CARTAS A QUINTO
CICERÓN.
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ñ o , nada tienes que temer de las asechanzas del enemigo, del azar de las batallas, de la penuria de dinero y provisiones, de la disciplina del soldado; dificultades ante las cuales sucumbieron muchas veces los varones más e m i nentes, c o m o acontecer suele á los pilotos más hábiles bajo el desencadenamiento de la tempestad. En derredor tuyo reina calma completa, tranquilidad suma, deliciosapara el marinero vigilante, pero en la que el sueño puede a c a rrearle la muerte. En efecto, la población indígena de lu~ provincia es la más dócil del género humano: los ciudadanos romanos que en ella habitan, ó son publícanos unidos c o n nosotros con estrechos vínculos, ó gentes enriquecidas en los n e g o c i o s , y convencidas por tanto de que el tranquilo g o c e de sus riquezas es un beneficio de mi consulado ( 1 ) . II. Pero entre estas diferentes clases existe grave o p o sición de intereses, manantial de injusticias recíprocas y de violentas colisiones: motivo por el cual estoy muy lejos de considerar tu posición c o m o exenta de dificultades; sino que, por el contrario, me la represento c o m o muy laboriosa y de las más delicadas. Pero repito qne consideres que la fortuna interviene mucho menos en ella que la prudencia. ¿Qué dificultad encuentra en gobernar á los demás el que sabe gobernarse á sí mismo? Por difícil que esto sea, y lo es en efecto para la mayor parte, para tí fué siempre facilísimo, c o m o debía serlo habiéndote formado la naturaleza para la prudencia. Esta virtud, que resiste al o r o , á los placeres y á todo lo más tentador que existe en las pasiones humanas, no puede quedar impotente contra la mala fe de un negociante ó la avidez de un publicano. Continúa, y los (1) Los publícanos eran caballeros, y los caballeros estaban unidos á Cicerón, no solamente porque pertenecía á su orden, sino porque siempre les había honrado y defendido con toda la pasión del espíritu de cuerpo unida á los afectos personales. Así es que con razón puede decir que el tranquilo goce de sus riquezas es un beneficio de su consulado.
Griegos te contemplarán c o m o un héroe de sus antiguos anales, ó tal vez, c o m o hombre divino mandado á la tierra para gobernarles. Al escribirte así, no te exhorto i n d i r e c tamente, sino que aplaudo lo que haces y lo que no has cesado de hacer. Cosa admirable es tres años de poder supremo en Asia, sin que ninguna de las múltiples tentaciones en que abunda esa provincia, cuadros, muebles p r e c i o s o s , tejidos raros, ni los atractivos de la belleza, ni el c e b o del o r o ; sin que nada, en una palabra, te haya h e cho separarte ni una sola vez de tu inflexible raro privilegio, cuando con tan preclaras continencia cualidades, ni de tus severos principios. Y por inaudita fortuna, por c o n ánimo tan fuerte y m o d e r a d o , podías quedar sepultado en la sombra y el silencio, hete llevado al gran teatro del Asia, atraes las miradas d é l a provincia más ilustre, y la fama de tus virtudes llega á los oídos de las gentes más apartadas. En tus marchas, nada hay de ese aparato que espanta á l o s pueblos y los abruma, por lo que p e r m a n e cen tranquilos cuando te aproximas. Tu presencia p r o mueve en todas partes regocijo público y privado: la c i u dad ve en tí un protector y no un tirano; el hogar d o m é s tico, un huésped y no un expoliador (1).
III. La experiencia ha debido enseñarte que no es bastante ser virtuoso personalmente, si no vigilas sobre
cuanto te rodea, y si, guardián fiel de la provincia, no estás dispuesto á contestar á los aliados, á loa ciudadanos, á la República de tus delegados c o m o de tí
mismo. Verdad es que tus legados son hombres que no necesitan se les excite el
sentimiento del deber: entre ellos ocupa el
(1) No acontecía esto con mucha frecuencia en las provincias romanas, repitiéndose
a cada cambio de gobernador. Cicerón dice, prolege Manil.: «Enviamos hombres capaces sin duda de preservarlas de los ataques del enemigo, pero cuya entrada en las ciudades aliadas en nada se diferencia de una Irrupción en plaza tomada por asalto.»
primer p u e s t o , por edad, mérito y distinciones, Tuberón. Este es historiador, y para obrar bien, bástale elegir m o delos en sus
propias obras. Después Alieno, cuyos gustos é inclinaciones le acercan á nosotros y que sigue n u e s tros impulsos y ejemplos. ¿Qué diré de Gratidio (1), tan celoso de su propia consideración, y que nos tiene demasiado cariño fraternal para n o interesarse también en la nuestra? No tienes cuestor elegido por tí, sino el que la suerte te ha dado ( 2 ) . Mucho importa que su carácter sea moderado y sepa comprender bien tu espíritu é instrucc i o n e s . Si llegas á descubrir bajas inclinaciones en algún subordinado tuyo, cierra los ojos en tanto no falte al r e s peto de sí m i s m o ; pero n o toleres jamás q u e el p o d e r q u e solamente c o n c e d e s al funcionario se explote en provecho del individuo. Sin e m b a r g o , las costumbres de la época imponen la necesidad de contenerse y complacer; así es que no me inclino mucho á la rigidez que procura registrar todas las conciencias y sacar á la vista todas las manchas: basta no dejar á ninguno más ensanche que el p r o p o r c i o nado á la confianza que te inspire. No e x i g e más tu responsabilidad, especialmente con relación á aquellos que la República te da c o m o adjuntos y auxiliares de tu autoridad. IV. Pero tienes también una comitiva elegida por tí; personales comensales ú oficiales encargados de servicios
é íntimos, que forman l o que llaman cortejo del pretor. En cuanto á éstos, debemos dar cuenta, no solamente de sus
(1) Tuberón, Alieno, Gratidio: los tres eran legados de Quinto y muy amigos de Cicerón. El primero era aquel Q. Elio Tuberón que fué su compañero de armas y gustaba de los mismos esludios. El segundo, Aulo Alieno, que fué pretor en 705, propretor en Sicilia en 706, y procónsul de la misma provincia en 708: era legado de Trebonio en Asia cuando mataron á éste en Smirna por orden de Dolabela. El tercero, Mario Gratidio, era natural de Arpiño, como Cicerón, de quien era pariente
(2) Elegíanse por sorteo los pretores que se enviaban á las provincias.
a c c i o n e s , sino que también de sus palabras. Además, el interior de tu casa está de tal manera formado que te será fácil mostrarte indulgente con los que obren bien, y severo con aquellos cuya ligereza pudiera comprometerte. Cuando te encontrabas en el aprendizaje, pudieron sorprender tu confianza; porque cuanto más recto es el corazón, m e nos se cree en la perversidad de los demás. Que el tercer año de mando te encuentre igualmente b u e n o , pero más precavido. Necesario es que no prestes oídos más que á lo que debes oir realmente, y que el interés personal no d e s lice en ellos sus hipócritas insinuaciones. Que tu anillo (1) no sea un objeto inútil, sino tu segunda persona; no i n s trumento de voluntad extraña, sino manifestación tuya. Elige ministros en de la la clase en que los tomaban
nuestros antepasados, que consideraban este cargo m e nos c o m o honorífico que c o m o función activa y laboriosa; por cuya razón los nombraban entre sus libertos, casi tan dependientes entonces c o m o sus esclavos. Que en la urbanidad de tu lictor vean la afabilidad de su amo y no la suya. Que tus hachas y haces antes sean símbolos de r e presentación que de p o d e r . Que no haya ni un solo h a b i tante en la provincia que no crea encargados á tu cuidado su persona, sus hijos, su reputación y su fortuna. Que todos estén convencidos de que cualquier acto de venalidad hace incurrir en tu desgracia, no solamente al que da, sino que también a l q u e r e c i b e . Desaparecerá la corrupción cuando se sepa que esas influencias que se llaman omnipotentes nada valen cerca de tí. No intento hacerte duro ó d e s c o n fiado en cuanto á los que se te acerquen. Si existen algunos
(l) El anillo era el sello de los magistrados. Al recomendar á su hermano que atendiese á quién lo confiaba, parece que Cicerón alude á Stacio, esclavo y después liberto de Quinto, que tenía más influencia en el ánimo de su amo de la que convenía al uno y al otro, y que, en parte, había sido causa de todas las quejas elevadas en Asia contra la administración de Quinto.
que en dos años no te han dado ni una sola vez motivo para desconfiar de su desinterés (y tales son, por lo que he oído decir y ya sabía y o , Cesio, Queripoy Labeón ) (1), á éstos plena confianza sin restricciones y completo abandono; pero á la primera sospecha fundada, no más abandono, no m á s confianza. Ne dejes tu reputación á merced de un representante indigno.
-V. Si algún habitante de la provincia desconocido tuyo se ha introducido en tu familiaridad, reflexiona antes de confiar en él. Y no es que crea yo son raros en la p r o v i n cia los Griegos honrados: quiero suponer lo contrario; pero siempre es peligroso hacer el ensayo. El corazón humano se disfraza bajo muchas formas y se envuelve en muchos v e l o s ; la frente, los o j o s , el semblante mienten m u c h o , y la palabra mucho más. ¿Un hombre dispuesto á sacrificar al dinero todo aquello que no abandonamos sino con la vida, te profesaría á tí, que nada eres para él, profundo c a riño, y este cariño no sería una máscara? Por mi parte c o n sideraría c o m o prodigio la sinceridad de esta amistad g e neral para todos los pretores, en quien no la v e o jamás para el hombre privado. Sin embargo, si encuentras persona en quien hayas podido r e c o n o c e r el amigo una del
h o m b r e antes que del funcionario, apresúrate á inscribirle entre los tuyos. Fuera de este c a s o , estas relaciones son las que deben inspirar mayor desconfianza. Ésas gentes son á proposito para hacer dinero de t o d o , y todo por din e r o , importándoles muy p o c o desacreditar una autoridad pasajera c o n la que no se ligan sino por el tiempo que haya de durar. Considéralo mucho antes de trabar amistad con Griegos; solamente exceptúo aquellos que todavía serían dignos de la antigua Grecia. Ese pueblo, en general, es falso y ligero, habiéndose habituado en demasía, por efecto de su larga servidumbre, á opinar siempre c o m o
(1) Amigos particulares de Quinto. Queripo era griego.
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los otros. Débese, sin embargo, recibir á todos c o n urbanidad, pero no abras sino con pleno conocimiento tu c o razón y tu casa. El trato de los Griegos no es s e g u r o , p o r que no se atreven á contradecir: además, envidian á los Romanos, y también son envidiosos unos de o t r o s . VI. Después de estas reglas de conducta, en las que temo ser rigorista al querer, que tú seas cauto y diligente, ¿qué crees que pienso de los esclavos? Esta clase debe t e nerse sujeta en todas partes, pero principalmente en las provincias. Fácil cosa sería muUiplicar los c o n s e j o s . El más sencillo y fácil de retener es el siguiente: que se porten en tus viajes por Asia, c o m o se portarían siguiéndote por la vía Apia (1), y que no sea diferente para ellos llegar áTralis (2) ó á Formio. Si alguno de ellos ha demostrado ejemplar fidelidad, confíale tus intereses domésticos y privados; pero lo que se refiere á los deberes de tu cargo, á los negocios de la República, que no esté jamás á su alc a n c e . Más de un caso hay en que es bueno confiar en un esclavo fiel, y otros en q u e , para evitar murmuraciones y por respeto á la opinión, es bueno abstenerse. Pero insensiblemente v o y tomando el tono de quien preceptúa, y no era tal mi intención al conmenzar. ¿Intentaré darte l e c c i o n e s , cuando en estas materias no me c e des en nada por la teoría, y sin duda estás más e x p e r i m e n tado que y o en la práctica? Pero me ha parecido que esta -especie de sanción que daba á tu conducta c o n mis d o c trinas te afianzarían más y más en tus deberes. He aquí en qué bases debes asentar tu reputación. En primer lugar, en tu integridad y moderación; después, en la honradez de tus subordinados; además en la circunspección más exquisita en la e l e c c i ó n de amigos entre los Griegos y los habitantes romanos de la provincia; y últimamente en el
br
(1) Es decir, 4 la vista de Roma.
(2) Ciudad del Asia, perteneciente al gobierno de Quinto.
o r d e n que establezcas en tu casa, sin consentir que se aparten jamás de él. La observancia de estas máximas no es más que honrosa en la vida privada en las circunstancias ordinarias; pero en el ejercicio de un poder tan inm e n s o , en el seno de una sociedad tan depravada, bajo un cielo tan corruptor, imprime al carácter algo de divino. Este plan de vida, este sistema de conducta conviene m a ravillosamente con la severidad que has desplegado en tus reglamentos y sentencias; severidad- que á los dos nos ha valido enemistades de las que me felicito públicamente. Es indudable que no me creerás muy c o n m o v i d o por las recriminaciones de un Paconio, es decir, de un Misio, ó mejor aún, de un Frigio, porque ni siquiera e s Griego; ni por los clamores de un Tuscenio ( 1 ) , malvado furioso que no perdona á tu justicia haber arraneado una presa infame á sus impuras fauces. VIL Estos y otros actos te han dado en la provincia un que se sostendría mal sin absoluta quieras la severidad del carácter de rigidez integridad. Lleva tan lejos c o m o juez, con tal de que no se desmienta jamás ni se muestre inflexible ó desigual. Pero no sería bastante, que e j e r c i e ses con celo é imparcialidad tu jurisdicción directa, si no hiciesen lo mismo aquellos á quienes c o n c e d e s parte de tu autoridad. Creo que en Asia no existe mucha v a r i e dad de asuntos, absorbiendo casi por completo todo el tiempo la .administración de justicia. Encuéntrase, por consiguiente, muy simplificada la ciencia de la administración provincial. Las únicas cualidades que e x i g e son la firmeza de carácter y dignidad de conducta que ni deja espacio á la intriga, ni da tiempo á la sospecha para que s e forme. Necesario es también escuchar atentamente á los litigantes, juzgar las causas con templanza, recibir (i) Pacomio y Tuscenio, dos bribones é quienes el hermano de Cicerón había puesto á raya en sus usuras y rapiñas.
las apelaciones sin negligencia, y pesar bien las razones en que las apoyan. Por este medio se hizo querer tanto ¿ . O c t a v i o (1). En su tribunal se vio por primera v e z el l i c tor en reposo y mudo el ministro. Habló quien quiso y tanto c o m o quiso; y esta condescendencia no llegó á parecer excesiva por los rasgos de v i g o r que la hicieron respetar. Obligóse á los h o m b r e s de Sila, enriquecidos por la v i o lencia y el terror, á devolver lo que habían t o m a d o . El que había abusado de la magistratura, al volver á la condición privada vióse juzgado á su v e z : y esta severidad no fracasó, gracias á las amenas formas con que la revestía. Ahora bien, si la lenidad del juez vale tanto en Roma, donde tan exigente es la opinión, tan excesiva la libertad pública, tan desenfrenada la misma licencia de los particulares; en R o m a , donde existen tantas jurisdicciones, un tantos recursos posibles, fuerza pública tan imponente, un Senado tan p o d e r o s o , ¿cuánto deberá aplicarse donde su voluntad sola decide irrevocablemente suerte de tantos ciudades pretor á hacerse amar por su afabilidad en Asia; en Asia, de la ciudadanos, tantos aliados, pueblos y enteras; en Asia, donde no se encuentra medio alguno de reposición, vía de súplica, senado ni asamblea popular? Así es que solamente un h o m b r e superior, m o derado por naturaleza, en quien la educación haya perfeccionado sus excelentes cualidades de carácter, puede usar este inmenso poder de manera que ninguno de los que o b e d e c e n desee cambiar de gobernante.
(1) C. Octavio, padre de Augusto. Hablando de él Antonio, dice: «Mostró en su provincia (la Macedonia) tanta equidad como valor. Trató tan bien á los aliados, que Marco Tulio Cicerón, en muchas cartas que existen afín, exhorta a su hermano Quinto, procónsul entonces en Asia, donde adquiría reputación bastante mala, a que imitase A su vecino Octavio y á que le estimasen como á él los aliados de la República.» Vese, pues, que la conducta de Quinto no era intachable, ni superfluos los consejos'que le daba su hermano.
VIII. En la Ciropedia, de Xenofonte, que más que h i s t o cuida ria, es un tratado de buen g o b i e r n o ( 1 ) , el autor de mostrar en su héroe la dulzura unida á la energía: no sin razón nuestro Africano tenía siempre este libro en las manos, porque en él se encuentra cuanto se relaciona c o n las obligaciones de vigilancia y moderación impuestas á los que gobiernan. Si estas dos cualidades fueron tan prácticas para un h o m b r e que no debía descender ya del rango supremo, ¿cuánto más obligatorias serán para aquel que no ha recibido la autoridad sino para devolverla, y que solamente la tiene por la ley, bajo cuyo imperio volverá él mismo? En opinión mía, el fin á que debe encaminarlo todo el que manda, es hacer todo lo felices posible á l o s qué o b e d e c e n . Tal es y tal ha sido siempre tu deseo más vehemente, desde que llegaste al Asia. La fama así lo acredita y todas las lenguas lo confirman. Los ciudadanos, los aliados, los esclavos y hasta los mismos animales, t o d o , en fin, lo que la suerte ha puesto en las manos de un h o m b r e , tiene d e r e c h o á que se cuiden de su bienestar y de sus intereses. Repetiré otra vez que te hace justicia la opinión general: las ciudades no contraen ya deudas, y muchas se han visto aliviadas por tus cuidados del enorme peso de las antiguas. Numerosas ciudades casi desiertas, Sanios entre otras, Halicarnaso, ornamento en otras épocas de la Jonia y la Caria, te deben su renacimiento. Ya no hay sediciones ni discordias populares: la administración . vuelve á las manos de las clases ilustradas; ¡a Misia está libre de bandidos, y por todas partes se reprime el asesinato, y queda afirmada la paz en la provincia. líase d e vuelto la seguridad á los caminos y á los c a m p o s y, lo que es más, á las ciudades y á los templos, en los que se ejercían el robo y el pillaje con más audacia aún que (1) Los Romanos no creían en la verdad de los hechos históricos que se refieren en la Ciropedia. 326 MARCO TULIO CICERÓN. é x i t o . Se puede ser rico sin tener el h o n o r , la fortuna y tranquilidad á merced de la delación, ese terrible ministro de la avidez de los pretores. Las cargas y tributos se reparten equitativamente entre todos los habitantes del m i s m o territorio: eres accesible á todos, y tus oídos están constantemente abiertos á las quejas. Admitidos son siempre el p o bre y el débil, no diré en tu tribunal, que es el refugio c o m ú n , sino en tu casa, en tu asilo más oculto: en fin, nada hay áspero y duro en tus actos; sino que, por el c o n trario, todos ellos acreditan indulgencia, mansedumbre y bondad. IX. ¿Qué beneficio más grande para el Asia que la l i beración de aquel pesado é inicuo tributo edificio y cuya abolición nos ha valido tantos odios? Un personaje i m p o r tante se queja aquí públicamente de que tu edicto suprimiendo toda percepeión directa por los juegos le perjudica en doscientos mil sextercios. ¡Considera qué exacciones si cada uno de los que dan j u e g o s en Roma pudiera, en su propio n o m b r e , estrujar de esta manera las provincias! Y ya comenzaba á introducirse el abuso. Además, he tomado una resolución que hace callar á las murmuraciones: i g noro qué dicen de ella en Asia, pero en R o m a se alaba m u c h o . Sabes que ias ciudades de la provincia han votada fondos con el fin de consagrarte un templo y exigir un m o numento en honor m í o . Testimonio era este de su gratitud por mis importantes excepción servicios y tus inmensos favores; testimonio muy voluntario en verdad. dos para un templo ó un monumento.» La ley, por una Esta distinción t e - terminante, permitía aceptar «los fondos v o t a - nía el mérito de la duración; existía un empleo de fondos á la vez espléndido y religioso, dirigiéndose además el h o nor, no á mí s o l o , sino al pueblo romano y á los Dioses inmortales. Pues bien, no he creído é inspirada por un movimiento deber aceptar esa ofrenda merecida por mis servicios, autorizada por la ley completamente espontá- CARTAS A QUINTO CICERÓN. 327 neo. Muchos motivos han influido en mi negativa; q u e riendo ante todo no herir la susceptibilidad de aquellos que no-tuviesen iguales títulos personales ó no llenasen las c o n d i c i o n e s legales. Aplícate, pues, c o n todas tus facultades y todas las fuerzas de tu ánimo á perseverar en ese camino; tutela, prote g e , embellece cuanto sea posible la existencia de cuantos te han confiado el Senado y el pueblo romano. Si te hubiese llamado la suerte á regir pueblos bárbaros, por e j e m p l o , Africanos, Españoles, Galos, por humanidad tendrías el deber de dedicarte á sus intereses y bienestar. Pero entre los que te han tocado en sorteo existe civilización, y basta se dice que ésta procede de ellos. ¿A quién, pues, podría aplicarse con preferencia el beneficio de esta? Por mi parte no vacilo en proclamarlo, y no temo se me acuse de malicia ó frivolidad, contra el testimonio de toda mi vida. Sí, cuantos triunfos he podido obtener los d e b o al estudio que he hecho de la Grecia, en sus tradiciones y en los monumentos de su genio. Así, pues, independientemente de las o b l i gaciones que nos impone la ley común de la humanidad, tenemos una deuda especial que pagar áeste célebre pueblo. Y puesto que fueron nuestros maestros, hagámosles gozar de las máximas de prudencia cuya enseñanza les d e b e m o s . X. El príncipe del ingenio y de la sabiduría, Platón, ha filósofos, ó dicho que los pueblos no conocerían la felicidad hasta que se entregase el gobierno á los sabios y á los cuando los que gobiernan llegaran á ser filósofos y sabios ( 1 ) . Así, pues, Platón veía la felicidad de la sociedad en la unión del poder y de la sabiduría. Los destinos de la República han querido que gozase de esta felicidad en a l - (1) Muchos escritores, poetas, lilósofos y hombres de Estado han acariciado igualmente la quimera de Platón, es decir, que los Estados serían más felices si los gobernasen filósofos y sabios; pero hasta ahora, uno solo, Marco Aurelio, lo realizó en parle. 328 , MARCO TULIO CICERÓN. gunas é p o c a s ; y tu hermosa provincia lo saborea plenamente hoy, bajo un gobernante que desde su infancia tuvo por estudio favorito y ocupación principal formarse en la sabiduría, en la virtud y en todas las cualidades apetecibles. Procura, pues, que el año de trabajo y de fatiga, cuya carga te impone de nuevo la fortuna, sea para el Asia un año más de felicidad, y que su regocijo en conservarte, cuando hemos intentado en vano recobrarte, nos dulcifique la amargura de tan larga separación. Honores que sin. ceramente creo sin ejemplo han venido á recompensarte por esfuerzos sin iguales en verdad: esfuerzos ya te he escrito acerca de este asunto. Las mayores aún tienes qua realizar para no decaer. Me refiero á lo que distinciones del nada son cuando se comparten con la m u c h e d u m b r e , y son muy poca cosa cuando se deben á la influencia m o m e n t o ; pero cuando los honores s o n , como acontece Inves- en tí, retribución de servicios eminentes, nunca se dará demasiada importancia á su íntegra conservación. tido de un poder s o b e r a n o , de una autoridad sin límites sobre pueblos cuya admiración ha consagrado y deificado tus virtudes, no olvides nunca lo que exigen de tí c o m o supremo gobernante, esos magníficos c o m o administrador y c o m o j u e z testimonios, esa brillante manifestación. Tienes que atender á los intereses de t o d o s , á hacer a g r a dable á todos la existencia y á merecer, en fin, que el Asia rebonozca y proclame en tí su salvador y padre. XI. Conozco cuántas dificultades oponen los publícanos á tus generosas intenciones: combatirles de frente, sería enajenarnos el orden á que más d e b e m o s , romper el lazo que los une á nosotros, y por medio de nosotros, á la R e pública. Por otra parte, c o n c e d i é n d o s e l o t o d o , arruinamos por completo al pueblo que estamos obligados á p r o t e g e r . Esta es una dificultad de tu posición, y , á decir verdad, la única: porque es cosa bella sin duda ser desinteresado, contener las pasiones propias, imponer á los que nos r o - CARTAS A QUINTO CICERÓN. 329 deán igual continencia, administrar con imparcialidad la justicia, estudiar concienzudamente los negocios, c o n c e der á todos audiencia y fácil a c c e s o ; pero nada es al mismo tiempo más fácil. Para esto no se necesitan facultades extraordinarias, sino que estriba en el carácter, en la v o luntad. Puede juzgarse por lo que sufren nuestros propios conciudadanos lo que los habitantes de las provincias tienen que soportar de parte de los publícanos. Cuando se suprimieron muchos peajes en Italia, menos se dirigían las reclamaciones al impuesto mismo que á los abusos de la cobranza; y los gritos de los Romanos sobre el suelo de la patria demasiado dicen lo que será la suerte de los aliados en los extremos del Imperio. Necesario e s , pues, arreglar las cosas de manera que queden satisfechos los publícanos, especialmente los que tienen contratos r u i n o s o s , sin abrumar la provincia. Confieso que este esfuerzo es propio de habilidad sobrehumana. Pero no se espera menos de la tuya. En primer lugar, por lo que concierne á los Griegos, la condición de contribuyentes, que es la peor cosa de todas, nada puede tener de absolutamente repugnante, puesto que el principio del impuesto estaba, antes de la d o m i n a ción romana, escrito en las instituciones de la Grecia. Además, el nombre de publicano no podía asustar á gentes que han necesitado la intervención de los publícanos para percibir el impuesto de Sila, por igual y fijo que fué en su reparto. En fin, puede suponerse que sus propios compatriotas no serían cobradores más amables que los Romanos. No siendo así, los Cannios y demás isleños adscritos por Sila á Rodas ¿se habrían dirigido al Senado para obtener el favor de pagar el tributo directamente á Roma, en vez de satisfacerlo á los de Rodas? No existe odiosidad á los p u blícanos cuando siempre se ha estado sujeto al impuesto; no se les desprecia cuando nunca se ha podido prescindir de ellos; ni se les niega, en fin, sumisión cuando volunta- 330 MARCO TULIO CICERÓN. riamente ¡se ha solicitado su auxilio. Que el Asia piense bien en esto. No se libraría de ninguna calamidad de las que engendran !a guerra y las discordias civiles, si dejara de vivir bajo nuestras leyes; y c o m o es imposible vivir así sin pagar tributos, necesario es que se resigne á c o m p r a r , con el sacrificio de una parte de sus productos, la p e r p e tuidad de la tranquilidad, la paz. XII. Una vez disipada la antipatía por el nombre y c a tu habilidad y prudencia s a racteres de los publícanos, brán reconciliarles con todo lo demás. En la forma del p a g o , por ejemplo, en vez de la petición directa que impone la ley de los censores ( í ) , llegarán á no ver otra cosa que manera c ó m o d a de liberarse escapando á las molestias de la recaudación. Podrás, en fin, c o m o lo has h e c h o ya con buen é x i t o , recordarles oportunamente cuánta es la i m portancia de los publícanos, cuánto debemos á su o r d e n , y prescindiendo del tono de autoridad y del aparato de los haces, conseguir por tu influencia personal, por la eficacia de la persuasión, reunir y amalgamar completamente los Griegos con los publícanos. Consigue de los primeros, ya que eres su bienhechor, el hombre á quien todo lo d e b e n , que no perturben las relaciones que nos unen con los s e gundos. Mas ¿á qué aconsejarte lo que sin consejo has c o menzado á hacer por tí mismo y realizado ya casi por c o m pleto? Diariamente e s c u c h o frases de agradecimiento de sociedades muy ricas y honradas; y lo que para mí a v a lora más su testimonio, es que los Griegos mismos no e m plean otro lenguaje. Difícil era conseguir este resultado allí donde* reina tan profunda división de intereses, de a s piraciones y de castas. Lo repito, la idea de darte l e c c i o nes no entra para nada en lo que acabo de escribirte. Tu (1) La acción de contratar abonos ó ¡gualas con los arrendatarios públicos de los impuestos, era cargo legal de los censores, así como también la vigilancia de todos los agentes del fisco de la provincia. CARTAS A QUINTO CICERÓN. 331 prudencia no necesita maestro; pero me agrada mucbofijarm e en tus virtudes, aunque tal v e z , sin parar mientes en ello, habré traspasado los límites que me había impuesto. XIII. Pero no dejaré de hacerte una recomendación, porque no dependerá de mí que dejen de alabarte sin r e serva. Todos los que vienen del Asia, al mismo tiempo que ensalzan tu virtud, desinterés y afabilidad, hacen una restricción en el elogio, por tu propensión á la ira. El arrebato en las relaciones privadas, en el c o m e r c i o ordinario, es indicio de ánimo ligero y endeble; pero es cosa deforme añadir al peso de la autoridad la violencia de carácter. No citaré lo que los filósofos más eminentes han escrito acerca de esta materia, por razón de brevedad y porque tú mismo puedes consultarles. Además, el objeto de una carta es instruir con precisión á aquel á quien se dirige acerca de los puntos que ignora. Esto es lo que me propongo. Dos puntos hay en que todos convienen: nadie es tan amable c o m o tú mientras te encuentras tranquilo; pero en cuanto un acto de infidelidad ó deslealtad te e x a c e r b a , la indignación te ciega y no se te r e c o n o c e . En la carrera que hemos emprendido, menos por ambición que p o r efecto de las circunstancias y el juego de la fortuna, condición nuestra es hacer hablar constantemente de nosotros. P r o c u r e m o s , pues, con todas nuestras fuerzas evitar mala reputación. No exijo de tí lo que la naturaleza no permite ya, sobre todo á nuestra edad, esto e s , cambiar de c a r á c ter, desarraigar repentinamante una costumbre inveterada; pero si es verdad que no existe preservativo absoluto contra la ira, que invade el ánimo sin dejar tiempo al r a ciocinio, d e b e s , sin embargo, prevenir todo lo posible sus asaltos, permanecer constantemente alerta y procurar, s o bre todo en el momento en que domina la irritación, p e r manecer dueño de tus palabras: dominarse en tales casos c r e o es virtud más elevada que no irritarse jamás; porque 332 MARCO TULIO CICERÓN. la calma inalterable pertenece á los caracteres apáticos y no á los espíritus superiores. Pero dominarse lo bastante en la pasión para medir el lenguaje y hasta para imponerse silencio; contener esa agitación, ese movimiento del á n i m o , esto es al menos el esfuerzo de carácter p o c o c o m ú n . Sé que has adelantado ya mucho sobre tí mismo y que te has h e c h o más dueño de tus arrebatos. Ya no me hablan de aquellos arranques, de aquellas invectivas, de aquellos ultrajes á que te abandonabas con tanta frecuencia, que tan mal concordaban con espíritu cultivado y urbanos modales y que convenían mucho menos aún c o n los deberes y la dignidad del mando. La ira hace odiosos si es implacable, y rebaja si fácilmente se disipa; pero, en último caso, p r e ferible es lo segundo á lo primero.
XIV. Aunque durante el primer año tu conducta dio mucho que hablar, bajo este punto de vista (cosa que no extraño, porque encontraste injusticia, avidez, insolencia exagerada en el v i c i o que te sublevarían), durante el s e gundo han observado sensible mejoramiento en tu carácter, efecto sin duda de costumbre y raciocinio; y tal vez mis cartas habrán contribuido también á moderar y calaño mar tu índole. Pero es necesario que en el tercer la reforma sea completa y nadie pueda censurarte ni el arrebato más pequeño. En este punto no quiero echarla de preceptor, y no has de ver más que al hermano que te ruega emplees la fuerza de tu voluntad, tu atención y e s fuerzos e n g a ñ a r t e la alabanza general. No ocupando lugar tan elevado en la opinión y lenguaje de los hombrea, no se esperaría de tí nada extraordinario, nada que e x c e d i e s e de la medida c o m ú n . Pero nuestro nombre ha adquirido tanta celebridad y grandeza, que si no le mantenemos á su altura durante tu mando, difícilmente p o d r e m o s defenderle d e graves censuras. Esta es nuestra posición: todos los buenos nos favorecen, pero quieren que no tengamos d e fectos, exigiendo que sepamos satisfacerles en t o d o : r e s - CARTAS Á QUINTO CICERÓN. 333 pecto á los malvados, con quienes estamos constantemente en g u e r r a , en cuanto les demos ocasión desatarán su malignidad con inmenso r e g o c i j o . Toda el Asia es teatro para tus virtudes; escenario inmenso, inaudita afluencia de espectadores, el juez más esclarecido, resonancia prodigiosa, porque no brota una manifestación de esa multitud, un murmullo que no se propague hasta R o m a . Trabaja, pues, trabaja sin descanso para que la opinión te c o l o q u e , no diré al nivel, sino á mayor altura de las e x i gencias de tu posición. XV. Así, pues, habiéndonos deparado la suerte, á mí la magistratura de Roma, á tí la administración de una provincia, necesario e s , si por mi parte he conseguido no quedar inferior a nadie, que por la tuya seas superior á todos tus rivales. Y piensa que no tratamos de conseguir la gloria ó aumentar nuestra fama, sino de combatir por estos bienes cuya posición g o z a m o s ; y no debemos mostrarnos menos cuidadosos en defenderlos que nos hemos mostrado solícitos en adquirirlos. Si nuestros intereses no fuesen inseparables, no podría ambicionar otra posición que la que tengo. Pero no es así: que tu conducta ó lenguaje cesen de estar conformes una sola vez con nuestro glorioso pasado, y pierdo el fruto de tantos trabajos y p e ligros que tú has compartido c o n m i g o , Y á la verdad, no ha de decirse que si me has secundado más que nadie para conseguir la fama de mi nombre, no eres mi apoyo firme para conservarla. Y no te limites al juicio más de los contemporáneos, sino que ha de ocuparte más el de la posteridad, que desprendida de prevenciones y exenta de malevolencias, su sentencia más imparcial ha de ser m e nos temible para nosotros. Piensa, en fin, que no trabajas para tí solo trabajando para la gloria; sin duda no eres indiferente á ella, c o m o lo atestiguan esos espléndidos m o numentos con los que han querido eternizar el recuerdo d e tu n o m b r e ; pero en esa gloria tengo yo mi parte también y 334 MARCO TULIO CICERÓN. es el patrimonio de tus hijos; y al ver que la descuidabas, decirse podría no solamente que te perjudicas á tí m i s m o , sino que privas á los tuyos de lo que les pertenece. XVI. Al hablarte así, no es mi objeto despertarte cual si estuvieses dormido, sino excitarte en la carrerra e m prendida. Continuarás h a c i é n d o l o que has h e c h o , y siempre habrá que alabar tu moderación, equidad y aunque estoy c o n v e n c i d o desinterés. Asia Pero mi cariño hacia tí me hacer ser ávido de tu gloria; de que hoy ¡conoces el por la c o m o cada cual c o n o c e su casa; que tu penetrante s a g a cidad, tan perfectamente auxiliada experiencia, comprende todo lo que atrae la estimación de los h o m b r e s , y que diariamente encuentras en tus propias inspiraciones io necesario para prescindir de consejos y sugestiones e x r trañas. Pero al leerte c r e o que te o i g o , y al escribirte p a r é c e m e que te hablo; y este encanto, que dura más á medida q u e las cartas son más largas, prolonga quizá las mías más allá de lo conveniente. Termino poniéndote el ejemplo de los buenos poetas y autores esclarecidos, exhortándote á mostrarte c o m o ellos más cuidadoso al final de tu obraQue á semejanza del último acto del drama, tu tercer año sea el más brillante y perfecto. Fácil medio tienes para conseguirlo (puesto que siempre has deseado agradarme á mí c o n preferencia á los demás): basta que me creas c o n s tantemente á tu lado, presente á todo cuanto dices y á todo lo que haces. Mi última súplica es que cuides muy especialmente de tu salud, de la que depende la de tu hermano y la de todos los tuyos. Adiós.
CARTA II.
CICERÓN A QUINTO, SALUD.
El V I I I de las kalendas de noviembre (1) llegó SLacio, y lamento su llegada, puesto que te e x p o n e s , según e s c r i b e s , á que durante su ausencia te roben ahí tus e s c l a v o s . precederte, Pero si hubiese llegado c o n t i g o , en vez de
habrías sido objeto de curiosa solicitud, de la que te libra c o n satisfacción mía. Las conversaciones han seguido su c u r s o ; ya se ha'dicho ¿XX' alsl « v a tpG>ta ¡x ^av ( 2 ) , y p r e fiero se haya dicho en ausencia tuya. Justificar á Stacio á mis o j o s , que es l o que te proponías at mandarle, era de todo punto inútil. Jamás he sospechado de él: lo que algunas v e c e s te he escrito no procedía de mí. Pero c o m o nuestro h o n o r , y hasta nuestra posición c o m o hombres públicos, no descansa solamente en la v e r dad, si que también en la fama, siempre he creído deber comunicarte cuanto se d i c e , sin pararme á juzgarlo. En último caso, Stacio ha sabido desde su llegada cuánto y qué mal se hablaba de él; porque se ha encontrado p r e sente en mi casa á quejas de que era o b j e t o , y ha podido v e r que la maledicencia s e fijaba especialmente en él. Lo que me disgustaba más es que se le atribuía tal influencia
(1) 25 de octubre. (2) Odisea, ix. Interpretando mal Polifemo las predicciones de Telemo, esperaba ver en ülises un hombre robusto, de elevada estatura, y lo encontró pequeño y endeble. Lo mismo aconteció en Roma cuando llegó Stacio: desde lejos parecía un personaje funesto y temible; pero de cerca cambiaba de tal manera que hasta se le encontraba amable y se buscaba su amistad. Más adelante se verá que se so licitó la intervención de Cicerón para este efecto.
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MARCO TULIO CICERÓN.
sobre tí que no está conforme con la gravedad de tu edad ni tampoco con la dignidad del mando. ¿Sabes que me pedían á porfía recomendaciones para Stacio? ¿que muchas v e c e s hablándome de tí se le han e s capado indiscreciones c o m o ésta: «Dije que n o , dije que sí, mandé, prohibí?» Por grande que sea su fidelidad, y en ella c r e o , puesto que tú respondes,'¿no padecerá tu carácter otorgando tanto favor á un liberto, á un esclavo? Escucha bien esto (hablo c o m o debo hacerlo, sin -ligereza ni malicia): la conducta de Stacio ha dado lugar á todo cuanto se ha dicho acerca de tí. Bien c o n o z c o que tu s e v e ridad te c r e ó al principio algunos enemigos; pero una v e z manumitido óste, el odio ha encontrado campo más vasto. Pasemos á las cartas de que has encargado á Cesio (1) y q u e , dicho sea de paso, veo que te interesa, púdiendo p o r lo tanto contar c o n m i g o en todo. La primera se refiere á Zeuxis de Blando, que me recomiendas eficazmente, d i c e s , c o m o convicto de la muerte de su madre (2). Necesarias son aquí algunas aclaraciones acerca del hecho de Zeuxis y de otros semejantes, para darte la clave de mi tolerancia relativamente á los Griegos, que son muy hábiles en el arte de interesar en sus cuestiones y tienen el genio d e las mentiras. Partiendo de este punto, siempre que he visto á un Griego formular una queja en contra tuya, he buscado todos los medios posibles de calmarle. Conseguílo de los Dionisiopolitanos (3), que^eran los más encarniza(1) Este Cesio sin duda debe ser el mismo que vigiló los trabajos que realizaba Quinto en su quinta Maniliana en Arcano, asi como también los terrenos que Cicerón habia comprado para él en Fu lidio _ (2) No se comprende por qué se empeña tanto Cicerón rpara que Quinto no busque, con objeto de castigarle, á este Zeuxis, de Blando (ciudad de la Frigia), matador de su madre, ó no ser por repugnarle los medios que su hermano empleaba para ello y que más adelante se verán. (3) Habitantes de Dionisiópolis, ciudad.de la Frigia, perteneciente al gobierno de Quinto.
CARTAS Á QUINTO
CICERÓN.
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d o s . A Hermippos, que es uno de sus conciudadanos más notables, supe atraerle con palabras benévolas y hasta con testimonios de amistad. He colmado también de atenciones á un Heplesto, de Apamea; á un Megarisco, de Antandros, el más versátil de todos los hombres; á un Nicias, de Esm i m a , todos gentes desordenadas si las h u b o , y hasta á un Nenifonto de Colofón ( 1 ) . Y no he hecho esto por afición á estos individuos, ni por la nación: todo lo contrario; c a n sado estoy de esos caracteres versátiles, bajos aduladores, esclavos de su interés y nunca de su deber. Pero, volviendo á Zeuxis, tú mismo me has informado de algunas cosas que le había dicho M . Cascelio, y comenzaba á repetirlas. Quise poner coto y le hice proposiciones de amistad. Y á mi vez te pregunto qué rabia se ha apoderado de tí, que después de hacer coser en Esmirna dos Misios en el saco de los p a rricidas, quieres dar igual espectáculo en el Asia superior y poner en j u e g o tantos resortes para hacer caer á Zeuxis en tus manos. Cogido y j u z g a d o , no digo que se le debiera perdonar; ¡pero halagarle, atraerle, c o m o d i c e s , con testimonio de sus compatriotas y de otros muchos ellos, Zeuxis es más noble aún que la ciudad donde el con c e b o de las caricias! Eso es demasiado. Piensa que por nació.
Dices que tengo predilección por los Griegos. ¡Cómo! ¿nó he aplacado á L. Cecilio? (2) ¡Qué h o m b r e ! ¡qué ira! ¡qué obstinación! Cítame uno solo que no haya reconciliado, e x ceptuando á Tuscenio ( 3 ) , con quien es imposible toda r e conciliación. En este momento tengo sobre mí á Catieno.
(1) Griegos, enemigos de Quinto, á quienes Cicerón trataba con benevolencia para aminorar su resentimiento. (2) Tribuno del pueblo en 691; se opuso á la ley Agraria, cuyas criminales generosidades combatió de la misma manera que Cicerón. Siendo pretor en 697, propuso el restablecimiento del ilustre desterrado, y rehusó conceder acción á los revisores de sus bienes. Ignórase la causa de su enemistad con Quinto. (3) Solamente se le conoce por lo que de él dice Cicerón.
TOMO x. 22
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MARCO TULIO CICERÓN.
¡Pobre cabeza! ¡hombre innoble! Pero pertenece al orden ecuestre, y le aplacaré; respondo de e l l o . No te censuro por el rigor que mostraste con su padre; sé que era fundado. Pero ¿á qué escribirle c o m o has h e c h o « q u e levante con sus propias manos la cruz de que le has librado, que cuidarás de hacerle quemar vivo y que toda la provincia aplaudirá?» ¿Qué he de decir de otra carta tuya á un tal Fabio, que Cacieno hace circular por todas partes, en la que dices terminantemente que un Licinio (4), á quien calificas de plagiario, va levantando tributos c o n su l o bezno de hijo, y en la que invitas á ese Fabio á que q u e me vivos, si es posible, al padre y al hijo, y si n o , que te l o s remita para entregarlos al fuego con todas las f o r m a lidades? Esta carta, si es tuya, no es más que una broma que tienes con Fabio: p e r o ese lenguaje, para otro que pueda leerla, es repugnante. Si recuerdas mis anteriores recomendaciones, o b s e r v a rás que, exceptuando alguna que otra observación acerca de la inexactitud de tus comunicaciones, todas se refieren á la violencia y amargura de tu lenguaje. Mucho mejor sin duda habría sido para los dos que hubieses cedido algo más á mi influencia y algo menos al arrejbato de tu c a r á c ter, al placer de saborear el enojo y de propagar el sarcasmo. ¿Crees que es pequeña mortificación para m í . oir ni c e l e brar la reputación de Virgilio (2) y de tu vecino Cn. Octavio? Si te conformas con la superioridad, relativamente á (1) Otro desconocido, porque, tratándole como le trata Cicerón, no parece sea el mismo que poco después le hizo una visita, ofreciéndose obsequiosamente á encargarse de sus cartas para Quinto. Compara á su hijo con un milano joven, adiestrado para la caza por su digno padre, que era plagiario, es decir, ladrón de esclavos, nombre que se daba á los que ejercían esta industria. (2) Propretor de la Sicilia en 695. Tenía mucha amistad con Cicerón, pero le faltó valor para dejarle abordar á Sicilia, de la que era gobernador, temiendo le alcanzase la ley de Clodio, que amenazaba con la muerte al que diese asilo á Cicerón.
CARTAS Á QUINTO CICERÓN.
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tus vecinos de Asia, de un Ciliciano ó de un Sirio, p o c a c o s a haces. L o que m e aflige más es que los que te cito n o son mejores que tú; pero tienen más habilidad y saben h a c e r s e querer, aunque jamás han leído el Ciro ni el Agesilao de Xenofonte y sin sospechar que estos d o s príncipes en la cumbre del poder jamás se permitieron una palabra ofensiva. Pero esto es volver á pasadas exhortaciones, q u e , estoy convencido de ello, has aprovechado. Supongo que te ocupas ya de tus preparativos de m a r cha. Pues bien; ruégote que pienses en dejar grata m e m o ria. Tu senador es hombre muy amable-, pero bajo cualquier otro concepto hará que te echen de m e n o s . Muchas veces te he dicho que has sido pródigo en cartas. S u p r i m e , si es posible, tedas aquellas en que te hayas mostrado injusto, extravagante ó en contradicción contigo mismo. Díceme Stacio que una vez escritas las cartas acostumbra bas hacértelas llevar, que él las leía y te señalaba los p u n tos que merecían censura; pero que antes de él no existía tal costumbre. De aquí esos volúmenes que han con tus cartas para hacerse armas contra tí. Nada tengo que decirte en cuanto á esto. Ya es tarde para ello, y bien sabes que te he advertido bajo difede rentes formas. Pero te repito lo que he dicho á T h e o p o m po (1) en contestación á sus comunicaciones acerca esto: nada es tan fácil c o m o encargar á amigos verdaderos que retiren todas las cartas: en primer lugar, aquellas que revelen injusticias, aturdimiento, falta de formas ó de m e sura, y también las injuriosas. No puedo creer que el n ú mero sea tan considerable c o m o dicen. Pero si tus o c u paciones te han impedido atender cuidadosamente á e s t o , considéralo ahora con seriedad y atención. He leído una formado
(1) Amigo de Cicerón y de su hermano. Añaden algunos que fué también amigo de César, quien, por consideración á él, manumitió á sus compatriotas los Cnidianos.
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MARCO TULIO CICERÓN.
que me han dicho ser de puño del nomenclátor Sila (1), y es muy censurable: otras he leído muy iracundas. Mas, á propósito de tus cartas, en el momento mismo en que trazo estas líneas r e c i b o la visita de L. Flavio ( 2 ) pretor designado é íntimo amigo
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m í o . Habíame de una
carta tuya á sus agentes y que eontiene una pretensión á mi juicio profundamente injusta. Prohíbeseles tocar á la h e rencia de L. Octavio Nasón, de quien es heredero antes de haber pagado á C. Fundanio escrito á los Apolonidios (4) que no permitan Flavio, ninguna (3). Y también has
disposición de los bienes que forman parte de la herencia, hasta que se haya realizado el p a g o . Esto parece increíble; ¡tan opuesto es á tu habitual prudencia! ¡Impedir que d i s ponga el heredero! Pero ¿y si se pone en duda la deuda? ¿y si en definitiva no existe? ¡Cómo! ¿acaso ha de decidir el pretor si se debe ó no? (5) Dirás que tengo aversión á Fúndanlo; que no soy amigo suyo; que'soy implacable para él. ' Nada de esto es e x a c t o . Hay casos en que el d e r e c h o s o lamente d e b e hablar, y guardar silencio el favor. Flavio dice que en toda esta carta, que asegura ser tuya, llegas hasta colocar á sus agentes entre tu benevolencia ó tu r e sentimiento. ¿Qué más te diré? Está ofendido; se ha quejado amargamente, y me ha r o g a d o te escriba con grandes instancias, c o m o lo hago, suplicándote encarecidamente que levantes ordenes la prohibición á los agentes de Flavio, que no
nada á los Apolonidios.que redunde en perjuicio s u y o ; en
(1) Tal vez algún liberto de L. Sila. (2) Sorprende que este fogoso defensor de la ley Agraria sea tan amigo de Cicerón, que la combatió con tanta energía. (3) Créese sea el mismo que defendió Cicerón en 68S en una causa cuyo motivo se ignora. (4) Habitantes de Apolonis, ciudad de Lidia. • (5) El pretor no juzgaba, sino que pronunciaba la sentencia, según \as leyes, después de oir el juicio.
CARTAS A QUINTO
CICERÓN.
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una palabra, que hagas todo lo posible para que F l a v i o , es decir, Pompeyo, quede contento. No pretendo, en v e r dad, que seas injusto c o n Fundanio, ni mediar c o m o c i o s o . Todo lo que te pido es que dejes algún alguna carta en que pueda apoyarse Flavio para ofieste decreto,
asunto. Es muy duro para un hombre que me tiene tantas consideraciones, celoso igualmente de sus derechos y de su dignidad, ver que en este punto se falta con él á los buenos procedimientos y á la justicia. Si no me e n g a ñ o , te recomendaron sus intereses Pompeyo y César: él mismo te había escrito, y por mi parte estoy seguro de haberlo hecho. En fin, ¿quieres hacer algo por mí? aquí tienes la ocasión. Si me estimas, no perdones m e d i o , trabajo ni cuidado para hacer lo que te pido, y tú y yo recibiremos el agradecimiento de Flavio. Nada hay en que tenga tanto interés. Lo que me dices de Hermias (1) me aflige á fe mía. Has recibido una carta mía muy p o c o fraternal: ese discurso de Diodoto (2), liberto de Lúculo; ese contrato que a c a baban de revelarme, todo esto me había irritado. Bajo esta impresión escribí lo que no quisiera haber escrito. No es este el estilo de un hermano, pero c o m o buen me perdonarás. Mucho me regocija la amistad que te profesan Censorino, Antonio, Cassio (3) y Scévola (4). Por lo demás, e n tu carta hay exclamaciones muy solemnes: SpOócv i á v vaov, y fiírai; 6aveTv. Esto es bastante grave. Mis censuras eran hermano
(1) Esclavo de Cicerón. (2) No tiene de común más que el nombre con el filósofo estoico -que murió en casa de Cicerón. (3) Existían tres Cassios: Cayo, Lucio y Quinto; los dos primeros, hermanos; el tercero, primo hermano. Los tres fueron tribunos del pueblo. Ignórase de cuál de ellos se trata. (4) Q. Mucio Scévola, que fué tribuno del pueblo en el año 700, legado de Appio Pulquer en 703 y augur en 705.
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MARCO TULIO CICERÓN.
amistosas: tal vez las repetía demasiado; pero en el fondoson austeras, no pesadas. Si no tuviésemos tantos enemig o s , nada tendría que reprender en una vida tan pura c o m o la tuya. Si te amonesto, si te e x h o r t o , es por e x c e s o de cariño; por esta razón te exhortaré siempre. opongas Átalo Hyfemeno acude a mí para que no te
á la recaudación de los fondos decretados para la estatua de 0_. Publiceno: y yo te ruego no hagas nada que pueda disminuir ó entorpecer la importancia de esta manifestación en honor de varón tan esclarecido y que tanto apreciamos los d o s . No es esto t o d o . Sicinio, á quien c o n o c e s , esclavo de nuestro amigo el trágico Esopo, se fugó. Refugióseprimeramente en Atenas, en casa de Patrón, el e p i c ú r e o , haciéndose pasar por hombre libre. De allí marchó al Asia. Un tal Platón, Sardiano, epicúreo también, que visita con frecuencia á Atenas, y que se encontraba allí precisamente en la misma época que Licinio, le r e c o n o c i ó por.el fugitivo, m e r c e d á las indicaciones de una carta de Esopo: no hízole detener y le c o l o c ó á buen recaudo en Efeso; pero la carta expresa si lo tiene preso ó en el molino. Ruégote p r o cures encontrarle, puesto que está en Efeso, y toma todas las precauciones necesarias para asegurar su r e g r e s o , aunque hayas de encargarte personalmente de él. No tengas en cuenta su valor, que es muy p o c o , ninguno tal v e z ; sino que Esopo está desesperado por la audacia y maldad de ese esclavo, y nada te agradecerá tanto c o m o rarlo por tí. Paso ahora á lo que te toca más directamente. La República está perdida irremisiblemente. Figúrate que el j o v e n Catón (1), irreflexivo sin duda, pero que no por ello deja de ser ciudadano romano y llamarse Catón, apenas ha recupe-
(1) C Catón, de la familia Porcia, pariente, por tanto, de Catón deEtica, aunque se ignora en qué grado. Más adelante se le verá tribunodel pueblo.
CARTAS A
QUINTO CICERÓN.
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escapado de la tribuna con vida: quería acusar de soborno á Gabinio, y no pudiendo acercarse á los pretores, que desde hace algunos días están invisibles, c o m e n z ó á arengar al pueblo y llamó á Pompeyo dictador. Poco faltó para que le despedazasen, y por este suceso puedes juzgar nuestra posición. Parece sin embargo que mi causa no carecerá de a p o y o , causando maravilla ver tantas protestas, ofrecimientos y promesas; así es que r e c o b r o esperanzas, y c o n ellas energía. Creo que triunfaremos, y llevo más lejos aún mi confianza: en la situación presente, nada temo de los a c o n tecimientos. En tal estado se encuentran las cosas. séntese la acusación de Clodio, toda Italia se Prelevan-
tará y resultaré más glorioso que antes. Si se a„*eve á apelar á la violencia, encontraré en el celo de mis amigos, hasta en el apoyo de los extranjeros, medios para rechazar la fuerza con la fuerza. Todos quieren c o m p r o meter por mí su persona, sus hijos, sus amigos, sus c l i e n tes, sus libertos, sus esclavos y , en una palabra, su fortuna. La antigua falange de los hombres honrados arde en cariño y solicitud por mí: encuéntranse también enemigos ó indiferentes que vienen, en odio de sus nuevos r e y e s , á reunirse c o n los buenos. Pompeyo no economiza las p r o mesas, y César tampoco. Mucho confío en ellas, pero no por esto abandono ninguna precaución. Los tribunos d e s i g nados son amigos míos. Los cónsules se me muestran muy favorables. Los pretores Domicio, Nigidio (1), Memmio y Léntulo están por mí, y son además patriotas: otros m u chos se muestran muy propicios también, pero éstos fianza. de una manera especial. Ten, por consiguiente, valor y c o n Te pondré al corriente día por día de todo l o que ocurra. (1) P. Nigidio Figulo. Cicerón le eligió con otros senadores para escribir todo el informe del asunto de Catilina, interrogatorios, respuestas, etc.
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CARTA III.
CICERÓN a QUINTO , SALUD.
¡Hermano mío! ¡hermano mío! ¿me creíste disgustado c o n tigo porque te he enviado esclavos sin cartas? ¿Supones que no quiero verte ya? ¡Disgustado! ¡disgustado contigo! ¿Acaso es posible? Aparentemente tú eres el autor de mis desgracias. Tus enemigos y envidiosos me han perdido, y no soy yo mismo la deporable causa de tu ruina. ¡Mi consulado tan celebrado, me habrá hecho perder hermano , hijos, patria y fortuna! ¡Y si yo solo te hubiese p e r dido! Solamente atenciones y delicadezas he recibido de tí. ¿Qué me debes en cambio? El doloroso espectáculo de mis calamidades, temores personales, d e s p e c h o , pesares, aband o n o . ¿Y no he de querer verte? ¡Soy y o quien no quiere ser visto por tí! Porque ya no reconocerías á tu hermano; este hermano que dejaste en Roma y que c o n o c í a s ; llorando este hermano que lloraba al separarse de tí y que tú dejaste también. Del hermano aquel nada queda ya, ni muerto efectivamente; muerto ante tus siquiera la semejanza, siendo hoy un muerto que respira. ¡Ojalá hubiese o j o s , ó un momento después de nuestra separación! ¡Ojalá, muriendo, te hubiese dejado íntegra mi gloria! Testigos me son todos los Dioses: una sola palabra me d e tuvo: tu existencia, me decían por todas partes, estaba en cierto m o d o unida á mi propia existencia. ¡Esta es mi falta, este es mi delito! Si mi brazo hubiese herido, mi muerte habría proclamado mi cariño y abnegación por tí. Pero v i v o , y tú me has perdido y necesitas acudir á o t r o s ; siendo mi v o z , que tantas v e c e s ha defendido intereses e x traños, muda para tu defensa. Todo esto es obra mía. Ya ves que si mis esclavos llegaron sin llevarte cartas, no fué por motivos de cólera, sino por abatimiento, por imposibilidad de hacer alto en mi aflicción y mis lágrimas. ¡Cuántas v e c e s ha manchado el llanto esta misma carta! Tanto vierto al escribirla c o m o derramarás tú al leerla. ¿Acaso puedo dejar de pensar en tí, ó pensar sin llorar? Y cuando deseo verte, ¿acaso deseo solamente al hermano? Deseo el dulce cariño del a m i g o , el respeto del hijo, la prudencia del padre. ¿Qué satisfacciones hemos tenido j a más encontrándonos separados? ¿No tongo también una hija por la que lloro al mismo tiempo que por tí? ¡Cuánta t e r nura, cuánta modestia, cuánto ingenio! ¡es la imagen de su padre, mi semblante, mi v o z , mi alma! ¿No tengo también un hijo hermosísimo y mi amor más querido? ¿mi hijo, que he tenido la dureza de rechazar de mis brazos? ¡Pobre niño que se mostró más inteligente de lo que yo hubiese q u e rido y que manifestaba comprender ya estas escenas dolor! ¿No tengo además á tu hijo,' tu imagen viva, de al que mi Cicerón ama fraternalmente y respeta c o m o á h e r mano mayor? ¿No tengo también la más desgraciada de las mujeres y más fiel de las esposas, á la que tuve que p r o h i bir me siguiera, para que quedase allí alguien que vele por los restos de nuestra fortuna y cuide de nuestros hijos? Sin e m b a r g o , te he escrito c o m o puedo escribir; y he dado á tu liberto Filógono una carta para tí, carta que s u p o n g o ya en tus manos. En ella repito el c o n s e j o y la s ú plica que ya te he dirigido de viva voz por medio de mis esclavos, rogándote no pierdas momento y marches a p r e suradamente á Roma. Deseé en primer lugar tu presencia allí c o m o salvaguardia, por si todavía existen enemigos cuya crueldad no eslé satisfecha aún c o n nuestras d e s g r a cias; y además he tenido miedo á una entrevista demasia'do dolorosa. La separación habría sido superior á mis fuerzas: tú mismo, según me has manifestado el t e m o r , tal vez no habrías podido arrancarte de mis brazos. He aquí por qué 346 MARCO TULIO CICERÓN. la desgracia de no verse; he aquí por qué lo más cruel para dos hermanos que se aman y están unidos, me ha parecido menos duro, menos a c e r b o que una entrevista en nuestra situación, y sobre todo que una separación. Si te sientes con un valor que no tengo, ya que siempre has sido más fuerte que y o , ármate de firmeza y resolución para los combates que tendrás que sostener (1). E s p e r o , si esperanza alguna puedo tener, que tu integridad, el cariño de los ciudadanos y quizá también la compasión que inspiró, serán salvaguardia para tí. Si quedas al abrigo del peligro, trabaja en mi favor según te dicte la prudencia. De todas partes recibo cartas y noticias animadoras: mas no puedo participar de esta confianza, cuando veo que mis enemigos son tan poderosos aún y que de mis a m i g o s , unos me han abandonado, otros me han h e c h o traición, y todos temen tal vez mi regreso c o m o de su indigna conducta. Te ruego que sondees mente las disposiciones de todos y me las francamente. Mientras te sea necesaria mi censura cuidadosa comuniques existencia, mientras haya peligro para tí, viviré. Pasado este tiempo, necesario será que yo abandone la existencia. No hay fort a l e z a , ^ filosofía que puedan soportar tamaños males. Sé qlie existió un momento en que pude morir con m a y o r gloria y utilidad: he cometido esta falta y otras m u chas; pero no volvamos s o b r e lo pasado, que sólo serviría para aumentar tu dolor y poner de relieve mi ceguedad. La falta que no d e b e cometerse hoy y que no s e cometerá, e s soportar la miseria y la vergüenza de esta vida más allá del tiempo que d e b o á tus intereses y á las esperanzas fundadas. Antes era el más dichoso de los hombres por mi h e r mano, mis hijos, mi esposa, mis riquezas y el origen m i s m o de mis bienes; antes era igual á todo lo más grande que existió en honores, influencia, estimación y favor: caído (1) Alusión á las acusaciones que amenazaban á Quinto en Roma. CARTAS A QUINTO CICERÓN. 347 hoy en el último grado de la miseria y la ruina, d e b o p o ner término á las lágrimas que no c e s o de derramar por mí mismo y por todos los míos. Mas ¿por qué me hablas de cambio? (1) ¿Acaso no vivo á expensas tuyas? También en esto c o n o z c o y v e o hasta qué punto soy culpable, puesto que necesitas tomar de tus b i e nes y de los de tu hijo para satisfacer á las exigencias de tus acreedores, mientras que yo he disipado en vano el dinero-que el Erario público (2) me entregó en tu nombre. Sin e m b a r g o , se entregó á M. Antonio y á Cepión (3) cuanto escribiste que se les entregase: para los proyectos que m e dito, m e basta lo que p o s e o . Ora se rehaga mi fortuna, ora haya que desesperar, nada tendré ya que pedir. Si te s o breviniese algún apuro, opino que debes dirigirte á Crasso y á Calidio (4). Ignoro hasta qué punto puede contarse con HortensioCon todas sus aparentes muestras de amistad, con la asidua corte que me hacía, no ha dejado de conducirse conmigo d e l m o l o más pérfido y odioso, haciendo lo mismo Arrio. Por haberme dejado dirigir, engañar y dominar por ellos, mé encuentro en esta calamidad. Pero oculta esta confidencia, no sea que nos creemos mayores obstáculos. El asunto merece que fijemos la atención, y llegaré á c o n s i d e rar indispensable emplear á Pomponio en hacerte favorable (1) I g n ó r a s e qué c a m b i o s e a e s t e , pero l a s p a l a b r a s siguientes d e m u e s t r a n q u e Quinto a y u d a b a á s u h e r m a n o , a u n q u e no p u e d e s a b e r s e si con dinero propio ó p r e s t a d o . (2) La R e p ú b l i c a daba c i e r t a c a n t i d a d á los g o b e r n a d o r e s de prov i n c i a , si no á t í t u l o de s u e l d o , c o m o g a s t o s de i n s t a l a c i ó n . Cicerón había e m p l e a d o en p r o v e c h o propio la que debió recibir su h e r m a n o . (3) (4) M . Antonio y Bruto Cepión, á q u i e n e s Quinto había p r e s t a d o , El p r i m e r o e s M . Licinio C r a s s o D i v e s ; e l o t r o M . C a l i d i o , p r e q u e p r e t o r d e s i g n a d o , d e c l a r ó e n e l Senado c u á n t o i n t e r é s s i n duda, a l g ú n d i n e r o . t o r e l año a n t e s del l l a m a m i e n t o de C i c e r ó n , q u i e n , no s i e n d o t o d a vía más t e n í a en s u r e g r e s o . 348 MARCO TULIO CICERÓN. á Hortensio. Necesario es impedir que la malicia te aplique de nuevo aquel verso que se hizo circular en contra tuya, a propósito de la ley Aurelia (1), cuando solicitabas la e d i lidad; porque temo ver desencadenado en contra tuya c o n mayor violencia el odio cuando conozca qué interés puedes despertar en favor mío con tú susplicas si te perdona. Creo que te es favorable Messala (2), y supongo Pompeyo querrá aparentarlo; pero ¡ojalá no que necesites nunca someterlo á prueba! Favor es este que pediría á l o s Dioses si no estuviesen sordos á mis ruegos. Pídeles que se contenten al menos con los infinitos males que ya h e mos experimentado; niales que no envuelven el oprobio del crimen: pero el sufrimiento mayor es pensar que las acciones más gloriosas son casi la única causa de mis p e r secuciones. ¿Necesitaré acaso, hermano mío, recomendarte mi hija, ' que lo es tuya también, y nuestro querido Cicerón? Mi pesar mayor es verte 'tan afligido c o m o yo lo estoy por el espectáculo de su abandono. Pero mientras vivap tú no serán huérfanos. En cuanto á lo demás, á la esperanza de morir en mi patria, el llanto no me permite escribir. Vela también por Terencia, y escríbeme acerca de todo lo que ocurra. Ten valor, en cuanto es posible tenerlo en nuestra situación. Tesaiónica idus de j u n i o . (1) Cicerón temia acusasen de soborno á su hermano, por haber dado dinero, cosa prohibida por la ley Aurelia, cuando solicitaba la edilidad. Esto le valió algunos versos satíricos ó algún epigrama. (2) M. Valerio Messala, que fué cónsul con Papio Pisón en 693. CARTAS A QUINTO CICERÓN. 349
CARTA IV .
CICERÓN A su HERMANO QUINTO, SALUD.
Mucho te agradeceré, hermano m í o , si por mi culpa tú y todos los míos habéis sido arrastrados á la desgracia, que no me acuséis de malvado y criminal, atribuyéndolo más bien á mi imprudencia y á la fatalidad. Mi falta, y ésta es la única, consiste en haber confiado en hombres que creía incapaces de engañarme y á quienes no podía suponer interesados en hacerlo. Pero entre los más íntimos, mis parientes y amigos más familiares, unos temieron por ellos, á otros no les ha disgustado el daño que me s o b r e venía. ¡Desgraciado de mí, que no quise contar más q u e c o n la fidelidad de mis amigos! Encontrándote tú libre de la desgracia, por tu inocencia y la conmiseración pública, fácilmente puedes apreciar el fundamento de mis esperanzas. Pomponio, Sextio ( I ) , y nuestro querido Pisón (2) me retienen en Tesalónica (3), so pretexto de no sé qué movimientos, en cuya espera, d i c e n , no conviene alejarse más. Aguardo los acontecimientos más por su palabra que por mis esperanzas. ¿A qué e s p e rar? Mi enemigo es p o d e r o s o ; en todas partes dominan mis perseguidores; mis amigos son infieles, y tengo m u c h o s envidiosos. Verdad es que entre los tribunos nuevos se encuentra Sextio, que está muy decidido en mi favor; y espero que (1) Tribuno del pueblo designado, á quien Cicerón defendió después de la acusación de violencia. (2) Yerno de Cicerón. (3) Es decir, que le escribieron para que se detuviese, porque noestaban con él.
350
MARCO TULIO
CICERÓN.
otro tanto acontecerá c o n Cursio, Milón, (4), Fadio y Fabricio (2); pero Clodio se agitará, y, aunque vuelto a l a c o n d i ción privada, continuará disponiendo de los s u y o s , y c o n moverá al pueblo: la oposición es muy fácil. No eran estas las cosas c o n que me lisonjeaban cuando partí: asegurábanme que antes de tres días regresaría g l o riosamente.—¿Por qué marchaste? dirás.—¿Por qué? todo se reunió para aturdirme: la repentina d e f e c c i ó n de P o m p e y o ; la enemistad de los cónsules y hasta de los pretores; los temores de los caballeros; la violencia y la armas. Las lágrimas de mi familia me impidieron renunciar á la vida: este era el partido más honroso y el único que pudo librarme de males intolerables. Todo esto te lo he dicho ya en la carta que te remití con Faetón. Hoy que te he arrastrado á penalidades y sufrimientos de que jamás hubo ejemplo, si consigues, c o n m o v i e n d o los corazones, poner término á nuestra común desgracia, habrás realizado un prodigio. Si, por el contrario, no h e m o s de levantarnos de nuestra eaida, muy desgraciado seré habiendo perdido una familia de la que antes no era ciertamente deshonra. Por tu parte, c o m o antes te escribí ya, examina, s o n dea las disposiciones, dame á c o n o c e r las cosas tales c o m o son y no con el color que las dé tu cariño. No abandonaré la vida mientras la crea necesaria á tus intereses y exista un destello de esperanza. Bien sabes que nadie me e s tan adicto c o m o Sextio: por la amistad que te tiene, c r e o t a m bién en las buenas disposiciones de Léntulo (3), que va á (1) T. Antonio Milón, el que fué objeto de la famosa arenga que lleva su nombre, y que expió la muerte de Clodio comiendo tan buen pescado en Marsella. (2) Fabricio; éste fué quien, habiendo de proponer el llamamiento de Cicerón, se apoderó de la tribuna poco antes de salir el sol, perlo arrojaron de ella con mucho peligro de la vida y considerable pérdida de su gente. Este golpe de mano lo dirigió, sin duda, Clodio, eso tando á punto de ser degollado en él Q. Cicerón. (3) P. Cornelio Léntulo Spinther.
CARTAS A QUINTO
CICERÓN.
381
ser cónsul. Pero los hechos s o n m u c h o más difíciles que las palabras: en fin, tú verás lo que puede hacerse y l o que exigen las circunstancias. A menos que tu aislamiento y nuestra común desgracia hagan que te desprecien, ó p o drás m u c h o , ó nada se podrá jamás: y no retrocedas a u n que al principio se revuelva el odio contra tí; no te c o m batirán c o n armas, sino con palabras y p r o c e s o s . Deseo q u e nada de esto suceda. Ruégote que me pongas al c o rriente de todo, y cree que si he perdido algo de mi e n e r gía y discernimiento, no he perdido nada de mi cariño y estimación por tí.
LIBRO SEGUNDO.
CARTA PRIMERA.
CICERÓN Á su HERMANO QUINTO, SALUD.
Te escribí esta mañana; pero esta tarde r e c i b o , después d e la sesión del Senado, la amable visita de Licinio, y apro • vecho la ocasión que me ofrece para darte cuenta de lo o c u r r i d o . El Senado estuvo más concurrido de lo que podía y o esperar en el mes de diciembre y después de las fiestas. De los consulares nos encontrábamos presentes, además de los dos designados, P. Servilio Lúculo, Lópido, V o l c a c i o , Glabrión y los pretores; elevándose el número total de s e nadores á unos doscientos (4), y excitando grande atención lo que iba á decir Lupo, que habló del repartimiento de l o s terrenos de Campania, tratando c o n mucho acierto la c u e s tión. Escúchesele c o n profundo silencio. El asunto lo c o n o c e s . Nada omitió de lo que he h e c h o ; lanzó algunos d a r dos á César, censuró á Gelio y se quejó de la ausencia de P o m p e y o . Concluyó muy tarde, y declaró que no r e c o g e r í a 3 ( 1 ) Este número era el doble del que estableció Rómulo. Tarquín o el Viejo lo elevó á trescientos. El dictador Sila lo aumentó más, y César, especialmente, llenó la asamblea con sus amigos. No puede saberse hasta qué punto hubiese llegado el abuso, si Augusto no hubiera fijado en seiscientos el número de senadores.
TOMO x. 23
354
MARCO TULIO
CICERÓN.
los votos para que no tuviese yo que sufrir por la acritud de la discusión. Bastaba, dijo, comparar el silencio presente con la violencia de los debates anteriores, para comprender claramente lo que el Senado sentía. Iba á levantar en s e guida la sesión cuando le dijo Marcelino: «No debes interpretar, oh Lupo ( 1 ) , en un sentido ni en otro el silencio que hoy guardamos. Si callo, y c r e o que lo mismo puedo decir d e l o s demás, es porque no creo conveniente tratar el asunto de la Campania en ausencia de P o m p e y o . » En seguida manifestó Lupo que no retenía al Senado, pero se levantó Raeilio y comenzó á informar acerca del asunto d é l o s j u i c i o s . Comenzó la votación por Marcelino, quien dijo, ante t o d o , que era deplorable verse expuesto á ser incendiado, degollado, apedreado por un Clodio: después propuso que e l pretor de la ciudad sortease los j u e c e s ; que no se;abriesen los comicios hasta después del sorteo y que se declarase enemigo público al que estorbase la marcha de la justicia. Recibióse muy bien esta opinión, combatiéndola C. Catón y también Cassio, que levantó tempestad de murmullos al a n t e p o n e r l o s comicios á la formación de los Filipo opinó c o m o Marcelino. Pasando en seguida á las disposiciones concernientes á l o s simples ciudadanos, interrógame el primero Raeilio. Mucho hablé de los furores y latrocinios de P. Clodio, y le acusé c o m o á r e o , en medio de los murmullos de aprobación del Senado. Vetus Anticio, que en seguida tomó la palabra, tributó grandes alabanzas á mi discurso, y con mucha d i s c r e c i ó n , á fe mía. Sostuvo la prioridad para un tribunal -que, ante todo, desea ver constituido: ya iba á adoptarse (1) P. Rutilio Lupo, tribuno del pueblo. Fué pretor en 705. Por la reseña de la sesión que hace Marco Tulio, vese que despidió al Senado, como todo tribuno del pueblo podía hacer; pero L. Raeilio, otro tribuno, le retuvo en virtud de igual autoridad, consiguiendo completo éxito. Cicerón dice al final de su carta que era modelo de- los tribunos. tribunales.
C A R T A S A QÜIKTO CICERÓN.
355
esta medida, cuando llegó el turno de Clodio, que c o n s u mió el resto de la sesión. Inmenso era su furor contra Racilio, que se había burlado implacablemente de él y con agudeza suma. De pronto alzóse gran rumor del pórtico y las gradas, promoviéndolo sin duda los agentes de Clodio contra Q_: Sextilio ( 1 ) y l o s amigos de Milón. A todos s o b r e c o g i ó el m i e d o ; indignáronse, pero nos retiramos t o d o s . Aquí tienes el acta de h o y , y c r e o que no sé reanudará esta discusión hasta el mes de enero. No hay tribuno del p u e blo mejor que Racilio: también se decide por mí Antiscio: en cuanto á Plancio es completamente nuestro. Considera con atención, si en algo me tienes, que te embarcarás en •diciembre.
CARTA
II.
CICERÓN A su
HERMANO QUINTO,
SALUD.
Ligera indisposición de la vista, y no mis o c u p a c i o n e s , hace que dicte esta carta en vez de escribir, según mi costumbre. Me e x c u s a r é en primer lugar por una falta dé que te acuso: diréte que nadie me ha pedido aún mis e n cargos para la Cerdeña (2), mientras que, si no me engañ o , tú no careces de personas que te pidan los tuyos para Roma. Según me escribiste, hablé c o n C i n c i o acerca de tu erédito contra Léntulo y Sextio (3). Tómese c o m o se quiera este asunto, no es fácil; y á la verdad, necesario es que el suelo de Cerdeña tenga la virtud de despertar la memoria. (1) Amigo de Milón y quizá jefe de los que se disponían á rechazar la banda de Clodio. (2) Ignórase por qué razón se encontraba Quinto en Cerdeña. (3) Cicerón trataba de cobrar á Léntulo y Sextio lo que debían á Quinto, para que éste pudiese pairar á Ático.
3B6,
MARCO TULIO
CICERÓN.
Gracco
no recuerda hasta que llega á esa provincia la C.erdeña Pompo-
falta que cometió c o m o augur, cuando celebraba los c o m i cios consulares en el Campo de Marte. (1). En pronto el plano de Numisio (2) y las cuentas de también, no teniendo otra cosa que hacer, recuerdas de nio (3). Todavía no he comprado nada. Se ha realizado la venta de Culeón. No hay ofertas para Túseulo (4): s i s e presentasen muy ventajosas, c r e o que me decidiría. No ceso de hostigar á Ciro para tu edificación, y espero que cumplirá su palabra; pero todo marcha retrasado p o r temor de tener á un furioso por edil (8). Parece que van á abrirse los c o m i c i o s , que están fijados para el xi de las kalendas de febrero ( 6 ) . No te cuides de esto: he tomado todo género de precauciones. El Senado ha decretado que el Rey de Egipto se restablecerá, pero manifestando que la intervención armada sería peligrosa para la República. Quedaba por designar el jefe de la empresa, y se vacilaba entre P o m p e y o y Léntulo, p a (1) Cuando HegóGracco á su provincia de Cerdeña, recordó, al leer os rituales, que había levantado una tienda, según costumbre, fuera de Roma; que habiendo entrado en seguida en la ciudad para reunir al Senado, había olvidado, al seguir la extensión de las murallas, tomar por segunda vez los auspicios, y que reconocía en esto falta grave que hacía irregular la elección délos cónsules. Los augures lo comunicaren así al Senado, que opinó dimitiesen los cónsules su cargo, como lo hicieron en efecto. (2) Algún plano del arquitecto Numisio. (3) Las cuentas relativas al dinero que debía Quinto á Ático. (4) Tenía en venta aquella quinta, pero no la enajenó al fin, sino que la embelleció y conservó toda su vida. (5) Alude á Clodio, que fué elegido en efecto. (6) Habíase retrasado la celebración de los comicios para la edilidad, porque el cónsul Marcelino, apoyado por muchos, quería que se juzgase á Clodio por el delito de violencia, de que estaba acusado, antes de que se celebrasen; pero viendo Clodio que no se libraría del juicio si no se le nombraba edil, disputaba incesantemente por la prioridad de los comicios. De la desavenencia de los dos partidos resultó el aplazamiento del juicio y de los comicios.
CARTAS A QUINTO CICERÓN.
35T
reciendo que Léntulo triunfaría. En este debate he c o n s e guido maravillosamente defender á Léntulo sin oponerme abiertamente á P o m p e y o ; pero las obstrucciones de los amigos de Léntulo han conseguido diferir la decisión. Después han llegado los días cómiciales y ya no ha celebrado sesiones el Senado (1). .No adivino á dónde podrá llegar e l bandidaje de los tribunos, pero sospecho que Canino arrancará la resolución á viva fuerza. Confieso que no se me alcanza el objeto de Pompeyo; pero sí salta á la vista lo q u e quieren sus amigos (2). Los acreedores del Rey d e r r a man abiertamente el dinero en contra de Léntulo, y es e v i dente que ha perdido probalidades: mucho lo siento, á pesar de que tengo grandes motivos para quererle mal si pudiese. Pon término á tus asuntos: elige bien el tiempo; toma precauciones para tu partida, y ven á reunirte c o n m i g o lo más pronto que puedas. No puedo expresarte hasta qué punto te necesito de todas maneras y á cada m o m e n t o . Los tuyos y los míos se encuentran bien. A xiv de las kalendas de febrero.
CARTA III.
ClCERÓft A SU HERMANO QUINTO, SALUD.
Te escribí el comienzo de los sucesos, y ahora la c o n t i nuación. El día de las kalendas de febrero (3) se aplazó para • (1) El Senado no celebraba sesión en los días de los comicios. (2) Esto es, una rogación por medio de la cual quedaría encargado Pompeyo de restablecer al rey Ptolomeo. El Senado resistió; no concedió á Pompeyo lo que pedía el tribuno con tanta vehemencia y -lo que el mismo Pompeyo, con vergonzosa hipocresía que no escapaba á Cicerón, le dejaba pedir. Tampoco obtuvo el encargo Léntulo. Más adelante, Gabinio, á pesar de la voluntad del Senado y con desprecio del oráculo de la Sibila, restauró á Ptolomeo. (3) 1." de febrero.
3S8
MARCO TULIO CICERÓN.
los idus (d) el asunto de las l e g a c i o n e s , que todavía no está terminado. El iv de las nonas (2) se presentó Milón, acompañándole P o m p e y o . Por invitación mía, habló Marc e l o , resultando todo bien para n o s o t r o s . El asunto quedó aplazado para el vin antes de los idus (3). Diferido igualmente el de las legaciones para los idus, tratóse antes de las provincias en cuanto á los cuestores y del aparato de la autoridad pretoria. Mas á cada momento aparecían en el asunto las quejas políticas, y nada se decidió. C. Catón propuso una ley para quitar el mando á Léntulo, c u y o hijo vistió luto (4). El vin antes de los idus (5) compareció Milón: habló cuanto P o m p e y o , ó , mejor d i c h o , quiso hablar, porque en
se levantó, armó estrépito la gente de Clodio, y durante todo el discurso no cesaron las vociferaciones é injurias. Cuando terminó (porque debe decirse en honor suyo que resistió hasta el fin y dijo cuanto quería decir, imponiendo algunas v e c e s silencio con autoridad); cuando repito, levantóse Clodio. promovieron En este instante los por represalia tal alboroto, que terminó, nuestros el orador duró
perdió las ideas, la v o z y el c o l o r . Esta situación
desde la hora séptima ( 6 ) , en que terminó su discurso P o m p e y o , hasta la octava (7). N o s e perdonaron injurias y o b s cenísimos versos contra Clodio y Clodia. Enfurecido y muy pálido, dirigía á los suyos en medio del tumulto estos a p o s trofes:— ¿Quién es el que mata de hambre al pueblo? COnteSfl) 13 de febrero. (2) 2 de febrero. (3) 6 de febrero. (4) El hijo de Léntulo Spinther. Era costumbre en Roma vestir trajes sórdidos en señal de luto al aproximarse alguna desgracia que amenazaba. Así lo hicieron Cicerón y sus amigos cuando se promulgó la ley Clodia. (5) 6 de febrero. (6) Mediodía. (7) Dos de la tarde.
CARTAS A QUINTO
CICERÓN.
359
tándole aquellas gentes: P o m p e y o . ¿Quién es el que quiere marchar á Alejandría? P o m p e y o . ¿A quién d e b e enviarse? A Crasso.—Allí se encontraba Crasso, muy poco dispuesto en favor de Milón. Cerca de la hora liona (1), y c o m o o b e deciendo á una señal, comenzaron los Clodianos á escupir sobre los nuestros. Perdimos la paciencia: hacen un m o vimiento c o m o para expulsarnos, yjlos nuestros caen sobre ellos poniéndoles en fuga. Arrójase de la tribuna á Clodio, huyendo y o , porque temí alguna desgracia. Constituyese el Senado en tribunal; pero P o m p e y o permanece en su casa. Por mi parte c r e o no deber presentarme en el Senado, para no encontrarme en la alternativa ó de guardar silencio ante tales desórdenes, ó e x p o n e r m e á desagradar á los buenos encargándome de la defensa de P o m p e y o , que tenía en contra á Bíbulo, Curión, Favonio y Servilio hijo. Primeramente se aplazo la deliberación para el día inmediato; pero Clodio la hizo remitir á las Quirinales (2). El vi antes d e los idus de febrero (3) reunióse el Senado en el templo de Apolo para que pudiese asistir P o m p e y o . Habló éste c o n dignidad, pero nada se decidió. Reunido el Senado ala mañana siguiente en el mismo templo, declaró
que L O OCURRIDO E L V I I I (4) DE L O S IDUS DE FEBRERO ERA UN
A T E N T A D O C O N T R A L A R E P Ú B L I C A . En este mismo día Catón atacó rudamente á P o m p e y o , siendo su discurso verdadera y completa acusación. Contra mi deseo, me alabó m u c h o , y en un momento en que tachaba á Pompeyo de Pompeyo replicó con perfidia c o n relación á mí, prodújose silencio muy hostil para él. energía, hizo el retrato de Crasso y
(1) Tres de la tarde. (2) Celebrábanse el X I I de las kalendas de marzo, 6 sea el 18 de febrero. Estas tiestas eran en honor de Rómulo. (3) 8 de febrero. (4) 6 de febrero.
360
MARCO TULIO
CICERÓN.
dijo terminantemente que se guardaría mejor que se guardó el Africano (4), que fué asesinado por C. Carbón. Creo que se preparan grandes acontecimientos. Pompeyo está persuadido, así me lo ha d i c h o , de que atentan á su vida; que Crasso impulsa á C. Carbón (2) y suministra el dinero Clodio; que para sostener á los d o s , se entiende c o n Curión, Bíbulo y sus demás e n e m i g o s ; en fin, que ya es tiempo de atender seriamente á su propia seguridad, ante el pueblo del foro que se le escapa, de la nobleza que le vuelve la espalda, del Senado prevenido contra él y de una juventud desordenada. Por esta razón toma p r e c a u c i o n e s , llamando á las gentes del campo. Clodio por su parte reúne á los s u y o s , preparándose para las Quirinales. Hasta ahora le superamos mucho en número; y todavía esperamos de la Galia y del Piceno considerables refuerzos, con los que nos encontraremos muy fuertes cuando se lleven pueblo los proyectos Léntulo ( 3 ) . El iv antes de los idus de febrero ( 4 ) , Cn. Nerio, de la tribu Pupinia, acusó de soborno á S e x t i o , y un tal M. Tulio le acusó al mismo tiempo de violencia. Encontrábase e n fermo, y en el acto, según mi deber, fui á verle y me puse á su disposición. No se esperaba esta conducta de parte mía, creyéndome resentido con él, de manera que h o y me (1) Scipión Emiliano. (2) Tribuno del pueblo. Pasaba por haber dado muerte á P. Scipión el segundo Africano. Sin embargo, en el segundo libro de los Oradores, insinúa Cicerón que Carbón solamente fué cómplice del atentado; y otros escritores acusan á Sampronia, esposa del mismo Scipión y hermana de los Gracos. Sea como quiera, C. Carbón se envenenó con cantáridas, según se dice, por consecuencia de una acusación que presentó contra él L. Licinio Crasso. (3) Probablemente se fundaría el proyecto de ley contra Milón en haberse servido éste, en su desavenencia con Clodio, de gladiadores y bestiarios en contra de las leyes, por lo que debía ser castigado. (4) 10 de febrero. de ley de Catón contra ante el Milón y
CARTAS Á QUINTO CICERÓN.
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considera y rae consideran todos c o m o el hombre más i n dulgente y g e n e r o s o . No retrocederé. Nerio ha declarado ante Cn. Léntulo, Vatea y C. Cornelio, designados de o f i cio (1). Un senatusconsulto del mismo día establece que se disuelvan todas las asociaciones y reuniones; y que por medio de una ley se proveerá en cuanto á los refractarios, á la aplicación de las penas, asi como también á los casos de fuerza. El ni antes de los idus de febrero (2) defendí á Bestia (3) de la acusación de s o b o r n o , ante el pretor Cn. Dom i c i o , en pleno Foro y ante numerosa concurrencia. En mi discurso deslicé algo relativo á Sextio, recordando que, cubierto de heridas en el templo de Castor, debió su s a l vación al s o c o r r o de Bestia. Esto era preparar de antemano los ánimos en favor de Sextio, recibiendo unánimes aplausos mis justos elogios. Mucho me ha agradecido S e x tio esta conducta. Te refiero estos detalles porque relaciones con él. Te escribo la víspera de los idus de febrero ( 4 ) , antes de amanecer. Esta noche he asistido al festín de b o d a de Pomponio (S). Por lo demás, mi situación es c o m o no me atrevía á esperar, no obstante tus seguridades, completamente digna y satisfactoria: d e b o , hermano querido, á tu prudencia, á tu cariño y al atractivo de tus modales el que los dos hayamos tomado esta actitud. Han alquilado para (1) Jueces delegados para recibir declaraciones. (2) 11 de febrero. (3) L. Calpuruio Bestia habitualuiente hablaba mal de Cicerón, bajo cuyo consulado fué tribuno del pueblo, y se habia unido ásu colega Mételo para impedirle que arengase al pueblo al terminar en el cargo. No por esto dejó Cicerón de defenderlo, como hizo con más de un enemigo de este género. (4) 12 de febrero. (5) Ático casaba con Pilia, de la que tuvo á Ática, que casó después con Agripa. Contaba entonces cincuenta años. frecuentemente me has recomendado que conserve buenas
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, MARCO
TULIO
CICERÓN.
tí la casa de Lescinio, próxima á los bosquecillos de Pisón; pero creo que en los primeros días de julio podrás instalarte en la tuya. Los Lamia (i), que han alquilado tu casa de Carena, son locatarios muy amables. No he recibido carta tuya después de la de Olbia ( 2 ) . Deseo saber qué haces, en qué te ocupas, y principalmente verte. Cuídate, querido hermano; y aunque estamos en invierno, no o l v i des que te encuentras en Cerdeña. A x v de las kalendas de marzo.
CARTA IV.
CICERÓN Á su HERMANO QUINTO, SALUD.
El v de los idus de marzo fué absuelto nuestro Sextio, y , cosa importante para la república, en causa c o m o la suya fué absuelto por unanimidad. Temías que los malévolos m e tildasen de ingratitud si no mostraba por este aturdido d e cidida condescendencia. Pues bien; ten por seguro que en este asunto he alcanzado la reputación del hombre más agradecido. Al defender persona c o m o ésta, m e r e z c o sin duda su agradecimiento; pero lo que más le agradó fué ver que rendía á mis pies á su adversario Vatinio (3), c o n aplauso de los Dioses y de los hombres. Mas aún: nuestro amigo Paulo, que se había presentado c o m o testigo de c a r g o , se prestó decididamente á ser acusador de Vatinio en el caso de que vacilase en presentarse Licinio Macer; y Macer, levantándose del banco de Sextio, protestó que n o (1) Los Lamia, de la familia Clía, pretendían descender de Lamus, rey de los Lestrigones. (2) Puerto de mar en la isla de Cerdeña. (3) No fué Vatinio quien acusó á Sextio, sino Cn. Nerio y M. Tulio, según se ve por la carta XC1X; pero había declarado en contra suya.
CARTAS k QUINTO
CICERÓN.
363
faltaría al llamamiento. ¿Qué más te diré? El petulante y audaz Vatinio se retiró confundido y humillado. Tu querido Quinto (1) es un niño muy amable y adelanta admirablemente. Ahora que Tiranión le instruye en mi casa, veo sus progresos. La edificación de nuestra casa (2) adelanta con rapidez. He pagado la mitad á tu contratista y espero que antes del invierno nos encontraremos bajo el mismo t e c h o : Al fin estoy de acuerdo, al menos me lisonjeo de ello con Crassipo ( 3 ) , para e l matrimonio de nuestra T u lia, que, á fe mía, te quiere de todo corazón. Después de las fiestas Latinas ( 4 ) existen dos días que se consideran c o m o sagrados: al terminar el último día de estas fiestas, ha q u e dado todo convenido.
CARTA V.
M. T. CICERÓN k su HERMANO QUINTO, SALUD.
Te escribí últimamente que nuestra Tulia se desposó c o n Crassipo la víspera de las nonas de abril ( 5 ) . En mi carta te daba también algunas noticias acerca de asuntos p ú b l i -
(1) El hijo de Quinto Cicerón. (2) Refiérese á la reconstrucción de sus dos casas en el monte Palatino incendiadas por Clodio. Por cartas anteriores sabemos que estaban contiguas. (3) Furio Crassipo, segundo marido de Tulia. Pisón Frugi, que fué el primero, murió durante el destierro de Cicerón. (4) Fiestas establecidas por Tarquino el Viejo, según unos, ó por los Latinos antiguos, según otros. Según Varrón, durante estas fiestas, entre otras prohibiciones, existía la de tomar esposa legítima con el objeto de tener hijos: Uxorem liberum quxrendorum causa religiosum est. Como se ve, los parientes de los novios respetaron la prohibición. (5) 4 de abril.
364
MARCO T U L I O C I C E R Ó N .
eos y privados. He aquí lo que ha ocurrido después. El día de las nonas de abril ( 1 ) decretó el Senado que se pusiera á disposición de P o m p e y o , para comprar trigos, la cantidad de cien mil sextercios. En el mismo día se suscitó en el S e nado violento debate acerca de los terrenos de la Campania, gritándose casi tanto c o m o en el Foro ( 2 ) . Lo que más enardecía los ánimos era la escasez de dinero y carestía de subsistencias. Tampoco pasaré en silencio el caso de Furio Flacco, hombre malvado á quien los c o l e g i o s Capitolino y Mercurial han expulsado de s u ' s e n o , encontrándose presente él y á pesar de que se arrojaba á los pies de sus colegas.
CARTA
VI.
M.
T.
CICERÓN Á
su
HERMANO
QUINTO,
SALUD.
El v m de los idus de abril (3) di á Crassipo el festín de esponsales. Tu excelente hijo Quinto, que también lo es m í o , se encontraba ligeramente indispuesto y no asistió á la fiesta. Fui á verle la mañana siguiente y le encontré completamente restablecido. Habló mucho y con bastante acierto de las quejas de nuestras esposas. ¿Qué te diré? que no hay niño más agradable. Todavía se queja de tí Pomponia: en nuestra primera entrevista te hablaré de este asunto.
(1) 5 de abril. (2) Como la parte del territorio de la Campania que debía repartirse, según la ley Agraria de César, debía pagarse á los particulares del dinero del Tesoro público, y este dinero no era suficiente, el Senado, después de violento debate y por consejo de Cicerón, aplazó el asunto para los idus, es decir, para el 15 de mayo. Tampoco lo terminó en esta fecha. (3) 6 de abril.
CARTAS Á QUINTO CICERÓN.
365
Cuando me separé de tu hijo fui á ver el terreno de tus edificaciones, en el que encontré muchos operarios trabaj a n d o . Estreché á tu contratista Longilio y me juró que d e seaba c o m p l a c e r n o s . La casa será hermosa, pudiéndose juzgar hoy mucho mejor que por el plano. La mía adelanta bastante también. Est8 día cené en casa de Crassipo, y ai dejar la mesa, marché en litera á visitar á Pompeyo en sus jardines. No pude ver á L u c e y o , que estaba ausente; y d e seaba verle, porque ala mañana siguiente tenía yo que salir de Roma, y Luceyo iba á partir para Cerdeña. Al fin le vi, y le pedí, por favor, que te trajese cuanto antes. En seguida me dijo que partirá el nt; de los idus de abril (1), y que se embarcará en Labrón (2) ó en Pisa. Tú, querido h e r mano, en cuanto llegue, aprovecha la primera ocasión para hacerte á la mar, si el tiempo es favorable. ApcpiXitipíav de que me hablas me c o n m u e v e muy p o c o . Bien recibida todo será si se presenta, pero no me m o v e r é ciertamente para excitarla. Edifico en tres parajes diferentes, restauro lo demás que p o s e o y he aumentado algo mi boato. Q u i siera que estuvieses aquí para no ocuparme más de los o b r e r o s . Pero c r e o que m u y pronto p o d r e m o s hablar todo esto. He aquí el estado de las cosas de Roma. Léntulo es un cónsul excelente: su colega le deja obrar; tan bueno e s , repito, que nunca vi otro mejor. Ha disminuido los días preparatorios de los comicios (3); ha restablecido las ferias de
(1) U de Abril. (2) Puerto de Liorna. (3) Es decir, que hizo de manera que durante estos días preparatorios no se pudiese citar á nadie en justicia, y esto á fin de que Catón, el tribuno del pueblo, no pudiera presentar su proyecto de ley contra Léntulo Spinter yMilón. Podían reducirse los días comiciales, tanto por esta y otras razones, como por la fijación de fiestas, no estando permitido celebrar comicios y fiestas á la vez.
366
MARCO TULIO CICERÓN.
latinas (1), y sin embargo no faltan súplicas (2). Este es un medio de resistir leyes detestables, c o m o , por e j e m p l o , las de Catón, á quien ha burlado admirablemente nuestro amigo Milón. Este grande protector de gladiadores y b e s tiarios había comprado á Cosconio (3) y Pomponio cierto número de éstos, que le escoltaban en público armados. Pero c o m o no tenía con qué mantenerlos, apenas era dueño d e ellos. Entendiólo Milón, y se dirigió á un extraño, c o m o menos s o s p e c h o s o de inteligencia c o n él, y le encargó c o m p r a s e á Catón toda la comitiva. Entregada la mercancía, Rucilo, el único tribuno del pueblo que está con n o s otros ( 4 ) , publicó el n e g o c i o , manifestando, c o m o se había c o n v e n i d o , que la compra se había h e c h o por cuenta suya, y ha hecho publicar que va á vender toda la servidumbre de Catón. El anuncio ha hecho reir m u c h o . Léntulo, p u e s , ha puesto dique á esta frabricación de leyes de Catón y á sus proposiciones acerca de í é s a r , ante las cuales todos guardaban silencio. Caninio está muy frío para con P o m p e y o , en quien ha encontrado p o c o favor. También se c e n sura la conducta de P o m p e y o con su amigo Léntulo (5): y á fe mía, no es el mismo. El asunto de Milón le ha puesto muy mal con el populacho, y los hombres honrados le c r i tican lo que hace-y lo que no hace. Me disgusta, sin e m b a r (1) Sin duda había ocurrido alguna falta de omisión ó comisión al celebrar las ferias la primera vez. Estas tenían el mismo carácter que las Compítales, es decir, conceptiva} ó movibles. (2) No era necesario este lujo de impedimentos desplegado por el cónsul, puesto que había suplicas, y mientras duraban éstas, no se podía actuar en justicia. (3) Este vendedor de gladiadores, como Ático, era sin duda algo pariente del que fué pretor, vigintiviro después de los que designó César para la repartición de terrenos y que murió antes de tomar posesión de su cargo. (<5) No era el único, pero sí el que demostraba mayor celo.' (5) Pompeyo debía en parte á P. Léntulo la comisión de aprovisionamiento de Roma, y le disputaba embozadamente la de restauración del rey Ptolomeo.
CARTAS A QUINTO
CICERÓN.
367
g o , que Marcelino le trate con tanta rudeza. El Senado no lo ve mal, razón para que y o permanezca alejado del Senad o y del gobierno. En los asuntos privados continúo como antes. Nunca ha sido más visitada mi casa. No he tenido mas que un disgusto en el negocio de Sexto Clodio (1), y esto por imprudencia de Milón. Hubiese deseado que eligiesen para la acusación otro momento y hombres más hábiles para hablar. Tres votos infames faltaron para la c o n d e n a c i ó n . Pero la reclama la indignación del pueblo y habrá que reponer el asunto. La opinión está muy e x c i tada. Tan p o c o ha faltado para la condenación, á pesar de ser suyos los j u e c e s , que desde luego puede esperarse que no se librará de ella. En esta circunstancia nos ha perjudicado el descrédito de P o m p e y o . En el Senado h a bía mayoría para la absolución; los caballeros estaban dW vididos y los tribunos del Tesoro querían castigar. C o n s u é lame que diariamente v e o condenar á algún enemigo rudo mío. Servio, por ejemplo, acaba de experimentar
fracaso, c o n gran contento m í o ; los demás están en p e l i g r o . C. Catón ha amenazado desde la tribuna con impedir la celebración de los comicios si se disminuían los días en que puede hablar el pueblo (2). Appio no ha regresado aún del lado de César. Espero c o n impaciencia carta tuya; sé que todavía está impracticable el mar. Sin embargo, dícese que han llegado muchos viajeros de Olbia, que no se cansan de elogiarte y de elogiar lo que has hecho en la provincia. Estos anuncian tu llegada con la primera nave: así lo d e s e o . No es p o s i ble esperar con tanta ansiedad c o m o te espero y o , pero antes deseo recibir cartas tuyas. Adiós, querido hermano. (1) Sexto Clodio, retórico, cliente ó liberto de algún miembro de la familia Clodia, hombre á quien Cicerón trata con profundo desprecio. Ignórase de qué crimen se le acusaba, pero es probable fuese de el de violencia. Su absolución produjo mucho escándalo. (2) Esto es precisamente lo mismo que hizo el cónsul Marcelino.
368
MARCO TULIO
CICERÓN.
CARTA VII.
M. T. CICERÓN Á SU HERMANO QUINTO, SALUD.
Te escribo h o y , m de los idus de abril ( 1 ) , antes de a m a necer y ya puesto en camino, porque quiero llegar en una jornada á casa de T. Ticio, en Anagni, donde me detendré. Mañana pernoctaré en Laterio (2). Desde allí pasaré á A r piño, donde me detendré cinco días, y después á P o m p e y a . Al r e g r e s o , daré una ojeada á mi casa de Cumas, p o r q u e quiero estar en Roma la víspera de las nonas ( 3 ) , en vista de que la audiencia de Milón (4) se abrirá al día siguiente: espero, mi querido y amable hermano, verte el mismo día. Hame parecido conveniente suspender los trabajos d e A r cano hasta tu llegada. Cuídate m u c h o , querido hermano, y ven cuanto antes.
CARTA VIH.
M. T. CICERÓN k su HERMAMO QUINTO, SALUD.
¡Qué carta tan agradable! ¡Cuánto se ha h e c h o esperar! ¡cuánta impaciencia primero, y cuántas angustias m e ha causado después! Esta es la primera que recibo desde la que me trajo un marinero, fechada e n Olbia. N e c e s a -
(1) (2) (3) (4)
11 de abril. Finca de Cicerón, cerca de Arpiño. 6 de mayo. Para sostener su acusación contra Sexto Clodio.
C A R T A S A QUINTO
CICERÓN.
369
rio e s , conforme me escribes, que hablemos de todo cuando nos v e a m o s . Pero no quiero dejar de decirte desde l u e g o lo siguiente: el día de l o s idus de mayo ( 1 ) , el S e nado estuvo divino, negándose á la súplica de Gabinio ( 2 ) . La concurrencia era numerosa. Procilio asegura que jamás ha sucedido tal c o s a . Muchos aplausos en el e x t e r i o r . Me regocijo tanto más, cuanto que se tomó esta resolución p o r unanimidad en ausencia mía, sin que tuviese y o que votar en pro ó en contra. Encontrábame en Anzzio. El asunto de los terrenos de Campania, que debía q u e dar ultimado el día de los idus y el siguiente, no lo está aún. Vacilo mucho en este n e g o c i o . Pero te escribo de lo que quería: el resto verbalmente. Adiós, guntan si tendremos cena cuando llegues. más querido
y amable hermano; ven volando. Nuestros hijos te p r e -
CARTA
IX.
CICERÓN A
su
HERMANO
QUINTO,
SALUD.
Sospechaba que te agradaría mi libro (3); pero que te plazca hasta el punto que me dices, es verdadero r e g o c i j o para mi. Me aconsejas que piense en Urania (4) y n o (1) 15 de mayo. (2) Siendo Gabinio procónsul en la Siria, por algunas ventajas que obtuvo sobre el rey Aristóbulo, pidió al Senado que se le decretasen acciones de gracias, como si hubiese realizado grandes hechos interesantes al poder romano. No accedió el Senado, y Cicerón quedó triunfante. Sabido es que Gabinio y él no eran muy amigos; lo cual no impidió que más adelante le defendiese Cicerón, á pesar de que Gabinio le insultó en pleno Senado llamándole desterrado; verdad es que le defendió á pesar suyo y únicamente por agradar á Pompeyo. (3) Ignórase qué libro es éste. (4) Este era el título del segundo libro del poema de Cicerón acerca de su consulado.
T O M O x. 24
370
MARCO
TULIO
CICERÓN.
olvide el discurso de Júpiter al final del libro: no lo o l v i d o , y al escribir ese trabajo, más lo hice para mí, que para l o s demás. A la noche siguiente de tu marcha, fui conjVibulio á casa de P o m p e y o , en hora bastante avanzada. Hablóle de estos trabajos é inscripciones, recibiendo contestación muy agradable que me infundió mucha esperanza. Díjome que hablaría á Crasso, y me invitó á que hiciese otro tanto por mi parte. Uníme, pues, á Crasso, al salir del Senado y le acompañé hasta su casa. Éste toma el asunto por su por cuenta (1), y me dijo lo que Clodio quiere conseguir
su mediación y la de Pompeyo (2): indicó también que si no me o p o n g o y o , fácilmente obtendré lo que d e s e o . He asentido á todo y me he puesto completamente en sus m a nos. Estaba presente Crasso el joven, quien, c o m o sabes, es muy amigo mío (3). Lo que quiere Clodio es una legación cualquiera. Si no puede conseguir una oficial del Senado ó del pueblo, desea una libre, sea para Bizancio, sea c e r c a de Brigotauro, ó bien las dos á la vez. Esto sería una vena de o r o para él, pero me cuido muy p o c o de ello, aunque mi asunto no progrese. Sin embargo, Pompeyo ha hablado á Crasso, y parece que los dos están interesados. Si triunfo, tanto mejor; si n o , vuelvo á mi Júpiter. El m de los idus de mayo (4), á prepuesta de Afranio, se adoptó un senatusconsulto contra el s o b o r n o . Es el mismo que presenté yo cuando te encontrabas aquí. Pero los c ó n -
(1) Ignórase qué asunto sea éste, como no se trate de monumentos elevados á la gloria de Cicerón después de su regreso, y de las inscripciones con que debían adornarse. (2) Clodio se había reconciliado con Pompeyo el año anterior, por medio de una arenga violenta, como acostumbraba a pronunciar, defendiéndole de los ataques del cónsul Marcelino. (3) Hijo de M. Licinio Crasso, cónsul á la sazón con Pompeyo. Cicerón le quería mucho. (i) 13 de mayo.
CARTAS A QUINTO CICERÓN.
371
sules han disgustado mucho al Senado negándose á p o n e r á votación un artículo adicional, en oposición á Afranio, y según el cual la inmunidad de los pretores no habría c o menzado hasta sesenta días después de la elección ( 1 ) . El mismo día fué completamente derrotado Catón ( 2 ) . ¿Qué más te diré? Lo pueden todo y quieren que se sepa.
CARTA X .
CICERÓN A s u HERMANO QUINTO, SALUD.
¿Temes molestarme? Puesto que de tal cosa tratamos, díme ante todo á qué ilamas molestar. ¿Acaso te molesta Ateyo? Tentado, á fe mía, estoy de creer que me das, h a blando así, una l e c c i ó n , porque no guardo contigo esa e s pecie de miramiento. Interpela, interrumpe, apostrofa, controvierte, esto es lo que d e s e o . ¿Qué puede haber más agradable para mí? Jamás h u b o , á fe mía, [AoworcáxaKtoí más d e s e o s o de leer sus nuevos v e r s o s , que lo estoy y o de gozar de tu conversación acerca de cualquier asunto, ya sean n e g o c i o s públicos ó particulares, noticias de la ciudad ó del campo. Debí, al partir, arrebatarte por fuerza; pero cierta cortedad me detuvo, porque aducías razones irrefutables: la salud de nuestro Cicerón, primero; callé: después, la de nuestros dos Cicerones: manos. Ahora tú amable carta me entristece profundamente, mostrándome que has temido una cosa sola, molestarme, (1) Es decir, que podían acusar á los pretores en el espacio de sesenta días después de la elección; porque la ley prohibía acusar á ningún magistrado mientras estaba en funciones. (2) Pompeyo y Crasso preferían á Vatinio para la pretura; designáronlo al pueblo y ésj,e le nombró. me ataste las
372
MARCO TULIO CICERÓN.
y
que todavía sigues temiéndola. No quiero entablar una
discusión; y me limitaré á decir el resultado que tendrán tus escrúpulos; y e s , que á mi v e z , no me encontraré c o n tigo sin temor de causarte molestia. Mas veo que te entrist e z c o . Así van las cosas: el8' áv ala. t&ptK, no dirá jamás, hubiese 8a itáo-ac. En cuanto á nuestro amigo Mario, le
c o l o c a d o , á fe mía, en una buena litera, aunque no aquella que dio el rey Ptolomeo á Anicio ( 1 ) . El recuerdo de la aventura m e hace reir de todo c o r a z ó n . Conducía á Anicio d e Ñapóles á Baias en la famosa litera de o c h o portadores, escoltándome cien hombres armados. Ignorando mi c o m pañero la presencia de tal escolta, abre de pronto la p o r t e zuela, y por p o c o morimos los d o s , él de m i e d o , y o de risa. C o m o antes d i g o , hubiese arrebatado á Mario, aunque n o fuese más que por gozar un p o c o de aquella amable urba nidad y delicioso lenguaje de otras v e c e s . ¡Pero cómo traer un hombre enfermo á una quinta abierta y que ni siquiera ofrece un principio de habitación! No he p o d i d o decidirme á ello. Tengo sin embargo buena suerte, y nada perderé en este asunto; porque has de saber que tengo á Mario por vecino y que la luz de este astro llega hasta mi casa. P r o c u r a r e m o s que todo esté dispuesto en la de Anicio para recibirle. Por mi parte soy bastante filósofo para habitar entre o b r e r o s , filosofía que he adquirido, no en Himeto, sino en el taller de Siró, pero que no cuadra bien á la salud de Mari» ni á sus gustos. El tiempo que m e dejen libre tus importunidades lo e m plearé en escribir. ¡Ojalá no me dejes ninguno, y así, si no e s c r i b o , te culparán á tí y no á mi pereza. Veo c o n sentimiento que te afecta el estado de la República y que quieres ser mejor'ciudadano que Filoctetes, c u y o lacerado c o -
(1)
Como regalo ó en pago de deuda mientras estuvo en Roma,
porque el rey Ptolomeo debía á todo el mundo.
CARTAS A QUINTO
CICERÓN.
373
razón buscaba consuelo donde tú encuentras solamente d o l o r e s . Ven á mí; y o te consolaré y disiparé tus penas; y si me quieres, trae á Mario. Pero apresuraos. ¡Tengo jardín aquí!
CARTA XI.
CICERÓN Á su HERMANO QUINTO, SALUD.
Esta carta la debes á l o s regaños de tu última. Nada tengo que escribirte, s o b r e todo cuando hoy mismo te has separado de mí. Pero c o m o no nos falta jamás c o n v e r s a c i ó n cuando nos encontramos juntos, también p o d e m o s , al escribirnos, divagar algunas v e c e s . La libertad eha (1). Exceptuado Bíbulo délos Tenedianos ha sido cortada á la Tenediana, con el h a (2) y y o , Calidio y Favonio, del monte Sipilo te nadie les ha defendido. Los Magnetos
alaban mucho, y dicen que solamente ha detenido la p r e - tensión de L. Sextio Pansa. A partir de h o y , te escribiré diariamente, haya ó no asuntos interesantes. Puedes c o n tar c o n m i g o , lo mismo que Pomponio, para la víspera de los idus. El poema de Lucrecio es lo mismo que dices: poca b r i llantez de ingenio y mucho arte. Pero aguardo tu r e g r e s o : si entonces lees losfimpedocles(3) de Salustio, te c o n s i d e raré c o m o héroe y no c o m o h o m b r e . (1) Los habitantes de la isla de Tenedos habían enriado diputados á Roma para solicitar la gracia de vivir según sus leyes, y el Senado se la negó rotundamente. Esto recuerda á Cicerón la historia de Tenes, antiguo rey de la isla, quien, habiendo mandado se matase con el hacha al que fuese sorprendido en adulterio, hizo matar á su hijo de esta manera por haber infringido la ley. (2) Antiguo colega de César en el consulado. (3) Ignórase si era obra original de Salustio ó traducción de Empedocles.
374
MARCO TULIO
CICERÓN.
CARTA
XII.
CICERÓN Á
SU H E R M A N O
QUINTO,
SALUD.
Mucho me lisonjea que te agraden mis cartas: nada h u biese tenido que escribirte hoy á no haber recibido la tuya. Appio c o n v o c ó al Senado la víspera de los idus (1), p e r o acudieron p o c o s y todo estuvo tan frío que los clam o r e s del pueblo le obligaron á levantar la sesión. La manera con que he discutido el asunto del R e y de Commagena (2) ha puesto muy amable á Appio, tanto p o r lo que él misme me ha d i c h o , c o m o por lo que m e ha h e c h o decir por P o m p o n i o . Y es que ve será estéril el mes d e febrero si empleo el mismo estilo en favor de los o t r o s . Mucho me he burlado del Príncipe; no solamente le he escamoteado su pueblecillo en el Eufrates, con sus anejos, sino que también la emprendí con su toga pretexta o b t e nida bajo el consulado de César. T o d o s reían á carcajadas. «Quiere que le renovéis este h o n o r , dije: y o opino que no d e b e hacerse nada, para impedirle que tenga que renovar su pretexta anualmente. ¡Oh! vosotros, nobles varones que no pudisteis tolerar esa toga en los h o m b r o s de Busreno, ¿la soportaréis en los de un Commageno?» Este ha sido el tono del discurso. Mucho he dicho de este r e y e z u e l o , d e jándole confundido. Appio está algo aturdido y me acaricia m u c h o . Facilísimo sería para mí continuar c o n esta táctica;, pero no lo haré así, para no ofenderle, y evitar que jure
(1) El 12 de febrero. (2) Antíoco, rey de Comagena, cuya capital era Samosata. Créese que este rey pedía que se le confirmase la posesión de su reino por medio de un senatusconsulto.
CARTAS A
QUINTO
CICERÓN.
375
por Júpiter Hospitalario, ni que llame á sí todo el bando d e los Griegos autores de nuestra reconciliación. Quedará complacido Theopompo. Prescindí de César al escribirte, porque c o n o z c o el género de cartas que d e s e a s . Mas aquél acaba de escribir á Balbo que el paquete en que se encontraban su carta y la mía acaba de recibirlo tan m o jado que no sabe si contenía alguna mía. Solamente ha p o dido descifrar algunas palabras de la de Balbo, y he aquí lo que ha contestado: «Hasme escrito relativamente á Cicerón algo que no he podido leer; mas, á lo que he llegado á j u z gar, es de esas cosas que se desean más bien que se e s p e ran.» Me he apresurado á remitirle copia de mis cartas. L o que dice de su pobreza es graciosa broma: le he contestado que no estando mi bolsa más repleta que la suya, no le aconsejaba que durmiese tranquilo; continuando en este estilo ligero, pero digno. Según me dicen por diferentes conductos, me profesa especial estimación. La carta relativa á lo que deseas, tal v e z coincidirá con tu r e g r e s o : de lo demás te escribiré diariamente si proporcionas mensaj e r o s . Amenazándonos tan intenso frío, cuida no arda la casa de Appio.
CARTA XIII.
CICERÓN
A
su
HERMANO
QUINTO,
SALUD.
He reído mucho con tu nieve negra, y me agrada s o b r e manera que te encuentres con tan buen humor. Opino c o m o tú en cuanto á P o m p e y o , ó mejor dicho, tú piensas lo mismo que y o ; p o r q u e , c o m o sabes, ya hace tiempo que c a n t o á César. Créeme, lo llevo en mi corazón y no le a r r o jaré de él.
376
MARCO TULIO C I C E R Ó N .
He aquí lo ocurrido en los idus: Celio (1) estaba citado para el día d é c i m o , pero Domicio no pudo reunir el número necesario de j u e c e s . Servio Pola tiene carácter tétrico y d u r o , y temo acuda á la acusación, p o r q u e toda esta familia Clodiana está desencadenada en contra de nuestro amigo Celio. Nada ocurre todavía, pero tengo m i e d o . Hoy mismo ha dado audiencia el Senado á los Tirios (2): la concurrencia d e senadores era numerosa. Por su parte los publícanos de Siria han acudido en masa. Reclámase enérgicamente contra Gabinio (3). Domicio ha censurado á los publícanos que le acompañasen á caballo. Nuestro amigo Lamia (4) le ha replicado enérgicamente por este apostrofe: « P o r culpa vuestra suceden estas c o s a s , caballeros romanos: juzgáis con mucha templanza.»—«Pero juzgamos al m e n o s , y tú alabas» (5). Sobrevino la noche y el asunto quedó así. Appio pretende que la ley Pupia no se o p o n e á que c o n v o q u e el Senado en los días de los comicios que siguen á los Quirinales; y además, que, según un artículo de la ley Gabinia, el Senado debe c o n c e d e r expresamente á los d i putados audiencia diaria desde las kalendas de febrero hasta las de marzo (6): e s , p u e s , probable que se aplace hasta marzo la celebración de los c o m i c i o s . Pero no dejan
(1) M. Celio Rufo, que fué elegido tribuno del pueblo en 702 bajo el tercer consulado de Pompeyo. Este es el inteligente corresponsal de Cicerón. (2) Tiro había enviado estos diputados para quejarse de los publícanos de la Siria, llamados así porque Tiro está en Fenicia y ésta formaba parte de la Siria. (3) Gabinio regresaba de su gobierno de la Siria. (4) L. Elío Lamia, antiguo amigo de Cicerón, á quien sirvió enérgicamente contra Clodio. Sabido es que se nombró del orden ecuestre una parte de los jueces, y Lamia pertenecía á este orden. (5) Alusión á la facultad concedida á los acusados de hacer venir á sus amigos al tribunal, y á éstos, de elogiar las virtudes de los acusados. (6) Del." de febrero á l . ° de marzo.
C A R T A S Á QUINTO
CICERÓN.
377
los tribunos de anunciar su acción para esta época contra Gabinio ( 1 ) . Todo lo reúno para decirte algo n u e v o ; p e r o , c o m o v e s , falta materia. Vuelvo, pues, á Galistenesy Filisto, en l o s que te v e o s u m e r g i d o . Galistenes es talento vulgar, c o m o los que se ven á cada paso: así, al menos, l o dicen muchos Griegos. El Siciliano, p o r el contrario, es escritor de primer orden, fecundo, agudo, c o n c i s o , un Tucídides en pequeño. Pero ¿qué libro suyo tienes? porque escribió d o s : ¿los posees? Y o prefiero la historia de Dionisio, bribón redomado á quien c o n o c i ó bien Filisto ( 2 ) . ¿Vas á ocuparte realmente de historia? puedes hacerlo c o n tranquilidad completa, te lo aseguro. Puesto que tan exacto eres en enviarme m e n sajeros, recibirás las noticias de h o y relativas á las L u p e r cales (3). Diviértete m u c h o con nuestro Cicerón.
CARTA
XIV.
CICERÓN Á
su
HERMANO
QUINTO,
SALUD.
He recibido dos cartas tuyas, una casi al separarme de tí, la otra fechada en Armiño: las otras de que hablas no las he recibido. Me encuentro en Cumas y en P o m p e y a , sin tí, pero fuera de e s t o , con suma c o m o d i d a d ; p r o p o n i é n d o m e (1) Para elevarle á los tribunales en cuanto regresase á, Roma, como culpable de concusión. (2) No se ha conservado nada de este escritor siciliano. (3) El 15 de febrero, día de estas liestas dedicadas al dios Pan, qu e en esta ocasión tomaba el nombre de Luperco: estas Tiestas eran las más antiguas de Roma, habiéndolas fundado, según decían, Evandro, rey de la Arcadia. Desde la fundación de Roma, solamente había ha bido dos grupos de celebrantes ó Lupercos, los Fabiani y los Quintiliani; en honor de César se fundó otro que llevó el nombre de £ « perci JnlU.
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MARCO TULIO CICERÓN.
n o abandonar estos parajes antes de las kalendas de j u nio (4). Trabajo en el iroXitíxa (2) de que te he hablado, libro grave é importante; pero si progresa á mi gusto, no sentiré el trabajo. Si así no sucede, lo arrojaré todo al mar que contemplo al escribir, y elegiré otro asunto, porque me e s imposible la holganza. Seguiré puntualmente tus indicaciones, tanto acerca de las nuevas relaciones que d e b e m o s contraer, c o m o acerca de las que debemos cuidar de no r o m p e r . Tú Cicerón, q u e también es m í o , será mi primer cuidado, un cuidado de todos los días. Vigilaré sus estudios, y si así le agrada, me prestaré á ser maestro s u y o ; trabajo á que me he a c o s tumbrado dando lecciones al menor de nuestros Cicerones en estos días de o c i o . Por tu parte, según me aseguran tus cartas, y si n o me escribieses, esperaría que lo hicieras de la misma m a nera, cuidarás de ejecutar reflexiva, activa y c o m p l e t a mente mis instrucciones. Cuando regrese á Roma no dejaré partir ningún correo de César sin entregarle carta para tí. Hace algunos días (perdóname) no he encontrado otra ocasión que la de M. Orfio, caballero romano, íntimo a m i go mío, natural- de la ciudad municipal de Átela, que, c o m o sabes, está bajo mi patronato. Por esta razón te l o recomiendo eñcazmente, porque tanto por su importancia local, c o m o por la que goza fuera, conviene te l o atraigas con atenciones. Es tribuno militar en nuestro ejército y lo encontrarás agradecido y fiel. Ruégote también que seas muy amigo de Trebacio.
(1) 1.° de junio. (2) Su tratado de la República.
CARTAS A QUINTO CICERÓN.
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CARTA
CICERÓN A su
XV.
QUINTO, SALUD.
HERMANO
El iv de las nonas de junio (1), día de mi llegada á R o m a , recibí tu carta fechada en Placenzza. La del día siguiente, fechada en Lodi, llegó á mis manos el día mismo de las nonas, á la v e z que una de César, amable y afectuosa y atenta en sumo grado. Brillantes y magníficos c o m i e n z o s son éstos; perspectiva segura de gloria y honores. P e r o , c r é e m e , pues que me c o n o c e s , de todas estas c o s a s , la que más estimo la p o s e o , puesto que tengo un hermano c o m pletamente dedicado á los intereses de nuestra gloria c o m ú n , y puesto que César me distingue con amistad que aprecio mucho más que todos los c e b o s que pone á mi ambición. Dos párrafos especialmente he leído con inexplicable placer. En el primero, que es el principio de la carta, expresa hasta qué punto se ha regocijado con tu llegada y renovación de nuestra antigua amistad. En el segundo dice que hará que, en vez de los pesares de la separación y disgusto de la ausencia, me felicite al menos al saber que te encuentras á su lado. Consejo fraternal es invitarme á que reconcentre en él todas mis afecciones; p e r o , á fe mía, esto está ya c o n s e g u i d o , y en mi ardimiento haré lo que el viajero apresurado que despierta tarde: redobla el paso y llega al término a n tes que si hubiese madrugado. Me impulsabas en vano á fe; estaba algo dormido pensando en lo que debía hacer para cultivar la amistad de un hombre c o m o ese, pero r e cuperaré el tiempo perdido. Ya apresuro el paso, ó más (i) 2 de junio.
380
MARCO
TULIO CICEROS.
bien (puesto que dices que mi poema (1) le ha agradado), vuelo en la cuadriga poética. ¡Ojalá pueda obtener esa Bretaña para pintarla con tus c o l o r e s y pincel! (2) Mas ¿qué digo? ¿cómo tener tiempo, sobre todo en R o m a , si he de fijarme en ella, c o m o me ruega? Pero quizá ahora t a m bién el cariño que te profeso triunfará de todos los obs táculos. César me da gracias con mucha delicadeza y amabilidad por haberle enviado á Trebacio. Entre tantos c o m o le r o dean, ninguno, según d i c e , es capaz de redactar una asignación. Le he pedido el tribunado para Curcio. Si me h u biese dirigido á D o m i c i o , habría creído que me burlaba de él; porque dice en alta voz que no podría nombrar ni s i quiera un tribuno militar. Hace p o c o s días llegó hasta b r o mear en pleno Senado con su colega Appio, quien, según dijo, fué á ver á César para arrancarle un nombramiento de tribuno. Además yo pido para el año p r ó x i m o , y así lo e n tiende también Curcio. Continuaré siendo en mis relaciones políticas, y hasta c o n nuestros e n e m i g o s , c o m o tú consideras que d e b o s e r , es d e c i r , flexible y sutil. Las cosas de Roma se encuentran en el siguiente estado. Se tiene alguna esperanza en los comieios, pero no mucha. Témese una dictadura, pero sin c r e e r completamente en ella. En el Foro reina completa inacción, señal de vejez antes que de tranquilidad. En cuanto al Senado, se me e s cucha c o n agrado, pero no quedo satisfecho y o . ToictoG' ó
TXTIJJIÜJV
TCÓXepiOí ££spYá£eTai. apenas
Tomaré mejor recado de escribir, puesto que
(1) No puede precisarse si se refiere á su poema sobre su consulado. (2) Parece que Quinto tuvo propósito de escribir la lüstoria de aquella campaña.
CARTAS Á QUINTO CICERÓN.
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pudiste leer mi última carta; pero no b u s q u e s más lejos la causa de la dificultad, querido hermano. No me encontraba preocupado, perturbado ni e n c o l e r i z a d o con nadie, sino que escribo c o n la primera pluma buena ó mala que e n cuentro á mano. Ahora presta atención: v o y á contestar á todo lo que tú, c o m o h o m b r e de n e g o c i o s , has expresado con pocas palabras. ¿Quieres que sin ambajes, sin reticencias ni miramientos, sino con la franqueza propia de un hermano, te diga si, en caso necesario, debes acudir al primer aviso, ó esperar tranquilamente en tu puesto hasta la terminación del plazo? Si el asunto tuviese poca importancia, querido Quinto, te dejaría libre después de darte mi parecer. Pero e s evidente que, en el fondo, deseas saber bajo qué aspecto se presenta para mí el año p r ó x i m o . Pues bien: ó será tranquilo, ó me encontrará muy dispuesto á la defensa. En mi casa, en el foro, en el teatro, recibo inequívocas señales de a p o y o . Creo poder contar con mis propios recursos, y me encuentro en buenas relaciones con César y P o m p e y o . Estas son prendas de confianza. Si estallare alguna agresión insensata, todo está preparado para confundir al agresor. Esta es mi idea, esta es mi manera de v e r ; he reflexionado bien y te lo digo t o d o . Con autoridad de hermano y no por complacencia c o n t i g o , te prohibo dudar. Si no atendiese más que á nuestra propia satisfacción, indudable es que quisiera verte llegar en la é p o c a que fijaste. Mas opino c o m o tú, atendiendo á tus intereses, que m e j o r es esperar esta eventualidad, y no salir al encuentro de tus acreedores. Una vez libres de esta molestia, si gozamos- de buena salud, nadie habrá tan d i c h o s o s c o m o n o s o t r o s . Con gustos c o m o los nuestros, lo que nos falta es muy poca c o s a , y es m u y fácil acudir á ello: lo importante es gozar de buena salud. Comienzan los sobornos con mayor desenfreno que nunc a : jamás se ha visto cosa igual. En los idus de junio había
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MARCO TULIO CICERÓN.
duplicado el interés del dinero, por efecto de la coalición de Memmio y Domicio contra Scauro. Messala flaquea. No e x a g e r o al decir que llegarán hasta gastar diez millones de sextercios. La indignación ha llegado al c o l m o . Cada pretendiente al tribunado ha depositado quinientos mil s e x tercios en manos de Catón, conprometiéndose á considerar culpables á lo que él c o n d e n e . Si, c o m o se espera, no a l canza la corrupción á los c o m i c i o s , Catón sólo habrá h e c h o más que todas las leyes y todos los j u e c e s .
CARTA
XVI.
CICERÓN Á
su
HERMANO
QUINTO,
SALUD.
Cuando recibas cartas mías escritas de mano de s e c r e t a rio, cree que son grandes mis ocupaciones: cuando las e s c r i b o y o mismo, no tengo mucho que hacer. Nunca me han agobiado tanto los asuntos judiciales,y esto en estación abrumadora por los excesivos c a l o r e s : mas ya que lo q u i e r e s , me resigno á t o d o , y no se dirá que faltoá tu confianza ó á tu deseo. Si, por otra parte, mi tarea es penosa, e n c u é n trase al menos honor y consideración en proseguirla. Así, pues, obrando c o m o te agrada, cuido mucho de no malquistarme c o n nadie, y hasta proeuro atraerme á aquellos á quienes pesa verme en tan buena armonía con César. En cuanto á los que no han tomado partido, ó que se inclinan al n u e s t r o , procuro á toda costa ganarlos. Durante muchos días han resonado en el Senado e n é r - . g i c o s discursos contra el s o b o r n o , dirigidos á los candidatos consulares que se han dejado llevar á este e x c e s o v e r daderamente intolerable. No he asistido á estas s e s i o n e s , decidido éomo estoy á no intervenir sino en los medios eficaces para mejorar la República. Hoy mismo, acusado Druso de prevaricación, acaba de ser absuelto por cuatro
CARTAS Á QUINTO
CICERÓN.
383
votos de mayoría por los tribunos del T e s o r o . El Senado y los caballeros le habían c o n d e n a d o . Esta tarde defenderé á Vitinio. La causa es fácil. Los comicios se han aplazado para el mes de setiembre. En breve se dará comienzo al proceso de Scauro: no le faltará mi a p o y o . 2uv5síirvoo<; Sowoy.A¿oo?, aunque veo que has desempeñado parte, no esperes mi aprobación. Concluyo por donde debí comenzar. ¡Cuánto placer me han causado tus cartas sobre Bretaña! Tenía miedo á ese Océano; tenía miedo á esas costas. Y no es que se haya dicho todo ya; mas en la actualidad antes puedo esperar que temer, y , aunque experimente con frecuencia i m p a ciencias, al menos no se angustiará mi corazón. Considero que vas á tratar asunto exce lente : aspecto de la comarca; condición de los parajes y de cales, población, agrade. También las cosas; costumbres l o luchas, y especialmente ese general, te enviaré los versos que me pides ( 1 ) , bien tu
•i'.on mucho gusto te prometo mi auxilio en todo cuanto te y remitiré yXaúx, el?' Lüi\vat (2). Pero, á propósito, c r e o que me ocultas algo ( 3 ) . ¿Qué opina César de mi poema, querido hermano? Me escribió que había leído ya el primer libro y que nada había visto, ni aun en griego, que le agradase más. El resto, hasta cierto pasaje,
paBujAÓTEpa:
esta es su palabra. Díme qué es
lo que no le agrada, si el fondo ó la forma, y no temas á la franqueza: no te querré menos porque la uses. En este asunto habíame c o m o amigo de la verdad y c o m o hermano, según tú c o s t u m b r e . (1) Quinto, que proyectaba escribir la campaña de Bretaña, pedía versos á su hermano: poco pedía á quien había ofrecido un poema. (2) Esto se dice de quien lleva una cosa á donde abunda. (5) Cicerón temía que no fuesen sinceros todos los elogios que prodigaba César á su poema, y que su hermano, mejor informado en cuanto á esto, le ocultaba algo. Muy posible era que así sucediese, porque á César no podían agradarle lodos los elogios que Cicerón se tributaba á sí mismo.
LIBRO TERCERO.
CARTA
PRIMERA.
CICERÓN Á
SU H E R M A N O
QUINTO,
SALUD.
Después de estos intensos calores (no los recuerdo más e x c e s i v o s ) , he venido á refrescarme deliciosamente en l a s aguas de Arpiño. He pasado aquí la época de los j u e g o s , recomendando á Filótimo ías gentes de mi tribu. El iv de los idus de setiembre lo pasé en Arcano (1), encontrando allí á Messidio y Filógeno (2). He visto el agua que han traído de las cercanías, corriendo bastante bien en medio de la extremada sequía, y esperaban aumentar el caudal. Hero está bueno. En la quinta Manilia he encontrado á D i filo, que en achaque de lentitud se ha h e c h o superior á sí mismo. Sin embargo, solamente le falta por terminar los baños, la terraza y la pajarera. Esta quinta me agrada m u c h o : el pórtico pavimentado es grandioso. El efecto me ha llamado la atención hoy que se encuentra tamente despejado y bruñidas las columnas. compleSolamente
falta elegir bien el e s t u c o , y de esto cuidaré y o . Las b a l d o -
(1) Propiedad de Quinto, vecina de la de su hermano. (2) Arrendatarios de aguas como existen todavía en Italia.
TOMO x. 25
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MARGO TULIO CICERÓN.
sas son bellas: no me ha satisfecho la disposición de a l g u nas cámaras (1) y he indicado cambios. El silio del pórtico, donde deseabas un vestíbulo pequeño, está mejor así, s e gún dicen ellos, porque falta espacio. Además, esta distribución no se acostumbra más que en los edificios donde mienpuede construirse un pórtico muy grande: aquí no habría quedado terreno para dormitorios y dependencias, tras que ahora se tiene una bóveda de buen efecto y la ventaja de poder gozar del fresco en este paraje durante e l eslío. Sin embargo, si persistes en tu idea, reitera las órdenes cuanto antes. El horno de los baños estaba d i s puesto de manera que el tubo que trasmite el calor pasaba precisamente por debajo de los dormitorios, y he ordenado que lo aproximen más hacia uno de los ángulos del apodileño (2). He aprobado la disposición del dormitorio grande y del alto para invierno. Los dos son espaciosos, y c o m u nican con la terraza por el lado más p r ó x i m o á los bafios. Las columnas no eran derechas ni estaban bien alineadas, pero Difilo se tomará el trabajo de reemplazarlas. Tal vez conseguirá algún día aprender á servirse de la cuerda y la plomada. Espero que para dentro de algunos meses habrá terminado el trabajo, porque he llevado conmigo á Cesio, que le hostigará. Desde allí marché directamente por la vía Vitularia á la tierra de Fufio que compré para tí en un millón de sexter** c i o s , c o m o te escribí no ha mucho desde Arpiño. En n i n guna parle he visto umbrías más hermosas; por todos l a dos agua viva corriendo en abundancia, hasta el punto dec r e e r Cesio que encontrarás riego para cincuenta yugadas de prado. Lo que y o puedo juzgar, porque lo entiendo
(1) Del griego xatA&pa, palabra que empleaban los arquitectos latinos para designar el techo abovedado de una habitación cuando estaba construido de madira ó de yeso. (2) Habitación en la que se despojaban de los vestidos los bañistas.
CARTAS A QUINTO CICERÓN.
38T
m e j o r , es que la casa será deliciosa cuando hayas añadido un vivero, fuentes, palestra y algunos bosquecillos. ríanm e dicho que quieres conservar las tierras de Bovila: piénsalo. Pretende Calvo q u e , aun reservándote la toma de agua constituida en servidumbre, podríamos conseguir en venta el precio por que se c o m p r ó . Messidio me acompañaba, y me ha dicho que habíais convenido á tres escudos el pie, siendo la superficie de cuatro mil pasos, según su medida. ' r e o que hay más. Es seguro que no puede e m plearse mejor el dinero. Había hecho llamar de Venatro á Chilón ( 1 ) , pero el mismo día habían quedado suyos. El día de los idus de setiembre me encontraba en Laterium. He inspeccionado el camino, habiéndome parecido tan bueno que se tomaría por vía pública, exceptuando un trozo de ciento cincuenta pasos desde el púentecillo p r ó x i m o á la casa de Furina, por el lado de Satricum, que he medido yo mismo y en el que han puesto p o l v o en v e z de balastro. Es necesario cambiar esto y enmendar la pendiente, que es muy violenta. Pero he comprendido que no puede construirse de otra manera, puesto que no habías querido que pasase el camino por el terreno de Locusta ni por el de Varrón. Veluino ha preparado ya el s u y o , pero e l de Locusta ni siquiera está r e m o v i d o : veréle en R o m a , y espero c o n v e n c e r l e . Hablaré al mismo tiempo á Tauro para rogarle permita un paso de aguas por su propiedad. He manifestado mi complacencia á tu arrendatario N ¡ c é f o r o , y le he preguntado qué órdenes tuyas había recibido referentes al pabellón de Laterio. líame contestado que. la habla contratado por mil seiscientos sextercios, pero que tú habías añadido después mucho á la obra y nada al p r e c i o , por lo cual había renunciado. Por mi parte he a p r o (1) Un arquitecto. sepultados en un derrumbamiento cuatros compañeros ó discípulos
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MARCO
TULIO CICERÓN.
bado las adiciones al proyecto; y aunque esta casa, en su estado de sencillez estoica, parece condenar las e x t r a v a gancias de las otras, las adiciones la harán muy agrabable. He felicitado á tu jardinero decorador, que todo lo ha tapizado perfectamente de hiedra, desde el basamento punto de parecer que todos aquellos personajes del primer piso, hasta el intercolumnio de la terraza, hasta el envueltos en mantos ( i ) solamente están allí para ayudarle y c o m o vendedores de hiedra. El áiw&oTijpiítp es lo más fresco c o n su tapiz de musgo. Esto en cuanto al c a m p o . Filótimo y Cincio se encargan de cuidar de nuestros embellecimientos de la ciudad; p e r o y o no dejo de atender á ellos, y con facilidad puedo h a cerlo. Relativamente á esto, puedes estar tranquilo. Comprendo tu cuidado p o r tu Cicerón, pero deseo que comprendas también el mío, porque no te c o n c e d o que le quieras más que y o . ¡Ojalá hubiese permanecido c o n m i g o , c o m o deseaba él y y o también, durante el tiempo que he pasado en Arpiño! Puedes escribir á Pomponia que de su voluntad depende acompañarme en mis exursiones y traer su hijo; pero si persiste en permanecer o c i o s o , alzaré la v o z . En Roma no tengo tiempo para respirar. Sabes que ofrecía gratuitamente mis servicios. para que les señales precio tan alto? Hablemos de tus cartas, que abundaban durante permanencia mi en Arpiño. Ricibí tres en un mismo día, y ¿Qué sucede ahora
según las apariencias escritas en igual fecha. Una de ellas era bastante larga y contenía la observación de que César había recibido, al mismo tiempo que tú, carta mía de f e cha más reciente que la que dirigía. Esto depende de Oppio, y frecuentemente á pesar suyo. Fija día para salida de un mensajero: le mando mis cartas; pero sobreviene un inconveniente, y el mensajero no puede partir hasta más (1) Palliati. Estatuas con manto que decoraban el edificio.
CARTAS Á QUINTO CICERÓN.
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tarde. Ahora bien; una vez remitidas mis cartas, no pienso en cambiarles la fecha. Me hablas del extraordinario cariño que me profesa César: procura tú mantenerlo, c o m o procuraré yo aumentarlo por todos los medios posibles. He hecho exactamente lo que me decías relativamente á Pompeyo (1), y c o n t i nuaré del mismo m o d o . Me agradeces mi beneplácito en la prórroga de tu alejamiento: con profundo dolor accedo á ello, aunque me regocijo en cierta manera. No c o m p r e n d o tu intención al hacer venir los Hippodamos y otros: ni uno s o l o entre todos ellos deja de contar contigo para que le den algo; por ejemplo, un terreno en las inmediaciones de Roma. En cuanto á mi amigo Trebacio, no tienes que ocuparte de él bajo este punto de vista, porque le he r e comendado á César, que ya me ha contestado favorablemente. Si no está contento, no puedo hacer más. Pero relativamente á él, no tienes tú compromiso alguno. César te quiere cada vez más, de lo que me alegro^sobremanera: y amo á Balbo c o m o á las niñas de mis ojos, porque á su intervención debes tan señalado beneficio. Mucho me agrada también que sea recíproca tu amistad con Trebonio ( 2 ) . En cuanto al tribunado, he designado que nominativamente á Curcio. César me contestó en seguida que le aceptaba y era yo muy tímido para pedir. En lo sucesivo (he dicho á Oppio para que lo escriba á César) no me ofenderé porque me niegue lo que le pida, pues hay personas que no le convienen y a l a s q u e , sin e m b a r g o , no puedo n e garme sin irritarlas. Me intereso p o r Curcio, c o m o á él mismo he dicho, porque se dirigió á mí y porque tiene el testimonio de tus cartas, en las que encuentro muchas pruebas de su abnegación en favor nuestro. En los asuntos
(1) El consejo era sin duda que cultivase la amistad de Pompeyo de manera que no alarmase ó disgustase á César. (2) A la sazón teniente de César en las Galias.
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MARCO TULIO CICERÓN.
de Bretaña, según me escribes, no tenemos por qué t e m e r ni por qué alegrarnos. Te diriges á Tirón para enterarte de las cosas públicas: verdad e s que he descuidado algo este asunto, convencido de que las noticias grandes y chicasllegan á César. He contestado á tu carta más extensa: o y e en cuanto á la más breve. Me hablas primeramente de la que Clodio ha escrito á César: muy bien me parece la determinación d e César de no contestar á ese furioso, á pesar de tus instancias para que contestase. Te ocupas después del discurso de Calvencio Mario (4) y admiro en verdad que creas d e b o contestarle. Si no contesto, nadie leerá el tal discurso, y el mío está en manos de todos los niños, que lo aprenden de memoria. Empezados están los libros que esperas d e de terminarmí, pero no ha llegado todavía el tiempo
los. He revisado las oraciones por Scauro y Plancio, p e didas con tanta insistencia. He dado comienzo también á un poema en honor de César, pero he tenido que i n t e rrumpirle. Si tengo tiempo, te escribiré los versos que d e seas, puesto que se han agotado tus propias fuentes. Paso á la tercera carta. Gratísima me es la noticia de que Balbo viene á Roma tan bien acompañado y que lo tendré conmigo hasta los idus de mayo ( 2 ) . Haré lo que me d i c e s , y tantas v e c e s me has instado antes, acerca de que me esfuerce y ponga en evidencia; pero ¿cuándo p o dré vivir? El v de los idus de setiembre (3) recibí tu quinta carta, fechada en Bretaña el iv de los idus de agosto (4). No v e o (1) Este es L. Pisón Cesonio, cónsul con Gabinio en 695 y suegrode César, designado de esta manera porque su abuelo materno se llamaba Calvencio y porque él mismo tenía algo de la crueldad det Mario. (2) 15 de mayo. (3) 13 de setiembre. (4) 10 de agosto.
CARTAS Á QUINTO CICERÓN.
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en ella otra cosa nueva que el anuncio ieJErigona ( i ) ; cuando me la entregue Oppio, te diré mi oninión acerca de ella. No dudo quedaré eontento. Había olvidado efectivamente hablarte del informe que recibió César relativamente á los aplausos tributados á Milón, acerca de los cuales paréceme muy natural que César se haya formado tan alta idea. Pero aunque Milón fué quien los recibió, en cierta manera v e nían dirigidos á mí. También he recibido una carta tuya muy retrasada, en la que me hablas del templo de Tellus y del pórtico de Cátulo (2). No he descuidado ni el uno ni el otro: hasta he dispuesto que se c o l o q u e tu estatua en este templo. En cuanto á lo que me aconsejas relativamente á los jardines, nunca he sido muy aficionado á ellos, y me basta el de mi casa. Al llegar á Roma el x m de las kalendas de o c t u bre (3), encontró terminado el techo de tu casa, que no has querido se levante mucho sobre las habitaciones: esto le da inclinación p o c o graciosa por el lado del pórtico i n terior. Nuestro querido Cicerón ha continuado asiduamente sus lecciones de retórica durante mi ausencia: puedes estar tranquilo en cuanto á sus adelantos. Conoces su inteligencia, soy testigo de su aplicación: c r e o que puedo responder de lo demás. Gabinio ( 4 ) lucha c o n tres cabalas: en primer lugar L. Léntulo, hijo del flamín, renueva su acción de lesa m a jestad; en seguida T. Nerón con sus honrados suscritores; y
;
(1) Tragedia de Quinto. (2) Cicerón adornaba estos monumentos con estatuas, pinturas y tal vez inscripciones que sirviesen más ó menos para perpetuar el recuerdo de su destierro y de su regreso triunfal. Este era un privilegio que había obtenido del Senado. (3) 15 de setiembre. (4) Regresaba de su gobierno de la Siria: entró de noche en Roma, y á la mañana siguiente estuvo á punto de sucumbir á manos del pueblo, en el momento en que marchaba á responder á la acusación que se había formulado contra él.
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MARCO TULIO CICERÓN.
últimamente Memmio, tribuno del pueblo, de acuerdo con L. Capitón. Vino á la ciudad el xit de las kalendas de o c t u bre (4); es imposible encontrarse más desairado y aisladoSin embargo, no confío mucho en todos estos procedimientos. Encontrándose enfermo Catón (2), queda suspendida la acción de Spécula. Pompeyo trabaja activamente para volver á mi amistad, pero no ha adelantado ni un paso hacia su objeto, ni lo conseguirá por p o c o que dependa de mí. Espero c o n impaciencia cartas tuyas. Según escribes, has oído que asistí á la reunión de c a n didatos consulares: es falso. Memmio ha revelado el misterio de sus pactos, que son tales, que no puede intervenir en ellos ningún hombre honrado. Además no hubiese y o asistido á una reunión de la que había sido excluido Messala; porque cuido de no hacer nada que pueda desagradarle, lo mismo que á Memmio,y creo que lo consigo. T a m bién he hecho mucho por Domicio y á petición suya. Mi defensa de Scauro le obliga mucho para c o n m i g o . Ignórase todavía cuándo serán los comicios y qué cónsules t e n dremos. El xi de las kalendas de octubre (3), cuando cerraba esta carta, llegó tu mensajero, que ha empleado veinte días en el camino. Mi inquietud era inmensa. ¡Cuan grata y amistosa es la carta de César! Mas su misma suavidad aumenta mi sentimiento por la pena que le aflige. Pero me ocuparé de tu carta. Apruebo de nuevo tu resolución de no separarte de César, especialmente ahora que, según me dices, te has explicado con él. Me sorprende tanto c o m o me disgusta que Appio tenga alguna mala inteligencia con Publio. En cuanto á lo que me dices más adelante acerca de una legación que han de conferirme cerca de Pompeyo por
(1) 20 de setiembre. (2) Catón era pretor entonces. (3) 21 de setiembre.
CARTAS A QUINTO CICERÓN.
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los idus de setiembre, nada sé de ello, y he escrito á César que su propósito de hacerme permanecer en Roma lo comunicó Vibulio á P o m p e y o y no á Oppio. ¿Por que? No es que rechace yo á Oppio, pero Vibulio traía las p r i m e no puedo 8e utspac ras instrucciones. César se las dio verbalmente y sólo había escrito á Oppio. Yo á la verdad < p p o v t i 8 a < cuando se trata de los asuntos de César. En mi cariño te sigue á tí y á nuestros hijos, pero tan de c e r c a , que es inapreciable la distancia. Parece que en esto me guío por la razón; pero si es un deber para mí amarle, le a m o principalmente cediendo al atractivo que me arrastra. En el momento en que terminaba estas líneas de mi mano, ha llegado Cicerón á cenar c o n m i g o , estando Pomponia i n vitada íuera. Hame mostrado una carta tuya que acaba de recibir, redactada en el estilo de Aristófanes, j o c o s a á fe mía y grave á la vez, que me ha deleitado muchísimo. También me ha hecho leer otra en la que le mandas que me siga c o m o á maestro. ¡Cuánto le han regocijado estas cartas! ¡y cuánto me han impresionado! No hay niño más amable ni cariñoso que éste. Me sirvo en este momento de la mano de Tirón, á quien dicto c e n a n d o . Annalis ( 1 ) te agradece mucho tus cartas, tus cuidados y excelentes c o n s e j o s . P. Servilio, el padre, se te muestra también muy agradecido por una carta que dice haber recibido de César, por la que r e c o n o c e que sus sentimientos han tenido en tí eficaz y hábil intérprete. A mi regreso de Arpiño he tenido noticia de la marcha de Hippodamo. No haberme pedido cartas cuando iba á verte, es conducta que no puedo decir me haya s o r p r e n dido de su parte, pero sí me ha ofendido m u c h o . Según tus
(1) Lucio ó Sexto Vilio Annalis. Llamábanse así por la ley Annal que dio su antepasado L. Velio, tribuno del pueblo en 572, acerca de la edad que se había de tener para solicitar y obtener cargos públicos.
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MARGO TULIO CICERÓN.
indicaciones, había contado con él para los asuntos de i m portancia, porque casi siempre, á fe mía, me limito á no decir nada ó p o c o menos en mi correspondencia contigo» por temor de que caiga en manos extrañas, cosa que podía acarrear peligros. Puedo contar todavía con Minucio, S a l vio y Labeón; pero este último ó marchará muy tarde ó no marchará. Hippodamo ni siquiera me ha pedido encargos. T . Pinario me escribe cosas muy amables relativamente á tí: está encantado por tus cartas, conversaciones y cenas. Siempre me ha agradado mucho el trato de este j o v e n , asi c o m o también el de su hermano. Continúa siendo afable con él. He conservado mucho tiempo en mi poder esta carta esperando mensajero, razón por la cual suelo añadir algunas particularidades c o m o esta. T. Anicio me ha d i c h o varias v e c e s que si encontraba alguna casa en venta en l o s arrabales, no dejaría de comprarla para tí. Dos cosas me han extrañado en esto: en primer lugar, la correspondencia que entablas con él para estas compras, no solamente sin haberme dicho nada, sino habiéndome escrito lo contrario: en segundo lugar, el olvido de los antecedentes de ese h o m b r e , de aquellas cartas suyas que me enseñaste Túsculo. Has olvidado el precepto de en Epicarmo yv&vOi, mis
nfi>« aAXcp x¿^piüt)Tai; y has olvidado también aquel s e m blante, aquel carácter, aquellos dichos. Pero hago mal en suponerlo: piensa en ello. Entérame de tus intenciones relativamente á esta compra, y procura red de Anicio. ¿Qué más te diré? ¿Qué? Esto. Gabinio entró de n o c h e el iv de las kalendas de octubre ( 1 ) . Obligado hoy por el edicto de Alflo (2) á c o m p a r e c e r á la hora octava, para no caer en alguna
(1) 28 de setiembre. (2) Pretor encargado de conocer en los crímenes de lesa majestad.
C A R T A S k QUINTO
CICERÓN.
395
responder á la acusación de lesa majestad, ha estado á punto de perecer á manos del p u e b l o , poseído de o d i o . Nada más abyecto que este h o m b r e . Pero no le cede Pisón. Así, p u e s , he aquí un episodio precioso para mi segundo libro, el d e Apolo regocijando al consejo de los Dioses c o n la descripción del futuro regreso de dos generales ( 1 ) que habrán el uno perdido y el otro vendido su e j é r c i t o . César me ha escrito desde Bretaña una carta fechada el día de las kalendas de setiembre (2), carta que he r e c i bido el ív de las kalendas de octubre ( 3 ) . Parece que l o s asuntos no marchan mal allí. Añade César, para que no me sorprenda no recibir nada de tí, que no estabas con él cuando se a c e r c ó á las costas. Su luto (4) me ha i m p e dido contestarle y felicitarle. Te r e c o m i e n d o hermano querido, el cuidado de tu salud. eficazmente,
CARTA II.
CICERÓN
A
SU HERMANO
QUINTO,
SALUD.
El vi de las kalendas de octubre (5) por la tarde se e m barcó Salvio para Ostia con todas aquellas cosas que habías pedido. El mismo día de tal manera calentó en el F o r o Memmio á Gabinio, que Calidio no encontró ni una palabra en favor s u y o . Hoy (día que no ha llegado aún porque te escribo antes de amanecer) debe elegirse el acusador en (1) Gabinio y Pisón. (2) 1." de setiembre. (3) 28 de de setiembre. (4) A causa de la muerte de Julia, hija de César y esposa de Pompeyo. (5) 26 de setiembre.
396
MARCO TULIO CCERÓN.
presencia de Catón (1). El debate
está entre
Memmio,
T. Nerón, C. y L. Antonio, hijo de Marco (2). Creo que, á pesar de todos los esfuerzos de Nerón, triunfará Memmio. ¿Qué más te diré? Gabinio perecerá irremisiblemente, á menos que nuestro amigo P o m p e y o , á despecho de los Dioses y los hombres, consiga cambiar el giro de las cosas. Considera ahora la audacia de este hombre, y procura reir un p o c o en circunstancias tan tristes. Gabinio, que d e cía en todas partes que solicitaba el triunfo, que su entrada nocturna (3) era hábil estratagema, que había s o r p r e n dido al enemigo, no se atrevía á pesar de todo esto á presentarse en el Senado. Sin embargo, cuando el décimo día fué necesario declarar el número de los enemigos y de los soldados, se deslizó en la asamblea, que jamás había estado menos concurrida. Quiso retirarse, retuviéronle los cónsules y se introdujo á los publícanos. Estrechados por todas partes, y muy especialmente por mí, que les d e s c a r gaba rudos golpes, perdió la serenidad y con temblorosa v o z me llamó desterrado. En el mismo instante (¡oh Dioses! jamás he gozado de mayor honra) el Senado lanzó un grito de indignación, levantándose c o m o para arrojarse sobre él: igual grito lanzaron é idéntica actitud los publícanos. ¿Qué te diré? Todos se mostraron c o m o te habrías m o s trado tú mismo. Las manifestaciones del exterior no fueron m e n o s ruidosas; y á fe mía, apenas puedo contenerme para no presentarme c o m o acusador. Resisto sin e m b a r g o , porque no quiero luchar c o n Pbmpeyo (bastante hay con el asunto de Milón): no tenemos jueces equitativos, podría (1) M. Catón, ei;pretor., (2) Estos eran los hermanos de Marco Antonio^el triunviro, y nietos de Marco el orador.| fi{Z) Es decir, que entró de noche en Roma, de la misma manera •que en una ciudad enemiga, y en el momento en que menos lo esperaban los habitantes. tomaron
CARTAS Á
QUINTO CICERÓN.
397
sucumbir y quedar vencedora la malevolencia: temo a d e más q u e , presentándome acusador, ocurriese algo, mientras que, marchando el asunto sin mi intervención, espero que llegará á buen término. Todos los pretendientes del consulado están acusados de s o b o r n o : Memmio acusa á Domicio; Q. Curcio (1) el j o v e n , hombre muy amable y d o c t o , acusa á Memmio; Q. Pompey o (2) á Messala, y Triario (3) á Scauro. Extraordinaria es la agitación de los ánimos, porque se ve claramente que ha llegado el caso de que perezcan l o s culpables ó las leyes. Trabájase para que las cosas no lleguen á trámites judiciales. Todo tiende á un interregno. Los cónsules quieren que se celebren los c o m i c i o s : los acusados no quieren, especialmente Memmio, que cuenta c o n un viaje de César, para que se le nombre cónsul; pero sus esperanzas tienen muy poco fundamento. Domicio y Messala se encuentran seguros del triunfo (4). Scauro tiene ventaja. Appio pretende reemplazar á nuestro amigo Léntulo sin ley Curiata: olvidaba decirte que estuvo brillante t i día de la manifestación contra Gabinio. Lanzó contra él la acusación de lesa majestad, y nombró sus testigos, permaneciendo el otro silencioso. Estas son las novedades públicas. En tu casa todo marcha bien, y los contratistas hacen terminar los trabajos con bastante diligencia. (1) Ignórase quién era este joven que comenzaba la carrera política con una acusación de este género y que tuvo bastante influencia para hacer condenar al acusado. (2) Quinto Pompeyo Rufo, nieto del dictador Sila. Tribuno del pueblo el año anterior, había pronunciado arengas sediciosas, procurando hacer odioso á Cicerón, porque había tomado la defensa de su enemigo Milón. Q. Pompeyo fué desterrado después de su consulado. (3) P. Valerio Triario. En este mismo año 700 acusó ;dos veces á Emilio Scauro, á quien defendió las dos veces Cicerón. (41 En efecto,los dos fueron elegidos.
398
MARCO T Ü U O
CICERÓN.
CARTA III.
CICERÓN Á su HERMANO QUINTO, SALUD.
Comprenderás cuan ocupado e s t o y , al ver que e m p l e o la mano del secretario. No pasa día sin que defienda á un a c u s a d o ; asi es que no me queda otro tiempo para meditar ó c o m p o n e r que el de paseo. Esto en cuanto á los asuntos públicos; en cuanto á los domésticos, todos marchan b i e n . Nuestros hijos están buenos, muéstranse aplicados en e l estudio, tienen maestros diligentes, nos quieren y se quieren. Termínase la construcción de nuestras casas, o c u p á n d o s e ahora d é l a d e c o r a c i ó n . Los trabajos en tus campos d e Arcano y Laterio están completamente terminados. En una carta anterior te hablé de las aguas y caminos: ahora ya estás enterado de t o d o . Pero me inquieta y atormenta sobremanera una cosa: hace más de cincuenta días que no han llegado cartas ni rumores siquiera de tí, de César ni tampoco de los parajes en que o s encontráis. T e n g o miedo de la tierra y del mar; y alarmado mi cariño, no deja, c o m o acontece ordinariamente, de suponer lo que más teme. Ruégote, pues, que me escribas, y_aunque sé no ocurrirá esto por falta tuya, has de saber que nunca he esperado c o n tanta impaciencia tus cartas c o m o ahora. Pasemos á los asuntos de la República. Cada día aparecen nuevas oposiciones de los augures (1), y cada día nuevo (1) La declaración de los augures diciendo que los auspicios eran adversos, era el gran recurso en Roma para suspender la acción de las leyes. Quien ponía entonces la máquina eu movimiento era Q. Mucío Scévola, tribuno del pueblo, y el aplazamiento de los comicios, que era el resultado, daba tiempo á los candidatos consulares para distribuir bastante dinero y comprar los votos del pueblo.
CARTAS Á
QUINTO CICERÓN.
399
aplazamiento de los c o m i c i o s , con sumo beneplácito de los b u e n o s : ¡tanto se sospecha estén corrompidos los cónsules por los candidatos! Cuatro candidatos consulares hay, y los cuatro están acusados. Las causas son muy delicadas, y , por mi parte, haré cuanto pueda porque nuestro amigo precedente Messala salga bien; lo cual constituirá buen
para los demás. P. Sila, ayudado por su yerno Memmio y su hermano Cecilio, hijo de Sila, acusa de soborno á Gabinio; habiéndose visto c o n gusto el fracaso de L. Torcuato que les disputaba la acusación. ¿Preguntas qué será de Gabinio? dentro de tres días s a bremos á qué atenernos relativamente al negocio de lesa majestad. En este asunto tiene en contra suya el odio de todos los órdenes. Los testimonios son terribles, pero los acusadores muestran deplorable blandura: el tribunal está dividido. Alfio, encargado de la investigación, es h o m b r e grave y enérgico. Pompeyo no cesa de rogar á los j u e c e s . Ignoro lo que sucederá, pero c r e o que Gabinio no podrá ya presentarse en R o m a . Mostraréme moderado si s u c u m b e , y tranquilo en todo c a s o . Esto e s , sobre p o c o más ó menos, lo que tenía que d e cirte: solamente añadiré algo acerea de tu Cicerón, al que quiero tanto c o m o tú mismo. Dedícase con afán á las l e c ciones de Peonio, su maestro de retórica, en quien r e c o n o z c o talento y mucha habilidad. Como sabes, mi método es más profundo y filosófico; pero no quiero hacerle cambiar de camino ni de maestro, porque le dirigen bien y m u e s tra mucha afición á este género declamatorio. Esta m a r cha c o m e n c é también, y le dejo gustoso seguir mis huellas. Espero que le conducirá á donde he llegado y o ; sin e m bargo, la primera v e z que le lleve al campo procuraré atraerle á mi sistema. Tu cariño me ha prometido tan dulce recompensa que he de esforzarme en alcanzarla. Deseo me escribas detalladamente en qué parajes y c o n q u é esperanzas vas á invernar:
400
MARCO TULIO CICERÓN.
CARTA
IV.
CICERÓN A
su
HERMANO
QUINTO,
SALUD.
J. Gabinio ha sido absuelto. Nada más torpe que su a c u sador Léntulo y sus auxiliares: nada más sórdido que los j u e c e s . En último c a s o , sin los increíbles esfuerzos y r u e gos de P o m p e y o , sin el temible rumor de una dictadura, el acusado no hubiese resistido, ni siquiera delante de Léntulo, c o m o puedes comprender cuando con tal acusador y un tribunal de esta estofa ha tenido en contra treinta y dos votos de setenta. Además, tanto se ha murmurado de este j u i c i o , que no le será posible escapar de las otras acusaciones, especialmente de la de concusión. Mas c o m o v e s , ya no hay República, ni Senado, ni justicia, ni siquiera dignidad pública ni privada. ¿Qué más he de decirte de estos jueces? Entre ellos se encontraban dos pretorianos, Domicio Calvino, que ha votado francamente la absolución para que todo el mundo lo viese, y Catón, que apenas hecho el recuento de votos se ausentó llevando á Pompeya la noticia. Pretenden algunos, y entre ellos Salustio, que debí e n cargarme yo de la acusación. ¡Mezclarme entre tales j u e c e s ! ¿y qué sería de mí si hubiese resultado absuelto de la misma manera después de luchar directamente conmigo? Pero mi reserva tenía otros motivos. Pompeyo hubiese creído [que menos combatía á Gabinio que á su propia consideración: habría venido á la ciudad y nos h u b i é s e mos enemistado abiertamente. Hubiese luchado c o m o Pacideyano con Esernino'el Samnita, y tal vez m e habría arrancado la oreja de un mordisco; al menos hubiera sido inevitable su reconciliación con Clodio. En fin, me r e g o c i j o ,
CARTAS Á QUINTO CICERÓN.
401
mucho de mi determinación, por supuesto, si tú la apruebas. En época en que Pompeyo había recibido de mí rara prueba de abnegación; cuando nada le debía y él me lo debía t o d o , no pudo soportar que disintiera de él en un asunto político (y no quiero decir más); era menos p o d e roso que ahora, y yo me encontraba en todo el esplendor de mi fortuna. Entonces me dio á c o n o c e r su carácter. Actualmente, cuando no pienso ser nada; cuando la R e p ú blica no tiene fuerza y Pompeyo es omnipotente, ¿había de luchar con él? Pues á este punto hubiesen llegado las cosas. No habrías sido tú ciertamente quien me habría aconsejado correr tal r i e s g o . Pues bien, dice Salustio, una cosa ú otra. Necesario era emprender la defensa, haciendo esta excelente concesión á P o m p e y o , que te lo suplicaba encarecidamente. ¡Qué buen amigo es Salustio! ¡me propone hacerme un enemigo irreconciliable ó cubrirme para siempre de infamia! He seguido un término medio del que estoy muy satisfecho y que me ha proporcionado la ocasión de oir decir al acu sado, después de mi declaración, completa y religiosamente verdadera, que si se le permitía permanecer nada. Me pides versos, y para ese trabajo no solamente se n e cesita tiempo y tranquilidad de espíritu, sino que también entusiasmo que no puedo sentir. Me preocupa mucho el año venidero, aunque nada tengo que otros d o s . Yo también quisiera que hubieses completado tu biblio teca griega, realizado los cambios y compras de libros latinos; lo hubiese querido porque tu biblioteca tanto está á tu disposición c o m o á la mía: no tengo á nadie á quien encargar igual trabajo para mí. Los libros que te faltan no están de venta, y para copiarlos se necesita hombre hábil
TOMO x. 26
en
Roma, no tendría quejas de él: y ni siquiera me preguntó
temer, Además (y
á fe que hablo sin ironía) tú eres el mejor poeta de n o s -
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MARCO T U L I O C I C E R Ó N .
é inteligente.
Entretanto daré órdenes para este asunto
á Crisippo (i) y diré algo también á Tiranión. Averiguaré qué ha hecho Scipión en cuanto al fisco, y obraré según convenga. Haz lo que quieras de Ascanión ( 2 ) ; no me m e z c l o en ese asunto. Razón tienes para no apresurarte en cuanto á la casa suburbana; pero necesitas una. Te escribo el ix de las kalendas de noviembre (3), día do la apertura de los j u e g o s , en el momento de partir para Túsculo, llevando conmigo á mi Cicerón, que no va á entregarse á los j u e g o s , sino al estudio. Mi ausencia no será tan larga c o m o deseara, porque quiero encontrarme en R o m a el día del triunfo de P o m p e y o , ó sea el m de las n o nas de noviembre (4). Espero algún alboroto, aunque p e q u e ñ o , porque dos pretores, Catón y Servilio, amenazan c o n su o p o s i c i ó n , y no sé qué resultado podrá tener e s t o . La apoyarán el cónsul Appio, los pretores y los vola tribunos del pueblo; pero los otros amenazan, especialmente Q . S c é "Apn icvfcow. Cuídate m u c h o , querido y amable h e r mano.
CARTAS ,V¿Y
VI.
CICERÓN i
su
HERMANO QUINTO,
SALUD.
Me preguntas cuánto he avanzado en los libros que c o m e n z ó á escribir jen Cumas ( 5 ) : no he cesado ni ceso de (1) Liberto literato de Cicerón, lo mismo que Tiranión, y que además era preceptor del hijo de Quinto. . (2) Un esclavo á quien Quinto quería manumitir contra el parecer de Cicerón, de la misma manera que lo había hecho con Stacio. (3) 24 de octubre. (4) 3 de noviembre. <5) El tratado de la República.
CARTAS A QUINTO CICERÓN.
403
trabajar en ellos, pero he cambiado muchas;veces de plan y modificado mis ideas. Tenía terminados ya dos libros. Suponía en ellos una conversación que tenía lugar durante nueve días feriados, bajo el consulado de Tudetano y Aquil i o , suponiendo la conversación entre Scipión el Africano, muerto p o c o después, Lelio, Filo, Manilio, Q. Tuberón y los dos yernos de Lelio, Fannio y Scévola. La conversación versaba acerca del mejor gobierno y el mejor ciudadano, debiendo durar nueve días y distribuida en nueve libros. Marchaba bien la obra bajo este plan, y la importancia de los personajes daba autoridad á sus palabras. Pero l e y é n dola en Túsculo en presencia de Salustio, hízome éste observar que más peso tendrían las ideas de gobierno en mi boca, no siendo yo un Heráclides Pontico, sino un varón consular muy versado en los asuntos públicos; que atribuyéndolas á personajes tan antiguos, creaba una ficción; que en estos libros no ocurría c o m o en los Oratorios, en los que parecía bien no interviniese yo mismo; que además, s o l a mente había introducido personajes que podía haber c o n o cido personalmente; q u e , en fin, euando Aristóteles trata de política, ó de aquello que constituye al grande h o m b r e , cuida de hablar en su propio n o m b r e . Estas observaciones me hicieron tanta mayor fuerza, cnanto q u e , mi primitivo plan me imposibilitaba toda alusión á nuestras c o n m o c i o nes políticas más interesantes, posteriores á los personajes á quienes hacía hablar; reserva que me había propuesto para no tocar á nuestra é p o c a , por temor de ofender á a l guien. Pero este peligro podré evitarlo suponiendo un d i á l o g o entre nosotros d o s . Cuando regrese á Roma te remitiré lo que tenía hecho según el plan antiguo, y c o m p r e n derás con cuánto disgusto he abandonado el trabajo. Deleite grande es para mí la amistad que me demuestra César, pero sus indicaciones no me atraen mucho: no a p e t e z c o honores ni gloria; y más me interesa la constancia de su afecto que la realización de sus promesas. Sin e m b a r g o ,
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MARCO TULIO CICERÓN.
vivo tan agitado y entregado al trabajo c o m o si esperase galardón que no reclamo. Ruégasme que te haga versos; pero no sabes, hermano querido, cuánto me apremia el tiempo: y además, no conmueve mi ánimo el asunto que me propones ¿Tú, que eres nuestro maestro en esta forma de expresar el pensamiento,, me pides ideas acerca de materias que apenas c o n o z c o ? Haría sin e m b a r g o , cuanto pudiera si conservase todavía la v i veza de imaginación, tan necesaria, c o m o sabes, al poeta y que los tiempos me han quitado. No me preocupan el cuidad o de los asuntos públicos, cierto e s ; y me dedico por c o m pleto á las letras. Pero es indispensable te confiese l o que á tí, más que á cualquier o t r o , quisiera á fe mía ocultar: s u frimiento intolerable es para mí, querido hermano, pensar que ya no existen república ni magistratura; consumir en vanos trabajos forenses, ó emplear en estudios puramente literarios lafépoca de mi vida en que debía gozar de p o d e rosa autoridad en el Senado, y renunciar á lo que desde niñotanto amaba.
AXht ápio-TEiSeiv, xaf (meípoj^ov e ^ e v a í áXXtov.
Suplicio grande es verme reducido á la inacción enfrente d e mis e n e m i g o s , y á las veces obligado á defenderlos; no t e ner libertad para pensar, libertad para a b o r r e c e r ; en una palabra, no contar con otra amistad que la de César, que me quiere c o m o yo deseo y que espontáneamente, según me aseguran, ha querido ser amigo m í o . No significa esto que me encuentre reducido á no tener c o n s u e l o , y cuando el mayor sería tenerte á mi lado, ocurre precisamente que nos separan. Pansa (1) quería que defendiese á Gabinio; esto habría sido perderme. Odiándole todos los órdenes, de rechazo me (1) C. Vivió Pansa, que fué cónsul con Hircio el año después del asesinato de César.
C A R T A S A QUINTO CICERÓN.
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hubiesen odiado á mí. Creo que me he mantenido en el buen -camino, no haciendo más d e lo que querían t o d o s . Me atengo completamante á tu c o n s e j o , y no deseo otra cosa que tranquilidad y descanso. Tiranión anda atrasado en tus libros: hablaré á Crisippo; p e r o el trabajo es difícil y e x i g e exquisito cuidado. Algo entiendo de esto, porque mi pasión por los libros nunca se ve satisfecha. En vano b u s c o á quién dirigirme para l a
s
obras latinas: ora se c o m p r e n , ora se hagan copiar, seguro e s que no se conseguirán más que ejemplares defectuosos; sin embargo, n o descuidaré este punto. Como ya te dije, Crebrio se encuentra en Roma, y los que á todas horas juran aseguran que no te debe nada. Creo que durante mi ausencia se ha arreglado el asunto del Erario. ¡Cuatro tragedias en diez y seis días! ¡y te diriges á o t r o ! ¡buscas xp¿aí cuando has escrito una Medra y una Troades\ No descanses, y ten entendido que aquel xvtbui ssaoxov no se dijo solamente para reprimir nuestra vanidad, sino también para que conozcamos lo que valemos. Remíteme e s o s trabajos [juntamente c o n Erigona Sirva esta de c o n testación á tus d o s últimas cartas.
CARTA VII
CICERÓN A su HERMANO QUINTO, SALUD.
Roma está inundada, principalmente la vía Apia y el templo de Marte. Las aguas han arrastrado la terraza d e Crasípedes, así c o m o también muchas tiendas y jardines. El desbordamiento se extiende hasta la piscina pública. Esto realiza los versos de Homero: «En los días de otoño , cuando Júpiter derrama las aguas á torrentes...» la continuación
.
puede aplicarse á la absolución de Gabinio: «Irritado de ver en los tribunales decidir la fuerza en contra del d e r e c h o , y desterrada la justicia con desprecio de la venganza de los Dioses.» Pero no quiero ocuparme de nada d e esto. Cuando regrese á Roma, te escribiré todo lo que pueda averiguar, especialmente lo relativo á la dictadura ( d ) : también te remitiré cartas para Labieno (2) y Ligurio.
Te escribo antes de amanecer, á la luz de una lamparilla de madera, que tengo en mucha estima porque, según dicen, es tuya, habiéndola hecho labrar cuando te encontrabas en Samos. Adiós, querido y amable hermano.
CARTA VIII.
CICERÓN A su HERMANO QUINTO, SALUD.
He recibido una carta tuya, á la que nada tengo que r e s ponder, porque solamente expresa disgusto y mal h u m o r . Dices que has escrito otra igual á Labieno, que todavía n o ha llegado. Pero he recibido otra que disipa por completo mi e n o j o . Limitaréme á dirigirte un c o n s e j o , una súplica.. Sin duda te encuentras expuesto á contrariedades, m o l e s tias y disgustos; pero procura recordar la idea capital que presidió á tu mareha. No se trataba de interés mezquino y balad!. ¿Qué recompensa apetecíamos por sacrificio tan grande c o m o el de nuestra separación? La consolidación de nuestra existencia política por la amistad de un h o m b r e (1) Era inminente la dictadura y hasta necesaria, por consecuencia del aplazamiento sedicioso y constantemente prolongado de los comicios. (2) T. Altio Labieno, el más ilustre de los tenientes de César en la Galia, que después pasó al partido de Pompeyo.
CARTAS A QUrNTO CICERÓN.
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poderoso y bueno: cuestión era ésta de porvenir, á la vez que de riqueza; en cuanto a l o demás, nada puede fundarse que no se desmorone. Teniendo constantemente en la m e moria el objeto de nuestra determinación y las esperanzas que en él radican, menos penosas te serán las fatigas militares y todas las contrariedades que experimentes: a d e más, libre eres para eximirte de ellas. No c r e o llegado todavía el momento, pero ya está eerca. Tengo que darte un consejo importante: no me escribas nada que pueda perjudicarnos si alguien leyese tus cartas. Prefiero ignorar algunas cosas á e x p o n e r m e por saberlas. Más te diré cuando me encuentre tranquilo, esto e s , cuando Cicerón se restablezca por completo, c o m o e s p e r o . Deseo •me digas á quién he de entregar las cartas, si á los c o r r e o s de César, que te las remitirá en seguida, ó á los de Labien o : ignoro dónde está el territorio de los Nervienos y cuánto dista. He leído c o n sumo agrado lo que me dices del valor y fortaleza de César en este terrible dolor. En cuanto á la excitación que me diriges para que termine el poema que he empezado sobre este asunto, te diré que, á pesar de mis ocupaciones, á pesar del estado de mi ánimo, muy p o c o á propósito para ello, así lo haré, puesto que César s a b e , por la carta en que te hablaba de ello, que le he c o m e n z a d o . Lo terminaré, pues, durante las vacaciones de las rogativas públicas, de las que celebro se aprovechen Esperas tú. Respara sacar de apuros á Messala y á los otros. verle cónsul c o n Domicio, y y o lo c r e o c o m o
pondo de Messala á César. Memmio lo espera todo de la v e nida de César, en lo que se engaña, según c r e o ; sus asuntos marchan mal aquí. En cuanto á Scauro, ya hace tiempo que lo abandonó P o m p e y o . T o d o permanece un suspenso: los comicios marchan d i rectamente á un interregno. Hablase de dictadura, cosa que desagrada á las personas honradas. Más me disgusta
408
MARCO TULIO CICERÓN.
á mí lo que dicen; pero se teme y nada se d e c i d e . P o m p e y o dice públicamente que no la quiere: en otro tiempo estaba menos terminante c o n m i g o . Dícese que la proposición p a r tirá de Hirro. ¡Oh dioses! ¡Qué necio! ¡qué amante de sí mismo tan sin rival! Pompeyo ha amedrentado c o n relación á mí á Crasso Juniano, que me e s muy adicto. Y o le he neutralizado. Pero ¿quiere ó no quiere la dictadura? Difícil es saberlo. Si Hirro obra, no será esto prueba de que no quiere. No se habla de otra c o s a : todo lo demás se encuentra paralizado. El funeral del hijo de Serrano Domestico se c e l e b r ó el vui de las kalendas de diciembre con g i a n d e aparato. El padre pronunció la oración fúnebre que he escrito y o . Ahora te hablaré de Milón. Pompeyo no le secunda: está entregado por completo á G-utta y se lisonjea, según dicen, de obtener intervención directa por parte de César. Milón está febril y no le falta razón, porque si consigue P o m p e y o la dictadura, nada ó casi nada puede esperar. Si se opone á la dictadura, y pone en movimiento su hueste, se hace un enemigo de P o m p e y o , y esto es lo que más teme. Si permanece tranquilo, pueden arrebatar la dictadura por un golpe de mano. Está preparando juegos magnífic o s (1), tanto que no creo los haya habido iguales jamás. ¡Doble y triple necedad! Nada le obligaba á e s t o , porque ya había pagado espléndidamente su deuda, porque no tiene el caudal necesario y porque solamente es curador y podría considerarse c o m o tal y no c o m o edil. Creo habértelo dicho todo. Cuida mucho de tu salud, querido h e r mano. (1) Combates de gladiadores.
C A R T A S A QUINTO C I C E R Ó N .
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CARTA IX.
CICERÓN k su HERMANO QUINTO, SALUD.
Los consejos acerca de Gabinio eran b u e n o s , pero no he d e b i d o seguirlos. Tots n-ot ^ávoi. Mi actitud, por c o n f e sión de todos, ha sido firme y templada, no agobiando ni excusando al culpable. Fui testigo e n é r g i c o , y después e s peré. Cuando una sentencia innoble y deplorable puso término al debate ( 4 ) , tomé mi resolución con bastante
facilidad. He conseguido además considerable ventaja: agitábanme mucho á todas horas los males de la República y la audacia de los malvados: ahora ni siquiera me c o n m u e esperar v e n : y esto consiste en que he llegado á desesperar de los hombres y de los tiempos. Como nada tengo que ya de la República, no puedo e x p e r i m e n t a r disgustos por ella. Las letras, el estudio, suaves o c i o s en mis c a m p o s , y principalmente la compañía de nuestros hijos, constituirán en lo sucesivo mis placeres. Milón únicamente me atormenta. ¡Ojalá sea cónsul, para que me deje descansar! Trabajo para él con tanto ahinco c o m o trabajaba en otro tiempo para mí. Continúa ayudando por tu parte. T o d o marchará bien si no interviene la violencia, pero temo por su fortuna. Demencia intolerable es disipar en sus j u e g o s , trescientos mil sextercios. Sin e m b a r g o , por esta vez m e prestaré á su locura tanto cuanto pueda, y tú me secundarás con todas tus fuerzas. Mis temores en cuanto al movimiento de las cosas en e l año próximo nada encierran que me sea personal, refiriéndose únicamente á la República, porque si bien he c e (1) La absolución de Gabinio.
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MASCO TULIO CICERÓN.
sado de intervenir en ella, no he cesado de contemplarla con interés. Comprenderás c o n cuánta razón te encargo reserva en nuestra correspondencia, al ver que no te h a blo de las turbulencias que estallan públicamente aquí, por temor de que, interceptadas mis cartas, en enemigos míos aquellos que convirtieran viesen sus nombres en
ellas. Así, pues, tranquilízate en lo que me concierne. En cuanto á la República, c o n o z c o tu interés. Veo que nuestro amigo Messala será cónsul; si lo es después de un interregn o , no habrá causa; si lo es con un dictador, menos puede temerse. No tiene ni un enemigo, El calor de Hortensio por él llama mucho la atención; y además la absolución de Gabinio es la impunidad decretada previamente. A p r o p ó sito: lo de la dictadura no adelanta un paso; Pompeyo está ausente; Appio trabaja; Hirro prepara el terreno; c u é n tanse muchos contrarios; el pueblo permanece neutral; l o s grandes resisten; yo callo. Mucho te agradezco los esclavos que me prometes, p o r que tengo alguna escasez de ellas en Roma y en los c a m p o s ; pero no te dejes llevar por tus buenos deseos en mi favor, y no hagas, hermano mío, sino aquello quo puedas cómodamente y sin molestia. Mucho he reído con la carta de Vatinio. Bien sé que está encargado de vigilarme (1); pero pertenece á esa clase de hombres que fácilmente se burlan, y y o le burlaré por c o m pleto. Heme adelantado á tus nuevos d e s e o s : el poema para César está terminado y creo poder estar satisfecho. Espero mensajero seguro, porque no quiero le suceda c o m o á tu EHgona, para la que no tuvo camino seguro la Galia d u rante el mando de César. (1) Valinio escribía á César cuanto decía y hacía Cicerón, y César debió comunicar sus cartas á Quinto, cuando éste pudo enterar á su hermano del odio que mostraba Vatinio en aquella correspondencia, de la que se burla Cicerón.
CARTAS A QUINTO CICERÓN.
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¡Cómo! ¿por no tener buen cimiento habré de destruir todo el edificio? Cada día me agrada más, especialmente el pórtico inferior y las habitaciones adyacentes. En cuanto á tu Arcano, es á f e mía una obra á $ o César, y hasta algo más espléndido aún. Aquellas estatuas, aquella palestra, aquel vivero, aquel Nilo, todo exige muchos Filótimos, y solamente cuentas con un Difllo. Pero iré yo mismo, m a n daré personas competentes y daré ó r d e n e s . Mucho más te quejarás de Félix cuando estés enterado de todo. No ha hecho sellar el testamento, eñ el que tan cuidadosamente arreglaba la partición; sino que por e q u i vocación suya y de su esclavo Sicura, tomó otro testamento antiguo, que ya no quería utilizar, y éste es el que so ha sellado 'AXX' OÍJMOJEXW: c o n s o l é m o n o s . Quiero con ternura á tu Cicerón; tú lo deseas así, él l o m e r e c e y y o debo hacerlo. Lo separo de mí y lo entrego á la vigilancia de sus maestros: su madre (Pomponia) va á partir, y cuando no está presente ella, temo su glotonería. No dejará de acompañarme con frecuencia. He contestado á todo. Adiós, querido y amable hermano.