que todo lo conserva, el que todo lo nutre, lo hace
crecer, lo sostiene y lo provee de sensación." Afirma,
por consiguiente, que no puede caber ninguna duda
acerca de cuál es de las dos especies de fuego aquella
a que el sol se parece, pues también el sol hace que
todas las cosas florezcan y se desarrollen cada una
según su especie. Así, pues, dado que el sol se parece
a los fuegos que se hallan contenidos en los cuerpos de
los seres vivos, el sol debe también ser viviente y otro
tanto hay que decir de los demás cuerpos celestiales,
puesto que tienen su origen en el calor ígneo del cielo
que se llama éter o firmamento.
42. Así, pues, dado que ciertos seres vivos nacen en la
tierra, otros en el agua y otros en el aire, es absurdo,
así lo afirma Aristóteles
64, suponer que ningún servivo y animado nace en aquel elemento que es el más
adecuado para la generación de los vivientes. Ahora
bien, las estrellas ocupan la región del éter y como
éste tiene una sustancia muy rarificada y está siempre
en brioso movimiento, se infiere de ello que el ser
animado nacido en esta región posee los sentidos más
agudos y el más rápido poder de movimiento; luego,
puesto que las estrellas son engendradas en el éter es
razonable suponer que poseen sensación e
inteligencia. Y de eso se sigue que las estrellas deben
ser reconocidas como dioses.
CAPITULO 16
Puede, en efecto, observarse que los habitantes de
aquellos países en los que el aire es puro y más tenue
poseen sentidos más agudos y mayores capacidades de
intelección que las personas que viven bajo climas
densos y pesados.
43 Además, se cree también que la sustancia empleada
como alimento tiene una cierta influencia sobre la
agudeza o penetración mental; es, por tanto, verosímil
que las estrellas posean una inteligencia superior,
puesto que habitan en la región etérea del mundo y son
asimismo alimentadas por los vapores húmedos del
mar y la tierra rarificados en su paso a través del
amplio espacio intermedio. Por otra parte, la
conciencia e inteligencia de las estrellas se pone todo
en evidencia por su orden y regularidad; pues el
movimiento regular y rítmico es imposible sin
intención, en la que no hay ningún rastro de
casualidad o variación accidental; ahora bien, el
orden y la regularidad eterna de las constelaciones no
indica ni un proceso de la naturaleza —que está lleno
de razón—, ni tampoco un hecho casual, pues el azar
es amante de la variedad y aborrece la regularidad; se
sigue, pues, de ello que las estrellas se mueven por su
propia voluntad y a causa de su inteligencia y
divinidad.
debe a una de estas tres causas, la naturaleza, la fuerza
o la voluntad
65; ahora bien, el sol, la luna y lasestrellas todas están en movimiento y los cuerpos
movidos por la naturaleza se dirigen o bien hacia
abajo, a causa de su peso, o bien hacia arriba, a causa
de su ligereza; pero nada de esto ocurre en el caso de
los cuerpos celestiales, porque su movimiento propio
tiene una trayectoria orbital y circular; ni tampoco se
puede decir que una fuerza mayor obliga a los cuerpos
celestes a recorrer una trayectoria contraria a su
naturaleza: pues ¿qué fuerza mayor puede existir?
Solo nos queda, pues, la hipótesis de que el
movimiento de los cuerpos celestes sea voluntario.
Todo el que vea esta verdad y la entienda no
solamente mostrará ignorancia sino también maldad si
niega la existencia de los dioses. Ni, en verdad, existe
una gran diferencia entre negar su existencia y
privarlos por completo de solicitud providencial y de
actividad; porque, en mi opinión, un ser enteramente
inactivo no se puede decir en absoluto que existe. Así
pues, la existencia de los dioses es tan evidente que
difícilmente puedo creer que el que la niegue pueda
estar en sus cabales o tener la mente sana.
CAPITULO 17
45. Nos queda ahora por considerar cuáles son las
características propias de la naturaleza divina; y en
esta cuestión nada es más difícil que separar el espíritu
del hábito de la visión corporal. Esta dificultad ha sido
la causa de que tanto las gentes sin formación en
general como aquellos filósofos que se parecen a las
gentes sin educación sean incapaces de concebir los
dioses inmortales sin emplear las figuras de los seres
humanos; lo superficial que es esta forma de pensar,
refutada ya por Cotta, no requiere de mi parte ninguna
discusión más. Pero suponiendo que poseamos una
idea definida y preconcebida de una divinidad, en
primer lugar, con calidades de ser vivo y, en segundo
lugar, con la categoría de un ser que no tiene nada
superior a él en toda la naturaleza, no puedo encontrar
nada que satisfaga esta prenoción o idea previa que
poseemos más plenamente que, en primer lugar, el
juicio de que este mundo, necesariamente tiene que ser
la más excelente de todas las cosas, es él mismo un ser
vivo y un dios.
46. Que Epicuro se burle de esta noción como quiera
—y es un hombre muy poco dotado para la burla y
que no tiene ni sombra de su nativa sal ática—, y que
proteste su incapacidad para concebir a un dios como
un ser esférico y en rotación. Sin embargo, nunca
podrá apartarme de una creencia que aun él mismo
admite: él afirma que los dioses existen de acuerdo
con el principio de que necesariamente tiene que
existir alguna forma de ser de una prestancia
excepcional; ahora bien, es evidente que nada puede
ser más excelente que el mundo. Ni se puede tampoco
dudar de que un ser vivo dotado de sensación, razón e
inteligencia tiene que ser superior a un ser desprovisto
de estos atributos.
47. De donde se sigue que el mundo es un ser vivo y posee sensación, inteligencia y razón; y este argumento lleva a la conclusión de que el mundo es dios. Pero estas cosas se entenderán más fácilmente un poco más adelante, con la simple consideración de las cosas que el mundo produce.
CAPITULO 18
Mientras tanto, por favor, no nos hagas una exhibición
de la completa ignorancia de la ciencia que tiene tu
escuela. Afirmas que consideras un cono, un cilindro y
una pirámide más bello que una esfera. ¡Hasta un
nuevo criterio de juicio visual tenéis vosotros, los
epicúreos! Sin embargo, suponiendo que las figuras
que tú mencionas sean más bellas a la vista —aun
cuando, por mi parte, no las considero así, pues ¿qué
cosa puede ser más bella que la figura que abarca y
encierra en sí misma todas las demás figuras, la figura
que puede carecer de toda rugosidad y de todo
elemento molesto en su superficie, que puede carecer
de toda muesca o concavidad, de toda protuberancia o
depresión?—. Hay dos formas que superan a todas las
demás: entre los cuerpos sólidos la esfera —que
equivale al griego "sfaira"—, y entre las figuras planas
el círculo o circunferencia, "kyklos" en griego; pues
bien, solamente estas dos formas poseen la propiedad
de una absoluta uniformidad en todas sus partes, y de
que todos y cada uno de los puntos de su
circunferencia equidisten del centro; y nada puede ser
más adecuado que esto.
entender esto, porque nunca habéis llegado a tocar este
polvo erudito
66, ¿ni siquiera pudisteis llegar a saber lasuficiente filosofía natural como para entender al
menos que el movimiento uniforme y la disposición
regular de los cuerpos celestes no podían haberse
mantenido con ninguna otra figura? Por eso nada
puede ser más acientífico que vuestra afirmación
favorita de que no es cierto que nuestro mundo mismo
sea esférico, puesto que es posible que tenga alguna
otra forma, y que existen números incontables de
mundos, todos de figuras distintas.
49. Epicuro, aunque hubiera llegado a aprender que
dos veces dos hacen cuatro, sin embargo no lo hubiera
dicho así; sino que ocupado en juzgar qué cosa es
buena para el paladar, se olvida de alzar sus ojos a lo
que Ennio llama "el paladar del cielo."
CAPITULO 19
Hay, en efecto, dos especies de cuerpos celestes, unos que se trasladan de este a oeste por caminos que no cambian, sin desviarse nunca lo más mínimo de su trayectoria, mientras que otros realizan dos revoluciones ininterrumpidas en los mismos caminos y trayectorias. Ahora bien, estos dos hechos son al mismo tiempo indicios del movimiento rotatorio del firmamento, que solamente es posible con una figura esférica, y de las revoluciones circulares de los cuerpos celestes. Y, en primer lugar, el sol, que es el principal entre todos los astros, se mueve de tal manera que primero llena las regiones de la tierra con una gran abundancia de luz y luego las deja a oscuras, una vez un lado y otra vez el otro; pues la noche es producida simplemente por la sombra de la tierra, que intercepta la luz del sol. Sus trayectorias diurna y nocturna tienen la misma regularidad. Asimismo el sol, acercándose ligeramente en un tiempo y alejándose levemente en otro produce una moderada variación de la temperatura. Pues el recorrido de unas trescientas sesenta y cinco revoluciones diurnas y una cuarta parte de una que realiza el sol completa el circuito u órbita de un año; y torciendo su recorrido unas veces hacia el norte y las otras hacia el sur el sol produce los veranos y los inviernos, y las dos estaciones que siguen, respectivamente, a la caída del invierno y a la caída del verano. Así, de los cambios de las cuatro estaciones proceden los orígenes y las causas de todos los seres vivos que son engendrados en la tierra y en el mar.
50. Por su parte, la luna, en sus recorridos mensuales,
alcanza la trayectoria del sol; y su luz decrece hasta el
mínimo a medida que más se acerca al sol, y crece
hasta el máximo a medida que va llegando al punto de
más alejamiento del sol. Y no solamente su figura y su
aspecto resultan alterados por su crecimiento y su
decrecimiento alternos o por su regreso al punto de
partida, sino también su posición en el firmamento,
que unas veces se halla al norte y otras veces al sur. El
curso de la luna tiene también una especie de solsticio
de verano y de invierno; y de ella emanan y fluyen
muchos elementos influyentes que alimentan a los
seres animados, estimulan su crecimiento y hacen que
los seres que brotan de la tierra florezcan y maduren.
CAPITULO 20
51 En sumo grado maravillosos son los
movimientos de las cinco estrellas, falsamente
llamadas planetas o estrellas errantes —porque no se
puede decir de una cosa que anda errante si conserva
durante toda una eternidad movimientos fijos y
regulares, hacia adelante, hacia atrás y en otras direcciones.
Y esta regularidad es sobre todo
maravillosa en el caso de las estrellas a que nos
referimos, porque unas veces se ocultan y otras veces
se muestran de nuevo; unas veces se acercan, otras se
retiran; unas veces van delante, otras veces van detrás,
unas veces se mueven más aprisa, otras más
lentamente, y aun otras veces no se mueven en
absoluto sino que permanecen estacionarias durante un
cierto tiempo. Sobre los diversos movimientos de los
planetas han basado los matemáticos lo que llamaron
el Gran Año
68 , que es completado cuan do el sol, laluna y las estrellas dichas o los cinco planetas, una vez
acabadas todas sus trayectorias, han vuelto a ocupar
las mismas posiciones relativas los unos respecto de
los otros.
52 La duración de este período es ardorosamente
debatida, pero tiene que ser necesariamente un tiempo
fijo y definido
69. Pues el planeta llamado de Saturno,cuyo nombre griego es "Fainon"
, que es el másalejado de la tierra, completa su órbita en unos años y
en el curso de este período atraviesa un número
considerable de fases, acelerando unas veces y
retardando otras su velocidad, desapareciendo unas
veces al atardecer y reapareciendo luego por la
mañana, y sin embargo sin variar en el más mínimo
grado a través de toda la eternidad, antes bien
haciendo siempre las mismas cosas y en los mismos
tiempos. Por debajo de ésta y más cerca de la tierra se
mueve la estrella de Júpiter, llamada "Faetón"
71, quecompleta la misma órbita de los doce signos del
zodíaco en doce años, y sufre, durante su trayectoria,
las mismas variaciones que la estrella de Saturno.
53. La órbita que hay inmediatamente debajo de ésa es
la de "Pyroeis"
72, llamada la estrella de Marte y éstarecorre la misma órbita que los planetas que hay por
encima de ella en veinticuatro meses —creo— menos
seis días. Debajo de ésta está a su vez la estrella de
Mercurio —los griegos la llaman'' Stilbon"
73 —, quecompleta la órbita del zodíaco en un período
aproximado de un año y nunca dista del sol más que el
espacio de un solo signo del zodíaco, aun cuando a
veces precede al sol y otras veces va tras él. El más
bajo de los cinco planetas y el más cercano a la tierra
es la estrella de Venus, llamada en griego "Fósforos"
74y en latín "Lucifer" cuando precede al sol, y "Hésperos"
cuando le sigue; este planeta completa su órbita
en un año, atravesando el zodíaco con un movimiento
en zigzag como hacen los planetas de encima de éste,
y sin distanciarse del sol nunca más del espacio de dos
signos del zodíaco, si bien unas veces por delante de él
y otras veces por detrás de él.
CAPITULO 21
54. Así pues, como esta regularidad en las estrellas,
esta exacta puntualidad a lo largo de toda la eternidad
a pesar de la gran variedad de sus trayectorias, me
resulta a mí incomprensible sin una inteligencia y un
designio racionales. Y si observamos estos atributos
en los planetas, no podemos dejar de catalogarlos en el
número de los dioses.
Por su parte, las llamadas estrellas fijas nos ofrecen
indicios de la misma inteligencia y sabiduría. Sus
revoluciones se repiten de la misma manera
diariamente con exacta regularidad; y no es que sean
arrastradas por el éter o que sus órbitas se hallen
adheridas al firmamento, como afirma la mayoría de la
gente desconocedora de la filosofía natural; porque el
éter no es de tal naturaleza que pueda sostener las
estrellas y hacerlas recorrer sus revoluciones gracias a
su propia fuerza, puesto que al ser tenue y traslúcido y
de un calor uniformemente difundido, el éter no
parece bien adaptado para contener las estrellas.
55. Por tanto, las estrellas fijas tienen una esfera que
es propia suya, separada del éter y no adherida a él.
Ahora bien, las continuas e incesantes revoluciones de
estas estrellas, tan maravillosa e in creíblemente
regulares como son, muestran clara mente que éstas
poseen un poder y una inteligencia divinos; de manera
que todo el que no sea capaz de darse cuenta de que
ellas mismas poseen la divinidad parecerá incapaz de
comprender absolutamente nada.
56 En los cielos, pues, no hay nada que sea casualidad
o azar, nada que sea error, frustración, sino orden
absoluto, verdad, cálculo y regularidad. Todo lo que
carece de estas cualidades, todo lo que es falso y
espurio y está lleno de error, pertenece a la región
comprendida entre la tierra y la luna —el último de
todos los cuerpos celestes— y a la superficie de la
tierra. Por consiguiente, todo aquel que piense que el
orden maravilloso y la in creíble regularidad de los
cuerpos celestes, que es la única fuente de
conservación y seguridad para todas las cosas, no es
racional, no puede él mismo ser considerado un ser
racional.
CAPITULO 22
Zenón, pues, da de la naturaleza la definición siguiente:
"la naturaleza—dice— es un fuego artesano,
que avanza metódicamente hacia la generación"
75 .Pues afirma que la función especial de un arte o un
oficio artesano es crear y engendrar y que lo que en
los procesos de nuestras artes se hace por medio de las
manos es hecho con una artesanía mucho más
depurada por la naturaleza
76, es decir, como he dicho,por este fuego "semejante a un artesano" que es el
maestro de las demás artes. Y según esta teoría,
mientras que cada departamento de la naturaleza es
"semejante al artesano", en el sentido de que tiene un
método o camino señalado que seguir.
58. La naturaleza del mundo mismo, que encierra y
contiene en su abrazo todas las cosas, es denominada
por Zenón no simplemente "semejante a un artesano",
sino realmente "artesana"
77, ya que planea y prevé laobra de forma que sirva a su uso y propósito en todo.
Y así como las demás naturalezas son engendradas,
criadas y sustentadas cada una por obra de sus propias
semillas, así la naturaleza del mundo posee todos estos
movimientos por obra de la voluntad, así como también
los conatos y apetencias que los griegos llaman
"hormái", y sigue todas estas mociones con las
acciones adecuadas de la misma manera que hacemos
nosotros mismos, que experimentamos emociones y
sensaciones. Al ser tal la naturaleza del espíritu del
mundo, puede, pues, ser designada correctamente
como prudencia o providencia —en griego, en efecto,
se dice "prónoia"—; y esta providencia se dirige y se
centra principalmente en tres objetos, a saber, el
asegurar al mundo, primero, la estructura más
adecuada para la supervivencia; segundo, que no
carezca absolutamente de nada; y sobre todo, en fin,
que haya en él una belleza y un ornato total.
CAPITULO 23
59 Hemos hablado del mundo universal, y hemos
hablado también de los astros, de forma que tenemos
ya ante la vista una multitud de dioses que no están
ociosos, ni tampoco llevan a cabo sus actividades
propias con un trabajo fatigoso y molesto. Ellos, en
efecto, no poseen una estructura corporal hecha de
venas, músculos y huesos; ni consumen ellos esas
especies de alimentos que pudieran hacerles contraer
una condición o estado humoral demasiado fogoso o
demasiado indolente; ni poseen cuerpos que les
puedan hacer temer caídas o heridas, o el contraer
enfermedades por agotamiento de sus miembros —
temores estos que llevaron a Epicuro a inventar sus
insustanciales e inactivos dioses—.
60 Por el contrario, poseen una suprema belleza de
forma, están situados en la región más pura del
firmamento y controlan sus movimientos y
trayectorias de tal manera que parecen estar
conspirando a una para conservar y proteger al universo.
Sin embargo, otras muchas divinidades han sido con
toda razón reconocidos y mencionados por los
hombres más sabios de Grecia así como por nuestros
antepasados, divinidades cuyos nombres proceden de
los beneficios que ellas otorgan. Pues se pensó que
todo lo que es de una gran utilidad para el género
humano debe ser debido a la obra de la benevolencia
divina para con los hombres. Así a veces es una cosa
nacida de
78 un dios fue denominada con el nombre dela divinidad misma; por ejemplo, cuando llamamos
Ceres al trigo, o Líber al vino, con lo que Terencio
dice: "Sin Ceres y sin Líber, Venus tiene frío".
61 En otros casos, alguna fuerza excepcional- mente
poderosa es ella misma designada como una divinidad,
como, por ejemplo, la Fidelidad y la Mente; en el
Capitolio podemos ver las capillas dedicadas a ellas
por Marco Emilio Scauro, habiendo sido la Fidelidad
divinizada ya anterior mente por Aulo Atilio Calatino.
Ves
79 el templo de la Virtud, restaurado como templodel Honor por Marco Marcelo, pero fundado muchos
años antes por Quinto Máximo, en tiempos de la
guerra Ligur. Asimismo, hay templos de la Riqueza, la
Salud, la Concordia, la Libertad y la Victoria, cosas
todas que, por ser tan poderosas que necesaria mente
implicaban la influencia divina, fueron ellas mismas
tratadas como dioses. En la misma categoría se han
divinizado los nombres de la Concupiscencia, del
Placer y de Venus Lubentina, nombres de cosas
viciosas, en verdad, y antinaturales —aun cuando
Velleio piense otra cosa—, pero que, sin embargo, con
su vehemencia a veces llegan a superar el instinto
natural.
62 Así, pues, aquellos dioses que fueron los autores de
diversos beneficios debieron su deificación al valor de
los beneficios por ellos conferidos; y los nombres que
he enumerado en último lugar expresan los diversos
poderes de los dioses que los llevan.
CAPITULO 24
Por otra parte, la vida humana y la costumbre general
adoptaron la práctica de conferir la divinización del
renombre y la gratitud a bienhechores distinguidos.
Este es el origen de Hércules, de Castor y Pólux, de
Esculapio, y también de Líber —me refiero a Líber el
hijo de Sémele, no al Líber a quien nuestros
antepasados solemne y devotamente consagraron con
Ceres y Libera, y cuyas características pueden
conocerse por los misterios; pero los hijos de Ceres
fueron llamados Libera y Líber porque nosotros
llamamos "liberi" a nuestros hijos, uso que se conserva
en el caso de Libera, pero no en el Líber—, y este es
también el origen de Rómulo, de quien se cree que es
el mismo que Quirino; todos estos bienhechores
fueron justamente considerados divinos, por ser en
sumo grado buenos a la vez que inmortales, ya que sus
almas sobrevivieron de una vida eterna.
63 También otra teoría, y esta científica, ha sido la
fuente de numerosas divinidades que, revestidas de
forma humana, proporcionaron leyendas a los poetas y
llenaron la vida del hombre de supersticiones de todas
clases. Este tema fue tratado por Zenón y más tarde
fue expuesto con mayor amplitud por Cleantes y
Crysippo. Por ejemplo, una antigua creencia
prevaleció por toda Grecia, a saber, la de que Cielo
80fue mutilado por su hijo Saturno y de que el propio
Saturno fue encadenado por su hijo Júpiter.
64 Ahora bien, estas fábulas impías encierran una
teoría científica decididamente aguda. Su significado
era que el elemento más alto, el éter o fuego celestial,
que por sí mismo engendra todas las cosas, está
desprovisto de esta parte corporal que requiere la
unión con otra para la obra de la procreación.
CAPITULO 25
Por Saturno, a su vez, entendieron ese ser que
mantiene el curso y la revolución de las estaciones y
períodos de tiempo, la divinidad realmente llamada así
en griego, ya que el nombre griego de Saturno es
"Kronos", que es lo mismo que "jronos", espacio de
tiempo. El nombre latino Saturno, por otra parte, se
debe al hecho de que el dios está "saturado de años"
81;el mito dice que éste tenía el hábito de devorar a sus
propios hijos, significando con ello que el Tiempo
devora los siglos y se llena sin poderse saciar nunca de
los años que ya han pasado. Saturno fue encadenado
por Júpiter para que los cursos del Tiempo no
resultaran ilimitados y para sujetar a éste con las
ataduras de las estrellas. Pero el mismo Júpiter —el
nombre significa "el padre que ayuda", al que con un
leve cambio de forma llamamos Jove de "iuvare", ayudar;
los poetas lo llaman "padre de dioses y hombres",
y nuestros antepasados le dieron el título de "Óptimo
Máximo", poniendo el título de Óptimo, es decir, muy
benefactor, delante del de Máximo porque es algo
más grande y ciertamente más amable el beneficiar a
todos que el poseer grandes riquezas.
65. Es aquel a quien Ennio, como dije más arriba,
invoca diciendo:
"contempla esta candente bóveda celeste,
que todos invocan como Júpiter o Jove";
cosa que hace ahí con más claridad que en otro pasaje
suyo, en que dice:
"en cuanto en mí está maldeciré esto que luce,
sea lo que sea".
A él aluden también nuestros augures cuando dicen
"Júpiter fulgente y tonante"
82 : quieren decir, enefecto, "cuando el cielo relampaguea y truena".
Eurípides, entre otros muchos bellos pasajes, tiene esta
breve invocación:
"ves el ser sublime, difuso, ilimitado,
que estrecha en sus brazos la tierra con un tierno
abrazo piensa que este es el dios supremo,
piensa que este es Jove"
CAPITULO 26
66. El aire, situado entre el mar y el cielo, está
divinizado, según la teoría estoica, bajo el nombre de
Juno
84, hermana y esposa de Júpiter, porque se pareceal éter y está íntimamente relacionado con él; lo
hicieron femenino y lo atribuyeron a Juno a causa de
su extremada blandura. —Yo creo, sin embargo, que
el nombre de Juno viene de "iuvare", ayudar—.
Quedaban el agua y la tierra para completar la mítica
distribución de los tres reinos. En consecuencia, e)
segundo reino, todo el amplio dominio del mar, fue
asignado a Neptuno, hermano de Júpiter, según
afirman; su nombre se deriva de "nare", nadar, con una
ligera modificación en las primeras letras y con el
sufijo que vemos en "Portunus'
85, que deriva de "portus",puerto. Toda la masa y naturaleza de la tierra fue
dedicada al padre Dis —es decir, Dives, rico, igual
que entre los griegos "Plouton"—, porque todas las
cosas van a parar de nuevo a la tierra y nacen también
de la tierra. Se dice que éste se casó con Proserpina —
en realidad un nombre griego, ya que es la misma que
la diosa llamada "Perséfone" en griego—; creen que
ella representa la semilla de los cereales y cuentan que
ella fue ocultada y fue buscada por su madre.
67. La madre es Ceres, una corrupción de "Geres",
derivado de "gero", porque ella engendra las cosechas;
el mismo cambio accidental de la primera letra se ve
también en su nombre griego de "deméter", una
corrupción de "gemeter", "madre 'tierra". Mavors, a su
vez, procede de "magna verteré", "derribar lo grande",
mientras que Minerva significa o bien "la que
disminuye" o "la que amenaza"
86.quae vel minueret vel minaretur.
CAPITULO 27
Asimismo, puesto que el comienzo y el fin son las
partes más importantes de todos los asuntos, afirman
que Jano o "Ianus" es el jefe o príncipe en la ofrenda
de un sacrificio, procediendo su nombre de "ire", ir, de
donde también los nombres de "iani" para designar los
arcos de salida de los caminos, y de "ianuae" para
designar las puertas frontales de los edificios profanos.
Por su parte, el nombre de Vesta viene de los griegos,
ya que es la diosa que estos llaman "Hestia"; su poder
alcanza a los altares y a los hogares y por eso todas las
plegarias y todos los sacrificios acaban con esta diosa
porque ella es guardiana de las cosas más íntimas.
68. Estrechamente vinculados a esta función están los
Penates o dioses familiares, nombre que procede o
bien de "penus", que significa provisión de alimentos
humanos de toda clase, o bien del hecho de que moran
"penitus", en lo más recóndito de la casa, debido a lo
cual son llamados también "penetrales" por los poetas.
El nombre de Apolo es griego; dicen que él es el sol
87,y a Diana la identifican con la luna; la palabra "sol"
deriva de "solus", o bien porque "solo" el sol entre
todos los astros posee esa magnitud, o bien porque
cuando el sol sale todas las estrellas quedan
oscurecidas y "solo" él es visible; mientras que el
término "luna" procede de "lucere", brillar o lucir; es,
en efecto, la misma palabra que "Lucina", y por ello
en nuestro país Juno Lucina es invocada en los partos,
como lo es Diana en su sobrenombre de Lucífera
88entre los griegos. Se la llama también a esta Diana
"Omnívaga"
89, no por cacerías, sino por serconsiderada uno de los siete planetas o estrellas
errantes.
69. Fue llamada Diana porque hizo una especie de
"día" en plena noche. Se la invoca para que asista al
nacimiento de los niños, porque el período de
gestación es o bien ocasionalmente de siete
revoluciones lunares, o más corrientemente de nueve
revoluciones de la luna, que son llamadas "menses",
meses, porque comprenden espacios de tiempo
medidos, "mensa". Timeo, en su historia, haciendo
gala de su especial habilidad, al narrar el incendio del
templo de Diana en Efeso en la noche misma en que
nacía Alejandro, añade la observación de que tal
hecho no tiene que causar sorpresa puesto que Diana
se hallaba ausente de su casa deseosa de asistir al parto
de Olympias. Nuestros compatriotas dieron a Venus su
nombre porque la diosa acudía o "venía" a todas las
cosas; su nombre no procede del término "venustas"
—belleza—, sino más bien "venustas" procede de
Venus.
CAPITULO 28
70. ¿Véis, pues, cómo de una válida y verdadera
filosofía de la naturaleza se ha llegado por evolución a
esos dioses fantásticos y ficticios? La perversión ha
sido la fuente de creencias falsas, crasos errores y
supersticiones apenas por encima del nivel de los
cuentos de viejas. Sabemos a qué se parecen los
dioses, qué edad tienen, conocemos sus vestiduras y
sus distintivos y también sus genealogías, sus uniones
matrimoniales y sus parentescos, y todo lo que se
refiere a ellos ha sido distorsionado de acuerdo con la
semejanza de la debilidad humana. Aparecen en
escena incluso con sus ánimos turbados por las
pasiones: oímos hablar, en efecto, de sus
enamoramientos, de sus aflicciones, de sus iras; según
los mitos, no faltaron entre ellos guerras y batallas, y
esto no solamente cuando, como ocurre en Homero,
dos ejércitos están en lucha y los dioses toman sus
posiciones en uno u otro e intervienen en su ayuda,
sino que de hecho sostuvieron también sus propias
guerras, por ejemplo, con los Titanes y con los
Gigantes. Estas leyendas y estas creencias están llenas
de necedad; y están llenas de insensateces y absurdos
de todas clases.
71. Pero, aun rechazando estos mitos con desprecio,
podremos, sin embargo, comprender la personalidad y
la naturaleza de las divinidades que llenan la
naturaleza de los diversos elementos, Ceres llenando
la tierra, Neptuno el mar, etc.; y es deber nuestro
reverenciar y venerar a estos dioses bajo los nombres
que el uso les ha conferido. Pero el mejor y también el
más puro, el más santo y el más piadoso modo de dar
culto a los dioses es siempre venerarlos con pureza,
sinceridad e inocencia, tanto de pensamiento como de
palabra. Pues la religión ha sido distinguida de la
superstición no solamente por los filósofos sino
también por nuestros antepasados.
72. Las personas que pasan los días enteros en la
plegaria y los sacrificios para asegurar que sus hijos
las sobrevivan han sido llamadas "supersticiones" —
de "superstes", superviviente—, y la palabra fue
adquiriendo con el tiempo un significado más amplio.
Por otra parte, los que revisaron cuidadosamente y por
así decir "releyeron" todo el saber ritual fueron
llamados "religiosos", de "relegere", releer, de la
misma manera que se dice "elegante" de "eligere",
elegir, "diligente" de "diligere", amar o cuidarse de, e
"inteligente" de "intellegere", entender; todas estas
palabras contienen, en efecto, el mismo sentido de
"elegir" o escoger que se halla presente en
"religioso"
91 . De aquí los términos "supersticioso" y"religioso" pasaron a ser términos de censura y
aprobación, respectivamente.
Y creo haber dicho ya bastante para probar la
existencia de los dioses y su naturaleza.
CAPITULO 29
73. A continuación he de demostrar que el mundo está
gobernado por la divina providencia. Esta es, sin duda,
una cuestión muy amplia; la doctrina es
ardorosamente impugnada por vuestra escuela, Cotta,
y esos son ciertamente mis principales adversarios
aquí. En cuanto a ti y tus amigos, Velleio, apenas si
entendéis el vocabulario de la cuestión; pues vosotros
solamente leéis vuestros propios escritos, y estáis tan
enamorados de ellos que dictáis sentencia contra todas
las demás escuelas sin haberles prestado ni la menor
atención ni haberlas oído. Por ejemplo, tú mismo nos
decías ayer
92 que los estoicos presentan la "Prónoia" oprovidencia a manera de una vieja hechicera vaticinadora;
esto se debe a vuestra errónea noción de
imaginar la providencia como una especie de divinidad
particular que rige y gobierna el universo. Pero,
de hecho, "providencia" es una expresión elíptica.
74. Cuando se dice "el Estado ateniense está
gobernado por el Consejo", se omiten las palabras "del
Areópago"; de la misma manera cuando hablamos del
mundo gobernado por la providencia, tienes que
entender las palabras "de los dioses", y debes entender
que la afirmación plena y completa sería "el mundo
está gobernado por la providencia de los dioses". Así
pues, esta gracia o sal, de que vuestra estirpe carece
del todo, no os empeñéis en gastarla riéndoos de
nosotros, y, por Hércules, si queréis hacer caso de mi
consejo, no lo intentéis siquiera; os cae mal, no tenéis
cualidades para ello y no podéis conseguirlo. Y esto, a
decir verdad, no tiene validez en tu caso concreto, ya
que tienes las maneras pulidas de tu familia y la
formación urbana de un romano; pero sí se aplica bien
a todos los demás de tu escuela, y de manera especial
al padre del sistema, una persona sin formación y sin
educación literaria, que insulta a todo el mundo, y
carece por entero de penetración, autoridad y encanto
o gracia.
CAPITULO 30
75. Declaro, pues, que el mundo y todas sus partes
fueron ordenados al comienzo y han sido gobernados
durante todo el tiempo por la providencia divina; esta
tesis nuestra escuela suele dividirla en tres secciones.
La primera se basa en el argumento que prueba que los
dioses existen; una vez concedido esto, tiene que
admitirse que el mundo es gobernado por su sabiduría.
La segunda demuestra que todas las cosas se hallan
bajo el influjo de una naturaleza dotada de sensación y
que el universo es llevado por ella de la forma más
bella; y, una vez demostrado esto, se sigue de ello que
el universo fue engendrado por causas primeras vivas.
La tercera sección se reduce al tópico de la admiración
que nos produce la maravilla de la creación celeste y
terrestre.
76. En primer lugar, pues, uno debe o bien negar la
existencia de los dioses, que es lo que de alguna
manera hace Demócrito cuando los representa como
"apariciones" y también Epicuro con sus "imágenes";
o bien, todo el que admite que los dioses existen, debe
concederles una actividad, y una actividad realmente
sobresaliente; ahora bien, nada puede ser más
excelente o sobresaliente, en el orden de las
actividades, que el gobierno del mundo; luego el
mundo es gobernado por la sabiduría de los dioses. Si
esto no es así, tiene que existir evidentemente algo
mejor y más poderoso que la divinidad, sea lo que sea,
bien una naturaleza inanimada o una necesidad que se
apresura con poderosa fuerza a crear los objetos
sumamente bellos que vemos.
77. En tal caso, pues, la naturaleza de los dioses no es
superior a todas las demás en poder, puesto que está
sometida a una necesidad o naturaleza que gobierna el
firmamento, el mar y la tierra. Ahora bien, de hecho
no existe nada que sea superior a la divinidad; se
sigue, pues, de ello que el mundo es gobernado por
esa; y, por tanto, la divinidad no obedece o está
sometida a ninguna forma de naturaleza, y en
consecuencia ella misma gobierna la naturaleza. Y si
concedemos que los dioses son inteligentes,
admitimos también la providencia divina, y una
providencia que se ejerce en cosas de la máxima
importancia. Por tanto, ¿ignoran acaso los dioses
cuáles son las cosas de mayor importancia y de qué
manera deben ser éstas dirigidas y protegidas, o
carecen de fuerza para emprender y llevar a cabo
obligaciones de tan vasto alcance? La ignorancia,
empero, es extraña a la naturaleza divina, y la
debilidad, con la consiguiente incapacidad para
cumplir con el oficio propio, de ninguna manera se
aviene con la majestad divina. Esto muestra nuestra
tesis de que el mundo es gobernado por la providencia
divina.
CAPITULO 31
78. Y del hecho de la existencia de los dioses —
suponiendo que existan, como ciertamente existen—,
se sigue necesariamente que ellos son seres vivos o
animados y no solamente seres animados o vivos sino
también dotados de razón y unidos entre sí en una
especie de comunidad social, gobernando el único
mundo como si fuera una unión confederada o un
estado.
79. De ello se infiere que ellos poseen la misma
facultad de razonamiento que la raza humana, y que
unos y otra gozan de la misma aprehensión de la
verdad y poseen una misma ley que impone lo que es
recto y rechaza lo que no lo es. De aquí se nos hace
evidente que la sabiduría y la inteligencia las han
sacado los hombres asimismo de los dioses; y esto
explica por qué nuestros antepasados divinizaron la
Mente, la Fidelidad, la Virtud y la Concordia, y por
qué erigieron templos a estas divinidades con fondos
públicos, y ¿cómo podría alguien negar dentro de la
lógica o el sentido común que estas cosas se hallan en
los dioses, cuando nosotros veneramos sus augustas y
santas imágenes? Y si la humanidad posee
inteligencia, fidelidad, virtud y concordia, ¿de dónde
pueden haber fluido estas cosas a la tierra como no sea
de los poderes superiores? Asimismo, puesto que
poseemos la sabiduría, la razón y la prudencia, los
dioses deben necesariamente poseerlas también en un
grado de mayor perfección, y no solamente deben
poseerlas sino también ejercitarlas en cosas gran
envergadura y valor.
80. Ahora bien, nada tiene mayor envergadura y valor
que el universo; se sigue, pues, de ello que el universo
es gobernado por la sabiduría y providencia de los
dioses. Finalmente, puesto que hemos demostrado de
manera concluyente la divinidad de esos seres cuyo
glorioso poder y luminoso aspecto contemplamos, me
refiero al sol, a la luna, a los planetas y a las estrellas
fijas, y también al firmamento y al mismo 'mundo, y a
toda esa poderosa multitud de objetos contenidos en
todo el mundo y que prestan grandes servicios y
beneficios a la raza humana, la conclusión que se
infiere es que todas las cosas son gobernadas por la
inteligencia y la sabiduría divinas. Y baste con esto
respecto de la primera sección del tema.
CAPITULO 32
81. A continuación he de demostrar que todas las
cosas se hallan bajo el influjo de la naturaleza y son
llevadas a su meta por ella de la manera más
excelente. Pero primero he de explicar brevemente el
significado del término "naturaleza" mismo, a fin de
hacer mi doctrina más fácilmente inteligible. Algunos
definen la naturaleza como una fuerza no racional que
causa movimientos necesarios en los cuerpos
materiales; otros la definen como una fuerza racional y
ordenada que avanza metódicamente y que despliega
claramente los medios que adopta para producir cada
resultado y el fin a que ella tiende, y al mismo tiempo
en posesión de un arte que ninguna realización de un
artista o artesano puede emular o reproducir; pues una
semilla, puntualizan ellos, tiene tal potencia que aun
siendo tan poca cosa en cuanto a tamaño, sin embargo,
si cae en alguna sustancia que la conciba y que la
envuelva y consigue material adecuado para fomentar
su nutrición y crecimiento-, modela y produce las
diversas criaturas según sus especies, unas destinadas
simplemente a absorber el alimento a través de sus
raíces, otras capaces de moverse, sentir, apetecer y
reproducir su propia especie.
82. Algunos pensadores, a su vez, denotan por el
término "naturaleza" la totalidad de la existencia —
Epicuro, por ejemplo, que divide la naturaleza de
todas las cosas existentes en átomos, vacío y los
atributos de éstos. Por otra parte, cuando nosotros
hablamos de la naturaleza como del principio de
sostenimiento y gobierno del mundo, no queremos
decir con ello que el mundo sea semejante a un terrón
de tierra, a un trozo de piedra o a cualquier otra cosa
de este tipo, que posee solamente
93 el principio naturalde cohesión, sino semejante a un árbol o a un animal,
que no despliega o desarrolla una estructura fortuita o
casual, sino que muestra un orden y una cierta
semejanza de plan o designio.
CAPITULO 33
83 Pero si las plantas fijadas y enraizadas en la tierra
deben su vida y su vigor al arte de la naturaleza, sin
duda la tierra misma debe ser sostenida por ese mismo
poder, puesto que una vez ha sido fecundada por las
semillas da a luz de su vientre todas las cosas con
profusión y abundancia, nutre sus raíces en su seno y
hace que crezcan, mientras ella a su vez es nutrida por
elementos superiores y externos. Sus exhalaciones,
además, dan alimento al aire, al éter y a todos los
cuerpos celestes. Así, pues, si la tierra es sostenida y
vigorizada por la naturaleza, el mismo principio tiene
que aplicarse con razón al resto del mundo, pues las
plantas están enraizadas en la tierra, los animales se
sostienen respirando el aire y el aire mismo es nuestro
acompañante en la visión, la audición y la emisión de
sonidos, ya que ninguna de estas operaciones puede
ser realizada sin su ayuda; más aún, se mueve a una
con nosotros, pues adondequiera que vayamos o
movamos nuestros miembros, parece como si nos
cediera el lugar y se retirara ante nosotros.
84 Y aquellos objetos que se dirigen hacia el centro de
la tierra, que es su lugar más bajo, los que se mueven
desde el centro de la tierra hacia arriba y los que se
mueven circularmente en torno al centro, constituyen
la única naturaleza continua de! mundo. Por su parte,
la continuidad de la naturaleza del mundo está
constituida por las transmutaciones de los cuatro
géneros de materia. La tierra, en efecto, se vuelve
agua, el agua aire, el aire se transforma en éter y luego
el proceso se invierte y el éter se convierte en aire, el
aire en agua y el agua en tierra, el más bajo de todos.
Así, pues, la unión de las partes del mundo se mantiene
gracias al constante paso, hacia arriba y hacia
abajo, hacia un lado y hacia otro de estos cuatro
elementos de que todas las cosas están compuestas.
85 Y esta estructura del mundo debe ser o bien
sempiterna en esta misma forma en que la vemos, o
bien, en todo caso, extremadamente duradera y tiene
que estar destinada a permanecer durante un período
de tiempo casi inconmensurablemente largo. Sea cual
sea de las dos hipótesis la verdadera, se infiere de ello
que el mundo es gobernado por la naturaleza.
Considérese, en efecto; la navegación de una flota, la
instrucción y marcha de un ejército, o bien —
volviendo a los ejemplos toma dos de los procesos de
la naturaleza— la formación de los brotes en una viña
o un árbol, o incluso la figura y estructura de los
miembros de un animal: ¿acaso mostrarán alguna vez
un grado tal de arte en su naturaleza como el que
manifiesta el mundo mismo? Así, pues, o bien no hay
nada que sea gobernado por una naturaleza dotada de
sensación o bien hemos de admitir que el mundo es
gobernado de esta manera.
86 Y ciertamente, ¿cómo es posible que el universo,
que contiene en sí mismo todas las demás naturalezas
y sus semillas, no sea él mismo gobernado por la
naturaleza? Por tanto, si alguien afirmara que los
dientes del hombre o el pelo que hay en su cuerpo son
algo que crece naturalmente, pero que el hombre
mismo, a quien estas cosas pertenecen, no es un
organismo natural, no comprenden que las cosas que
producen algo que nace del interior de ellas mismas
tienen que poseer naturalezas más perfectas que las
cosas que son producidas por ellas.
CAPITULO 34
Pero el sembrador, el plantador y el progenitor, por así
decir, de todas las cosas que gobierna la naturaleza, su
educador y encargado de nutrirlas, es el mundo; el
mundo da alimento y sostenimiento a todas las cosas,
como si fueran sus miembros o partes. Ahora bien, si
las partes del mundo son gobernadas por la naturaleza,
el mundo mismo debe necesariamente ser gobernado
por la naturaleza. Y el gobierno del mundo no contiene
nada que pueda ser censurado; dados los elementos
existentes, lo mejor que podría producirse a partir de
ellos ha sido producido.
87. Que alguien demuestre, pues, que podría haber
sido mejor. Pero nadie demostrará esto nunca y
cualquiera que intente mejorar algún detalle o bien lo
empeorará o bien estará pidiendo una mejora
imposible en la naturaleza de las cosas.
Y si la estructura del mundo en todas sus partes es tal
que no podría haber sido mejor ni en cuanto a utilidad
ni en cuanto a belleza, consideremos si esto es
resultado del azar, o bien si, por el contrario, las partes
del mundo se hallan en tales condiciones que
seguramente no podrían haber formado un todo
coherente de no estar controladas por una inteligencia
y por la providencia divina. Si, pues, los productos de
la naturaleza son mejores que los del arte y si el arte
no produce nada sin la ayuda de la razón, tampoco se
puede pensar que la naturaleza carezca de razón.
Cuando ves una estatua o una pintura, reconoces allí la
mano o presencia del arte; cuando ves a distancia
marchar una nave no vacilas en suponer que su
movimiento es guiado por la razón y por el arte;
cuando miras a un reloj de sol o a una clepsidra,
infieres que eso te indica el tiempo gracias al arte y no
por casualidad; ¿cómo puede, pues, ser lógico o consecuente
suponer que el mundo, que incluye en sí las
obras de arte de que hablamos, los artífices que las
hicieron, y cualquier otra cosa además, pueda carecer
de plan y razón?
88. Imagina que un viajero lleva a Escitia o a Britania
el planetario que recientemente ha construido nuestro
amigo Posidonio, ese planetario que en cada
revolución reproduce los mismos movimientos del sol,
la luna y los planetas que se producen realmente en el
firmamento cada veinticuatro horas, ¿habría un solo
bárbaro que dudara de que dicho planetario era obra
de un ser racional?
CAPITULO 35
Estos pensadores, con todo, plantean dudas acerca del
mundo mismo, del que todas las cosas nacen y del que
tienen su ser y discuten sobre si es producto del azar o
de una necesidad de alguna clase, o bien de la razón e
inteligencia divinas; estiman o valoran en más la
realización de Arquímedes al construir un modelo de
las revoluciones del firmamento que la realización
misma de la naturaleza al crearlas, a pesar de que la
perfección del original muestra un arte muchas veces
superior al de la imitación.
89. Es el mismo caso del pastor aquel que aparece en
Accio
94 , que nunca antes había visto ninguna nave yque, al contemplar a distancia, desde la cumbre de su
montaña, aquel nuevo vehículo de los Argonautas,
construido por los dioses, en su primer sentimiento de
admiración y temor, exclama:
"una mole tan grande se desliza desde alta mar
bramando con gran estrépito de viento:
hace rodar las olas delante de ella,
forma remolinos con su fuerza,
corre lanzada hacia adelante, bufa y esparce espuma;
unas veces se creería que una nube tormentosa rota
gira,
otras que una roca es lanzada hacia lo alto, impelida
por vientos y tormentas,
o que una manga de agua en remolino
se alza del choque de una ola en lucha con la otra,
a menos que sea una calamidad terrestre que provocó
el océano,
o Tritón acaso, arrancando con el tridente
las raíces de las cavernas que hay debajo del ondulante
mar,
lanzando al cielo desde lo hondo una rocosa mole".
Primero duda de que aquella naturaleza desconocida
que ve pueda existir; y luego, una vez ha visto a los
jóvenes y ha escuchado su canto marinero, sigue
diciendo:
"veloces y ágiles, tropiezan con la proa los
delfines",
y otras muchas cosas por el estilo, como
"semejante a la tonada de Silvano, llega a mis oídos
un cantar".
90. Pues bien, de la misma manera que el pastor,
cuando vio la nave por vez primera, piensa estar
viendo un objeto sin vida e inaminado, pero luego es
inducido por más claras señales a comenzar a
sospechar la verdadera naturaleza de aquello sobre lo
cual en un comienzo se había sentido inseguro, así
también les debió ocurrir a los filósofos; si por
casualidad la primera mirada dirigida al mundo los
dejó perplejos, luego, una vez hubieron visto sus
movimientos definidos y regulares, y todos sus fenómenos
controlados por un sistema fijo y una
uniformidad inmutable, infirieron de ello la presencia
no simplemente de un habitante de esta morada
celestial y divina, sino también la de un rector y
gobernante, algo así como el arquitecto de esta obra
tan enorme y monumental.
CAPITULO 36
De hecho, empero, me parece a mí que ni tan siquiera
sospechan las maravillas de la creación celestial y
terrestre.
91. En primer lugar, en efecto, la tierra, que se halla
situada en el centro del mundo, está rodeada por todas
partes por esta sustancia viviente y respirable
denominada aire. Aire o "aer" es una palabra griega,
pero aun así ha sido ya admitida en nuestros días por
nuestra raza, de forma que de hecho es corriente ya
como si fuera latina. El aire, a su vez, está rodeado o
abrazado por el éter inconmensurable, que está
constituido por las porciones más elevadas de fuego.
El término "éter" podemos también tomarlo de
prestado y emplearlo, igual que en el caso del "aire",
como un término latino, si bien Pacuvio ofrece a sus
lectores una traducción:
"eso de que hablo lo llamamos nosotros cielo, los
griegos lo llaman éter",
¡como si el hombre que decía esto no fuera griego!
"Pero está hablando en latín", dirá alguien.
Exactamente, si no queremos suponer que le estamos
oyendo hablar en griego; él mismo nos dice en otro
lugar:
"nacido griego: mi lenguaje lo descubre así".
92. Pero volvamos a cuestiones más importantes. Del
éter brotan luego los fuegos innumerables de los
astros, cuyo príncipe es el sol que ilumina todas las
cosas con la luz más brillante, y es muchas veces más
grande y extenso que la tierra entera; y luego de él las
demás estrellas de inmedibles magnitudes. Y esos
inmensos e incontables fuegos no solamente no causan
daño a la tierra y a las cosas terrestres, sino que son de
hecho beneficiosos, si bien lo son de tal manera que si
sus posiciones quedaran alteradas, la tierra resultaría
inevitable mente abrasada del todo por tan enormes
volúmenes de calor, al perder éstos todo control y
moderación.
CAPITULO 37
93. Al llegar a este punto, ¿no me habré de sor
prender de que haya alguien que pueda estar
personalmente convencido de que existen ciertas partículas
de materia, sólidas e indivisibles, arrastradas
por la fuerza de la gravedad y de que la colisión o
choque fortuito de estas partículas produce este mundo
tan elaborado y bello? Yo no puedo entender por qué
el que considera posible que esto haya ocurrido no
pensará también que si un número incontable de
copias de las veintiuna letras del alfabeto, hechas de
oro o de lo que quiera, fueran echadas juntas en un
receptáculo y fueran luego agitadas y echadas al suelo,
había de ser muy posible que ellas formaran los
Annales de Ennio, completamente a punto para el
lector. ¡Yo dudo incluso de que el azar pueda tener
éxito en la constitución de un único verso!
94. Así y todo, según la afirmación de esos, a base de
partículas de materia que carecen de calor, que
carecen de toda cualidad —el término griego es
"poiotes" —, que carecen de sensación, pero que
chocan entre sí al azar y de manera fortuita, ha
aparecido el mundo en su plenitud o, mejor aún, un
número incalculable de mundos, de los que unos están
siendo producidos y otros están pereciendo a cada
instante del tiempo; esto supuesto, si el choque de los
átomos puede crear un mundo, ¿por qué no puede
producir un pórtico, un templo, una casa, una ciudad,
siendo así que estas cosas son menos y, en verdad,
mucho menos difíciles de hacer? Ciertamente, se
dedican con tanta temeridad a decir tonterías acerca
del mundo que llego a tener la impresión de que ellos
no han levantado nunca su mirada hacia este cielo tan
sorprendentemente bello —que es el tema que he de
tratar a continuación—. Así, pues, dice Aristóteles con
gran brillantez.
9595. Si hubiese seres que siempre hubieran vivido
debajo de la tierra, en mansiones confortables y bien
iluminadas, decoradas con estatuas y pinturas y
provistas de todos los lujos de que gozan las personas
consideradas sumamente felices, y que, aun cuando
nunca hubieran salido por encima del suelo hubieran
sabido por relaciones y por referencias de oído que
existían ciertas divinidades o poderes divinos: si
luego, en cierto momento, las mandíbulas de la tierra
se abrieran y dichos seres pudieran escapar de su
mansión oculta y salir a las regiones que nosotros
habitamos, en cuanto ellos tuvieran de repente la
visión de la tierra, los mares y el firmamento, y
llegaran a tener conocimiento de las nubes enormes y
los vientos poderosos, y contemplaran el sol, y se
dieran cuenta no sólo de su tamaño y belleza sino
también de su potencia al ser causa del día
difundiendo su luz por todo el cielo, y una vez la
noche hubiera oscurecido toda la tierra, vieran ellos
entonces todo el firmamento moteado y adornado de
estrellas, las fases cambiantes de la luz de la luna, unas
veces creciente y otras decreciente, las salidas y
puestas de todos estos astros, sus órbitas fijas e
inmutables a través de toda la eternidad: cuando ellos
vieran todas estas cosas, sin duda pensarían que los
dioses existen y que todas estas obras magníficas eran
suyas.
CAPITULO 38
96. Hasta aquí Aristóteles; por nuestra parte,
imaginemos una oscuridad tan densa como aquella
que se dice cubrió en una ocasión las comarcas
vecinas con motivo de una erupción del volcán Etna,
de manera que durante dos días, nadie podía reconocer
a nadie y cuando al tercer día brilló sobre ellos el sol,
sintieron como si hubieran comenzado a vivir de
nuevo: pues bien, supongamos que después de haber
prevalecido la oscuridad desde el comienzo del tiempo
nos ocurriera a nosotros de manera semejante, que
contemplábamos de repente la luz del día: ¿qué
pensaríamos nosotros del esplendor de los cielos?
Pero, el hecho de que estas cosas ocurran a diario y el
hábito que ello crea familiarizan nuestros espíritus con
esta visión, y no sentimos ninguna sorpresa o
curiosidad respecto de las razones de las cosas que
vemos siempre: como si fuera la novedad y no más
bien la importancia de los fenómenos lo que debiera
incitarnos a averiguar sus causas.
97. ¿Quién no negaría el nombre de ser humano a un
hombre que viendo los movimientos regulares del
cielo, el orden fijo de las estrellas y la exacta
interconexión e interrelación de todas las cosas, fuera
capaz de negar que estas cosas poseían algún plan
racional, y fuera capaz de mantener que estos
fenómenos, en cuyo orden hay una sabiduría que
trasciende nuestra sabiduría y capacidad intelectiva,
tienen lugar por obra del azar? Cuando vemos algo
que se mueve gracias a un ingenio o maquinaria, como
un planetario o un reloj o muchas otras cosas por el
estilo, no dudamos de que son obra de la razón; por
consiguiente, al contemplar al ritmo todo del cielo,
moviéndose en rotaciones de sorprendente velocidad,
y realizando con exacta regularidad los cambios
anuales de las estaciones con la más absoluta
seguridad y salubridad para todas las cosas, ¿cómo
podemos dudar de que todo esto es realizado no
solamente por una razón, sino por una razón que es
trascendente y divina?
98. Podemos, en efecto, ahora, dejando a un lado las
sutilezas de la discusión, contemplar de alguna manera
la belleza de todas esas cosas que decimos han sido
creadas por la providencia divina.
CAPITULO 39
Contemplemos, primero, la tierra toda, situada en el
centro del mundo, una masa esférica sólida,
conglomerada en forma de globo por la gravitación
natural de todas sus partes, vestida de flores, de
césped, de árboles y granos, de formas de vegetación
todas increíblemente numerosas e inagotablemente
variadas y diversas. Añádase a esto las fuentes frías
que siempre manan, los ríos y corrientes de agua
transparentes, sus riberas vestidas del más
esplendoroso verdor, las altas bóvedas de las cavernas,
las rocas erizadas, las enhiestas cimas de las montañas
y los inmensos llanos; y añade también a esto las
venas ocultas de oro y plata, y la ilimitada abundancia
de mármol.
99. ¡Cuántas y Cuán variadas especies de animales,
salvajes o mansos! ¡Qué vuelos y qué cantos en las
aves! ¡Qué pastizales de ganado! ¡Qué vitalidad y
fecundidad en los bosques! ¿Y qué decir de la raza
humana? Los hombres son como los cultivadores
natos del suelo, y no sufren que ella se convierta en
una guarida salvaje de las fieras o en un erial estéril de
zarzas y malezas; y, con sus trabajos, diversifican y
adornan los campos, las islas y las costas con casas y
ciudades. Si pudiéramos ver estas cosas con los ojos
de la misma manera que las vemos con la mente,
nadie, a la vista de la tierra toda, pondría en duda la
existencia de la razón divina.
100. ¡Cuán grande es, por otra parte, la belleza del
mar! ¡Qué maravillosa a la vista su enorme ex
tensión! ¡Cuántas y Cuán diversas sus islas! ¡Qué
belleza en sus costas y playas! ¡Cuán numerosas y
Cuán distintas las especies de animales marinos, de los
que unos viven en las profundidades del mar, otros
flotan y nadan en la superficie, otros se ad hieren con
sus propias conchas a las rocas! El mar mismo,
suspirando vivamente por la tierra, juega contra sus
playas de tal manera que los dos elementos parecen
fundidos en uno.
101. Luego el aire, en el confín del mar, experimenta
las alternancias del día y la noche, y unas veces se
levanta hacia lo alto fundido y enrarecido, otras veces
se condensa en nubes y se comprime y, recogiendo
humedad, enriquece la tierra con lluvias, y aun otra
veces, fluyendo de acá para allá, forma los vientos.
Asimismo, da lugar a las variaciones anuales de frío y
calor, y asimismo, sostiene el vuelo de las aves e,
inhalado por medio de la respiración, nutre y sostiene
la raza animal.
CAPITULO 40
Nos queda el elemento que más distante está y más
altamente alejado de nuestras mansiones, el círculo del
firmamento que todo lo ciñe y todo lo delimita,
llamado también éter, la costa más alejada y la
frontera del mundo, donde esas figuras ígneas
sumamente maravillosas trazan sus ordenadas
trayectorias.
102. De éstas, el sol, que supera a la tierra muchas
veces en magnitud, gira en torno a ella, y con su salida
y su puesta determina el día y la noche, y acercándose
unas veces y retirándose otras de nuevo, dos veces por
año efectúa retornos en direcciones opuestas desde su
punto más alejado y en el transcurso de esos retornos
hace una vez que la faz de la tierra haga como que se
contrae en un tenebroso enfado o pesadumbre, y la
otra le devuelve su alegría hasta el punto de parecer
que ella ríe a una con el cielo.
103 Por su parte, la luna, que es según demuestran los
matemáticos o astrónomos de un tamaño igual a más
de la mitad de la tierra, se mueve por los mismos
espacios que el sol, pero unas veces converge con él y
otras diverge de él y envía a la tierra la luz que ella ha
recibido del sol, al tiempo que experimenta ella misma
diversos cambios de su luz, y asimismo unas veces
está en conjunción con el sol y lo oculta, oscureciendo
la luz de sus rayos, y otras veces entra ella misma en
la sombra que proyecta la tierra, situándose en un
lugar opuesto al del sol y, debido a la interposición e
interferencia de la tierra, repentinamente se apaga. Y
las llamadas estrellas errantes o planetas recorren las
mismas órbitas en torno a la tierra, y se levantan y se
ponen de la misma manera, con movimientos unas
veces acelerados, otras veces retarda dos y aun a veces
cesando por completo de moverse.
104 Nada puede ser más maravilloso o más bello que
este espectáculo. Viene luego la inmensa multitud de
las estrellas fijas, agrupadas en constelaciones tan
claramente definidas que han recibido nombres
derivados de la semejanza que tienen con objetos que
nos son familiares.
CAPITULO 41
—Voy a utilizar los poemas de Aratos
97, tal como túmismo los tradujeras cuando eras aún muy joven, los
cuales, a causa de su lenguaje latino, me agradan tanto
que guardo muchos de ellos en mi memoria.
Pues bien, como continuamente vemos con nuestros
propios ojos, sin ningún cambio o variación,
Con raudo giro los celestes astros
Llevan en pos las noches y los días.
105. y nadie que guste de contemplar la uniformidad
de la naturaleza, nunca puede saciarse de mirarlos.
"el vértice más alejado de cada parte del eje se llama
polo".
En torno al círculo polar, las dos Osas, que nunca se
ponen:
occidentes.
"de éstas llaman los griegos a la una Cynosura
98, y a laotra: Hélix"
99 ; y de las estrellas sumamente brillantesde esta última, las cuales vemos durante toda la noche,
de estas digo
"que los nuestros solieron llamarlas siempre 'Septem
Triones'".
106. Y la pequeña Cynosura consta de un número
igual de estrellas agrupadas de manera semejante, y
gira en torno al mismo polo:
De ésta fían su suerte los Fenicios
En el profundo mar: ella los guía,
En tenebrosa noche; pero luce
Más fulgida y distinta la primera,
Irradiando a lo lejos su corona;
Mas la pequeña al navegante es útil,
Porque en curso interior y breve círculo
Su movimiento lleva.
CAPITULO 42
Y asimismo, para exaltar más aún la belleza de estas
constelaciones, "entre ellas, como un río que corre
raudamente, se arrastra la Serpiente torva, torciéndose
en lo alto y en lo bajo, y enroscándose en sinuosas
curvas su cuerpo de reptil".
107. Su aspecto todo es muy notable, pero la parte que
en ella más llama la atención es la forma de su cabeza
y el fulgor de sus ojos: sus sienes están señaladas por
un doble fulgor, y de sus crueles ojos brotan dos
ardientes luces, y su mentón reluce con una sola
refulgente estrella; su cabeza está inclinada, y su grácil
cuello está torcido, como con la vista fija en la cola de
la Gran Osa".
108. Y mientras que el resto del cuerpo de la Serpiente
o Dragón es visible durante toda la noche,
"su cabeza, de pronto y un instante, se sumerge en el
mar, donde su salida y su ocaso en un solo punto se
confunden".
Como imagen llorosa, vaga en torno
La que llaman los Griegos Eugonasis.
Porque está sustentada en sus rodillas;
Orna su espalda que el dolor abate,
De espléndido fulgor una corona.
109. Cerca de su cabeza vemos la Anguitenens,
que llaman los Griegos Ophiucho:
Con ambas manos a la sierpe oprime,
Que religa su cuerpo y le sujeta,
Cercando del varón el firme pecho;
Pero él la huella con potente brío,
Y oprime con los pies ojos y pecho
Del rápido Nepao.....
Luego de los "Septentriones" viene
Arctophilax. que llaman el boyero,
Que por la lanza de su carro unida
Lleva ante sí la Osa.
A éstas siguen otras estrellas:
110. Fija bajo la entraña del Bootes
Está la estrella de radiante lumbro,
Insigne con el nombre de Arturo,
y debajo de sus pies se mueve
la Virgen, de cuerpo esplendoroso,
sosteniendo la luciente espiga".
101CAPITULO 43
Y las constelaciones están tan cuidadosamente espaciadas
que su inmensa y ordenada disposición es
una evidente manifestación del arte de un creador
divino:
"Junto a la cabeza de la Osa,
podrás ver los Gemelos,
y el Cangrejo debajo de su vientre,
y a los pies de éste el gran León,
que emite su temblorosa llama."
El Auriga
"se moverá escondido
bajo el costado izquierdo de los Gemelos;
frente a él está Hélix, con su aspecto fiero;
y a su hombro izquierdo
se asoma la Cabra luminosa".
[Y luego lo que sigue
102 ]:"y es esta una constelación grande y brillante,
mientras que las Cabrillas vierten
sobre los hombres una luz exigua".
Debajo de sus patas,
"se agacha el cornudo Toro
con su enorme cuerpo"
estrellas:
"los griegos las solieron llamar Hyadas",
porque traen la lluvia —y en griego llover se dice
"hyein"—, mientras que los nuestros torpemente las
llamaron Lechoncillos, como si el nombre de Hyadas
derivara de la palabra "cerdo" y no de "lluvia".
Al Septentrión Menor le sigue Cefeus, con sus manos
abiertas y extendidas:
"pues él da vueltas
junto a la espalda misma de la Osa Cynosura".
A este le antecede
"Casiopea, con sus estrellas de oscuro aspecto,
y junto a ella gira, con rutilante cuerpo,
la triste Andrómeda, eludiendo la vista de su madre.
El vientre del Caballo toca su cabeza,
lanzando con orgullo a lo alto su brillante crin;
una estrella común mantiene unidas sus figuras,
deseosa de anudar un nudo eterno entre las dos
constelaciones.
Cerca de ellas está Aries
103, con su retorcida cuerna";y luego de él
"se deslizan los Peces, uno en trecho por delante,
tocando más de cerca los horrorosos vientos de
Aquilón".
CAPITULO 44
112. A los pies de Andrómeda se esboza la figura
de Perseo,
"a quien en el cénit atacan los vientos aquilones"
y junto a él.
"a su rodilla izquierda, situadas a ambos lados,
verás las diminutas Pléyades con su luz tenue.
Y, levemente oblicua, se ve luego la Lira,
y luego el Ave alada, bajo el dosel inmenso de los
cielos".
Cerca de la cabeza del Caballo está la mano diestra de
Acuario, y luego toda la figura de éste.
Luego, exhalando de su fuerte pecho un frío helado,
viene Capricornio, medio fiera en su cuerpo, en una
gran órbita;
vestido con una luz perpetua por Titán,
desvía su carro para remontar el cielo del invierno."
113. Aquí se ve
"como sale, mostrándose en lo alto, el Escorpión,
llevando con su fuerte cola el curvado Arco;
cerca de él, apoyado en sus alas, gira el Ave,
y cerca de ésta vuela el Águila, llameante el cuerpo".
Luego el Delfín,
"y luego brilla Orion, de cuerpo oblicuo".
114. Siguiendo a éste
"el luminoso Can brilla radiantemente".
Después de él viene la Liebre,
"que nunca se fatiga de su veloz carrera y no descansa;
en la cola del Can, se mueve serpeante Argo.
Aries cubre a ésta, y los Peces de escamoso cuerpo,
y el luminoso pecho de ella toca del Río las
riberas."
105Verás su corriente deslizarse y manar largamente,
"y en el cénit verás las Cadenas,que atan a los Peces,
colgando de su colas.
Verás después, junto al brillante aguijón del
Escorpión,
el Ara, acariciada por el suave respirar del Austro."
Y cerca de allí el Centauro,
"avanza aprisa para unir por debajo de sus Garras las
partes del Caballo.
Y alargando su diestra, que coge al gran cuadrúpedo,
camina a grandes pasos hacia el Ara brillante;
aquí, desde sus infernales partes, se alza la Hydra,"
con su cuerpo ampliamente desparramado;
"y en medio de su seno refulge luminosa la Crátera,
mientras que, apoyado en su cola, el emplumado
Cuervo
la picotea con su pico; y allí, junto a los mismos
Gemelos,
se halla el Ante-Can, 'prokyon' llamado por los
griegos."
115. ¿Puede alguna persona que esté en su sano juicio
creer que esta estructura toda de estrellas y esta
enorme decoración celeste pudo ser creada a partir de
unos átomos que corren de acá para allá de manera
fortuita y al azar? ¿Pudo acaso haber creado esas cosas
algún otro ser desprovisto de inteligencia y razón? Su
creación no solamente postula la inteligencia, sino que
es imposible entender su naturaleza sin una
inteligencia de un orden muy superior.
CAPITULO 45
Pero, no solamente son maravillosas estas cosas, sino
que no hay nada más notable que la estabilidad y
coherencia del mundo, que es tal que resulta imposible
ni siquiera imaginar algo mejor dispuesto para
perdurar. Pues todas sus partes, en cualquier dirección
que se muevan, gravitan hacia el centro con una fuerza
o presión uniforme. Además, los cuerpos qué están
unidos mantienen su unión de la manera más
permanente cuando poseen algún vínculo que los ciñe
o rodea para mantenerlos atados; y esta función es
cumplida por esa sustancia racional e inteligente que
impregna al mundo entero como causa eficiente de
todas las cosas y que arrastra y reúne las partículas
más exteriores en dirección al centro.
116. Por eso, si el mundo es redondo y, por tanto,
todas sus partes se sostienen por sí mismas y entre sí
en un equilibrio universal, lo mismo tiene que ocurrir
en la tierra, de forma que todas sus partes tienen que
converger hacia el centro —que en una esfera es el
punto más bajo— sin que nada rompa la continuidad y
amenace así con la disolución su vasto complejo de
fuerzas y masas gravitatorias. Y, según el mismo
principio, el mar, aunque situado por encima de la
tierra, busca sin embargo el centro de la tierra y tiene
así la forma de una esfera por todas partes uniforme, y
nunca inunda sus orillas y se desborda.
117. Su vecino, el aire, se dirige, es verdad, hacia
arriba a causa de su ligereza, pero al mismo tiempo se
extiende o difunde horizontalmente en todas
direcciones; y así, estando en contacto con el mar y
unido a él, tiene una tendencia natural a elevarse hacia
el firmamento y, recibiendo con ello una mezcla de la
sutileza y del calor del firmamento, proporciona a los
seres vivos el aliento vital y saludable. El aire está
abarcado por la parte más elevada del firmamento,
denominada la parte etérea; ésta conserva su propio
tenue calor sin que lo hiele ninguna mezcla, y se une a
la superficie exterior del aire.
CAPITULO 46
En el éter las estrellas giran en sus órbitas; éstas
conservan su forma esférica gracias a su propia gravitación
interna, y conservan asimismo sus movimientos
gracias a su misma forma y conformación;
son en efecto, esféricas, y es la figura que, como creo
haber dicho antes,
106 menos expuesta está a serdañada.
118. Ahora bien, las estrellas son de una sustancia
ígnea y por esta razón son nutridas por los vapores de
la tierra, del mar y las corrientes de agua, vapores que
hace subir el sol desde los campos y las corrientes de
agua que él calienta; y una vez se han nutrido y
renovado por obra de estos vapores, las estrellas y
también el éter todo, se desprenden nuevamente de
ellos, y luego una vez más los sacan de la misma
fuente, sin perder nada de su materia, o solamente una
parte sumamente pequeña que es consumida por el
fuego de las estrellas y la llama del éter. A
consecuencia de esto, según lo cree nuestra escuela,
aunque se suele decir que Panecio dudó de la doctrina
ésta, finalmente se producirá una conflagración de
todo el mundo, porque cuando toda la humedad se
haya agotado, ni la tierra podrá alimentarse, ni el aire
continuará fluyendo, por ser incapaz de subir hacia lo
alto, luego de haberse bebido toda el agua; así no quedará
nada más que el fuego, por obra del cual, en
cuanto ser vivo y divino, puede una vez más ser
creado un nuevo mundo y el universo ordenado puede
ser restaurado en su primer estado.
.
119. No quisiera que pensarais que me demoro
demasiado en la astronomía, y en especial en el
sistema de las estrellas llamadas planetas; éstos, con
los movimientos más diversos, trabajan en una
armonía mutua tal que el más alto de todos, Saturno,
tiene una influencia refrigeradora, el del medio, Marte,
da calor, el que está entre ellos, Júpiter, da luz y un
calor moderado, mientras que los dos que hay por
debajo de Marte obedecen al sol, y el sol mismo llena
todo el mundo de Luz, e ilumina asimismo a la luna,
que es la fuente de la concepción, del nacimiento, del
crecimiento y de la maduración. Si hay algún hombre
que no se sienta impresionado por esta coordinación
de las cosas y esta armoniosa combinación de la
naturaleza en orden a asegurar la conservación del
mundo, tengo la más completa seguridad de que nunca
ha prestado la más mínima atención a estas cuestiones.
CAPITULO 47
120. Pasando ahora de las cosas celestiales a las
terrestres, ¿qué hay entre estas últimas que no manifieste
claramente el plan racional de un ser inteligente?
En primer lugar, en la vegetación que brota de
la tierra, los troncos o tallos dan estabilidad a las
partes que sostienen y absorben del suelo la savia que
nutra las partes contenidas en las raíces; y los troncos
están recubiertos de cortezas de varios tipos para
protegerlos mejor contra el frío y el calor. Las vides,
por su parte, se adhieren a sus rodrigones con sus
zarcillos como si fueran manos y de esta manera se
mantienen erectas como animales. Más aún, se dice
que, si son plantadas cerca de las berzas o coles, las
huyen y evitan si fueran cosas pestilentes o nocivas y
no las tocan en ningún punto.
121. ¡Qué variedad hay, asimismo, entre los animales,
y qué capacidad poseen ellos para mantenerse cada
uno dentro de su propia especie! Unos están
protegidos por pieles coriáceas, otros están vestidos de
lana, otros están erizados de espinas; vemos a unos
cubiertos de plumas, a otros de escamas; unos están
armados de cuernos y otros tienen alas para poder huir
de sus enemigos. La naturaleza, sin embargo ha dado
con generosa abundancia a cada especie aquel
alimento que es adecuado para ella.
Podría mostrar detalladamente qué medios han sido
dados a cada forma animal para apropiarse y asimilar
este alimento, cuán ingeniosa y apta es la disposición
de las diversas partes, qué maravillosa es la estructura
de los miembros. Pues todos los órganos, al menos los
que se encuentran en el interior del cuerpo, están
formados y colocados de tal manera que ninguno de
ellos es superfluo o innecesario para la conservación
de la vida.
122 Pero la naturaleza ha otorgado también a los
animales la sensación y el apetito, lo uno para
provocar en ellos el impulso a adueñarse de sus
alimentos naturales, lo otro para que sean capaces de
distinguir las cosas nocivas de las cosas saludables.
Por otra parte, unos animales se acercan a su alimento
caminando, otros reptando, otros volando, otros
nadando; y unos cogen su alimento abriendo la boca y
con los mismos dientes, otros lo apresan en sus garras,
otros con sus curvados picos y unos lo sorben o
chupan, otros lo pastan, unos lo tragan entero y otros
lo mastican. Asimismo, unos son tan bajos que
fácilmente alcanzan su alimento sobre el suelo con sus
mandíbulas.
123 En cambio, las especies más altas, tales como los
ánades, los cisnes, las grullas y los camellos, se
ayudan para ello de la longitud de sus cuellos; al
elefante se le ha dado incluso una mano, porque su
cuerpo es tan enorme que le era difícil alcanzar su
alimento.
CAPITULO 48
Por otra parte, aquellos animales cuyo modo de
sostenimiento era alimentarse de otros animales de
otra especie recibieron de la naturaleza o bien la
fuerza o bien la agilidad y rapidez. A algunos animales
se les dio incluso una especie de artería o astucia: por
ejemplo, una clase de la familia de las arañas teje una
especie de red a fin de dar cuenta de todo lo que sea
cogido en ella; otras vigilan donde no se les ve y
echándose sobre lo que pueda caer, lo devoran. La
almeja, o "pina" como la llaman los griegos, es un
gran animal bivalvo que forma una especie de
sociedad con la menuda quisquilla a fin de procurarse
el alimento, y así, cuando pequeños peces se dirigen
hacia la concha abierta, la quisquilla llama la atención
de la almeja, y la almeja cierra sus valvas en un fuerte
mordisco
107, de esta manera, dos animales muy desemejantesobtienen su alimento en común.
124. En este caso sentimos la curiosidad de saber si su
asociación se debe a una especie de convenio mutuo o
si es producto de la naturaleza misma y se remonta al
momento mismo de su nacimiento. También provocan
en alto grado nuestra sorpresa esos animales acuáticos
que nacen en la tierra: por ejemplo, los cocodrilos, las
tortugas de agua y ciertas serpientes, que nacen en la
tierra seca, pero tan pronto como pueden comenzar a
reptar se encaminan al agua. Asimismo, nosotros
colocamos con frecuencia huevos de pato debajo de
las gallinas y los polluelos que nacen de los huevos
son al principio alimentados y cuidados por las
gallinas que los ayudaron a salir del cascarón y los
habían incubado; pero más tarde abandonan a sus
madres adoptivas y echan a correr cuando ellas los
persiguen, tan pronto como tienen una ocasión de ver
el agua, su habitación natural. Tan poderoso es el
instinto de auto conservación que la naturaleza ha
implantado en los seres vivos.
CAPITULO 49
He leído incluso en un libro
108 que existe un pájarollamado espátula, que se procura su alimento volando
detrás de esas aves que bucean en el agua; al volver
éstas a la superficie con un pez cogido en el agua,
mordisquean sus cabezas con su pico hasta que éstas
sueltan su presa, sobre la que la espátula se precipita
ella misma. Se dice también de este pájaro que tiene la
costumbre de saciarse de moluscos enteros y que, una
vez los ha cocido con el calor de su estómago, los
vomita, y entonces escoge en ellos lo que es bueno
para comer.
125. De las ranas marinas se dice que suelen cubrirse
ellas mismas de arena y se mueven muy cerca del agua
y que entonces, cuando los peces se acercan a ellas
pensando que son algo comestible, los matan y se los
comen ellas. El milano y el cuervo están como en un
estado de guerra natural entre sí y por ello cada uno
destruye los huevos del otro dondequiera los
encuentra. Otro hecho —observado por Aristóteles, de
quien proceden los casos aquí citados— no puede por
lo menos provocar nuestra sorpresa, a saber, el que las
grullas, cuando cruzan los mares en dirección a climas
más cálidos, vuelan en formación triangular. Con el
vértice del triángulo apartan hacia los lados el aire que
les viene de frente, y luego gradualmente a uno y otro
lado
109 por medio de sus alas que hacen las veces deremos se mantiene el vuelo hacia adelante de las aves,
mientras que la base del triángulo formado por las
grullas consigue la ayuda del viento cuando éste viene,
por así decir, de popa. Los pájaros descansan sus
cuellos y cabezas sobre las partes posteriores de los
que vuelan delante de ellos; y el que guía al grupo, al
no poder hacer esto porque no tiene a ninguno en el
que apoyarse, vuela hacia la última fila del grupo para
poder descansar, mientras que una de las grullas que
están descansadas ocupa su lugar, y así hacen turnos
durante todo el viaje.
126. Podría presentar gran número de casos semejantes,
pero con lo dicho comprendéis ya la idea
general. Otra clase, mejor conocida aún, de historias
ejemplifica las precauciones que los animales toman
para su seguridad, la vigilancia que mantienen
mientras están comiendo, la maña que se dan para
ocultarse en sus cubiles.
CAPITULO 50
También resulta sorprendente el hecho de los perros
curándose a sí mismos por medio del vómito y el de
los ibis de Egipto que lo hacen purgándose —formas
éstas de tratamiento médico que solamente hace muy
poco, es decir, unas pocas generaciones más atrás, han
sido descubiertas por el talento de los profesionales de
la medicina—. Se cuenta que las panteras, que entre
los bárbaros son cogidas por medio de alimentos
envenados, tienen un remedio que ellas emplean para
salvarse de la muerte; y que las cabras salvajes de
Creta, cuando son atravesadas por flechas
envenenadas, buscan una hierba llamada díctamo y,
una vez tomada ésta, las flechas —así lo dicen— se
desprenden de sus cuerpos.
127. Y las ciervas, poco antes de dar a luz a sus crías,
se purgan completamente ellas mismas con una hierba
llamada beleño. Asimismo, observamos cuán variadas
especies se defienden contra la violencia y el peligro
con sus propias armas, los toros con sus cuernos, los
jabalíes con sus colmillos, los leones con su
mordedura; unas especies se protegen huyendo, otras
ocultándose, las sepias emitiendo un líquido como
tinta, el pez produciendo un calambre, y asimismo
muchos animales alejan a sus perseguidores por medio
de un olor insoportablemente desagradable.
CAPITULO 51
A fin de asegurar la sempiterna duración del orden del
mundo, la divina providencia ha tomado las más
cuidadosas medidas para asegurar la perpetuación de
las familias de animales, de árboles y de todas las
especies vegetales. Las últimas contienen todas dentro
de sí semillas que poseen la propiedad de multiplicar
la especie. Esta semilla está encerrada en la parte más
interna de los frutos que crecen de cada planta; y esas
mismas semillas proporcionan a la especie humana
abundancia de alimento, además de llenar nuevamente
la tierra de plantas de la misma especie.
128. ¿Para qué hablar de lo grandioso que es el plan
racional que se manifiesta en los animales en orden a
asegurar la perpetua conservación de su especie? En
primer lugar, entre los animales unos son machos y
otros hembras, un ingenioso recurso de la naturaleza
para perpetuar la especie. En segundo lugar, hay partes
de sus cuerpos que están concebidas y realizadas con
sumo arte para servir al fin de la procreación y la
concepción, y tanto el macho como la hembra poseen
admirables deseos de realizar la cópula. Y cuando la
semilla ha sido colocada en su sitio, coge casi todo el
alimento para sí misma y cercada dentro de él modela
un ser vivo; cuando éste ha sido expulsado del vientre
y ha salido a la luz, en las especies de mamíferos casi
todo el alimento que recibe la madre se convierte en
leche y las crías recién nacidas, sin haber sido
enseñadas y guiadas por la naturaleza, buscan las
mamas y sacian su apetito con la abundancia de éstas.
Y para mostrarnos que ninguna de estas cosas ocurre
de manera casual y que todas ellas son obra de la
providencia y el arte de la naturaleza, las especies que
producen grandes carnadas de crías, como los cerdos y
los perros, han sido dotadas de un gran número de
mamas, mientras que los animales que paren
solamente unas pocas crías tienen un número reducido
de ellas.
129. ¿Para qué describir el gran amor que los animales
muestran al criar y proteger la cría que han dado a luz,
llegando hasta donde su capacidad de defensa les
permite? A pesar de que los peces, según cuentan,
abandonan sus huevos allí donde los han puesto,
puesto que éstos fácilmente se sostienen en el agua y
porque sus cáscaras se deshacen en el agua misma.
CAPITULO 52
Dicen que las tortugas y los cocodrilos ponen sus
huevos en la tierra, los entierran y luego se marchan,
dejando que sus crías salgan y se nutran por sí
mismas. Las gallinas y otras aves encuentran un lugar
tranquilo en que posarse, se construyen nidos en qué
sentarse y cubren estos acostándose sobre ellos lo más
suavemente posible a fin de proteger más fácilmente
los huevos; y, cuando han hecho ya salir del cascarón
a sus polluelos, los protegen amparándolos con sus
alas para que el frío no los dañe y haciéndoles sombra
contra el calor del sol. Cuando las aves jóvenes son
capaces de utilizar sus aloncitos, sus madres las
escoltan en sus vuelos, pero están libres de ningún
cuidado ulterior sobre ellas.
130. Además de esto, el arte y la industria del hombre
contribuyen también a la conservación y seguridad de
ciertos animales y plantas. Pues hay muchas especies
de unos y otras que no podrían sobrevivir sin el
cuidado del hombre.
También se encuentra una plena y abundante variedad
de condiciones favorables en las diversas regiones
para el cultivo productivo del suelo por el hombre.
Egipto es regado por el Nilo, que mantiene el país
completamente inundado durante el verano y luego se
retira dejando la tierra blanda y recubierta de cieno, a
punto de siembra. Mesopotamia es fertilizada por el
Eufrates, que, como quien dice, lleva a ella cada año
campos nuevos. El Indo, el mayor de todos los ríos del
mundo, no solo abona y ablanda el suelo sino que de
hecho lo siembra con semillas, pues se dice que
arrastra consigo hacia abajo gran cantidad de semillas
parecidas al trigo.
deportare.
131. Y podría presentar muchos otros ejemplos de
gran variedad de lugares, y de muchos campos fértiles
cada uno en una variedad distinta de frutos.
CAPITULO 53
Pero, ¡cuán grande es la benevolencia de la naturaleza,
al producir una tal abundancia y variedad de artículos
alimenticios, y esto no solo en una única estación del
año, de forma que podamos tener continuamente los
deleites de la novedad y la abundancia! ¡Cuán
oportunos además y cuán saludables, no solo para la
raza humana únicamente sino también para los
animales y las diversas especies vegetales, es el don
que la naturaleza nos hace de los vientos Etesios!
.Su soplo templa el excesivo calor del verano, y guía
también nuestras naves a través del mar, en una
travesía rápida y firme. Hemos de omitir muchos
ejemplos [y sin embargo se han dado ya muchos].
111132. Es, en efecto, imposible enumerar las condiciones
favorables que nos ofrecen los ríos, el flujo y el
reflujo.
. .112 de las mareas marinas, los montesrecubiertos de bosques, los yacimientos de sal que se
encuentran tierra adentro muy lejos de las costas
marinas, los copiosos almacenes de saludables
medicamentos que contiene la tierra, y todas las
innumerables artes necesarias para la alimentación y la
vida. Asimismo la alteración del día y la noche
contribuye a la conservación de los seres vivos,
proporcionando un tiempo para la actividad y otro
para el descanso. Así, pues, sea cual sea la línea
argumental que se tome, todo lleva a demostrar que
todas las cosas que hay en este nuestro mundo son
sorprendentemente gobernadas por una inteligencia y
sabiduría divinas en orden a la seguridad y
conservación de todas ellas.
133. Aquí es posible que pregunte alguien que con qué
fin se ha ideado toda esta fábrica o sistema tan
enormes. ¿Acaso para las plantas y los árboles que,
aun cuando desprovistos de sensación son sostenidos
por la naturaleza? Esto es realmente absurdo. ¿Por
causa de los animales, entonces? No resulta más
probable que los dioses se tomen todas estas molestias
por unos seres mudos e inteligentes. ¿Con qué fin,
pues, diremos que ha sido creado el mundo?
Indudablemente para aquellos seres vivos que están
dotados de razón; estos seres son los dioses y la
especie humana, que con toda certeza superan a todas
las demás cosas en excelencia, puesto que la más
excelente de todas las cosas es la razón. Así, pues,
hemos de creer que el mundo y todas las cosas que
contiene fueron hechos a causa de los dioses y los
hombres.
CAPITULO 54
Y que el hombre ha sido especialmente cuidado por la
providencia divina se comprenderá más fácilmente si
recorremos la estructura toda del ser humano y toda la
fábrica y perfección de la naturaleza humana.
134. Hay tres cosas que se requieren para la
manutención de la vida animal: alimento, bebida y
respiración; y, para la recepción de estas cosas, está la
boca perfectamente adaptada, recibiendo además una
abundante provisión de aire a través de la nariz que
comunica con ella. La estructura de los dientes dentro
de la boca sirve para masticar los alimentos, que es
troceado y ablandado por ellos
113. Los dientesfrontales son agudos y dividen los manjares al
morderlos; los dientes de detrás, llamados molares, los
mastican, y al proceso de la masticación, al parecer,
ayuda solamente la lengua también.
135 Luego de la lengua viene el esófago que está
adherido a las raíces de ésa, y al que pasan primero las
sustancias que han sido recibidas en la boca. A uno y
otro lado de la gola están las amígdalas, y esa tiene su
extremo allí donde termina el pala dar. La acción y
movimientos de la lengua impelen y echan el alimento
al esófago, que lo recibe y lo empuja hacia abajo, de
forma que las partes del esófago que se hallan por
debajo del alimento tragado se van dilatando, y las que
quedan por encima se van contrayendo.
136 La "arteria áspera" o tráquea
114 —que así lallaman los médicos— tiene un orificio adherido a las
raíces de la lengua un poco más arriba del punto en
que la lengua se une al esófago; la tráquea llega hasta
los pulmones y recibe el aire inhalado al respirar, y
también lo exhala y le da salida des de los pulmones;
está cubierta por una especie de tapa, con el fin de
impedir que ningún bocado de comida, cayendo
accidentalmente en ella, haga imposible la respiración.
Debajo del esófago está el estómago, que está
construido como receptáculo del alimento y la bebida,
mientras que el aire respirado es inhalado por los
pulmones y el corazón. El estómago realiza un número
de operaciones muy notables; su estructura consta
principalmente de fibras musculares, y es múltiple y
retorcida; comprime y contiene el alimento seco o húmedo
que recibe, haciéndolo apto para ser asimilado y
digerido; en unos momentos se constriñe y en otros se
relaja, presionando y mezclando así todo lo que ha
entrado en él, de forma que por medio del abundante
calor que él posee y por medio de la trituración del
alimento, al tiempo que con ayuda de la operación
respiratoria, todo es digerido y elaborado como para
ser fácilmente distribuido por todo el resto del cuerpo.
CAPITULO 55
Los pulmones, por el contrario, son de una consistencia
floja y esponjosa, bien preparada para absorber
el aire, que ellos inhalan y exhalan contrayéndose y
expandiéndose alternativamente, tomando frecuentes
sorbos de este alimento aéreo que es el principal
sustento de la vida animal.
hasta el hígado, al que están adheridos, y que conectan
las llamadas puertas del hígado con el centro del
intestino. Desde el hígado salen distintos canales en
diversas direcciones, y a través de estos cae el
alimento que deja pasar el hígado. De este alimento se
segrega la bilis, y los líquidos que excretan los
riñones; el residuo se convierte en sangre y fluye a las
mencionadas puertas del hígado, al cual llevan todos
sus canales. Fluyendo a través de éstas puertas, el
alimento, en este mismo punto, se vierte en la llamada
"vena cava" o vena hueca y a través de ésta, ya
completamente elaborado y digerido ahora, fluye hasta
el corazón, y desde el corazón es distribuido por todo
el cuerpo por medio de un número bastante grande de
venas que llegan a todas la partes del cuerpo.
medio intestino .
138. No sería difícil indicar la forma en que el residuo
del alimento es expulsado por medio de una alterna
constricción y relajamiento del intestino; sin embargo,
hemos de omitir este punto, no sea que mi disertación
resulte un tanto molesta. Mejor será que explique este
otro ejemplo de la increíble perfección de la obra de la
naturaleza. El aire introducido en los pulmones por
medio de la respiración es calentado primero por el
aliento mismo y luego por su contacto con los
pulmones; una parte de él es nuevamente expulsado
por el acto de la respiración, y una parte de él es
recibido por una cierta parte del corazón llamada
ventrículo cardíaco, junto al cual hay otro recipiente
semejante a él, al cual fluye la sangre desde el hígado
a través de la "vena cava" mencionada más arriba; y,
de esta manera, desde estos órganos, la sangre es
difundida a través de las venas y el aliento a través de
las arterias hacia todo el cuerpo. Estos dos grupos de
vasos son muy numerosos y están íntimamente
entretejidos con los tejidos de todo el cuerpo; ellos dan
fe de un extraordinario grado de habilidad y de
artesanía divinas.
139. ¿Qué diré de los huesos? Ellos constituyen el
esqueleto del cuerpo o su armazón; sus maravillosos
cartílagos están perfectamente hechos para asegurar la
estabilidad, y adaptados para hacer perfectas las
articulaciones y para permitir los movimientos y
actividades corporales de toda clase. Hay que añadir a
esto los nervios o músculos
115, que mantienen unidaslas articulaciones y cuyas ramificaciones se extienden
a todo el cuerpo; igual que las venas y las arterias,
parten del corazón como su punto de origen y se
extienden hasta todas las partes del cuerpo.
CAPITULO 56
140. Se podrían dar muchos más ejemplos de esta
sabia y solícita providencia de la naturaleza, para
ilustrar la prodigalidad y esplendor de los dones que la
naturaleza ha conferido a los hombres. En primer
lugar, ella los ha levantado del suelo para que se
mantuvieran erectos y alzados, de forma que fueran
capaces de contemplar el firmamento y alcanzar así un
conocimiento de los dioses. Los hombres, en efecto,
han nacido o brotado de la tierra no como sus
habitantes o colonos, sino para ser como los
espectadores de las cosas superiores y celestes, en
cuya contemplación no tiene parte ninguna otra
especie animal. En segundo lugar, los sentidos,
colocados en la ciudadela de la cabeza como
intérpretes y mensajeros del mundo exterior, tanto por
su estructura como por su situación están
maravillosamente dotados para cumplir con sus
funciones necesarias. Pues, los ojos, igual que
vigilantes u observadores, están situados en lo más
alto, a fin tener el más amplio campo para la
realización de su cometido.
141. Las orejas, por su parte, que tienen el cometido
de percibir el sonido, que por naturaleza tiende a subir
hacia lo alto, están justamente colocadas en la parte
superior del cuerpo. La nariz análogamente está
debidamente colocada en lo alto, puesto que todo olor
se dirige hacia arriba, pero también, dado que tiene
mucho que ver en la discriminación del alimento y la
bebida, no sin razón ha sido colocada en las cercanías
de la boca. El gusto, cuya función es distinguir los
sabores de nuestros diversos manjares, está situado en
aquella parte del rostro en que la naturaleza ha
practicado una abertura para el paso del alimento y la
bebida. El sentido del tacto se halla por igual
difundido en todo el cuerpo, a fin de capacitarnos para
la percepción de toda clase de contactos, incluso los
más pequeños impactos del frío y del calor. Y de la
misma manera que los arquitectos relegan los
vertederos de las casas a la parte posterior, lejos de los
ojos y la nariz de los señores, ya que de otra manera
serían inevitablemente algo molesto, así también la
naturaleza ha desterrado los órganos correspondientes
del cuerpo lo más lejos posible de la vecindad de los
sentidos.
CAPITULO 57
142. ¿Y qué artífice, fuera de la naturaleza, que no es
superada por nada en su astucia o agudeza, podía
alcanzar tanta maestría en la construcción de los
sentidos? Primeramente, ha vestido y ha cercado los
ojos con membranas de tenue textura, que ha hecho,
por una parte, transparentes para que podamos ver a
través de ellas y, por otra parte, fuertes para que
pudieran contener el ojo. Ha hecho los ojos móviles y
fácilmente giratorios, tanto para evitar cualquier daño
que los amenace como para dirigir fácilmente su
mirada en cualquier dirección que deseen. El
verdadero órgano de la visión, la llamada pupila o
"pequeña muñeca"
116 , es tan pequeño que fácilmentepuede evitar los objetos que podrían dañarlo, y los párpados,
que son las cubiertas de los ojos, son muy
blandos al tacto como para no herir la pupila, y están
muy exactamente construidas para su función de
cerrar ojos a fin de que nada pueda caer en ellos y de
abrirlos; y la naturaleza ha hecho que este proceso
pueda efectuarse una vez y otra con extremada
rapidez.
143 Los párpados están provistos de una empalizada
de pelos, con los que detener cualquier objeto que
vaya a caer allí mientras los ojos están abiertos, y de
forma que, mientras ellos están cerrados en el sueño,
cuando no necesitamos los ojos para ver, puedan estar
como recogidos para el descanso. Además, los ojos se
hallan en una posición ventajosamente retirada, y
están rodeados por todas partes de prominencias; en
primer lugar las partes que hay por encima de ellos
están cubiertas por las cejas, que impiden que el sudor
fluya hacia abajo desde el cuero cabelludo y la frente;
están luego las mejillas, colocadas debajo de ellos y
con una leve proyección hacia afuera, que los protegen
desde abajo; y la nariz está colocada de forma que
parece un muro que separa los ojos el uno del otro.
144 El órgano del oído, por su parte, está siempre
abierto, puesto que necesitamos de este sentido incluso
cuando estamos dormidos y, cuando él recibe un
sonido, somos excitados incluso cuando estamos
dormidos. El conducto de la audición está retorcido
para impedir que cualquier cosa pueda penetrar en él,
cosa que sería posible si dicho conducto estuviera en
posición sencilla y recta; además se ha previsto que ni
aun el más pequeño insecto pudiera intentar
introducirse en él, ya que queda cogido en la viscosa
cera de las orejas. Por la parte exterior, el oído
proyecta lo órganos que llamamos propiamente orejas,
que están hechas de manera que cubran y protejan el
órgano del sentido y al mismo tiempo de forma que
impidan que los sonidos que lleguen a los oídos pasen
de largo y se pierdan antes de haber hecho impacto en
el órgano sensorial. Las aberturas de los oídos son
duras y cartilaginosas, y muy enroscadas, porque las
cosas que poseen estas características reflejan y
amplifican el sonido; por esta razón el caparazón de la
tortuga o el cuerno dan resonancia a una lira, y
también por esta razón los conductos espirales y los
recintos cerrados tienen un eco que es más fuerte que
el sonido originario.
145. De manera análoga la nariz, que, para cumplir
con las funciones que se precisan de ella tiene que
estar siempre abierta, tiene aberturas angostas, para
impedir la entrada de nada que pueda dañar el olfato; y
sus fosas están siempre húmedas, cosa que es
beneficiosa para defenderlas contra el polvo y otras
muchas cosas. El sentido del gusto está
admirablemente protegido, encerrado en la boca de
una manera completamente adecuada para la
realización de su función y para su protección contra
cualquier daño.
CAPITULO 58
Y todos los sentidos del hombre son muy superiores a
los de los animales inferiores. Primeramente, en
efecto, nuestros ojos poseen una más fina percepción
de muchas cosas en las artes que requieren el sentido
de la vista, la pintura, el modelado y la escultura, y
también en los movimientos corporales y en los
ademanes; porque los ojos juzgan de la belleza y la
buena disposición y, por así decir, de la propiedad del
color o la figura; y también otras cosas más
importantes, puesto que ellos reconocen también las
virtudes y los vicios, así como al hombre airado o al
propicio, al que está alegre y al que está apenado, al
que es valiente y al que es cobarde, al que es temerario
y al que es tímido.
discriminación maravillosamente hábiles; juzgan las
diferencias de tono, de entonación y de diapasón
117 enla música de la voz, y las diferencias existentes entre
los instrumentos de viento y los de cuerda, así como
las cualidades enormemente diversas de la voz, sonora
u oscura, suave y áspera, baja o aguda, flexible o dura,
diferencias éstas que solo discierne el oído humano.
De igual manera el olfato, el gusto, y en alguna
manera, el tacto poseen facultades de discriminación
altamente sensibles. Y para ganarse y deleitar a estos
sentidos se han inventado más artes que las que yo
quisiera. El desarrollo que han tenido la perfumería, el
arte culinario y los meretricios adornos del cuerpo
humano son ejemplos evidentes de ello.
CAPITULO 59
147 Pasando ahora a la misma mente e inteligencia del
hombre, a su razón, su sabiduría y su previsión,
cualquiera que no sea capaz de ver que esas cosas se
deben a la providencia divina, supuesta la perfección
que hay en ellas, me parece a mí que él mismo carece
de estas facultades. Al ir a discutir esta cuestión,
Cotta, desearía se me diera el don de tu elocuencia.
Cómo no descubrirías tú, primero, nuestras
capacidades de intelección, y luego nuestra facultad de
enlazar premisas y consecuencias en un acto único de
aprehensión, esa facultad, quiero decir, que nos
capacita para juzgar sobre cuál es la conclusión que se
sigue de unas premisas dadas, las que fueren, y poner
el argumento en forma silogística, y asimismo para
delimitar términos particulares por medio de una
definición sucinta, de donde pasamos a una
comprensión de la potencia y naturaleza del
conocimiento, que es la parte más excelente incluso de
la naturaleza divina. Por otra parte, cuán notables son
las faculta des que vosotros, los académicos, invalidáis
y abolís, nuestra percepción y comprensión sensoriales
e intelectuales de los objetos externos.
148 Precisamente confiriendo y comparando entre sí
nuestras percepciones, creamos también las artes que
sirven a las necesidades prácticas o bien al sano
deleite de la vida. Viene luego el don del lenguaje, la
elocuencia, la reina de las artes como vosotros soléis
llamarla: ¡qué facultad tan gloriosa y tan divina es
esta! En primer lugar, nos capacita para aprender las
cosas que no sabemos y para enseñar a otros las cosas
que nosotros conocemos; en segundo lugar, es nuestro
instrumento para la exhortación y persuasión, para
consolar a los afligidos y calmar los temores de los
que estaban aterrorizados, para poner freno a la pasión
y apagar la concupiscencia y la ira; la facultad de la
palabra es la que nos ha unido con las ataduras de la
justicia, la ley y el orden civil, y es la que nos ha
apartado del salvajismo y la barbarie.
149. Ahora bien, un cuidadoso examen nos hará ver
que el mecanismo del lenguaje exhibe, de parte de la
naturaleza, un arte que supera todo lo creíble. Existe,
primeramente, una arteria que pasa desde los
pulmones hasta la parte posterior de la boca y que es
el conducto por medio del cual la voz, que tiene su
origen en la mente, se percibe y profiere. En segundo
lugar, la lengua está colocada en la boca y está
limitada por los dientes; ella modula y define el flujo
inarticulado de la voz y hace sus sonidos distintos y
claros, al chocar con los dientes y otras partes de la
boca. En consecuencia, mi escuela se complace mucho
en comparar la lengua al plectro de una lira, los
dientes a las cuerdas, y la nariz a los cuernos que
ecoan
118 las notas de las cuerdas cuanto el instrumentoes tocado.
CAPITULO 60
150. Y luego, ¡qué hábiles sirvientes para una gran
diversidad de artes son las manos que la naturaleza ha
otorgado al hombre! La flexibilidad de las
articulaciones hace a los dedos capaces de cerrarse y
abrirse con igual facilidad y de realizar cualquier
movimiento sin dificultad. Así, por medio de la
manipulación de los dedos, la mano queda en
condiciones aptas para pintar, para modelar, para tallar
y para arrancar a la lira o a la flauta sus notas. Y
además de estas artes recreativas, están las artes
utilitarias, me refiero a la agricultura y a la
arquitectura, al arte de tejer y de coser vestidos y las
diversas maneras de trabajar el bronce y el hierro; por
esto entendemos que aplicando la mano del artífice a
los descubrimientos del pensamiento y a las
observaciones de los sentidos, se consiguieran todas
las cosas que nos son beneficiosas y fuéramos así
capaces de tener cobijo, vestido y protección, y
poseyéramos ciudades, fortificaciones, casas y
templos.
151. Además, las industrias de los hombros, es decir,
las obras de sus manos, nos procuran también nuestro
alimento en variedad y abundancia. Es la mano la que
recoge los diversos productos de los campos, bien sea
para ser consumidos inmediatamente, bien sea para ser
guardados en almacenes para los tiempos futuros; y
nuestro régimen de comida incluye también carne,
pescado y volatería, obtenida en parte por la caza y en
parte por la cría casera. Domesticamos asimismo a los
animales cuadrúpedos para que nos lleven sobre sus
lomos, de modo que su rapidez y fuerza nos den a
nosotros mismos fuerza y velocidad. Hacemos que
ciertos animales lleven nuestras cargas o se sometan al
yugo; nosotros empleamos para nuestro servicio los
sentidos maravillosamente agudos de los elefantes y el
penetrante olfato de los perros; recogemos de las
cavernas de la tierra el hierro que necesitamos para
trabajar la tierra; descubrimos las vetas hondamente
escondidas del cobre, la plata y el oro, que nos sirven
para el uso y el adorno o decoración; talamos
innumerables árboles, silvestres y frutales para
conseguir la madera que empleamos en parte para
quemarlos de forma que calienten nuestros cuerpos y
cuezan nuestro alimento, y en parte para edificar de
forma que podamos cobijarnos en casas y desterrar así
de nosotros el frío y el calor.
152. La madera es, además de gran valor para
construir naves, cuyos viajes nos proveen abundantemente
de medios de sostenimiento de todas
clases y procedentes de todas las partes de la tierra; y
nosotros solamente tenemos el poder de controlar los
productos más violentos de la naturaleza, el mar y los
vientos, gracias a la ciencia de la navegación, y
utilizamos y disfrutamos de muchos productos del
mar. Análogamente, el dominio de todas las
comodidades producidas en la tierra está en manos de
la especie humana. Nosotros gozamos de los frutos de
las llanuras y de las montañas; los ríos y los lagos son
nuestros; sembramos trigo, plantamos árboles,
fertilizamos el suelo regándolo, ponemos diques a los
ríos y rectificamos o desviamos sus cursos. En una
palabra, por medio de nuestras manos, intentamos
crear, como quien dice, un segundo mundo dentro del
mundo de la naturaleza.
153. ¿Y qué? ¿Acaso la razón del hombre no ha
penetrado en el firmamento? Nosotros somos los
únicos vivientes que conocemos las salidas, las
puestas y las trayectorias de las estrellas; la raza
humana ha delimitado los días, los meses y los años,
ha aprendido los eclipses del sol y la luna y ha
predicho para todo tiempo futuro cómo y cuándo
habían de ocurrir, con su duración y sus fechas. Y
contemplando los astros, la mente llega al
conocimiento de los dioses, y de él nace la piedad, con
sus compañeras la justicia y las demás virtudes,
fuentes de una vida de felicidad que rivaliza y se
asemeja a la existencia divina, dejándonos por debajo
de los seres celestiales en nada más que en la
inmortalidad, que no tiene ningún valor para la
felicidad. Creo que mi exposición de estas cuestiones
ha sido suficiente para demostrar cuán ampliamente la
naturaleza del hombre supera a todos los demás seres
vivos; y esto pone muy bien en evidencia que ni una
tal conformación y disposición de los miembros ni una
capacidad tal de la mente y el intelecto pueden haber
sido creados por el azar.
154. Me queda ahora mostrar, y pasar luego a la
conclusión, que todas las cosas que hay en este mundo
y que el hombre utiliza han sido creadas y dispuestas a
causa de los hombres.
CAPITULO 62
En primer lugar, el mundo mismo fue creado a causa
de los dioses y los hombres, y las cosas que él
contiene fueron dispuestas e ideadas para el goce de
los hombres. Pues el mundo es como si fuera la
mansión común de los dioses y los hombres, o la
ciudad que pertenece a ambos; porque solamente ellos
poseen el uso de la razón y viven por medio de la
justicia y de la ley. Así, pues, de la misma manera que
debe estimarse que Atenas y Esparta fueron fundadas
a causa de los atenienses y los espartanos y que todas
las cosas que se contienen en estas ciudades deben
rectamente ser consideradas propiedad de estos
pueblos, así también todas las cosas contenidas en el
mundo todo deben ser consideradas propiedad de los
dioses y los hombres.
también brindan un espectáculo al don de
contemplación del hombre; no hay, en efecto, ni un
solo espectáculo tan capaz de no saciar nunca, ni hay
ninguno más bello ni que manifiesta una sabiduría y
un arte más superiores a todo; pues, midiendo los
cursos de las estrellas sabemos cuando van a llegar las
estaciones y cuando se van a producir sus variaciones
y cambios; y si estas cosas son conocidas solamente
de los hombres, debe creerse que han sido creadas a
causa de los hombres.
156 La tierra, luego, al producir granos y vegeta les de
diversas especies, que ella nos ofrece en pródiga
abundancia, ¿por causa de quién parece producir todo
esto, por causa de los animales salvajes o por causa de
los hombres? ¿Y qué decir de las vides y los olivos,
cuyos ubérrimos y deleitosos frutos no tienen
absolutamente nada que ver con los animales
inferiores? De hecho, los animales del campo ignoran
por completo las artes de la siembra y del cultivo, de
la maduración y recogida de los frutos de la tierra en
la estación debida, y del almacenamiento de los
mismos en graneros; todos estos productos son
disfrutados y cuidados por los hombres.
CAPITULO 63
157 De la misma manera, pues, que nos vemos
forzados a decir que las liras y las flautas han sido
hechas a causa de aquellos que son capaces de
utilizarlas, así también hemos de convenir en que las
cosas de que he hablado han sido dispuestas para
aquellos únicamente que hacen uso de ellas, y, aun
cuando alguna parte de ellas sea robada o saqueada
por algunos animales inferiores, no admitiremos
que también hayan sido creadas a causa de estos
animales. Los hombres no alma cenan el trigo para los
ratones y las hormigas, si no para sus mujeres y sus
hijos y familias; así pues, los animales participan de
esos frutos sola mente por hurto, como he dicho,
mientras que sus dueños disfrutan de ellos abierta y
libremente.
158 Se debe, pues, admitir que toda esta abundancia
fue prevista por causa del hombre, a no ser tal vez que
la pródiga abundancia y variedad de nuestros
productos hortícolas y lo deleitoso no solamente de su
sabor sino también de su olor y de su aspecto nos lleve
a dudar de si la naturaleza pretendió que este don fuera
solamente para el hombre. Tan lejos está eso de ser
verdad, a saber, que los frutos de la tierra hayan sido
hechos a causa de los animales tanto como a causa de
los hombres, que los mismos animales, como bien
podemos ver, fueron creados para beneficio y
provecho de los hombres. ¿Qué otro fin útil tienen las
ovejas sino el de que sus vellones de lana sean
elaborados y tejidos para confeccionar vestidos para
los hombres? Y, de hecho, esos animales no habrían
podido ser criados ni sostenidos ni hubieran producido
nada de valor sin el cuidado del hombre.
159. Piensa luego en el perro, con su fiel vigilancia,
con su halagador afecto a su dueño y su odio a los
extraños, con su increíble agudeza de olfato al seguir
un rastro y su diligencia al cazar: ¿qué implican estas
cualidades sino que los perros fueron creados para que
sirvieran a las conveniencias de los hombres? ¿Qué
diré de los bueyes? La misma forma de sus lomos
evidencia que no estuvieron destinados a acarrear
pesos, mientras que sus cuellos fueron engendrados
para el yugo y sus anchos y poderosos hombros para
arrastrar el arado. Y empleándolos a ellos fue la tierra
sometida a laboreo rompiendo sus terrones, pero
nunca se usó con ellos ninguna violencia, como dicen
los poetas, por parte de los hombres de aquella Edad
de Oro:
"Pero de pronto nació la raza férrea,
y se atrevió primero a fabricar la funesta espada
y a gustar del buey atado y domeñado por su
mano".
Tan valioso se consideró el servicio que el hombre
recibía de los bueyes que comer su carne se consideró
un crimen.
CAPITULO 64
Sería una tarea muy larga enumerar los servicios
prestados por los mulos y los asnos, que fueron
indudablemente creados para el uso de los hombres.
160 En cuanto al cerdo solamente puede dar alimento;
en verdad Crysippo
llega a decir que el alma se ledio a él para que le sirviera de sal y lo preservara de la
putrefacción; y puesto que este animal era muy apto
para la alimentación del hombre, la naturaleza lo hizo
el prolífico de todos. ¿Qué decir de la multitud y
suavidad de los peces? ¿O de las aves, que nos
proporcionan tanto placer que nuestra Providencia
Estoica parece haber sido en algunos momentos
discípula de Epicuro? Y ellas no podrían ser cogidas
de no ser en virtud de la inteligencia y la astucia del
hombre; si bien algunas veces, aves de vuelo y aves de
lenguaje, como las llaman nuestros augures, creemos
que han sido creadas con el fin de dar augurios.
161 Por otra parte, cogemos los grandes anima les del
bosque por medio de la caza, tanto para utilizarlos
como alimento como para ejercitarnos nosotros
mismos en la mímica bélica de la caza y también,
como en el caso de los elefantes, para entrenarlos y
disciplinarlos en orden a nuestro uso, así como para
procurarnos a partir de sus cuerpos gran variedad de
medicamentos para las enfermedades y las heridas,
como hacemos también con ciertas raíces y hierbas
cuyos valores hemos aprendido por medio de un
empleo y una comprobación muy largos y continuos.
Que los ojos de la mente recorran toda la tierra y todos
los mares: Contemplaréis ahora las llanuras
inmensamente grandes llenas de fruto, montañas
espesas y densamente revestidas de bosques y
pastizales llenos de ganado, o bien navios atravesando
el mar con maravillosa velocidad.
CAPITULO 65
El tema que viene ahora es tal que probablemente uno
y otro lo váis a censurar, Cotta, porque Carnéades
solía gozarse peleando sobre él con los estoicos,
Velleio porque nada provoca el ridículo de Epicuro
tanto como el arte de la profecía; pero, en mi opinión,
él aporta la prueba más fuerte de que la providencia se
ocupa de las cuestiones humanas. Me refiero, sin
duda, a la Adivinación, que vemos practicada en
muchas regiones y sobre diversas materias, y en
ocasiones privadas y más particularmente aún
públicas.
163. Son muchas las observaciones hechas por los que
inspeccionan las víctimas en los sacrificios, son
muchos los acontecimientos previstos por los augures
o revelados en oráculos y profecías, sueños y
portentos y el conocimiento de ello ha llevado con
frecuencia a la adquisición de muchas cosas que
satisfacían los deseos de los hombres y sus
necesidades y también llevaban a evitar muchos
peligros. Así, pues, este poder, arte o instinto ha sido
claramente concedido al hombre por los dioses
inmortales, y no ha sido concedido a ninguna otra
criatura, para el conocimiento de los sucesos futuros.
Y si por casualidad estos argumentos tomados por
separado no consiguen convenceros, no obstante todos
reunidos y con el peso total que ellos suponen es
preciso que lo hagan.
164. Por lo demás, el cuidado y providencia de los
dioses mortales no es solamente otorgado a la raza
humana en su totalidad, sino que también suele
extenderse a los individuos particulares. Podemos, en
efecto, contraer o estrechar la totalidad de la raza
humana y llevarla gradualmente a grupos cada vez
más pequeños, y finalmente a los individuos
particulares.
CAPITULO 66
Pues si creemos, por las razones de que hemos
hablado antes, que los dioses se cuidan de todos los
seres humanos en cualquier parte, en toda costa y
región terrestre de los países más alejados de este
continente en que habitamos los humanos, entonces
ellos se preocupan también de los hombres que viven
con nosotros entre el oriente y el occidente.
165. Ahora bien, si ellos se preocupan de los que
habitan en esta especie de inmensa isla que llamamos
la tierra esférica, se preocupan también de los que
ocupan las diversas partes o secciones de esta isla, a
saber, Europa, Asia y África. Por consiguiente cuidan
también de las partes de estas partes, por ejemplo,
Roma, Atenas, Esparta y Rodas; y cuidan de los
ciudadanos particulares de estas ciudades consideradas
independientemente de toda la corporación colectiva,
por ejemplo, de Curio, de Fabricio, de Coruncanio, en
la guerra con Pyrro, de Calatino, de Duellio, de Mételo
y de Lutacio, en la Primera Guerra Púnica; de
Máximo, Marcelo y Africano en la Segunda, y en
fecha posterior, de Paulo, de Gracco y de Catón, o, en
tiempo de nuestros padres, de Escipión y Lelio. Y
aparte de nuestra tierra y de Grecia, han nacido
muchos hombres notables, ninguno de los cuales
podría sin duda haber sido lo que fue de no ser por la
ayuda de los dioses. talem fuisse credendum est.
166. Esta fue la razón que indujo a los poetas, y muy
especialmente a Homero, a asignar a sus héroes
principales, Ulises, Diomedes, Agamenón o Aquiles,
ciertos dioses como compañeros de sus peligros y
aventuras; además, los dioses se han aparecido con
frecuencia personalmente a los hombres, como en los
casos que he mencionado más arriba, dando así
testimonio de que se preocupan tanto de las
comunidades como de los individuos.
121 Y lo mismose demuestra por los signos de acontecimientos
futuros que son concedidos a los hombres unas veces
cuando están dormidos y otras veces estando
despiertos. Además, recibimos gran número de avisos
por medio de signos, por medio de las entrañas de las
víctimas y por medio de otras muchas cosas que el
muy prolongado uso ha advertido hasta crear el arte de
la adivinación.
167. Por consiguiente, no ha existido nunca ningún
hombre grande que no disfrutara en algún grado de la
inspiración divina. Y este argumento no puede ser
refutado señalando casos en que los campos de trigo
de un hombre o sus viñas han sido dañados por una
tormenta, o bien en los que algún accidente le ha
privado de alguna comodidad valiosa e infiriendo de
ello que la víctima de una de esas desgracias es objeto
del odio o la negligencia de los dioses. Los dioses
atienden a las cuestiones de importancia que
descuidan las insignificantes. Ahora, los grandes
hombres siempre prosperan en sus asuntos,
suponiendo que los maestros de nuestra escuela y
Sócrates, el príncipe de la filosofía, hayan discurrido
satisfactoriamente sobre la pródiga abundancia de
riquezas que otorga la virtud.
CAPITULO 67
168. Estas son, más o menos, las cosas que se me han
ocurrido y que pensé era adecuado decir acerca de la
naturaleza de los dioses. Por tu parte, Cotta, si me
quieres hacer caso, defenderás la misma causa y te
aprovecharás de la libertad que disfruta tu escuela de
argüir el pro y el contra para escoger ponerte a mi
lado, y consagrar preferentemente a este fin esas
cualidades de elocuencia que tus ejercicios te han
concedido y que la Academia ha fomentado. Pues la
costumbre de razonar en pro del ateísmo, tanto si se
hace por convicción como de formas simulada, es una
práctica mala e impía.
LIBRO III
CAPITULO 1
1 En cuanto Balbo hubo dicho esto, Cotta se sonrió:
—Es demasiado tarde, Balbo, —replicó— para que
me digas que punto de vista he de sostener; pues,
mientras tú estabas llevando adelante tu disertación yo
andaba ya meditando qué argumentos podría yo
emplear contra tí si bien no tanto con la intención de
refutarte cuanto con el propósito de pedirte una
explicación de los puntos que yo no había podido
comprender del todo. Con todo, cada hombre debe
utilizar su propio juicio y a mí me resulta muy
dificultoso adoptar el punto de vista que a ti te gustaría
adoptara.
2 En este momento intervino Velleio, y dijo: —No
sabes, Cotta, cuán ansioso estoy de oirte. A nuestro
buen amigo Balbo le ha resultado muy agradable tu
discurso y razonamiento en contra de Epicuro; de
forma que también yo, a mi vez, me mostraré oyente
muy atento de tu discurso contra los estoicos. Espero,
en efecto, que te presentes a él tan bien pertrechados
como sueles.
3 —Así es, realmente, —repuso entonces Cotta—;
pues la causa o querella que tengo con Lucilio es en
verdad muy distinta de la que antes sostuvo contigo.
—¿Y cómo es eso? —dijo Valleio. —Porque creo que
vuestro maestro Epicuro no luchó muy enconadamente
por la cuestión de los dioses inmortales; solamente no
se aventura a negar su existencia para no hacerse
acreedor a ningún sentimiento de hostilidad y a
ninguna censura. Sino que, cuando afirma que los
dioses no hacen nada y no se preocupan de nada y que,
aun cuando posean miembros semejantes a los de los
hombres, no hacen ningún uso de tales miembros,
parece no estar hablando en serio y considerar que
basta con que afirme la existencia de seres
bienaventurados y eternos de una cierta especie.
4. Pero en cuanto a Balbo, estoy seguro de que tienes
que haber caído en la cuenta dé cuánto tenía que decir
y de cuán consecuente y sistemático fue a pesar de
faltarle la verdad. Por eso, lo que tengo en mi mente,
como he dicho ya, no es tanto refutar su razonamiento
cuanto pedir una explicación de ciertas cosas que no
he sido capaz de en tender completamente. En
consecuencia, Balbo, te dejo elegir entre preguntarte
yo y responderme tú a cada uno de los puntos en los
que yo no esté acuerdo, si así lo prefieres tú, o bien
escuchar mi razonamiento entero.
—Yo —respondió Balbo— preferiría responderte si
quieres que algo se te explique; pero si tú quieres
preguntarme no tanto con el fin de entender mejor
algo cuanto con el fin de refutarme, haré lo que tú
quieras, y o bien contestaré a todas ellas cuando hayas
concluido tu razonamiento.
5. —Muy bien —repuso Cotta—, procedamos,
pues, según el argumento mismo nos vaya llevando.
CAPITULO 2
Pero antes de que lleguemos al tema mismo
permíteme diga algunas palabras sobre mí mismo. Yo
me siento notablemente influido por tu autoridad,
Balbo, y por el ruego que formulaste en la conclusión
de tu disertación, cuando me exhortaste a recordar que
yo soy un Cotta y soy un pontífice. Esto, sin duda,
significaba que yo debía mantener las creencias
relativas a los dioses inmortales que han llegado hasta
nosotros desde nuestros antepasados, así como los
ritos, ceremonias y deberes de la religión. Por mi
parte, siempre los mantendré y siempre lo he hecho
así, y ninguna elocuencia, sea de quien sea, docta o
inculta, nunca podrá apartarme de la creencia sobre el
culto de los dioses inmortales que he heredado de
nuestros antepasados. Pero cuando se trata de religión,
me dejo guiar por los pontífices máximos Tito
Coruncanio, Publio Escipión y Publio Scévola, no por
Zenón, Cleantes o Crysippo; y tengo a Cayo Lelio,
que era a la vez augur y filósofo, cuyo discurso sobre
la religión, en aquella célebre oración suya
122.preferiría yo escuchar antes que las palabras de
cualquier jefe de los estoicos. La religión del pueblo
Romano comprende el ritual, los auspicios y una
tercera sección adicional que consiste en todos esos
avisos proféticos que los intérpretes de la Sibila o los
arúspices han derivado de los portentos y prodigios.
Ahora bien, siempre he pensado que ninguno de estos
apartados de la religión debía ser menospreciado, y
siempre he albergado la convicción de que Rómulo
mediante sus auspicios y Numa con su determinación
de nuestro ritual pusieron los cimientos de nuestro
estado, que seguramente no hubiera llegado nunca a
ser tan grande como es si no se hubiera conseguido
para él la más plena medida del favor divino.
6. Ahí tienes, Balbo, la opinión de un Cotta y un
pontífice. Haz ahora que yo llegue a comprender qué
es lo que tú opinas. Tú eres un filósofo y yo debería
recibir de tí una prueba de tu religión, mientras que
debo creer la palabra de nuestros antepasados aún sin
pruebas.
CAPITULO 3
—¿Y cuál es, entonces, la prueba esta que exiges de
mí, Cotta? —replicó Balbo.
—Dividiste tu exposición en cuatro partes —dijo
Cotta—; primero te propusiste demostrar la existencia
de los dioses; en la segunda, describir su naturaleza;
en la tercera, demostrar que el mundo es gobernado
por ellos; finalmente, probar que ellos se preocupan
del bienestar de los hombres. Estos, si la memoria no
me falla, fueron los capítulos que tú determinaste.
—Estás completamente en lo cierto —dijo Balbo—;
pero dime ahora qué es lo que quieres saber.
7. —Tomemos cada punto por separado y por orden
—replicó Cotta—, y si el primero de ellos es la
doctrina universalmente aceptada excepto por los
completamente impíos, si bien yo por mi parte no
puedo someterme a la creencia de que los dioses
existen, sin embargo no me enseñas ninguna razón que
pruebe que esta creencia, de la que estoy convencido
por la autoridad de nuestros mayores, es verdadera.
—Si estás convencido de ella —dijo Balbo—, ¿cuál
es la razón por la que deseas que yo te enseñe? —Lo
deseo —dijo Cotta— porque me enfrento con esta
discusión como si nunca hubiera aprendido nada o no
hubiera reflexionado en absoluto acerca de los dioses
inmortales. Recíbeme pues, como un discípulo
completamente ineducado, y enséñame lo que quiero
saber.
8. —Dime, pues —replicó él—, qué es lo que quieres
saber.
—¿Que qué es lo que quiero saber? En primer lugar,
por qué, después de haber dicho que esta parte de tu
disertación ni tan siquiera necesitaba discusión,
porque el hecho de la existencia divina era evidente y
se admitía universalmente, has disertado no obstante
tan largamente sobre este mismo punto.
—Lo hice —dijo él— porque he advertido con
frecuencia que también tú, Cotta, cuando hablas en el
foro, abrumas al juez con todos los argumentos que
puedes imaginar, siempre y cuando la causa te brinde
la oportunidad de hacerlo. Y los filósofos hacen lo
mismo y también yo procuré hacer otro tanto en la
medida que pude. Pero que tú me hagas esta pregunta
viene a ser lo mismo que si me preguntaras por qué te
miro con dos ojos en lugar de cerrar uno de ellos,
supuesto que puedo conseguir el mismo resultado con
un ojo que con dos.
CAPITULO 4
9. —Hasta qué, punto esta comparación sea válida —
replicó Cotta— lo dejo a tu consideración.
Pues, de hecho, en las causas judiciales, no tengo la
costumbre de demostrar un punto que es por sí mismo
evidente y que todas las partes en litigio admiten,
porque el argumento no haría más que disminuir su
claridad; y, por otra parte, si yo hiciera tal cosa al
defender un pleito ante un tribunal, no haría lo mismo
en una discusión abstracta como la presente. En
cambio, no habría ninguna razón real para que tú
cerraras un ojo, porque los dos ojos tienen el mismo
campo de visión, y porque la naturaleza de las cosas,
que tú afirmas posee la sabiduría, ha querido que
tuviéramos dos ventanas abiertas desde el espíritu para
los ojos. Tú no te sentías realmente muy seguro de que
la doctrina de la existencia divina fuera por sí misma
tan evidente como hubieras deseado, y por esta razón
intentaste demostrarlo con gran número de
argumentos. Por mi parte, un solo argumento hubiera
bastado, a saber, el de que ellos nos había sido
transmitido por nuestros mayores. Pero tú
menosprecias la autoridad, y luchas tus batallas con
las armas de la razón.
10. Permíteme, pues, que mi razón entre en lid con tu
razón.
Tú aduces todos estos argumentos para demostrar que
los dioses existen, y a fuerza de razonar haces dudosa
o incierta una cuestión que, en mi opinión, no admite
absolutamente ninguna duda. He conservado, en
efecto, en mi memoria no solamente el número sino
también el orden de tus argumentos. El primero era
que, cuando miramos al firmamento, de inmediato
advertimos que existe algún poder por el que son
gobernados esos cuerpos celestes. Y a raíz de esto
citabas
123 : "Contempla esta ardiente bóveda del cielo,que todos invocan como Júpiter"
11. ¡Como si alguien de entre nosotros realmente diera
el nombre de Jove o Júpiter a tu cielo más bien que al
Júpiter del Capitolio, o como si fuera por sí mismo
evidente y universalmente admitido que son divinos
esos seres
124 a quienes Velleio y otros muchos ademásde él no les conceden ni siquiera que sean seres
vivientes! Asimismo, te pareció a tí que era un
argumento de peso el que la creencia en los dioses
inmortales sea admitida universalmente y se extienda
cada día más. ¿Os parece, pues, bien que cuestiones de
tanta importancia sean decididas por las gentes necias
o de cortos alcances, sobre todo a vosotros, que
consideráis que todos los necios están locos?
CAPITULO 5
"Pero los dioses —decis
125— se nos aparecencorporalmente, como le ocurrió a Postumio junto al lago
Regulo y a Vatinio en la Vía Salaria"; y no sé qué
más añadiste sobre la batalla de los locrios junto al
Sagra. Entonces ¿crees tú realmente que esos seres a
quienes llamas los hijos de Tyndáreo, es decir,
hombres mortales nacidos de seres humanos, y de
quienes Homero, que vivió no mucho después de su
época, afirma que fueron enterrados en Esparta,
vinieron cabalgando en corceles blancos sin ninguna
clase de acompañantes o mozos de escuadra,
encontraron a Vatinio, eligieron a un hombre rudo
como él para darle las noticias de una gran victoria
nacional, en lugar de ir a Marco Catón, que era el
senador más venerable en ese tiempo? Pues bien,
entonces creerás también que la señal que hay en una
roca, en forma de pezuña de caballo, y que en la
actualidad puede verse aún en la playa del lago
Regulo, fue hecha por el caballo de Castor, ¿no?
12. ¿No preferirías tú creer aquello que realmente se
puede probar, a saber, que las almas de los hombres
famosos, como loo hijos de Tyndáreo de que hablas,
son divinas y viven por siempre, antes que pensar que
esos hombres, que una vez por todas fueron
incinerados en una pira funeraria, son capaces de
montar a caballo y de luchar en una batalla? O bien, si
afirmas que tal cosa fue posible, entonces tienes que
explicar de qué manera fue posible, y no limitarse a
contar cuentos de viejas.
13. —¿Crees realmente que son cuentos de viejas? —
replicó Lucilio—. ¿No ves tú el templo que dedicó en
el foro a Castor y Pólux Aulo Postumio, o ignoras la
resolución del Senado respecto de Vatinio? En cuanto
a Sagra, los griegos poseen un dicho proverbial al
respecto: cuando ellos afirman algo dicen que aquello
es "más cierto que lo sucedido en el Sagra", ¿No
deberás tener en cuenta su autoridad?
— ¡Oh! Balbo —replicó Cotta—, tú me estás combatiendo
con rumores, cuando lo que yo te he exigido
son razones. . .
CAPITULO 6
14 . . . siguen los sucesos futuros; pues nadie puede
eludir o huir las cosas futuras. Pero, con frecuencia ni
tan siquiera es útil conocer lo que va a ocurrir; es, en
efecto, una desgracia sufrir tormentos inútiles, y
carecer del último pero común solaz de la esperanza,
especialmente cuando vuestra escuela afirma también
que todos los acontecimientos están predeterminados
por el hado, y que el hado es lo que desde toda la
eternidad ha sido verdad: ¿qué bien es, pues, saber que
algo va a su ceder, o tomo puede ello ayudarnos a
evitarlo, siendo así que ello ciertamente tiene que
ocurrir? Además, ¿de dónde procede vuestro arte de
la adivinación? ¿Quién encontró la fisura en el
hígado? ¿Quién cayó en la cuenta del canto de la cor
neja? ¿Quién advirtió la forma en que caía la suerte?
Y yo creo en estas cosas, y no puedo des preciar el
báculo augural de Atto Navio, al que tú hiciste
referencia
127; pero ¿cómo llegaron a sercomprendidos esos modos de adivinación? Eso es lo
que los filósofos tienen que enseñarme, sobre todo
supuesto que tus adivinos mienten en multitud de
cosas.
15 "Pero también los médicos se equivocan con
frecuencia": ese era tu argumento
128. Pero ¿qué semejanzaexiste entre la medicina, cuya base racional
puedo ver, y la adivinación, cuya fuente no puedo
comprender? Por otra parte, tú piensas que los dioses
fueron realmente aplacados por el sacrificio de los
Decios. Sin embargo, ¿cómo pueden los dioses haber
sido tan injustos como para que su indignación hacia
el pueblo romano sólo pudiera aplacarse con la muerte
de héroes como los Decios? No, el sacrificio de los
Decios fue un recurso o invento de los generales, lo
que los griegos llaman "strategema", si bien un recurso
ingenioso propio de generales que estaban dispuestos
a dar sus vidas en servicio de su país; pensaban, en
efecto, que si un jefe cabalgaba a galope tendido contra
el enemigo sus tropas iban a seguirle, y así ocurrió.
En cuanto a la voz del Fauno, ciertamente yo nunca la
he oído
129 : pero si tú dices haberlo oído, daré créditoa tu palabra, aun cuando no sé en absoluto qué es un
Fauno.
CAPITULO 7
Así, pues, Balbo, en la medida en que depende de tí,
todavía no comprendo que los dioses existan; creo en
su existencia, pero los estoicos no la explican lo más
mínimo.
16. Cleantes, en efecto, como tú decías, opina que las
nociones de los dioses se hallan formadas en los
espíritus de los seres humanos de cuatro maneras. He
discutido ya suficientemente una de estas maneras, la
que deriva de nuestro conocimiento previo de los
acontecimientos futuros; la segunda se basa en los
disturbios meteorológicos y en los demás cambios del
tiempo; la tercera en la utilidad y abundancia de las
comodidades que tenemos a nuestro alcance; y la
cuarta, en los movimientos ordenados de las estrellas y
en la regularidad del cielo. Hemos hablado ya sobre el
conocimiento previo. En cuanto a las perturbaciones
meteorológicas, tanto en tierra como en el mar, no
podemos negar que hay muchas personas que se
sienten aterrorizadas por ellas y piensan que son
causadas por los dioses inmortales. fieri existument;
17 Pero lo que estamos buscando no es si hay quienes
crean que los dioses existen; lo que andamos buscando
es saber si los dioses existen o no. En cuanto a las
demás razones que aduce Cleantes, la que deriva de la
abundancia de los beneficios que nos han sido
otorgados, y la otra que se basa en la ordenada
secuencia de las estaciones y en la regularidad de los
cielos, trataremos de ellas cuando lleguemos a la
discusión de la providencia divina, sobre la cual tú,
Balbo, dijiste muchas cosas.
18 Y diferimos para la misma ocasión el argumento
que tú atribuíste a Crysippo, de que, puesto que existe
en el universo algo que no puede ser creado por el
hombre, tiene que existir algún ser superior al hombre;
y también tu comparación de la belleza ornamental de
una casa con la belleza del mundo, y tu referencia a la
armonía y consenso común de todo el mundo;
asimismo, pospondremos para esta parte de mi
disertación a que me he referido los breves y un tanto
agudos silogismos de Zenón; asimismo, todos tus
argumentos de naturaleza científica acerca de la fuerza
ígnea y el calor, que tú afirmaste era la fuente
universal de la generación, serán examinados en su
lugar; y todo lo que tú dijiste anteayer, cuando
intentabas demostrar la existencia de los dioses, para
demostrar que tanto el mundo como un todo cuanto el
sol, la luna y las estrellas poseían sensación e
inteligencia, lo guardaré para la misma ocasión.
19. Pero, lo que te preguntaré una vez y otra es cuáles
son las razones que tienes tú para creer que los dioses
existen.
CAPITULO 8
—En realidad —repuso Balbo— yo creo haber presentado
mis razones, pero tú las refutas de tal manera
que, cuando parece que vas a formularme una
pregunta y yo me he preparado ya para contestar, de
pronto desvías el razonamiento y no me das
oportunidad de responder. Así, pues, cuestiones de
gran importancia nos han pasado por alto sin hacer
caso de ellas, tales como la adivinación y el hado,
temas que tú has tratado brevemente cuando nuestra
escuela está acostumbrada a decir mucho sobre ellos,
aunque sean completamente distintos de la cuestión
que estamos tratando. Te ruego, pues, que adoptes un
modo de proceder ordenado, de forma que podamos
poner en claro la cuestión presente.
20. —Muy bien —dijo Cotta—. Por consiguiente,
puesto que tú has dividido toda la cuestión en cuatro
partes, y hemos hablado ya de la parte primera,
consideremos ahora la segunda. A mí me ha parecido
reducirse a esto: tú pretendías mostrar cómo eran los
dioses, pero de hecho has demostrado que no existen.
Has dicho, en efecto, que es muy difícil separar el
espíritu de su asociación con los ojos; ahora bien, no
vacilaste en argüir que puesto que nada es más
excelente que la divinidad, el mundo tiene que ser
dios, porque no hay nada en el universo que sea
superior al mundo. Sería así con la sola condición de
que pudiéramos imaginar al mundo como un ser
viviente o, mejor aún, con la sola condición de que
pudiéramos discernir con nuestras mentes esta verdad
tan exactamente como con nuestros ojos vemos los
objetos externos.
21. Pero, cuando tú dices que nada es superior al
mundo, ¿qué entiendes tú por superior? Si tú quieres
decir más bello, estoy de acuerdo, si quieres decir más
adecuado a nuestras conveniencias, también en esto
estoy de acuerdo; pero, si lo que tú quieres decir es
que no hay nada más sabio que el mundo, estoy entera
y absolutamente en desacuerdo contigo; no porque sea
difícil establecer este divorcio entre el espíritu y los
ojos, sino porque cuanto más hago esto tanto menos
consigue mi mente captar lo que quieres decir.
CAPITULO 9
"No hay en el universo nada superior al mundo."
Tampoco hay en la tierra nada superior a nuestra
ciudad: ¿es que por ello crees que nuestra ciudad está
dotada de razón, de pensamiento, de inteligencia? O
bien, por no ser así, ¿crees acaso que una hormiga
debe ser considerada superior a esta hermosísima
ciudad, debido a que una ciudad no está dotada de
sensación mientras que una hormiga posee no sólo
sensación sino también una mente que razona y
recuerda? Conviene ver, Balbo, qué es lo que se te
concede, no dar por admitido lo que a ti te plazca.
22. Todo este punto ha sido concisamente desarrollado
130por aquel famoso y viejo silogismo de
Zenón, de conclusión que a tí te pareció aguda. Zenón
plantea el argumento así: "Lo que es racional es
superior a lo que no es racional; ahora bien, nada es
superior al mundo; luego el mundo es racional."
23. Si tú aceptas esta conclusión, llegarás perfectamente
a demostrar que el mundo es muy capaz de
leer un libro; pues, siguiendo las huellas de Zenón,
podrás muy bien construir un silogismo como sigue:
"Lo que es conocedor de las letras o literato es
superior a lo que ignora las letras o es iliterato; ahora
bien, nada es superior al mundo; el mundo, por tanto,
es literato". Mediante esta forma de razonar el mundo
será también un orador, e incluso un matemático, un
músico y, de hecho, un experto en todo género de
saber; en una palabra, un filósofo. Dijiste muchas
veces que el mundo es la única fuente de todas las
cosas creadas, y que la capacidad de la naturaleza no
incluye el poder de crear cosas desemejantes a ella
misma: ¿he de admitir yo que el mundo es no
solamente un ser vivo, y un sabio, sino también un
tocador de lira y un flautista, porque da a luz hombres
hábiles en estas artes? Pues bien, ese padre de vuestra
escuela estoica no aduce en realidad ninguna razón por
la que tengamos que pensar que el mundo es racional,
ni tan siquiera para que pensemos que es un viviente.
El mundo, por consiguiente, no es dios; y, no obstante,
no hay nada superior al mundo, porque no hay nada
más bello que él, nada más adecuado para nuestra
salud, nada más agradable a la vista o más regular en
su movimiento.
Y si el mundo tomado como un todo no es dios,
tampoco lo son las estrellas, que tú, en su incontable
multitud, querías reconocer como dioses,
extendiéndote con complacencia en sus movimientos
uniformes y sempiternos, y lo afirmo con toda razón,
pues muestran una regularidad maravillosa y
extraordinaria.
24. Pero, no todas las cosas, Balbo, que tienen
trayectorias fijas y regulares deben ser atribuidas a un
dios más que a la naturaleza.
¿Qué suceso crees tú podría haber más regular que la
repetida alternancia de las mareas en el Euripo de
Calcis? ¿O que la de los estrechos de Mesina? ¿O que
la de las arremolinadas corrientes oceánicas en la
región en que
"la ola rapaz divide a Europa y Libia?"
¿Acaso las mareas de las costas de España o Britania
con sus flujos y reflujos a intervalos fijos de tiempo no
pueden producirse sin la intervención de un dios? Si
todos los movimientos y todos los sucesos que
mantienen una regularidad periódica constante se
afirma que son divinos, ¿por qué, dime, no deberemos
también decir que son divinas las fiebres tercianas y
cuartanas, como quiera que nada puede haber más
regular que el proceso de sus accesos periódicos?
Todos los fenómenos de esta clase exigen una
explicación racional.
25. Y en vuestra incapacidad para dar esta explicación,
os refugiáis en dios como en lugar sagrado.
Asimismo, admirabas tú la agudeza de un argumento
de Crysippo, que fue sin duda un pensador diestro y
endurecido
131 —aplico el adjetivo "diestro" a laspersonas de inteligencia rápida, y el adjetivo
"endurecido" a aquellas cuyas mentes se han
endurecido con el uso de la misma manera que la
mano se endurece con el trabajo—; Crysippo, pues,
arguye de esta manera: "si existe algo que el hombre
no es capaz de crear, el que crea este algo es superior
al hombre; ahora bien, el hombre no es capaz de crear
los objetos que vemos en el mundo; luego el que fue
capaz de hacer tal cosa es superior al hombre; ahora
bien, ¿quién puede superar al hombre sino dios?
Luego dios existe". Todo esto se mueve en el campo
de error mismo en que se hallaba el argumento de
Zenón.
26. No se da ninguna definición del significado de
"superior" y "más excelente", o de la distinción entre
naturaleza y razón. Crysippo además declara que, si no
hubiera dioses ningunos, el universo natural no
contendría nada superior al hombre; pero que
cualquier hombre piense que no hay nada superior al
hombre lo considera el colmo de la arrogancia.
Concedamos que es una muestra de arrogancia el
valorarse a sí mismo superior al mundo; pero, no
solamente no es una señal de arrogancia, sino que es
más bien una muestra de sabiduría el comprobar que
uno es un ser consciente y racional y que Orion y la
Canícula no lo son. Asimismo, dice: "si vemos una
casa bella, inferiremos que fue edificada para sus
dueños, no para los ratones; así, pues, hemos de
estimar que el mundo es la mansión de los dioses". Sin
duda yo juzgaría esto así si creyera que el mundo
había sido edificado a manera de una casa, y no que
fue construido por la naturaleza, como demostraré
que lo fue.
CAPITULO 11
27 Me dices, empero, que Sócrates dice en Jenofonte
que si el mundo no tuviera un alma racional, de dónde
íbamos a sacar la nuestra.
133 Y yo a mi vez preguntoque de dónde sacamos la facultad de hablar, de dónde
sacamos los números y de dónde la música; a menos
que supongamos que el sol conversa con la luna
cuando sus trayectorias se acercan, o que el mundo
produce una música armoniosa
134, como creePitágoras. Estas facultades son dones de la naturaleza,
Balbo, y no de una naturaleza que "camina de una
manera artificiosa o llena de arte", como dice Zenón
135—y dentro de un momento veremos qué quiere decir
esto—, sino de una naturaleza que, por medio de sus
propios movimientos y cambios, comunica
movimiento y actividad a todas las cosas.
28 Por esto estoy completamente de acuerdo con
aquella parte de tu exposición que hablaba de la
puntual regularidad de la naturaleza y de lo que tú
llamabas su interconexión y correlación armónicas
136 ;pero me es imposible aceptar tu afirmación de que
esto no podría haberse producido de no estar sostenido
por un único espíritu divino. Por el contrario, la
coherencia y persistencia del sistema se deben a las
fuerzas de la naturaleza y no al poder divino; en ella es
donde reside esta "concordia" —que los griegos
llaman "sympátheia"—, pero cuanto mayor es ella
como proceso o crecimiento espontáneo, tanto menos
posible es suponer que todo el sistema fue creado por
la razón divina.
CAPITULO 12
29 Entonces, ¿cómo refuta vuestra escuela los
argumentos estos de Carnéades? Si no hay ningún
cuerpo inmortal, no hay tampoco ningún cuerpo
eterno; ahora bien, no hay ningún cuerpo inmortal, ni
siquiera hay ningún cuerpo que no pueda reducirse a
partes o que no pueda ser descompuesto y disuelto. Y,
supuesto que todo ser vivo animado es por su misma
naturaleza capaz de sentir, ninguno de estos seres
puede eludir la inevitabilidad de recibir alguna
impresión que proceda del exterior, a saber, no puede
dejar de padecer y sentir; y, si todo ser animado reúne
estas condiciones, ningún ser animado es inmortal. Por
consiguiente, de igual manera, si todo ser animado
puede ser dividido en sus partes, ningún ser animado
es individuo o indivisible, y ninguno es eterno; ahora
bien, todo ser animado está hecho como para
experimentar y sufrir la violencia procedente de fuera;
por consiguiente se sigue de ello que todo ser animado
es necesariamente mortal, disoluble y divisible.
30 Pues, de la misma manera que, si toda cera fuera
capaz de cambiar, nada hecho de cera sería inmutable,
y análogamente tampoco sería inmutable nada hecho
de plata o bronce si la plata y el bronce fueran
sustancias transformables o mutables, así también, por
tanto, si todos los elementos de los que todas las cosas
están compuestas son transformables y mutables, no
podrá haber ningún cuerpo que sea inmutable; ahora
bien, los elementos de los que, según tu escuela, todas
las cosas se componen son mudables y transformables;
por consiguiente, todo cuerpo es mudable y está
sometido al cambio. Ahora bien, si hubiese algún
cuerpo inmortal, no todos los cuerpos serían
mudables. De donde se sigue que todo cuerpo es
mortal. Todo cuerpo, en efecto, es o bien agua, o aire,
o fuego, o tierra, o una combinación de todos estos
elementos o de algunos de ellos; ahora bien, ninguno
de estos elementos es indestructible o imperecedero.
31. Pues, todo lo que es de naturaleza terrestre es
divisible, y la sustancia líquida o húmeda es tan blanda
que puede fácilmente ser comprimida y rota, mientras
que el fuego y el aire son muy fácilmente impulsados
por impactos de todas clases y tienen una consistencia
extremadamente dúctil y fácilmente disipable; además,
todos estos elementos perecen cuando sufren una
transformación, cosa que ocurre cuando la tierra se
convierte en agua, y cuando del agua brota aire, y del
aire se produce éter, y cuando estos procesos a su vez
siguen el orden inverso; ahora bien, si esos elementos
de que consta todo ser animado pueden perecer,
ningún ser animado o vivo es eterno.
CAPITULO 13
32 Y dejando a un lado esto, sin embargo no puede
encontrarse ningún ser animado que no haya
nacido alguna vez o que vaya a vivir para siempre.
Todo ser animado, en efecto, posee sensación; por
consiguiente percibe el calor y el frío, lo dulce y lo
amargo, y no puede por medio de ninguno de sus
sentidos recibir las impresiones agradables sin recibir
también las contrarias a ellas; por consiguiente, si es
capaz de sentir placer, es también capaz de sentir
dolor; ahora bien, un ser que puede experimentar el
dolor, debe necesariamente estar expuesto a perecer;
hay que admitir por consiguiente que todo animal es
mortal.
33 Además, si hubiera algo que no pueda sentir ni
placer ni dolor, este algo no podría ser un animal,
mientras que, si algo es animal, debe necesariamente
sentir placer y dolor; y lo que siente placer y dolor no
puede ser eterno; y todo animal siente estas cosas;
luego ningún animal es eterno. Más aún: no puede
existir ningún animal que no posea los instintos
naturales de apetencia y repulsión; ahora bien, los
objetos de la apetencia o apetito son cosas que están
de acuerdo con la naturaleza, y los objetos de la
repulsión son cosas contrarias a éstas ; y todo animal
anda en busca de ciertas cosas y huye de ciertas otras:
ahora bien, aquello de que huye es contrario a la
naturaleza, y lo que es contrario a la naturaleza posee
la capacidad de destruirla; por tanto es necesario que
todo animal perezca.
34 Son demasiado numerosas para ser recorridas las
pruebas por las que se puede demostrar de manera
irrebatible que no hay nada que posea la sensación que
no perezca; de hecho, los objetos mismos de la
sensación, tales como el frío y el calor, el placer y el
dolor, y los demás todos, cuando son experimentados
en un grado muy intenso producen la destrucción; y no
hay ningún animal o ser animado desprovisto de
sensación; por tanto, ningún ser animado o animal es
eterno.
CAPITULO 14
Todo animal, en efecto, debe estar constituido o bien
por una sustancia simple, por consiguiente, o bien de
tierra, o de fuego, o de aire, o de agua —y un animal
así es inconcebible—, o bien debe estar constituido
por una sustancia compuesta de varios elementos, cada
uno de los cuales posee su lugar propio hacia el que se
dirige por su impulso natural, uno hacia el fondo, otro
hacia lo alto, otro hacia la zona media; tales elementos
pueden mantenerse en cohesión durante un cierto
tiempo, pero de ninguna manera pueden hacer eso
siempre, porque cada uno debe necesariamente ser llevado
por la naturaleza hacia su propio lugar; por tanto,
ningún ser animal es eterno.
35. Pero vuestra escuela, Balbo, suele referir todas las
cosas a una fuerza elemental de naturaleza ígnea,
siguiendo en ello, según creo, a Heráclito
137, si bien notodos interpretan al maestro de la misma manera; no
obstante, supuesto que él no deseó que su significado
fuera comprendido
138, dejémoslo a un lado; vosotrosdecís, empero, que toda fuerza tiene una naturaleza
ígnea, y que, a causa de esto, todos los seres animales
perecen cuando les falta su calor, y asimismo que, en
cualquier orden de la naturaleza, tiene vida y vigor lo
que está caliente. Pero, por mi parte no logro entender
cómo perecen los cuerpos cuando su calor se extingue,
y no perecen, en cambio, cuando son privados de su
humedad o su aire, sobre todo supuesto que también
mueren por excesivo calor.
36. Por consiguiente, lo que decís acerca del calor
debe aplicarse también a los demás elementos.
Veamos, sin embargo, lo que sigue. Vuestro punto de
vista es, en mi opinión, que no hay ningún ser animal
que esté contenido en el interior de la naturaleza y el
mundo todo excepto el fuego. ¿Y por qué el fuego más
bien que el aire —"anima"—, del que está formada
también el alma — "animus"— de los seres animados,
de donde precisamente deriva el término "animal"?
¿Con qué fundamento suponéis que se os concede que
no hay más alma que el fuego? Parece más razonable
afirmar que el alma es una naturaleza compuesta, y
consta de fuego y aire combinados. No obstante, si el
fuego es un ser animal en sí mismo y por sí mismo, sin
la mezcla de ningún otro elemento, la presencia del
fuego en nuestros cuerpos es lo que nos hace estar
dotados de sensación y por consiguiente el propio
fuego no puede carecer de sensación. Aquí podemos
repetir el argumento utilizado ya antes
139: todo lo queestá dotado de sensación debe necesariamente
experimentar tanto el placer como el dolor; ahora bien,
lo que puede sentir dolor debe también poder ser
destruido; de donde se sigue que también sois
incapaces de demostrar que el fuego es eterno.
37. Además, ¿no habéis afirmado también vosotros
que todo fuego necesita combustible y que de ninguna
manera puede conservarse si no es alimentado? ¿Y
que el sol, la luna y las demás estrellas se alimentan
los unos de agua dulce, los otros de agua del mar? Esta
es la razón que aduce Cleantes para explicar
"por qué el sol no retrocede, ni avanza más allá de la
órbita de su solsticio"
140,como tampoco va más allá de su solsticio de invierno :
no puede, en efecto, alejarse demasiado de su
alimento. Consideraremos toda esta cuestión dentro de
poco; por el momento acabemos con este silogismo: lo
que puede perecer no puede ser una sustancia eterna;
ahora bien, el fuego puede perecer si no es alimentado;
el fuego, por consiguiente, no es una sustancia eterna.
CAPITULO 15
38. Pero ¿cómo podemos entender a un dios que no
posea ninguna virtud? Pues ¿qué? ¿Atribuimos a dios
la prudencia, que consiste en el conocimiento de las
cosas buenas, de las cosas malas, y de las cosas que no
son ni buenas ni malas? Un ser que no experimenta ni
puede experimentar nada malo ¿qué necesidad tiene
de escoger entre las cosas buenas y las cosas malas?
¿O qué necesidad tiene de la razón o de la
inteligencia? Estas facultades las empleamos con el fin
de alcanzar las cosas oscuras partiendo de las que nos
son conocidas; ahora bien, para dios nada puede ser
oscuro. Y la justicia, que asigna a cada uno de lo que
le es propio o le pertenece, ¿qué tiene que ver con los
dioses? Pues, como vosotros decís, fue la sociedad y la
comunidad humana la que engendró la justicia. La
templanza consiste en abstenerse de los placeres del
cuerpo, de forma que, si en el cielo hay lugar para la
templanza, tiene que haber también lugar para el
placer. En cuanto al valor, ¿cómo puede concebirse un
dios valiente? ¿Fuerte en el dolor? ¿En el trabajo? ¿En
el peligro acaso? Ninguna de estas cosas afecta a la
divinidad.
39. La divinidad, pues, no es ni racional ni posee
ninguna virtud: pero ¿cómo podemos concebir un dios
así?
De hecho, cuando reflexiono sobre las afirmaciones de
los estoicos, no puedo menospreciar la estupidez de
las gentes vulgares e ignorantes. Entre las gentes
ignorantes se encuentran supersticiones, como el culto
sirio de un cierto pez
142 , y la deificación egipcia decasi todas las especies animales; por su parte, en
Grecia se rinde culto a numerosos seres humanos
divinizados, Alabandos en Alabanda, Tennes en
Ténedos, Leucotea, primitivamente Inó y su hijo
Palemón en toda Grecia, así como también Hércules,
Esculapio y los hijos de Tyndáreo; y, entre nosotros
mismos, Rómulo y otros muchos que se cree han sido
admitidos a la ciudadanía celestial en tiempos
recientes, gracias a una especie de extensión del
privilegio.
CAPITULO 16
40. Estas son, pues, las supersticiones de los
ignorantes. ¿Y cuáles son las vuestras, las de los
filósofos? ¿En qué son mejores vuestros dogmas?
Omito todos los demás, que son verdaderamente
notables. Admitamos tan sólo que el mundo sea dios
—esto es, en efecto, lo que supongo significa el verso
"la ardiente bóveda del cielo, que todos invocan como
Júpiter".
¿Por qué, pues, hemos de añadir también a él otros
dioses y numerosos? ¡Y qué grande es la
muchedumbre de éstos! A mí, al menos, me parecen
ser realmente muy numerosos; pues vosotros contáis
entre los dioses a todas y cada una de las estrellas, y
las llamáis mediante nombres de animales tales como
Cabra, Escorpión, Toro, León, o mediante nombres de
cosas inanimadas, tales como Argo, Ara o Corona.
41. Pero, aun concediendo esto, ¿cómo puede todo lo
demás no ya concederse sino ni tan siquiera
entenderse? Cuando llamamos Ceres al trigo o Líber al
vino, empleamos una figura de lengua familiar, pero
¿Crees tú que puede haber alguien de mente tan
perturbada como para creer que el alimento que come
es un dios? En cuanto a los casos que tú aduces de
hombres que han sido levantados a la condición de
divinidad, me explicarás, y me agradará mucho
aprenderlo, cómo fue posible esta apoteosis, o bien por
qué ha dejado de tener lugar en nuestros días. En el
estado actual de las cosas, no entiendo cómo el héroe
aquel a cuyo cuerpo
"en el monte Oita se aplicaron las antorchas",
como dice Accio, puede haber pasado desde la
ardiente pira a
"la mansión eterna de su padre";
dejando a un lado el hecho de que Homero
143 nopresenta a Ulises encontrándose con él, entre los
demás que habían abandonado ya esta vida, en el
mundo infernal.
42. Aun cuando a mí me gustaría saber qué Hércules
particular es el que nosotros veneramos; pues los
estudiosos de los escritos esotéricos y recónditos nos
hablan de varios Hércules, siendo el más antiguo de
ellos el hijo de Júpiter, es decir, del Júpiter asimismo
más antiguo pues encontramos varios Júpiter también
en los primitivos escritos de los griegos. ¡Así, pues,
este Júpiter y Lysithoe fueron los padres del Hércules
este de quien se nos dice que tuvo una querella con
Apolo por un trípode! Se nos habla de otro Egipto,
hijo del Nilo, del que se dice compiló los libros
sagrados de Frigia. Un tercero procede de los "Digiti"
del Monte Ida, que ofrecen sacrificios en su tumba. El
cuarto es hijo de Júpiter y Asteria, la hermana de
Latona; es venerado principalmente en Tiro, y se dice
que fue el padre de la ninfa Cartago. Hay un quinto
Hércules en la India, llamado Belos. El sexto es
nuestro amigo, el hijo de Alcmena, cuyo progenitor
fue Júpiter, es decir, el Júpiter número tres, puesto
que, voy a explicar ahora, la tradición nos habla
también de varios Júpiter.
CAPITULO 17
43. Pues, dado que mi razonamiento me ha conducido
a este punto, voy a demostrar que he aprendido más
acerca de la manera adecuada de venerar a los dioses,
de acuerdo con la ley pontificia y las costumbres de
nuestros antepasados, en aquellas pobres y pequeñas
marmitas que nos legó Numa, de las que habla Lelio
en aquel pequeño discurso de oro
145, que en las teoríasde los estoicos. Pues, si adopto tus doctrinas, tú mismo
me dirás cómo debo responder a quien me haga preguntas
como las que siguen: "Si existen los dioses,
¿son también diosas las ninfas? Si las ninfas son
diosas, los Panes y Sátiros son también dioses; luego
la ninfas tampoco lo son. Sin embargo, tienen templos
consagrados y dedicados a ellas por el pueblo; ¿hay
que deducir entonces que tampoco son dioses aquellos
otros a quienes se les han dedicado templos? Dime
asimismo esto: cuentas a Júpiter y a Neptuno entre los
dioses; luego su hermano Orco es también un dios; y
los ríos míticos del mundo inferior, el Aqueronte, el
Cocyto y el Pyriflegeton, y asimismo Caronte y el can
Cerbero, deben ser considerados dioses.
44. Pero esto es del todo rechazable o inadmisible; por
tanto tampoco Orco es un dios; ¿qué decir entonces de
sus hermanos antes mencionados?" Estos argumentos
fueron formulados por Carnéades, no con la
intención de imponer el ateísmo —pues ¿qué cosa
puede ser menos propia de un filósofo?—, sino a fin
de demostrar la falta absoluta de valor de la teología
estoica; por eso proseguía así: "Pues ¿qué? —decía—.
Si estos hermanos son incluidos en el número de los
dioses, ¿podemos nosotros negar la divinidad de su
padre Saturno, que es objeto de la más alta reverencia
o veneración de parte de las gentes vulgares del oeste?
Y si él es un dios, hemos de admitir que también su
Padre Cielo o Urano es un dios. Y si es así, los
progenitores del Cielo, el Éter y el Día, deben
considerarse dioses y también todos sus hermanos y
hermanas, a quienes los antiguos especialistas en
genealogías denominan Amor, Dolo, Temor, Trabajo,
Envidia, Hado, Vejez, Muerte, Tinieblas, Miseria,
Lamentación, Favor, Fraude, Obstinación, Parcas,
Hespérides, Sueños, todos los cuales son, según el
mito, hijos de Erebo y la Noche". Por consiguiente, o
bien hay que admitir estas monstruosidades, o hay que
descartar también aquellos primeros pretendientes. tollenda.
CAPITULO 18
45. Por otra parte, si llamas dioses a Apolo, a Vulcano,
a Mercurio y a los demás, ¿vas a dudar acerca de
Hércules, Esculapio, Líber, Castor y Pólux? Pero es
que éstos son tan venerados como aquéllos y aún, a
decir verdad, en ciertos lugares mucho más que
aquéllos. ¿Hay que considerar, pues, dioses a los que
han nacido de madres mortales? Pues bien, ¿no estarán
también en el número de los dioses Aristeo, el famoso
inventor del olivo, que fue hijo de Apolo, y Teseo el
hijo de Neptuno, y todos los demás hijos de dioses?
¿Y qué decir sobre los hijos de las diosas? Yo creo
que tienen mayores derechos aún a ello; pues, de la
misma manera que por la ley civil aquel cuya madre es
una mujer libre es un hombre libre, así también por la
ley de la naturaleza aquel cuya madre es una diosa
tiene que ser un dios; y en la isla de Astypalea Aquiles
es más devotamente venerado por los habitantes de la
misma por los motivos dichos; ahora bien, si Aquiles
es un dios, también lo son Orfeo y Reso, cuya madre
fue una Musa; ¡a no ser tal vez que un matrimonio en
el fondo del mar tenga más valor que un matrimonio
en la tierra seca! Si estos no son dioses, porque no son
venerados en ninguna parte, ¿cómo pueden ser dioses
los otros?
46. Medítalo, pues, no sea que estos honores divinos
se atribuyan a las virtudes de los hombres y no a su
inmortalidad; cosa que tú mismo, Balbo, pareciste dar
a entender. Luego, si tú crees que Latona es una diosa,
¿cómo puedes pensar que no lo sea Hécate, que es hija
de Asteria, la hermana de Latona? ¿Es también Hécate
una diosa? Hemos visto en Grecia altares y capillas
dedicados a ella. Pero, si Hécate es una diosa, ¿por
qué no lo son las Euménides? Y si estas son diosas —
y tienen un templo en Atenas, y el Bosque Sagrado de
Furina en Roma, si interpreto bien el nombre, también
es suyo—, entonces las Furias son diosas,
probablemente por su cualidad de descubridoras y
vengadoras del crimen y la maldad.
47. Y si los dioses son tales que intervienen en los
asuntos humanos, "Natio" debe también ser
considerada una diosa, a la que solemos ofrecer
sacrificios cuando recorremos en circulo los santuarios
del territorio de Ardea
146: es llamada Natio, nombreque procede del verbo "nacer" ("nasci"), porque se
cree que ella vela por las mujeres casadas que están de
parto. Si ella es una diosa, también lo son las
abstracciones que tú mencionaste, el Honor, la
Fidelidad, el Intelecto y la Concordia, y también por
tanto la Esperanza y la Moneda, y todas las cosas que
pueda concebir nuestra imaginación. Y si todo esto
parece poco verosímil o probable, también es así la
primera suposición aquella de la que se infieren todas
estas cosas o casos concretos.
CAPITULO 19
Así pues, si los dioses tradicionales a quienes damos
culto son realmente divinos, ¿qué razón podéis darme
que justifique que no se incluya en la misma categoría
a Isis y Osiris? Y si hacemos esto, ¿por qué
repudiamos a los dioses de los bárbaros? Tendremos,
pues, que admitir en la lista de los dioses a bueyes y
caballos, ibis, halcones, áspides, cocodrilos, peces,
perros, lobos, gatos y otras muchas bestias más. O
bien, si rechazamos a todos éstos, tendremos que
rechazar también a aquellos otros de quienes proceden
sus pretensiones.
48 ¿Y luego qué? Si hay que estimar divina a Inó, bajo
el título de Leucotea en Grecia y de Matua en Roma,
por ser ella la hija de Cadmo, ¿no deben también ser
contados entre los dioses Circe, Pasífae y Aeetes,
hijos de Perseís, nacida del Océano y cuyo padre fue
el Sol? Aparte del hecho de que también
147 Circe esdevotamente venerada en la colonia romana de Circei.
Por tanto, si la consideras a ella una diosa, ¿qué
contestarás a Medea, la cual, por ser su padre Aeetes y
su madre Idyía, tuvo como ella dos abuelos que fueron
el Sol y el Océano? ¿O qué responderás a su hermano
Absyrto —que aparece en Pacuvio como Aigialeos, si
bien el primer nombre es más común en la literatura
antigua?— Si éstos, no son divinos, tengo mis temores
sobre lo que va a ser de Inó, pues las pretensiones
de todos ellos proceden de una misma fuente.
49 ¿O bien, si admitimos a Inó, haremos divinos a
Amfiarao y Trofonio? Los publícanos o recaudadores
de contribuciones romanos, al encontrar se con que
había en Beocia tierras pertenecientes a los dioses
inmortales que estaban exentas de tributos por ley
censoria o normas de algún censor, solían afirmar
que nadie que hubiera sido durante algún tiempo un
ser humano era inmortal. Pero si éstos son divinos,
también lo es sin duda alguna Erecteo, cuyo santuario
y cuyo sacerdote vimos también cuando estuvimos en
Atenas. Y si consideramos que éste es un dios, ¿qué
dudas podemos sentir acerca de Codro o cualquier
otras personas que cayeron luchando por la libertad de
su patria? Y si esto no es probable, hemos de rechazar
también los casos primeros de los que éstos son
consecuencia.
50. También es fácil ver que en la mayor parte de los
estados la memoria de los hombres valientes ha sido
santificada con honores divinos con el fin de promover
o estimular el valor, para hacer a los hombres mejores
más afanosos de enfrentarse con el peligro en pro de
su país. Esta es la razón por la que Erecteo y sus hijas
han sido divinizados en Atenas, y análogamente se
encuentra en Atenas el santuario Leonático
148, llamado"Leo-karion". Las gentes de Alabanda dan culto a
Alabando, el fundador de esta ciudad, y con mayor
devoción que a cualquiera de las divinidades famosas.
Y allí fue donde Stratónico pronunció una de sus
agudas frases; cierta persona que le era molesta le
aseguró que Alabando era dios y que Hércules no lo
era: "Pues bien, —respondió él—, que la ira de
Alabando caiga sobre mí y la de Hércules sobre ti."
CAPITULO 20
51. En cuanto a tu idea de derivar la religión del
firmamento y las estrellas, ¿no te das cuenta tú de
cuán lejos te lleva ella? Dices que el sol y la luna son
divinidades, y los griegos identifican al primero con
Apolo y a la última con Diana. Pero si la Luna es una
diosa, entonces también lo es Lucifer, y los demás
planetas deberán asimismo ser considerados dioses; y
de ser así, también entonces las estrellas fijas. Pero
¿por qué no se habrá de incluir entre los dioses al
glorioso Arco Iris? Es lo suficientemente bello para
ello, y su maravillosa hermosura ha hecho nacer la
leyenda de que Iris es la hija de Thaumas
149. Y si lanaturaleza del arco iris es divina, ¿qué harás con las
nubes? El mismo arco iris es producido por una cierta
coloración de las nubes; y se cuenta también la
leyenda o mito de que una nube engendró a los
Centauros. Pero si alistas a las nubes entre los dioses,
tendrás sin duda que alistar entre ellos a las estaciones,
que han sido divinizadas en el ritual nacional de
Roma. Y si esto, entonces la lluvia y la tormenta, los
vendavales y tifones deben ser considerados divinos.
Al menos nuestros generales han tenido la costumbre,
al embarcarse para una travesía marítima, de sacrificar
una víctima a las olas.
52. Por otra parte, si el nombre de Ceres procede de
que ella da fruto, como dijiste
150, la tierra misma esuna diosa —y así se le considera, pues es la misma
que la divinidad Tellus—. Pero si lo es la tierra,
también lo será el mar, que tú identificaste con
Neptuno
151; y por consiguiente también los ríos y lasfuentes. Así, Maso dedicó un templo de la Fuente con
su botín corso y en la letanía o plegaria de los augures
podemos ver incluidos los nombres de Tibernio,
Spino, Almo, Nodino y de otros ríos de las cercanías
de Roma. Por consiguiente, o bien este proceso
resultará infinito, o bien no admitiremos nada de todo
eso; y esta ilimitada pretensión de superstición no será
admitida; por tanto no hay que aceptar nada de todo
esto.
CAPITULO 21
53. En consecuencia, Balbo, hemos de refutar también
la teoría de que esos dioses
152, que son seres humanosdivinizados, y que son objeto de nuestra más devotada
y universal veneración, existen no en la realidad sino
en la imaginación. . . En primer lugar, los llamados
teólogos mencionan a tres Júpiter, de los que el
primero y el segundo nacieron, dicen, en Arcadia,
siendo el padre del uno el Eter, de quien la leyenda
cuenta también que fue el progenitor de Proserpina y
de Líber, y siendo el padre del otro el Cielo, y de éste
se dice que engendró a Minerva, la madrina mítica e
inventora de la guerra; el tercero es el Jove cretense,
hijo de Saturno; su tumba se muestra en esta isla. Los
Dióscuros tienen también gran número de títulos en
Grecia: los tres primeros, llamados Anaces de Atenas,
hijos del más antiguo rey Júpiter y de Proserpina, son
Tritopatreus, Eubuleus y Diónysos. Los segundos,
hijos del tercer Júpiter y de Leda, son Castor y Pólux.
Los terceros son llamados por algunos Alco, Melampo
y Tmolo, y son los hijos de Atreo, el hijo de Pélops.
54. Por su parte, el primer grupo de Musas está
constituido por cuatro, hijas del segundo Júpiter, y son
Thelxínoe, Aoede, Arche y Melete; el segundo grupo
es el de las hijas del tercer Júpiter y Mnemossyne, y
son nueve en número; el tercer grupo está formado por
las hijas de Pieros y Antíope, y son habitualmente
denominadas por los poetas las Pieridas o las
Doncellas Pierias: su número y sus nombres son los
mismos que en las del grupo anterior. Tú haces
proceder el nombre del Sol del hecho de ser único en
su especie
153, ¡pero hay que ver qué número de Solesmencionan los teólogos! Uno es hijo de Júpiter y nieto
del Eter; otro es hijo de Hyperión; el tercero de
Vulcano, el hijo del Nilo— éste es el que los egipcios
dicen es el señor de la ciudad llamada Heliopolis—; el
cuarto es aquel a quien se dice dió a luz Acante en
Rodas, en la edad heroica, el padre de Ialysos,
Camiros, Lindos y Rodos; el quinto es el que se dice
que engendró a Aeetes y Circe en Colcos.
CAPITULO 22
55. Hay también varios Vulcanos; el primero es el hijo
del Cielo y de él y de Minerva se dice que nació el
Apolo que los historiadores antiguos consideran la
divinidad tutelar de Atenas; el segundo, hijo de Nilo,
es llamado por los egipcios Phthas, y es considerado el
guardián de Egipto; el tercero es hijo del tercer Júpiter
y de Juno, y la leyenda dice que fue dueño de un taller
de forja en Lemnos; el cuarto es el hijo de Memalio y
señor de las islas cercanas a Sicilia que suelen
llamarse las Islas de Vulcano
56. Un Mercurio tiene como padre al Cielo y como
madre al Día
; éste es tradicionalmente re presentadoen estado de excitación sexual, que se dice es debida a
la pasión que le inspiró la vista de Proserpina; otro es
el hijo de Valens y Foronís: este es el Mercurio
subterráneo identificado con Trofonio. Del tercero, el
hijo del tercer Júpiter y de Maia, las leyendas hacen el
padre de Pan, sien do la madre Penélope. El cuarto
tiene como padre a Nilo, y los egipcios consideran
nefasto pronunciar su nombre; el quinto, a quien
veneran y dan culto los feneatas, se dice que dio
muerte a Argos y que, en consecuencia, huyó exiliado
a Egipto, donde dio a los egipcios sus leyes y sus
letras: su nombre egipcio es Theuth, que es también
el nombre del primer mes en el calendario egipcio.
57. De los varios esculapios el primero es el hijo de
Apolo y es venerado por los arcadios; se cree que él
inventó la sonda y que fue el primer cirujano que
empleó las tablillas. El segundo es el hermano del
segundo Mercurio: se dice que fue alcanzado por un
rayo y que fue sepultado en Cynosura. El tercero es el
hijo de Arsippo y Arsínoe, y se dice que fue el primero
que inventó el uso de las purgas y la extracción de los
dientes; su tumba y su bosque sagrado son mostrados
en Arcadia, no lejos del río Lusios.
CAPITULO 23
El más antiguo de los Apolos es el que he dicho antes
fue hijo de Vulcano y guardián de Atenas. El segundo
es el hijo de Corybas, y nació en Creta: dice la
tradición que luchó con el propio Júpiter por la
posesión de la isla. El tercero es el hijo del tercer
Júpiter y de Latonia, y se cree que fue a Delfos
procedente del país de los Huperbóreos. El cuarto
pertenece a Arcadia, y es llamado "Nomios" por los
arcadios, por ser su legislador tradicional.
de Júpiter y Proserpina, se dice que dio a luz al Cupido
alado. La segunda es más conocida: la tradición hace
de ella la hija del tercer Júpiter y de Latona. Se
recuerda que el padre de la tercera fue Upis, y su
madre Glauce; los griegos la llaman con frecuencia
por el nombre de su padre Upis. Tenemos muchos
Diónysos. El primero es el hijo de Proserpina y
Júpiter; el segundo es hijo de Ni lo, y es el legendario
asesino de Nysa. El padre del tercero es Cabiros; se ha
afirmado que fue rey en el Asia, y los Sabazia fueron
instituidos en su honor. El cuarto es el hijo de Júpiter y
Luna; se cree que los ritos órficos se celebran en su
honor. El quinto es el hijo de Nisos y Thyone, y se
cree que estableció las fiestas Trietérides.
59 La primera de las Venus es la hija del Cielo y el
Día: yo he visto su templo en Elida. La segunda fue
engendrada de la espuma marina, y la tradición nos
dice que engendró al segundo Cupido, de su unión con
Mercurio. La tercera es la hija de Júpiter y Dione;
estuvo casada con Vulcano, pero se dice que engendró
a Anteros de su unión con Marte. La cuarta fue
concebida por Siria y Cipros
156, y es llamada Astarté;la tradición dice que se casó con Adonis. La primera
Minerva es la que he mencionado más arriba como
madre de Apolo. La segunda nació del Nilo y es
venerada por los egipcios de Sais. La tercera es la que
he mencionado antes como engendrada por Júpiter. La
cuarta es la hija de Júpiter y Coryfe, la hija de Océano,
y es llamada "Koría" por los arcadios, quienes dicen
que ella fue la inventora de la cuadriga.
La quinta es
Pallas, de quien se dice que dio muerte a su padre, cuando este intentó violar su doncellez: es
representada con alas adheridas a sus tobillos.
60. El primer Cupido se dice es el hijo de Mercurio y
de la primera Diana; el segundo, de Mercurio y de la
segunda Venus; y el tercero que es el mismo que
Anteros, de Marte y la tercera Venus.
Estos y otros mitos similares han sido entresacados de
las antiguas tradiciones de Grecia; y tú sabes muy bien
que hemos de combatirlos, para que la religión no
resulte minada en sus bases. Tu escuela, sin embargo,
no solamente no los refuta, sino que de hecho los
confirma interpretando sus respectivos significados.
Pero, volvamos ahora al punto de que hemos partido
para hacer esta digresión.
CAPITULO 24
61.
157. . . ¿Crees tú, pues, que se necesita algúnargumento más sutil para refutar estas nociones?
Inteligencia, fidelidad, esperanza, virtud, honor,
victoria, seguridad, concordia y todas las demás cosas
de este orden son evidentemente abstracciones, no
divinidades personales. Pues, o bien son propiedades
inherentes a nosotros mismos, por ejemplo, la
inteligencia, la esperanza, la fe o fidelidad, la virtud, la
concordia, o bien son objetos de nuestra apetencia o
deseo, por ejemplo, el honor, la salud o seguridad, la
victoria. Veo perfectamente el valor que ellas poseen,
y sé muy bien que se les han dedicado estatuas; pero
por qué razón se tiene que afirmar que ellas poseen la
divinidad es algo que no puedo entender sin conseguir
un ulterior conocimiento del tema. La buena suerte posee
muy buenos derechos a ser incluida en esta lista, y
sin embargo no habrá quien la separe de la
inconstancia y la temeridad, que ciertamente no son
cosas dignas de un ser divino.
62. Por lo demás, ¿por qué sois tan aficionados a esos
métodos alegóricos y etimológicos de explicar la
mitología? La mutilación del Cielo por su hijo y
análogamente el encarcelamiento de Saturno por el
suyo, así como otras ficciones semejantes, las
racionalizáis de tal manera que sus autores realmente
parecen no solamente no haber sido unos pobres
idiotas, sino hasta haber sido filósofos. En cuanto a
vuestras etimologías, ¡sois realmente dignos de toda
misericordia! Saturno es llamado así porque está
"saturado de años", Mavors o Marte porque produce la
"subversión de las cosas grandes", Minerva porque
"disminuye" o "amenaza", Venus porque "visita" todas
las cosas, Ceres viene de "gero", producir
158 ¡Quépráctica tan peligrosa es esta! Os encallaréis, en
efecto, en muchos nombres. ¿Qué haréis con nombres
como Vejovis o Vulcano? Aun cuando, supuesto que
creéis que el nombre Neptuno procede de "nare",
nadar, no habría ningún nombre cuya etimología no
podáis averiguar claramente con solo alterar una letra;
en esta cuestión me parece a mí que nadáis mejor que
el propio Neptuno.
que se tomó primero Zenón, luego Cleantes y
finalmente Crysippo, para racionalizar esos mitos
puramente ficticios y para explicar las razones de los
nombres con que son denominados los diversos
dioses. Sin embargo, al hacer esto, admitís claramente
que los hechos son muy distintos de lo que los
hombres creen, puesto que los llamados dioses son en
realidad propiedades de las cosas, no personas divinas.
CAPITULO 25
Tan lejos ha llegado este tipo de error, que aun a las
cosas nocivas no solamente se les dieron nombres de
dioses sino que de hecho tuvieron sus formas de culto
instituidas en su honor: testigo de ello el templo
dedicado a la Fiebre en el Palatino, el de Orbona, la
diosa de la privación y la desgracia, junto al templo de
los Lares, y el altar consagrado a la Mala Suerte en el
Esquilino.
64. Desterremos, pues, por completo de la filosofía el
error de afirmar cosas que son indignas de los dioses
inmortales cuando estemos discutiendo sobre su
naturaleza; acerca de la cual sé qué debo opinar yo
personalmente, mientras que no sé de qué manera
poder asentir a tus opiniones. Dices que Neptuno es el
alma racional que impregna o se difunde por todo el
mar; y algo semejante dices de Ceres; pero esa noción
tuya del mar o de la tierra dotados de una inteligencia
racional no es simplemente algo que yo no puedo
entender absolutamente, sino que es algo de lo que no
tengo ni la más ligera sospecha de qué puede
significar. Por consiguiente he de buscar en otra parte
esa instrucción que deseo sobre la existencia y la
naturaleza de los dioses; pues la explicación que tú das
de ellos [tal vez los haga imposibles.]
65. Consideremos ahora la cuestión siguiente, y en
primer lugar la de saber si el mundo está gobernado
por una providencia, y luego la de saber si los dioses
se cuidan de los asuntos humanos. Esos son, en efecto,
los dos capítulos que me quedan de los cuatro en que
has dividido la discusión; y, si os parece bien, creo que
requieren una discusión un tanto minuciosa.
—Por mi parte —dijo Velleio— estoy completamente
de acuerdo en ello, pues espero se diga aún algo más
importante, y me adhiero fuertemente a lo que se ha
dicho ya.
—Yo no quiero interrumpirte con preguntas —añadió
Balbo—; buscaremos otra ocasión para hacerlo; te
garantizo que haré que me des tu asentimiento. Pero. .
.
159"de ningún modo irá de acá para allá; hay una gran
lucha. Pues, para suplicarte con tan suaves palabras, a
no ser por..."
CAPITULO 26
66. ¿Crees tú que hay aquí falta de raciocinio, y acaso
no está ella preparándose a sí misma un terrible
desastre? Por otra parte, cuán agudamente razonado
está el dicho aquel:
"Al que quiere lo que quiere, la cosa le resulta como él
la hará".
Este verso contiene las semillas de todos los males.
"El, con mente desviada, me confió hoy las llaves
con las que voy a abrir toda mi ira, y labraré su mal,
y habrá tristezas para mí, luto para él,
destrucción para él, destierro para mí".
En verdad que este don de la razón, que vosotros decís
la bondad divina ha concedido solamente al hombre,
no lo poseen los animales.
67. ¿Véis, pues, qué gran don nos ha otorgado a
nosotros la divinidad? La misma Medea, cuando huía
de su padre y de su patria:
"cuando el padre se acerca y ya casi se dispone a
aprehenderla,
le arranca la cabeza al niño y divide sus miembros
por cada una de sus articulaciones
y por todos los campos va dispersando el cuerpo:
con el intento de que, mientras el padre
fuera recogiendo los miembros dispersados del hijo,
le fuera a ella posible entretanto ir escapando,
y la pena lo hiciera lento en perseguirla,
y ella se salvara con el crimen atroz de su propia
sangre".
16368. A ésta, igual que no le faltó el crimen, tampoco le
faltaba la razón. ¿Y qué? ¿Acaso aquél, mientras
prepara a su hermano el funesto banquete, no hace
trabajar su razón de acá para allá en sus pensamientos?
"he de mezclar en ello una mancha mayor y un mayor
mal, para humillar y destrozar así su duro corazón".
164CAPITULO 27
Ni hemos de pasar por alto al propio Tyestes, "que no
se contentó con inducir a estupro a mi esposa", ofensa
de que Atreo habla correctamente y con toda verdad:
". . . cosa que juzgo entre las sumamente graves el más
gran peligro,
el que las madres regias sean manchadas en el libertinaje,
y la sangre regia sea corrompida, y la estirpe sufra
alguna mezcla".
Pero cuán astutamente es tramado el crimen, por el
que utilizaba el adulterio para ganarse el trono:
"Añade a esto (dijo Atreo)
que el padre celestial me envió un portentoso aviso,
para dar firmeza a mi reino:
un cordero, notable en el rebaño por su vellón de oro,
Tyestes una vez se atrevió a hurtarlo de mi mismo
palacio
y para ello sobornó a mi esposa como cómplice suya".
69. ¿No véis cómo Tyestes, al tiempo que obraba con
suma depravación, dio muestras asimismo de la más
completa racionalidad? Y no solamente la escena está
llena de crímenes de esta clase, sino que también lo
está y más aún la vida ordinaria, y con crímenes casi
peores. La casa de cada uno, el foro, la curia
senatorial, los campos de asambleas, los aliados, las
provincias, todos se dan cuenta de que, de la misma
manera que las buenas acciones pueden ser guiadas
por la razón, también gracias a la razón pecamos, y de
que mientras que son muy pocos y en raras ocasiones
los hombres que hacen lo primero, son muchísimos los
que hacen lo otro y muy frecuentemente; de manera
que hubiera sido mejor que los dioses inmortales no
nos hubieran concedido ninguna facultad racional en
absoluto, en lugar de concedérnosla con tan horrorosos
resultados. El vino es raras veces beneficioso y muy a
menudo nocivo para los enfermos, y por consiguiente
es mejor no dárselo en absoluto que exponerse al
riesgo de causar un daño con la esperanza dudosa de
una curación; de manera semejante tal vez hubiera
sido mejor que la rapidez, penetración y agudeza del
pensamiento que llamamos "razón", siendo como es
desastrosa para muchos y saludable para unos pocos,
nunca hubiera sido dada en ningún grado o manera a
la raza humana, en lugar de habérsele dado con tan
pródiga abundancia.
70. Si, pues, la inteligencia y la voluntad divinas se
preocuparon del bienestar de los hombres al
concedérseles la razón, miraron solamente por el
bienestar de aquellos a quienes dieron una razón
virtuosa, los cuales vemos que son muy pocos, por no
decir que son enteramente inexistentes. No obstante
tan solo de unos pocos; se sigue, pues, de ello que no
se han preocupado de ninguno.
CAPITULO 28
A este argumento suele vuestra escuela salirle al paso
de la siguiente forma: no se puede argüir que los
dioses no nos hayan dotado lo mejor posible por el
hecho de que muchos hombres empleen
perversamente el beneficio que han recibido; muchos
hombres hacen un mal uso de sus herencias, pero esto
no demuestra que no hayan recibido ningún beneficio
de sus padres. ¿Acaso alguien negará esto? ¿Y dónde
está la analogía en tu comparación? Cuando Deyanira
dio a Hércules la túnica manchada de la sangre del
Centauro, no tuvo ninguna intención de causarle daño.
Cuando el soldado abrió con su espada el tumor de
Jasón de Ferai que los médicos no habían podido
curar, no tenía ninguna intención de hacerle un
bien
165.Mucha gente, en efecto, ha hecho un bien cuando
pretendía causar un mal, y ha-causado un mal cuando
pretendía hacer un bien. La naturaleza del don no pone
en evidencia la voluntad o intención del dador, y el
hecho de que el que lo recibe haga buen uso de él no
demuestra que el dador lo diera con intenciones
amistosas.
71. ¿Qué acción libidinosa, qué avaricia o qué crimen
no es emprendido deliberadamente o que no sea
llevada a cabo sin aplicación activa del pensamiento,
es decir, sin ayuda de la razón? Pues toda opinión o
creencia es una actividad de la razón, y de una razón
buena si la opinión es verdadera, pero de una razón
mala si la opinión es falsa. Pero la divinidad nos
concede solamente, si nos concede, la razón sin más,
mientras que somos nosotros los que la hacemos
buena o no buena. El don que los dioses han hecho al
hombre de la razón no es en sí mismo un acto de
benevolencia o un beneficio, como la legación de una
finca; pues ¿qué otro don hubieran podido conceder
los dioses a los hombres mejor que éste si su intención
hubiera sido hacerles daño? ¿Y de qué semillas hubieran
podido nacer la injusticia, la intemperancia y la
cobardía, si estos vicios no tuvieran su base en la
razón?
CAPITULO 29
Hemos aludido ahora mismo a Medea y a Atreo,
caracteres de la leyenda heroica, y los hemos visto
planear sus atroces crímenes con un frío cálculo del
beneficio a obtener y de la destrucción que ocasionar.
Medea modo et Atreus
72. Pero ¿qué decir de las frívolas escenas de la
comedia? ¿No muestran éstas la facultad de la razón
en constante uso? ¿Acaso razona poco sutil mente el
joven aquel del
eunuco ? Dice:"¿Qué haré, pues? . . .
Me sacó, me vuelve a llamar; ¿volveré?
No, si me implora".
Y aquel de los
synefebos no vacila en emplear elarma de la razón, en verdadero estilo Académico, para
combatir una opinión admitida, cuando dice que
"es suave, cuando uno está lleno de amor y falto de
todo,
tener un padre avaro, tacaño, difícil con los hijos,
que ni te ame ni se ocupe de lo tuyo";
73. y aun a un sentencia tan increíble, le añade
algunas razones:
de un documento escrito quitarle algún deudor,
o bien por medio de tu pequeño esclavo
engañarlo con algún temor; y al fin,
lo que hayas recibido de un padre avaro,
¡cuánto más a gusto lo vas a derrochar!"
Y, asimismo, discute que un padre fácil y generoso es
una positiva inconveniencia para un hijo amante:
"¿Cómo lo estafaré, qué le sisaré, qué fraude tramaré
contra él,
de qué engaño lo haré víctima?
No puedo imaginarlo: todos mis fraudes y falacias
son desenmascarados por la generosidad de mi padre".
Pues bien, ¿cómo han podido llegar a existir esas
maquinaciones y amaños, esos fraudes y estafas, sin la
razón? ¡Qué noble don de los dioses éste, que permite
a Formión decir:
"saca al viejo; ¡mis planes están ya todos bien tramados!"
CAPITULO 30
74. Pero dejemos el teatro y vamos al foro. El pretor
se dispone a sentarse en el tribunal. ¿Qué hay para
juzgar? Hallar quién incendió el edificio del archivo.
¿Qué crimen más oculto que éste se podría hallar? Sin
embargo, Quinto socio, un distinguido caballero
romano, confesó haberlo hecho. Descubrir quién
desbarató las cuentas públicas. Bien, esto lo hizo
Lucio Aleno, imitando la letra de los seis primeros
encargados del tesoro: ¿qué puede haber de más
taimado que un tipo así? Examina otras causas: el
asunto del oro de Tolosa
168, la conspiración deIugurta; retrocede a tiempos más primitivos, y piensa
en el juicio de Túbulo por emitir un veredicto bajo
soborno, o a una época más tardía, y piensa en el
juicio por incesto a propuesta de Peduceo, y luego
estas cosas que ocurren a diario, asesinatos,
envenenamientos, malversaciones, falsificación de
testamentos, juicios, todos según la nueva ley. La
razón es la fuente de la acusación que dice "yo declaro
que con tu ayuda y consejo se cometió un hurto"; de
aquí proceden todos los juicios por quebrantamiento
de fidelidad, en tutorías, en comisiones, en obligaciones
de sociedad comercial, en deberes de fideicomisario,
y todas las demás causas que nacen del
quebrantamiento de la buena fe o lealtad en la compra
y en la venta, en los salarios y en los arriendos; de
aquí juicio público en cuestión privada en virtud de la
Ley Pletoria
169 ; de ahí esa red para coger maldades detodas clases, el "juicio por fraude malicioso"
,promulgado por nuestro amigo Cayo Aquilio,
acusación de fraude que el propio Aquilio afirma
queda probada cuando un hombre ha afirmado hacer
una cosa y ha hecho otra.
75. ¿Creemos, pues, realmente que esa enorme
cosecha de males fue sembrada por los dioses inmortales?
Pues, si los dioses dieron al hombre la
razón, le dieron la malicia; pues la malicia es un
planeamiento racional, artero y astuto, del modo de
hacer daño y asimismo los propios dioses dieron la
capacidad de fraude, de cometer un crimen y todos los
demás delitos, ninguno de los cuales puede ser
planeado o ejecutado sin razonar. Ojalá, pues que,
igual que desea aquella vieja nodriza,
"nunca los bosques del Pelión hubieran visto cómo las
hachas abatían sobre el suelo los troncos
de los pinos"
171,¡ojalá así también, digo, nunca los dioses hubieran
dado al hombre esa agudeza mental de que tú hablas!
Pues son muy pocos los que usan bien de ella, y aun
esos mismos son, a pesar de todo, aplastados con
frecuencia por aquellos que hacen un mal uso de ella;
mientras que innumerable gente usa de ella
perversamente, de forma que da la impresión de que
este don divino de la razón y de la sabiduría fue
concedido al hombre con el fin de practicar el fraude,
no de practicar la bondad u honestidad.
CAPITULO 31
76. Vosotros, empero, me urgiréis igualmente que esto
es culpa de los hombres, no de los dioses; esto es lo
mismo que si un médico formulara una acusación
contra la gravedad de una enfermedad, o un piloto
contra la violencia de una tormenta; aun cuando estos
no son más que simples y pobres seres humanos, así y
todo su acusación sería absurda; cualquiera, en efecto,
podría responderle: "y si no fuera así, ¿quién
emplearía tus servicis?". Pero contra un dios se puede
discutir con más libertad: "Dices que la culpa está en
los vicios de los hombres; tú debías haber dado a los
hombres una razón que excluyera el vicio y la culpa".
¿Qué lugar quedaba entonces para el error de los
dioses? Nosotros, los hombres, dejamos en herencia
legados con la esperanza de concederlos de modo que
sean beneficiosos, esperanza esta en la que podemos
vernos defraudados; pero ¿cómo iba a engañarse un
dios? ¿Acaso como se engañó el Sol, cuando concedió
a su hijo Faetón que diera un paseo en su carro? ¿O
acaso como Neptuno, que al conceder a su hijo la
realización de tres deseos, se encontró con el resultado
de que Teseo fuera la causa de la muerte de
Hyppólito?
.77. Todo eso son mitos de poetas y nosotros aspiramos
a ser filósofos, que se plantean y discuten hechos, no
ficciones. Y sin embargo, esos mismos dioses de la
poesía serían considerados reos de culpa en su
beneficio, si hubieran sabido que sus dones habían de
acarrear el desastre a sus hijos. De la misma manera
que si era verdad uno de los dichos favoritos de
Aristón de Quíos, los filósofos son nocivos para sus
oyentes cuando éstos dan una mala interpretación a
doctrinas buenas en sí mismas —pues él creía que de
la escuela de Aristippo podía salir un libertino, o de la
escuela de Zenón un pendenciero—, y entonces
evidentemente, si era probable que sus discípulos se
marcharan depravados por haber interpretado mal los
discursos de los filósofos, hubiera sido mejor para
esos filósofos el callarse que el causar daño a los que
los oían.
78. De manera semejante, si los hombres abusan de la
facultad de la razón, concedida a ellos con buena
intención por los dioses inmortales, empleándola para
cometer fraudes y delitos con los demás, el que la
razón no hubiera sido concedida a la especie humana
hubiera sido mejor que el habérselas concedido. De la
misma manera que suponiendo que un doctor sepa que
un paciente a quien le prescribe vino lo va a beber con
toda seguridad con demasiada poca agua y va a morir
al momento, este doctor debería ser acremente
censurado por hacer tal cosa, así también vuestra
providencia estoica debe ser censurada por conceder la
razón a los que ella sabía iban a utilizarla injusta y
perversamente. ¡A no ser que digas tal vez que la
providencia no lo sabía! ¡Ojalá, ciertamente! Pero no
os atreveréis a ello, pues no ignoro en cuán alta estima
tenéis su nombre.
CAPITULO 32
79. Pero podemos poner fin ya a esta cuestión. Pues,
si, por consentimiento universal de todos los filósofos,
la necedad e ignorancia es un mal mayor que todos los
males de la fortuna y del cuerpo juntos y
contrapuestos a ella, y si la sabiduría, por otra parte,
no es alcanzada por nadie, nosotros, de cuyo bienestar
decís se han preocupado con la máxima abundancia
los dioses, nos encontramos realmente en lo más
profundo de la desdicha. Pues de la misma manera que
no hay ninguna diferencia entre decir que nadie goza
de buena salud y decir que nadie puede gozar de buena
salud, así tampoco entiendo yo qué diferencia hay
entre decir que nadie es sabio y decir que nadie
puedeser
sabio.No obstante, estamos hablando demasiado largamente
sobre un punto que es perfectamente claro. Telamón
da cuenta de toda la cuestión en un solo verso, de esta
cuestión, digo, de por qué los dioses tienen
descuidados a los hombres:
"pues, si se cuidaran de los hombres,
los buenos prosperarían y a los malos les iría mal;
pero no es así".
En verdad, los dioses debieron haber hecho buenos a
todos los hombres, si realmente se hubieran ocupado
de la especie humana.
80. O bien, si tanto no, ciertamente debieron en todo
caso haberse cuidado de los buenos. ¿Por qué, pues,
fueron los dos Escipiones, los más valientes y nobles
de los hombres, completamente derrotados por los
cartagineses en España? ¿Por qué Máximo tuvo que
enterrar a su hijo, un hombre de rango consular? ¿Por
qué Aníbal mató a Marcelo? ¿Por qué Cannas fue la
ruina de Paulo? ¿Por qué el cuerpo de Régulo fue
entregado a la crueldad de los cartagineses? ¿Por qué
Africano se vio protegido por las paredes de su
casa?
174. Pero estos y otros muchos casos son yaantiguos; veamos otros más recientes. ¿Por qué mi tío,
Publio Rutilio, hombre de honor sin tacha y de gran
sabiduría, está actualmente en el exilio? ¿Por qué mi
camarada Druso fue asesinado en su propia casa? ¿Por
qué ese gran modelo de prudencia y de moderación, el
pontífice máximo Quinto Scévola, fue asesinado
delante de la estatua de Vesta? ¿Por qué antes de esto
fueron también asesinados por Cinna tantos
ciudadanos importantes? ¿Por qué ese monstruo de la
perfidia que fue Cayo Mario tuvo poder para ordenar
la muerte de Quinto Catulo, esa nobilísima figura
entre todas las humanas?
81. El día me resultaría corto, si quisiera hacer un
recuento de los hombres buenos que han sido visitados
por la desgracia; y lo mismo ocurriría si tuviera que
enumerar a los hombres malvados que han prosperado
hasta el exceso. ¿Por qué, en efecto, tuvo Mario que
morir tan felizmente en su propia casa, viejo ya y
cónsul por séptima vez? ¿Por qué ese colmo de la
crueldad que fue Cinna gobernó durante tanto tiempo?
Me diréis que fue castigado.
CAPITULO 33
Hubiera sido mejor que se le hubiera mantenido oculto
y se le hubiera impedido hacer morir a tantos hombres
eminentes, que no finalmente castigarle a su vez.
Ese ser inaguantable y bárbaro que fue Quinto Vario
fue ejecutado con la más penosa y acerba tortura; si
ello fue por haber asesinado a Druso con arma blanca
y a Mételo con veneno, hubiera sido mejor que las
vidas de éstos se hubieran conservado que no que
Vario fuera castigado por su crimen. Dionisio fue
tirano de una ciudad sumamente rica y próspera
durante treinta y ocho años.
82. Y antes que él, ¡durante cuántos años fue Pisístrato
tirano de Atenas, la flor misma de Grecia! "Pero
Fálaris —dirás— fue castigado, y también lo fue
Apolodoro". Ciertamente no hasta luego de haber
sometido a tortura y haber dado muerte a muchas
víctimas. También muchos bandidos y criminales son
con frecuencia castigados, pero todavía no podemos
decir que los cautivos cruelmente asesinados no
superan al número de criminales ejecutados. Se cuenta
que Anaxarco, el discípulo de Demócrito, fue
cruelmente atormentado por el tirano de Chipre, y
Zenón de Elea fue torturado hasta morir. ¿Y para qué
mencionar a Sócrates, cuya muerte, cuando leo a
Platón
, nunca deja de conmoverme hasta laslágrimas? ¿Ves, pues, cómo el veredicto de los dioses,
si ven las cosas humanas, ha destruido toda distinción
entre ellas?
CAPITULO 34
83. Diógenes el Cínico solía decir que Harpalo, un
bandido que en su tiempo fue considerado dichoso,
fue un firme testimonio contra los dioses, porque vivió
y prosperó como lo hizo durante tanto tiempo
Dionisio, de quien he hecho mención antes, habiendo
saqueado el templo de Proserpina en Locri, estaba
regresando por mar a Siracusa y, gozando en toda su
travesía de un viento favorable, observó riendo:
"¿Véis, amigos míos, que buena travesía conceden los
dioses inmortales a los hombres culpables de
sacrilegio?" Era un hombre listo, y comprendió la
verdad tan bien y tan claramente que permaneció
continuamente en la misma creencia; pues, tocando
con su flota en la costa del Peloponeso y llegando al
templo de Zeus Olímpico, lo despojó de su capa de
oro de gran peso, con que había adornado a Júpiter el
tirano Gelón con los despojos tomados a los cartagineses,
y llegó incluso a hacer un chiste sobre él, diciendo
que un manto de oro era opresivo en verano y frío en
invierno y puso sobre el dios una capa de lana,
diciendo que servía para todas las estaciones del año.
Ordenó también que se quitara la barba de oro del
Esculapio de Epidauro, diciendo que no estaba bien
que un hijo llevara barba cuando su padre
aparecíasin barba en todos sus templos.
84. Mandó asimismo que todas las mesas de plata
fueran sacadas de todos los santuarios o capillas,
diciendo que, dado que ellas llevaban la inscripción,
según costumbre de la antigua Grecia, de "propiedad
de los dioses buenos", él deseaba beneficiarse de su
bondad. Asimismo, carecía de toda clase de
escrúpulos cuando se trataba de llevarse las pequeñas
imágenes de oro de la Victoria, y las copas de oro y
las coronas que llevaban en sus manos extendidas las
estatuas, y solía decir que él no las tomaba sino que las
aceptaba, porque era una necedad rogar a ciertos seres
que nos concedieran beneficios y luego, cuando ellos
nos los alargan como un don, rehusar recibirlos. Se
cuenta también que él sacó a la plaza del mercado los
despojos de los templos que he mencionado y que los
vendió en subasta y que, una vez hubo obtenido el
dinero, promulgó un edicto mandando que todo aquel
que poseyera algún objeto tomado de un lugar sagrado
debía devolver ese objeto, antes de una fecha
determinada, al santuario a que pertenecía el objeto;
de esta manera, añadió a la impiedad para con los
dioses la injusticia para con los hombres.
CAPITULO 35
Y bien, Dionisio no fue muerto por un rayo de Zeus
Olímpico, ni Esculapio lo hizo perecer de ninguna
enfermedad penosa y duradera; él murió en su lecho y
fue llevado a la pira regia
177 , y el poder que él mismose había asegurado mediante el crimen lo transmitió
como herencia a su hijo, igual que si se tratara de una
soberanía legítima.
85 Y me demoro en esta cuestión no sin repugnancia,
puesto que podéis creer que mi disertación quiere dar
autoridad al pecado; y estaría justificado que pensarais
así, si una conciencia inocente o culpable no fuera en
sí misma una fuerza tan poderosa, sin necesidad de
admitir ninguna razón divina. Destruye ésta y todo se
echa a perder; pues, de la misma manera que una casa
o un esta do parecen carecer de todo sistema y orden
racionales si no hay en ellos ninguna clase de
recompensas por la buena conducta y ninguna clase de
castigos para las transgresiones, así tampoco existe
nada del orden de este gobierno divino del mundo, si
dicho gobierno no establece ninguna distinción entre
los buenos y los malos.
86 Pero —se puede objetar— los dioses descuidan las
cosas pequeñas, y no prestan atención a las pequeñas
fincas y a unas pobres viñas de unos simples
particulares, y cualquier daño causado por el tizón o el
granizo no puede ser objeto del cono cimiento de
Júpiter; tampoco los reyes atienden a todos los asuntos
menudos de su reino": así es como argüís vosotros.
¡Como si yo antes me hubiera quejado
178 por la fincade Formia de Publio Rutilio, y no de su pérdida de
toda seguridad y garantía!
CAPITULO 36
Pero esto es lo que hacen todos los mortales: sus
bienes externos, sus viñas, campos de trigo, olivares,
con sus abundantes cosechas y frutos, en una palabra,
todo el confort y prosperidad de sus vidas, creen que
les vienen de los dioses; pero la virtud nunca la
atribuye nadie a una generosidad que les viene de los
dioses.
87 Y, sin duda, con toda razón; porque nuestra virtud
es un fundamento justo para la alabanza de los demás
y una razón recta para nuestra propia vanagloria, y
esto no sería así si el don de la virtud nos llegara a
nosotros de un dios y no de nosotros mismos. Por otra
parte, cuando conseguimos algún honor o aumentamos
en algo nuestro patrimonio, o bien, conseguimos
cualquier otro bien o evitamos algún desastre de la
mala suerte, entonces damos gracias a los dioses y no
pensamos que nuestro propio crédito haya sido
enaltecido en algo. ¿Dio alguna vez alguien gracias a
los dioses por ser él un hombre bueno? No, sino que
las dio por ser un hombre rico, honrado, incólume. Los
motivos por los que los hombres llaman a Júpiter
Óptimo y Máximo no es por pensar que él los hace
justos, moderados o sabios, sino porque los hace
salvos, incólumes, ricos y opulentos.
88 ¡Y tampoco nunca nadie ha hecho voto de pagar a
Hércules
179 el diezmo si llegaba a ser sabio! Esverdad, empero que Pitágoras solía sacrificar un buey
a las Musas siempre que había hecho un nuevo
descubrimiento en geometría. Pero yo no creo esto,
puesto que Pitágoras se negó incluso a sacrificar una
víctima a Apolo, en Délos, por miedo a salpicar de
sangre el altar. No obstante, volviendo a mi cuestión,
todos los mortales creen firmemente que deben rogar a
la divinidad que les dé la fortuna, pero que la sabiduría
la deben obtener por sí mismos. Y por mucho que
consagremos templos al Intelecto, a la Virtud y a la
Fidelidad, sin embargo nos damos perfecta cuenta de
que tales cosas se hallan dentro de nosotros mismos; la
esperanza
180, la seguridad, la riqueza, la victoria, sonbendiciones que hemos de buscar en los dioses. En
consecuencia, la prosperidad y buena suerte de los
malos, como solía decir Diógenes, refuta por completo
la fuerza y el poder de los dioses.
CAPITULO 37
89. "Pero a veces los buenos llegan también a un buen
fin". Así es, y nosotros nos apoderamos de estos casos
y los imputamos sin razón alguna a los dioses
inmortales. Diágoras, el llamado "el Ateo", fue una
vez a Samotracia y un cierto amigo le dijo: "Tú, que
piensas que los dioses descuidan los asuntos de los
hombres, ¿no ves todas las pinturas votivas que
demuestran cuántas personas han escapado a la
violencia de la tormenta y han llegado salvas a puerto
a fuerza de hacer votos a los dioses?" "Así es —
replicó Diágoras— sencillamente porque no hay en
ninguna parte pinturas de todos los que han
naufragado y han sido tragados por el mar." En otro
viaje se encontró con una tormenta que sembró el
pánico entre toda la multitud que llenaba la nave, y en
su terror todos le dijeron que ellos mismos se la habían
atraído sobre sí al recibirle a él a bordo de su nave; él
les señaló un gran número de otras naves que estaban
aguantando el mismo temporal en la misma
trayectoria, y les preguntó si creían que esas otras
naves llevaban también a bordo un Diágoras. El hecho
realmente es que, en orden a tu buena o mala suerte,
no importa nada cuál sea tu carácter o cuál haya sido
tu vida pasada.
90. "Los dioses no se dan cuenta de todas las cosas,
como tampoco los reyes" —dice nuestro amigo—.
¿Dónde está el paralelismo? Si los gobernantes
humanos descuidan alguna cosa conscientemente, su
culpa es realmente grande.
CAPITULO 38
Pero es que un dios no puede ni tan siquiera tener la
excusa de la ignorancia. ¡Y de qué manera tan
sorprendente defendéis su causa, cuando declaráis que
el poder divino es tal que, aun en el caso en que
alguien haya evitado las penas de sus crímenes
muriendo, el castigo sin embargo lo visita en sus hijos,
sus nietos y sus descendientes! ¡Qué ejemplo tan
soberbio de justicia divina! ¿Acaso alguna ciudad
toleraría a un legislador que promulgara una ley por la
que un hijo o un nieto tuvieran que ser condenados por
la trasgresión de un padre o un abuelo?
"¿Dónde acabará la venganza personal de las
Tantálidas?
¿Qué castigo por la muerte de Myrtilo podrá nunca
saciar el apetito de venganza?"
91 Si los filósofos estoicos han sido víctimas de la
depravada influencia de los poetas o si son los poetas
los que se han apoyado en la autoridad de los filósofos
estoicos, es una cosa que me resulta difícil determinar;
pues unos y otros cuentan fábulas monstruosas y
ultrajantes. Pues la víctima herida por los pasquines de
Hipponax o los versos de Arquíloco nutrió una llaga
que no había sido infligida por un dios sino que había
recibido de sí misma; y no hemos de buscar ninguna
causa en viada desde el cielo
, cuando tenemos encuenta el desenfreno de Egisto o de Paris, puesto que
su culpa casi nos grita al mismo oído; y la concesión
de la salud a muchos enfermos la atribuyo yo a
Hipócrates más bien que a Esculapio; y nunca admitiré
que Esparta recibió la forma de vida lacedemonia de
Apolo más bien que de Licurgo. Afirmo que fue
Critolao
183 el que causó la ruina de Corinto, yAsdrubal el que causó la de Cartago: esos dos
mortales hundieron aquellos ojos de la costa marítima,
no un dios airado —ya que según vuestra escuela un
dios no es capaz de sentir ira.
92 Pero, en todo caso, algún dios podía haber acudido
en ayuda de esas grandes y espléndidas ciudades y
haberlas preservado.
CAPITULO 39
Vosotros, en efecto, sois muy aficionados a decir que
no hay nada que un dios no pueda realizar, y aun esto
sin ningún trabajo o esfuerzo; de la misma manera que
los miembros del hombre son movidos sin ningún
esfuerzo simplemente en virtud de su mente y su
voluntad, así también, como vosotros decís, el poder
de los dioses puede modelar, mover y alterar todas las
cosas. Y no decís esto como un mito supersticioso o
un cuento de viejas, sino que dáis una explicación
científica y sistemática de ello; afirmáis, en efecto, que
la materia que constituye y contiene todas las cosas, es
totalmente flexible y está por completo sometida a
cambio, de manera que no hay nada que no pueda ser
modelado y transmutado a partir de ella aunque sea
instantáneamente; y que el modelador y manipulador
de esta sustancia universal es la providencia divina; y
que ésta, por consiguiente, adondequiera se mueva, es
capaz de realizar lo que se le antoje. En consecuencia,
o bien la providencia desconoce sus propias
capacidades, o bien no se preocupa de los asuntos
humanos, o bien carece de capacidad de juicio para
discernir qué es lo mejor.
93. "La providencia no se cuida de los individuos
particulares". No es de admirar: ni tampoco se cuida
de las ciudades. ¿Que no se cuida de ellas? No, ni
tampoco de las naciones y las razas. Y si menosprecia
también las razas, ¿qué tiene de sorprendente que haya
despreciado asimismo al género humano entero? Pero
¿cómo podéis vosotros afirmar que los dioses no
prestan ninguna atención a nada y creer al mismo
tiempo que los sueños son distribuidos y repartidos
entre los hombres por los dioses inmortales? Te digo
esto porque la creencia en la verdad de los sueños es
un dogma de vuestra escuela. ¿Y decís también que es
propio de los hombres hacer votos? Sin embargo, los
votos los hacen los individuos; luego la mente divina
escucha también los asuntos de los particulares; ¿no
véis, pues, que no está tan ocupada como creíais?
Supon que está distraída entre el movimiento de los
cielos, la vigilancia de la tierra y el control del mar:
¿por qué tolera que haya tantos dioses que no hacen
nada y están siempre ociosos? ¿Por qué no hace
responsables a algunos de estos dioses ociosos, cuyo
número incantable tú ponderas, Balbo, de la
superintendencia de los asuntos humanos?
Esto es más o menos lo que yo tengo que decir acerca
de la naturaleza de los dioses; no he pretendido
negarla, sino llevaros a entender cuán oscura es la
cuestión y cuán difícil de explicar.
CAPITULO 40
94. Con estas palabras, puso Cotta fin a su
disertación. Pero Lucilio dijo:
—En verdad has dirigido un ataque demoledor a la
doctrina estoica de la divina providencia, tan reverente
y sabiamente construida como la que más. Pero, como
la tarde está ya cayendo, nos señalarás un día en que
poder dar nuestra respuesta a tus puntos de vista. Pues
he de luchar contra tí en favor de nuestros altares y
nuestros hogares, en ayuda de los templos y santuarios
de los dioses, y de las murallas de la ciudad, que
vosotros, los pontífices, afirmáis son santas, al tiempo
que os mostráis más solícitos de cercar la ciudad con
ceremonias religiosas que con fortificaciones; y mi
conciencia me prohíbe abandonar su causa mientras
me sea posible respirar.
95. —Por mi parte —replicó Cotta— yo solamente
deseo ser refutado. Mi intención fue preferentemente
discutir las doctrinas que he analizado que emitir un
juicio sobre ellas, y tengo la esperanza de que
fácilmente podrás vencerme.
— ¡Oh!, sin duda -repuso Velleio—, supuesto que él
piensa que incluso nuestros sueños nos son enviados
por Júpiter, los cuales, sin embargo no son tan
insustanciales como las disquisiciones estoicas acerca
de la naturaleza de los dioses.
Aquí terminó la conversación, y nos marchamos,
Velleio pensando que era más verdadero el discurso de
Cotta, mientras que yo creía que el de Balbo se
acercaba más a una semejanza de verdad.